Entrevista con Jorge Majfud
«La frontera salvaje es un libro monumental». Frederico Füllgraf
«Simplemente, poderoso». Noam Chosmky
«La frontera salvaje es un libro escrito con coraje y deslumbrante lucidez. De lo mejor que he leído en mi vida«. Víctor Hugo Morales
«A los cincuenta años de la publicación de Para leer al Pato Donald, me alegra leer un libro como La frontera salvaje que explora detalladamente las formas menos sutiles en que Estados Unidos, durante doscientos años, ha buscado influir y torcer el destino de nuestra América Latina«. Ariel Dorfman
“El presente está lleno de olvidos mercenarios”
Parte I. Sobre la frontera salvaje
En marzo de 2021 el escritor Jorge Majfud publicó su último libro de ensayo histórico, La frontera salvaje. 200 años de fanatismo anglosajón en América Latina. La edición limitada de Rebelde Editores tenía como objetivo su distribución en la academia estadounidense. A días de terminar este año, la mítica editorial española de Tenerife, Baile del Sol, está lanzando una nueva reedición de este libro, el cual, a pesar de sus 700 páginas, ya ha cosechado críticos y adeptos, sobre todo en un contexto de “guerra cultural” entre revisionistas como Majfud y reacciones de figuras políticas como Donald Trump y Jair Bolsonaro, quienes consideran necesario imponer una “educación patriótica” en las escuelas y universidades.
Yolanda Delgado-Batista: Muchas gracias, profesor Majfud por prestarnos su atención, conociendo lo ocupado que está. Me gustaría comenzar esta conversación preguntándole sobre uno de sus últimos trabajos, La frontera salvaje, que intelectuales como Ariel Dorfman, Noam Chomsky y un periodista como Víctor Hugo Morales han comentado de forma elogiosa. Un resumen y selección de este libro se publicó en inglés como Borders of The Wild Frontier: US American mythology on Latin America. Sé que es difícil pedirle que nos haga una síntesis de una obra de más de 650 páginas…
Jorge Majfud: Hay varias formas de resumir este libro, como cualquier otro. Básicamente, cubre los últimos dos siglos de agresiones, de los mitológicos Daniel Boone, de las intervenciones de Washington (del poder político) y las corporaciones estadounidenses (el poder económico y narrativo) en lo que hoy conocemos imprecisamente como América Latina, incluida una gran parte de Estados Unidos. Desde el principio, tomo los mitos fundadores de Estados Unidos, esas narrativas que nos rodean cada día, y trato de explicar, en una secuencia histórica, que la narrativa y la realidad se oponen de forma diametral…
YDB: ¿Por ejemplo?
JM: Bueno, por ejemplo, la gran fragmentación nacional (en clases, como los millonarios y los millones de endeudados, todos aupados en la misma iglesia, en razas o etnias de esclavos y de esclavistas, de guetos pobres y de congresistas ricos, en regiones, como el Norte contra el Sur) y, por otro lado, la obsesiva idea de Unión: una sola bandera, un solo Dios, una sola patria “en peligro” perpetuo. Por ejemplo, la obsesión de esclavizar y controlar de la mentalidad anglosajona ocultada tras la máscara de “la lucha por la democracia y la libertad”. La expansión esclavista del minoritario pero poderoso Sur se hizo en nombre de la
libertad, de la civilización y de la “bendición de la esclavitud”. Todo eso se tradujo luego en la idea de que son los empresarios millonarios quienes crean trabajo y benefician a los peligrosos trabajadores. El amor por las armas y el odio por los sindicatos, que luego de la Guerra Civil eran muy fuertes, son una traducción o un travestismo de la anterior cultura del amo, garante de Dios, del orden y de la libertad contra el demonizado esclavo que quería destruir la prosperidad y la moral. El mito de que “somos el país de las leyes” choca sistemáticamente con la violación de todas las leyes y los tratados que dejaron de ser beneficiosos para los dueños de las armas. La idea de que “llevamos la democracia a América latina” choca con cientos de ejemplos en contra y ninguno a favor. Pero si la realidad no se adecua a nuestro deseo, pero para la realidad. De hecho, Washington ha sido el mayor promotor del comunismo en América latina.
YDB: ¿Estamos hablando del pasado?
