La gran crisis del siglo XXI

Porque el pasado está hacia adelante y el futuro hacia atrás, sólo podemos ver el primero, con cierta precisión, y apenas sentir el segundo, como una brisa unas veces, como un vendaval otras. Si al menos tuviésemos un espejo para poder echar una mirada al futuro… Pero no. Al menos que ese espejo sea el pasado mismo que, al decir de Mark Twain, no se repite, pero rima.

Cada vez que alguien se detiene un instante en su marcha atrás, se levantan las voces advirtiendo de los peligros, cuando no de la inutilidad, de las predicciones que, de forma despectiva, se etiquetan como futurología.

Lo primero es cierto: es un intento peligroso. Lo segundo no: no solo es útil; también es una necesidad, si no una obligación moral.

Hoy, en 2017, estamos sentados sobre una bomba de tiempo. Mejor dicho, sobre dos, interconectadas.

La primera es la creciente, excesiva y desproporcionada acumulación de dinero y, por ende, de poder político y militar de una minoría cada vez más minoritaria, tanto a escala global como a escala nacional. Esta acumulación crecientemente desproporcionada, producto de la espiral que retroalimenta el poder del dinero con el poder político-mediático y viceversa (dinámica que produce bolas de nieve primero y avalanchas después) se agravará aún más por la automatización del trabajo. El desempleo en los países ricos, centros del control financiero, narrativo y militar, aumentará la tensión, no porque la economía del mundo rico colapse sino, quizás, por lo contrario. El creciente fascismo y las reacciones micropolíticas de la izquierda con marchas y contramarchas, serán solo síntomas violentos de un problema mayor.

La segunda bomba de tiempo, es la gravísima amenaza ecológica, producto, naturalmente, de la avaricia de esa minoría y del sistema económico basado en el consumo y el despilfarro ilimitado, en el desesperado crecimiento del PIB a cualquier costo, aun al costo de la destrucción de los recursos naturales (flora y fauna) y de sus mismos productos (automóviles, televisores y seres humanos). El desplazamiento de millones de personas debido al aumento de las aguas y los desiertos, nuevas enfermedades y el creciente costo de la tierra, acelerarán la crisis.

Cualquiera de estas dos bombas de tiempo que estalle primero hará estallar a la otra. Entonces, veremos una catástrofe mundial sin precedentes. 

La hegemonía de Estado Unidos, que se asume será pacíficamente compartida por una sociedad de conveniencia con China, muy probablemente seguirá la Trampa de Tucidides, y el evento decisivo, del conflicto y de la derrota militar de la Pax americana, será un evento de gran magnitud en el área del Pacifico Este. La marina más poderosa del mundo y de la historia, encontrará una derrota material, política y, sobre todo, simbólica. Solo la futura crisis demográfica en China (el envejecimiento de la población y las anacrónicas políticas de inmigración y la desconformidad de una generación acostumbrada al crecimiento económico) podría retrasar este acontecimiento por décadas.

El panorama, por donde se lo mire, no es alentador. Quizás de ahí el cerrado negacionismo de quienes están hoy en el poder. Ese negacionismo ciego en todas las esferas está hoy representado por el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y por las corrientes nacionalistas y neo racistas, precisamente cuando el problema es global. La presidencia de este país podrá ser reemplazada por un candidato de la izquierda, en el 2020 o en el 2024, pero no será suficiente para detener el desarrollo de los acontecimientos ya desencadenados. Por el contrario, será una forma de renovar la esperanza en un sistema y en un orden mundial que está llegando a su fin de forma dramática.

Si bien es necesario continuar luchando por las causas justas de las micro políticas, como los derechos de género en el uso de baños públicos (que para los individuos no tiene nada de “micro”), etc., ninguna de estas medidas y ninguna de estas luchas nos salvará de una catástrofe mayor. Cuando ya no haya tierra, agua, alimentos, leyes, cuando los individuos y los pueblos estén luchando por sobrevivir de la forma más desesperada y egoísta posible, a nadie le importarán las causas de la micro política. 

Lo bueno es que, si bien el pasado no se puede cambiar de forma honesta, el futuro sí. Pero para hacerlo primero debemos tomar conciencia de la gravedad de la situación. Si realmente vamos caminando hacia atrás, rumbo hacia el abismo, el simple acto de detenerse un momento para pensar en un cambio de rumbo, parece lo más razonable.

 

jorge majfud

dec. 7 2017

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Revista Mito/Conversaciones sobre ficciones y otras realidades

Mito | Revista Cultural

 

Sabía que no iba a funcionar

No iba a funcionar

de la novela Crisis

Lupita fue siempre una niña obligada a madurar a los golpes. Pero ni así maduró nunca ni yo quería que madurara. Estaba tan linda y tan cariñosa así. Toda su infancia de hambre y su adolescencia de gritos y humillaciones no la habían hecho más dura, más resistente a la suerte que le tocó en vida sino todo lo contrario. Para mí que el viejo la trataba tan mal porque la madre de Lupita había muerto en el parto y él no le perdonaba esto.

Quién sabe si hubiese sobrevivido a las calles de la villa donde la llevé para salvarla del alcoholismo del viejo. Quién sabe si hubiese tenido mejor vida entre los metros de Nueva York. Quién sabe si se hubiese venido de no ser porque yo mismo le pinté el oro y el moro del otro lado. No sufras más, Lupita, no se puede vivir así entre medias lágrimas. Yo me largo para yanquilandia y que sea lo que Dios quiera. Total, quién va a saber que tenemos una foto del Che en la cocina? La sacamos mañana mismo y a poner la mejor sonrisa en la embajada.

—No le van a dar una visa a dos pobretones como nosotros, Nacho. No tenemos ni qué comer.

—Eso no lo sabe nadie, ni tu padre ni tu hermana. Menos mi pobre vieja, que está medio ciega. Después me seguís vos.

No voy a aguantar que te vayas, me decía, y yo que no íbamos a estar separados por mucho tiempo.

—Cuánto tiempo no es mucho tiempo? Un año? Dos años?

—No, ni tanto. Serán unos meses. Apenas pueda juntar para tu pasaje de avión te venís.

Por entonces no te negaban la visa como ahora. Además Lupita tenía título de traductora, aunque en los dos años que vivimos juntos en la villa hizo dos y sólo le pagaron una porque tuve que ir yo en persona a meter la pesada. Y después que nos robaron la tele y las ollas teflón que nos había regalado la hermana de Lupita, y que por suerte no estábamos en la casucha ese sábado, le dije que en febrero yo me iba.

Nos quedamos todo el domingo mirando el techo, mirando cómo sudaba la chapa de zinc, de puro calor húmedo que había y no nos dejaba dormir. Pero no era el calor, era esta vida que nos había tocado y que no había macho que la torciera, que de haberlo sabido no venía a este mundo en estas condiciones.

Y cuándo vamos a tener un hijo así? empezaba ella, y yo nada, nada que nada porque no tenía qué decirle. Pensaba que de no haber sido más infeliz con su padre nunca la hubiese sacado de su casa. Por lo menos allí tenían cielorraso y el perro del vecino que le ladraba desde la azotea, y no se sudaba el techo en verano ni faltaba el pan y la pasta los domingos y los cuentos tristes del tano viejo antes de que el calor del tuco y el vapor del vino tinto se le subieran al marote. Claro, aunque sobraban las peleas y los gritos, qué lo parió aquella gente. Papá, tomate un café, un café por favor papá que hoy vino Nacho. Qué Nacho ni ocho cuartos, me van a decir lo que tengo que hacer en mi propia casa, háyase visto. Hacele café a tu macho a ver si no se te escapa y tengo que aguantarme otro más vago que este. Otro qué, papá, si sólo tuve dos novios. Mirá, no me hagas hablar. Por qué don Paolo? Qué tiene para decir que yo no sepa? Dos que yo sepa, decía el viejo y empezaba a entrar en calor. Y yo, por complejo de macho, quería saber cuántos novios había tenido Lupita. Lupita no es una santita. Como diez, o como once, el equipo de fútbol del barrio. No diga eso padre, que usted sabe que no es verdad, no sea malo. Malo no, que no conté los suplentes. Y luego yo que le daba a Lupita con eso del novio reconocido que había tenido y ella se defendía diciendo que yo sabía que ella era virgen cuando me conoció y no sé qué otras cosas que ni vale la pena traerlas ahora.

El corazón es ciego, le decía a Lupita. De otra forma los ojos no estarían en la cabeza; estarían en el pecho. Si no me hubiese enamorado tampoco me hubiera ido yo de la casa de la vieja. Pero hay cosas que uno no puede elegir. Me enamoré y nunca pude dejar de querer a la Lupita, como un enfermo no pude.

Pensaba en todo eso mirando el techo todo sudado y no iba a ninguna parte. Entonces ella se ponía más triste porque yo no quería hablar. Pero yo no dejaba nunca de pensar y pensar. Eso es lo que más recuerdo de esa época. Me la pasaba pensando, calculando, imaginando, fantaseando al cuete.

Hasta que en febrero del año pasado la quinta juvenil del club hizo la tan esperada gira por Los Angeles y una noche allá después del partido que empatamos dos a dos y con una pésima actuación por mi punta izquierda, me hice humo. Dejé el pozo, como decían los chicos del cole. Dicen que el técnico me anduvo buscando pero que ni se calentó conmigo. Además sabía que yo era un patadura y no tenía futuro en el club. Ni en ese ni en cualquier otro. Y como tampoco era cubano, nadie se enteró. Después me quedé manso cuando un mexicano me dio una changa en su restaurante de Santa Mónica.

Dos días me llevó conseguir trabajo y Lupita me escribía diciendo qué maravilla, qué maravilla Nacho ahí sí que vamos a poder hacer nuestras vidas en paz.

Para mí al principio eso fue el paraíso. Leer los emailes de Lupita tan contenta a pesar de que no dormía de noche por el miedo de la villa. Pero ella tenía tantas esperanzas y le daba con eso del hijo que por el momento no había que ponerse negativos, así las cosas funcionaban mejor. Entonces yo exageraba todo lo bueno de aquí o no contaba que un día me había cruzado con una mara, una patota como le dicen allá, y había tenido que entregar toda la plata de la semana. No abras la boca, me decía un panameño amigo. Te confunden con un americano por el pelo y los ojos, pero apenas dices algo y ya te adivinan que eres ilegal y que cobras cash y te siguen y te dejan sin un dólar, en el mejor de los casos.

Pero de a poco todo fue cambiando. En dos meses había juntado para el pasaje de Lupita, pero luego vino la crisis y el primero en volar antes de que el restaurante cerrara fui yo, porque era el nuevo, me decían. Igual mandé la plata para Lupita para que se viniera, porque ya no aguantábamos más. No pensé que después iba a ser tan difícil conseguir chamba.

Con Lupita anduvimos buscando en Los Angeles y después en Las Vegas y después en toda Arizona hasta que terminamos en San Antonio, con la promesa de un boricua que tenía una empresa de limpieza. La verdad que no era tan fácil limpiar hoteles y oficinas como parecía al principio. El patrón siempre estaba desconforme con nuestro trabajo. Cuando no era muy lento era muy descuidado. Llegué a pensar que nos tomaba el pelo, o nosotros no entendíamos qué era lo que quería, y dos semanas después quedamos en la calle de nuevo.

En la calle literalmente, porque teníamos que esperar en una esquina de madrugada porque allí levantaban trabajadores sin papeles. Y yo y la Lupita allí en medio de puros hombres que por suerte no se portaban mal con nosotros, sino todo lo contrario, pero la verdad que yo siempre andaba con el Jesús en la boca y mirando para todos lados a ver quién iba a meterse con la Lupita. Tanto que en este trabajo no ponía atención en las camionetas que pasaban y levantaban trabajadores. Los mexicanos eran los más hábiles en esto y tuve que mirar y aprender de ellos. A veces Lupita me decía por qué no me había acercado al de la camioneta blanca, al del auto negro, que parecía con buen trabajo, pero la verdad es que no quería dejarla allí sola, esperando, antes que amaneciera del todo y entonces me hacía el distraído o que no nos convenía ese por esto o por aquello.

Hasta que pasó una SUV negra y le hizo seña a uno y éste me vino a decir que quería a la muchacha. Yo me fui hasta la camioneta y el tipo de lentes oscuros a esa hora del día no me inspiró mucha confianza. Tenía chamba para domésticas en casa de familia con plata, decía, pero atrás yo no veía a ninguna otra mujer. Lupita, más pálida que de costumbre y con los labios temblando me dijo que no podíamos dejar escapar otra porque no íbamos a tener para comer.

Yo no dije nada pero ella terminó subiendo atrás seguro que contra su propia voluntad. Y cuando arrancó la camioneta ella me hizo así con su manito y me tiró un beso triste. Yo sabía que iba llorando porque la conozco. Yo sabía que eso no iba a funcionar ni esta puta vida iba a funcionar. 

 

Jorge Majfud

 

Cyborgs (ensayos)

 

 

Sobre Crisis (novela)

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«Sobre Crisis, novela de Jorge Majfud»

 por Karen Barahona, PH.D.

 

Baldwin-Wallace University, Ohio.

La novela Crisis trata la situación actual de los hispanos en los Estados Unidos en donde nos da sus definiciones de crisis, sus combinaciones, desdoblamientos y conflictos. La lista de casos de la lucha de los latinos en los Estados Unidos es demasiada larga para reproducirla pero sin duda nuestro escritor quiere dejar constancia de que este libro está dedicado a los inmigrantes, a su memoria, a las raíces y a su búsqueda de la libertad.

Majfud presenta esta búsqueda con una enorme pluralidad de historias y al mismo tiempo hace algunos paréntesis en algunas de ellas para provocar al lector con una teoría del “desdoblamiento-transferencia”, que nunca llegamos a saber completamente si es creación completa de alguno de sus personajes o un producto de las ideas del mismo autor. A juzgar por varios de los artículos que ha publicado Majfud haciendo referencia a la dualidad del poder, podemos inferir que el autor no está en desacuerdo con alguno de sus personajes. Esta teoría ubica al autor como creador de un personaje que se asemeja a él y representa a un grupo social y al mismo lector construido por la ficción y por el mito colectivo. El desdoblamiento-transferencia ocurre cuando “el autor creador del mito de la ficción, no es otro que el lector particular, tal vez un lector con una imaginación especial, un lector especializado y profesionalizado” (59). Como resultado, nuestro autor, así como los creadores de Hulk (Crisis hace referencias permanentes a la cultura popular del último siglo irradiada desde Estados Unidos), crea personajes y descripciones que en su clímax explotan en contra del mal como lo hace el superhéroe. Las fuertes críticas a lo establecido se asemejan a las acciones del superhéroe en contra del mal. De igual forma, este impulso se refleja en la técnica narrativa de la novela. Con frecuencia, nos encontrarnos con el empleo de oraciones largas que llegan a un punto donde estallan como lo hace Hulk. La pluralidad de recursos narrativos es otra de sus características empleadas por Majfud en novelas anteriores.

Crisis también es un mosaico, con un laberinto de otras crisis personales, como la de los inmigrantes que huyen de sus realidades originales y persiguen la libertad de múltiples formas, producto de múltiples representaciones, muchas de las cuales son apenas espejismos que se diluyen en otros dramas que fluctúan entre la realidad y la ficción. Una de sus definiciones de lo ficticio en la sociedad en los Estados Unidos: “Pero nuestro mundo es el mundo de las máscaras. El país que tiene las mejores universidades y el que ostenta más premios Nóbel es un país medianamente ignorante que no sabe el número de su propia población y menos algún dato serio sobre otro país. Ni siquiera cuando están en guerra con ese otro país.” (50) Por otra parte presenta las luchas y el deseo de liberación de los inmigrantes envueltos por el capitalismo, orden social que define como una de las crisis del siglo XXI e irónicamente igualado con la democracia, la libertad de mercado y la libertad en sí.

Los anglos son definidos o percibidos por algunos personajes (alter ego o síntesis de los “personajes colectivos” propuestos por la obra) como individuos que saben morir pero no vivir: “No saben comer, no saben perder el tiempo, no saben conversar.” (37) Los califica como herméticos en crisis porque pasan de la escuela al trabajo y luego al consumismo y en consecuencia ubica al hispano que se enfrenta a esta cultura en un cruce de caminos, en una nueva crisis.

¿Cómo llamaríamos al proceso de interacción entre el anglo y su tolerancia al hispano y/o vise versa? ¿Entran en una crisis por su interacción? Pregunta que nos contesta con un laberinto mostrando lo real y lo ficticio de la vida de ambos. En la parte real se da la crisis de adaptación y en la ficticia, la búsqueda de libertad que no se encontrará.

Como resultado de esa búsqueda de libertad leemos una historia sobre la crueldad que viven los inmigrantes. “María” salió con la esperanza de una vida pero fue su féretro el que regresó a Oaxaca, México. La crisis en esta historia, basada en una historia real, es descrita entre llanto, murmullo, lágrimas, espanto, agitación tanto como imposible de describir la experiencia de los inmigrantes y de los  mismos coyotes, ambos víctimas y victimarios.

Desde el comienzo, un misterioso narrador, casi como una forma de “conciencia colectiva”, ya nos había enfatizado la realidad particular del inmigrante: “Y de cualquier manera sufrirás por ser un outsider que ha aprendido a disfrutar esa forma de ser nadie, de perderse en un laberinto anónimo de restaurantes, moteles, mercados, plazas, playas lejanas, montañas sin cercos, desiertos sin límites, tiempos de la memoria, sin espacio, países dentro de otros países, mundos dentro de otros mundos.” (14) La crisis está presente en muchos lugares llenos de inmigrantes donde huele a crisis y en donde todos están huyendo como una forma de libertad.

Los hispanos sufren un via crusis para llegar a los Estados Unidos y al tiempo enfrentan otra crisis; pero las “raíces nunca se secan”. Para explicar esta frase, el narrador se dirige directamente al inmigrante y le dice: “Y huirás sin volver nunca pero al final siempre huirás hacia la memoria que te espera en cada soledad llena de tanta gente que nunca conocerás aunque duerman a tu lado”  (14). La crisis es definida por la inmigración, la política, la violencia, la ignorancia y la búsqueda de libertad. El proceso de búsqueda de libertad o de la búsqueda de mejor vida incluye la esperanza pero también el dolor, el hambre y la humillación en sus más variadas formas. Los inmigrantes buscan trabajo y por necesidad toman lo que sea, arriesgando sus vida aún en trabajos que no inspiran confianza.

La inmigración de los latinos a veces funciona y a veces no; todo depende del proceso de adaptación, el nivel de educación y las posibilidades que encuentren. Al llegar a Estados Unidos entran en crisis de adaptación a la nueva cultura, el lenguaje o la política. Una vez establecidos redoblan su esfuerzo por salir adelante y entran a una crisis mayor que los aplasta. Al final, de una u otra manera se sufre una crisis.

Jorge Majfud es un escritor crítico, incansable investigador y autor de innumerables artículos, ensayos y narrativa que apuntan hacia el cuestionamiento, la concientización y la reflexión sobre el hombre, la historia y la sociedad. Sus obras han sido publicadas en Latinoamérica, Estados Unidos, Canadá, Europa, África y Asia. Entre las más recientes incluyen La reina de América (2001), Perdona nuestros pecados (2007) y La ciudad de la Luna (2009). Sus inagotables interrogantes y cuestionamientos han desembocado en su más reciente teoría del desdoblamiento de lo real y lo ficticio en su obra ensayística y, de una forma que es sólo propia de la ficción, en esta nueva novela en un tiempo marcado por una profunda Crisis.

Como el mismo autor lo ha manifestado varias veces, pocas cosas hay más reales que la ficción, porque es a través de esta forma del arte en que podemos experimentar la verdad de las emociones, la completa complejidad del ser humano, grandiosa y miserable criatura atormentada por sus pasiones y sus ideas, capaz de cometer diariamente los crímenes mas crueles y los actor más heroicos. Crisis, la novela mosaico, es, a su vez, una pieza de ese drama universal.

 

 

Karen Barahona, PH.D.

Karen Barahona, PH.D.https://www.bw.edu/academics/fll/spn/barahona/

 

 

Reseña de la novela de Jorge Majfud
 

Crisis: “Las raíces son lo último que se seca”

 

 

Aprovecho un largo vuelo, de retrasos y océano uniforme, para leer de un tirón Crisis de Jorge Majfud.

Pocas veces salgo de un libro con la certeza de haber recorrido un mundo sólido, coherente, rico, un verdadero mosaico que con la necesaria perspectiva muestra su belleza y da acceso a un mensaje que supera la simple composición de sus piezas. Pocas veces termino un libro deseando haberlo escrito, o alentado a ensayar aventuras similares; un placer o milagro cuya frecuencia los años sólo han conseguido apagar.

Testimonio de las miserias que viven los hispanos en Estados Unidos, Crisis no es sólo una ingeniosa argumentación ideológica con la que puedo conversar, anti breviario abierto a la búsqueda, libro duro, lúcido golpeador que sabe dar treguas: es también un compendio impecable de técnicas literarias y registros lingüísticos. Tan sólo cada voz, cada juego de narradores, cada salto temporal y geográfico valen la lectura de lo que es, en definitiva, un libro mayor.

Además de opiniones, filias y broncas, además de activos luminosos y pasivos que duelen a hijos de la misma dictadura, comparto con Majfud el exilio, vivir en un imperio colmado de contradicciones, establecido, integrado, con hijos que ojalá nunca deban marcharse a buscar su propia identidad, a ser, como bien escribe uno de los tantos narradores, outsiders que aprendan a disfrutar esa forma de ser nadie, de perderse en un laberinto anónimo de restaurantes, moteles, mercados, plazas, playas lejanas, montañas sin cercos, desiertos sin límites, tiempos de la memoria sin espacio, países dentro de otros países, mundos de otros mundos.

Crisis es, entre tantos adjetivos posibles, un libro necesario. Sé, porque me lo han dicho, que Majfud es desconocido por una parte del universo cultural e intelectual uruguayo. Pensaba en esto en el avión, deambulando en un aeropuerto en tránsito, frente a un café con leche y un tostado, preguntándome cada vez y a cada página cómo se puede ignorar la importancia de un escritor como Majfud.

Diciembre 2015

http://javiercouto.com/author/javiercouto/

 

Majfud y Goldemberg: dos maneras latinoamericanas

31.01.13 | 00:59. Archivado en Literaturas

Me han llegado dos novelas que siendo totalmente opuestas en su manera de ser concebidas, conservan dos elementos comunes que me interesa particularmente, cómo hacer hablar a los latinoamericanos, y la otra, quizás la más importante: una alta calidad narrativa.


Jorge Majfud (Uruguay, 1969) compone enCrisis (Baile del Sol, 2012), una novela-mosaico, tal como bien se describe en la contraportada. Una serie de testimonios que reflejan las penurias de los inmigrantes hispanos en Estados Unidos en el contexto de la Gran Recesión, contados en textos cortos, secos violentos por momentos y con un uso de la oralidad realmente conseguidos, hacen de este texto una madeja conmovedora, sin moralina, un auténtico reflejo de cómo la literatura de ficción puede contar la realidad.

En Acuérdate del escorpión (Fondo Editorial Universidad Inca Garcilaso de la Vega, 2010) de Isaac Goldemberg (Perú, 1945) nos encontramos, aparentemente con una historia de detectives, de maleantes, de ambientes oscuros de un Perú pretérito… pero hay mucho más. En la historia, excelentemente contada por una de las plumas mejor escondidas de Latinoamérica, encontraremos mafias japonesas, boleros, fútbol, amores y desamores, pero por debajo de todo esto una denuncia sobre los prejuicios y el genocidio nazi encarnado en un escondido jerarca SS. La leí de un tirón y me parece altamente recomendable.


