Diálogos con Gabriel Conte III

Barack_Obama_Young

Obama y los misterios de la historia”

 

Con Gabbriel Conte

Jorge Majfud

 

 

G.C. Cuando se dice que Obama expresó una serie de palabras en sentido «progresista», ¿debemos entender al término como «de carácter más hacia la izquierda que el común de los presidentes norteamericanos»?

 

J.M. Sí, si consideramos los últimos presidentes, desde Jimmy Carter. No, si consideramos un número mayor. Por ejemplo, Se podría considerar a los redactores de la constitución americana, la primera y la única, como fuertemente progresistas, como revolucionarios radicales. Es muy difícil encontrar en la historia de la humanidad la fundación de una nación sobre ideas y leyes tan radicales para la época. Se podría considerar a Thomas Jefferson como un presidente progresista, a pesar de que también fue un hombre de su tiempo, un propietario de tierras y esclavos. Pero cuando juzgamos a un hombre o a una mujer desde una perspectiva histórica, lo que importa es la diferencia que cada uno pueda hacer como progresista o conservador, como revolucionario o como reaccionario, como humanista o como enemigo de la humanidad. También podemos considerar como presidentes progresistas al republicano Abraham Lincoln y al demócrata Franklin Roosevelt, que no solo sacó a Estados Unidos de su peor depresión sino que además fue el creador de los programas sociales mas importantes que existen hoy, además de sus políticas económicas que en su momento fueron consideradas estatistas o keynesianas por los conservadores y por los seguidores de Milton Friedman. Desde un punto de vista más especifico, es evidente que las políticas de Obama, fácilmente reconocibles, se están inclinando a la izquierda (los conservadores lo acusan de socialista y liberal), aunque también el grado de filiación depende de quien lo mida. Como ya lo hemos repetido hasta el cansancio, incluso antes de su triunfo en el 2008, su segundo mandato iba a ser más radical. Ya lo es desde el tono de poca paciencia que está mostrando en sus discursos y en las negociaciones con los republicanos, que todavía dominan la cámara baja y tienen todo el poder de trabar la mayoría de sus proyectos. Creo que poco a poco, de aquí hasta su vejez, al igual que Jimmy Carter, Obama volverá a sus raíces intelectuales, que están en sus años ochenta, cuando en la universidad de Columbia leía escritores críticos y asistía y a reuniones de obreros e intelectuales que hubiesen escandalizado a los reaganistas y lo hubiesen llevado a la cárcel en los años cincuenta. A Obama se lo ha acusado erróneamente de muchas cosas, como de no haber nacido en Estados Unidos. Nació en Hawái, es decir, en la Polinesia, cuando Hawái hacía un par de años que se había convertido en el estado cincuenta de Estados Unidos. Hubiese sido un hijo ilegítimo en varios otros estados, ya que el matrimonio entre un negro y una blanca por entonces estaba prohibido. Aquel niño creció y se educó en el país islámico más poblado del mundo, Indonesia, pero no es musulmán, como una gran parte de la población cree. Se llama Barck Hussein Obama, un nombre lleno de reminiscencias a los enemigos obsesivos de Estados Unidos, según el discurso oficial y popular de las últimas décadas. Estuvo afiliado a una iglesia simpatizante a la teoría de la liberación, un invento latinoamericano de los sesenta y, para peor, como algunos biógrafos como Stanley Kurtz en su libro Radical-in-Chief: Barack Obama and the Untold Story of American Socialism (“El comandante radical: Barack Obama y la historia oculta del Socialismo estadounidense”) se encargan de subrayar, el joven Obama en sus años de universidad leía a Karl Marx y asistía a “conferencias de académicos socialistas”. Títulos que uno adivina son puestos más por los enemigos que por los amigos. Todo eso hace una diferencia con, por ejemplo, los tiempos no tan lejanos de Ronald Reagan, que pocos alcanzan a distinguir. Por otro lado, podríamos observar que esta tendencia a la izquierda se expresa más a nivel nacional que a nivel internacional. También si observamos las acciones de los presidentes socialistas de Europa, como el de François Hollande en Francia, por ejemplo, la regla de oro sigue siendo la misma que alguna vez improvisó Winston Churchill cuando le preguntaron qué países tenía Inglaterra como amigos. Churchill dijo, “señor, Inglaterra no tiene amigos; tiene intereses”. Sinceridad de viejo.

