La lengua de Dios

La lengua de Dios

Un incidente menor nos fastidió el viaje, una tarde en una gasolinera rural de Alabama, a un costado de la 59, casi llegando a Mississippi. Un tipo, más alto que cualquiera de nosotros, se había molestado porque nos escuchó hablando español ente las góndolas de helados y periódicos. Al parecer, el detonante fue cuando Thomas continuó hablando español con el cajero que, increíblemente, no era sikh ni hindú sino un muchacho que luego resultó ser de Honduras. El hombre no pudo esperar en la cola y dijo que debíamos hablar inglés, que esto era América, no México. En su camisa a cuadros vi problemas.

Aunque me había prometido mil veces desinteresarme del mundo, porque el mundo al fin y al cabo no valía la pena de tantas penas, por un viejo instinto criminal terminé respondiendo que en América e, incluso, en Estados Unidos se hablaba español desde mucho antes que inglés, y que nunca se había dejado de hablar español. Que hasta el signo de dólares, esa con una rayita, era la abreviación de Pesos, de PS, es decir, $, y que si a veces tenía dos rayitas se debían a las columnas de Hércules de la bandera española. Que si la gente que ignoraba que el español no era un idioma extranjero en Estados Unidos, que si alguien de por allí no sabía que la cultura hispana era una cultura más de este país, no sólo era un ignorante de la historia de su propio país sino que además era un ignorante.

Tal vez debí pensar que ante cualquier eventualidad mis amigos tendrían la obligación moral de defenderme. De otra forma no se entendía ese uso tan despojado de palabras que podrían costarle un diente a cualquiera. “Al menos que tu osadía se debiera a alguna condición propia de esas que padecen los argentinos, que van del exceso de confianza a cierta tendencia al suicidio, estilo Che Guevara”, me dijo luego Douglas.

El hombre de la camisa a cuadros no esperó a que terminase con mi conmovedora defensa del idioma y de la cultura hispana y me agarró por donde mejor podía.

What? Usted, pequeño malhablado —dijo—, ¿pretende enseñarle historia americana a un americano?

—Por ahí si…

—¿Sabe usted en qué idioma está escrita la constitución de este país?

—Sí, claro que lo sé. Un grupito de intelectuales, de esos que ya no se ven entre los políticos, revolucionarios y progresistas radicales…

Wait, wait, wait —me interrumpió—. En aquella época no había progres ni liberales como ahora, gracias a toda esa basura que traen ustedes del otro lado.

—Sí que eran liberales, progresistas y revolucionarios radicales como nunca los hubo después, ni siquiera en Francia. Por algo los libros Thomas Jefferson, el fundador de la democracia americana, estuvieron prohibidos por años después de su muerte. Unos pobres analfabetos lo habían acusado de ateo. En esa época no había homosexuales.

Detrás del hombre de camisas a cuadros, Carlos festejó la respuesta con un gesto obsceno. El tipo se movió nervioso, como si estuviese a punto de cambiar sus argumentos con un puñetazo de esos que solo se ven en las películas viejas.

—A ver, señor sabiondo —dijo el hombre, esbozando una sonrisa—. No cambie de tema. Por casualidad, ¿sabe usted en qué idioma está escrita la constitución de América?

—En inglés —dije.

— YeahpIn English. ¿Vio? Por algo la constitución de este país fue escrita en inglés. Entonces, si la misma constitución está escrita en inglés, todos los habitantes de este país deben hablar inglés para que entiendan lo que dice y entiendan las leyes de este país. Period.

—Señor, ¿es usted creyente? —pregunté, advirtiendo que el hombre de la camisa a cuadros llevaba una cruz tatuada debajo de la oreja derecha.

—Por supuesto —dijo el hombre, con una evidente excitación—. Soy cristiano, como todos aquí.

Next customer —dijo el hondureño.

—Bueno, al menos no es masón, como algunos de los padres fundadores. Es decir, que usted va a la iglesia los domingos y todo eso.

—A la casa de Dios —aclaró el aludido.

—Entonces ha leído la Biblia alguna vez.

—¿Bromea?

—Es decir, usted es un acérrimo defensor del uso del hebreo, el arameo y el griego en las iglesias. Obviamente usted lee la Biblia en alguno de esos idiomas, ya que fueron esos idiomas los elegidos por Dios para hablar y escribir hasta que un día, por alguna razón, decidió callarse.

Next customer in line, please —insistió el hondureño.

El hombre de la camisa a cuadros me hizo a un lado y puso las cervezas sobre el mostrador. Las pagó y, entes de irse, me señaló con un dedo:

—Aprende inglés. Tienes un acento horrible. Y tu amigo peor.

—Acento de Boston —dije.

—Lo hablan mal todos ustedes, yall —insistió el hombre, mientras abría la puerta de salida con las nalgas y nos miraba con cara de muy pocos amigos.

—Pero lo escribimos muy bien, eh —insistí, aunque el mensaje nunca llegó a destino.

Carlos se había fastidiado con este incidente y había dicho que no iba a comprar café ni nada en aquel lugar.

—Estos yanquis son unos hijos de puta —dijo Carlos.

—Hijo mío —dijo una vieja con acento sureño que había estado escuchando la conversación mientras se servía café—. No me incluya en ese grupo. No le dé el gusto a esa pobre gente.

 

Jorge Majfud

Periodico Irreverentes (ESpaña)

La Republica (Uruguay)

Tacuarembo2030 (Uruguay)

 

Anuncio publicitario

Honduras contra a história

Street in Yuscarán, Honduras

Image via Wikipedia

Honduras II: Por sus métodos los conocerás (spanish)

By Their Methods You Shall Know Them (English)

 

Honduras contra a história

A Bíblia refere que, certa vez, os mestres da lei levaram uma mulher adúltera diante de Jesus. Pretendiam apedrejá-la até a morte, segundo a lei de Deus os obrigava, que então dizem que era também a lei dos homens. Mestres e fariseus quiseram provar Jesus, do que se induz que este já era conhecido pela sua falta de ortodoxia com relação às leis mais antigas. Jesus sugeriu que quem estivesse livre de pecado atirasse a primeira pedra. Assim, ninguém pôde executar a lei escrita.

Dessa forma e de muitas outras, a própria Bíblia foi mudando a si mesma, apesar de ser uma soma de livros inspirados por Deus. As religiões sempre se orgulharam de ser grandes forças conservadoras, que, enfrentadas pelos reformistas, se converteram em grandes forças reacionárias. O paradoxo está radicado em que toda religião, toda seita foi fundada por algum subversivo, por algum rebelde ou revolucionário. Por algo pululam os mártires, perseguidos, torturados e assassinados pelos poderes políticos do momento.

Os homens que perseguiam a adúltera se retiraram, reconhecendo com os fatos os seus próprios pecados. Mas ao longo da história o resultado foi diferente. Os homens que oprimem, matam e assassinam os supostos pecadores sempre o fazem justificados em alguma lei, em algum direito e em nome da moral. Essa regra, mais universal, foi a aplicada no próprio julgamento de Jesus. Em sua época, ele não foi o único rebelde que lutou contra o Império Romano. Não por casualidade ele foi crucificado junto com outros dois réus. Por associação, quis-se significar que um réu a mais estava sendo julgado. Nem sequer um dissidente religioso. Nem sequer um dissidente político. Invocando outras leis, tirou-se do meio o subversivo, que colocava em questão a «pax romana» e o colaboracionismo da aristocracia e das hierarquias religiosas de seu próprio povo. Tudo foi realizado segundo as leis. Mas a história reconhece-os hoje pelos seus métodos.

O governo de George Bush nos deu assunto de sobra e em grande escala. Todas as guerras e as violações às leis nacionais e internacionais foram acometidas em defesa da lei e do direito. Por seus interesses sectários, ele será julgado pela história. Por seus métodos seus interesses serão conhecidos.

Na América Latina, o papel da Igreja católica quase sempre foi o papel dos fariseus e dos mestres da lei que condenaram Jesus na defesa das classes dominantes. Não houve ditadura militar, de origem oligárquica, que não recebesse a benção de bispos e de sacerdotes influentes, legitimando assim a censura, a opressão e o assassinato em massa dos supostos pecadores.

Agora, no século XXI, o método e os discursos se repetem em Honduras como uma chibatada do passado.

Por seus métodos os conhecemos. O discurso patriota, a complacência de uma classe alta educada na dominação dos pobres sem educação acadêmica. Uma classe dona dos métodos de educação popular, como são os principais meios de comunicação. A censura, o uso do exército em ação de seus plano, a repressão das manifestações populares, a expulsão de jornalistas, a expulsão pela força de um governo eleito por votação democrática, seu posterior requerimento diante da Interpol, sua ameaça à prisão dos dissidentes se regressassem e sua posterior negação pela força ao fato de que regressem.

Para ver melhor esse fenômeno reacionário, vamos dividir a história humana em quatro grandes períodos:

1) O poder coletivo da tribo concentrado em um membro forte de uma família, em geral um homem.

2) Um período de expansão agrícola unificado por um totem (algo assim como um sobrenome vencedor) e depois um faraó ou imperador. Nesse momento, surgem as guerras e se consolidam os exércitos mais primitivos, não tanto para a defesa, mas sim para a conquista de novos territórios produtivos e para a administração estatal da sobreprodução de seu próprio povo e a opressão de seus povos escravos. Essa etapa continua com suas variações até os reis absolutistas da Europa, passando pela era feudal. Em todos, a religião é um elemento central de coesão e também de coação.

3) Na era moderna, temos um renascimento e uma radicalização da experiência grega de democracia representativa. Só que, neste momento, o pensamento humanista inclui a ideia de universalidade, de igualdade implícita de todo ser humano, a ideia da história como um processo de aperfeiçoamento e não de inevitável corrupção e o conceito de moral como um produto humano e relativo a um determinado tempo.

E, talvez, a ideia mais importante, já desde o filósofo árabe Averróis: o poder político não como a pura vontade de Deus, mas sim como o resultado dos interesses sociais, de classes etc. O liberalismo e o marxismo são duas radicalizações (opostas em seus meios) dessa mesma corrente de pensamento, que também inclui a teoria da evolução deCharles Darwin. Esse período de democracia representativa foi a forma mais prática de reunir as vozes de milhões de homens e mulheres em uma só casa, o Congresso ou Parlamento.

Se o humanismo é anterior às técnicas de popularização da cultura, ele também é potencializado por estas. A imprensa, os livros de bolso, os jornais de baixo preço no século XIX, a necessária alfabetização dos futuros operários foram passos decisivos para a democratização. No entanto, ao mesmo tempo, as forças reacionárias, as forças dominantes do período anterior rapidamente conquistaram esses meios. Assim, se já não era possível demorar mais a chegada da democracia representativa, era possível sim dominar seus instrumentos. Os sermões medievais nas igrejas, funcionais em grande parte aos príncipes e duques, se reformularam nos meios de informação e nos meios da nova cultura popular, como o rádio, o cinema e a televisão.

4) No entanto, a onda democrática seguiu seu caminho, com frequência regado a sangue pelos sucessivos golpes reacionários. No século XXI, a onda do humanismo renascentista continua. E com ela continuam os instrumentos para torná-la possível. Como a Internet, por exemplo. Mas também as forças contrárias, as reações dos poderes constituídos pelas etapas anteriores. E, na luta, vão aprendendo a usar e a dominar os novos instrumentos. Quando a democracia representativa não acaba de amadurecer, já surgem as ideias e os instrumentos para passar para uma etapa de democracia direta, participativa, radical.

Em alguns países, como hoje em Honduras, a reação não é contra essa última etapa, mas sim contra a anterior. Uma espécie de reação tardia. Mesmo que, na aparência, implique em uma escala menor, tem uma transcendência latino-americana e universal. Primeiro porque significa uma chamada de atenção diante da recente complacência democrática do continente. E, segundo, porque estimula o «modus operandi» daqueles reacionários que navegaram sempre contra as correntes da história.

Antes, anotamos as provas de por que o presidente deposto em Honduras não violou nenhuma lei, nenhuma Constituição. Agora, podemos ver que a sua proposta de uma enquete popular era um método de transição entre uma democracia representativa para uma democracia direta. Aqueles que interromperam esse processo colocaram marcha ré para a etapa anterior.

A quarta etapa era intolerável para uma mentalidade bananeira que se reconhece por seus métodos.

 

Tradução de Moisés Sbardelotto.

 

 

Os parasitas do povo

Honduran Officer Candidates Practicing Teamwork

Image by airborneshodan via Flickr

Honduras I: Los parásitos del pueblo (Spanish)

 

Os parasitas do povo

«Hoje, Honduras se debate diante do desafio latino-americano de enfrentar qualquer mudança política para a igual-liberdade, para o seu destino de independência e dignidade, ou de voltar aos miseráveis tempos em que os nossos países eram definidos como ‘republiquetas’ ou ‘repúblicas bananeiras’».

Neste domingo, 28 de junho, pela manhã, os militares de Honduras cercaram o presidente e, enquanto apontavam suas armas contra ele, perguntaram-lhe por que não havia obedecido as ordens do general Romeo Vásquez. Como o presidente pensava que ele devia dar as ordens a seus subordinados, estes o convidaram a se retirar da Casa de Governo. Daí para um carro e depois a um avião da força aérea até a Costa Rica.

Ao mesmo tempo, todos os meios de comunicação do país foram dominados, e foi-lhes sugerido, pela força, que não transmitissem informação que não fosse controlada diretamente pelo processo democrático que estava sendo realizado. Apenas alguns poucos jornalistas, que «ilegalmente» informaram ao mundo sobre o que estava acontecendo, e uns quantos hondurenhos que nos mantiveram informados via eletrônica, conseguiram escutar as declarações do presidente deposto ao chegar à Costa Rica.

Segundo as Forças Armadas de Honduras, todo esse processo foi em defesa da legalidade e da Constituição. Os militares se justificaram dizendo que recebiam ordens da Corte Suprema. Apesar de que a Constituição hondurenha não preveja esse mecanismo para assaltar a autoridade de um presidente legal e legítimo, era necessária uma desculpa para bobos. A declaração só demonstra que, em Honduras, efetivou-se um golpe de Estado com todas as suas letras. Em nome da «legalidade», militares e juízes passaram por cima da própria Constituição.

Se, no passado, esse trabalho de gorilas era próprio dos altos chefes militares, agora vemos que a mesma ilegalidade está apoiada, promovida e justificada pelo Poder Judicial de um país. A cumplicidade do Parlamento confirma essa prática: as leis são respeitadas sempre e quando sirvam aos interesses dos setores mais poderosos de uma sociedade.

Qualquer Constituição de qualquer país decente e democrático prevê a destituição de um presidente. Mas esse processo tem determinadas condições e um número específico de etapas legais que garantem sua validade. Pelo que eu me lembre, em nenhuma Constituição democrática se prevê que o presidente pode ser tomado pela força militar, sequestrado e expulso de seu próprio país. Menos ainda em nome da legalidade. Menos ainda por ordem de um punhado de juízes. Menos ainda com a cumplicidade de um chefe de um Parlamento que, além disso, é o opositor político do mandatário.

Tudo isso demonstra até que profundidade a cultura golpista sobrevive ainda nas classes dirigentes de Honduras. E não só de Honduras. O que aconteceu serve para estar alerta diante das velhas sobras da história latino-americana.

Hoje, defender o presidente Zelaya não é defender suas políticas, nem muito menos a sua pessoa. Hoje, defendê-lo, mesmo contra as instituições (seqüestradas) de Honduras, significa defender a democracia e qualquer estado de direito em qualquer parte do mundo, baseado no respeito às leis e à Constituição não só quando convém. Porque, em uma democracia, as leis e a Constituição não são corrigidas quebrando-as, mas sim mudando-as. Algo que precisamente o presidente sequestrado pretendia fazer.