JM: Sí. Del pasado y del presente, como todo cuando hablamos de mitos fundadores. Están más vivos que las secuoyas. Preguntale a cualquier estudiante universitario por qué se independizó Texas en 1836 y te dirá que fue para “liberar a los americanos de la tiranía mexicana”. No dicen que fue porque los mexicanos les regalaron tierras y cometieron el pecado de ilegalizar la esclavitud. Y cuando los mexicanos se dieron cuenta del error, ilegalizaron la inmigración del norte y los fanáticos blancos continuaron cruzando la frontera de forma ilegal. Y así podemos seguir con las Repúblicas bananeras, las masacres de negros como deporte allá en los trópicos del mundo, todo para salvar a la “raza superior” que debía sufrir la responsabilidad de salvar la civilización. El mítico poema de Rudyard Kipling “The White Man’s Burden” lo resumió perfectamente y los políticos estadounidense no se cansaron de citarlo. Cuando descubrieron que eran minoría de la Creación, entraron en pánico, típico, y comenzó un remake de la retórica esclavista: había que evitar el “genocidio blanco”, la desaparición de “la raza hermosa”, de la “raza superior”.
YDB: Lo hemos escuchado recientemente…
JM: Sí, nada nuevo. Toda esa tradición ha vuelto, esta vez de forma descarada, sin las máscaras de lo políticamente correcto. Creo que en el siglo XIX la paranoia se agravó cuando los blancos terminaron de colonizar el mundo y descubrieron que no eran la mayoría de la Creación y sus hermosas hijas podían caer en tentación de penes grandes y oscuros o, peor, de una revuelta estilo Haití. Esto está en las cartas de muchos líderes y políticos racistas de la época… No por casualidad se consideraba que las guerras y el imperialismo eran cosa de machos. Y lo siguen siendo. Esa obsesión sexual que hasta no hace mucho emergió cuando los precandidatos Marco Rubio y Donald Trump debatieron en cadena nacional de televisión sobre el tamaño del pene de quien, al final, sería presidente. La gente no vota por candidatos intelectualmente superiores sino por aquellos que los representan de alguna forma, ya sea por el color o por el tamaño del pene. Imaginación pornográfica que llevó a miles de linchamientos solo en Estados Unidos. La ley de linchamientos fue abolida recién el año pasado, no sin resistencias. No la obsesión por las armas, la que tiene el mismo origen y todavía está vigente y lo estará por unos siglos más, ya que es la segunda religión más importante del país.
YDB: Recientemente se han publicado libros sobre América latina con una interpretación opuesta… Se dice que la visión de La frontera salvaje busca quitarles responsabilidad a los latinoamericanos de sus propios problemas…
JM: … y que los latinoamericanos son subdesarrollados porque leían a Eduardo Galeano, ¿no? Pura propaganda inoculada, muy vieja pero muy vigente gracias a las grandes editoriales y conglomerados mediáticos. Claro que los latinoamericanos también tienen responsabilidad de por sus problemas, pero la pregunta radical es: ¿De qué paquete social e ideológico estamos hablando? Los reaccionarios son expertos en armar combos políticos, donde meten a Dios y al Libre Mercado en un mismo menú, como McDonald’s mete hamburguesas, papas fritas y Coca Cola, con diez pseudo variantes toxicas. Quieres comerte una hamburguesa y terminas adicto a las otras dos. Es decir, crees en Dios y terminas defendiendo a los Mercaderes que el mismo Jesús expulsó del templo.
YDB: América latina y su propia responsabilidad vendría a ser uno de esos combos.
JM: Claro, de la misma forma que es otro combo hablar de “Estados Unidos” cuando millones de estadounidenses se opusieron y se oponen a las agresiones y abusos imperialistas, más que millones de latinoamericanos. Por eso en La frontera salvaje uso más “Washington” (como poder político, como recurso de sus corporaciones millonarias, como centro de sus secretos ilegales) en lugar de “Estados Unidos”, que es un país-continente, lleno de contradicciones y de disidentes, gracias a los cuales la historia no es aún más trágica de lo que es.
YDB: Es decir, los latinoamericanos también son responsables de su realidad, pero no todos por igual.
JM. Sin la menor duda. Porque no es la misma responsabilidad la de los torturados, de los desaparecidos, de los millones de masacrados (200.000 solo en Guatemala por una gracia de la CIA), la mayoría indios, negros o blancos pobres, y la responsabilidad de la tradicional oligarquía de los países del sur. Las dictaduras tampoco son la consecuencia de los tan mentados guerrilleros que vinieron después de un siglo de genocidios, de masacres y barbaridades sociales. Pero a la oligarquía y a sus mayordomos les conviene repetir esta estupidez, no pocas veces mencionando una historia muy limitada. Recordemos la lógica universal que mencionaban el peruano González Prada, el ecuatoriano Juan Montalvo en el siglo XIX y el estadounidense Malcolm X el siglo pasado: los indios, los negros de la casa eran los principales defensores de la opresión de sus hermanos del campo.
