«Secretario» de la OEA Luis Almagro: más fácil que recaudar 100 millones de dólares de «ayuda humanitaria» para Venezuela, es no castigarla con 10.000 millones de dólares de sanciones económicas.
La siguiente entrevista nunca fué publicada por el periodista que la requirió. Para salvar las respuestas del significativo silencio, el entrevistado ha reescrito las preguntas conservando el orden y la intención original.
Entrevista sobre Venezuela que nunca se publicó
P: ¿Cómo evalúa la grave situación que está viviendo Venezuela hoy?
JM: Como grave.
P: ¿Puede haber una mayor demostración de crueldad que la quema de ayuda humanitaria por parte del régimen de Nicolás Maduro?
JM: Eso es lo que han dicho los medios y los políticos de la derecha estadounidense y latinoamericana. Hay versiones encontradas sobre ese hecho. Todavía es necesaria una investigación. Mire, en lugar de consumir los cuentos de Disney del senador Merco Rubio, no sería mala idea escuchar lo que tiene para decir otro político, republicano pero mucho más inteligente y mejor informado, como lo es Ron Paul. (*)
P: Pero usted estará de acuerdo que el régimen chavista es una calamidad que ha hundido a Venezuela en la miseria.
JM: El problema de Venezuela no es solo Nicolás Maduro. Si los muchachos de Miami finalmente lograsen asesinarlo y la oposición tomase el gobierno, Venezuela seguiría con serios problemas, aunque Estados Unidos y la gran prensa le daría un gran alivio económico. Otro problema que impedirá una solución razonable en el mediano plazo es el odio político que permea a gran parte de la población. Si Maduro es autoritario, la oposición ha dado repetidas muestras de intolerancia desde el golpe de Estado de 2002.
P: Ha sido el régimen chavista el que destruyó el país, no la oposición.
JM: Chávez no llegó al poder por un golpe de Estado, aunque lo intentó en 1992, sino por “la situación del país”, sobre todo del país de los de abajo. Más allá de que en lo personal nunca me gustaron los líderes personalistas como Perón o como Chávez, la insistencia mediática de llamarlos “dictadores” no tiene sustento: ambos fueron presidentes por voto popular y sufrieron golpes militares de la oligarquía enquistada en el verdadero poder social. Cuando defienden los intereses del gran capital, los dictadores no son llamados dictadores por la gran prensa y los dueños del mundo. Durante casi todo el siglo XX Venezuela vivió sobre el petróleo y bajo dictaduras o con democracias formales, pero con terribles crisis sociales, como la que terminó con el Caracazo, la matanza de cientos de venezolanos en 1989, una década después del boom del petróleo. Por entonces el gobierno de Estados Unidos salió a rescatar a uno de sus presidentes favoritos, Carlos Andrés Pérez, con otra lluvia de dólares, no con sanciones económicas ni apoyando a la oposición que participó en las protestas.
P: Los políticos de izquierda siempre se han perpetuado en el poder.
JM: Aquí en Florida existe la risible pero comprensible creencia universal de que América Latina ha sido un mar de dictaduras comunistas. Los presidentes de izquierda han sido una ínfima minoría en la larga tradición latinoamericana de déspotas de derecha, de dictaduras de corte nazi y agresivamente pro capitalistas. Claro, cuando los pocos líderes de izquierda llegaron al poder, muchas veces continuaron esa cultura enferma del continente (que no inventaron ellos) que ha potenciado la corrupción en beneficio de las mismas elites de siempre. Es el lado negativo que le veo a Evo Morales y a Daniel Ortega. Claro, en los 80 a Nicaragua se la acosó con grupos terroristas llamados “luchadores por la libertad” y financiados por Washington con dinero sucio de Irán, por intermediación de Israel. Pregúntele al ahora encargado de la estrategia para Venezuela, Elliott Abrams, que de ese tema sabe mucho porque es un ex convicto. En el caso de Bolivia hoy nadie habla del permanente crecimiento del cuatro por ciento anual de su economía. Y si Franklin Roosevelt fue presidente de Estados Unidos por cuatro períodos y lo mismo Merkel en Alemania o Netanyahu en Israel, está bien. A esos no se los puede criticar…
P: Los bolivianos que vienen de allá, que conocen la realidad de sus países, saben que Evo es un dictador.
JM: “…los que vienen de allá”. Ningún estadounidense viajaría por el mundo diciendo que sabe lo que dice de su presidente Trump “porque vive en Estados Unidos”. Esos son argumentos que revelan inmediatamente el nivel intelectual de la discusión. Cada latinoamericano que viaja por el mundo se cree autorizado a “hablar de la realidad” de sus países con ese típico e ingenuo argumento de “yo sé lo que digo porque lo viví”, como si no hubiese millones que vivieron y viven los mismos hechos y piensan radicalmente diferente. Como decía un funcionario estadounidense de la embajada de República Dominicana en tiempos del dictador Trujillo: todos nuestros informes sobre este país están basados en lo que dicen los dominicanos que visten trajes y hablan inglés. Así ha sido siempre. No son pocos los “campeones de la democracia” que se van de sus países porque no les permiten expresarse libremente, llegan aquí y apenas escuchan una opinión diferente a la de ellos, te dicen que te vayas de este país para mantener la coherencia. Nunca han entendido qué es eso de la “democracia”.
P: ¿Por qué culpar siempre a Estados Unidos? ¿No hay suficientes pruebas de que el socialismo nunca funcionó en ninguna parte?
JM: Independientemente de su ideología, si un país no está alineado a la voluntad de la superpotencia, va a fracasar siempre, al menos en su economía. Nadie dice que China o Vietnam son pruebas de que el comunismo no funciona. China tiene un pésimo record en derechos humanos, pero su régimen comunista protege los capitales y eso es suficiente para no intentar destruir su economía con un bloqueo estilo Cuba. Lo mismo regímenes terribles como Arabia Saudita. Ahora hasta Corea del Norte tiene “relaciones amorosas” con el gobierno de Estados Unidos ¿Se imagina usted una manifestación pública de algún opositor en alguno de esos países amigos? No, pero a Venezuela se le impone sanciones económicas, se le bloquea la venta de su principal recurso, el petróleo, y se le prohíbe retirar sus propios ahorros de un banco de Londres. Solo en los últimos tres años estas sanciones le han quitado a ese país, no a Maduro, 8.000 millones al tiempo que se intenta introducir “ayuda humanitaria” a la fuerza por unas decenas de millones. Ese tipo de hipocresía es una vieja tradición. Todos los presidentes democráticamente electos como Mosaddegh en Iran, Arbenz en Guatemala, Lumumba en el Congo o Allende en Chile han sido económicamente estrangulados para generar desesperación en sus pueblos (esto no es una mera opinión; ha sido confirmado por los documentos desclasificados de las superpotencias). Todos fueron derrotados y reemplazados por crueles dictaduras militares que protegieron los recursos que las grandes compañías internacionales explotaban en esos países. ¿Quiere más detalles? Todas esas y otras decenas de brutales “dictaduras amigas” que secuestraron, violaron y asesinaron a cientos de miles de personas recibieron como premio multimillonarias ayudas del gobierno estadounidense. Así cualquiera demuestra que “el socialismo no funciona”. Pero a pesar de las ayudas financieras, narrativas y geopolíticas, la mayoría de esos “modelos” de países capitalistas fracasaron estrepitosamente. Recientemente Argentina volvió a implementar un modelo de capitalismo salvaje y volvió a fracasar como en la gran crisis del 2001. Pero el FMI ha salido al rescate del gobierno de Macri con 30 mil millones de dólares y el exitoso modelo sigue fracasando. ¿Por qué tantos países centroamericanos, más capitalistas que Estados Unidos, también son modelos de fracaso económico y social? ¿Qué hay del racismo y la violencia brutal en Brasil? ¿Qué hay de los cientos de líderes sociales ejecutados en Colombia en los últimos años? ¿Qué hay de las grandes empresas, entre ellas estadounidenses, que financiaron grupos terroristas en ese país y como castigo le pagaron una compensación económica al gobierno de Estados Unidos, no a las víctimas? ¿Por qué Colombia, el mayor productor de cocaína del mundo, es el país con más bases militares del mayor consumidor de droga del mundo, pero se acusa a los vecinos de “narcoestados”? ¿Por qué no hay tantos artículos y entrevistas sobre la calamidad en Haití…? Pues, sí, claro que Estados Unidos tiene una cuota gigantesca en la destrucción de la economía venezolana como de la cubana. Es parte de una vieja estrategia que los pueblos olvidan fácilmente o simplemente ignoran. Es necesario tomar en serio e investigar más las denuncias de tortura y ejecuciones por parte de la policía venezolana, las que pueden ser más graves de lo que se sabe hoy. En lo personal, quisiera ver a Maduro irse del poder. Ahora ¿harían lo mismo los dueños del mundo? Una pregunta retórica que no necesita respuesta, lamentablemente.
JM, febrero 2019
(*) Una reciente investigación del New York Times probó que la quema de camiones con ayuda humanitaria se debió a una bomba molotov de los manifestantes del lado colombiano.
1) ¿Cómo interpretas la actitud de Donald Trump ante quienes han sido considerados grandes aliados de Estados Unidos?
JM: Primero, como una actitud personal con implicaciones nacionales. Trump, movido por su propio super Ego, y los de su misma especie, los super ricos en su etapa Post-democracia-liberal, prefieren regímenes más personalistas donde el resto de los seres humanos son piezas de recambio, sin derechos (como la naturaleza misma desde el Renacimiento) y los capitales gozan de toda la libertad para hacer y deshacer, para construir y destruir. En esta etapa, el capitalismo se siente mucho más cómodo con los regímenes comunistas (oops!) que con las democracias liberales. En realidad, el “capitalismo de elite” (no me refiero a sus fanáticos defensores, aquellos que tienen un pequeño negocio y apenas pueden pagar el seguro de salud de sus hijos) siempre se sintió más cómodo con diferentes formas de autoritarismo, porque todo gerente de una transnacional es un pequeño (o gran) dictador, pero en el pasado debió afinar sus estrategias para adaptarse al consenso de las democracias liberales, resultado de la Segunda Guerra mundial en 1945, primero, y de la Guerra Fría en 1990, después. Sospecho que el modelo actual lo aportaron las dictaduras militares latinoamericanas, apoyadas también por las grandes transnacionales durante el siglo XX, sólo que en lugar de ser regímenes comunistas eran regímenes conservadores, de derecha.
Trump haría lo que fuese necesario para mantenerse en las noticias y, a largo plazo, en la historia. Es un juego peligroso, porque puede dejarlo bocabajo. Por ahora la clásica arrogancia del matón, del bully del barrio, tiene el crédito de una economía que venía de una década sostenida de recuperación, sobre todo para los más ricos, y se encuentra con vientos positivos de los mercados mundiales. Las desregulaciones bancarias y la reforma impositiva le van a dar más oxigeno aún a los inversores (no a los de abajo sino a los de arriba, que son quienes pesan más en los promedios del PIB), pero al mismo tiempo pondrá a las economías, incluida la de Estados Unidos, en una vulnerabilidad peligrosa para dentro de pocos años. Una recesión es lo menos dramático que debemos esperar, pero suficiente para que el rey caiga de su trono. El bolsillo, no la moral ni la justicia, es el órgano más sensible de un votante.
