Evangelio existencialista del inmigante

Evangelio existencialista del inmigante

En este país que es un país y son muchos países, en esta gente que es un pueblo y son muchos pueblos nunca estarás en un lugar preciso ni serás un individuo concreto sino muchos lugares y muchos individuos.

Te sentarás en un restaurante de comida mexicana y apoyarás los codos en esa mesita larga con azulejos que parecerán hechos a mano en el Zócalo o en Sevilla, con paredes que lucirán pintadas por un artista único para un lugar único.

Por ninguno de esos detalles podrás decir si estás en Amarillo, Texas, o en El Cajon, California, o en Bonita Springs, Florida, o en Rio Grande, New Jersey. Las mesas con azulejos típicos de México o de Sevilla serán iguales, que es lo mismo que decir que serán las mismas mesas. Y también los olores y los cuadros y los pisos de cerámica y el paisaje por la ventana y la chica que aparecerá y te sonreirá. Será siempre esa misma sonrisa que irá incluida en el mismo menú y al mismo precio y no te importará porque sabrás que estás pagando para que te sonría, amable, linda, casi como si te simpatizara.

Como si te conociera.

Porque en el fondo ya te conoce.

Te ha sonreído antes en otros rostros como el tuyo que para ella es el mismo rostro. Y en el fondo sabrás que no es sincera pero ella no lo sabe y a ti tampoco te importará. Porque para caras largas estarán las oficinistas del gobierno, que también cobran pero fuera del círculo feliz del sistema, como lo llamarás si te llamas Ernesto, el criticón.

Y si vas dos veces, tres, cinco veces al mismo lugar, al mismito, vas a encontrar los mismos tacos y las mismas tortillas con salsa picante y las mismas fajitas y la misma margarita y una chica parecida con una sonrisa parecida, por el mismo precio. Pero la chica tampoco será la misma aunque sea lo mismo decir que es la misma chica.

Porque aquí todo está en movimiento. Todo es siempre nuevo aunque sea lo mismo. Todo corre como un río que se repite en cada atardecer. Pero nunca podrás conducir dos veces en la misma autopista. Serán otros los carros y serán los mismos. Nunca podrás pasar dos veces por el mismo self-service aunque el mismo self-service con el mismo hindú y los mismos hispanos comprando las mismas cervezas sin alcohol estén en muchas otras partes de muchos otros estados.

Todo correrá como un road movie, todo será otro lugar y será el mismo. Otras serán las muchachas de sonrisas azules y los viejos calvos con trajes de oficinistas y las viejas joviales de pelo corto y paso ejecutivo. Y serán los mismos.

Todo se moverá sin parar y nada cambiará, como si te pudieras perder en tu propia casa. Y con cierto placer te perderás por Virginia y por Texas y por Arizona y por California y descansarás en todos sus hoteles y moteles que por el mismo precio serán el mismo cuarto y el mismo baño y las mismas luces sobre un estacionamiento más o menos igual, el mismo césped recién cortado y las mismas flores recién trasplantadas.

Y casi con placer vivirás huyendo de algo, de alguien y de ti mismo, porque huir y perderse es la única forma de libertad que conocerás aquí.

Y te sentirás nadie y te sentirás todos, y te llamarás Ernesto o Guadalupe, José María o María José, y serás un poco de cada uno y serás el mismo que come ahora en un Chili´s en Nevada y en un On the Border en Georgia, y tendrás los mismos sueños por el mismo precio y los mismos miedos por el mismo estatus legal, y las mismas ideas por la misma educación.

Y serás un expulsado de tu país y un perseguido en este, si eras pobre. O no te perseguirán y serás un exiliado con algunos privilegios si llegaste a un título universitario antes de venir. Pero siempre serás un golpeado, un resentido por la peor suerte de tus hermanos y hermanas que no conoces. Esos hermanos a los que te une tantas cosas y a veces solo un idioma.

Y de cualquier forma sufrirás por ser un outsider que ha aprendido a disfrutar esa forma de ser nadie, de perderse en un laberinto anónimo de restaurantes, moteles, mercados, plazas, playas lejanas, montañas sin cercos, desiertos sin límites, tiempos de la memoria sin espacio, países dentro de otros países, mundos dentro de otros mundos.

Y huirás sin volver nunca pero al final siempre huirás hacia la memoria que te espera en cada soledad llena de tanta gente que nunca conocerás aunque duerman a tu lado.

Y sólo tendrás una patria segura pero será intangible como el viento. Tendrás sólo una patria, un refugio hecho de memorias fantásticas sobre las profundas raíces del castellano y sobre las movedizas arenas de otras costumbres.

Jorge Majfud (del libro Crisis, 2012)

«El ombligo del mundo, 2055» (2000)

Casi nunca releo lo que escribo porque no puedo olvidarlo y, también con frecuencia, la distancia me hace discrepar con aquel joven hambriento que tomaba notas sin cesar en diferentes rincones del mundo. Esta historia que imagina el año 2055, escrita en el 2000 (con la memoria reciente de Nueva York, 1995) me recuerda que no tengo derecho a corregir a aquel joven soñador. Lo he escuchado y me confirma en cada detalle que esa realidad ya está aquí.

JM.

El deseo

Esta historia no la inventé yo. Es una historia que antiguamente se contaba de muchas formas, pero siempre contaba, más o menos, lo mismo. Luego, por la urgencia de los últimos siglos, cayó en el olvido. Como las historias que importan, tal vez no sea cierta, pero es verdadera.

Cuentan que hace dos mil quinientos años había un hombre muy bueno que una noche oscura recibió la visita de Dios. No pudo verlo, pero pudo escucharlo.

El hombre se asustó porque la voz no era de este mundo. Enseguida supo que era Dios que había escuchado sus plegarias y había, por fin, decidido hablarle.

El buen hombre había enfermado y se encontraba solo, abandonado, por lo que Dios le ofreció cumplirle un deseo.

Su corazón se agitó, pero antes de que dijese nada, Dios continuó: “Siempre has sido un hombre compasivo. En tus oraciones nunca han faltado los hombres y las mujeres de tu aldea. Así que, todo lo que pidas para ti, se lo daré dos veces a cada uno de ellos”.

El hombre enmudeció y, luego de pensarlo un instante dijo:

“Está bien. Quítame un ojo”.

 

Jorge Majfud, Mayo 2018

 

渴望

这个故事并非我杜撰。它曾以多种形式流传于古时,但核心内容始终如一。后来因近几个世纪的急迫变迁,它逐渐被遗忘。如同所有重要的故事,它或许并非真实,却真实存在。

相传两千五百年前,有位心地善良的男子,在某个漆黑的夜晚迎来了上帝的造访。他虽看不见祂的身影,却能听见祂的声音。

那声音不似人间之声,令男子心生恐惧。他立刻明白,是上帝听见了他的祈祷,终于决定与他对话。

这位善良的人身患重病,孤独而被遗弃,因此上帝承诺满足他一个愿望。

他的心怦怦直跳,但还没等他开口,上帝继续说道:“你始终是个富有同情心的人。你的祷告中从未遗漏过村里的男女。所以,无论你为自己祈求什么,我都会加倍赐予他们每个人。”

老人沉默片刻,思索后说道:

“好吧。请取走我的一只眼睛。”

豪尔赫·马赫福德,2018年5月

الرغبة

أنا لم أخترع هذه القصة. إنها قصة كانت تُروى قديماً بأشكال عديدة، لكنها كانت دائماً تروي نفس الشيء تقريباً. ثم، بسبب أحداث القرنين الأخيرين، وقعت في طي النسيان. مثل القصص المهمة، ربما لا تكون صحيحة، لكنها حقيقية.

يُقال أنه قبل ألفي وخمسمائة عام كان هناك رجل طيب جدًا زاره الله في ليلة مظلمة. لم يستطع رؤيته، لكنه استطاع سماعه.

خاف الرجل لأن الصوت لم يكن من هذا العالم. أدرك على الفور أن الله قد استمع إلى صلواته وقرر أخيرًا التحدث إليه.

كان الرجل الطيب مريضًا ووحيدًا ومهجورًا، لذلك عرض الله عليه أن يحقق له أمنية.

اضطرب قلبه، لكن قبل أن يقول أي شيء، تابع الله: ”لقد كنت دائمًا رجلًا رحيمًا. لم تخلو صلواتك أبدًا من رجال ونساء قريتك. لذا، كل ما تطلبه لنفسك، سأعطيه مرتين لكل واحد منهم“.

صمت الرجل، وبعد أن فكر للحظة قال:

”حسنًا. اقطع لي عيني“.

جورج ماجفود، مايو 2018

The desire

I did not invent this story. It is a story that was told in many ways in the past, but it always told more or less the same thing. Then, due to the urgency of the last few centuries, it fell into oblivion. Like stories that matter, it may not be true, but it is real.

They say that two thousand five hundred years ago there was a very good man who, one dark night, received a visit from God. He could not see him, but he could hear him.

The man was frightened because the voice was not of this world. He immediately knew that it was God who had heard his prayers and had finally decided to speak to him.

The good man had fallen ill and found himself alone and abandoned, so God offered to grant him a wish.

His heart raced, but before he could say anything, God continued: “You have always been a compassionate man. The men and women of your village have always been in your prayers. So, whatever you ask for yourself, I will give twice to each of them.”

The man was speechless, and after thinking for a moment, he said:

“All right. Take one of my eyes.”

Jorge Majfud, May 2018

Le désir

Je n’ai pas inventé cette histoire. C’est une histoire qui était autrefois racontée de nombreuses façons, mais qui racontait toujours plus ou moins la même chose. Puis, en raison de l’urgence des derniers siècles, elle est tombée dans l’oubli. Comme toutes les histoires qui comptent, elle n’est peut-être pas vraie, mais elle est authentique.

On raconte qu’il y a deux mille cinq cents ans, un homme très bon reçut la visite de Dieu par une nuit sombre. Il ne pouvait pas le voir, mais il pouvait l’entendre.

L’homme prit peur car la voix n’était pas de ce monde. Il comprit aussitôt que c’était Dieu qui avait entendu ses prières et avait enfin décidé de lui parler.

Le bon homme était tombé malade et se trouvait seul, abandonné, alors Dieu lui a proposé de réaliser un de ses souhaits.

Son cœur s’est emballé, mais avant qu’il n’ait pu dire quoi que ce soit, Dieu a poursuivi : « Tu as toujours été un homme compatissant. Dans tes prières, tu n’as jamais oublié les hommes et les femmes de ton village. Alors, tout ce que tu demanderas pour toi, je le donnerai deux fois à chacun d’entre eux. »

L’homme resta muet, puis, après avoir réfléchi un instant, il dit :

« D’accord. Enlève-moi un œil. »

Jorge Majfud, mai 2018

Der Wunsch

Diese Geschichte habe ich nicht erfunden. Es ist eine Geschichte, die früher in vielen Varianten erzählt wurde, aber immer mehr oder weniger dasselbe aussagte. Dann geriet sie aufgrund der Dringlichkeit der letzten Jahrhunderte in Vergessenheit. Wie alle wichtigen Geschichten ist sie vielleicht nicht wahr, aber sie ist echt.

Man erzählt sich, dass es vor zweitausendfünfhundert Jahren einen sehr guten Mann gab, der in einer dunklen Nacht Besuch von Gott erhielt. Er konnte ihn nicht sehen, aber er konnte ihn hören.

Der Mann erschrak, denn die Stimme war nicht von dieser Welt. Sofort wusste er, dass es Gott war, der seine Gebete erhört hatte und sich endlich entschlossen hatte, zu ihm zu sprechen.

Der gute Mann war krank geworden und fühlte sich allein und verlassen, weshalb Gott ihm anbot, ihm einen Wunsch zu erfüllen.

Sein Herz schlug schneller, aber bevor er etwas sagen konnte, fuhr Gott fort: „Du warst immer ein mitfühlender Mensch. In deinen Gebeten hast du nie die Männer und Frauen deines Dorfes vergessen. Was auch immer du für dich erbittest, werde ich jedem von ihnen doppelt geben.“

Der Mann verstummte und sagte nach kurzem Nachdenken:

„Gut. Nimm mir ein Auge.“

Jorge Majfud, Mai 2018

Η επιθυμία

Αυτή η ιστορία δεν είναι δική μου επινόηση. Είναι μια ιστορία που παλιά διηγούνταν με πολλούς τρόπους, αλλά πάντα έλεγε, λίγο πολύ, το ίδιο πράγμα. Στη συνέχεια, λόγω των πιεστικών γεγονότων των τελευταίων αιώνων, έπεσε στη λήθη. Όπως όλες οι σημαντικές ιστορίες, ίσως να μην είναι αληθινή, αλλά είναι αληθινή.

Λένε ότι πριν από δύο χιλιάδες πεντακόσια χρόνια υπήρχε ένας πολύ καλός άνθρωπος που μια σκοτεινή νύχτα δέχτηκε την επίσκεψη του Θεού. Δεν μπορούσε να τον δει, αλλά μπορούσε να τον ακούσει.

Ο άνθρωπος φοβήθηκε γιατί η φωνή δεν ήταν από αυτόν τον κόσμο. Αμέσως κατάλαβε ότι ήταν ο Θεός που είχε ακούσει τις προσευχές του και είχε, επιτέλους, αποφασίσει να του μιλήσει.

Ο καλός άνθρωπος είχε αρρωστήσει και βρισκόταν μόνος, εγκαταλελειμμένος, οπότε ο Θεός του πρόσφερε να εκπληρώσει μια επιθυμία του.

Η καρδιά του χτυπούσε δυνατά, αλλά πριν προλάβει να πει τίποτα, ο Θεός συνέχισε: «Πάντα ήσουν ένας συμπονετικός άνθρωπος. Στις προσευχές σου δεν έλειπαν ποτέ οι άνδρες και οι γυναίκες του χωριού σου. Οπότε, ό,τι ζητήσεις για τον εαυτό σου, θα το δώσω διπλά σε καθέναν από αυτούς».

Ο άντρας έμεινε άναυδος και, αφού το σκέφτηκε για μια στιγμή, είπε:

«Εντάξει. Πάρε μου ένα μάτι».

Jorge Majfud, Μάιος 2018

Il desiderio

Questa storia non l’ho inventata io. È una storia che anticamente veniva raccontata in molti modi, ma che raccontava sempre, più o meno, la stessa cosa. Poi, a causa dell’urgenza degli ultimi secoli, è caduta nell’oblio. Come tutte le storie che contano, forse non è vera, ma è autentica.

Si racconta che duemilacinquecento anni fa c’era un uomo molto buono che una notte buia ricevette la visita di Dio. Non riusciva a vederlo, ma poteva sentirlo.

L’uomo si spaventò perché quella voce non era di questo mondo. Capì subito che era Dio che aveva ascoltato le sue preghiere e aveva finalmente deciso di parlargli.

Il buon uomo si era ammalato e si trovava solo, abbandonato, così Dio gli offrì di esaudire un suo desiderio.

Il suo cuore si agitò, ma prima che potesse dire qualcosa, Dio continuò: “Sei sempre stato un uomo compassionevole. Nelle tue preghiere non sono mai mancati gli uomini e le donne del tuo villaggio. Quindi, tutto ciò che chiederai per te, lo darò due volte a ciascuno di loro”.

L’uomo rimase in silenzio e, dopo averci pensato un attimo, disse:

«Va bene. Toglimi un occhio».

Jorge Majfud, maggio 2018

願い

この物語は私が創作したものではありません。古くから様々な形で語られてきた物語ですが、その内容は概ね同じでした。しかし、ここ数世紀の慌ただしさの中で、忘れ去られてしまいました。大切な物語は、真実ではないかもしれませんが、真実なのです。

2500年前、ある善良な男が、ある暗い夜、神様の訪問を受けたと伝えられています。彼は神様の姿を見ることはできませんでしたが、その声は聞くことができました。

その声はこの世のものではないと、男は怖くなりました。すぐに、自分の祈りを聞いて、ついに話しかけてくれたのは神様だとわかりました。

善良なその男は病気で、孤独に見捨てられていたため、神は彼の願いを一つ叶えてやると申し出た。

彼の心は激しく動いたが、彼が何かを言う前に、神は続けた。「あなたはいつも思いやりのある人でした。あなたの祈りには、いつもあなたの村の男女たちが含まれていました。ですから、あなたが自分のために求めるものは何でも、彼ら一人ひとりに二倍お与えしましょう」。

男は言葉を失い、しばらく考えた後、こう言った。

「わかりました。私の片方の目を奪ってください」

ホルヘ・マフッド、2018年5月

소망

이 이야기는 내가 지어낸 것이 아니다. 옛날에 여러 형태로 전해지던 이야기지만, 대략 같은 내용을 담고 있었다. 그러다 지난 몇 세기의 급변 속에서 잊혀졌다. 중요한 이야기들이 그렇듯, 사실이 아닐지라도 진실이다.

전해지기로는 이천오백 년 전, 아주 선한 한 남자가 어두운 밤에 신의 방문을 받았다고 한다. 그는 신을 볼 수는 없었지만, 그 목소리는 들을 수 있었다.

그 목소리가 이 세상의 것이 아니라는 사실에 남자는 두려움에 떨었다. 곧바로 신이 자신의 기도를 들으시고 마침내 그에게 말씀하시기로 결정하셨다는 것을 깨달았다.

선한 사람은 병들어 홀로 버려진 상태였기에, 신은 그에게 소원 하나를 들어주겠다고 제안했다.

그의 심장이 두근거렸지만, 그가 말을 꺼내기 전에 신이 말을 이었다. “너는 항상 자비로운 사람이었지. 네 기도에 마을의 남녀들이 빠진 적이 없었어. 그러니 네가 자신을 위해 구하는 것은 무엇이든, 그들 각자에게 두 배로 주리라.”

남자는 말을 잃었고, 잠시 생각한 뒤 말했다:

“좋습니다. 제 한쪽 눈을 가져가십시오.”

호르헤 마흐푸드, 2018년 5월

Желание

Я не придумал эту историю. Ее рассказывали в древности в разных вариантах, но смысл всегда был примерно один и тот же. Затем, в связи с суетой последних столетий, она канула в лету. Как и все важные истории, она, возможно, не является правдивой, но она верна.

Рассказывают, что две тысячи пятьсот лет назад жил один очень добрый человек, которого однажды темной ночью посетил Бог. Он не мог его увидеть, но слышал.

Человек испугался, потому что голос был не от этого мира. Он сразу понял, что это был Бог, который услышал его молитвы и наконец решил поговорить с ним.

Добрый человек заболел и оказался в одиночестве, покинутый, поэтому Бог предложил ему исполнить одно желание.

Его сердце затрепетало, но прежде чем он успел что-то сказать, Бог продолжил: «Ты всегда был сострадательным человеком. В твоих молитвах никогда не было недостатка в мужчинах и женщинах твоей деревни. Поэтому все, что ты попросишь для себя, я дам им вдвойне».

Мужчина замолчал, а потом, подумав немного, сказал:

«Хорошо. Забери у меня один глаз».

Хорхе Маджфуд, май 2018 г.

Sabía que no iba a funcionar

No iba a funcionar

de la novela Crisis

Lupita fue siempre una niña obligada a madurar a los golpes. Pero ni así maduró nunca ni yo quería que madurara. Estaba tan linda y tan cariñosa así. Toda su infancia de hambre y su adolescencia de gritos y humillaciones no la habían hecho más dura, más resistente a la suerte que le tocó en vida sino todo lo contrario. Para mí que el viejo la trataba tan mal porque la madre de Lupita había muerto en el parto y él no le perdonaba esto.

Quién sabe si hubiese sobrevivido a las calles de la villa donde la llevé para salvarla del alcoholismo del viejo. Quién sabe si hubiese tenido mejor vida entre los metros de Nueva York. Quién sabe si se hubiese venido de no ser porque yo mismo le pinté el oro y el moro del otro lado. No sufras más, Lupita, no se puede vivir así entre medias lágrimas. Yo me largo para yanquilandia y que sea lo que Dios quiera. Total, quién va a saber que tenemos una foto del Che en la cocina? La sacamos mañana mismo y a poner la mejor sonrisa en la embajada.

—No le van a dar una visa a dos pobretones como nosotros, Nacho. No tenemos ni qué comer.

—Eso no lo sabe nadie, ni tu padre ni tu hermana. Menos mi pobre vieja, que está medio ciega. Después me seguís vos.

No voy a aguantar que te vayas, me decía, y yo que no íbamos a estar separados por mucho tiempo.

—Cuánto tiempo no es mucho tiempo? Un año? Dos años?

—No, ni tanto. Serán unos meses. Apenas pueda juntar para tu pasaje de avión te venís.

Por entonces no te negaban la visa como ahora. Además Lupita tenía título de traductora, aunque en los dos años que vivimos juntos en la villa hizo dos y sólo le pagaron una porque tuve que ir yo en persona a meter la pesada. Y después que nos robaron la tele y las ollas teflón que nos había regalado la hermana de Lupita, y que por suerte no estábamos en la casucha ese sábado, le dije que en febrero yo me iba.

Nos quedamos todo el domingo mirando el techo, mirando cómo sudaba la chapa de zinc, de puro calor húmedo que había y no nos dejaba dormir. Pero no era el calor, era esta vida que nos había tocado y que no había macho que la torciera, que de haberlo sabido no venía a este mundo en estas condiciones.

Y cuándo vamos a tener un hijo así? empezaba ella, y yo nada, nada que nada porque no tenía qué decirle. Pensaba que de no haber sido más infeliz con su padre nunca la hubiese sacado de su casa. Por lo menos allí tenían cielorraso y el perro del vecino que le ladraba desde la azotea, y no se sudaba el techo en verano ni faltaba el pan y la pasta los domingos y los cuentos tristes del tano viejo antes de que el calor del tuco y el vapor del vino tinto se le subieran al marote. Claro, aunque sobraban las peleas y los gritos, qué lo parió aquella gente. Papá, tomate un café, un café por favor papá que hoy vino Nacho. Qué Nacho ni ocho cuartos, me van a decir lo que tengo que hacer en mi propia casa, háyase visto. Hacele café a tu macho a ver si no se te escapa y tengo que aguantarme otro más vago que este. Otro qué, papá, si sólo tuve dos novios. Mirá, no me hagas hablar. Por qué don Paolo? Qué tiene para decir que yo no sepa? Dos que yo sepa, decía el viejo y empezaba a entrar en calor. Y yo, por complejo de macho, quería saber cuántos novios había tenido Lupita. Lupita no es una santita. Como diez, o como once, el equipo de fútbol del barrio. No diga eso padre, que usted sabe que no es verdad, no sea malo. Malo no, que no conté los suplentes. Y luego yo que le daba a Lupita con eso del novio reconocido que había tenido y ella se defendía diciendo que yo sabía que ella era virgen cuando me conoció y no sé qué otras cosas que ni vale la pena traerlas ahora.

El corazón es ciego, le decía a Lupita. De otra forma los ojos no estarían en la cabeza; estarían en el pecho. Si no me hubiese enamorado tampoco me hubiera ido yo de la casa de la vieja. Pero hay cosas que uno no puede elegir. Me enamoré y nunca pude dejar de querer a la Lupita, como un enfermo no pude.

Pensaba en todo eso mirando el techo todo sudado y no iba a ninguna parte. Entonces ella se ponía más triste porque yo no quería hablar. Pero yo no dejaba nunca de pensar y pensar. Eso es lo que más recuerdo de esa época. Me la pasaba pensando, calculando, imaginando, fantaseando al cuete.

Hasta que en febrero del año pasado la quinta juvenil del club hizo la tan esperada gira por Los Angeles y una noche allá después del partido que empatamos dos a dos y con una pésima actuación por mi punta izquierda, me hice humo. Dejé el pozo, como decían los chicos del cole. Dicen que el técnico me anduvo buscando pero que ni se calentó conmigo. Además sabía que yo era un patadura y no tenía futuro en el club. Ni en ese ni en cualquier otro. Y como tampoco era cubano, nadie se enteró. Después me quedé manso cuando un mexicano me dio una changa en su restaurante de Santa Mónica.

Dos días me llevó conseguir trabajo y Lupita me escribía diciendo qué maravilla, qué maravilla Nacho ahí sí que vamos a poder hacer nuestras vidas en paz.