Barack Obama and Michelle Obama

G.C. Entonces ¿se podría decir que Obama es el más «progresista», en ese sentido, de todos los demócratas?

J.M. Tal vez sí, si consideramos las mayores figuras de su partido hoy en día. No obstante, en política internacional, el republicano Ron Paul es mucho más “progresista” para el estándar latinoamericano, con su insistencia radical contra las guerras, contra las bases militares y contra los intervencionismo en otros países, con su acusación al gobierno de Estados Unidos de crear reacciones y líderes “antiimperialistas” los cuales, según lo ha repetido en muchos debates, son naturales reacciones a los intervencionismos norteamericanos, etc. Fuera de los demócratas también podríamos mencionar al senador socialista Bernie Sanders.

G.C. Recuerdo el año pasado haber hablado con una decepcionada Aviva Chomsky, a quien aprecio mucho por su gran capacidad de análisis e investigación sobre los procesos migratorios. Ella dejó de creer en Obama y de hecho en las últimas elecciones pensó que era mejor apoyar al partido Verde, aunque también era bueno darle un voto de confianza al actual mandatario en aquellos estados en donde el voto estaba «peleado». ¿A quién le habla Obama cuando lo hace en tono «progresista»? ¿Quiere reconquistar a sus desencantados seguidores de la gestión anterior? ¿O «queda bien» decir esas cosas y nada más?

 J.M. Bueno, es natural que un intelectual deba ser un critico radical. Si uno no es radical en su crítica significa que no está yendo a la raíz de un problema. No obstante yo prescribiría, otra vez, “piensa radical, actúa moderado”. Y creo que Noam Chomsky, su padre, básicamente ha practicado esta línea y la ha articulado en sus conferencias y libros cuando insiste que no es posible tener un plan totalizador que solucione todos los problemas de una sociedad, porque las sociedades son naturalmente complejas y cambiantes. Por lo tanto, dice Noam Chomsky, lo mejor es tener ciertos principios claros de hacia dónde se quiere llegar y luego proponer ciertos cambios, llevarlos a la práctica de una forma concreta, y observar los resultados antes de continuar por ese camino. También Chomsky ha sido muy crítico con Obama. ¡Cómo no serlo con un presidente! Mucho más con el presidente de la principal potencia mundial. El problema, me parece a mí, es que un político, sea bueno o malo, siempre tiene que lidiar con la basura de la realidad política, con los intereses, con lo posible dentro de lo deseable. Los llamados intelectuales, los críticos, en cierta forma estamos libre toda esa basura, lo cual no nos hace mejores personas pero nos da cierta independencia que algunos preferimos mantener. Una independencia relativa, claro, ya que vivimos en un mundo concreto, en una sociedad llena de conflictos y no en un ideal espacio platónico. De cualquier forma, tenemos una independencia mayor de la que puede tener cualquier político de la actual era de las democracias representativas. Personalmente, yo nunca creí en Obama ni en ningún político. De hecho, creo que no deberíamos guiarnos por creencias sino por escepticismos. Pero por otro lado siempre hay que tomar una decisión. No votar, por ejemplo, es renunciar a esa minúscula parte que cada uno tiene para hacer una diferencia mayor a largo plazo. Por lo tanto, en cada elección, en cada referéndum, en cada situación en la cual tenemos más de una opción, uno siempre debe elegir el mal menor. Esto no quiere decir ser conformista, sino reconocer que nadie puede imponer sus ideales al resto ni nadie puede cambiar un mundo dominado por fuerzas infinitamente mayores a cualquier grupo o individuo. De ahí el valor de la critica radical y de las acciones colectivas. Un ejemplo simple y concreto es la lucha contra el tabaco. ¿Cómo es posible que aquellas grandes corporaciones tabacaleras de hace pocas décadas atrás fueron, en gran medida, derrotadas por el bien colectivo que comenzó con acciones de pequeños grupos de activistas?

