Creo que este anuncio tailandés que me envió un amigo, el escritor Senen Rodriguez Perini, como ilustración de uno de mis últimos artículos (“El individuo virtual” en Cambio 16 de España, Milenio de México, La Republica, de Montevideo, etc ), ilustra muy bien un problema epidémico.
A raíz de ensayos como ese, he recibido en el ultimo año muchos correros. Algunos de ellos diciéndome que han dejado de usar sus redes sociales, etc.
Ante todo debo decir que con mis reflexiones nunca pretendo moralizar, ni dar sermones ni juzgar a quienes no hacen lo que yo creo es bueno. Pocas veces visito mi propia tumba en el cementerio de Facebook, pero esa es una elección personal y no trato de convencer a nadie que haga lo mismo.
Primero porque no soy yo Jesucristo; y Dios me salve de la desgracia de andar incinerando almas con discursos rabiosos en nombre del Bien. en eso estoy con el poeta persa Omar Khayyam, que en el siglo XI escribió en aquel librito de poesías tan valiente, Rubaiyyat, algo así como «procura que tu semejante no deba sufrir de tu sabiduría. … »
Segundo, porque muchas veces ni yo predico con el ejemplo. No soy el mejor ejemplo de lo que yo mismo pienso. A veces hago algo por convicción y a veces sólo lucho para hacer lo que creo más saludable. Pero en el fondo eso es sólo importante para mí. No para mis lectores. Si un fumador dice que fumar es malo para la salud, no por eso el tabaco se convierte en una medicina. En términos epistemologicos, ¿qué importa quién lo dice? Lo que importa es si lo que se dice es verdad o no, si es importante o no.
Mi posición sigue siendo, «Piensa radical, actúa moderado» (Milenio, Panamá América, La Republica, etc). Es decir, sabemos que comer sal y papas fritas cada día puede matarnos; pero un poco de sal y unas pocas papas fritas a la semana puede hacernos la vida menos insoportable, como diría Groucho Marx.
Es más atractivo simplificar la realidad y actuar radical, o querer hacerlo porque toda ortopraxia es imposible. Lo mejor, creo, es tomar conciencia de un problema X que nos envuelve y tomar medidas prudentes para ver si podemos rectificar el rumbo, según el método de prueba y error, y no “organizar nuestra propia frustración”, como me dijo una vez, hace quince años, un amigo alemán en África, de una organización cooperante de la Unión Europea, cuando le llevé un “plan perfecto” para un sistema de escuelas industrial en medio de la selva… El plan no estaba mal. Tal vez hubiese salvado a muchos de la explotación que sufrían los nativos en manos de especuladores extranjeros. Pero seguramente no hubiésemos recogido ni siquiera el apoyo de la población, ya que el proyecto iba mucho más allá de nuestras fuerzas y de la realidad.