Para mí al principio eso fue el paraíso. Leer los emailes de Lupita tan contenta a pesar de que no dormía de noche por el miedo de la villa. Pero ella tenía tantas esperanzas y le daba con eso del hijo que por el momento no había que ponerse negativos, así las cosas funcionaban mejor. Entonces yo exageraba todo lo bueno de aquí o no contaba que un día me había cruzado con una mara, una patota como le dicen allá, y había tenido que entregar toda la plata de la semana. No abras la boca, me decía un panameño amigo. Te confunden con un americano por el pelo y los ojos, pero apenas dices algo y ya te adivinan que eres ilegal y que cobras cash y te siguen y te dejan sin un dólar, en el mejor de los casos.

Pero de a poco todo fue cambiando. En dos meses había juntado para el pasaje de Lupita, pero luego vino la crisis y el primero en volar antes de que el restaurante cerrara fui yo, porque era el nuevo, me decían. Igual mandé la plata para Lupita para que se viniera, porque ya no aguantábamos más. No pensé que después iba a ser tan difícil conseguir chamba.

Con Lupita anduvimos buscando en Los Angeles y después en Las Vegas y después en toda Arizona hasta que terminamos en San Antonio, con la promesa de un boricua que tenía una empresa de limpieza. La verdad que no era tan fácil limpiar hoteles y oficinas como parecía al principio. El patrón siempre estaba desconforme con nuestro trabajo. Cuando no era muy lento era muy descuidado. Llegué a pensar que nos tomaba el pelo, o nosotros no entendíamos qué era lo que quería, y dos semanas después quedamos en la calle de nuevo.

En la calle literalmente, porque teníamos que esperar en una esquina de madrugada porque allí levantaban trabajadores sin papeles. Y yo y la Lupita allí en medio de puros hombres que por suerte no se portaban mal con nosotros, sino todo lo contrario, pero la verdad que yo siempre andaba con el Jesús en la boca y mirando para todos lados a ver quién iba a meterse con la Lupita. Tanto que en este trabajo no ponía atención en las camionetas que pasaban y levantaban trabajadores. Los mexicanos eran los más hábiles en esto y tuve que mirar y aprender de ellos. A veces Lupita me decía por qué no me había acercado al de la camioneta blanca, al del auto negro, que parecía con buen trabajo, pero la verdad es que no quería dejarla allí sola, esperando, antes que amaneciera del todo y entonces me hacía el distraído o que no nos convenía ese por esto o por aquello.

Hasta que pasó una SUV negra y le hizo seña a uno y éste me vino a decir que quería a la muchacha. Yo me fui hasta la camioneta y el tipo de lentes oscuros a esa hora del día no me inspiró mucha confianza. Tenía chamba para domésticas en casa de familia con plata, decía, pero atrás yo no veía a ninguna otra mujer. Lupita, más pálida que de costumbre y con los labios temblando me dijo que no podíamos dejar escapar otra porque no íbamos a tener para comer.

Yo no dije nada pero ella terminó subiendo atrás seguro que contra su propia voluntad. Y cuando arrancó la camioneta ella me hizo así con su manito y me tiró un beso triste. Yo sabía que iba llorando porque la conozco. Yo sabía que eso no iba a funcionar ni esta puta vida iba a funcionar. 

 

Jorge Majfud

 

Cyborgs (ensayos)

 

 

La lengua de Dios

La lengua de Dios

Un incidente menor nos fastidió el viaje, una tarde en una gasolinera rural de Alabama, a un costado de la 59, casi llegando a Mississippi. Un tipo, más alto que cualquiera de nosotros, se había molestado porque nos escuchó hablando español ente las góndolas de helados y periódicos. Al parecer, el detonante fue cuando Thomas continuó hablando español con el cajero que, increíblemente, no era sikh ni hindú sino un muchacho que luego resultó ser de Honduras. El hombre no pudo esperar en la cola y dijo que debíamos hablar inglés, que esto era América, no México. En su camisa a cuadros vi problemas.

Aunque me había prometido mil veces desinteresarme del mundo, porque el mundo al fin y al cabo no valía la pena de tantas penas, por un viejo instinto criminal terminé respondiendo que en América e, incluso, en Estados Unidos se hablaba español desde mucho antes que inglés, y que nunca se había dejado de hablar español. Que hasta el signo de dólares, esa con una rayita, era la abreviación de Pesos, de PS, es decir, $, y que si a veces tenía dos rayitas se debían a las columnas de Hércules de la bandera española. Que si la gente que ignoraba que el español no era un idioma extranjero en Estados Unidos, que si alguien de por allí no sabía que la cultura hispana era una cultura más de este país, no sólo era un ignorante de la historia de su propio país sino que además era un ignorante.

Tal vez debí pensar que ante cualquier eventualidad mis amigos tendrían la obligación moral de defenderme. De otra forma no se entendía ese uso tan despojado de palabras que podrían costarle un diente a cualquiera. “Al menos que tu osadía se debiera a alguna condición propia de esas que padecen los argentinos, que van del exceso de confianza a cierta tendencia al suicidio, estilo Che Guevara”, me dijo luego Douglas.

El hombre de la camisa a cuadros no esperó a que terminase con mi conmovedora defensa del idioma y de la cultura hispana y me agarró por donde mejor podía.

What? Usted, pequeño malhablado —dijo—, ¿pretende enseñarle historia americana a un americano?

—Por ahí si…

—¿Sabe usted en qué idioma está escrita la constitución de este país?

—Sí, claro que lo sé. Un grupito de intelectuales, de esos que ya no se ven entre los políticos, revolucionarios y progresistas radicales…

Wait, wait, wait —me interrumpió—. En aquella época no había progres ni liberales como ahora, gracias a toda esa basura que traen ustedes del otro lado.

—Sí que eran liberales, progresistas y revolucionarios radicales como nunca los hubo después, ni siquiera en Francia. Por algo los libros Thomas Jefferson, el fundador de la democracia americana, estuvieron prohibidos por años después de su muerte. Unos pobres analfabetos lo habían acusado de ateo. En esa época no había homosexuales.

Detrás del hombre de camisas a cuadros, Carlos festejó la respuesta con un gesto obsceno. El tipo se movió nervioso, como si estuviese a punto de cambiar sus argumentos con un puñetazo de esos que solo se ven en las películas viejas.

—A ver, señor sabiondo —dijo el hombre, esbozando una sonrisa—. No cambie de tema. Por casualidad, ¿sabe usted en qué idioma está escrita la constitución de América?

—En inglés —dije.

— YeahpIn English. ¿Vio? Por algo la constitución de este país fue escrita en inglés. Entonces, si la misma constitución está escrita en inglés, todos los habitantes de este país deben hablar inglés para que entiendan lo que dice y entiendan las leyes de este país. Period.

—Señor, ¿es usted creyente? —pregunté, advirtiendo que el hombre de la camisa a cuadros llevaba una cruz tatuada debajo de la oreja derecha.

—Por supuesto —dijo el hombre, con una evidente excitación—. Soy cristiano, como todos aquí.

Next customer —dijo el hondureño.

—Bueno, al menos no es masón, como algunos de los padres fundadores. Es decir, que usted va a la iglesia los domingos y todo eso.

—A la casa de Dios —aclaró el aludido.

—Entonces ha leído la Biblia alguna vez.

—¿Bromea?

—Es decir, usted es un acérrimo defensor del uso del hebreo, el arameo y el griego en las iglesias. Obviamente usted lee la Biblia en alguno de esos idiomas, ya que fueron esos idiomas los elegidos por Dios para hablar y escribir hasta que un día, por alguna razón, decidió callarse.

Next customer in line, please —insistió el hondureño.

El hombre de la camisa a cuadros me hizo a un lado y puso las cervezas sobre el mostrador. Las pagó y, entes de irse, me señaló con un dedo:

—Aprende inglés. Tienes un acento horrible. Y tu amigo peor.

—Acento de Boston —dije.

—Lo hablan mal todos ustedes, yall —insistió el hombre, mientras abría la puerta de salida con las nalgas y nos miraba con cara de muy pocos amigos.

—Pero lo escribimos muy bien, eh —insistí, aunque el mensaje nunca llegó a destino.

Carlos se había fastidiado con este incidente y había dicho que no iba a comprar café ni nada en aquel lugar.

—Estos yanquis son unos hijos de puta —dijo Carlos.

—Hijo mío —dijo una vieja con acento sureño que había estado escuchando la conversación mientras se servía café—. No me incluya en ese grupo. No le dé el gusto a esa pobre gente.

 

Jorge Majfud

Periodico Irreverentes (ESpaña)

La Republica (Uruguay)

Tacuarembo2030 (Uruguay)

 

El ayudante II

El Burro 

 

En cuanto al burro, diré que con mi gestión salió perdiendo ampliamente. Como si fuese el responsable de los reclamos del Basilisco, lo olvidaron atado en el poste de luz, día y noche, con un balde de agua diez centímetros por fuera del círculo que describía la cuerda. Dos noches seguidas tuve que filtrarme por entre las chatarras para acercarle el agua, pero el burro no salía de su posición de estatua triste. Se quedaba mirándolo, reposando sobre sus patas chuecas, como si en lugar de patas estuviese apoyado sobre cuatro muletas, con sus enormes orejas caídas y sus ojeras blancas, con la barriga cayéndole, más por debilidad del espinazo que por exceso de alimentación, negándose tozudamente a probar el agua que aquel intruso bondadoso le ofrecía, como si ya no le quedase posibilidades de confiar en ser humano alguno y prefiriese seguir sufriendo de sed a morir envenenado.

La última noche, Ramabad le dejó el balde contra el poste, a riesgo de que se dieran cuanta de su incursión, y al día siguiente se olvidó del asunto. Luego supo, por el comentario divertido del verdulero, que el mecánico había puesto al burro en penitencia de trabajo, ya que, como todos saben, estas pequeñas bestias son muy tercas y rezongonas, y con frecuencia se niegan a obedecer. Junto con el tarado del pueblo, lo hicieron trabajar a jornada doble, llevando y trayendo carcazas de carrozas sin ruedas, sangrando a veces por los costados, por donde se iban a incrustar los ejes y las chapas herrumbradas cuando la pequeña bestia no podía avanzar y, tras el tirón, la cuerda le respondía trayéndolo de nuevo hacia atrás con mayor violencia. El burro dividió al pueblo en dos: los menos, que veían con malos ojos el maltrato que recibía día tras día, y los más, que se divertían con sus patas chuecas, torcidas por el esfuerzo, y se morían de risa a causa de los rebuznidos que cada tanto daba cuando el General del Casco Dorado levantaba su vara como si fuese una espada. Especial éxito tuvo la idea anónima de colocarle al burro un viejo sombrero de fino paño escocés, con dos agujeros para que salieran por allí sus enormes orejas, el que fue quitado por el mecánico, apenas lo vio de lejos, furioso porque aquello que tiraba de un chasis era un burro, no un hombre. Y como el mecánico no estaba dispuesto a perder su tiempo buscando al culpable de semejante burla, descargó toda su rabia en las ya maltrechas costillas del animal, que tuvo que sufrir patada tras patada por haber prestado su imagen para semejante ofensa a la especie humana.

—No pegue a él, patrón —decía el General—. Mire cómo llora.

A lo que el patrón respondía, en alarido: No seas tarado, ¿no sabes que los burros siempre facen ansí? Cada bicho tiene un ruido e eso no quiere decir que sea llorando. Las hienas dicen ja-ja cuando pelean e eso no quiere decir que se rían por algo. Vas a ver que si doy éle con esto cada vez que rebuzna, va a perder la costumbre.

¿Por qué una persona puede odiar tanto a un animal inocente? No es posible saberlo a ciencia cierta. También los críos de Calataid tenían la afición a torturar y matar gatos, casi siempre ahogados en aquello que aparentemente más los atemoriza: el agua. Con todo, los gatos se resistían al sacrificio y solían clavar las uñas y los dientes en las manos de sus torturadores, dando de ésta forma más y mejores argumentos a estos últimos. Pero en el caso del burro no era así. Aquella pequeña bestia era incapaz de devolverle una patada a nadie. Su cara de tristeza y sus condiciones de bicho pacífico daban lástima y rabia al mismo tiempo, porque uno no se explicaba cómo era capaz de soportar día tras día, palo tras palo sin tomar medidas en el asunto, como cualquier ser humano normal.

Con el tiempo se impuso la idea de que el burro traía defectos de nacimiento y, probablemente, de raza. Muchos eran de la idea de que Lucifer montaba sobre su lomo desde al atardecer hasta el alba. Sólo así podía explicarse una inteligencia sobreanimal que no podía serle propia sino prestada. Se lo comparó con los demás animales y se notó que, a diferencia de cada uno de los perros, de los alazanes y hasta de los gatos, era él el único que se resistía a obedecer al mecánico. Por lo tanto, mal no estaba que éste quisiera imponerse, como un dueño de casa se impone a la ferocidad de su perro, al atropello de su caballo, a la rebelión de los gatos o a los caprichos de su mujer. Claro, «imponerse» no significaba estar todo el día dándole palos, sino todo lo contrario: un hombre que debe recurrir a la violencia para hacerse respetar está siendo, de alguna forma, resistido. La violencia sólo podía ser un recurso temporal. Sin embargo, lo temporal pareció en algún momento no tener fin, y esto comenzó a preocupar al pueblo, que llegó a sospechar que el burro era incapaz de comprender el mensaje y, de a poco, se pasó de las risas al mal humor. Más de un exaltado anunció en rueda de amigos que, la próxima vez que escuchara los rebuznidos del burro, él mismo iría con un palo y le molería las costillas. Tal vez ansí le faga caso a otro, ya que no a su propio dueño. Pero si bien el burro era un servidor de Lucifer, matarlo hubiese significado entregarlo en ofrenda. Lo que correspondía era exorcizarle el demonio a palos.

Después de la muerte de don Luzardo, el burro pasó días enteros moviendo toneladas de fierros, tirando y soportando los latigazos del mecánico, sin rebuznar al final. Hasta que fue visto un mediodía, a la hora de la siesta, con una soga al cuello y arrastrando un pedazo de carroza por el camino de las locas. Más de uno se levantó de la siesta, intrigado por el misterioso ruido que hacía la carcaza sobre el empedrado y vio al burro andando, despacio y sin tregua.

—Finalmente aprendió a tirar de los fierros sin rebuznar. Mas miren que dio trabajo, el fijo de puta!

Al principio, algunos se rieron y se volvieron a sus casas para comentar lo que habían visto: ese burro era como una persona, dijeron años después. Con el tiempo, no sólo se recordaban sus ocurrencias, sino que se le atribuían actos humanos, casi todos cómicos, porque pocas cosas causan más gracia a una persona que la conducta humana de un animal, así como lo inverso asusta y produce asco. El burro del mecánico prefería los bombones de chocolate a las galletas, decían algunos; el burro del mecánico se rascaba una oreja con la pezuña de su mano derecha; el burro lloraba cuando le gritaban; no, en verdad no lloraba, protestaba como tu abuelo; ¿alguna vez vieron al burro escondiéndose detrás de un árbol para orinar? Pero mientras vivía, llegó a enfurecer hasta el padre D’Ángelo cuando el General se apareció en la puerta de la iglesia montando en él.

—¿Puedes mí decir adónde vas, fijo? —fue la pregunta del cura, que le salió al cruce antes de que el tarado se metiera con bestia y todo a la casa de Dios.

—¿Io, padre?

—¿A quién más crees que estyo fablándole?

—Sí, es cierto —decía el General, mostrando sus hermosos dientes y moviendo la cabeza como si estuviese confirmando algo todo el tiempo.

—¿Entonces?

—¿Entonces qué, padre?

—Repito la pregunta, más despacio, a ver si puedes responder: ¿qué sos  faciendo arriba de ese burro, con las dos patas en los escalones de mi iglesia?

—No sé, padrecito.

—¡Cómo es posible que fagas las cosas sin saber! Cuando uno no sabe qué hace, queda se quieto, ¿entiendes fijo?

—Como cuando pienso en la patrona e toco aquí abajo, padre, e no sé por qué fago eso, sí.

―Bueno, bueno, bueno, llega. Ya dije a vos que eso queda entre nos dos. ¡No tienes por qué repetir élo! Eso no es nada bueno, cuántas veces voy a decir a vos? Memoriza quello qué digo e no repitas élo. ¿Acaso quieres que todo el pueblo entere de quello que faces? ¿Sabes qué dirán?

—No sé, padrecito.

—¡Dirán que cada día semejas más al burro!

—Sí, es cierto… Siempre pasa eso mismo, padrecito. Soy el más olvidadizo…

—Por favor fijo, marcha de aquí, mas antes quita de tu cabeza esa corona de espinas, antes que vea a vos más gente.

—Sí, padre. Soy el más distraído. Eso es, distraído. Subí al burro para facer una vueltita e él solito trajo a mí fasta aquí. Si no detiene élo vos, padre, mete nos al templo conmigo e todo.

De esta anécdota, que pronto se conoció en todo el pueblo, se extrajeron muchas conclusiones. Sobre el burro, el turco de la tienda de la Estación dijo que pertenecía a la línea familiar de aquel otro que introdujo a Jesu en Jerusalén, y al día siguiente le hizo una oferta al mecánico para quedarse con la pequeña bestia. Pero se consideró sacrilegio y el negocio no se cerró. No era una suposición descabellada —repetía el viejo de la nariz grande, cristiano emigrado de algún lugar de Egipto, pero conocido amante de las historias fantásticas— ya que el primer burro había sido traído por los mercachifles bereberes, es decir, seguramente procedentes de Medio Oriente. Sin embargo, ninguna de estas conclusiones ayudó a mejorar la suerte del burro del mecánico. Por otra parte, la anécdota era del todo inconveniente: relacionar al burro queriendo entrar a la iglesia con el tarado encima, con el burro de Jesu entrando en Jerusalén, era acercar peligrosamente al Maestro con el ayudante del mecánico, lo que desde todo punto de vista resultaba ofensivo para la sensibilidad de Calataid. ¿Y quién era el culpable de esta vergonzosa anécdota?: el burro, ya que no el tarado, que no sabía lo que hacía, decía el pájaro.

Otras historias sobre el burro iban mejor adornadas con atributos humanos, que seguramente él desconocía o despreciaba. Lo cierto es que, la vez que se lo vio subiendo por el camino de las locas, iba solo y con rumbo fijo, al decir de la madre de la gitana, como si fuese para algún lado preciso donde pensaba dejar el último chasis. Solo y probablemente por su propia voluntad, arrastró ese chasis de camión hasta que murió ahorcado en el último repecho que separaba el pueblo del camposanto. Nunca se supo si aquello fue un suicidio impulsado por el Dictador, o un intento frustrado de libertad o ambas cosas, pero nadie volvió a compararlo con una persona, porque en el pueblo nunca nadie había querido quitarse la vida así porque sí. En todo caso lo que hizo lo hizo por burro.

 

La única que lloró al burro fue la mujer del mecánico. Ella y el ayudante arrastramos a la pequeña bestia e la enterramos sin discursos a la salida del pueblo. Ramabad los recordaba —entre triste y melancólico— caminado muy lejos en una calle más bien desierta, cuando la larga noche de Calataid aún no se iba y una nube oscura de polvo cubría lo más alto del cielo, dejando un crepúsculo todavía claro en el horizonte. Parecían tres bultos vivos —decía—, moviéndose en medio de una hoguera cósmica, pero uno de ellos iba muerto e yo llevaba élo de una pata. ¿Por qué es tan injusto el señor?, dicen que se lamentaba la mujer, pero nunca nadie supo a ciencia cierta si se refería a Dios o a su marido. La mujer lloraba como una Magdalena y el tarado la acompañaba, llorando más fuerte aún, como si no pudiese hacer nada sin discreción.

Al burro lo enterramos en campo no santo, pero bajo una cruz de palo, la que, tiempo después, fue quitada del lugar por el espíritu del señor mecánico. El dolor excesivo de la mujer del burro produjo la solidaridad de algunos, al principio, y todo tipo de comentarios después, cuando ella comenzó a volver periódicamente a dejar trozos de chocolate amargo esparcidos sobre el pequeño bulto de tierra. Lo que, a la larga, trajo una nueva tragedia, porque el mismo chocolate que no podía comer el espíritu del burro terminó atrayendo a los chanchos salvajes que, no satisfechos con el postre, dieron vuelta la mesa y desenterraron lo que quedaba del finado. Y se lo comieron también.

Los chanchos no sólo comían burros cuando andaban sueltos y con hambre, sino que había que cuidarlos en los cementerios, cada vez que moría un cristiano. Tenían la costumbre de desenterrar cualquier cosa que oliera mal, y un cajón de madera no era suficiente obstáculo para sus poderosos hocicos. Chancho que se escapaba a su dueño y se unía al grupo de los salvajes no volvía más. Enseguida le tomaban el gustito, si se me permite. Y como corría la creencia de que las balas no hacían daño en sus carnes insensibles de los cadáveres, se procuraba siempre tenerlos lo más alejados posible, sin intentar acercárseles nunca. Mejor era que anduviesen corriendo por las dunas más lejanas, con los hocicos manchados siempre de sangre, que tener que resolver qué hacer si alguno llegaba a morir cerca del pueblo.

 

Jorge Majfud

 

El ayudante

El tarado

 

El ayudante del mecánico era otro, aunque nunca nadie lo mencionó en sus especulaciones. El alcuazil habló con él dos o tres veces, sin hacer comentario alguno. Era un gallo grande y caminaba lento, algo encorvado y con la cabeza adelantada, como si quisiera disimular su enorme altura. Tenía un cabello rubio y lacio que le caía sobre los ojos, como un bellísimo casco de oro que le cubría una mirada perdida, probablemente la única mirada que tenía, la misma que un día había conservado al levantarse sin haber despertado del todo y que demostraba lo poco que comprendía del mundo que lo rodeaba, como alguien que en medio de un sueño pesado no alcanza nunca a comprender por qué los girasoles tienen ojos y los granjeros semillas ciegas en la cara. Hijo legítimo de los Pessoa, dueños de los carros de taxi y los talleres de lana sobre la Empedrada este, fue un niño rico y un adulto pobre, aunque nunca apreció la diferencia, lo cual lo hacía una especie de sabio idiota. Al igual que todos los hijos ilegítimos o adoptados por abandono, el niño de los Pessoa pensaba con la mitad del cerebro. Su padre, don Vero, lo había cambiado por un amiguito de juegos, por un crío callejero llamado el Trueque, que cuando jugaba con él siempre se quedaba con su comida o lo convencía para cambiar la ropa que llevaban puesta. El almacenero le había visto condiciones al otro y lo llamó a su lado. Hasta que terminó poniéndolo al frente del negocio para que perpetuara su nombre y su obra. Al poco tiempo, el Trueque Pessoa cumplió con las expectativas del viejo, y con creces. Como todo empresario exitoso, no despreció la política e invirtió tanto dinero en las elecciones municipales como en la compra de tintas rojas de Malí, que reemplazaron silenciosamente el antiguo azul índigo de Libia.  Casi no recibió votos, pero este detalle no le impidió obtener un cargo de confianza en la administración y la amistad de don Josef María de Rodrigo, lo que, como todo lo demás, también estaba dentro de sus cálculos.

Después de la muerte de su madre, doña Carmen Pessoa, y de la repentina demencia senil de don Vero, Eugenio lo perdió todo sin darse cuenta; lo cual no dejó de ser un alivio a la injusticia. Sin rencores, continuó sonriéndole a las moscas y coleccionando escarabajos, porque tenía terror de quedarse solo. Cuando este momento llegaba —porque es inevitable, como la muerte, decía el pájaro— se sentía incómodo consigo mismo y movía la cabeza hacia delante, como alguien que está escuchando una música de baile sin bailar. Permanentemente tenía uno o dos escarabajos en alguna de sus manos. Cuando nadie miraba a mí, abría los puños e los escarabajos trepaban del dedo más bajo al dedo más alto, como si fuesen acorazados alpinistas que no alcanzaban a percibir que subían del dedo primero al segundo y del segundo al primero, sin fatigarse jamás, hasta que por allí pasaba alguien y le gritaba tarado. Entonces el dios de los ciclos cerraba los puños y escondía los insectos, asustado, como si supiese que hacer girar escarabajos era algo sucio, indecente. Porque también circulaba —sólo entre los varones del pueblo— la versión de que el tarado manipulaba escarabajos por consejo o por imposición del cura, que de esta forma pretendía impedir que se masturbara en las orillas de los caminos, por donde podían pasar mujeres y hasta doncellas inocentes. Y como el tarado había sido muy bien equipado por la naturaleza, podría ceder a la tentación de cometer alguna desgracia. A la tentación propia o a la de alguna de las doncellas inocentes que solían salir al atardecer a pasearse por las plazas y por los caminos que entraban al pueblo, soñando con el repentino arribo de un actor de fotonovela. Sobre los resultados había discusiones: era probable que el cura haya tenido éxito, pero en todo caso un éxito parcial, porque si para un hombre inteligente siempre fue difícil dominar su propia naturaleza, era probable que más difícil le resultara al tarado.  Así que marear y aplastar escarabajos para después conseguir otros nuevos, sólo podía significar —por lo menos para un médico del siglo pasado— ceder a la tentación, rompiendo con los negros y minúsculos tabúes, para luego proteger otros en muestra de arrepentimiento. Pero ¿qué pasaría cuando ya no quedasen más escarabajos en la zona?

