Palestina: la histórica (y estratégica) deshumanización de un pueblo

El 4 de diciembre de 1832, el presidente Andrew Jackson, conocido (donde lo conocían bien) con el apodo de Mata Indios, dio un bonito discurso en el Congreso de su país. “Sin duda” dijo “el interés de la República es que las nuevas tierras sean ocupadas lo antes posible. La riqueza y la fuerza de un país radica en su población, y la mejor parte de esa población son los granjeros. Los agricultores independientes son, en todas partes, la base de la sociedad y son los verdaderos amigos de la libertad… Los indios fueron completamente derrotados y la banda de descontentos fue expulsada o destruida… Aunque debimos actuar con dureza, fue algo necesario; nos agredieron sin que nosotros los provocásemos, y esperamos que hayan aprendido para siempre la saludable lección”.

“Nos agredieron sin que nosotros los provocásemos”, “fuimos atacados primeros”, “debimos defendernos” … Estas frases se repetirán a lo largo de los siglos por venir y movilizarán, con extremo fanatismo, a millones y millones de patriotas.

Un siglo y medio después, en mayo de 1971, el más famoso actor y productor de westerns, propagandista de la supremacía blanca y amante de las armas, John Wayne, afirmó en una entrevista para la revista People que las reservas de indios en Estados Unidos eran un vicio socialista. Nadie es responsable de lo que ocurrió en el pasado, dijo, cuando “había mucha gente que necesitaba tierras y los indios querían quedarse con ellas de una forma egoísta”.

No se trataba de tribus dispersas sino de naciones organizadas, tan populosas como los colonos que defendían sus fronteras propias pero empujaban sin límite las fronteras ajenas, y ambas cosas eran hechas con orgullo y fanatismo patriótico. Nunca importaron ni las vidas de las razas inferiores ni los múltiples tratados firmados con aquellos que poseían tierras más atractivas que sus mujeres. El país de las leyes violó todas las leyes, incluso las suyas propias cuando trató de despojar de algún bien material al vecino. Todo lo hizo en nombre de la Libertad, de la Democracia, de Dios y de alguna interpretación bíblica traída de los pelos, como lo fue el mito del Destino manifiesto. 

Ni los indios podrán usar una Biblia para reclamar que las tierras les pertenecen porque sus antepasados la poseyeron por siglos, ni los negros podrán reclamar una compensación por haber construido un país y una estructura que perpetuó los guetos, la discriminación y los privilegios de color hasta el día de hoy. Ni los latinoamericanos podrán reclamar las cientos de toneladas de oro y las miles de toneladas de plata que enriquecieron Europa y que aún duermen en los bancos centrales para estabilidad del desarrollo de los civilizados. Por no entrar en detalles como el guano o la herencia de sociedades patéticas en América latina, consolidadas en una estructura, una cultura y una mentalidad colonial y colonizada.

El conflicto palestino-israelí no es muy diferente, porque la naturaleza humana no es diferente. Como no es diferente la estrategia de confundir al judaísmo y al sufrido pueblo judío, a lo largo de siglos, con el Estado de Israel y su poderoso aparato propagandístico, que es aún más impresionante que su multimillonario poder militar, apoyado por billones de dólares anuales de las arcas de Washington. No pocos caen en esa trampa de las banderas, traicionando una trágica historia de miles de años de oponerse a los poderes de turno—y de sufrirlos. Olvidan, por ejemplo, que uno de los períodos más largos y más prósperos del pueblo judío en Europa se debió a la protección de los musulmanes en España por casi ocho siglos, el que terminó con su expulsión y persecución cuando sus protectores árabes fueron derrotados por los cristianos en 1492. El islam toleró y aceptó a los judíos a pesar de que no reconocían a Jesús (sagrado para el Islam) como un profeta verdadero. Los fanáticos cristianos no. No toleraron ni a unos ni a otros: unos por creer en Mahoma y los otros por no creer en Jesús.