YDB: La referencia a la oligarquía suena a sesentismo…
JM: Que suene, y que suene fuerte, como el E pur si muove de Galileo. Esos, los oligarcas latinoamericanos sí son los primeros responsables de las dictaduras, de las masacres, de las injusticias, de la explotación, de la muerte joven y de la miseria de millones en nuestras sociedades. Que publiquen mil libros y millones de diarios y revistas, que les den cien mil, un millón de subscribers a los nuevos mercenarios en YouTube, ahora etiquetados como “influencers”, pero la historia dura y oscura no la cambia nadie. Para olvidar esta realidad tan obvia, al menos mientras la verdad sea peligrosa, están los mercenarios de la pluma y del selfie, unos asalariados y otros convencidos honorarios. Estos mercenarios, voluntarios e involuntarios, apoyados por los millones de la CIA y de las organizaciones que canalizan “ayudas” como la USAID, la NED y tantos otras fundaciones se han dedicado décadas a victimizar a las víctimas acusándolas de auto victimizarse. Aun hoy se siguen publicando libros promovidos por grandes conglomerados editoriales, pintando a “los latinoamericanos” como irresponsables que culpan a Estados Unidos y a Europa de su subdesarrollo, que el pasado pasado está y no cuenta… No tienen sentido de la decencia.
YDB: ¿Crees que los libros están promovidos por ciertos intereses corporativos? Es decir, ¿crees que la cultura está manipulada por fuerzas externas, políticamente hablando?
JM: Por supuesto. Tenemos una imagen idealizada de la cultura que proviene de las antiguas enciclopedias. El tiempo es el mejor juez, pero a veces se toma uno o dos siglos para juzgar. ¿No es el Mercado un factor algo externo a la cultura? Digamos que el mercado es una parte de la cultura, pero no su director. ¿No son los millones de dólares, canalizados por diferentes fundaciones, cuando no de forma directa y secreta, factores determinantes en la venta y en la circulación de determinadas ideas, de determinadas sensibilidades éticas y estáticas? Hay que ser muy, pero muy ingenuo para creer que la respuesta es no.
YDB: En La frontera salvaje hay varias historias que revelan estas manipulaciones en la cultura y en la prensa.
JM: Sí, de una forma concreta y basada en documentos desclasificados. En el pasado reciente (no hay razones para pensar que ahora es diferente) la CIA, la policía ideológica de Estados Unidos en el extranjero (con eventuales incursiones en territorio nacional, para disgusto del FBI), promovía esos libros y hundida a aquellos otros que incomodaban, sin que sus autores se enterasen. Claro que ni siquiera es necesaria la ayuda de la CIA, porque con el poderoso interés de la oligarquía latinoamericana y noratlántica ya es más que suficiente. Aquí no hay secretos: unos libros son hundidos en el ostracismo y otros son elevados al Olimpo, sin importar ni su calidad literaria ni la relevancia de sus verdades. Lo mismo los premios.
YDB: Según esta tesis, las intervenciones exteriores, imperiales, fueron y son determinantes en la realidad de los países del sur, digamos América Latina, África…
JM. Sin dida. No sólo determinante en los países de Sur, sino también en los países del Norte. La realidad no está hecha de absolutos platónicos; cualquier diferencia relativa es determinante. Quienes lo niegan, para empezar, podrían devolver las miles de toneladas de oro y plata que se llevaron y aun contribuyen con la estabilidad de sus sabias economías. Si el pasado psicológico y cultural de los países no cuenta en el presente (otra hipótesis absurda), ese pasado contante y sonante sigue pesando en las arcas de los ricos. Como sus bonitas ciudades, el oro y la plata siguen trabajando, aunque duerman en las arcas de los grandes bancos. Para no entrar a analizar la tragedia de África. ¿O todo esos metales se evaporaron como el guano en la empobrecidas tierras de Europa?
YDB: Pero los anglosajones han sido siempre más pragmáticos y se han concentrado en el presente.
