El cuarto de atrás, Carmen Martín Gaite

 

 

Observaciones  sobre  El cuarto de atrás

de Carmen Martín Gaite.

En El cuarto de atrás Carmen Martín Gaite hace una reflexión de la ficción con las herramientas propias de la ficción. Esa es la primera lectura rápida que podemos hacer. Pero hay otros lugares comunes.

Tradicionalmente se ha clasificado este tipo de literatura como solipcista unas veces, o como hedonista y nihilista otras, cuando no se la acusó de plantarse de espalda a la problemática social, de la «realidad real», desde lo alto de la famosa torre de marfil que dividió partidarios de distintas concepciones literarias a lo largo de los siglos.

Sin embargo, creo necesario observar que esta actitud narrativa —válida, como cualquier otra— sólo puede ser vista como “ficción pura”, sin compromiso con su entorno social, deshumanizada, sólo si la miramos desde dentro y si no vemos en ella lo que hay de profundamente humano en su misma problemática. Negar la categoría de “humanizado” a aquello que una perspectiva marxista —tantas veces lúcida— entiende como “antisocial” —o intrascendente, desde una perspectiva orteguiena— sería, a mi entender, una definición demasiado arbitraria, estrecha y hasta paradójica de lo que podemos entender por “humano”. ¿Qué hay más humano que el miedo al mundo exterior? ¿Qué hay más humano qu

Sobre este punto, precisamente, podríamos repetir que este tipo de literatura —al cual podíamos encasillar a El cuarto de atrás— no se encuentra encerrada en sí misma sino que pretende estarlo, sin contactos problemáticos con el exterior: no existe una voluntad manifiesta de crítica social, tal vez, pero la sociedad y sus problemas se filtran de forma dramática, a través de todas las fisuras personales del individuo. Es el colapso crítico y paradójico de implosión, característica del arte, como paso previo a la expresión —(ex)presión, presión hacia fuera o explosión.e la a veces heroica y a veces cobarde fuga al laberinto interior? ¿Qué hay más humano que el altruismo y el egoísmo? Una literatura que careciera de estas dimensiones sería profundamente deshumanizada, por más que en su texto se hablase repetidas veces de la sociedad y de una particular concepción de la misma. Para demostrarlo, bastaría con leer la literatura económica o política de tantos tecnócratas salvadores que olvidan en sus teorías y en sus números que esa “sociedad” —objeto de réditos y beneficios— está integrada por seres humanos y no por simples instrumentos del progreso. Literatura fantástica —y a veces de terror—, si es necesario definir su género.

En la negación se expresa la revelación. La negación no es indiferencia sino evidencia.

Veamos que esta actitud negadora de la “realidad exterior” no es indiferente a la misma. Se niega aquello que se conoce. Ésta no sólo es una premisa de las ciencias psicológicas sino, también, de la sociología y, por extensión, del arte, como disciplina o actividad humana capaz de abarcar todas estas áreas además de su reducto propio —que no se reduce sólo a la estética.

Análisis psico-semántico

Cuando definimos el término «isla» comúnmente atendemos, antes que nada, a una pequeña porción de tierra en el mar. Pero necesitamos ambos —tierra y mar— para definir una isla. Isla no sólo es esa pequeña porción de tierra sino también el mar que la rodea, es decir, lo que no es esa pequeña porción de tierra. Ambos —lo que es y lo que no es— conformar la idea de «isla». De esta forma, el escritor español Fernando Delgado logró un oximoron titulando a su última novela Isla sin mar.

El cuarto de atrás posee un significado inequívoco: no estamos hablando de la casa entera sino de una parte de una casa. Como la isla, el «cuarto» se define por lo que es y por lo que  «          » no es: no es el resto de la casa, es decir, los espacios frontales de ésta.

Ahora, ¿cómo son estos espacios negados? En la misma narración podemos encontrar las respuestas, con claridad. Los espacios anteriores son aquellos donde reinan el orden y la opresión. Son los espacios públicos de la casa donde no hay lugar para la libertad y, sobre todo, pera la evasión, es decir, para la negación de lo que deberíamos considerar como «real», es decir, el resto de la casa y el resto del mundo.

Pero también el lugar donde vive la escritora-personaje se encuentra en la misma situación espacial:

Es que desde esta habitación del fondo se oye mal el timbre [intromisión del mundo exterior, llamada del despertador, es una casa con mucho pasillo, ¿sabe? (28).

Si atendemos a las claves propias de la novela, veremos cómo la misma protagonista-autora se recuerda en su niñez inventando una isla con el deliberado propósito de huir de una realidad que le era hostil.

De esta forma, podemos concluir que lejos de ser producto de la indiferencia, El cuarto de atrás revela un dramático diálogo con esa “realidad exterior” que, en principio, le habíamos negado.

No podemos ignorar un fuerte componente hedonista en esta novela. Sin embargo, tal como parece haberlo demostrado Marcel Proust —del cual esta novela no es indiferente— también la “frivolidad” puede ser un campo de profundas exploraciones. El hedonismo consciente se transforma en una profunda reflexión sobre una parte importante de la naturaleza humana. Este hedonismo se revela en la complacencia lenta de la descripción, minuciosa y aparentemente intrascendente, de todo tipo de detalles, detalles del presente pero sobre todo del pasado: es la embriaguez de la memoria. El hedonismo es, no sólo confirmación de lo intrascendente, reivindicación del individuo, sino —y quizás, sobre todo— negación de un contexto agresivo, deprimente.

Por otra parte, el sólo hecho de que no existe una urgencia ni un drama social o individual en juego pone en posición de plácido observador al narrador. El misterio y la leve tensión están dados por la indefinición, la ambigüedad onírica. Su mayor problema parece ser el descubrimiento de un secreto hiperrealista, metatextual al tiempo que surreal: la creación del propio relato que se está desenvolviendo mientras leemos.

Pero, un momento, hemos de tropezarnos con un símbolo revelador, con una nueva negación que atraviesa todas y cada una de las páginas: la negación de la muerte.

Por supuesto que la simbología en El cuarto de atrás es abundante debido, creo yo, a su carácter onírico, hipnagógico y surrealista. Pero leamos el siguiente párrafo:

El hombre (…) se queda mirando un cuadro que hay en la pared, junto a la entrada al dormitorio. Se titula El mundo al revés (…) donde se representan escenas absurdas como por ejemplo un hombre con guadaña en la mano amenazando a la muerte que huye asustada (…) (30).

¿Qué es el impulso de la “evasión” creadora en la literatura sino el impulso de espantar la muerte, de negar el paso del tiempo, de negar la tragedia de lo que sospechamos es la realidad?

—¿Me puedes dar otro indicio?

—Claro, por ejemplo, negás la realidad porque no te es indiferente, porque te pesa y te duele. Sin esa negación nunca hubiese existido El cuarto de atrás. Bueno, qué digo, no hubiese existido Martín Gaite —me refiero a lo que sos para los demás, una escritora, una confabuladora contra la realidad—. ¿Te acordás cuando escribiste sobre Hitler?:

Hitler acababa de ser víctima de un atentado del que había salido milagrosamente ileso, a los militares organizadores del complot los habían fusilado a todos; me quedé un rato allí sin abrir la boca ni que me volvieran a hacer caso, leyendo aquella noticia tan lejana e irreal que todos, y también él, comentaban con aplomo, como si la considerasen indiscutible. «Es el mayor tirano de la historia», dijo mi padre. A mí no me importaba nada de los alemanes, no entendía muy bien por qué habían venido a España durante nuestra guerra, por qué los alojaban en nuestras casas, no entendía nada de guerras ni quería entender (…) (50).

—Podríamos juzgar esta deliberada indeferencia o desinterés del mundo que te rodeaba como una cobardía y, más incluso, como un acto inmoral. Peso a ello, es posible que exista aquí dentro una sutil autocrítica. Y aunque descartásemos esta posibilidad, no deja de ser incisiva tu voluntad de hacer consciente —narrado— lo que podríamos juzgar como uno de los aspectos más débiles y corruptos de la conciencia moral de un individuo.

—Puede ser —dice Carmen, recostándose para exhalar una bocanada de humo. Sus dedos levemente temblorosos  revelan los primeros fríos de noviembre.

—Te agradecería si cierras la ventana —dice, cansada.

“Otra distinción significativa —pienso, mientras me levanto para correr las cortinas— es el par ficción/realidad. Sabemos que en una novela, aunque se trate de una crónica rigurosa, en definitiva es una ficción. Pero también sabemos que podemos considerarla tan real como un sueño, es decir, tan real como la «realidad» —que a su vez está contraída por una subjetividad”.

Pero aquí lo que importa es la conciencia del diálogo entre ambos estados: la ficción y la crónica, el mundo exterior y el interior, la conciencia y el inconsciente, ser y no ser.

—Te hiciste personaje —observo, de pronto, en voz alta— pero no perdiste completamente tu individuación como ser social, como escritora.

—Me hice personaje para volver a Bergai, de alguna forma.

—¿Quieres decir queEl cuarto de atrás es mi Bergai?

—Sin duda. Bergai es la isla-refugio que inventasete con una amiga de la infancia, no? ¿Te acordás por qué?

—Ella me inició en la literatura de evasión, necesitaba evadirse más que yo porque lo pasaba peor (158).

Aquí la isla —referida también en página 167—, el refugio, el cuarto, la literatura operan como narcóticos, ya que se justifican por una realidad “horrible”, según las protagonistas. Es decir, consiste en una fuga consciente, en una negación clara del mundo exterior —nunca en una indiferencia.

—Luego de inventada la isla quisiste negar la muerte.

—¿De dónde sacas eso?

—Para ustedes dos Bergai, la isla, estaba fuera de la realidad pero era más que un sueño. No podía ser susceptible a la destrucción del despertar, a la destrucción de la realidad cuando se infiltra con los primeros rayos de sol del nuevo día. ¿Te acordás cómo era, exactamente? ¿Qué había dicho tu amiga, aquella especie de Demiurgo?

—“Dijo también que existiría siempre, hasta después que nos muriéramos”, (167).

Pero al mismo tiempo que se le confiere el atributo consistente de la existencia material que confiere “realidad” al nuevo refugio:

—“Fue la primera vez en mi vida que una riña de mis padres no me afectó, estábamos cenando y yo seguía imperturbable, les miraba como desde otro sitio, ¿entiende?” (168).

—Porque el mundo exterior es el mundo de los adultos, el mundo donde existe la muerte, no?

—“Mi amiga me lo había enseñado, me había despertado el placer de la evasión solitaria, esa capacidad de invención que nos hace sentirnos a salvo de la muerte” (168).

—En otros momentos, mientras te leía, encontré esta fórmula existencial y narrativa de afirmar a través de una negación: “El hombre actual profana los misterios de tanto ir a todo con guías y programas, de tanto acortar las distancias, jactanciosamente, sin darse cuanta de que sólo la distancia revela el secreto de lo que parecía estar oculto” (39).

—Y más adelante, recordás tu juventud. ¿Te acordás de aquellos viejos amores, en aquel país tan lejano, como le decías vos?

—Claro, “los amores en Portugal eran negocios de proceso muy lento, de ritual antiguo, amores de ausencia (42).

—Es decir, “amores de ausencia”, “distancias que revelan”, etc. Cuasi oximorones, ambigüedad negadora, revelación del velo, proximidad de la distancia, eternas sugerencias… Fijate que aquí no sólo sugerís la dicotomía dinámica de amor/lejanía, de presencia/ausencia, sino, además, la de presente/pasado, con una clara opción por el segundo término de cada par.

Como fórmula consciente de lo fantástico la autora no nos deja lugar a dudas: ella y sus personajes están convencidos que la ambigüedad es el primer requisito para el género:

—Lo más logrado —dice el hombre— es la sensación de extrañeza. […] Ese hombre que va con usted no sabe si existe o no [referencia al personaje masculino], si la conoce bien o no, eso es lo verdaderamente esencial; atreverse a desafiar la incertidumbre (46).

Y algunas páginas más adelante, por si quedaba alguna duda:

—La ambigüedad es la clave de la literatura de misterio —dice el hombre de negro— no saber si aquello que se ha visto es verdad o es mentira, no saberlo nunca (49).

[…]

—Pero, por qué empeñarse en puntualizar que era un sueño? —dice el hombre de negro— Usted es demasiado razonable.

[…]

—La literatura es un desafío a la lógica —continúa diciendo— no un refugio contra la incertidumbre (51).

—En la página 52 dejaste en evidencia las dos posibilidades fundamentales, para vos o para tu personaje principal: perderse en un laberinto o refugiarse en un castillo. Ambos símbolos son expresiones anímicas de una negación del mundo, es decir, de una conciencia problemática y conflictiva contra el mundo que no desconoce sino que rechaza. Luego, entre el laberinto y el castillo elige el primero, elige perderse, con la cual no sólo niega el mundo sino que lo hace haciendo uso de su recurso literario: la opción por la ambigüedad, por la indefinición, por el misterio.

—Perderse es la mejor defensa —reflexiona ella, mirando hacia la ventana primero y a la máquina de escribir después—. Si uno se defiende deja en evidencia, para la realidad exterior, dónde uno está ubicado, dónde debe ser atacado, dónde es más vulnerable. En cambio, quien se pierde evita todo eso.

La conciencia social negada y la afirmación de la individualidad nihilista, de la droga hedonista, se expresa con una fuerza que sólo podríamos pasar por alto si nos empeñamos en ver esta novela como un autocomplaciente juego solipcista —visión que también pudo ser la suya propia, como autora.

El siguiente párrafo nos confirma, con toda su crudeza, la misma tesis que hemos formulado anteriormente:

[…] una vez incluso cogió una cucaracha en la cocina de casa y la miraba patalear en el aire, decía que era muy bonita («¿No te da miedo?» No, ¿por qué?, no hace nada»), nunca tenía miedo ni tenía frío, que son para mí las dos sensaciones más envolventes de aquellos años: el miedo y el frío pegándose al cuerpo —«no habléis de esto», «tened cuidado con aquello», «no salgáis ahora», «súbete más la bufanda», «no contéis que han matado al tío Joaquín», «tres grados bajo cero»—, todos tenían miedo, todos hablaban del frío; fueron unos inviernos particularmente inclementes y largos aquellos de la guerra, nieve, hielo y escarcha (53).

—Las referencias a la guerra y a los conflictos sociales son el trasfondo permanente en tu novela. Sin embargo, y al mismo tiempo, es prefisamente lo que quieres negar. Por eso te han llovido tantos juicios acusadores.

—Da igual. Me tienen sin cuidado. Como os decía, no pretendo defenderme, sino escapar, perderme.

—Pequeño engaño. No se puede huir indefinidamente, por más Bergai que nos inventemos.

—Claro, no soy tonta. El adulto tiene que salir alguna vez a la calle, la niña termina por crecer algún día. “Hay un momento en que las palabras de los adultos (…) empiezan a interferir en el propio campo y no hay manera de eludirlas (159).

—Definime cómo era el cuarto de atrás. Digo, dame detalles espaciales, por lo menos.

—“Era muy grande y en él reinaban el desorden y la libertad (…)” (161)

—Aquí podemos tener una definición positiva del cuerpo central —desorden y libertad— al tiempo que la definición de lo que no es el cuerpo central, es decir, el contexto negado: la sociedad donde reinaban el orden y la opresión.

Sin embargo este reino al revés será invadido y conquistado por el enemigo exterior, el reino de los adultos, del miedo y la necesidad:

(…) su esencia de aparador constituyó el primer pretexto invocado para la invasión (162).

—Invasión, destrucción. Como te decía, la realidad que no queremos ver se infiltra, tarde o temprano.

—“¿No hay nadie afuera? Dígamelo seguro. No me atrevo a mirar” (171).

—“Nadie, ¿quién va a haber? Permítame, han salido volando todos los folios que tenía en la mesa. Y mi sombrero con ellos” (171).

—¿Por qué esa reiteración?

—Usted sabrá…

—No crea. Pero todo eso parece revelar no sólo el temor al exterior —psicoanalíticamente, a esta altura podríamos definirlo como un caso de esquizofrenia—, sino que seguidamente, a manera de respuesta, su yo inconsciente nos revela un nuevo dato sobre la dirección y la relación que une a la escritora con su conflictivo exterior: los papeles han salido volando, junto con su sombrero. Es lo que podríamos llamar la dirección de la (ex)presión: de adentro hacia fuera, propio de un arista que intenta pero no logra comunicarse con el exterior tan temido, al que niega pero no ignora, al que rechaza al tiempo que es el responsable de la definición de su interior, de su refugio —de su identidad social.

Afuera es de noche [oscuridad] y hay tormenta [inclemencia, el frío antes anotado, el impulso destructor de la naturaleza]:

—¡Qué noche tan infernal! —dice después de cerrar. Por cierto, tiene usted unas sábanas colgadas ahí afuera, se le van a hacer polvo.

—Da igual, ¿No había nadie, verdad? [reiteración de la idea de amenaza exterior, esta vez humana]

—Nadie, venga a mirarlo usted misma si quiere.

—No, me basta con que usted lo diga. Baje la persiana, por favor, y cierre la cortina [nueva negación del exterior] (172).

El frío aparece como símbolo identificado con el exterior amenazante. Esta palabra y la idea aparecen repetidamente, incluso de forma que nos aparece como deliberada, cuando lo dice la hija de C. después de llegar del exterior: “Qué manía tienes siempre con el frío” (176).