Crisis, de Jorge Majfud
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Sólo despegándonos de lo concreto, pero atendiéndolo, podemos aspirar a comprender la globalidad de nuestro mundo. El narrador uruguayo Jorge Majfud articula ambas escalas en esta excepcional novela, que nos plasma un excelente relato sociológico y cultural de las personas inmigrantes en EEUU, y de la propia sociedad de este país.

La obra está formada por la yuxtaposición de fragmentos de historias, encabezadas por la fecha, el lugar (diferentes localidades de EEUU cercanas a la frontera sur) y el valor del índice del Dow Jones. Así, se hace explícita la relevancia del capitalismo a la hora de condicionar la vida. A su vez, la multiplicidad de ciudades en la que figuran unos (aparentemente) mismos personajes da pie a entender la vida errante de los sin papeles. De esa forma, se obtiene una novela con un protagonista colectivo en la que no se pierde individualidad.

Crisis resulta un libro estremecedor, que presenta un relato duro, lleno de injusticias, de dolor, de abusos de poder. El autor explora los miedos, sueños y esperanzas de las personas inmigrantes a través de escenas representativas, de marcado valor simbólico y metonímico, que le ocurren a un personaje concreto, aunque le pueden suceder a cualquier otro. De hecho la desubicación sirve para globalizar los acontecimientos, pues puede que sucedan en un mismo lugar o en cualquier otro espacio.

Por otro lado, juega con diversos tipos de narrador y pone el foco en diferentes esferas implicadas: migrantes, familiares, mafias, empleadores, trabajadores locales… Además, de una manera muy hábil, también construye un retrato de la sociedad estadounidense, con lo que levanta una condena de un estilo de vida deshumanizado, hipócrita y personalmente empobrecedor. Así, abre numerosas puertas a las que asomarse, lo que permite vislumbrar distintos ámbitos de realidad. Por lo tanto, como confluencia de voces narrativas, también resulta muy interesante el libro.

A su vez, Crisis alterna la ficción con hechos reales o reproducción de noticias. Igualmente, se incorporan fragmentos ensayísticos, a modo de disertaciones de los personajes. Con todo esto, el autor consigue dotar de fluidez y dinamismo al volumen, que no posee una trama sino que, de manera fragmentaria, levanta una visión panorámica del presente. En este sentido, Majfud demuestra un gran acierto al emplear esta construcción de la novela, pues potencia sus objetivos de discurso y, en sí misma, la estructura aporta contenido en esa misma dirección.

Por todo ello, se trata de una obra muy rica, por la que pululan decenas de personajes que, en definitiva, tratan de sobrevivir en y a un mundo gobernado por un sistema económico despiadado. Así, la brillante denuncia de Majfud apela a la dignidad, al humanismo, en un relato amargo y desalentador. Crisis resulta una novela esplendida, hábilmente construida, que nos presenta numerosas vías para observar nuestro tiempo y hallar puntos donde incidir para transformarlo.


Entrevista al escritor hispano Jorge Majfud

 

Novela de la crisis: sobre las raíces y los desarraigos

Susana Baumann
19.Ene.2013 :: Cultura

 Jorge Majfud entrevista de susana baumann/suramericapressEl español y la cultura hispana han estado en este país un siglo antes que el inglés y nunca lo ha abandonado, por lo cual no se puede hablar del español y de la cultura hispana como “extranjeros”, dice el escritor español en una entrevista en torno a su reciente obra: Crisis

Crisis (novela) http://www.bailedelsol.org/index.php?option=com_booklibrary&task=view&id=572&Itemid=427&catid=116
Ed. baile del Sol, Tenerife.

Susana Baumann: ¿Cómo resumirías el tema central de tu última novela, Crisis?

Jorge Majfud: En todo texto existen diferentes niveles de lectura. Muchos más y más complejos en los textos religiosos y de ficción. Pero el ensayo, por citar sólo un género literario, es más directo, expresa y problematiza las ideas y las emociones más consientes de un autor. La ficción, si no es un mero producto de un cálculo de marketing, por ser una forma insustituible de explorar la realidad humana más profunda, posee niveles más profundos y más complejos, como los sueños, como la vida.
En el caso de Crisis, en un esfuerzo simplificador podría decir que los temas centrales son el drama de los inmigrantes latinoamericanos, sobre todo de los inmigrantes ilegales en Estados Unidos y, en un nivel más profundo, si se me permite el atrevimiento, el drama universal de los individuos que huyen de un lugar buscando una vida mejor pero que en el fondo es una huída de uno mismo, de la realidad que es percibida como injusta y no se resuelve con la fuga. La fuga es un perpetuo aplazamiento pero también es un permanente descubrimiento, una profunda exploración existencial que no alcanza quien permanece confortable en su propio coto de caza. La incomunicación, la violencia moral, económica y cultural son componentes inevitables de ese doble drama social y existencial. También la violencia más concreta de las leyes, cuando son funcionales a la deshumanización. Etc.

S.B. ¿Por qué esa estructura donde no existe la linealidad?

J.M. Cuando hacemos un análisis, cuando escribimos un ensayo, podemos distinguir claramente la forma del contenido. Sin embargo, en la ficción y quizás en la existencia irracional, vital, esto no es posible. Si decimos que un sueño significa algo, estamos diciendo que contiene algo que no se visualiza en primera instancia y que, como cualquier símbolo, vale por lo que no es. Así ha sido la historia bíblica, desde José hasta la lógica de todos los análisis modernos, como el marxismo, el psicoanálisis, y la de cualquier crítica posmoderna que pretenda poner un poco de orden e inteligibilidad al caos de los estímulos y las percepciones.

Si mal no recuerdo fue Borges quien complementó o quizás refutó esta idea dominante afirmando que la imagen de una pesadilla no representa ningún miedo: son el miedo. Por otro lado sabemos que el estilo de un escritor expresa su propia concepción sobre el mundo. En el caso de una novela concreta, más allá del factor de formación consciente del escritor, que muchas veces da el oficio, existe un factor que procede del fondo, del contenido mismo del libro. Es decir, el estilo, la estructura de una novela expresan en sí mismos el tema o los temas centrales, las ideas y sobre todo las intuiciones y las percepciones que el autor pueda tener de una historia o sobre una determinada circunstancia que le resulta vital y significativa.
Más concretamente, la estructura y el estilo de Crisis son lo que en artes plásticas sería un mosaico o en las ciencias sería un fractal. Cada historia puede ser leída de forma independiente, es una historia particular pero al mismo tiempo si las consideramos en su conjunto forman otra imagen (como en un mosaico), otra realidad que es menos visible al individuo y, también, forman la misma realidad a una escala mayor (como en el fractal). Por eso muchos personajes son diferentes pero comparten los mismos nombres (Guadalupe, Ernesto, etc.), porque son “personajes colectivos”. Creo, siento que a veces creemos vivir una vida única y particular sin advertir que estamos reproduciendo antiguos dramas de nuestros antepasados, y los mismos dramas de nuestros contemporáneos en diferentes espacios pero en condiciones similares. Porque somos individuos por lo que tenemos de particular y somos seres humanos por lo que compartimos con cada uno de los otros individuos de nuestra especie.

S.B. La novela se ubica en distintas geografías físicas y sociales de Estados Unidos.
J.M. Sí, en parte hay una intención de reivindicación del vasto pasado y presente hispano dentro de unos límites sociopolíticos que insisten en ignorarlos…

S.B. ¿Pero cuál es la intención de esta evidente diversidad? ¿Cómo se explican desde un punto de vista formal?
J.M. Al igual que los individuos, cada fragmento posee sus propias particularidades y rasgos comunes. Cada historia está ambientada en diversos espacios de Estados Unidos (América latina aparece en inevitables flash-backs) que al mismo tiempo son similares. Es la idea que expresa un personaje cuando va comer a un Chili’s, un restaurante de comida tex-mex. (Cada vez que entro en alguno de estos restaurantes no puedo evitar enconarme con algún fantasma de esa novela o algún otro que quedo excluido sin querer). Si bien cada uno reproduce un ambiente entre hispano y anglosajón, lo cierto es que uno no podría deducir por sus detalles y su espacio general si la historia o el drama se desarrolla en California, en Pensilvania o en Florida.
Al mismo tiempo, para cada ciudad elegí nombres españoles. Es una forma de reivindicación de una cultura que ha estado bajo ataque durante mucho tiempo. Pero basta mirar el mapa de Estados Unidos para encontrar una enorme cantidad de espacios geográficos nombrados con palabras españolas, en algunos estados son mayoritarios. Pero son tan invisibles que la ignorancia generalizada las considera palabras inglesas, como “Escondido”, “El Cajón”, “Boca Raton” o “Colorado”, y por ende la misma historia de la cultura hispana desaparece bajo este manto de amnesia colectiva, en nombre de una tradición que no existe. El español y la cultura hispana han estado en este país un siglo antes que el inglés y nunca lo ha abandonado, por lo cual no se puede hablar del español y de la cultura hispana como “extranjeros”. La etiqueta es una violenta estrategia para un imperceptible pero terrible culturicidio.

S.B. Me llamó la atención la mención del valor del Dow Jones para iniciar cada historia…
JM: Bueno, los valores son reales y acompañan esa “caída” existencial, el proceso de “crisis”, que es social, económico y es existencial, usando un recurso frío, como son los valores principales de la bolsa de Wall Street. Nuestra cultura actual, incluida la de los países emergentes como China o cualquier otro que se presentan como “alternativas” al modelo americano, están sustentados en la ilusión de los guarismos, ya sea de las bolsas o de los porcentajes del PIB. La economía y las finanzas son el gran tema de nuestro tiempo y todo se mide según un modelo de éxito que nació en Estados Unidos en el siglo XX. La caída y cierta recuperación del Dow Jones acompañan el drama existencial y concreto de cada personaje. Así como estamos en un espacio y en un tiempo, también estamos en una realidad monetaria (sea virtual o no, pero realidad en fin, ya que es percibida y vivida como tal).


Susana Baumann, periodista, New Jersey.

 


 

 

Identidades de papel. Identidad de la ausencia y negación en los migrantes indocumentados: un enfoque desde tres textos narrativos