Lamentavelmente, devo terminar essa breve nota de profundo repúdio com as últimas linhas com as quais terminei a nota anterior ao golpe:

Hoje, Honduras se debate diante do desafio latino-americano de enfrentar qualquer mudança política para a igual-liberdade, para o seu destino de independência e dignidade, ou de voltar aos miseráveis tempos em que os nossos países eram definidos como ‘republiquetas’ ou repúblicas bananeiras.

Jorge Majfud

Tradução de Moisés Sbardelotto.

Jorge Majfud, escritor uruguaio e professor da Escola de Humanidades da Lincoln University. O artigo foi publicado no jornal argentino Página/12, 29-06-2009.

Honduras e as classes sociais

Street in Tegucigalpa city centre, Honduras

Image via Wikipedia

Honduras y las clases sociales (Spanish)

Honduras e as classes sociais


por Jorge Majfud [*]

De Caracas, Lima, Tegucigalpa criticam-me dizendo que falar de classes sociais para analisar o golpe em Honduras é um cliché fora de moda.

Sim, é um cliché fora de moda. E uma realidade actual, também. A pós-modernidade empreendeu uma longa campanha cultural e ideológica no último terço do século XX para revogar conceitos binários e dicotómicos como opressor/oprimido, rico/pobre, branco/negro, homem/mulher, etc. Ao eliminar o primeiro par desaparecia de forma automática qualquer ideia de imperialismo, de colonialismo e de machismo. Assim, toda realidade era uma ilha que pouco tinha a ver com o resto, diferente do que afirmavam os antiquados estruturalistas. O pobre não tinha nada a ver nem a reclamar do rico nem vice-versa; uma colónia não era o resultado da existência do colonizador nem a «mulher feminina» era o resultado do homem masculino. O mesmo quanto aos países, as culturas, as histórias. Ilhas, átomos, universos independentes, sociedades autistas. Livres como um pássaro (que está condenado a voar e a emigrar). Também neste sentido, o pós-modernismo foi anti-humanista.

Mas as classes sociais ainda existem. Existiram desde há alguns milénios e a sua lógica funcionou com muita clareza até nas sociedades de gorilas e chimpanzés. Para os conservadores, esta observação seria um argumento a favor das classes sociais. «Assim é desde que o mundo é mundo», é o lema reaccionário. Para os humanistas progressistas é um argumento contra, já que muito de nós defendem a teoria da Evolução. Como problematizámos em muitos outros ensaios, o progressivo incremento das liberdades individuais desde o fim da Idade Média não foi em detrimento da igualdade e sim a seu favor. E vice-versa.

Na América Latina a classe dominante costumava ser um pequeno grupo de brancos, educados, actores principais na política, no governo e nos negócios. A maioria da população estava resignada a seguir os passos da sua classe social. Se algum mudava de classe, esta excepção era publicitada mas não abolia a regra.

Com sorte, o sistema de classes sociais é muito menos rígido que o de castas na Índia. Hoje em dia é menos forte e nisso consiste o desenvolvimento. Mas existe, sobretudo em países como Honduras onde quase todos os meios importantes de informação e de formação de opinião pertencem a umas poucas famílias, a reduzidos e quase impenetráveis círculos de influência. E esses meios praticaram desde sempre uma campanha a favor de um anacrónico sistema de classes sociais. Seu mais recente papel foi no golpe de Estado. Não porque Zelaya fosse um exemplo de político democrático e sim porque pôs em risco o controle político da sua própria classe. A esse monopólio chamaram, estrategicamente, liberdade de imprensa, liberdade de expressão. Com sorte, um camponês hondurenho é livre para gritar na praça da aldeia para ser ouvido por cem pessoas. Não é suficiente? Então, segundo esta ideologia hegemónica, o inculto é um maldito revoltoso que quer eliminar a liberdade de expressão, romper a ordem democrática e sequestrar as crianças para doutriná-las.

Até bem dentro do século XX os índios na América Latina recebiam terríveis sovas por desobedecerem aos seus patrões. Mas agradeciam. O sistema de «índios pongo» obrigava-os moralmente a trabalhar gratuitamente. Os índios levavam os rebanhos de uma estância à outra sem a tentação de roubar de vez em quando uma ovelha. Razão pela qual em países como a Bolívia e o Peru o desenvolvimento ferroviário foi raquítico, em comparação com outros países da região. Como prémio, o discurso dominante descrevia-os como corruptos, atrasados e imorais. Porque eram pobres e seus prazeres eram tão baratos quanto a aguardente. Quando um exército patriótico e faminto passava pela sua miserável choça, violava impunemente a sua mulher e roubava as suas poucas ovelhas. Quanto menos auto-estima, melhor. Também os escravos africanos açoitavam outros escravos de escala inferior para sustentar o sistema de privilégios. Os açoitados agradeciam porque as sovas, como exorcismo moral, ajudavam-nos a não ser «maus negros» que esqueciam a sua condição natural de animais inferiores.

Quer dizer que a opressão de um grupo por outro (uma classe sobre outra, uma raça sobre outra, um género, um sexo sobre outro, um grupo financeiro sobre outro, etc.) só é possível por essa colonização moral, por essa moral do oprimido. E para isso havia que possuir a maioria dos meios de imprensa «mais prestigiosos e influentes».

A estrutura social de Honduras hoje é quase a mesma de há décadas.
Não é difícil identificar a sua classe dominante, com certa educação, a mínima necessária para ser a dos senhores neo-feudais da «república». São reconhecidos pelos seus nomes, pelos seus métodos, por sua propriedades ostentosas, por seus velhos e conhecidos discursos que – como na época de Franco na Espanha, de Pinochet no Chile, de Bush e tantos outros nos Estados Unidos – apelam ao patriotismo, à tradição, à religião e à liberdade para justificar o seu poder político, ideológico e financeiro.

Por outro lado, Honduras, um dos países mais pobres do continente, é composto por uma vasta e maioritária classe de camponeses, operários e pequenos comerciantes que nunca acedeu a uma educação secundária e menos ainda a uma universidade. Não para que sejamos todos doutores e sim para que qualquer operário seja um produtor capacitado, intelectualmente criativo e com gozo de tempo livre para construir-se como ser humano.
Se tudo isto não é opressão de classe, chame-se como se quiser. Mas esta realidade continuará a estar aí ainda que seja maquilhada e seja travestida.

Claro, todos devemos tornar-nos responsáveis pelo nosso destino. Em grande medida somo. Não merece o mesmo alguém que se senta à espera de que caia um fruto sobre a sua boca e aquele outro que trabalha todo o dia para que o milagre se produza. Mas ninguém tem uma liberdade absoluta e uns são mais livres (socialmente) que outros. Olhemos em nosso redor e perguntemo-nos se todos somos igualmente livres.

O poder existe. Existe o poder muscular, o poder económico, o poder político, etc. Quando um grupo qualquer impõe seus interesses sobre outros quando pode obter mais benefícios imediatos do que recorrendo à colaboração, a isso chamo ter o poder. Esse poder possui, além de força muscular, uma voz sedutora, quando não intimidatória, fácil de produzir ecos em todos os rincões. As mentiras do poder não são eternas, mas podem sobreviver gerações ou o necessário para confirmar que a justiça que tarda não chega.

Nossa visão humanista entende que a longo prazo a colaboração é mais benéfica para o desenvolvimento e o progresso (perdão pela má palavra) de todos. Mas os conservadores não estão interessados em esperar tanto. Eles vêem tudo como um arquipélago de ilhas rodeadas de muralhas, uma das quais é a eleita de Deus, sob a pax romana, a paz dos cemitérios ou combatendo-se umas às outras ao mesmo tempo que acusam os progressistas de alimentar o ódio de classes. Se não se falar disso, isso não existe.
É o antigo recurso de arrancar os olhos a um pássaro enjaulado para que cante mais e melhor.

Julho/2009

 

[*] Ensaista, uruguaio, professor da Lincoln University.

 

Honduras y las clases sociales

Street in Tegucigalpa city centre, Honduras

Image via Wikipedia

Honduras e as classes sociais (Portuguese)

Honduras y las clases sociales

 

Desde Caracas, desde Lima, desde Tegucigalpa me reprochan que hablar de clases sociales para analizar el golpe en Honduras es un cliché pasado de moda.

Sí, es un cliché pasado de moda. Y una realidad actual, también. La posmodernidad emprendió una larga campaña cultural e ideológica en el último tercio del siglo XX para derogar conceptos binarios y dicotómicos como opresor/oprimido, rico/pobre, blanco/negro, hombre/mujer, etc. Al eliminar el primer par desaparecía de forma automática cualquier idea de imperialismo, de colonialismo y de machismo. Así, toda realidad era una isla que poco tenía que ver con el resto, diferente a lo que afirmaban los anticuados estructuralistas. El pobre no tenía nada que ver ni que reclamarle al rico ni viceversa; una colonia no era el resultado de la existencia del colonizador ni la «mujer femenina» era el resultado del hombre masculino. Lo mismo los países, las culturas, las historias. Islas, átomos, universos independientes, sociedades autistas. Libres como un pájaro (que está condenado a volar y a emigrar). También en este sentido el posmodernismo fue anti-humanista.

Pero las clases sociales todavía existen. Han existido desde hace algunos milenios y su lógica ha funcionado con mucha claridad hasta en las sociedades de gorilas y de chimpancés. Para los conservadores, esta observación sería un argumento a favor de las clases sociales. «Así es desde que el mundo es mundo», es el lema reaccionario. Para los humanistas progresistas es un argumento en contra, ya que muchos defendemos la teoría de la evolución. Como hemos problematizado en muchos otros ensayos, el progresivo incremento de las libertades individuales desde el fin de la Edad Media no ha sido en detrimento de la igualdad sino a su favor. Y viceversa.

En América Latina, la clase dominante solía ser un pequeño grupo de criollos blancos, educados, actores principales en la política, el gobierno y los negocios. La mayoría de la población estaba casi resignada a seguir los pasos de su clase social. Si alguno se desclasaba, esta excepción era publicitada pero no abolía la regla. Con suerte, un campesino hondureño es libre de gritar en la plaza del pueblo para que lo escuchen cien personas. ¿No es suficiente? Entonces, según esta ideología hegemónica, el inculto es un maldito revoltoso que quiere eliminar la libertad de expresión, romper el orden democrático y secuestrar a los niños para adoctrinarlos.

Hasta entrado el siglo XX los indios en América Latina recibían terribles palizas por desobedecer a sus patrones. Pero lo agradecían. El sistema de «indios pongo» los obligaba moralmente a trabajar gratis. Los indios llevaban los rebaños de una estancia a la otra sin la tentación de robar de vez en cuando una oveja. Razón por la cual, en países como Bolivia y Perú, el desarrollo ferroviario fue raquítico, en comparación a otros países de la región. En premio, el discurso dominante los describía como corruptos, holgazanes e inmorales. Porque eran pobres y sus placeres eran tan baratos como el aguardiente. Cuando un ejército patriótico y hambreado pasaba por su miserable choza, impunemente violaba a su mujer y robaba sus pocas ovejas. Cuanto menos autoestima, mejor. También los esclavos africanos azotaban a otros esclavos inferiores en la escala para sostener el sistema de privilegios. Los azotados lo agradecían porque las palizas, como exorcismo moral, los ayudaban a no ser «malos negros» que olvidaban su condición natural de animales inferiores.

Es decir que la opresión de un grupo por otro (una clase sobre otra, una raza sobre otra, un género, un sexo sobre otro, un grupo financiero sobre otro, etc.) sólo es posible por esa colonización moral, por esa moral del oprimido. Y para eso había que poseer la mayoría de los medios de prensa «más prestigiosos e influyentes».

La estructura social de Honduras hoy es casi la misma de hace décadas.

No es difícil identificar su clase dominante con cierta educación, la mínima necesaria para ser los señores neofeudales de la «república». Los reconocerás por sus nombres, por sus métodos, por sus ostentosas propiedades, por sus viejos y conocidos discursos que, como en la época de Franco en España, de Pinochet en Chile, de Bush y tantos otros en los Estados Unidos, apelan al patriotismo, a la tradición, a la religión y a la libertad para justificar su poder político, ideológico y financiero. Y en las últimas décadas Cuba también. Con la excepción del adoctrinamiento religioso, Cuba se ha vuelto otro tipo de sistema conservador y cerrado. El proyecto humanista, joven y utópico de los inicios de la revolución cada vez es un recuerdo más lejano.

Por otro lado, Honduras, uno de los países más pobres del continente, se compone de una extensa y mayoritaria clase de campesinos, obreros y pequeños comerciantes que nunca han accedido a una educación secundaria y menos a una universidad. No para que todos seamos doctores, sino para que cualquier obrero sea un productor capacitado, intelectualmente creativo y con el goce de tiempo libre para construirse como ser humano.

Si todo esto no es opresión de clase, llámelo como quiera. Pero esta realidad seguirá estando ahí aunque se la maquille y se la trasvista.

Claro, todos debemos hacernos responsables de nuestro destino. En gran medida lo somos. No merece lo mismo alguien que se sienta a esperar que caiga un fruto sobre su boca que aquel otro que trabaja todo el día para que el milagro se produzca. Pero nadie tiene una libertad absoluta y unos son más libres (socialmente) que otros. Miremos a nuestro alrededor y preguntémonos si todos somos igualmente libres.

El poder existe. Existe el poder muscular, el poder económico, el poder político, etc. Cuando un grupo cualquiera impone sus intereses sobre otros, cuando puede obtener más beneficios inmediatos que recurriendo a la colaboración, a eso llamo tener el poder. Este poder posee, además de fuerza muscular, una voz seductora, cuando no intimidatoria, fácil de producir ecos en todos los rincones. Las mentiras del poder no son eternas, pero pueden sobrevivir generaciones o lo necesario para confirmar que la justicia que tarda no llega.

Nuestra visión humanista entiende que, a largo plazo, la colaboración es más beneficiosa para el desarrollo y progreso (perdón por la mala palabra) de todos. Pero los conservadores no están interesados en esperar tanto. Ellos lo ven todo como un archipiélago de islas rodeadas de murallas, una de las cuales es la elegida de Dios, bajo la pax romana, la paz de los cementerios o combatiéndose unas a otras al tiempo que acusan a los progresistas de alimentar el odio de clases. Si de eso no se habla, eso no existe.

Es el antiguo recurso de arrancarle los ojos a un pájaro enjaulado para que cante más y mejor.

Lincoln University,

2009

La Republica (Uruguay)

 

Jorge Majfud’s books at Amazon>>

Honduras A Constituição Ilegítima

Village in Copán

Image via Wikipedia

Honduras: La costituzione illegittima (Italian)

The Illegitimate Constitution (English)

Honduras IV: La constitución ilegítima (Spanish)

Honduras A Constituição Ilegítima


Uma constituição que o impeça é ilegítima diante do inalienável direito à liberdade (de mudar) e à igualdade (de decidi-lo). É papel, é um contrato fraudulento que uma geração impõe a outra em nome de um povo já inexistente.

 

 

Jorge Majfud

 

A disputa dialética sobre a legalidade do violento processo de destituição e expulsão do presidente de Honduras não está fechada. Há meses expusemos nosso ponto de vista, segundo o qual não houve violação à constituição por parte do presidente Zelaya no momento de convocar uma consulta não vinculante sobre uma assembléia constituinte. Porém no fundo esta discussão é vã e encobre outro problema em sua raiz: a resistência de uma classe e de uma mentalidade que modelou os estamentos de sua própria República bananeira e busca desesperadamente identificar qualquer mudança com o caos ao mesmo tempo em que impõe a repressão de seu povo e dos meios de comunicação que lhe são adversos.