Por supuesto que al final se plantea la ambigüedad propuesta en teoría en el cuerpo de la novela: que algo pueda ser y no ser al mismo tiempo. Eso sería la base de la literatura fantástica, según uno de los personajes y probablemente según la propia autora. Ahora, también es necesario que la ficción posea algunos indicios de realidad: no se puede crear un sueño necesario que sea nada, absolutamente irreal. Alguna consistencia ontológica ha de tener o no tendrá ningún valor Esta idea es la que sugiere la amiga de la infancia al crear la isla que durará más allá de la muerte de sus creadoras.

Ahora, este juego necesario se extiende como metaliteratura, a pesar de la fama de intrascendencia de la misma. Y no sólo me refiero al hecho de que El cuarto de atrás es una ficción que reflexiona sobre la ficción. Me refiero al hecho de que la novela misma es el cuarto de atrás, es la isla y es el refugio que pretende negar el mundo exterior pero al cual no es indiferente.

Al final, una novela, como una película o como cualquier obra de arte es lo más parecido a la eternidad del Eterno Retorno: nada se destruye definitivamente, todo vuelve a reiniciarse con cada lectura, con cada lector.

—Una forma engañosa de inmortalidad, no?

—Una forma. No sé si engañosa…

—El final de El cuarto de atrás no es de una gran originalidad.

—No, claro. Perdóneme. Tampoco importaba demasiado la originalidad.

—Es la lectura del inicio, lo que significa un cierre circular, una negación definitiva, es decir, un diálogo conflictivo con la realidad exterior no sólo de la escritora sino de cada uno de los lectores. La (re)creación permanente, lo opuesto a la entropía del Universo, lo opuesto a la muerte.

—Otra prueba de mi egoísmo deshumanizado que también recae sobre cada uno de mis lectores, vale?

—¿Por qué verlo así? Si dentro de cien o doscientos años alguien quisiera tener una idea —aunque sea mínima— de aquella sociedad española de 1977, tendría que leer El cuarto de atrás, entre tantas otras ficciones, claro. Seguramente vos no quisiste escribirla para cambiar tu sociedad, como lo intentaron sin éxito tantos otros. El cuarto de atrás es un yo sobreexpuesto, problematizado, pretendidamente frívolo como Wilde o Proust, pero definitivamente lejos de construcciones lúdicas propias de la novela rosa, de misterio, comercial o de alguna otra calculada en luminosas y pulcras agencias editoriales pensando en la sociedad de lectores consumidores —verdaderas propuestas deshumanizadas, si las hay. Y pocas cosas hay tan representativas de una sociedad que un yo verdaderamente abierto, expuesto. Es doble ficción creer que una sociedad es la sumatoria de los individuos “que la componen”. Mejor deberíamos entender que en cada individuo se realiza la sociedad. Y, sabés una cosa Carmen, si dijera que en El cuarto de atrás cabe un ser humano, o una parte de ese ser humano, ya sería demasiada virtud para una novela. Pero para aquellos que te acusan de indiferencia social y otras calamidades éticas, podemos decir que en tu pequeño cuarto de atrás cabe una parte enorme de aquella España. Es más: aún sigue estando allí esa gran parte de España aunque España haya cambiado tanto. Pero ¿cómo entender ésta sin aquella? ¿Cómo entender Nosotros sin el Yo?

* * *

Jorge Majfud

Jacksonville University

Balseros

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Balseros

Carles Bosch y Josep Mª Doménech

España, 2002.

Cuando el contexto es Cuba el texto está debajo de un lente político que nos reclama una definición del mismo género. Esta exigencia implícita es producto de una deformación que ha producido la historia maniqueísta de los últimos cincuenta años. Consecuentemente, las producciones cinematográficas han respondido a esta simplificación política tomando posición según los únicos lugares disponibles: de este lado o del otro. Cuando miramos una película cubana generalmente no podemos abstraernos de esta exigencia. Desde el comienzo nos interrogamos sobre la posición de su productor: ¿Desde qué punto de vista ideológico está narrando la película? Sabemos que este punto de vista será (1) a favor del régimen comunista, (2) en contra del régimen comunista o (3) de forma relativa, a favor y en contra de ambos. Esto, que parece una tautología, no lo es: en cualquier caso, el factor político permanece omnipresente y exige un juicio.

Entiendo que Balseros tiene un raro mérito: ¿cómo hacer una película sobre Cuba, sobre la problemática social y política de Cuba sin tomar partido? Pero aún más: ¿cómo hacer una película sobre el problema político de Cuba sin que el elemento político se transforme en el tema de fondo? Balseros parece haberlo logrado poniendo el drama humano en el centro, de tal forma que nos impida definir la posición política de sus realizadores. Si al comienzo los espectadores anticastrista se congratularon con las imágenes de la miseria comunista que justificaba la aventura del balsero y el aparente “sueño americano” realizado en la segunda mitad del film, todo eso entra rápidamente en cuestión y un fantasma inefable cruza muchas de las historias: el esfuerzo los ha llevado de la miseria comunista a la miseria consumista. El drama de la complejidad humana comienza a desplazar al drama político. Los exiliados no son representados tanto como gente obligada a abandonar el país por la fuerza sino gente que lo abandona para realizar sueños materiales que en ocasiones logran (con modestia) y en otras ocasiones no. Luego de varios años de penurias en Estados Unidos el «sueño americano» no se destruye, ya que nunca fue una simple esperanza sino un mito. Y los mitos no se destruyen con una realidad personal. Sin embargo se advierte la paradoja del nuevo sistema: para darle a la familia de Cuba todo lo que quieren (o necesitan) es necesario antes olvidarse de ellos. Como dice uno de los personajes consejeros, para ayudar a los demás antes tienes que estar bien tú. Pero ese “estar bien” nunca llega y la lucha por la sobrevivencia se transforma en un olvido del propósito declarado originalmente.[1] Por otra parte, la libertad tiene un precio; casi siempre pasa por los clérigos del capitalismo: los abogados, los cuales no son accesibles a los balseros y a los trabajadores de servicios insuficientemente remunerados.

La carencia de libertad de expresión aparece mencionada como un problema, pero en ningún momento se dramatiza como se hace con la pobreza.[2] Por el contrario, las fiestas públicas de la construcción de las balsas parecerían indicar un folklore promovido por algún ministerio de turismo. Lo cual en parte es lógico. La película está destinada a un público consumista para el cual la «libertad de expresión» no es central; lo central es el «poder adquisitivo». Ninguno de los balseros es un intelectual, alguno de esos escritores que andan escondiéndose en la isla, algún idealista rebelde o algún artista que ha sido liberado por alguna circunstancia. Los balseros de Balseros no son refugiados de conciencia sino refugiados capitalistas: todos quieren “progresar”, tener “una casa, un carro y una mujer” o “darle a la niña lo que me pida”. La frase pintada en un bote «en Dios confiamos» representa la promesa de prosperidad material de Estados Unidos; no a Dios, porque en cubano se lo llama de cualquier otra forma. También la letra de la rumba que lo acompaña: «que sea lo que Dios quiera» no refiere a Dios sino a la suerte, a la fortuna (americana) que estas personas-personajes tratarán de realizad en Miami, en el Bronx, Nueva York, en Grand Isle, Nebraska y en Albuquerque, Nuevo México. Kaminski cita a Coper: “If it’s about ambition, we were all born in the wrong country”.

Balseros pertenece al género documental; es testimonial y es “reality show”. Es decir, es la síntesis de una tradición y una novedad de la televisión de los años noventa. La voz en off narrando la historia que es expuesta en imágenes es una constante en otras películas cubanas. A veces esa voz es personal; otras veces es una forma de voz de la conciencia, un monólogo interior. Como en las películas anteriores, la intertextualidad de otros medios de comunicación (especialmente la televisión) contextualizar  el texto y completan su narración. En Memorias del subdesarrollo aparecían Fidel Castro y Kennedy; en Balseros aparece Fidel Castro y Bill Clinton. En todas las demás aparece Fidel Castro. Otro elemento que subraya el estilo testimonial es la elección de cinco personas que narran su aventura en las balsas (Rafael Cano, Oscar del Valle, Mérycis, Míriam…) de tal forma que al comienzo nos hacen dudar si son actores profesionales o personas comunes que recrean sus propias vidas. Otro son las entrevistas, como el de aquellos a quienes les son denegadas las visas por parte de Estados Unidos [3], lo cual tiene una lectura real y directa: los balseros son producto de una política administrativa de ambos lados. Todo eso apoyado por la insistencia de fechas concretas, con día y hora marcadas en la pantalla como se marcan los hechos de una investigación sobre esa ficción colectiva que todos llamamos realidad. Todo lo cual está confirmado por el uso de rostros conocidos en la televisión hispana en Estados Unidos, de programas “reales” y de abogados que realmente son abogados.

Para terminar, una observación teórica: Kaminski expone una idea que Amarill Chanady ya había analizado en Latin American Identity and Constructions of Difference:

Because of the «impossible unity of the nations as a symbolic force», any constructions of coherent view of the nation, or sustained strategy of nation building, necessarily leads to homogenization. As Renan writes, «unity is always affected by means of brutality.» What that means is not only that the nonhegemonic sectors of society are «obligated to forget», and concomitantly obligated to adopt dominant cultural paradigms in several spheres, but that “forgetting” is the result of marginalization and silencing, if not annihilation (xix).

No obstante, no encuentro sólido el argumento de que la noción de nación está dada por el exilio, la diáspora. La recurrencia a ejemplos de Benedetti, de Peri Rossi, etc., son valiosos para describir una forma de definición de nacionalidad, de pertenencia, de subjetividad “nacionalista”, etc. Pero no son suficientes para una conceptualización más genral de los términos centrales que intenta definir (patria, matria, identidad, historia, mitos nacionales, etc.) Sí podría argumentar a favor de que la definición de nación (como la definición de identidad y de persona) está en estrecha relación con la definición y exclusión del “otro”. Eso cualquiera lo puede intuir sin haber leído nunca a J. Derrida. En este sentido, sí, el exilio juega un papel fundamental —pero no determinante.

_________


[1] Un cubano veterano aconseja e instruye al recién llegado en el arte de la sobrevivencia capitalista: “tú tienes que resolver tus problemas y no tienes tiempo para ocuparte de los demás. Y como tú siempre tienes problemas…” “Working, working, day and night”, lo que podrías es la letra de una canción es el slogan promovido para las clases servidoras, aquellas que sólo pueden aspirar a “trabajador ejemplar de la semana”, con su pequeña foto de los honores pegada en una pared de fast food. O lo que es igual: “la compañía prospera, nosotros prosperamos y todos felices” Aplausos.

[2] Es significativo el hecho de que una misma película, rodeada de connotaciones políticas, sea expuesta y premiada por Dios y por el Diablo: Balseros participó en el 24º Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano, La Habana, en el 2002, siendo premiada como le mejor “documental extranjero”. También en Miami, en el año siguiente, participa en el International Film Festival, y recibe el Audience Award

[3] Uno de los entrevistados dice, a la puerta de la embajada norteamericana y después de serle denegada la posibilidad de entrar legalmente en este país: “La opción que me queda es timarme al mar”.

 Jorge Majfud

Jaccksonville University

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José Cadalso, Noches lúgubres.

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José Cadalso. Retrato de Castas Romero. Museo ...José Cadalso. Noches lúgubres. [1771] Madrid, Biblioteca nueva, 2000.

Breve psicoanálisis de Noches a modo de Book review

Hermeneutica >>

María Dolores Albiac-Blanco, en su Introducción a Noches Lúgubres, escribe que “sin duda Cadalso compuso las Noches a raíz de la muerte de María Ignacia Ibáñez, en 1771” (74). Lo que está aún en cuestión es si Cadalso protagonizó o no un intento de exhumación de su amada tal como lo hace Tediato, el protagonista de su obra más conocida. Cierta o no, lo único que tenemos en concreto es la misma leyenda y su correspondiente disputa. Lo cual nos hace pensar más en los críticos y en los lectores de Noches lúgubres que en su autor. ¿Es importante saber si los hechos sospechados sucedieron o no? ¿No ha sido la misma sospecha —o al menos su reproducción— obra del mismo espíritu romántico que parece encarnarse en esta obra de ficción? Probablemente sí, ya que el romanticismo no deja de ser una fe y una necesidad, aparte de un simple estilo literario: el romántico es un creyente que ha perdido a Dios y la razón. Tal vez la anécdota no sea cierta, pero si estoy afectado de un ánimo romántico preferiría creerlo así. Al fin y al cabo, no sería menos cierto que su opuesto.

A pesar de que Noches lúgubres es una breve novela dialogada[1], escrita más para ser leída que representada, Cadalso hace uso de su propia experiencia de “lector de teatro”. Esto podemos verlo cada vez que inicia una noche (un capítulo) con cierto tremendismo y afectación, en la voz de su protagonista, lo que nos recuerda al célebre monólogo del príncipe Hamlet, de Shakespeare.  (137-138). Esa afectación emocional y exagerada tampoco se aleja de referente inglés, al mismo tiempo que posee los elementos más reconocibles del Romanticismo que aún no había adquirido cédula de identidad en la historia moderna del arte y la literatura: la tempestad (fenómeno cósmico) no es la causa sino la consecuencia del drama interior, existencial, del protagonista ([2]): “¡Ay si fuese el último día de mi vida ¡Cuán grato sería para mí!” (138). Aparte o de forma simultánea, la incomprensión ajena: “Lorenzo no viene. ¿Vendrá acaso? ¡Cobarde! ¡Le espantará este aparato que naturaleza le ofrece. No ve lo interior de mi corazón” (138). Y más, la incomprensión del mundo corrupto de los hombres, causa de la desdicha de su enamorada y, por ende, del protagonista: “¡ay dinero lo que puedes! Un pecho sólo se te ha resistido… ya no existe… ya tu dominio es absoluto” (138), “interés, único móvil del corazón humano” (140). Lo cual nos recuerda que estamos en un momento histórico donde el dinero comienza a imponerse como protagonista (ver Vida, de Torres Villaroel) en las nacientes sociedades capitalistas de Europa. No obstante, otros residuos de viejos tópicos conviven con una crítica moderna: “¡Entre cuántos peligros camina el hombre —dice Tediato, en uno de sus monólogos— el corto trecho que hay de la cuna al sepulcro!” (147). La comparación de la cuna y la tumba, así como la vida y un camino breve, pertenecen a la literatura medieval. Por otra parte, también tenemos el tópico de “la vida es sueño”: “Si el sueño es imagen de la muerte…—dice Tediato— ¡Ay! Durmamos. (172)

Notemos el contraste: Cadalso, un “filósofo ilustrado” [razón] (11) escribe una obra que es pura irracionalidad, como un científico o una mente obsesivamente lógica sueña en la noche y expurga sus verdades más profundas, reprimidas por la corteza cerebral. Una interpretación psicoanalítica de Noches lúgubres nos derivaría en la idea de cuna-tumba-matriz, lo cual estaría en correspondencia con la obsesión por la amada que está en la tumba. Pero ello nos llevaría a un claro complejo de Edipo, negado de forma explícita —aunque no por ello convincente— por el mismo protagonista, lo cual podría ser entendido, por la misma técnica freudiana, como una confirmación. El hecho de caer desmayado en la tumba, más allá del humor, indica la muerte como un entrar en la matriz, es decir, un nacimiento inverso, una caída en el inconsciente —en el sueño, en la muerte. Lo cual no deja de tener connotaciones sexuales (edípicas). Tediato: “caí desmayado en el mismo hoyo de donde había salido el objeto terrible” (150). Poco más tarde se demora definiendo a sus progenitores. El padre es aquel que “engendra por su gusto” y “nos educa[n] para que le[s] sirvamos” y luego “nos abandona[3] por vicios suyos” (151). Por su parte, también rechaza a la madre porque “nos engendran también por su gusto tal vez por su incontinencia [placer sexual incontrolado] nos vician con su mal ejemplo […] nos hurtan las caricias que nos deben y las depositan en un perro o en un pájaro” (152). El desprecio del padre interesado encuentra un claro paralelo en el interés monetario de la religión, según Freud, el padre muerto, el sustituto del sustituto (el tótem). Lorenzo le pregunta si lo que busca son las alhajas del templo. Tediato responde: “Queden en buenahora esas alhajas establecidas por la piedad, aumentadas por la superstición de los pueblos, y atesoradas por la codicia de los ministros del altar” (156). La expresión “éramos uno. Su alma, ¿qué era sino la mía? La mía, ¿qué era sino la suya?” (163) puede remitirnos a la idea socrática de la “unión perfecta” a través del amor. Sin embargo, Freud no se dejaría llevar por este idealismo metafísico (platonismo): sólo están perfectamente unidos, sólo comparten una mima alma —un mismo cuerpo— la madre y su hijo en el vientre. Por otra parte, la valoración de los hijos es negativa, por parte de Tediato culminando con la siguiente incertidumbre edípica: “no quiero ser, ni tener, hijo, hermano, padre, madre, ni me quiero a mí mismo, pues algo he de ser de [todo] esto” (154).