No todos caen en la trampa. Mis incontables amigos judíos, por ejemplo, son demasiado cultos e inteligentes como para tragarse esta artimaña. Lo mismo varias comunidades judías en Europa y en Estados Unidos, las cuales tienen el valor de decir no al apartheid en medio Oriente, “no en nuestro nombre”. En América latina, la actitud es diferente, tal vez por las mismas razones que llevan a su clase dirigente a pulir monumentos sin leer sus nombres. Las confusiones nacionalistas son estratégicas y siempre sirven, como el patriotismo de los colonos, a los de arriba.

En el más reciente conflicto en Cananea (una escaramuza, comparada con la inagotable lista de tragedias sumadas desde el siglo XX), en un par de días ya van 30 palestinos y tres israelíes muertos. Como de costumbre, un tercio de los palestinos muertos son niños, pero dicen que eran terroristas. Los presidentes como el de Uruguay, Lacalle Pou, no se hicieron esperar. Lentos para casi todo, no dudaron en solidarizarse sólo con un lado del conflicto. El lado de la seguridad. No hace falta saber que no es el lado que ha puesto más muertos, porque esa es una tradición en Gaza, el mayor gueto del mundo, y una tradición de muchos cristianos que avergonzaría al mismo maestro que dicen seguir: ser duros con los de abajo y blandos con los de arriba. Es tan penoso vivir defendiendo al más fuerte, que da vergüenza ajena.

La lógica está clara: el derecho a la defensa propia sólo se aplica a algunos pueblos; no a todos. 

El derecho a tener un país, con sus leyes y sus instituciones independientes, sólo se aplica a un pueblo. 

La solidaridad de los poderosos y sus mayordomos sólo se aplica a un pueblo.

Por si fuese poco, se aplica la misma fórmula de siempre: se corta la historia de ataques y reacciones por el lado más conveniente y se llama defensa a la provocación, al acoso y a la opresión.

Por supuesto, toda vida perdida es de lamentar. De un lado y del otro. Pero por eso mismo, señores. Por eso mismo, señores presidentes, algunos queremos saber: ¿los palestinos, niños, hombres y mujeres, no existen? ¿Sólo los hombres y mujeres de a pie se solidarizan con ellos? ¿Cuesta tanto tener un poquito de dignidad humana y olvidarse de las banderas y de que algunos todavía matan en nombre de Dios y por razones más materiales? 

No, claro, los palestinos nunca existieron. Tienen la doble condición de ser invariablemente terroristas y de no haber existido nunca. Una verdadera proeza ontológica. 

Señores en el vano y vergonzoso poder de turno: no les pregunto de qué tienen miedo porque es algo demasiado obvio. También es obvio que no les importa a la hora de elegir el lado del poder y la seguridad, pero sepan que la historia será implacable. 

Si les importa un carajo la historia pero les pesa la Biblia, sólo imaginen por un momento que Jesús pudo haberse salvado de convertirse en otro rebelde ejecutado por el imperio de turno. Sólo tenía que solidarizarse con Poncio Pilatos, con los fariseos, con los maestros de la ley, y con el excelentísimo Emperador y General Tiberios.

JM, mayo 20121

JM. Último libro La frontera salvaje. 200 años de fanatismo anglosajón en América latina (febrero 2021) 

https://www.barnesandnoble.com/w/la-frontera-salvaje-jorge-majfud/1139378646?ean=9781737171010

Palestine : la déshumanisation historique (et stratégique) d’un peuple

  Jorge Majfud, 12/5/2021

Traduit par Fausto Giudice

Le 4 décembre 1832, le président Andrew Jackson, connu (là où on le connaissait bien) sous le sobriquet de Tueur d’Indiens, fit un beau discours devant le Congrès de son pays. « Sans aucun doute », dit-il, « l’intérêt de la République est que les nouvelles terres soient occupées le plus tôt possible. La richesse et la force d’un pays résident dans sa population, et la meilleure partie de cette population sont les agriculteurs. Les fermiers indépendants sont partout la base de la société, et sont les vrais amis de la liberté… Les Indiens ont été complètement vaincus, et la bande de mécontents chassée ou détruite… Même si nous avons dû agir durement, c’était nécessaire ; ils nous ont agressés sans que nous les provoquions, et nous espérons qu’ils ont appris pour toujours la leçon salutaire »

« Ils nous ont agressés sans que nous les ayons provoqués », « nous avons été attaqués les premiers », « nous avons dû nous défendre « … Ces phrases seront répétées tout au long des siècles à venir et mobiliseront, avec un fanatisme extrême, des millions et des millions de patriotes.

