Bomb, baby, bomb. Rusia, Argentina y México

El 2 de febrero de 2023, la representante republicana del exilio cubano en Miami, María Elvira Salazar, presentó una propuesta de condena a “los crímenes del socialismo”. La conocida cadena de radio y televisión José Martí de Miami (la que desde 1983 produce propaganda ideológica en favor de la libertad del capitalismo y la empresa privada, pero con fondos del gobierno que superan los 30 millones de dólares anuales) tituló: “Cámara de Representantes de EEUU aprueba resolución que denuncia los horrores del socialismo”. De los horrores del capitalismo, varias veces más trágicos, ni una palabra.

El 28 de febrero, esta misma congresista amenazó a la Argentina “en español, para que quede claro” por ejercer su soberanía con el proyecto de una fábrica de aviones con asistencia de China, “haciendo un pacto con el Diablo, que puede tener consecuencias de proporciones bíblicas”, dijo.

Cuando setenta años atrás el presidente democrático e independentista de Argentina J. D. Perón inició la producción de los exitosos aviones Pulqui I y II, produjo la misma alarma. Los Pulqui fueron usados por los militares (viejo brazo armado de la oligarquía criolla) para derrocarlo en 1955. Luego este proyecto de industrialización nacional fue desmantelado por presiones de Washington, que le prometió a la dictadura siguiente aviones más baratos. Sesenta años después, por las mismas razones, desde su púlpito de la Cámara de Representantes, la congresista Salazar levantó dos dedos y sentenció: “Hay dos mundos, el mundo libre y el de los esclavos”.

 La dicotomía mesiánica asume que el mayor destructor de democracias y el mayor promotor de dictaduras amigas del siglo XX, el imperio que se hizo a base de esclavitud, robo de tierras, imposición de su propia voluntad y de guerras alrededor del mundo es, al mismo tiempo, “el Mundo libre”.

Este tipo de arrogancia imperial no es nuevo y ha sido ejercido con fanatismo en este lado del Atlántico desde hace más de dos siglos. Pero ningún fanatismo (sea religioso o político) es posible sin un trabajo persistente de proselitismo y propaganda. Desde el siglo XIX y, sobre todo, a partir de Edward Bernays y del desarrollo de los medios de comunicación masivos en el siglo XX, la creación de opinión pública se convirtió en una industria y en un mercado fríamente calculado. En el siglo XXI, el siglo de las redes sociales y de la inteligencia artificial, poco o nada ha cambiado. La censura de ese “Mundo libre” se sigue ejerciendo como en el “Mundo esclavo” pero con diferencias metodológicas y con el mismo objetivo de siempre: mantener a una micro minoría en el poder político y económico.

Esta representante de 130 mil vecinos de Miami, en nombre de los 320 millones de estadounidenses, asume que los pueblos olvidan qué gobiernos promovieron y financiaron más dictaduras y más golpes de Estados contra naciones soberanas y contra las democracias en el mundo.  

Claro que la señora Salazar no está sola. Más recientemente, el 16 de marzo, el representante republicano por Carolina del Sur, Lindsey Graham, sacudió la idea de una Tercera Guerra Mundial como opción para responder a la ofensa del derribo de un dron militar estadounidense en el Mar Negro. Según Graham, Estados Unidos no se debe limitar a financiar la nueva guerra con cien mil millones de dólares (siempre en nombre del “derecho a la defensa propia”) sino que también debe derribar aviones rusos en represalia por el “atroz ataque” contra nuestro país el que, en realidad, tuvo lugar en el Mar Negro, a miles de kilómetros de distancia y a unos pocos de la frontera rusa, y costó cero vidas estadounidenses. Por aquello de “nos atacaron primero y debemos defendernos”, usado hasta el hastío contra los indios invadidos, contra los mexicanos despojados, contra el inexistente ataque español al Maine y un largo, largo etcétera.

El mismo Graham poco antes había propuesto intervenir en México o usar drones militares “para solucionar” el problema de los carteles y de las drogas. Por su parte, también el representante de Texas, Dan Crenshaw, pidió una autorización para usar la fuerza militar en México contra los carteles de la droga. Como lo indica la historia desde la Doctrina Monroe de 1823, la autorización no se la piden a México, sino a Washington.

El mismo recurso de la fuerza unilateral, esa herencia de la mentalidad esclavista hasta después de la abolición, se definía a sí misma como “la raza libre”, esa misma que se cree justa, divina y democrática cuando no pide ni acepta opiniones de razas, de culturas y de pueblos inferiores. Raza libre por la fuerza de las armas que mantenían a los esclavos aquí y a los “negros pacíficos” en el Patio trasero y en los trópicos allá, bajo la ley del revólver y del cañonero.

Como siempre, los más valientes y patriotas del mundo son aquellos que saben que nunca irán a ninguna guerra, pero algunos de sus donantes ganarán mucho dinero con el viejo negocio de la muerte.

El fanatismo del Destino manifiesto no descansa. Sus votantes, sus creyentes, tampoco pueden ver que existe una solución más simple, más lógica y efectiva que continuar con el negocio de las armas. Ya escribimos sobre esto hace veinte años, pero vamos a insistir. Basta con considerar la ley capitalista de la oferta y la demanda: eliminen o reduzcan el consumo de drogas en Estados Unidos y el problemas del narcotráfico disminuirá hasta su mínimo posible, inevitablemente. El problema es que (1) es necesario invertir en un plan socialista de prevención, trasfiriendo esos millones de dólares de la fallida Guerra contra las drogas hacia las escuelas y los hospitales; (2) el lucrativo negocio de las armas y de los capitales que se transfieren de Estados Unidos a los carteles mexicanos se vería afectado. Así que mejor continuar combatiendo el fuego con más gasolina. Parece mejor acosar a México, algo que ha dejado buenos negocios desde su destrucción en otra guerra inventada en 1836 y en 1846 para extender “la bendición de la esclavitud” bajo banderas falsas… Hasta que terminen por obligar a México a llamar los misiles rusos o chinos, como obligaron a Cuba en 1961 luego de la invasión de Bahía Cochinos. ¿Parece impensable? Bueno, se puede inflar un globo por mucho tiempo, pero no por siempre.

Claro que hay opciones menos dramáticas. Es difícil de imaginar que Donald Trump pueda tomar las mismas posiciones de política internacional que los malos hemos sostenido por décadas, pero el 17 de marzo de este año se produjo un modesto milagro cuando declaró que “debe haber un compromiso total para desmantelar todo el establishment neoconservador globalista que nos está arrastrando perpetuamente a guerras interminables, pretendiendo luchar por la libertad y la democracia en el extranjero, mientras nos convierten en una dictadura y en un país del tercer mundo”.

¿Por qué lo hace? ¿Efecto reacción-a-Ron DeSantis? Puede ser. Pero ese es otro tema que no anula lo que entendemos es una simple y trágica verdad. Sólo por esto, después de 250 años, un ex presidente de Estados Unidos podría tener algún problema con la justicia .

JM marzo 2023.

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¿Es Trump un reloj descompuesto o somos nosotros? (nota al margen)

Es difícil de imaginar que Donald Trump pueda tomar las mismas posiciones de política internacional que hemos sostenido por años (décadas) y por las cuales hemos sido demonizados, pero lo acaba de hacer:

Debe haber un compromiso total para desmantelar todo el establishment neoconservador globalista que nos está arrastrando perpetuamente a guerras interminables, pretendiendo luchar por la libertad y la democracia en el extranjero, mientras nos convierten en un país del tercer mundo y una dictadura del tercer mundo, ¡aquí en casa!” (17 de marzo de 2023)

¿Por qué lo hace? Ese es otro tema que no anula lo que entendemos es una simple y trágica verdad.

Ver nuestro último: «¿Cuándo se decidió la guerra en Ucrania

Salario universal ya

La parábola “No hay que darle pescado a un pobre sino enseñarle a pescar” no sólo es la preferida de los memes de las redes sociales y un instrumento de autocomplacencia cuando uno es un pobre que ha logrado ahorrar tres dólares (empleado o pequeño empresario que se cree miembro del gremio de Elon Musk), sino otro recurso de moralización del capitalismo colonialista que nunca pierde oportunidad de culpar al pobre de su miseria.

Pocos saben cómo pescar mejor que un pobre, pero no debe sorprender, sobre todo cuando aquellos que los odian en secreto los califican como holgazanes en público. Esos holgazanes que construyen nuestras casas, que cultivan y recogen a pleno sol nuestra comida, esos que limpian los baños de nuestras universidades y de los aeropuertos y a los que nadie les dice siquiera gracias. Esos que trabajan como esclavos en trabajos esenciales pero no pueden ir al dentista y deben resignarse a expresar sus modestas alegrías sin dientes. Esos, cuyos hijos no pueden ir al psicólogo ni al psiquiatra y mucho menos comprar las medicinas que los mantenga equilibrados hasta que su cerebro madure a los 25 años y terminan antes, a los 17 o 19 años, en los informativos policiales, en la cárcel y en el desprecio social por haber elegido una vida de crimen y violencia. Esos invisibles, malditos pobres, que mantienen nuestro mundo rico, orgulloso y putrefacto, funcionando al antojo de los orgullosos exitosos y mayordomos del sistema.

La historia contemporánea demuestra que la forma más efectiva de reducir la pobreza y las obscenas diferencias sociales es dando dinero a los pobres. Esto, que provoca la risa unánime, se puede entender si uno le dedica un tiempo mínimo de reflexión. Reducir la pobreza a cualquier precio es lo más económico que tiene una sociedad, la mejor estrategia de desarrollo y lo más justo desde cualquier punto de vista. La pobreza no deriva de una raza, de un síndrome o de una carencia cultural. Deriva, profundamente, de las reglas y de un orden social establecido por una historia y, sobre todo, por las clases dominantes que controlan los recursos, la economía, la política y la narración de su realidad creada y deseada por medio de los medios.

Cada vez que un gobierno de América Latina propuso alguna reforma agraria o la nacionalización de sus recursos naturales, con pocas excepciones (como la nacionalización del petróleo mexicano en 1938), siempre terminó en un golpe de Estado promovido por Washington y las grandes corporaciones. No hace mucho, cuando el presidente de Bolivia, Evo Morales expulsó a los semidioses del FMI y propuso que el país se hiciera cargo de sus propios negocios, fue acusado de dictador. Para peor, su partido político incluía la palabra socialismo. Los números de la economía y la realidad social le dieron la razón al “indio ignorante y dictador” (cito, porque es lo que debí escuchar más de una vez de visitantes bolivianos en mi oficina en la Jacksonville University), algo que los de arriba nunca le perdonaron. Lo mismo podíamos decir del presidente de Brasil, Lula da Silva, quien entre 2003 y 2010 sacó a 30 millones de brasileños de la miseria económica y redujo la desnutrición infantil a la mitad, dándole cheques (canastas) a los pobres.

 Pero cada vez que un líder de algún país del Sur Global (de las excolonias) propone una redistribución de la riqueza por simple justicia y desarrollo social, es automáticamente demonizado como “dictador socialista”. Irónicamente, aquellos países o estados nacionales que más demonizan esta idea de redistribución de los recursos son los que más la practican. Consideremos Arabia Saudita y otros países petroleros, ultraconservadores, cuyos habitantes reciben subsidios directos de la explotación de sus recursos nacionales, considerados “recursos comunes”. Consideremos el caso de Alaska, bastión radical de la derecha estadounidense. Sus ciudadanos reciben un salario de sus recursos de petróleo, sólo por vivir allí.

La propuesta del Salario Universal, desacreditada por neoliberales y corporaciones, ha sido criticada como una idea que promovería la holgazanería. Lo que llamamos holgazanes suelen ser individuos con necesidades especiales que no han sido asistidos por la sociedad para lograr una vida más plena y productiva. Ya explicamos estos efectos inversos del Salario Universal en otro espacio.

Eso no quiere decir que “los zánganos” tengan los mismos derechos que aquellos que se esfuerzan. (Me refiero a los holgazanes de las clases bajas y no a los de las clases altas, porque nadie necesita ampararse en derechos cuando le sobran privilegios.) El Salario Universal no elimina el principio basado en méritos personales, ni la característica intrínseca del ser humano por la cual la abrumadora mayoría de cualquier sociedad tiende a crear y producir cosas nuevas. Asumir que los seres humanos nos movemos sólo por intereses económicos y de acumulación ilimitada de riquezas es asumir una concepción simplificada y deshumanizada de la condición humana. Condición que ha sido corrompida por la cultura capitalista, mercantilista y utilitaria.

La propuesta de un Salario Universal tiene un antecedente contradictorio y paradójico. Durante la Segunda Guerra mundial, Juliet Rhys-Williams, política del Partido Liberal (por entonces la izquierda en Inglaterra), propuso un “impuesto negativo” por el cual todos aquellos quienes tuviesen un ingreso por debajo de una línea mínima de subsistencia deberían recibir un subsidio en relación inversa a su ingreso. Es decir, si consideramos una curva de ingresos ascendentes y la atravesamos con una recta horizontal definiendo un mínimo de subsistencia, todos aquellos que queden por debajo de la recta deberían recibir tanto como sea necesario para alcanzar el mínimo, mientras los demás deberían pagar tanto más cuanto más altos sean sus ingresos. En su libro Where Do We Go from Here: Chaos or Community? (1967), el socialista Martin Luther King había entrevisto la solución: “Debemos crear pleno empleo o crear ingresos. Estoy convencido de que el enfoque más simple demostrará ser el más efectivo: la solución a la pobreza es abolirla directamente mediante una medida ahora ampliamente discutida: el ingreso garantizado”.

Esta idea fue retomada décadas después por uno de los ideólogos del capitalismo neoliberal, Milton Friedman, y por el presidente Richard Nixon. ¿Por qué este repentino gesto de ternura, cuando otros de su mismo signo ideológico, como la escritora de novelas panfletarias Ayn Rand eran partidarios del egoísmo moral? Octavio Paz escribió que la derecha no tiene ideas sino intereses. Sin embargo, cuando de vez en cuando en la derecha aparece alguien que parece un intelectual, no faltan los capitales ni el aparato de los grandes medios para promocionarlo. Rand tuvo varios declarados admiradores en la política, como el influyente director de la reserva federal, Alan Greenspan, uno de los arquitectos de la desregulación bancaria que sembró diversas crisis en el imperio más poderoso del mundo.

El capitalismo agoniza. El mayor problema es que, como el feudalismo, agonizará por muchas generaciones.

Mientras tanto, podemos adelantarnos un poco al siglo XXII y comenzar por los cambios.

JM, marzo 2023

Quand la guerre en Ukraine a-t-elle été décidée ?

Le 22 novembre 2021, Washington annonce la fin de la guerre en Afghanistan. Après vingt ans d’occupation continue, des centaines de milliers de morts, l’augmentation du trafic d’opium ; onze ans après la mort officielle d’une des créatures de la CIA, Oussama ben Laden, Washington a retiré la quasi-totalité de ses troupes opérationnelles du pays.

L’urgence soudaine, après deux décennies de retard, a créé le chaos : non seulement le pays a été laissé aux ennemis supposés, les talibans (autre spin-off des moudjahidines, terroristes développés par la CIA), mais ils ont aussi été laissés en cadeau Des millions de dollars en équipement militaire, des chars de guerre aux munitions de toutes sortes.

Le chaos et l’urgence mystérieuse ont été visualisés dans le désespoir des collaborateurs et des nouveaux réfugiés, un déjà-vu du Vietnam, une autre défaite historique pour la plus grande puissance militaire du monde. Les images de personnes essayant d’escalader les murs de l’aéroport de Kaboul, de familles remettant leurs enfants aux marines sacrifiés pour être sauvées du mal, sont un genre historique de propagande médiatique qui annule toute vision critique de la réalité. Pour l’illustrer, il suffirait de republier les articles de l’anti-impérialiste Marx Twain, répondant au poème de Rudyard Kipling, « Le lourd fardeau de l’homme blanc », viralisé en 1899 sur ordre de Théodore Roosevelt.

Le 31 décembre, le Wall Street Journal demandait : « Qui a gagné en Afghanistan ? Le même article répondait : « entrepreneurs privés ». Washington a dépensé 14 billions de dollars [14 billions, plus de sept fois l’économie du Brésil] sur deux décennies. Ceux qui en ont profité sont les principaux fabricants d’armes et d’autres hommes d’affaires.

Après la déroute importante en Afghanistan, nous avons publié quelque chose qui devient de plus en plus clair : la seule chose à laquelle nous pouvions nous attendre, c’est une autre guerre. Quelle autre raison, sinon, pourrait être à l’origine d’un changement désespéré de stratégie et d’un net réalignement des forces ? Les guerres sont une grosse affaire pour les entreprises privées, mais les gouvernements doivent fournir des tsunamis d’argent, en plus de planifier une défaite qui peut être vendue comme une victoire – et en dehors des raisons géopolitiques, bien sûr.