2) ¿Qué repercusiones puede tener esto en el contexto mundial?
JM: A corto plazo muy poco, pero a largo plazo forzará a muchos países, como México, Canadá y los europeos, a acostumbrarse a mirar para otro lado. Tarde o temprano descubrirán alternativas que no le servirán a la hegemonía de Estados Unidos. Recordemos que hoy esas alternativas (de mercados, pero también militares) son mucho mayores que hace diez o veinte años. Trump está jugando con fuego. Pero, como dice el dicho, “quien a hierro mata…”
Si un mérito tiene Trump ha sido el de mostrar la caricatura de lo que siempre fue el mundo gobernado desde el poder del dinero y las armas. Si algo ha demostrado Kim Jong-un es que, si no tienes dinero y si no respetas los derechos humanos, debes tener al menos una bomba atómica y presumir de tener diez. Sólo esto vale mil veces más que los otros dos elementos. Sospecho que a Kim Jong-un algo le salió mal en su proyecto atómico, tal vez un accidente que sepultó una buena parte de sus proyectos, o simplemente considera que llegó el momento de cobrar en efectivo la deuda psicológica generada por años de amenazas bélicas. La lección debería ser clara. Kim Jong-un es el ganador en este juego. Para Trump, es un reality show global y el mundo le sirve como adulación y alimento para su megalomanía.
La vieja excusa de los Derechos Humanos por parte de los líderes más poderosos del mundo se ha terminado por revelar en toda su falsedad, aunque ni aun así es titular de ningún medio.
3) ¿Qué es lo que intenta obtener Trump con estas acciones que ha desestabilizado a sus contrapartes y prácticamente lo consideran como una falta de seriedad?
JM: Creo que en principio Trump juega con las reglas que conoce, las del hombre de negocios, y la presión, el regateo y la venta de ilusiones a propios y ajenos están en su naturaleza. ¿Por qué destroza un acuerdo nuclear con Irán y crea uno con Corea del Norte, supuestamente una dictadura comunista que viola los derechos humanos? Porque el primero fue obra de Obama y el segundo será Su obra. Así de simple y trágico. No hay que subestimar la estupidez humana. Claro que luego podemos ver las necesidades y los intereses económicos y estratégicos que pueden o no coincidir con los caprichos del emperador.
4) ¿Podríamos decir que el término «aliados», usado desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, será cambiado por alguna otra instancia?
JM: Es muy temprano para decirlo. Se atribuye a Churchill la confesión de que “el Reino Unido no tiene amigos sino intereses”. Esa sinceridad revela muchas hipocresías y la obviedad de que los enemigos de hoy pueden ser los amigos de mañana. Bastaría con considerar los casos de Japón y Alemania para Estados Unidos. Por otra parte, por sus culturas, por su historia y por su proximidad geográfica, Estados Unidos y Europa están obligados a relacionarse más o menos de forma estrecha. Cuando Estados Unidos intentaba invadir Irak en el 2002 y durante la invasión en el 2003, muchos estadounidenses no comían papas fritas (lo cual fue un sacrificio mayor), porque, como sabes, aquí se llaman “french fries”. El odio a Francia había alcanzado niveles tan irracionales somos esa absurda guerra cuyas consecuencias todo el mundo está sufriendo hoy. Cuando hace diez años dije en una charla que la guerra en Irak había sido lanzada en base a mentiras, estudiantes activistas del partido republicano se levantaron y se fueron de la sala. Hace un par de años, en plena campaña electoral, Trump dijo lo mismo (motivado por su enemistad tribal con la familia Bush) y los republicanos lo aplaudieron de forma histérica. La gente tiene mucha memoria temporal pero poca memoria histórica. Trump lo sabe o lo siente, como buen hombre de negocios: para los dueños del mundo, la verdad, la realidad es lo que uno cree o imagina y todo lo demás sólo importa a un grupo pequeño de críticos, académicos o “perdedores” (de ahí tanto odio a las ciencias, la que sólo da un paso cuando consigue las pruebas, no cuando se cansa de repetir un sermón). En pocos años Trump caerá y Europa tendrá otros líderes. Los enemigos de hoy serán amantes mañana y así todo. Claro que algunas cosas no son tan fluctuantes. La decadencia relativa de Occidente se segará confirmando. Esto es, una buena y una mala noticia al mismo tiempo.
Michael Flynn no ve la suya. A mediados de febrero tuvo que renunciar a su cargo como asesor en seguridad nacional por haber omitido que se reunió con diplomáticos rusos durante la campaña de Donald Trump. Acosado por las investigaciones del comité de inteligencia del Senado y el FBI, esta semana pidió inmunidad a cambio de revelar información sobre los contactos que mantuvo con el Kremlin, los cuales podrían haber llevado a la victoria del magnate inmobiliario.Ambas instituciones le negaron su petición, principalmente porque resulta difícil que alguien que está siendo investigado pueda solicitar ese tratamiento especial. Poco después, las cosas empeoraron para él cuando se reveló que en su declaración de bienes ocultó los pagos que había recibido por parte de empresas rusas. En un intento por corregir esta situación, Flynn presentó una lista complementaria pero no pudo salvarse del escándalo y ahora se encuentra al borde de sufrir consecuencias legales.Según algunos analistas internacionales, Flynn está tratando de salvarse a cómo dé lugar y de sortear esta situación que pondría en serios predicamentos al gobierno de Trump. Para otros, les trae el recuerdo de la situación enfrentada durante la administración republicana de Ronald Reagan, cuando el coronel Oliver North intentó capotear las investigaciones sobre la venta ilegal de armas a Irán, así como el desvío de fondos a la guerrilla anticomunista en Nicaragua. Ni siquiera habían pasado 24 horas luego de la negativa de inmunidad a Flynn cuando la administración Trump recibió otro golpe: Steve Bannon, considerado la columna vertebral de la política dura del magnate, fue despedido del Consejo de Seguridad Nacional. ¿La razón? Su abierta tendencia a rechazar todo lo que brille como islámico, así como su apego a una cercanía con Rusia.Esta fue la culminación de una jugada iniciada por el teniente general Herbert Raymond McMaster quien, desde que asumió el cargo de consejero de Seguridad Nacional hace un mes, se opuso a las técnicas radicales de Bannon por considerarlas poco realistas y efectivas, además de ser alguien que carecía de experiencia militar.Reconocimiento de culpaEn entrevista con Siempre!, el analista y catedrático en la Universidad de Georgia, Estados Unidos, Jorge Majfud señaló que el caso de Flynn ya contiene un reconocimiento tácito de culpabilidad que puede afectar al gobierno de Trump.Asimismo, indicó que el magnate neoyorquino se encuentra nervioso ante la posibilidad de que su exasesor pueda revelar información comprometedora. Hasta el momento, Trump solo ha señalado que Flynn es víctima de una “caza de brujas”, pero no ha intentado defenderlo abiertamente. Por el contrario, ha buscado desmarcarse del asunto lo más lejos posible y de rectificar un gobierno que se está convirtiendo en una pesadilla por todos los desaciertos que ha registrado en tan poco tiempo. Aquí les presentamos las respuestas que este experto uruguayo proporcionó a nuestro medio vía correo electrónico.
¿Qué implicaciones tiene la solicitud de inmunidad que pide Michael Flynn a cambio de revelar la información sobre sus contactos con Rusia?
En primer lugar, yo diría que cuando alguien solicita inmunidad a cambio de una declaración es porque se tiene la conciencia sucia. ¿Qué puede tener de malo que alguien tenga amigos rusos? Bueno, en este caso los indicios y las sospechas de relaciones ilícitas se vienen acumulando desde hace bastante tiempo.Según el director del FBI (paradójicamente uno de los responsables directos del triunfo de Trump) no hay lugar a dudas de que existieron contactos y acciones concretas por parte del gobierno ruso para favorecer al viejo amigo americano. El único consuelo que nos queda a escépticos como yo es que Hillary Clinton no hubiese significado un mar de diferencias con el lunático que tenemos hoy en la Casa Blanca.
¿Cómo queda Trump y su administración ante esta situación? Es decir, en caso de que Flynn revele algo grande, se habla de interferir un proceso democrático y hasta de posible traición a la patria. ¿Qué opina?
Según Trump, Flynn hizo lo correcto solicitando inmunidad debido a la existencia de una “caza de brujas”. No creo que al presidente le importe la suerte de su amigo más que la suya propia. Está preparando un discurso y una argumentación que podrá usar en su defensa en el futuro, que a todas luces es bastante oscuro.Más le conviene que Flynn no declare. Cuanto menos se sepa mejor. Para empezar, es muy difícil que un hombre de negocios, no cualquier honesto hombre de negocios sino un pez gordo que siempre ha jugado en la primera división del mundo, esté limpio. Tal vez pueda estarlo alguien como Bill Gates, alguien que hizo su fortuna de otra forma y sin proponérselo, pero no un especulador y mucho menos alguien como Trump, un ego desesperado por triunfos económicos, por golpes de fortuna cuando la realidad parecía decirle otra cosa en los años setenta y ochenta, alguien que en los noventa declaró pérdidas multibillonarias en un solo año (¿cómo un exitoso hombre de negocios pierde un cuarto de su fortuna en un año?) para evadir impuestos por una década, alguien que fue salvado por los millonarios negocios inmobiliarios en Rusia desde los ochenta y noventa.
En espera del momento adecuadoSegún la prensa estadounidense, hay grandes políticos de su propio partido que están dando la espalda a Trump por lo oneroso que está resultando su gobierno y por su falta de práctica política, ¿qué opinión le merece?
El presidente solo representa la extrema derecha en su megalomanía militarista y antiestatal (los ricos están cansados de mantener a los pobres de la clase media), en sus convicciones patriarcales y raciales, pero no en su carencia de ortodoxia religiosa. No es que le estén dando la espalda ahora sino que cuando vieron que no podían ganarle en 2016 se arrodillaron para no perder sus puestos y posiciones en el poder, y no perderán ninguna oportunidad para deshacerse de él y poner en su lugar a un conservador más tradicional, como el vicepresidente Mike Pence. Simplemente, están esperando el momento o están calculando hasta dónde les conviene oponerse al presidente para no abrirles la puerta a los demócratas. Para estos, más vale un lunático propio que alguien más decente del otro partido.Por su lado, los demócratas están dejando jugar, es decir, han virtualmente desaparecido para que en el partido de gobierno se apuñalen unos a otros mientras la población espera con ansias la aparición de algo diferente que encarne las viejas frustraciones de la población, es decir, los demócratas otra vez, que vienen a ser más de lo mismo pero no tan caricaturescos.
Por Julio Castro Jimenez *Encontré a Jorge Majfud en el Salón Internacional del Libro Africano (SILA) este año, donde tenía que presentarlo en la charla inaugural y abrir un pequeño debate. Como dije en aquel momento, conocí la literatura narrativa de Jorge gracias a mi amiga Inma Luna y a la editorial Baile del Sol. Su lectura se ha ido ampliando más tarde y queda camino por recorrer (espero que mucho). Pero no hay nada mejor que compartir y debatir con un autor, para saber de dónde viene el camino que le ha trazado, o constatar si las coordenadas de destino van hacia donde parece por sus textos.
