Naufragios

Expedition des Álvar Núñez Cabeza de Vaca 1528...

Naufragios

Alvar Núñez Cabeza de Vaca

(España; 1490? – 1559?)

Tiempo y espacio: Estos escritos de 1537 se refieren a hechos probablemente acontecidos en 1529 y publicados en 1542. Desde el comienzo, describe algunos accidentes geográficos y topográficos, según los cuales podemos adivinar las distancias de la península de Florida y, probablemente, la bahía de Tampa. Existe la sugerencia de que atravesaron la península hasta el Poniente (Golfo de México). Alvar Núñez escribió este relato en 1537, el mismo año de su regreso a España. Poco después, es premiado con la gobernación del virreinato del Río de la Plata. La Relación se publica, precisamente, cuando toma posesión del gobierno de esta provincia (1542).

Objetivos explícitos: Poco más adelante, revela uno de sus principales objetivos: (a) “tomamos cuatro indios, y mostrámosle maíz para ver si lo conocían” (14). Y también  (b) nuevas muestras de la obsesión original de la conquista: “Hallamos también muestras de oro. Por señales preguntamos a los indios de dónde habían habido aquellas cosas” (15)

Menciona las nuevas especies: “[…] hallamos casas de asiento, a donde había mucho maíz allegado, y de ello y de su harina nos dieron mucha cantidad, y de calabazas y frísoles y mantas de algodón” (20).

Objetivo del relato. Como los anteriores que hemos visto (y como la mayoría de los escritos de este período) el relato pertenece al género de la epístola, con un mismo destinatario: el Rey supremo , el que, como Dios, parece justificarlo todo y proveer de suerte o desgracia al aventurero.

Núñez escribe: “Yo, vista su determinación, requerile [al gobernador, Porfirio de Narváez] de parte de Vuestra Majestad, que no dejase los navíos sin que quedasen en puerto y seguros […]” (16)

Conflicto. Se revela una discrepancia sobre las estrategias de exploración y conquista, pero es probable que más allá hubiese una lucha de poderes que pretende legitimarse ante el rey mediante estos escritos. Núñez era, en principio, el tesorero. Pero se revela como un hombre de mayores ambiciones, lo que es advertido por el gobernador. quien le contesta que él “no era parte para hacerle estos requerimientos [sobre los barcos], y pidió al escribano que le diese por testimonio…” (16)

Más adelante: “[…] en presencia de los que allí estaban, me dijo que pues yo tanto estorbaba […] y temía que me quedase y tomase cargo de los navíos y la gente que en ellos quedaba, y poblase si yo llegaba primero que él” (16).

Núñez discrepa en la estrategia de abandonar los barcos y meterse tierra adentro.

Reflejos de la sociedad española. Los conflictos entre los diferentes grupos de españoles son explícitos y pretenden revelar una diferencia moral entre unos y otros. Al mismo tiempo, hay una coincidencia ética entre unos grupos (los de Alvar Núñez) y los indios.

Los conflictos  entre los conquistadores no sólo están referidos de forma explícita en esta Relación, sino que además podemos advertirlo en la presencia y tarea del escribano. Los conflictos y las “certificaciones” de los “hechos” son hechos por un (a) escribano. El “escribano” es la formalidad burocrática que liga el presente y la aventura con el poder del Rey.

Las “cajas de mercaderes de Castilla” con los muertos, revela la presencia de la cultura española en esas tierras.

Otro personaje es (b) “el negro”, “[…] con harto temor que los indios nos habían de seguir […] vimos un indio […] que huyó sin querernos aguardar; nosotros enviamos al negro tras él, y como vio que iba solo, aguardólo” (17)

¿Por qué los españoles envían a “el negro” y no a un blanco cualquiera?

Reflejos de la sociedad protoamericana. También estas sociedades vivían en conflictos unas con otras, por lo que vieron en los españoles a aliados y a enemigos.

En un aspecto “doméstico”, Núñez describe características de las mujeres de cierta tribu que juzga semejante a la suya, es decir, “justa” en sus costumbres.