por Silvia M. Gianni

Università degli Studi di Milano

El tema de la migración en la literatura latinoamericana ha adquirido nuevos matices y nuevos enfoques en la producción creativa de los últimos años. En efecto, a partir de la última década del siglo XX, el “viaje de la esperanza” en busca de una vida mejor ha ocupado el lugar antes reservado a la literatura del exilio y el desplazamiento, otorgándole un renovado vigor al más reciente fenómeno migratorio. Los múltiples aspectos que derivan de esta expatriación forzada y sus profundas repercusiones en las distintas expresiones culturales, han llevado la crítica cultural y literaria a elaborar categorías más idóneas, así como a rehabilitar conceptos viejos aptos para acercarse, con mayor rigor, a una problemática cada vez más candente: la identidad en sus plurales manifestaciones. Saggi/Ensayos/Essais/Essays Migrazione, diaspora, esilio… – 06/2014 107 Al cuestionar la noción tradicional de identidad entendida como un universo autónomo y coherente que se niega a las influencias externas, se ha puesto en marcha un proceso de revisión global de la noción de identificación cultural, de territorio, de etnia y de lengua a través del reconocimiento de parámetros nuevos para investigar en las problemáticas del mundo globalizado. Entre ellas, los nuevos movimientos migratorios y las consiguientes creaciones de sociedades multiculturales; el nacimiento de culturas diaspóricas, resultado de una masa de refugiados económicos cada vez mayor, que va a sumarse a los exiliados de los pasados regímenes dictatoriales y la exaltación de la cultura nómada. Sin embargo, si analizamos el tema de la migración de la/s última/s década/s nos damos cuenta que no siempre estas categorías permiten transitar en los pliegues de todos los espacios identitarios, ya que en muchos casos se desconoce la existencia de sujetos que leyes y normas declaran ausentes y a los que se niega cualquier contacto cultural, a pesar de verlos, emplearlos y también ficharlos. En otras palabras, si bien se conoce la entidad de la presencia de los extranjeros en el país receptor, se liquida la problemática a través de una fórmula legal para que un “sin papel” desaparezca del mapa poblacional. De ahí que la invisibilización de estos sujetos tenga repercusiones en su conformación identitaria, pese a que este tema no constituya un área de investigación muy desarrollada. A este fin es posible constatar que la literatura, con su producción textual que problematiza escenarios y ámbitos escasamente visitados, coopera a la exploración de ese territorio conceptual y nos lleva a una reflexión sobre la identidad de quienes viven en la ilegalidad por su situación migratoria. Se trata de una condición que en muchos casos no es transitoria, sino que perdura a lo largo del tiempo, de modo que la provisionalidad es una condición de permanencia, razón por la que se puede hablar de una suerte de “normalidad” de los que viven fuera de las normas. Por esto se hace necesario analizar el estado identitario de aquella masa humana que vive su identidad en cuanto “ausencia”, por su falta de reconocimiento legal. Lejos de hibridizarse con los sujetos de la sociedad adonde llegan, y menos aún de encontrar una oportunidad de heterogeneización con la población receptora, estos individuos son percibidos y se perciben como una categoría a parte, cuyas líneas de demarcación son establecidas a partir de su propia definición: “ilegales”, “sin papeles”, “clandestinos”, “indocumentados”, etc. El abuso de las relaciones de poder, la desigualdad social y la distribución diferencial de la riqueza y de los derechos tiene su reproducción discursiva con sus prácticas lingüísticas que se difunden a través de todos los medios de comunicación: los varios apelativos acuñados conforman una clasificación que marca al inmigrante por su estatus y no por otras peculiaridades de su identidad. Así, semánticamente, prevalece una idea colectiva – negativa y privativa – que masifica, aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa Saggi/Ensayos/Essais/Essays Migrazione, diaspora, esilio… – 06/2014 108 despersonalizándolos, a miles y miles de seres humanos (Van Dijk: 16). La indiferenciación y la generalización despersonifica, anula y cataloga al migrante a partir de su falta, y agudiza aún más la distancia entre el “nosotros”, sobre el que se basa toda sociedad, y los “otros”. Es más: en este caso el surco es entre “nosotros” y la nada, los invisibles e inexistentes, dado que se subraya la invisibilidad de sujetos que se decretan como ausentes, pero de los que, paradójicamente, todos conocen la existencia. Eso implica la “imposibilidad” de alcanzar cualquier reconocimiento social, visto que si no se les reconoce, mucho menos se les puede aceptar, acoger, respetar o conceder algún derecho (Bauman 2011: 37). La ausencia, por tanto, se transforma en la marca oficial que configura el rostro identitario de este segmento humano a partir de su propia debilidad, impotencia y vulnerabilidad. De ahí que ellos mismos reconozcan en la fragilidad el carácter constitutivo de su identidad y que en ella basen la configuración de una autoidentidad enraizada en una negación en sí y de sí mismos, haciendo propia la imagen que el otro tiene de ellos (Žižek 1999: 194). Si no pueden aparecer, si no pueden existir oficialmente, sus vidas no tienen importancia. No importa si viven o si mueren, si se enferman o si sufren. Simplemente no existen, no son vidas inteligibles, no le es dado pertenecer a un sistema de significación coherente. Una vida tiene valor solo si su pérdida tiene importancia: nos comprometemos a preservar una vida si consideramos injusta su destrucción, deliberada o negligente que sea. Al hablar de vidas invisibles estamos hablando de vidas que no son susceptibles de ser lloradas. El reconocimiento diferencial o, mejor dicho, su desconocimiento, hace que no merezcan el duelo. Porque el duelo es la comprobación de la pérdida del otro, nos dolemos si aceptamos que, de alguna forma, echaremos de menos al otro, y que la pérdida de su presencia nos cambiará, de una manera u otra. En fin, nos dolemos solo si estamos implicados en una vida de la que reconocemos el valor. Pero si el otro no existe formalmente, no es visible, no es real, no hay herida ni aniquilamiento de esas vidas, ya que de por sí son negadas desde el origen (Butler 2004: 54). El silencio, la elipsis, o la nada, ni una línea para recordar que han existido (Butler 2004: 57), para ellos no hay anuncios necrológicos que los identifique, ni condolencias que los hagan reconocer. Sus vidas, ya que no son públicas, no son dignas de ser recordadas. Como para la riqueza, la salud, la cultura y los derechos, tenemos también una distribución diferencial del dolor (Butler 2004: 59). Por esta falta de visibilidad, por la ausencia que rodea el discurso de los sin papeles y sus vivencias, considero que la literatura está jugando, una vez más, un papel fundamental en la exploración, problematización y reflexión sobre estos temas, ya que está empezando a colmar el vacío discursivo que caracteriza los espacios y las identidades de los “indocumentados”. Saggi/Ensayos/Essais/Essays Migrazione, diaspora, esilio… – 06/2014 109 Un ejemplo de este aporte lo constituye la lectura de las novelas del mexicano Alejandro Hernández, Amarás a Dios sobre todas las cosas (2013), del uruguayo Jorge Majfud, Crisis (2012) y el cuento del nicaragüense Sergio Ramírez, “Abbot y Costello” (2013), textos que nos permiten incursionar en la realidad de los migrantes e inmigrados de nuestros días. Estas tres producciones narrativas enfocan el tema de los “sin papeles” en su experiencia migratoria durante el infierno que representa el supuesto “viaje de la esperanza”, y durante la estancia en los países donde llegan a residir ilegalmente, y ponen en luz los dilemas de una configuración identitaria y autoidentitaria que arraiga no tanto en la diferencia, sino en la falta de reconocimento de su propia existencia. La clandestinidad, entonces, es el denominador común que marca el proceso psicológico sobre el que se forja el autoconcepto de identidad del “sin papel” y que da vida a una narrativa de lo invisible y de la identidad anulada en la hipotética esperanza de llegar a poder ser y existir algún día. Asimismo, las tres obras hacen hincapié en la deshumanización que rodea el entorno de los migrantes indocumentados. EL VIAJE HACIA LA “TIERRA PROMETIDA” EN LA ESPERANZA DE LLEGAR A SER ALGÚN DÍA Amarás a Dios sobre todas las cosas es la historia de los migrantes centroamericanos en su camino hacia la esperanza y el futuro que piensan encontrar en Estados Unidos. Hernández describe las vicisitudes del viaje desde el momento de la salida de San Pedro Sula, en Honduras. Quien narra es Walter Milla Funes, un joven hondureño que, a través de apuntes meticulosamente anotados en dos cuadernos, relata los acontecimientos de su peregrinaje, acompañándolos con consideraciones que permiten explorar en lo hondo el drama de miles de hombres que hipotecan su vida tras la apuesta a un porvenir mejor para ellos y sus familias. El relato en primera persona convierte el texto en un testimonio. Walter, apasionado de literatura y gran lector, decide entregar a dos cuadernos los avatares de una doble epopeya y recomienda a su hermano Wilberto, la transcripción de las anotaciones relativas al primer intento de llegar a Estados Unidos, y sucesivamente, a lo largo del segundo viaje, a su amigo de camino Profeta, la conservación del otro cuaderno. Estructurada en cinco partes – cada una encabezada por un título muy elocuente – la novela sigue el orden cronológico de la ruta hacia el Norte y cuenta los hechos según el estilo de la crónica. Más bien se podría considerar como la crónica reflexionada de un testigo que describe, de forma vivencial, el peregrinaje de los seres humanos en busca del futuro1 . 1 Periodista de profesión, Hernández ha llevado a cabo una investigación del tema de la migración indocumentada en su paso por México viviendo cinco años al lado de los viajeros y Saggi/Ensayos/Essais/Essays Migrazione, diaspora, esilio… – 06/2014 110 El lector, de la mano de Walter, viaja con ellos y descubre la brutalidad que caracteriza el mundo en que se mueve el indocumentado, la vulnerabilidad que lo caracteriza al perder poco a poco toda seguridad y confianza. Las primeras páginas ubican al lector en el contexto en que se engendra la decisión de migrar, pasando en reseña los anteriores intentos de expatriación del padre y otros familiares, que tienen origen en 1978, año en que un huracán devastó casas, pueblos y cultivos, produciendo un mayor empobrecimiento en la población. De ahí empezó una secuencia de hechos adversos y calamidades que afectaron a los Millas de modo que, en el tiempo, la familia “se fue haciendo a la idea de la desgracia diaria sin lamentos” (Hernández 2013: 11). Después de mucha penuria y pobreza, algunos miembros de la familia se lanzaron a emigrar a los Estados Unidos en la esperanza de encontrar condiciones propicias para ofrecer una mejor vida a su seres queridos: era el 26 de agosto de 1997, fecha que marca un linde también en la reconstrucción de los recuerdos: “antes de que se fuera Wilbert, después de que se fuera Wilbert” (2013: 17). Todo viaje, todo desplazamiento migratorio es concebido, en su fase gestacional, como una aventura mítica: la necesidad de ruptura con un entorno en ruinas que condena a sus poblaciones a la marginación y al hambre, marcha a la par del sueño de un espacio imaginado donde se piensa que existe orden, prosperidad y mayores posibilidades no solo para los que emprenden el viaje, sino – y especialmente – para los que se quedan. La desesperanza del futuro en su tierra es el estímulo que desata la ruptura del status quo en vistas de un porvenir utópico fuera del país, pero también fuera de la realidad, ya que van construyendo “una vida de fantasía en la que cada quien acomoda(ba) lo que desea(ba)” (2013: 14). En efecto, Walter es consciente de los pasados intentos migratorios de sus predecesores y sabe que el fracaso, el riesgo y hasta la posibilidad de morir en el trayecto son perspectivas concretas; sin embargo, igual que todo migrante, vive una mezcla de sentimientos opuestos: optimismo / depresión, esperanza / desesperanza, miedo / alegría, aprehensión / seguridad (Gaborit, Zetino Duarte, Brioso, Portillo 2012: 154), puesto que también sabe que son varias las posibilidades de regreso involuntario, por deportación durante la travesía, o por ser detectado en el país de destino, o por alguna otra razón. Fue lo que sucedió a su padre, que por un accidente se vio obligado a volver a Honduras; su regreso constituyó otro motivo de derrota, “habíamos sido pobres y ahora éramos más pobres” (Hernández 2013: 23). En 2005 “todos se estaban yendo. Y no solo de Honduras” (Hernández 2013: 36). Años de políticas neoliberistas, catástrofes naturales y corrupción no dejaban esperanzas para los pobladores de la región. Walter era solo uno más de esta multitud, junto con su hermano Waldo y su prima lejana Lucía. recogiendo informaciones y testimonios de su odisea. Por esto el cuadro que ofrece el protagonista de la novela se puede considerar vivencial, ya que se basa en hechos realmente ocurridos. Saggi/Ensayos/Essais/Essays Migrazione, diaspora, esilio… – 06/2014 111 La etapa inicial del viaje fue México, donde llegaron tras numerosas peripecias que Walter comparó con las grandes hazañas: “Pisamos tierra mexicana como si cada uno de nosotros fuera Cristóbal Colón y hubiéramos alcanzado nuestra propia gloria” (2013: 51). Pero cruzar las fronteras guatemaltecas y llegar hasta México representó solo el primer reto. De hecho la novela, en su parte esencial, relata el trayecto entre el sur y el norte de México, un infierno repleto de dramas, atropellos y dolores que acontecen en el territorio de un país supuestamente considerado hermano. Atravesar México quiere decir experimentar el viaje en el tren del horror, de la muerte, la “bestia” como le dicen, donde puede pasar todo y donde todo realmente pasa. Empezando por la subida. El tren se agarra cuando va despacio, y los migrantes suben como “moscas de carne y hueso sobre placas de acero, uno a uno y docenas a la vez” (2013: 7). Muchos no logran aferrarse y caen, a veces muriendo, a veces quedando mutilados. Es lo que ocurre a Waldo que, para salvar a Lucía en su intento de subir, pierde el soporte y precipita. El tren le pasa encima, cortándole las piernas. Su viaje ha terminado en la fracción de un segundo, ahora él está en el suelo, sin piernas y sin sueños, listo para ser recogido por aquella parte de población que presta ayuda a los migrantes que, mutilados, ya no pueden seguir su camino y ven fracasar su futuro. Son seres que solidarizan con los transeúntes y que de alguna manera mantienen viva, aunque muy atenuada, la esperanza que todavía exista humanidad en este mundo. Son hombres y mujeres que viven en los poblados cercanos a la línea del ferrocarril y que, por cada tren que pasa, saben que tienen que recoger a los desafortunados que no han logrado agarrarse y recibirlos en sus refugios, como hacen ahora con Waldo: Es hábito de contestar el nombre cuando a uno le preguntan quién es, pero qué era ahora Waldo. No era nada más que un bulto estúpido, un motivo de lástima, de atenciones profesionales de los que viven de matizar los dolores de los desgraciados. Bien hubiera podido decir mierda, me llamo mierda, vengo de Honduras, de la mierda, vine a México, a la mierda, me pasó encima una gran masa de mierda y me quedé hecho mierda. (2013: 60) Comienza de esta manera el largo camino hacia el Norte de los condenados de la tierra, tres mil kilómetros que transforman su psicología, su identidad y la estima en sí mismos, convirtiendo la vulnerabilidad en el rasgo principal de su nueva personalidad. Como tal, entonces, plasma su nueva autoidentidad sobre la base de la precariedad, la clandestinidad y la ilegalidad, quedando atrapado en este juego de invisibilizarse y ser invisibilizados, desaparecer y hacer desaparecer toda su existencia, sus rostros, sus voces, sus deseos, sus necesidades básicas. Porque sin papeles no hay identidad, reflexiona Walter, “como si nuestros derechos fueran de papel, la vida en un documento lleno de sellos y autorizaciones. Nos persigue la migra, nos maltratan los policías, nos asaltan los delincuentes. Y nos mutila el tren” (2013: 112). Saggi/Ensayos/Essais/Essays Migrazione, diaspora, esilio… – 06/2014 112 El sentido de anulación individual prevalece, son ellos los primeros censores de sí mismos ya que solo a través de un documento de identificación pueden sentirse en el derecho de existir y expresarse: “Tres mil kilómetros son muchos para mantenerse invisibles. Hablar bajito o no hablar. Respirar suavemente o no respirar. […] Si nadie presiente que vas pasando nadie te detiene. El secreto es no ser. Porque si eres, pero no tienes papeles, no eres. […] Los papeles terminan siendo más importantes que la vida” (2013: 39). Son entonces un pasaporte con visa de ingreso o una cédula de residencia los responsables de la dignidad de una persona; sin estos el hombre pierde el reconocimiento ajeno y con él también la confianza en sí mismo. El indocumentado debe desvanecer en la nada, cortar con su pasado y presente, en nombre de una apuesta en un hipotético futuro; no puede tener ningún punto de referencia, ni considerar legítimo ningún derecho, hasta el más banal o primordial de su vida cotidiana. Así poco a poco va aceptando la nueva condición de negación a la que lo obligan las circunstancias: deja de lavarse porque no tiene la posibilidad de hacerlo, defeca en público porque le es prohibida la privacidad, camina descalzo porque pierde o le roban los zapatos, en fin, se priva de todos los hábitos que habían caracterizado su existencia anterior, haciendo un salto atrás que disipa las conquistas básicas: “El hombre puede volver a la barbarie fácilmente. Basta que te quiten lo mínimo de eso que creés que existe siempre” (2013: 86-87). La vulnerabilidad que se apodera de este nuevo ser se patentiza en todos los peligros asociados a su desplazamiento − carencia de alimentos, riesgo de muerte, abusos, violaciones sexuales, secuestros − pasando por la negación de derechos existenciales como ver, hablar, dormir, comer, pensar, expresar sentimientos, angustias, o realizar deseos o necesidades biológicas y psicológicas − así como la deconstrucción de valores humanos elementales, cual es la comprensión, la empatía, la solidaridad, el autorrespeto y autoestima. A través del cosmos que ciñe al indocumentado toman configuración las ponderaciones de lo que es posible para él o ella y los costos que está obligado a asumir, asimismo se revelan las predisposiciones mentales y corporales de su accionar respecto a las autoridades de distinto tipo, legales o ilegales que sean. Las relaciones asimétricas que determinan la condición de “sin papel” crean también el espacio propicio y suficiente para que se plasme y se mueva todo un sistema de tráfico delictivo de personas, que termina de estructurar, objetiva y subjetivamente, la identidad de ilegalidad del migrante, al asumir el acto ilegal de su tráfico como propio (Gaborit, Zetino Duarte, Brioso, Portillo 2012: 154). Esta situación pone al indocumentado en contacto con sujetos que cuentan con recursos de poder diferentes, mediante un vínculo simbiótico de confianza y desconfianza que marca su relación y que los somete a riesgos de varia índole. Son actores que hacen del indocumentado el blanco para experimentar las diversas formas aaaaa Saggi/Ensayos/Essais/Essays Migrazione, diaspora, esilio… – 06/2014 113 de abusos según el tipo de tráfico que implementan, o según el sexo del migrante. A este respecto cabe señalar que la ruta migratoria es vivida y sufrida de manera diferenciada según el sexo del viajero, ya que los riesgos de abusos y violaciones, si bien no excluyen a los hombres, constituyen una amenaza permanente para la mujer. La identidad de la “sin papel”, por lo tanto, se compone a partir de una vulnerabilidad adicional en relación al hombre durante el trayecto y muchas veces no la abandona tampoco después de que llega a su destino final (Monzón 2006: 40). Lo experimenta Elena, la chica indocumentada que Walter encuentra en el camino y que lo deja soñar, pese al contexto de horrores, con la posibilidad de una nueva vida con amor. A ella, como a muchas otras, le toca sufrir la violación, una humillación en lo más íntimo de sí misma, un destino evidente para todos los miembros del grupo que viajan con ella – es sabido que si se llevan a una mujer es solo para abusar de ella – sin que nadie pueda intervenir para evitar la injuria. Eso produce desprecio, mortificación y un consiguiente sentido de degradación personal que se repercute en la psicología e identidad del indocumentado. Todo se convierte en peligro, no solo el tren, sino también las estancias a lo largo de la ruta y el contacto con la población, hasta los refugios para migrantes que no siempre son islas de solidaridad y apoyo. El contacto con los locales, en efecto, tiene su cara ambigua, ya que estos los pueden ayudar, pero de igual manera los pueden delatar, explotar o depredar de las pocas pertenencias. Se trata de encuentros con personas a veces de la misma nacionalidad, migrantes a su vez, en el pasado, pero que hoy constituyen una nueva fuente de peligro que se concretiza en asaltos, robos, secuestros y violaciones. La bestialidad de la condición que sufrieron en su momento los ha empujado a decidir, cuando se les ha presentado la alternativa, de qué lado colocarse. Unos han sucumbido, otros han decidido transformarse de víctimas en victimarios y se han convertido en traficantes de migrantes, un “trabajo sencillo, traes y llevas cosas, traes y llevas migrantes, los vigilas, ya verás que es mejor andar chingando que ser chingado, eso que ni qué” (Hernández 2013: 171). Sin embargo, a pesar de la monstruosidad que prevalece durante la ruta hacia el Norte, Walter no puede silenciar la humanidad y el ejemplo moral de otros caminantes, como en el caso de Profeta, su amigo desde la subida en el tren, “un gigante mulato, fuerte, bembudo”, tan grande que “podría cargar el tren” (2013: 210). De ese encuentro emerge un nuevo rostro de estas “identidades en tránsito”, ya que en él todavía albergan los valores humanos que diferencian al hombre de las fieras. A Profeta y al relato de su infancia y recuerdos se debe el título de la novela: “Amarás a Dios sobre todas las cosas”, le enseñaba su madre, como le ensañaba los preceptos básicos de la religión cristiana y el respeto hacia los demás, porque – le exhortaba – “amarás al prójimo como a ti mismo” (2013: 210). Fueron enseñanzas que se grabaron en la personalidad de Profeta, el amigo, el confidente y el “sabio” que Walter conoció durante su segundo intento de llegar a los Estados Unidos, y del que aaaaa Saggi/Ensayos/Essais/Essays Migrazione, diaspora, esilio… – 06/2014 114 no se separó hasta que, a poca distancia de la última frontera con la tierra estadounidense, se cerró definitivamente el sueño de un futuro mejor: El 25 de agosto de 2010 los periódicos de México y del mundo publicaron que setenta y dos migrantes habían sido asesinados en un rancho del municipio de San Fernando, estado de Tamaulipas. Walter estaba entre ellos. Ninguno de los cadáveres correspondía a la filiación del Profeta. Wilberto dice que una mañana, cuando la familia todavía no sabía que Walter era una de las víctimas de la masacre, encontró los cuadernos afuera de su casa, al pie de la puerta. (2013: 313) Termina así el viaje de la esperanza y la novela. El hallazgo de los cuadernos constituye la única posibilidad para que estas historias y estas vidas no sean canceladas u olvidadas. Representa el testimonio de la precariedad de la existencia de cualquier migrante ilegal, y es la fuente de la que se origina una narrativa de lo invisible, de la anulación de la identidad anterior en la esperanza de poder llegar a ser algún día. En nombre de un hipotético futuro se renuncia a los propios derechos y a las propias identidades; en otras palabras, la condición impuesta por las circunstancias se convierte en un espejo en el cual el sujeto se refleja llegando a verse con ojos ajenos o a no verse del todo, asumiendo la invisibilidad y la anulación como rasgos distintivos de su personalidad. SENTIRSE UNA AMENAZA: EL ESPECTÁCULO DEL HORROR El relato “Abbot y Costello” incluido en la colección de cuentos Flores Oscuras de Sergio Ramírez es la crónica objetiva y escueta de un hecho realmente ocurrido en Costa Rica en 2005 y que ha creado un surco en la historia del proceso migratorio de Nicaragua hacia Costa Rica: el caso del nicaragüense Natividad Canda Mairena. Por la cercanía entre los dos países, por la mayor facilidad de alcanzar su territorio y por las condiciones socio-ecónomicas del país centroamericano considerado “el paraíso de la región”, Costa Rica históricamente ha constituido una meta preferencial de migración para la población pobre de Nicaragua. La fuerte presencia de estos vecinos ha puesto a dura prueba la imagen que Costa Rica había creado de sí misma a lo largo de su historia y ha sacudido los pilares sobre los cuales ha basado su proceso de definición identitaria, imaginándose y configurándose como la tierra de las armonías étnicas, y donde prevalece la idea de una nación tropical más parecida a Suiza que a sus pobres e inestables vecinos centroamericanos. En cada proceso de construcción de nacionalidad, es sabido, se opera una aaaaaaaa Saggi/Ensayos/Essais/Essays Migrazione, diaspora, esilio… – 06/2014 115 expulsión de los atributos que no coinciden con el resultado que se pretende alcanzar. En el caso costarricense, las versiones hegemónicas han enfatizado un perfil nacional que encuentra su esencia en la composición de una población predominantemente blanca y localizada en la región central del país, el Valle Central (Sandoval 2002: 5), suprimiendo de este modo a todas las otras componentes internas al país, que poblaban las otras regiones y que obstaculizaban la afirmación de semejante imagen. Si el presupuesto de su construcción imaginaria radica en la invisibilización de las diferencias internas, es evidente que resulta aún más incómoda la presencia de elementos externos que llegan a perturbar el orden perfilado. Por esto durante muchos años se prefirió no verlos o considerar la presencia nicaragüense solo como efecto de los regímenes dictatoriales de aquel país que la democrática, pacífica y liberal Costa Rica aceptaba acoger. La llegada “masiva” de los vecinos provocó, a partir de los años ’902 , un cambio radical puesto que, de este momento en adelante, ya no se pudo hablar de refugiados políticos o esconder un fenómeno que cada día más adquiría mayor dimensión. He aquí que de la invisibilización del otro se tuvo que pasar a la denigración del intruso. En el afán de crear pánico y rechazo hacia los “invasores” del contiguo país, se dio vida a una campaña denigratoria amplificada por todos los medios de comunicación. A este fin se acuñaron términos como “olas”, “inundaciones”, “flujos” con los que se indicaba la llegada de unas hordas que hacían predecir un seguro desastre para la tranquila nación costarricense. Este proceso apuntaba a inferiorizar y deshumanizar al migrante “abusador” del suelo patrio, proceso que encontró su síntesis y cumbre en el caso Canda, si bien existen otros casos igualmente epatantes. El trato con los extranjeros – subraya Jiménez Matarrita – sobre todo si son pobres y vulnerables, ilustra el nivel de desarrollo humano de una sociedad” (2009: 179). El episodio de Canda, entonces, revela el rostro escondido de una sociedad que ha proyectado una imagen de sí misma muy lejana de la realidad y de las contradicciones que la atraviesan. En efecto, este acontecimiento no representa un “normal” ejercicio de crueldad y discriminación racial, sino que manifiesta en todo su vigor la deshumanización que caracteriza las relaciones con el otro o, mejor dicho, el menosprecio de la relación con el otro. 2 Durante la época somocista, Costa Rica se había convertido en un territorio de acogida de los luchadores por la libertad y contra la tiranía. Sucesivamente, en la época del gobierno revolucionario sandinista, el país daba hospitalidad a los que huían de la guerra y del servicio militar obligatorio. Finalmente, con la derrota electoral de los sandinistas en 1990 empezaron a desmantelarse todas las reformas sociales y se aplicaron las medidas económicas dictadas por el Fondo Monetario Internacional, lo que se tradujo en una política de recortes y despidos, causa del nuevo éxodo. Saggi/Ensayos/Essais/Essays Migrazione, diaspora, esilio… – 06/2014 116 El clamor suscitado por este caso reside ante todo en el hecho que los protagonistas de la brutalidad cometida no fueron ciudadanos comunes, sino representantes de las instituciones nacionales y en específico de la policía, desvelando una actitud institucional que despertó una gran preocupación. Sucesivamente, se tachó también de negligencia el poder judicial por no haber llevado a cabo las investigaciones necesarias. No han pasado muchos años y el caso Canda ya empezaba a perder la nitidez de sus contornos en la sociedad costarricense. En este sentido, el relato de Sergio Ramírez ha contribuido a tener vivo el recuerdo de aquella crueldad, induciendo a la vez a una reflexión profunda sobre un tema candente cual es el desconocimiento del otro y los extremos a los que puede llegar semejante actitud. Por medio de una fría reconstrucción de los hechos, el autor brinda al lector la crónica del “incidente” y las sucesivas investigaciones judiciales: Natividad Canda Mairena, de veinticinco años de edad, murió la madrugada del jueves 10 de noviembre del año 2005 destrozado por dos perros rottweiler que lo atacaron a mordiscos. Los brazos, los codos, las piernas, los tobillos, el abdomen y el tórax resultaron desgarrados. […] Cuando después de cerca de dos horas de hallarse a merced de los perros fue al fin liberado, sus palabras habrían sido, según testigos, “échenme una cobija que tengo frío” (2013: 191). La técnica del uso de la crónica periodística y judicial para sus creaciones narrativas no es nueva en Ramírez. Al contrario, se puede decir que es uno de los expedientes característicos de sus producciones, dado que por medio de la reconstrucción de los eventos en clave periodística el autor logra involucrar al lector en un proceso de conocimiento de la realidad textual y, con ella, de reflexiones sobre la verdadera naturaleza de los hechos acaecidos. A este fin, el novelista cede la palabra a un cronista que relata en tercera persona las dinámicas del caso sin intervenir de ninguna manera en el texto; con esta estratagema otorga al lector el papel de sacar las conclusiones y de sentirse implicado en el contexto que se está narrando. La presentación de los hechos sigue un orden determinado por la división del cuento en breves secciones, cuyos títulos sintetizan el aspecto tratado: “Los hechos, “El occiso”, “El shock hipovolémico”, “Los perros”, “Reconstrucción de los hechos”, “La sentencia judicial”, y “Punto final”. El apartado de apertura facilita las informaciones generales y nos coloca en el escenario del acontecimiento: Natividad Canda, en compañía de Andrés Rivera, alias “Banano” se introduce indebidamente, saltando el muro de protección, en el Taller de automecánica “La Providencia” de La Lima de Cartago. El guardián del taller, al enterarse de la presencia de extraños, decide soltar los dos perros entrenados para cuidar el territorio, mientras tanto, llama a la policía y al cabo de pocos momentos aaaaa Saggi/Ensayos/Essais/Essays Migrazione, diaspora, esilio… – 06/2014 117 lega una patrulla con ocho agentes de la Fuerza Pública. “Banano” consigue volver a saltar el muro que había sobrepasado, esta vez hacia fuera, y logra salvarse. Canda, en cambio, agredido por los dos perros, no puede moverse, atrapados en los colmillos de las fieras de raza rottweiler, y cuyos nombres, Abbot y Costello, dan el título al relato. La llegada de la policía refuerza el sentido de desorientación y horror causado por este hecho, ya que ninguno de los agentes intervino para que los perros soltaran al desafortunado. De los ocho policías presentes en la escena de la agresión, dos volvieron a la camioneta para escuchar la radio, mientras otros seis se quedaron en el taller mirando los perros que despedazaban al nicaragüense. Solo después de 197 mordeduras en su cuerpo – relevadas sucesivamente – los policías decidieron abrir los tubos de agua a presión “de los que salieron 3786 litros”, y fue solo gracias “al poder de las mangueras que los perros por fin retrocedieron” (2013: 194), dejando en el suelo a su víctima en punto de muerte. Ni un tiro, ni otro intento se hizo para parar semejante monstruosidad. La agresión canina, aclara la crónica, se puede ver en un vídeo “en youtube en la siguiente dirección: ” (2013: 194) que permite observar cuando los perros clavaron los colmillos en la víctima, sin que intervenga el testigo que está filmando. Esta puntualización, espejo de la total ausencia de implicación hacia un ser humano, estremece al lector, aumentando el sentido de horror generado por este caso. En efecto, a este propósito es pertinente hablar de horror, puesto que por horror se entiende algo que irrumpe de forma casi irreal, imposible e irracional, en la vida cotidiana de una persona, tiñéndola de violencia y dramatismo. Diferentemente del terror que provoca miedo y, contemporáneamente, despierta el impulso a huir y salvarse, el horror nos hace espectadores inermes llamados a asistir a un espectáculo que atenta contra la vida y contra la misma condición humana, puesto que el horror desfigura y acaba con la esencia del ser humano (Rivera Garza 2011). Con este espectáculo la sociedad costarricense fue obligada a medirse y a medir todos los postulados sobre los que había edificado su imagen de sociedad “ideal”. Sin embargo, la condición de “indocumentado” e “ilegal” de la víctima, así como el hecho de haber sido sorprendido en el ejercicio de una actividad ilícita, apacigua los remordimientos y abre el camino a un olvido repentino. Su inexistencia en el censo oficial lo convierte en una nulidad y por tanto su presencia, así come su ausencia, pasan desapercibidas. Es la directa consecuencia de su situación migratoria, un daño colateral hacia los que ocupan una posición de desventaja en la escalera de las desigualdades (Bauman 2011: XV). Solo el clamor del momento permitió que se divulgara su nombre y su vida previa. Diferentemente, Canda no hubiera existido para los demás. Él mismo se escondía, haciéndose cómplice de un juego en el que, para sobrevivir, él mismo encubría su presencia, a veces disimulando ser otro para que no lo identificaran, como aaaaa Saggi/Ensayos/Essais/Essays Migrazione, diaspora, esilio… – 06/2014 118 recuerda su amigo Harold Fallas cuando cuenta que “Canda solía dormir debajo de los puentes y […] para que no fueran a denunciarlo se fingía tico al hablar” (Ramírez 2013:198). La ceguera hacia el otro es la responsable de la barbarie cometida, según subraya con claridad la hermana de Canda, María Esperanza, al precisar que el nicaragüense “nunca estuvo solo, pero lo dejaron morir, dos horas enteras con esas dos fieras despedazándolo y nadie quiso quitárselo de encima […], como un muñeco de trapo que los perros zarandeaban de aquí para allá a su placer” (2013: 197). Refuerza el sentido de horror la breve sección dedicada a los perros a los que se les salvó la vida también después, ya que no resultaron padecer la rabia. Abbot y Costello son dos animales de un valor de quinientos euros cada uno, detalle que recubre una cierta importancia en la evaluación de la decisión. Del macho sabemos que pesa “entre 110-120 libras y mide entre 61 y 68 cms” (2013: 201) que tiene 43 dientes con cierre en tijera de modo que los incisivos superiores cubren sin fisuras los inferiores y que la fuerza de su mordida es de 300 libras en el radio de la boca. La descripción de los atributos caninos nos da la idea de la dimensión de la violencia de la agresión. Ramírez también nos informa sobre la vida de la familia Canda en la sección titulada “El occiso”, de la que emerge el contexto de pobreza que indujo al hermano mayor a salir de Nicaragua, llevando consigo a Natividad de 13 años. La situación de indigencia empujó a que el joven Canda decidiera quedarse en un lugar que se demostró hostil desde el comienzo. Nunca logró conquistar un espacio de visibilización, nunca encontró amparo y nunca dejó de sentirse un usurpador del suelo costarricense. Su vida pasó desapercibida y como tal se habría concluido si no hubiera sido víctima de un caso del que, de alguna manera, se tuvo que hablar. Huyó de la pobreza en edad temprana para terminar sus días, algunos años después, en la misma pobreza, como figura en el acta forense donde se especifica que fueron retirados del cuerpo del occiso “un par de zapatos deportivos de color blanco en mal estado, un par de calcetines verdes, un pantalón jean con considerables desgarraduras, un cinturón de vaqueta, una camiseta de algodón color celeste con logo de Cáritas Internacional […]” (2013: 203). Ramírez llama a dolerse de alguien que, por su condición de “sin papel”, fue condenado a ser estigmatizado, cuando no declarado como no existente. Su estatus consintió que contra él se actuara saliendo del universo de las obligaciones morales, puesto que las presuntas preocupaciones por la seguridad y los movimientos éticos resultan ser en muchos casos inconciliables. Siendo parte de una categoría juzgada amenazadora de la tranquilidad nacional, Canda viene expoliado de su propia subjetividad humana y considerado como un objeto en sí, irremediablemente destinado a sufrir en carne propia toda acción que sirva a “limitar el riesgo”. Su estado de “ilegal” lo convierte en una entidad sin individualidad específica y cuya única aaaaaaa Saggi/Ensayos/Essais/Essays Migrazione, diaspora, esilio… – 06/2014 119 relevancia es representada por la amenaza que de por sí constituye o podría ser acusado de constituir (Bauman 2011: 62-65). MANO DE OBRA, NO PERSONAS El tercer enfoque del rostro identitario de los indocumentados arraiga en el análisis de Crisis, novela que ya desde el título nos invita a colocarnos en una situación de inestabilidad y precariedad. El término crisis, etimológicamente, evoca un cambio repentino, que evidencia la profunda incertidumbre que marca el paso de un estado a otro. Puede indicar, por tanto, una situación de sustancial transformación a partir de la cual los sujetos y los objetos involucrados ya no volverán a ser los mismos. Del mismo modo, con “crisis” nos referirnos a una condición aguda de sufrimiento psicofísico, así como a una situación de perturbación y desequilibrio económico y social3 , que son los aspectos centrales de la narración, aunque el telón de fondo de la obra de Jorge Majfud abarca las distintas acepciones del término. La vulnerabilidad personal, identitaria y económica componen el rostro y la vida cotidiana de los indocumentados que viven en Estados Unidos, así como la perturbaciones económicas nacionales afectan directamente su quehacer diario y futuro. En efecto, Crisis está construida como un relato sociológico y cultural de los inmigrados que viven y trabajan ilegalmente en ese país, cada uno con una historia personal diversa, así como diversos son la países de procedencia y las localidades donde actúa cada personaje, dando la idea de la vida errante de los sin papeles en Estados Unidos. En este sentido, Crisis es también una crítica a la sociedad y a un sistema que condiciona la vida de los seres humanos que allí habitan. No es casual que cada fragmento relatado se abra con el nombre de la ciudad que hace de trasfondo a la historia, la fecha, la hora y el valor del índice Dow Jones, que determina las perspectivas y esperanzas de la población y, de manera especial, de los sin papeles que en el “gigante del Norte” encuentran una precariedad existencial determinada, entre otras cosas, por una precariedad laboral que bordea el casi-esclavismo. La novela comienza con la historia de María, una joven mexicana de 17 años que con su novio Florentino Bautista deja su pueblo y, con la ayuda de un coyote, logra llegar a Modesto, California, para empezar a trabajar en un viñedo de la West Coast Grape Farming Company. A los pocos días María fallece por haber trabajado 9 horas bajo el sol a una temperatura de cuarenta grados a la sombra. El suyo no es un caso aislado, pues San Sebastián Nopalera, el pequeño pueblo en la Sierra de Oaxaca de aaaaa 3 Cfr. Diccionario etimológico Hoepli online. Saggi/Ensayos/Essais/Essays Migrazione, diaspora, esilio… – 06/2014 120 donde proviene, tiene cinco mil habitantes registrados pero allí solo viven la mitad. […] Sus habitantes, casi todos mujeres y niños, sobreviven gracias a la ayuda que envían sus hombres de las plantaciones de Estados Unidos. Como en una guerra entre dos países, cada año cien o doscientos migrantes vuelven a Oaxaca en cofres funerarios. Los trabajos para los cuales están destinados son casi tan mortales como el cruce de la frontera (Majfud 2012: 11). Contemporáneamente, la joven Lupita Blanco logra llegar a Arizona después de un viaje terrible. Cae exhausta en el desierto y es “rescatada” por un coyote que abusa de ella, mientras en San Antonio, Tejas, su novio José trabaja para recoger el dinero suficiente para que Lupita lo alcance, pero la “mara” lo asalta, robándole el sueldo quincenal. Su vida está a la merced de todos: las pandillas, los empleadores, los policías. Son estas algunas de las historias que se entrecruzan para formar un mosaico en el cual cada pieza reproduce el sufrimiento de los numerosos outsiders que en Estados Unidos cuentan solo como mano de obra y no como personas, y que por esto, al terminar su función laboral, quedan excluidos. Majfud, además, traza el perfil de dos mundos paralelos y distantes, el de los indocumentados y ninguneados, y el de los “autóctonos”, reconocidos por la sociedad. Dos mundos que pueblan los mismos territorios y que consumen los mismos productos, pero cuyas existencias se desarrollan en dos ejes distintos: los primeros buscando cómo desaparecer para sobrevivir, los otros – los “titulares” de la sociedad que pueden circular libremente – viven escondidos para apaciguar sus temores, al reparo del resto de la población. Casi fuera una paradoja, los legítimos habitantes de las ciudades estadounidenses necesitan encerrarse en sus casas enrejadas, y solo En verano salen a su backyards, donde no los ve nadie. Es decir, si no se tiran para adentro, se tiran para atrás. Y para disimular o para atenuar esa cerradez dejan abiertas las ventanas del frente … de forma que los que pasan por allí pueden ver cada una de las salas principales, sus cuadros, sus muebles, sus finas lámparas. Todo vacío, claro, todo deshabitado […]. Después, cuando se mueren, salen al espacio público. Sus cementerios son bonitos, parques, abiertos, sin muros y sin rejas (2012: 41). Al contrario, el inmigrado ilegal, moviéndose constantemente de un lugar a otro, vive gran parte de su vida en la calle, a veces esperando en alguna esquina que los buscadores de mano de obra lo levanten y lo lleven a trabajar, otras veces tratando de huir de las redadas policiales, o largándose de su puesto de trabajo al percatarse que se está dando un control. No es casual que en la novela la construcción espacial se aaaaa Saggi/Ensayos/Essais/Essays Migrazione, diaspora, esilio… – 06/2014 121 base en un constante desplazamiento que de un lado connota una vida a la intemperie, mientras que del otro enfatiza el hecho que las dinámicas a las que son sometidos los sin papeles son idénticas, pese al lugar donde se verifiquen. Todos, de igual manera, sufren por ser ninguneados, y por haber aprendido a disfrutar esa forma de ser nadie, de perderse […] en tiempos de la memoria sin espacio”, huyendo “hacia la memoria que te espera en cada soledad llena de tanta gente que nunca conocerás aunque duerman a tu lado” (2012: 18). La autoidentidad que se forja, entonces, arraiga en la negación y en la humillación de sentirse injustamente empujado hacia abajo, reprimido, detenido o expulsado. Una humillación que lleva al “sin papel” a mentir sobre la muerte de un ser querido, como acontece con Florentino que miente sobre la verdadera razón del fallecimiento de su novia María, para no crear problemas a su amo, pero también, para salvarse él en cuanto ilegal. O como ocurre con José, que necesita inventarse una vida cuando habla con su familia, ya que no puede desvelar los pliegues de su existencia. En fin, la violencia física y moral a la que son condenados marca un surco en su construcción identitaria: la imposibilidad de existir a la luz del sol los vuelve en “sujetos que llegan a ser sombras de sí mismos. […] Han nacido sin tiempo y sin espacio […]. Todos saben dónde están, de dónde vienen y qué hacen; pero nadie quiere verlos” (Majfud 2005). CONCLUSIONES Los tres textos narrativos nos permiten incursionar en el tema de la identidad de los migrantes sin papeles y de la invisibilización que están condenados a sufrir. Cada enfoque contribuye a indagar, a partir de tres miradas distintas, en los pliegues identitarios menos conocidos, y pone en luz el silenciamiento que rodea un fenómeno cada vez más significativo. En Amarás a Dios sobres todas las cosas, Hernández recurre a una escritura testimonial para dar voz a los transeúntes en su camino hacia la esperanza; funda entonces la construcción narrativa en la experiencia vivencial que toma voz a través de los apuntes del protagonista de la novela, que anota todos los avatares que acompañan la desaventura de los caminantes. En el relato “Abbot y Costello” la crónica periodística es la estrategia usada por Ramírez para acercarse al tema de los indocumentados en Costa Rica y para invitar a reflexionar sobre la ausencia de obligaciones morales con la que justifican las medidas para garantizar la tranquilidad nacional. Finalmente Majfud construye su novela Crisis como un relato sociológico que indaga en las distintas sociedades presentes dentro de la misma sociedad. El sector legal y “legítimo” decreta la invisibilidad e inexistencia de las franjas poblacionales aaaaa Saggi/Ensayos/Essais/Essays Migrazione, diaspora, esilio… – 06/2014 122 indocumentadas, aunque de ellas saca provechos y beneficios. Se trata, por tanto, de tres perspectivas diversas que tienen como aspecto común la necesidad de poner en relieve cómo la vida del migrante sin papel está marcada por una secuencia de fases que van transformando silenciosamente su espíritu y su identidad. Las adversidades y los discursos estigmatizantes de los que son víctimas los migrantes ilegales tienden a minar su resistencia y a preparar al sujeto para que sea desplazado y asuma nuevas funciones. La violencia, abierta o encubierta, se apropia así de los dominados y rastrea la forma en que se constituyen, reconstruyen, y reproducen las autopercepciones identitarias, connotando la vida psíquica del sin papel. La insistencia en creer en el sueño americano o costarricense es el “gozo” doloroso del discurso del dominado, quizá “la función del amo es establecer la mentira que puede sostener la solidaridad del grupo: sorprender a los sujetos con afirmaciones que manifiestamente contradicen los hechos” (Zizek, 2003: 94). Todo esto sustenta la resistencia a seguir adelante, en un trayecto en el que, obligatoriamente, es necesaria la anulación de los postulados esenciales sobre los que se fundamenta toda identidad. BIBLIOGRAFÍA Bauman Z., 2011, Danni collaterali. Diseguaglianze sociali nell’età globale, Laterza, Bari. Butler J., 2004, Vite precarie, Meltemi, Roma. Gaborit M., Zetino Duarte M., Brioso L., Portillo N., 2012, La esperanza viaja sin visa: Jóvenes y migración indocumentada de El Salvador, Universidad Centroamericana José Simeón Cañas San Salvador, UNFPA-UCA, San Salvador. Hernández A., 2013, Amarás a Dios sobre todas las cosas, Tusquets, México. Jiménez Matarrita A., 2009, La vida en otra parte. Migraciones y cambio culturales en Costa Rica, Editorial Arlekín, San José. Majfud J., 2005, ”Los esclavos de nuestro tiempo. Inmigrantes apátridas; tírelos después de usar”, Espéculo 30 julio-octubre, Año X, (11.01.2014) Majfud J., 2012, Crisis, Editorial del Sol, Tenerife. Monzón A. S., 2006, Las viajeras invisibles: mujeres migrantes en la región centroamericana y el sur de México, PCS-Camex, Guatemala. Ramírez S., 2013, “Abbott y Costello” en Flores oscuras, Alfaguara, Madrid. Rivera Garza C., 2011, Dolerse: textos desde un país herido, Editorial Sur, Oaxaca. Sandoval García C., 2002, Otros amenazantes. Los nicaragüenses y la formación de identidades nacionales en Costa Rica, EUCR, San José. Van Dijk T. A., 1997, Racismo y análisis crítico de los medios, Paidós, Barcelona. Saggi/Ensayos/Essais/Essays Migrazione, diaspora, esilio… – 06/2014 123 Žižek S., 1999, Il grande altro: nazionalismo, godimento, cultura di massa, Feltrinelli, Milano. Žižek S., 2003, Las metástasis del goce. Seis ensayos sobre la mujer y la causalidad, Paidós, Buenos Aires