Y en su caso resulta ir más allá. Me parece digno interlocutor a la hora de saberle cercano a Eduardo Galeano y Noam Chomsky. En ambos casos por la manera de escribir y de expresarse, pero al primero por el corazón que pone en su razón apasionada, en tanto que al segundo por las razones que sustentan las ideas que defiende fervientemente. Se dice que escribe sobre la violencia (él mismo nos habla de la violencia moral como interés personal), cuando sus textos muestran a gente que busca un camino de salida, una huida hacia la libertad utópica que él mismo nos aclara, y una línea sur norte que hoy día ya está moviendo masas para reclamar justicia: no esa justicia colectiva adeudada, sino justicia personal, diminuta, la que nos deja amar, vivir, comer y beber si se precisa, justicia moral, porque sin esa justicia no llega aquella paz.
Es apasionante hablar con él y dejarle hablar y exponer, porque de ahí surge el tercer personaje, el que no se ve, pero se atisba en sus narraciones, el que movió todo antes de iniciar el relato, y el que se queda para finalizar una historia.
Uruguayo, de niño fue correo para los presos en las cárceles de la dictadura. De grande emigrado a otros países de África y Europa para trabajar; de arquitecto se reconvirtió a su pasión: la literatura. Su apellido le denota proveniente de lejanos orígenes libaneses, y qué mejor mezcla para saber que estamos junto a un internacionalista. Ahora enseña en una universidad de Estados Unidos, donde lejos lograr que cambie de ideas, creará generaciones de rebeldes o, como mínimo, élites con grandes dudas.
No es un autor conforme con la realidad social, y no se detiene a ver lo que ocurre, sino que interviene y da su opinión, estableciendo marcos ideológicos amplios, donde hacer reflexionar sobre la evidencia de las cosas. Sí, su narrativa también es una duda, también deja un gran espacio para que cada lector lo rellene con sus propias realidades y se enriquezca en la experiencia.
Le propuse una entrevista estando en Tenerife y accedió, así que aproveché para pedir consejo a Tito Expósito, editor de Baile del Sol, para buscar un sitio de allí, algún local tradicional y, mira por donde, acabamos en el espacio revolucionario de Nelson, donde de lo local surge un espacio internacional. Y rodeados de un ambiente cargado de mensajes, nos refrescamos del bochorno con ventilador y cerveza, entre carteles, dibujos, panfletos, alguna bandera republicana y una tortuga con pancarta (vamos despacio porque vamos lejos), tuvimos esta enésima charla durante esas jornadas, pero ahora con una grabadora al lado. No me he atrevido a cortarle nada, porque nada tiene desperdicio, pero animo también a leerle en sus libros porque será otra forma de ver a Jorge Majfud.
– ¿Por qué empiezas a escribir?
– Porque empecé a leer muy temprano por mí mismo, con cinco años, muchos de los periódicos que mi padre recibía. Como consecuencia, el médico prescribió que me retiraran los materiales de lectura por cuestiones de salud, para prevenirme de los nervios Eso me lleva a leer en plan clandestino cuando era pequeño y, especialmente, de adolescente. Como consecuencia de esto creo que pasé a la escritura. Mis abuelos vivían en una población muy lejana en una granja donde no tenían televisión ni nada. Yo solía escribir pequeñas obras de teatro (ellos eran algunos personajes), y se las enviaba por carta. Escribía en una máquina Olimpia que mi padre tenía en el cuarto que yo compartía con mi hermano. Siempre la tenía cerrada, porque era un elemento caro para un carpintero y la usaba para cuestiones administrativas. Pero aprendí a abrirla y a empezar a escribir.
– Tu padre carpintero y tu madre artista plástica, supongo que eso también es una mezcla que supone grandes expectativas para la creatividad.
– Sí, porque era una época en que la carpintería era una arte, aunque era un acto económico también, casi ético, porque todo lo que se hacía se intentaba que durara muchísimos años, contrariamente a lo que es ahora en que las academias enseñan a calcular para que un producto dure poco (lo que también va contra el medio ambiente).
– ¿Es por eso que te diriges hacia la Arquitectura?
Probablemente, porque también en mi primera adolescencia me fascinaban las obras de Leonardo da Vinci, su pintura, sus inventos, me gustaba mucho la matemática y esa combinación del Arte y la Ciencia. Y la profesión más idónea era esa. Pero al mismo tiempo escribía y era algo marginal, pero sabia que nadie se podía dedicar a eso, así que en el momento de elegir una profesión pensé lo que se esperaba: estudiar una profesión tradicional. En esa época nadie imaginaba que se pudiera estudiar literatura y vivir de ella. Hoy mismo poca gente vive de la literatura.
– Abandonas tu profesión de arquitecto
– Jose Luis Gómez Martín es, oriundo de Soria, por entonces estadounidense profesor en la Universidad de Georgia, leyó un par de libros y me invitó a desarrollar mi carrera literaria, la que siempre fue mi primera vocación. En esa época, en el 2002, en Uruguay había una crisis que fue la mayor en cien años, estaba la crisis argentina también, así que salí a Estados Unidos (había estado en España trabajando para un arquitecto también), y la Universidad de Georgia me dio la oportunidad de pagarme mis estudios al mismo tiempo que daba clases como asistente. Tenía la oportunidad de estudiar una maestría y luego un doctorado, totalmente financiado por Georgia. Par mí fue una experiencia importante poder dedicarme a lo que realmente quería hacer: la literatura, la investigación, la cultura en general no sólo restringida a la arquitectura. Porque la Arquitectura es muy romántica mientras la estudias, pero al salir al mercado laboral te enfrentas a la dificultad de conseguir trabajo, o tener clientes que, realmente, no tienen la menor idea de lo que es, y te imponen qué hacer. Alguien que no es parte de una gran empresa debe dedicarse, como yo hacía en gran medida, a calcular estructuras para otros arquitectos. Me parecía demasiado mecánico y una forma de supervivencia.
La universidad de Georgia me ofrecía la oportunidad de dedicarme a la literatura y vivir de eso, así que al principio lo hice como un experimento y, hasta ahora, estamos ahí.
– ¿Sales de Uruguay porque la situación es complicada políticamente con la dictadura?
– No, en realidad yo viví la dictadura de chico. Pasaba mensajes en la cárcel de Libertad, porque en el área de juegos de los niños, donde se les permitía estar, no se controlaba lo que decían los niños de la misma manera que se controlaba lo que decían los familiares por teléfono en las visitas. Así que la única forma que los familiares tenían de pasar mensajes era que algún niño con buena memoria y que entendiera el problema, se lo transmitiera a un preso y así también a los otros.
Tanto viví la dictadura, que vi a una de mis tías suicidarse por culpa de ese problema. Conocí las cárceles hasta principios de los años 80. Una historia bastante trágica. Pero la decisión de irme de allí no fue por la dictadura que terminó mucho antes, sino por cuestiones de vocación, de oportunidades laborales y por la grave crisis económica que hizo que la producción arquitectónica bajara a cero. En esa época casi todos mis amigos venían a España o se iban a Estados Unidos.
– En tu literatura hablas mucho de gente marginada, oprimida o que no le queda más remedio que marcharse y cruzar fronteras.
– Sí, tanto en La reina de América, que es la emigrante o los emigrantes españoles que iban a América del Sur, pero también se encuentran con la dictadura: el inmigrante que viene o va buscando un sueño rara vez se encuentra con el sueño americano. Muy pocos se hicieron ricos y la mayoría simplemente sobrevivió. Y ahí está el drama de la esperanza, que la mayor parte se transforma en decepción, que es un proceso natural.
Ahora, yo trato de explorar la violencia moral más que la violencia física, porque siempre fue más sutil y más profunda. Y una parte está en el divorcio neurótico del discurso oficial contra la realidad, que es lo que vi desde que era chico: lo que se decía en las escuelas, lo que debíamos callar como niños, y lo que veía como familiar y amigo de presos políticos y de militares. Esa obligación de mentir para sobrevivir, que también ocurrió aquí en España durante la Guerra civil y el franquismo, que todavía se expresa en muchas obras de arte españolas, como en La lengua de las mariposas, donde la persona debe traicionar al amigo, diciendo lo que no piensa, como Judas traiciona a Jesús o Pedro lo niega al final. Es un tema universal, la violencia moral es terrible, ver que el amigo y camarada termina insultándote para salvarse a sí mismo
También hay violencia moral en el caso de la prostituta, que cumple una función donde el hombre sigue siendo honorable aunque abuse de la mujer, que es denigrada socialmente. Sor Juana Inés de la Cruz decía ¿quién es peor, la que peca por la paga o el que paga por pecar?. Ya en esa época, el hombre salía realzado en su honor y la mujer denigrada socialmente. Eso es violencia moral y lo he explorado muchas veces.
El caso del emigrante es un caso específico donde la violencia moral está amplificada. En el emigrante mexicano, porque es expulsado por su propia sociedad, sufre violencia económica y moral porque es el inútil, el pobre; en el país que lo recibe también hay violencia moral al considerarle criminal porque abusa de un sistema de salud, cuando en realidad es al contrario, porque están sosteniendo una economía. Más allá de los números, en Crisis traté de explorar ese tipo de violencia, que a veces es sutil y que en otras ocasiones la propia víctima descarga sobre otras víctimas, y se reproduce en forma de corrupción, en forma de violencia de género o de otros tipos de violencia.
– Hablas del desierto, hay un detalle que me llamó mucho la atención cuando alguien encuentra en el desierto una botella que otro dejó por si otro que lo atraviese la encuentra: alguien la encuentra y sobrevive. Es un símbolo de solidaridad ¿existe la solidaridad entre emigrantes?
– Hay ambas cosas, solidaridad y oportunismo, porque es parte de la naturaleza humana, y cuando uno se enfrenta a determinadas situaciones, esas carencias resurgen. En algunos casos predomina la solidaridad, en otras la supervivencia. Depende de la situación, en el caso del preso que es torturado, o el que vende a sus amigos para salvarse hay toda una gama humana y resurge en distintas formas que están dentro del individuo. Unos con mayor conciencia ética reprimen lo más oscuro, otros con menos conciencia prefieren el beneficio propio
– En España y Europa tenemos varios desiertos, uno se llama mar, otro se llama países intermediarios que explotan a inmigrantes. Ahora nos encontramos en esta situación con los refugiados, porque hemos cambiado términos para diferenciarlos, entre quienes huyen de una guerra y el resto. ¿Crees que esa situación de desiertos es comparable con lo que ocurre entre América Latina y Estados Unidos?
– Sí y no, yo sé que hay diferencias entre refugiados y lo entiendo: no puedo compararme como inmigrante económico y con una educación, porque, por ejemplo, nunca fui ilegal. Hay diferencia entre inmigrante y refugiado, aunque en el fondo son la misma cosa, porque generalmente, el que emigra no lo hace porque está muy bien en su país, sino porque hay algo que lo motiva que suelen ser falta de oportunidades, violencia u otras causas. Los ricos no emigran. En el caso de América Central hay mucha violencia social derivada de un sistema global, como el narcotráfico u otros tipos, pero es un problema complejo del que no vamos a hablar ahora.