Entre estos vimos las mujeres más honestamente tratadas que a ninguna parte de Indias que hubiénemos visto. Traen unas camisas de algodón, que llegan hasta las rodillas, y unas medias mangas encima de ellas, de unas faldillas de cuero de venado sin pelo, que tocan en el suelo, e enjabónanlas con unas raíces que limpian mucho [andan calzados con zapaos] (20)

Características psico-culturales de los indios: En principio huyen de los españoles pero no huyen de “el negro”. Por lo general, los indios acogen con hospitalidad y superstición a los extraños. Los acogen y alimentan. Cada tribu que encontraban, no sólo los acogía yles proveía de lo necesario para su supervivencia, sino que los acompañaban hasta dejarlos “al cuidado” de otras tribus. Esta previsión se debía a una superstición.

Técnicas de dominación psicológica: Reminiscencia de los milagros de Jesús. “Aquella misma noche que llegamos vinieron unos indios a Castillo, y dijéronle que estaban muy malos de la cabeza, rogándole que los curase; y después que los hubo santiguado y encomendado a Dios, en aquel punto los indios dijeron que todo mal se les había quitado” (18).

Después de este acto de curación milagrosa, las peticiones y los pagos se repitieron como si se tratase de curanderos. Más adelante, otra tribu repite la misma superstición:

Toda esta gente venían a nosotros a que los tocásemos y santiguásemos; y eran en esto tan inoportunos, que con gran trabajo lo sufríamos, porque dolientes y sanos, todos querían ir santiguados […] Acompañábannos siempre hasta dejarnos entregados a otros, y entre todas estas gentes se tenía por cierto que veníamos del cielo” (20)

Más adelante explica el por qué de esta costumbre: “[…] porque si volviesen sin hacer esto, temían que se morirían” (22).

Pero los españoles explotan esta superstición acentuando su autoridad: “Teníamos con ellos mucha autoridad y gravedad, y para conservar esto les hablábamos pocas veces. El negro [sin nombre] les hablaba siempre […]” (21).

Justificaciones religiosas (evangélicas): Núñez, como los otros “conquistadores”, nunca renuncia a justificar sus objetivos materiales con razones relgiosas, al tiempo que exagera sus propis posibilidades y virtudes:

[…] los [indios] que tenían guerras con los otros se hacían luego amigos para venirnos a recibir y traernos todo cuanto tenían, y de esta manera dejábamos toda la tierra en paz. […] y tan grande aparejo hallamos en ellos, que si lengua hubiera con que perfectamente nos entendiéramos, todos los dejáramos cristianos (21).

Divisiones internas entre los cristianos: No solo los indios tenían disputas; también los cristianos y se aprovechaban de ello:

[Los otros cristianos decían] que éramos gente de poca suerte y valor, y que ellos eran los señores de aquella tierra, a quien debían obedecer y servir” (22) Pero los indios no les creían, porque aquellos venían de donde se pone el sol y éstos (los de Núñez) de donde nace. Que aquellos mataban a los enfermos y que éstos los sanaban. “Que nosotros no teníamos codicia de ninguna cosa (22).

Aventura. Idea de la odisea colombiana sin destino conocido[1]:

[…] íbamos mudos y sin lengua, por donde mal nos podíamos entender con los indios, ni saber lo que de la tierra queríamos, y que entrábamos por tierra de que ninguna relación teníamos, ni sabíamos de qué suerte era, ni lo que en ella había, ni de qué gente estaba poblada, si a qué parte della estábamos; y que sobre todo esto no teníamos bastimentos para entrar adonde no sabíamos (15)

Mitología del héroe. Según Joseph Campbell [2] el descenso del héroe a los infiernos es parte insoslayable de la estructura mitológica del héroe. También Alvar Núñez relata este “descenso” o “abandono” —aunque sin iluminación— sin una función aparente en su relato. Peripecias, hambre y descubrimiento de un hecho fantástico. Los compañeros regresan y él se queda solo hasta que se pierde. Luego encuentra un árbol ardiendo —relación religioso-mitológica—. Se protege del frío (porque iba desnudo) y luego camina cinco días manteniendo la lumbre y la leña. Describe la estrategia para salvarse del frío: un hoyo, paja y cuatro fuegos en cruz (nueva referencia a la simbología religiosa).