El conflicto del romántico se inicia con el nacimiento y su objetivo es volver al vientre de la madre: el amor, el sexo, el regreso al útero, la tumba, la muerte, que es lo mismo que dormir (la anulación de la conciencia). “Cuántas tardes he pasado junto a esta piedra [de la tumba de mi amada] como si parte de ella fuesen mis entrañas” (147). Pero la abertura se cierra y el nacimiento inverso no se consuma. (156). Entendido de esta forma, podemos ver que Lorenzo y Tediato son los dos hemisferios de un mismo cerebro, es decir, son una misma persona que en lugar de un monólogo realizan un “diálogo interno”. Lorenzo no es actor independiente de esta historia, sino sólo el interlocutor de los pensamientos de Tediato. Por consiguiente, lo mismo podemos pensar del hijo de Lorenzo, quien también se llama Lorenzo. Su madre ha muerto de sobreparto. La ha perdido por culpa de su padre, pero como su padre es él mismo, una vez más se confirma el incesto. Esta identificación de los tres personajes se confirma en las fraces siguientes: “[Lorenzo = Tediato] haz un hoyo muy grande; entiérralos [entiérrome] todos ellos vivos, y sepúltate también con ellos [yo mismo]” (178).

La idea del regreso al vientre de la madre está claramente confirmada en la escena de la cárcel. ¿Por qué Cadalso agrega este hecho gratuito? ¿Sólo para señalar la injusticia de la sociedad, en la cual está atrapado el Yo del romántico? Sí, esa es una lectura totalmente válida. Pero no es la única. Si continuamos con nuestro análisis psicológico, veremos que la cárcel es una forma de tumba-matriz. Cuando se descubre que Tediato es inocente y lo liberan, Cadalso se pierde la mejor oportunidad de culminar su obra de una forma perfecta, desde un punto de vista romántico, es decir, con la muerte injusta del protagonista. Sin embargo, no es esto lo que ocurre, porque esta escena tiene la función de confirmar la obsesión antes anotada: cuando Tediato se ilusiona con su condena en la celda y su posterior muerte (camino a la tumba-matiz) es arrojado de la cárcel-tumba-matriz al mundo, es decir, nace, es expulsado por el útero, es castigado por la madre con la separación: “me vienes a despertar, ¿y para qué? […] Me vuelves a arrojar de nuevo al mundo” (173), dice Tediato. ¿Por qué de nuevo? ¿No indica esto que hubo una vez anterior, es decir, el parto? “lloran, van a morir y lloran” [nacimiento] (170). “Ven, muerte, con todo tu séquito. Sí, abrase esa puerta; entren los verdugos feroces manchados aún con la sangre que acaban de derramar” (171). Luego, cuando presencia las miserias de Lorenzo y su hijo (sus propias misereias), Tediato insiste en la idea de volver a la matriz: “Oh, vuélveme a la cárcel, Ser Superemo, si sólo me sacaste de ella para que viese tal miseria en las criaturas” (181).

No obstante este análisis psicológico, podemos (debemos) considerar la dimensión histórica. La crítica a la religión es, también, producto de una sociedad más crítica y en tránsito de entrada al capitalismo luego de una experiencia por el Iluminismo.

El segundo personaje de importancia nos recuerda, también, a Hamlet: Lorenzo, “el sepulturero del templo”, se ha habituado a su trabajo hasta la insensibilidad. Sin embargo, este es un momento romántico y, por lo tanto, ni siquiera sus manos callosas serán insensibles: “he enterrado por mis manos —dice Lorenzo— tiernos niños […] doncellas hermosas, envidiadas de las que quedaban vivas” (142).

En todo momento Tediato se presentará como víctima, al tiempo que como conciencia moral. Cuando Lorenzo confunde las intenciones de Tediato, creyendo que quería abrir la sepultura del duque de Fausto, buscando documentos valiosos, Tediato dice (con desprecio): “Tan despreciables son para mí muertos como vivos; en el sepulcro como en el mando; podridos como triunfantes; llenos de gusanos como rodeados de adulones” (144-5). Apreciamos el “ego” romántico y, al mismo tiempo, no podemos pasar por alto esa conciencia social, de clases. O, lo que es más, una clara conciencia histórica. Cuando Lorenzo le advierte que tampoco el “indiano” tiene valores en su tumba, porque él mismo lo revisó, Tediato repite su desprecio: “Tampoco vendría yo de mi casa a su tumba por todo el oro que él trajo de la infeliz América a la tirana Europa” (145).

Pero el conflicto no es sólo psicológico, sino de paradigma: la razón contra el corazón, la fría Ilustración contra el Romanticismo: “Pero ¿qué es la razón humana —reflexiona Tediato—, si no sirve para vencer a todos los objetos, y aún a sus mismas flaquezas? [Yo] Vencí todos esos espantos. (150).

Otra expresión crítica contra las clases: Tediato: “[de mi muerte hablarían] como del tiempo bueno o malo suelen hablar los poderosos, no como los pobres a quienes tanto importa el tiempo” (162). Tediato a Lorenzo: “¿Qué importa que nacieras tú en la mayor miseria y yo en cuna más delicada?” (182) [Tópico medieval: la muerte igualadora.] Tediato: [anticlasismo] “hermano nos hace un superior destino, corrigiendo los caprichos de la suerte, que divide en arbitrarias e inútiles clases a los que somos de una misma especie” (182).

La edición de María Dolores Albiac-Blanco incluye la disputada Cuarta noche dentro de una sección que contiene varios apéndices. Esta colección histórica de prólogos y epílogos nos da una clara idea de los elementos que ayudaron a acrecentar el misterio y la fama de un manuscrito tan breve como Noches lúgubres. Cartas de los amigos de Cadalso, finales apócrifos para una obre claramente inconclusa, notas de editores que dicen más de su propio tiempo que del propio Cadalso completan esta edición que sin duda será de utilidad a aquellos lectores que esén más interesados en Cadalso y su mitificación posterior que en Noches lúgubres.

Jorge Majfud

majfud.org

Jacksonville University

Cadalso, José. Noches lúgubres. [1771] Madrid, Biblioteca nueva, 2000.

Torres Vilarroel, Diego de. Vida, ascendencia, nacimiento, crianza y aventuras. Madrid: Ediciones Cátedra, 1980.


[1] Por ejemplo, el protagonista narra el crimen de un hombre como si fuese un narrador y los hechos no fueran visibles para el espectador. Como si hubiese escrito para ser leído y no representado (ver pág. 164).”no me dejas abrir con esta llave […] Ya abrí, entremos” (141); Ya he empezado a alzar la losa de esta tumba” (151); “Ya estamos en la cárcel” (167), etc.

[2] Como en King Lear.

[3] Layo, el padre de Edipo, abandona a su hijo atado de los pies, para salvar su vida (por conveniencia propia). Literalmente “Edipo” significa “pie hinchado”, lo cual se corresponde con la descripción que hace Tediato de los gusanos de su amada que subían por su pié.

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Margaret

La asistente

Todos los martes de noche llegaba Margaret con sus carpetas de apuntes y sus materiales didácticos. Todos los martes de noche María José y Ernesto la escuchaban atentamente. Margaret era una asistente social del gobierno que enseñaba a los padres a criar a sus hijos. Estos funcionarios ponen mucha atención en las familias de hispanos, porque es bien sabido que proceden de una cultura machista y violenta. El entrenamiento consistía en una larga charla de cuarenta minutos más un video didáctico de diez minutos y una demostración práctica de diez minutos más, lo que sumaba una hora al fin de la cual María José y Ernesto firmaban un papel diciéndole al gobierno que el programa estaba funcionando.

El martes 8, Ernesto llegó de mal humor de la constructora, quince minutos antes que Margaret, tuvo que hacer esfuerzos titánicos por mantenerse atento a la lección de la semana. Si no fuese porque pasaría por mal padre y peor esposo, hubiese dicho que lo dejaran tirarse quince minutos en el sofá con una copa de vino. Pero resistió. Era su voluntad y también era su trabajo, resistir, demostrar a la funcionaria del gobierno y al resto de los conocidos que podía llegar del trabajo molido y a veces humillado —Ernesto consideraba una humillación cualquier orden que debía cumplir contra su voluntad y en silencio— y cambiar pañales, lavar los platos y cantar al mismo tiempo.

Pero en los diez minutos finales de ese día, Luisito estuvo más inquieto que de costumbre. Repitió tres veces la misma pataleta que a los chicos les da a esa edad, griterío a toda garganta seguido de revolcadera por el piso, todo por un lápiz que el padre le negó por peligroso. Ernesto se limitó a decir “no”, primero y “no!” después, lo que condujo a la intervención de la especialista:

—Procure no decirle que no. Esa es la palabra que más escuchan los niños. Por eso reproducen la negatividad en sus conductas.

—Qué podemos hacer en estos casos, Margaret —preguntó María José.

—Abrácelo. Ustedes deben consolarlo. Díganle que lo quieren. Demuéstrenle que no perderá su amor por el yogurt derramado. Eso desarrollará su autoestima y su confianza en los mayores.

—Ves, Ernesto. Tú siempre dices que los padres son educadores, no consoladores.

 Antes que terminara la frase, Luisito tiró el yogurt sobre la alfombra y Ernesto, en otro descuido, le dijo que no volviera a hacerlo más. Pero se lo dijo con tanta vehemencia que sorprendió a Margaret.

Como buena profesional, sin perder la calma y el tono suave, casi sensual, Margaret le explicó que lo que había hecho Ernesto era un ejemplo de un error muy común entre los padres latinos.

—Cual? —preguntó Ernesto casi arrepentido.

—Levantarle la voz al niño.

—Qué se supone que debería haber hecho?

—En estos casos la Asociación fuertemente recomienda explicarle al niño que el yogurt no va en la alfombra. Incluso, para no herir su sensibilidad, usted debió acercarse al niño y jugar con el yogurt derramado. Al fin de cuentas igual deberá usted pasar un quitamanchas. Es el mismo trabajo.

—Sí suena muy práctico, como siempre. Pero no creo que sea para tanto. Cuando tenga un jefe como el mío y un chiquillo como Luisito, ya va a saber lo qué es vivir en un mundo dibujado con límites gruesos.

—Señor Campos —razonó tranquilamente Margaret, rehuyendo siempre a mirarlo a los ojos—, el niño tiene dos años… Ya tendrá tiempo de aprender todo eso.

—Cuanto antes mejor. Además, no creo que entienda una explicación sobre la inconveniencia de tirar el yogurt en la alfombra cada vez que está lleno.

—Por sus palabras deduzco que su infancia no ha sido fácil.

—Cierto.

—Ha presenciado escenas violentas en su casa paterna?

—Sí, algunas.

—Su padre le pegaba a su madre?

—No, qué va. En todo caso era al revés. Pero ni siquiera eso. También la vieja era una mujer tranquila.

—Entonces?

—Por ejemplo, más de una vez tuve que ver cuando a mi padre se le moría una vaca y no tenía más remedio que cuerearla.

—Cuerearla? Qué significa eso?

—Sacarle el cuero. Tenía que abrirla con un cuchillo por la panza, así, de arriba abajo, y desollarla con cuidado para poder conservar el cuero al menos.

—Qué horror! Y usted qué edad tenía?

—Cinco o seis años.

—My God! Eso es suficiente para traumar a un niño. A su padre no le importaba? Qué grado de educación tenía?

—Mi padre había terminado la secundaria y nada más. Y por eso mismo no podía darse el lujo de perder la vaca entera. Al menos así rescataba el cuero, y como aquello era la Pampa, aunque me decía que me fuera lejos, igual a los cien metros yo podía ver cómo cuereaba el animal muerto. Y no le cuento cuando un baqueano tenía que matar un cerdo clavándole un cuchillo en el corazón. El bicho gritaba como un marrano.

—My God!

—Alguien tenía que hacerlo. Todos tenían que comer. Qué comió usted hoy?

—Ensalada. Qué más recuerda?

—A veces por ahí andaba la familia del occiso, una pareja de cerdos que se ponían a hacer el amor delante de mí. Esas cosas no se olvidan.

—Qué horror! Todo eso explica la violencia.

—Perdón, cuál violencia?

—La violencia en los países latinos.

—Sin embargo yo no soy un criminal. Nunca he matado a nadie y detesto la violencia de todo tipo. Sin ir más lejos, no soporto que de los cien canales de televisión que tengo aquí, en por lo menos noventa siempre estén matando, sacándole un ojo o pegándole un tiro en la cabeza a alguien. Quiere que le muestre?

—No hace falta. Pero todo eso es ficción.

—El sexo también puede ser actuado, y sin embargo es tabú o es pornografía. Si uno se descuida, los niños pueden ver quince asesinatos por noche. Pero si dos personas se dan un beso de lengua lo censuran. Se puede representar un crimen pero no se puede representar el amor.

—Mi pastor siempre dice algo muy sabio. El mal del mundo nace cuando se confunde el sexo con el amor.

—No, yo no los confundo. Pero tampoco me aparecen necesariamente incompatibles. O acaso no es posible que sexo y amor sean la misma cosa alguna vez? Digo, en un mundo tan materialista cada tanto es posible que sean la misma cosa, por milagro o por coincidencia. Aunque más no sea representado. Pero no, para la moral pública el sexo nunca es amor y siempre es obsceno. Así que hay que prohibirlo y predicar en su contra, para olvidar que el mal no nació con el sexo sino con el crimen contra el prójimo. Pero para decirle la pura verdad, a mí los cerdos de la Pampa me enseñaron no sólo que el sexo es algo natural sino que además me explicaron lo que mis padres no sabían cómo hacerlo de forma más científica. Pero en la televisión, cuando un tipo o una hermosa mujer —disculpe que no haya dicho “hermoso hombre”; no es que sea machista, es que soy heterosexual—, cuando algún adonis o alguna amazona le apunta a la frente de un desdichado y lo revienta de un disparo tipo misil transcontinental, ni uno ni otro dicen alguna mala palabra. Eso está prohibido y cuidadosamente controlado.

—En los países latinos no?

—No. En las televisiones de nuestros países se putea de lo lindo.

—Por favor, Ernesto! —se quejó María José, advirtiendo que la conversación se había desvirtuado del todo.

—Qué? No es cierto? —insistió Ernesto— Allá se besa más seguido de lo que se mata y las mujeres andan medio desnudas.

—Parte de la cultura machista.

—Sí, andan medio desnudas como en todos los países donde impera el machismo. A excepción de las mujeres musulmanas, que por su retraso cultural visten de más. Porque el machismo no sabe vestir a las mujeres. O las viste con poca ropa o las viste de más. Nunca en su justa medida, como en Estados Unidos, donde las mujeres son libres.

—Usted no negaría que en sus países impera el machismo.

—Imperan muchas cosas. Claro, todos tenemos defectos. En eso le doy la razón. También tenemos problemas con la delincuencia callejera, con el crimen organizado, con la pobreza organizada de las favelas. Pero en general nos gusta menos la muerte, la sangre, la excitación del crimen tipo Agatha Christie o las máquinas de matar, tipo Arnold Schwarzenegger. Al menos que no tengamos cine propio. Al fin y al cabo hay que reconocer que The Terminator tenía muy buenos efectos especiales. Toda una ciencia.

—Le repito que todo eso es ficción. Nuestros programas de educación infantil han funcionado desde hace años y en todos los modelos puestos en práctica la violencia está prohibida, llámese decir “no”, como usted lo ha hecho, como retar al niño por un yogurt derramado en la alfombra. Los niños reproducen lo que ven.

—Sin embargo en esta casa nadie tira el yogurt en la alfombra ni tenemos la costumbre de meter los dedos en los enchufes. Para mí que está en la naturaleza del niño, y como en la naturaleza no hay enchufes con corriente eléctrica ni alfombras que cuidar, no queda más remedio que educar. Y más vale un no bien clarito que un ni con complejos.

—Espero que usted no esté pretendiendo darnos clases a nosotros. Los estudios indican claramente que se debe erradicar toda forma de violencia en la educación de un niño.

—Me alegro. Ya le dije que no aplaudo ninguna forma de violencia. El problema es definirla. También es violencia hacerle creer a un niño que el mundo es blando como un osito panda.

—Hace años que categorizamos y erradicamos cada tipo de violencia y le puedo decir que todos estos planes han sido un éxito.

—De dónde deduce usted que han sido un éxito?

Sólo por leves momentos Margaret parecía molestarse con los cuestionamientos de Ernesto. Sin prisa, comenzó a ordenar sus papeles en la carpeta azul.

—Muchos estudios lo demuestran contundentemente —respondió.

—Desde cuando datan esos experimentos?

—De las décadas de los sesenta y de los setenta.

—A ver, déjeme ver. Si no me fallan los números, todos los soldados y los generales y los políticos y los pastores que han participado y apoyado la última guerra en Irak, por mencionar sólo una de las tantas, fueron educados de niños según esos métodos de no violencia. Cómo es que niños tan alejados de palabras fuertes, del rigor de los padres, de la muerte y del sexo en todas sus formas son capaces de bombardear mercados y ciudades llenas de niños? Niños como el mío, como los de usted. Sabía cuántas personas van muriendo en Irak? Más de medio millón, si consideramos personas a los iraquíes, claro.

—Es diferente.