Lo que quiero decir es que en el caso Sirio, hay un problema urgente que resolver, pero durante décadas los inmigrantes han pasado penurias, como los africanos que cruzan el Mediterráneo y se ahogan ahí, o los mexicanos y centroamericanos que cruzan el desierto ¿Quién pone su vida en ese extremo de riesgo si no es por una alta necesidad de algún tipo? Así que son refugiados de alguna forma, aunque técnicamente podamos considerarlos inmigrantes. Hay alguna diferencia, pero tienen algo en común: todos los inmigrantes son refugiados, o al menos buscan refugio y no lo encuentran, que es algo aún más trágico.
– ¿Crees que la literatura puede ayudar en algo?
– La literatura y la cultura humanizan, hacen más sensible a una persona, más consciente de los problemas ajenos y de las responsabilidades propias. Así que sí, desde el punto de vista social humanizan, desde el punto de vista individual también humanizan, porque si soy capaz de sentir y comprender una mayor gama de emociones, soy más humano. La literatura y el arte ayudan, así como un auto ayuda a ir más rápido y más lejos, expanden la experiencia existencial. Sin ella seríamos menos humanos.
En épocas de barbarie, la literatura y el arte son despreciados como lo están siendo hoy en gran medida. Por eso vivimos en época de barbarie, consumimos, compramos para satisfacernos y nuestra gama de emociones se reduce drásticamente y vamos perdiendo ese universo que tendríamos en el caso de acercarnos a la literatura y arte. Pero cuidado, uno pone en la palabra cultura muchas cosas y la usa de forma indiscriminada. Hay que diferenciar claramente lo que es cultura crítica o cultura radical, que es la que más expande los límites estrechos, aquella que nos impulsa hacia delante, aquella que explorara emociones, ideas, la diversa realidad, criticándola, desarticulándola Y está la otra cultura que simplemente sirve para consumir como una droga, da satisfacción durante un momento, pero nos impone el olvido y una cierta acrítica. La cultura anestésica.
Entonces, la literatura sirve sí, pero ¿qué literatura? Esa literatura que podemos llamar radical si hablamos de literatura en general, o crítica que se refiere a un aspecto más social, esas literaturas sí nos ayudan en muchos aspectos. La otra tiene el aspecto contrario, y es también cultura, pero no tiene un aspecto liberador.
La literatura radical intenta expandir más allá el horizonte humano, así como la NASA cada vez intenta ver más lejos (esto es también muy cuestionable, pero bueno ) son instrumentos del ser humano para romper ciertos límites de nuestra propia realidad. Y eso es lo que ha hecho siempre el arte: rompiendo límites nos volvemos más humanos.
– Te he escuchado comentar acerca del intervencionismo de los políticos en el poder sobre los medios de comunicación.
– De los políticos y, peor aún, de las fuerzas financieras. Simplemente con poner dinero para promover su producto en un medio están presionando al periodismo. Si produzco automóviles y pongo mi anuncio en tu diario, probablemente tu diario no va a incidir en criticar mis negocios, porque retiro mi anuncio. Eso es totalmente legal, parece legítimo, pero es una forma de dominio de la prensa, y esta es la que narra una realidad que es consumida luego. Obviamente no es un poder absoluto, también hay sectores de la sociedad que no se limitan a consumir ese tipo de realidad, pero la mayor parte de la población sí, y la forma es tan sutil que se convierte en invisible. Los políticos son parte de ese mecanismo, de manera que cuando reciben ayudas para sus campañas están siendo prisioneros de esos grupos.
En Estados Unidos, Donald Trump lo dijo muy claro: invité a Hillary Clinton a mi boda y tuvo que ir, porque había puesto dinero para su fundación. Es muy claro, caricaturesco pero muy claro. Así mismo funciona dentro de la política. Pero como decíamos en las jornadas del SILA, es una obligación civil y moral del Estado apoyar a la Cultura, la que debe se siempre, siempre, independiente del aspecto político partidario.
– ¿Y eso es factible?
Muchas veces se dice es que la enseñanza y la cultura están enredados en una ideología de izquierda, y mi valoración de esa realidad (porque eso es una realidad), es que a lo largo de la Era Moderna (desde el 1600-1700 hasta acá), la cultura y los intelectuales radicales en el buen sentido de la palabra, siempre se han opuesto al poder. Si tú tienes que en América Latina casi todos los intelectuales eran de izquierda, en España de izquierda, hay que preguntarse ¿por qué? ¿es que los intelectuales son tontos y los demás son listos?
Mi respuesta es que la dinámica es obvia: si la intelectualidad es de izquierda, es porque el poder es de derecha. Y en América Latina era demasiado explícito, eran dictaduras, y cuando dejaron de ser dictaduras, continuaron siendo los poderes de algunas familias, del dinero, de la banca Alguien puede decir que algunos intelectuales de Cuba siguen siendo de izquierda, pero en el contexto general sería estar en contra de una hegemonía que no es de izquierda, sino de derecha. No quiero centrarme en que la izquierda es buena y la derecha mala, porque los intelectuales de la Unión Soviética, tras algunas generaciones, estaban contra esa izquierda.
Así que la cultura puede que tome rasgos ideológicos, pero existe una lógica del por qué esa particularidad. Hay intelectuales de derecha, pero, como decía Octavio Paz la derecha no tiene ideas, y es por esa razón, porque la derecha está en el poder y no necesita ideas.
Si decimos: vamos a establecer una cuota ideológica en la enseñanza y en la cultura, y entonces yo digo, de acuerdo, establezcámosla también en el gobierno, en las finanzas, en Wall Street, en las iglesias, en el resto de la sociedad ¿por qué vamos a regularizar a un sector y a dejar libre a la economía al servicio de la ideología opuesta? Porque en Wall Street no mandan los intelectuales de izquierda, en los grandes gobiernos del mundo no mandan los intelectuales de izquierda, de hecho, ni se les consulta ni importan.
– Eres muy combativo en las ideas que lanzas, pero ¿eres negativo respecto a las expectativas?
Las dos cosas, optimista y pesimista. Optimista en cuanto a la permanencia de movimientos de resistencia, porque estos son los que han provocado casi todo el avance ético y social del siglo XX. Por ejemplo, ¿por qué hoy nadie discute que la integración racial es algo positivo? Es porque hubo generaciones que lucharon mediante movimientos de resistencia: movimientos malditos por la sociedad. Pero no se vendieron, siguieron luchando y, después de generaciones, vencieron en esa lucha dialéctica, social, redefiniendo lo que es correcto o incorrecto. Y casi siempre, esos grupos han reivindicado la libertad. Ahora, yo creo más en la liberación que en la libertad: la libertad es una abstracción, una utopía. Yo me puedo liberar de un problema económico, del tabaquismo, de una pareja que abusa, de la economía, de muchas cosas. El concepto libertad lo inventaron algunos para mantener un status quo y es un mito, aunque como utopía no es tan mala. Lo que es concreto son las liberaciones y fueron los grupos de resistencia los que siempre han luchado por la liberación.
Así que creo en la libertad pero con un objetivo ¿Cuál libertad? La libertad igualitaria, porque los millonarios son más libres que nosotros, pero no es esa la libertad que proponemos. Y para eso necesitamos un equilibrio de poder, porque si no tengo poder, ¿qué libertad poseo?
– Te voy a poner en un brete ¿tu literatura es libre?
– No, no lo es, está contaminada y comprometida con la realidad. Es un intento de liberación de mis obsesiones y de muchas otras cosas. Una exploración de la naturaleza humana y de los problemas sociales pero no, no es libre, porque si fuera libre sería ininteligible, incluso para mí.
– Pero tratas de llegar a la gente como un concepto de propuesta de libertad.
Absolutamente. Es que, de hecho, la mayor manifestación de la libertad humana (o la que más se aproxima a ese concepto) se produce en la creación. Los pájaros no son libres, parecen libres, pero los pájaros migran porque deben migrar. Pero al crear algo diferente, se produce el máximo de libertad y el arte es uno de los principales laboratorios de ese ejercicio de libertad.
– ¿Te han censurado mucho?
Escribo en muchos medios y a veces un artículo que es publicado o rechazado por un medio, muchas veces lo es porque coincide o no con la línea ideológica de ese medio, sea de izquierda o de derecha. Y eso es una forma de censura. Afortunadamente, hoy en día tenemos elección. La gran prensa casi siempre es muy conservadora y, por lo tanto, esa creatividad y esa cuota de libertad está mucho más en los medios pequeños o medianos.
– Pero lo que llega en mayor medida son los grandes medios, aunque los pequeños seamos muchos ¿habría que equilibrar ese poder?
– Pero ¿cómo? Los medios juegan un rol no equitativo, y los grandes medios no dependen de los lectores porque no se venden como en los siglos XIX ó XX, los diarios prácticamente son gratis porque viven de los anuncios. Y el que tiene un pequeño bar no se anuncia en el New York Times, o en El País, o en La Razón, sino que son corporaciones mucho más grandes. Así que la perversa dinámica consiste en que los medios más consumidos por su poder de publicidad dependen de grupos conservadores.
– Me respondes con dudas, y en tu literatura también.
Es que sin la duda ¿qué clase de libertad hay? La duda es el primer paso para cuestionar, para pensar si es posible otro camino. No tengo una fórmula, ni siquiera para mi propia vida; la vida es una exploración y debemos tratar de ir rompiendo barreras como individuos y como sociedad. Claro que sin cultura ese proyecto es imposible.
Estado de situación: qué democracias nos promete la nueva Guerra Fría
De repente, el mundo cambió y no una, sino varias veces. Espías disidentes, países que anexan pedazos de otros, conflictos internos imparables. Un diálogo con Jorge Majfud.
“Lo peor que le puede pasar a una democracia es dejar a la política en manos de los políticos”. La frase la lanza en forma provocadora desde su despacho en Jacksonville University, en EEUU, Jorge Majfud, el uruguayo que es uno de los escritores de origen latinos más destacados de ese país. Tanto así que está entre los finalistas del premio más importante para este año: el “International Latino Book Awards”.
Majfud es arquitecto, pero además es máster en literatura y doctor en Filosofía y Letras. Y es esto último, junto con la literatura, lo que lo ha marcado. Traductor y prologuista de académicos como Noam Chomsky lo han dejado reservado a un sector del público lector, aunque ha podido llegar a porciones mayores con sus columnas en Milenio (México), La República (Uruguay), Cambio 16 y La Vanguardia (España), Courier International de Paris (Francia), Political Affairs y The Huffington Post, de Nueva York, Jornada de Bolivia, El Nuevo Herald de Miami, Página/12 de Buenos Aires y –por qué no decirlo- de MDZ, en donde sus textos y su palabra no han pasado desapercibidos.
Pero en los últimos meses se produjo una impasse en su presencia mediática. Justo, cuando –en todo caso- más se lo “necesitaba”, digamos, para decodificar una realidad que los medios, muchas veces, nos esmeramos por no analizar, sino en oficiar de espejos (muchas veces deformes) de otros medios.