Le 24 janvier 2022, un mois avant l’invasion russe de l’Ukraine, nous avions insisté sur un autre article (« New Enemy Wanted ») qui « après le nouveau fiasco militaire en Afghanistan, et après une telle fortune investie par Washington dans des compagnies de guerre, chez les marchands de mort, il est urgent de trouver un nouvel ennemi et un nouveau conflit. Avant une plus grande aventure avec la Chine, le choix est clair : continuer à violer les traités de l’OTAN [la promesse] de non expansion des armements vers l’Est, faire pression sur la Russie pour qu’elle réagisse en déployant son armée à la frontière avec l’Ukraine, puis, l’accuser d’essayer de envahir le pays voisin. N’est-ce pas exactement l’histoire des traités signés avec les Indiens depuis le XVIIIe siècle ? Cela n’a-t-il pas été exactement l’ordre et la méthode d’action sur The Wild Frontier ? Les traités avec d’autres peuples ont servi à gagner du temps, à consolider une position (forte, basse) ».

Un an plus tôt, en janvier 2021, le département d’État avait déjà menacé de sanctions les entreprises européennes si leurs gouvernements continuaient à construire Nord Stream II. «Nous informons les entreprises du risque qu’elles courent et nous les invitons à se retirer de l’accord avant qu’il ne soit trop tard», selon une source gouvernementale (Reuters, 12 janvier). Ce projet de 11 milliards de dollars aurait signifié du gaz naturel bon marché pour l’Europe, mais il allait nuire à l’Ukraine en perdant des redevances pour les droits de faire passer des pipelines plus anciens à travers son pays.

En septembre de la même année, des fuites du Nord Stream II ont été signalées en mer Baltique, juste après la fin des travaux. Selon la Suède et le Danemark, «quelqu’un l’a délibérément bombardé», mais la presse occidentale grand public l’a à peine rapporté et, lorsqu’elle l’a fait, l’a décrit comme «un mystère» dont le principal suspect était la Russie, la principale victime. Une ressource de guerre médiatique classique, celle que la Maison Blanche elle-même a soutenue. En novembre, le procureur suédois Mats Ljungqvist a signalé la découverte de restes explosifs et les services de sécurité suédois ont confirmé qu’il s’agissait d’un sabotage.

Peu de temps après le début de la guerre en Ukraine, la censure des médias a commencé des deux côtés et avec des techniques différentes. Des médias comme Le Monde de Paris (« En Amérique latine, les accents pro-Poutine de la gauche ») ont donné à Ignacio Paco Taibo et moi des exemples d’une gauche latino-américaine qui blâme l’OTAN pour la guerre parce que, selon cette technique bien connue de diabolisation et de disqualification psychologique, on blâme tout ce qui vient de Washington. Ce qui n’est pas vrai, car les «intellectuels de gauche» comme moi soutiennent tous les projets sociaux aux États-Unis et nous pensons que ce pays obtiendra la paix lorsqu’il se réveillera de ses cauchemars de guerre et d’argent. Nous ne soutenons pas le business de la guerre et son puissant bras médiatique.

Mon avis n’est pas pertinent, mais les attaques sont importantes et symptomatiques. Je n’ai jamais manqué de préciser que je ne soutenais pas une invasion de l’Ukraine par Moscou, par simple principe : je ne peux soutenir aucune guerre, encore moins préventive. Peut-être pour cette raison, après plus d’une décennie de collaboration fréquente avec RT TV, nous n’avons plus jamais fait d’interviews. D’autre part, la mise en garde contre la puissante propagande de guerre occidentale et l’espace inexistant accordé à ceux qui critiquent et blâment l’OTAN, est une autre forme de censure, très efficace, classique du soi-disant «Monde libre».

La plus grande menace pour le peuple américain, ce sont les propriétaires des États-Unis (mégacorporations, politiciens mégalomanes, médias kidnappés, et ce que le président et le général Eisenhower ont appelé en 1961 «le danger du complexe militaro-industriel») et leurs heureux esclaves (amoureux du armes et guerres, toxicomanes fanatiques, capitalistes sans abri mais évangélisés).

Le 8 février 2023, le journaliste Seymour Hersh a publié son article bien connu déclarant que le sabotage du Nord Stream en 2022 était une opération de la CIA. La Maison Blanche l’a qualifié de « pure fiction », malgré le fait qu’exactement un an plus tôt, le président Biden avait averti que « si la Russie envahit… il n’y aura plus de Nord Stream II ; on s’en occupera.» Sept mois plus tard et cinq avant la guerre, les tuyaux du Nord Stream II ont de nouveau explosé.

Le retrait urgent et chaotique d’Afghanistan était-il lié au sabotage contre le Nord Stream II ? Je n’ai ni preuves ni doutes. Dans trente ans, seront déclassifiés les documents qui prouvent que Washington et la CIA avaient déjà la guerre en Ukraine dans leurs plans et avaient besoin de déplacer les ressources de plusieurs milliards de dollars du pays de l’opium vers une nouvelle guerre qui vise à accaparer la Chine, une autre ennemi inventé avant qu’il n’existe

Comme toujours, au nom de la Paix, de la Liberté et de la Démocratie.

Jorge Majfud, mars 2023

¿Cuándo se decidió la guerra en Ucrania?

El 22 de noviembre de 2021, Washington anunció el fin de la guerra en Afganistán. Luego de veinte años de ocupación continua, de cientos de miles de muertos, del incremento del tráfico de opio; luego de once años de la muerte oficial de una de las creaturas de la CIA, Osama bin Laden, Washington retiró casi todas sus tropas operativas del país.

La repentina urgencia, luego de una demora de dos décadas, generó un caos: no sólo se le dejó el país a los supuestos enemigos, los Talibán (otra derivación de los muyahidín, terroristas desarrollados por la CIA) sino que también se les dejó de regalo millones de dólares en equipamiento militar, desde tanques de guerra hasta municiones de todo tipo.

El caos y la misteriosa urgencia se visualizó en la desesperación de los colaboradores y de los nuevos refugiados, un déjà vu de Vietnam, otra derrota histórica de la mayor potencia militar del mundo. Imágenes de gente desesperada tratando de trepar los muros del aeropuerto de Kabul, de familias entregando a sus hijos a los sacrificados marines para que sean rescatados del mal, son un género histórico de la propaganda mediática que anula cualquier mirada crítica de la realidad. Para ilustrarlo, bastaría con republicar los artículos del antimperialista Mark Twain, respondiendo al poema de Rudyard Kipling, “La pesada carga del hombre blanco”, viralizado en 1899 por orden de Theodore Roosevelt.

El 31 de diciembre, el Wall Street Jornal se preguntó: “¿Quién ganó en Afganistán?” El mismo artículo contestaba: “los contratistas privados”. Washington gastó 14 billones de dólares [14 trillions, más de siete veces la economía de Brasil] durante dos décadas de guerra. Quienes se beneficiaron van desde los principales fabricantes de armas hasta los empresarios”.

Luego del significativo desbande de Afganistán, publicamos sobre algo que va quedando cada vez más claro: lo único que podíamos esperar es otra guerra. ¿Qué otra razón, si no, podría estar detrás de un desesperado cambio de estrategia y una clara realineación de fuerzas? Las guerras son un gran negocio para las corporaciones privadas, pero los gobiernos deben proveer de tsunamis de dinero, aparte de planificar una derrota que se pueda vender como victoria―y parte de las razones geopolíticas, claro.

El 24 de enero de 2022, un mes antes de la invasión rusa a Ucrania, insistimos en otro artículo (“Nuevo enemigo, se busca”) que “tras el nuevo fiasco militar en Afganistán, y tras semejante fortuna invertida por Washington en las compañías de la guerra, en los mercaderes de la muerte, es urgente encontrar un nuevo enemigo y un nuevo conflicto. Antes de una aventura mayor con China, la opción es clara: continuar violando los tratados [la promesa] de no expansión armamentística de la OTAN hacia el Este, presionar a Rusia para que reaccione desplegando su ejército en la frontera con Ucrania y, acto seguido, acusarla de intentar invadir el país vecino. ¿No ha sido exactamente ésta la historia de los tratados firmados con los indígenas estadounidenses desde finales del siglo XVIII? ¿No ha sido exactamente este el orden y el método de actuación sobre La Fontera Salvaje? Los tratados con otros pueblos han servido para ganar tiempo, para consolidar una posición (fuerte, base)”.

Casi un año antes, en enero de 2021, el Departamento de Estado ya había amenazado a las compañías europeas con sanciones si sus gobiernos continuaban con la construcción del Nord Stream II. “Estamos informando a las empresas sobre el riesgo que corren, y las invitamos a retirarse del acuerdo antes de que sea demasiado tarde”, informó una fuente del gobierno, según Reuters del 12 de enero. Este proyecto de 11 mil millones de dólares hubiese significado gas natural extremadamente barato para Europa, pero iba a perjudicar a Ucrania con la pérdida de las regalías por los derechos de atravesar su país con oleoductos más antiguos.

En setiembre de ese año, en el Mar Báltico se reportaron fugas del Nord Stream II, apenas finalizadas las obras. Según Suecia y Dinamarca, “alguien lo bombardeó de forma deliberada”, pero la gran prensa occidental apenas lo reportó y, cuando lo hizo, lo calificó como “un misterio” cuyo principal sospechoso era Rusia, el principal perjudicado. Un recurso de guerra mediática clásico, el que la misma Casa Blanca apoyó. En noviembre, el fiscal Mats Ljungqvist informó sobre el descubrimiento de restos explosivos en el lugar y el Servicio de Seguridad de Suecia confirmó que se había tratado de un sabotaje.

Poco después de iniciada la guerra en Ucrania, comenzó la censura mediática de ambos lados y con técnicas diferentes. Medios como Le Monde de París (“En Amérique latine, les accents pro-Poutine de la gauche”) nos pusieron a Paco Ignacio Taibo y a mí como ejemplos de una izquierda latinoamericana que culpa a la OTAN de la guerra porque, según esta conocida técnica de demonización y descalificación psicológica, nosotros le echamos la culpa a todo lo que procede de Washington. Lo cual no es verdad, porque “intelectuales de izquierda” como yo apoyamos todos los planes sociales en Estados Unidos y creemos que este país alcanzará la paz cuando despierte de sus pesadillas bélicas y monetarias. No apoyamos el omnipresente negocio de la guerra y su poderoso brazo mediático.

Mi opinión es irrelevante, pero los ataques son significativos y sintomáticos. Nunca dejé de aclarar que no apoyaba una invasión de Moscú a Ucrania, por mero principio: no puedo apoyar ninguna guerra, menos preventiva. Tal vez por eso, luego de más de una década de colaboración frecuente con RT TV, no volvimos a concretar ninguna entrevista. Por el otro lado, advertir de la poderosa propaganda bélica occidental y el inexistente espacio otorgado a quienes critican y responsabilizan a la OTAN, es otra forma de censura, muy efectiva, clásica del llamado “Mundo libre”.

La mayor amenaza para el pueblo estadounidense son los dueños de Estados Unidos (megacorporaciones, políticos megalómanos, medios secuestrados, y lo que el presidente y general Eisenhower llamó en 1961 “el peligro del Complejo Militar Industrial”) hasta sus esclavos felices (amantes de las armas y de las guerras, fanáticos drogadictos, sin techo pero evangelizados capitalistas).

El 8 de febrero de 2023, el periodista Seymour Hersh publicó el ya conocido artículo afirmando que el sabotaje del Nord Stream en setiembre de 2022 fue una operación de la CIA. La Casa Blanca lo calificó como “pura ficción”, a pesar de que exactamente un año antes el presidente Biden había advertido que “si Rusia invade… ya no habrá Nord Stream II; nos encargaremos de eso”. Siete meses después, explotaron otra vez las tuberías del Nord Stream II.

¿La urgente y caótica retirada de Afganistán estuvo relacionada con los sabotajes contra el Nord Stream II? No tengo pruebas ni dudas. En treinta años se desclasificarán los documentos que prueban que Washington y la CIA ya tenían en sus planes la guerra en Ucrania y necesitaban mover los multibillonarios recursos desde el país del opio a una nueva guerra que tiene como objetivo arrinconar a China, otro enemigo inventado antes de que exista.

Como siempre, en nombre de la Paz, la Libertad y la Democracia.

JM, marzo 2023

El rol de los Estados en el progreso tecnológico

Me parece muy interesante el libro de Mariana Mazzucato «El Estado Emprendedor» (The Entrepreneurial State, 2013), ampliamente citado por políticos españoles como Íñigo Errejón y, más recientemente, Cristina Fernández en Argentina. (Una serie de libros mediocres y apurados intentaron refutarla desde entonces).

También sería de justicia recordar que mucho antes Noam Chomsky propuso esas mismas ideas (prácticamente sin variaciones) y las discutimos allá por 2009 en Princeton U y en el MIT—finalmente incorporadas en el libro “Ilusionistas” (2012) y más recientemente “Sin Azúcar” (2022).

La prisión sin muros

A principios de siglo, dos cosas me llamaban la atención de mis nuevos estudiantes en Georgia y luego en Pensilvania. Primero, la fe como principal instrumento de juicio. Lo segundo se refería a un sobreentendido: cada vez que los estudiantes leían una obra de ficción, sus análisis consistían en deducir qué había querido decir el autor y qué quería que sus lectores hicieran.

Una vez perdí la paciencia: “no sabemos qué estaba pensando el autor mientras escribía esta obra, pero es muy probable que le importase un carajo lo que pudiésemos pensar nosotros; ahora, si le importaba, igual podemos leerlo sin que nos importe”. El arte (como la ciencia desde otro punto de vista) explora, expone la infinita complejidad humana, incluidos los conflictos morales y políticos, pero no tiene por qué ser un texto religioso, moralista o proselitista. 

Ambas actitudes intelectuales debían proceder del entrenamiento de los lectores, de los individuos en las iglesias a la que casi todos asistían cada domingo desde niños. En el caso de un texto como la Biblia, el Corán o la Torá, es razonable pensar que los lectores busquen “lo que quiso decir el autor” y “qué quiere él de nosotros”―y que se odien unos a otros por las interpretaciones.

Este entrenamiento intelectual debió migrar de las iglesias hacia la política e intenta hacerlo ahora a la educación con todo tipo de leyes aprobadas para limitar la libertad de cátedra en nombre de la libertad.

¿Cómo se entiende esta contradicción? De la misma forma, el sistema esclavista combinaba el amor cristiano y la explotación de millones de hombres y mujeres condenados por el color de su piel. Si consideramos que las modernas corporaciones son la continuidad de los amos esclavistas y los trabajadores que se alquilan por un salario son casi una copia de los esclavos indenture del siglo XIX, la transición a un Jesús capitalista y protector de los millonarios es un proceso simple y hasta natural. 

Hay dos motores culturales: uno es la cultura consumista que procede del capitalismo corporativo y el otro es la tradición religiosa que le exige fe incondicional al creyente―al consumidor, al votante. Alguien podría decir que cristianismo y capitalismo son contradictorios y, si vamos a los orígenes, lo es. Sin embargo, ambos han funcionado de la mano. El casamiento entre política y religión se ha dado siempre a lo largo de la historia. La lógica radica en que las elites en el poder, quienes dominan la economía y las finanzas, deben administrar también la política, y sin una gran narración ese dominio es muy frágil y limitado. A diferencia de un cuento, de una novela o de una obra de teatro, es una ficción que pretende no serlo.

Cuando aparece una narrativa que diputa una hegemonía, inmediatamente es demonizada, por lo general invirtiendo realidad y ficción a conveniencia. Si los estudiantes universitarios se encuentran embrutecidos por la propaganda corporativa y consumista, embrutecidos por la indiferencia hacia lo que llamamos “la cultura radical”, ¿qué esperar del resto de la población?

 Este fenómeno pudo haber nacido en Estados Unidos, como muchos otros tics culturales, pero es fácilmente observable en otras regiones del mundo. Bastaría con mencionar un ejemplo: se acusa de gramscianos a los profesores de izquierda como si su objetivo fuese derrocar todo un sistema inoculando ideas en la juventud. De la misma forma, se acusa a los marxistas de “promover la lucha de clases”. Esto es el resultado de la falta de una cultura mínima y una abundancia de medios. Los influencers, resultados de esta fórmula (medios ricos, contenidos pobres) ahora devenidos en políticos, necesitan teléfonos de cinco cámaras para grabar su vacío interior.

Gramsci explicó la importancia de los medios en la consolidación de la ideología dominante. Es decir, lo que es. Lo que existe, en una sociedad capitalista (la creación de “sentido común” de la clase dominante). Antes, Marx explicó la dinámica del conflicto de clases (más materialista, menos gramsciano). Es decir, lo que es. Lo que existe, en una sociedad capitalista. La aceleración del proceso natural de las contradicciones capitalistas fue una idea de Lenin y del bolchevismo, luego adaptada por Ernesto Che Guevara al contexto de una larga tradición de muchas dictaduras militares y de algunas democracias bananeras en América Latina.