JM: Porque ejercen la desmemoria como tradición. Tampoco se dice por ningún lado que la práctica de la auto victimización fue consistente del lado anglosajón: cada vez que los colonos, los esclavistas o los gobiernos en Washington querían tomar más tierras y más riquezas de sus vecinos (indios, mexicanos, y todo pueblo que cayera dentro de la Frontera), inventaban falsos ataques para repetir hasta el hastío: “fuimos atacados primero”, “debimos defendernos”, “nunca olvidaremos”, aunque el olvido ha sido una estrategia central. Los mismos que violaron todas las fronteras nacionales (borders) volvían a su país y se armaban contra los inmigrantes pobres, expulsados de aquellos mismos países invadidos y destruidos repitiendo que “éste es el país de las leyes y debemos proteger nuestras fronteras”; “no hay racismo en querer proteger las leyes”. Como si las leyes no fuesen racistas. Tampoco se dice que el imperialismo es un racismo masivo y radical contra el cual no hay marchas indignadas por parte de los hipersensibles muchachitos de la Generación Cristal, protectores del lenguaje correcto. Un presidente puede matar cien negros en nombre de la libertad y de “nuestro derecho a defendernos” (en países ajenos), pero si dice la palabra “negro” pierde su trabajo, como lo han perdido varios profesores por leer en sus clases documentos racistas que incluían esta palabra. Hipocresía en esteroides. Cuando se descubre que en Medio Oriente un drene mató a cincuenta niños, nadie derrama una lágrima, porque esos niños no existen. Hablemos, pues, de racismo y de fanatismo. De hecho, hay una continuidad de las ideas y valores del Sur esclavista con la política y las acciones militares de la Unión supuestamente vencedora. Los confederados fueron los únicos que estuvieron cerca de destruir Estados Unidos, como lo hicieron con México, para continuar expandiendo la esclavitud sobre los pueblos y las razas “inferiores” y hoy sus herederos más radicales se consideran la esencia del patriotismo y la libertad, cuando en realidad fueron la raíz y la inspiración de personajes nefastos como Adolf Hitler. Algo que el mismo Hitler reconoció.
YDB: Mencionas eso en la segunda parte de La frontera salvaje…
JM: El libro está compuesto de tres partes: Por tierra, Por mar y Por aire. En eso soy muy pasado de moda: creo que existió y existe el imperialismo. Esta palabra la han convertido, estratégicamente, en un tabú. Pero sería una cobardía no usarla. Esta historia trágica no hubiese sido posible, o hubiese sido muy diferente, sin el miedo, la paranoia y el fanatismo racial y religioso (como el Destino manifiesto) que inspiró cada conquista, cada intervención, cada golpe de Estado, cada masacre en nombre de la libertad y los derechos humanos. Algo que continúa hoy, pero con los previsibles maquillajes de la narrativa social y política. No pretendo que sea un libro perfecto, porque eso no existe y menos cuando lo escribí en nueve meses con frenética intensidad. Luego de eso he estado un año sin escribir ningún libro. El de la Editorial de la Universidad de Valencia, La privatización de la verdad, publicado también este año, ya estaba casi todo escrito mucho antes. En fin, como bien decís, es difícil resumir 650 páginas en una sola respuesta, pero no imposible. El título es, casi siempre, la síntesis más radical de cualquier libro. Lo es en este caso.
YDB: Además de su profesión de docente en la Universidad de Jacksonville University, usted es escritor de ficción ¿Qué es lo que más aprecia y más detesta de este oficio?
JM: No sé si podría definir la escritura como un oficio. No vivo de escribir ni lo hago por obligación. Para mí, la literatura, tanto al leerla como al escribirla, me provee de dos sentimientos aparentemente contradictorios: refugio y liberación.
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Diciembre 2021
“Nadie se gradúa de escritor”
Entrevista con Jorge Majfud
Segunda parte: escribir o no escribir
II
Yolanda Delgado-Batista: Además de su profesión de docente en la Universidad de Jacksonville University, usted es escritor de ficción ¿Qué es lo que más aprecia y más detesta de este oficio?
Jorge Majfud: No sé si podría definir la escritura como un oficio. No vivo de escribir ni lo hago por obligación. Para mí, la literatura, tanto al leerla como al escribirla, me provee de dos sentimientos aparentemente contradictorios: refugio y liberación.
YDB: ¿Por cierto, qué materia o materias imparte en la universidad?
JM: International Studies en el área de América Latina y diversos cursos de literatura.
YDB: Estudió arquitectura, ¿cómo fue que un día decidió escribir novelas y relatos?