—Sí, es diferente. Todo es hecho con el más puro lenguaje, con la gramática perfecta. Libertad, democracia, Dios, civilización. La sangre no salpica. Los muertos no tienen familiares que lloran. Esos jovencitos —con una alta autoestima, no vamos a dudarlo—, esos jovencitos que van a matar fanáticos a otros países piensan que están en un video game. Aprietan un botón y ni tienen que pasar por el desagradable espectáculo de presenciar lo que ellos mismos hacen. Y si alguno ve algo en vivo y en directo, es decir, algún descuartizado afuera de la pantalla azul y verde, entonces lo mandan a psicólogos de prestigio, programas que han tenido éxito, teorías científicamente comprobadas y avaladas por estudios de prestigiosos doctores. Y los que no van a la guerra ni se suicidan al volver se dedican al abuso de la Coca Cola, en el mejor de los casos, o a la coca a secas, en el peor. Sabía usted que este país, con niños tan bien educados y alejados del sexo y la violencia de decir no, es el mayor consumidor de estupefacientes del mundo? Sabía usted que en el país donde están prohibidas las malas palabras y alguna que otra cola hermosa en la televisión, donde una mirada puede ser considerada acoso sexual —de hecho aquí ninguna mujer resiste que la miren a los ojos; cuando uno las mira, esquivan la mirada como si fueran monjas cortejadas— no obstante, y tal vez por eso mismo, esto está lleno de psicópatas sexuales y asesinos en serie? En nuestros atrasados países los asesinos matan porque son bestias. Le pegan un tiro a uno. Casi no se conoce eso de matar en serie, porque es un invento de la producción y reproducción sistemática de cosas. Los asesinos en esos países atrasados no calculan, no aprietan botones y suprimen doscientas mil personas en un sólo día. Eso sólo es posible en un país donde los niños son criados bajo las mejores teorías psicológicas de la no violencia y el pudor.

Margaret no perdió la calma. La contuvo para que no se le escapara. Miró el reloj. Con mucha elegancia dijo que se había hecho tarde. Tres minutos tarde. Los padres firmaron. Margaret confirmó el número de palabras que Luisito podía pronunciar. 33. Normal para su edad, pero si en la próxima visita no había podido unir un sustantivo con un adjetivo habría que derivarlo a un especialista. Tomó sus cosas, con suavidad y se despidió con la misma sonrisa de siempre.

Pero un segundo después que la puerta se cerró, se escuchó que decía:

—Fuck you.

Ernesto no supo distinguir si el tono era de rabia contenida o era el mismo tono imperturbable de siempre. De lo que sí estaba seguro es que Margaret había querido ser escuchada. La mejor oportunidad de su vida de decir una mala palabra en público.

 

Jorge Majfud

In Entre Orientales y AtlantesAntología de relatos uruguayo-canaria. (short stories) Tenerife, Spain: Editorial Baile del Sol, 2010.

Crisis (novela 2011)

Sobre revisionismos

 

 

El revisionismo de la historia (I)

José Artigas es uno de los pocos líderes políticos y militares de la historia que no es representado montado en un caballo blanco inmaculado, como el del mártir San Jorge. La lista es larga y ridícula: Napoleón, Washington, San Martín, Bolívar y Stalin, etc. Ridícula, improbable, pero históricamente efectiva, simbólica, es decir, real en el imaginario tradicional.

Por el contrario, la representación más famosa de Artigas sobre un caballo lo muestra sobre un matungo criollo, oscuro, taciturno y cabizbajo como él mismo. La imagen refleja la derrota y el exilio pero, sobre todo, la forma de ser de cierto carácter nacional. No porque fuese el único líder derrotado militarmente y, sobre todo, en sus ideales. A diferencia de los llamados “Padres fundadores” de Estados Unidos, casi todos los grandes líderes de lo que hoy es América latina fueron fracasados al final de sus vidas, traicionados y derrotados. Casi todos murieron en la frustración del exilio y de la nostalgia de sus ideales destrozados. Pero no todos reflejaron en el imaginario colectivo esa melancolía y humildad, a veces terriblemente onettiana, que la tradición del nuevo país, Uruguay, adoptó para sí mima en oposición a otras formas abiertamente extrovertidas y a veces avasallante de nuestros vecinos mayores.

La historia es una creación humana; es lo que se hace y lo que se dice de lo hecho; difícilmente dicho y hecho coinciden, porque básicamente son dos cosas diferentes. Pero llamamos verdad cuando estas dos cosas se aproximan, error cuando no coinciden y mentira o ficción cuando deliberadamente se sustituye uno por el otro como forma de resolver las diferencias.

Los motores de la historia son varios: la justicia, los instintos más primitivos o el impulso natural por crear y destruir. Pero quizás el poder sea uno de sus motores menos discutidos.

Ahora, si el poder, por definición, es esa fuerza capaz de definir o cambiar una realidad, ¿cómo no sería capaz de definir o cambiar lo que se dice de ella? La narrativa histórica no se diferencia de la ficción por sus medios de expresión ni por sus efectos en la memoria. Pero si la historia está comprometida con la verdad particular de los hechos, la ficción está comprometida con la verdad general de las emociones humanas a través de lo particular.

Una de las fuerzas creadoras y destructivas más potentes de la historia humana es la política. La política crea realidades creando previamente narrativas imaginarias sobre esa realidad. Como la religión, la política es una narrativa realista, no porque sea objetiva sino porque antes de crear sus ficciones ya ha convencido al lector/espectador/votante/súbdito de que su ficción y la realidad son la misma cosa, algo tan palpable como las piedras (como si en los sueños no hubiesen piedras). Por esta misma razón, los imaginativos poetas y escritores son en el fondo más realistas que los pragmáticos políticos, porque los primeros aprenden a reconocer y distinguir la materia de su trabajo, la ficción, y los segundos suelen confundir ficción con realidad, lo que se demuestra con su fanático pragmatismo.

De acuerdo, la política es también una práctica, pero antes que todo es una ficción realista que unas veces se viste de pragmática y otras de idealista. Una es prosa llana; la otra verso utópico. Que sea buena o mala depende, muchas veces, del político, es decir, del narrador. Si no, echemos una mirada a los regímenes que hoy sentimos más lejanos: los faraones y los incas, los emperadores y reyes absolutistas de Europa; los célebres Hitler, Mussolini, Franco y Stalin; los emperadores democráticos y alucinantes Theodore Roosevelt y George Bush; los idealistas Che Guevara y el Subcomandante Marcos; los revolucionarios conservadores como Fidel Castro y Ronald Reagan; los pragmáticos Hugo Chávez, Lula da Silva y Cristina Fernández. La lista es infinita y no deja (narrador) político afuera.  Sin embargo, sobre todo aquellos que conocemos los territorios de la “ficción consciente” que es la literatura, sabemos que la realidad también existe, aunque sea imposible de definirla sin manipularla.

Todos han sido poderosos narradores, a veces defensores de sus personajes; con frecuencia, delirantes, alucinados poetas que han escrito sobre la tierra, con la sangre de los pueblos y usando lanzas y misiles en lugar de plumas, que han corregido sus borradores con bombas y masacres en lugar de correctores, la historia, la madre de todas las ficciones, la ficción más realista (es decir quijotesca) de todos los géneros literarios.

Jorge Majfud

Noviembre 2011, Jacksonville Univeristy

majfud.org

Milenio II (Mexico)

La Republica (Uruguay)

 

El revisionismo de la historia (II)

En suma, la narración de la historia está cruzada de intereses religiosos, estéticos, nacionalistas y, sobre todo, políticos. Cuando un grupo religioso en Estados Unidos se escandaliza porque el presidente Obama no menciona suficientemente a Dios en su Discurso de la Unión, su molestia es puramente política, no religiosa. En nada afecta la religión y mucho menos la fe de ninguno de sus miembros. En definitiva, la religión es básicamente una experiencia individual que a lo sumo es compartida voluntariamente por una comunidad específica. Pero cuando esa comunidad pretende trascender los limites de sus miembros voluntarios, automáticamente pasa al campo de la política travestido de religión, es decir, con pretensiones de neutralidad política. Pero el problema es puramente político, se trata de una lucha por la administración del poder social.

Ahora la presidenta Argentina ha propuesto una comisión de revisión de historia. Personalmente estoy a favor de todo revisionismo histórico. La historia, cualquier historia, puede y debe ser siempre sujeto de revisión. Siempre pueden surgir datos nuevos, documentos y nuevas teorías que expliquen lo inexplicable o corrijan supersticiones a veces enquistadas en la memoria colectiva. Considero que no hay figuras santas ni sagradas que alguna vez hayan sido seres humanos. Es la tradición la que santifica y mitifica. La misma figura de Cristo ha sido revisada con innumerables interpretaciones por aquellos mismos que lo consideran Hijo de Dios, Mesías o sólo un profeta bíblico de gran importancia. De otra forma no habría tantas sectas cristianas. Ni que hablar del Padre, cuya voluntad ha sido revisada a lo largo de los últimos tres mil años y es revisada cada domingo en diferentes templos y en diferentes canales de televisión al mismo tiempo que se afirma que Dios nunca cambia de opinión. A la revisión religiosa se llama confirmación; a la interpretación, verdad única y absoluta.

Pero el revisionismo histórico debe ser hecho con libertad y por investigadores independientes. En Argentina, por ejemplo, un caso interesante para revisar (muchos ya lo han hecho, pero continúan cabalgando en sus estatuas de bronce) son los del General Roca y del maestro Domingo Sarmiento, que no sólo fue educador y, de no ser por un revisionismo hubiese fosilizado la imagen de Artigas como montonero terrorista, sino que también fue un desclasado profundamente racista, montado a su prestigio y embestido presidente de una gran nación. Los dos fueron presidentes. Uno militar y el otro escritor y educador. Como educador consideraba que los niños eran bestias a domesticar, pero para su época dejó otros legados que ayudaron el progreso de su país y la región. Ambos fueron profundamente racistas aunque la obra del General Roca fue decididamente genocida; quizás este genocidio indígena haya culminado con las armas lo que otros, como Sarmiento, comenzaron con la pluma.

De cualquier forma, no estoy de acuerdo que este proyecto de revisión o revisionismo deba surgir de la esfera política. Los administradores sólo deberían limitarse a remover algunos monumentos o nombres de calles, después de un consenso basado en investigaciones independientes.

La política es un instrumento humano para lograr cosas, para mejorar o empeorar una sociedad. Rara vez, sino nunca, es un instrumento confiable en la narrativa de la verdad. Por ejemplo, la comisión CONADEP que resultó en el “Nunca Más” o informe Sábato, fue una tarea necesaria y un instrumento político para acelerar la búsqueda de una verdad en un contexto social adverso, con una tragedia reciente y con sus responsables vivos en su mayoría. Entonces se necesitaba el apoyo del nuevo gobierno, ayuda y protección del Estado para emprender semejante investigación. No se trataba de un tema puramente histórico o académico sino que se superponía a la competencia de otras dos instituciones del Estado en una relación delicada sino conflictiva: la Justicia y el Ejercito.

Pero en un país democrático no es necesario ni conveniente que un gobierno o un político nombre una comisión, por neutral que parezca, para revisar y reescribir, con un mandato burocrático, hechos que ocurrieron décadas o siglos atrás. Es cierto, la educación terciaria es harto más independiente que la educación secundaria. Pero ésta, cuando es pública, no debería depender de las decisiones de un gobierno sino del Estado como síntesis de una pluralidad de fuerzas e intereses generales.

El revisionismo histórico en sí es, principalmente, tarea de historiadores independientes, desde la academia hasta el periodismo, incluyendo a los aficionados a la materia que con frecuencia aportan a esta búsqueda sin principio ni final, sin conclusiones absolutas ni verdades oficiales. Estos profesionales y aficionados normalmente son independientes de cualquier mandato político; en el peor de los casos, se juegan su prestigio profesional en busca de una verdad y no intereses o emociones político partidarias.

En las sociedades libres, el revisionismo de la historia no se prohíbe pero tampoco se impone. Los críticos y los investigadores no necesitan la luz de un gobernador para saber lo que deben hacer. Este caudillismo intelectual en el Occidente moderno se arrastra desde el siglo XV, cuando los nobles encargaban a los escribas, graciosamente llamados “cronistas reales”, fijar libremente la historia. De acuerdo, gracias a muchos de ellos, como en el caso del monumental proyecto encargado por Alfonso X, Estoria de España y la Grande e general estoria, conocemos una parte de la historia hispánica de la Edad Media. De cualquier forma, se trató de una selección y de ciertas correcciones, por lo cual no se puede afirmar que conocemos los hechos como ocurrieron sino como el rey Alfonso y algunos cristianos en guerra con los moros querían que sean conocidos por su tiempo y los siglos que les sucedieron. Los “historiadores” de Alfonso acusaron a los anteriores de lo que harían ellos mismos en sus libros: en tiempos de Theodisto, políglota griego, “no se encontraba en toda España un hombre malo ni descreído”, pero Theodisto tenía maneras amables y corazón de lobo: sacó las cosas “verdaderas” de los libros y puso las “falsas” haciendo traducir del griego al árabe libros de ciencia (278). Mientras,  a cada paso los escribas de Alfonso revelaban sus propios criterios para seleccionar los hechos pasados (“non fallamos ninguna cosa que de contar sea que a la estoria pertenezca, 282, etc.)

En América, como dicen algunos detractores del padre Bartolomé de las Casas, fue gracias a Fray Diego de Landa, quien en el siglo XVI transcribió al castellano las historias de los nativos, que hoy conocemos gran parte de la historia maya. Es decir, de lo que quedó de la historia maya luego que Landa quemara casi todos sus libros originales y nos legara amablemente su versión de aquella extraña y diabólica cultura llena de “mezquitas”. No le faltaban motivaciones políticas y religiosas, y así se fosilizó o se perdió gran parte de la historia.

Ahora, cuando miramos atrás, vemos los pequeños fragmentos que sobrevivieron. No vemos las infinitas tramas, mentiras y traiciones que podrían explicar tantas cosas, no vemos aquellos hombres y mujeres que fueron secuestrados, masacrados y olvidados, simplemente porque ya no están y sus ecos se perdieron en diluvios de otras narrativas. Y como no los vemos, llamamos Historia a aquellos otros escasos fragmentos que fueron salvados o nos llegaron después de innumerables manipulaciones, fraudulentas manipulaciones que en sus tiempo sirvieron a intereses religiosos e ideológicos, es decir, intereses políticos.

La moraleja es demasiado obvia: si queremos la verdad histórica o algo que se le aproxime, dejemos que investigadores independientes, sin motivaciones sectarias, se ocupen de su materia. Lo mejor que pueden hacer los religiosos es comprender que la religión más allá de sus propios limites es política, y de las más peligrosas. Lo mejor que pueden hacer los políticos interesados en la verdad es promover la libertad y la independencia de los investigadores. Claro, la verdad no es siempre agradable ni conveniente. Por eso siempre se hay historias mejores.

Jorge Majfud

Noviembre 2011, Jacksonville Univeristy

majfud.org

Milenio , II (Mexico)

el horror al anonimato

Horror vacui o El nacimiento del bebé X

 

Marni Kotak, una artista norteamericana conocida por sus representaciones escénicas de “arte conceptual”, se expuso a sí misma y a su hijo por nacer y ya nacido en una galería de Nueva York. El título de la muestra, “The Birth of Baby X”, es significativo. Su bebé, el que nació hoy 27 de octubre, es eso llamado X y es parte de algo que pretende ser una obra maestra del arte contemporáneo.

En los ’60 Umberto Eco bien observaba que una pieza de automóvil recogida de la calle se podría convertir en arte al ponerla en un museo. Es claro que en este caso, común en los museos de la posguerra que dejó desperdicios por todas partes, hay una re-semantización del objeto debido a su contexto.

Ahora, dar a luz en un museo como forma de arte no es llevar un acto sagrado como un nacimiento a un museo sino el acto de involucrar a un inocente en el proceso de arrastrar el narcisismo de un artista a un museo. Fuera del museo y del exhibicionismo, ese ego se siente disminuido en su rol de madre. Sin embargo, después de todo, ese no-arte, como defecar, orinar, hacer el amor y morir en publico, tiene algo de artístico: expresa de forma dramática el verdadero espíritu de su tiempo, de nuestro tiempo, desacralizado y vulgarizado por el “horror al anonimato”, lo cual nos acerca espiritualmente a un neobarroco, no retorcido por las sombras sino por las luces y la sobreexposición.

La obra «The Birth of Baby X», no es excepcional por (des)dramatizar un nacimiento, porque todas las personas hemos nacido alguna vez; ni por la rareza del lugar, porque las crónicas policiales registran muchos otros lugares insólitos de nacimientos apurados o planificados. La obra es excepcional por la magistral obsesión por una dudosa originalidad y por una clara necesidad de visibilidad sin necesidad de contenidos conceptuales. Que la acción del artista se llame “arte conceptual” no es una contradicción sino el necesario complemento a la vacuidad.

Nunca la palabra “exposición” fue más justa, por lo cual la muestra debió llamarse “La muerte de la privacidad” o “By the way, no sólo he dado a luz; también nació mi hijo”.

Jorge Majfud

Octubre 2011.