Un siècle et demi plus tard, en mai 1971, le plus célèbre acteur et producteur de westerns, propagandiste de la suprématie blanche et amateur de fusils, John Wayne, affirmait dans une interview pour le magazine People que les réserves indiennes aux USA étaient un vice socialiste. Personne n’est responsable de ce qui s’est passé dans le passé, a-t-il dit, lorsque « beaucoup de gens avaient besoin de terres et que les Indiens voulaient les garder de manière égoïste ».

Il ne s’agissait pas de tribus dispersées mais de nations organisées, aussi peuplées que les colons qui défendaient leurs propres frontières mais repoussaient sans limite les frontières des autres, et ce, avec fierté et fanatisme patriotique. Ni la vie des races inférieures ni les nombreux traités signés avec ceux qui possédaient des terres plus attrayantes que leurs femmes n’ont jamais compté. Le pays des lois a violé toutes les lois, même les siennes, lorsqu’il a tenté de déposséder son voisin d’un bien matériel. Tout cela au nom de la liberté, de la démocratie, de Dieu et d’une interprétation biblique farfelue, comme le mythe de la destinée manifeste.

Ni les Indiens ne pourront utiliser une Bible pour affirmer que la terre leur appartient parce que leurs ancêtres l’ont possédée pendant des siècles, ni les Noirs ne pourront réclamer une compensation pour avoir construit un pays et une structure qui ont perpétué les ghettos, la discrimination et les privilèges de couleur jusqu’à ce jour. Les Latino-américains ne pourront pas non plus récupérer les centaines de tonnes d’or et les milliers de tonnes d’argent qui ont enrichi l’Europe et qui dorment encore dans les banques centrales pour la stabilité du développement des civilisés. Sans entrer dans des détails comme le guano ou l’héritage de sociétés pathétiques en Amérique latine, consolidées dans une structure, une culture et une mentalité coloniale et colonisée.

Le conflit israélo-palestinien n’est pas très différent, car la nature humaine n’est pas différente. Tout comme la stratégie consistant à confondre le judaïsme et le peuple juif, qui souffre depuis des siècles, avec l’État d’Israël et son puissant appareil de propagande, qui est encore plus impressionnant que sa puissance militaire de plusieurs milliards de dollars, soutenue par des milliards de dollars par an provenant des coffres de Washington. Nombreux sont ceux qui tombent dans ce piège du drapeau, trahissant ainsi une histoire tragique de milliers d’années d’opposition aux pouvoirs en place – et de souffrance infligée par ceux-ci. Ils oublient, par exemple, que l’une des périodes les plus longues et les plus prospères des juifs en Europe fut due à la protection des musulmans en Espagne pendant près de huit siècles, qui s’est terminée par leur expulsion et leur persécution lorsque leurs protecteurs arabes ont été vaincus par les chrétiens en 1492. L’Islam a toléré et accepté les Juifs même s’ils ne reconnaissaient pas Jésus (sacré pour l’Islam) comme un véritable prophète. Les fanatiques chrétiens ne l’ont pas fait. Ils ne toléraient ni l’un ni l’autre : les uns pour avoir cru en Mohamed et les autres pour ne pas avoir cru en Jésus.

Tout le monde ne tombe pas dans le piège. Mes innombrables amis juifs, par exemple, sont trop instruits et intelligents pour se laisser prendre à cette supercherie. Tout comme plusieurs communautés juives d’Europe et des USA, qui ont le courage de dire non à l’apartheid au Moyen-Orient, « pas en notre nom ». Mais les confusions nationalistes sont stratégiques et servent toujours, comme le patriotisme des colons, ceux qui sont au sommet. En Amérique latine, l’attitude est différente, peut-être pour les mêmes raisons qui poussent sa classe dirigeante à astiquer les monuments sans lire leurs noms.