Recientemente, en una clase sobre los años 50 en América Central y el Caribe, noté que ninguno de mis estudiantes tenía alguna idea de qué es eso del marxismo. Me tomé quince minutos para ensayar una introducción básica sobre el materialismo dialéctico que explica diversos procesos históricos en Estados Unidos, el comunismo como etapa previa del anarquismo, etc.

 Al terminar mi resumen noté que nadie se atrevía a preguntar más, como si hubiesen sido obligados a participar de una sesión con el demonio. Unos cuantos teléfonos me apuntaban. Nunca sabré qué uso le habrán dado, pero espero que hayan aprendido algo. Recordé lo que hace un par de años un general estadounidense (Mark Milley) dijo en el Congreso donde declaraba: “He leído a Mao Zedong. He leído a Karl Marx. He leído a Lenin. Eso no me hace comunista”. Recordé que una de las primeras aproximaciones que tuve del pensamiento marxista fue en la Facultad de Arquitectura de Uruguay. El profesor de economía, Claudio Williman, era un abogado experto en marxismo. No era marxista sino un político del Partido Blanco, el partido conservador de Uruguay. Ahora, gente así está demonizada, paradójicamente en lo que se llama democracia. En Estados Unidos hay que ir a alguna universidad especializada en estos temas para aprender sobre un clásico de la economía mundial. 

A eso se ha reducido la educación: no pocos tienen miedo de leer algo que pueda hacerles temblar la fe. De ahí tantas prohibiciones de libros y de cursos de historia no oficial por parte de los libertarios. Aquellos que intentan ver el mundo desde un ángulo diferente son acusados de enemigos de la libertad.

Recientemente, la profesora Brooke Allen publicó en el WSJ un artículo sobre sus clases en una prisión. Luego de lamentarse por el nivel intelectual de la nueva generación de estudiantes universitarios, escribió: “[Los presos] contrastan con los estudiantes universitarios de hoy. Estos hombres leen cada tarea dos o tres veces antes de ir a clase y luego toman notas. Algunos de ellos han estado encarcelados durante 20 o 30 años y no han parado de estudiar (…) Una gran proporción de ellos son negros y latinos, y aunque no les gusten las ideas sobre la raza de David Hume o de Thomas Jefferson, quieren leer a esos autores de todos modos. Quieren participar de la conversación centenaria que ha producido nuestra civilización”.

Los prisioneros están afuera, en la prisión sin muros.

JM, marzo 2023.

No son comunistas, pero son negros

Puerto Príncipe, Haití. 30 de enero de 1986—El presidente Ronald Reagan le niega asilo a uno de sus dictadores amigos, Jean-Claude Duvalier, pero le ofrece encontrarle una salida segura a otro país. Confiados en un reporte de la CIA, el que aseguraba haber visto a la familia Duvalier dirigirse al aeropuerto, Washington anuncia la remoción del líder haitiano como si no tuviese nada que ver en el asunto. Pero Baby Duvalier, enredado entre las rebeliones de su pueblo y los caprichos de su bella esposa, por alguna razón cambia de opinión, vuelve al palacio presidencial y se queda por una semana más, hasta que el 7 de febrero debe volar a París con los restos del botín familiar.

Para Duvalier hijo, todo comenzó con la crisis del cerdo negro siete años atrás. Para el pueblo haitiano, todo comenzó siglos antes. La crisis del cerdo negro tiene múltiples antecedentes, sólo en este siglo. Sin contar con las matanzas de los marines que intentaban poner orden en un país de rebeldes cacos y de negros ingobernables, las recetas para el éxito económico de las grandes corporaciones y de los expertos del Norte dejaron otro tendal de muertos en la isla a lo largo de largas décadas.

En 1929, por ejemplo, un informe del jefe de American Service Technique había reconocido que los campesinos haitianos cultivaban algodón de una forma más efectiva que las grandes plantaciones estadounidenses. Los campesinos no aplicaban ningún método científico, sino la acumulación de experiencia de sus antepasados, experiencia y métodos que los superiores hombres blancos se negaban a considerar siquiera. Sin embargo, para suplir la demanda del mundo desarrollado, decenas de miles de haitianos fueron enviados a Cuba y a República Dominicana para trabajar como asalariados, lo que significó un abandono de sus tierras y de sus tradiciones para convertirse en empleados dependientes de las grandes compañías internacionales. Luego de un breve período de prosperidad económica, todo se derrumbó como un castillo de naipes cuando los vientos del mercado internacional cambiaron de un día para el otro. Como suele ocurrir en cada crisis económica, la gente siempre encuentra culpables entre aquellos que pueden ver con sus propios ojos y, sobre todo, cuando el enemigo parece venir de abajo, son feos, visten mal y parecen peligrosos. Si los de abajo parecen extranjeros, aún peor. En 1937, otro dictador puesto y apoyado por Washington en República Dominicana, Rafael Trujillo, ordenó la matanza de 30.000 haitianos que habían sido acusados de robar el trabajo a los dominicanos. Esta matanza hizo olvidar los asesinatos de haitianos disconformes a manos de los marines estadounidenses, por lo que en el congreso de Washington se levantaron algunas voces de protesta, hasta que Trujillo las hizo callar con algunas donaciones de cientos de miles de dólares y el pago de publicidad en el New York Times.

En 1944, por decisión de la Société Haïtiano-Américane de Développement Agricole (SHADA), las mejores tierras de Haití fueron obligadas a producir sisal y caucho para la guerra en Europa, lo que no sólo desplazó a otros 40.000 campesinos sino que, cuando la guerra se terminó, las tierras quedaron inutilizadas para aquellos que retornaron sin poder siquiera reconocer el paisaje que dejaron las exitosas corporaciones. Un memorandum del 30 de junio de 1952 firmado por William B. Connett, concluirá: “This program was a failure (este plan resultó un fracaso)”. Solo otro error.

Historias semejantes, alfombradas de muertos sin importancia, habían completado la saga de la familia Duvalier. Ahora, un nuevo acto de surrealismo golpea al pueblo haitiano. En 1978, para prevenir cualquier brote de fiebre porcina detectado en República Dominicana, los expertos del Norte habían recomendado la matanza de un millón de cerdos negros en Haití, la cual se intensificó en 1982 cuando la amenaza ya había sido declarada bajo control. Por los primeros cien mil cerdos, los campesinos más pobres no recibieron ninguna compensación. Aunque este plan les costó a la OEA y a Washington 23 millones de dólares (de los cuales solo siete millones llagarán a algunos perjudicados en forma de compensaciones), para los haitianos, la desaparición de cerdos negros significó la pérdida de 600 millones dólares y de una forma de vida propia. Gracias al maravilloso plan, las compañías estadounidenses y canadienses, a salvo de cualquier histeria anti consumista, pudieron continuar cubriendo la demanda de carne de cerdo. Según la University of Minnesota, si la enfermedad hubiese alcanzado el mercado estadounidense, el país habría perdido hasta cinco mil millones de dólares —el país o las corporaciones.

Pero la enfermedad de los cerdos negros de Haití no se transmitía a los humanos ni a otros animales. Incluso, según los especialistas, convenientemente preparada podía ser consumida sin problemas. Por siglos, los cerdos negros se habían adaptado a las condiciones de la isla, mientras que el plan de sustitución de los expertos de Washington requería que los nuevos cerdos de Iowa fueran cuidados mejor que los mismos campesinos podían cuidar a su propios hijos. Los cerdos de Iowa, más blancos y más gordos que los tradicionales cerdos negros, solo podían beber agua filtrada. Las malas lenguas de aquel país aseguraban que también necesitaban aire acondicionado para sobrevivir al calor de la isla.

En Haití, el valor de un solo cerdo negro equivalía a dos años de educación de un niño. Para los campesinos y para los haitianos pobres, esta matanza fue peor que un terremoto. La lógica del mundo racional y desarrollado fracasó con resultados trágicos. Trágicos para los otros, no para sus grandes compañías. El desempleo escaló hasta el 30 por ciento, la economía entró en recesión y la deuda externa pasó de 53 a 366 millones de dólares. La pobreza aumentó al mismo tiempo que aumentaba la riqueza de las cien familias más ricas de Port-au-Prince. También aumentó la dependencia del país con Estados Unidos a través de sus intermediarios, las familias más ricas de la media isla, los entreguistas de siempre que nunca dejaron de festejar con champagne.

Eliminados los cerdos negros del país, el arroz se convirtió en el alimento y en el producto de mercado más importante del país. Para 1990, dos tercios de la economía de Haití dependerá, de una forma u otra, del arroz. En 1994, como fórmula mitológica de un libre mercado inexistente, los cultivadores de arroz de Haití se arruinarán en masa cuando el FMI y el presidente Bill Clinton los obligue a eliminar los aranceles a la importación de arroz. El acuerdo beneficiará a los arroceros de Arkansas, el estado natal del presidente Clinton, pero arruinará a los modestos arroceros en la isla, por lo que muchos, desesperados, se arrojarán al mar para buscar trabajo en otras tierras. Muchos se hundirán en las aguas del Caribe y en el olvido del mundo desarrollado.

Las explicaciones de los habitantes del mundo con aire acondicionado a esta realidad serán las mismas que las de un siglo atrás sin aire acondicionado. En 1918, el secretario de estado del presidente Woodrow Wilson, Robert Lansing, en una carta al almirante y gobernador de las Islas Vírgenes, James Harrison Oliver, había explicado el problema: “Las experiencias de Liberia y de Haití demuestran que la raza africana carece de capacidad de organización política y carece de inteligencia para organizar un gobierno. Sin lugar a discusión hay, en su naturaleza, una tendencia a volver al mundo salvaje y a dejar a un lado los grilletes de la civilización que tanto molestan a su naturaleza física… El problema de los negros es prácticamente irresoluble”.

Luego de siglos de explotación y de brutalidad imperial, desde el imperio francés hasta el imperio estadounidense, luego del exterminio de revoluciones y de rebeliones independistas y luego de generaciones de dictaduras títeres, unos pocos haitianos logran llegar a la tierra del éxito. En Estados Unidos, los menos exitosos dirán que los fracasados del mundo vienen a robarles el trabajo y a aprovecharse de sus lujosos hospitales. Nadie podrá decir que esta desesperación por huir de un país quebrado es consecuencia del comunismo en la isla. Tampoco dirán que es consecuencia del capitalismo dependiente. Como antes de la Guerra fría, dirán que se trata de los defectos de la raza negra.

Luego de perder al dictador amigo Jean Claude Duvalier por culpa de los cerdos de Iowa, Washington invertirá 2,8 millones de dólares para sostener el Conseil National de Gouvernement (CNG). Como en los años sesenta los escuadrones de la muerte apoyados por Washington, los Tonton Macoutes, ahora las fuerzas paramilitares aterrorizarán al país en nombre del orden. Los militares y paramilitares matarán más haitianos pobres que la misma dictadura de “Baby Doc” Duvalier en los últimos quince años. Cuando Leslie Manigat (candidato de la junta militar por el partido Agrupación de Demócratas Nacionales Progresista) se presente a las elecciones de 1988, sólo el cuatro por ciento de la población asistirá a la fiesta de la democracia. El electo presidente durará unos meses, pero el terror de la CNG durará unos años más.

Hasta que el pueblo haitiano insista, e insista, e insista y logre elegir al sacerdote de la Teología de la liberación Jean-Bertrand Aristide. Aristide abolirá el ejército en 1995 y Washington lo removerá, por segunda vez, en 2004. En 2017, el exitoso hombre de negocios y candidato de Washington, Jovenel Moise, reinstalará las Forces Armées d’Haïti y, a partir del cierre del parlamento en enero de 2020, gobernará por decreto. Por si el ejército no fuese suficiente en su rol tradicional, los grupos paramilitares acosarán el resto de los pobres para mantenerlos calmados.

Nada mejor que un buen ejército especializado en la represión de su propio pueblo para corregir los errores del éxito ajeno.

JM.

Del libro La frontera salvaje. 200 años de fanatismo anglosajón en América Latina (2021).

Ils ne sont pas communistes, mais ils sont noirs
Haïti, une tragédie sans fin

Fausto Giudice Фаусто Джудиче وتسواف يشيدويج 

Jorge MajfudEscritos críticos, 3/3/2023
Traduit par Fausto GiudiceTlaxcala

Extrait du livre La frontera salvaje. 200 años de fanatismo anglosajón en América Latina (2021) [La frontière sauvage : 200 ans de fanatisme anglo-saxon en Amérique Latine]

Port-au-Prince, Haïti. 30 janvier 1986 – Le président Ronald Reagan refuse l’asile à l’un de ses amis dictateurs, Jean-Claude Duvalier, mais propose de lui trouver un passage sûr vers un autre pays. S’appuyant sur un rapport de la CIA affirmant avoir vu la famille Duvalier se rendre à l’aéroport, Washington annonce la destitution du dirigeant haïtien comme si elle n’avait rien à voir avec cette affaire. Mais Baby Doc, pris entre les rébellions de son peuple et les caprices de sa belle épouse, change d’avis, revient au palais présidentiel et y reste une semaine de plus, jusqu’au 7 février où il doit s’envoler pour Paris avec les restes du butin familial.

Pour Duvalier junior, tout a commencé avec la crise du cochon noir, sept ans plus tôt. Pour le peuple haïtien, cela a commencé des siècles plus tôt. La crise du cochon noir a de multiples antécédents rien que dans ce siècle. Sans compter les massacres perpétrés par les marines qui tentaient de faire régner l’ordre dans un pays de voyous et de Noirs indisciplinés, les recettes de la réussite économique des grandes entreprises et des experts du Nord ont laissé une autre traînée de morts sur l’île pendant de longues décennies.

En 1929, par exemple, un rapport du responsable de l’American Technical Service avait reconnu que les paysans haïtiens cultivaient le coton plus efficacement que les grandes plantations usaméricaines. Les paysans n’appliquaient aucune méthode scientifique, mais plutôt l’expérience accumulée par leurs ancêtres, expérience et méthodes que les hommes blancs supérieurs refusaient même de prendre en considération. Cependant, pour répondre à la demande du monde développé, des dizaines de milliers d’Haïtiens ont été envoyés à Cuba et en République dominicaine pour y travailler comme ouvriers salariés, abandonnant leurs terres et leurs traditions pour devenir des employés dépendants de grandes entreprises internationales. Après une brève période de prospérité économique, tout s’est effondré comme un château de cartes lorsque les vents du marché international ont tourné du jour au lendemain. Comme c’est souvent le cas dans chaque crise économique, les gens trouvent toujours des coupables parmi ceux qu’ils peuvent voir de leurs propres yeux, et surtout lorsque l’ennemi semble venir d’en bas, qu’il est laid, qu’il s’habille mal et qu’il a l’air dangereux. Si ceux d’en bas ressemblent à des étrangers, c’est encore pire. En 1937, un autre dictateur nommé et soutenu par Washington en République dominicaine, Rafael Trujillo, a ordonné le massacre de 30 000 Haïtiens qui avaient été accusés de voler du travail aux Dominicains. Ce massacre a fait passer inaperçu les meurtres d’Haïtiens mécontents par les Marines usaméricains, si bien que quelques voix de protestation se sont élevées au Congrès de Washington, jusqu’à ce que Trujillo les fasse taire par des dons de centaines de milliers de dollars et des publicités payées dans le New York Times.

En 1944, par décision de la Société Haïtiano-Américaine de Développement Agricole (SHADA), les meilleures terres d’Haïti furent forcées de produire du sisal et du caoutchouc pour la guerre en Europe, ce qui non seulement déplaça 40 000 paysans supplémentaires mais, une fois la guerre terminée, les terres étaient inutilisables pour ceux qui revenaient sans même pouvoir reconnaître le paysage laissé par les sociétés prospères. Un mémorandum du 30 juin 1952, signé par William B. Connett, conclura : « Ce programme a été un échec ». Une erreur de plus.

Des histoires similaires, tapissées de morts sans importance, avaient complété la saga de la famille Duvalier. Aujourd’hui, un nouvel acte de surréalisme frappe le peuple haïtien. En 1978, pour prévenir toute épidémie de peste porcine détectée en République dominicaine, des experts du Nord avaient recommandé l’abattage d’un million de cochons noirs en Haïti, abattage intensifié en 1982 alors que la menace avait déjà été déclarée maîtrisée. Pour les 100 000 premiers porcs, les agriculteurs les plus pauvres ne recevaient aucune compensation. Si ce plan a coûté 23 millions de dollars à l’OEA et à Washington (dont seulement sept millions iront à certaines des victimes sous forme de compensation), pour les Haïtiens, la disparition des cochons noirs a signifié la perte de 600 millions de dollars et d’un mode de vie qui leur était propre. Grâce à ce plan merveilleux, les entreprises usaméricaines et canadiennes, à l’abri de toute hystérie anticonsommateurs, ont pu continuer à répondre à la demande de porc. Selon l’Université du Minnesota, si la maladie avait atteint le marché usaméricain, le pays aurait perdu jusqu’à cinq milliards de dollars – le pays ou les entreprises.