Libros

Perdona
nuestros pecados

La cotidiana aventura humana suele asumir perfiles absurdos y hasta de dimensión cuasi surrealista, en la medida que las conductas humanas se tornan obsesivas y paranoicas y la perplejidad se transforma en una suerte de estado natural.

Hugo Acevedo

En «Perdona nuestros pecados», el autor uruguayo Jorge Majfud construye un variopinto universo humano, ensayando una profunda reflexión en torno a los grandes interrogantes y dilemas de este convulsionado mundo contemporáneo.

 

Majfud, que nació en el departamento de Tacuarembó en 1969, estudió y se graduó como arquitecto, egresando de las aulas de la Universidad de la República.

En la actualidad, se dedica íntegramente a la literatura y la investigación, colaborando frecuentemente con artículos periodísticos en diversos medios nacionales y extranjeros, entre ellos LA REPUBLICA.

Asimismo, enseña Literatura Latinoamericana en la Universidad de Georgia, Estados Unidos.

Este autor compatriota ha recibido numerosos premios en concursos literarios internacionales: Mención de Honor en el XII Certamen Literario Argenta, Buenos Aires, 1999. Mención Premio Casa de las Américas, La Habana, Cuba 2001, por la novela «La reina de América» y Segundo Premio Concurso Caja Profesional 2001, por el cuento «Mabel Espera», entre otras distinciones.

Sus obras han sido editadas en diversos países extranjeros y traducidas al inglés, francés, portugués y alemán.

De su extensa producción se destaca: «Hacia qué patrias del silencio (memorias de un desaparecido)» (1996-2001), «Crítica de la pasión pura» (1998), «La reina de América» (2002), «Entre siglos – Entre Sécalos» (1999), «El tiempo que me tocó vivir» (2004) y «La narración de lo invisible/significados ideológicos de América Latina» (2006).

Tanto en el género narrativo como en el ensayo, Jorge Majfud ha logrado un respetable nivel de calidad, que le ha permitido cosechar un justificado reconocimiento en el ámbito cultural.

El cuento inaugural de este libro, intitulado «Todo el peso de la ley», es un sobrecogedor cuadro humano que remite a los cotidianos paisajes de la marginalidad.

Los tres personajes de este relato son, cada uno a su modo, arquetipos de exclusión social golpeados por un destino perverso.

El autor describe la existencia cuasi subterránea de esas criaturas sin horizonte visible, que sobreviven como pueden ante la indiferencia colectiva.

La historia, que describe elocuentemente la odisea de miles de compatriotas, es una suerte de parábola en torno al incierto destino de la humanidad contemporánea, en sociedades que arrastran la rémora de fuertes asimetrías.

Incluso, uno de los personajes es el producto residual de la locura y la culpa, que se autocondena a una existencia indigna.

En tanto, «El día que nunca existió» es un extraño relato ambientado en Mozambique, en el cual Majfud juega con los tiempos narrativos.

En este caso, en la conducta de los personajes hay una irrefrenable compulsión, que los conduce a experiencias tan alucinantes como intransferibles y hasta un asesinato que, a la sazón, permanece impune.

Tanto «Las entrañas de la bestia» como «Memoria dulce de la barbarie», aluden a un pasado de pesadilla durante los gobiernos autoritarios que otrora asolaron a la región.

En el primer caso, Jorge Majfud construye una historia oscura ambientada en Buenos Aires, en la cual el protagonista, que es un intelectual, debe enfrentar el acoso de las fuerzas represivas.

Aunque el narrador no precisa el tiempo histórico en el cual transcurre la anécdota, parece claro que se trata de la década del sesenta del siglo pasado.

«Las entrañas de la bestia» es una suerte de guerra de nervios y temperamentos entre el atribulado personaje y el militar que lo interroga, que actúa con la prepotencia de quien sabe que goza de impunidad para cometer toda clase de atropellos y violaciones a los derechos humanos.

Majfud intercala los tensos diálogos entre el interrogador y el interrogado, con las noticias que se emiten a través de un televisor encendido, en un insólito contrapunto que desnuda la fuerte dicotomía entre las prioridades informativas de una prensa ferozmente amordazada y la cruda realidad de un país agobiado por el terror.

En tanto, «Memoria dulce de la barbarie» es una historia autobiográfica, que el autor presenta como un viaje retrospectivo e introspectivo rumbo a su infancia.

Majfud confiesa pertenecer a la denominada «generación del silencio», que nació y creció durante la dictadura.

Sin embargo, en su caso concreto, por haber tenido familiares que estuvieron recluidos durante el gobierno autoritario, la experiencia adquiere un perfil aún más despiadado.

Empleando un lenguaje tan elocuente como sobrecogedor, el narrador se interna en los paisajes de ese pasado turbulento, en los cuales un absorto niño pierde parte de su inocencia al enfrentarse a la pesadilla que se había apropiado de nuestro Uruguay.

Este cuento es un terrible testimonio de la barbarie padecida por miles de uruguayos, que se transformaron ­durante once largos años de plomo- en víctimas del demencial odio autoritario.

A su vez, «La palabra» es una reveladora alegoría en torno a un tercer milenio colmado de angustias y perplejidades, en el cual la libertad parece estar cada vez más jaqueada y restringida por la cotidiana paranoia de la inseguridad.

El autor construye un paisaje realmente desolador, en el cual un estado policial con fachada democrática nos somete a una estricta vigilancia. El mensaje es claro: todos somos sospechosos ante los ojos de este gendarme global.

Aunque no hay una referencia explícita a ningún acontecimiento mundial reciente, se percibe claramente una soterrada alusión a la demencial reacción de la potencia hegemónica luego de los atentados del 11 de setiembre de 2001.

La literatura de Jorge Majfud asume un sesgo bastante más filosófico en «La sociedad amurallada», que es una profunda reflexión en torno a la incesante búsqueda de las verdades últimas.

A partir de un discurso ácidamente crítico, el narrador decodifica las raíces del fanatismo ciego, el pensamiento único y el inconcebible dogma de fe que erige nuevos muros de intolerancia.

El perfil alegórico está presente también en «El ombligo del mundo, 2055», un inquietante cuento de ciencia ficción y anticipación.

También este relato está ambientado en una sociedad amurallada, celosamente vigilada y controlada por un poder que todo lo escruta, al punto de tener la omnipotente cualidad de leer el pensamiento.

Son claras las alusiones a «1984», la emblemática novela del británico George Orwell y a su autoritario «Gran hermano», involuntario inspirador de un frívolo programa televisivo que anestesia cotidianamente el intelecto de quienes masivamente lo consumen.

Mientras «Las máscaras» constituye una potente metáfora en torno a la deshumanización de un mundo terriblemente globalizado, dos cuentos ambientados en un paraje imaginario banalizan deliberadamente la condición humana.

Tanto «El periodista» como «Obras públicas», retratan el grotesco rostro de la más inconcebible desmesura, expresada en los delirios de un falso astrólogo y los insólitos proyectos de un alcalde que aspira a inmortalizar su nombre en la historia.

En «El primer hombre», aflora la muerte como protagonista y materia de reflexión ontológica. El inexorable desenlace biológico es asumido como pesadilla, en tanto el ser humano es la única criatura de la naturaleza consciente de la caducidad de la materia.

Las tribulaciones de un pensador también irrumpen en «El puro fuego de las ideas», relato que alude simbólicamente a la locura, al descaecimiento y la erosión provocada por los tiempos biológicos y hasta a la decadencia de las ideas.

En los catorce relatos incluidos en este libro, Jorge Majfud retrata diversas facetas del comportamiento humano, a menudo sometido a situaciones límite.

Aunque la calidad de las narraciones no es siempre pareja y hay algunos errores de edición, la obra corrobora la indudable cualidad de agudo retratista que ostenta el autor.

La mayoría de los relatos, que abrevan naturalmente de la experiencia y de una ulterior reflexión, confirman que Majfud es un intelectual lúcido y preocupado por los grandes dilemas de nuestro tiempo.

No vano apela frecuentemente a una severa interpelación, con el propósito de cuestionar algunas de las conductas más absurdas e irracionales que caracterizan al mundo contemporáneo.

«Perdona nuestros pecados» es un catálogo de historias humanas de trazo casi siempre desencantado, que discurre entre lo meramente anecdótico y el ensayo, sin soslayar la frecuente apelación al absurdo, la desmesura y el humor de tono ácidamente sardónico.

(AG. Ediciones)

Publicado en La República de Uruguay, el 3 de junio de 2007

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El estado y las corporaciones

La double bonne affaire du chômage (French)

El doble negocio de la desocupación

 

 

Sugar, Sugar

Los pobres desempleados e improductivos que viven de la ayuda del Estado en realidad no son un mal negocio para las grandes empresas. No sólo ayudan a mantener los sueldos deprimidos, según ya se sabía en el siglo XVIII, sino que, además, en nuestra civilización de las cosas son consumidores perfectos. La ayuda que estos pobres desempleados reciben del Estado va destinada completamente al consumo de bienes básicos o de diversion y dis-track-tion, lo que significa que las megaempresas aún así continúan haciendo un gran negocio con el dinero de los contribuyentes. Por supuesto, todo tiene su arte y su línea de naufragio.

Por otro lado, esta realidad sirve para una crítica o un discurso en principio aceptable y enquistado en la conciencia popular del mundo rico, producto del bombardeo mediático: mientras las grandes compañías producen (en varios sentidos de la palabra) y generan puestos de trabajo, los holgazanes se benefician de ellas a través del Estado. Las grandes compañías son las vacas sagradas del progreso capitalista y el Estado con sus holgazanes son las lacras que impiden la aceleración de la economía nacional.

En primera instancia es verdad. Este mecanismo no sólo mantiene una cultura de la pereza en las clases más bajas esperando esa ayuda del Estado (cuando existe un sistema de seguro social como en Estados Unidos) sino que además alimenta el odio de las clases trabajadoras que deben resignarse a seguir pagando sus impuestos para mantener a ese margen de desocupados que básicamente significan una carga y también una permanente amenaza de mayor criminalidad y más gastos en prisiones. Lo cual también es cierto, ya que es más probable que un desocupado profesional se dedique a alguna actividad criminal que un trabajador activo.

Este odio de clases mantiene el status quo y, por ende, el dinero sigue fluctuando de la clase trabajadora a la clase ejecutiva, entre otros medios, vía holgazanes-desocupados. Si esos desocupados estuviesen en el circuito de trabajo, probablemente consumirían menos y exigirían mejores salarios y educación. Estarían mejor organizados, no tendrían tanto resentimiento por aquellos que se levantan temprano para ir a sus trabajos, serían menos víctimas de la demagogia de los políticos populistas y de las sectas empresariales que son, en definitiva, las dueñas del capital y, sobre todo, del know-how social –los know-why y los know-what son irrelevantes.

Para alguien que debe vender un mínimo anual de toneladas de azúcar a la industria de la alimentación, por decirlo de alguna forma, un trabajador nunca será una mejor opción que un desocupado mantenido por el Estado. Para los empresarios de la salud, tampoco. Algunos estudios recientes indican que el consumo de azúcar en las gaseosas es tan perjudicial para el hígado como el consumo de alcohol, ya que el hígado de cualquier forma debe metabolizar el azúcar (glucólisis), por lo cual tomar una soda, en última instancia y sin considerar las alteraciones de la conducta, es lo mismo que beber whisky (Nature, Dr. Robert Lustig, Univ. of California). Una Coca-Cola ni siquiera tiene las ventaja que tiene el vino para la salud. Sin embargo, en los últimos años la proporción de azúcar en las bebidas y la cantidad que consume cada individuo ha ido aumentando en el mundo entero, a pesar que nuestro organismo sólo tuvo tiempo de evolucionar para tolerar el azúcar de las frutas, una temporada al año. Los especialistas consideran que ese aumento del consumo se debe a la presión política de las compañías que están involucradas en la comercialización del azúcar. Como consecuencia, en Estados Unidos y en muchos otros países tenemos poblaciones cada vez más obesas y más enfermas, lo que de paso significa mayores ganancias para la industria de la salud y los laboratorios farmacéuticos.

Pero así funciona la lógica del capitalismo tardío, que es la lógica global hoy en día: si no hay consumo no hay producción y sin ésta no hay ganancias. Sería mucho más saludable para los consumidores si los vendedores de alimentos a base de sabrosos shocks de sal-azúcar, asaltaran a cada consumidor antes de entrar a un supermercado. Pero esto, como el incremento de impuestos, es políticamente incorrecto y demasiado fácil de visualizar por parte de los consumidores. Siempre me llamó la atención el hecho universal de que los drogadictos roban y matan a personas honestas para comprar drogas y no roban ni asaltan a los mismos vendedores de drogas, lo cual sería un camino más directo e inmediato para una persona desesperada. Pero la respuesta es obvia: siempre es más fácil asaltar a un trabajador honesto que a un delincuente que conoce el rubro. Por lo general, esto último es casi imposible, al menos para un consumidor común.

El objetivo primario de cualquier empresa son las ganancias y todo lo demás son discursos que intentan legitimar algo que no puede ser cambiado dentro de la lógica puramente capitalista. Cuando esta lógica funciona sin trabas, se llama progreso. Las compañías progresan y como consecuencia progresan los individuos –hacia la destrucción propia y ajena.

