Democracia directa y Generación Post-Facebook

English: Agora in Perge Français : Agora de Pergé

La generación Post-Facebook

Hacia una democracia directa

 

 

Libros y redes sociales

Entiendo que la discusión no está entre el libro de papel o el libro digital. Ambos son medios de un antiguo hábito intelectual: la lectura. La diferencia radica en que el libro digital se adquiere más fácilmente; pero el libro de papel no se ha ido abandonado por sus deficiencias de funcionamiento. A excepción de la carencia de hiperlinks que obligaban al lector a memorizar y ordenar la información de otra forma (los hiperlinks facilitan el acceso a la información pero no a la comprensión) las páginas del libro de papel siguen siendo el modelo básico que imitan los libros electrónicos. El libro de papel no poseía ninguna deficiencia que dificultara la lectura reflexiva; tal vez son los lectores hechos en la cultura del consumo de cantidades, en lugar de calidades, quienes han adquirido algunas deficiencias de lectura y reflexión, sobre todo de reflexión abstracta y holística. Esto, obviamente, es sólo una aproximación de un fenómeno más complejo y lleno de excepciones. Pero no son las excepciones lo que debería ocuparnos más.

Evidentemente hablo como un miembro de una generación a caballo de esos dos mundos, alguien que aprecia las ventajas de las nuevas tecnologías, que no quiere ser un reaccionario pero tampoco un idólatra desmemoriado que desprecia las virtudes del mundo anterior sólo porque no tiene idea de tan exótica experiencia humana, social e intelectual.

En el fondo, creo que el dilema entre el libro de papel y el libro digital es falso o, por lo menos, no es tan trascendente como el dilema entre las redes sociales y los libros tradicionales. Aquí está la verdadera competencia por los lectores; aquí están los verdaderos formadores de actitudes y de habilidades intelectuales.

En este punto la diferencia es abismal. Basta con observar el nivel de desafío que impone un libro tradicional, incluso uno de los peores, y el nivel de desafío intelectual que nos impone, por ejemplo, Facebook. Incluso, si los libros tradicionalmente estuvieron envueltos de un aura de prestigio, muchas veces inmerecido, Facebook carece de una minúscula fracción de este aura. Es más, muchos de sus usuarios, si no la mayoría, se reconocen perdiendo el tiempo en este espacio virtual, aunque no puedan dejar de hacerlo.

Haga el experimento. Elija un grupo de los estudiantes más perezosos que quizás usted conoce y ofrézcale un libro, una revista de política internacional, un juego de ajedrez, un piano, un microscopio o siete horas de Facebook. La famosa generación “múltiple-tarea” es mucho más pasiva, previsible y monótona de lo que se cree ella mismo.

Claro, Facebook tiene algunas utilidades positivas, como el hecho de facilitar cierto tipo de conocimiento de nuevas personas o la recuperación del contacto de viejos amigos. No obstante, en lo que se refiere estrictamente al desafío intelectual que deriva de su uso, nunca alcanza a superar el desafío del peor de los libros. Por el contrario, es probable que actúe más como un anestesiaste que como un estimulante de las habilidades intelectuales. Se puede argumentar que no es posible comparar las dos realidades porque son cosas diferentes; lo cual sería lo mismo que estamos diciendo desde otro punto de vista.

Pero el hecho concreto es que cada individuo sigue teniendo días de veinticuatro horas, y las horas que uno invierte en una actividad necesariamente se las quita a otra. No tendría sentido ignorar y abstenerse del uso de estas realidades del mundo de hoy, pero tampoco tiene mucho sentido ni ganancia reemplazar hasta el aniquilamiento la práctica de otras habilidades que antes estaban entre las modestas páginas de un libro. No al menos si queremos individuos más amplios y sociedades más despiertas, más libres de la repetición, de la propaganda, de la actitud de rebaño, de la autocomplacencia y del conformismo como religión.

 

La Sociedad Desobediente y las Asambleas de Democracia Directa

Luego de Facebook deberá surgir algo más maduro según nuestra concepción del movimiento humanista hacia la radicalización de la democracia, tal como se ha ido desarrollando, con altibajos, con avances y retrocesos, desde la caída de la Edad Media.