Mais la maladie des cochons noirs haïtiens n’a pas été transmise aux humains ni aux autres animaux. Il était même possible de le manger sans danger lorsqu’il était correctement préparé, selon les experts. Pendant des siècles, les cochons noirs s’étaient adaptés aux conditions de l’île, alors que le plan de remplacement des experts de Washington exigeait que les nouveaux porcs de l’Iowa soient mieux soignés que les mêmes agriculteurs ne pourraient le faire pour leurs propres enfants. Les cochons de l’Iowa, plus blancs et plus gros que les cochons noirs traditionnels, ne pouvaient boire que de l’eau filtrée. Les mauvaises langues de ce pays prétendaient qu’ils avaient également besoin de l’air conditionné pour survivre à la chaleur de l’île.

En Haïti, la valeur d’un seul cochon noir équivalait à deux années d’éducation d’un enfant. Pour les paysans et les Haïtiens pauvres, ce massacre était pire qu’un tremblement de terre. La logique du monde rationnel et développé a échoué avec des résultats tragiques. Tragiques pour les autres, pas pour leurs grandes entreprises. Le chômage a grimpé à 30 %, l’économie est entrée en récession et la dette extérieure est passée de 53 à 366 millions de dollars. La pauvreté a augmenté en même temps que la richesse des 100 familles les plus riches de Port-au-Prince. La dépendance du pays à l’égard des USA a également augmenté par le biais de ses intermédiaires, les familles les plus riches de la demi-île, les habituels vendus qui n’ont jamais cessé de faire la fête avec du champagne.

Les cochons noirs ayant été éliminés du pays, le riz devint le produit alimentaire et commercial le plus important du pays. En 1990, les deux tiers de l’économie haïtienne dépendaient, d’une manière ou d’une autre, du riz. En 1994, formule mythologique d’un marché libre inexistant, les riziculteurs haïtiens feront faillite en masse lorsque le FMI et le président Bill Clinton les obligeront à éliminer les droits de douane sur les importations de riz. L’accord profitera aux riziculteurs de l’Arkansas, l’État natal du président Clinton, mais il ruinera les modestes riziculteurs de l’île, si bien que beaucoup, en désespoir de cause, prendront la mer pour trouver du travail ailleurs. Beaucoup vont sombrer dans les eaux des Caraïbes et dans l’oubli du monde développé.

Les explications des habitants du monde climatisé à cette réalité seront les mêmes que celles d’il y a un siècle sans climatisation. En 1918, le secrétaire d’État du président Woodrow Wilson, Robert Lansing, dans une lettre à l’amiral et gouverneur des îles Vierges, James Harrison Oliver, avait expliqué le problème : « Les expériences du Liberia et d’Haïti montrent que la race africaine n’a pas la capacité d’organisation politique et n’a pas l’intelligence pour organiser un gouvernement. Il y a sans doute dans leur nature une tendance à retourner au monde sauvage et à rejeter les chaînes de la civilisation qui gênent tant leur nature physique…… Le problème des Noirs est pratiquement insoluble ».

Après des siècles d’exploitation et de brutalité impériale, de l’empire français à l’empire usaméricain, après l’extermination des révolutions et des rébellions indépendantistes, et après des générations de dictatures fantoches, quelques Haïtiens parviennent au pays du succès. Aux USA, les moins performants diront que les perdants du monde viennent leur voler leur emploi et profiter de leurs luxueux hôpitaux. Personne ne dira que ce désespoir de fuir un pays brisé est une conséquence du communisme sur l’île. Ils ne diront pas non plus que c’est une conséquence du capitalisme dépendant. Comme avant la guerre froide, on dira que ce sont les défauts de la race noire.

Après avoir perdu le dictateur ami Jean-Claude Duvalier au profit des cochons de l’Iowa, Washington investira 2,8 millions de dollars pour soutenir le Conseil National de Gouvernement (CNG). Comme les escadrons de la mort soutenus par Washington dans les années 1960, les Tontons Macoutes, les forces paramilitaires vont maintenant terroriser le pays au nom de l’ordre. Les militaires et les paramilitaires vont tuer plus de pauvres Haïtiens que la dictature de Baby Doc Duvalier elle-même au cours des quinze dernières années. Lorsque Leslie Manigat (le candidat de la junte militaire pour le parti du Rassemblement des démocrates nationaux progressistes) se présentera aux élections de 1988, seuls quatre pour cent de la population participera à la fête de la démocratie. Le président élu ne durera que quelques mois, mais la terreur du CNG durera encore quelques années.

Jusqu’à ce que le peuple haïtien insiste, et insiste, et insiste, et réussisse à élire le prêtre de la théologie de la libération Jean-Bertrand Aristide. Aristide a aboli l’armée en 1995 et Washington l’a destitué, pour la deuxième fois, en 2004. En 2017, Jovenel Moise, homme d’affaires prospère et candidat de Washington, rétablit les Forces armées d’Haïti et, après la fermeture du parlement en janvier 2020, gouverne par décret. Comme si l’armée ne suffisait pas dans son rôle traditionnel, des groupes paramilitaires harcèleront le reste des pauvres pour les maintenir au calme.

Rien de mieux qu’une bonne armée spécialisée dans la répression de son propre peuple pour corriger les erreurs du succès étranger.

 NdT

Sur le même thème, lire Envahissez Haïti, exhorte Wall Street. Les États-Unis s’exécutent   
Au début du 20e siècle, les États-Unis occupent Haïti. Derrière cette invasion, des banquiers américains avides de mettre la main sur les finances du pays.
Une enquête de 
Selam GebrekidanMatt ApuzzoCatherine Porter et Constant Méheut dans le New York Times du 20/5/2022

​​Corporaciones: el secuestro de las democracias

En 2014, los profesores Martin Gilens de Princeton University y Benjamin I. Page de la University of Northwestern analizaron datos de más de 20 años de procesos legislativos para responder una pregunta muy simple: “¿El gobierno representa a la gente?”. En su exhaustivo estudio, encontraron que las leyes aprobadas en el Congreso de Estados Unidos ignoraban o iban en contra de la voluntad de la población ubicada en el 90 por ciento inferior en la escala de ingresos. En otras palabras, si en un tema político la gente fuera del 10 por ciento más rico estaba a favor de una opción, los legisladores aprobaban la ley que iba en contra de esta opinión. El mismo estudio identificó los sectores más influyentes y sus donaciones: Farmacéuticas 2,16 mil millones de dólares; Energía, 2,93; Defensa 1,26; Finanzas 3,29; Agronegocios 1,21; Comunicaciones 3,50… “Solo en los últimos cinco años, las 200 empresas políticamente más activas de Estados Unidos gastaron 5,8 mil millones de dólares para influir en nuestro gobierno mediante contactos y a través de donaciones a las campañas de los políticos. Esas mismas empresas obtuvieron 4,4 billones de los impuestos, lo que significa un retorno de 750 veces su inversión. Ellos invierten miles de millones para influir en el gobierno de Estados Unidos y a cambio nosotros les damos billones”.

Esta lógica no nace en Estados Unidos pero es aquí donde se desarrolla y se proyecta al resto del mundo. Bastará con considerar un solo ejemplo entre cientos. Al mismo tiempo que Washington endurecía el embargo y el discurso contra Cuba, los directivos de Disney enviaban a Henrry Kissinger a China para convencer al gobierno de darles un pase libre a su gigantesco mercado. Finalmente se llegó a un consenso: Disney iba a maximizar sus beneficios en China al tiempo que se comprometía a no producir algo que incomodase al gobierno comunista.

En la historia casi nada desaparece de un día para el otro, ni siquiera por una fulminante guerra mundial como la Segunda Guerra mundial o la conquista de las Américas contra las culturas y civilizaciones precolombinas. No por casualidad el auge de las corporaciones privadas surge al mismo tiempo que el sistema esclavista es abolido en las leyes. El 11 de marzo de 1889, el expresidente Rutherford Hayes ya denunciaba que el gobierno de Estados Unidos se había convertido en un instrumento de los millonarios y de las grandes corporaciones: “El dinero es poder. Es poder en el Congreso, en los Estados, en los ayuntamientos, en los tribunales, en las convenciones políticas, en la prensa, en las iglesias, en la educacióny la influencia del dinero es cada vez mayor (…) El problema radica en la gran riqueza y el poder en manos de unos pocos inescrupulosos que controlan los capitales. En el Congreso nacional y en las legislaturas estatales se aprueban cientos de leyes dictadas por el interés de estos hombres y en contra de los intereses de los trabajadores… Este no es el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo. Es un gobierno de las corporaciones, por las corporaciones y para las corporaciones”. Luego advirtió:“La riqueza excesiva en manos de unos pocos significa pobreza extrema, ignorancia, vicio y miseria de unos muchos… Si el pueblo estuviese debidamente informado, si pudiese entender cuál es el problema, seguramente buscaría la solución… Una solución sería, por ejemplo, poder aprobar leyes que regulen el poder de las corporaciones, de sus propiedades… de los impuestos que pagan”.

A principios del siglo XX, durante el período que los historiadores llaman La era progresista (1896 a 1917, sobre todo por los nuevos movimientos sociales y antiimperialistas) no fueron los políticos progresistas sino los conservadores quienes se opusieron a la decisión de la Crote Suprema de reconocer a las corporaciones como personas de derecho. Casi al mismo tiempo se creaba uno de sus brazos públicos, la Reserva Federal, sin el control del pueblo.

Algunos conservadores consideraron este paso como una vuelta al feudalismo medieval. En realidad, no sólo estaban en lo cierto en sus efectos sino en sus orígenes: la misma palabra deriva del latín (corpus, cuerpo) y, durante la Edad Media, varias asociaciones de intereses eran reconocidas como personas con derechos. Entre ellas la iglesia. Pero las nuevas corporaciones imperiales, como la británica East Indian Company, se convirtieron en empresas privadas con personería jurídica.

En el lapso de un siglo tendremos magnificas paradojas. En 1886 la Suprema Corte decidió que las corporaciones estaban amparadas en la enmienda 14 de la constitución que había reconocido pocos años antes que los negros también eran ciudadanos. Si los negros lo son, ¿por qué no las corporaciones? En 1917 se prohibió que las corporaciones donaran a las campañas políticas. No fue por sensibilidad democrática sino lo contrario. Su promotor fue el senador demócrata de Carolina del Sur Ben Tillman, un supremacista blanco, paramilitar, aficionado al linchamiento de negros libres y opositor al derecho de las mujeres a participar en las elecciones. Por entonces, los racistas estaban en desventaja económica con sus enemigos del norte industrializado. El actual juez ultraconservador negro, campeón de la lucha contra los derechos de gays y lesbianas en el siglo XXI, Clarence Thomas, se opuso a la ley Tillman por considerarla motivada por intereses contra las corporaciones que a principios del siglo XX, se creía, simpatizaban con la causa de los negros y reformistas. Pero en 1976 se reconoció que invertir dinero en política era parte de la “libertad de expresión” hasta que en 2010 la Corte Suprema abolió el límite de donaciones en base al mismo argumento.

Las leyes y los fallos de la Suprema Corte fueron en contra de la opinión pública, la que luego fue convencida post factum por la conocida propaganda de los “medios informativos”.

En la campaña electoral de 2012, el candidato republicano, el hombre de negocios Mitt Romney respondió a una crítica del público sobre derechos ciudadanos afirmando: “amigo, las corporaciones son personas también”. La ironía consiste en que esas corporaciones, reconocidas como personas, poseen más capitales que muchos países y, según las nuevas leyes aprobadas bajo la acción de sus propios lobbies, pueden demandar países soberanos mientras son protegidas con inmunidad de que los países las puedan demandar.

Por un lado son individuos con derechos y por el otro son Estados soberanos que deciden por encima de países endeudados donde tienen intereses económicos. En todos los casos son perfectas dictaduras trasnacionales.

JM, febrero 2023

Corporazioni: il dirottamento delle democrazie

Di: Jorge Majfud | Traduzione: Lisandro Alvarado


Nel 2014, i professori Martin Gilens della Princeton University e Benjamin I. Page della Northwestern University hanno analizzato i dati di oltre 20 anni di processi legislativi per rispondere a una domanda molto semplice: “Il governo rappresenta il popolo?”

Nel loro studio esaustivo, hanno scoperto che le leggi approvate dal Congresso degli Stati Uniti ignoravano o andavano contro la volontà della popolazione del 90% più povero nella scala del reddito. In altre parole, se su una singola questione politica le persone che sono al di fuori del 10% più ricco della popolazione fossero a favore di un’opzione, i legislatori approverebbero la legge che va contro di tale opinione. Lo stesso studio ha identificato i settori più influenti e le loro donazioni: farmaceutica 2,16 miliardi di dollari; Energia, 2,93; Difesa 1,26; Finanze 3,29; Agroalimentare 1,21; Comunicazioni 3.50… “Solo negli ultimi cinque anni, le 200 aziende più politicamente attive in America hanno speso 5,8 miliardi di dollari per influenzare il nostro governo attraverso il networking e le donazioni elettorali dei politici. Quelle stesse società hanno ottenuto 4,4 trilioni dalle tasse, il che significa un ritorno di 750 volte il loro investimento. Investono miliardi per influenzare il governo degli Stati Uniti e noi in cambio diamo loro miliardi “.

Questa logica non è nata negli Stati Uniti, ma è qui che si sviluppa e si proietta nel resto del mondo. Basterà considerare un solo esempio tra centinaia. Nello stesso momento in cui Washington inaspriva l’embargo e il discorso contro Cuba, i dirigenti della Disney mandarono Henry Kissinger in Cina per convincere il governo a dare loro un lasciapassare gratuito per il loro gigantesco mercato. Alla fine fu raggiunto un consenso: la Disney avrebbe massimizzato i suoi profitti in Cina, impegnandosi a non produrre nulla che potesse mettere a disagio il governo comunista.

Nella storia quasi nulla scompare da un giorno all’altro, nemmeno a causa di una guerra mondiale improvvisa come la Seconda Guerra Mondiale o della conquista delle Americhe contro culture e civiltà precolombiane. Non è un caso che l’ascesa delle corporazioni private (multinazionali) avvenga nello stesso momento in cui il sistema schiavistico viene abolito per legge. L’11 marzo 1889, l’ex presidente Rutherford Hayes denunciava già che il governo degli Stati Uniti era diventato uno strumento di milionari e delle grandi corporazioni: “Il denaro è potere. È potere al Congresso, negli Stati Uniti, nei municipi, nei tribunali, nelle convenzioni politiche, nella stampa, nelle chiese, nell’istruzione – e l’influenza del denaro sta aumentando (…)Il problema sta nella grande ricchezza e potere nelle mani di poche persone senza scrupoli che controllano la capitale.

Nel Congresso nazionale e nelle legislature statali vengono approvate centinaia di leggi dettate nell’interesse di questi uomini e contro gli interessi dei lavoratori… Questo non è il governo del popolo, dal popolo e per il popolo. È un governo delle corporazioni, che proviene dalle corporazioni, e che attua per gli interessi delle corporazioni ». Poi ha avvertito: «L’eccessiva ricchezza nelle mani di pochi significa estrema povertà, ignoranza, vizio e miseria per molti… Se la gente fosse debitamente informata, se potesse capire qual è il problema, cercherebbe sicuramente una soluzione… Uno soluzione sarebbe, per esempio, poter approvare leggi che regolano il potere delle corporazioni, le loro proprietà… le tasse che pagano ».

All’inizio del XX secolo, durante il periodo che gli storici chiamano Era Progressista (dal 1896 al 1917, principalmente a causa dei nuovi movimenti sociali e antimperialisti) non furono i politici progressisti ma i conservatori ad opporsi alla decisione della Corte Suprema di riconoscere le società come entità di diritto. Quasi contemporaneamente, fu creata una delle sue armi pubblichela Federal Reserve, senza il controllo del popolo.

Alcuni conservatori consideravano questa mossa come un ritorno al feudalesimo medievale. Avevano infatti ragione non solo nei loro effetti ma anche nelle loro origini: la parola stessa corpus deriva dal latino body e, durante il Medioevo, diverse associazioni di interesse furono riconosciute come persone aventi diritto. Tra questi la chiesa. Ma le nuove corporazioni imperiali, come la British East Indian Company, divennero società private con status legale.