Recientemente la ciudad de Nueva York prohibió la venta de las botellas gigantes de soda alegando que estimulaban el excesivo consumo de azúcar. Este tipo de medidas nunca sería tomada, ni siquiera propuesta, por una empresa privada cuyo objetivo es vender, al menos que venda agua mineral. Pero en este caso la prohibición explícita de una empresa sobre otra iría contra las leyes del mercado, razón por la cual esta lucha normalmente se produce según las leyes de Darwin, donde los más fuertes devoran a los más débiles.

Estos límites a la “mano invisible del mercado” sólo pueden establecerlos los gobiernos. Lo mismo ocurrió con la lucha contra el tabaquismo. Los gobiernos suelen estar infestados, inoculados por los lobbies de las grandes corporaciones y suelen responder a sus intereses, pero no son monolitos y cada tanto recuerdan su razón de ser según los preceptos modernos. Entonces se acuerdan de que existen para la población, y no al revés, y actúan en consecuencia reemplazando las ganancias por la salud colectiva.

Las libertades no han progresado por las corporaciones empresariales y financieras sino a pesar de estas. Han progresado a lo largo de la historia por aquellos que se han opuesto a los poderes hegemónicos o dominantes del momento. Siglos atrás esos poderes eran las iglesias o los Estados totalitarios, como los antiguos reyes y sus aristocracias, como en la Unión Soviética y sus satélites. Desde hace varios siglos hasta hoy, cada vez más, esos poderes radican en las corporaciones que son las que poseen el poder en forma de capitales. Cualquier verdad que salga de los grandes medios estará controlada de forma directa o de forma sutil –por ejemplo, a través de la autocensura– por estas grandes firmas, que son las que mantienen los medios a través de los anuncios publicitaros. Los medios ya no sobreviven, como en el siglo XIX y gran parte del siglo XX, de la venta de ejemplares. Es decir, los grandes medios cada vez dependen menos y, por lo tanto, cada vez se deben menos a la clase media y trabajadora. La Era digital podrá un día revertir este proceso, pero por el momento los individuos aislados se limitan a reproducir noticias y narrativas sociales prefabricadas por los grandes medios que básicamente viven de los anuncios publicitarios de las grandes empresas y corporaciones. Es decir, los superyós sociales. El control es indirecto, sutil e implacable. Cualquier cosa que vaya contra los intereses de los anunciantes significará la retirada de capitales y, por ende, la decadencia y el fin de esos medios, que dejarán lugar a otros para cumplir su rol de marionetas.

Con algunas excepciones, ni los pobres ni los trabajadores pueden hacer lobbies en los parlamentos. En tiempos de elecciones, son los las corporaciones quienes pondrán miles de millones para elegir un candidato o el otro. Ninguno de los candidatos cuestionará la realidad básica que sostiene la existencia de esta lógica pero cualquiera de ellos que sea elegido y luego electo –o viceversa– estará hipotecado en sus promesas cuando asuma el poder y deberá responder en consecuencia: ninguna empresa, ningún lobby pone millones de dólares en algún lugar sin considerar eso como una inversión. Si lo ponen para combatir el hambre en África será una inversión moral, “lo que les sobra”, como dijera Jesús refiriéndose a las limosnas de los ricos. Si lo ponen en un candidato presidencial será, obviamente, una inversión de otro tipo.

El poder desproporcionado de estas corporaciones, muchas secretas o discretas son el peor atentado contra la democracia en el mundo. Pero pocos podrán decirlo sin ser etiquetados de idiotas. O aparecerán en algunos grandes medios voceros del establishment, porque cualquier medio que se precie de democrático deberá pagar un impuesto a su hegemonía permitiendo que se filtren algunas opiniones verdaderamente críticas. Estas, claro, son excepciones, y entrarán en conflicto con un público acostumbrado al sermón diario que sostiene el punto de vista contrario. Es decir, serán entendidas como productos infantiles de aquellos que no saben “cómo funciona el mundo” y defienden a los holgazanes desocupados que viven del Estado, mientras éste vive de y castiga a las grandes empresas más exitosas. Sobre todo en tiempos de crisis, el Estado las castiga con rebajas de impuestos, préstamos sin plazo y rescates sin límites.

Desde la última gran crisis económica de 2008 en Estados Unidos, por ejemplo, las grandes empresas y corporaciones no han parado de aumentar sus ganancias mientras la reducción del empleo ha sido débil y un caballito de batalla para la oposición al gobierno. Los economistas más consultados por los grandes medios llaman a esto “aumento de la productividad”. Es decir, con menos trabajadores se obtienen mayores beneficios. Los trabajadores que sobran como consecuencia del aumento de productividad son derivados a la esfera del maldito Estado que debe asegurar que –aunque desmoralizados o por eso mismo– sigan consumiendo con el dinero de la clase media para aumentar aún más las ganancias de los mercaderes de las elites dominantes que, sin pagar esos salarios pero sin dejar de venderles las mismas baratijas y las mismas sodas azucaradas y las mismas chips saladas, verán aumentadas aún más la efectividad, la productividad y las ganancias de sus admirablemente exitosas empresas.

Nosotros podemos llamar a todo este mecanismo perverso “el doble negocio de la desocupación” o “los milagros de las crisis financieras”.

 

Jorge Majfud

Jacksonville University

majfud.org

La Epoca (Bolivia)

Milenio I (Mexico)

Milenio II Nac, Mny (Mexico)

Bitacora / La Republica (Uruguay)

La Republica II (Uruguay)

Interview on Crisis

Jorge Majfud applies his fractal vision to Latino immigrants

 
 

Teacher, writer and novelist Jorge Majfud. (Photo/ Jacksonville University)

Jorge Majfud is a writer, novelist and professor of Spanish and Latin American literature at the University of Jacksonville in Florida whose books — including his fourth, Crisis, to be on the market in the U.S. in June — share a common thread: They are born from his experiences as a Latino and as an immigrant.

Uruguayan by birth, Majfud’s childhood in the 70’s was imprinted by the stream of political affairs in the Southern Hemisphere: political persecution, corruption, years of suffering and torture – real, psychological and moral — and social solidarity. “Those were years of listening at the official speeches and holding back the unofficial truth, of watching universal injustices and being unable to stop them,” Majfud told Voxxi.

“Until someone pushed you to take sides, and when you refused to do it, then  you became a ‘critic’ of the events, a suspicious one but ultimately a critic.”

Beginnings

A writer who confesses learning to read newspapers before nursery rhymes in kindergarten, Majfud, 42, describes himself as an avid devourer of the “classics” during those formidable childhood years. Perhaps as a form of escape from reality. “It was a time of fantastic discoveries, perceiving literature as something useless but fascinating,” he said.

Taking after his mother, Majfud explored the world of painting and sculpture, and ended up at the School of Architecture in the University of the Republic of Uruguay.  However, he could not resist writing essays and fiction during those years, which “not only channeled my psychological conflicts but also gave me a new philosophical perspective about reality and fiction, of what was important and not.”

During seven years working as an architect, Majfud came to realize that reality was built more from words than from bricks. Soon after, his first novel, Memorias de un desaparecido (Memories of a Missing Person), was published in 1996.

Highlight

Fast forward to 2012 and Majfud is about to give birth to his fourth novel, Crisis, which will be printed in Spain and available to the U.S. market next month. “On its surface, Crisis is the drama ofLatin-American immigrants, especially those undocumented ones, in the United States,” Majfud told Voxxi. “At a deeper level, it is the universal drama of those individuals fleeing from a geographical space, apparently looking for a better life but in reality, fleeing themselves; fleeing a reality perceived as unfair but rarely solved through the actual physical relocation.”

Missing, moving, fleeing individuals seem to be recurrent characters in Majfud’s writings, which document their paths towards permanent discovery of their own identity in different realities and situations. These characters stumble upon communication barriers and live through moral, economic and cultural violence as inevitable components of their double drama: as social and as existential beings.

Faithful to his architectural past, Majfud chose a “mosaic” format for his new novel.

“They are fractals in the sense that they may be nearly the same at different scales,” he said. “Each story can be read by itself but when read through, they form an image, such as the pieces of a mosaic, a reality that is less visible to the individual but it can be seen from afar as a collective experience.”

Many of its characters are different but they share the same names – Guadalupe, Ernesto, and so on – because they are collective roles. “Sometimes we believe our life is unique and particular without perceiving we are merely replicating our ancestors’ past experiences or the same dramas of our contemporaries living in different spaces but in similar conditions,” Majfud said. “We are individuals in our particularities but we are collectives in our human condition.”

Each story is set in a different U.S. location with Latin American images appearing in inevitable flash-backs. “Each time a character goes to eat at a Chili’s – a Tex-Mex chain restaurant – trying to navigate a reality between a Hispanic and an Anglo-Saxon context, it is hard to say if they are in California, Pennsylvania or Florida,” Majfud said.

Likewise, he chose Spanish names for all the cities where the stories take place. “It is a way to vindicate a culture that has been under attack for a long time. Just looking at the United States map, you can find a large amount of geographical spaces named with Spanish words, names like‘Escondido’, ‘El Cajón’, ‘Boca Ratón’ o ‘Colorado,’ especially in certain states where they are predominant.”

Novel «La ciudad de la luna» by Jorge Majfud. (The city of the moon)

“However,” he said, “they are invisible to the English speaker, who in his/her ignorance considers them as part of the daily vocabulary. The history ofHispanic culture becomes then subdued, disappears under this blanket of collective amnesia, in the name of a non-existent tradition. Spanish language and culture were in this country one century before the first English settlers arrived, and have never left. Consequently, we cannot qualify Spanish language and culture as being ‘foreign.’ This label is a violent strategy for an indiscernible but dreadful culturicide.”

Although Majfud believes all individuals share a common base – not only biological and psychological but also moral in its most primitive levels – they also differ in certain characteristics, which in our times are considered positive, with certain exceptions, such as cultural diversity.

“Such differences produce fears and conflicts, actions and reactions, discrimination and mutual rejection,” he said. “It is natural that these cultural currents, the Anglo-Saxon and the Hispanic cultures, would reproduce the universal dynamics of dialogue and conflict, and integration and rejection from one another, elements that are also present in Crisis.”

Achievements

Finally, Majfud talked about his achievements. “A writer’s life, like any other person’s, looks like his résumé: the most impressive record of achievements hides a number of failures, sometimes larger than the successes.”

Majfud believes his best achievement is his family; one with failures, because he is human, but his main achievement so far.

“I doubt my actions, sometimes obsessively; however, I never have doubts about the angel I have brought to this life, my son. I hope he will be a good man, not without conflicts or contradictions but an honest one, serene and the happiest he can be,” Majfud said.

“This desire does not have a rational explanation, it just is. As the most important things in life, which are few, it does not depend on reason.”

Shown here is Ernesto Camacho’s painting, “Christie’s World“ from his Series, “Diaries of a City”. “Christie’s World” Christie’s World is a depiction of a single mother in a big city. Although surrounded by the hard, fast paced society of New York, she never looses the quality of being a gracious woman. Even though life in the Big Apple can become disheartening at times, Christy remains alive. (Photo/ Courtesy Majfud with artist permission)

Crisis cover

http://voxxi.com/jorge-majfud-applies-his-fractal-vision-to-latino-immigrants/

 

Crisis IV

Picture of San Francisco at Sunset.

San Francisco

Crisis IV (English)

Krisia IV (vasco)

Crisis IV

Sábado 20 de setiembre. Dow Jones: 11.388

San Francisco, California. 5:30 AM

Estábamos de lo más tranquilos en la fiesta de Lilian cuando llegó él con sus dos amiguitos de siempre, el Patrick y el otro no me acuerdo. Le pregunté a Lilian si los había invitado y ella sólo se rió, lo que para el caso venía a querer decir que no, o que no había tenido más remedio que invitarlos. Yo nunca antes había tenido problemas con el Nacho así que no me venga con eso de animosidad o predisposición ni mucho menos premeditación.

No había sido premeditado. Nacho Washington Sánchez había llegado a la fiesta con un regalo para la joven que cumplía quince años dos días más tarde. Sus padres habían adelantado el festejo para hacerlo coincidir con el sábado 14 y en premio a sus buenas notas.

Nacho Sánchez, Santa Clara, 19, había vuelto a clases con casi veinte años, después de pasar un tiempo en una fábrica de pollos de Georgia. Y esta vez había vuelto con la madurez y las ganas como para llevarse el segundo puesto de las mejores notas de su clase.

Según declararon sus amigos a la policía, Nacho no había ido a la fiesta por Lilian sino por Claudia Knickerbacker, la chilena amiga de la cumpleañera. Y si se había despedido de miss Wright con un abrazo y un beso en la mejilla eso no quería decir nada. O no quería decir, como le gritaba George Ramírez, sexual harassment.

—Lo que pasa es que George cada vez habla menos español y se olvidó o hace que se olvida que los latinos abrazamos y besamos con más frecuencia que los yanquis. El resto está dentro de la cabeza de alguno de estos reprimidos que ven sexo en todas partes y tratan de extirparlo con una tenaza caliente. Es cierto que antes de irse a la parada de la guagua el Nacho se dio vuelta y le dijo que el George ya no era mejicoamericano porque en Calabazas North se le había caído lo de mejico. No era necesario, más después de haber aguantado como un príncipe los insultos que George le había tirado desde que salió de casa de los Wright.

—Qué insultos? Recuerda alguno?

—Eso que le decía, que el Nacho era un abusador de menores, que Lilian todavía tenía catorce años y que lo iba a denunciar a la policía y lo perseguía amenazándolo con el teléfono en la mano. Sin darse vuelta Nacho le decía, sí, llama al 911. Detrás venían los otros.

—Cuántos eran?

—Cinco o seis, no recuerdo exactamente. Estaba oscuro y yo tenía un miedo bárbaro que se armara y ligáramos todos. Faltaban cien yardas para llegar a la parada y la guagua justo estaba esperando en las luces de la otra cuadra y al George se le ocurrió gritarle que no iba a llamar al 911 sino a la Migra. Todos sabían que los padres del Nacho eran ilegales y no habían salido de esa desde que el Nacho tenía memoria, por lo que él mismo, siendo ciudadano, evitaba siempre encontrarse con la policía, como si lo fueran a deportar o lo fueran a meter preso por ser hijo de ilegales, cosa que él bien sabía que era absurdo pero era algo más fuerte que él. Cuando le robaron la billetera en el metro al aeropuerto no hizo la denuncia y prefirió volverse a casa y perdió el vuelo a Atlanta. Y por eso uno podía decirle lo peor y el Nacho se quedaba siempre en el molde, mascando rabia pero no levantaba una mano, que mano y fuerza como para doblar un burro no le faltaba. No él, claro, él no era ilegal, era ciudadano y los otros debían saberlo. Pero los otros que venían detrás, entre los que estaba John, el hermano mayor de Lilian, que entendió lo de “migra” y lo de “sexual harassment”, se puso a la par del George que sobresalía por su tamaño y su camisa blanca…

—Quiere que le traigan agua?

—Yo apuré el paso diciendo que se nos iba la guagua y me subí. Después no supe más. Sólo vi por una ventana que a lo lejos se habían tirado sobre el Nacho y el Barrett trataba inútilmente de rescatarlo de la turba. Pero el Barrett es más chico que yo. Después las luces de Guerrero Street y la Cesar Chavez, me senté en el último asiento con el celular en la mano hasta mi casa. Pero el Nacho nunca contestó a todos los mensajes que le dejé pidiéndole que me llame para atrás. Nacho se despidió así porque estaba feliz. Ella lo había invitado para que tuviese una oportunidad con la Knickerbacker y en la cocina mientras repartían el tres leches la Knickerbacker no le había dicho que no. Le dijo que podían salir el sábado próximo y eso lo había dejado muy feliz al Nacho, siempre tan acomplejado por su calvicie incipiente a los diecinueve años que creía razón suficiente para que cualquier chica bonita lo rechazase. No es que la chilena fuese una modelo, no, pero el Nacho estaba ciegamente enamorado desde que entró al school de nuevo.

—Y usted?

—Yo no creo que aquella despedida tan calurosa fuese porque estaba feliz. Ellos siempre avanzan así, no respetan el espacio personal. Dicen que los latinos son así, pero si vienen a este país deben comportarse según las reglas de este país. Aquí sólo damos la mano. No estamos en Rusia para que los hombres se anden besando. Menos besar a una niña así delante de sus padres y de todos sus amigos. You’re right, sus padres no se quejaron, pero tampoco dijeron nada cuando George y sus amigos salieron decididos a darles una lección a los intrusos esos. Los Wright son educados y como vieron que Nacho se fue sin armar escándalo prefirieron no intervenir. Pero seguro que hablaron con Lilian después, porque tenían una cara de cansados que se los llevaba la muerte. Fue por una moral issue. Por una cuestión moral. Una cuestión de principios, de valores. No podíamos permitir que cualquiera viniese a interrumpir la paz de la fiesta y abusara de una de las niñas. No, no me arrepiento. Hice lo que debía hacer para defender la moral de la casa. No, no era mi casa, pero es como si lo fuera. Soy amigo de Johnny desde la middle school. No, no lo queríamos matar, pero él se lo buscó. Qué delito hay peor que abusar de una niña? No la manoseó, pero así empiezan todos ellos. Ellos, usted sabe a quiénes me refiero. Ellos! No fuerce mi declaración, conozco mis derechos. Ellos no saben respetar la distancia personal y luego pierden el control. No, mis padres eran mexicanos pero entraron legales y se graduaron de la universidad de San Diego. No, no, no… Yo soy americano, señor, no confunda.

Domingo 21 de setiembre. Dow Jones: 11.388

Cocoa, Florida. 10:30 AM

Hace unos días un señor me recomendaba leer un nuevo libro sobre la idiotez. Creo que se llamaba El regreso del idiota, Regresa el idiota, o algo así. Le dije que había leído un libro semejante hace diez años, titulado Manual del perfecto idiota latinoamericano.

—Qué le pareció? —me preguntó el hombre entrecerrando los ojos, como escrutando mi reacción, como midiendo el tiempo que tardaba en responder. Siempre me tomo unos segundos para responder. Me gusta también observar las cosas que me rodean, tomar saludable distancia, manejar la tentación de ejercer mi libertad y, amablemente, irme al carajo.

—¿Qué me pareció? Divertido. Un famoso escritor que usa los puños contra sus colegas como principal arma dialéctica cuando los tiene a su alcance, dijo que era un libro con mucho humor, edificante… Yo no diría tanto. Divertido es suficiente. Claro que hay mejores.

—Sí, ese fue el padre de uno de los autores, el Nóbel Vargas Llosa.

—Mario, todavía se llama Mario.

—Bueno, pero ¿qué le pareció el libro? —insistió con ansiedad.

Tal vez no le importaba mi opinión sino la suya.

—Alguien me hizo la misma pregunta hace diez años —recordé—. Me pareció que merecía ser un best seller.

—Eso, es lo que yo decía. Y lo fue, lo fue; efectivamente, fue un best seller. Usted se dio cuenta bien rápido, como yo.

—No era tan difícil. En primer lugar, estaba escrito por especialistas en el tema.

—Sin duda —interrumpió, con contagioso entusiasmo.

—¿Quiénes más indicados para escribir sobre la idiotez, si no? Segundo, los autores son acérrimos defensores del mercado, por sobre cualquier otra cosa. Vendo, consumo, ergo soy. ¿Qué otro mérito pueden tener sino convertir un libro en un éxito de ventas? Si fuese un excelente libro con pocas ventas sería una contradicción. Supongo que para la editorial tampoco es una contradicción que se hayan vendido tantos libros en el Continente Idiota, no? En los países inteligentes y exitosos no tuvo la misma recepción.

Por alguna razón el hombre de la corbata roja advirtió algunas dudas de mi parte sobre las virtudes de sus libros preferidos. Eso significaba, para él, una declaración de guerra o algo por el estilo. Hice un amague amistoso para despedirme, pero no permitió que apoyara mi mano sobre su hombro.

—Usted debe ser de esos que defiende esas ideas idiotas de las que hablan estos libros. Es increíble que un hombre culto y educado como usted sostenga esas estupideces.

—¿Será que estudiar e investigar demasiado hacen mal? —pregunté.

—No, estudiar no hace mal, claro que no. El problema es que usted está separado de la realidad, no sabe lo que es vivir como obrero de la construcción o gerente de empresa, como nosotros.

—Sin embargo hay obreros de la construcción y gerentes de empresas que piensan radicalmente diferente a usted. ¿No será que hay otro factor? Es decir, por ejemplo, ¿no será que aquellos que tienen ideas como las suyas son más inteligentes?

—Ah, sí, eso debe ser…

Su euforia había alcanzado el climax. Iba a dejarlo con esa pequeña vanidad, pero no me contuve. Pensé en voz alta:

—No deja de ser extraño. La gente inteligente no necesita de idiotas como yo para darse cuenta de esas cosas tan obvias, no?

—Negativo, señor, negativo.

Jorge Majfud

Crisis XVII

Crisis XVII


A modo de ficción

Viernes 28 de noviembre. Dow Jones: 8.810

Fort Salonga, New York. 3:15 PM

Vaya el diablo a saber si nos cachan. A José no creo, porque el loco es ilegal, no existe. Pero a mí sí me pueden reconocer por las cámaras del Wal Mart. Hace como diez años que voy a ese Wal Mart. Siempre le dije a la Olga que lo amaba por los precios que tienen allí y que dicho sea de paso me ayudaron a sobrevivir cuando vine aquí y trabajaba en un Dollar General por seiscientos al mes.

Me metí en eso de ir a los Black Fridays hace como dos años. La primera vez por curiosidad. Después porque me di cuenta de la ventaja de comprar un camión de cosas a precio de remate.

La semana pasada fue por la crisis. Eso, por la crisis que hay. No era que tenía algo en mente cuando fui, sólo que siempre se consiguen precios de ganga. José iba por un iPod nuevo y un bluetooth. Y estuvimos desde las cuatro de la madrugada, chupando frío en una línea de cien yardas porque si nos quedábamos en el carro con la calefacción era como quedarse en la casa para llegar último. Por eso, creo yo, cuando la gente vio que había movimiento adentro de la tienda comenzaron a ponerse impacientes.

Después no recuerdo más. Sólo recuerdo que la línea se comenzó a correr como un río que retoma su curso natural. La corriente nos arrastraba y nosotros también empujábamos, no íbamos a quedaros atrás. La gente gritaba y reía. Yo veía que el José se reía como loco y me hacía reír a mí también. Así que de tanta risa ni sentimos que nos estaban dando duro en la espalda ni sentimos que aquello blando que pisamos era un tipo, el empleado que murió aplastado.

Sólo recuerdo que José encontró su iPod y su bluetooth a mitad del precio que está en Best Buy. Y después esto, que me encuentro metido en casa, casi no salgo y la Olga me pregunta qué me pasa y yo digo que nada, como siempre, liquidado por el trabajo. Y ella que dale que dale con salir de shopping y yo que me duele aquí y allá.

Cada tanto prendo la CNN, busco por Internet a ver si hay algo nuevo, lo llamo al José que ahora con su bluetooth habla cada vez menos, o no quiere hablar de otra cosa que de las ventajas de tener un bluetooth. Debe ser para no hablar del tipo que reventamos en el Wal Mart. Me pregunto si tenemos alguna culpa, o si la culpa dividida en cien partes es la misma culpa que puede tener un asesino de verdad. Nunca había matado a nadie, aunque estuve a punto varias veces de que me finitaran.