Eugenio Pessoa bien pudo haber sido hermano mío. Todos le tiraban alguna piedra cuando podían, como las gallinas picotean sin motivos a los pollos que caminan rengos o sufren de alguna deformación visible. Pero yo nunca fago caso, son mucho graciosos, si yo me enojo aplasto éllos, como a Romerito que se me quería volar de la mano e cacé élo en el aire e ya no se pudo mover más. Romerito, tenía la espalda roja e puntitos negros sobre quello rojo e fablaba español, decía sí, sí, era malo, pero quellos graciosos que tiran piedras e salen corriendo no, no son buenos, dice el padrecito. Para peor, nunca nadie supo de dónde sacaba los escarabajos, búsqueda que hubiese complicado a más de un genio en el pueblo; y nunca nadie supo, a ciencia cierta, qué hacía con ellos después de marearlos, lo que siempre incomodó a más de uno, ya que si bien la primera cuestión era misteriosa, la segunda era por lo menos para sospechar. Me gustaban los amarillo, con puntito rojos. Se decía que los mataba, apretándolos con los puños hasta que la cavidad de sus enormes manos quedaba anulada por la presión sobrenatural de su idiotez, lo que sin duda justificaba las piedras que le arrojaban los más chicos. E de noche cazaba la luciérnagas en camposanto, la lucecita verde, la amarilla, la roja no gustaba mí, igual las cazaba una por una fasta que no quedaban más e se facía todo oscuro. La última lucecita amarilla siempre me cuesta más, porque tiene más espacio e vuela más rápido que yo. E como es todo oscuro, mí tropiezo e catapúmbate para el suelo. Incluso se le conocían algunos gatos ahogados, con lo difícil que es ahogar gatos en el agua. Sobre esto nunca hubo pruebas, ni siquiera la falta de algún comeratones conocido, pero todos decían lo mismo y es posible que él se enorgulleciera de esas mentiras. El tarado debía percibir que la gente lo respetaba —lo poco que podían respetarlo— por lo mismo que le tiraban piedras. La gente respetaba al mecánico cuando le rompía las costillas al burro, entonces ¿por qué se molestarían con alguien aficionado a marear escarabajos? ¿O era que a la gente le molestaba que el tarado hiciera algo por decisión propia? ¿O simplemente molestaba como molesta un pollo rengo entre los pollos sanos? Vaya uno a saber. Pero también hay que decir que tuvo defensores; claro, nunca faltan los malos defensores. Algunos llegaron a decir que el tarado era más bien inocente, inofensivo la mayor parte del tiempo, aunque nadie garantizaba nada cuando estallaba en furia y, por eso, lo habían puesto con el mecánico para que gastara energías arrastrando fierros de un lado para el otro y sin ningún motivo. Más vale tarado cansado que cien imaginando cosas. Por otra parte, el mecánico necesitaba un ayudante que no fuese tan inteligente como él, dado que era un hombre casado; y el que consiguió no podía cobrar mucho, dado que era tarado.

 

Jorge Majfud

 

La elección

«Papá, tu esposa y yo nos vamos a separar»

Papá, tenemos que hablar. Sé que te resultará difícil lo que tengo que decirte pero también sé que aprenderás a aceptarlo con el tiempo…

Tu esposa y yo nos vamos a separar. Ambas vamos a formar nuevas familias. Tú vendrás conmigo y vivirás con Amalia. Amalia es la mamá que conocí en la guardería. ¿Recuerdas aquella señora de pelo negro que siempre iba con un niño rubio que usaba lentes? Bueno, es ella. No fue un amor a primera vista. Fue algo que se fue dando con el tiempo. No se cómo explicártelo. Sé que en este momento estarás pensando, “¿cómo es posible que una hija deje de querer a una madre para querer a otra?”. Pero hay cosas, sentimientos que tenemos los niños que un adulto no podría comprender jamás. Seguramente cuando seas un anciano logres comprenderlo. Los ancianos recuerdan mejor la infancia que el resto de sus vidas marcadas por la confusión y las fantasías propias de los adultos. Es por eso que te pido que no pretendas entenderlo todo. Solo acéptalo como es, ya que es una decisión tomada. Cuanto mas tardes, mas sufrirás.

Amalia tiene un hijo de cinco años, casi la misma edad que yo, por lo que estoy seguro que aprenderás a quererlo como mamá aprenderá a querer a la chica de Ignacio como si fuese yo misma.

Ya lo hemos hablado con tu esposa. A veces la relación de un hijo con alguno de sus padres no funciona y lo mejor, para evitar conflictos que hacen mal a los dos, es la separación.

Sabes que las cosas entre mamá y yo no iban bien desde hace un buen tiempo. Alguna vez, incluso, llegó a pegarme en las nalgas porque le eche el café en su computadora. Esa maldita computadora que destruyó nuestra relación de madre e hija. No la denuncié a la maestra de la escuela para no llevar las cosas a un extremo que podrían perjudicarla aun mas. Las nalgadas, esa reacción primitiva, propia de padres cavernícolas, sólo fueron la gota que colmaron el vaso. Resolvimos separarnos en bueno términos. Si, se que amas a tuesposa pero aprenderás a vivir sin ella y a querer a Amalia como quieres a mama. Podrás visitarla los fines de semana. ¿Qué pretendes? No hay una solución intermedia. Ni yo puedo vivir ya con tu esposa ni tú puedes vivir con ella y conmigo bajo el mismo techo. Imagina que ella deba cruzarse cada mañana con mi nueva madre y yo tenga ver a sus nuevos hijos abrazados a ella y llenándola de besos y ella felizmente realizada como madre. En el fondo, tampoco yo lo soportaría, por mas justo que sea.

No, tampoco es posible una tercer casa donde puedas vivir vos y mamá solos. Yo necesito a un padre y tú me necesitas también. Cuando yo cumpla dieciocho entonces sí, serás libre y podrás volver con mamá si quieres. Soy una niña todavía y tengo derecho a rehacer mi vida. Tu eres adulto, ya has vivido gran parte de tu vida, tienes experiencia y no te traumarás por este cambio. Aprenderás a aceptarlo con el tiempo.

También deberás a ser un padre comprensivo y juicioso. Amalia tiene sus defectos y virtudes, pero es una Buena mujer y una Buena madre. No es Buena en la cocina así que espero que aprendas a cocinar para los cuatro y cuando ella cocina tengas la delicadeza de elogiar su esfuerzo.

Yo sé que esto te toma un poco por sorpresa, aunque lo habrás adivinado desde hace algún tiempo. Sé que no es fácil tener que vivir y querer a otra madre como querías a tu esposa. No se trata de reemplazar tus sentimientos. Seguirás queriendo a tu esposa como siempre, solo que además deberás aprender a vivir con otra esposa y hacer tu mejor esfuerzo por quererla como yo la quiero.

Imagina que absurdo si hubiese sido tú, el padre, el que resolviera irse con otra mujer y yo, la niña, la que tuviese que enfrentar y adaptarme a un problema semejante, un problema de adultos, a un capricho de adultos? Yo tendría que querer a una nueva mamá que tú eligieras. Tal vez no lo soportaría, porque soy una niña muy pequeña. Pero tú eres un adulto y sabrás adaptarte. Obvio, eso pasaba en las sociedades salvajes de tus tatarabuelos, pero afortunadamente hoy los niños tenemos nuestros derechos conquistados. Ya no somos pequeños saquitos de lana dónde los adultos descargan todos sus caprichos y frustraciones. Ya me tocará a mí cuando sea adulta, proteger a mis niños de mis amores y desamores.

Yo sé que duele, que a tu corazón viejo le costará aceptarlo, pero no hay vuelta atrás. Tendrás que aprender a querer a Amalia como yo aprenderé a querer a Pablito como si fuese mi hermano. De hecho, va a ser mi hermano a partir de hoy. Ya verás que Amalia es una esposa encantadora…

Qué le vas a hacer, papá. No llores. La vida es así.

Jorge Majfud

Milenio , II (Mexico)

Crisis (IV)

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Crisis IV (Spanish)

Crisis (IV)

 

 

 

Saturday September 20.  Dow Jones: 11,388

San Francisco, California. 5:30 AM

 

We were feeling really laid back at Lilian’s party when he arrived with his usual two little friends, Patrick and the other guy whose name I don’t remember.  I asked Lilian if she had invited them and she just laughed, which in this case meant no, or that she had no choice but to invite them.  I had never had problems with Nacho before so don’t come at me with that stuff about animosity or predisposition, much less premeditation.

It wasn’t premeditated.  Nacho Washington Sánchez had come to the party with a gift for the young girl who was turning fifteen two days later.  Her parents had moved the celebration up so that it would fall on Saturday the 14th, and as a reward for her good grades.

Nacho Sánchez, Santa Clara, 19, had gone back to school at the age of almost twenty, after spending a time in a Georgia chicken factory.  And this time he had come back with enough maturity and motivation to carry him to the second best grades in his class.

According to his friends’ statements to the police, Nacho didn’t go to the party because of Lilian but because of Claudia Knickerbacker, the Chilean friend of the birthday girl.  And if he said goodbye to miss Wright with a hug and a kiss on the cheek, that didn’t mean anything.  Or it didn’t mean, like George Ramírez yelled at him, sexual harassment.

—The thing is that George speaks less and less Spanish all the time and he forgot or acts like he forgets that we Latinos hug and kiss more often than Yankees do.  The other stuff is inside the head of one of those repressed people who see sex everywhere and try to surgically remove it with a pair of hot tongs.  It’s true that before heading for the bus stop Nacho turned around and told him that George wasn’t a Mexican-American anymore because in Calabazas North the “Mexican” part had fallen off of him.  It wasn’t necessary, but it was after tolerating like a prince the insults that George had thrown at him since he left the Wrights’ house.

—What insults?  Do you remember any of them?

—He said to him that Nacho was a child abuser, that Lilian was still only fourteen years old and that he was going to report him to the police and he followed him around threatening him with the telephone in his hand.  Without turning around Nacho told him, sure, call 911.  The others were coming up behind.

—How many were they?

—Five or six, I don’t remember exactly.  It was dark and I was really scared that there would be a fight and we would all get pulled in.  We were about a hundred yeards from the bus stop and the bus was waiting for the light to change a block away and George decided to yell at him that he wasn’t going to call 911, but the Migra instead.  Everybody knew that Nacho’s parents were illegals and hadn’t gotten papers for as long as Nacho could remember, which was why, even though he was a citizen, he always avoided run-ins with the police, as if they would deport him or put him in jail for being the child of illegals, which he knew perfectly well was absurd but was something that was stronger than him. When his wallet got stolen in the metro to the airport he didn’t report it and chose to go back home and he missed his flight to Atlanta.  And that’s why you could say the worst to him and Nacho always kept his cool, biting back his anger but never lifting a hand, and he was strong enough to knock out a mule if he wanted to.  Not him, of course, he wasn’t illegal and the others must have known it.  But the ones coming from farther back, including John, Lilian’s older brother, who heard the part about “the Migra” and the part about “sexual harassment,” and he caught up with George who stood out because of his size and his white shirt…

—Do you want them to bring you some water?

—I started walking faster, saying that the bus was going to leave without us and I got on it.  After that I don’t know what happened.  I just saw through the window, from a distance, that they had rushed at Nacho and Barrett was trying hopelessly to rescue him from the mob.  But Barrett is smaller than me.  Then all I saw were the streetlights on Guerrero and Cesar Chavez, and I sat in the last seat with my cell phone in my hand until I got home.  But Nacho never answered any of the messages I left him asking him to call me back.  Nacho said good-bye the way he did because he was happy.  She had invited him so he would have a chance to ask the Knickerbacker girl out, and in the kitchen while they were cutting the tres leches cake Knickerbacker hadn’t told him no.  She told him that  they could go out next Saturday and that left Nacho feeling really happy.  He had such a complex because of his prematurely thinning hair at 19 years old, which he thought was sufficient reason for any pretty girl to reject him.  It’s not like the Chilean girl was a model or anything, but Nacho was blindly in love since starting back to school.

—And you?

—I don’t think that such a warm good-bye was because he was happy.  They always come across that way, they don’t respect your personal space.  They say Latinos are like that, but if they come to this country they should behave according to the rules of this country.  Here we just shake hands.  We’re not in Russia where men go around kissing each other. Much less kiss a child like that in front of her parents and all of her friends.  You’re right, her parents didn’t complain, but they also didn’t say anything when George and his friends decided to go out and teach those intruders a lesson. The Wrights are polite and when they saw that Nacho left without causing trouble they decided not to intervene.  But I’m sure they spoke with Lilian afterward, because they looked worn out.  It was because of a moral issue. A matter of principles, of values.  We couldn’t allow some nobody to come and upset the peace at the party and abuse one of the little girls. No, I don’t regret it.  I did what I had to do to defend the morality of the family.  No, it wasn’t my home, but it sort of was.  I’ve been Johnny’s friend since middle school.  No, we didn’t want to kill him, but he was asking for it.  What worse crime is there than abusing a little girl?  He didn’t fondle her, but that’s how they all start.  Them, you know who I’m talking about.  Them!  Don’t coerce my statement, I know my rights.  They don’t know how to respect personal distance and then they lose control.  No, my partents were Mexicans but they entered the country legally and they graduated from the University of San Diego. No, no, no… I’m an American, sir, make no mistake.

(from the novel Crisis)

Jorge Majfud

Translated by Bruce Campbell

 

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El puro fuego de las ideas

El puro fuego de las ideas


La rata pasa desafiante frente al fuego, a paso de cazador. Los movimientos de un felino, de un filósofo. No de una rata. Me sorprende que no me tenga miedo. Me despertó el ruido que hacía al roer uno de los libros que olvidé en el suelo antes de quedarme dormido. O tal vez se me cayó de las manos y fue a dar unos centímetros antes del fuego que arde como si el tiempo se repitiese en su infierno. Las nueve y media.

Confundí el ruido de sus dientes en la tapa del libro con la destrucción de la leña. De niño confundía el viento de la noche entre las ramas de los árboles con las olas del mar entre las rocas. Luego comprendí que comprender era devalar la metáfora. Develar la metáfora con palabras que, a su vez, cada una era una antigua metáfora escondida, con una larga historia de olas y de vientos procurando explicar lo invisible. O peor: lo que se ve.

Por suerte me despertó. La rata. Esta noche tuve un sueño espantoso. No tengo supersticiones; sólo sospecho del subconsciente. Mis ideas están cambiando. Mi lenguaje. Para mal, ahora entiendo. He dejado de creer en el valor de la inconsecuencia. ¿Hasta cuándo, señor Unamuno? Sus odas a la contradicción, sus elogios a la duda retórica y su abuso de las metáforas: si el dinero es bueno para el cuerpo, las ideas son buenas para el espíritu, ya que las ideas son como el dinero. Pero ¿quién dijo que las ideas son como el dinero? Él, claro, el señor Unamuno. Pero vaya usted a decirle algo; tendrá que escucharlo por una hora antes que lo despida amablemente a patadas. Preferirá esto último, se lo aseguro.

Antes o después de sentarme frente al fuego había estado leyendo, con fastidio, un ataque a La ideocracia, publicado en 1944. Sin duda, ésta es la parte central de mi pesadilla. Una carta dirigida a mi amigo Ramiro de Maeztu. Antes o después me quedé dormido frente al fuego y soñé que me ardía un pié. Literalmente, se me hacía llama un pié y no podía moverlo. Estaba Ulises allí, mi gato, entre el fuego y yo, probablemente fuera del sueño. Ulises desapareció en un cerrar y abrir de ojos; quizás fue persiguiendo un llanto de mujer que llegaba desde la calle. Yo también quise ir a ver y no pude. Un cansancio infinito me lo impidió. Pensé que alguien vendría en mi ayuda pero solo pude contemplar las llamas subiéndome por la tela del pantalón. Al principio sentí un poco de dolor y luego casi nada. Una puerta que se golpeó violentamente con el viento y poca cosa más. Me tranquilizó la idea de que ya no podía volver a golpearse, que la corriente de aire no me amenazaría más con una de esas horribles pestes que tiene a la gente incómoda, y que no tendría que levantarme ya.

Ahora volvamos a lo que interesa. No recuerdo haber escrito alguna vez esa carta, ese ensayito incendiario, según la nota al pie, hace 36 años. Luego —¿o fue antes?— soñé que leía un ensayo escrito por mí mismo en el que defendía públicamente el valor del dinero como conciencia colectiva y el valor de las ideas puras como guías del espíritu, que no son vida y forma sino esencia. Fue un sueño, una advertencia de un subconsciente que se está volviendo más sabio que mi propia conciencia, que mi verdadero yo. Fue un sueño y algo más. Debió ser un sueño porque no estaba Ulises y la mujer lloraba sin parar. Pero hubiese sido un sueño más, absurdo como casi todos, si no me hubiese despertado agitado, al borde de un ataque, sudando y abrazado por las llamas del infierno. La mujer, la rata, el fuego, La ideocracia. Hubiese sido un sueño más si hubiese sido sólo el sueño de esta madrugada y no el mismo sueño que tuve hace siete días y que todavía me perturba la razón. Hubiese sido sólo un sueño más si en lugar de defender la idea del dinero como conciencia colectiva la hubiese atacado y si en lugar de mi firma y una fecha futura al pie —diciembre, 1944—, dijese 1907 o  1920.

Ahora lo sé. Es una advertencia. ¿Cómo no me di cuenta antes? Mis ideas están cambiando peligrosamente. Mis adversarios que han luchado siempre por la República o por la Monarquía siempre han corrido todos los riesgos, como el cobarde y miserable riesgo de morir. Pero nunca pasaron por esto, estoy seguro. Nunca tuvieron miedo de cambiar algún día alguna de esas ideas que servían para poner en riesgo sus propias vidas. ¡Fortuna de los necios, pero fortuna al fin! Los necios comparten símbolos como el de “la patria”, “la libertad”, “los ideales” y el “honor”, pero se matan por sus significados. Y yo, vaya el diablo a saber, he vivido durante mucho tiempo orgulloso de mi principio filosófico de impune contradicción. La heroica coherencia de ser contradictorio toda la vida, porque los hombres son contradictorios, porque la vida lo es. Porque las razones del coeur no son las del air, sino las razones del cul… Pero, quizás ahora lo advierto, todo puede ser contradictorio, menos un filósofo.

Debería tomar nota de esto antes que me olvide. Luego ando todo el día tratando de recordar una idea que había concebido en sueños o poco antes de dormir, y que por alguna razón consideraba clave para develar un misterio que nunca se resuelve. Pero cuando estoy cayendo en sueño, no tengo fuerzas para reponerme y tomar lápiz y papel. Conozco mis debilidades de gusano problemático, y por eso siempre tengo una pluma al lado de la cama, en la mesa de noche o en el suelo, en el bolsillo de un pantalón o en la camisa. También es cierto que cuando más la necesito no la encuentro o no puedo llegar hasta ella. Cuando no tengo papel escribo en la mano izquierda, en un brazo o en el ombligo. Cuando no tengo pluma desordeno la mesa de noche para recordarme al despertar que algo debo recordar. Con frecuencia lo logro. Es como si hablase directamente con un viejo conocido, con el que seré mañana o algún día. Como en este preciso momento. Debería tomar nota de todo esto, pero ¿cómo debo escribirlo para ponerme a salvo del terrorista dialéctico que dentro de nueve años levantará su espada contra éstas, que serán sus viejas ideas? Recurriré a la ficción. Un cuento, por ejemplo, que describa fielmente este preciso momento. Algo que por incomprensible sea irrefutable. Recordaré este momento, aunque mis críticos de siempre dirán que es una sucia ficción recargada de ideas. No me importará; siempre han dicho lo mismo y lo mismo he seguido haciendo yo. Que mi estilo es torpe, que no tengo estilo o que repito los mismos recursos, que me contradigo o que no sé definir lo que pienso. Pero si todo eso es verdad no menos cierto es que pocos como yo han dejado la sangre sobre el papel. Yo soy más importante que mis escritos, que mis ideas y mis críticos no hacen más que confirmarlo insulto tras insulto. Pero al final, ellos siempre son ellos, en plural para la Historia, y Unamuno soy yo. Es decir, el único adversario que puedo temer soy yo mismo, ese que seré dentro de nueve años.

Las nueve treinta y tres. Ya he despertado, estoy sentado pero no puedo moverme para tomar la pluma. Es como si tampoco quisiera hacerlo. Me dura la angustia, la ansiedad de la pesadilla con forma de texto. Pero no lloro; la mujer llora por mí. Mi rostro debe ser la misma piedra de siempre, inexpresiva, tallada como una locura de Gaudí. Me limito a mirar mi pie derecho que ha comenzado a arder. Es una llamita muy pequeña, pero así comienzan todos los grandes incendios. Como… Y, sin embargo, no me preocupa. Hasta diría que en su feroz belleza encierra una pequeña esperanza. ¿Por qué habría de preocuparme si ni siquiera me duele? En otro momento hubiese pateado con fuerza o me hubiese arrancado el zapato. Como si fuese algo verdaderamente urgente. No lo es, claro. Lo urgente debe ser siempre lo más importante, y lo más importante es resolver cómo evitar ser aquel que seré en 1944, cómo evitar perderme en el infierno equívoco de la historia, donde cabalgan el Gengis Khan, el falso Alfonso III y el verdadero Ortega y Gasset.

Ulises no está. Simplemente se ha marchado, por ilógico que parezca. Ese es su lugar, lo he visto defenderlo con uñas y dientes. Odia el frío de esta época, pero más odia que usurpen su territorio. Su alfombra. Confundí su ausencia con un sueño, pero debo pensar que simplemente se ha marchado en búsqueda de la mujer. Los gatos son habitantes de la noche, de los sueños. Es decir, no puedo estar soñando con su ausencia. Pero su alfombra está desprotegida y una rata le ha pasado por encima.

No quiero ver esto como otra premonición, como un símbolo o una metáfora que sólo ven los místicos en estados muy agudos del espíritu. Sólo me hace pensar muchas cosas. Pienso, por ejemplo, en mi propia ausencia. No debería preocuparle esto a alguien que se ha ganado el Paraíso o el Infierno hace mucho tiempo. No pienso en mi muerte, sino en mi ausencia. En 1944 seguiré escribiendo, pero estaré ausente. Y mis enemigos pisarán impunemente mi alfombra. Esto último no podría publicarlo nunca; las ratas me acusarían de soberbia, y nada más difícil de refutar que el quejido de una horda de ratas cuando las arrastra la corriente.

Debo evitar disolverme en el caos, y para ello me encuentro en la difícil situación ya no de refutar o contradecir lo que he afirmado en otro lugar y en otro tiempo, cuando se supone que era más ignorante que hoy y menos sabio, sino que debo refutar algo que diré con furor y convencimiento dentro de diez años más.