Milenio , II (Mexico)

Nosotros y los otros I y II

Injuries / Heridas

El Muro

Nosotros y los otros (I)

 

Americanos

Las masivas campañas de indignados en Europa han cruzado el Atlántico para convertirse en el movimiento de los Occupy Wall Street. En estos casos, los manifestantes no han ocupado por la fuerza ningún edificio publico o privado sino los centros simbólicos de las ciudades, desde Nueva York hasta Jacksonville. El conocido profesor de Princeton University, Cronel West, ha planteado cierta continuidad entre la primavera árabe y el otoño americano. No parecen tener, no obstante, mucha relación; sus orígenes y sus reivindicaciones son diferentes, aunque quizás el espíritu sea aquel que anunciamos diez años atrás: “Antes de la gran revolución civil habrá una profundización de la crisis de este orden obsoleto. Esta crisis será en casi todos los ámbitos, desde el orden político hasta el económico, pasando por el militar. La Superpotencia es actualmente muy frágil debido a su recurso militar, con el cual ha minado el arma más estratégica de la antigua diplomacia […] no podrá resistir un contexto crecientemente hostil porque su economía, base de su poderío militar, se debilitará en proporción inversa. Hoy está en condiciones de ganar cualquier guerra, con o sin aliados, pero los sucesivos triunfos no podrán salvarla de un progresivo desgaste. El resultado inmediato será una gran inseguridad mundial, aunque ésta se superará con la revolución civil. En este momento de quiebre, Occidente se debatirá entre un mayor control militar o en la desobediencia civil, la cual será silenciosa y anónima, sin líderes ni caudillos” (La Republica, 2003).

Políticamente, el movimiento no es estéril, pero no creo que todavía sea capaz de cambiar ningún sistema. El sistema capitalista entra en crisis en Occidente (no es la primera vez y tal vez no sea la última) y es exitosamente salvado en Oriente. Sin embargo, este movimiento de manifestantes es la necesaria respuesta al hegemónico discurso conservador que instauraron los años ochenta y cuyo fenómeno reciente más visible es el Tea Party, movimiento claramente reaccionario y conservador de una tradición inventada a su manera, que poco o nada tiene que ver con el pensamiento de los llamados “padres fundadores”.

Como reacción a la reacción de la izquierda norteamericana y a la manifestación organizada y espontánea de los occupy, no han faltado las voces que recomiendan a los manifestantes irse a Cuba (en muchos casos, sino en la mayoría, son expresiones de hispanos “conservadores”).

Estas voces, que se autodefinen como democráticas, ejercitan el más tradicional de los fascismos populares. Durante la dictadura brasileña de los setenta, el aparato de propaganda acuñó un eslogan que funcionaba perfectamente con la centenaria cultura semi feudal del continente: “Brasil, potência”, “Brasil, ámelo o déjelo». Igual en la España del franquismo: aquellos que no eran “españoles verdaderos” (como en tiempos de Fernando e Isabel) debían abandonar la bendita patria.

En Estados Unidos esa mentalidad no ha sido ajena. Como siempre, desde los grupos más conservadores se intenta definir qué es un individuo, una familia, un pueblo; todo lo que no se adecua, es un enemigo. Para algunos, si a alguien se le ocurre cambiar un país o criticarlo por su sistema económico, por su cultura o sólo por alguna de sus partes, aunque sea su propio país debería abandonarlo para no caer en contradicción. Esta idea, bastante común, pertenece a la tradición fascista más extendida y oculta en los pliegues de la conciencia popular. Significa que los países tienen dueños: si no te gusta el orden que tiene mi casa, ahí está la puerta. La casa es mía.

Así, un país le pertenece a quienes piensan de una forma X y actúan de una forma X y, por ende, son consecuentes Xs. Los otros deben aceptar el poder de los Xs o convertirse a Xs para no caer en mortal contradicción.

Esa es, en resumen, la idea subyacente en la mentalidad conservadora de los radicales del Tea Party: este país ha sido secuestrado por los “raros” (los bárbaros progresistas, los liberales sin moral) y debemos salvarlo. Si los raros no están de acuerdo con nosotros, son contradictorios, ya que nosotros somos la esencia de este país, etcétera. No es un problema dialéctico, de razón o de justicia, sino, como en una tribuna de fútbol, el “ser verdadero y autentico” en un sentido extendido más allá del grupo X, es aceptado simplemente por su lealtad al grupo X. Es decir, X es la verdadera letra del alfabeto.

No es sólo un problema estadounidense; es universal.

(continúa)

Jorge Majfud

Jacksonville Univeristy

majfud.org

Milenio (Mexico)

La Republica (Uruguay)

Milenio II (Mexico)

Nosotros y los otros (II)

Antiamericanos

Si nadie (que no sea fascista) puede reducir ningún país del mudo a una ideología, una raza, una religión, un idioma y una única tradición, por pequeño que sea, mucho menos esta operación es posible en un país gigante y extremadamente diverso, heterogéneo y contradictorio como Estados Unidos. Pero no sólo los fascistas conservadores persisten en esta actitud. La misma es emulada por posturas antiamericanas que reducen esta diversidad a un único individuo: “el americano” o “el yanqui”. Generalmente el sustantivo “americano” va asociado a “ignorante”.

La etiqueta es contradictoria especialmente cuando procede de aquellas voces que simultáneamente acusan “al americano” de ser imperialista. Lo cual hoy en día es una operación rutinaria, cómoda y políticamente correcta, que no conlleva ningún coraje intelectual y con frecuencia mucha autocomplacencia que distrae y neutraliza una crítica productiva contra una realidad –el imperialismo– que no es única sino parte de una realidad mayor y más compleja.

El mismo Che Guevara, que no sin razón acusó a Estados Unidos de ser una potencia imperial, brutal como cualquier imperio, diferenció de forma explicita el gobierno del “pueblo americano”. Un amigo norteamericano que detestaba la guerra en Irak, una vez me dijo que no se puede separar una cosa de la otra y que lo que hace el gobierno es también responsabilidad del pueblo que lo elige.

Hasta aquí estoy de acuerdo. Nadie es totalmente inocente, ni aquí ni allá. Pero no se puede responsabilizar a decenas de millones de personas que abiertamente han estado en la oposición, de ser responsables de lo que hace su gobierno o el aparato que lo rodea. Si así fuera, todos los latinoamericanos seríamos igualmente responsables por lo que han hecho nuestros gobiernos, desde las dictaduras más criminales de la historia hasta las democracias con sus injusticias pendientes. También en América Latina exterminamos a nuestros indios, humillamos a nuestros negros (aunque el racismo norteamericano, especialmente el del sur, se lleva o se llevó todos los premios en la categoría). Nuestras barbaridades, nuestros crímenes no fueron mayores porque nuestros PIBs no llegaron a ser nunca aquellos de los imperios modernos y antiguos. Esto ya lo sabían los griegos cuando respondieron a los espartanos que reclamaban “justicia” ante el dominio comercial y, por ende, militar de Atenas. Tucídides, en Historia de la guerra del Peloponeso, reproduce los argumentos de los enviados de la “democratica y tolerante” Atenas: “y una vez que ya éramos odiados por la mayoría, y que algunos ya habían sido sometidos después de haberse sublevado, y que ustedes ya no eran nuestros amigos como antes, sino que se mostraban suspicaces y hostiles, no parecía seguro correr el riesgo de aflojar. […] Disponer bien de los propios intereses cuando uno se enfrenta a los mayores peligros no puede provocar el resentimiento de nadie […] Tampoco hemos sido los primeros en tomar una iniciativa semejante, sino que siempre ha prevalecido la ley de que el más débil sea oprimido por el más fuerte; creemos, además, que somos dignos de este imperio, y a ustedes mismos así les pareció hasta que ahora, calculando sus propios intereses, se ponen a invocar razones de justicia, razones que nunca ha puesto por delante nadie que pudiera conseguir algo por la fuerza para dejar de acrecentar sus posesiones. […] en todo caso, creemos que si otros ocuparan nuestro sitio, harían ver perfectamente lo moderado que somos. […] En el caso que ustedes nos vencieran y lograsen tomar la dirección del imperio, rápidamente perderían la simpatía que se han ganado de los demás gracias al miedo que nosotros inspiramos […] Cuando los hombres entran en guerra, comienzan por la acción lo que debería ser su último recurso, pero cuando se encuentran en la desgracia, entonces ya recurren a las palabras”.

Estas palabras, que tristemente son siempre actuales, fueron pronunciadas y escritas dos mil años antes de Macchiavello y Thomas Hobbes.

También los pueblos que han sufrido el azote de la Atenas contemporánea, como Esparta (releer el delicioso clásico de Bertrand Russell, A History of Western Philosophy), nos hemos considerado los campeones de la moral. Entonces, nos sentimos en el derecho de simplificar a un pueblo diverso como el norteamericano en un solo “yanqui imperialista e ignorante”.

El imperialismo, en sus diversas formas, es una realidad; ya nos hemos encargado de analizarlo y denunciarlo casi sin tregua. Pero la idea repetida que leemos y escuchamos siempre de que “los americanos son unos ignorantes” o “los americanos no tienen cerebro”, no deja de ser paradójica: gente sin cerebro tiene la abrumadora mayoría de las mejores cien universidades del mundo; gente sin cerebro ha cambiado, para bien y para mal, el mundo de la ciencia y la tecnología en el último siglo y sobre todo en los últimos cincuenta años; gente ignorante y sin cerebro ha extendido su brutal dominio en el comercio y en la geopolítica. Todo llevado a cabo sobre gente que, se presume, sí tiene verdadera cultura y verdadera inteligencia.

Sin duda, una cultura, un pueblo inteligente y educado puede ser victima cruel de una horda de bárbaros. Eso está demostrado en la historia. Pero ningún imperio se puede sostener mas allá de sus propias agresiones bélicas si los pueblos oprimidos no colaboran en su propia opresión. Pero esos pueblos están demasiado ocupados riéndose de la ignorancia y de la poca inteligencia de los habitantes del imperio. Tal vez la moral, la sabiduría y la inteligencia de quienes se burlan de las carencias del imperio que los oprime debería estar, por lo menos, entre comillas, sino entre signos de interrogación.

Tal vez la ignorancia es más concreta y se reproduce no en los pueblos sino en individuos concretos. Los ignorantes americanos confunden a los mexicanos con Pancho Villa y a los italianos con Silvio Berlusconi. Los ignorantes mexicanos y los ignorantes italianos confunden a los norteamericanos con Lady Gaga y Chuck Norris. Aparte de la ignorancia, los une la misma tradición: el chauvinismo, con frecuencia disfrazado de nacionalismo y de conmovedores patriotismos.

Sospecho que para construir un mundo más justo y democrático del que tenemos y hemos tenido siempre, hace falta terminar con esta estéril tradición. Entre otras cosas, claro.

Jorge Majfud

Jacksonville Univeristy

majfud.org

Milenio (Mexico)

Milenio II, MR (Mexico)

La Republica (Uruguay)

Antonio Machado

Antonio Machado

Joan Manuel Serrat «La saeta»

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La misión

Red sky at night, sailor's/shepherd's delight.

Image via Wikipedia

 

 

La misión

Cuando supo que había sido uno de los elegidos para ir a la guerra, el corazón se le saltó por la garganta.

Pronto cumpliría diecinueve años. Se había preparado toda la vida, toda su corta vida para ese momento. Alguna vez temió que la guerra lo alcanzara demasiado viejo, pero las noticias y los movimientos de los últimos meses le habían ido dejado poco a poco la certeza de que su hora había llegado.

No fue una sorpresa, pero no pudo evitar las emociones que lo dejaron de rodillas, inclinado sobre el suelo y llorando de alegría. Pasó su mano por el pecho, donde años atrás se había tatuado el nombre de Dios y sintió que estaba vivo. La hora, su hora más gloriosa había llegado. Sabía que podía a morir pronto, pero lo haría por su pueblo y por su fe.

Su madre lloró después de él, cuando estuvo sola en la cocina, pero la consoló el orgullo de un hijo valeroso y sin vanas rebeldías, propias de otros jóvenes ajenos a sus valores. Recordó los juguetes que más le gustaban, las palabras que más repetía de niño, sus sueños infantiles de volar hasta la luna en una bola de fuego, sus preguntas imposibles de responder: “¿por qué llueve? ¿ por qué sale el sol?”, y otras más fáciles: “¿dónde va la gente cuando muere?, ¿por qué nacemos si luego tenemos que morir?”. Nada de su rutina cambió. La cocina, fingir alegría y disimular las verdaderas emociones eran su misión en la tierra. Pensar otra cosa era aumentar el dolor de todo lo inevitable.

El joven soldado recordó a su primer guía espiritual revelándole la pasión y las mieles de la verdad eterna que tantas veces lo puso a resguardo de la locura. Por el contrario, había aprendido que el temor era, en el fondo, la fuente de todas las fortalezas y el camino más profundo de la verdadera fe. Quien no teme no cree.

Había aprendido que la muerte no existe para quien ha tenido una vida fructífera. La muerte no existe para quien ha servido a su nación y ha caído como un héroe luchando por los valores de sus antepasados. El infierno, el olvido, la nada estaban reservados para aquellos que no creían en nada. En cierta medida y por la misma razón, respetaba y valoraba a todos los enemigos que morirían en el campo de batalla. No los esperaba el cielo, pero sin dudas se librarían del infierno que aguarda a los cínicos y a los incrédulos. Porque también los enemigos eran necesarios para cumplir un destino y nada ocurría sin la aprobación de Dios.

En el combate, suprimió un centenar de enemigos. No recordaba ningún rostro en particular. Casi no había podido ver alguno con claridad. Pero sí recordaba el sabor del miedo en la saliva y el olor a sangre y polvo que una noche lo rodeó a él y a sus compañeros, muchos de los cuales no regresaron. Sí recordaba que ante el vértigo del miedo le bastaba con repetir tres veces las plegarias que había aprendido de su primer pastor para recuperar el valor y levantarse con una furia que alcanzaba para destrozar a diez con un solo fuego.

Dios le dio la fuerza al guerrero y el triunfo a su pueblo. El peligro de los falsos ídolos y de las costumbres bárbaras había pasado, al menos hasta la próxima prueba. Por años, los niños escucharon al héroe con infinita admiración. El pueblo lo homenajeó hasta que llegó un moderado período de paz y el héroe cayó en el olvido y la pobreza.

Sin embargo, sabía que el mundo no era un lugar seguro y pronto la nación de Dios volvería a estar amenazada, porque así había sido por siempre y por siempre, no sin sangre y dolor, había prevalecido la verdad.

La insólita tregua duró veinte largos años. Veinte años de paz y casi veinte de irresponsable alegría. Hasta que los cielos volvieron a agitarse con terribles explosiones y otra vez se llenaron de fuego.

El viejo héroe marchó a la guerra con casi cuarenta años, sabiendo que esta vez no volvería. Esta vez no recibiría la gloria efímera de sus compatriotas, las frutas de corta vida que daba la tierra, sino la gloria eterna de Huitzilopochtli, el más poderoso de todos los dioses, el eterno que había demostrado por miles de años que todo lo demás es falso y perecedero. Todo cambia y se destruye cada cincuenta y dos años. Menos Huitzilopochtli y los dioses eternos del eterno imperio azteca.

Jorge Majfud

Agosto, 2011

Milenio (Mexico)

 

Borges en Nueva York

Jorge Luis Borges, Beatriz Guido y Marta lynch

Jorge Luis Borges, Beatriz Guido y Marta lynch

Borges en el corazón

«Ahora, todo el mundo está en mi interior», decía el escritor cuando la ceguera le iba permitiendo aislarse paulatinamente de las interferencias del mundo. A los 25 años de su muerte, el gran cronista estadounidense Gay Talese rememora la entrevista en la que lo conoció en Nueva York

Lo que sigue es la reproducción del relato que escribí de mi única entrevista con Borges, que tenía entonces 62 años (y su madre, de 85), que llevamos a cabo en un hotel de Nueva York (creo que era el Algonquin, en la Calle 44 Oeste) y se publicó en The New York Times el 31 de enero de 1962. En aquella época, yo tenía 30 años y era redactor delTimes; aquel día mi redactor jefe me ordenó que fuera a entrevistar a Borges, cuya obra conocía por supuesto; me sentí ligeramente nervioso ante la perspectiva de conocer a la gran figura literaria en persona.

Lo primero que me impresionó fue su aparente estado de alerta, sentado muy recto en una silla tapizada de respaldo alto

Junto a él se sentaba su madre, que, a pesar de tener 85 años, no aparentaba más de 60 y que era de una belleza asombrosa

Nos encontramos en el vestíbulo del hotel, a la hora acordada, y, aunque yo sabía que era ciego, lo primero que me impresionó fue su aparente estado de alerta, la impresión que daba de enterarse de todo, sentado muy recto en una silla tapizada de respaldo alto, desde donde parecía observar las idas y venidas de docenas de huéspedes que recorrían el ruidoso vestíbulo. Junto a él se sentaba su madre, que, a pesar de tener 85 años, no aparentaba más de 60 y que, podría añadir, era de una belleza asombrosa para tener cualquier edad. Pensé que no podía haber sido más bella ni cuando tenía 25 años; porque, a los 85, irradiaba una vitalidad y una energía intemporales, y la suave piel de su rostro era la de una mujer bien conservada que (no me cabía la menor duda) debía de dedicarse a diario a mantener su atractivo; seguro que pasaba horas delante de un espejo con el fin de satisfacer su deseo de representar la perfección para todas las personas con las que se encontrase. Durante la entrevista que hice a su hijo, no pude evitar mirarla mientras nos escuchaba y, a veces, introducía alguna palabra para subrayar lo que estaba diciendo él.