La culpa es de estas grandes tiendas. Siempre están abiertas veinticuatro horas pero los Black Fridays la cierran para que no las invadan los compradores. Háyase visto tanta insane.

Más bien pienso que si no hay ninguna noticia que diga que fueron mis pisotadas de grandulón que mataron al empleado del Wal Mart entonces yo no fui, no soy yo el culpable de homicidio. Es más, lo que debe haber pasado es que aquello blando que se quejaba ni siquiera era una persona. El otro día vi un almohadón con forma de tigre que te abraza y sirve para mirar la tele y creo que hasta ruge como una persona, como una mujer.

Y la cosa te abraza para que no te sientas solo.

Jorge Majfud

Milenio (Mexico)

Crisis XVI

Crisis XVI

Jueves 16 de julio. Dow Jones: 8.711

Terra Bella, California. 9: 15 PM

Lupita recoge el puñado de frutillas, pero las frutillas vuelven a resbalar de su mano. Por culpa de esta mano torpe, se queja Lupita, la pobre espalda ya no resiste más. La mano sucia, agrietada, casi no tiene movimientos, casi no duele. Pero la espalda y el vientre sí. Lupe intenta recoger las frutillas otra vez pero las frutillas se alejan como en un túnel. En media hora termina su jornada. Son ocho horas de reverencias sobre la tierra, bajo el sol que da vida a las frutillas.

Pero la media hora se estira como el túnel que aleja las cinco frutillas de su mano.

Dicen que en ningún lugar se producen frutillas tan grandes y rojas, aunque no saben como las de allá, decía Lupita. En el Wal Mart huelen mejor, decía José, por el aire acondicionado. No son frutillas, son frutotas, limpiecitas y ordenaditas en cajitas tranparentes.

Ayer fue igual. 110 grados desde el mediodía hasta las cinco de la tarde. A la sombra, dice Ramón, 110 grados a la sombra. Cuánto es eso, José? Como 40 o 45 grados de allá. Luego bajó a 105 y dicen que al terminar la chamba había 95 y el sol pegaba de abajo. Lo bueno es que el sol se mueve y no te quema siempre del mismo lado. A veces es como si pegara de abajo, decía Lupita. Y cuando pega de abajo es como si una cayera en un túnel oscuro y el sol es el final.

José se reía. Las cosas que una mujer se imagina cuando es tan jovencita. Ella le había alegrado la chamba, desde que llegó hacía dos semanas. José siempre se las arreglaba para trabajar en una línea cerca y ella se sentía más segura cuando lo veía aproximándose con sus manos que eran como máquinas de juntar frutillas. La máquina de piscar, le decían. Pero cuando pasaba cerca de Lupita era como si fuese más despacio, como un nadador que desacelera para descansar.

En una de esas lo perdió de vista. Lupita rogaba a Dios que corriera la última media hora, que llegara el final, que el José dijera “al fin terminamos por hoy”, aunque Lupe sabía que su canasta no se había llenado tan de prisa como ayer y que seguro le estaban poniendo un ojo por bajo rendimiento.

Pero las frutillas, grandes como cinco corazones palpitantes, seguían cayendo por las escaleras del templo y el sol no aflojaba. Hasta que su espalda se quebró y su cara fue a dar contra la tierra seca y un olor a sangre y frutilla, espeso como la sal del mar, borró el sol al final del túnel. Un río caliente corrió por sus piernas hasta regar la madre tierra que a esa hora era como un dragón sediento. “Miguelito”, fue lo último que dijo la Lupe, casi gritando pero sin poder gritar, dijo José.

Michael, dijo la máquina de piscar que no ha vuelto hoy, era el crío que la chica nueva llevaba en sus entrañas. Dicen que ahora andan buscando a quién entregarle la compensación por la finadita.

Jorge Majfud

Milenio (Mexico)

Crisis XIV

 

Crisis XIV


 

 

Sábado 11 de julio. Dow Jones: 8.146

Sacramento, California. 6:19 PM

 

Se habían sentado en una mesa contra la pared. María José dijo que iba al baño a lavarse las manos y Ernesto se quedó mojando las tortillas chips en la salsa picante. Casi todos los sábados de tarde iban a un Chilli´s o a un On the Border porque la comida mexicotejana nunca les fallaba. Mientras esperaba las fajitas de pollo Ernesto estudiaba los azulejos de la mesa, el enorme calderón invertido que servía de lámpara, los cuadros con delirios tipo Frida Kahlo y Diego Rivera. Una pintura naif le había atrapado la atención: un gran desierto con cactus y una serpiente en un camino de tierra roja.

Nativo”, recordó. “En francés antiguo naif significa nativo, del latín nativus”.

En ese momento recibió un mensaje de texto de su hermano. Había muerto el abuelo. El lunes pasado. Hacía cuatro días. Nacho no había querido decírselo antes porque era inútil, sabía que no llegaría a tiempo.  Hubiese sido para peor. Todo había sido muy rápido. Que por favor supiera perdonarlo y comprenderlo.

Ernesto recordó que desde el día anterior había ido acumulando preguntas para el viejo. No podía decírselas todas. El viejo, el viejo querido estaba medio sordo, la comunicación por teléfono era cada vez más complicada. Eran preguntas para hacérselas un día cuando volviera, tranquilo, sin apuro, preguntas que vaya el diablo a saber por qué nunca se las había hecho a pesar de lo importantes que eran. Por qué nunca me hablaron de la abuela Rosa? Por qué a la abuela Rosa la llevaron a morir a mi cuarto cuando estaba su hijo en el pueblo, el Cacho, ese tipo que todos queríamos y decíamos que era un hombre muy bueno? Era tan bueno entonces? Por qué yo y mis hermanos que éramos tan chiquitos teníamos que escuchar cada noche los delirios de una anciana que se estaba muriendo? “Apaguen el fuego, el fuego ahí en los pies! Mi muñeca, dónde está mi muñeca? Mi muñeca se va a quemar viva mi muñeca! Parecía tan feliz la abuela Rosa, antes de caer enferma. Siempre se estaba riendo, siempre con sus ajos y cebollas y huevos recién robados a una gallina colorada. Y sus versos de José Martí que no sabía que eran de José Martí. Por qué te divorciaste de la abuela si era tan buena como siempre decías? Le hubiese querido hacer esta misma pregunta a ella, pero se murió antes que tú. Por eso te la hago a ti. Por qué nunca se supo dónde fue mi tío Ismael? Ya sé que había estado de revoltoso en Tlatelolco, eso ya lo sé. Pero por qué tenía que desaparecer? Y por qué todos tenían que tomar su desaparición como algo normal? O que parecía que fuese algo normal porque nadie decía nada del tío de pelo largo. Solo una foto sonriendo y con un bigote grueso. Por eso uno no puede imaginárselo gritando de dolor. Solo sonriendo. Claro, por eso nunca pregunté. Quién anda preguntando por algo normal? Por qué tengo tantas preguntas sobre tantas cosas normales y siento que ahora están bajo tierra? Para siempre bajo tierra, tú, la abuela, el tío, mi madre, mis preguntas. Un poco yo. Un poco yo estoy debajo tierra y el resto se me va secando de a poco. Como una planta en el desierto, las raíces son lo último que se secan.

La gran olla de dos asas invertida que hacía de luminaria flotaba sobre la mesa y sus preguntas apenas se sostenían del borde. La abuela tenía una igual, muy parecida. Hacía dulce en el patio todos los sábados con las frutas que yo rescataba de los cochinos. Como no se podían comer la abuela las hacía dulce. Por qué decía que la tía Guadalupe era una puta? Había tenido un hijo de soltera. Pero su macho había reconocido al producto y se lo había llevado a los dos a vivir al otro lado. Quien sabe si no habrá pasado por aquí mismo.  Al menos los dos se fueron juntos. Los tres, vagando por ahí, amándose por ahí, discutiendo por ahí, peleándose por ahí, separándose por ahí, volviéndose a encontrar por ahí sin que nadie les de una mano conocida. Entonces por qué la abuela insistía en que Guadalupe era una puta? Tal vez era despecho. Eso se puede deducir. Pero por qué había estado presa antes de irse de mojada? Y por qué el abuelo Rojas se murió solo, sin que nadie fuera a la casa donde agonizaba. Ni sus hijos fueron. Por qué? Por qué mierda no se me ocurrió preguntarles todo eso cuando todavía estaba del otro lado? Algo tan simple, tan fácil como una pregunta. Seguro que bastaba con rascar un poquito y luego brotaban otras preguntas como racimos de uva. Por qué después que al abuelo Rojas lo enterraron unos vecinos nunca faltó flores en su tumba? Dicen que todos, los hijos, las nueras, el mismo abuelo y la abuela Rosa le llevaban flores los domingos. Por qué si nunca se habían llevado bien? Por qué nunca me comentaste nada de esto, abuelo? Era necesario que te lo preguntara yo?

En ese momento volvió María José con una sonrisa. Se sentó. Miró alrededor, lo miró a él y se puso seria.

—Otra vez de mal humor.

Jorge Majfud

 

Milenio (Mexico)

Crisis XIII

Crisis XIII

 

 

Domingo 14 de junio. Dow Jones: 8.799

El Cajon, California. 1:30 AM

En junio 13 va quedar como un fecha histórica en la ganga y no sé si no un día la cambiamos el nombre y en vez de mara Jaguares 07 no se va llamar Jaguares J-13. La vieja pierde esto por su incapacidad de entender el mundo de real pero un día próximo va tener que morder del polvo cuando yo soy el number one de la Jaguares. No es que yo quiera borrar al Bola que until now es intocable y mis respetos son con él por que hizo por la ganga hace algo de tiempo. El Bola no es el más fuerte ni el más bravo de la ganga que heredó del Loca. El Dodo es dos tiempos más fuerte que el Bola pero el Bola nadie batea, hasta ahora nadie pudo gana en siendo el uno de la ganga. El Bola puede clavar un clavo en los ojos a su hermana por salvar la ganga. Particularly porque la hermana odia al Bola porque el hijo que hizo a ella y mandó el Loca abortar. El Bola dice porque de celos. La hermana es siempre un peligro para la ganga pero es la hermana y el Bola algo la puede querer todavía pero nada detiene a Bola si la ganga es en peligro. Después del Loca y antes de que la ganga got recompuesta por el Bola, nadie había tenido until now más conciencia y sobre todo cojones por decir y por hacer que dice. El Bola ha enseñado a nosotros mucho de que es ser hombres en tierra de los parquímetros, cosa que sólo pocos podemos entender y porque eso los novatos son tan duros por entrar. No cualquier es un Jaguar. Los otros existen en sus sueños de rezos y charlabaratas de professors que hacen ellos tontos y maricas a los guys en las schools, todo carentes del conocimiento que los miembros de la ganga tienen del mundo porque viven y son creadores del mundo de la calles y de los basements de la city. El Bola recibe la information, escucha cada report que mandan en un file de audio a su iPod y decide quién puede vender aquí y cuantas putas pueden cazar clientes en una esquina que pertenece a la ganga. Nadie sabe que todo lo que se ve en las calles es resultado de nuestras decisiones. Viven sin saber. Viven porque nosotros dejamos que vivan. Ellos hacen dinero porque de nosotros and so on.

Pero el Bola es no forever y tiene su debilidades.

El febrero siete el Bola vino a felicitar a mí por mi marca en la ganga que durará por los años a venir y seguro que más si yo me encargo de seguir mi propio camino. O es traición, pero en el tiempo del Bola que lleva casi diez años la ganga no ha crecido como quisiera el Loca. Y fue el Loca y no el Bola el que me trajo de la Contra, por mi experiencia en la guerra. Fue el Loca y por el Loca tal vez yo sería el uno de la ganga si no hubieran matado lo tan temprano en la cárcel. Dicen que porque el Bola. Que el Bola dio la orden porque del aborto de su hermana, I mean, por su hijo. Después de eso ni su hermana que se murió después ni el mismo Bola pudo engendrar más, dicen que por castigo de Dios. Y el Bola tumbó medio millón de niñas para probar que todavía podía tener herederos y nada, nada de nada dicen que ninguna se preñó después del aborto. Y porque eso el Bola got venganza del Loca el cuarto año en jail del Loca y bay the way se sacó de arriba los molesto mandatos del Uno que no longer era el Uno por ese tiempo.

Yo me recuerdo que el Loca decía todas las veces que nos juntaba para unas copas que él quería morir en la calle, en acción y no en la prisión pero no se dio. Y yo esperaba siempre que repitiera delante de los jaguares que yo era su favorito, pesar de mi edad, porque tenía la experiencia en la selva. Pero el Bola convenció a los demás que la selva y el asfalto no eran el mismo, cosa que es confusión porque el valor de hombre se demuestra en cualquier place. Otra diferencia era que el Bola tuvo que ahorcar el perro de los iniciados en orden de entrar a la ganga y cuando yo entré ya tenía muertos hombres y mujeres que no podía contar con las manos. Pero por modestia dejaba que los gangueros y gangosos de aquí que hablaban inglés también mandaran y esa fue mi debilidad, no imponerme al inicio, y así fui pagando el precio de principiante cuando no yo era principiante y muchos podían aprender de mí.

Pero el siete pasado todos aprendieron quién es Chucho, que no son purito cuento que traía yo de la selva pero valor de hombre que a muchos falta para estar adentro.

Hacía calculo que dos años que el Bola buscaba recuperar la Galery Street y los tres blocks           que dan contra las vías del tren y nunca él había podido. Como tres planes fallaron, pero so many desastres no convencieron a la ganga que el Bola no daba en el clavo y la última vez yo tuve que desobedecer en cierta forma la línea del Bola que mandaba no aventurarse a un nuevo fracaso porque nos podía costar caro y mandé a los jaguares contra la línea del tren, justo en el callejón 11 donde los blacks de Fox estaban celebrando la entrada de un miembro y sin dejarles tiempo a que despertaran de la cerveza saqué el nuevo a ellos, un negrito más alto que yo pero con un miedo de matar, miedo de negro pero no de negro de los blacks de Fox que son los más duros que conozco, pero miedo de negro de leche, y incrusté en la boca de su estómago la de disciplina, que es la hoja de cinco pulgadas y dejé al infeliz pataleando ahí no más. Capaz que porque a los blacks no importaba mucho el nuevo miembro o porque no dio a ellos los cojones para contestar mi cuchillada porque vieron a mí todo decidido a matar o morir y desaparecieron como cuervos.

Es cierto que la cerveza jugó en mi favor pero los otros de la ganga vieron esto como una movida estratégica. Lo que de verdad fue una movida estratégica fue hacer creer esto que habían creído al principio. Los blacks se rajaron y yo aproveché para cortar una de las orejas del negro que todavía vacilaba un palabras y yo dije que no se gastara porque no entendía inglés negro. Corté la oreja asquerosa y puses en manos del Robin que con cara like sorprendido y fascinado agarró la oreja y puso en un bolsillo para el Bola.

El Bola saludó la hazaña y esa noche tuvimos celebración, celebración de primera, para homenajes. Y el Bola no se gastó en elogiar la valentía ejemplar de uno de sus miembros y el logro de los jaguares en recuperar todos los blocks hasta las vías de los ferros. Pero yo se que en el fondo el Bola miraba a mí con desconfianza. Hubiese querido él haber hecho en lugar de mí y por eso lo festejó como un logro de los jaguares en lugar de ponerlo en términos de verdad, porque yo lo había hecho todito toditos y los otros sólo obedecieron la orden de mando.

Un día cuando yo sea el uno vamos a pasar las vías del tren y beyond hasta toda la city va saber quienes son los Jaguares y quien es el Chucho. Hasta en las gangas de los contras del barrio Cholitos van a escuchar sobre el Chucho y se van a dar cuenta de que perdieron allá cuando quise entrara la Mara Salvadora y me dijeron que no valía un quinto.

 

 

Jorge Majfud

 

Crisis XII

Crisis XII

 

 

Jueves 4 de junio. Dow Jones: 8.750

La Canada, California. 6: 10 PM

Nunca soñé que iba a terminar viviendo a un paso de Beverly Hill, aunque siempre se lo decía a Ricardo, porque es sabido que cuando uno repite mucho un deseo se termina por hacer realidad. Ricardo se burlaba de mis pretensiones y empezaba a jugar con eso de bebé-beber-ver-bebé-gil, como un bereber tonto.

Me subestimaba. Se creía que por ser mi padre un modesto verdulero yo no tenía derecho a tener ambiciones en la vida y a progresar. Mi padre era verdulero pero no cualquier verdulero. En Santa Cruz teníamos una cadena de puestos que daba trabajo a más de diez cholos. Hasta que un día todo empezó a ir mal por culpa de los revoltosos de siempre que les llenaron la cabeza con ideas racistas y los cruceños de ojos celestes pasamos a ser extranjeros en nuestro propio país. Y a decir verdad yo tampoco me iba a quedar toda la vida rodeada de tomates y caras de piedra mascando hojas de coca.

Aquí me fue muy bien al principio, salvo el último año. Pero tengo esperanza que todo vuelva a la normalidad. Por lo menos aquí uno puede esperar que las cosas vuelvan a la normalidad y no estar hartos de la normalidad y hartos de esperar las utopías que nunca llegan.

En pocas semanas se levantó el tendal de carpas de Sacramentillo y nos vinimos con Ricardo con la promesa y la ilusión de que era por pocos días hasta que Obama sacara a los deudores de los foreclosures y nos devolvieran la casa de Santa Bárbara que tanto nos había costado. Ricardo decía que no nos había costado mucho porque no habíamos pagado ni el tres por ciento, pero a mí me importaba un rábano porque los señores que nos la habían vendido con caramelos y todo nos vendieron un plan que podíamos pagar con el sueldo de Ricardo. Pero como subieron las cuotas como locos y no pudimos pagar unos mesitos, nos mandaron con perro y todo afuera. Y todo lo dejamos en la calle. No íbamos a traer el jacuzzi. Ni la tele nuevecita que habíamos comprado cabría en esta carpa. Salvamos los dos autos, aunque pronto se les vence la seguranza, y le regalamos el perro a la puta americana que vivía al lado. Esa se salvó porque hizo lo que tenía que hacer a tiempo, y no anduvo como yo, cuidando la imagen y la moral de la casa, para que Ricardo tenga con qué presumir cada vez que invitaba a comer al jefe o a alguno de sus clientes. Alguien que vende seguros de vida debe mostrar y demostrar que vive bien, en eso sí estábamos de acuerdo. Pero, a la larga, a la Marilyn le fue mejor que a mí. Al menos sigue allá, me dijeron, en su palacio, con sus fiestas y sus clientes que, dice ella, sólo van a comprarle diseños de guantes y carteras. Será porque los americanos siempre saben hacerlo mejor, aún cuando lo hacen mal.

Una tardecita, antes de que volviese Ricardo del trabajo me encargué de romper con un martillo lo más que pude, porque nadie iba a disfrutar de todos los arreglos que le habíamos hecho a esa mansión de sueño que nos robaron de las manos. Cuando llegó Ricardo no dijo nada. Se quedó mirando las paredes y los muebles destrozados y dijo, “ok”, que a veces es como no decir nada. También él hacía días que estaba raro, no sé si ahogando las penas en el whisky o en los brazos de la Marilyn. Ya no discutía, no sonreía ni lloraba, hacía como si yo no existiera. Eso no lo hace el whisky, pensaba yo, sino una Marilyn con esos labios rojos y el escote alegre. Debo reconocer que la condenada tenía mejor cuerpo que yo. Para salir de dudas yo mismo lo mandaba al Ricardo a la casa de la Marilyn a reclamarle que sus arbustos estaban invadiendo nuestro backyard. Le tomaba el tiempo y me daba cuenta que se demoraba más de lo necesario. No era difícil imaginarse durante esos minutos innecesarios a ese cuerpito blanco como la leche y resbaloso como deseo de mujer, acariciado por la mirada de Ricardo y esa sonrisita siempre alegre, espesa, roja y brillante de ella volviendo loco a los hombres, quitándoles el sueño. Cuando Ricardo volvía yo hacía todo lo posible para demostrarle que me había dado cuenta, que no era una tonta y que por eso no le iba a decir nada, para que se preparase, porque quien a hierro mata a hierro muere.

Después me enteré lo del foreclosure y me volví loca por un día. Pero sólo por un día.

Lo bueno de Sacramentillo son las tardecitas cuando vienen algunos vecinos desocupados a conversar un rato. Juntamos las penas y los recuerdos de los buenos tiempos en Sata Bárbara. Robert, por ejemplo, trabajaba de gerente de Google, y del día para la noche se quedó buscando, dice. Tuvo menos suerte que Ricardo. A Joshua lo dejó la hembra, porque dijo que antes muerta que venir a un acarpado, no más sea por diez días mientras los padres le mandaban dinero de Massachusetts. Y parece que la hembra recibió el dinero y se fue a vivir sola a un hotel y quién sabe de qué estará viviendo, pero lo cierto es que no se va a aparecer por acá y menos para verle la cara a Joshua. El pobre, todas las tardes se viene por aquí. Cuando no está Robert merodeando.

Yo aprendí a disfrutar de la cerveza que nunca falta en Sacramentillo. Siempre me  pareció una bebida vulgar, de nacos, como decía Rosalía en Santa Bárbara. Así me vengo de este mundo injusto. Me vengo de los malos ricos bebiendo cerveza, me vengo de Ricardo por no haber querido cambiar a tiempo a un trabajo mejor que nos permitiera mudarnos lejos de la Marilyn. Decía que prefería la seguridad y yo le decía que su trabajito seguro nos iba a llevar a esto. Dios lo castigó por sus deslices con la Marilyn, por todas sus mentiras. Y me castigó a mí por no reaccionar a tiempo y seguir todavía al lado de un insensato. Y también me vengo de él porque ya ni siquiera necesito ser una gran señora ni tengo porque cuidar las apariencias. Y me vengo de Heather, la mujer del Joshua, por creerse mejor que el resto de las mujeres de Sacramentillo sólo porque tiene una maestría en educación y todavía no perdió su trabajo en la high schoool. Pero un trabajo no es todo en la vida, como todo el mundo cree ahora que el mundo se ha dado vueltas patas arriba y las mujeres mantienen a sus maridos que les ponen los cuernos mientras ellas se desloman y se creen la heroínas de un mundo en crisis. Antes que se me vaya toda la juventud, antes que venga el frío del invierno y arrugue mis párpados, voy a disfrutar de lo poco que me queda.

 

 

Jorge Majfud

 

 

 

 

Crisis XI

Crisis XI

 

Viernes 17 de abril. Dow Jones: 8.131

Opa Locka, Florida. 6:10 PM

Susana puso los dos pies en el canal casi una hora antes de la hora indicada. La habían invitado al programa de Lilí porque la consideraban un bicho raro. La anunciaron como la autora de La máscara, un libro que no hablaba de la felicidad ni de cómo ser feliz en ocho capítulos y un apéndice pero prometía cierta forma de ayuda no se sabía aún a quien. Sólo se sabía que la autora era lesbiana practicante y tal vez profesora de Princeton Universiy.

La sentaron entre una especialista en tarot y astrología china y un especialista en exorcismo. En un extremo estaba la autora de Cómo ser feliz a pesar de tu marido y más allá Santiago Petradura, el autor del best seller El poder de la mente, según el cual las cosas buenas sólo le ocurren a aquellos que atraen vibras positivas. Sin duda era un programa excepcional, como explicó Lilí envuelta en una cola de zorro gris y acompañada por la famosa vedette Reina Narcos.