Es una tarea totalmente nueva. Me he pasado lo mejor de mi vida refutando al que fui años atrás, con la autoridad de la madurez. Nunca, he de creer, me sentí en el compromiso de combatir a quien seré dentro de un tiempo desconocido e inimaginable. Deberé hacerlo ahora, también desde la superioridad de la madurez, pero con la atroz desventaja de la incomprensión ajena: pocos o nadie aceptará que quien seré será inferior a quien soy, que quien seré dentro de ocho años será un filósofo en decadencia, un hombre repentinamente senil, con la siempre engañosa pretensión de una mayor experiencia, con el abuso religioso que confieren unas barbas más blancas y una mirada más perdida, una voz incomprensible. Porque nuestra Europa sigue confiando más en la vejez que en la juventud. De España ni que hablar; no es confianza lo que tenemos por los viejos sino miedo, miedo profundo a los jóvenes. Yo mismo quería ser viejo a los veinte. Imitaba el cansancio de los viejos mientras esperaba con paciencia los primeros trazos blancos en mi barba. Pero en el fondo, mi espíritu fue siempre joven. Ligero, eufórico, contradictorio. Claro, es fácil decirlo ahora que soy irremediablemente un anciano. Ya no puedo esperar cambios alentadores en mi cuerpo. Mucho menos en mi mente, en esta mente fatigada que amenaza con perder el control. Fatigada y, lo que es peor, desilusionada.

Las nueve treinta y tres. No hace tanto, entonces, que llora la mujer; no hace tanto que se fue Ulises y detrás vino la rata para rescatarme de esa pesadilla.

Si sólo creyera que fue un sueño y nada más… Pero debería darme cuenta de que no sólo voy camino a destruir todas mis actuales convicciones, sino que además el riesgo corro de pasarme al bando enemigo, al bando de aquellos políticos y pensadores que, de este lado y del otro del Atlántico, defienden la idea de la naturaleza divina del dinero, de las ciencias y de las ideas puras, de la lucha armada y de la lucha de clases. El fuego podría destruir a quien no soy todavía, a quien seré después de hoy, pero el que seré mañana puede destruir todo lo que fui hasta hoy y no estaré presente para defenderme. Así ha sido siempre sin que nadie lo advierta. Por esta razón, nadie puede afirmar que con el tiempo los hombres se vuelven más lúcidos, pero es seguro que se hacen más cobardes… Quizás por eso me angustia tanto este sueño, esta misteriosa revelación.

Todos saben que odio las ideas puras, las ideas que nos gobiernan. Ya lo dije. Lo digo una vez más sólo para no olvidarlo, antes de hundirme en lo aparente, en la inconciencia de quien seré. Pero de nada sirve que lo escriba. He escrito demasiado, en vano. Luego me ha servido para derramar fuego de tinta fresca sobre la tinta apagada en el papel. ¿Qué dirán mis amigos, mis discípulos, mis seguidores, cuando me vean (otra vez) cambiar sin pudor? Si hubiese perdido la fe en Dios podría seguir predicando, en el convencimiento de que la creencia, verdadera o engañosa, es buena para la gente. Pero cuando uno deja de creer en las ideas que hasta ayer creyó, que hasta ayer eran útiles y beneficiosas, deja de tener razones para seguir defendiéndolas.

Es cierto que uno cambia con los años, cambia de ideas como cambia de ropa. Cambia uno mismo, cambia Unamuno. Vaya novedad. Acerca de los cambios físicos prefiero no hablar. Para eso están los médicos y las viejas quejumbrosas. Pero algo permanece igual y ha de ser el espíritu. Por verdad o por ilusión, uno espera de él lo opuesto al vergonzoso espectáculo del cuerpo, y quizás por eso uno se hace filósofo. Para vencer a la muerte, para distraer o para despreciar el dolor. Son verdaderos los hombres que pasan por la entrada de la cueva, pero las sombras no lo son menos. Ni más ni menos. (No olvidar subrayar ese ni más ni menos; ahora está tan de moda atribuirle más realidad a las sombras que a los cuerpos que las proyectan.) Pero los hombres no podemos con nuestras manías de antiguos guerreros y hacemos de cada nueva idea una nueva arma de combate, y de nuestra identidad una trinchera. Entonces ya no basta con afirmar algo nuevo; también es necesario negar algo viejo. O todo lo demás.

Si al menos la rata que seré tuviese esta lucidez y dejara en pie esto último que estoy diciendo y que no dije hasta hoy. Pero no. Aseguro que no lo hará. Yo me negaré otra vez, me destruiré, me hundiré en la vergüenza y en el ridículo ajeno. La rata roerá lo mejor que fui, lo mejor que dejé a la humanidad. No estaré presente para defenderme de mí mismo

Por eso es hora de actuar. Ya tengo una estrategia precisa. Desde hoy en delante, y hasta que la lucidez me lo permita, articularé un pensamiento que justifique todas las locuras por venir. Es más, todo lo que diga en el futuro, procurando negar mis ideas de hoy, deberán ser confirmaciones, no de las ideas que tendré sino de las ideas que defiendo hoy, confirmaciones de las ideas que pretenderé negar. Podría comenzar diciendo, “para demostrar esta hipótesis, yo mismo la atacaré dentro de diez años, yo mismo afirmaré lo contrario”.

Dejaré de atacar al pobre pensador que fui hace diez años y comenzaré a atacar al perverso pensador que seré de aquí a tantos más. Claro, algún necio pensará, ¿cómo saber si el pensador lúcido es el que soy hoy? Simplemente, mi querido lector, porque uno debe actuar conforme a sus convicciones. Y si fui capaz de advertir este problema hoy y no ayer ni mañana, ha de ser porque hoy soy el mejor de los tres que fui y seré. Hoy soy el mejor de los tres Unamunos y, por lo tanto, ganará el que hoy soy. Si mañana no soy capaz de desarticular el plan que concibo hoy, no mereceré la pena. Yo, el verdadero Yo, el mejor de los Yo, el más lúcido, vencerá. La verdad está en el éxito, el triunfo es la verdad. Por esta lógica razón, no estoy dispuesto a escuchar a nadie más que a mí mismo. Ni siquiera a los otros que no soy ahora mismo, aquí y ahora.

Comenzaré esta misma noche. O tal vez mañana, cuando esté más repuesto. Estoy muy cansado, como un escultor que ha debido luchar por mucho tiempo con un gran bloque de piedra para rescatar de sus entrañas una delicada imagen de mujer, de la virgen con su hijo caído en brazos. He estado intentando despertar desde hace tres minutos. O más, porque es probable que el reloj se haya descompuesto. Se quedó en las nueve treinta y tres. No quiero especular sobre este hecho, pero comienzo a hacer cosas de forma inevitable. A los treinta y tres años tuve mi crisis espiritual. A la misma edad Jesús y todos los demás líderes espirituales que han sobrevivido a la muerte.

Bueno, basta, pongamos manos a la obra. Apenas pueda moverme me moveré. Apenas pueda salir de este infierno, saldré. Al menos que el fuego haga innecesaria la realización de tan genial tarea, al menos que…

He visto a la rata volver sobre sus pasos y pasar entre mis pies. Tenía manchas de sangre en el hocico, aunque no podría decirlo con certeza. Mi profundo cansancio, la luz infernal del fuego deforma los colores y la rata ha desaparecido debajo de mi sillón donde arde la pequeña llamita de mi pié derecho. Sólo siento el ruido que hacen sus dientes en las tapas del libro, en sus páginas, como si fuese carne o papel que se quema en la cocina a leña. Es probable que ni siquiera sea necesario el fuego.

 

Jorge Majfud

2005

 

El jefe

El jefe


Cuando estaba nervioso, el alcalde se contaba los dedos de la mano. Pero el viernes de noche, mientras intentaba leer algunas revistas salvadas del fuego de la Matriz, notó algo extraño: tenía nueve. Volvió a contar: nueve, otra vez. Entonces, repitió esta operación hasta que, abrumado por la evidencia, levantó la mirada hacia un cuadro de Goya y se quedó pensando. Siempre había creído que tenía diez dedos. ¿De dónde podía venirle esta convicción? Lo había visto en la demás gente. El ingeniero tenía diez, aunque no estaba del todo seguro, porque nunca se los había contado. Pero siempre hablaba del sistema decimal, o algo así. El ingeniero contaba muy bien y le había dicho que todo se repite de diez en diez porque teníamos diez dedos. Pero, ¿todos tenemos diez dedos?—se preguntó el alcalde, ahora algo nervioso. Él tenía nueve, y nunca nadie se lo había dicho. Tal vez lo habían disimulado, porque la gente siempre temía molestarlo. “En el fondo me tienen miedo” se dijo y sonrió orgulloso. Sin embargo, tampoco nadie le había dicho que tenía nueve dedos cuando era un simple cantinero, en el club Libertad.  Tal vez la gente ya le tenía miedo. O tal vez perdió un dedo después de que lo eligieron para alcalde. Toda esa gente alrededor, manoseándolo, queriendo llevarse un recuerdo de él. ¿Pero cuándo, exactamente, pudo haber perdido un dedo? Eso duele mucho, o debe doler, por lo que difícilmente pueda pasar inadvertido, ni por el que lo pierde ni por la demás gente que está alrededor. O el dolor había sido tan intenso que le había provocado amnesia, como cuando uno ve algo que no quiere ver y se desmaya o despierta de la pesadilla. ¿O estaba perdiendo los dedos de la mano como los diabéticos pierden los dedos del pie, sin dolor? ¿Qué habría sido del dedo perdido? ¿Cuál de las protuberancias que tenía en las manos había sido alguna vez la raíz del dedo desaparecido? Miró a su alrededor. Miró el cuadro: una mujer que sostenía el ataúd con la sardina sonreía, mostraba cinco dedos en una mano. La otra mano no se veía, pero es de suponer que también tenía cinco dedos, ya que la naturaleza animal suele ser simétrica, sino en sus proporciones por lo menos en la cantidad de sus elementos que la componen. Aunque el corazón era uno solo y no estaba al medio, como la nariz o el pene. Estaba desviado, un poco inclinado, prueba quizás de su imperfección y del desorden de todos los sentimientos que salían o pasaban por sus válvulas: amores, odios, alegrías, tristezas… Un verdadero caos. Pero salvo este detalle, el resto de la naturaleza es simétrica: los hombres, las mujeres, los trenes y las hojas de los árboles. Apenas terminó este razonamiento se sintió feliz: en realidad parecía muy inteligente. Por algo lo habían elegido gobernador de toda la ciudad, es decir, de todo ser humano conocido a la redonda. Si no fuese por el desierto que los rodea, sería gobernador también de las aldeas vecinas. Tendría un imperio. También el vicealcalde, quien siempre se encargaba de todo y quien lo impulsó a meterse en política, decía lo mismo. Había llegado a alcalde por su portentosa inteligencia y por sus habilidades oratorias. Se lo decía siempre el vicealcalde.

Uno, dos, tres… nueve. Se quitó los zapatos y volvió a contar: esta vez llegó hasta diez, no con alivio sino con un dejo de preocupación, porque la cifra alcanzada confirmaba que le faltaba un dedo en una de las manos. Volvió a sus manos y contó al revés, procurando determinar en qué mano faltaba el dedo en cuestión. Nueve, ocho, siete… uno. Estaban todos. No, había procedido mal. Debía comenzar por diez y si llegaba a dos, era porque realmente le faltaba un dedo y, de paso, sabría a qué mano había pertenecido. Volvió a contar y descubrió que le faltaba uno en la mano izquierda. Aunque todo eso era discutible, como decidir cuándo empezará el nuevo milenio, si en el dos mil o en el dos mil uno. Todo depende si consideramos que existe un año cero, que no existe, como no existe un dedo cero, sino que se empieza por el uno… ¿Y si realmente le faltaba un dedo? Claro, no lo había notado antes porque siempre firmaba con el pulgar de la derecha. Miró las dos manos a la mayor distancia que le permitían los brazos y comparó una con otra: le faltaba el índice izquierdo, lo que demostraba las limitaciones de la lógica matemática. Donde faltaba había quedado una especie de joroba. La mano se parecía más bien a una especie de cisne. Lo sabía por las fotos de los libros que estaban en los sótanos de la comuna. Se sintió molesto: si hubiese descubierto un dedo de más, sería otra cosa. Tal vez se hubiese sentido orgulloso. Pero un dedo de menos lo inquietaba, y no sabía por qué. Por un momento, se le cruzó la idea de obligar a sus funcionarios a tener no más de nueve dedos, sumados en ambas manos, pero la desechó enseguida, diciéndose a sí mismo y en voz baja, que él era un gobernante democrático y tolerante. Mandar cortar dedos sin una justificación era una práctica salvaje de los camelleros que hablaban algarabía. Claro, podría encontrar una razón. Siempre hay una razón para todo. Los evasores de alcabales, por ejemplo, merecían un castigo justo y ejemplar. Bastaba con un decreto que la asamblea discutiría acaloradamente dos o tres meses para finalmente confirmar una medida tan necesaria. Es mejor perder un dedo y no la mano, una muela y no la cabeza. Así la mitad de la población carecería de un dedo… Pero sería la mitad menos orgullosa y él pertenecería a ese ingrato grupo de malditos. Por lo tanto, mejor proceder al revés. Podría ascender de rango a todos aquellos que carecieran de un dedo, al menos. Eso sí. Eso sería algo positivo, porque enseñaría a los demás que lo importante en la vida es la superación personal a partir de alguna carencia. Y pronto esa carencia terminaría por convertirse en una virtud, en un signo de distinción. Sí, ya sabía, como siempre uno trataba de distinguirse de los pobres, de los infradotados, pero ellos siempre terminaban por imitar las costumbres de los nobles. Seguramente en pocos años todo el mundo terminará por cortarse un dedo. Maldición, dijo golpeando la mesa con su mano de cinco dedos.

Quiso pensar en otra cosa. De debajo de una pila de papeles viejos, tomó un La Aldaba de 1974. En la página de atrás el loco de la corneta había puesto una larga cita de Martin Heidegger. Leyó con la desconfianza habitual en esos casos: Fenomenología del espíritu de Hegel. Estaba en alemán. O en un español antiguo, de ahí su dificultad, con esas horribles lo, las, les, los que sólo servían para confundir.

«Si sólo al final el saber absoluto es de una forma total él mismo, saber que sabe, y si es esto al devenir tal, en tanto llega a sí mismo, pero sólo lo llega a sí mismo en tanto el saber se deviene otro, entonces en el inicio de su andadura hacia sí mismo aún no debe estarlo en y consigo mismo. Todavía debe ser otro y, es más, incluso sin todavía haber devenido otro. El saber absoluto debe ser otro al inicio de la experiencia que la conciencia hace consigo misma, experiencia que, más aún, no es otra que el movimiento, la historia donde acontece el llegar-a-sí-mismo en el devenir-se-otro».

Limpió los lentes y tomó un lápiz para corregir los errores gramaticales:

«Así pues, si en su fenomenología el saber debe hacer consigo la experiencia en la que experimenta lo que no es y lo E que justamente en ello es con él, entonces ello sólo puede ser así si el saber mismo que hace (cumple) la experiencia, de alguna manera ya es saber absoluto. Martín Heidegger…»

Miró el dedo que no estaba. No podía olvidarse de él tan fácilmente, como alguien que despierta de una pesadilla y se da cuenta que es real. Decidió cerrar La Aldaba cuatro o cinco años atrás por esos excesivos errores gramaticales, previa votación de la Asamblea. Luego, revisó los programas de educación para recuperar los valores perdidos, el espíritu original de Calataid, reserva moral del mundo en los oscuros tiempos que han de venir, anunciados largamente por el doctor Uriburu, quien se pegó un tiro en la boca para acallar su propia voz. Eliminé la falsa educación reproductiva, la blasfema teoría de la evolución e todas las demás teorías, e mudé éllas por la enseñanza de los fechos. «Factos e no teorías» fue la lema de esa campaña, inspiración de nuestro pastor George Ruth Guerrero. E si bien la Asamblea se resistió, como siempre, finalmente comprendió la sabia medida e fasta los más progresistas prefirieron perder un ojo a quedarse ciegos. Mas tanto esfuerzo no fue suficiente, e agora la ciudad paga las consecuencias por su falta de fe.

Una mujer que lloraba o se reía lo sacó de sus cavilaciones. Era un llanto breve y ahogado que venía del otro lado de la puerta del corredor; un gemido que se repitió como en un eco reprimido. Abrió e hizo silencio, pero no escuchó más nada. Volvió a cerrar la puerta, dejando del otro lado un suspiro discreto.

Por la ventana vio varias columnas de humo negro que apresuraban el atardecer. Los vecinos habían decidido quemar colchones y cualquier elemento usado para descanso o placer. La quema colectiva provocó algunos incendios mayores que destruyeron pocas casas en Santiago y algunas más en San Patricio. De esta forma se completó la primera profecía de Aquines Moria.

Jorge Majfud

2004

Capítulo de la novela La ciudad de la Luna (2009)

 

 

Shefi

POSTED IN PROZË

Kur ishte nevrik, kryetari i bashkisë numëronte gishtat e dorës. Por të premten në darkë, ndërsa mundohej të lexonte disa revista të shpëtuara nga zjarri i Matricës, vuri re diçka të çuditshme: paskësh nëntë gishta. I numëroi përsëri: prapë, nëntë. Atëherë e përsëriti këtë veprim derisa, i tronditur nga ky zbulim, e hodhi vështrimin mbi një pikturë të Gojas dhe po mendohej. Gjithnjë kishte pasur bindjen se kishte dhjetë gishta. Nga mund t’i vinte kjo bindje? E kishte parë tek të tjerët. Inxhinieri kishte dhjetë, megjithëse nuk ishte plotësisht i sigurt, sepse nuk ia kishte numëruar. Por gjithnjë fliste për sistemin dhjetor, apo diçka të tillë. Inxhinieri numëronte shumë mirë dhe i kishte thënë që gjithçka përsëritet nga dhjeta në dhjetë, sepse kishim dhjetë gishta. Çfarë, të gjithë paskemi dhjetë gishta? – tha me vete kryetari i bashkisë, tani pak nervoz. Ai paskësh nëntë dhe askush nuk ia kishte thënë. Mbase ia mbanin të fshehur, ngaqë nuk donin ta mërzitnin. “Në fund të fundit, ma kanë frikën”, tha me vete dhe buzëqeshi me krenari. Megjithatë, edhe kur kishte qenë një banakier i thjeshtë te klubi Liria, askush nuk i kishte thënë se paskësh nëntë gishta. Kushedi, edhe atëherë mbase njerëzit ia kishin frikën. Ose ndoshta mund ta kishte humbur një gisht pasi e zgjodhën kryetar bashkie. Dreqi e merr vesh, gjithë ata njerëz që e rrethojnë, prek andej e prek këtej, kanë dashur të kenë një kujtim prej tij. Por kur, pikërisht, ta ketë humbur një gisht? Pastaj kjo gjë të dhëmb shumë, ose duhet të të dhëmbë, pastaj, është një gjë që vështirë të kalonte pa u vënë re, edhe për atë që e humbi, por edhe për të tjerët përqark tij. Ose dhimbja ka qenë aq e madhe sa duhet t’i ketë shkaktuar amnezi, si atëherë kur dikush shikon diçka që e ka tmerr ta shikojë dhe i bie të fikët ose zgjohet nga një ëndërr e keqe. Apo mos po i humbiste gishtat e dorës ashtu siç i humbasin diabetikët gishtat e këmbës, pa dhimbje?! Ç’do të kishte mbetur nga gishti i humbur? Cila nga xhungat që kishte në dorë do të kishte qenë ndonjëherë rrënja e gishtit të zhdukur? Shikoi rreth e rrotull. Shikoi pikturën: një grua që mbante arkëmortin me sardelen dhe buzëqeshte kishte pesë gishta në një dorë. Dora tjetër nuk i dukej, por merrej me mend që edhe ajo kishte pesë gishta, sepse natyra shtazore zakonisht është simetrike, në mos në përmasat e saj, të paktën në sasinë e elementëve që e përbëjnë. Megjithëse zemra ishte një e vetme dhe nuk qenkësh as në mes, siç është hunda apo palloshi. Ajo qenkësh e shmangur ca në një anë, ndoshta një provë kjo e papërsosmërisë së saj dhe e pështjellimit të gjithë ndjenjave që dalin apo kalojnë përmes valvulave të saj: dashuritë, gëzimet, trishtimet… Një kaos i vërtetë. Ama, përveç kësaj, gjithçka tjetër në natyrë është simetrike: burrat, gratë, trenat dhe gjethet e pemëve. Sa mbaroi këtë arsyetim, kryetari u ndie i lumtur: në të vërtetë dukej shumë inteligjent. Jo më kot e kishin zgjedhur të qeveriste tërë qytetin, dmth, të gjithë njerëzit që e rrethonin. Nëse qyteti nuk do të ishte i rrethuar me shkretëtirë, do të ishte guvernator edhe për fshatrat fqinje. Do të qeveriste një perandori të tërë. Po ashtu edhe zëvendës kryetari, i cili gjithnjë ngarkohej për gjithçka dhe i cili e nxiti që t’i futej politikës, thoshte të njëjtën gjë. Kishte arritur të bëhej kryetar bashkie falë inteligjencës së tij të mrekullueshme dhe aftësive të mëdha oratorike. Këtë ia thoshte përherë zëvendësi i tij.

Një, dy, tre… nëntë. Hoqi këpucët dhe ia filloi numërimit të gishtave të këmbëve: i dolën dhjetë. Tani, jo i lehtësuar, por me një mospërfillje shqetësimi, kuptoi se gishti që i mungonte ishte në njërën nga duart. Dhe filloi t’i numëronte mbrapsht duke u munduar të përcaktonte se në cilën dorë i mungonte gishti në fjalë. Nëntë, tetë, shtatë… një. Ishin të gjithë. Jo, kishte numëruar keq. Duhej filluar nga dhjeta dhe, nëse përfundonte te dyshi, do të thoshte që i mungonte vërtet një gisht dhe, në vazhdim, do ta merrte vesh se ç’dore i përkiste. I numëroi përsëri dhe e zbuloi i mungonte një gisht në dorën e majtë. Megjithëse e tërë kjo ishte e diskutueshme, njësoj si të përcaktosh se kur fillonte mijëvjeçari i ri: në vitin dy mijë, apo në vitin dy mijë e një. E gjitha varet nëse konsiderojmë se ekziston një vit zero, që nuk ekziston, ashtu si nuk ekziston një gisht zero, por që fillon nga njëshi… A thua vërtet i mungonte një gisht? Sigurisht nuk e kishte vënë re, ngaqë gjithnjë, kur firmoste, e mbante penën me gishtat e dorës së djathtë. I shtriu të dy duart përpara, sa mundi, duke i parë mirë e duke i krahasuar me njëra-tjetrën: i mungonte gishti tregues i dorës së majtë, gjë që tregonte kufijtë e logjikës matematike. Aty ku mungonte gishti dukej një lloj gunge. Dora i ngjante më shumë një mjellme. E dinte nga fotot e librave se ato ndodheshin në bodrumet e bashkisë. U mërzit: nëse do të kishte zbuluar se kishte një gisht më shumë, puna ndryshonte. Mbase do të ishte ndier krenar. Ama, një gisht më pak e shqetësonte, veç nuk e dinte pse. Për një çast i vetëtiti ideja që t’i detyronte edhe vartësit e tij të mos kishin më shumë se nëntë gishta në të dy duart së bashku, por, aty për aty, e prapsi atë mendim, duke i thënë vetes me zë të ulët se ai ishte një qeveritar demokrat dhe tolerant. Të urdhëroje të tjerët të prisnin gishtat pa kurrfarë përligjie ishte një praktikë e egër e të zotëve të deveve që flisnin arabisht. Kështu që duhej gjetur një arsye për këtë. Gjithnjë ka një arsye, për çdo gjë. Për shembull, ata që u shmangen tatimeve apo, siç i thonë ndryshe, që bëjnë evazion fiskal, e meritonin një ndëshkim të drejtë dhe shembullor. Mjaftonte me një dekret që asambleja ta diskutonte fuqimisht dy-tre muaj për të arritur në një masë shumë të nevojshme. Më mirë është të humbasësh një gisht e jo një dorë, një dhëmballë dhe jo kokën… Por gjysma do të ishte më pak krenare dhe ai i përkiste këtij grupi të fatkeqësh të mallkuar. Kështu që, më mirë le të procedohej mbrapsht. Mund t’i ngrinte në detyrë të gjithë ata të cilëve u mungonte, të paktën, një gisht. Kështu po. Kjo do të ishte diçka pozitive, sepse do t’i mësonte të tjerët që, në jetë, e rëndësishme është epërsia personale nisur nga një mangësi. Dhe së shpejti kjo mangësi do të përfundonte duke u kthyer në një virtyt, në një shenjë dalluese. Unë e dija se gjithmonë ai që përpiqet të dallohet nga të varfërit, nga të metët, gjithnjë do të përfundojë duke imituar zakonet e fisnikëve. Kështu që, në pak vite, të gjithë do të përfundonin duke e prerë një gisht. Në djall, tha duke goditur tryezën me dorën me pesë gishta.