O principal argumento dos golpistas em Honduras radica em que a constituição de 1982 não permite mudanças em seu texto (artigos 239 e 374) e estabelece a remoção de seus cargos daqueles que as promovam. A Lei de Participação cidadã de 2006, que promove as consultas populares, nunca foi acusada de inconstitucional. Pelo contrário, a participação popular é uma prescrição da mesma constituição (artigo 45). Tudo o que revela o espírito escolástico de seus redatores, matizado com uma linguagem humanística.
Nenhuma norma, nenhuma lei pode estar acima da constituição de um país. Sem embargo, nenhjma constituição moderna foi ditada por Deus senão por seres humanos em benefício próprio. Ou seja, nenhuma constituição pode estar acima de um direito natural como é a liberdade de um povo para mudar.

Uma constituição que estabeleça sua própria imodificabilidade está confundindo sua origem humana e precária com uma origem divina, ou está pretendendo estabelecer a ditadura de uma geração sobre todas gerações por vir. Se este princípio de inamobilidade tivesse algum sentido, deveríamos supor que antes que a constituição de Honduras seja modificada, Honduras deveria desaparecer como país. Do contrário, dentro de mil anos esse país deverá reger-se pela mesma letra.

Já os ortodoxos religiosos quiseram evitar mudanças no Alcorão e na Bíblia contando o número de palavras. Quando as sociedades e seus valores mudam, porém não se pode mudar um texto sagrado, salva-se o texto interpretando a favor dos novos valores. Isto fica demonstrado pela proliferação de seitas, ismos e novas religiões que surgem de um mesmo texto.

Porém, em um texto sagrado, a proibição de mudanças, ainda sendo impossível, está melhor justificada, já que nenhum homem pode emendar a letra de Deus.
Estas pretensões de eternidade e perfeição não foram raras nas constituições latino-americanas que no século XIX pretenderam inventar repúblicas, em lugar de que os povos inventassem suas próprias repúblicas e as constituições a sua medida e segundo o pulso da história. Se nos Estados Unidos ainda está vigente a constituição de 1787, isso se deve a sua grande flexibilidade e a suas muitas emendas. Não fosse assim, hoje este país teria três quartas partes de um homem na presidência, um quase-humano. ?Esse negrito ignorante?, como o chamou o ex-chanceler de fato Enrique Ortez Colindres. Se isso fosse pouco, o artigo V da famosa constituição dos Estados Unidos proibia qualquer mudança de status constitucional referente aos escravos.

O resultado de uma constituição como a de Honduras não é outro que sua própria morte, prévio derramamento de sangue, mais cedo ou mais tarde.
Aqueles que alegam defendê-la, o fazem com a força das armas e com a força das armas e com a estreita lógica de um conjunto de normas que violam um dos direitos naturais mais básicos e irrenunciáveis.

Há séculos, os filósofos que imaginaram e articularam as utopias que hoje se chamam Democracia, Estado e Direitos Humanos o disseram de forma explícita: nenhuma lei está acima desses direitos naturais. E, se assim se pretendeu, a desobediência está justificada. A violência não procede da desobediência, senão de quem viola um direito fundamental. Para tudo o mais, está a política. A negociação é a concessão que fazem os débeis. Uma concessão conveniente, inevitável, porém, a longo prazo, sempre insuficiente.
Uma democracia madura implica uma cultura e um sistema institucional que preveja as rupturas das regras do jogo. Porém ao mesmo, e por isto mesmo, uma democracia se define por permitir e facilitar as inevitáveis mudanças que vem com uma nova geração, com a maior consciência histórica de uma sociedade.

Uma constituição que o impeça é ilegítima diante do inalienável direito à liberdade (de mudar) e à igualdade (de decidi-lo). É papel, é um contrato fraudulento que uma geração impõe a outra em nome de um povo já inexistente.

Jorge Majfud

2009

 

By Their Methods You Shall Know Them

Honduras

Honduras II: Por sus métodos los conocerás

Honduras Against History

By Their Methods You Shall Know Them


Jorge Majfud

The Bible relates the story of how the teachers of the law brought before Jesus an adulterous woman. They intended to stone her to death, as they were required to do by the law of God, which at the time was said to be the law of men as well. The teachers and Pharisees wanted to test Jesus, from which one can induce that Jesus was already well known for his lack of orthodoxy with respect to the most ancient laws. Jesus suggested that whoever was free of sin should cast the first stone. Thus nobody was able to execute the strict law.

In this way, and in many others, the Bible itself has continued transforming itself, despite being a collection of books inspired by God. Religions have always been considered to be great conservative forces which, faced with reformers, became great reactionary forces. The paradox is rooted in the fact that all religion, all sects, have been founded by some subersive, by some rebel or revolutionary. It is not for nothing that history teems with those martyred, persecuted, tortured and assassinated by the political powers of the moment.

The men who were persecuting the adulteress retreated, recognizing in the turn of events their own sins. But over the course of history the result has been different. The men who oppress, kill and assassinate the alleged sinners always do so with the justification of some law, some right and in the name of some morality. This, more universal, rule was the one applied in Jesus’s own execution. In his time he was not the only rebel who fought against the Roman Empire. Not coincidentally, he was crucified together with two other prisoners. By association, this was intended to signify that he was just another prisoner being executed. Not even a religious dissident. Not even a political dissident. Invoking other laws, they eliminated the suberversive who had questioned the Pax Romana and the collaborationism of the aristocracy and of the religious hierarchies of his own people. Everything was carried out according to the laws. But history recognizes them today by their methods.

George Bush’s government gave us plenty of examples, and on a large scale. All of the wars and violations of national and international law were committed in defense of the law and sovereign right. By its sectarian interests, history will judge it. By its methods, its interests shall be known.

In Latin America, the role of the Catholic Church has almost always been the role of the Pharisees and the teachers of the law who condemned Jesus in defense of the dominant classes. There has never been a military dictatorship of oligarchical origin that didn’t receive the blessing of bishops and influential priests, thereby legitimizing the censorship, the opression of the mass murder of the supposed sinners.

Now, in the 21st century, the method and the discourses are repeated in Honduras like a crack of the whip from the past.

By their methods we know them. The patriotic discourse, the complacency of an upper class trained in the domination of the poor who have no formal education. A class that owns the methods of popular education, which is what the main communication media are. Censorship; the use of the army to carry out their plans; repression of the popular demonstrations; the expulsion of journalists; the expulsion by force of a government elected by democratic vote, its later demand before Interpol, its threat to jail dissidents if they return and its later denial by force of their return.

In order to better see this reactionary phenomenon let’s divide human history into four grand periods:

1)     The collective power of the tribe concentrated in one strong member of a family, generally a man.

2)     A period of agricultural expansion unified by a totem (something akin to a conquering surname) and later a pharoah or emperor. During this time wars emerge and primitive armies are consolidated, not so much for defense as for the conquest of new productive territories and for state administration of its own people’s surplus production and the oppression of its people’s slaves. This stage continues with variations up until the absolutist kings of Europe, passing through the feudal era. In all of these regimes, religion is a central element of cohesion as well as coercion.

3)     In the modern era we have a renaissance and a radicalization of the Greek experiment in representative democracy. But in the modern period humanist thought includes the idea of universality, of the implicit equality of every human being, the idea of history as a process of reaching toward perfection instead of inevitable corruption, and the concept of morality as a human product relative to a determined historical time. And perhaps the most important idea, from the Arab philosopher Averroes: political power not as the pure will of God but as the result of social interests, class interests, etc. Liberalism and Marxism are two radicalizations (opposed in their means) of this same current of thought, which also includes Charles Darwin’s theory of evolution. This period of representative democracy was the most practical form for bringing together the voices of millions of men and women in one house, the Congress or Parlament. If Humanism pre-exists the techniques for popularizing culture, it is also empowered by them. The printing press, the paperback book, the low-price newspapers of the 19th century, the necessary literacy training of future workers were decisive steps toward democratization. Nonetheless, at the same time the reactionary forces, the dominant forces of the previous period, rapidly conquered these media. Thus, if it was no longer possible to further delay the arrival of representative democracy, it was possible to dominate its instruments. The medieval sermons in the churches, functional in great measure for the princes and dukes, were reformulated in the media of information and in the media of the new popular culture, like rade, film and television.

4)     Despite this, the democratic wave continued on, frequently bathed in blood by successive reactionary coups. In the 21st century the renaissance humanist wave continues. And with it continue the instruments to make it possible. Like the Internet, for example. But so too the contrary forces, the reactions of the powers constituted by the previous stages. And in the process of struggle they learn to use and dominate the new instruments. While representative democracy has not yet matured, already one see emerging the ideas and instruments necessary for passing on to a stage of direct democracy, participatory and radical.

In some countries, as today in Honduras, the reaction is not against this latest stage but the previous one. A kind of late reaction. Even though in appearance it suggests a smaller scale, it has Latin American and universal significance. First because it represents a calling to attention of the recent democratic complacency of the continent; and second because it stimulates the modus operandi of those reactionaries who have always sailed against the currents of history.

Earlier we noted the proof of why the deposed president of Honduras had not violated the law or the constitution. Now we can see that his proposal of a non-binding popular referendum was a method of transition from a representative democracy toward a direct democracy. Those who interrupted this process reversed it toward the prior stage.

The fourth stage was intolerable for a Banana republic mentality that can be recognized by its methods.

Translated by Bruce Campbell

The Illegitimate Constitution

Montañas de la Sierra de Agalta, Olancho. Hond...

Image via Wikipedia

Honduras IV: La constitución ilegítima

The Illegitimate Constitution

Jorge Majfud

The dialectical dispute over the legality of the violent process of removal from office and expulsion from the country of the president of Honduras has not reached closure. Months ago we explained our point of view, according to which there was no violation of the constitution on the part of president Zelaya at the moment of calling for a non-binding poll on the question of a constituent assembly. But at base this discussion is moot and rooted in a different problem: resistance by a social class and mentality that created the institutions of its own Banana Republic and seeks desperately to identify change of any kind with chaos, at the same time that it imposes repression on its people and on the communication media that oppose it.

The main argument of the authors of the coup in Honduras is rooted in the fact that the 1982 Constitution does not allow changes in its wording (articles 239 and 374) and establishes the removal from power of those who promote such changes. The Law of Citizen Participation of 2006, which promotes popular consultations, was never accused of being unconstitutional. On the contrary, popular participation is prescribed by the very same constitution (article 45). All of which reveals the scholastic spirit of its drafters, nuanced with a humanistic language.

No norm, no law can stand above a country’s constitution. Nonetheless, no modern constitution has been dictated by God, but by human beings for their own benefit. Which is to say, no constitution can stand above a natural law like a people’s freedom to change.

A constitution that establishes its own immutability is confusing its human and precarious origins with a divine origin; or it is attempting to establish the dictatorship of one generation over all generations to come.  If this principle of immutability made any sense, we would have to suppose that before the constitution of Honduras could be modified Honduras must first disappear as a country. Otherwise, for a thousand years that country would have to be ruled by the same wording.

The orthodox religious have tried to avoid changes in the Koran and in the Bible by counting the number of words. When societies and their values change but a sacred text cannot be altered, the text is salvaged by interpreting it in favor of the new values. This is clearly demonstrated by the proliferation of sects, isms and new religions that arise from the same text. But in a sacred text the prohibition against change, even though impossible, is more easily justified, since no man can ammend God’s word.

These pretensions of eternity and perfection were not rare in the Iberoamerican constitutions which in the 19th century attempted to invent republics, instead of allowing the people to invent their own republics and constitutions to their own measure and according to the pulse of history. If in the United States the constitution of 1787 is still in force, it is due to its great flexibility and its many amendments. Otherwise, this country would have today three fifths of a man in the presidency, a quasi-human. “That ignorant little black man,” as the now former de facto Honduran foreign minister Enrique Ortez Colindres called him. As if that weren’t enough, article I of the famous constitution of the United States originally prohibited any change in constitutional status with reference to slaves.

The result of a constitution like that of Honduras is none other that its own death, preceded sooner or later by the spilling of blood. Those who claim to defend it will have to do so with force of arms and with the narrow logic of a collection of norms that violate one of the most basic and undeniable natural rights.

For centuries, the philosophers who imagined and articulated the utopias that today are called Democracy, State and Human Rights said so explicitly: no law exists above these natural rights. And if such a thing were attempted, disobedience is justified. Violence does not originate from disobedience but from he who violates a fundamental right. Politics is for everything else. Negotiation is the concession of the weak. A convenient concession, inevitable, but in the long term always insufficient.

A mature democracy implies a culture and an institutional system that prevent breaks from the rules of the game. But at the same time, and for that same reason, a democracy is defined by allowing and facilitating the inevitable changes that come with a new generation, with the greater historical consciousness of a society.

A constitution that impedes change is illegitimate in the face of the inalienable right to freedom (to change) and equality (to determine change). It is paper, it is a fraudulent contract that one generation imposes upon another in the name of a nation that no longer exists.

Translated by Bruce Campbell

Honduras: La costituzione illegittima

Montañas de la Sierra de Agalta, Olancho. Hond...

Image via Wikipedia

La costituzione illegittima

Dr. Jorge Majfud, Lincoln University.
Tradotto da Maria Rubini

La disputa dialettica sulla legittimità dell’espusione del presidente Zelaya in Honduras non è chiusa. Mesi fa abbiamo esposto il nostro punto di vista, secondo cui non vi è stata alcuna violazione della Costituzione da parte del Presidente Zelaya nel richiamare un sondaggio non vincolante su una assemblea costituente. Ma in fondo questa discussione è inutile perchè si nasconde un altro problema alla radice: la resistenza di una classe e di una mentalità che hanno plasmato la terra della repubblica delle banane, nella disperata ricerca di individuare quali potessero essere eventuali cambiamenti,  imponendo la repressione al popolo e ai media che si dimostrassero negativi.

L’argomento principale del colpo di stato in Honduras è che la Costituzione del 1982 non consente la modificha dell’ artt. 239 e 374 e prevede la rimozione dalla carica coloro che la promuovono.La partecipazione dei cittadini Act del 2006, che promuove le consultazioni popolari, non è mai stato accusato di incostituzionalità. Per contro, la partecipazione popolare è un requisito della Costituzione stessa (articolo 45). Tutto ciò rivela lo spirito scolastico dei suoi autori, temperato con un linguaggio umanistico.

Nessuna regola o legge può essere al di sopra della costituzione di un paese. Tuttavia, nessuna costituzione moderna è stata rivelata da Dio, ma da esseri umani a scopo di lucro. Cioè, nessuna costituzione può essere al di sopra del diritto naturale,  della libertà del popolo di modificarla.

Una Costituzione che stabilisce la propria immutabilità è confusa e precaria, confonde l’ origine umana con l’origine divina e tenta di instaurare la dittatura di una generazione su tutte le generazioni a venire.

L’ortodissia religiosa voleva evitare i cambiamenti nel Corano e nella Bibbia contando il numero di parole. Non è possibile modificare un testo sacro, il testo viene salvato per interpretare i nuovi valori.Ciò è dimostrato dalla proliferazione delle sette e delle nuove religioni e ismi derivanti dal testo stesso.

Ma il divieto della modifica di un testo sacro, è meglio giustificato, dal momento che nessun uomo può modificare la parola di Dio.

Queste affermazioni di eternità e di perfezione, non erano rare nelle costituzioni latino-americane nel XIX secolo che hanno tentato di inventare repubbliche, piuttosto che inventare le loro repubbliche e costituzioni a misura del loro popolo e secondo il corso della storia.Se negli Stati Uniti è ancora in vigore la Costituzione del 1787 ciò è dovuto alla sua flessibilità e a molti suoi emendamenti. In caso contrario, in questo Paese oggi sarebbe alla presidenza un uomo per tre-quarti umano (un semi-Dio). Come se non bastasse, l’articolo V della famosa Costituzione vieta qualsiasi modifica dello status costituzionale agli schiavi.