La entrevista no duró más de media hora; he aquí, reproducido, el artículo que escribí en aquella memorable ocasión, en 1962, cuando conocí a Borges y a su inolvidable madre.

Como su padre y su abuelo, su bisabuelo y su tatarabuelo, Jorge Luis Borges se ha quedado poco a poco ciego. Pero hasta la ceguera, dice, tiene ventajas.

«Antes, el mundo exterior interfería demasiado», me decía este intelectual argentino de 62 años ayer en Nueva York. «Ahora, todo el mundo está en mi interior. Y veo mejor, porque puedo ver todas las cosas que sueño. Fue una ceguera gradual, nada trágica», continuó. «Si uno se queda ciego de pronto, el mundo se le hace añicos. Pero si primero pasa por un crepúsculo, el tiempo fluye de manera diferente. No es preciso hacer nada. Uno puede quedarse sentado. Las personas ciegas tienen mucha dulzura. Las sordas, en cambio, no. Las personas sordas son muy impacientes. A veces, la gente se ríe de los sordos. Nadie se ríe de un ciego».

«El jueves», dijo el doctor Borges, «doy una conferencia en… ¿En? ¿Cómo se llama ese sitio?».

«Yale», dijo su madre.

«Eso es, Yale», siguió él. «Voy a hablar sobre William Henry Hudson, un escritor inglés nacido en Argentina. Y el 6 de febrero, estaré en Harvard. El 12 de febrero, en la Universidad de Columbia. Y el 14 de febrero, en Princeton. Hablaré de clásicos argentinos como el magnífico poema Martín Fierro, que trata de un gaucho y fue escrito en 1872 por Hernández. El gaucho es un personaje realista pero poco romántico; también presentaré al otro gran poeta argentino, Lugones, que tradujo a Homero al español».

Durante toda su gira de conferencias, el doctor Borges contará con la ayuda de una memoria extraordinaria, casi absoluta -otra consecuencia de la ceguera-, y de su madre, que, a sus 85 años, parece tan dinámica y se conserva tan bien como una de esas atractivas mujeres de 60 años dadas al narcisismo, algo que no parece ser el caso de la señora Borges. La madre de Borges, como su hijo, pasó la mayor parte de sus años prerrevolucionarios en Buenos Aires luchando contra Juan Perón, y en una ocasión pasó una semana en la cárcel por participar en una manifestación contra él.

«Los escritores sufrieron mucho con el dictador», asegura el doctor Borges, aunque igual de mala era la situación en Argentina hace 30 años, «cuando nos leíamos las obras y nos lavábamos la ropa unos a otros». Pero hoy los escritores han progresado, y en especial él. Es autor de 30 libros de ensayo, poesía y relato, y su primera recopilación traducida al inglés saldrá publicada esta primavera en New Directions, bajo el título Labyrinth.

«No creo que Perón supiera que había literatura en su país», opina el doctor Borges. «Nos puso todos los obstáculos posibles, pero lo que más le importaba, en realidad, era agitar a todo el mundo en contra de Estados Unidos y mandar a la gente a la cárcel».

Aunque el doctor Borges no puede adivinar las consecuencias a largo plazo de la última reunión de la Organización de Estados Americanos en Punta del Este, Uruguay, dice que, «por desgracia», Fidel Castro parece afianzado, y «los comunistas son muy listos».

«Los estadounidenses son siempre unos incomprendidos», añade. «Si dan dinero, la gente piensa que es un soborno. Si no lo dan…», reflexiona, «quizá sea mejor».

La madre del doctor Borges miró su reloj y le recordó que tenían una cita en otro lugar unos minutos después. Me puse de pie, les di la mano a los dos y les agradecí que me hubieran dedicado su tiempo. Volví corriendo al edificio de The New York Times, que estaba a solo dos manzanas, con la esperanza de escribir algo que hiciera justicia al rato que había pasado con aquel extraordinario hombre de letras y su madre. También pensé en lo que había dicho sobre las personas ciegas, sobre todo esta frase inolvidable: «Ahora, todo el mundo está en mi interior… Y veo mejor, porque puedo ver todas las cosas que sueño».

Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia. Gay Talese (Ocean City, Nueva Jersey, 1932) ha publicado recientemente en España Honrarás a tu padre (traducción de Patricia Torres Londoño. Alfaguara. Madrid, 2011. 640 páginas. 21.50 euros) y el año pasado Retratos y encuentros (Alfaguara) y La mujer de tu prójimo (Debate).

[Fuente: diario El Pais, de Madrid]

El patriotismo de los ricos

Wall Street

Wall Street

The patriotism of the rich (English)

Le patriotisme des riches (French)

El patriotismo de los ricos

En todo el mundo, los ricos casi no emigran, casi no integran los ejércitos que mandan a sus guerras y que luego llenan de honores y aplausos, y maldicen al Estado que les chupa la sangre. Cuando las economías van bien, exigen recortes de impuestos para sostener la prosperidad y cuando las cosas van mal exigen que el maldito Estado los rescate de la catástrofe (con dinero de los impuestos, está de más decir).

Desde la crisis financiera de 2008, la mayor preocupación de la clase media norteamericana ha sido el desempleo y el déficit, ambas herencias del gobierno republicano de George Bush. Dentro de este partido, el Tea Party ha surgido con una fuerza que le ha permitido dominar su retórica pero tal vez sea su propia ruina en las próximas elecciones, que en principio se les presentan favorables. Su bandera es la ideología Reagan-Thatcher y la ortodoxia de oponerse a cualquier incremento en los impuestos. Aseguran que no se puede penalizar a los exitosos, los ricos, con impuestos, porque son los ricos quienes crean los puestos de trabajo cuando la riqueza comienza a derramarse desde arriba. En un debate de 2008, Obama comentó que los partidarios de esta teoría (más bien, ideología) con la crisis habían descubierto que cuando se espera que la riqueza gotee de arriba el dolor comienza a subir desde abajo.

Los datos actuales (para no ir lejos) contradicen la teoría del “trickle-down” llevada a sus extremos por el último gobierno republicano, ya que (1) la capacidad de la avaricia de los “de arriba” es ilimitada, sino infinita, y (2) el desempleo no ha bajado en los últimos años, sino lo contrario.

Aunque en el país ya no se destruyen 700.000 empleos por mes como hace un par de años, la creación de nuevos puestos sigue siendo débil (entre 15.000 y 250.000 por mes; un ritmo saludable para bajar el 9.2 por ciento de desempleo debería ser de 300.000 nuevos puestos por mes).

Por otro lado, en el último año la productividad ha crecido en proporciones muchos mayores y, sobre todo, los beneficios de las grandes compañías. Cada semana se pueden leer en los diarios especializados los resultados de una gigante financiera, industrial o de servicios que han incrementado sus ganancias en 30, 50 o 60 por ciento, como algo normal y rutinario. Cualquiera de estos porcentajes significan varios billones de dólares. Incluyendo las antes desahuciadas automotoras de Detroit. Sin entrar en detalles de cómo la clase media, Estado mediante, financió el rescate de todos esos gigantes, sin elección y bajo amenaza de que algo peor podía haber seguido.

Desde los ´80, la riqueza arriba se sigue acumulando y el desempleo abajo continúa desde el 2009 en niveles históricos. Estudios han mostrado que esta diferencia entre ricos y pobres (Bureau of Economic Analysis), una característica latinomericana, ha crecido bajo esta ideología del trickle-down.

Mucho antes de la crisis de 2008, cuando todavía existía un superávit heredado de la administración Clinton, los republicanos lograron reducir los impuestos sobre los sectores más ricos, entre ellos las petroleras. Este período de gracia vencía este año y fue extendido por el propio Obama bajo presión republicana, poco después de que los Demócratas perdieran el control de la cámara baja. Entonces, el presidente Obama fue fuertemente criticado por su propio partido por dar más concesiones a los Republicanos que exigir de ellos algo a cambio.

No obstante, en las últimas semanas las posiciones se han polarizado. En una de las últimas reuniones con los republicanos, Obama, el que nunca pierde el equilibrio, se levantó abruptamente amenazando: “no me prueben”. Ante las negociaciones para incrementar el techo de endeudamiento (práctica normal en Estados Unidos y en muchos otros países; sólo en la administración Bush se votó siete veces la misma medida) los republicanos continúan procurando suspender y eliminar varios programas de asistencia social y negándose radicalmente a subir los impuestos a los más ricos (en muchos casos, billonarios).

Por el otro, los demócratas y el presidente Obama se resisten a reducir los servicios sociales y en contrapartida exigen incrementar los impuestos a los más ricos. He escuchado a unos pocos millonarios preguntándose por qué ellos no pagaban más impuestos cuando son ellos, precisamente, los que más posibilidades tienen de aportar cuando el país necesita. Cuando el país de mitad para abajo lo necesita, habría que aclarar. Pero aparentemente no son estos millonarios los que hacen lobbies presionando en los congresos de los países.

De cualquier forma, y a pesar de toda esta mise-en-scène republicana, no tengo dudas de que antes del 2 de agosto el parlamento votará una nueva alza del techo de endeudamiento. ¿Por qué? simplemente porque le conviene a los dioses inversores de Wall Street. No porque haya trabajadores sin empleos o soldados sin piernas esperando por la caridad del Estado que los mandó al frente a cambio de un discurso y unas pocas medallas.

Jorge Majfud

Jacksonville University

Julio 2011

Milenio II (Mexico)

Costa Rica Hoy (Costa Rica)

La Republica (Uruguay)

Claridad (Puerto Rico)

Panama America (Panama)

Another day of big number for old winners

EEUU podría denunciar a News Corp por sobornar a funcionarios

Rupert Murdoch - World Economic Forum Annual M...
Rupert Murdoch

 A Ruper Murdoch se le viene encima una avalancha de denuncias. Washington podría denunciar al magnate por soborno a funcionarios británicos. Una ley estadounidense no permite hacer negocios en su territorio con información obtenida de manera fraudulenta.

El conglomerado mediático de Rupert Murdoch también podría ver cómo se abre otro frente en los juzgados, esta vez con las autoridades estadounidenses. La empresa News Corp podría ser denunciada por soborno cuando en Reino Unido se siguen destapando los detalles de las escuchas telefónicas ilegales.

Desde que comenzó a gobernar, la administración Obama ha aumentado el control a la aplicación de las leyes anti soborno. Los casos que más han sonado en estos dos años son los de Daimler AG y BAE Systems. En estos casos, las denuncias se centraron en sobornos pagados a funcionarios extranjeros para obtener contratos lucrativos.

Lo que no está claro es si las autoridades de EEUU podrán investigar a News Corp en relación a los supuestos sobornos pagados a la policía británica y otros funcionarios para obtener información clasificada o privada.

Los expertos legales de EEUU han dicho sobre la empresa de Rupert Murdoch que podría enfrentarse a un examen sobres las acusaciones de corrupción y que podrían haber violado la Ley de Prácticas Corruptas Extranjeras.

La ley tipifica como delito que cualquier empresa con lazos en EEUU soborne a funcionarios extranjeros para obtener o reservarse algún negocio.

Según el proceso británico, ‘News of the World’ habría intervenido los teléfonos de la familia real gracias a un agente de seguridad. Por su parte, el ‘Daily Mirror’ podría haber intentado sobornar a un oficial de la Policía de Nueva York para obtener los registros teléfonicos de las víctimas de los atentados del 11S.

Una fuente familiarizada con el proceso ha dicho a Reuters que, por ahora, News Corp no ha recibido ninguna consulta de las autoridades de EEUU.

Washington presiona desde hace tiempo a otros país para que endurezcan la aplicación de sus leyes anti soborno. En Gran Bretaña, una nueva ley entró en vigor el 1 de julio, aunque no ser aplicará ya que los presuntos hechos delictivos del medio ‘News of the World’ se habrían dado antes de esa fecha.

Un abogado ha dicho a los fiscales de EEUU que probablemente tengan que esperar a que sus homólogos británicos terminen el proceso allí abierto. «Es una posibilidad entre un millón”, ha concretado el abogado que quiere permanecer en el anonimato.

[fuente: laInformacion.com]

La imaginación de la historia

Basic Algebra Review

Basic Algebra Review

La imaginación de la historia

El inicio del siglo XXI se parece mucho al final del siglo XI. Por entonces, Europa, la periferia del desarrollo mundial, inició un lento y sistemático ataque militar y religioso al centro del imperio del momento, el imperio árabe o musulmán. Cuando hoy Occidente mira hacia el siglo XI, casi por norma olvida o no puede sacudirse la percepción en la que hemos vivido siempre: el mundo occidental como centro de la cultura, la civilización y el desarrollo económico, y la periferia africana y asiática como el mundo bárbaro y fanatizado por el proselitismo religioso.

La verdad es estrictamente la contraria. Durante la Edad Media y hasta comienzos del Renacimiento, Roma y las principales ciudades europeas, con excepción de la deliberadamente olvidada Córdoba en España, eran lo que hoy son, comparativamente, Damasco o Bagdad. Incluso menos, porque por entonces Londres y Paris eran ciudades más bien caóticas, de apenas quince mil habitantes una y cuarenta mil la otra, desarticuladas y más bien sucias. Incluso Tenochtitlán (México) era una urbe más grande, más desarrollada y mejor planificada que las principales capitales de Europa. Sólo la multicultural y vibrante Córdoba, uno de los principales centros de la civilización del mundo, tenía más de medio millón de habitantes en el siglo XI y unos siglos después de las sucesivas limpiezas étnicas había sido reducida a unas pocas decenas de miles.

Cuando la España de Fernando e Isabel y sus sucesores termina de expulsar a los judíos y moros de la península (Hispania, Spania o Al Ándalus), las ciudades y capitales vencedoras lucían bastante primitivas en comparación a Córdoba o a la Alhambra. La imaginación histórica (no muy diferente a la imaginación narrativa) tiende a identificar aquellas urbes vencedoras con las más contemporáneas Madrid, Sevilla o Londres, no en las imágenes urbanas actuales sino en los mapas dibujados por dicotomías como centro-periferia, civilización-barbarie, ciencia-mitología, razón-fuerza, tolerancia-fanatismo, etc.

Por supuesto que la triste yihad, aunque es una palabra árabe, tampoco fue un invento árabe. Las matanzas por mandato de algún dios colérico o lleno de amor y misericordia son milenarias; las usaron los mahometanos que expandieron el imperio y sirvió para promover y justificar las brutales Cruzadas cristianas contra los pueblos surorientales y contra el centro político, religioso y cultural de la época. Los “cara pálidas”, rubios de ojos claros eran el equivalente a lo que, siglos después y vistos desde un centro desplazado hacia occidente, serían los morenos de ojos negros: los bárbaros. De hecho la palabra bárbaro había surgido siglos antes, cuando el centro de la civilización era Grecia y Egipto: un bárbaro era un salvaje rubio, casi siempre germánico, violento, carente de cultura civilizada y con un idioma “balbuceante”, caótico. Al menos esa era la percepción desde el centro.

En el siglo XI estos bárbaros europeos que se dirigieron a África y Oriente en milicias desorganizadas primero y luego con ejércitos mejor financiados, se encontraban a una gran distancia cultural del centro: eran fanáticos religiosos que tenían sueños de guerras santas y esperaban en compensación el Paraíso. Analfabetos casi por unanimidad, desconocían la tolerancia, la diversidad de filosofía, la razón dialéctica y mucho más las ciencias. En el centro, en las principales urbes del imperio islámico, las New York y las Paris de entonces, las ciencias eran disciplinas comunes. Aunque hubo un esfuerzo de siglos por disimularlo, la memoria persiste, inadvertida, hasta en las palabras que usamos hoy, como algebra, algoritmo (del matemático persa Al-Juarismi, base de la informática moderna) astronomía, almanaque, nadir, zenit, química, alcohol, jarabe, albóndiga, alquiler, albañil, almacén, ojalá, almohada, alcalde, almirante, guitarra, ajedrez, aduana, ahorro, cheque, hasta los mismos números arábigos, etc. Seguramente ninguno sin una historia atrás que incluye a otros pueblos y culturas más antiguos.

Pero la ignorancia de que no sólo las religiones y la filosofía modernas se asientan en antiguas culturas de países hoy periféricos sino también la ciencia moderna, llevó a la prestigiosa periodista italiana, Oriana Fallaci, a afirmar: “Yo sigo viva, por ahora, gracias a nuestra ciencia, no a la de Mahoma. Una ciencia que ha cambiado la faz de este planeta con la electricidad, la radio, el teléfono, la televisión… Pues bien, hagamos ahora la pregunta fatal: y detrás de la otra cultura, ¿qué hay?” (2002). Esta es una idea común y extendida. Lo que demuestra, una vez más, que la historia se hace de memoria pero sobre todo de fatales olvidos.

Será gracias al inglés Adelardo de Bath y Roger Bacon que traficaron las nuevas ideas de África y Medio Oriente, que Europa comenzó a considerar que la razón y el empirismo, no la autoridad, podían ser instrumentos de la verdad. Lo más importante: instrumentos democráticos, ya que no eran propiedad que se heredaba como se heredaba la nobleza de sangre y la nobleza moral.