Ese “algo” debe ser un espacio diferente a las actuales redes sociales, donde los pensamientos no sean efímeros, fraudulentos o apenas una decoración que no cambian ninguna vida, donde los compromisos son siempre virtuales y las discusiones tienen escasa o nula trascendencia más allá de la burbuja virtual de los egos heridos, la que cada tanto se agrega la ilusión de ser el principal disparador de una revolución o de un alzamiento en alguna parte del mundo, como si no hubiesen habido verdaderas revoluciones populares mucho antes de Twitter y Facebook. Las revoluciones sociales no las han hecho ni Facebook ni Twitter sino juventudes maduras en la conciencia de sí mismos como protagonistas de la historia.

Yo todavía veo, igual que a finales del siglo XX, una etapa donde los medios virtuales de comunicación serán verdaderas herramientas y no meros juguetes para la diversión y la adicción de tareas triviales, repetitivas, voyeristas y egolátricas.

Esta nueva etapa sería marcada por una especie de Asamblea Virtual donde los participantes tengan un verdadero poder de decisión sobre el resto de la realidad política, económica y social que los rodea. Entonces, cuando los instrumentos de esta Asamblea impliquen un efecto directo en el individuo y en la sociedad, las discusiones y las reflexiones inevitablemente tenderán a realizarse con mayor responsabilidad y con mayor cuidado y reflexión. Los miembros ya no serán simplemente “amigos virtuales” o “seguidores” sino “ciudadanos” que se gobiernan a sí mismos. A determinados tiempos de discusión seguirán votaciones periódicas sobre temas concretos.

Eso mismo que hacemos, por ejemplo, en una asamblea de profesores de una universidad (pública o privada, como en mi caso personal), donde mes a mes proponemos cambios en las leyes de la institución y decidimos su destino mediante votación directa, abierta o secreta; como lo hacen los obreros que poseen una cooperativa y no votan simplemente por medidas de resistencia contra los dueños de sus empleos sino en beneficio del grupo y del individuo que forma parte de la administración de su propia fuente de trabajo.

Hace muchos años que ya tenemos los instrumentos técnicos para que así sea. De la misma forma que alguien puede decidir invertir todos sus ahorros en una transacción electrónica, de la misma forma un individuo puede participar en la decisión de qué hacer con el presupuesto de su provincia o hacia dónde debe dirigir una parte de los impuestos que paga.

Esto último, por ejemplo, consiste en una idea aparte y concreta sobre una reforma impositiva que propuse en otros escritos y que está en línea con el mismo pensamiento: si cada ciudadano puede decidir dónde colocar un X porcentaje de sus contribuciones impositivas, podrá de esta forma premiar o castigar a aquellos que han sido elegidos para cargos públicos o aquellos otros privados que realizan una obra que beneficia a la sociedad o, por lo menos, al mismo contribuyente de forma indirecta.

Esta nueva etapa de democracia directa, más cerca del anarquismo organizado que de las democracias representativas, inevitablemente redefinirá el concepto de lo privado y de lo público, restándole progresivamente poder a los individuos y a los grupos que se aferran al poder político y económico desde hace siglos.

 

 

Jorge Majfud

Jacksonville University

Julio 2012

majfud.org

Milenio (Mexico)

Cambio Politico (CR)

El Nuevo Siglo (Colombia)

La Republica (Uruguay)

 

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La generación FaceNoBook

La generación FaceNoBook

Profile shown on Thefacebook in 2005

Quizás una de las décadas más fructíferas y conflictivas de los últimos cien años haya sido la década de los sesenta. 

Fue el apogeo y el canto del cisne de un espíritu joven que, sin embargo, dejó algunas herencias como los movimientos de reivindicación de las minorías y de las mayorías débiles o marginadas del centro del poder, como el pensamiento poscolonialista, entre otros. Ese espíritu joven, en gran medida nacido en la misma región geográfica donde se ejercitaba el poder internacional e intercultural, fue impulsado por el alto porcentaje de jóvenes en Europa y Estados Unidos como clara consecuencia del baby boom (de la misma forma podemos explicar la “primavera árabe” y el eterno “otoño chino”). Acompañando los mismos números demográficos, ese espíritu vital fue mortalmente herido por la previsible reacción conservadora de los 70 y 80 que se extiende hasta nuestros días.