—Este programa de Lilí —introdujo la famosa presentadora— está auspiciado por Mercado Libertad, fotocopias El Diverso y por la Asociación Para la Democracia en el Mundo con cuarteles en más de cincuenta países. A ellos agradecemos la posibilidad de tener hoy un foro con brillantes invitados para debatir, discutir y libremente discrepar sobre cómo alcanzar la mejor felicidad para todos en este mundo lleno de violencia, incomprensión y escasa fe en nuestros Señor. Hoy no vamos a hablar de los escándalos de la farándula, ni de las últimas declaraciones de mi amiga aquí presente que todos ustedes ya escucharon esta semana… (ay Dios mío!, esta mujer es terrible, de la más pura escancia latina) sino de libros, de cultura, de todo el pensamiento y las cosas lindas que está produciendo y creando la inquieta gente nuestra para beneficio del mundo.

Reina Narcos, inesperadamente y antes de hablar en un tono más pausado que lo habitual, se puso unos lentes de lectura y se extendió en el comentario de la contratapa de Cómo ser feliz a pesar de tu marido como introducción a su propia experiencia de cinco ex maridos y seis fieles amantes.

—Y a todos los deseché cuando no pudieron complacerme —explicó, lo que provocó un cálido aplauso por parte del público—… porque las mujeres tenemos que hacernos valer, señor! No al machismo, no a las drogas, no a la violencia!

El único problema fue cuando le tocó el turno a la señora Susana Ocampo, cuando empezó a explicar su teoría de la dualidad de la cultura norteamericana como expresión de un complejo imperial. El ambiente se comenzó a caldear cuando Lilí se puso a refutar a su invitada, apoyada por el calor de la tribuna y los rostros negadores de los otros cuatro escritores. Seguramente había sido un error de producción o quizás a alguien se le ocurrió subir el rating con algún pequeño escándalo.

—Esta señora, por cierto mucho más joven que yo —podría ser mi hija—, ha leído muchos libros pero todos del mismo pelo y con la misma agenda — dijo Lilí.

—Si por el mismo pelo se entiende que todos eran críticos, radicales, documentados, casi que tiene usted razón.

—Profesora, debería usted leer libros que opinan diferente a todos esos críticos que muerden la mano de quien les da de comer. Tantos libros le han lavado el cerebro.

—Que es mejor que tenerlo sucio, lleno de basura mediática y de propaganda de entretenimiento. Ahora, si usted cree y quiere hacerle creer a su tribuna que le debemos la vida y el pan a los ricos y poderosos que deciden qué país se invade para protegernos y qué limosnas se les da a los pobres de este país para mantenerlos conformes en sus guetos citadinos y qué espectáculos se les administra para mantenerlos contentos y distraídos, puede hacerlo. De hecho eso es lo que usted ha hecho toda la vida y de eso ha vivido, no? Y nadie dice que usted lame la mano de quién le da de comer. Recuerde que el poder (usted sólo administra con honestidad una ínfima cuota) es mentiroso por naturaleza, ya que siempre se ha especializado en oprimir con la complacencia y la furiosa reverencia del oprimido.

—Si no le gusta, por qué no se va a vivir a otro país? Por qué no se va a vivir a Cuba o a Afganistán?

—A otro país? Para qué? Para encontrarme con gente como usted? Necesita más espacio aquí? No les basta con estar en casi todos lados que además pretenden estar en todos lados, a secas? Así, sin resistencias a sus antojos y privilegios, sin nadie que les moleste en la acción, sin nadie que les incomode en la conciencia? Piden demasiado. No creo que lleguemos a un acuerdo.

—Sería más consecuente con sus ideas. Si se fuera.

—No, en absoluto no. Yo no creo que un país tenga dueños ideológicos. Los lobbies pueden tener el poder de un país y hasta del mundo pero eso no significa que sean sus dueños por derecho. Aquí hay mucha gente decente, sabe? Si este un país todavía tiene algo de democrático, no es gracias a los lobbies que ponen y sacan presidentes, que les escriben los discursos y le imponen sus propias decisiones, sino por aquellos que no se creen todas las mentiras que chorrean edulcoradas desde las esferas de Wall Street y otros guetos menos conocidos y más perversos. Qué pretende? Que le deje a usted el poco espacio que todavía tienen los disidentes? No se conforman con todo lo que ya tienen? No? Es que está en su naturaleza, siempre quieren más. Sería consecuente que aquellos que invaden y apoyan intervenciones militares, económicas y financieras en países más débiles se retiraran de cada uno de esos países atrasados, violentos, bárbaros en una palabra. Sin embargo, ningún país del mundo tiene tantos intereses y gente metida en países que son criticados y despreciados. Si tanto los critican y desprecian, por qué no se van de allí? Por mi parte, aquí puedo molestar más. No cree usted que molesto? Incluso molesto en los medios a los que soy invitada para simular su tolerancia.

—Es decir, por programas como éste. Dígalo de una vez.

—No pretendo ocultarlo. Es así, el poder se expresa y usa programas como éste para alimentar la ilusión de la libertad de sus consumidores.

—En qué otro país sería usted invitado para dar opiniones tan insultantes contra quien lo invita?

—Oh, sin duda en muchos. De hecho es parte de mi trabajo. Hay muchos países más democráticos que éste. Otros mucho menos, y no les he ahorrado críticas. Pero la verdad no es un negocio y no puedo decir que oprimido y opresor la comparten por partes iguales. Por otra parte, no olvide que en programas como el suyo, como en cualquier otro debate o seudodebate de ideas, es imprescindible algún elemento negativo como yo que deje la idea de que quienes son dueños del sistema y el sistema mismo es tolerante y democrático. Pero la verdad es que sólo se permite lo que no amenaza. Además, por simple agradecimiento a su amable invitación es que le estoy siendo sincera. Ahora, que usted no quiera oírlo, que su tribuna se moleste con la verdad es algo comprensible pero no es mi responsabilidad.

—Usted es una cínica, típica feminista fracasada de pelo corto —la cortó Lilí.

—Sí. El pelo corto en las mujeres, el pelo largo en los hombres siempre es un problema. Pero de todos los calificativos prefiero el de cínica. Un cínico es lo opuesto a un hipócrita. Un cínico es un hiper-crítico. El hipócrita, como lo dice la palabra, es un hipo-crítico, alguien que ha suspendido la crítica intencionalmente y por conveniencia. Que son los casos más abundantes.

—He escuchado muchas tonterías en mi vida de animadora, pero como ésta nunca. Le voy a pedir muy civilizadamente que abandone el estudio. No voy a tolerar una falta de respeto de esta medida.

La profesora Ocampo se levanta y al retirarse le gritan “comunista! Taliban! Tortill*(bip)”.

—Al regresar, volvemos con algo más constructivo. Porque nuestra gente tiene algo más en el cerebro y en sus corazones que odio y resentimiento. El amor de nuestra gente es el que vemos triunfando cada día, haciendo aún más grande a este país que les abrió las puertas con cariño para que puedan alcanzar el tan ansiado sueño americano.

 

Jorge Majfud

(a modo de ficción)

 

Crisis X

 

Crisis X


Sábado 11 de abril. Dow Jones: 8.083

La Jolla, California. 9:30 PM

Al principio Ricardo era cariñoso. Me trataba como a una reina. Me llevaba a las mejores tiendas y me dejaba elegir lo que más me gustaba. Me sacaba fotos y se las mandaba a su familia: Lucy en la playa, Lucy con sus amigas en Pasadena, Lucy en la graduación de su amigo Ernesto. Lucy, Lucy, Lucy. Tenía devoción por mí y me hacía sentir realmente aquella chica de la pasarela que fui cuando más jovencita en Los Angeles.

Hasta que poco a poco empezó a cambiar. No sé si fueron sus nuevos amigos, las coquetas colegas que tenía en su trabajo o su mismo trabajo, sobre todo cuando empezaron los rumores de recorte y él sabía que si alguno volaba del plantel de técnicos el primero iba a ser él y no la fresca de la Fisher que lo tenía al jefe enganchado como a un pescado por la boca; y porque además era el más nuevo de la empresa.

Por esa época todos andaban muy nerviosos porque se decía que las automotoras iban a quebrar y si quebraba la Ford o la GM o la Chrysler enseguida, decía Ricardo, quebraban las otras dos y la empresa donde trabajaba iba a facturar menos en venta de software. Entonces yo le decía que nada de eso era motivo para que dejara de ser cariñoso conmigo. Después que ganó Obama, y no fue por Obama sino porque después de las elecciones se supo que todo iba a empeorar, fue como si de repente la casa se hubiese quedado sin reina. El desamor de Ricardo se justificaba por la Gran Depresión que iba a venir. Pero para mí no había otra gran depresión que la de Ricardo y la de su cariño. Y la mía propia, que ya me estaba degastando con aquella situación.

Entonces empezamos a discutir cada vez con más frecuencia. Yo no estaba dispuesta a renunciar al amor que me había sabido dar Ricardo al principio y le exigía que me tratara como antes. Pero me cansé de esperar. Una vez que le dije la verdad, que él no estaba preparado para los grandes desafíos como un verdadero hombre, apretó el vaso del Starbucks hasta que el café saltó y le quemó toda la mano y ensució las revistas que estaban en la mesa. Yo grité del susto y los que estaban al lado se dieron vuelta para mirar y se dieron cuenta del loco que tenía yo al lado. Seguro se dieron cuenta de la situación, porque hablábamos español y es bien conocida la cultura machista de los latinos. Así que cada vez que miraban de reojo era como una advertencia de que en cualquier momento sacarían sus celulares y lo denunciarían a Ricardo por macho violento. Y para evitar un escándalo de ese tipo yo le decía que se tranquilizara, que cada día estaba más irritable y que necesitaba ayuda profesional. Pero Ricardo se negaba a la ayuda profesional porque equivocadamente decía que sus problemas tenía que resolverlos en un trabajo que cada día apreciaba menos, o prefería mascar sus rabias en silencio y quién sabe qué otras frustraciones que traía a casa. Me cansé de esperar y fui yo a terapia por mi cuenta y logré levantar de nuevo mi autoestima.

Pero un día que se olvidó de pagar las tarjetas de crédito y tuvimos que pagar multas e intereses extras, no aguanté más y le dije lo que era en realidad, un flojo y peor amante, a ver si se despertaba de su sueño. Lo hice por su bien, para que reaccionara. Porque, dicho sea de paso, la verdad es que nunca me había satisfecho del todo como mujer. Mi autoestima estaba por el piso. Cuando hacíamos el amor yo no podía alcanzar lo que una mujer plena es capaz de alcanzar con su hombre, según me decía Rosana, y eso me estaba destruyendo. Al principio yo fingía placeres que no sentía, pero luego me di cuenta que eso no era justo, que estaba siendo tratada como una mujerzuela que sólo satisface al macho de la casa. Un día que estábamos discutiendo por un nuevo recorte en los gastos familiares, no aguanté más y se lo dije de una vez, que nunca había servido como hombre en la cama, a ver si al menos cumplía con sus obligaciones de esposo en el trabajo.

Así pasé semanas enteras, meses, y Rosana y Claudia me decían que lo mío no era vida, que me estaba destruyendo como mujer. Yo tampoco sabía por qué había dejado a Emmanuel Fuentes, que me quería más que Ricardo y que hoy por hoy es el hombre más respetado de Miami en el mundo de los seguros de vida. Y yo le dije que no, le dije que no a Emmanuel Fuentes, porque me había enamorado de los ojos azules de Ricardo. Qué tonta, Dios mío, como si una fuese a vivir toda la vida del color de los ojos de un hombre. Mi psicóloga dice que está estudiado que, por un proceso psicoquímico, el enamoramiento dura once meses y medio. Y después es cuestión de negociar para que dos individuos plenos y con altas autoestimas puedan seguir juntos. Business, eso es, se burlaba Ricardo, porque en eso de la ironía siempre fue un maestro. Hasta en eso era capaz de destruir de formas tan sutiles mi autoestima que con tanto esfuerzo yo lograba construir.

Una vez Rosana, que en esto siempre ha sido más avanzada que yo, se dio cuenta de algo que yo no había notado antes: que yo me había casado con Ricardo para tener los ojos azules que siempre había deseado tener yo misma. Era algo así como la ausencia del falo en la mujer. Una genia, Rosana. Emmanuel Fuentes no, Emmanuel era más bien moreno, como yo, pero desde el primer día que nos conocimos me había dicho que tenía un puesto para mí en su empresa y yo ni hice caso de Rosana que lo del ingeniero era calentura de un día. No era calentura, era enamoramiento, porque me duró casi doce meses. Pero si le hubiese hecho caso a Rosana hoy yo no andaría sola y peleando con abogados la casa de Boca Raton que Ricardo todavía alega que le pertenece porque la compró antes de casarnos.

Pero dejó de pertenecerle todo, incluso el honor de ser hombre, cuando el muy estúpido me dio aquella bofetada. Cuando parecía que todo se iba a arreglar, mejor dicho que él creía que lo iba a arreglar todo con un ramito de flores y un crucero por el Caribe, luego resultó que nos íbamos en el yate de un amigo del jefe de Ricardo, con otro matrimonio que yo apenas conocía. Y no lo dije por mal, pero se me vino a la mente los buenos días que salíamos con Emmanuel en su propio yate, que era como decir en nuestro propio yate; porque sí, no me había pedido formalmente que me casara con él pero ya teníamos una relación muy plena. Sí, esa era la verdad, aunque le doliera, aunque le hiriese su orgullo de macho, porque como dice Rosana el machismo de los hombres los enferma cuando saben que una ha disfrutado con otro más que con ellos.

Así que tenía que decir basta, por mi propia salud mental y mi autoestima. Yo no iba a andar mendigando un lugarcito en un yate cuando tuve el mío propio y cuando supe lo qué era la plenitud de ser mujer en alta mar.

Entonces la discusión derivó en Emmanuel y él empezó a ponerse furioso y me gritó que yo no era ni reina ni princesa, que este es un país republicano donde las mujeres trabajan. A lo cual le pregunté si conocía a alguna mujer que se hubiese ganado un yate trabajando, porque yo sabía que ese tipo de observaciones eran más propias de un ex zurdo como él. Emmanuel me hubiese dicho que sí, claro, que muchas mujeres podían tener un yate si se lo proponían. Aunque no fuese del todo verdad, por lo menos estoy segura que él me hubiese dicho que sí para levantarme la autoestima. Lo que dice mucho de un hombre. Trabajando, claro, y seguro que yo lo hubiese podido hacer si no hubiese sido disminuida sistemáticamente por Ricardo. Pero Ricardo no era Emmanuel y en su cabeza de zurdo y de machista no había posibilidades de que una mujer pudiese ganarse un yate con el solo esfuerzo de su trabajo honesto. Así que respondió aparentando los labios y los dientes. Es decir, se tragó sus propios argumentos. Estaba dolido, porque también en eso había perdido, y perder con una mujer debe ser lo peor para un machista como Ricardo.

Pero si él había perdido, yo no había ganado. Ese día con el regalito del yate prestado, Ricardo logró destruir todo el poco de autoestima que me quedaba y que tantos meses de terapia habían logrado reconstruir. No me puse a llorar como otras veces, porque con el tiempo de vivir con Ricardo aprendí que llorar era inútil. Le dije la verdad, que como hombre sólo servía para instalar programas y por eso yo tenía que recurrir a sus empleados. El plural era una exageración, pero yo estaba muy dolida y él no me creyó. Además, el punto era que yo no echaba de menos el dinero de Emmanuel, que eso era una real calumnia, sino que Emmanuel sí sabía cómo satisfacer a una mujer, porque tenía con qué. Y que otros, con menos dinero que él, también habían tenido con qué, así que no se trataba de que yo fuera una reina interesada en el dinero como él muy sutilmente me quería hacer creer. Y otra vez casi vuelvo con el issue de José. Pero reaccioné a tiempo y no le dije quién ni cómo ni dónde. Me hubiese costado la casa de Boca Ratón. Ricardo siempre andaba con una grabadora digital que era como un lápiz y nadie sabía. Muchas veces le dije que eso era ilegal, pero un opresor siempre tiene sus tretas y lo habría usado en mi contra. Algo que aprendí en este país es que no importa las intenciones sino las palabras. Todo lo que uno diga puede ser usado en tu contra. Por eso antes de entrar al país te preguntan si quieres matar al presidente. Lo que importa es la declaración, no si quieres o no. Lo mismo lo de José y lo de Emmanuel. No importa si lo hice con José o si era verdad todo lo que dije de Emmanuel. Lo que importa es lo dicho. Y escuchar que era menos hombre que Emmanuel y que muchos otros con menos dinero que él fue el final.

Fue cuando me dio aquella bofetada que me hizo temblar las piernas, más por la humillación como mujer que por la fuerza simbólica de su mano, que ni una bofetada bien dada era capaz de dar. Entonces me caí sobre la mesa de luz y tiré la lámpara al piso. Ricardo se asustó y se tiró encima diciéndome que lo perdonara, que no había querido hacerlo, pero ya era tarde. A él no le interesaba que yo me haya caído sobre la mesa de luz sino que no lo denunciara. Pero yo agarré el celular y llamé a la policía. Llamé y luego dije que me perdonara, que no lo había querido hacer. Así que Ricardo, pajarito de mi corazón, conejito de los buenos tiempos idos, no tuvo tiempo de nada más que esperar encerrado en la cochera a que viniese la policía a detenerlo por violencia doméstica, mientras fingía suicidarse con el humo del coche, como en las películas.

Y si el juez no le da muchos meses de cárcel, cosa que dudo porque en este país las leyes se cumplen, al menos su próxima víctima estará alertada de los antecedentes penales de este señor violento. Y porque la ley no alcanza a definir toda la violencia moral ni hay juez que la castigue, yo me encargaré de de que las otras mujeres sepan y aprendan de mi experiencia. Me gustaría que mi caso se supiera, por eso pienso escribir un libro, para que todas las mujeres, y algún hombre, por qué no, que están en mi misma situación sepan cómo defenderse y no toleren nunca ningún tipo de violencia.

Con todo, no será un libro tanto de denuncia como de ayuda. Un libro que también enseñe a perdonar. Aunque mucha gente no alcance a comprenderlo, no le guardo rencor a ese hombre. Yo sé perdonar y como cristiana estoy obligada a perdonar. Como dice Rosana, Ricardo es sólo una víctima de la cultura machista de nuestras sociedades aunque eso no lo haga inocente ni le quite responsabilidades ante la ley. Lo que importa ahora es mirar para adelante y trabajar para sentirme mejor, para realizarme plenamente como individuo y como mujer.

Realmente ahora me siento liberada. He vuelto a nacer. He vuelto a ser mujer, a pintarme con ganas para recuperar el tiempo perdido, a escuchar los piropos de los hombres en las fiestas y en las tiendas, piropos delicados, de esos que te levantan la autoestima después de la catástrofe de un terremoto como me tocó vivir a mí.

 

 

Jorge Majfud

 

Crisis IX

 

Crisis IX


Viernes 6 de marzo. Dow Jones: 6.626

Colma, California. 6:15 PM

El señor Fernando Villa llegó esta tarde, como había prometido. Vino sólo; no quiso que la opinión de su esposa y de sus hijos fuera a precipitarlo en una mala decisión. Le marqué en el mapa donde estaban los Villa y los Fernández Soto y sin decir mucho se fue para allá con su chofer.

La esposa del señor Villa estuvo la semana pasada. Vino con sus lentes negros y su sonrisa tan bonita. Hizo unas preguntas raras, estuvo una hora dando vueltas en su auto y se fue. Se lamentaba que los muertos no podían mudar de residencia cuando el barrio se ponía feo. Quería saber si se podía y le dije que no, que me parecía que no se podía pero eso tenía que consultarlo con un abogado. O consultó o se olvidó, pero no volvió con la historia de mover a su familia del Camino Real, que más que Camino Real, decía, era una autopista como cualquier otra y llena de muertos desconocidos.

No se puede uno andar mudando finados, por algo estos barrios se llaman Eternal Home Cementery, porque son para siempre, le dije, muy respetuosamente. Pero ella me dijo que nada es para siempre y tal vez tenía razón, porque gran parte de la población de Colma vino desplazada por decreto de los cementerios de San Francisco, hace como un siglo, cuando la tierra se puso cara.

Y vaya a saber Dios si un día no se abre la gran falla que está aquí no más a la vuelta y todos estos huesitos terminan desparramados por el mar. En todo caso se joden los habitantes de Pacífica, me dice mi hijo, porque son los que están del otro lado de la falla. Pero yo no me fío que se vaya a hundir sólo la franja de la costa. Si viene el gran temblor vamos a saltar todos.

Mi hijo, que es economista, siempre se ríe de mis temores sobre la falla. Él tiene una visión diferente. Me dice que tal vez no sería tan trágico. Así como se hunden las tierras así también surgen por otro lado. Así que si perdemos Pacífica y una buena rebanada de la península, bien podríamos ganar alguna que otra isla, cuyo valor inmobiliario sería incalculable.

El señor Villa debe ser de la misma opinión. Debería presentarle a mi hijo que siempre soñó con trabajar en Google. Pasa que el señor Villa ahora está para otra cosa. Desde hace meses viene y da vueltas por Colma buscando el lugar ideal. Qué más ideal que estar con sus viejos, le digo a Eusebio, pero pasa que el señor Villa no le gusta el lugar, o no está seguro de la opción, porque siempre hay una mejor opción, y menos después que los Ayala construyeron ese horrible panteón para su hija Lucy con un ángel llorando encima del coffin. Es kitsch, dice. Les faltó pintarlo de dorado, dice. Además la chica aquella tenía unas costumbres que lo espantan al señor Villa. No sé, Eusebio tampoco sabe qué costumbres pero creo que tenía tatuajes hasta en lo que no se nombra y se rapaba para que se le vieran los tatuajes que tenía en la cabeza. Otra loquita de esas que andan por el downtown, pero por ahí no era mala del todo.

En Colma hicimos lo que pudimos por presentarle al señor Villa todas las opciones habidas y por haber y todavía no se decide. Su único consuelo, dice, es que como las opciones son inacabables, siempre va a tener la libertad de elegir algo mejor. El problema es que en ese proceso de elegir la muerte le puede tomar de sorpresa. No digo porque el señor Villa sea viejo, no. No debe pasar de los sesenta. Pasa que cuando uno cumple esa edad, lo digo por experiencia, uno empieza a pensar en la parca, como dice la canción del Serrat. Debe ser lo que le anda pasando al señor Villa y por eso anda buscando un lugar con buena vista.

Cuando supe que la tumba al lado del nicho de la Marilyn Monroe en Los Angeles había sido vendida en más de cuatro millones de dólares enseguida me dije, ese es el señor Villa. Los de Colma sabemos que la tumba de Marilyn es una de las más populares de su cementerio, por lo que tener un nombre y un lugar a su lado tiraría para arriba las ventas de cualquier empresa. El Westwood es chiquito al lado de Colma, una poquita nada, pero hay que reconocer que tiene su plantel de famosos. Además de la Monroe están Dean Martin, Truman Capote y Farrah Fawcett, el ángel que se mudó para allí hace poquito. Dicen que justo arriba de la Monroe, boca abajo, estaba un tal Richard Poncher con una lápida que decía “Al hombre que nos lo dio todo y más”. Pero su viuda decidió sacarlo de allí, no por celos sino porque necesitaba pagar un millón de dólares por la hipoteca de su casa de Beverly Hills. Lo puso a la venta por eBay en medio millón de dólares y zás, bingo. Pero luego resultó que el japonés que la compró se dio cuenta que no tenía el dinero suficiente y la viuda se lo ofreció a los ofertantes que no habían llegado a la desesperación del japonés.