Lanzada su provocación en tiempos en que cunden los gobiernos elegidos popularmente y derrocados de la misma forma, antes de tiempo; en que unos países deciden abiertamente qué pasará mañana adentro de otro y en los que el orden mundial se ve trastocado por jugadas geopolíticas fuera de agenda, la tomamos, para tentarlo a profundizar en el presente, sabiendo que el resultado de la charla no será jamás la hipnotización del lector, sino un puntapié hacia el pensamiento crítico.
Hace algún tiempo que no leemos sus columnas en los diarios…
-Cuando supe que 85 personas en el mundo poseían la misma riqueza que la mitad de la población del mundo, me di cuenta que todo estaba dicho. Como yo nunca quise ser rico, me resultaría indiferente este hecho si esos que sí se mueren por serlo nos dejaran de gobernar.
¿Es una ironía?
– Un poco. Pero también es verdad.
¿Cómo nos gobiernan “los ricos”?
– Más que los ricos, que ya son casi los nuevos proletarios, los megarricos, las corporaciones, lo que viene a ser una nueva paradoja, ya que si en el Renacimiento el dinero significó el fin de la aristocracia y sus privilegios de clase y de sangre, hoy en día ese mismo dinero ha creado un neo feudalismo donde las corporaciones son ducados y principados cerrados, con algunas muy publicitadas excepciones, obviamente. Ahora, si usted mira la desproporción de la propiedad del dinero se dará cuenta quién tiene la capacidad de dictar narraciones y quienes sólo pierden su tiempo replicando. Es un ejercicio dialectico, parecido a los torneos que se hacían en la antigua Grecia. Puro deporte dialectico. Últimamente me he desencantado de las posibilidades de este tipo de lucha. Probablemente regresaré, porque no es fácil dejar un vicio, pero ya no creo que sea el mismo joven optimista de unas décadas atrás. Por otro lado, también me desencanta un poco percibir cómo domina la “mentalidad de fútbol” en las disputas dialécticas. Unos se ponen de un lado y los otros del otro y todo lo que leen o dicen sirve para defender sus ideas y no para cuestionar las propias.
Aunque admiro a José Martí, no estoy de acuerdo con su optimismo acerca de que las “trincheras de ideas valen más que trincheras de piedra”. Sí, valen más, pero cuánto mal hacen también.
¿Se puede creer todavía en la política?
– Esa pregunta contiene una suposición epistemológica más antigua que Amenofis IV: la verdad existe y es única. En política no hay verdades, hay intereses. Claro que podemos medirla también desde un punto de vista moral. Por lo tanto, a esa pregunta hay que contestarla que sí y no. Si bien la política es un área fundamental en la existencia humana, pocas cosas hay más superficiales que las opiniones políticas.
Peor: podemos ver que todavía hay una fuerte intoxicación de política en muchos países, como en Venezuela o en Estados Unidos, lo cual es tan mortal como la indiferencia radical. Ahora, más allá de todos los relativismos, podemos pensar que debe haber unos pocos puntos fijos, como por ejemplo la tolerancia, eso que tanto falta hoy en día en tantas partes del mundo. Si no es por los odios políticos, es por los odios religiosos o por los odios deportivos o por los nacionales que últimamente se reduce a medirse el tamaño del PIB. Mientras unos pocos se benefician de tanto odio, el resto lo practica: unas ideas y unas pasiones sirven a las corporaciones privadas, otras sirven a los caudillos de turno. Todos, siempre, tienen comprensibles excusas para mantenerse en el poder.
¿Hacia dónde nos dirigimos en política, entonces?
– En los años 90, en contra de la ola neoliberal que celebraba la derrota de los débiles, yo era de la opinión de que la historia se estaba moviendo de una democracia representativa a una democracia directa. En el 2003 la opción me parecía todavía en curso, aunque seguía publicando que luego de una gran crisis económica y de sistema como consecuencia de la guerra en Irak y de movimientos sociales de desobediencia, la humanidad se debatiría entre más democracia o más control del Estado. Por alguna oscura razón todavía creo que nos dirigimos a una mayor democracia directa, pero el presente parece contradecir mi predicción y, por el contrario, nos muestra un fuerte avance de totalitarismos no tradicionales.
Democracia no es solo votar. Cada tanto, el dictador Stroessner se hacía plebiscitar para legitimarse. En Corea del Norte y China, como en Cuba hay “elecciones”, aunque no pluripartidarias. ¿De qué calidad sería esa “democracia directa” de la que usted habla? ¿A nivel muy local? Se volvería a un dialogo oportunista con las masas para avalar decisiones? ¿Qué será del sistema de partidos políticos?
– Cuba fue una Revolución en los 60, una de las más importantes del siglo XX. Hoy es apenas un régimen conservador, aferrado a una religión. Por democracia directa me refería a la posibilidad de tomar decisiones por parte de los pueblos de forma inmediata o, al menos, no condicionada por ciclos electorales. Los representantes ya no representan nada más que una tradición, como los reyes en la vieja Europa. Son resabios de la inercia histórica.
Sin embargo, la madurez de la Sociedad Desobediente está mucho más lejos de lo que pensaba veinte años atrás. Sus principales instrumentos, las redes de comunicación, aún no alcanzan a ser verdaderas herramientas democráticas; todavía son juguetes. Digo todavía, como un aviente atisbo de optimismo.
¿Por ejemplo?
– …Como por ejemplo el totalitarismo financiero de las democracias occidentales, (o como se llamen, aunque prefiero una democracia entre comillas a una dictadura con mayúscula), como por ejemplo el control astronómico del hipergobierno de Estados Unidos debido a las nuevas tecnologías, totalmente a contrapelo de sus valores fundacionales. Como por ejemplo el autoritarismo menos abstracto de gobiernos partidistas o personalistas como los de China y Rusia, o la torpeza personalista de Maduro en Venezuela, etc.
¿Se dirige Estados Unidos a una forma de totalitarismo?
– En muchos aspectos ya lo es, aunque en otros todavía tenemos algo que se llaman leyes que, afortunadamente, son el último recurso de los que no tienen poder. Como la antigua Atenas de Pericles, es una democracia fronteras adentro y un poder arrogante fronteras afueras. Claro que, como los mismos atenienses se justificaban antes las quejas de Esparta y de otros pueblos diciendo “ustedes se quejan porque no pueden hacerlo como nosotros podemos”, cualquier otra opción sería igual. O peor, si consideramos una China o una Rusia con la misma capacidad de crear y destruir como Estados Unidos. Pero esto último es pura especulación.
(Parte II)
¿La sociedad estadounidense se ha vuelto más radical?
– No. Al menos desde un punto de vista humanístico, la sociedad es menos fundamentalista que lo era en los años cincuenta e, incluso en los ochenta. Ahora se acepta mucho mejor la verdadera naturaleza de este país, que consiste en una inabarcable diversidad. Personalmente, ésta es la característica que más me apasiona de este país: su infinita diversidad, esa fértil obviedad que tanto cuesta ver desde afuera. Pero si vamos a juzgar los sentimientos populares que se desprenden de sus narrativas sociales, quizás podamos abusar de un aforismo y decir que hay dos tipos de personas que odian la enorme diversidad de Estados Unidos: uno son los antiestadounidenses; los otros son los estadounidenses… esos nacionalistas que en todos los países pretenden hacerse pasar por los verdaderos ciudadanos. Ahora, cuando hablo del totalitarismo de Estados Unidos no me refiero a la sociedad, quizás ni siquiera al gobierno de turno, sino a las megas corporaciones y a los sistemas de control ejercidos por los aparatos del gobierno: control de los individuos, violación de su privacidad, control de las narrativas sociales, etc. Como todo totalitarismo, no es total. Menos este producto paradójico de un país tan diverso y complejo. El solo hecho de que podamos criticarlo es un indicio que lo demuestra, creo.
Es decir que sigue siendo un país de leyes.
– Si. No obstante, las corporaciones y los lobbies se las arreglan muy bien para que las leyes no sean un obstáculo, es decir, para extender sus poderes sin necesidad de violar leyes escritas. Por ejemplo, si bien la casi infinita capacidad de la NSA, un organismo del gobierno superior a cualquier imaginario Gran Hermano, puede ser considerada ilegal desde algún punto de vista, o al menos cuestionable desde un punto de vista constitucional o moral, el abrumador poder de las corporaciones en la opinión pública es perfectamente legal. El problema es que las soluciones para limitar este poder privado han consistido, al menos en la experiencia de otros países como Venezuela, en el abuso del poder estatal, lo cual no ha solucionado el problema sino que ha creado otros. Venezuela, radicalizada para su mal, un partido o el otro pueden disputarles a las familias tradicionales, a los dueños de los grandes medios, el poder de crear “opinión pública” mediante el poco recomendable método del conflicto y la proscripción. Por el contrario, los gobiernos deberían propiciar la disidencia y la libertad individual (la única libertad real) en todas sus formas posibles. Para esto yo insistiría con algo que he repetido desde hace años: lo peor que le puede pasar a una democracia es dejar a la política en manos de los políticos. Un gobierno debe dar la bienvenida a la crítica y a la protesta, si es necesario, y tratar de integrar a los disidentes que siempre son y deben ser parte de la sociedad. Tal vez Uruguay es uno de esos ejemplos concretos de tolerancia política en nuestro continente. Podemos discutirlo todo, podemos cuestionarlo todo, pero en una democracia la tolerancia es la única verdad política posible.
Los intelectuales estadounidenses siempre se hablan de “las corporaciones”, pero ¿se puede ser más preciso, por ejemplo, en cómo actúan supuestamente estos grupos?
– Es muy simple: ellas no necesitan ser dueñas de ningún medio. Les basta con ser los principales anunciantes. Por ejemplo, si yo soy el dueño de la mayor fábrica de jabones en mi pueblo y el diario y todos sus trabajadores, periodistas y demás asalariados dependen de mis anuncios, seguramente ninguno de ellos se pondría a investigar sobre mis negocios, ni siquiera sus columnistas insistirían cada semana en atacar mis ideas políticas. Eso, más o menos, es lo que ocurre a gran escala en el mundo desarrollado hoy. Antes los diarios eran más independientes porque vivían de las ventas de sus ejemplares, pero hoy ese ingreso es mínimo, cuando no simbólico.
¿Hacia dónde se dirige la política en Estados Unidos?
– Me temo que Estados Unidos se dirige a una política étnica, al menos a nivel partidario. Desde un punto de vista humanístico y democrático, no tiene sentido que uno pueda adivinar las preferencias políticas sólo con ver el color de piel de una persona o su lugar de residencia, pero el hecho concreto es que actualmente es así. Antes esta previsibilidad venía, fundamentalmente, de las clases sociales. En cierta medida, en América Latina los odios siguen siendo de clase pero, sobre todo, son odios ideológicos, que vienen a ser un sustituto de los pasados odios religiosos de Europa la que, por su parte, se ha volcado a las disputas nacionalistas.
Es decir, América Latina se ha estancado en el siglo XX, Europa ha retrocedido a la Era Moderna de los siglos XVIII y XIX y Estaos Unidos se dirige, como siempre, a romper todas las barreras y practicar una política de la Edad Madia y, en pocos años, una política de las cavernas, donde las etnias son más importantes que las supersticiones religiosas e ideológicas. Sea como sea, el antídoto para evitar la catástrofe se basa en la novedad introducida por los humanistas del Renacimiento y por el Iluminismo de la Era Moderna: la tolerancia a la diversidad, ya que no el reconocimiento de su naturaleza constitucional.