Pero la interpretación y representación de la historia está plagada de intereses, no sólo de los poderes dominantes de cada momento. En su momento, el imperio islámico se encargó de mostrar una imagen convenientemente negativa de los cristianos, como los imperios anglosajones emergentes hicieron con la leyenda negra española, parte real y parte exagerada. La representación histórica también está plagada de intereses conscientes e inconscientes de cada individuo. Algunos tienen una tendencia irremediable en acusar al otro y defender lo propio. Otros, tenemos una tendencia, igualmente irremediable, de poner el dedo en la llaga: en el Norte señalamos sus propios defectos; en el Sur somos críticos con aquello mismo que defendemos en el Norte. En Occidente señalamos los crímenes de Occidente; en Oriente le señalamos la basura que promueve el orgullo chauvinista de Oriente.

Claro que siempre es posible que lleguemos a un punto en que el diálogo es imposible. No se puede dialogar con convencidos chauvinistas, ultranacionalistas y disimulados racistas. Es más fácil dialogar con un orangután y llegar a un acuerdo. En estos casos es la fuerza la que resuelve el conflicto a favor de la justicia o de la injusticia. Porque la fuerza es ciega, no la justicia. Pero antes de llegar a este triste extremo siempre hay que buscar una alternativa. En términos personales siempre queda la opción del alejamiento y la serena indiferencia. Sobre todo para aquellos que no queremos ni podemos hacer uso de la fuerza.

La imaginación histórica es la segunda mayor fortaleza del chauvinismo. La primera, sigue siendo “el brazo armado de Dios” —no Dios, espero.

Jorge Majfud

Julio 2011

majfud.org

Jacksonville University

Milenio (Mexico)

La Republica (Uruguay)

Los dibujos de Franz Kafka

Con todos ustedes, el dibujante Franz Kafka

Por:Winston Manrique Sabogal04/07/2011

«Mis dibujos no son imágenes, sino una escritura privada», Franz Kafka.

 Kafka01_Pensador

El pensador(Puedes ver aquí una fotogalería de algunos de los dibujos de Kafka)

Con las palabras-epígrafe de Franz Kafka (1883-1924) que abren este post-retrospectiva sobre sus dibujos, el escritor checo deja claro como veía, concebía y definía sus ilustraciones y su vertiente artística; aquella que lo acompañó desde niño, y por siempre, pero que dejó a un lado en beneficio de la literatura. Dibujos dispersos, algunos más o menos conocidos, pero que nunca habían sido reunidos y vistos uno tras otro, hasta ahora que se publica el libro Franz Kafka. Dibujos, editado en España por Sexto Piso, lo cual permite una apreciación más completa de uno de los autores fundmentales del siglo XX. En Babelia, a través de su blog Papeles perdidos y EL PAÍS.com, ofrecemos un avance en primicia de esta novedad literaria, que llega hoy a las librerías. Una obra que brinda una doble lectura, cada dibujo tiene el texto original que lo acompañaba, es decir donde kafka lo dibujó, o algún pasaje de su obra literaria o personal en el que encaja. El conjunto ilumina aún más el universo del gran autor checo. Más misterio, más enigma, más arte. Una especie de retrospectiva artística de 40 ilustraciones del creador de obras como La metamorfosis El proceso, uno de cuyos pasajes encaja en el siguiente dibujo titulado Dos que esperan:

 Kafka38_Dosqueesperan
El interés y la pasión de Kafka por el dibujo, y el arte en general, fue tal que con 24 años aún no sabía a qué quería dedicarse al crear imágenes como la que abre esta pieza titulada El pensador, y que al igual que sus escritos se prestan a varias interpretaciones, podríamos verla como un autorretrato. Otro registro de su trazo es el deibugo que sigue a continuación, Tres corredores:

Kafka9_3corredores
Aunque en muchos casos se desconoce la técnica empleada, pluma de tinta o lápiz, se trata de un Kafka señalado como expresionista por su amigo y artista Fritz Feigl, o como un escrupuloso realista, según su amigo y albacea literario Max Brod, que siempre quiso publicar algo como este libro y no pudo, y al que debemos muchas de las obras de Kafka pese a su negativa de que vieran la luz. Incluso, el escritor ha sido emparentado con Kandinsky, o relacionado con otros artistas abstractos y algunos más por hacer ilustraciones como esta  Mujer serpiente:

Kafka21_MujerserpienteLo cierto es que Brod siempre creyó en el valor artístico de ese kafka al que le encantaba el arte japonés, fantaseaba con obras de Ingres y le fascinaban artistas como Van Gogh. Además la vinculación de Kafka con el mundo artístico lo llevó a que dos artistas lo invitaran, infructuosamente, a posar como modelo desnudo. Kafka tuvo clases de dibujo en la escuela elemental pero fue en la universidad cuando descubrió el gusto por esta expresión. Sobre todo en los últimos años de la carrera de Derecho (1903-1905) cuando el aburrimiento lo llevaba a garabatear «acertijos» o «pintarrajos», como los llamaba él, en el margen de sus cuadernos. Esta época es la central de este libro-exposición; aunque también hay  dibujos hechos en postales, cartas, cuadernos o blocs de notas y cuadernos a rayas.

«Observe el lector que no sólo la prosa de Kafka, sino también sus dibujos reciben las mas diversas interpretaciones», dice el texto de presentación de este libro editado por Sexto Piso.

Kafka era muy crítico con sus dibujos y, según Gustav Janouch, en 1922, dos años antes de su muerte, se refirió a ellos en los siguientes términos: «No son dibujos para mostrar a nadie. Tan solo son jeroglíficos muy personales y, por tanto, ilegibles. (…) Mis figuras carecen de las proporciones espaciales adecuadas. No tienen un verdadero horizonte»… «Los dibujos son rastros de una pasión antigua, anclada muy hondo».

También se recuerda su mirada más entusiasta y profunda de concepción del arte: «La pasión está en mí. Desearía ser capaz de dibujar. Quiero ver y aferrar lo visto. Esa es mi pasión».

O su mirada y anhelo de creador: «Intento cercar lo visto de una manera totalmente propia».

Kafka07_Esgrima
O su mirada más literaria y existencialista cuando se refiere a la serie de hombrecillos (7 dibujos conocidos como «las marionetas negras de hilos invisibles»), la cual se señala como variaciones de la inicial de su apellido, la K: «Vienen de la oscuridad para desvanecerse en la oscuridad».

O su mirada más filosófica, más platónica: «Todas las cosas del mundo humano son imágenes que han despertado a la vida».

Son cuarenta dibujos de Franz Kafka, cuarenta piezas con espejos reflectantes en los textos que los acompañan que crean un álbum de doble lectura de uno de los escritores fundamentales del siglo XX. El resultado no es comparable al de su creación literaria, pero es valioso conocer el resultado de un secreto en un hombre como él. El libro se cierra con la ficha-biografía de cada uno de los dibujos y su posible técnica, fecha y aparición. Todo ello gracias a que, como habría dicho el propio Kafka: «Y pese a la mejor de las voluntades… ha de ser la pluma quien, en mi mano, siga por el mal camino».

 PD. Este sábado 9 de julio, Babelia publicará más dibujos de Kafka acompañados por un artículo de Max, ilustrador y autor de cómic y novela gráfica.

[fuente: El Pais de Madrid]

4.500 negativos para pensar en aquella España

Photographer Robert Capa during the Spanish ci...

Robert Capa en la Guerra Civil

El documental ‘La maleta mexicana’ enlaza el hallazgo del trabajo de Robert Capa con la recuperación de la historia

por TONI GARCÍA – Barcelona – 03/07/2011

Trisha Ziff ya advierte a su interlocutor desde el principio de que no tiene ninguna intención de andarse por las ramas. La directora, que ahora vive en México, desde donde atiende a EL PAÍS vía telefónica, acaba de firmar La maleta mexicana, un intenso documental sobre el hallazgo de tres cajas con 4.500 negativos de imágenes tomadas por los fotógrafos Robert Capa, David Chim Seymour y Gerda Taro en plena Guerra Civil española. Uno pensaría que la historia es en sí misma lo suficientemente explícita como para acaparar un proyecto cinematográfico, pero Ziff, de 55 años, no es de la misma opinión: «Uno de mis tíos luchó en la Brigada Lincoln y yo misma pertenecí al Partido Comunista Británico cuando tenía 15 o 16 años, edad a la que somos muy impresionables. En mi juventud lo que pasaba en España nos intrigaba muchísimo, así que puedo decir que siempre he tenido una relación muy clara con el conflicto militar que se desarrolló allí. De eso es lo que quería hablar y no de los negativos».

Ziff: «Quería hacer preguntas sobre el pasado, no una pieza sobre Capa»

La directora, experta en fotografía contemporánea, no fue solo un testigo de excepción en la recuperación de este material, extraviado durante más de setenta años, sino que pactó las condiciones para su devolución: «Yo no encontré la maleta mexicana, simplemente la recuperé. Durante 12 años se supo dónde estaba este material pero por razones que no logro comprender no se había procedido a su recuperación. En 2007 fui a Nueva York para hablar de un proyecto con el Centro Nacional de Fotografía y allí me pidieron ayuda porque sabían quién tenía el material en México y querían traerlo de vuelta. Un viejo amigo mío, el escritor Juan Villoro, me acompañó en este viaje, me ayudó y en cinco meses conseguimos un acuerdo con la persona que lo guardaba. Era una simple cuestión de ir a por ello».

Ziff tiene un discurso militante, articulado en torno al hecho de que la objetividad no existe y al mismo tiempo consciente de que por ese motivo la percepción de su trabajo podría quedar lastrada. «No creo que mi documental vaya a ser muy popular en España; de hecho creo que algunos de mis coproductores no estaban muy satisfechos con la idea de no centrar este documental en la figura de Capa, como si fuera una biografía suya. La cuestión es que he vivido durante muchos años en Irlanda del Norte, y he visto la guerra. No quería hacer un documental de fotografía porque lo que me interesaba era el contexto. Recuerdo que al principio del proceso fílmico un amigo de Barcelona me acompañó a Nueva York. En el avión me habló de la Ley de Memoria Histórica y de Baltasar Garzón. Cuando empecé con La maleta mexicana fue al mismo tiempo que en España la gente empezaba a cavar para buscar a sus seres queridos. No quería hacer una pieza sobre la etapa española de Capa. Quería generar preguntas sobre el pasado».

Naturalmente, la aventura repasa la historia de Capa y sus colegas de correrías en la Guerra Civil, donde el húngaro se convirtió en el fotorreportero de leyenda: «Hay que tener claro que Robert Capa, David Seymour y Gerda Taro eran antifascistas. Los tres eran judíos y venían de países

[Hungría, Polonia y Alemania, respectivamente] de donde habían tenido que exiliarse. Entendían que lo que estaba pasando en España era muy importante y fueron allí a una misión, con cámaras en lugar de armas. Por eso La maleta mexicana es un compromiso político, y habla también de aquellos que quieren neutralizar el poder de aquellas fotografías y colocarlas en un contexto artístico. Capa, Seymour y Taro hacían propaganda, prepararon imágenes, las escenificaron. Pero en ese momento a ellos no les importaba todo eso, no les importaba la neutralidad del fotorreportero. Eso vendría después».

«¿La neutralidad del director? Eso es una chorrada: cuando diriges un documental estás exponiendo tu punto de vista», dice la realizadora cuando se la inquiere por el núcleo de su pieza, centrada en el trabajo de los arqueólogos que indagan en las fosas comunes abiertas por toda la geografía española. «Me interesaba mucho conocer a esas personas y esa ha sido mi gran recompensa. Toda esta gente que trabaja tratando de saber qué ha sido de los suyos, de desenterrar la memoria, me ha cambiado como persona: ese ha sido mi premio».

La maleta mexicana podrá verse en su estreno mundial la semana que viene en el Festival de Cine de Karlovy Vary (República Checa) sin su directora, que alega compromisos previos. Ziff adelanta que podrán verse dos versiones de su trabajo: la primera, la cinematográfica, aparecerá en las salas españolas en noviembre, y la segunda, televisiva, llegará aún sin fecha prevista y con un plus añadido: «Para esa versión, de 55 minutos, hemos pedido a Baltasar Garzón que pusiera su voz en la introducción. ¿Miedo de las reacciones? No, yo no quería hacer un documental abierto a todo el mundo. Como ya he dicho, eso de la neutralidad es una auténtica chorrada».

[fuente: El Pais de Madrid]

Uruguay propone compensar a Paraguay por la guerra de la Triple Alianza.

MINISTROS DE CULTURA. ARGENTINA APOYO LA INICIATIVA Y BRASIL LA RECHAZO

A fines del siglo XIX, más de un millón de paraguayos murieron en una guerra regional. En el marco del Mercosur, Uruguay propuso reconocer esa «herida histórica». Brasil se negó a hacerlo.

César Barrios

Guerra entre vecinos. Miles de paraguayos muertos y un país destruido. Guerra entre vecinos. Miles de paraguayos muertos y un país destruido.

Brasil se opuso a que, dentro del Mercosur, prosperara una iniciativa uruguaya mediante la cual se pretende saldar la deuda moral que Argentina, Uruguay y el país norteño tienen con Paraguay por la Guerra de la Triple Alianza, desarrollada entre 1864 y 1870.

En un encuentro desarrollado en Paraguay semanas atrás y previo a la 32º reunión de ministros de Cultura del Mercosur, el representante uruguayo en el encuentro, propuso en nombre del gobierno uruguayo «saldar la deuda moral respecto de la herida histórica que significó la Guerra de la Triple Alianza para la plena y efectiva integración cultural». Quien hizo el planteo fue el director de Cultura del MEC, Hugo Achugar, que en diálogo con LA REPÚBLICA sostuvo que de esta manera se pensaba saldar con lo que el presidente Mujica considera una «deuda histórica y moral».

Si bien el tema fue analizado en la reunión, no se tomó posición y se llevó al encuentro de los ministros de Cultura que se realizaría días después. Debido a complicaciones por la ceniza volcánica, el ministro uruguayo Ricardo Ehrlich no pudo concurrir al encuentro y la defensa de la posición uruguaya la llevó adelante el embajador Juan Enrique Fischer.

Argentina se mostró de acuerdo con saldar la deuda moral, pero Brasil se opuso. Su representante dijo que el ámbito no era el adecuado para tratar el tema, y que la guerra de la Triple Alianza era para su pais «una cuestión de Estado».

El senador Sergio Abreu, durante la segunda presidencia de Lula Da Silva hizo gestiones para que se devolviera el cañón que es trofeo de guerra. Abreu por descendencia tiene vínculos tanto con la sangre brasileña como con la paraguaya. Según relató había visto ese trofeo de guerra en una visita a Río de Janeiro y consideró que era momento para hermanar a los países que están dentro del tratado de integración regional.

[fuente>>]

La naturaleza erótica del poder

The economic success of the United States allo...

Image via Wikipedia

El espectáculo del músculo

Los levantadores de pesas olímpicos, los boxeadores profesionales se someten a una rigurosa disciplina que construye y mantiene ese aparato muscular que cada día amenaza con desinflarse con asombrosa facilidad. El músculo necesita ejercitarse cada día para evitar la decadencia.

Pero el poder en toda su plenitud es algo más que simple fuerza muscular. El poder se construye con la fuerza psicológica del dominante y con la supuesta debilidad del dominado. Porque la vocación y el sentido último del poder consiste en liberar su energía sobre algo, la mayoría de las veces sobre alguien.

Podríamos considerar al fisicoculturismo como la abstracción inocente de la primitiva actitud de presumir de la fuerza propia para impresionar la debilidad ajena. En la mayoría de las especies animales, el macho infla alguna parte de su cuerpo, despliega todas sus plumas, organiza una danza ancestral, ruge, grita para impresionar a las hembras y a otros machos. ¿Qué otro sentido tendría ese clásico sinsentido de ir a la guerra con una banda de músicos suicidas al frente? Sólo dominando el ánimo ajeno una fuerza muscular puede ejercer plenamente su poder.

Probablemente estas leyes biológicas y psicológicas se aplican también a escala social e histórica. Cuando el desafío al poder de turno no existe se lo inventa. Porque como el sexo y el erotismo, el poder no puede estar inactivo mucho tiempo. Cuando un imperio o un pequeño dictador ven su poder en cuestión, inventan algún conflicto. Una guerra, un desplazamiento de armas, un desfile descomunal de tanques y soldados que se mueven como máquinas ante las narices de su propio pueblo y ante los ojos del resto del mundo.

Porque el poder es así de ridículo y así de trágico.

* * *

El erotismo del poder

En el erotismo clásico, la hembra, como las flores, seduce por su demostración de debilidad. La belleza de la fragilidad femenina es el premio al ejercicio del poder masculino. Probablemente este precepto y percepción de la belleza femenina es un invento masculino del neolítico y un éxito del Renacimiento primero y de Hollywood después.

Lo femenino seduce porque lo masculino conquista hasta que vence el sexo. Es un triunfo puramente simbólico y, por lo tanto, más real que la realidad. En el lenguaje tradicional este juego de poderes se describe con palabras como poseer y ser poseído, en “te haré mía” y “hazme tuya”, en símbolos como la bandera que alguien clava en la cumbre de una montaña, en una tierra conquistada o en la Luna misma.