Jorge Majfud
Përktheu nga spanjishtja Bajram Karabolli

http://www.mnvr.org/shefi/

La ciudad de la Luna (2009)

 

Obras públicas

Obras públicas


Apenas cinco años atrás, Basílides se atrevía a inventar burlas y absurdos como éstos en La Aldaba, hasta que llegó la orden de cerrar el semanario por un año. Esto impidió que saliera a la luz un descubrimiento que había hecho el mismo pseudoastrólogo en los archivos del Departamento de Obras de la alcaldía, lo cual hubiese, al menos, culminado la serie con broche de oro. Con fecha de agosto de 1945, se había olvidado el proyecto de un «paseo marítimo» que llegó a construirse en parte y que luego las arenas y la memoria de Calataid silenciaron. Los viejos planos, dibujados pacientemente y copiados con tinta azul, y las largas memorias descriptivas todavía revelaban un repentino entusiasmo progresista que de a poco se fue superando. “Tal vez el fracaso del proyecto se debió a la escasa originalidad de los santistas, a una repentina voluntad de copiar éxitos ajenos que llegaban a través de las películas americanas y de las revistas europeas” había escrito Basílides, en el artículo que no llegó a publicarse.

La historia del proyecto comenzó un día que el alcalde, don Juan Medina Medina (1859-1963), resolvió dinamizar la actividad de la ciudad con una gran obra pública que perpetuara su nombre. La idea que tuvo menos resistencia (y que terminó conquistando calurosos aplausos al final) fue la de construir un paseo marítimo que recorriese los límites extramuros de la ciudad. Sólo quedaba un detalle por resolver: ¿Cómo construir un paseo marítimo sin tener antes un mar, o por lo menos un río? La solución, según el ingeniero de la comuna, don Daniel Medina (1864-1963), era aprovechar las curvas de nivel para detectar un posible cause a llenar con agua. En la Asamblea de Ediles, explicó con detalles inconclusos, todo lo que había aprendido en la Universidad de Granada sobre cálculo de curvas de nivel, lo que no sirvió para aclarar mucho las posibilidades de tal proyecto pero en cambio duplicó el entusiasmo popular. Las curvas de niveles aparecieron, porque siempre hay un punto más bajo que  otro, sólo que no hubo forma de hacer pasar por allí ningún arroyo, por mínimo que fuese. Todo lo que no hizo cambiar de idea a las autoridades y de esa forma terminaron construyendo su ansiado Paseo Marítimo. Para llenar el cause del nuevo río se demolió parte de la antigua muralla norte y se desviaron los albañales hacia él, lo que resultaba una idea redonda: no sólo se creaba un paseo para la gente de intramuros, sino que además se solucionaban algunos problemas de saneamiento que habían complicado a sus ciudadanos durante muchos años. Se decía, por ejemplo —y, más tarde, el doctor Salvador Uriburu fue de la misma opinión— que casi todos los aljibes, los pozos de agua y la gran cisterna comunal estaban contaminadas por las aguas fecales que excretaba diariamente la ciudad. Pero esta afirmación, sobre todo luego del fracaso de las obras, fue considerada una ofensa a Calataid y ya nadie se atrevió a reconsiderarla. Según el proyecto de Daniel Medina, de cada lado del futuro Paseo-Marítimo-Albañal se plantarían árboles y flores para disimular el olor que produjo después la exposición de aguas servidas, acompañadas muchas veces por desechos humanos en su estado inicial, lo que no resultaba tan atractivo como se había pensado en el momento de la votación. Pero el pueblo demostró su buena disposición para el Progreso y no quiso hacer reparos a tan importante obra iniciada por las autoridades, lo que lo acercaba, aunque más no sea en una pequeña escala, a las maravillas acuáticas del Sena en París o del Tamesis en Londres. Con todo, ésta había sido una genialidad local, lo que ya tenía su mérito, según Basílides. Pero tan rápido como su proyecto y construcción, se organizó su abandono y olvido durante los inolvidables años sesenta. Después de la independencia de Argel, en 1962, y de los horrores causados por la guerra civil, se comprendió que la demolición del treinta y tres por ciento de la muralla de San Fernando, usada para las nuevas obras, había sido el peor pecado que se había cometido en Calataid en su larga existencia. La muralla permaneció con esa herida, como recordatorio de la barbaridad del progreso, hasta que todos olvidaron la causa que la había provocado y se comenzó su reconstrucción en el año 1963. Como fue imposible localizar las piedras originales, se decidió deconstruir dos torres para reparar el daño histórico de los Medina. Se eligieron las dos torres más altas donde, por algún tiempo y por obra de los nuevos inmigrantes, refugiados de la guerra, se habían instalado dos antenas de radio, por la cual una de ellas era conocida como la torre de Babel. Los oídos de Calataid fueron extirpados en un solo día, lo que fue recibido con alivio y algarabía por la mayoría de su población.

2004

 

 

Periodismo

Periodismo


Escribió un breve artículo justificando los hechos de la semana que comenzaba a quedar atrás y lo envió al director de La Santa Alfaguara. Años antes, cuando ingresó a la alcaldía, había comenzado colaborando en la diagramación y redacción de La Aldaba, hasta que el alcalde lo clausuró en 1977, para crear La Alfaguara de Calataid, inspirada en la fuente que había en el patio central de la alcaldía y en concordancia con el perfil más espiritual que pretendía imprimirle al nuevo periódico. La Aldaba, fundada por su propio padre en 1952, en tiempo de los Medina, salía una vez por semana, sin colores y casi sin fotos. Con la muerte del doctor y la renuncia de alguno de sus frecuentes colaboradores, La Aldaba comenzó a cambiar de estilo y, por momentos, aumentó sus lectores. La letra impresa impresionaba mucho a la gente que sólo conocía la letra manuscrita de sus vecinos, casi siempre dibujada en una libreta de almacén. Por aquel tiempo, Basílides logró convencer al anterior director de La Aldaba, un viejito ciego y casi sordo, de incluir una página de predicciones astrológicas, como las que todavía se veían en las revistas de moda que llegaron antes de 1962. ¿Y quién mejor que él mismo para ello, que tenía en casa un telescopio y sabía algo de cálculos astronómicos? Nunca nadie se preguntó de dónde salían tales predicciones, y el director olvidó pronto que el autor era el nuevo empleado de tesorería. Aunque, después de todo, su método era razonable, o por lo menos consecuente con la teoría de los cuatro elementos: si es cierto que los nacidos bajo un mismo signo heredan de los astros las mismas características psicológicas y hasta la misma suerte, entonces basta con estudiar a una sola persona por signo para saber cómo es el resto de la humanidad y qué posibilidades tiene cada uno en un futuro inmediato. Por ejemplo, Basílides sabía que la nana era de Virgo. Así que, cuando la veía deprimida o ansiosa, escribía, para esa semana: «Virgo, cuide su ansiedad.» Y luego agregaba algún acontecimiento concreto: «recibirá una buena noticia en el campo laboral,» porque sabía que determinado mes su madre le iba a aumentar el sueldo. También sabía que la mujer de don Ferrando era de Escorpio, y cuando la veía un poco más provocativa que de costumbre escribía en Escorpio: «En el amor, necesidad de cambio…» Por supuesto que nunca creyó en la astrología, pero al menos era honesto, aunque un honesto incrédulo: si todos los hombres y mujeres de Virgo no estuvieran deprimidos esa semana y por recibir un aumento de sueldo, si todos los hombres y mujeres de Escorpio no tuvieran la misma mala suerte en el amor, entonces el horóscopo no servía para lo que dice que servía. Y la culpa no era suya. Además, nunca cayó en la gracia de recomendar un número distinto de lotería para cada signo, ni en la costumbre de identificar a un signo con las habilidades artísticas y otro con las habilidades científicas, pues había notado ya, en las enciclopedias, que los nacimientos de artistas y de científicos estaban desparramados indiferentemente por todo el año. Lo cierto es que desde entonces se vendieron casi cien ejemplares más, y nunca nadie quedó desconforme con las predicciones de La Aldaba, incluso cuando leían un signo ajeno como propio o cuando Basílides se equivocaba en el orden. De paso, agregaba fragmentos imprescindibles de Heidegger que sacaba de la alacena de su padre, que asustaban tanto a la nana y le privaron del saludo de sus compañeros de trabajo.

«Al principio de su historia, el saber absoluto debe ser otro que al final. Ciertamente, pero esa alteridad no quiere decir que en el comienzo [era la luz y] el saber en modo alguno todavía no fuese saber absoluto. Bien al contrario, justamente en el inicio ya es saber absoluto, pero saber absoluto que aún no ha llegado a sí mismo, que todavía no ha devenido otro [o el mismo], sino que sólo es lo otro. Lo otro: él, el absoluto, es otro, es decir, es no absoluto, es relativo. El no-absoluto no es todavía absoluto. Pero este todavía-no es el todavía-no del absoluto, es decir, lo no-absoluto no es de alguna manera y a pesar de ello sino precisamente porque es absoluto, porque es[tá] no-absoluto: este no, en razón del cual lo absoluto puede ser relativo, pertenece al absoluto mismo, no es diferente de él, es decir, no se acuesta a su lado, extinto y muerto. La palabra “no” en “no-absoluto” en modo alguno expresa algo que siendo presente para sí yaciese al lado del absoluto, sino que el no alude a un modo del absoluto.

»(Martín Heidegger: Fenomenología del Espíritu. Curso del semestre de invierno, Friburgo, 1930-31. Edición de Der Mann ohne Eigenschaften, 1953. Traducción, introducción y notas: Heidi und seine brüder, Heide und Heger.)»

El día que nunca existió

El dia que mai va existir

El día que nunca existió


Joseph Hanlon (el autor de Who calls the shots y Peace without profit) había ido a Pemba por un reportaje para la BBC a Nteuane Samora Machel. El hijo del célebre revolucionario mozambicano se encontraba haciendo ejercicios militares en el norte; Graça, su madre, estaba en Londres recibiendo un nuevo premio y aún no era la esposa de Nelson Mandela.

Al día siguiente, Joe y su esposa Teresa programaron una recorrida por las islas y nos invitaron a Nadia y a mí para que los acompañásemos, no sé si por compromiso o porque les caímos bien en la cena con Nteuane. Salimos un viernes o un sábado desde Quizanga, en un barco de pescadores y llegamos a Ibo casi al atardecer.

Recuerdo, como esta noche, que nos instalamos en una casona antigua, propiedad de un amigo de S.M. Las habitaciones sobraban y yo imaginé que Nadia tomaría la que daba al mar. Porque allí habían máscaras y unas enormes pinturas de algún artista desconocido; y porque Nadia evitaba siempre quedarse en la misma habitación que yo. Pero después de que arrojé mi maleta sobre una de las camas de la habitación trasera, apareció ella e hizo lo mismo. Sin consultarme siquiera, dijo que iba a quedarse ahí, conmigo, porque la asustaban las máscaras que no pueden hablar.

—Prometo que no diré ni “a” en toda la noche —dije yo, fingiendo suficiencia— y que no intentaré espiarte desnuda.

—Más te vale— respondió, buscándome los ojos. Sentí en mi boca esos ojos, profundamente azules como los de su madre.

—¿Hiciste tu reporte diario?— pregunté al rato, refiriéndome a las largas cartas que le escribía a Damián. Ella le detallaba todos los paisajes que había visto durante el día, evitando (lo se) mencionar mi desinteresada compañía. Tal vez disfrutaba más escribiéndole a Damián, mirando las cosas por él que por ella misma; porque el amor es uno de esos pocos estados en que uno es feliz pero además está obligado a reconocerlo. Creo que yo también la quería de alguna forma.

—Hoy no —dijo tirándose en la cama—  No tengo luz y estoy cansada. Además hoy es un día que nunca existió. Mañana seguirá a lo que fue ayer, ya que no sabemos si fue viernes o si fue sábado… No te molesta, ¿no?

—Claro que no —dije sin haber comprendido claramente—. Se te nota cansada y algo nerviosa.

Después de dudar un instante, reconoció: —Sí, es verdad. Hace demasiado tiempo que no sé nada de Damián. Yo sé que también él estará preocupado.

—Y con más razones —agregué—. Yo que él no te hubiera dejado venir sola.

—Pero si no estoy sola!— casi gritó, incorporándose de golpe. Sin embargo, como era su costumbre, poco después me invitó a retirarme porque quería descansar.

Con el sol todavía alumbrando, salí con uno de los guardias en busca de azúcar para el té y aproveché el momento para conseguir la zuruma. El guardia fingió no comprender mi portugués pero, poco después, me prometió unas hojitas para el anochecer.

Cuando volvió a esa hora, los ingleses y Nadia estaban tomando el té en el patio, apenas alumbrados por una vela. Joe y Teresa festejaban una historia de Nadia. Debió contarles la vez que un ministro de la dictadura uruguaya se rió ante el ministro de la marina de Bolivia, porque le oí traducir lo que el boliviano le había respondido a su colega:

— At what do you laugh? Don’t you have a Ministry of Justice?

Al lado de la puerta que daba a la calle encontré la sombra del guardia (creo que se llamaba Babá o Dadá, lo que podía ser un nombre brasileño o africano);  sonriendo,  me  dijo  que con aquello me iba a sentir muy bien y que si quería podía conseguir más. Después me habló de Pangane y de otras islas más al sur; confundió América con la américa más pobre, aduló la claridad de mi portugués y no supo decirme si era quinta o sexta-feira.

Cuando volví al patio (estaba tan oscuro que ni siquiera notaron mis movimientos) Joe me habló sobre un baile que habría en la isla. Me sugirió que fuésemos, Nadia y yo, por lo que adiviné quería quedarse solo con su mujer esa noche. Después me sorprendió que Nadia aceptase ir; porque todo en África le molestaba: el olor de los quimoanes, los mosquitos de los macondes, el machismo de los macúas que imponía a las mujeres el acarreo del agua diaria. Yo le recordé que aún más odioso era el machismo de nuestro orgulloso mundo desarrollado, que prohibía a una mujer mirar una obra en construcción o caminar sola una noche de verano. De aquel diálogo descubrió que siempre había vivido cuidándose de algún tipo de vejación; y que detrás de sus labios desnudos y su mirada clara llevaba incorporado, desde muy joven, un velo tan hermético como ese otro visible que llevan algunas mujeres musulmanas. O peor, porque ni aún así estuvo un día segura entre nuestros latin lovers. Y que si había una raza odiosa en el mundo era, precisamente, esos representantes del sexo superior. ¿Cuándo en India, en Egipto o en Mozambique se había sentido tan amenazada  como en Montevideo o como en Chicago?

Reconozco que, a pesar de la repetida oscuridad de esa noche, Nadia llamaba la atención de cualquiera; más que de costumbre. Creo que se había arreglado con esmero; para impresionar, como en la fiesta del Buckingham Palace. El sol de África no había hecho mucho sobre su piel; porque no era posible arrancarle  otro color que no fuera el rosado vergonzoso de sus mejillas cuando alguien  le elogiaba la tranquilidad de sus ojos o el trazo ligero de su perfil; y porque le tenía tanto miedo a la intemperie extranjera que nunca salía sin una cantidad excesiva de escudo solar o de repelente para  mosquitos. Bastaba con que el calor le bajara un poco la presión para imaginarse insolada o enferma de malaria, rodeada de dos mil kilómetros de caminos intransitables.

Esperábamos tambores y negros saltando alrededor de una hoguera y lo que encontramos fue casi lo mismo pero con música  de  Madona.Mientras  hubo  combustible  parael prehistórico generador,  los  quimoanes  y Nadia  bailaron  como  animales.

Pero  la  luz  y  la  música  no  llegaron  hasta  media  noche. Poco antes, se extinguieron en un rugido casi africano. Hasta que todo quedó como en un cuarto oscuro. De a poco comenzaron a distinguirse algunas cosas, sobre todo cuando la luna salía detrás de las nubes: el mar, un enorme cajueiro que limitaba por arriba el patio, el muro de bambú, algunos rostros oscuros y con enormes risas blancas, casi siempre de mujeres con ganas de probar.

Salí a la calle y tomé por la principal, que era como una avenida ancha y arenosa, limitada de un lado y del otro por espesos árboles negros y ruinas de dos pisos, casi todas abandonadas. No encontré a Nadia y ni la busqué. ¿Tenía yo que cuidar de ella? Creo que sentí rabia y liberación al mismo tiempo. Armé el “cigarro de Mueda” y lo fumé mientras caminaba hacia la plaza.  Entré a la plaza y recorrí todas las sombras y verifiqué que tampoco allí había nadie, como si la población toda prefiriese las palhotas en la selva a los antiguos palacios portugueses. Después tomé por una de las calles secundarias y caminé hasta otra sombra sobre la arena. De repente advertí gente como fantasmas. Algunas personas rodeaban algo y murmuraban quimoane en silencio. Entonces me acerqué para ver que rodeaban a Nadia, acostada en la arena blanca y oscura mientras un hombre montaba sobre su sexo. Estoy seguro que ella me veía y veía a los demás que la miraban. Y estoy casi seguro que sonreía o hacía un gesto que no era de dolor. El hombre era uno de los guardias de la casa, el mismo que nos había acompañado al baile y el mismo que ella mató. Porque fue ella que lo mató con una asada y no yo, como me quiso hacer creer al otro día. Pero eso de nada importa; porque ese día fue el día que nunca existió y nunca nadie lo sabrá. Por otra parte, lo que me había vendido el guardia no era zuruma sino hojas de otra planta que ya no recuerdo el nombre. También en esto se equivoca mi querida Nadia.

Jorge Majfud

1997

La palabra

Con creciente nerviosismo hacía figuras triangulares doblando el papelito donde decía 22-A. Trataba de pensar en las ventajas de la A o de la K sobre las letras intermedias. Estaba seguro que iba a pronunciar la palabra apenas se enfrentase con la mujer de la puerta H.

Esta certeza absurda lo había asustado tanto que sin mirar a ningún lado dio un paso y se salió de la fila. Fingió un malestar. Tomó su maleta y se dirigió al baño. Hizo varios movimientos sospechosos: tomó por un pasillo lleno de gente que se dirigía en dirección contraria; debió forcejear con diez o veinte personas que no advirtieron que alguien iba a contramano. Todos olían a perfume, a limpio. Los hombres llevaban trajes negros y azules. Hasta los homofóbicos llevaban medias y corbatas rosas, porque estaban de moda. Predominaban los perfumes dulces. Alguno, incluso, olía a sandía, pero sin el pegote que produce el azúcar de la sandía secada en la mano. Al menos cinco mujeres llevaban joyas auténticas, con predominancia del oro blanco. Todas se parecían. Todas debían ser hermosas, según los enormes anuncios de belleza de las vidrieras de los free shops. Labios carnosos de una boca que podría abrirse y tragar a una persona. Ojos gigantes de párpados sin arrugas.

Aunque había nacido allí, aunque había vivido cuarenta años allí, 22-A se sentía extranjero, o algo le llamaba la atención. Estaba perturbado por ofender la rigurosa rutina; ultimamente no había cumplido con los servicios habituales de los domingos; una reciente experiencia en la montaña —estuvo una semana sin conexión, alejado por un accidente climático de todos los índices que más ama— lo había mantenido bajo una leve pero sospechosa fiebre. Su nuevo estado se revelaba con enigmáticas freses, quizás pensamientos. “Un día para Dios —le decía a un amigo de la bolsa—; seis días para el Dinero”.

Tomó por otro pasillo sólo por salvarse de la corriente que lo arrastraba en un esfuerzo comprometedor. Aunque no sabía hacia dónde estaba la batería de baños que había usado media hora antes, caminó simulando seguridad. Después de varios cambios de dirección que debieron percibir las cámaras ocultas en oscuras esferas de navidad, dio con unos baños.

Entró en un gabinete arrastrando el carrito de su maleta y se forzó a orinar. Pero no tenía nada para hacer y temió que del ducto de aire lo estuviesen vigilando. Un agujero negro no revelaba la presencia de ningún ojo de vidrio. Ni su ausencia tampoco.

Los diálogos obscenos de los años sesenta que durante años fueron borrados por la rigurosa higiene moral en curso, comenzaban a regresar de una forma más digna. Con letras impresas de impecable color rojo, la empresa W quería recordarle al feliz orinante que el mundo estaba en peligro y necesitaba de su colaboración. Enfrente, en la puerta, otra leyenda prevenía al defecnate de turno de los engaños de toda forma de alivio y de la necesidad de una permanente alerta máxima.

Guardó el pene con pudor y salió, absurdamente nervioso. ¿Qué diría si alguien lo detenía y lo interrogaba? ¿Por qué estaba nervioso? Si no tuviese nada para ocultar no tendría motivos para esa palidez en el rostro, para ese sudor revelador en las manos.

Mientras se lavaba las manos pudo verlo. Esta vez sí, había una pequeña cámara. O fingía ser una cámara, no importa. Como esas semiesferas que cuelgan en las grandes tiendas. De diez, tal vez una tenga una cámara que vigila. Lo importante no es que exista o no, sino que nadie pueda afirmar con certeza si existe o no. Una especie de agnosticismo de la mirada ajena era el mejor freno a los instintos más bajos. Vigilancia que nadie podría acusar como violación de privacidad, porque todos aquellos eran lugares públicos, incluido el sector del baño donde la gente se lava las manos. Las cámaras (o la sospecha de las cámaras) estaban ahí para seguridad de la misma gente. De hecho nadie estaba en contra de este sistema, sino todo lo contrario. Habría que imaginar qué terrible sería si no existiesen esos puntos de control. Quienes de vez en cuando se atrevían a imaginarlo se horrorizaban o escribían voluminosas novelas que se vendían como pan caliente.

Por alguna razón, 22A comprendió que ir al baño y no poder orinar no podría ser nada extraordinario. Menos sospechoso. Esta idea lo calmó. Tocándose el estómago, luego la cabeza, tratando de pensar qué podía haberle hecho mal, salió de nuevo en dirección a la puerta H.

—El monstruo debe morir. ¿Qué opina usted?

—¿Cuál monstruo?

—¿Cuál más? Barbasucia.

—Oh, cierto, Barbasucia, el monstruo…

—Duda de que es un monstruo?

—¿Yo? No, no dudo. Es un monstruo.

—Entonces, ¿por qué pregunta cuál monstruo? ¿Estaba pensando en Barbavieja?

—Bueno, no. No precisamente.

—Qué otro monstruo podría merecer ser juzgado en un tribunal como el que juzgó a Barbasucia? ¿Puede explicárselo a la audiencia de Tú Noticias Show?

—Bueno, no sé…

—Pero duda.

—Sí, claro, dudo. Dudo firmemente.

—Increíble. ¿En quién está pensando?

—No puedo decirlo.

—¿Cómo que no puede? ¿No vivimos en un mundo libre, acaso?

—Yes, Sir. Vivimos en un mundo libre.

—Entonces diga lo que está pensando.

—No puedo.

—¿Acaso no es libre de decir que Barbasucia y Barbavieja son dos monstruos?

—Sí, señor, soy libre de decirlo y de repetirlo.

—¿Entonces?

—¿Soy libre de decir todo lo que pienso?

—Por supuesto. ¿Por qué lo duda?

—Cualquier cosa que diga podría ser usado en mi contra. Es mejor ser una buena persona.

—Claro, libertad y libertinaje no son lo mismo.

—Yes, Sir.

—¿Me va a decir lo que estaba pensando?

—Yes, sir.

—¿Estaba pensando que gracias a Dios los dictadores son juzgados por la justicia?

—Sí, señor. Siempre he pensado que todos los dictadores deberían ser juzgados. Me apena un poco que algunos se escapen siempre.

—Excelente. El problema es que no vivimos en un mundo perfecto. Pero sus palabras son muy valientes. Claro que semejante acto de rebeldía no hubiera sido posible bajo una dictadura monstruosa como la de Barbasucia o la de Barbavieja.