En 1969, Adolfo Bioy Casares, uno de los pocos conservadores lúcidos de la época, aunque nunca tan lúcido como su amigo Jorge Luis Borges, publicó una novela que puede leerse como crítica social: Diario de la guerra del cerdo. Antes, la genial Invención de Morel pretendió ser literatura pura o “perfecta” (interpretación fantástica de la realidad literaria, nunca desdeñable y nunca única) y sin quererlo retrató el espíritu de su propia clase social en 1940, ostentosa heredera de una Argentina prospera en clara decadencia, amenazada por una Argentina obrera, la de los descamisados, que trataba de sacar la cabeza del fango de la miseria y la inexistencia.

La guerra del cerdo, sin embargo, es una necesaria metáfora que funciona de contra balance ante los excesos de una época. En esta novela, los viejos son perseguidos y eliminados por bandas de jóvenes. Paradójicamente, en la Argentina real de la época, la práctica era la inversa. Así, una vez más, una crítica y una reivindicación totalmente justa, servía para ejercitar o mantener otras injusticias, lo que nos revela la infinita complejidad de cualquier realidad. Complejidad que nunca será comprendida por los ortodoxos de todo tipo (pocas cosas más heterodoxas que el conjunto de los ortodoxos que se odian a muerte).

Desde el ensayo, Ortega y Gasset se ocupó extensamente del conflicto de generaciones. En la vereda opuesta, Ernesto Che Guevara, casi en sus cuarenta, un día, presenciando un grupo de estudiantes, también reconoció: “había olvidado yo que hay algo más importante que la clase social a la que pertenece el individuo: la juventud…” (Obras) Los ejércitos más poderosos del mundo también lo saben. Además de sus clases sociales, basta con ver las edades de los soldados que históricamente van a morir al frente, muchas veces sin edad suficiente para consumir alcohol.

En el caso del eterno conflicto de las generaciones, tradicionalmente han habido dos grupos antagónicos: los viejos, que aseguran que ya no hay moral o todo está en decadencia, sólo porque la moral en curso no es la de ellos o sus valores e ideas sobre las virtudes de una sociedad no se entienden con las nuevas en curso. De este tipo de percepciones nos hemos ocupado antes.

Por el otro lado, están aquellos que se inician en el mundo, aquellos que se representan a sí mismo colonizando el presente y el futuro (no siempre es la generación más joven o la más vieja, depende de la lógica de la historia; cuando éramos niños, teníamos que esperar que nuestros padres terminasen de ver el informativo para ver los dibujitos; ahora los padres tenemos que esperar que los niños terminen de ver los dibujitos para ver el informativo; siempre hay una generación jodida).

Concretamente, la generación actual (la Generación FaceNoBook) ha planteado diferentes dilemas o, mejor dicho, se ha encontrado en medio de un dilema planteado por la generación anterior, la generación que inventó el presente, un mundo de conexiones virtuales y todo lo que hace la realidad de los jóvenes de hoy.

En el caso concreto de la educación, de los hábitos intelectuales y de lectura, podemos hacer una crítica a la nueva generación: la twitterización del pensamiento puede ser un proceso interesante si no fuese toda la habilidad que poseen o ejercitan. La nueva generación de la hiperfragmentación no debería juzgar con tanta liviandad que los libros o los hábitos intelectuales de los mayores están obsoletos.

No hay progreso sin memoria y quien desdeña la experiencia de generaciones anteriores es un primitivo vestido de astronauta. Aunque se hayan inventado nuevas formas de practicar el sexo, eso no significa que como lo hacían los abuelos, los romanos o los antiguos egipcios haya sido una forma inferior a la actual.

Algunos consejos tampoco pasan de moda y valen tanto para los antiguos griegos como para los modernos twitteros: la soberbia sólo oculta ignorancia. Las ideas de los antiguos griegos se siguen usando hoy en día, no solo en filosofía, de la cual sentaron las bases, sino en política y, en gran medida, en las ciencias teóricas (como las ideas de que la materia, compuesta de átomos, es fuego, energía; como la psiquis humana, compuesta de una parte racional y otra irracional; como los organismos que evolucionan según funciones, etc.)