Il risultato di una costituzione come quella dell’ Honduras non è altro che la sua morte, con spargimento di sangue, prima o poi.

Coloro che sostengono di difenderla, devono farlo con la forza delle armi e con la logica stretta di una serie di norme che violano uno dei più fondamentali e naturali diritti inalienabili.

Per secoli, i filosofi che scrivevano di utopie immaginate e che ora si chiamano democrazia, dello Stato e dei diritti umani, hanno detto esplicitamente: nessuna legge è al di sopra di questi diritti naturali.

E se fosse destinato, la disobbedienza è giustificata. La violenza non viene dalla disobbedienza, ma dalla violazione un diritto fondamentale.

Tutto il resto è politica. La negoziazione è la concessione che rendono i deboli. Un premio del caso, inevitabile, ma a lungo termine sempre insufficiente.

Una democrazia matura implica una cultura e un sistema istituzionale volto a prevenire le violazioni delle norme. Ma allo stesso tempo, e per la stessa ragione, la democrazia è definita da consentire e facilitare gli inevitabili cambiamenti che vengono con una nuova generazione, con una maggiore coscienza storica di una società.

Una Costituzione che impedisce il diritto inalienabile alla libertà (per cambiare) e l’uguaglianza (di decidere) non è legittima. E la carta, è un contratto fraudolento che si impone da una generazione a un’altra, a nome di un popolo che non esiste più.

Honduras y Uruguay: tan diferentes, tanto iguales

Nuestra memoria no olvida!, nuestra dignidad n...

El realismo mágico latinoamericano


Honduras y Uruguay: tan diferentes, tanto iguales

El realismo mágico, como cualquiera sabe, fue una marca de fábrica de la literatura latinoamericana de los años ‘60. Muchos críticos señalan que fue un producto de las editoriales internacionales. Quizás producto también del poderoso mercado de lectores europeos y norteamericanos ávidos de exotismos matizados con dictadorcillos vestidos de guayaberas. Así habrían redescubierto al Juan Rulfo de los ‘50 y al cubano Alejo Carpentier de los ‘40.

Entiendo que el realismo mágico está explícito en el principal género del realismo —la crónica—, como en Crónica del Perú (1553) de Pedro Cieza de León y en el resto de la locura del colonizador y el martirio del colonizado. Pero tampoco se acaba con los imitadores de García Márquez en los años ‘80 ni se limita a la literatura tradicional. La ficción, la literatura son espacios de encuentro de una realidad que la sobrepasa y la alimenta. En gran medida nuestro pueblo latinoamericano está hecho en el mito, en el mejor de los casos, y en la irracionalidad mágica, en el peor. Las dictaduras militares dieron pruebas de ello hasta el hastío.

Hoy el realismo mágico es tan ubicuo en la realidad latinoamericana que no sólo se confunde con la realidad sino que ni siquiera se lo ve como mágico.

Para prueba dos ejemplos en las antípodas de América latina: Honduras y Uruguay. En el país centroamericano se escribió una constitución que niega los cambios en la historia y es la base de un sistema democrático representativo que niega un referéndum serio para modificar su letra. Por el contrario, impone castigos a quienes se atrevan a semejante herejía. Los caciques y sacerdotes siempre son celosos en estos puntos que se refieren al status quo. Es decir, como una maldición bíblica, la letra que se pretende sagrada impone su dictadura sobre los humanos que debieron ser sus autores o correctores. Una constitución republicana que es el producto de la filosofía del humanismo y del iluminismo se convierte así en un texto irracional, sagrado como cualquier texto escrito por cualquier dios.

Por el otro lado, aparentemente Uruguay opta por lo contrario en el momento de organizar su sociedad. Con una democracia centenaria, interrumpida dos o tres veces por el autoritarismo feudal, más típico en otros países del continente, ha recurrido muchas veces en los últimos años al referéndum como ejercicio de una tímida democracia directa.

No obstante, en un par de veces, como aconteció en el último referéndum, pone a consulta popular precisamente aquello que no puede ser decidido por un grupo para ser impuesto a otro, por minúsculo que sea. El referéndum (2009) para derogar la Ley de Caducidad en su búsqueda de derribar la muralla legal que protege a los violadores contra el relamo de justicia de sus víctimas, en los últimos treinta años ha sido el único recurso de los débiles y el involuntario instrumento de legitimación de los violadores de los Derechos Humanos, de sus cómplices y del error histórico de medio pueblo deformado por la dialéctica de la dictadura y la estratégica indiferencia.

Ningún grupo puede imponer, por uno de esos momentos de delirio colectivo tan comunes en la historia, la violación de los derechos humanos de una sola persona. ¿Podría un referéndum permitir o imponer la violación sexual de una niña? Pensarán que exagero, pero una segunda consideración evidencia que no. Aunque menos gráfico, ¿podría un referéndum nacional negarle a un padre el derecho a ver al violador castigado por ese delito? No, nunca.

El ejemplo parece obvio porque no tiene implicaciones políticas. Pero ¿alguien diría que los crímenes que se cometieron —incluidos los crímenes sexuales— con la arrolladora impunidad del estado no son equiparables a la violación de una niña? Sí lo fueron. No en un caso, en muchos. Sin contar con el impacto que deja en un pueblo entero el terrorismo de Estado con sus múltiples tentáculos. Lo cual se prueba sólo con la existencia de referéndums exculpatorios de criminales en masa, los que reproducen la violencia a través de la impunidad de una minoría en complicidad con la cobardía o con el delirio colectivo.

El profesor Emilio Cafassi, en uno de sus recientes análisis sobre las elecciones uruguayas se pregunta cómo resolvieron los hijos los conflictos de los padres que participaron en la dictadura de los ‘60. Las mismas inquisiciones hice muchas veces en distintos países a algunos alemanes que fueron niños, hijos de correctos ciudadanos que apoyaron democráticamente y en masa el terror del nazismo. Siempre recibí balbuceos nerviosos, confusos en el mejor de los casos. Aludiendo al uso propagandístico del nombre “Pedro” del joven candidato del partido Colorado, Pedro Bordaberry, el hijo del dictador Juan María Bordaberry, Cafassi nos deja una de las más breves y agudas observaciones que se han realizado sobre las últimas elecciones: “Hoy la gran pregunta de los hijos es qué hicieron sus padres en ese período. Pedro, por ejemplo, la respondió en su campaña economizando apellido”.

En los dos casos, de Honduras y de Uruguay, el atentado es contra los Derechos Humanos conquistados a lo largo de la tradición del humanismo de los últimos siglos. Uno, negando la consulta popular para ejercer un derecho democrático a cambiar o a permanecer; el otro, usándola como forma de legitimar la violación de los derechos elementales de una minoría. En ambos casos se trata del triunfo de la irracionalidad, de la centenaria tradición del realismo mágico que en literatura ha producido tantas obras maestras y en la política tantos crímenes impunes.

Jorge Majfud

Lincoln University, noviembre 2009.

La Republica (Uruguay)

El realismo mágico latinoamericano

El realismo mágico latinoamericano Honduras y Uruguay: tan diferentes, tanto iguales

El realismo mágico, como cualquiera sabe, fue una marca de fábrica de la literatura latinoamericana de los años ‘60. Muchos críticos señalan que fue un producto de las editoriales internacionales. Quizás producto también del poderoso mercado de lectores europeos y norteamericanos ávidos de exotismos matizados con dictadorcillos vestidos de guayaberas. Así habrían redescubierto al Juan Rulfo de los ‘50 y al cubano Alejo Carpentier de los ‘40.

Entiendo que el realismo mágico está explícito en el principal género del realismo —la crónica—, como en Crónica del Perú (1553) de Pedro Cieza de León y en el resto de la locura del colonizador y el martirio del colonizado. Pero tampoco se acaba con los imitadores de García Márquez en los años ‘80 ni se limita a la literatura tradicional. La ficción, la literatura son espacios de encuentro de una realidad que la sobrepasa y la alimenta. En gran medida nuestro pueblo latinoamericano está hecho en el mito, en el mejor de los casos, y en la irracionalidad mágica, en el peor. Las dictaduras militares dieron pruebas de ello hasta el hastío.

Hoy el realismo mágico es tan ubicuo en la realidad latinoamericana que no sólo se confunde con la realidad sino que ni siquiera se lo ve como mágico.

Para prueba dos ejemplos en las antípodas de América latina: Honduras y Uruguay. En el país centroamericano se escribió una constitución que niega los cambios en la historia y es la base de un sistema democrático representativo que niega un referéndum serio para modificar su letra. Por el contrario, impone castigos a quienes se atrevan a semejante herejía. Los caciques y sacerdotes siempre son celosos en estos puntos que se refieren al status quo. Es decir, como una maldición bíblica, la letra que se pretende sagrada impone su dictadura sobre los humanos que debieron ser sus autores o correctores. Una constitución republicana que es el producto de la filosofía del humanismo y del iluminismo se convierte así en un texto irracional, sagrado como cualquier texto escrito por cualquier dios.

Por el otro lado, aparentemente Uruguay opta por lo contrario en el momento de organizar su sociedad. Con una democracia centenaria, interrumpida dos o tres veces por el autoritarismo feudal, más típico en otros países del continente, ha recurrido muchas veces en los últimos años al referéndum como ejercicio de una tímida democracia directa.

No obstante, en un par de veces, como aconteció en el último referéndum, pone a consulta popular precisamente aquello que no puede ser decidido por un grupo para ser impuesto a otro, por minúsculo que sea. El referéndum (2009) para derogar la Ley de Caducidad en su búsqueda de derribar la muralla legal que protege a los violadores contra el relamo de justicia de sus víctimas, en los últimos treinta años ha sido el único recurso de los débiles y el involuntario instrumento de legitimación de los violadores de los Derechos Humanos, de sus cómplices y del error histórico de medio pueblo deformado por la dialéctica de la dictadura y la estratégica indiferencia.

Ningún grupo puede imponer, por uno de esos momentos de delirio colectivo tan comunes en la historia, la violación de los derechos humanos de una sola persona. ¿Podría un referéndum permitir o imponer la violación sexual de una niña? Pensarán que exagero, pero una segunda consideración evidencia que no. Aunque menos gráfico, ¿podría un referéndum nacional negarle a un padre el derecho a ver al violador castigado por ese delito? No, nunca.

El ejemplo parece obvio porque no tiene implicaciones políticas. Pero ¿alguien diría que los crímenes que se cometieron —incluidos los crímenes sexuales— con la arrolladora impunidad del estado no son equiparables a la violación de una niña? Sí lo fueron. No en un caso, en muchos. Sin contar con el impacto que deja en un pueblo entero el terrorismo de Estado con sus múltiples tentáculos. Lo cual se prueba sólo con la existencia de referéndums exculpatorios de criminales en masa, los que reproducen la violencia a través de la impunidad de una minoría en complicidad con la cobardía o con el delirio colectivo.

El profesor Emilio Cafassi, en uno de sus recientes análisis sobre las elecciones uruguayas se pregunta cómo resolvieron los hijos los conflictos de los padres que participaron en la dictadura de los ‘60. Las mismas inquisiciones hice muchas veces en distintos países a algunos alemanes que fueron niños, hijos de correctos ciudadanos que apoyaron democráticamente y en masa el terror del nazismo. Siempre recibí balbuceos nerviosos, confusos en el mejor de los casos. Aludiendo al uso propagandístico del nombre “Pedro” del joven candidato del partido Colorado, Pedro Bordaberry, el hijo del dictador Juan María Bordaberry, Cafassi nos deja una de las más breves y agudas observaciones que se han realizado sobre las últimas elecciones: “Hoy la gran pregunta de los hijos es qué hicieron sus padres en ese período. Pedro, por ejemplo, la respondió en su campaña economizando apellido”.

En los dos casos, de Honduras y de Uruguay, el atentado es contra los Derechos Humanos conquistados a lo largo de la tradición del humanismo de los últimos siglos. Uno, negando la consulta popular para ejercer un derecho democrático a cambiar o a permanecer; el otro, usándola como forma de legitimar la violación de los derechos elementales de una minoría. En ambos casos se trata del triunfo de la irracionalidad, de la centenaria tradición del realismo mágico que en literatura ha producido tantas obras maestras y en la política tantos crímenes impunes.

 

Honduras: la constitución ilegítima

Vista Exterior del Fuerte de Omoa - Honduras. ...

Image via Wikipedia

Honduras: La costituzione illegittima (Italian)

The Illegitimate Constitution (English)

Honduras A Constituição Ilegítima (Portuguese)

La constitución ilegítima

La disputa dialéctica sobre la legalidad del violento proceso de destitución y expulsión del presidente de Honduras no está cerrada. Hace meses expusimos nuestro punto de vista, según el cual no hubo violación a la constitución por parte del presidente Zelaya en el momento de convocar a una encuesta no vinculante sobre una asamblea constituyente. Pero en el fondo esta discusión es vana y encubre otro problema en su raíz: la resistencia de una clase y de una mentalidad que moldeó los estamentos de su propia Republica Bananera y busca desesperadamente identificar cualquier cambio con el caos al tiempo que impone la represión de su pueblo y de los medios de comunicación que le son adversos.

El principal argumento de los golpistas en Honduras radica en que la constitución de 1982 no permite cambios en su letra (artículos 239 y 374) y establece la remoción de sus cargos a quienes las promuevan. La Ley de Participación ciudadana de 2006, que promueve las consultas populares, nunca fue acusada de inconstitucional. Por el contrario, la participación popular es una prescripción de la misma constitución (articulo 45). Todo lo que revela el espíritu escolástico de sus redactores, matizado con un lenguaje humanístico.

Ninguna norma, ninguna ley puede estar por encima de la constitución de un país. Sin embargo, ninguna constitución moderna ha sido dictada por Dios sino por seres humanos para beneficio propio. Es decir, ninguna constitución puede estar por encima de un derecho natural como lo es la libertad de un pueblo para cambiar.

Una constitución que establece su propia inmodificabilidad está confundiendo su origen humano y precario con un origen divino; o está pretendiendo establecer la dictadura de una generación sobre todas las generaciones por venir. Si este principio de inamovilidad tuviese algún sentido, deberíamos suponer que antes que la constitución de Honduras sea modificada debería desaparecer Honduras como país. De lo contrario, dentro de mil años ese país deberá regirse por la misma letra.

Ya los ortodoxos religiosos quisieron evitar cambios en el Corán y en la Biblia contando el número de palabras. Cuando las sociedades y sus valores cambian pero no se puede cambiar un texto sagrado, se salva el texto interpretando a favor de los nuevos valores. Esto queda demostrado por la proliferación de sectas, ismos y nuevas religiones que surgen de un mismo texto.

Pero en un texto sagrado la prohibición de cambios, aun siendo imposible, está mejor justificada, ya que ningún hombre puede enmendarle la letra a Dios.

Estas pretensiones de eternidad y perfección no fueron raras en las constituciones iberoamericanas que en el siglo XIX pretendieron inventar republicas, en lugar de que los pueblos inventaran sus repúblicas y las constituciones a su medida y según el pulso de la historia. Si en Estados Unidos aun está vigente la constitución de 1787 ello se debe a su gran flexibilidad y a sus muchas enmiendas. De no ser así, hoy este país tendría tres cuartas partes de un hombre en la presidencia; un casi-humano. “Ese negrito ignorante”, como lo llamó el ex canciller de facto Enrique Ortez Colindres. Por si fuese poco, el artículo V de la famosa constitución de Estados Unidos prohibía cualquier cambio de estatus constitucional referido a los esclavos.

El resultado de una constitución como la de Honduras no es otro que su propia muerte, previo derramamiento se sangre más tarde o más temprano.

Quienes alegan defenderla deberán hacerlo con la fuerza de las armas y con la estrecha lógica de un conjunto de normas que violan uno de los derechos naturales más básicos e irrenunciables.