G.C. ¿Piensa que Obama puede cumplir con esa agenda que prometió en su discurso?
J.M. Eso es como predecir el resultado de un partido de futbol. Yo diría que tiene una gran oportunidad y fuerzas moderadas para hacerlo. No olvidemos que sus adversarios no son solo los republicanos sino, quizás sobre todo, los grandes lobbies, las grandes corporaciones que todos conocemos. Y aun así no podemos estar totalmente seguros si esas fuerzas son realmente sus adversarios o sus aliados. Sólo él, su almohada y Dios lo saben mejor que el resto de nosotros.

G.C. ¿Cuál cree que sería el sesgo o el tono que tendrían sus discurso si tradujera en palabras sus acciones en el exterior?

J.M. Hasta ahora sus acciones a nivel internacional han sido poco diferentes a las iniciadas por George Bush. Con algunas diferencias, claro: un tono menos belicista, un intento por explotar alianzas estratégicas, etc. Es lo que se llama el “poder blando”, que normalmente suele ser ejercitado más por el más fuerte del vecindario, es decir, por aquel que es respetado por un “poder duro” que se reserva, que por los más débiles que deben recurrir acciones más violentas para hacer alguna diferencia a su favor. Su idea de un estado palestino y uno israelí según las fronteras de 1967 chocó contra un muro. Su aparente desinterés por África y America Latina continúa. No creo que haya una gran contradicción entre sus discursos y sus acciones. A mí lo que más me interesa son sus verdaderas intenciones, y creo que eso hay que leerlo siempre entre líneas, como si hiciéramos un trabajo psicoanalítico. Eso es lo verdaderamente importante cuando hablamos de Obama y muchos otros líderes mundiales. Ahora, que lo interesante sean más sus intenciones más íntimas, no significa al final termine haciendo una gran diferencia con respecto a las verdaderas intenciones de las titánicas fuerzas de las sectas financieras que todavía administran gran parte del poder del mundo. Al fin y al cabo, Obama es sólo un hombre.

Milenio I, II, III, IV x  (Mexico)

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El Teniente Coronel Gavazzo y la CIA

El Teniente Coronel Gavazzo y la CIA

Hay por lo menos dos innovaciones en las guerras modernas: una es el ataque preventivo; la otra es la condena de un grupo o de un individuo por lo que hubiesen podido hacer. En el caso latinoamericano, podemos ver cómo las guerrillas lucharon por violar las constituciones de sus países y para evitar que lograran hacerlo, los militares la violaron de hecho. Con un agregado: no fueron una simple reacción a la violencia del momento sino el resultado tradicional de una violencia institucionalizada por décadas en sociedades claramente autoritarias y opresoras, continuación de los abusos de clase y de raza que procedía de la colonia y se prolongó sin quiebres en las republicas de papel, estados semi feudales legitimados por maravillosas leyes y constituciones que sólo los desheredados y la clase media respetaban.

Siglos de cultura feudal no cambian con ningún gobierno ni con ningún maquillaje ideológico. Lo demuestran los personalismos que plagan izquierda y derecha casi por igual.

Los arqueólogos de las mentalidades todavía hoy pueden rastrear algunos fósiles. Un ejemplo anecdótico, aunque no único, es el caso del

Tte. Cnel. José Gavazzo y otros militares de la última dictadura en Uruguay. Recientemente el militar retirado publicó un largo relato donde acusa a los comunistas por lo que pudieron hacer o por lo que hicieron sus pares en la Unión Soviética. Lo cual es una forma obvia de justificar los crímenes propios con los ajenos. Algo similar sería sentenciar a Gavazzo, Videla o Pinochet, por los crímenes cometidos por el franquismo. Aunque sus motivaciones y prácticas son igualmente fascistas y reaccionarias, no se puede juzgar a unos por lo que hicieron otros.

A juzgar por sus escritos que el Tte. Cnel. Gavazzo acaba de publicar en el día de hoy, ni siquiera entiende la historia que él mismo formó parte, más como tétrico y patético títere (que a su vez movía los piolines de otros subtíteres), que como protagonista conciente de las causas y acciones que lo motivaban. Sí, conozco la respuesta: “yo sé lo que digo porque lo viví”. El argumento senil también sirve para darle el mismo crédito intelectual a los tupamaros, sus enemigos a muerte por entonces, que también vivieron el mismo tiempo aunque suelen recordar una realidad algo diferente y en casos incompatible. O habría que aceptar que Cristóbal Colon tenía razón cuando afirmaba que había llegado al Asia cruzando el Atlántico, ya que fue él quien lo hizo y no nosotros.