JM: Aprendí a leer antes de entrar en la escuela primaria en los diarios que cada mañana llegaban a la casa de mi padre. De niño también escribía pequeñas obras de teatro donde mis abuelos, tíos y amigos, con quienes pasaba los veranos, eran los protagonistas. Mis abuelos vivían en el otro extremo del país, en el campo, y disfrutaban leyendo esas historias. Escribía en una máquina que tenía mi padre en el cuarto que yo compartía con mi hermano. Pero en la adolescencia me fascinaban las matemáticas, la física (sobre todo a partir de los 17 años) y el arte plástico. Me apasionaban los programas de televisión europeos, por ejemplo, de las alemanas Transtel, DW, sobre pintores como Picasso, Pollock y escultores como Rodin o Henry Moore por su forma de ver y palpar una escultura. ¿Tal vez me recordaba a mi madre? Tal vez. La teoría de la relatividad fue mi otra gran pasión junto con las novelas de Sartre y Onetti. Por culpa de Einstein y de Sartre tenía pésimas notas en física y en literatura.
Mi madre era escultora y mi padre carpintero, así que la arquitectura estaba entre esas dos profesiones y pensé que ni de la escritura ni del arte iba a poder vivir, así que arquitectura parecía ser una elección natural. Al fin y al cabo, aunque me dediqué al cálculo de estructura luego de recibirme, la arquitectura era una de las Humanidades. Pero pocas cosas en la vida salen como una las planea, y terminé volviendo a la literatura y otras humanidades por razones de sobrevivencia. Con la profunda crisis de 2001 en el Cono Sur, debimos emigrar como la mayoría de nuestros compañeros graduados. Primero trabajé en Costa Rica y luego en un estudio de arquitectos en España, pero a pesar del optimismo local, se veía venir el fin de la bonanza del ladrillo. Aceptar una invitación y una beca de una universidad extranjera era una opción razonable para alguien que tenía solo cien dólares en el bolsillo y ninguna otra perspectiva de sobrevivencia.
YDB: ¿Cuándo se vio a sí mismo como escritor? ¿Lo recuerda?
JM: No. Creo que ni siquiera hoy me veo como escritor. Siempre me he sentido como un marginal, como un intruso en todo… Ahora le ponen etiqueta psicológica a todo y creo que a eso le llaman “síndrome del intruso”. Antes mis profesores decían que era distraído como todo genio y ahora a nuestros chicos los mandan a terapia para superar su “Trastorno por déficit de atención con hiperactividad”. En Estados Unidos casi la mitad de los estudiantes universitarios está bajo medicación. No digo que no la necesiten, no soy un experto en el área, pero en nuestro tiempo no había nada de eso.
YDB: Sobrevivimos a muchas cosas…
JM: Sí. Tomábamos agua del río, no teníamos ni calefacción ni aire acondicionado, nos lavábamos la boca con pasta Colgate en tubos de plomo y tomábamos agua de caños fabricados con el mismo metal. Una vez discutí esto en una clase y llegamos a la conclusión de que todos tenemos algún problema psicológico, pero no todos los problemas tienen nombre. En ese momento regresaba una alumna del baño y le pregunté: “Hillary, y tú, ¿tienes algún problema psicológico?”
YDB: Pobre chica.
JM: Me respondió que no, con convicción y tratando de imaginar qué nueva chifladura se la había ocurrido al profesor. Así que fe la única persona en el salón que había respondido que no. No había tenido tiempo de pensarlo dos veces. Todavía no sé cómo no me han expulsado de mi trabajo en un mundo de sensibilidades políticamente correctas. En las reuniones organizadas por el Centro de Discapacidad he dicho varias veces que yo nunca he tenido ningún problema con algún estudiante con “disability” (discapacidad). Los pocos problemas que he tenido los he tenido siempre con gente “normal”.
YDB: Pero volvamos a su primera vocación, a aquello de la afición por el arte…
JM: Sí. De adolescente pintaba retratos o hacía esculturas, porque ese era el terreno de mi madre; en la secundaria tenía malas notas en Literatura y Filosofía porque no leía lo que estaba en el programa sino a Sartre, Sábato, Bukowski… Como estudiante de arquitectura dedicaba todos mis fines de semana a escribir ficción o ensayos que nada tenían que ver con la carrera; como arquitecto hacía cálculo de estructura y daba clases de matemáticas al tiempo que escribía una novela y un libro de ensayos; como estudiante de literatura en Estados Unidos me dedicaba a la escritura creativa y a escribir ensayos sobre distintas materias; como profesor de Literatura me dedico a libros que no tienen nada que ver con mis clases; como profesor de Humanidades escribo libros de historia, etc.
