Obras públicas

Obras públicas


Apenas cinco años atrás, Basílides se atrevía a inventar burlas y absurdos como éstos en La Aldaba, hasta que llegó la orden de cerrar el semanario por un año. Esto impidió que saliera a la luz un descubrimiento que había hecho el mismo pseudoastrólogo en los archivos del Departamento de Obras de la alcaldía, lo cual hubiese, al menos, culminado la serie con broche de oro. Con fecha de agosto de 1945, se había olvidado el proyecto de un «paseo marítimo» que llegó a construirse en parte y que luego las arenas y la memoria de Calataid silenciaron. Los viejos planos, dibujados pacientemente y copiados con tinta azul, y las largas memorias descriptivas todavía revelaban un repentino entusiasmo progresista que de a poco se fue superando. “Tal vez el fracaso del proyecto se debió a la escasa originalidad de los santistas, a una repentina voluntad de copiar éxitos ajenos que llegaban a través de las películas americanas y de las revistas europeas” había escrito Basílides, en el artículo que no llegó a publicarse.

La historia del proyecto comenzó un día que el alcalde, don Juan Medina Medina (1859-1963), resolvió dinamizar la actividad de la ciudad con una gran obra pública que perpetuara su nombre. La idea que tuvo menos resistencia (y que terminó conquistando calurosos aplausos al final) fue la de construir un paseo marítimo que recorriese los límites extramuros de la ciudad. Sólo quedaba un detalle por resolver: ¿Cómo construir un paseo marítimo sin tener antes un mar, o por lo menos un río? La solución, según el ingeniero de la comuna, don Daniel Medina (1864-1963), era aprovechar las curvas de nivel para detectar un posible cause a llenar con agua. En la Asamblea de Ediles, explicó con detalles inconclusos, todo lo que había aprendido en la Universidad de Granada sobre cálculo de curvas de nivel, lo que no sirvió para aclarar mucho las posibilidades de tal proyecto pero en cambio duplicó el entusiasmo popular. Las curvas de niveles aparecieron, porque siempre hay un punto más bajo que  otro, sólo que no hubo forma de hacer pasar por allí ningún arroyo, por mínimo que fuese. Todo lo que no hizo cambiar de idea a las autoridades y de esa forma terminaron construyendo su ansiado Paseo Marítimo. Para llenar el cause del nuevo río se demolió parte de la antigua muralla norte y se desviaron los albañales hacia él, lo que resultaba una idea redonda: no sólo se creaba un paseo para la gente de intramuros, sino que además se solucionaban algunos problemas de saneamiento que habían complicado a sus ciudadanos durante muchos años. Se decía, por ejemplo —y, más tarde, el doctor Salvador Uriburu fue de la misma opinión— que casi todos los aljibes, los pozos de agua y la gran cisterna comunal estaban contaminadas por las aguas fecales que excretaba diariamente la ciudad. Pero esta afirmación, sobre todo luego del fracaso de las obras, fue considerada una ofensa a Calataid y ya nadie se atrevió a reconsiderarla. Según el proyecto de Daniel Medina, de cada lado del futuro Paseo-Marítimo-Albañal se plantarían árboles y flores para disimular el olor que produjo después la exposición de aguas servidas, acompañadas muchas veces por desechos humanos en su estado inicial, lo que no resultaba tan atractivo como se había pensado en el momento de la votación. Pero el pueblo demostró su buena disposición para el Progreso y no quiso hacer reparos a tan importante obra iniciada por las autoridades, lo que lo acercaba, aunque más no sea en una pequeña escala, a las maravillas acuáticas del Sena en París o del Tamesis en Londres. Con todo, ésta había sido una genialidad local, lo que ya tenía su mérito, según Basílides. Pero tan rápido como su proyecto y construcción, se organizó su abandono y olvido durante los inolvidables años sesenta. Después de la independencia de Argel, en 1962, y de los horrores causados por la guerra civil, se comprendió que la demolición del treinta y tres por ciento de la muralla de San Fernando, usada para las nuevas obras, había sido el peor pecado que se había cometido en Calataid en su larga existencia. La muralla permaneció con esa herida, como recordatorio de la barbaridad del progreso, hasta que todos olvidaron la causa que la había provocado y se comenzó su reconstrucción en el año 1963. Como fue imposible localizar las piedras originales, se decidió deconstruir dos torres para reparar el daño histórico de los Medina. Se eligieron las dos torres más altas donde, por algún tiempo y por obra de los nuevos inmigrantes, refugiados de la guerra, se habían instalado dos antenas de radio, por la cual una de ellas era conocida como la torre de Babel. Los oídos de Calataid fueron extirpados en un solo día, lo que fue recibido con alivio y algarabía por la mayoría de su población.

2004

 

 

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