¿Cuál es el modelo a seguir en el mundo?
– Tal vez no debería haber un modelo. Quizás una tendencia histórica, quizás una condición natural del ser humano, que se resumiría en la anarquía. No obstante, y aunque la humanidad den los últimos novecientos años ha dado grandes pasos hacia esa utopía, sigue siendo una utopía y probablemente lo será por siempre. El equilibrio está, entonces, en la mayor libertad individual posible y la mínima autoridad y control de parte de un grupo minoritario, sea éste el Estado o las corporaciones privadas, las que tanto se parecen a los principados de la Edad Media y del Renacimiento.
Desde su punto de vista, vamos hacia una nueva bipolaridad con “guerra fría” entre EEUU más Europa contra Rusia, la América chavista, Irán y China?
– Ya existe, desde hace algún tiempo, una neo Guerra Fría. En alguna medida Rusia se parece a la humillada Alemania de la entreguerras: un pasado imperio al más antiguo estilo de anexar territorios viviendo un renacimiento nacionalista. Por el otro, las potencias occidentales haciendo su negocio de siempre, aunque con algunos riesgos, como es el caso de Europa. Para Estados Unidos, muy a pesar de las criticas que los conservadores le hacen a Obama, la situación es mucho más favorable de lo que parece. Significa la perfecta excusa para tomar parte de otro de los países de la Europa del Este, descuartizados por los intereses de las potencias opuestas. Como escribí hace más de una década, los países árabes y el persa no son más que una distracción en un conflicto más amplio: Estados Unidos y Europa por un lado y China y Rusia por el otro. Pero yo no diría bipolaridad, aunque la mente humana tiende siempre a las confrontaciones de partidos bipolares. Yo diría multipolar con potencias dominantes.
Hace unos días revisé los pronósticos de los thinks tanks para 2014.El que más prensa tuvo a finales de 2013 no dijo ni jota de Ucrania, salvo lo que veía en ese momento: “una crisis interna”. ¿Será que está más imprevisible el mundo debido a la rapidez con que se caen estrategias y se difunden datos secretos gracias a gente como Assange o Snowden? ¿O que “todo está fuera de control”?
– El mundo no es imprevisible sino que su complejidad es tan inabarcable que nadie puede preverlo todo. Así ha sido siempre. Con todo, lo de Ucrania no es tan grave. Todos están haciendo un gran negocio, menos los ucranianos, lo cual es parte de un patrón histórico, sobre todo en el área. ¿Cuándo las potencias mundiales no sacaron ventajas de las intervenciones en los países de Europa del Este? Hace siglos que viene ocurriendo y seguirá ocurriendo.
Carlos Parodiz: Me gustaría comenzar con tus orígenes, sobre todo por tus primeros recuerdos. ¿Recuerdas algún momento en particular de esa época?
JM: Muchos. Uno de los peores, quizás, cuando estaba en el patio de una casa de campo, en 1973, jugando cerca de una vieja carreta. Sentimos un ruido muy fuerte y fuimos a ver qué pasaba. Encontramos a una tía tendida sobre la cama, con un agujero en el pecho. Se había suicidado luego que los militares le dijeran que iban a castrar a su esposo, detenido y torturado en un arrollo de la zona. Creo que una persona es siempre la primera y la última responsable de ese tipo horrible de decisiones, pero no cabe dudas que el contexto era todo lo deleznable como para llevar a cualquier persona al infierno.
CP: ¿Esa experiencia concreta está en tu literatura aparte de algún artículo que anda por ahí?
JM: No de forma literal. El ambiente, casi surrealista, aunque no nocturno sino más bien insolado, está en las alucinaciones que sufre el protagonista de Memorias de un desaparecido (1996) que finalmente huye hacia el norte, por los campos fronterizos y desolados entre Brasil y Uruguay.
CP: ¿Cual fue tu primer contacto con la literatura?
JM: Probablemente fueron las historias fantásticas que suelen contar las personas de campo. Yo nací y crecí en la ciudad, en una ciudad chica, pero mi padre tenía un campo con algunos ranchos viejos y para mí ir allá los fines de semana era una excursión a un mundo fantástico, lleno de misterios. Algo así como las excursiones que luego de joven hacia a la selva mozambicana. Por entonces, todos eran caminos de tierra y la vieja Dodge Power Wagon del 50, creo, aunque era un pequeño monstruo para la época, con frecuencia se empantanaba en los accidentes del terreno. Pero como literatura escrita en sí mismo, recuerdo la lecturas de libros y, sobre todo, del diario que siempre recibía mi padre. Aprendí a leer al revés, antes de ir a la escuela, hasta que el médico recomendó que me sacaran los diarios para controlar mi hiperactividad. Luego, en secreto, disfruté algunos libros de la pequeña biblioteca de mis padres. Mi madre tenía algunos libros de arte que atesoraba con mucho cariño y mi padre, que más bien era un lector de diarios, solía cambiar algunos trabajos de carpintería por libros que casi nunca leía. Según recuerdo, decía que los libros no hacían mal, y si estaban ahí alguien iba a darles un buen uso.
CP: ¿empezaste a escribir por esa época?
JM: Casi. En mi dormitorio siempre había una máquina de escribir que mi padre usaba de vez en cuando. Siempre estaba cerrada con una caja, hasta que en algún momento nos dio autorización de usarla y ya no paré de “tipear”. En aquella vieja Olivetti escribía pequeñas obras de teatro, muy llenas de humor, para mis abuelos que vivían en una granja de Colonia y al que visitábamos todos los veranos, dos o tres meses. Luego pequeños cuentos que invariablemente tiraba a la basura porque me daban mucha vergüenza. No por su contenido sino por el solo acto de escribir ficción, lo cual consideraba una especie de magia que sólo podían atreverse gente muy especial como Jorge Luis Borges, al cual admiraba desde chico por las revistas argentinas que nos llegaban de segunda mano a la granja de Colonia, siempre con expresiones llenas de sarcasmo, ese humor tan típico del rio de la Plata. Pensaba que intentar imitarlo era por lo menos ridículo y, por lo tanto, sólo escribía cuando sabía que en la casa no había nadie. Por entonces aquellas máquinas hacían ruido. Cada letra era un martillazo.
CP: Pero te decidiste por la arquitectura.
JM: Sí, de algo había que vivir. Arquitectura parecía una profesión muy seria. Además en mi adolescencia me atraía por igual la escultura, la pintura como las matemáticas y la teoría de la Relatividad. Pero podría decir que la arquitectura fue para mí un accidente y una invaluable experiencia de vida. Trabajé un tiempo en Uruguay y en el exterior haciendo cálculos y proyectos muy menores, dirigiendo algunas obras sin trascendencia mientras dedicaba casi todo el tiempo a leer, escribir y sobrevivir.
CP: ¿Cómo llegas a Estados Unidos?
JM: Siempre pensé que me iba a radicar en alguna región próxima al rio de la Plata. En el año 1999 una universidad de Nueva Zelanda me otorgó una beca para haer una maestría en arquitectura, pero decidí finalmente renunciar para invertir todo el dinero que tenía en la cuota inicial de un minúsculo apartamento en Montevideo para dedicarme de lleno a diferentes proyectos de construcción de viviendas en sociedad con otros colegas. Pero poco después llegó la gran crisis en Argentina y Uruguay y todo fue de mal en peor. Daba clases en distintas instituciones públicas y con frecuencia no cobraba. Una vez estuve siete meses sin cobrar y cuando pasaba por la capital a preguntar por mi sueldo me decían de muy mala manera que era un pesado, que no entendía que el Estado no tenía los fondos suficientes. Me comí otras humillaciones, que me las reservo. No vale la pena volver sobre eso. Lo cierto es que decidí finalmente aceptar la invitación de un profesor de la Universidad de Georgia para hacer una maestría en literatura allí. Él era un experto en ensayo latinoamericano, había leído mis libros, por lo cual manteníamos contacto y discusiones desde años antes. Sólo tuve que dar los exámenes internacionales de ingreso, en Buenos Aires. Recuerdo que para ahorrar en el pasaje tomé una lancha en Nueva Palmira, creo, y quedamos atracados en varios bancos de arena, porque el rio estaba bajo. Luego, con lo que había ahorrado en Europa, pagué las cuentas que me quedaban en Uruguay y me fui a estudiar otra vez, que era como empezar de nuevo, con la ventaja de que era lo que realmente me interesaba y a mi esposa no le desagradaba la aventura. La primera semana que llegamos, como lo había previsto, nos quedaban apenas cincuenta dólares para resistir hasta mi primer sueldo, que prácticamente me pagaron por adelantado. Al final seguí hasta completar un doctorado y por el momento seguimos por aquí.
CP: ¿Qué grado de libertad tienes en tu trabajo como escritor?
JM: Tal vez más de la que tenía cuando alguna vez en mi propio país, en medio de la necesidad económica, me propusieron un interesante puesto en la administración pública previo a una invitación a una reunión de políticos importantes y, como no fui, luego me retiraron la oferta. Por otro lado, siempre he sido muy crítico de muchos aspectos de la cultura y, sobre todo, de las políticas internacionales de Estados Unidos, con frecuencia brutales. Pero es un error simplificar un país con una etiqueta, como comúnmente se hace desde afuera. Es como decir que los chilenos son Pinochet, los argentinos o Menem o Kirchner, y los uruguayos tupamaros, colaboracionistas del pasado régimen militar, o simplemente acomodados, etc. Estas serían simplificaciones inaceptables o meros insultos. Es más atractivo pensar que todo funciona por orden y agrado del Poder, con mayúscula, pero esto es una percepción simplista y metafísica. En lo personal he escrito innumerables ensayos sobre cómo el poder se filtra en el lenguaje, en las actitudes individuales, históricas, en la cultura popular. Me han dicho que exagero, pero creo que es necesario ser radical cada vez que se hace una crítica o un análisis. Es decir, radical de “ir a la raíz”. Pero por otra parte no podemos simplificar como los políticos que adoran plantear falsas dicotomías: “estás con nosotros o estás contra nosotros”. Luego, súmale los eternos chauvinismos, de acá y de allá. No pocos se jactan de tener las mentes muy abiertas, y se los exigen a los demás, pero el órgano pensante se les cierra como una reacción epidérmica apenas la crítica atraviesa las fronteras nacionales. Eso es universal y trágico. El poder está en todas partes pero no lo puede todo y podemos ver ejemplo de sobra por doquier. No puedo negar que las universidades norteamericanas (creo que las europeas también) son de los pocos lugares donde se puede hacer investigación. Por muchos motivos: porque hay recursos y hay tiempo (¿cuánta investigación puede hacer un profesor que está corriendo de una clase a otra, enseñado treinta horas como a veces ocurre en América Latina? Estoy confiado que esta realidad tenderá a cambiar). Tampoco hay, o no abundan en la academia americana, esos fantasmas de ciertas condicionantes políticas como con cierta frecuencia se ve desde afuera o en algunas películas de Hollywood, que también necesitan emocionar y vender. Como profesor integro el gobierno de mi actual universidad y sé por experiencia propia que si un país poderoso como Estados Unidos es el escenario de choque de diferentes grupos de intereses heterogéneos, las universidades tienen un grado de libertad e independencia que no se encuentra en la mayoría de otros ámbitos laborales.