Desde hace siglos, los filósofos que imaginaron y articularon las utopías que hoy se llaman Democracia, Estado y Derechos Humanos lo dijeron de forma explicita: ninguna ley está por encima de estos derechos naturales. Y si así se pretendiera, la desobediencia está justificada. La violencia no procede de la desobediencia sino de quien viola un derecho fundamental. Para todo lo demás está la política. La negociación es la concesión que hacen los débiles. Una concesión conveniente, inevitable, pero a largo plazo siempre insuficiente.

Una democracia madura implica una cultura y un sistema institucional que prevenga las rupturas de las reglas de juego. Pero al mismo, y por esto mismo, una democracia se define por permitir y facilitar los inevitables cambios que vienen con una nueva generación, con la mayor conciencia histórica de una sociedad.

Una constitución que lo impida es ilegitima ante el inalienable derecho a la libertad (de cambiar) y la igualdad (de decidirlo). Es papel, es un contrato fraudulento que una generación impone a otra en nombre de un pueblo ya inexistente.

Jorge Majfud

Setiembre 2009, Lincoln University.

La costituzione illegittima

Dr. Jorge Majfud, Lincoln University.

Tradotto da Maria Rubini

La disputa dialettica sulla legittimità dell’espusione del presidente Zelaya in Honduras non è chiusa. Mesi fa abbiamo esposto il nostro punto di vista, secondo cui non vi è stata alcuna violazione della Costituzione da parte del Presidente Zelaya nel richiamare un sondaggio non vincolante su una assemblea costituente. Ma in fondo questa discussione è inutile perchè si nasconde un altro problema alla radice: la resistenza di una classe e di una mentalità che hanno plasmato la terra della repubblica delle banane, nella disperata ricerca di individuare quali potessero essere eventuali cambiamenti,  imponendo la repressione al popolo e ai media che si dimostrassero negativi.

L’argomento principale del colpo di stato in Honduras è che la Costituzione del 1982 non consente la modificha dell’ artt. 239 e 374 e prevede la rimozione dalla carica coloro che la promuovono.La partecipazione dei cittadini Act del 2006, che promuove le consultazioni popolari, non è mai stato accusato di incostituzionalità. Per contro, la partecipazione popolare è un requisito della Costituzione stessa (articolo 45). Tutto ciò rivela lo spirito scolastico dei suoi autori, temperato con un linguaggio umanistico.

Nessuna regola o legge può essere al di sopra della costituzione di un paese. Tuttavia, nessuna costituzione moderna è stata rivelata da Dio, ma da esseri umani a scopo di lucro. Cioè, nessuna costituzione può essere al di sopra del diritto naturale,  della libertà del popolo di modificarla.

Una Costituzione che stabilisce la propria immutabilità è confusa e precaria, confonde l’ origine umana con l’origine divina e tenta di instaurare la dittatura di una generazione su tutte le generazioni a venire.

L’ortodissia religiosa voleva evitare i cambiamenti nel Corano e nella Bibbia contando il numero di parole. Non è possibile modificare un testo sacro, il testo viene salvato per interpretare i nuovi valori.Ciò è dimostrato dalla proliferazione delle sette e delle nuove religioni e ismi derivanti dal testo stesso.

Ma il divieto della modifica di un testo sacro, è meglio giustificato, dal momento che nessun uomo può modificare la parola di Dio.

Queste affermazioni di eternità e di perfezione, non erano rare nelle costituzioni latino-americane nel XIX secolo che hanno tentato di inventare repubbliche, piuttosto che inventare le loro repubbliche e costituzioni a misura del loro popolo e secondo il corso della storia.Se negli Stati Uniti è ancora in vigore la Costituzione del 1787 ciò è dovuto alla sua flessibilità e a molti suoi emendamenti. In caso contrario, in questo Paese oggi sarebbe alla presidenza un uomo per tre-quarti umano (un semi-Dio). Come se non bastasse, l’articolo V della famosa Costituzione vieta qualsiasi modifica dello status costituzionale agli schiavi.

Il risultato di una costituzione come quella dell’ Honduras non è altro che la sua morte, con spargimento di sangue, prima o poi.

Coloro che sostengono di difenderla, devono farlo con la forza delle armi e con la logica stretta di una serie di norme che violano uno dei più fondamentali e naturali diritti inalienabili.

Per secoli, i filosofi che scrivevano di utopie immaginate e che ora si chiamano democrazia, dello Stato e dei diritti umani, hanno detto esplicitamente: nessuna legge è al di sopra di questi diritti naturali.

E se fosse destinato, la disobbedienza è giustificata. La violenza non viene dalla disobbedienza, ma dalla violazione un diritto fondamentale.

Tutto il resto è politica. La negoziazione è la concessione che rendono i deboli. Un premio del caso, inevitabile, ma a lungo termine sempre insufficiente.

Una democrazia matura implica una cultura e un sistema istituzionale volto a prevenire le violazioni delle norme. Ma allo stesso tempo, e per la stessa ragione, la democrazia è definita da consentire e facilitare gli inevitabili cambiamenti che vengono con una nuova generazione, con una maggiore coscienza storica di una società.

Una Costituzione che impedisce il diritto inalienabile alla libertà (per cambiare) e l’uguaglianza (di decidere) non è legittima. E la carta, è un contratto fraudolento che si impone da una generazione a un’altra, a nome di un popolo che non esiste più.

Honduras A Constituição Ilegítima

Uma constituição que o impeça é ilegítima diante do inalienável direito à liberdade (de mudar) e à igualdade (de decidi-lo). É papel, é um contrato fraudulento que uma geração impõe a outra em nome de um povo já inexistente.
Jorge Majfud

A disputa dialética sobre a legalidade do violento processo de destituição e expulsão do presidente de Honduras não está fechada. Há meses expusemos nosso ponto de vista, segundo o qual não houve violação à constituição por parte do presidente Zelaya no momento de convocar uma consulta não vinculante sobre uma assembléia constituinte. Porém no fundo esta discussão é vã e encobre outro problema em sua raiz: a resistência de uma classe e de uma mentalidade que modelou os estamentos de sua própria República bananeira e busca desesperadamente identificar qualquer mudança com o caos ao mesmo tempo em que impõe a repressão de seu povo e dos meios de comunicação que lhe são adversos.

O principal argumento dos golpistas em Honduras radica em que a constituição de 1982 não permite mudanças em seu texto (artigos 239 e 374) e estabelece a remoção de seus cargos daqueles que as promovam. A Lei de Participação cidadã de 2006, que promove as consultas populares, nunca foi acusada de inconstitucional. Pelo contrário, a participação popular é uma prescrição da mesma constituição (artigo 45). Tudo o que revela o espírito escolástico de seus redatores, matizado com uma linguagem humanística.
Nenhuma norma, nenhuma lei pode estar acima da constituição de um país. Sem embargo, nenhjma constituição moderna foi ditada por Deus senão por seres humanos em benefício próprio. Ou seja, nenhuma constituição pode estar acima de um direito natural como é a liberdade de um povo para mudar.

Uma constituição que estabeleça sua própria imodificabilidade está confundindo sua origem humana e precária com uma origem divina, ou está pretendendo estabelecer a ditadura de uma geração sobre todas gerações por vir. Se este princípio de inamobilidade tivesse algum sentido, deveríamos supor que antes que a constituição de Honduras seja modificada, Honduras deveria desaparecer como país. Do contrário, dentro de mil anos esse país deverá reger-se pela mesma letra.

Já os ortodoxos religiosos quiseram evitar mudanças no Alcorão e na Bíblia contando o número de palavras. Quando as sociedades e seus valores mudam, porém não se pode mudar um texto sagrado, salva-se o texto interpretando a favor dos novos valores. Isto fica demonstrado pela proliferação de seitas, ismos e novas religiões que surgem de um mesmo texto.

Porém, em um texto sagrado, a proibição de mudanças, ainda sendo impossível, está melhor justificada, já que nenhum homem pode emendar a letra de Deus.
Estas pretensões de eternidade e perfeição não foram raras nas constituições latino-americanas que no século XIX pretenderam inventar repúblicas, em lugar de que os povos inventassem suas próprias repúblicas e as constituições a sua medida e segundo o pulso da história. Se nos Estados Unidos ainda está vigente a constituição de 1787, isso se deve a sua grande flexibilidade e a suas muitas emendas. Não fosse assim, hoje este país teria três quartas partes de um homem na presidência, um quase-humano. ?Esse negrito ignorante?, como o chamou o ex-chanceler de fato Enrique Ortez Colindres. Se isso fosse pouco, o artigo V da famosa constituição dos Estados Unidos proibia qualquer mudança de status constitucional referente aos escravos.

O resultado de uma constituição como a de Honduras não é outro que sua própria morte, prévio derramamento de sangue, mais cedo ou mais tarde.
Aqueles que alegam defendê-la, o fazem com a força das armas e com a força das armas e com a estreita lógica de um conjunto de normas que violam um dos direitos naturais mais básicos e irrenunciáveis.

Há séculos, os filósofos que imaginaram e articularam as utopias que hoje se chamam Democracia, Estado e Direitos Humanos o disseram de forma explícita: nenhuma lei está acima desses direitos naturais. E, se assim se pretendeu, a desobediência está justificada. A violência não procede da desobediência, senão de quem viola um direito fundamental. Para tudo o mais, está a política. A negociação é a concessão que fazem os débeis. Uma concessão conveniente, inevitável, porém, a longo prazo, sempre insuficiente.
Uma democracia madura implica uma cultura e um sistema institucional que preveja as rupturas das regras do jogo. Porém ao mesmo, e por isto mesmo, uma democracia se define por permitir e facilitar as inevitáveis mudanças que vem com uma nova geração, com a maior consciência histórica de uma sociedade.

Uma constituição que o impeça é ilegítima diante do inalienável direito à liberdade (de mudar) e à igualdade (de decidi-lo). É papel, é um contrato fraudulento que uma geração impõe a outra em nome de um povo já inexistente.
Jorge Majfud

Honduras contra la historia

Honduras

Image via Wikipedia

By Their Methods You Shall Know Them (English)

Honduras contra a história (Portuguese)

Honduras contra la historia

Por sus métodos los conocerás

La Biblia refiere que cierta vez los maestros de la ley llevaron ante Jesús a una mujer adúltera. Pretendían apedrearla hasta la muerte, según los obligaba la ley de Dios, que por entonces dicen que era también la ley de los hombres. Maestros y fariseos quisieron probar a Jesús, de lo cual se induce que Jesús ya era conocido por su falta de ortodoxia con respecto a las leyes más antiguas. Jesús sugirió que quien estuviese libre de pecado tirase la primera piedra. Así nadie pudo ejecutar la ley escrita.

De esta forma y de muchas otras, la misma Biblia se fue cambiando a sí misma, pese a ser una suma de libros inspiradas por Dios. Las religiones se han preciado siempre de ser grandes fuerzas conservadoras que, enfrentadas a los reformistas, se convirtieron en grandes fuerzas reaccionarias. La paradoja radica en que toda religión, toda secta ha sido fundada por algún subversivo, por algún rebelde o revolucionario. Por algo pululan los mártires, perseguidos, torturados y asesinados por los poderes políticos del momento.

Los hombres que perseguían a la adúltera se retiraron, reconociendo con los hechos sus propios pecados. Pero a lo largo de la historia el resultado ha sido diferente. Los hombres que oprimen, matan y asesinan a los presuntos pecadores siempre lo hacen justificados en alguna ley, en algún derecho y en nombre de la moral. Esta regla, más universal, fue la aplicada en el mismo ajusticiamiento de Jesús. En su época no fue el único rebelde que luchó contra el imperio romano. No por casualidad se lo crucificó junto con otros dos reos. Por asociación, se quiso significar que se estaba ajusticiando a un reo más. Ni siquiera a un disidente religioso. Ni siquiera a un disidente político. Invocando otras leyes, se sacó del medio al subversivo que ponía en cuestión la pax romana y el colaboracionismo de la aristocracia y las jerarquías religiosas de su propio pueblo. Todo fue realizado según las leyes. Pero la historia los reconoce hoy por sus métodos.

El gobierno de George Bush nos dio tema de sobra y a gran escala. Todas las guerras y las violaciones a las leyes nacionales e internacionales fueron acometidas en defensa de la ley y el derecho. Por sus intereses sectarios será juzgado por la historia. Por sus métodos se conocerán sus intereses.

En América latina, el papel de la iglesia católica ha sido casi siempre el papel de los fariseos y los maestros de la ley que condenaron a Jesús en defensa de las clases dominantes. No hubo dictadura militar, de origen oligarca, que no recibiera la bendición de obispos y de influyentes sacerdotes, legitimizando así la censura, la opresión o el asesinato en masa de los supuestos pecadores.

Ahora, en el siglo XXI, el método y los discursos se repiten en Honduras como un latigazo del pasado.

Por sus métodos los conocemos. El discurso patriota, la complacencia de una clase alta educada en la dominación de los pobres sin educación académica. Una clase dueña de los métodos de educación popular, como lo son los principales medios de comunicación. La censura; el uso del ejército en acción de sus planes; la represión de las manifestaciones populares; la expulsión de periodistas; la expulsión por la fuerza de un gobierno elegido por votación democrática, su posterior requerimiento ante Interpol, su amenaza al encarcelamiento de los disidentes si regresaban y su posterior negación por la fuerza a que regresen.

Para ver mejor este fenómeno reaccionario vamos a dividir la historia humana en cuatro grandes períodos:

1) El poder colectivo de la tribu concentrado en un miembro fuerte de una familia, por lo general un hombre.

2) Un período de expansión agrícola unificado por un tótem (algo así como un apellido vencedor) y luego un faraón o emperador. En este momento surgen las guerras y se consolidan los ejércitos más primitivos, no tanto para la defensa sino para la conquista de nuevos territorios productivos y para la administración estatal de la sobreproducción de su propio pueblo y la opresión de sus pueblos esclavos. Esta etapa se continúa con sus variaciones hasta los reyes absolutistas de Europa, pasando por la Era Feudal. En todos, la religión es un elemento central de cohesión y también de coacción.

3) En la Era Moderna tenemos un renacimiento y una radicalización del experimento griego de democracia representativa. Sólo que en este momento el pensamiento humanista incluye la idea de universalidad, de la igualdad implícita de todo ser humano, la idea de la historia como un proceso de perfeccionamiento y no de inevitable corrupción y el concepto de moral como un producto humano y relativo a un determinado tiempo. Y quizás la idea más importante, ya desde el filósofo árabe Averroes: el poder político no como la pura voluntad de Dios sino como el resultado de los intereses sociales, de clases, etc. El liberalismo y el marxismo son dos radicalizaciones (opuestas en sus medios) de esta misma corriente de pensamiento, que también incluye la teoría de la evolución de Charles Darwin. Este período de democracia representativa fue la forma más práctica de reunir las voces de millones de hombres y mujeres en una sola casa, el Congreso o Parlamento. Si el Humanismo es anterior a las técnicas de popularización de la cultura, también es potenciado por éstas. La imprenta, los libros de bolsillo, los periódicos a bajo precio en el siglo XIX, la necesaria alfabetización de los futuros obreros fueron pasos decisivos hacia la democratización. No obstante, al mismo tiempo las fuerzas reaccionarias, las fuerzas dominantes del período anterior, rápidamente conquistaron estos medios. Así, si ya no era posible demorar más la llegada de la democracia representativa, sí era posible dominar sus instrumentos. Los sermones medievales en las iglesias, funcionales en gran parte a los príncipes y duques, se reformularon en los medios de información y en los medios de la nueva cultura popular, como la radio, el cine y la televisión.