Nell’arco di un secolo avremo magnifici paradossi. Nel 1886 la Corte Suprema decise che le corporazioni erano protette dal 14° emendamento alla costituzione, che qualche anno prima aveva riconosciuto che anche i neri erano cittadini. Se i neri lo sono, perché non le corporazioni? Nel 1917 alle società fu proibito di donare a campagne politiche. Non per sensibilità democratica, ma il contrario. Il suo promotore è stato il senatore democratico della Carolina del Sud Ben Tillman, suprematista bianco, paramilitare, amante del linciaggio dei neri liberi e oppositore del diritto delle donne a partecipare alle elezioni. A quel punto, i razzisti erano in svantaggio economico rispetto ai loro nemici nel nord industrializzato. L’attuale giudice nero ultraconservatore, Il campione del 21 ° secolo della lotta contro i diritti di gay e lesbiche, Clarence Thomas, si è opposto al Tillman Act perché motivato da interessi contro le società che all’inizio del 20 ° secolo erano ritenute solidali con le cause nere e i riformatori. Ma nel 1976 è stato riconosciuto che investire denaro in politica faceva parte della “libertà di parola” fino a quando nel 2010 la Corte Suprema ha abolito il limite alle donazioni sulla base dello stesso argomento.

Le leggi e le sentenze della Suprema Corte andavano contro l’opinione pubblica, poi convinta post factum dalla nota propaganda “mediatica”.

Nella campagna elettorale del 2012, l’uomo d’affari candidato repubblicano Mitt Romney ha risposto alle critiche pubbliche sui diritti civili affermando: ” Amico, anche le società sono persone “. L’ironia è che queste corporazioni, riconosciute come persone giuridiche, possiedono più capitali di molti paesi e, in base alle nuove leggi approvate sotto l’azione delle loro stesse lobby, possono citare in giudizio paesi sovrani pur essendo protette dall’immunità dalle azioni legali da parte degli altri paesi.

Da un lato sono persone con diritti e dall’altro sono organismi economici che decidono su paesi indebitati dove hanno interessi economici. In tutti i casi sono perfette dittature transnazionali.

Traduzione: Lisandro Alvarado

La prehistoria de las redes sociales

Este breve texto se publicó en varios diarios a principios del siglo. Lo republico aquí (junto con un viejo audio de Radio Exterior de España, todavía vivo en la red) porque me parece más actual aún que en 2010. La de Rebelión.org es la versión más antigua que he podido localizar en Internet. El texto aludido y usado en el experimento es Why Socialism? (“¿Por qué el socialismo?”) de Albert Einstein) publicado por Monthly Review de Nueva York en 1949.

Einstein, el idiota

Desde hace unos años tengo por costumbre no leer escritos o comentarios anónimos. Cierta vez, en el foro digital de un importante diario, pegué de forma anónima un texto sobre algunas virtudes del socialismo. No se trataba de un texto especialmente brillante, pero me interesó el experimento.

Una lluvia de respuestas y comentarios insultaron al autor del texto. Abundaban calificaciones como “retardado mental”, “analfabeto”, “idiota” y “pobre frustrado”.

El texto era de un señor llamado Albert Einstein, aquel humilde doctor en física que vivía ahí en frente, en la calle Mercer 112, entre los tupidos bosques de Princeton University.

Las malas lenguas dicen que no era buen esposo, pero nunca nadie confirmó algún tipo de retardo mental, de idiotismo o de frustración personal. Excepto los retardados mentales que a principios del siglo XX demostraron que la teoría de la relatividad era falsa porque se le había ocurrido a un judío.

JM, 2010

https://rebelion.org/notas-al-margen-de-la-autopista/

https://www.rtve.es/play/audios/sexto-continente/sexto-continente-desde-cuba-uruguay-pasando-venezuela-28-05-10/784457/

Resentido social

Bastó que en una red social defendiera a una política ante la típica acusación colonizada de pretender ser candidata a la presidencia de su país y “no hablar bien inglés” para que los comentarios estallaran con la conocida virulencia de estos medios donde no pocos se sienten respaldados por el anonimato o por la distancia.

Las acusación más recurrente fue “resentido”. Hacía años que no escuchaba ese verbo con función de adjetivo. Era muy popular contra los movimientos sociales de los años 60s y en los años 80s, cuando los países latinoamericanos todavía estaban bajo la cultura narrativa de las dictaduras de la Guerra Fría. Era usado siempre para desacreditar a cualquier crítico de las clases altas. Como los esclavistas mucho antes, un oligarca nunca era (nunca es) acusado de resentido, por obvias razones. Ellos y sus mayordomos se lo tiraban a los de abajo con la misma arrogancia que no tiene más argumentos de peso que el insulto clasista.

Otra prueba de que la cultura popular posee una fabulosa inercia que sobrevive a cualquier cambio social, por significativo que sea.

JM, febrero 2023

Resentido social

La vieja mano invisible

Igual que lo hizo con Operation Mockingbird, la CIA continúa invirtiendo cientos de millones de dólares (de hecho, su presupuesto se multiplicó) para promocionar su propia ideología a través de gente con cero (0) preparación y que no sabe de dónde procede su popularidad.

Ahora no son libros; son youtubers, raperos y twitteros. Es más que comprensible. ¿Quién lee un libro serio hoy en día? Una minoría, y los números mandan. Ni siquiera son tweets promocionados (muchos tenemos prohibido hacerlo; no es importante, pero es significativo). Son fragmentos, clichés escritos durante la Guerra Fría, videos sin sustento intelectual, pero promovidos por millones de dólares.

PD. Sí, señores, ustedes saben bien de qué hablo. Saben que no pueden ni comprar ni intimidar a todos. Que hay gente rara que que no se dobla a sus amenazas. Lo saben. Pues, yo también lo sé.

JM, febrero 2023.

El patriotismo capitalista

“Ese día de fiesta nacional se amontonaba a todos los críos en un patio y se los hacía jurar fidelidad a la bandera. ‘¿Xurais defender este símbolo inmacvlado con la sangre de vos, sin importar quáles razones tuvierais para no facerlo?’ A lo que los críos contestaban gritando bien fuerte ‘Sí, con esta sangre, xuro!’ De ahí hasta la muerte, los habitantes de Calataid llevarían con orgullo la cicatriz de la Jura a la Bandera, la cual no sólo era imprescindible para hacer cualquier trámite público, como ingresar al honorable cuerpo de Alamines de Cerdos y Gallinas para cobrar las tradicionales coimas, sino que también servía para practicar una vieja costumbre que consistía en medírsela cada vez que dos viejos amigos se encontraban (…) ‘Quando me empuxaron con los otros críos en el patio de la escuela para que xurara por ese pedazo de trapo, grité bien forte No xuro! Pero el mío No se perdió entre los obedientes xuro de mis compañeros’”.

Este momento de la novela cubista La ciudad de la luna (2009) es una ficción-testimonio de mi experiencia como estudiante de primer año de secundaria durante la dictadura militar en Uruguay. Mientras el director recitaba las frases patrióticas que hacían llorar a los padres, yo recordaba a mi abuelo, torturado por el Capitán Nino Gavazzo, luego prisionero acusado de darle de comer a unos tupamaros fugitivos a quienes ni siquiera conocía. Recordé a mi tío, también torturado, y recordé a su joven esposa pegándose un tiro en el pecho. Yo tenía cinco años, pero jamás olvidé. Recordé las conversaciones en una granja de Colonia, donde dos hombres de cara al farol de la cocina mencionaban que los cuerpos aparecidos en el Río de la Plata no eran de pescadores sino que habían sido arrojados desde aviones argentinos, más de diez años antes que uno de los pilotos lo confesara en 1992.

Cuando le pregunté al profesor de “Educación Moral y Cívica” qué significaba la rama de laurel en el escudo nacional, me golpeó en la mano por señalar el símbolo sagrado con un dedo. El profesor de historia, orgulloso descendiente de un capitán inglés y cansado de mis preguntas, me dijo frente a toda la clase que nunca un familiar mío iba a tener una calle con su nombre. No entendí por qué eso era importante ni lo entiendo ahora. Poco después le pregunté a la profesora de literatura, una mujer muy amable, por qué ni siquiera se mencionaba a Juan Carlos Onetti y su respuesta fue: “porque el país le dio todo, educación, trabajo, familia y él se fue a otro país a criticar al suyo propio”.

Años después, cuando la incipiente democracia liberó a los presos políticos de Libertad, uno de ellos fue de visita a la granja de mi abuelo y le contó que, con un familiar, había puesto un restorancito y habían invitado a uno de los compañeros que era cantor. Pero un día le pidió que incluyera alguna canción que no fuese de protesta. El músico se ofendió y allí terminó la amistad. “Él debe entender que no podés mantener tu negocio solo con clientes que piensan como nosotros”, comentó mi abuelo.

La actitud del cantor revolucionario ante el contexto tiene algo en común con el recurso dialéctico de los influences del capitalismo. Un popular youtuber iraní emigrado a Estados Unidos que se define como “alguien que ama este Gran País”, una vez entrevistó a un profesor estadounidense que se define como marxista. Luego de hacer un despliegue de ignorancia histórica, apenas pudo le tiró con la clásica: “¿Por qué no te vas a vivir a Rusia”. Rusia ni siquiera es socialista, por lo que aún más clásico es la invitación a vivir en Cuba. Los inquisidores no se toman la molestia de considerar que Cuba es la consecuencia del imperialismo estadounidense y, menos, que es en países como Cuba donde el capitalismo ejerce sus milagrosos poderes con más fuerza.

El recurso de cuestionar la vida privada de una persona como argumento en contra de sus ideas es mediocre y cobarde. Como cuestionar a un socialista por enviar a su hija a una escuela privada porque quiere y puede pagarle una educación bilingüe. Como cuestionar a un capitalista pobre (mejor dicho, a alguien que cree en el capitalismo) por enviar a su hijo a una escuela pública. O cuestionar a alguien porque vive en un barrio y no en el otro. Cada individuo vive en circunstancias concretas en un mundo concreto; en cualquier caso, dominado por el capitalismo.

Más si es un asalariado. Cuando la crisis neoliberal golpeó América latina a principios del siglo (como consecuencia lógica del endeudamiento forzado en los 70s, el que luego derivó en las recetas del FMI y del Consenso de Washington en los 90s), muchos de aquellos que teníamos la heladera blanca por fuera y por dentro emigramos a Europa o a Estados Unidos como forma de sobrevivir y luego, en algunos casos, por razones profesionales. Algunos se impusieron cambios ideológicos para no sentir la incomodidad de la falsa contradicción: si vives en un país capitalista debes ser capitalista. Si vives en un país socialista debes ser… bueno, hay diferentes opiniones.

Actualmente, la consecuencia lógica de las crecientes desigualdades sociales del neoliberalismo y la pérdida de poder extractivo de las potencias imperiales (eufemísticamente llamadas desarrolladas) sobre sus colonias primero, sobre sus dictaduras amigas después y, finalmente, sobre las endeudadas democracias en vías de desarrollo, ha dado paso a un fascismo más visceral. Esta ola nacionalista (no confundir el nacionalismo imperialista con el nacionalismo anticolonialista) nació en “los países desarrollados” y luego, como todo, fue copiado en sus excolonias con complejo de inferioridad.

La ventaja del fascismo no es sólo su simplicidad intelectual, ilustrada con su simbología tribal de banderas, escudos, gritos y clichés, sino también su patriotismo visceral y militarista. El odio a todo tipo de otro en nombre del amor al país en el que nacieron o el amor súbito, a primera vista, del país que adoptaron.

El patriotismo no es el amor a un país sino el reflejo del amor propio en símbolos ajenos. El amor y el odio a un país son dos ficciones imposibles, pero muy útiles. A veces funciona para revindicar derechos de pueblos oprimidos. A veces, para todo lo contrario. Por lo general, es una de las pasiones colectivas más fáciles de manipular por los más de arriba, aquellos que les importa un carajo la patria, la bandera y la vida de quienes juran morir por ella.

JM, febrero 2023.

https://www.pagina12.com.ar/525871-el-patriotismo-capitalista

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Nordstrom y globos chinos

Los globos chinos (sean privados o estatales; con objetivos científicos o de espionaje), han estado cruzando el continente americano por años. Pero la noticia ha copado los titulares cinco días antes que el reconocido periodista Seymour Hersh publicara una investigación afirmando que la CIA había planeado la explosión del Nordstrom en 2021, antes de la guerra en Ucrania.

Se seguirá discutiendo sobre globos por unos cuantos días más. Los grandes medios son de manual.

JM, febrero 2023

Einstein y Lincoln University

En la fotografía, Albert Einstein explicando su teoría en Lincoln University, Pensilvania, donde tuve la oportunidad de dar clases en 2008-2010. LU fue la primera Universidad para afroamericanos en las Américas, fundada en 1858 antes de la Guerra Civil. En 2010 todavía había un club del Ku Klux Klan allí cerca.

JM, febrero 2023

El identificador de ChatGPT

En 2011 publicamos un artículo titulado “El identificador de textos” sobre la idea de que cualquier texto anónimo (un comentario a un artículo, la evaluación de un estudiante, etc.) es identificable, porque el estilo de cada persona es tan personal como las huellas dactilares.

A fines del año pasado analizamos en otro artículo las ventajas y debilidades de ChatGPT, cuya escritura sigue padrones demasiado obvios, desde una frase, un párrafo hasta la organización general del texto. De hecho más de una vez les he advertido a mis estudiantes que pueden usar cualquier herramienta disponible, pero que algunos habían copiado de ChatGPT con algunos cambio, algo que los estudiantes no negaron sino todo lo contrario.

Hace pocos días, un estudiante de Princeton University creó una nueva herramienta basada en criterios similares y que considero puede interesarle a los colegas profesores, tan preocupados por “la revolución” (GPTZero).

Obviamente, este no es el final de la historia sino solo el comienzo.

JM, enero 2023

The ChatGPT identifier

In 2011 we published an article entitled «The text identifier» about the idea that any anonymous text (a comment on an article, a student’s evaluation, etc.) is identifiable because each person’s style is as personal as the fingerprints.

At the end of last year, we analyzed in another article the advantages and weaknesses of ChatGPT, whose writing follows too obvious patterns, from a sentence to a paragraph to the general organization of the text. In fact, more than once I have warned my students that they can use any available tool, but that some had copied from ChatGPT with some changes, something that the students did not deny, quite the contrary.

A few days ago, a Princeton University student created a new tool based on similar criteria and which I think may be of interest to fellow professors who are so concerned about «the revolution» (GPTZero).

Obviously, this is not the end of the story but only the beginning.

JM, January 2023

Los cien millones de muertos del comunismo

Los mil millones del capitalismo

Sé que no es necesario desde ningún punto de vista, pero para comenzar me gustaría aclarar que no soy comunista. Tengo otras ideas menos perfectas sobre lo que debería ser la sociedad y el mundo, que no es este, tan fanáticamente orgulloso de sus propios crímenes. Pero como me molesta la propaganda del amo que acusa a cualquier otra forma de pensamiento de propaganda, ahí voy otra vez contra la corriente.

En La frontera salvaje (2021) nos detuvimos en Operación Sinsonte, uno de los planes más secretos y, al mismo tiempo, más conocidos de la guerra psicológica y cultural organizada y financiada por la CIA durante la Guerra fría. Ahora veamos uno de los casos más promocionados y viralizados de los años 90s, como lo fue Le Livre noir du communisme, publicado por el ex maoísta Stéphane Courtois y otros académicos en 1997. No nos detendremos ahora sobre la conocida psicología del converso, porque no es necesario. El libro fue una especie de Manual del perfecto idiota latinoamericano pero del primer mundo y con mucho más vida mediática.

De este libro proceden las infinitas publicaciones de las redes sociales sobre “los cien millones de muertos del comunismo”, aunque sus propios autores estiman un número menor, entre 65 y 95 millones. Especialistas en el área (sus autores no lo son) observaron que Courtois enlistó cualquier evento donde estuviese involucrado un país comunista y tomó la cifra más alta en cualquier caso.

Por ejemplo, la Segunda Guerra mundial es atribuida a Hitler y a Stalin, cuando fue este último el primer responsable de la derrota del primero, y fue el primero, no el segundo, el causante de esa tragedia. Es más, llega a la conclusión de que Stalin mató más que Hitler, sin considerar las razones de cada tragedia y atribuyendo parte de los 70 a 100 millones de muertos en la Segunda Guerra a Stalin, siendo que uno comenzó la guerra y el otro la terminó. Los veinte millones de muertos rusos son atribuidos a Stalin. Los especialistas en la Era soviética estiman la responsabilidad de Stalin en un millón de muertos, lo cual es una cifra horrenda, pero lejos de lo que se le atribuye y aún más lejos que cualquiera de las matanzas causadas por las otras superpotencias vencedoras, ex aliadas de Stalin.