CP: ¿Has tenido mentores que influyeran en tu literatura?
JM: Muchos. Ernesto Sábato, Jean Paul Sartre, José Saramago y un largo etcétera.
CP: Cuales creés son los intereses que no deben perderse de vista (como se lee en algún comentario tuyo) y cuán oscuro seguís viendo el tiempo inmediato?
JM: Los primeros intereses que no se deben perder de vistas son los del bien común de un grupo, de una sociedad y, en su máximo ideal, los intereses comunes de la Humanidad. Esta es, además de previsible, una respuesta políticamente correcta. No se desmerece por esto sino, a veces, por otra razón. El problema de una respuesta tan arraigada en la cultura popular es que se subestima otro valor importante, más existencialista: una libertad que para el individuo no sea una libertad concreta es una libertad ficticia. Cuando en nombre de un mecanismo o de un sistema, sea comunista o capitalista, sistemáticamente se frustran los intereses individuales en beneficio de los intereses de un grupo, ese grupo o ese sistema pierde toda su razón humana de ser. Uno se sacrifica por alguien más, sobre todo por la familia, por los hijos. Pero si la lógica es que uno debe renunciar a sus derechos individuales y al goce de un minino de libertad y ello se traducirá en lo mismo en los hijos y los nietos, entonces todas las obligaciones y los intereses del grupo se convierten en un gran absurdo. En un picadero de carne. En esto no soy ni optimista ni pesimista. La humanidad tiene nuevas herramientas de liberación, herramientas que las pueden conducir a una anarquía saludable, pero por el momento se encuentra distraída con sus nuevos juguetes.
CP: ¿Tiene chances de vivir mejor una sociedad virtual?
JM: Las chances que tiene una sociedad virtual de vivir mejor son virtuales. El mundo virtual, el mundo de las comunicaciones interactivas, como lo dijimos hasta el cansancio en el siglo pasado, son la necesaria herramienta para moverse de una democracia representativa a una democracia directa. No solo por las posibilidades de opinar y de votar innumerables veces, sino porque los medios de producción se deberían descentralizar, en el proceso inverso que produjo las viejas ciudades industrializadas, llenas de instituciones semi-fascistas, centralizadas. Internet debería ser la metáfora, aparte de de uno de sus instrumentos, pero, repito, por ahora es más un juguete que una herramienta. La Sociedad Desobediente madurará algún día, No sé cuando, exactamente. En 2002 y 2003 advertimos sobre la debacle económica de Estados Unidos como consecuencia de la guerra en Irak y la gran crisis económica y social que seguiría. Concretamente mencioné un movimiento global sin líderes, como lo son hoy los indignados y los occupy. Pero tampoco creo hoy que este sea exactamente el momento de madurez de ninguno de ellos. Habrá una restauración y otra vez un movimiento hacia la democracia directa. Pero ya no sabría decir cuando podría ocurrir.
CP: ¿Qué juicio te merece tu obra en tiempos donde la información parece marchar en sentido contrario a la posibilidad de leer?
JM: Mi obra (si se pudiera llamar así) no me merece ningún juicio. He hecho lo que quería hacer. Tal vez me quedé con las ganas de escribir más, no importa. Mientras pueda seguir escribiendo lo haré. Si no pudiese hacerlo, tal vez dormiría más y comería mejor. En cuanto a la segunda parte de tu pregunta, no creo que hoy la gente tenga menos tiempo para leer. Seguramente tiene más tiempo que un obrero de la era industrial. También tiene más acceso a la literatura que antes. El problema que le veo es el mismo problema del pensamiento publicitario: es una lectura hiperfragmentada, un permanente coitus interruptus. Las nuevas generaciones son incapaces de leer un libro entero. No digo con eso que no haya descubierto algunas otras formas ventajosas, pero entiendo que simultáneamente a lo que se puede defender como un simple “cambio generacional” se está perdiendo un ejercicio intelectual nada despreciable, como lo era poder resistir una maratón de decientas paginas y ser capaces de entender lo que se ha leído. Ahora, cuanto más se sabe menos se comprende. Algunos estudiantes que han acudido a mi oficina en busca de ayuda se defienden con la excusa que pertenecen a una generación “múltiple tarea”, que pueden hablar, textear, escuchar música y reflexionar, conducir y hacer el amor todo al mismo tiempo. Esto sería fantástico si al menos pudieran hacer una de esas cosas mínimamente bien.
CP: ahora parce que no es necesario estudiar porque todo está en Google.
JM: claro, Google y Wikipedia son instrumentos fantásticos. Pero observemos que cualquiera tiene todos esos millones de artículos y datos al alcance de la mano y sólo unos pocos que tienen algunos de esos datos en su cabeza son capaces de inventar teorías nuevas, de crear e innovar en las practicas del mundo de hoy, lo que me hace pensar que la memoria humana no es sólo un banco de datos como una simple computadora. El resto se dedica a cumplir su antiguo rol de consumidores de novedades y baratijas modernas. Es decir, las cosas no han cambiado tanto.
CP: ¿Cómo se ve el horizonte literario desde tu lugar y porqué?
JM: Desde aquí quizás lo más novedoso es el crecimiento de una identidad literaria hispana dentro de Estados Unidos, como consecuencia no sólo del crecimiento de la población de hispanos que suma más de cincuenta millones, sino por el mayor acceso a la educación que cada vez mas tienen los descendientes de los primeros inmigrantes. Como a lo largo de toda la historia, los ricos no emigran, y estos inmigrantes eran, en su mayoría, pobres y en casos casi analfabetos. Ese fenómeno histórico y cultural necesariamente tenía que tener una traducción en un movimiento cultural progresivamente más fuerte. La cultura hispana y el idioma español han estado en este país desde mucho antes que el inglés y la cultura anglosajona. Eso no es nuevo. Lo nuevo quizás sea la conjunción de todos los factores anteriores en un movimiento histórico que hará propicio una mayor y mejor producción literaria propia de lo que imprecisamente se llama “hispano”.
CP: ¿Lees mucha literatura uruguaya?
JM: Debo reconocer que tengo esa materia pendiente. Mis lecturas uruguayas se han quedado un poco en los ochenta. De etapas más recientes sigo leyendo la producción más reciente de Eduardo Galeano y otros pocos autores como Tomás de Mattos o Gustavo Esmoris. Se que hay muchos otros autores reconocidos como Claudia Amengual, Andrea Blanqué y Mercedes Vigil, pero todavía no alcanzo a leerlos. No es posible abarcarlo todo. De ahí la importancia del trabajo de los buenos críticos.
CP: ¿Cuales son, hoy, tus dos orillas?
JM: Una es mi memoria, mi identidad, que ha quedado anclada en el Rio de la Plata, llena de buenos recuerdos y de tristes desencuentros. La otra es el futuro de mi esposa y de mi hijo, que han reemplazado casi totalmente mis preocupaciones por mi propio futuro.
«Se refiere más a un mundo esquizofrénico, orgulloso de sus miopías», asegura Jorge Majfud, escrito uruguayo radicado en EEUU, acerca de su última novela. «La ciudad de la Luna». Entrevistado en España. Majfud asegura escribir » porque sufro y me apasiona la complejidad del mundo que me rodea».
Jorge Majfud, tacuaremboense nacido en 1969 reside e imparte docencia en Georgia, Estados Unidos. Colaborador habitual de medios de prensa en Uruguay, México y España, tuvo su debut como novelista con» Hacia qué patrias del silencio» en 1996. Entrevistado en Marid por la periodista María José de Acuña, Majfud acerca de literatura, política y otros ingredientes de la realidad actual. Intelectual comprometido, apasionado por el conocimiento desde un agudo sentido crítico, controvertido e incansable pensador con vocación de filósofo, estimulador de conciencias, contrario a la mercantilización de la cultura por lo inevitable de la banalización de la literatura, todas las características apuntadas definen a Jorge Majfud. Autor de numerosos ensayos con los que ejercita al lector en inusuales reflexiones acerca de la historia, del hombre y la mujer -de sus traumáticas incertidumbres y contradicciones, de sus cuestionables paradigmas y de lo que para él son sin duda falsos ídolos, – de los síntomas autistas de nuestras sociedades., tras Hacia qué patrias del silencio (memorias de un desaparecido) y La reina de América acaba de publicar su tercera novela con Baile del Sol. En La ciudad de la Luna, recrea una ciudad perdida en el desierto de Argelia, Calataid.
A través de la ficción de un espacio cerrado, Majfud se refiere a problemas más globales recurriendo a esta metáfora «para hablar de una enfermedad histórica que se presenta como una virtud de nuestro tiempo -asegura-. Como en cada tiempo, los pueblos han tendido a considerarse los elegidos de Dios, la reserva moral del mundo, los poseedores de la única lengua que se entiende. Eso es algo que encontramos día a día tanto en Oriente como en Occidente. Sobre la mesa -y debajo también- están los resultados».
MA. Como latinoamericano comprometido, uno de los temas que más parecen preocuparle es la realidad de América Latina y todo lo que ello significa, especialmente en los ensayos que se publican cada semana en muchos países. Si pudiera hacer una extrapolación de escenarios, ¿cuántas ciudades-sociedades similares a Calataid podría imaginar en su área geográfica de origen? JM. Muchas. El Cono Sur de Stroessner, Videla y Pinochet. La Cuba después de aquella revolución que pareció realizar los mejores sueños de un «hombre nuevo», libre de la locura de la avaricia del capitalismo, pero que también cayó en otra forma de orgullo cerrado que casi no deja lugar a la autocrítica. La España de Franco. En fin, la lista es larga.
A pesar que el protagonista quería fugarse a Nueva York, Calataid es también -quizás, sobre todo- el arrogante Estados Unidos de los Bush y de toda esa ola conservadora que se radicalizó, especialmente, con Reagan y que no terminará con Obama. Y es también el Afganistán de los talibán. La España imperial rodeándose de muros para salvar su pureza de religión y de sangre, es el Estados Unidos conservador e imperial rodeándose de muros para salvar la pureza de su mentada «particularidad histórica», de su Dios privatizado, de su libertad que en el discurso de los fanáticos se vuelve una momia sin vida, excusa para otras opresiones.
Calataid es el ejemplo descarnado del patriotismo que se opone al humanismo oprimiendo a sus individuos concretos y a la vez se ufana de su democracia y su libertad. Bueno, como La ciudad de la luna no es una novela de misterio puedo adelantar el final, ¿no? El protagonista es sentenciado a ajusticiar en público, con un hacha, a un supuesto criminal en la plaza Matriz. Luego de resistirse a semejante bestialidad, la masa termina empujándolo a «cumplir con su deber». Cuando la víctima está agonizando, ya sin movimientos, el protagonista le descubre el rostro y descubre a su hermana, la poeta sin piernas que escribía sus versos incendiarios en flechas de papel. Este acto, con sus variaciones, ocurrió en el Afganistán de los talibán en los ’90. Recuerdo la foto como una pesadilla.