YDB: Es decir que la creatividad está en lo marginal…
JM: En la clandestinidad, en la incorrección. Cada vez que me he graduado oficialmente en un área, me he movido hacia otras disciplinas. Por eso nunca me graduaré con ningún título de escritura creativa ni daré clases, al menos que sea por necesidad. En broma siempre digo que ejerzo la profesión de forma ilegal.
YDB: ¿En qué países publica?
JM: En varios. Uruguay, Argentina, México, España, Estados Unidos… No sé. En Uruguay hace años que no publico. En Argentina todas las editoriales han rechazado La frontera salvaje pese a los esfuerzos de tanta gente valiosa como Víctor Hugo Morales. Aparentemente se trata del exceso de páginas. Quién sabe. Se da la paradoja de que en Estados Unidos se han vendido algunos miles de ejemplares, aunque no tiene agente ni agencia ni agenda. Claro que toda paradoja es una lógica oculta. Generalmente las editoriales quieren a sus escritores cerca para el trabajo de promoción. Si tuviese que quedarme con una sola editorial sin duda elegiría Baile el Sol, en Canarias. Ha sabido combinar la realidad económica con la cultura radical. Ha hecho siempre un trabajo decente, heroico por momentos y siempre admirable por su calidad y por su continuidad a lo largo de décadas.
YDB: Sí, esa es la realidad de las editoriales que no pertenecen a conglomerados de capitales.
JM: La cultura radical ha sobrevivido gracias a esas editoriales como Baile del Sol que este año próximo cumple treinta años de “supervivencia”. La otra es sólo prostitución del consumismo.
YDB: ¿Cree que para ser escritor es necesario cursar una especialidad determinada?
JM: No, absolutamente no. Cuanto más clandestina es la actividad del escritor, del artista, mejor. Lo mejor que podemos enseñar en una universidad, por ejemplo, es contagiar en el alumno la pasión por la Literatura, pero no producimos escritores, sería una pretensión ridícula. Si salen escritores de un curso de literatura es porque ese escritor ya existía en potencia y esos cursos despertaron en él, en ella una pasión que desconocía.
YDB: Pero si fuera Ministro de Educación, crearía una licenciatura específica para quienes quieren ejercer esta profesión al igual que existe la de Medicina o Artes, por ejemplo.
JM: No, creo que no. Yo nunca he tomado ni he enseñado un curso de Escritura creativa. Hay de todo. En realidad, son talleres, ya que no se puede “enseñar” a ser un escritor o escritora creativa en ningún curso. Se puede enseñar cálculo, pero no a escribir El Túnel o Cien años de soledad.
YDB: En Estados Unidos, existen tales facultades, si no me equivoco. Al menos, escuelas y master de Creative Writing… ¿Es que se puede aprender a ser buen escritor en una universidad?
JM: Tal vez un escritor profesional sí, pero eso no es ser un buen escritor. Es como decir que alguien puede “hacer el amor” en un prostíbulo. Sería una casualidad, pero no el resultado de la profesión. Se puede tener sexo, allá cada uno, pero el amor es otra cosa. En Estados Unidos predomina la cultura utilitaria y, por lo tanto, la mayoría de los cursos de escritura intentan resolver el “cómo”, es decir, cómo lograr escribir un best seller o una película que se venda mucho. Básicamente se trata de dar recetas de cómo cocinar una buena pasta. Hay recetas y luego el cocinero le pone un toque propio. Si no se vende es un fracaso. Una creatividad auténtica no se puede enseñar. Se puede estimular, se puede aportar una discusión por parte de alguien experimentado en este o aquel arte, algo similar ocurre en los talleres de arquitectura: se analizan ejemplos históricos, aciertos y errores, etc. Pero toda creatividad es, en esencia, el ejercicio radical de la libertad y para eso no hay un camino tomado. Por eso la creación de los llamados “creadores” es un milagro muy raro. Tan raro como un descubrimiento científico. Lo que hay, como norma, es repetición con variaciones. En el mejor de los casos, una exploración interior, lo contrario a la exploración científica. Es lo que distingue a la literatura de la psicología, por ejemplo.
YDB: ¿Existe un concepto de escritor en EEUU muy diferente al que se tiene en Hispanoamérica o Europa?
