El año pasado planté un pequeño limonero en el patio de nuestra casa. Hace unos miles de años, Florida estaba bajo el mar y ahora es pura arena blanca, blanquísima. Basta hacer un pozo de treinta centímetros o de dos metros para encontrarse con misteriosos, hermosos fósiles de millones de años de humilde existencia.
Y el limonero nos dio tres limones, como un acto de magia, extraídos de la más pura, sin nutrientes arena blanca.
La naturaleza, la vida, es tan generosa que hasta verguenza me da de mi pesimismo por cómo va el mundo.