MA. Usted dejó la arquitectura para dedicarse a la docencia y a escribir. Hace unos meses escribió un artículo que tituló «¿Por qué escribimos?» y, entre otras reflexiones, manifestaba lo siguiente: «escribo porque sufro y me apasiona la complejidad del mundo que me rodea. Escribo porque quiero batalla con este mundo que no me conforma y escribo porque a veces quisiera refugiarme en algo que no está aquí y ahora, algo que está libre de la contingencia del momento, algo que se parece a un más allá humano o sobrehumano. Pero todo lo que escribo surge a partir de aquí y ahora, de mi inconformidad con el mundo». ¿Se siente heredero de aquellas voces que padecieron la férrea censura de la dictadura vivida por su país de origen durante más de una década? JM. Tal vez «heredero» es una palabra muy amplia para el caso. Crecí en la dictadura y en la conciencia de la contradicción que existe entre el discurso público y los hechos a la luz de una segunda mirada crítica. Escuché esas voces muchas veces, pero no puedo saber si hay algo de ellas en mi voz literaria o simplemente toda la historia pesa en mí como pesa en cualquiera y cada uno la procesa según su conciencia, sus posibilidades y habilidades.
MA. En la actualidad y, desde hace algunos años, vive, trabaja y crea (si las tres cosas pudieran considerarse compartimentos estancos) en Estados Unidos. ¿Cómo de cerca se siente de la literatura uruguaya de hoy «que se mira a sí mismo, de forma autocrítica y nada complaciente», según palabras de Gustavo Esmoris en un reciente análisis sobre su obra? JM. Muchos conocen mi rechazo a los patriotismos de juramentos y escarapelas. También mi profundo amor por la tierra donde pasé quizás las vidas más importantes de mi vida. Hasta que me muera, una parte seguirá viviendo en mi infancia, en mi adolescencia y juventud. Es como el lenguaje. No importa cuán correctamente escriba en inglés; nunca podré publicar algo si no siento el ritmo del texto, el color, el sabor de la palabra, de la idea, del compás discursivo.
Para mí el inglés es sólo una herramienta; nunca será como el español, mi casa. Por otro lado, desde un punto de vista filosófico y literario, siento que los localismos se van aburriendo y desvaneciendo. Hoy en día casi no tengo contacto con lo nuevo que se escribe y publica en Uruguay. Es algo que siempre lo tengo como una materia pendiente. Me da la impresión de que nuestra generación latinoamericana, nuestros temas, nuestras preocupaciones ya no se definen por fronteras geográficas, ya no está atada a los regionalismos del siglo pasado, los pueblos Macondo en la América tropical, los dictadorcillos en sus islas, los Dostoyevsky en los bares de Montevideo y Buenos Aires. En fin, tal vez la nueva generación sea más cosmopolita y transnacional. O tal vez me equivoco, como tantas veces, por hablar sin pensarlo dos veces.
MA. Ante la pérdida de Mario Benedetti usted manifestó sentir una «mezcla de tristeza y alegría que agradece lo vivido y lo leído» y dolor o nostalgia «como si una parte del Uruguay se hubiese hundido en el mar, estando tan lejos, y la perdí para siempre». ¿Qué ha representado en su vida y en su obra una personalidad como la del célebre escritor que se nos fue? JM. A Mario le debemos el ejemplo de amor a la literatura y el compromiso con su tiempo. Benedetti fue la antítesis de Borges. Creo que el exagerado volumen de su obra incluye muchas páginas que tal vez no eran necesarias. Pero lo bueno que ha dejado es tanto que se le perdona todo eso. En lo personal, es como si el Uruguay de mis primeras vidas hubiese cerrado un capítulo, como la muerte de mi abuelo.
�
�Majfud con Euardo Galeano en Filadelfia, EEUU
Cada paso que damos nos acercamos a la muerte. Es algo obvio, pero de sólo pensarlo al caminar da melancolía y agradecimiento por los pasos dados, por los que damos, por los pasos que todavía vamos a dar sin miedo. Eduardo Galeano suele decir que narrar es postergar la muerte. Él es un amante de Scheherazade. No puedo estar más de acuerdo en este punto. Podríamos agregar también aquello de «Stat rosa pristina nomine; nomina nuda tenemus». «La rosa ya es sólo un nombre; sólo nombres nos quedan». Eso es lo trágico, pero también hay una esperanza: «¿Dónde está tu gloria, Babilonia? ¿Y Darío? ¿Y Ciro?
Ernesto Sábato lo dijo de otra forma, en su última novela, Abaddon: «un día todo será pasado y olvidado y borrado. Hasta los formidables muros y la fosa que rodea la inexpugnable fortaleza.» O algo así.
MA. ¿Cómo vivió las últimas elecciones en Estados Unidos? JM. ¿A propósito de la inexpugnable fortaleza.? Con intensidad y en detalle.
MA. Cree que pese a la crisis, la ilusión del pueblo norteamericano por Obama permanece intacta como al día siguiente de su victoria? JM. Bueno, recuerde lo de Heráclito. Con todo, su popularidad es muy alta y no es pese a la crisis sino, en parte, por la crisis misma. Aunque ya lo habíamos adelantado en el 2006: había un recambio generacional que traería sorpresas. Y esto se manifestaba mucho antes de la crisis financiera del 2008. Claro, ya vendrán tiempos peores para su popularidad y mejores para la economía, pero se defiende muy bien. Ha impulsado cambios que son positivos. Vamos a ver si puede hacer más. Por lo que leo entrelineas de sus actos y discursos, creo que en su mente hay más claridad de lo que puede demostrar según las limitaciones que puede tener cualquier persona en su lugar.
MA. ¿Ha notado algún cambio de rumbo respecto de la relación con América Latina desde que asumió el poder la nueva Administración? JM. No. Todavía no. América Latina no importa mucho en este momento. El levantamiento de la exclusión de Cuba en la OEA, lo dijimos varias veces en las radios que nos consultaron sobre esto mismo, no tiene gran importancia más allá de los discursos hechos para consumo interno. Hay demasiados actos simbólicos, demasiados encuentros y cumbres de mandatarios y nunca pasa nada. Es para la prensa. En el caso de Estados Unidos el gran cambio se viene con la creciente influencia de los hispanos. Actualmente hay 45 millones, más de la cuarta parte indocumentados. Estados Unidos es uno de los países más populosos de Hispanoamérica, casi como España. Y esta proporción va en crecimiento, como una marea silenciosa pero inevitable. En una década o antes comenzarán a aparecer a la luz sus hijos, una generación mejor educada y con más poder económico, político y cultural.
MA. Volviendo a La ciudad de la Luna, como lectores nos enfrentamos a una prosa un tanto experimental: en una misma frase pueden confluir diferentes narradores o un mismo narrador desde otras perspectivas y planos narrativos distintos, incluso mediante el uso de un castellano antiguo. Es como caminar por las dunas del desierto que retrata en la novela: desde cada una de las montañas de arena se observa una perspectiva diferente y todas son igual de verdaderas y válidas. ¿Qué ha pretendido con esta experimentación técnica en la narración? JM. Claro, por momentos el castellano coloquial de Calataid es un tipo de castellano antiguo con sus particularidades. Una de las teorías sobre la fundación de Calataid sostiene que fue realizada por un ejército perdido de la reconquista cristiana de la península ibérica. Parte de la variación gramatical y sintáctica procede de algunos estudios que hice sobre textos originales del siglo XII y XIII e, incluso del siglo XVI, con la aparición de las estructuras lingüísticas que corresponden al «vos» que sobrevive hoy en el Río de la Plata y en regiones del norte de Sudamérica y de América Central, en lugar del más moderno «tú» que hoy usan ustedes en España. Luego algunos pronombres como «ello», etc., son producto de una intuición personal puesta en practica sobre el origen de los modernos pronombres personales de objeto directo e indirecto.
Aparte de esa particularidad lingüística, está la experiencia de la forma literaria que podríamos llamar, por momentos, una especie de «cubismo», aunque no me gusta el término aplicado a literatura. Con todo tuve cuidado de no abusar del método para que la forma no interfiera con la historia en lugar de confirmarla. Hay una lectura en mi adolescencia que tal vez sirva como referencia. Jean Paul Sartre hizo un experimento semejante en Los caminos de la libertad (1945). Esa novela me fascinó. Allí Sartre mezclaba diferentes espacios, casi simultáneos, en un mismo párrafo. Lo único que yo he agregado es la pluralidad de voces narrativas -primera, segunda, tercera and so on- en un mismo párrafo y a veces en una misma frase. La intención era darle protagonismo a la ciudad: una idea, un prejuicio no pertenece a una persona sino que es una creación colectiva.
MA. La ciudad de la Luna está ambientada al sur de Argelia y la historia transcurre en una época convulsa, políticamente hablando. En el pasado mes de abril el país celebró elecciones presidenciales y en zonas como la Cabilia, salvando las distancias, seguramente se podrían recrear los escenarios de ficción imaginados por usted para Calataid: Tizi Uzu, su capital, era una ciudad cubierta por el barro provocado por la lluvia que cayó durante la mañana. Como celoso observador de la actualidad internacional, ¿qué futuro más o menos próximo presume para un país como Argelia? JM. El norte de África vivirá un renacimiento en este siglo pero tendrá que luchar contra sus Calataids. La ciudad de la Luna se terminó de escribir hace algunos años. Desde entonces y aún antes ocurrieron muchos hechos puntuales que ya comenté en el epílogo de la novela y que parecen predichos por la ficción. Quizás haya muchos más. Unos pueden ser casualidades, no sé, pero porque considero que la ficción es el resultado de la realidad, de las realidades que no aceptan ser llamadas ficciones, aún cuando son producto de la fantasía y el delirio de algunos personajes siniestros, no puede ser casualidad que realidad y ficción se confundan. Porque son las dos caras de una misma moneda y conociendo una se adivina la otra, como pueden serlo los sueños y la vigilia.
Ahora, con respecto a Argelia. Creo que la novela se ambienta allí porque lo dictó la lógica de la ficción. Fue un proceso natural; y hoy que puedo identificar una docena de calles, rincones, edificios, arcos, sótanos, murallas y callejones con sus espacios, sus formas y sus personajes ya no podría moverla a otra parte. Es verosímil soñar, imaginar una ciudad encerrada por espesos muros, por su propia cultura y por un vasto desierto en esa región. En lugar de Argelia pudo ser Libia. No lo sé. Como ya dije antes, la historia se refiere más a un mundo esquizofrénico, orgulloso de sus miopías. Un mundo que funciona a la inversa del precepto «think globally, act locally» y, por el contrario, piensa provincianamente y actúa globalmente. Y esto, lamentablemente, es universal.
MA. Para finalizar, una curiosidad: ¿existe, o ha existido, Salvador Uriburu? JM. Sí, existe. Es uno de los personajes de la novela. Fuera de ella, he conocido a algunos personajes como él.
MA. ¿Es el mismo que aparece en The Walled Society publicada el año pasado en The Humanist? JM. Sí. Ese título, La ciudad amurallada, fue uno de los títulos de la novela y esos relatos en inglés -cuidadosa traducción de Bruce Campbell- son capítulos de la novela que publica ahora Baile del Sol en español.
Debe estar conectado para enviar un comentario.