JM: Si hablamos de grandes escritores como Hemingway o Bukowski, se podría decir que los tres continentes hablan el mismo idioma. Si lo vemos desde la perspectiva popular, desde la mayor parte de la sociedad, hay diferencias. En Estados Unidos el escritor es juzgado por lo que vende o por su presencia en los medios o en la academia. En América Latina solemos apreciar mejor al bohemio, al romántico, al existencialista, al artista que no escribe por la fama ni por el dinero. Claro que eso también está cambiando, como todo, porque seguimos siendo colonias culturales y copiamos cualquier cosa por ridícula que sea que irradie el poder hegemónico de Estados Unidos, como si fuésemos originales.
YDB: ¿En Norteamérica un escritor puede abordar todos los temas? Estoy pensando en esa nueva corriente donde únicamente los afroamericanos pueden hablar de asuntos que afectan a su comunidad o la literatura gay sólo puede ser escrita por un autor que lo sea…, una realidad que está afectando a todos los campos de la cultura. Desde Europa esta postura se ve bastante empobrecedora y extremista, pero quizás estemos equivocados en esta percepción.
JM: Es empobrecedora, sí, aparte de arbitraria, porque no es difícil demostrar que alguien con un determinado color de piel y una determinada condición de clase no sabe lo que dice o, peor, solo repite la moral del esclavo, del desclasado, los mitos del amo, del exitoso empresario. Pero, también es una idea extremista pensar que una persona puede hablar con alguna autoridad de cualquier cosa. Podemos hablar de todo, pero nuestra palabra no puede tener un valor especial en todo.
YDB: ¿Cuáles son las actitudes y aptitudes necesarias para dedicarse al oficio de escribir?
JM: Depende de qué tipo de escritor estamos hablando. Si es del escritor, de la escritora que nos importa, diría que, primero, debe ser una oveja negra. Tener una pasión irresistible por esas exploraciones interiores. Alguien que escribe se libera cuando implosiona (cuando explosiona hacia adentro), arrastrando en el proceso todo el mundo que le rodea. Paradójicamente, a eso se llama “expresión”, es decir, una “presión hacia afuera”.
YDB: ¿Es importante conocer otras lenguas?
JM: No creo que sea necesario, pero es importante. Yo descubrí con mayor profundidad mi lengua materna, el castellano, a medida que estudiaba inglés. Es como conocer tu propio pueblo a través de los viajes. Quien nunca ha viajado no puede decir que conoce muy bien su propia aldea.
YDB: Ya hemos comentado que compagina la docencia con la escritura de ensayos, artículos de revistas y la creación de novelas y relatos. ¿Puede un escritor de ficción vivir sólo de su obra?
JM: Sí, pero son una pequeña minoría. Dentro de esa pequeña minoría, una micro minoría no escribe para el mercado. Son excepciones y casi siempre alcanzan esa condición como un retiro activo, cuando ya son viejitos. Lo mismo los premios. Suelen llegar cuando uno ya no los necesita ni los quiere, como decía, creo que Vallejo, “como una palada de tierra”. Al final lo único que queda es siempre la fiel y nunca falsa pasión por el arte.
YDB: ¿Cuántas horas diarias dedica a la escritura?
JM: A veces seis horas, a veces ninguna. Todo depende de la realidad, el trabajo, la familia, los diversos estados de ánimo… Escribí casi mil páginas de La frontera salvaje en nueve meses y luego de abandonarla al público he estado un año sin escribir nada más que artículos, ensayos para los medios. Si no llega la locura de la pasión, nada en el arte tiene sentido, sea valioso para los demás o no.
YDB: ¿Planifica el trabajo de una novela antes de ponerse a la tarea?
JM: No, ¡jamás! Una novela que no sea un producto comercial es algo que se va explorando y descubriendo. Mi única guía es que haya una fuerte intuición sobre algo que va a ocurrir y tener algunos personajes que no sigan mis órdenes. Suelo aprender mucho de mis personajes.
YDB: ¿Le resulta complicado compaginar trabajo con vida privada?
JM: Sí, mucho. Pero, total, mi literatura no es tan importante para nadie como para que abandone mis obligaciones…
YDB: ¿Le parece importante estar presente en las redes sociales?
JM: No. De hecho, creo que las redes han desacralizado muchas cosas. Todo lo que cae en esas redes se vulgariza, se banaliza de una forma que creo que las nuevas generaciones nunca alcanzarán a percibirlo, sobre todo aquellos que miden el “éxito” por la banalidad de cada performance. Un producto de la cultura del consumismo. Tengo Twitter para compartir noticias, para leer lo que algunos amigos piensan o sienten. Pero todo es muy superficial y lleva frecuentemente a la frustración y a la agresión, como en una pelea de borrachos.