—Sí, señor.

—¿Se da cuenta que puede decirlo libremente?

—Sí, señor.

—¿Alguien lo está torturando para decir lo que no quiere decir?

—Señor, no señor.

—Comprende, entonces, el valor de la libertad?

—Sí, señor.

—Excelente. Volvemos a estudios y seguimos con Tú Noticias Show, donde Tú eres la estrella protagónica. ¿Me escucha Rene? ¿Aló me escuchan?

Pero no se puso en la fila que estaba esperando para ingresar. Quiso saber si estaba seguro de sí mismo. Por un instante se sintió mejor, ya no tenía los síntomas del pánico. Pero todavía no había alcanzado la certeza de que aunque lo obligaran, no iba a pronunciar la palabra. Sabía que bastaban fracciones de segundo para pronunciarla. Fracciones que habían sido fatales para mucha gente que, ignorantes del peligro, ignorantes de las consecuencias de sus actos, se habían atrevido a usarla en broma. Sabía del caso de un senador extranjero que había entrado en una tienda para comprar una pluma. Cuando pasó por la caja la empleada le preguntó qué era aquello. ¿Para qué diablos preguntó eso? ¿No sabía que una pluma se usa habitualmente para escribir? Aún si la pluma tenía otras funciones, por ejemplo sexuales o para servirse el pan en el desayuno, ¿qué le importaba a ella para qué quería ese objeto diminuto que se vendía en su propio negocio? Es decir, en el negocio de alguien que ella no conocía pero para el cual trabajaba día tras día bajo de aquellas luces que no permitían saber si era de día o de noche, como en los gallineros industrializados donde las buenas ponedoras no ven nunca la luz variable del sol.

Una pluma señorita. Eso debió responder el senador. Pero no, el muy torpe dijo la palabra, como si la ironía fuese reconocida por la ley. Qué tonto; la ironía sólo es reconocida por la inteligencia. Si aquello fuese aquello el senador no lo hubiese dicho. Lo dijo porque aquello no era aquello y decirlo debía ser gracioso, como cuando los surrealistas ponían en un museo una pipa y de título Esto no es una pipa.

El senador tuvo suerte porque era senador. Su país pagó una fortuna y lo dejaron libre después de varios días de cárcel. Un pobre diablo quién sabe qué. Un pobre diablo tiene que cuidarse mucho de no decir la mala palabra y, además, no parecer que está a punto de decirla.

Apenas llegó a este punto se dio cuenta que decirla era cuestión de una leve distracción. De una leve traición, de esas que un hombre o una mujer enferma suele ejercer contra su misma integridad física, arrojándose de un balcón sin razones o estampándole un beso a la mujer más puritana del continente, que al mismo tiempo es la jefa de quien depende el trabajo y la vida de un pobre diablo, un diablo enfermo.

Se puso de pié casi con rebeldía. Se puso de pié sin pensarlo. De repente se descubrió de pié, rodeado de gente que sin detener su marcha apurada lo miraba como si estuviese rayado. Comenzaba a parecer sospechoso, ahora ya no solo sospechoso para sí mismo sino para el resto de la gente. Se dio cuenta de que lejos de favorecerlo la prórroga y la meditación le estaban haciendo mal. En malas, en pésimas condiciones llegaría a la mujer de la puerta H. Se enfrentaría a la menos linda de todas las funcionarias y le diría la palabra. Cuanto más pensara más probabilidades tendría. ¿No había estado pensando en ir a la puerta H cuando de repente se vio a sí mismo parado, de un salto, al lado de su maleta gris y de las demás personas que lo veían pasar?

De repente, sin recordar los pasos anteriores, se encontró frente a la mujer de la puerta H que le preguntaba:

—¿Algo para declarar?

A lo que respondió con un silencio que sospechosamente se iba alargando.

La mujer de la puerta H lo miró y miró al guardia. El guardia se acercó sacando un transmisor de la cintura. Enseguida aparecieron dos más.

La mujer repitió la pregunta anterior.

—Algo para declarar?

—Paz —dijo.

Los guardias lo tomaron de los brazos. Sintió que unas pinzas hidráulicas le cortaban los músculos y finalmente le partían los huesos.

—Paz! —gritó esta vez— un poco de Paz, sí, eso es, Paz! ¡Paz, carajo! ¡Paz, la concha de tu madre!

Los guardias lo inmovilizaron con una dosis eléctrica de alto amperaje.

Fue acusado ante tribunales de atentar contra la seguridad pública y más tarde condenado por haber ocultado a tiempo la palabra con la palabra Paz, que también es peligrosa en estos tiempos especiales. La defensa apeló el fallo recurriendo a alteraciones psiquiátricas, producto de su traumática experiencia reciente en la montaña.

Jorge Majfud, University of Georgia, 2006

Milenio (Mexico)

Del libro Perdona nuestros pecados (Montevideo, 2007) y Algo salió mal (Tenerife, 2015)

Alainet 2008 https://www.alainet.org/es/articulo/128197

الكلمة

بقلق متزايد، كان يرسم أشكالاً مثلثة بثني الورقة الصغيرة التي كتب عليها 22-A. كان يحاول التفكير في مزايا الحرف A أو K على الحروف الوسطى. كان متأكداً من أنه سيقول الكلمة بمجرد أن يواجه المرأة عند الباب H.

هذه اليقين السخيف أخافه لدرجة أنه دون أن ينظر إلى أي مكان، خطا خطوة وخرج من الطابور. تظاهر بالمرض. أخذ حقيبته وتوجه إلى الحمام. قام بعدة حركات مشبوهة: سلك ممرًا مزدحمًا بالناس الذين يتجهون في الاتجاه المعاكس؛ واضطر إلى الصراع مع عشرة أو عشرين شخصًا لم يلاحظوا أن هناك شخصًا يسير في الاتجاه المعاكس. كان الجميع يفوح منهم رائحة العطر والنظافة. كان الرجال يرتدون بدلات سوداء وزرقاء. حتى المثليون كانوا يرتدون جوارب وربطات عنق وردية، لأنها كانت موضة. كانت العطور الحلوة هي السائدة. كان بعضها يفوح برائحة البطيخ، ولكن دون اللزوجة التي يسببها سكر البطيخ المجفف في اليد. كانت خمس نساء على الأقل يرتدين مجوهرات أصلية، مع غلبة الذهب الأبيض. كانت جميعهن متشابهات. كان من المفترض أن تكون جميعهن جميلات، وفقًا للإعلانات الضخمة عن الجمال في واجهات المتاجر الحرة. شفاه ممتلئة لفم يمكن أن يفتح ويبتلع شخصًا. عيون عملاقة بجفون خالية من التجاعيد.

على الرغم من أنه ولد هناك، وعلى الرغم من أنه عاش هناك أربعين عامًا، إلا أن 22-A كان يشعر بأنه غريب، أو أن هناك شيئًا ما يلفت انتباهه. كان منزعجًا من إخلاله بالروتين الصارم؛ ففي الآونة الأخيرة لم يقم بخدماته المعتادة أيام الأحد؛ وتجربة حديثة في الجبل —قضى أسبوعًا دون اتصال، بعيدًا عن كل المؤشرات التي يحبها بسبب حادث مناخي— أبقته تحت حمى خفيفة ولكنها مشبوهة. كان حالته الجديدة تتجلى في عبارات غامضة، ربما أفكار. ”يوم لله“، قال لصديق له في البورصة؛ ”ستة أيام للمال“.

اتخذ ممرًا آخر فقط لينجو من التيار الذي كان يجره في جهد محفوف بالمخاطر. على الرغم من أنه لم يكن يعرف أين توجد مجموعة الحمامات التي استخدمها قبل نصف ساعة، إلا أنه مشى متظاهرًا بالثقة. بعد عدة تغييرات في الاتجاه لا بد أن الكاميرات الخفية في كرات عيد الميلاد المظلمة قد التقطتها، عثر على الحمامات.

دخل إلى أحد المراحيض وهو يجر عربة حقيبته وأجبر نفسه على التبول. لكن لم يكن لديه ما يفعله وخشي أن يكونوا يراقبونه من خلال مجرى الهواء. لم يكشف ثقب أسود عن وجود أي عين زجاجية. ولا عن عدم وجودها أيضًا.

الحوارات الفاحشة في الستينيات، التي تم محوها لسنوات بسبب النظافة الأخلاقية الصارمة السائدة، بدأت تعود بشكل أكثر كرامة. بحروف مطبوعة باللون الأحمر النقي، أرادت شركة W أن تذكر المتبول السعيد بأن العالم في خطر ويحتاج إلى تعاونه. أمامه، على الباب، حذرت عبارة أخرى المتبول من خداع كل أشكال الراحة ومن ضرورة البقاء في حالة تأهب قصوى دائمة.

أخفى قضيبه بحياء وخرج، وهو يشعر بتوتر غير معقول. ماذا سيقول إذا أوقفه أحدهم واستجوبه؟ لماذا كان متوتراً؟ إذا لم يكن لديه ما يخفيه، فلن يكون هناك سبب لتلك الشحوب على وجهه، ولذلك العرق الكاشف على يديه.

بينما كان يغسل يديه، تمكن من رؤيتها. هذه المرة، كانت هناك كاميرا صغيرة. أو كانت تتظاهر بأنها كاميرا، لا يهم. مثل تلك الكرات نصف الكروية التي تتدلى في المتاجر الكبيرة. من بين عشرة، ربما تحتوي واحدة على كاميرا مراقبة. المهم ليس وجودها أو عدم وجودها، بل أن لا أحد يستطيع أن يؤكد بثقة ما إذا كانت موجودة أم لا. كان نوع من عدم اليقين بشأن نظرات الآخرين هو أفضل رادع للغرائز الدنيا. مراقبة لا يمكن لأحد أن يتهمها بانتهاك الخصوصية، لأن كل تلك الأماكن كانت أماكن عامة، بما في ذلك منطقة الحمام حيث يغسل الناس أيديهم. كانت الكاميرات (أو الشك في وجود الكاميرات) موجودة من أجل أمن الناس أنفسهم. في الواقع، لم يكن أحد يعارض هذا النظام، بل على العكس تمامًا. كان من الصعب تخيل مدى فظاعة الوضع لو لم تكن هناك نقاط مراقبة. أولئك الذين تجرأوا من حين لآخر على تخيل ذلك كانوا يشعرون بالرعب أو يكتبون روايات ضخمة كانت تباع كالخبز الساخن.

لسبب ما، أدرك 22A أن الذهاب إلى الحمام وعدم القدرة على التبول قد لا يكون أمراً غير عادي. أقل إثارة للريبة. هدأته هذه الفكرة. لمس بطنه، ثم رأسه، محاولاً التفكير في ما قد يكون أضر به، وخرج مرة أخرى متجهاً نحو الباب H.

—يجب أن يموت الوحش. ما رأيك؟

—أي وحش؟

—أي وحش آخر؟ بارباسويسيا.

—أوه، صحيح، بارباسويسيا، الوحش…

—هل تشك في أنه وحش؟

—أنا؟ لا، لا أشك. إنه وحش.

—إذن، لماذا تسأل أي وحش؟ هل كنت تفكر في باربافيجا؟

—حسنًا، لا. ليس بالضبط.

—أي وحش آخر يستحق أن يُحاكم في محكمة مثل تلك التي حاكمت بارباسوسيا؟ هل يمكنك أن تشرح ذلك لجمهور Tú Noticias Show؟

—حسناً، لا أعرف…

—لكنك تشك.

—نعم، بالطبع، أشك. أشك بشدة.

—لا يصدق. في من تفكر؟

—لا أستطيع أن أقول.

—كيف لا تستطيع؟ ألا نعيش في عالم حر؟

—نعم، سيدي. نحن نعيش في عالم حر.

—إذن قل ما تفكر فيه.

—لا أستطيع.

—ألا تحرر أن تقول إن بارباسوكيا وباربافيجا هما وحشان؟

—نعم، سيدي، أنا حر في أن أقول ذلك وأكرره.

—إذن؟

—هل أنا حر في قول كل ما أفكر فيه؟

—بالطبع. لماذا تشك في ذلك؟

—أي شيء أقوله يمكن أن يستخدم ضدي. من الأفضل أن أكون شخصًا صالحًا.

—بالطبع، الحرية والانحراف ليسا نفس الشيء.

—نعم، سيدي.

—هل ستخبرني بما كنت تفكر فيه؟

—نعم، سيدي.

—كنت أفكر أنه لحسن الحظ يتم محاكمة الديكتاتوريين أمام العدالة؟

—نعم، سيدي. لطالما اعتقدت أن جميع الديكتاتوريين يجب أن يحاكموا. يؤسفني قليلاً أن بعضهم يفلتون دائماً من العقاب.

—ممتاز. المشكلة هي أننا لا نعيش في عالم مثالي. لكن كلماتك شجاعة جداً. بالطبع، لم يكن مثل هذا العمل التمردي ممكنًا في ظل دكتاتورية وحشية مثل دكتاتورية بارباسوكيا أو باربافيجا.

—نعم، سيدي.

—هل تدرك أنه يمكنك قول ذلك بحرية؟

—نعم، سيدي.

—هل هناك من يعذبك لتقول ما لا تريد قوله؟

—لا، سيدي.

—هل تفهم إذن قيمة الحرية؟

—نعم، سيدي.

—ممتاز. نعود إلى الاستوديو ونواصل برنامج Tú Noticias Show، حيث أنت النجم الرئيسي. هل تسمعني يا رينيه؟ هل تسمعونني؟

لكنه لم يقف في الطابور الذي كان ينتظره للدخول. أراد أن يعرف ما إذا كان واثقاً من نفسه. للحظة شعر بتحسن، ولم يعد يعاني من أعراض الذعر. لكنه لم يصل بعد إلى اليقين بأنه حتى لو أُجبر على ذلك، فلن ينطق الكلمة. كان يعلم أن أجزاء من الثانية كافية لينطقها. أجزاء كانت قاتلة لكثير من الناس الذين، جاهلين بالخطر، جاهلين بعواقب أفعالهم، تجرأوا على استخدامها على سبيل المزاح. كان يعلم بحالة سيناتور أجنبي دخل متجرًا لشراء قلم. عندما مر على الكاشير، سألته الموظفة ما هو ذلك الشيء. لماذا سألت ذلك بحق الجحيم؟ ألم تكن تعلم أن القلم يستخدم عادة للكتابة؟ حتى لو كان للقلم وظائف أخرى، مثل الاستخدام الجنسي أو لتقديم الخبز في وجبة الإفطار، ما الذي يهمها في الغرض من هذا الشيء الصغير الذي تباعه في متجرها؟ أي في متجر شخص لا تعرفه ولكنها تعمل فيه يومًا بعد يوم تحت تلك الأضواء التي لا تسمح بمعرفة ما إذا كان النهار أو الليل، كما هو الحال في حظائر الدجاج الصناعية حيث لا ترى الدجاجات الجيدات أبدًا ضوء الشمس المتغير.

قلم يا آنسة. كان يجب أن يجيب السيناتور بذلك. ولكن لا، قال الكلمة الغبية، كما لو أن السخرية معترف بها قانونًا. يا له من أحمق؛ السخرية لا يعترف بها إلا الذكاء. لو كان ذلك ذلك لما قاله السناتور. قاله لأن ذلك لم يكن ذلك وكان من المفترض أن يكون قول ذلك مضحكاً، كما عندما وضع السرياليون غليوناً في متحف وعنونوه هذا ليس غليوناً.

كان السناتور محظوظاً لأنه كان سناتوراً. دفعت بلاده ثروة طائلة وأطلقوا سراحه بعد عدة أيام في السجن. مسكين، من يدري ماذا. على المسكين أن يحذر كثيراً من أن يقول الكلمة البذيئة، وأيضاً ألا يبدو أنه على وشك أن يقولها.

بمجرد وصوله إلى هذه النقطة، أدرك أن قولها كان مسألة إلهاء بسيط. خيانة بسيطة، من تلك التي يمارسها رجل أو امرأة مريضة ضد سلامتهما الجسدية، بالقفز من شرفة دون سبب أو بتقبيل المرأة الأكثر تحفظًا في القارة، والتي هي في الوقت نفسه رئيسة العمل والحياة لرجل مسكين، رجل مريض.

وقف على قدميه بتحدٍ تقريبًا. وقف على قدميه دون أن يفكر. فجأة وجد نفسه واقفًا، محاطًا بأشخاص ينظرون إليه وكأنه مجنون دون أن يتوقفوا عن مسيرتهم السريعة. بدأ يبدو مريبًا، ليس فقط بالنسبة لنفسه بل بالنسبة للآخرين أيضًا. أدرك أن التمديد والتأمل، بدلاً من أن يكونا في صالحه، كانا يضرانه. سيصل إلى المرأة عند الباب H في حالة سيئة، بل في حالة مزرية. سيواجه أقل الموظفات جمالاً ويقول لها الكلمة. كلما فكر أكثر، زادت فرصته. ألم يكن يفكر في الذهاب إلى البوابة H عندما وجد نفسه فجأة واقفاً، قافزاً، بجانب حقيبته الرمادية والأشخاص الآخرين الذين رأوه يمر؟

فجأة، دون أن يتذكر الخطوات السابقة، وجد نفسه أمام المرأة عند البوابة H التي سألته:

—هل لديك شيء تصرح به؟

فأجاب بصمت طويل بشكل مريب.

نظرت إليه المرأة عند البوابة H ثم نظرت إلى الحارس. اقترب الحارس وهو يخرج جهاز إرسال من حزامه. سرعان ما ظهر اثنان آخران.

كررت المرأة السؤال السابق.

”هل لديك ما تصرح به؟“

”السلام“ قال.

أمسكه الحراس من ذراعيه. شعر وكأن ملقطًا هيدروليكيًا يقطع عضلاته ويكسر عظامه في النهاية.

”سلام!“ صرخ هذه المرة، ”قليل من السلام، نعم، هذا هو، السلام! السلام، اللعنة! السلام، اللعنة عليك!“

أوقف الحراس حركته بجرعة كهربائية عالية الأمبير.

تم اتهامه أمام المحكمة بمخالفة الأمن العام، ثم أدين لاحقًا لإخفائه الكلمة بكلمة ”سلام“، التي تعتبر أيضًا خطيرة في هذه الأوقات الخاصة. استأنفت الدفاع الحكم باللجوء إلى الاضطرابات النفسية، الناتجة عن تجربته الصادمة الأخيرة في الجبل.

خورخي ماجفود، جامعة جورجيا، 2006

Слово

С нарастающим волнением он складывал бумажку, на которой было написано «22-A», в треугольные фигуры. Он пытался подумать о преимуществах буквы «A» или «K» перед промежуточными буквами. Он был уверен, что произнесет это слово, как только столкнется с женщиной у двери «H».

Эта абсурдная уверенность настолько испугала его, что, не глядя ни на кого, он сделал шаг и вышел из очереди. Он притворился, что ему плохо. Взял чемодан и направился в туалет. Сделал несколько подозрительных движений: пошел по коридору, полному людей, идущих в противоположном направлении; ему пришлось проталкиваться через десять или двадцать человек, которые не заметили, что кто-то идет в противоположном направлении. Все пахли духами, чистотой. Мужчины были одеты в черные и синие костюмы. Даже гомофобы носили розовые носки и галстуки, потому что это было модно. Преобладали сладкие духи. Некоторые даже пахли арбузом, но без липкости, которую оставляет на руках сахар из сушеного арбуза. По крайней мере пять женщин носили настоящие драгоценности, преимущественно из белого золота. Все они были похожи друг на друга. Все они должны были быть красивыми, судя по огромным рекламным плакатам в витринах магазинов беспошлинной торговли. Пухлые губы рта, который мог бы открыться и проглотить человека. Огромные глаза без морщин на веках.

Хотя он родился там, хотя прожил там сорок лет, 22-A чувствовал себя чужим, или что-то привлекало его внимание. Его беспокоило нарушение строгой рутины; в последнее время он не выполнял обычные воскресные обязанности; недавний опыт в горах — он пробыл неделю без связи, удаленный из-за погодного происшествия от всех индексов, которые он больше всего любит, — держал его в состоянии легкой, но подозрительной лихорадки. Его новое состояние проявлялось в загадочных фразах, возможно, мыслях. «Один день для Бога, — говорил он своему другу с биржи, — шесть дней для денег».

Он пошел по другому коридору, только чтобы спастись от потока, который увлекал его в компрометирующее усилие. Хотя он не знал, где находился туалет, которым он пользовался полчаса назад, он шел, делая вид, что уверен в себе. После нескольких изменений направления, которые, должно быть, зафиксировали скрытые камеры в темных рождественских шарах, он нашел туалеты.

Он вошел в кабинку, таща за собой чемодан на колесиках, и заставил себя помочиться. Но ему нечего было делать, и он боялся, что за ним наблюдают из вентиляционного канала. Черная дыра не выдавала присутствия каких-либо стеклянных глаз. Но и их отсутствие тоже.

Непристойные диалоги шестидесятых годов, которые в течение многих лет были стерты строгой моральной гигиеной, начали возвращаться в более достойной форме. Безупречным красным шрифтом компания W хотела напомнить счастливому мочащемуся, что мир в опасности и нуждается в его помощи. Напротив, на двери, другая надпись предупреждала деффектанта о ложности любой формы облегчения и о необходимости постоянной максимальной бдительности.

Он скромно спрятал пенис и вышел, бессмысленно нервничая. Что он скажет, если его остановят и допросят? Почему он нервничает? Если ему нечего скрывать, у него нет причин для такой бледности лица, для такого выдающего пота на руках.

Пока он мыл руки, он смог это увидеть. На этот раз да, там была маленькая камера. Или она притворялась камерой, неважно. Как те полусферы, которые висят в больших магазинах. Из десяти, может быть, одна имеет камеру наблюдения. Важно не то, есть она или нет, а то, что никто не может с уверенностью сказать, есть она или нет. Своего рода агностицизм постороннего взгляда был лучшим сдерживающим фактором для низменных инстинктов. Наблюдение, которое никто не мог бы обвинить в нарушении частной жизни, потому что все эти места были общественными, включая зону туалета, где люди моют руки. Камеры (или подозрение о наличии камер) были там для безопасности самих людей. На самом деле никто не был против этой системы, а наоборот. Можно только представить, как было бы ужасно, если бы этих контрольных точек не было. Те, кто время от времени осмеливался это представить, приходят в ужас или пишут объемные романы, которые расходятся как горячие пирожки.

По какой-то причине 22А понял, что пойти в туалет и не смочь помочиться не может быть чем-то необычным. Менее подозрительным. Эта мысль его успокоила. Потрогав живот, затем голову, пытаясь понять, что могло ему навредить, он снова вышел в направлении двери H.

—Чудовище должно умереть. Что вы об этом думаете?

—Какое чудовище?

— А какой еще? Бородач.

— Ах да, Бородач, монстр…

— Вы сомневаетесь, что он монстр?

— Я? Нет, не сомневаюсь. Он монстр.

— Тогда почему вы спрашиваете, какой монстр? Вы думали о Старухе?

— Ну, нет. Не совсем.

—Какое еще чудовище заслуживает суда, подобного тому, который был над Бородачом? Можете ли вы объяснить это зрителям Tú Noticias Show?

—Ну, я не знаю…

—Но вы сомневаетесь.

—Да, конечно, я сомневаюсь. Я твердо в этом уверен.

—Невероятно. О ком вы думаете?

—Я не могу сказать.

—Как это не можете? Разве мы не живем в свободном мире?

—Да, сэр. Мы живем в свободном мире.

—Тогда скажите, о чем вы думаете.

—Я не могу.

—Разве вы не свободны сказать, что Барбасусия и Барбавеха — два монстра?

—Да, сэр, я свободен сказать это и повторить.

—Тогда?

—Я свободен говорить все, что думаю?

—Конечно. Почему вы сомневаетесь?

—Все, что я скажу, может быть использовано против меня. Лучше быть хорошим человеком.

—Конечно, свобода и разврат — не одно и то же.

—Да, сэр.

—Вы скажете мне, о чем вы думали?

—Да, сэр.

—Я думал о том, что, слава Богу, диктаторы привлекаются к ответственности?

—Да, сэр. Я всегда считал, что все диктаторы должны быть привлечены к ответственности. Мне немного жаль, что некоторые из них всегда уходят от наказания.