4) No obstante la ola democrática siguió su camino, con frecuencia regado en sangre por los sucesivos golpes reaccionarios. En el siglo XXI la ola del humanismo renacentista se continúa. Y con ella se continúan los instrumentos para hacerla posible. Como Internet, por ejemplo. Pero también las fuerzas contrarias, las reacciones de los poderes constituidos por las etapas anteriores. Y en la lucha van aprendiendo a usar y dominar los nuevos instrumentos. Cuando la democracia representativa no termina de madurar, ya surgen las ideas y los instrumentos para pasar a una etapa de democracia directa, participativa, radical.

En algunos países, como hoy en Honduras, la reacción no es contra esta última etapa sino contra la anterior. Una especie de reacción tardía. Aunque en apariencia implica una escala menor, tiene una trascendencia latinoamericana y universal. Primero porque significa un llamado de atención ante la reciente complacencia democrática del continente; y segundo porque estimula el modus operandi de aquellos reaccionarios que han navegado siempre contra las corrientes de la historia.

Antes anotamos las pruebas de por qué el presidente depuesto en Honduras no violó ninguna ley, ninguna constitución. Ahora podemos ver que su propuesta de una encuesta popular era un método de transición entre una democracia representativa hacia una democracia directa. Quienes interrumpieron este proceso pusieron reversa hacia la etapa anterior.

La cuarta etapa era intolerable para una mentalidad bananera que se reconoce por sus métodos.

Jorge Majfud

Julio 2009

Lincoln University

Seguir leyendo «Honduras contra la historia»

Honduras: A la Constitución rogando y con el mazo dando

A la Constitución rogando y con el mazo dando

Observaciones no vinculantes sobre un golpe de Estado

 

 

 

En la Constitución de Honduras de 1982, como en cualquier otra, es posible encontrar líneas que lleven a alguna contradicción en la práctica. Al igual que los escritos sagrados, no es un texto perfecto. Ha sido escrito por la mano del hombre y de algunas mujeres. No obstante es la constitución vigente en ese país y a ella hay que comenzar a referirse para el más breve análisis sobre el reciente conflicto de poderes.

Quienes secuestraron al presidente Manuel Zelaya y pusieron en su lugar al presidente del Congreso, Roberto Micheletti, afirman que todo el proceso fue hecho de forma legal y en respaldo a la constitución. Supongo que, como suelen hacerlo las sectas religiosas, han pasado tijera por un par de párrafos y lo han invocado para justificar toda la violencia y arbitrariedad de la que hicieron gala.

Los artículos que parecerían darles la razón a los golpistas son el 239 y el 374. En resumen, ambos dicen que “el ciudadano que haya desempeñado la titularidad del Poder Ejecutivo no podrá ser Presidente o Designado. El que quebrante esta disposición o proponga su reforma, así como aquellos que lo apoyen directa o indirectamente, cesarán de inmediato en el desempeño de sus respectivos cargos”. Más adelante: “No podrán reformarse, en ningún caso, el artículo anterior, el presente artículo, los artículos constitucionales que se refieren a la forma de gobierno, al territorio nacional, al período presidencial, a la prohibición para ser nuevamente Presidente de la República”

Pero la realidad está compuesta de varios niveles de integración. Notemos en principio que los partidarios del golpe de Estado entienden que “cesar de sus respectivos cargos” incluye (1) el allanamiento de domicilio; (2) el secuestro por la fuerza de las armas de un presidente; (3) el exilio forzado de todo un grupo, ahora disidente; (4) la desaparición de sus colaboradores; (5) la suspensión de las garantías constitucionales de todos los ciudadanos (disidentes) de ese país; (6) la intervención de los medios de prensa que no les son favorables, como si no fuera suficiente tener de lado a la prensa más influyente; (7) la promoción de marchas a favor del nuevo régimen y (8) la represión violenta de los manifestantes en contra.

La discusión central debería radicar en estas y otras violaciones a los derechos humanos que comete un “proceso democrático con el apoyo unánime de la población”, definida por el presidente de facto como un ejército de “siete millones de soldados”. Por no ir más lejos con una discusión sobre las tensiones sociales, económicas e ideológicas que históricamente han sido estigmatizadas como demonios comunistas.

Pero como la disputa se ha centrado en la legalidad del golpe de estado para evitar definirlo como tal, volvamos a este punto.

La misma constitución, en el artículo 45, dice que “Se declara punible todo acto por el cual se prohíba o limite la participación del ciudadano en la vida política del país”. El artículo 2 dice que “la suplantación de la soberanía popular y la usurpación de los poderes constituidos se tipifican como delitos de traición a la Patria”. Y el artículo 3 complementa: “Nadie debe obediencia a un gobierno usurpador ni a quienes asuman funciones o empleos públicos por la fuerza de las armas”.

No obstante la acción del presidente Zelaya que se alega ilegal consistió en convocar al pueblo para una encuesta no vinculante que podría proponer, o no, un referéndum sobre la creación de una Asamblea Nacional Constituyente en las próximas elecciones de noviembre donde él no sería ni podría ser candidato reelegible.

Esta práctica está amparada en el artículo 5 de la Ley de Participación ciudadana de 2006, según el cual es posible realizar consultas populares no vinculantes sobre una gestión o una propuesta política. El decreto 3-2006 aprobado por el mismo Congreso Nacional de Honduras, invocando “la Constitución de la República establece que la soberanía corresponde al pueblo del cual emanan los Poderes del Estado” y considerando que “la evolución y la dinámica del comportamiento social[…] debe ser modernizada para no limitar el ejercicio de los derechos constitucionales”, establece en su artículo 5 que “la iniciativa ciudadana es un mecanismo de participación mediante el cual el ciudadano podrá presentar las solicitudes e iniciativas siguientes: Solicitar que los titulares de órganos o dependencias públicas de cualquiera de los poderes del Estado, que convoque a la ciudadanía en general […] para que emitan opiniones y formulen propuestas de solución a problemas colectivos que les afecten. Los resultados no serán vinculantes pero sí elementos de juicio para el ejercicio de las funciones del convocante”.

Es decir, en ningún momento se intentó realizar un referéndum para reformar la constitución. Ni siquiera se propuso una consulta vinculante para promover dicho referéndum. Si las encuestas populares “no serán vinculantes pero sí elementos de juicio para el ejercicio de las funciones del convocante”, entonces no hay directa ni indirectamente un proceso de “reforma de la constitución”.

Ahora, ¿para qué sirve una Asamblea Nacional constituyente? Para redactar una nueva constitución, ya que la actual si bien reconoce que el soberano es el pueblo (no sus representantes), al mismo tiempo no reconoce que este pueblo pueda cambiar su propia constitución en lo que refiere a la forma o el período de sus gobiernos usando medios pacíficos y democráticos.

No es mi interés defender lo que siempre he criticado de los caudillos, como es su costumbre de permanecer de por vida en el poder o en sus sombras. Pero estos caudillos, esta cultura, tradicionalmente han tenido una función social específica, como lo es el mantenimiento de un statu quo que favorece a las clases dominantes. En Honduras, dueñas de los principales medios de comunicación y fabricantes de opiniones y de pasiones a su medida y conveniencia. Lo nuevo no son los caudillos. Lo nuevo son los caudillos que no responde claramente a los deseos de estas clases dominantes.

Recientemente he recibido una avalancha de correos electrónicos a favor y en contra del Golpe de Estado. Tal vez la mayoría no los leeré nunca. Algunos justifican el golpe invocando la pobreza, la delincuencia, la corrupción y el narcotráfico. Razón por las cuales habría que dar un golpe de Estado en cada país de este mundo. Uno de estos mensajes defendía, digamos que con honestidad, su defensa a la democracia y al golpe de Estado con el siguiente argumento en mayúsculas: “No es coincidencia que el que apoya al asno de Mel [Zelaya] sean pobres, sin educación, sin criterio propio. Eso es un abuso”.

Con frecuencia una frase vale por mil palabras.

 

Jorge Majfud

 

Honduras:

Los parásitos del pueblo gozan de buena salud

 

 

El domingo 28 de junio por la mañana, los militares de Honduras rodearon al presidente y, mientras lo apuntaban con sus armas le preguntaron por qué no había obedecido las órdenes del general Romeo Vásquez. Como el presidente pensaba que él debía dar las órdenes a sus subordinados, éstos lo invitaron a retirarse de la casa de gobierno. De ahí a un auto y luego a un avión de la fuerza aérea hasta Costa Rica.

Al mismo tiempo, todos los medios de comunicación del país fueron copados y se les sugirió por la fuerza no transmitir información que no fuera controlada directamente por el proceso democrático que se estaba llevando a cabo. Apenas pudimos escuchar las declaraciones del presidente depuesto al arribar a Costa Rica, unos pocos periodistas que “ilegalmente” informaron al mundo de lo que estaba pasando y unos cuantos hondureños que nos mantuvieron informados vía electrónica.

Según las fuerzas armadas de Honduras, todo este proceso fue en defensa de la legalidad y la constitución. Los militares se justificaron diciendo que recibían órdenes de la Corte Suprema. A pesar de que la constitución hondureña no prevé este mecanismo para saltearse la autoridad de un presidente legal y legítimo, era necesaria una excusa para tontos. La declaración sólo demuestra que en Honduras se llevó a cabo un golpe de estado con todas sus letras; en nombre de la “legalidad” militares y jueces se pasaron por encima la misma constitución.

Si en el pasado este trabajo de gorilas era propio de los altos jefes militares, ahora vemos que la misma ilegalidad está apoyada, promovida y justificada por el poder judicial de un país. La complicidad del parlamento confirma esta práctica: las leyes se respetan siempre y cuando sirvan a los intereses de los sectores más poderosos de una sociedad.

Cualquier constitución de cualquier país decente y democrático prevé la destitución de un presidente. Pero este proceso tiene determinadas condiciones y un número específico de etapas legales que garantizan su validez. Que yo recuerde, en ninguna constitución democrática se prevé que el presidente puede ser tomado por la fuerza militar, secuestrado y expulsado de su propio país. Menos en nombre de la legalidad. Menos por orden de un puñado de jueces. Menos con la complicidad del jefe de un parlamento que además es el opositor político del presidente.

Todo lo cual demuestra hasta qué profundidad la cultura golpista sobrevive aún en las clases dirigentes de Honduras. Y no sólo de Honduras, lo que de paso sirve para estar alertas ante las viejas sobras de la historia latinoamericana.

Hoy defender al presidente Zelaya no es defender sus políticas ni mucho menos a su persona. Hoy defenderlo, aún contra las instituciones (secuestradas) de Honduras significa defender la democracia y cualquier estado de derecho en cualquier parte del mundo basado en el respeto a las leyes y la constitución no sólo cuando conviene. Porque en una democracia las leyes y la constitución no se corrigen rompiéndolas sino cambiándolas. Algo que precisamente pretendía hacer el presidente secuestrado.

Lamentablemente debo terminar esta breve nota de profundo repudio con las últimas líneas con que terminé la nota anterior al golpe:

Hoy Honduras se debate ante el desafío latinoamericano de enfrentar cualquier cambio político hacia la igual-libertad, hacia su destino de independencia y dignidad, o volver a los miserables tiempos en que nuestros países eran definidos como republiquetas o repúblicas bananeras.

 

Jorge Majfud

Junio, 2008

 

 

 

Honduras: Los parásitos del pueblo gozan de buena salud

Latin America and the Caribbean

Image via Wikipedia

Os parasitas do povo (Portuguese)

 

Honduras

Los parásitos del pueblo gozan de buena salud

El domingo 28 de junio por la mañana, los militares de Honduras rodearon al presidente y, mientras lo apuntaban con sus armas le preguntaron por qué no había obedecido las órdenes del general Romeo Vásquez. Como el presidente pensaba que él debía dar las órdenes a sus subordinados, éstos lo invitaron a retirarse de la casa de gobierno. De ahí a un auto y luego a un avión de la fuerza aérea hasta Costa Rica.

Al mismo tiempo, todos los medios de comunicación del país fueron copados y se les sugirió por la fuerza no transmitir información que no fuera controlada directamente por el proceso democrático que se estaba llevando a cabo. Apenas pudimos escuchar las declaraciones del presidente depuesto al arribar a Costa Rica, unos pocos periodistas que “ilegalmente” informaron al mundo de lo que estaba pasando y unos cuantos hondureños que nos mantuvieron informados vía electrónica.

Según las fuerzas armadas de Honduras, todo este proceso fue en defensa de la legalidad y la constitución. Los militares se justificaron diciendo que recibían órdenes de la Corte Suprema. A pesar de que la constitución hondureña no prevé este mecanismo para saltearse la autoridad de un presidente legal y legítimo, era necesaria una excusa para tontos. La declaración sólo demuestra que en Honduras se llevó a cabo un golpe de estado con todas sus letras; en nombre de la “legalidad” militares y jueces se pasaron por encima la misma constitución.

Si en el pasado este trabajo de gorilas era propio de los altos jefes militares, ahora vemos que la misma ilegalidad está apoyada, promovida y justificada por el poder judicial de un país. La complicidad del parlamento confirma esta práctica: las leyes se respetan siempre y cuando sirvan a los intereses de los sectores más poderosos de una sociedad.

Cualquier constitución de cualquier país decente y democrático prevé la destitución de un presidente. Pero este proceso tiene determinadas condiciones y un número específico de etapas legales que garantizan su validez. Que yo recuerde, en ninguna constitución democrática se prevé que el presidente puede ser tomado por la fuerza militar, secuestrado y expulsado de su propio país. Menos en nombre de la legalidad. Menos por orden de un puñado de jueces. Menos con la complicidad del jefe de un parlamento que además es el opositor político del presidente.

Todo lo cual demuestra hasta qué profundidad la cultura golpista sobrevive aún en las clases dirigentes de Honduras. Y no sólo de Honduras, lo que de paso sirve para estar alertas ante las viejas sobras de la historia latinoamericana.

Hoy defender al presidente Zelaya no es defender sus políticas ni mucho menos a su persona. Hoy defenderlo, aún contra las instituciones (secuestradas) de Honduras significa defender la democracia y cualquier estado de derecho en cualquier parte del mundo basado en el respeto a las leyes y la constitución no sólo cuando conviene. Porque en una democracia las leyes y la constitución no se corrigen rompiéndolas sino cambiándolas. Algo que precisamente pretendía hacer el presidente secuestrado.

Lamentablemente debo terminar esta breve nota de profundo repudio con las últimas líneas con que terminé la nota anterior al golpe:

Hoy Honduras se debate ante el desafío latinoamericano de enfrentar cualquier cambio político hacia la igual-libertad, hacia su destino de independencia y dignidad, o volver a los miserables tiempos en que nuestros países eran definidos como republiquetas o repúblicas bananeras.

Jorge Majfud

Junio, 2008

Pagina/12 (Argentina)


HONDURAS : LES PARASITES DU PEUPLE

Par Jorge Majfud, Lincoln University

Traduction : Esteban

Révision : Fausto Giudice

Hier, dimanche 28 juin au matin, les militaires du Honduras ont encerclé le Président et, pointant leurs armes sur lui, ils lui ont demandé pourquoi il n’avait pas obéi aux ordres du général Romeo Vásquez. Comme le président pensait que c’était à lui de donner les ordres à ses subordonnés, ceux-ci l’ont invité à quitter le Palais du Gouvernement. De là dans une voiture puis dans un avion des forces aériennes jusqu’au Costa Rica.

Simultanément, tous les médias du pays ont été réquisitionnés et on leur a suggéré par la force de ne transmettre aucune information qui ne soit directement contrôlée par le processus démocratique qui était en cours. Aussitôt que nous avons pu entendre écouter les déclarations du président destitué qui avait atterri au Costa Rica, quelques journalistes ont «illégalement» informé le monde de ce que passait et quelques Honduriens nous ont tenus informés par voie électronique.