YDB: ¿Piensa que hoy en día un escritor debe aprender técnicas de publicidad y marketing para darse a conocer o cree que estas actividades son exclusivas del editor?
JM: Es parte del maldito juego. Yo nunca tuve agente literario y lo más que he hecho para promover mis libros ha sido aceptar entrevistas, colaborar de vez en cuando con jóvenes que escriben tesis o que se apasionan con los videos… Esas cosas eventuales. Hace décadas que me resisto a la presentación de mis libros, pero sospecho que la desaparición del editor, del editor selectivo y exigente, más que una liberación para los escritores ha sido una terrible pérdida para la literatura, como también lo ha sido la desaparición del crítico profesional o especializado, tipo Ángel Rama, por ejemplo, personas que tenían la habilidad de darle un sentido inteligible al caos literario del momento. No faltan escritores que escriban “El perfume de tu corazón”, “Las aladas palabras de tu ausencia” o “El secreto del espía cuyo nombre era Libertad” sino editores y lectores en serio. Pero ese es el mismo problema de la música y del cine comercial, y de tantas otras áreas supuestamente creativas, porque, en el fondo, es un problema global.
YDB: Si le dieran la noticia de que mañana sólo podrá publicar en digital, ¿aceptaría?
JM: …y qué más remedio? Pero la palabra escrita tiene vocación de papel.
YDB: ¿Qué opinión tiene sobre la auto publicación?
JM: Es una opción. El problema es que luego se necesitan cien vidas para descubrir la monedita de oro entre las dunas del desierto.
YDB: En sus inicios, supongo que le costó abrirse camino y hacerse un nombre. ¿Qué consejos le daría a alguien que empieza?
JM: En 1996 me recibí de arquitecto y me olvidé de decírselo a mi padre. Para mí fue un día más, sin ceremonias ni nada pomposo, esas cosas tan comunes en la cultura anglosajona. Estaba pendiente de la respuesta Horacio Verzi, el editor de Graffiti, una editorial de Montevideo que quise mucho. Cuando me dijo que iba a publicar Memorias de un desaparecido sentí una felicidad que sólo se compara con estar enamorado o con el nacimiento de un hijo. Ya nunca más volví a sentir esa alegría. Creo que no era por hacerme ningún nombre sino porque significaba que tantos años de escribir y mal reescribir esa novela en mi solitario cuarto de estudiante en Montevideo no iban a terminar en la basura, que alguien le iba a dar vida. Había vivido tanto en ese mundo que lo quería ver revindicado de alguna manera.
YDB: En alguna parte dice que usted removió la literatura uruguaya con esa novela…
JM: No es verdad. Alguien lo dijo y así quedó. Creo que fue el escritor Tomás de Mattos quien la presentó en 1996. ¿O fue la crítica Mercedes Ramírez? Bueno, al crítico Hugo Acevedo del diario La República le gustó mucho, según recuerdo. Él siempre escribía bien de mis libros y una vez me llamó por teléfono. Para un joven provinciano de 26 años eso era más que un premio literario. Nunca pude compartir un café con él.
Pero la verdad es que pocos la leyeron. Ni mis familiares la leyeron. Mi querido abuelo, siempre directo en lo que decía, se quejaba de que era muy complicada. Por el gris que dejan los dedos debajo de las páginas, supe que no había pasado de la página veinte. Pero yo los entendí siempre y los quise por su honesta y amable sinceridad, algo muy rioplatense que no cae bien aquí en Estados Unidos, más afectos a la formalidad disfrazada de informalidad.
YDB: ¿Qué consejo le dieron a usted que agradeció en aquel momento?
JM: “Dedícate a la arquitectura. Eso sí te dará de comer.”
YDB: ¿Recibió apoyo por parte de sus padres?
JM: Sí, de mi padre, ya que mi madre estaba muerta. Pero mi querido padre nunca comentó nada de esa primera novela ni de ningún otro libro que escribí. Yo sé que quería que me fuera bien con esa aventura de bohemio, pero tal vez no quería caer en esa obsesión recomendada por la psicología contemporánea por la cual los padres se sienten obligados a tratar a sus niños como si fuesen Einstein y Picasso juntos para reforzar su autoestima, lo que, supuestamente, los ayudaría a ser exitosos en un mundo despiadado e hipercompetitivo. No fue mi caso sino todo lo contrario, y me temo que tampoco es el caso de mi hijo.
YDB: Si volviera a nacer, sería escritor o sería…
JM: Si volviese a nacer me haría hindú. No creo que eso suceda nunca.
Diciembre 2021