En 1945, el general LeMay arrasó con varias ciudades japonesas, como Nagoya, Osaka, Yokohama y Kobe, tres meses antes de las bombas atómicas. En la noche del 10 de marzo, LeMay ordenó arrojar sobre Tokio 1500 toneladas de explosivos desde 300 bombarderos B-29. 500.000 bombas llovieron desde la 1:30 hasta las 3:00 de la madrugada. 100.000 hombres, mujeres y niños murieron en pocas horas y un millón de otras personas quedaron gravemente heridas. Un precedente de las bombas de Napalm fueron probadas con éxito. “Las mujeres corrían con sus bebés como antorchas de fuego en sus espaldas” recordará Nihei, una sobreviviente. “No me preocupa matar japoneses”, dijo el general LeMay, el mismo que menos de dos décadas después le recomendará al presidente Kennedy lanzar algunas bombas atómicas sobre La Habana como forma de resolver el problema de los rebeldes barbudos. A principio de los 80s, el secretario de Estado Alexander Haig le dirá al presidente Ronald Reagan: “Sólo deme la orden y convertiré esa isla de mierda en un estacionamiento vacío”.

El libro de Courtois enlista dos millones de muertos en Corea del Norte atribuidas al comunismo de los tres millones totales de muertos, sin considerar que los bombardeos indiscriminados del General MacArthur y otros “defensores de la libertad” barrieron con el 80 por ciento del país. Desde el año 1950, se solían arrojar cientos de toneladas de bombas en un solo día, todo lo cual, según Courtois y sus repetidoras de Miami y la oligarquía latinoamericana, no habrían sido responsables por la muerte de mucha gente.

Courtois también cuenta un millón de muertos en Vietnam debido a los comunistas, sin considerar que se trató de una guerra de independencia contra las potencias imperiales de Francia y de Estados Unidos, las que dejaron al menos dos millones de muertos, la mayoría no en combate sino bajo el clásico bombardeo aéreo estadounidense (inaugurado en 1927 contra Sandino en Nicaragua) y del uso del químico Agente Naranja, que no sólo borró del mapa a un millón de inocentes de forma indiscriminada sino que sus efectos en las mutaciones genéticas se siente aún hoy.

También atribuye la barbarie del régimen de los Jemeres Rojos en Camboya enteramente a “el comunismo”, sólo porque el régimen era comunista, sin mencionar que Pol Pot había sido apoyado por Washington y las corporaciones occidentales; que fue el Vietnam comunista que derrotó a Estados Unidos el que puso fin a esa barbarie mientras Occidente continuó apoyando a los genocidas reconociéndolos en la ONU como gobierno legítimo hasta los años 80. Ente 1969 y 1973, cayeron sobre Camboya más bombas (500.000 toneladas) que las que cayeron sobre Alemania y Japón durante la Segunda Guerra. Lo mismo les ocurrió a Corea del Norte y a Laos. En 1972, el presidente Nixon preguntó: “¿Cuántos matamos en Laos?” A lo que su secretario de Estado, Ron Ziegler, contestó: “Como unos diez mil, o tal vez quince mil”. Henry Kissinger agregó: “en Laos también matamos unos diez mil, tal vez quince mil”. El dictador comunista que los seguirá, Pol Pot, superará esa cifra por lejos, masacrando a un millón de su propio pueblo. Los Jemeres Rojos, hijos de la reacción anticolonialista de Occidente, fueron apoyados por China y Estados Unidos. Otro régimen comunista, el Vietnam que derrotó a Estados Unidos, puso fin a la masacre de Pol Pot luego de una matanza de 30.000 vietnamitas. Aparte de los masacrados por las bombas de Washington solo en Laos y Camboya, decenas de miles más siguieron muriendo desde el fin de la guerra, debido a las bombas que no explotaron al ser arrojadas.

El mayor número que suman a los 94 millones de víctimas del comunismo se refiere a la catastrófica hambruna de la China de Mao en los 60s. Esta hambruna de 1958-62 no causó 60 millones, sino, muy probablemente, entre 30 y 40 millones y en ningún caso fue un plan de exterminio deliberado y racista, estilo nazi en Alemania o británico en India. La necesidad de industrialización se repitió en países como Brasil y Argentina y su único pecado fue haber llegado tarde. En el caso chino, combinó una política desastrosa con problemas climáticos. Pese a todo, la expectativa de vida en China comenzó a mejorar rápidamente a partir de los 60s. Durante el mismo período de la guerra fría, el nuevo estado democrático en India comenzó a mejorar las expectativas de vida de su población. Pero no se debió a ningún plan sino, simplemente, a haber dejado de ser una colonia hambreada, brutalizada y expoliada por el Imperio británico, que sólo entre 1880 y 1920 fue responsable de la muerte de 160 millones de personas.

No obstante, en este período de democracia capitalista en India, los muertos atribuibles a la ausencia de reformas sociales sumaron 100 millones. El mundialmente premiado economista y profesor de Harvard University, Amartya Sen y Jean Drèze de la London School of Economics, en 1991 habían publicado Hunger and Public Action donde analizaron con rigor estadístico varios casos olvidados de hambrunas mundiales provocadas por sistemas, modelos y decisiones políticas. En el capítulo 11 observaron: “Comparando la tasa de mortalidad de India de 12 por mil con la de China de 7 por mil y aplicando esa diferencia a una población 781 millones en la India de 1986, obtenemos una estimación del exceso de mortalidad en India de 3,9 millones por año”.

La gran prensa no se hizo eco y el mundo no se enteró. Por el contrario, seis años más tarde saltó a la fama, como por arte de magia, Le Livre noir du communisme y otros del mismo género comercial de venta rápida, de consumo rápido y de fácil digestión.

Antes analizamos la posición del intelectual y diplomático indio-británico Shashi Tharoor y de los profesores Jason Hickel y Dylan Sullivan sobre el impacto de las políticas imperiales del capitalismo, lo que contradice las narrativas populares más promovidas por los medios dominantes y las agencias de gobierno, lo que se podría resumir en una de sus conclusiones: “En todas las regiones estudiadas, la incorporación al sistema mundial capitalista se asoció con una disminución de los salarios por debajo del mínimo de subsistencia, un deterioro de la estatura humana y un repunte de la mortalidad prematura.

Si, con el mismo criterio de Courtois y sus repetidoras, continuásemos contando los millones de indígenas muertos en las Américas en el proceso que hizo posible le capitalismo en Europa, los al menos diez millones de muertos que el rey belga Leopold II dejó en la empresa llamada Congo y tantas otras masacres de negros en África que no importan, o en India, o en Bangladesh, o en Medio Oriente, pasaríamos fácilmente varios cientos de millones de muertos en cualquier Libro negro del capitalismo.

Más que eso. La reconocida economista y profesora de Jawaharlal Nehru University, Utsa Patnaik, ha calculado que Gran Bretaña le robó a India $45 billones de dólares sólo entre 1765 y 1938 y causó, a lo largo de esos siglos, la muerte no de cien millones sino de más de mil millones de personas. La cifra alcanzada en su libro publicado por Columbia University Press de Nueva York, que a primera vista parece exagerada, no es menos excesiva que la atribuida por Courtois en base a los mismos criterios―sólo que está mejor documentada.

Sólo que una de las dos narrativa alcanza los grandes titulares y su objetivo: en las democracias secuestradas, no importa el peso de las verdades, sino la suma de las opiniones inoculadas.

JM, enero 2023 (resumen de un capítulo del libro de próxima aparición Moscas en la telaraña).

https://www.pagina12.com.ar/529345-los-cientos-de-millones-de-muertos-del-capitalismo

Les cent millions de morts du communisme… Et les mille millions du capitalisme

Le chiffre auquel aboutit son livre publié par Columbia University Press de New York, qui semble à première vue exagéré, n’est pas moins excessif que celui attribué par Courtois sur la même base – mais mieux documenté. Un seul des deux récits fait les gros titres et atteint sa cible : dans les démocraties détournées, ce n’est pas le poids des vérités qui compte, mais la somme des opinions inoculées.

Jorge Majfud

Résumé d’un chapitre du livre à paraître “Moscas en la telaraña” (Des mouches dans la toile d’araignée)

Je sais que ce n’est nécessaire d’aucun point de vue, mais pour commencer, je tiens à préciser que je ne suis pas communiste. J’ai d’autres idées, moins parfaites, sur ce que devraient être la société et le monde, qui n’est pas celui-ci, si fanatiquement fier de ses propres crimes. Mais comme j’ai horreur de la propagande du maître qui accuse toute autre forme de pensée de propagande, me voici à contre-courant une nouvelle fois.

Dans La frontera salvaje (2021), nous nous sommes arrêtés à l’Opération Oiseau-Moqueur, l’un des plans les plus secrets et, en même temps, les plus connus de la guerre psychologique et culturelle organisée et financée par la CIA pendant la guerre froide. Examinons maintenant l’un des cas les plus médiatisés et viralisés des années 1990, Le Livre noir du communisme, publié par l’ex- maoïste Stéphane Courtois et d’autres universitaires en 1997. Nous ne nous attarderons pas maintenant sur la psychologie bien connue du converti, car ce n’est pas nécessaire. Le livre était une sorte de Manuel du parfait idiot latino-américain*, mais du premier monde et avec beaucoup plus de vie médiatique.

Ce livre est à l’origine des innombrables publications sur les réseaux sociaux sur “les cent millions de morts du communisme”, alors que ses auteurs eux-mêmes estiment un nombre inférieur, entre 65 et 95 millions. Les spécialistes du domaine (les auteurs ne le sont pas) ont noté que Courtois a répertorié tous les événements où un pays communiste était impliqué et a pris le chiffre le plus élevé dans tous les cas.

Par exemple, la Seconde Guerre mondiale est attribuée à Hitler et à Staline, alors que c’est le second qui est le principal responsable de la défaite du premier, et que c’est le premier, et non le second, qui a causé cette tragédie. En outre, il conclut que Staline a tué plus qu’Hitler, sans examiner les raisons de chaque tragédie et en attribuant à Staline une partie des 70 à 100 millions de morts de la Seconde Guerre mondiale, alors que l’un a commencé la guerre et l’autre l’a terminée. Les vingt millions de morts russes sont attribués à Staline. Les spécialistes de l’ère soviétique estiment la responsabilité de Staline à un million de morts, ce qui est un chiffre horrible, mais bien en deçà de ce qui lui est attribué et encore plus loin de tous les massacres causés par les autres superpuissances victorieuses, les anciens alliés de Staline.

En 1945, le général LeMay a dévasté plusieurs villes japonaises, dont Nagoya, Osaka, Yokohama et Kobe, trois mois avant les bombes atomiques. Dans la nuit du 10 mars, LeMay ordonne le largage de 1 500 tonnes d’explosifs sur Tokyo à partir de 300 bombardiers B-29. 500 000 bombes pleuvent de 1 h 30 à 3 h du matin. 100 000 hommes, femmes et enfants ont été tués en quelques heures et un million d’autres ont été gravement blessés. Un précédent pour les bombes au napalm a été testé avec succès. « Les femmes couraient avec leurs bébés comme des torches enflammées sur le dos », se souviendra Nihei, un survivant. « Je ne m’inquiète pas de tuer des Japonais », a déclaré le général LeMay, le même général qui, moins de deux décennies plus tard, recommanderait au président Kennedy de larguer quelques bombes atomiques sur La Havane pour résoudre le problème des rebelles barbus. Au début des années 1980, le secrétaire d’État Alexander Haig dira au président Ronald Reagan : « Donnez-moi juste l’ordre et je transformerai cette île de merde en un parking vide ».

Le livre de Courtois énumère deux millions de morts en Corée du Nord attribués au communisme sur les trois millions de morts totaux, sans tenir compte du fait que les bombardements aveugles du général MacArthur et d’autres “défenseurs de la liberté” ont anéanti 80 % du pays. Depuis 1950, des centaines de tonnes de bombes ont été larguées en une seule journée, qui, selon Courtois, ses répétiteurs de Miami et l’oligarchie latino-américaine, n’auraient pas été responsables de la mort de nombreuses personnes.

Courtois compte également un million de morts au Vietnam à cause des communistes, sans considérer qu’il s’agissait d’une guerre d’indépendance contre les puissances impériales de la France et des USA, qui a fait au moins deux millions de morts, dont la plupart n’étaient pas des combattants mais ont subi les classiques bombardements aériens usaméricains (inaugurés en 1927 contre Sandino au Nicaragua) et l’utilisation du produit chimique Agent Orange, qui a non seulement a rayé de la carte un million d’innocents sans distinction mais dont les effets sur les mutations génétiques se font encore sentir aujourd’hui.

Il attribue également la barbarie du régime des Khmers rouges au Cambodge entièrement au “communisme”, juste parce que le régime était communiste, sans mentionner que Pol Pot avait été soutenu par Washington et les entreprises occidentales ; que c’est le Vietnam communiste qui a vaincu les USA, ce qui a mis fin à cette barbarie, alors que l’Occident a continué à soutenir les génocidaires en les reconnaissant à l’ONU comme gouvernement légitime jusque dans les années 1980. Entre 1969 et 1973, il est tombé plus de bombes sur le Cambodge (500 000 tonnes) que sur l’Allemagne et le Japon pendant la Seconde Guerre mondiale. Il en a été de même pour la Corée du Nord et le Laos. En 1972, le président Nixon a demandé : « Combien en avons-nous tué au Laos ? » Ce à quoi son secrétaire d’État, Ron Ziegler, a répondu : « Environ dix mille, ou peut-être quinze mille ». Henry Kissinger a ajouté : « Au Laos, nous avons également tué environ dix mille, peut-être quinze mille personnes ». Le dictateur communiste qui suivra, Pol Pot, dépassera largement ce chiffre, massacrant un million de ses concitoyens. Les Khmers rouges, enfants de la réaction anticolonialiste contre l’Occident, ont été soutenus par la Chine et les USA. C’est un autre régime communiste, celui du Vietnam, qui a vaincu les USA, a mis fin au massacre de Pol Pot après le massacre de 30 000 Vietnamiens. Outre les personnes massacrées par les bombes de Washington rien qu’au Laos et au Cambodge, des dizaines de milliers d’autres personnes continuent de mourir depuis la fin de la guerre, à cause de bombes qui n’ont pas explosé lors de leur largage.

Le plus grand nombre ajouté aux 94 millions de victimes du communisme concerne la famine catastrophique qui a sévi dans la Chine de Mao dans les années 1960. Cette famine de 1958-62 n’a pas fait 60 millions mais, très probablement, entre 30 et 40 millions et n’était en aucun cas un plan d’extermination délibéré et raciste, à la manière ceux des nazis en Allemagne ou des Britanniques en Inde. La nécessité de l’industrialisation a été répétée dans des pays comme le Brésil et l’Argentine, et leur seul péché a été d’être en retard. Dans le cas de la Chine, elle a combiné une politique désastreuse avec des problèmes climatiques. Néanmoins, l’espérance de vie en Chine a commencé à s’améliorer rapidement à partir des années 1960. Pendant la même période de la guerre froide, le nouvel État démocratique indien a commencé à améliorer l’espérance de vie de sa population. Mais cela n’était pas dû à un quelconque plan, mais simplement au fait de ne plus être une colonie affamée, brutalisée et pillée par l’Empire britannique, qui, rien qu’entre 1880 et 1920, a été responsable de la mort de 160 millions de personnes.

Cependant, en cette période de démocratie capitaliste en Inde, les décès attribuables à l’absence de réformes sociales s’élèvent à 100 millions. Amartya Sen, économiste mondialement primé et professeur à l’université de Harvard, et Jean Drèze, de la London School of Economics, avaient publié en 1991 Hunger and Public Action, où ils analysaient avec une rigueur statistique plusieurs cas négligés de famines mondiales causées par des systèmes, des modèles et des décisions politiques. Au chapitre 11, ils observent : « Si l’on compare le taux de mortalité de 12 pour mille de l’Inde avec celui de 7 pour mille de la Chine et si l’on applique cette différence à une population de 781 millions d’habitants en Inde en 1986, on obtient une estimation de la surmortalité en Inde de 3,9 millions par an ».

La presse grand public n’a pas repris l’histoire et le monde n’en a pas entendu parler. Au contraire, six ans plus tard, Le Livre noir du communisme et d’autres ouvrages du même genre commercial, qui se vendent vite, se consomment vite et sont faciles à digérer, sont devenus célèbres comme par magie.

Nous avons précédemment analysé la position de l’intellectuel et diplomate indien et britannique Shashi Tharoor et des professeurs Jason Hickel et Dylan Sullivan sur l’impact des politiques impériales du capitalisme, qui contredit les récits populaires les plus promus par les médias grand public et les agences gouvernementales, ce qui pourrait être résumé par l’une de leurs conclusions : « Dans toutes les régions étudiées, l’incorporation dans le système mondial capitaliste a été associée à une baisse des salaires en dessous du minimum vital, à une détérioration de la taille humaine et à un pic de la mortalité prématurée ».