Yo sé que el señor Villa y su esposa son pesos pesados en eBay. Él porque tiene acciones ahí y ella porque es adicta a las compras. Eso me lo dijo Eusebio. Pero al otro día vi llegar al señor Villa y me dije que no. Pero quién sabe, digo yo. Quién sabe si el señor Villa no compró ese nicho al lado de la Monroe y todavía sigue indeciso, buscando algo en Colma, que en realidad es el mejor lugar, a juzgar por el paisaje. Quién sabe si no estará buscando una segunda opción para luego vender la primera. Quién sabe si lo del nicho al lado de la Marilyn no fue más que una inversión.

Quién sabe si en realidad no se trata de un regalo del señor Villa para su esposa. O aquel encima de Marilyn o éste de Colma. Al fin y al cabo a la señora le gustan mucho las señoras. Como tiene tiempo siempre puede pensar en otras opciones. Y el señor Villa prefiere verla junto a otra mujer por toda la eternidad a soportar una aventura más con alguno de sus maestros de gimnasia.

 

Jorge Majfud

 

 

La crisis del becerro de oro

toro! toro! - wall street

toro! toro! – wall street (Photo credit: gepiblu)

המשבר של עגל הזהב

Teología del dinero (IV)

La crisis del becerro de oro

Cuando la hiperrealidad de los símbolos se fractura de la realidad material

Ernesto Sábato alguna vez observó que la sencilla operación de cambiar una oveja por un saco de trigo ya implica un ejercicio de abstracción. También podemos considerar que más tarde la aparición de las primeras formas de dinero, aun antes de la antigua Mesopotamia, materializó esta abstracción e implicó la invención de un Estado implícito.

Desde entonces, el dinero estuvo vinculado a una realidad material. En una última instancia histórica fue el oro. Pero el oro, representado por el dinero, también era una realidad más simbólica que material. No solo porque requería de un acto de fe colectiva sobre su misteriosa existencia en algún banco de Londres o de Estados Unidos sino porque el valor mismo de un lingote de oro como el valor de cualquier moneda o papel financiero es simbólico. En primera instancia depende de la fe colectiva. A su vez, esta fe se garantiza y estabiliza con la fuerza del Estado a través de sus ministerios de economía, de sus aparatos legislativos y judiciales y, en última, de la policía y del ejército.

La diferencia de nuestro tiempo con los tiempos de Hammurabi o de los primero siglos del capitalismo consiste en la progresiva y radical separación entre el símbolo y la realidad, entre el valor que se le atribuye al capital y los bienes de consumo y producción.

El valor abstracto del capital posmoderno ya no representa una realidad —por ejemplo, el número y la calidad de bienes escasos— sino que lo modifica doblemente: por un lado (1) es capaz de modificar la realidad material y por el otro (2) es capaz de decretar por sí sola el valor de esa realidad.

Un ejemplo breve consiste en recordar los valores inmobiliarios en Estados Unidos. En el 2007 existían N casas para N’ personas con un valor A’ en permanente crecimiento. En el 2008 existían las mismas N casas y las mismas N’ personas pero el valor A’’ de las mismas había caído abruptamente al tiempo que un X por ciento de las N’ personas desalojaban sus casas hipotecadas.

¿Qué cambio brusco de la realidad material provocó la caída abrupta del valor A’? Ninguno. La realidad seguía allí, exactamente igual, ciegamente indiferente, pero el valor abstracto de A’ había caído de forma radical. Detrás del cambio de la realidad abstracta, representada por las dramáticas curvas del Down Jones y del Nasdaq, llegaron los cambios en el reino material, primero con la contracción del consumo, luego con la disminución de la producción de bienes y finalmente con la expulsión de los trabajadores.

Las graficas de Wall Street miden la superstición que relaciona el mundo abstracto de los valores y el mundo material de los bienes y servicios. No es una simple expresión del estado de estos últimos, sino la medición del pulso nervioso de los inversionistas que se mueven en este mundo abstracto que estratégicamente se llama “el mundo real”, “el mundo de los hombres pragmáticos”. No es casualidad, porque los mitos sociales siempre se refieren a un fenómeno con nombres que lo contradicen, lo niegan o lo silencian.

Una de las leyes más antiguas de la economía, la ley de la oferta y la demanda, relaciona el valor de algo con el mundo material. Este mundo material está compuesto por bienes (oferta) y necesidades (demanda). Esta ley todavía une el mundo material y el mundo simbólico de una forma estrecha. Ejemplo: durante la escalada del precio del petróleo en la primera mitad de 2008, la explicación y la posible razón del fenómeno derivaban de esta ley. El incremento del consumo industrial de China e India justificaban el precio del barril de petróleo a 145 dólares. Dejemos de lado el factor de la especulación y la manipulación de los precios por parte de las grandes petroleras. De cualquier forma la ley de la oferta y la demanda continuaban relacionando de forma estrecha el precio/valor de un producto a una determinada realidad material. Por entonces dijimos que semejante escalada solo podía ser una burbuja, ya que era difícil imaginar un incremento de la demanda proporcional a la triplicación del precio del petróleo en tan pocos meses.  A partir de la histeria de Wall Street en setiembre del 2008 el precio del petróleo se derrumbó a menos de 40 dólares. Antes lo habían hecho los precios de las casas en Estados Unidos. ¿Qué ocurrió del lado de la realidad material? ¿Un tsunami devastó el veinte por ciento de las casas y mató el cinco por ciento de la población del mundo? No. Ni siquiera el terrible tsunami en Indonesia en el 2004 tuvo el más mínimo efecto en la economía mundial. ¿Algún terremoto movió los cimientos de la industria china? ¿Alguna plaga devastó las siembras en el Midwest? No. ¿Alguna sequía a nivel mundial detuvo la maquinaria de producción de alimentos? No. ¿Algún filosofo infestó el mundo con una ideología anticonsumista que contrajo la demanda de productos inútiles al treinta por ciento? Menos.

Entonces, ¿Qué es lo nuevo sino una ruptura en la relación que suele mantener ligados (1) el mundo material con (2) el reino de la tiránica abstracción del capital? La crisis mundial actual es una crisis de los símbolos —el crédito y los capitales de inversión— que terminó por arrastrar al mundo material a una crisis real. Es lo más parecido a la situación donde el antiguo conquistador europeo, que iba detrás del oro en America o del diamante en África, no solo necesitó de la fuerza bruta para conseguir el objeto de su deseo sino también la fuerza ideológica para imponer al resto del mundo el reconocimiento del valor de esos minerales primero y el reconocimiento de sus representaciones abstractas en forma de dinero papel, de intereses y de deudas impagables más tarde. Pero tanto el dinero como una deuda no valen nada si entre deudor y acreedor no media un reconocimiento implícito y explicito sobre ese valor. Esta relación que une al beneficiado con perjudicado de mutuo acuerdo, normalmente se da de forma implícita e incuestionable, pero en última instancia la relación está garantizada por el Estado que no solo legaliza la relación sino que tiene la facultad de validar al beneficiado en casos en que el perjudicado cuestione el reconocimiento de dicha relación simbólica.

En la crisis actual ese “acuerdo implícito” entre el mundo material y el mundo simbólico se mantiene a pesar de una ruptura entre ambas categorías, entre lo abstracto y lo concreto, entre lo simbólico y lo material. Sin dar noticia de la ruptura, ambas partes buscan desesperadamente su autoregeneración según las leyes y fórmulas anteriores. Es lo que se llama “botton up”, o rebote de las graficas del Down Jones, por ejemplo. Cuando esto ocurra, significará que los inversionistas han vuelto a confiar en el mundo material y los capitales (el agente del mundo simbólico) volverán a fluir hacia dichos templos financieros. Algunos meses después los trabajadores ocuparán nuevos puestos de trabajo, no obedeciendo a las leyes del mundo material sino a las leyes del mundo abstracto, simbólico, que el capitalismo ha fracturado en su desesperada empresa de generar valores materiales. Y todos nos afanaremos por aprender las nuevas leyes del juego en la lucha por no caer fuera del único sistema sin alternativas a la vista dentro de la cultura en la que nacimos —incluido los países que se llaman socialistas, que no conforman un mundo aparte sino una variación dentro del mundo capitalista-financiero.

Como lo bosquejamos en un ensayo anterior, el mundo actual casi no puede ser entendido según el clásico modelo marxista donde la infraestructura (el mundo material) determina o condiciona radicalmente la supraestructura (el mundo simbólico) sino que cada vez más es el mundo simbólico, a través de una tiranía ideológica asentada en los centros de poder financieros, la esfera que hace orbitar el mundo material según sus intereses y necesidades. Una tiranía sistemática, ideológica y monetaria. ¿O no es tiranía la que sufren los trabajadores del mundo, absolutamente a merced del estado de ánimo de los inversionistas, es decir, de los venerados dueños del mundo? No es una tiranía con un rostro personal, amargo y oscuro. Es una tiranía que se expresa con sonrisas en los medios de incomunicación. Una tiranía ideológica que exige el reconocimiento de que el mundo funciona y existe gracias a ella. Una tiranía del mundo simbólico desgarrado del mundo material y del mundo humano. Una tiranía del consumismo y la inestabilidad psicológica. Una tiranía dulce, por momentos orgásmica, pero tiranía al fin.

Jorge Majfud

Lincoln University, marzo 2009.

Milenio (Mexico)

Crisis de los ricos, via crucis de los pobres

Las teorías de la evolución después de Darwin asumen una dinámica de divergencias. Dos especies pueden derivar de una en común; cada tanto, estas variaciones pueden desaparecer de forma gradual o abrupta, pero nunca dos especies terminan confluyendo en una. No existe mestizaje sino dentro de la misma especie. A la larga, una gallina y un hombre son parientes lejanos, descendientes de algún reptil y cada uno significa una respuesta exitosa de la vida en su lucha por la sobrevivencia.

Es decir, la diversidad es la forma en que la vida se expande y se adapta a los diversos medios y condiciones. Diversidad y vida son sinónimos para la biósfera. Los procesos vitales tienden a la diversidad pero al mismo tiempo son la expresión de una unidad, la biósfera, Gaia, la exuberancia de la vida en lucha permanente por sobrevivir a su propio milagro en ambientes hostiles.

Por la misma razón la diversidad cultural es una condición para la vida de la humanidad. Es decir, y aunque podría ser una razón suficiente, la diversidad no se limita sólo a evitarnos el aburrimiento de la monotonía sino que, además, es parte de nuestra sobrevivencia vital como humanidad.

No obstante, hemos sido los humanos la única especie que ha sustituido la natural y discreta pérdida de especies por una artificial y amenazante exterminación, por la depredación industrial y por la contaminación del consumismo. Aquellos que sostenemos un posible aunque no inevitable “progreso de la historia” basado en el conocimiento y el ejercicio de la igual-libertad, podemos ver que la humanidad, tantas veces puesta en peligro de extinción por sí misma, ha logrado algunos avances que le ha permitido sobrevivir y convivir con su creciente fuerza muscular. Y aún así, nada bueno hemos agregado al resto de la naturaleza. En muchos aspectos, quizás en ese natural proceso de prueba y error, hemos retrocedido o nuestros errores se han vuelto exponencialmente peligrosos.

El consumismo es uno de esos errores. Ese apetito insaciable nada o poco tiene que ver con el progreso hacia una posible y todavía improbable era sin-hambre, post-escasez, sino con la más primitiva era de la gula y la codicia. No digamos con un instinto animal, porque ni los leones monopolizan la sabana ni practican el exterminio sistemático de sus victimas, y porque hasta los cerdos se sacian alguna vez.

La cultura del consumismo ha errado en varios aspectos. Primero, ha contradicho la condición antes señalada, pasando por encima de las diversidades culturales, sustituyéndolas por sus baratijas universales o creando una pseudo diversidad donde un obrero japonés o una oficinista alemana pueden disfrutar dos días de una artesanía peruana hecha en China o cinco días de las más hermosas cortinas venecianas importadas de Taiwán antes que se rompan por el uso. Segundo, porque también ha amenazado el equilibrio ecológico con sus extracciones ilimitadas y sus devoluciones en forma de basuras inmortales.

Ejemplos concretos podemos observarlos a nuestro alrededor. Podríamos decir que es una suerte que un obrero pueda disfrutar de las comodidades que antes les estaban reservadas sólo a las clases altas, las clases improductivas, las clases consumidoras. No obstante, ese consumo —inducido por la presión cultural e ideológica— se ha convertido muchas veces en la finalidad del trabajador y en un instrumento de la economía. Lo que por lógica significa que el individuo-herramienta se ha convertido en un medio de la economía como individuo-consumidor.

En casi todos los países desarrollados o en vías de ese “modelo de desarrollo”, los muebles que invaden los mercados están pensados para durar pocos años. O pocos meses. Son bonitos, tienen buena vista como casi todo en la cultura del consumo, pero si los miramos fijamente se rayan, pierden un tornillo o quedan en falsa escuadra. Ahora resulta un exotismo aquella preocupación de mi familia de carpinteros por mejorar el diseño de una silla para que durase cien años. Pero los nuevos muebles descartables no nos preocupan mayormente porque sabemos que han costado poco dinero y que, en dos o tres años vamos a comprar otros nuevos, lo que de paso da más interés y variación en la decoración de nuestras casas y oficinas y sobre todo estimulan la economía del mundo. Según la teoría en curso, lo que tiramos aquí ayuda al desarrollo industrial en algún país pobre. Por eso somos buenos, porque somos consumidores.

No obstante, esos muebles, aún los más baratos, han consumido árboles, han quemado combustible en su largo viaje desde China o desde Malasia. La lógica de “tírelo después de usar”, que es lo más razonable para una jeringa de plástico, se convierte en una ley necesaria para estimular la economía y mantener el PBI en perpetuo crecimiento, con sus respectivas crisis y fobias cuando su caída provoca una recesión del dos por ciento. Para salir de ella hay que aumentar la droga. Sólo Estados Unidos, por ejemplo, destina billones de dólares para que sus habitantes vuelvan a consumir, a gastar, para salir de la locura de la recesión y así el mundo pueda seguir girando, consumiendo y desechando.

Pero esos desechos, por baratos que sean —el consumismo está basado en mercaderías baratas, desechables, que hace casi inaccesible el reciclaje de productos duraderos— poseen trozos de madera, plástico, baterías, caños de hierro, tornillos, vidrio y más plástico. En Estados Unidos todo eso y algo más va a la basura —aún en este tiempo llamado “de gran crisis” por razones equívocas— y en los países pobres, los pobres van en busca de esa basura. A la larga, quien termina consumiendo toda la basura es la naturaleza mientras la humanidad sigue poniendo en suspenso sus cambios de hábitos para salir de la recesión primero y para sostener el crecimiento de la economía después.

Pero ¿qué significa “crecimiento de la economía”, ese dos o tres por ciento que obsesiona al mundo entero, de Norte a Sur y de Este a Oeste?

El mundo está convencido de que se encuentra en una terrible crisis. Pero el mundo siempre estuvo en crisis. Ahora es definida como crisis mundial porque (1) procede y afecta la economía de los más ricos; (2) el paradigma simplificado del desarrollo ha irradiado su histeria al resto del mundo, restándole legitimidad. Pero en Estados Unidos las personas siguen inundando las tiendas y los restaurantes y sus recortes no llegan nunca al hambre, aun en la gravedad de millones de trabajadores sin trabajo. En nuestros países periféricos una crisis significa niños en la calle pidiendo limosna. En Estados Unidos suele significar consumidores consumiendo un poco menos mientras esperan el próximo cheque del gobierno.

Para salir de esa “crisis”, los especialistas se exprimen el cerebro y la solución es siempre la misma: aumentar el consumo. Irónicamente, aumentar el consumo prestándole a la gente común su propio dinero a través de los grandes bancos privados que reciben la ayuda salvadora del gobierno. No se trata solo de salvar algunos bancos, sino, sobre todo, de salvar una ideología y una cultura que no sobreviven por sí solas sino en base a frecuentes inyecciones ad hoc: estímulos financieros, guerras que impulsan la industria y controlan la participación popular, drogas y diversiones que estimulan, tranquilizan y anestesian en nombre del bien común.

¿Realmente habremos salido de la crisis cuando el mundo retome un crecimiento del cinco por ciento mediante el estímulo del consumo en los países ricos? No estaremos preparando la próxima crisis, una crisis real —humana y ecológica— y no una crisis artificial como la que tenemos hoy? ¿Realmente nos daremos cuenta que ésta no es realmente una crisis sino sólo una advertencia, es decir, una oportunidad para cambiar nuestros hábitos?

Cada día es una crisis porque cada día elegimos un camino. Pero hay crisis que son una larga una via crusis y otras que son críticas porque, tanto para oprimidos como para opresores significa una doble posibilidad: la confirmación de un sistema o su aniquilación. Hasta ahora ha sido lo primero por faltas de alternativas a lo segundo. Pero nunca hay que subestimar a la historia. Nadie hubiese previsto jamás una alternativa al feudalismo medieval o al sistema de esclavitud. O casi nadie. La historia de los últimos milenios demuestra que los utópicos solían preverlo con exagerada precisión. Pero como hoy, los utópicos siempre han tenido mala fama. Porque es la burla y el desprestigio la forma que cada sistema dominante ha tenido siempre para evitar la proliferación de gente con demasiada imaginación.

Jorge Majfud

Lincoln University, febrero, 2009.

China: el gran salto hacia adelante

HuoQuan 1962 China

Image via Wikipedia

China: el gran salto hacia adelante

El factor etario

Entre 1958 y 1962 el gobierno de China impuso un paquete de medidas sociales y económicas con el objetivo de modernizar su economía. Las antiguas prácticas agrícolas, el delicado orden económico y cultural que podríamos llamar “econosistema”, fueron modificadas casi por decreto en un intento de industrializar una sociedad agrícola basándose en la teoría de turno sobre las fuerzas productivas. Esta práctica radical se conoció entonces como “El gran salto hacia adelante”.

Se calcula que debido a este gran salto, en tres años murieron de hambre entre 15 y 30 millones de personas. El gobierno de la época, refiriéndose a la sequía que afectó China casi en el mismo periodo, llamó a esta catástrofe “Los tres años de desastres naturales”. La tragedia recuerda una de las frases célebres de Augusto Pinochet para celebrar su golpe de Estado en 1973: “Estábamos al borde del abismo y dimos un paso hacia adelante”.

Hay muchos ejemplos históricos como éste, donde una sola decisión autocrática, casi siempre basada en una teoría de turno y en la fe infinita que algunos líderes se tienen a sí mismos, produjeron tragedias similares.

Claro, también la dinámica del capitalismo incluye una serie conocida de crisis periódicas. En estados Unidos, las recesiones se parecen a las manchas solares que se producen cada once años y están dentro de otro ciclo mayor de leves y peores crisis. Si se trata de un capitalismo periférico, estas manchas no son simple desempleo o descenso del consumo sino que incluyen, con demasiada frecuencia, hambrunas y violencia social. Cuando en Estados Unidos hay crisis económica, la inflación y el dólar bajan junto con la tasa de criminalidad. En los países que antiguamente la izquierda llamaba “del capitalismo dependiente”, la arrogancia del norte clasificaba como “tercer mundo”, los eufemistas decían “en vías desarrollo” y ahora los eufóricos llaman “emergentes”, cuando hay crisis económicas sube la inflación, el dólar y la criminalidad, hasta convertirse en un problema social de primer orden.

Pero el capitalismo está lejos de ser una segunda naturaleza (darwiniana), como pretenden sus ideólogos. Sus gobernantes son casi tan escasos como en un país comunista al peor estilo burocrático y autoritario del siglo XX, aunque no ocupen directamente los gobiernos. Sus lugares naturales son las bolsas de valores, las centrales de inteligencia y los directorios de bancos y de transnacionales. Sus gremios son los temibles lobbies. No presionan en las calles sino en los parlamentos, en los ejecutivos y en la prensa que disemina sus verdades a cambio de apoyo publicitario. La paradoja radica en que la propaganda va en las noticias y las noticias van en la publicidad.

La virtud de la China de hoy (vamos a usar los criterios de éxito definidos por la posmodernidad que todavía nos engloba) consiste en un eclecticismo intolerable para los antiguos modernos del siglo pasado. Aunque veloz, la última etapa de desarrollo de China ha sido producto de una moderación de casi cuatro décadas de comunismo capitalista. Sin las libertades de las democracias burguesas y sin las igualdades del socialismo proletario (dos anacronismos todavía en circulación), la población china fluctúa entre la esclavitud de las factorías administradas por el gobierno o por compañías extranjeras, el mayor acceso a la modernidad de las nuevas generaciones y la euforia de una nueva clase minoritaria de nuevos ricos.

Pero uno de los factores que más ha contribuido a ese desarrollo económico es al mismo tiempo su amenaza más importante: el tamaño de su población, que en términos marxistas funciona como un casi infinito Ejército Industrial de Reserva. Casi infinito no porque sean cientos de millones de desocupados sino por la abismal diferencia de ingresos entre un campesino chino (o indio), potencial obrero citadino, y un obrero en el mundo desarrollado.

Eso en números presentes. En términos históricos no tiene nada de infinito, porque el reloj biológico es el mismo para un país de tres millones que para otro de más de mil millones.

El envejecimiento de la población china, derivado de la política de “un hijo por pareja” podría convertir al gigante ejército industrial en un gigante geriátrico. Aunque esta política afectó a menos de la mitad de la población, estimuló el feminicidio y en los noventa llevó a China a situar su tasa de fertilidad por debajo del nivel de reemplazo.

Advirtiendo que en algunos países la producción de capitales depende (en un porcentaje creciente y, en casos, mayor que rubros como la agricultura o la industria) de la producción intelectual en universidades y en centros de investigación, el gobierno chino ha invertido de forma agresiva en estimular el acceso de su juventud a las universidades. Si bien ha logrado un incremento en el número de matriculas, por otro lado aparece en el horizonte un signo contrario: el número de estudiantes en las escuelas primarias ha descendido de 130 millones a 100 millones en los últimos quince años.

Aunque Estados Unidos tiene la mayor tasa de natalidad del mundo desarrollado (sobre todo entre los conservadores, porque una alta tasa de natalidad suele ir asociada a un modelo patriarcal), tiene un problema semejante al de China, aunque en menor escala. La explosión demográfica posterior a la Segunda Guerra (“baby boom”) también fue parte responsable de las revueltas juveniles y culturales de los sesenta y, consecuentemente, el declive de la rebeldía juvenil en los conservadores años ochenta. No hay que subestimar este factor. El mismo Ernesto Guevara, cerca de sus cuarenta, observaba un grupo de jóvenes entusiastas y concluía que la edad puede significar una diferencia revolucionaria aun mayor que la clase social. Seguramente por este mismo factor y no por su condición física, los ejércitos que van a las guerras están compuestos por una obscena desproporción de jóvenes, adolescentes sin edad para consumir alcohol.

Ahora el retiro de los “baby boomers” es un problema para Estados Unidos. El mismo factor, amplificado, también es la base de una futura crisis en China, más lenta y más seria que una muy probable burbuja inmobiliaria en curso.

A corto plazo, la principal carta china para atenuar esta crisis es también su población: el incremento del consumo interno de la mayoría aún en la pobreza, aún en la esclavitud asalariada de las factorías. El aumento de los sueldos en China atenuará por un tiempo la crisis de su envejecimiento, al mismo tiempo que atenuará en algo el impacto en otros países exportadores. Pero también exportará inflación al resto del mundo.

Y, como de costumbre, detrás de las crisis económicas vendrán los replanteos existenciales.

Jorge Majfud

Junio 2010

Jacksonville University

Milenio (Milenio)

Panama America (Panama)