Selon les Forces Armées du Honduras, tout ce processus a été organisé pour défendre la légalité et la Constitution. Les militaires se sont justifiés en disant qu’ils recevaient des ordres de la Cour Suprême. En dépit de la Constitution hondurienne qui n’a pas prévu ce mécanisme pour ôter l’autorité d’un Président légal et légitime, il était donc nécessaire de trouver une excuse pour les idiots. La déclaration démontre qu’au Honduras il s’agit clairement d’un coup d’État dans tous les sens du terme ; au nom de la « légalité », des militaires et des juges ont passé outre la Constitution elle-même.

Si par le passé ce genre de travail de gorilles était réservé aux hauts chefs militaires, aujourd’hui nous pouvons voir que la même illégalité est soutenue, encouragée et justifiée par le pouvoir judicaire d’un pays. La complicité du Parlement confirme cette pratique : les lois ne sont respectées que si elles servent les intérêts des secteurs les plus puissants d’une société.

Toute Constitution dans tout pays digne de ce nom et démocratique prévoit la destitution d’un président. Mais ce processus se fait sous certaines conditions avec des étapes légales spécifiques qui garantissent leur validité. Autant que je m’en souvienne, dans aucune Constitution démocratique il n’est prévu que le président puisse être destitué par la force militaire, kidnappé et expulsé de son propre pays. Encore moins au nom de la légalité. Encore moins sur ordre d’une poignée de juges. Encore moins avec la complicité du chef d’un Parlement qui en outre est l’adversaire politique du Président.

Tout cela démontre jusqu’à quelle profondeur la culture putschiste se maintient encore dans les classes dirigeantes du Honduras. Et pas seulement au Honduras, et cela, soit dit en passant, doit servir à rester vigilants face aux résidus de l’histoire latino-américaine.

Défendre aujourd’hui le président Zelaya n’est pas défendre sa politique ni même sa personne. Aujourd’hui, le défendre, même contre les institutions (confisquées) du Honduras, signifie défendre la démocratie et tout État de droit dans une quelconque partie du monde qui soit basé sur le respect des lois et de la Constitution et pas seulement quand cela convient. Car dans une démocratie les lois et la Constitution ne se corrigent pas en les brisant, mais plutôt en les changeant. C’était précisément ce que prétendait faire le président qui a été destitué par la force.

Je le déplore mais, je dois terminer cette brève chronique de rejet profond avec les dernières lignes par lesquelles j’ai terminé la chronique précédant le coup d’État : aujourd’hui le Honduras se débat face au défi latino-américain : affronter un quelconque changement politique vers l’égal-liberté, vers son destin d’indépendance et sa dignité, ou revenir aux temps misérables où nos pays étaient définis comme des « républiquettes » ou des républiques bananières.

Os parasitas do povo

«Hoje, Honduras se debate diante do desafio latino-americano de enfrentar qualquer mudança política para a igual-liberdade, para o seu destino de independência e dignidade, ou de voltar aos miseráveis tempos em que os nossos países eram definidos como ‘republiquetas’ ou ‘repúblicas bananeiras’».

Neste domingo, 28 de junho, pela manhã, os militares de Honduras cercaram o presidente e, enquanto apontavam suas armas contra ele, perguntaram-lhe por que não havia obedecido as ordens do general Romeo Vásquez. Como o presidente pensava que ele devia dar as ordens a seus subordinados, estes o convidaram a se retirar da Casa de Governo. Daí para um carro e depois a um avião da força aérea até a Costa Rica.

Ao mesmo tempo, todos os meios de comunicação do país foram dominados, e foi-lhes sugerido, pela força, que não transmitissem informação que não fosse controlada diretamente pelo processo democrático que estava sendo realizado. Apenas alguns poucos jornalistas, que «ilegalmente» informaram ao mundo sobre o que estava acontecendo, e uns quantos hondurenhos que nos mantiveram informados via eletrônica, conseguiram escutar as declarações do presidente deposto ao chegar à Costa Rica.

Segundo as Forças Armadas de Honduras, todo esse processo foi em defesa da legalidade e da Constituição. Os militares se justificaram dizendo que recebiam ordens da Corte Suprema. Apesar de que a Constituição hondurenha não preveja esse mecanismo para assaltar a autoridade de um presidente legal e legítimo, era necessária uma desculpa para bobos. A declaração só demonstra que, em Honduras, efetivou-se um golpe de Estado com todas as suas letras. Em nome da «legalidade», militares e juízes passaram por cima da própria Constituição.

Se, no passado, esse trabalho de gorilas era próprio dos altos chefes militares, agora vemos que a mesma ilegalidade está apoiada, promovida e justificada pelo Poder Judicial de um país. A cumplicidade do Parlamento confirma essa prática: as leis são respeitadas sempre e quando sirvam aos interesses dos setores mais poderosos de uma sociedade.

Qualquer Constituição de qualquer país decente e democrático prevê a destituição de um presidente. Mas esse processo tem determinadas condições e um número específico de etapas legais que garantem sua validade. Pelo que eu me lembre, em nenhuma Constituição democrática se prevê que o presidente pode ser tomado pela força militar, sequestrado e expulso de seu próprio país. Menos ainda em nome da legalidade. Menos ainda por ordem de um punhado de juízes. Menos ainda com a cumplicidade de um chefe de um Parlamento que, além disso, é o opositor político do mandatário.

Tudo isso demonstra até que profundidade a cultura golpista sobrevive ainda nas classes dirigentes de Honduras. E não só de Honduras. O que aconteceu serve para estar alerta diante das velhas sobras da história latino-americana.

Hoje, defender o presidente Zelaya não é defender suas políticas, nem muito menos a sua pessoa. Hoje, defendê-lo, mesmo contra as instituições (seqüestradas) de Honduras, significa defender a democracia e qualquer estado de direito em qualquer parte do mundo, baseado no respeito às leis e à Constituição não só quando convém. Porque, em uma democracia, as leis e a Constituição não são corrigidas quebrando-as, mas sim mudando-as. Algo que precisamente o presidente sequestrado pretendia fazer.

Lamentavelmente, devo terminar essa breve nota de profundo repúdio com as últimas linhas com as quais terminei a nota anterior ao golpe:

Hoje, Honduras se debate diante do desafio latino-americano de enfrentar qualquer mudança política para a igual-liberdade, para o seu destino de independência e dignidade, ou de voltar aos miseráveis tempos em que os nossos países eram definidos como ‘republiquetas’ ou repúblicas bananeiras.

Jorge Majfud

Tradução de Moisés Sbardelotto.

Jorge Majfud, escritor uruguaio e professor da Escola de Humanidades da Lincoln University. O artigo foi publicado no jornal argentino Página/12, 29-06

América latina y el violento camino hacia la liberación humanista

(ensayo)

El humanismo actual y sus enterradores

Una de las características del pensamiento conservador a lo largo de la historia moderna ha sido la de ver el mundo según compartimentos más o menos aislados, independientes, incompatibles. En su discurso, esto se simplifica en una única línea divisoria: Dios y el diablo, nosotros y ellos, los verdaderos hombres y los bárbaros. En su práctica, se repite la antigua obsesión por las fronteras de todo tipo: políticas, geográficas, sociales, de clase, de género, etc. Estos espesos muros se levantan con la acumulación sucesiva de dos partes de miedo y una de seguridad.

Traducido a un lenguaje posmoderno, esta necesidad de las fronteras y las corazas se recicla y se vende como micropolítica, es decir, un pensamiento fragmentado (la propaganda) y una afirmación localista de los problemas sociales en oposición a la visión más global y estructural de la pasada Era Moderna.

Estas comarcas son mentales, culturales, religiosas, económicas y políticas, razón por la cual se encuentran en conflicto con los principios humanísticos que prescriben el reconocimiento de la diversidad al mismo tiempo que una igualdad implícita en lo más profundo y valioso de este aparente caos. Bajo este principio implícito surgieron los estados pretendidamente soberanos algunos siglos atrás: aún entre dos reyes, no podía haber una relación de sumisión; entre dos soberanos sólo podía haber acuerdos, no obediencia. La sabiduría de este principio se extendió a los pueblos, tomando forma escrita en la primera constitución de Estados Unidos. El reconocer como sujetos de derecho a los hombres y mujeres comunes (“We the people…”) era la respuesta a los absolutismos personales y de clase, resumido en el exabrupto de Luis XIV, “l’État c’est Moi”. Más tarde, el idealismo humanista del primer bosquejo de aquella constitución se relativizó, excluyendo la utopía progresista de abolir la esclavitud.

El pensamiento conservador, en cambio, tradicionalmente ha procedido de forma inversa: si las comarcas son todas diferentes, entonces hay unas mejores que otras. Esta última observación sería aceptable para el humanismo si no llevase explícito uno de los principios básicos del pensamiento conservador: nuestra isla, nuestro bastión es siempre el mejor. Es más: nuestra comarca es la comarca elegida por Dios y, por lo tanto, debe prevalecer a cualquier precio. Lo sabemos porque nuestros líderes reciben en sus sueños la palabra divina. Los otros, cuando sueñan, deliran.

Así, el mundo es una permanente competencia que se traduce en amenazas mutuas y, finalmente, en la guerra. La única opción para la sobrevivencia del mejor, del más fuerte, de la isla elegida por Dios es vencer, aniquilar al otro. No es raro que los conservadores de todo el mundo se definan como individuos religiosos y, al mismo tiempo, sean los principales defensores de las armas, ya sean personales o estatales. Es, precisamente, lo único que le toleran al Estado: el poder de organizar un gran ejército donde poner todo el honor de un pueblo. La salud y la educación, en cambio, deben ser “responsabilidades personales” y no una carga en los impuestos a los más ricos. Según esta lógica, le debemos la vida a los soldados, no a los médicos, así como los trabajadores le deben el pan a los ricos.

Al mismo tiempo que los conservadores odian la Teoría de la evolución de Darwin, son radicales partidarios de la ley de sobrevivencia del más fuerte, no aplicada a todas las especies sino a los hombres y mujeres, a los países y las sociedades de todo tipo. ¿Qué hay más darviniano que las corporaciones y el capitalismo en su raíz?

Para el sospechosamente célebre profesor de Harvard, Samuel Huntington, “el imperialismo es la lógica y necesaria consecuencia del universalismo”. Para nosotros los humanistas, no: el imperialismo es sólo la arrogancia de una comarca que se impone por la fuerza a las demás, es la aniquilación de esa universalidad, es la imposición de la uniformidad en nombre de la universalidad.

La universalidad humanista es otra cosa: es la progresiva maduración de una conciencia de liberación de la esclavitud física, moral e intelectual, tanto del oprimido como del opresor en última instancia. Y no puede haber conciencia plena si no es global: no se libera una comarca oprimiendo a otras, no se libera la mujer oprimiendo al hombre, and so on. Con cierta lucidez pero sin reacción moral, el mismo Huntington nos recuerda: “Occidente no conquistó al mundo por la superioridad de sus ideas, valores o religión, sino por la superioridad en aplicar la violencia organizada. Los occidentales suelen olvidarse de este hecho, los no-occidentales nunca lo olvidan” (The Clash of Civilizations, 1993).

El pensamiento conservador también se diferencia del progresista por su concepción de la historia: si para uno la historia se degrada inevitablemente (como en la antigua concepción religiosa o en la concepción de los cinco metales de Hesíodo) para el otro es un proceso de perfeccionamiento o de evolución. Si para uno vivimos en el mejor de los mundos posibles, aunque siempre amenazado por los cambios, para el otro el mundo dista mucho de ser la imagen del paraíso y la justicia, razón por la cual no es posible la felicidad del individuo en medio del dolor ajeno.

Para el humanismo progresista no hay individuos sanos en una sociedad enferma como no hay sociedad sana que incluya individuos enfermos. No es posible un hombre saludable con un grave problema en el hígado o en el corazón, como no es posible un corazón sano en un hombre deprimido o esquizofrénico. Aunque un rico se define por su diferencia con los pobres, nadie es verdaderamente rico rodeado de pobreza.

El humanismo, como lo concebimos aquí, es la evolución integradora de la conciencia humana que trasciende las diferencias culturales. Los choques de civilizaciones, las guerras estimuladas por los intereses sectarios, tribales y nacionalistas sólo pueden ser vistas como taras de esa geopsicología.

Ahora, veamos que la magnífica paradoja del humanismo es doble: (1) consistió en un movimiento que en gran medida surgió entre los religiosos católicos del siglo XIV y luego descubrió una dimensión secular de lacreatura humana, y además (2) fue un movimiento que en principio revaloraba la dimensión del hombre como individuo para alcanzar, en el siglo XX, el descubrimiento de la sociedad en su sentido más pleno.

Me refiero, en este punto, a la concepción del individuo como lo opuesto a la individualidad, a la alienación del hombre y la mujer en sociedad. Si los místicos del siglo XV se centraban en su yo como forma de liberación, los movimientos de liberación del siglo XX, aunque aparentemente fracasados, descubrieron que aquella actitud de monasterio no era moral desde el momento que era egoísta: no se puede ser plenamente feliz en un mundo lleno de dolor. Al menos que sea la felicidad del indiferente. Pero no es por algún tipo de indiferencia hacia el dolor ajeno que se define cualquier moral en cualquier parte del mundo. Incluso los monasterios y las comunidades más cerradas, tradicionalmente se han dado el lujo de alejarse del mundo pecaminoso gracias a los subsidios y las cuotas que procedían del sudor de la frente de los pecadores. Los Amish en Estados Unidos, por ejemplo, que hoy usan caballos para no contaminarse con la industria automotriz, están rodeados de materiales que han llegado a ellos, de una forma o de otra, por un largo proceso mecánico y muchas veces de explotación del prójimo. Nosotros mismos, que nos escandalizamos por la explotación de niños en los telares de India o en las plantaciones en África y América Latina consumimos, de una forma u otra, esos productos. La ortopraxia no eliminaría las injusticias del mundo —según nuestra visión humanista—, pero no podemos renunciar o desvirtuar esa conciencia para lavar nuestros remordimientos. Si ya no esperamos que una revolución salvadora cambie la realidad para que ésta cambie las conciencias, procuremos, en cambio, no perder la conciencia colectiva y global para sostener un cambio progresivo, hecho por los pueblos y no por unos pocos iluminados.

Según nuestra visión, que identificamos con el último estadio del humanismo, el individuo con conciencia no puede evitar el compromiso social: cambiar la sociedad para que ésta haga nacer, a cada paso, un individuo nuevo, moralmente superior. El último humanismo evoluciona en esta nueva dimensión utópica y radicaliza algunos principios de la pasada Era Moderna, como lo es la rebelión de las masas. Razón por la cual podemos reformular el dilema: no se trata de un problema de izquierda o derecha sino de adelante o atrás. No se trata de elegir entre religión o secularismo. Se trata de una tensión entre el humanismo y el trivalismo, entre una concepción diversa y unitaria de la humanidad y en otra opuesta: la visión fragmentada y jerárquica cuyo propósito es prevalecer, imponer los valores de una tribu sobre las otras y al mismo tiempo negar cualquier tipo de evolución.

Ésta es la raíz del conflicto moderno y posmoderno. Tanto el Fin de la historia como el Choque de civilizaciones pretenden encubrir lo que entendemos es el verdadero problema de fondo: no hay dicotom��a entre Oriente y Occidente, entre ellos y nosotros, sino entre la radicalización del humanismo (en su sentido histórico) y la reacción conservadora que aún ostenta el poder mundial, aunque en retirada —y de ahí su violencia.

La secreta violencia de orden

Uno de los principios más consolidados en la reciente historia de la humanidad es la prescripción del diálogo. Diálogo entre países, entre culturas, entre razas, entre sexos. Sin embargo, al mismo tiempo que la aceptación casi universal de este principio significa un triunfo del antiguo humanismo —como el principio de la necesaria igualdad en la diversidad— no por eso ha de ser un triunfo consolidado en la práctica. Como los demás ideoléxicos positivos, el principio del diálogo entre diferentes debe sufrir de la colonización semántica del poder de turno.