Cambiar es parte de una permanencia más profunda y, en el mejor de los casos, siempre fue producto de un pasado, de una memoria, de una herencia más intelectual que material. Habitamos las ciudades de los muertos y sus ideas nos habitan cada día. Despreciar todo lo que fue por todo lo que es, es una actitud además de soberbia perezosa, porque implica una grave falta de crítica, y el pensamiento crítico nunca ha sido, hasta ahora, complaciente y menos autocomplaciente. El pensamiento crítico es un invento antiguo, no de esta generación; todas las generaciones lo han usado en mayor o menor medida, lo que demuestra cuán reaccionario se puede ser cuando en base a la pereza intelectual y en nombre de lo nuevo se olvida de dónde venimos y sobre qué antiguos pilares está sentado el presente. Esa amnesia, esa complacencia es la mayor amenaza, no sólo de esta generación.

Una vez más, en lo verdaderamente humano, en lo importante, no hay muchas novedades. La idea de ser diferentes y originales tampoco es novedoso. Sólo que aquellos que carecen de memoria y aprecio por el pasado creen que el mundo ha comenzado con ellos. No advierten que el mundo podría terminar con ellos, de forma imperceptible, eso sí, si los robots se siguen pareciendo cada vez más a los seres humanos y los humanos insisten en parecerse cada vez más a los robots.

Jorge Majfud

Mayo 2012

majfud.org

Milenio , B (Mexico)

Claridad (Puerto Rico)

La Republica (Uruguay)

https://www.informa-tico.com/30-07-2012/generacion-post-facebook-democracia-directa

Sobre La ciudad de la Luna

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«Ciudad lunar»

 

ENTREVISTA de  María José de Acuña

El escritor a contraluz. [Montevideo>>]

«Se refiere más a un mundo esquizofrénico, orgulloso de sus miopías», asegura Jorge Majfud, escrito uruguayo radicado en EEUU, acerca de su última novela. «La ciudad de la Luna». Entrevistado en España. Majfud asegura escribir » porque sufro y me apasiona la complejidad del mundo que me rodea».

Jorge Majfud, tacuaremboense nacido en 1969 reside e imparte docencia en Georgia, Estados Unidos. Colaborador habitual de medios de prensa en Uruguay, México y España, tuvo su debut como novelista con» Hacia qué patrias del silencio» en 1996. Entrevistado en Marid por la periodista María José de Acuña, Majfud acerca de literatura, política y otros ingredientes de la realidad actual.
Intelectual comprometido, apasionado por el conocimiento desde un agudo sentido crítico, controvertido e incansable pensador con vocación de filósofo, estimulador de conciencias, contrario a la mercantilización de la cultura por lo inevitable de la banalización de la literatura, todas las características apuntadas definen a Jorge Majfud. Autor de numerosos ensayos con los que ejercita al lector en inusuales reflexiones acerca de la historia, del hombre y la mujer -de sus traumáticas incertidumbres y contradicciones, de sus cuestionables paradigmas y de lo que para él son sin duda falsos ídolos, – de los síntomas autistas de nuestras sociedades., tras Hacia qué patrias del silencio (memorias de un desaparecido) y La reina de América acaba de publicar su tercera novela con Baile del Sol. En La ciudad de la Luna, recrea una ciudad perdida en el desierto de Argelia, Calataid. 

A través de la ficción de un espacio cerrado, Majfud se refiere a problemas más globales recurriendo a esta metáfora «para hablar de una enfermedad histórica que se presenta como una virtud de nuestro tiempo -asegura-. Como en cada tiempo, los pueblos han tendido a considerarse los elegidos de Dios, la reserva moral del mundo, los poseedores de la única lengua que se entiende. Eso es algo que encontramos día a día tanto en Oriente como en Occidente. Sobre la mesa -y debajo también- están los resultados».

MA. Como latinoamericano comprometido, uno de los temas que más parecen preocuparle es la realidad de América Latina y todo lo que ello significa, especialmente en los ensayos que se publican cada semana en muchos países. Si pudiera hacer una extrapolación de escenarios, ¿cuántas ciudades-sociedades similares a Calataid podría imaginar en su área geográfica de origen?
JM. Muchas. El Cono Sur de Stroessner, Videla y Pinochet. La Cuba después de aquella revolución que pareció realizar los mejores sueños de un «hombre nuevo», libre de la locura de la avaricia del capitalismo, pero que también cayó en otra forma de orgullo cerrado que casi no deja lugar a la autocrítica. La España de Franco. En fin, la lista es larga. 