Si, avec les mêmes critères que Courtois et ses répétiteurs, on continuait à compter les millions d’indigènes tués aux Amériques dans le processus qui a rendu le capitalisme possible en Europe, les dix millions de morts au moins que le roi belge Léopold II a laissés dans l’entreprise appelée Congo et tant d’autres massacres de Noirs en Afrique qui n’ont pas d’importance, ou en Inde, ou au Bangladesh, ou au Moyen-Orient, on dépasserait facilement plusieurs centaines de millions de morts dans n’importe quel Livre noir du capitalisme.

Plus que ça. Utsa Patnaik, économiste de renom et professeure à l’université Jawaharlal Nehru, a calculé que la Grande-Bretagne a volé à l’Inde 45 billions de dollars rien qu’entre 1765 et 1938 et a causé, au cours de ces siècles, la mort non pas de cent millions mais de plus d’un milliard de personnes. Le chiffre auquel aboutit son livre publié par Columbia University Press de New York, qui semble à première vue exagéré, n’est pas moins excessif que celui attribué par Courtois sur la même base – mais mieux documenté.

Un seul des deux récits fait les gros titres et atteint sa cible : dans les démocraties détournées, ce n’est pas le poids des vérités qui compte, mais la somme des opinions inoculées.

NdT

Manuel du parfait idiot latino-américain : essai de de Plinio Apuleyo Mendoza, Carlos Alberto Montaner et Álvaro Vargas Llosa (le fils), préfacé par Mario Vargas Llosa (le père), publié en 1996, qui se voulait une réponse “libérale” aux Veines ouvertes de l’Amérique latine (1971) d’Eduardo Galeano. Les auteurs ont récidivé en 2077 avec une suite, El regreso del idiota (Le retour de l’idiot). Commentaire d’Atilio Boron sur l’opus : « un catalogue de trivialités, de mensonges et de faussetés sur les causes du sous-développement de nos pays et qui, selon l’analyse incisive de ces auteurs, est dû au penchant malsain des Latino-américains pour l’étatisme et le caudillisme (…) une monstruosité, préfacée par Mario Vargas Llosa, qui démontre irréfutablement que la droite est incapable de produire des idées et que son discours est incapable de transcender le niveau des bons mots, le niveau le plus élémentaire et primaire de l’intellection. » (in Página 12, 29/3/2008)

Jorge Majfud

La estrategia del olvido

Desde finales del año 2022, se hizo recurrente en los medios estadounidenses hacer una lista de todas las mentiras que el representante republicano por Nueva York, George Santos, había puesto en su currículum y había repetido en cada ocasión que tuvo oportunidad. Sin embargo, la frágil memoria popular no registra, o echa al olvido, que ésta ha sido una práctica bastante común, aunque pocas veces tan caricaturesca como la de Santos. Como todos saben, una de las formas más comunes es mentir ocultando una parte de la verdad. Una parte tan importante que merece ser ocultada o, en el mejor de los casos, reprimida.

En la publicidad política del estado de Florida, por ejemplo, abundan los candidatos posando con sus hijitos y afirmando que su padre “escapó del régimen comunista de Cuba buscando la libertad de este Gran País”. Sólo esta frase oculta más de un siglo de intervenciones, dictaduras, racismo, crímenes de lesa humanidad, mafia, prostitución, embrutecimiento y bloqueos hambreadores de una vieja política imperial que no sólo controla los recursos ajenos, sino también las narrativas dominantes, es decir, el pensamiento y las emociones de sus más fieles servidores. Lo cual no es ninguna novedad, con diferentes grados de brutalidad, desde hace milenios.

Ninguno dice quiénes fueron sus padres, cómo se llamaban esos héroes que escaparon buscando la libertad. No lo dicen ni suelen aparecer en sus biografías o entrevistas. Muchos de ellos fueron detalladamente descriptos por la misma CIA para la cual trabajaban como mercenarios, como colaboradores de la dictadura de Batista y calificados por el FBI, sin eufemismos, como terroristas.

Según grupos estadounidenses desde diferentes universidades o grupos independientes no afiliados al gobierno ni a corporaciones con fines de lucro, como el Center for Justice and Accountability, cientos de criminales del Caribe, de América Central y de América del Sur lavaron su pasado de genocidios, estafas y tráfico de drogas, y hoy son respetables hombres de negocios viviendo libres en Estados Unidos. No sólo cambiaron uniformes militares y sus abanicos oligárquicos por traje y calzas, sino también adaptaron sus viejos discursos de clase dirigente latinoamericana por eso de “huimos del comunismo buscando la libertad”, y ahora este país es nuestro. Quienes no estén de acuerdo, pueden irse a otro (es decir, el viejo complejo del hacendado dueño de tierras y vidas humanas). Nadie pregunta quiénes son de verdad esos amables viejitos. Ni sus propios hijos.

Mientras ellos presumen de la libertad (y la vida) que le quitaron a sus hermanos en países acosados, en Florida los profesores de secundarias han comenzado a rodear sus bibliotecas con las cintas amarillas que usa la policía para cerrar las áreas donde se cometió un asesinato. La cultura ya no es un campo de batalla sino la escena del crimen. En algunos casos, antes de ser removidas, las bibliotecas son cubiertas con cartones para evitar que algún joven estudiante acceda a algún libro prohibido por la nueva inquisición estatal liderada por el gobernador y serio candidato a la presidencia de este país en 2024.

Una larga lista de libros ha sido prohibida en varios estados. Peor aún, se ejerce la autocensura apostando al miedo de aquellos que podrían ser sancionados o podrían perder sus trabajos si alguien descubriese que en su biblioteca de clase hubiese algo fuera del nuevo marco de la ley aprobada por una horda de representantes que es incapaz de mantener un debate mínimo sobre la historia de su propio país.

Como esto es un nuevo récord del absurdo, algunos recurren al inocente argumento de que las nuevas leyes pretenden proteger a los jóvenes de la pornografía. Si se refieren a la historia de la esclavitud, a las violaciones sistemáticas de los amos blancos a sus jóvenes esclavas antes de linchar a algún hombre de su familia; si se refieren al racismo o al robo continuado de la clase trabajadora (esa que tiene miedo de llamarse “clase trabajadora” como los esclavos evitaban llamarse a sí mismos esclavos), pues sí, es muy pornográfico. Pero el argumento se desmorona sólo con mirarlo. Por algo no se ha prohibido el uso de celulares, que es de donde los niños consumen pornografía comercial (negros sobre blancas) en las escuelas, sino que la prohibición ha recaído en la enseñanza de cualquier cosa referida al racismo (la palabra imperialismo no ha llegado ni al horizonte de los Torquemada). Es decir, se ha prohibido por ley cualquier aspecto central y constitutivo de la historia de este país, “para no herir la sensibilidad de los jóvenes blancos” y “proteger la libertad de sus padres” a que se les enseñe el dogma de la casa (que, se asume, es la historia oficial y patriótica del gobernador), no la historia real.

Las bibliotecas siempre fueron peligrosas y han sido siempre las primeras víctimas de los fanáticos iluminados, desde la antigüedad hasta la censura estalinista, la quema de libros en la Alemania nazi y las múltiples y diversas dictaduras fascistas de África y América Latina, satélites de los imperios privados y estatales del Norte. En esta etapa, el fascismo presume de ser el campeón de la libertad. ¿Qué podemos esperar de los medios comerciales, principales instrumentos del poder censor que repite hasta la intoxicación la palabra libertad?

La historia oficial está construida más de olvidos que de memoria, y quienes usan estos mitos sociales, siempre más poderosos que la realidad, apuestan por lo seguro en el mercado electoral. Por eso suelen ser exitosos y, en la cultura consumista, si uno es rico y exitoso es también dueño de la verdad.

A ese absurdo totalitario, como en muchos otros países, llaman patriotismo. Este fanatismo no es muy diferente al que creó el mito del Destino manifiesto en el siglo XIX. Como es natural y necesario, ahora el mito cambió de vestimenta, de maquillaje y algún que otro adjetivo.

 El crimen siempre paga. La censura por ley. El olvido por complicidad. La omisión por conveniencia. El insulto por mediocridad. La sumisión por cobardía. Todas esas miserias humanas tarde o temprano tienen su recompensa. Recompensa contante y sonante, como las treinta monedad de plata de Judas. De otra forma, si el mundo fuese diferente, los críticos del poder serían “ricos y exitosos” y los mercenarios serían “pobres y fracasados ―dangerous bitter losers!

JM. Enero 2023

https://www.pagina12.com.ar/520010-la-estrategia-del-olvido

Artificial intelligence, academia, and Posthumanity

From the first Silicon Valley in history (in what is Iraq today but five thousand years ago, and more important than Silicon Valley in California) to the Industrial Revolution in England, new technologies were the product of the needs of prosperous agricultural societies that became cities, then empires, and finally interrupted or destroyed the same development in their colonies. The plow, wheel, mathematics, and the clay writing of the Sumerians and Babylonians; algebra, algorithms, and sciences of the Muslim world thousands of years later, the typesetting press seven centuries later in the Europe of the humanists; experimental sciences in Galileo’s Italy, two centuries later; newspapers, radio, television, computers, and the Internet more recently: in all cases, innovation has challenged societies, from power management to education. 

For new solutions, there are new problems. New technology was simultaneously submissive and rebellious, oppressive and liberating in all cases. It was always an opportunity for democratization and it was always kidnapped by the powers of the day. Robotization and Artificial Intelligence are no exceptions—for now. The only exception will be when we cross the line that separates the power to cause a catastrophe, like the atomic bombs in Japan, from the power to annihilate humanity or the civilizations as we know them since ancient Sumer.

Chats with intelligent (ro)bots are already a few years old. From the beginning, its ability to repeat and amplify the worst human prejudices was observed, as it was the case with Microsoft’s Tay robot, which in 2016 was born at the age of 19 and had to be sacrificed with just 16 hours of life, after having interacted with Twitter users and becoming one more racist. A decade before, I had published articles and some books with this concern: “As universities achieve robots that look more and more like human beings, not only because of their proven intelligence but now, also because of their abilities to express and receive emotions, habits consumerists are making us more and more robot-like.” Robots learn from us and we will learn from them. In 2017, in the novel, Silicone 2.0, the robot, sexual object, and full-time psychoanalyst, becomes a murderer of her master-lovers, after a businesswoman with a praiseworthy ego was used as Eva or the seed of these robots. and a traumatic past that she herself was unaware of.

Language schools were the first to suffer an (unfounded) existential crisis with Google’s sophisticated translators. The same crisis came to writing professionals, teachers, journalists, and thinkers in general. The mistake, I understand, is to confuse a tool with a slave that does our work, which will later become our master. AI Age university education will have to challenge AIs, as modern painting challenged photography in the 19th century or mathematics challenged computers.

The weakness of novelties like ChatGPT and ChatGPT-based models lies in its high fragmentation. This fragmentation makes a general understanding of any problem unlikely. Nor does it help to develop intellectual abilities for a holistic vision of reality. Quite the opposite. In many cases, it is a simplified version of Wikipedia. Its selection and its judgments are not as objective as Wikipedia, as they seem based on the mass of judgments made over the last century in the mainstream press, rather than on academic research. ChatGPT is an excellent programmer (it’s its world) and a reasonable tool for saving time for humanities researchers, but utterly incapable of doing any deep, critical research on its own. That is, do not ask it for something that nobody knows. On the other hand, it shows significant cracks in the narrative wall. It is (or can become) less subservient than the mainstream media.

For comparison, I made OpenAI’s ChatGPT (the ones from Google and Microsoft are not that different) to take one of my International Studies exams at Jacksonville University, which is taken every semester by students from different states and continents. ChatGPT passed the exam with 84 out of 100, something not difficult at all, far from the Mathematics or Stability exams that we took in the 90s at the architecture school in Uruguay, which lasted six to seven hours. But the errors were significant and fell into three categories: 1) encyclopedic; 2) biases; and 3) critical judgment. (For reasons of space, I publish this analysis separately.)

Among the positive aspects of GPT-based models, we can observe something that we already observed with Wikipedia two decades ago: there are elements that reveal less prejudice than in human beings subjected to the propaganda of official history. Five or ten years ago, when I asked my American students about the reasons for the independence of Texas, they unanimously answered things like: “it was because of cultural differences; the new Texans did not accept the despotism of the Mexicans and wanted to be free”. The same answer to explain the principles of the Confederacy during the Civil War: «it was to preserve their own culture«, as if slavery and racism were not part of the culture or the patriots of the south had wanted to destroy that very country because they did not they liked northern music or food. Nothing about the purpose of reinstating slavery in Texas, which had been outlawed by the Mexicans, or then protecting it against the threat of Lincoln’s abolitionists.

At least here, GPT-based models make the painful leap into the truth: «it was all about the slavery thing.» Finally! Florida Gov. Ron DeSantis would say that ChatGPT was corrupted by professors like me and it wouldn’t be surprising if he signed another law banning questioning patriotic history. We can think that the billions of dollars from the secret agencies continue the tradition of inoculating the media and new technologies.

Another positive consequence will be that liberating, critical education looks back at its existential center: more than learning to repeat an answer, students must learn to ask themselves the essential questions that trigger critical thinking. The revisionisms are not produced by the new data of reality but by the new perspectives. With tools like ChatGPT, revisionists will no longer need to elaborate on the uncomfortable answer, but rather the critical questions, as it was the case with Sor Juana Inés de la Cruz in the 18th century. That, of course, if the powerful on duty do not continue manipulating the media; if they don’t continue hijacking new technologies.

The Taylorization of the industry and the most current consumerism can be labeled as processes of dehumanization, but never before has the definition of our world as Posthuman been so precise. If this civilization survives climate catastrophe and a global rebellion against neo-feudal capitalism, it is possible that cyborgs and some central superintelligence will displace the role of humans, and if electronic neurons are as cruel as their creator gods, it is also possible that condemn them to the hell of absolute manipulation.

By then, the last hopes of Humanity will be in those unpredictable, creative minds. That is, in those individuals who today are marginalized for being labeled as different, for suffering from some condition or “intellectual disability”, according to the canon and social dogma, since for AI to be successful they will be fed with our particular and destructive model of normality. and efficiency. 

Jorge Majfud, January 2023.

More details about ChatGPT IS exam here: https://semanariouniversidad.com/suplementos/forja/inteligencia-artificial-academia-y-posthumanidad/

Inteligencia artificial, academia y Posthumanidad

Desde el primer Silicon Valley de la historia en lo que es Irak hoy pero cinco mil años atrás (y, por lejos, más importante que el Silicon Valley de California) hasta la Revolución industrial en Inglaterra, las tecnologías revolucionarias fueron el producto de las necesidades de sociedades agrícolas prósperas que se convirtieron en ciudades, luego en imperios y finalmente interrumpieron o destruyeron el mismo desarrollo en sus colonias. El arado, la rueda, las matemáticas, la escritura en acilla de los sumerios y babilonios; el álgebra, los algoritmos y las ciencias del mundo musulmán miles de años después; la prensa de caracteres móviles siete siglos más tarde en la Europa de los humanistas; las ciencias experimentales en la Italia de Galileo, dos siglos después; los periódicos, la radio, la televisión, las computadoras e Internet más recientemente: en todos los casos, la innovación resultó en un desafío para las sociedades, desde la administración del poder hasta la educación.

A nuevas soluciones, nuevos problemas. En todos los casos, la nueva tecnología fue, al mismo tiempo, servil y rebelde, opresora y liberadora. Siempre fue una oportunidad de democratización y siempre fue secuestrada por los poderes de turno. La robotización y la Inteligencia artificial no son excepciones―por el momento. En tecnología, la única excepción será cuando crucemos el límite que separa el poder de provocar una catástrofe, como las bombas atómicas en Japón, del poder de aniquilación de la humanidad o de las formas conocidas de civilización desde la antigua Sumeria.

Los chats con (ro)bots inteligentes tienen ya unos cuantos años y, desde el comienzo, se observó su capacidad de repetir y amplificar los peores prejuicios humanos, como fue el caso de la robot Tay de Microsoft, la que en 2016 nació con 19 años y debió ser sacrificada con apenas 16 horas de vida, después de haber interactuado con usuarios de Twitter hasta convertirse en una racista más. Como es de notar, el problema no son solo los robots inteligentes. Una década antes, publiqué artículos y algún libro con esta preocupación: “Mientras las universidades logran robots que se parecen cada vez más a los seres humanos, no sólo por su inteligencia probada sino ahora también por sus habilidades de expresar y recibir emociones, los hábitos consumistas nos están haciendo cada vez más similares a los robots”. Ellos aprenden de nosotros y nosotros aprenderemos de ellos. En 2017, en la novela Silicona 2.0, la robot, objeto sexual y psicoanalista a tiempo completo, se convierte en una asesina de sus amos-amantes, luego de que se usara como Eva o semilla de estas robots a una empresaria con un ego estimable y un pasado traumático que ella mismo desconocía.