Conclusión. Como lo demuestra la historia que no aparece referida aquí (los beneficios burocráticos, los logros y los fracasos), éste es un texto personal y político a la vez. Su autor sabe que el destinatario principal de su relato, el rey, es quien administra su destino y por ello debe comunicarse con él como un fiel se comunica con Dios. Por algo el rey es un representante de la divinidad y por algo la referencia y la justificación religiosa son insoslayables.

Pero el rey no es un dios omnisciente. El rey ve a través de lo que le refieren los que presumen haber sido testigos. Y el escritor, secretamente, lo sabe. Esta Relación es, a un tiempo, crónica y mitología. Como suele ocurrir, ambas son producto de una construcción y no carecen de intencionalidad: el poder.

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Jorge Majfud

majfud.org

Jacksonville University


[1] Ya señalado por Todorov.

[2] El héroe de las mil caras, Joseph Campbell.

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La imaginación de la historia

Basic Algebra Review

Basic Algebra Review

La imaginación de la historia

El inicio del siglo XXI se parece mucho al final del siglo XI. Por entonces, Europa, la periferia del desarrollo mundial, inició un lento y sistemático ataque militar y religioso al centro del imperio del momento, el imperio árabe o musulmán. Cuando hoy Occidente mira hacia el siglo XI, casi por norma olvida o no puede sacudirse la percepción en la que hemos vivido siempre: el mundo occidental como centro de la cultura, la civilización y el desarrollo económico, y la periferia africana y asiática como el mundo bárbaro y fanatizado por el proselitismo religioso.

La verdad es estrictamente la contraria. Durante la Edad Media y hasta comienzos del Renacimiento, Roma y las principales ciudades europeas, con excepción de la deliberadamente olvidada Córdoba en España, eran lo que hoy son, comparativamente, Damasco o Bagdad. Incluso menos, porque por entonces Londres y Paris eran ciudades más bien caóticas, de apenas quince mil habitantes una y cuarenta mil la otra, desarticuladas y más bien sucias. Incluso Tenochtitlán (México) era una urbe más grande, más desarrollada y mejor planificada que las principales capitales de Europa. Sólo la multicultural y vibrante Córdoba, uno de los principales centros de la civilización del mundo, tenía más de medio millón de habitantes en el siglo XI y unos siglos después de las sucesivas limpiezas étnicas había sido reducida a unas pocas decenas de miles.

Cuando la España de Fernando e Isabel y sus sucesores termina de expulsar a los judíos y moros de la península (Hispania, Spania o Al Ándalus), las ciudades y capitales vencedoras lucían bastante primitivas en comparación a Córdoba o a la Alhambra. La imaginación histórica (no muy diferente a la imaginación narrativa) tiende a identificar aquellas urbes vencedoras con las más contemporáneas Madrid, Sevilla o Londres, no en las imágenes urbanas actuales sino en los mapas dibujados por dicotomías como centro-periferia, civilización-barbarie, ciencia-mitología, razón-fuerza, tolerancia-fanatismo, etc.

Por supuesto que la triste yihad, aunque es una palabra árabe, tampoco fue un invento árabe. Las matanzas por mandato de algún dios colérico o lleno de amor y misericordia son milenarias; las usaron los mahometanos que expandieron el imperio y sirvió para promover y justificar las brutales Cruzadas cristianas contra los pueblos surorientales y contra el centro político, religioso y cultural de la época. Los “cara pálidas”, rubios de ojos claros eran el equivalente a lo que, siglos después y vistos desde un centro desplazado hacia occidente, serían los morenos de ojos negros: los bárbaros. De hecho la palabra bárbaro había surgido siglos antes, cuando el centro de la civilización era Grecia y Egipto: un bárbaro era un salvaje rubio, casi siempre germánico, violento, carente de cultura civilizada y con un idioma “balbuceante”, caótico. Al menos esa era la percepción desde el centro.