A pesar que el protagonista quería fugarse a Nueva York, Calataid es también -quizás, sobre todo- el arrogante Estados Unidos de los Bush y de toda esa ola conservadora que se radicalizó, especialmente, con Reagan y que no terminará con Obama. Y es también el Afganistán de los talibán. La España imperial rodeándose de muros para salvar su pureza de religión y de sangre, es el Estados Unidos conservador e imperial rodeándose de muros para salvar la pureza de su mentada «particularidad histórica», de su Dios privatizado, de su libertad que en el discurso de los fanáticos se vuelve una momia sin vida, excusa para otras opresiones. 

Calataid es el ejemplo descarnado del patriotismo que se opone al humanismo oprimiendo a sus individuos concretos y a la vez se ufana de su democracia y su libertad. Bueno, como La ciudad de la luna no es una novela de misterio puedo adelantar el final, ¿no? El protagonista es sentenciado a ajusticiar en público, con un hacha, a un supuesto criminal en la plaza Matriz. Luego de resistirse a semejante bestialidad, la masa termina empujándolo a «cumplir con su deber». Cuando la víctima está agonizando, ya sin movimientos, el protagonista le descubre el rostro y descubre a su hermana, la poeta sin piernas que escribía sus versos incendiarios en flechas de papel. Este acto, con sus variaciones, ocurrió en el Afganistán de los talibán en los ’90. Recuerdo la foto como una pesadilla. 

MA. Usted dejó la arquitectura para dedicarse a la docencia y a escribir. Hace unos meses escribió un artículo que tituló «¿Por qué escribimos?» y, entre otras reflexiones, manifestaba lo siguiente: «escribo porque sufro y me apasiona la complejidad del mundo que me rodea. Escribo porque quiero batalla con este mundo que no me conforma y escribo porque a veces quisiera refugiarme en algo que no está aquí y ahora, algo que está libre de la contingencia del momento, algo que se parece a un más allá humano o sobrehumano. Pero todo lo que escribo surge a partir de aquí y ahora, de mi inconformidad con el mundo». ¿Se siente heredero de aquellas voces que padecieron la férrea censura de la dictadura vivida por su país de origen durante más de una década? 
JM. Tal vez «heredero» es una palabra muy amplia para el caso. Crecí en la dictadura y en la conciencia de la contradicción que existe entre el discurso público y los hechos a la luz de una segunda mirada crítica. Escuché esas voces muchas veces, pero no puedo saber si hay algo de ellas en mi voz literaria o simplemente toda la historia pesa en mí como pesa en cualquiera y cada uno la procesa según su conciencia, sus posibilidades y habilidades. 

MA. En la actualidad y, desde hace algunos años, vive, trabaja y crea (si las tres cosas pudieran considerarse compartimentos estancos) en Estados Unidos. ¿Cómo de cerca se siente de la literatura uruguaya de hoy «que se mira a sí mismo, de forma autocrítica y nada complaciente», según palabras de Gustavo Esmoris en un reciente análisis sobre su obra?
JM. Muchos conocen mi rechazo a los patriotismos de juramentos y escarapelas. También mi profundo amor por la tierra donde pasé quizás las vidas más importantes de mi vida. Hasta que me muera, una parte seguirá viviendo en mi infancia, en mi adolescencia y juventud. Es como el lenguaje. No importa cuán correctamente escriba en inglés; nunca podré publicar algo si no siento el ritmo del texto, el color, el sabor de la palabra, de la idea, del compás discursivo. 

Para mí el inglés es sólo una herramienta; nunca será como el español, mi casa. Por otro lado, desde un punto de vista filosófico y literario, siento que los localismos se van aburriendo y desvaneciendo. Hoy en día casi no tengo contacto con lo nuevo que se escribe y publica en Uruguay. Es algo que siempre lo tengo como una materia pendiente. Me da la impresión de que nuestra generación latinoamericana, nuestros temas, nuestras preocupaciones ya no se definen por fronteras geográficas, ya no está atada a los regionalismos del siglo pasado, los pueblos Macondo en la América tropical, los dictadorcillos en sus islas, los Dostoyevsky en los bares de Montevideo y Buenos Aires. En fin, tal vez la nueva generación sea más cosmopolita y transnacional. O tal vez me equivoco, como tantas veces, por hablar sin pensarlo dos veces.