En 2007, una carta abierta de los familiares de militares presos por violación a los derechos humanos le pedía al entonces presidente de Estados Unidos, George Bush, que interfiriera en los asuntos judiciales del Uruguay para liberar a quienes lucharon contra la influencia extranjera. Como semejante contradicción no tuvo el efecto esperado, ahora el Tte. Cnel. Gavazzo mitiga sus días publicando un sitio que se llama “En voz alta”, donde publica las grabaciones intrascendentes de conversaciones telefónicas en los años setenta, con más nostalgia que inteligencia, y firma sus redacciones como “prisionero político” (de un régimen democrático y de derecho al que, curiosamente, llama “régimen”). El cambio de “preso” por “prisionero” no lo dignifica pero le da un toque militar al asunto, e injustamente significa lo mismo que durante la dictadura significaba “preso político”.

Ahora, si algo no tienen los presos políticos es voz. De hecho, se los encarcela para silenciarlos, no para victimizarlos. Eso debería saberlo el teniente coronel, alguien que vivió los tiempos que ahora intenta comprender con más lecturas y con menos recursos intelectuales. Cuando él y sus secuaces secuestraron un país en nombre de su salvación, no se podía hablar ni en voz baja. Esta prohibición no estaba limitada a los presos políticos sino a todo aquel ciudadano que no pensara como ellos. Yo mismo, siendo un niño de siete años, debí pasar horas mirando la pared de la escuela, en castigo por hacer demasiadas preguntas a la maestra. Bastaba con ser sospechoso de pensamiento para ir a la cárcel, perder el empleo o ser directamente torturado de una forma más física. El resto gozaba de libertad de expresión, lo que demuestra que el régimen no era tan terrible.

Aunque el coronel mantiene todas las garantías constitucionales e internacionales y puede publicar cuanto le dicta su brillante intelecto, y algunos otros militares retirados salen en la televisión tratando de explicarnos, con tono grave y académico, quién fue un horrible y perverso “italiano llamado Gramsci”, difícilmente pueda recibir el honor de ser considerado un preso político. Lo cual es una paradoja, ya que es como tratar de reclamar el título que alguna vez tuvieron sus victimas (con excepción de los secuestrados, torturados y desaparecidos).

En uno de sus capítulos (vamos llamarlo así) el Tte. Cnel. habla del “terrorismo de Estado” de la Unión Soviética, citando a Stalin y otros clásicos. Aquí, en Estados Unidos, he tenido muy buenos alumnos cuyos abuelos fueron famosos camaradas de Stalin y reconocidos criminales. De ser por el Tte. Cnel. Gavazzo deberían estar presos o en observación. Por alguna razón, el Retirado no alcanza a percibir que aquellos matones de Stalin fueron lo más parecido a su horda de militares que asolaron America Latina. Los diferenciaba la mano con la que cometían sus atropellos a los Derechos Humanos (la escala de la barbarie también, en el caso de un país demográficamente minúsculo como Uruguay). Denunciando la barbarie ajena se daban el lujo de justificar las barbarie propia.

El señor Tte. Cnel. y sus secuaces no sólo aniquilaron seres humanos; también asesinaron la historia. No por su lucha contra el fascismo comunista (a la cual yo mismo me sumaría de haber vivido en la Unión Soviética) sino por su lucha contra la democracia y los derechos humanos.

Obviamente, no pretendo razonar con alguien que no se arrepiente de nada; se sienten orgullos de sus crímenes, razón por lo cual no entiendo por qué no aceptan la cárcel con orgullo de mártires en lugar de llorar como marranos al mejor estilo Augusto Pinochet cuando estuvo a punto de perder su libertad. Cuando vi llorar a este señor comprendí por qué los generales y dictadores siempre iban detrás de sus ejércitos. Como el Tte. Cnel. Gavazzo, estos valientes soldados de la patria sólo se enfrentaban a un prisionero cuando estaba amarrado y encapuchado (si me pide nombres, se los puedo dar; pero estoy seguro que su valentía no le dará para tanto).

