Crisis IX
Viernes 6 de marzo. Dow Jones: 6.626
Colma, California. 6:15 PM
El señor Fernando Villa llegó esta tarde, como había prometido. Vino sólo; no quiso que la opinión de su esposa y de sus hijos fuera a precipitarlo en una mala decisión. Le marqué en el mapa donde estaban los Villa y los Fernández Soto y sin decir mucho se fue para allá con su chofer.
La esposa del señor Villa estuvo la semana pasada. Vino con sus lentes negros y su sonrisa tan bonita. Hizo unas preguntas raras, estuvo una hora dando vueltas en su auto y se fue. Se lamentaba que los muertos no podían mudar de residencia cuando el barrio se ponía feo. Quería saber si se podía y le dije que no, que me parecía que no se podía pero eso tenía que consultarlo con un abogado. O consultó o se olvidó, pero no volvió con la historia de mover a su familia del Camino Real, que más que Camino Real, decía, era una autopista como cualquier otra y llena de muertos desconocidos.
No se puede uno andar mudando finados, por algo estos barrios se llaman Eternal Home Cementery, porque son para siempre, le dije, muy respetuosamente. Pero ella me dijo que nada es para siempre y tal vez tenía razón, porque gran parte de la población de Colma vino desplazada por decreto de los cementerios de San Francisco, hace como un siglo, cuando la tierra se puso cara.
Y vaya a saber Dios si un día no se abre la gran falla que está aquí no más a la vuelta y todos estos huesitos terminan desparramados por el mar. En todo caso se joden los habitantes de Pacífica, me dice mi hijo, porque son los que están del otro lado de la falla. Pero yo no me fío que se vaya a hundir sólo la franja de la costa. Si viene el gran temblor vamos a saltar todos.
Mi hijo, que es economista, siempre se ríe de mis temores sobre la falla. Él tiene una visión diferente. Me dice que tal vez no sería tan trágico. Así como se hunden las tierras así también surgen por otro lado. Así que si perdemos Pacífica y una buena rebanada de la península, bien podríamos ganar alguna que otra isla, cuyo valor inmobiliario sería incalculable.
El señor Villa debe ser de la misma opinión. Debería presentarle a mi hijo que siempre soñó con trabajar en Google. Pasa que el señor Villa ahora está para otra cosa. Desde hace meses viene y da vueltas por Colma buscando el lugar ideal. Qué más ideal que estar con sus viejos, le digo a Eusebio, pero pasa que el señor Villa no le gusta el lugar, o no está seguro de la opción, porque siempre hay una mejor opción, y menos después que los Ayala construyeron ese horrible panteón para su hija Lucy con un ángel llorando encima del coffin. Es kitsch, dice. Les faltó pintarlo de dorado, dice. Además la chica aquella tenía unas costumbres que lo espantan al señor Villa. No sé, Eusebio tampoco sabe qué costumbres pero creo que tenía tatuajes hasta en lo que no se nombra y se rapaba para que se le vieran los tatuajes que tenía en la cabeza. Otra loquita de esas que andan por el downtown, pero por ahí no era mala del todo.
En Colma hicimos lo que pudimos por presentarle al señor Villa todas las opciones habidas y por haber y todavía no se decide. Su único consuelo, dice, es que como las opciones son inacabables, siempre va a tener la libertad de elegir algo mejor. El problema es que en ese proceso de elegir la muerte le puede tomar de sorpresa. No digo porque el señor Villa sea viejo, no. No debe pasar de los sesenta. Pasa que cuando uno cumple esa edad, lo digo por experiencia, uno empieza a pensar en la parca, como dice la canción del Serrat. Debe ser lo que le anda pasando al señor Villa y por eso anda buscando un lugar con buena vista.
Cuando supe que la tumba al lado del nicho de la Marilyn Monroe en Los Angeles había sido vendida en más de cuatro millones de dólares enseguida me dije, ese es el señor Villa. Los de Colma sabemos que la tumba de Marilyn es una de las más populares de su cementerio, por lo que tener un nombre y un lugar a su lado tiraría para arriba las ventas de cualquier empresa. El Westwood es chiquito al lado de Colma, una poquita nada, pero hay que reconocer que tiene su plantel de famosos. Además de la Monroe están Dean Martin, Truman Capote y Farrah Fawcett, el ángel que se mudó para allí hace poquito. Dicen que justo arriba de la Monroe, boca abajo, estaba un tal Richard Poncher con una lápida que decía “Al hombre que nos lo dio todo y más”. Pero su viuda decidió sacarlo de allí, no por celos sino porque necesitaba pagar un millón de dólares por la hipoteca de su casa de Beverly Hills. Lo puso a la venta por eBay en medio millón de dólares y zás, bingo. Pero luego resultó que el japonés que la compró se dio cuenta que no tenía el dinero suficiente y la viuda se lo ofreció a los ofertantes que no habían llegado a la desesperación del japonés.
Yo sé que el señor Villa y su esposa son pesos pesados en eBay. Él porque tiene acciones ahí y ella porque es adicta a las compras. Eso me lo dijo Eusebio. Pero al otro día vi llegar al señor Villa y me dije que no. Pero quién sabe, digo yo. Quién sabe si el señor Villa no compró ese nicho al lado de la Monroe y todavía sigue indeciso, buscando algo en Colma, que en realidad es el mejor lugar, a juzgar por el paisaje. Quién sabe si no estará buscando una segunda opción para luego vender la primera. Quién sabe si lo del nicho al lado de la Marilyn no fue más que una inversión.
Quién sabe si en realidad no se trata de un regalo del señor Villa para su esposa. O aquel encima de Marilyn o éste de Colma. Al fin y al cabo a la señora le gustan mucho las señoras. Como tiene tiempo siempre puede pensar en otras opciones. Y el señor Villa prefiere verla junto a otra mujer por toda la eternidad a soportar una aventura más con alguno de sus maestros de gimnasia.
Jorge Majfud