MA. Ante la pérdida de Mario Benedetti usted manifestó sentir una «mezcla de tristeza y alegría que agradece lo vivido y lo leído» y dolor o nostalgia «como si una parte del Uruguay se hubiese hundido en el mar, estando tan lejos, y la perdí para siempre». ¿Qué ha representado en su vida y en su obra una personalidad como la del célebre escritor que se nos fue?
JM. A Mario le debemos el ejemplo de amor a la literatura y el compromiso con su tiempo. Benedetti fue la antítesis de Borges. Creo que el exagerado volumen de su obra incluye muchas páginas que tal vez no eran necesarias. Pero lo bueno que ha dejado es tanto que se le perdona todo eso. En lo personal, es como si el Uruguay de mis primeras vidas hubiese cerrado un capítulo, como la muerte de mi abuelo. 

�Majfud con Euardo Galeano en Filadelfia, EEUU

 
Cada paso que damos nos acercamos a la muerte. Es algo obvio, pero de sólo pensarlo al caminar da melancolía y agradecimiento por los pasos dados, por los que damos, por los pasos que todavía vamos a dar sin miedo. Eduardo Galeano suele decir que narrar es postergar la muerte. Él es un amante de Scheherazade. No puedo estar más de acuerdo en este punto. Podríamos agregar también aquello de «Stat rosa pristina nomine; nomina nuda tenemus». «La rosa ya es sólo un nombre; sólo nombres nos quedan». Eso es lo trágico, pero también hay una esperanza: «¿Dónde está tu gloria, Babilonia? ¿Y Darío? ¿Y Ciro? 

Ernesto Sábato lo dijo de otra forma, en su última novela, Abaddon: «un día todo será pasado y olvidado y borrado. Hasta los formidables muros y la fosa que rodea la inexpugnable fortaleza.» O algo así.

MA. ¿Cómo vivió las últimas elecciones en Estados Unidos?
JM. ¿A propósito de la inexpugnable fortaleza.? Con intensidad y en detalle.

MA. Cree que pese a la crisis, la ilusión del pueblo norteamericano por Obama permanece intacta como al día siguiente de su victoria?
JM. Bueno, recuerde lo de Heráclito. Con todo, su popularidad es muy alta y no es pese a la crisis sino, en parte, por la crisis misma. Aunque ya lo habíamos adelantado en el 2006: había un recambio generacional que traería sorpresas. Y esto se manifestaba mucho antes de la crisis financiera del 2008. Claro, ya vendrán tiempos peores para su popularidad y mejores para la economía, pero se defiende muy bien. Ha impulsado cambios que son positivos. Vamos a ver si puede hacer más. Por lo que leo entrelineas de sus actos y discursos, creo que en su mente hay más claridad de lo que puede demostrar según las limitaciones que puede tener cualquier persona en su lugar.

MA. ¿Ha notado algún cambio de rumbo respecto de la relación con América Latina desde que asumió el poder la nueva Administración? 
JM. No. Todavía no. América Latina no importa mucho en este momento. El levantamiento de la exclusión de Cuba en la OEA, lo dijimos varias veces en las radios que nos consultaron sobre esto mismo, no tiene gran importancia más allá de los discursos hechos para consumo interno. Hay demasiados actos simbólicos, demasiados encuentros y cumbres de mandatarios y nunca pasa nada. Es para la prensa. En el caso de Estados Unidos el gran cambio se viene con la creciente influencia de los hispanos. Actualmente hay 45 millones, más de la cuarta parte indocumentados. Estados Unidos es uno de los países más populosos de Hispanoamérica, casi como España. Y esta proporción va en crecimiento, como una marea silenciosa pero inevitable. En una década o antes comenzarán a aparecer a la luz sus hijos, una generación mejor educada y con más poder económico, político y cultural. 