—Отлично. Проблема в том, что мы не живем в идеальном мире. Но ваши слова очень смелые. Конечно, такой акт неповиновения был бы невозможен при чудовищной диктатуре, как диктатура Барбасучи или Барбавехи.

—Да, сэр.

—Вы понимаете, что можете говорить это свободно?

—Да, сэр.

—Кто-то пытает вас, чтобы вы сказали то, чего не хотите?

—Нет, сэр.

—Вы понимаете, значит, ценность свободы?

—Да, сэр.

—Отлично. Возвращаемся в студию и продолжаем Tú Noticias Show, где Tú — главная звезда. Ты меня слышишь, Рене? Алло, вы меня слышите?

Но он не встал в очередь, которая ждала, чтобы войти. Он хотел узнать, уверен ли он в себе. На мгновение он почувствовал себя лучше, симптомы паники исчезли. Но он все еще не был уверен, что даже если его заставили, он не произнес бы это слово. Он знал, что для его произнесения достаточно долей секунды. Долей, которые стали фатальными для многих людей, которые, не зная об опасности, не зная о последствиях своих действий, осмелились использовать его в шутку. Он знал о случае с иностранным сенатором, который зашел в магазин, чтобы купить ручку. Когда он подошел к кассе, продавщица спросила его, что это такое. Зачем, черт возьми, она спросила об этом? Разве она не знала, что ручка обычно используется для письма? Даже если у ручки были другие функции, например, сексуальные или для подачи хлеба на завтрак, какое ей дело, для чего ей нужен этот крошечный предмет, который продавался в ее собственном магазине? То есть в магазине человека, которого она не знала, но для которого работала день за днем под светом ламп, не позволяющих понять, день сейчас или ночь, как в промышленных курятниках, где хорошие несушки никогда не видят меняющегося света солнца.

Ручка, мисс. Так должен был ответить сенатор. Но нет, этот неуклюжий человек произнес это слово, как будто ирония признавалась законом. Какой глупец! Ирония признается только интеллектом. Если бы это было это, сенатор не сказал бы этого. Он сказал это, потому что это не было это, и сказать это должно было быть забавным, как когда сюрреалисты помещали в музей трубку с названием Это не трубка.

Сенатору повезло, потому что он был сенатором. Его страна заплатила целое состояние, и его освободили после нескольких дней тюрьмы. Бедный черт, кто знает что. Бедный черт должен очень осторожно следить за тем, чтобы не сказать плохое слово и, кроме того, не показать, что он собирается его сказать.

Как только он дошел до этого, он понял, что сказать это было делом легкого отвлечения. Легкого предательства, такого, которое больной мужчина или женщина обычно совершают против своей физической целостности, бросаясь с балкона без причины или целуя самую пуританскую женщину на континенте, которая в то же время является начальницей, от которой зависит работа и жизнь бедного черта, больного черта.

Он встал почти с бунтарством. Он встал, не задумываясь. Внезапно он обнаружил, что стоит, окруженный людьми, которые, не останавливаясь в своей спешке, смотрели на него, как на сумасшедшего. Он начинал казаться подозрительным, теперь уже не только для себя, но и для остальных людей. Он понял, что отсрочка и размышления не только не помогали ему, но и вредили. В плохом, в ужасном состоянии он подойдет к женщине у выхода H. Он столкнется с самой некрасивой из всех служащих и скажет ей слово. Чем больше он думал, тем больше у него было шансов. Разве он не думал о том, чтобы пойти к двери H, когда вдруг обнаружил, что стоит, вскочив, рядом со своим серым чемоданом и другими людьми, которые видели, как он проходит?

Внезапно, не помня предыдущих шагов, он оказался перед женщиной у двери H, которая спросила его:

—Есть что-то, что вы хотите заявить?

На что он ответил подозрительно затягивающимся молчанием.

Женщина у выхода H посмотрела на него, а затем на охранника. Охранник подошел, вынув из-за пояса передатчик. Сразу же появились еще двое.

Женщина повторила предыдущий вопрос.

—Есть что заявить?

—Мир, — сказал он.

Охранники схватили его за руки. Он почувствовал, как гидравлические клещи перерезают ему мышцы и, наконец, ломают кости.

«Мир!» — закричал он на этот раз. «Немного мира, да, вот именно, мира! Мир, черт возьми! Мир, мать твою!

Охранники обездвижили его с помощью высоковольтного электрического тока.

Он был обвинен в суде в покушении на общественную безопасность, а позже осужден за то, что вовремя скрыл слово словом «мир», которое в эти особые времена также является опасным. Защита обжаловала приговор, сославшись на психические расстройства, вызванные его недавним травматическим опытом в горах.

Хорхе Маджфуд, Университет Джорджии, 2006 г.

那个词

他越来越紧张,把写着22-A的小纸条折成三角形。他努力思考A或K相对于中间字母的优势。他确信自己一见到H号门的女人就会脱口说出那个词。

这种荒谬的确定感令他惊惶失措,他猛地迈步脱离队伍,假装身体不适。拎起行李走向洗手间时,他做出几处可疑举动:逆着人流穿过拥挤的走廊,与十来个没注意到有人逆向行走的人推搡挤撞。所有人身上都飘着香水味,带着洁净的气息。男士们身着黑蓝西装。就连恐同者都穿着粉色袜子系着粉色领带,只因这是当季潮流。甜腻的香水味弥漫四周,甚至有人身上飘着西瓜香,却没有干西瓜籽在掌心摩擦时留下的黏腻感。至少五位女士佩戴着真品珠宝,以白金首饰为主。她们都长得相似。根据免税店橱窗里巨大的美容广告,她们都该是美人。丰满的双唇仿佛能张开吞噬整个人。巨型眼眸的睫毛毫无皱纹。

尽管生于斯长于斯,尽管在此生活了四十年,22-A却感到自己是异乡人,或者说有什么东西在吸引着他。他因打破严苛的日常规律而心神不宁;最近他未能履行周日的常规服务;一次山间经历——因气候事故断联一周,远离他最珍视的一切指标——使他持续低烧不退,症状轻微却令人不安。他的新状态通过晦涩的短语显露,或许是思绪。“一天献给上帝——他对一位股票经纪朋友说——六天献给金钱。”

他另寻一条通道,只为摆脱那股将他卷入危险漩涡的人流。尽管不记得半小时前使用的洗手间位置,他仍装作镇定地向前走。经过几次转向——暗藏在圣诞球里的摄像头应该捕捉到了这些动作——他终于找到洗手间。

他拖着行李箱推入隔间,强迫自己排尿。但尿意全无,他担心通风管道里有人监视。黑洞般的通风口既未显露监控摄像头的踪迹,也未证明其不存在。

那些被严苛道德规范长期抹去的六十年代淫秽对话,正以更体面的形式卷土重来。W公司用鲜红醒目的字体提醒着欢快排尿的乘客:世界正面临危机,需要你的协助。门对面的告示则警示着排泄者:警惕所有形式的解脱陷阱,时刻保持高度警觉。

他羞怯地收起阴茎,带着莫名的焦虑走了出去。若被人拦下盘问该如何应对?为何如此紧张?若无隐瞒之事,何来这般苍白的脸庞,何来这般出卖心迹的汗湿手掌?

洗手时他终于发现了——这次确实有个小型摄像头。或者说伪装成摄像头的装置,无所谓了。就像大型商场里悬挂的半球形装置。十个摄像头里,或许只有一个在监控。关键不在于它是否存在,而在于无人能确切断言其存在与否。这种对他人视线的不可知论,恰恰是遏制低级本能的最佳制约。这种监控无人能指控为侵犯隐私,因为所有场所都是公共区域——包括人们洗手的卫生间区域。摄像头(或摄像头的存在感)是为保障人们自身安全而设。事实上无人反对这种系统,恰恰相反。试想若没有这些监控点会多么可怕。偶尔敢于想象这种场景的人要么惊骇万分,要么写出畅销如热饼的厚重小说。

不知为何,22A突然意识到:去洗手间却无法排尿,或许并非什么异常现象。至少不那么可疑。这个念头让他平静下来。他摸了摸肚子,又摸了摸脑袋,试图回忆是否吃了什么不干净的东西,然后再次朝H门走去。

“怪物必须死。您怎么看?”

“什么怪物?”

——还能有哪个?胡子怪。

——哦,对,胡子怪,那个怪物……

——您怀疑它是怪物?

——我?不,我不怀疑。它就是怪物。

——那您为何要问哪个怪物?您在想老胡子怪吗?

——不,不是。倒也不是。

——还有哪个怪物配得上像审判胡子怪那样在法庭上受审?你能向《你新闻秀》的观众解释清楚吗?

——这个,我不知道……

——但你在犹豫。

——是的,当然,我在犹豫。我坚定地犹豫着。

——难以置信。你在想谁?

——我不能说。

——怎么不能说?我们难道不生活在自由世界吗?

——是的,先生。我们生活在自由世界。

——那就说出你的想法。

——我不能。

——难道你不能自由地说出胡子怪和老巫婆是两个怪物吗?

——是的,先生,我有权说,也有权重复。

——那呢?

——我有自由说出所有想法吗?

——当然。你为何犹豫?

——任何话语都可能被用来对付我。做个好人更稳妥。

——当然,自由与放纵不可混为一谈。

——是的,先生。

——你打算告诉我你在想什么吗?

——是的,先生。

——我在想,感谢上帝,独裁者终将受到正义审判?

——是的,先生。我始终认为所有独裁者都该接受审判。有些家伙总能逃脱惩罚,这让我有点难过。

——很好。问题在于我们不生活在完美的世界。但你的话很勇敢。当然,在巴巴苏西亚或巴巴维耶哈那样的恐怖独裁统治下,如此叛逆的行为根本不可能实现。

——是的,长官。

——你可曾意识到自己能自由表达观点?

——是的,长官。

——有人在逼你吐露不愿说的话吗?

——长官,没有。

——那么你明白自由的价值了吗?

——是的,先生。

——很好。现在回到演播室,继续《你新闻秀》节目,你就是主角。听见了吗,雷内?喂,你们听见了吗?

但他没有排队等候入场。他想确认自己是否足够自信。刹那间,他感觉好多了,恐慌的症状消失了。但他仍无法确信,即便被迫也要说出那个词。他深知只需千分之一秒就能说出口。正是这千分之一秒,曾夺走许多人的性命——那些无知者,那些不明白自己行为后果的无知者,竟敢开玩笑般使用那个词。他听说过一位外国参议员的案例:那人走进商店想买支钢笔。结账时店员竟问他这东西是做什么用的。她凭什么问这种问题?难道不知道钢笔通常是用来书写的吗?即便钢笔还有其他用途——比如性行为或早餐时夹面包——她又凭什么过问顾客购买自家店铺里这件小物件的用途?说到底,这不过是她日复一日在昏暗灯光下为陌生雇主工作的生意——那灯光让人分不清昼夜,如同工业化养鸡场里那些永远见不到变幻阳光的优秀蛋鸡。

“一支钢笔,小姐。”参议员本该这样回答。但他这个笨蛋却脱口而出那个词,仿佛讽刺能被法律认可似的。多蠢啊!讽刺只有智者才能领会。若那真是,参议员就不会说出口。他之所以说,正因那并非,而说出来本该很有趣——就像超现实主义者把烟斗摆进博物馆,标题写着这不是烟斗

参议员之所以幸运,只因他是参议员。他的国家支付了巨额赎金,使他在监禁数日后重获自由。而一个穷苦人呢?谁知道会怎样。穷苦人必须时刻警惕,既不能说错话,也不能流露出即将说错话的迹象。

刚到这个地步,他就意识到说脏话不过是稍不留神的事。是种轻微的背叛,就像生病的人常对自己身体做的那些事——毫无缘由地从阳台跳下去,或是亲吻大陆上最清教徒式的女人,而这个女人恰恰是那个可怜虫、那个生病的小恶魔的工作和生命的掌权者。

他几乎带着叛逆地站起身。站起身时他并未多想。突然间他发现自己已然站立,周围人群匆匆而过,目光却像看疯子般盯着他。他开始显得可疑,不仅对自己可疑,对其他人也是如此。他意识到,拖延和沉思非但无益,反而害了他。他将以糟糕的、极差的状态抵达H号门。他将面对所有职员中最丑陋的那位,并说出那句话。想得越多,成功的可能性就越大。难道他不是正想着要去H门,却突然发现自己猛地跳到灰色行李箱旁,周围的人都看着他经过吗?

突然间,他完全不记得之前的步骤,就站在H门的女警面前,她问他:

——有什么要申报的吗?

他用越来越长的沉默作答。

H号登机口的女性工作人员望向他,又望向警卫。警卫掏出腰间的通讯器走近。随即又有两名警卫出现。

女性工作人员重复了先前的问题。

“有什么要申报的吗?”

“和平。”他说道。

警卫们拽住他的双臂。他感觉液压钳正在切割他的肌肉,最终碾碎他的骨头。

“和平!”他这次嘶吼着,»一点点Paz,对,就是PazPaz,他妈的!Paz,你妈的!

警卫们用高安培电流将他制服。

他在法庭上被指控危害公共安全,后来又因及时用“和平”这个词掩盖了另一个词而被定罪——在这个特殊时期,“和平”同样危险。辩护律师以他近期在山上的创伤经历导致的精神异常为由,对判决提出上诉。

豪尔赫·马赫福德,佐治亚大学,2006年

El ombligo del mundo, 2055

Sospechó, de golpe, lo que todos llegan a comprender, más tarde o más temprano: que era el único hombre vivo en un mundo ocupado por fantasmas, que la comunicación era imposible y ni siquiera deseable, que tanto daba la lástima como el odio, que un tolerante hastío, una participación dividida entre el respeto y la sensualidad eran lo único que podía ser exigido y convenía dar.

Juan Carlos Onetti, El astillero, 1961.

A la hora en que el día aún no ha perdido el calor exiguo de los últimos días del verano, cuando la gente termina de salir por fin de sus oficinas y los embotellamientos en las afueras de Manhattan comienzan a disolverse lentamente, a esa hora en que los comercios del downtown cierran sus puertas y bajan sus cortinas de acero hasta las casas de mascotas, adelantándose, con precaución y estrépito, a la oscuridad precoz de los atardeceres de un invierno que todavía no llega, un hombre ligero y sin prisa camina hacia el sur, escondido detrás de una barba blanca, casi amarilla por un misterioso efecto del atardecer, con la mirada fija en sus próximos dos pasos, tal vez pensativo o simplemente cansado, con una bolsa de tela gris en la espalda que deja adivinar el cuerpo ahora frío y tímido de un saxo. Luego se detiene. Deja de murmurar pensamientos largos e indescifrables, pensamientos que arrastran reflexiones poco claras sobre los efectos del atardecer en el ánimo melancólico de alguien que se narra a sí mismo su propia vida, y entra en un viejo edificio del Midtown, reciclado y extremadamente pulcro en su interior, alfombrado contra los pasos indiscretos, iluminado estratégicamente para que sus salas y pasillos dejen ver los pies y los cuerpos que entran y salen, disimulando con imprecisión los rostros que los acompañan. Un olor agradable de velas frutales llena cada recinto, mientras diferentes pantallas informan al cliente sobre los servicios accesibles esa noche.

El hombre de la barba blanca, ahora azul, se acerca a una de las máquinas y lee con cuidado. Con un dedo, también azul, elige una opción en la pantalla y la máquina le extiende un ticket que dice F. y, sin querer o sin pensarlo, como un hombre cansado que se sumerge distraídamente en un sueño profundo, continúa reflexionando sobre las cosas que lo envuelven y se introducen en esa repentina nostalgia, como un huracán mudo e invisible se introduce en una casa y extrae de ella los muebles, los pedazos de puertas, los cuadros que colgaron allí por años y los va desparramando por la ciudad. Diferentes pasillos lo conducen, como en un aeropuerto, a una pequeña puerta que vuelve a repetir F. Entra y deja el bulto en una pequeña mesita. Se sienta al lado y espera. Mira: la cámara F es pequeña y familiar, apenas más grande que un cuarto de baño y desprovista de los aparatos que se pueden encontrar en uno de esos.

Una de las paredes mayores es de vidrio y comunica visualmente con la otra cámara gemela, tan parecida a la anterior que cualquiera confundiría el cristal transparente con un espejo, si no fuera por el detalle de que del otro lado no se encuentra el que mira.

Espera que se encienda la luz violeta. Generalmente no demora más de tres o cuatro minutos, pero hay que considerar que a esta altura del año la gente está más concentrada en su trabajo. No tardará; de todas formas, no tardará en encenderse la luz y el tiempo sólo comenzará a correr desde entonces: cinco minutos. Y mientras repite “no tardará”, saca el saxo de la bolsa y comienza a tocar algunas notas sin demasiado orden. Sospecha del correcto funcionamiento de uno de los botones. El temor de que el instrumento se descomponga le recuerda los días de su juventud. Hasta que por fin se enciende la luz y aparece alguien.

Alguien. Como era de esperar, es una mujer. Más precisamente, una mujer joven, con uniforme de colegio, aunque nunca es posible determinar si lo que la persona lleva se corresponde realmente con alguna de sus actividades diarias o ha sido elegida para la ocasión. Casi siempre es así. Como la máscara de calavera que lleva puesta. Mucha gente opta por las máscaras, porque si bien Nueva York es infinita, siempre queda la posibilidad de que uno reconozca en la calle a alguien que pudo haber visto en un Confesionario, deformado por la luz azul pero en ocasiones reconocible por la fuerza de sus ojos.

[Por otra parte, todavía hay gente que siente timidez al desnudarse, ya sea en un lugar público o en su propia casa. Todos saben que en cada momento están siendo filmados o escuchados (por el gobierno o por uno de esos imperios privados que se han arrogado el derecho de decidir por los demás), aunque nadie advierta la presencia de alguna cámara o de algún micrófono oculto. Sin embargo, no todos se han acostumbrado a ese conocimiento con la suficiente naturalidad. Podría ocurrir que el funcionario de turno reconociera a la persona que, en su propia casa, se desnuda o se apresta a defecar en ese momento; o que no resistiera la tentación de publicar esas imágenes en la Red Global. Y si bien esto último es delito federal, nada garantiza que mañana o pasado aparezca el video de un cura católico masturbándose en algún rincón de Nueva Guinea o de la hija de un pobre profesor explorando su cuerpo virgen en su cuarto de San Pablo. Al fin y al cabo, el crimen también es delito federal y no por ello ni por todas estas medidas de seguridad ha disminuido. Tal vez ahora se pueda prevenirlo. Poco tiempo atrás, estudios neurológicos de laboratorio descubrieron que no sólo los sueños producen ondas energéticas en el cerebro sino también el pensamiento hablado. A partir de entonces resultó relativamente sencillo darse cuenta que cada palabra posee un nivel de energía y una frecuencia de onda particular, dependiendo de las lógicas variaciones de los dialectos y de la emotividad diferente que cada palabra tiene en distintas regiones de un mismo país. Y así como en la antigua informática una letra o un número eran la combinación de dos impulsos diferentes, lo que luego se transforma en palabras, en sonidos y en imágenes, se terminó por inventar un sistema decodificador del pensamiento hablado. Como en el pasado, esto tuvo importantes aplicaciones militares, casi exclusivamente. De la red de espionaje Echelon se pasó a espiar el pensamiento de cada individuo. Con el nuevo sistema, se procesaron nueve millones de pensamientos por segundo en todo el mundo. Dependiendo de determinados parámetros de pensamiento, el sistema seleccionaba aquellos que pudieran ser de interés del Gobierno, de la empresa financiadora de la Red o de algún funcionario de turno, motivado más por el azar y el aburrimiento que por intereses de Seguridad Nacional. Así que no sólo se espió a terroristas, a artistas, a posibles filósofos y a inventores de nuevas estrategias comerciales, sino también a conocidas estrellas del cine y de la vida diaria, creándose de esa forma un verdadero tráfico ilegal de fantasías eróticas, casi siempre producidas por mujeres, como solía ocurrir en el pasado con las imágenes de Internet. Sólo unos pocos advirtieron esta actividad secreta y omnipresente de la Inteligencia Militar—que terminaba por cumplir la profecía bíblica del Génesis—y la denunciaron diez minutos antes de ser detenidos por las Fuerzas del Orden. Los que la recibieron por la Red Global de Resistencia la callaron mientras pudieron. De este grupo, una minoría no fue enviada a manicomios, porque tuvieron la rara habilidad—esa habilidad tan particular de los seres humanos y que consiste en romper todas las reglas previsibles a fuerza de genialidad—de crear nuevas formas de pensamiento codificado. Como se comprenderá, no es posible describir qué tipo de forma pudieron ser esas, ya que ningún sistema de lectura pudo compararla con parámetros de pensamiento conocidos hasta el momento de la programación de dicho Dios-máquina. Pero todo ha sido advertido por los resultados: muchas personas en el mundo dejaron de pensar, por lo menos eso registran los sistemas de lectura de pensamientos más avanzados. O de hecho nunca pudieron hacerlo. Y es por esa misma falta de acostumbramiento al progreso de la Sociedad Global, que muchas personas pasaron de los lentes oscuros al uso de máscaras, del pensamiento libre a la distracción y el divertimento. Como el velo trae malos recuerdos a algunas personas, han proliferado otras formas de ocultamiento: hay máscaras para ir al baño, máscaras para dormir en días de calor o para hacer el amor de forma ilícita. Hay una máscara para cada cosa y ninguna deja traslucir algún aspecto de la personalidad de quién la lleva, lo que ha llevado a una perfección en el arte de borrar lo distinto. Porque si no es posible ocultarse del Gran Dios-máquina, por lo menos es posible que nuestros semejantes no nos reconozcan con facilidad, en caso de producirse el milagro de la fama. Sin embargo, en este proceso de abstracción del ser humano, siempre queda algún detalle insignificante que, a la larga, termina por convertirse en un elemento de máxima significación. A veces es un lunar en una nalga, otras veces cierto perfil de un muslo o de los hombros. Todo esto provocaba en la gente un sentimiento de tristeza e insatisfacción que se confundía con la felicidad. Sin embargo, nada de esto era inevitable. Como solía ocurrir antiguamente, tal vez se hubiese sido suficiente el sólo cuestionamiento del actual estado de cosas, de no ser porque Alguien lo había previsto transformándolo en una empresa por lo menos improbable, ya que los críticos y los filósofos habían sido exterminados, condenados al olvido o enterrados bajo una lápida con la misma e irrefutable inscripción: IDIOTA. Por el contrario, es posible que se continúe perfeccionando la solución inicial: no pasará mucho tiempo para que se vean por las calles personas ataviadas de pies a cabeza, sino por un denso paño negro como en Oriente, tal vez por sucesivas manipulaciones de la apariencia personal.]

Por un momento, el músico abandona sus pensamientos melancólicos y vuelve a la salita del confesionario. Mira a la joven con cuidado. A juzgar por sus piernas, se podría decir que aún no ha terminado la secundaria. Hay otros detalles que lo confirman: su timidez, por ejemplo. Ha pasado un minuto y aún se mantiene de pie, explorando con su máscara de muerte la cámara, como si fuese la primera vez que entra a una, mirando a través del cristal como si quisiera reconocer al hombre de barba blanca, sentado en una silla, contra la otra pared, con un saxo sobre las rodillas y con la mirada triste, fija en ninguna parte.  Por un instante piensa que el hombre es ciego, pero es sólo una impresión pasajera. Sería absurdo y, además, acaba de mover los ojos hacia sus pies. Es decir, la está mirando. Eso le recuerda que el tiempo se va y hay que comenzar. Entonces tantea con una mano la solidez del cristal, como un movimiento instintivo y que sólo sirve para perder más tiempo. Sabe que tiene tres centímetros de espesor y que es antibalas, pero igual tantea con disimulada fuerza. Hubiese preferido que en su primera vez hubiese un hombre joven, aunque tiene sus ventajas: le da más asco y menos miedo. Luego verifica que ha cerrado la puerta con llave y comienza a desnudarse. Sin duda, es una joven vergonzosa. Sus caderas aún no se han destacado del resto del cuerpo: predomina su altura, cierto parecido con algún personaje de El Greco que ha visto la semana anterior en el MOMA, acentuado por esa luz fría del confesionario, a un paso de ser confirmada o descartada por un sentimiento trágico que amenaza con instalarse del otro lado del cristal. Podría ser su padre, su abuelo. Pero así es esto. “Deseas lo que condenas”, le había dicho la amiga. “Necesitas abrir una válvula de escape, y el sexo es la válvula de la moral” Pero la moral estaba ahí, para aumentar la tensión y el deseo, como ese vidrio que la protegía. La máscara no es lo más apropiado, piensa el músico. Una vez un hombre se suicidó en un confesionario. Pero es preferible no recordar esas cosas ahora; bastante tiempo le ha llevado limar las aristas filosas de algunos recuerdos. De acuerdo, el olvido es un arte de moda, aunque es mal practicado: los médicos nos obligan a recordar lo más desagradable de nuestra existencia, aquello que la sensibilidad echó a los sótanos de la memoria, al tiempo que la estupidez mediática se divierte destruyendo lo que queda en el salón principal.