Si los imperios pasados asesinaron en nombre de la verdad verdadera, hoy en día no es posible hacerlo sin recurrir al diálogo. Es decir, se oprime y se imponen los valores del más fuerte en defensa del diálogo, ya que el otro significa una amenaza permanente, la interrupción de esta relación que se asume como igualitaria.

Habría que ver de qué tipo de diálogo estamos hablando en nombre del diálogo, así a secas. No por ser Dios único y sus Sagradas Escrituras las mismas, ha impedido a lo largo de la historia que los hombres y mujeres se odien y se asesinen en su nombre, por causa de las diferentes representaciones que cada uno hace del Padre, por causa de los nombres distintos que cada uno le ha dado, o por las incompatibles lecturas que diferentes sectas hacen de los mismos escritos, en nombre de la verdadera interpretación.

Como todo ideoléxico, también el diálogo se convierte en un instrumento semántico de dominación, de justificación y de manipulación de la conciencia colectiva. Si ese diálogo es una forma de apaciguar los ánimos del oprimido para legitimar una opresión, un estado injusto, si ese diálogo es una simple negociación, concesión o limosna que da el poderoso, el privilegiado, quienes administran las cuotas morales y las narraciones de la historia, entonces no es exactamente el tipo de diálogo que tengo en mente.

En este caso, muy frecuente en las relaciones internacionales, en las relaciones políticas y en las más domésticas relaciones matrimoniales donde predomina la voluntad de uno de los miembros, el diálogo es, en la práctica, un monólogo. Un monólogo semejante a aquellos tratados europeos, que bien supieron usar los primeros humanistas en el siglo XVI, donde la tesis central se exponía en forma de diálogo entre dos personajes pero todas las razones estaban siempre de un lado y el otro servía apenas de tonto verificador. No muy diferentes son los más antiguos Diálogos, de Platón. Y ni que hablar del estilo de catequesis que practican las modernas cadenas internacionales de televisión, donde, en nombre del diálogo y la información objetiva, un periodista invita a algún débil disidente para burlarse de las opiniones ajenas y confirmar las suyas propias, las opiniones del poder, de la propaganda y del dinero. Como lo formuló en versos el poeta Hebert Abimorad, un diálogo es la verdad dividida en dos partes desiguales. Esto, que a su vez puede ser una verdad inevitable, se convierte en un problema cuando una de las partes se reserva el derecho de dictar cuál es la verdad mayor en un diálogo entre desiguales, en un monólogo a dos voces.

El mismo peligro de manipulación semántica corren los más débiles al consumir irreflexivamente el ideoléxico democracia. No es posible una democracia sin el principio de una progresiva radicalización de sí misma. Es decir, no es posible una democracia representativa, tal como es el anacrónico modelo del siglo XIX; un modelo de democracia estática, orgullosa de sí misma, autocomplaciente, propuesta como ejemplo universal aunque para imponerse deba romper con todos sus propios principios.

Una democracia estática es simplemente el perfecto negocio de las clases dominantes, de las elites más fuertes. Un sistema reaccionario que moraliza en nombre del orden y del progreso. Es decir, una democracia es progresiva o no es democracia, y su objetivo es realizar la conciencia de que este mundo, siempre imperfecto, no tiene dueño legítimo. No por casualidad los conservadores del silgo XIX reaccionaban con furia cada vez que un progresista mencionaba la palabra democracia, obra del demonio según los monárquicos ibéricos.

Recuerdo que cuando era niño me sorprendía escuchar en un informativo que un jugador de fútbol había sido vendido a Europa por varios millones de pesos. Mi madre trataba de aclarar la situación explicándome que, en realidad, lo que se vendía era el contrato de ese jugador. Pero sus palabras finales, simples como su débil corazón, me quedaron grabadas a fuego: “Ni un hombre ni una mujer tienen precio. Ni todo el dinero de todos los bancos del mundo podrían pagar la vida de un solo ser humano”. Hoy en día no sé si esto es verdad o no, sobre todo porque a veces uno debe dudar de qué es un ser humano, un ser deshumanizado o un monstruo con aspecto humano. De cualquier forma, conservo aquella reflexión de mi madre como uno de mis principios morales e intelectuales más básicos.

Hasta el más humilde habitante del rincón más desconocido del planeta vale tanto como el presidente o el rey más poderoso del mundo. Ahora, la moral y los valores, si se miden por la cuota de poder de cada individuo, deberían ser inversamente proporcionales. ¿Cómo confiar en el poder, sobre todo cuando se ejerce sustrayéndolo del prójimo en su nombre propio, en uno de esos tantos delirios de representatividad? Es decir, debería ser más confiable una mujer, un hombre sin poder institucional que aquel que lo monopoliza. No se puede confiar ni en el mejor de los Césares.

Sin embargo, hasta hoy, la verdad ha sido la inversa. Es la moral del más fuerte la que predomina en la práctica y en el discurso social. Incluso muchos pensadores que iniciaron las repúblicas americanas restringieron el voto democrático a aquellos que poseían propiedades, ya que —se argumentaba— el sólo echo de tener intereses materiales los hacía más responsables para dirigir un país. En otras palabras, quienes poseen mayor poder social siempre van a ser más responsables de defenderlos en nombre de la felicidad ajena. Si esta teoría de la responsabilidad fue alguna vez verdad, lo cierto es que en el subconsciente colectivo, la idea sobrevive aún hoy en las nuevas sociedades, perpetuando el crimen contra la conciencia colectiva —la conciencia democrática.

No hay diálogo entre un esclavo y su amo, aunque éste muestre un gran corazón escuchando a aquel y concediéndole el poder de hablar y elegir el color blanco de su camisa o el nombre blanco que más le gusta según su gusto blanco. No hay democracia cuando unos tienen más posibilidades de educación y de participación en la vida política de su sociedad, aunque cada tanto llegue al gobierno el hijo de un camionero o un lustrador de zapatos se reciba de abogado o se haga millonario vendiendo tomates. Porque una democracia no se define por sus excepciones sino por sus reglas. Ni el diálogo ni la democracia deberían ser simples concesiones que hacen los poderosos motivados por su bondad. Un derecho humano no es un privilegio que se deba mendigar a quienes legal e ilegítimamente se han arrogado el derecho de concederlo cuando lo creen conveniente.

El diálogo y la democracia son derechos, pero nada más que derechos mientras se pretendan ejercer sobre la base de la desigualdad muscular entre las culturas, entre los países, entre los sexos, entre los diferentes de de todo tipo.

Claro, desde este punto de vista, tanto el diálogo como una verdadera democracia son sendas utopías. Utopías, sí, pero necesarias y vitales para la sobrevivencia de un mínimo de justicia.

Ahora, si las elites se reservan el derecho de afirmar que la igualdad de condiciones no es una razón básica de justicia, o que sus hijos y los hijos de un marginado tienen las mismas oportunidades de dirigir los destinos de su sociedad, de sus valores morales, entonces “los menos iguales”, es decir, quienes deben sufrir de esta ideología, de este concepto particular de justicia, también se reservarán el derecho a imponer su propia concepción de justicia por la violencia. Porque a una violencia se responde con otra, y la opresión económica, sexual, religiosa, cultural, ideológica y moral son formas de violencia. Incluso de las peores formas de violencia, ya que uno bien puede recuperarse de un puñetazo en la cara pero difícilmente un individuo se recupera de la violencia moral. Tal es el caso del racismo, del sexismo, del clasismo o de la violencia teológica que define quiénes están condenados al infierno y quiénes han sido salvados, quiénes se comunican con Dios en sus sueños y quiénes sólo son capaces de soñar con una mesa llena de comida.

La historia reciente nos demuestra que este cambio no llegará por la acción armada y revolucionaria de ningún ejército iluminado. Por el contrario, esto sería una regresión y una nueva excusa del poder. El cambio llegará, está llegando, con la maduración progresiva de la humanidad como conjunto, de la incansable crítica como conciencia, de la desobediencia como derecho, del respeto como necesidad, de la dignidad como obligación y de la justicia como orden humano antes que como un simple orden financiero.

La violencia de la violencia y el coeficiente crítico de progresión

Un conservador diría que una mujer es responsable de sufrir repetidas veces los golpes de un marido violento. Un humanista anacrónico responsabilizaría sólo al hombre. Un anthihumanista posmoderno observaría que el hombre y la mujer son productos de una sociedad violenta. Creo que un humanista de nuestro tiempo reconocería una responsabilidad triple, en la mujer, en el hombre y en la sociedad. Sin embargo, el circuito de la violencia, física y moral, parece tener un solo sentido y dirección: sociedad-opresor-oprimido.

Por alguna razón, la frase “la violencia engendra violencia” se popularizó en todo el mundo al mismo tiempo que su significado se mantenía restringido a la violencia del oprimido. Es decir, la violencia del amo sobre el esclavo es invisible en un estado de esclavitud, como en un estado de opresión la fuerza que lo sostiene usa todos los medios (ideológicos) para no perder esta categoría de invisibilidad o —en el peor de los casos, de que sea descubierta— de naturalidad.

Dentro de ese marco invisible o natural, el esclavo cubano Juan Manzano se refería con nostalgia a sus primeras amas como buenas mujeres: “a los pocos días tuve por allá a la misma señora Da. Joaquina que me trataba como a un niño, ella me vestía, peinaba y cuidaba de que no me rozase con los otros negritos de la misma mesa como en tiempo de señora la marquesa Justis se me daba mi plato que comía a los pies de mi señora la marquesa”. Luego vinieron los tiempos malos, donde el joven Juan era castigado al encierro y al hambre. Pasado el castigo, comía “sin medida” y por este pecado se lo volvía a castigar. “No pocas veces he sufrido por la mano de un negro vigorosos azotes”, recordó en su Autobiografía de un esclavo (1839), lo que prueba la perfección de la opresión aún en un estado primitivo de producción y educación. Lo que también nos sirve de aldaba para aquellos que nos enorgullecemos de nuestra libertad.

Afortunadamente, este tipo de esclavitud se abolió en América Latina a principios del siglo XIX. No obstante la esclavitud del mismo estilo se continuó en la práctica hasta el siglo XX. El ecuatoriano Juan Montalvo recordaba en 1887: “los indios son libertos de la ley, pero ¿cómo lo he de negar?, son esclavos del abuso y la costumbre”. Y luego: “palo que le dan para que se acuerde y vuelva por otra. Y el indio vuelve, porque esa es su condición, que cuando le dan látigo, temblando en el suelo, se levanta agradeciendo a su verdugo: ‘Diu su lu pagui, amu’ […] No, nosotros no hemos hecho este ser humillado, estropeado moralmente, abandonado de Dios y la suerte; los españoles nos lo han dejado hecho y derecho, como es y como será por los siglos de los siglos […] Las razas oprimidas y envilecidas durante trescientos años, necesitan ochocientos para volver en sí”.

El mismo Alcides Arguedas, en Pueblo enfermo  (1909), recordaba que los hacendados bolivianos se negaban a desarrollar el ferrocarril porque los indios llevaban sus ganados de una comarca a la otra totalmente gratis y, por si fuese poco, su honestidad los hacía incapaces de robar una vaca ajena. Bastaría sólo este ejemplo para demostrar que las ideologías de las clases dominantes se enquistan en la moral de los oprimidos (como el hecho de que un analfabeto maneje complejas reglas gramaticales demuestra la existencia de un conocimiento inconsciente). Otro Arguedas, el peruano José María Arguedas, nos dejó una pintura viva de esta cultura del indio-pongo en Los ríos profundos (1958).

Según el boliviano Alcides Arguedas, los soldados tomaban a los indios de los pelos y a fuerza de sablazos los llevaban para limpiar cuarteles o les roban las ovejas para mantener a una tropa del ejército que estaba de paso. Para que nos quede claro que la opresión se sirve de todas las instituciones posibles, en el mismo libro leemos la cita a un escrito de la época que informaba, refiriéndose a uno de estos condenados por la historia, que “el buey y su hijo de siete años están embargados por el cura á cuenta de los derechos del entierro de su mujer”. Y más adelante: “Exasperada la raza indígena, abatida, gastada física y moralmente, inhábil para intentar la violenta reivindicación de sus derechos, hase entregada al alcoholismo de manera alarmante. […] ignora en absoluto su acción depresiva […] Al indio no se le ve reír nunca sino cuando está ebrio. […] su alma es depósito de rencores acumulados de muy atrás, desde cuando, encerrada la flor de la raza, contra su voluntad, en el fondo de las minas, se agota rápidamente, sin promover clemencia en nadie […] Hoy día, ignorante, degradado, miserable, es objeto de la explotación general y de la general antipatía”. Hasta que un día explota “oyendo a su alma repleta de odios, desfoga sus pasiones y roba, mata, asesina con saña atroz”. Y como la violencia no puede quedar impune, “van los soldados bien municionados; fusilan á cuantos pueden; roban, violan, siembran el pavor y espanto por donde pasan”. En esta cultura de la opresión, la mujer no puede ser mejor: “ruda y torpe, se siente amada cuando recibe golpes del macho; de lo contrario, para ella no tiene valor un hombre.”

Un año después, en diversos artículos aparecidos en diarios de La Paz y reunidos en el libro Creación de la pedagogía nacional, Franz Tamayo responde a algunas conclusiones de Arguedas y confirma otras: “el trabajo, la justicia, la gloria, todo se miente, todo se miente en Bolivia; todos mienten, menos aquel que no habla, aquel que obra y calla: el indio”. Luego: “Aun los blancos de cierta categoría dijeron de maldiciones divinas, y los curas de pueblos y aldeas propalaron entre sus ignorantes feligreses indios, enojos de Dios contra la decaída raza y su deseo de hacerla desaparecer por inobediente, poco sumisa y poco obsequiosa” (1910). Está de más decir que en lugar de Bolivia podríamos escribir cualquier otro nombre de país latinoamericano y no violentaríamos la verdad de la frase.

El amo es visualizado como un ser puro y bondadoso cuando concede un beneficio inusual al esclavo, como si poseyese un poder divino para administrar el derecho ajeno. Tal vez podríamos aceptar estos términos benevolentes si consideramos un contexto particular. El punto es que no les exigimos a los antiguos feudales que piensen como nosotros; nos exigimos a nosotros mismos no pensar como los antiguos feudales, como si no existiese una experiencia histórica en el medio.

Desde un punto de vista humanístico, la violencia del esclavo es siempre engendrada por la violencia del amo y no al revés. Pero cuando imponemos la idea de que la violencia del esclavo engendra más violencia, estamos igualando lo que no es igual para mantener un orden que, de hecho y en su discurso, niega la misma igualdad humana.

Por esta razón, así como a mediados del siglo XX los reaccionarios de todo tipo asociaban la integración racial con el comunismo —lo cual no sería ideológicamente erróneo, según la teoría pura— para revindicar el apartheid como sistema social, así también hoy asocian los principios humanistas con la tradicional izquierda política. Los conservadores no pueden comprender que parte de su tan mentada responsabilidad personal es pensar de forma global y colectiva. De otra forma, la responsabilidad personal es sólo egoísmo, es decir, irresponsabilidad moral. Si recién en 1972 Rene Dubos acuñó la famosa frase, “Piensa globalmente, actúa localmente”, el pensamiento reaccionario ha practicado siempre una fórmula moral inversa: “Piensa localmente, actúa globalmente”. En otras palabras, piensa como un provinciano en los intereses de tu aldea, de tu clase, y actúa como un imperialista que va a salvar la civilización como si fuese el brazo armado de Dios.

No obstante, debemos dar un paso más para salir del círculo. Una posibilidad tiene sus raíces en la prescripción de Jesús quien, a un tiempo, recomendó romper este círculo ofreciendo la otra mejilla sin dejar por ello de significar una respuesta