MA. Volviendo a La ciudad de la Luna, como lectores nos enfrentamos a una prosa un tanto experimental: en una misma frase pueden confluir diferentes narradores o un mismo narrador desde otras perspectivas y planos narrativos distintos, incluso mediante el uso de un castellano antiguo. Es como caminar por las dunas del desierto que retrata en la novela: desde cada una de las montañas de arena se observa una perspectiva diferente y todas son igual de verdaderas y válidas. ¿Qué ha pretendido con esta experimentación técnica en la narración?
JM. Claro, por momentos el castellano coloquial de Calataid es un tipo de castellano antiguo con sus particularidades. Una de las teorías sobre la fundación de Calataid sostiene que fue realizada por un ejército perdido de la reconquista cristiana de la península ibérica. Parte de la variación gramatical y sintáctica procede de algunos estudios que hice sobre textos originales del siglo XII y XIII e, incluso del siglo XVI, con la aparición de las estructuras lingüísticas que corresponden al «vos» que sobrevive hoy en el Río de la Plata y en regiones del norte de Sudamérica y de América Central, en lugar del más moderno «tú» que hoy usan ustedes en España. Luego algunos pronombres como «ello», etc., son producto de una intuición personal puesta en practica sobre el origen de los modernos pronombres personales de objeto directo e indirecto. 

Aparte de esa particularidad lingüística, está la experiencia de la forma literaria que podríamos llamar, por momentos, una especie de «cubismo», aunque no me gusta el término aplicado a literatura. Con todo tuve cuidado de no abusar del método para que la forma no interfiera con la historia en lugar de confirmarla. Hay una lectura en mi adolescencia que tal vez sirva como referencia. Jean Paul Sartre hizo un experimento semejante en Los caminos de la libertad (1945). Esa novela me fascinó. Allí Sartre mezclaba diferentes espacios, casi simultáneos, en un mismo párrafo. Lo único que yo he agregado es la pluralidad de voces narrativas -primera, segunda, tercera and so on- en un mismo párrafo y a veces en una misma frase. La intención era darle protagonismo a la ciudad: una idea, un prejuicio no pertenece a una persona sino que es una creación colectiva. 

MA. La ciudad de la Luna está ambientada al sur de Argelia y la historia transcurre en una época convulsa, políticamente hablando. En el pasado mes de abril el país celebró elecciones presidenciales y en zonas como la Cabilia, salvando las distancias, seguramente se podrían recrear los escenarios de ficción imaginados por usted para Calataid: Tizi Uzu, su capital, era una ciudad cubierta por el barro provocado por la lluvia que cayó durante la mañana. Como celoso observador de la actualidad internacional, ¿qué futuro más o menos próximo presume para un país como Argelia?
JM. El norte de África vivirá un renacimiento en este siglo pero tendrá que luchar contra sus Calataids. La ciudad de la Luna se terminó de escribir hace algunos años. Desde entonces y aún antes ocurrieron muchos hechos puntuales que ya comenté en el epílogo de la novela y que parecen predichos por la ficción. Quizás haya muchos más. Unos pueden ser casualidades, no sé, pero porque considero que la ficción es el resultado de la realidad, de las realidades que no aceptan ser llamadas ficciones, aún cuando son producto de la fantasía y el delirio de algunos personajes siniestros, no puede ser casualidad que realidad y ficción se confundan. Porque son las dos caras de una misma moneda y conociendo una se adivina la otra, como pueden serlo los sueños y la vigilia. 

Ahora, con respecto a Argelia. Creo que la novela se ambienta allí porque lo dictó la lógica de la ficción. Fue un proceso natural; y hoy que puedo identificar una docena de calles, rincones, edificios, arcos, sótanos, murallas y callejones con sus espacios, sus formas y sus personajes ya no podría moverla a otra parte. Es verosímil soñar, imaginar una ciudad encerrada por espesos muros, por su propia cultura y por un vasto desierto en esa región. En lugar de Argelia pudo ser Libia. No lo sé. Como ya dije antes, la historia se refiere más a un mundo esquizofrénico, orgulloso de sus miopías. Un mundo que funciona a la inversa del precepto «think globally, act locally» y, por el contrario, piensa provincianamente y actúa globalmente. Y esto, lamentablemente, es universal.

MA. Para finalizar, una curiosidad: ¿existe, o ha existido, Salvador Uriburu?
JM. Sí, existe. Es uno de los personajes de la novela. Fuera de ella, he conocido a algunos personajes como él. 

MA. ¿Es el mismo que aparece en The Walled Society publicada el año pasado en The Humanist?
JM. Sí. Ese título, La ciudad amurallada, fue uno de los títulos de la novela y esos relatos en inglés -cuidadosa traducción de Bruce Campbell- son capítulos de la novela que publica ahora Baile del Sol en español. 

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