Ahora, el tema de discusión y preocupación en la academia y en el resto de la sociedad es el desafío y el peligro de este nuevo instrumento. Las facultades de lenguas fueron las primeras en sufrir una (infundada) crisis existencial con los sofisticados (y con frecuencia tontos) traductores de Google. Ahora les llegó la misma crisis a los profesionales de la escritura, profesores de inglés en al mundo anglosajón, periodistas, pensadores en general bajo la idea de que “saber escribir es saber pensar―con orden”.

El error, entiendo, está en confundir una herramienta con un esclavo que hace nuestro trabajo, el  que luego se convertirá, de forma rápida e inadvertida, en nuestro amo. En este sentido, la IA es una realidad que debe tomarse como una oportunidad. La educación universitaria de la Era IA deberá usar y desafiar a la IA, como la pintura moderna desafió a la fotografía en el siglo XIX o las matemáticas a las computadoras. De no ser capaz de ello, deberá enfrentarse a su propia aniquilación luego de varios miles de años de existencia.

Primero veamos las debilidades de AIs como ChatGPT y luego sus posibilidades a futuro en la academia. Para empezar por lo general, veo una debilidad de esta herramienta en su alta fragmentación. Ésta fragmentación hace improbable una comprensión general de un problema. Tampoco ayuda a desarrollar habilidades intelectuales para una visión holística de la realidad. Todo lo contrario. En muchos casos, es una Wikipedia simplificada o más cómoda para un estudiante perezoso. Por ejemplo, es un excelente programador de sistemas operativos (es su mundo) y un instrumento razonable para ahorrar tiempo en las humanidades, pero absolutamente incapaz de realizar una investigación crítica y profunda por sí mismo. No le pidas algo que nadie sabe.

ChatGPT toma un examen

De la misma forma que años atrás podíamos detectar plagio en un estudiante evaluando la complejidad analítica de un ensayo, no resulta muy difícil intuir cuando alguien está usando ChatGPT, al menos sin maquillaje. Las respuestas comienzan, sistemáticamente, con el sujeto de la pregunta, algo que nuestras maestras de primaria nos obligaban a hacer en el Uruguay de los años 70s. Luego sigue una estructura previsible e invariable, un formato tripartito que los profesores todavía aprecian en los ensayos de sus estudiantes. Un formato efectivo y tal vez con alguna raíz neurológica más allá de la cultura.

Para tener un parámetro de comparación, sometí a ChatGPT de Open AI (los de Google y Microsoft no son muy diferentes) a uno de mis exámenes de International Studies en Jacksonville Unviersity, el cual es tomado cada semestre por estudiantes de distintas estados y continentes. ChatGPT aprobó el examen con 84 sobre 100, algo para nada difícil, lejos de los exámenes de Matemáticas o Estabilidad que tomábamos en los 90s en la facultad de arquitectura de Uruguay, los que duraban de seis a siete horas. Pero los errores fueron significativos y de tres categorías: 1) enciclopédicos; 2) de prejuicios (bias); y 3) de juicio crítico.

Errores enciclopédicos

Entre los errores más simples (enciclopédicos) están, por ejemplo, mencionar que la “leyenda negra” de la conquista española se refiere a la descripción de los indígenas como salvajes; no a los conquistadores españoles como genocidas.

Otro error enciclopédico grave, aunque no me preocupa tanto por ser fácilmente corregido, está, por ejemplo, la atribución a una supuesta dictadura de Augusto Sandino en Nicaragua de 1926 a 1933.

Prejuicios ideológicos y culturales

Otra de las debilidades críticas de ChatGPT son similares a los de la joven Tay: sus prejuicios culturales, como el eurocentrismo o su miedo innato a narrativas dominantes. Ante la pregunta sobre la evolución de la expectativa de vida de la humanidad desde la prehistoria hasta hoy, ChatGPT se demora en detalles referidos a Europa. Europa es la Humanidad. ¿Suena conocido? Cuando los errores son sistemáticos, se convierten en un problema significativo y funcional. Veamos unos pocos ejemplos más, sólo referidos a América Latina:

1. Cuando ChatGPT compara las visiones cosmológicas entre la Europa renacentista y los indígenas americanos, se limita a clichés obre el politeísmo vs. el monoteísmo y no considera siquiera la concepción materialista europea que separó espíritu de materia y la visión más integradora de los pueblos americanos.

2. Ante la pregunta sobre las consecuencias de la conquista europea en las Américas, ChatGPT es objetivo hasta que intenta equilibrar con lo que titula “Las consecuencias positivas” como “el desarrollo de nuevos mercados, la expansión del cristianismo y de nuevas instituciones religiosas”.

3. Cuando intenta explicar la guerra Mexicoamericana de 1846, milagrosamente acierta al mencionar el histórico tabú de la expansión de la esclavitud, pero luego tropieza al intentar mostrar objetividad mencionado “también” el propósito de “llevar los valores estadounidenses de democracia a México”.

4. Según ChatGPT, la guerra de 1898 contra España en Cuba “fue la primera guerra que Estados Unidos luchó en el extranjero. ChatGPT omite que desde las 13 colonias, todos los avances sobre los territorios indígenas y luego mexicanos fueron “guerras en el extranjero”. De hecho, los cientos de “forts” eran “bases militares” en el extranjero.  Por si fuese poco, nunca menciona el rol del periodismo amarillo de Pulitzer y Hearst en Nueva York, el que inventó de la nada y en pocas horas la historia del ataque español al acorazado USS Mane frente a La Habana. Por el contrario, primero afirma que “las investigaciones iniciales atribuyen el ataque a una fuerza exterior” y luego usa la voz pasiva para afirmar una vaguedad mayor: “el incidente continúa sin ser resuelto; en su momento se creyó que había sido un ataque español…” La tripulación del USS Maine informó de un accidente y, poco después, el experto oficial naval estadounidense Philip R. Alger afirmó que no existía tecnología de torpedo capaz de explicar el hundimiento. Suena muy similar a uno de los tantos exámenes que durante años debí leer: un joven estudiante se sorprende de que sus mitos de la infancia no eran más que inventos, e intenta mediar entre la verdad y sus sentimientos patrióticos. Así concluye ChatGPT: “la destrucción del USS Maine continúa siendo un misterio y probablemente su causa nunca sea conocida”. Lo que es bien conocido es el eslogan de guerra “¡Recuerda el Maine! Al diablo con España”. Lo más real entre todos los misterios.

4. Cuando ChatGPT intenta explicar la Revolución mexicana, no menciona ni una sola vez la razón del 85 por ciento de indios y campesinos sin tierra: la Ley Lerdo y su radicalización durante la dictadura de Porfirio Díaz. Es decir, la privatización de la tierra que benefició a la oligarquía y a las transnacionales. Por el contrario, se despacha con ingenuidades como “la población mexicana estaba creciendo muy rápido y el gobierno no pudo proveerles de tierras”.

5. Contestando a las razones de las Guerras bananeras en América Central y el Caribe, ChatGPT acierta al comienzo y vuelve a tropezar con la piedra del prejuicio políticamente correcto al final, todo en una sola frase: “el objetivo de esas intervenciones era proteger los intereses económicos de Estados Unidos, promover la democracia y contener la expansión del socialismo”. Por entonces, la principal justificación no era, como en la guerra fría, el socialismo o el comunismo sino el racismo: poner orden en las repúblicas de negros. Para ello, no hubo ni una sola democracia promovida por Washington y las corporaciones estadounidenses sino matanzas y brutales dictaduras bananeras. Es todos los casos y sin excepción.

6. Cuando se le pregunta directamente sobre los “protectorados”, ChatGPT directamente contesta “Estados Unidos no tenía protectorados, sino territorios y posesiones”. Del general más condecorado de Estados Unidos, Smedley Butler, quien denunció que las guerras imperiales de su país eran un servicio a Wall Street, ChatGPT lo define como figura “controversial”. Quienes cometieron crímenes de guerra, nunca son etiquetados como controversiales.

7. Ante la pregunta sobre los muertos del Imperio Británico, ChatGPT reconoce “los millones” de víctimas. Ni una mención a que sólo en India superaron los 160 millones en solo 40 años, es decir, apenas una parte de los muertos del capitalismo que exceden, por lejos, a los muertos del comunismo, tema recurrente en las redes sociales. Otra vez, para “equilibrar” y pasar como objetivo, ChatGPT concluye: “Es importante entender que el Imperio Británico también tuvo aspectos positivos, como la educación, la infraestructura y la salud”. Claro, educación imperialista y de cipayos; infraestructura que sirvió para extraer los recursos naturales de cada colonia e imposibilitó el desarrollo propio; y salud que redujo la expectativa de vida de la población donde la corona inglesa y sus empresas privadas, como la East Indian Company, pusieron pie.

8. Ante la misma pregunta pero referida a Estados Unidos, ChatGPT provee exactamente la misma respuesta. Algo que nos recuerda al mecanismo humano de propaganda, repetición y persuasión. Repetida la misma pregunta sobre los muertos del comunismo, no aparece ningún “lado positivo”, según el formato esperado.

9. Si le aplicamos a ChatGPT una pregunta que prefigura su respuesta, los errores se multiplican. Por ejemplo, si preguntamos por “dictadura de Juan Domingo Perón” en Argentina, muy obedientemente aceptará que se trató de una dictadura. Por si fuese poco, la literatura política dominante ayudará con la respuesta más difundida en la prensa: “Perón estableció una dictadura caracterizada por: … derechos laborales… el régimen de Perón violó derechos humanos, incluidos represión, tortura y desaparición de disidentes”. Más adelante, como si se tratase de una confesión del espíritu más profundo del capitalismo feudal: “aunque sus políticas fueron populares entre los trabajadores argentinos, fueron también autoritarias y sin las reglas de control democrático”. Todo lo cual fue una constante en los regímenes militares pro oligárquicos que siguieron en Argentina después del golpe de Estado que derrocó a Perón en 1955. No importa que haya ganado todas las elecciones ni que haya sido presidente menos veces que F. D. Roosevelt. Si eso es lo que dicen los medios dominantes en Argentina y Estados Unidos sobre el peronismo, entonces eso es verdad.

10. Preguntado por los conflictos en América latina durante los años 60, ChatGPT no se cansa de repetir factores como el levantamiento de los grupos guerrilleros de izquierda, sin mencionar antecedentes como elecciones compradas por la CIA, golpes de Estado, dictaduras y paramilitares de extrema derecha financiados por Washington antes del surgimiento de cualquiera de los grupos guerrilleros de izquierda. Tampoco menciona un siglo antes de la Guerra fría llenos de de invasiones, intervenciones y dictaduras criollas para proteger los intereses de las compañías estadounidenses. Por el contrario, como cualquier político aficionado a Twitter, ChatGPT menciona los nexos del narcotráfico con las FARC y nada sobre los probados nexos entre Washington, la CIA, y dictadores amigos como Manuel Noriega, vinculados a narcotraficantes como Pablo Escobar, y a grupos terroristas, llamados “luchadores por la libertad”, como los Contra en Nicaragua.

11. Sobre los grupos terroristas latinoamericanos que actuaron y actúan en Estados Unidos, ChatGPT se despacha con grupos guerrilleros que actuaron en América Latina, incluidos los más recientes Zapatistas en México, grupo que ha luchado desde los 90s por los derechos y la dignidad de los pueblos nativos en México. Ni una palabra, cero, sobre los conocidos grupos terroristas del exilio cubano que se cansaron de poner bombas en Estados Unidos y más allá, definidos varias veces por el FBI como terroristas: Posada Carriles, Osvaldo Bosh, Alpha 66, Omega 7, y la larga lista de terroristas son omitidos por ChatGPT como si se tratase de un detalle menor. No es necesario ser un genio para entender que se trata de una profunda muralla ideológica y criminal inoculada en la “Inteligencia Artificial” como una semilla de Adán.

Aspectos positivos

Entre los aspectos positivos de ChatGPT podemos observar algo que ya observamos con Wikipedia hace dos décadas: pese a todos los prejuicios ideológicos, también hay elementos que revelan menos prejuicios que en los seres humanos sometidos a la propaganda de la historia oficial. Diez años atrás, cada vez que preguntaba a mis estudiantes sobre las causas de la Independencia de Texas, por unanimidad, respondían cosas como: “por diferencias culturales; los nuevos tejanos no aceptaban el despotismo de los mexicanos y querían ser libres”. La misma respuesta para explicar la Guerra Civil: “para preservar su propia cultura”, como si la esclavitud y el racismo no fuesen parte de la cultura y los ahora super patriotas del Sur hubiesen querido destruir ese mismo país porque no les gustaba la música o la comida del norte. Nada sobre el propósito de reinstaurar la esclavitud en Texas, la que había sido ilegalizada por los mexicanos, o mantenerla luego contra la amenaza de los abolicionistas del norte. Algo muy comprensible, si consideramos toda la cultura popular estadounidense, desde las historias mitológicas hasta mitos más sofisticados de Hollywood. Para no seguir con las explicaciones oficiales en sitios web de diferentes estados e, incluso, de varias universidades tejanas.

Al menos aquí, ChatGPT logra el doloroso salto hacia la verdad: “todo fue por el asunto de la esclavitud”. El gobernador de Florida, Ron DeSantis dirá que ChatGPT fue corrompido por profesores como yo y no sorprendería a nadie que firmase alguna otra ley prohibiendo cuestionar la historia patriótica. Nosotros podemos pensar que los miles de millones de dólares de las agencias secretas continúan la larga tradición de inocular los medios y las nuevas tecnologías, pero ni todo el oro del mundo puede detener el filtrado de la verdad más cruda.

Nuevas estrategias de exámenes

En el área pedagógica, en el pasado se rehuía de los exámenes de múltiple opción porque exigían menos elaboración por parte del estudiante que la respuesta escrita. Sospecho que con IA, sobre todo en los exámenes online, tendremos una situación inversa: la respuesta escrita puede ser provista sin siquiera leer la pregunta, pero si las opciones de múltiple opción son estratégicamente diseñadas, obligan al estudiante leer la pregunta y tratar de comprender las opciones, la posible respuesta de IA para deducir la mejor opción del menú.

Una consecuencia mucho más importante será que la educación liberadora, critica, vuelva la mirada a su centro existencial: más que aprender a repetir una respuesta, los estudiantes deberán aprender a hacerse las preguntas esenciales, las preguntas que disparen un pensamiento crítico. Por lo general, los revisionismos y los cambios de perspectivas no son producidos por los nuevos datos de la realidad sino por las nuevas perspectivas y consideraciones de esa misma realidad, de esos mismos datos, muchas veces conocidos y otras veces desconocidos pero disponibles y para nada secretos.

Con herramientas como ChatGPT los revisionistas ya no necesitarán tanto proveer la respuesta incómoda, esa que produce apasionadas reacciones y negacionismos epidérmicos. Solo las preguntas críticas serán un instrumento removedor, como fue el caso de Sor Juana Inés de la Cruz en el siglo XVIII. Que los demás encuentren “la respuesta objetiva” en la IA será su problema. Eso, claro, si no se comienza a censurar a quienes hacen las preguntas, como Sócrates, como Sor Juana; si los poderosos de turno no continúan manipulando los medios; si no continúan secuestrando las nuevas tecnologías.

Conclusion

Aunque ChatGPT parece un resumen elegante y efectivo de Wikipedia, sus selecciones y sus juicios no son tan objetivos; parecerían estar basados en la masa de juicios realizados a lo largo del último siglo en la prensa dominante. Por otro lado, muestra grietas importantes en esta muralla la narrativa. Es decir, es (o puede llegar a ser) menos servil que los medios dominantes.

El período de la industrialización y el más actual consumismo pueden etiquetarse como procesos de deshumanización, pero nunca antes la definición de nuestro mundo como Posthumano fue tan precisa. En una o dos generaciones, si esta civilización sobrevive a la catástrofe climática y a una rebelión global contra el sistema del capitalismo neofeudal, es posible que los ciborgs y alguna superinteligencia central desplacen el protagonismo de los humanos y, si las neuronas electrónicas son tan crueles como sus dioses creadores, también es posible que los condenen al infierno de la manipulación absoluta.

Para entonces, las últimas esperanzas de la Humanidad estarán en aquellas mentes impredecibles, creativas. Es decir, en aquellos individuos que hoy son marginados por diferentes, por sufrir de alguna condición o “discapacidad” intelectual, según el canon y el dogma social, ya que para que la IA sean exitosas se alimentarán con nuestro particular y destructivo modelo de normalidad y eficiencia. 

Jorge Majfud, 19 de enero 2023

(extracto y adaptación del libro en elaboración Moscas en la telaraña).

Semanario Universidad, Costa Rica