El erotismo es tensión social que el sexo relaja. Luego llamamos arte a todo lo que contribuye al incremento de esta tensión y pornografía al resto del proceso. Por esta razón, una de las fórmulas eróticas más practicadas y menos reconocida consiste en incrementar deliberadamente esta tensión de opuestos por la distancia que media entre lo femenino y lo masculino, lo rico y lo pobre, la belleza y la fealdad, la fragilidad y el poder. De ahí la obsesión literaria y, sobre todo, la obsesión de la cultura popular y de la cultura del consumo, por lo femenino de las clases altas posando y contrastando en algún peligroso y decadente barrio de paredes despintadas, de las reinas de la música pop norteamericanas grabando sus eróticos videoclips en las favelas de Rio de Janeiro. (Para la cultura del consumo, no hay música sin excitación sexual.)

Así, como en todo carnaval, el mendigo se viste de rey, el pobre vence en el sexo, el poder se trasviste de hembra —el poder es un travesti de corazón—, la clase alta se humilla por un día, and so on.

Este orgasmo, simbólico y real, es la liberación final de la tensión social organizada por el poder. De la misma forma, en culturas más antiguas, faraones, emperadores y reyes debían sufrir y sangrar ante su pueblo una vez al año para legitimar su poder.

El amor se despliega con los mismos actos y gestos, y suele estar entreverado, pero es otra cosa.

Claro, como todo lo humano, el amor nunca se encuentra en estado químicamente puro y casi siempre se encuentra contaminado de odios, celos, envidias y todos los demás tóxicos que derivan del poder dominante.

Porque el poder dominante define las reglas del erotismo pero nada tiene que ver con el amor.

* * *
La conquista de la Luna

Porque el hombre no pisó la Luna. El hombre se la clavó.

El objetivo real de la millonaria empresa norteamericana, irguiendo el descomunal pene del Saturn V, fue la conquista simbólica, la demostración de poder ante el otro macho vencido, la Unión Soviética.

El primer hombre en la Luna fue Neil (en escocés y en irlandés, “campeón”) Armstrong, que si separamos como “Arm-strong”, en inglés significa “brazo fuerte”. Amstrong no tuvo ninguna misión práctica. El objetivo central fue la derrota del rival mediante la conquista de la Luna —es decir, de la Tierra.

El vencido tuvo que conformarse con ver al Águila, símbolo de la posesión, clavando el mástil de su bandera en el femenino más famoso de la historia, desde los mitos más antiguos hasta los poetas más modernos.

Posteriormente surgieron las teorías que negaban semejante hecho, blandiendo medio centenar de excusas fácilmente refutables, lo que también se asemeja a la negación del vencido en la conquista amorosa. El vencido confirma su derrota dedicando sus energías a difamar al vencedor.

Jorge Majfud

Febrero, 2010

Revista Amauta (Peru)

La Republica (Uruguay)

Arqueólogos descubren una tumba maya perdida

Palenque palace in Mexico

Palenque palace in Mexico

El solsticio de verano no podía haber ido mejor para la arqueología. Si ayer mismo Egipto sacaba a la luz la segunda barca solar de Keops, junto a la Gran Pirámide, también en el otro lado del mundo, a la sombra de otras pirámides, en un sueño de jungla, jaguares y petroglifos, se revelan emocionantes hallazgos.

El uso de una pequeña cámara de control remoto -los usos de la arqueología han cambiado desde Howard Carter y ni te digo lo distintos que son de los de Indiana Jones- ha permitido adentrarse en los misterios de la que parece ser la tumba intacta de un dirigente maya de la ciudad de Palenque.

El sepulcro, sellado durante 1.500 años, se encuentra, según informaciones de AP y Reuters, en el interior de una pirámide en la Acrópolis Sur del área arqueológica de la gran urbe maya y era conocido desde 1999, pero lo inestable de la estructura, con peligro de que parte de la construcción se desplomara sobre la habitación de la tumba, impedía el acceso para su estudio.

La cámara, introducida a cinco metros de profundidad a través de un pequeño agujero en lo alto de la pirámide, ha mostrado frescos en las paredes y en el suelo cerámica y piezas de un ajuar funerario hechas de jade y madreperla. Los arqueólogos creen que se trata del enterramiento de un gobernador sagrado de Palenque y quizá de uno de los fundadores de la dinastía de señores de la ciudad. Las pinturas representan figuras en negro sobre un vívido rojo de fondo. La película tomada no permitía inicialmente identificar más que lo que parecían escombros y detritos. Los restos arqueológicos parecen estar directamente sobre el suelo, así que no hay en la tumba un sarcófago como el célebre de Pakal el Grande (K’nich Janaab Pakal, 615-683 después de Cristo), el más conocido de los señores mayas, hallado por Alberto Ruz en los años cincuenta no muy lejos, en la misma Palenque, en el Templo de las Inscripciones.

Los hallazgos en las ciudades mayas como Palenque no son en absoluto infrecuentes. El área descubierta en esta gran capital abarca en la actualidad más de dos kilómetros cuadrados, pero los arqueólogos calculan que sólo se ha explorado el 10 % de la ciudad. Miles de estructuras aún yacen cubiertas por la jungla.

En Palenque, como en otras ciudades mayas, un problema para el estudio de su historia reside en que los gobernantes más modernos se enterraban sobre las tumbas de sus predecesores. Pakal y otros señores del período clásico tardío literalmente sepultaron con sus construcciones las épocas anteriores, el período formativo y el clásico temprano.

La tumba investigada, de unos cinco metros cuadrados y cubierta con un arco maya data según los expertos de entre el 431 y el 550 después de Cristo, en el clásico temprano, y de ahí su extraordinario interés. Algunos estudios opinan que podría tratarse del sepulcro de K’uk’Bahlam, el primer señor de la ciudad-estado. Otros apuntan a que quizá sea la tumba de Ix Yohl Ik’nal, la famosa mujer que rigió Palenque. En el área ya fue hallada en 1994 la tumba de una mujer de alta cuna y de gran prestigio, bautizada por los arqueólogos como la Reina Roja por el pigmento rojo que cubría su enterramiento.

[fuente>>]

Los límites de la fe

El eterno fariseo y los límites de la fe

No hace mucho tiempo, un señor, quejándose del orden inverso de palabras en español, me dijo que el inglés era el idioma original porque la Biblia estaba escrita en ese idioma. Sí, contesté, sobre todo en el inglés original de Brooklyn.

El profeta del smartphone o teléfono inteligente (en nuestro tiempo se lleva no solo la memoria en la mano sino la inteligencia también) pronto comprendió lo inútil que podría ser tratar de educar a alguien que no ha alcanzado la revelación de la verdad única. Seguramente no le preocupaba la verdad, porque en un salvado nada es duda; los preocupa que no sea la única verdad y que haya alguien que se atreva a pensarlo siquiera. Tampoco soportan que un insignificante mortal, con acento samaritano, sugiera que tal vez Dios no piensa como ellos, así como un escritor frecuentemente está en desacuerdo con las interpretaciones que se hacen de sus escritos. Siendo Dios el autor, cualquiera podría esperar una mayor humildad de sus lectores, y sin embargo…

Pero no, stricto sensu, a lo largo de la historia ha ocurrido siempre lo contrario y los lectores se han matado, de las formas más crueles, sutiles y brutales, más por sus propias interpretaciones de la verdad única que por alguna posible discrepancia sobre el autor. Cuando Mateo dice que Jesús dijo: “El que quiera salvar su vida la perderá; mas el que la pierda por causa de mí la hallará” (Mateo 16:25) puede estar diciendo “vida” o “alma”, ya que en griego ψυχὴν o ψυχή significa ambas cosas. La diferencia de significado metafísico es notable pero la tradición religiosa odia la polisemia y la ambigüedad. No por casualidad por siglos el Diablo fue identificado como “el heterodoxo” y el dos (la ambigüedad) como un atributo femenino y demoníaco. El autor (Dios) es la autoridad; es uno, como el texto y la lectura posible es única. Leer es descubrir la intención del autor. La verdad es, entonces, necesariamente una y obviamente pertenece a la secta de cada lector, que, extrañamente, nunca es única sino innumerable.

Pare resolver esta trágica contradicción, en sus circos mediáticos, a cada línea que leen o agregan a las diferentes versiones de los textos sagrados, exigen que los salvados la repitan varias veces, a veces a los gritos. Si algo se repite muchas veces con convicción y sin cuestionamientos, entonces algo es una verdad repetidamente incuestionable. El método se parece al aplicado a los reclutas en un ejército. El objetivo primario es eliminar cualquier duda y confirmar la sumisión que aproxima a un ser humano a un animal domestico; a una máquina, como los guardias reales del Buckinham Palace que cada día imitan a las piezas de relojerías del siglo XVIII, o los desfiles militares que desde el siglo XIX invierten la mayor cantidad de energía humana y de  recursos económicos en demostrar que un ser humano puede convertirse en un engranaje al servicio de un mecano perfecto, muchas veces ocioso y casi siempre sin conflictos de conciencia. Considerando los avances que las nuevas tecnologías del siglo XXI están haciendo sobre inteligencia artificial, podemos observar que cada día las maquinas se parecen más a los seres humanos y los seres humanos cada día se parecen más a las maquinas, por elección, por distracción o por pereza intelectual y espiritual.

Nadie nunca puede esperar que en alguno de estos templos alguien levante una mano para cuestionar la interpretación del pastor o del líder espiritual de turno. No. Cuando la masa levanta sus manos, cada sujeto levanta las dos manos para confirmar a los gritos la virtud de decir siempre sí. Entonces, una nueva paradoja se produce: mientras no hay salvación colectiva sino sólo individual (por lo cual una persona debe ser feliz en el Paraíso aunque su eterno amor haya sido condenado al infierno por escéptico), el camino que conduce a la utopía celestial es masivo: no hay individuos sino masa que repite lo que vocifera el autoproclamado portavoz de Dios. Luego, los restantes seis días de la semana lo dedicaran a los templos del dinero y del consumo, a confirmar su ilusoria idea de ser individuos, mito funcional al estado acrítico y narcótico que produce y reproducen los medios de comunicación y los discursos sociales, para que voten y vayan a las guerras repitiendo eslóganes que sacuden como banderas sagradas.

No es tan difícil acceder al Paraíso, después de todo.

Algunos arengadores, mientras anuncian el Fin del Mundo por enésima vez para el mes que viene, se quejan de que los profesores humanistas (identificados como “liberals”) infiltran dudas y demasiadas preguntas en el cerebro de los jóvenes adultos. Lo cual no parece ser tan grave, considerando que los jóvenes son adultos; o considerando la conversión forzada de niños en las iglesias y en el discurso social, niños inocentes a los cuales se los amenaza con el infierno y se les enseña que la obediencia y la repetición escolástica son las máximas virtudes de un ser humano. Luego olvidan aclarar que la obediencia es una virtud mientras el niño es niño; y es un lavado de cerebro cuando se pretende que los adultos actúen pensando y actuando como niños obedientes. Porque cuando Jesús recomendaba ser como niños tal vez se refería a la inocencia sin pecados y no a la ingenuidad cómplice.

Convencidos de que este método escolástico de repetición es superior a la razón crítica, algunos han propuesto una tasa obligatoria de profesores conservadores en las universidades de Estados Unidos, lo que no sólo atentaría contra la libertad de cátedra sino contra el tradicional proceso de eliminación por competencia y mérito mediante distintas rondas, lo que normalmente tiene un coeficiente de un seleccionado cada varios cientos de candidatos. Por otra parte, que los intelectuales y profesores humanistas sean una importante mayoría en los departamentos de ciencias y de humanidades, es tan razonable como que en las iglesias se observe una notable mayoría de pastores, ministros, predicantes y creyentes. Y si algunas universidades públicas reciben un porcentaje de ingresos de los impuestos, como se argumenta desde la derecha, también las iglesias que pululan sin permiso lo reciben en forma de exoneraciones de impuestos, además de encargarse de otros programas públicos para distribuir la generosidad de los trabajadores.

Aunque el fariseísmo es dominante en cualquier época (ser fariseo y ser conservador es técnicamente lo mismo), afortunadamente tampoco son raros los creyentes que no se creen los preferidos de Dios ni actúan como Sus portavoces ni como los guardianes del cielo.

No son pocos pero tampoco son tan visibles ni tan poderosos. Porque la ignorancia colectiva ha sido siempre una forma histórica de fortaleza. Existe una relación directa entre ignorancia y arrogancia, entre ingenuidad y convicción y, finalmente, entre convicción, arrogancia y brutalidad. Algunos estudios indican que los cromañones (nuestros antepasados) liquidaron a los neandertales porque éstos eran demasiado realistas y los otros creían en dioses y espíritus. Hay muchos ejemplos más recientes, desde el antiguo Egipto hasta nuestros días. No por casualidad casi todos los imperios del mundo estuvieron siempre convencidos de representar la voluntad de Dios.

Y si esta alabanza a la ignorancia y a la creencia ciega y sin cuestionamientos no es sólo producto de la fortaleza propia de los fanáticos, si esto es de alguna forma verdad, si todas esas matanzas nacionalistas y arbitrarias atribuidas a Dios en tantos textos sagrados son realmente obra del Creador del Universo y no narraciones o interpretaciones promovidas por intereses espurios del momento, entonces yo renuncio a todas esas versiones criminales del mismo dios.

Jorge Majfud

majfud.org

Jacksonville University

Neotraba (Mexico)

Milenio , II (Mexico)

Diario Dominicano (Republica Dominicana)

Panama America (Panama)

Rebelión contra el «sexismo» de la Academia de la Historia

Por: Blogs ELPAIS.com

Por Tereixa Constenla

Gonzalo Anes en la Real Academia de la Historia. LUIS SEVILLANO
Josefina Cuesta Bustillo tiene dos condiciones para no estar en la Real Academia de la Historia (RAH). Es mujer y es catedrática de Historia Contemporánea de la Universidad de Salamanca, dos rasgos que la institución ha ignorado con frecuencia. Solo tres mujeres (Carmen Iglesias, Josefina Gómez y Carmen Sanz) pertenecen a la RAH, compuesta por 36 académicos. Y ninguno de sus integrantes es especialista en Segunda República, Guerra Civil y dictadura, una de las razones que pueden explicar que algunas biografías de ese periodo  incluidas en el famoso Diccionario  Biográfico Español estén cargadas de sesgo, parcialidad y falsedades. En suma, lo dicho: Josefina Cuesta tiene doble motivo para no interesar a la Academia. Como se imaginan, no es la única. Pero vayamos por partes.

La falta de mujeres en la institución fue incluso reconocida por Gonzalo Anes, director de la RAH, en una entrevista publicada por este diario. Ahora bien, su reflexión posterior sobre esto ha causado sarpullidos. Decía así: “Las hay muy preparadas pero menos que los hombres. Hay una cuestión: un historiador necesita disponer de muchas horas para documentarse en los archivos. Y por desgracia, en las mujeres esas miles de horas están dedicadas a criar a sus hijos y a ser amas de casa”. En la Universidad de Valencia y en la Autónoma de Madrid han comenzado arecoger firmas  contra Anes por estas palabras, además de pedir su dimisión.

“No reconozco al Gonzalo Anes que yo conocí”, comenta Josefina Cuesta. “Carece absolutamente de rigor científico decir que ‘las mujeres están menos preparadas que los hombres’. ¿Qué mujeres? ¿Qué hombres?  No tiene mas que consultar el escalafón del profesorado en Ciencias Humanas. Pero a muchos hombres les conviene mantener estas afirmaciones para no perder su poder”, plantea. Cuesta cree que el comentario ignora el trabajo de las historiadoras españolas y menosprecia su reconocimiento internacional.

Pero la catedrática es más contundente al analizar la desigualdad de género en la Academia: “No cumplen la ley de paridad. Estamos presionando a los consejos de administración de las empresas y vemos que las administraciones del estado son las primeras deudoras”. Y tampoco hace concesiones ante la baja presencia de reseñas de mujeres en la obra (3.800 sobre un total de 43.000, el 8,8%). “No hay justificaciones, puede haber alguna explicación que tendría que haber sido superada. La historia ha sido androcéntrica y ha olvidado a las mujeres, que están ahora en una fase de descubrimiento. Lo que ocurre es que la historia en conjunto se muestra reacia a incorporar a la otra mitad de la humanidad”. La catedrática sabe bien de qué habla: ha dirigido la monumental Historia de las Mujeres en España. Siglo XX. Más de 2.000 páginas centradas en ellas.

Si Josefina Cuesta tiene dos motivos para no estar en la Academia, de Isabel Burdiel podríamos ironizar que tiene tres. Es mujer, catedrática de Historia Contemporánea de la Universidad de Valencia y brillante biógrafa, como demostró en su libro sobre la reina Isabel II. Esta es una síntesis apresurada de lo que piensa a propósito de Gonzalo Anes, la Academia y el Diccionario: “Las declaraciones de Anes sobre la falta de más mujeres suficientemente preparadas para ser académicas y las razones que daba para ello son de un sexismo intolerable, que demuestra una torpeza difícil de superar. Un insulto para todas las mujeres y, muy en concreto, para las historiadoras de este país. Desde esos supuestos, y siendo una persona así el director o coordinador del Diccionario, no es soprendente la marginación evidente de las mujeres en el mismo.
Es lamentable, además, que el buen trabajo de muchos colaboradores de esa obra quede envuelto en este escándalo”.

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