En el siglo XI estos bárbaros europeos que se dirigieron a África y Oriente en milicias desorganizadas primero y luego con ejércitos mejor financiados, se encontraban a una gran distancia cultural del centro: eran fanáticos religiosos que tenían sueños de guerras santas y esperaban en compensación el Paraíso. Analfabetos casi por unanimidad, desconocían la tolerancia, la diversidad de filosofía, la razón dialéctica y mucho más las ciencias. En el centro, en las principales urbes del imperio islámico, las New York y las Paris de entonces, las ciencias eran disciplinas comunes. Aunque hubo un esfuerzo de siglos por disimularlo, la memoria persiste, inadvertida, hasta en las palabras que usamos hoy, como algebra, algoritmo (del matemático persa Al-Juarismi, base de la informática moderna) astronomía, almanaque, nadir, zenit, química, alcohol, jarabe, albóndiga, alquiler, albañil, almacén, ojalá, almohada, alcalde, almirante, guitarra, ajedrez, aduana, ahorro, cheque, hasta los mismos números arábigos, etc. Seguramente ninguno sin una historia atrás que incluye a otros pueblos y culturas más antiguos.

Pero la ignorancia de que no sólo las religiones y la filosofía modernas se asientan en antiguas culturas de países hoy periféricos sino también la ciencia moderna, llevó a la prestigiosa periodista italiana, Oriana Fallaci, a afirmar: “Yo sigo viva, por ahora, gracias a nuestra ciencia, no a la de Mahoma. Una ciencia que ha cambiado la faz de este planeta con la electricidad, la radio, el teléfono, la televisión… Pues bien, hagamos ahora la pregunta fatal: y detrás de la otra cultura, ¿qué hay?” (2002). Esta es una idea común y extendida. Lo que demuestra, una vez más, que la historia se hace de memoria pero sobre todo de fatales olvidos.

Será gracias al inglés Adelardo de Bath y Roger Bacon que traficaron las nuevas ideas de África y Medio Oriente, que Europa comenzó a considerar que la razón y el empirismo, no la autoridad, podían ser instrumentos de la verdad. Lo más importante: instrumentos democráticos, ya que no eran propiedad que se heredaba como se heredaba la nobleza de sangre y la nobleza moral.

Pero la interpretación y representación de la historia está plagada de intereses, no sólo de los poderes dominantes de cada momento. En su momento, el imperio islámico se encargó de mostrar una imagen convenientemente negativa de los cristianos, como los imperios anglosajones emergentes hicieron con la leyenda negra española, parte real y parte exagerada. La representación histórica también está plagada de intereses conscientes e inconscientes de cada individuo. Algunos tienen una tendencia irremediable en acusar al otro y defender lo propio. Otros, tenemos una tendencia, igualmente irremediable, de poner el dedo en la llaga: en el Norte señalamos sus propios defectos; en el Sur somos críticos con aquello mismo que defendemos en el Norte. En Occidente señalamos los crímenes de Occidente; en Oriente le señalamos la basura que promueve el orgullo chauvinista de Oriente.

Claro que siempre es posible que lleguemos a un punto en que el diálogo es imposible. No se puede dialogar con convencidos chauvinistas, ultranacionalistas y disimulados racistas. Es más fácil dialogar con un orangután y llegar a un acuerdo. En estos casos es la fuerza la que resuelve el conflicto a favor de la justicia o de la injusticia. Porque la fuerza es ciega, no la justicia. Pero antes de llegar a este triste extremo siempre hay que buscar una alternativa. En términos personales siempre queda la opción del alejamiento y la serena indiferencia. Sobre todo para aquellos que no queremos ni podemos hacer uso de la fuerza.

La imaginación histórica es la segunda mayor fortaleza del chauvinismo. La primera, sigue siendo “el brazo armado de Dios” —no Dios, espero.

Jorge Majfud

Julio 2011

majfud.org

Jacksonville University

Milenio (Mexico)

La Republica (Uruguay)