Dans le conflit le plus récent à Canaan (une escarmouche, comparée à la liste inépuisable de tragédies accumulées depuis le 20e  siècle), en quelques jours, 30 Palestiniens et trois Israéliens ont déjà été tués. Comme d’habitude, un tiers des Palestiniens morts sont des enfants, mais ils disent qu’ils étaient des terroristes. Les présidents, comme celui de l’Uruguay, Lacalle Pou, n’ont pas attendu longtemps. Lents pour presque tout, ils n’ont pas hésité à se montrer solidaires d’un seul côté du conflit. Le côté sécurité. Il n’est pas nécessaire de savoir que ce n’est pas le côté qui a causé le plus de morts, car c’est une tradition à Gaza, le plus grand ghetto du monde, et une tradition de nombreux chrétiens qui ferait honte à l’enseignant même qu’ils prétendent suivre : être dur avec ceux d’en bas et doux avec ceux d’en haut. Il est si pénible de vivre en défendant le plus fort que c’en est gênant.

La logique est claire : le droit à l’autodéfense ne s’applique qu’à certains peuples, pas à tous.

Le droit d’avoir un pays, avec ses lois et ses institutions indépendantes, ne s’applique qu’à un seul peuple.

La solidarité des puissants et de leurs majordomes ne s’applique qu’à un seul peuple.

Comme si cela ne suffisait pas, la même vieille formule est appliquée : l’histoire des attaques et des réactions est réduite au côté le plus commode et la provocation, le harcèlement et l’oppression sont appelés défense.

Bien sûr, toute vie perdue doit être regrettée. D’un côté et de l’autre. Mais c’est pourquoi, messieurs. C’est pourquoi, Monsieur le Président, certains d’entre nous veulent savoir si les Palestiniens, enfants, hommes et femmes, n’existent pas, si ce ne sont que des hommes et des femmes ordinaires qui se solidarisent avec eux, s’il est si difficile d’avoir un peu de dignité humaine et d’oublier les drapeaux et le fait que certaines personnes tuent encore au nom de Dieu et pour des raisons plus matérielles ?

Non, bien sûr, les Palestiniens n’ont jamais existé. Ils ont la double condition d’être invariablement terroristes et de n’avoir jamais existé. Une véritable prouesse ontologique.

Messieurs du pouvoir vain et honteux du jour : je ne vous demande pas de quoi vous avez peur car c’est trop évident. Il est également évident que peu vous importe de choisir le côté du pouvoir et de la sécurité, mais sachez que l’histoire sera impitoyable.

Si vous ne vous intéressez pas à l’histoire mais que la Bible compte pour vous, imaginez un instant que Jésus aurait pu éviter de devenir un rebelle de plus exécuté par l’empire de l’époque. Tout ce qu’il avait à faire, c’était de se solidariser avec Ponce Pilate, avec les Pharisiens, avec les maîtres de la loi, et avec le très excellent empereur et général Tibère.

Un comentario en “Palestina: la histórica (y estratégica) deshumanización de un pueblo

  1. Creo también en los oscuros poderes de los comerciantes de armas.Cuba presentó en la ONU hace ya años una propuesta de blanqueo total de dicho comercio para ejercer identificación de procedencias y control del mismo.Fue vetado por los mismos países fabricantes y vendedores de armas.Lo que dio origen al estado de Israel no es practicable en base a dos estados sino a un único estado donde impere la liberta civil y religiosa en toda su extensión imaginable,como decían las Instrucciones de 1813.Ademas los aliados de Hamas son gente confusa y bastante irresponsable.Lo que creo también cierto es que loa árabes nunca han aceptado sinceramente a los judios ahi.Cuando el holocausto fueron líderes judios a pedirles ayuda, porque el cerco contra ellos era universal y la respuesta es NO, problema de ustedes.

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