Así, los ex dictadores se consuelan pensando que son victimas del marxismo internacional y no de la justicia. Pero para que tengan en cuenta que no fueron los marxistas los únicos que los consideraron criminales peligrosos, recomiendo el análisis de un informe secreto de la CIA, aun sin traducir al español.

Según un documento desclasificado el 9 de julio de 2002 y en archivos de George Washington University, en 1976, en plena dictadura, Washington bloqueó el viaje de los militares uruguayos José Pons y el mayor José Nino Gavazo. ¿Por qué?

El documento fue firmado por Harry W. Shlauderman y dirigido a Mr. Habib, el 13 de diciembre de 1976, en los últimos días de la presidencia de Gerald Ford y con el conocimiento del reciente triunfo del demócrata Jimmy Carter, a un mes de asumir la presidencia de Estados Unidos.

El título es elocuente: “Uruguayan Threat Against Congressman Koch”. En la segunda página, bajo el subtítulo de “secreto”, el informe cita un telegrama de Siracusa, informando la decisión del gobierno uruguayo (por entonces presidido por el Dr. Aparicio Méndez pero controlado por las Fuerzas Armadas a través del Consejo de Estado) de asignar a José Pons y Nino Gavazzo, a quienes identifica como miembros del “Servicio de Inteligencia” (nombre paradójico, pero comprensible entre gente con la costumbre de colgarse medallas unos a otros).

De forma explícita, el documento refiere que “aparentemente Gavazzo es un tipo peligroso”, por lo cual se recomendó que se informara al embajador en Montevideo que “esos dos caballeros [sic] no serían bienvenidos a Estados Unidos”.

Aparentemente, una de las razones principales radicaba en que las autoridades norteamericanas consideraban un riesgo el hecho de que pudieran actuar como oficiales en suelo estadounidense, siendo dos personajes claramente  identificados con la campaña antiterrorista llevada a cabo en Uruguay.

De forma explícita y reiterada, el informe señala que sólo la amenaza contra el legislador Koch es suficiente razón para bloquear la entrada de estos dos militares al país. Sin embargo se asigna al embajador la tarea no permitir entrar a estos militares sin dar más detalles. En realidad, el gobierno norteamericano presionó al uruguayo para que retirase a sus candidatos que pensaba enviar a Washington.

La razón se encontraba en una carta enviada al jefe del Departamento de Justicia de Estados Unidos y fechada en Octubre 9 de 1976, en la cual el congresista Edward I. Koch menciona que los servicios de inteligencia de Estados Unidos habían detectado la intención de los militares uruguayos de enviar alguien a Estados Unidos para atentar contra su vida. El motivo que había enfurecido a los oficiales uruguayos de entonces fue la acción del congresista de Nueva York para retirar la ayuda militar a Uruguay debido a “la represión contra su propio pueblo” y especialmente por los actos de terrorismo perpetuados en Argentina contra los refugiados uruguayos” y en consideración del reciente atentado terrorista en el DC contra el chileno Letelier.

Según consta en varios documentos de la época y otros más recientes, al principio la CIA tomó la amenaza de los militares uruguayos como la “amenaza de unos bocones borrachos”. Sin embargo, luego del asesinato de Letelier las investigaciones y las amenazas tomaron otro tono.

Obviamente, habría mucho para discutir sobre el apoyo de algunos gobiernos de Estados Unidos a muchas dictaduras a lo largo y ancho de America latina. Pero el punto ahora es otro y creo que el Tte. Cnel. Gavazzo y sus conspiradores vocacionales sabrán comprenderlo. Aunque, claro, nunca hay que subestimar la brutalidad (física e intelectual) de seres graduados en las academias de la muerte.

De cualquier forma, recomiendo la publicación de alguno de los escritos del Tte. Cnel. Gavazzo. Son didácticos desde muchos puntos de vista.

Jorge Majfud

2011

La Republica (Uruguay)

MDZ (Argentina)