Bien, no ha terminado de desnudarse completamente, pero se detiene. Observa otra vez a través del cristal. El viejo que le ha tocado en la gemela no se ha movido desde que ella entró. No está ciego. Tampoco está muerto. Podrían haberla engañado poniendo un maniquí, uno de esos hologramas animados que alguna vez estuvieron de moda, antes que volvieran los hombres de carne y hueso. Pero no; está tan vivo como triste. Su tristeza se contagia a través del vidrio. Es como la pobreza: salpica. Una amiga le había contado que los hombres, apenas las ven entrar, se pegan contra el cristal, casi siempre exponiendo lo suyo, y tarde o temprano terminaban por ensuciarlo. Incluso, una vez le había tocado una mujer que mordía el cristal como si estuviese rabiosa, allí mismo donde otros hombres habían hecho sus necesidades esparciendo su semen idiota. De esta historia le había quedado en la retina la imagen casi imposible de una mujer mordiendo un vidrio por el lado plano, hasta que en la casa de otra amiga descubrió a una perra haciendo lo mismo para pedirle a su dueña que le abriese la puerta del fondo.

Eso le habían contado de los hombres. No era el caso de este viejo. Así que se sintió segura del todo, y terminó por desnudarse. Se paró cerca del cristal y dio media vuelta, con la punta de los pies resistiéndose al giro. Luego se quedó mirándolo un instante. No había de qué temer, porque así como la seguridad de aquellos recintos era rigurosa, también lo era la higiene: un minuto después de desocupada la sala, se llenaba automáticamente con radiación desinfectante, por lo cual no había posibilidades de contagio alguno. De hecho, no se conocía ningún caso de contagio, por lo cual el Ministerio de Salud certificaba cada año la seguridad de los Confesionarios. Por otro o por el mismo lado, el Gobierno Central invirtió casi la mitad de su presupuesto anual en una campaña moralizadora que ya se ha integrado al consciente colectivo, y que consistió en promover la práctica de la masturbación. Sin duda, todos los estudios científicos habían demostrado las ventajas higiénicas de esta costumbre, a lo que hubo que agregar los beneficios de la clonación y de la reproducción asistida, más tarde llamada “reproducción controlada”. Una vez removida la vergüenza de ser filmado en un acto masturbatorio, gracias a la campaña remoralizadora del gobierno y de las instituciones privadas sobre Relaciones Sexuales, la pornografía adquirió un lugar predominante es la sociedad y en la psicología del ciudadano medio. Todo lo que significó un avance en la natural necesidad de libertad que existe en cada ser humano. No disminuyó el interés por el sexo sino todo lo contrario; sólo se produjo una verdadera revolución en la práctica sexual, con la curiosa eliminación del coito en la clase educada.

Él también la miraba, aunque ahora sus ojos demostraban sorpresa, más sorpresa que desinterés. Ella insistió y fue mucho más allá: con el corazón agitado, se sacó la máscara y lo miró a los ojos. Una sonrisa viva ocurrió en él, un segundo antes que sonara la chicharra. Excederse un minuto del tiempo límite significaría el pago de un ticket nuevo, por lo que la joven tomó apresuradamente la ropa que estaba en el suelo, se vistió y salió sin volver a mirar hacia atrás.

El músico salió sin la misma prisa, notando que la joven había olvidado su máscara en el piso. Imaginó que en ese preciso instante ella estaría saliendo por la Quinta, mientras su camino lo conducía lentamente a la Sexta. En la Quinta tal vez tomaría un taxi y se perdería entre los diez millones de anónimos que habitan la ciudad. No volvería a ver esa sonrisa que había esperado ver (eso lo pensaba ahora) durante años, desde que se inventaron los confesionarios. Durante años había visto mujeres de todo tipo, hombres a veces, ensayando y repitiendo esas poses que debían ser consideradas obscenas, esperando furiosas que él reaccionara intentando romper el cristal irrompible, o algo así, como si les hiciera falta algo del peligro que se evitaban en los confesionarios.

Para ser más exactos, había estado esperando esa sonrisa desde que llegó a Nueva York, cuarenta y tantos años atrás. Era la sonrisa, incluso diría que era la mirada, el gesto, la presencia fantasmal de aquella joven que amó cuarenta y tantos años atrás. Es decir que tal vez nunca había entrado nadie a la cámara gemela del confesionario, la última vez, sino su atormentada imaginación, afiebrada por el primer resfrío del invierno del año 2055, que casi lo mató, impidiéndole trabajar en el Central Park y, lo que era peor, sumergiéndolo en una profunda y comprensible nostalgia de viejo.

Jorge Majfud

Montevideo, 2000

https://www.lr21.com.uy/cultura/260446-perdona-nuestros-pecados

https://pmb.parlamento.gub.uy/pmb/opac_css/index.php?lvl=notice_display&id=56086

http://www.edicionesirreverentes.com/2099/2099.html

https://biblioteca.seminario.edu.uy/index.php?lvl=author_see&id=11897

The Navel of the World, 2055

by Jorge Majfud, 2000.

He suddenly suspected what everyone comes to understand sooner or later: that he was the only man alive in a world occupied by ghosts, that communication was impossible and not even desirable, that pity and hatred were equally irrelevant, that a tolerant weariness, a participation divided between respect and sensuality, was the only thing that could be demanded and should be given.

Juan Carlos Onetti, El astillero, 1961.

At a time when the day has not yet lost the meager warmth of the last days of summer, when people are finally leaving their offices and the traffic jams on the outskirts of Manhattan are slowly beginning to dissipate, at that hour when downtown shops close their doors and lower their steel curtains, all the way to the pet stores, cautiously and noisily anticipating the early darkness of the sunsets of a winter that has not yet arrived, a light and unhurried man walks south, hidden behind a white beard, almost yellow from a mysterious effect of the sunset, his gaze fixed on his next two steps, perhaps pensive or simply tired, with a gray cloth bag on his back that hints at the now cold and shy body of a saxophone. Then he stops. He stops murmuring long and indecipherable thoughts, thoughts that drag along unclear reflections on the effects of sunset on the melancholic mood of someone who narrates his own life to himself, and enters an old Midtown building, recycled and extremely neat inside, carpeted against indiscreet footsteps, strategically lit so that its rooms and corridors reveal the feet and bodies that enter and leave, vaguely concealing the faces that accompany them. A pleasant scent of fruity candles fills each room, while different screens inform the customer about the services available that night.

The man with the white beard, now blue, approaches one of the machines and reads carefully. With a finger, also blue, he chooses an option on the screen and the machine issues him a ticket that says F. And, without meaning to or thinking about it, like a tired man who drifts distractedly into a deep sleep, he continues to reflect on the things that surround him and enter into that sudden nostalgia, like a silent and invisible hurricane entering a house and removing the furniture, the pieces of doors, the paintings that hung there for years, and scatters them throughout the city. Different corridors lead him, as in an airport, to a small door that repeats F. He enters and leaves the package on a small table. He sits down next to it and waits. Look: the F chamber is small and familiar, barely larger than a bathroom and devoid of the fixtures found in one.

One of the larger walls is made of glass and visually connects to the other twin chamber, so similar to the previous one that anyone would mistake the transparent glass for a mirror, were it not for the detail that the viewer is not on the other side.

He waits for the violet light to come on. It usually takes no more than three or four minutes, but you have to consider that at this time of year people are more focused on their work. It won’t be long; in any case, it won’t be long before the light comes on and the time will only start running from then: five minutes. And as he repeats “it won’t be long,” he takes the saxophone out of its bag and begins to play a few notes without much order. He suspects that one of the buttons is not working properly. The fear that the instrument will break down reminds him of his younger days. Until finally the light comes on and someone appears.

Someone. As expected, it is a woman. More precisely, a young woman in a school uniform, although it is never possible to determine whether what the person is wearing actually corresponds to one of her daily activities or has been chosen for the occasion. It is almost always the case. Like the skull mask she is wearing. Many people opt for masks, because although New York is infinite, there is always the possibility that you will recognize someone on the street who you may have seen in a Confessional, distorted by the blue light but sometimes recognizable by the strength of their eyes.

[On the other hand, there are still people who feel shy about undressing, whether in a public place or in their own home. Everyone knows that they are being filmed or listened to at all times (by the government or by one of those private empires that have arrogated to themselves the right to decide for others), even if no one notices the presence of a hidden camera or microphone. However, not everyone has become accustomed to this knowledge with sufficient ease. It could happen that the official on duty recognizes the person who, in their own home, is undressing or preparing to defecate at that moment; or that they cannot resist the temptation to publish those images on the Global Network. And while the latter is a federal crime, there is no guarantee that tomorrow or the day after, a video will appear of a Catholic priest masturbating in some corner of New Guinea or the daughter of a poor teacher exploring her virgin body in her room in São Paulo. After all, crime is also a federal offense, and yet it has not decreased despite all these security measures. Perhaps now it can be prevented. Not long ago, neurological laboratory studies discovered that not only dreams produce energy waves in the brain, but so do spoken thoughts. From then on, it was relatively easy to realize that each word has a particular energy level and wave frequency, depending on the logical variations in dialects and the different emotionality that each word has in different regions of the same country. And just as in early computing, a letter or number was a combination of two different impulses, which were then transformed into words, sounds, and images, a system for decoding spoken thought was eventually invented. As in the past, this had important military applications, almost exclusively. The Echelon espionage network moved on to spying on the thoughts of each individual. With the new system, nine million thoughts per second were processed worldwide. Depending on certain thought parameters, the system selected those that might be of interest to the government, the company financing the network, or some official on duty, motivated more by chance and boredom than by national security interests. So not only were terrorists, artists, potential philosophers, and inventors of new business strategies spied on, but also well-known movie stars and everyday people, thus creating a veritable illegal trade in erotic fantasies, almost always produced by women, as was often the case in the past with images on the Internet. Only a few noticed this secret and omnipresent activity of Military Intelligence—which ended up fulfilling the biblical prophecy of Genesis—and denounced it ten minutes before being arrested by the Forces of Law and Order. Those who received it through the Global Resistance Network kept it quiet as long as they could. Of this group, a minority was not sent to mental hospitals because they had the rare ability—that ability so particular to human beings and which consists of breaking all predictable rules by force of genius—to create new forms of coded thinking. As you can understand, it is not possible to describe what kind of forms these might be, since no reading system could compare them with parameters of thought known at the time of the programming of said God-machine. But everything has been revealed by the results: many people in the world stopped thinking, at least according to the most advanced thought-reading systems. Or in fact, they were never able to do so. And it is because of this very lack of familiarity with the progress of Global Society that many people went from wearing dark glasses to wearing masks, from free thinking to distraction and entertainment. As the veil brings back bad memories for some people, other forms of concealment have proliferated: there are masks for going to the bathroom, masks for sleeping on hot days, or for making love illicitly. There is a mask for everything, and none of them reveal any aspect of the personality of the wearer, which has led to perfection in the art of erasing difference. Because if it is not possible to hide from the Great Machine God, at least it is possible that our fellow human beings will not easily recognize us, in the event of the miracle of fame. However, in this process of abstraction of the human being, there is always some insignificant detail that, in the long run, ends up becoming an element of utmost significance. Sometimes it is a mole on a buttock, other times a certain profile of a thigh or shoulders. All this caused people to feel a sense of sadness and dissatisfaction that was confused with happiness. However, none of this was inevitable. As was often the case in the past, perhaps it would have been enough to simply question the current state of affairs, had it not been for the fact that Someone had foreseen this, turning it into an unlikely undertaking, since critics and philosophers had been exterminated, condemned to oblivion, or buried under a tombstone with the same irrefutable inscription: IDIOT. On the contrary, it is possible that the initial solution will continue to be perfected: it will not be long before people are seen on the streets dressed from head to toe in thick black cloth, as in the East, perhaps due to successive manipulations of personal appearance.

For a moment, the musician abandons his melancholic thoughts and returns to the confessional room. He looks at the young woman carefully. Judging by her legs, one could say that she has not yet finished high school. There are other details that confirm this: her shyness, for example. A minute has passed and she is still standing, exploring the chamber with her death mask, as if it were her first time in one, looking through the glass as if she wanted to recognize the white-bearded man sitting in a chair against the other wall, with a saxophone on his knees and a sad look on his face, staring into space. For a moment, she thinks the man is blind, but it is only a passing impression. It would be absurd, and besides, he has just moved his eyes to her feet. In other words, he is looking at her. That reminds her that time is running out and she has to start. So she tests the solidity of the glass with one hand, as if by instinct, which only serves to waste more time. She knows it is three centimeters thick and bulletproof, but she still probes it with concealed force. She would have preferred a young man for her first time, although this has its advantages: it disgusts her more and frightens her less. Then she checks that she has locked the door and begins to undress. She is undoubtedly a shy young woman. Her hips have not yet stood out from the rest of her body: her height predominates, a certain resemblance to a character by El Greco she saw the week before at MOMA, accentuated by the cold light of the confessional, one step away from being confirmed or dismissed by a tragic feeling that threatens to settle on the other side of the glass. It could be her father, her grandfather. But that’s how it is. “You desire what you condemn,” her friend had told her. “You need to open an escape valve, and sex is the valve of morality.” But morality was there, to increase tension and desire, like the glass that protected her. The mask is not the most appropriate thing, thinks the musician. Once a man committed suicide in a confessional. But it’s better not to remember those things now; it has taken him long enough to smooth out the sharp edges of some memories. Okay, forgetting is a fashionable art, although it is poorly practiced: doctors force us to remember the most unpleasant aspects of our existence, those that sensitivity has relegated to the basements of memory, while media stupidity amuses itself by destroying what remains in the main hall.

Well, she hasn’t finished undressing completely, but she stops. She looks through the glass again. The old man she’s been paired with hasn’t moved since she came in. He’s not blind. Nor is he dead. They could have fooled her by putting in a mannequin, one of those animated holograms that were once fashionable, before flesh-and-blood men came back. But no; he is as alive as he is sad. His sadness is contagious through the glass. It’s like poverty: it splatters. A friend had told her that as soon as the men see them come in, they press themselves against the glass, almost always exposing themselves, and sooner or later they end up dirtying it. Once, she had even encountered a woman who bit the glass as if she were rabid, right where other men had relieved themselves, spreading their idiotic semen. This story had left her with the almost impossible image of a woman biting the flat side of the glass, until, at another friend’s house, she discovered a dog doing the same thing to ask its owner to open the back door.

That’s what they had told her about men. That wasn’t the case with this old man. So she felt completely safe and ended up undressing. She stood near the glass and turned around, her toes resisting the turn. Then she stood there looking at it for a moment. There was nothing to fear, because just as the security of those rooms was rigorous, so was the hygiene: a minute after the room was vacated, it was automatically filled with disinfectant radiation, so there was no possibility of contagion. In fact, there were no known cases of contagion, which is why the Ministry of Health certified the safety of the confessionals every year. On the other hand, or perhaps on the same side, the Central Government invested almost half of its annual budget in a moralizing campaign that has already become part of the collective consciousness, which consisted of promoting the practice of masturbation. Undoubtedly, all scientific studies had demonstrated the hygienic advantages of this habit, to which must be added the benefits of cloning and assisted reproduction, later called “controlled reproduction.” Once the shame of being filmed in a masturbatory act was removed, thanks to the moralizing campaign of the government and private institutions on sexual relations, pornography acquired a predominant place in society and in the psychology of the average citizen. All of this represented a step forward in the natural need for freedom that exists in every human being. Interest in sex did not diminish, quite the contrary; there was only a real revolution in sexual practice, with the curious elimination of intercourse in the educated class.

He was also looking at her, although now his eyes showed surprise, more surprise than disinterest. She insisted and went much further: with her heart racing, she took off her mask and looked him in the eyes. A lively smile appeared on his face, a second before the buzzer sounded. Exceeding the time limit by one minute would mean paying for a new ticket, so the young woman hurriedly picked up the clothes on the floor, got dressed, and left without looking back.

The musician left without the same haste, noticing that the young woman had forgotten her mask on the floor. He imagined that at that very moment she would be leaving via Fifth Avenue, while his path slowly led him to Sixth Avenue. On Fifth Avenue, she would probably take a taxi and disappear among the ten million anonymous people who inhabit the city. He would never see that smile again that he had hoped to see (he thought that now) for years, ever since confessionals were invented. For years he had seen women of all kinds, sometimes men, rehearsing and repeating those poses that must have been considered obscene, waiting furiously for him to react, trying to break the unbreakable glass, or something like that, as if they needed something of the danger they avoided in the confessionals.

To be more precise, he had been waiting for that smile since he arrived in New York, forty-odd years ago. It was the smile, I would even say the look, the gesture, the ghostly presence of that young woman he loved forty-odd years ago. In other words, perhaps no one had ever entered the twin chamber of the confessional the last time, except his tormented imagination, feverish from the first cold of the winter of 2055, which almost killed him, preventing him from working in Central Park and, worse still, plunging him into a deep and understandable old man’s nostalgia.

Jorge Majfud

Montevideo, 2000

世界的中心,2055

他突然意识到,这是迟早都会明白的事实:在这个被幽灵占据的世界里,他竟是唯一活着的人类;沟通既不可能也不值得期待;怜悯与憎恨都无所谓;唯有宽容的倦怠,一种介于尊重与感官欲望之间的矛盾态度,才是唯一能被要求且值得给予的。

胡安·卡洛斯·奥内蒂,《造船厂》,1961年。

当白昼尚未褪去夏末残存的微暖,当人们终于结束办公室工作,曼哈顿郊外的拥堵车流开始缓缓消散, 当市中心商铺纷纷关门,宠物店也拉下钢卷帘,谨慎而喧闹地迎接尚未降临的冬日早早降临的暮色时,一个身形轻盈、步履从容的男人正向南行走。他藏在白胡子后面——暮色神秘的光影将胡须染成近乎黄色—— 目光紧锁着前方两步路,或沉思或倦怠,背上的灰色布袋隐约透出萨克斯琴冰冷羞怯的身影。他停下脚步,停止喃喃自语那些漫长而晦涩的思绪——那些关于暮色如何侵蚀自述者忧郁心境的模糊沉思, 他走进中城一栋老建筑,内部经过改造,极其整洁,铺着地毯以阻隔窥探的脚步声,灯光经过精心设计,让进出的人群在走廊里若隐若现,却模糊了他们的面容。果香烛光的怡人气息弥漫每个空间,不同屏幕向顾客展示当晚可选服务。

白胡子如今泛蓝的男人走向一台机器,仔细阅读屏幕。他用同样泛蓝的手指在屏幕上选定选项,机器吐出一张印着字母F的票据。他无意间或不假思索地——如同疲惫之人恍惚坠入沉睡——继续思索着周遭事物,任凭突如其来的乡愁如无声无形的飓风闯入屋内,将家具、 门板碎片、悬挂多年的画作,将它们散落于城市各处。如同机场般,不同通道将他引向一扇标有F字的小门。他推门而入,将包裹放在小桌上,坐在旁边静候。看:F室狭小而熟悉,仅比浴室稍大,却没有浴室里常见的器具。

其中一面大墙是玻璃墙,与另一间双胞胎房间视觉相通。两间房如此相似,若非对面无人注视,任何人都可能将透明玻璃误认为镜子。

他等待紫色灯光亮起。通常不会超过三四分钟,但必须考虑到这个时节人们更专注于工作。不会太久的;反正灯光很快就会亮起,时间也才从那时开始计算:五分钟。他反复默念“不会太久”,从琴袋里取出萨克斯,随意吹奏几声。他怀疑某个按键是否正常运作。对乐器损坏的担忧令他忆起年少时光。终于,灯光亮起,有人出现了。

某人。不出所料,是个女人。更确切地说,是位身着校服的年轻女子——尽管永远无法确定她身上的装束究竟是日常着装还是为此刻特意挑选。几乎总是如此。就像她戴着的骷髅面具。许多人选择戴面具,因为尽管纽约无边无际,但街头总可能遇见曾在告解室里见过的人——蓝光扭曲了他们的面容,却有时能从眼神中辨认出熟悉的气息。

[另一方面,仍有不少人对裸露身体感到羞怯,无论身处公共场所或自家屋内。众人都心知肚明,自己时刻处于被拍摄或监听的状态(无论是政府还是那些自诩有权替他人做决定的私营帝国所为),尽管无人察觉任何隐藏的摄像头或麦克风。然而并非所有人都能坦然接受这种认知。当值官员可能认出正在自家裸露身体或准备如厕的人,也可能抵挡不住将这些影像发布到全球网络的诱惑。尽管后者属于联邦重罪,但谁也无法保证明天或后天不会出现天主教神父在新几内亚某角落自慰的视频,或是圣保罗某间卧室里贫穷教师的女儿探索自己处女之躯的影像。毕竟谋杀同样是联邦重罪,但所有安保措施都未能阻止其发生。或许现在可以预防了。不久前,实验室神经学研究发现,不仅梦境会产生脑部能量波,口头思维同样如此。由此不难推知,每个词汇都具有特定能量水平和波频,这取决于方言的逻辑差异以及同一国家不同地区对词汇情感内涵的诠释。正如早期计算机中字母或数字由两种不同脉冲组合而成,最终转化为文字、声音和图像,人类最终发明了口语思维解码系统。与过去相同,该技术几乎完全应用于军事领域。从“梯队”间谍网络升级到监控每个人的思想。新系统每秒处理全球九百万条思想。根据特定思维参数,系统筛选出可能引起政府、网络资助企业或某位值班官员兴趣的内容——其动机更多源于偶然性与无聊,而非国家安全考量。因此,被监视的不仅有恐怖分子、艺术家、潜在哲学家和商业策略发明者,还包括知名影星和普通民众,由此催生了非法的色情幻想交易——这些幻想几乎总是由女性制造,如同过去互联网上的图片传播模式。仅有少数人察觉到军事情报部门这项无处不在的秘密活动——它最终应验了《创世记》中的预言——并在被执法部队逮捕前十分钟揭发了此事。通过全球抵抗网络接收消息的人们竭力保持沉默。其中少数人未被送入精神病院,因为他们拥有罕见的才能——这种人类特有的能力,即凭借天才打破所有可预见的规则——创造出新的编码思维形式。不难理解,这些形式究竟为何种形态无法描述,因为没有任何读取系统能将其与该神机编程时已知的思维参数进行比对。但结果已昭然若揭:全球许多人停止了思考——至少最先进的读心系统如此记录。或者说,他们从未能真正思考过。正因无法适应全球社会的进步,许多人从墨镜转向面具,从自由思考转向消遣娱乐。由于面纱会唤起某些人的痛苦记忆,其他遮蔽方式应运而生:有专为如厕设计的面具,有炎热天气睡眠专用面具,还有用于非法欢爱的面具。万物皆有对应面具,无一能透出佩戴者的人格特质,这使得抹除差异的艺术臻于完美。因为即便无法躲过伟大的机器之神,至少当成名奇迹降临时,同类也难以轻易认出我们。然而在人类抽象化的进程中,总有些微不足道的细节,最终却成为至关重要的元素。有时是臀部的痣,有时是大腿或肩膀的轮廓。这一切在人们心中激起悲伤与不满,却又与幸福感交织不清。然而这一切并非必然。正如往昔常有的情形,若非某人早已预见并将其转化为至少不太可能实现的企图——毕竟批评家和哲学家们已被灭绝、遗忘或埋葬在刻着同样无可辩驳铭文的墓碑下:白痴——那么仅仅质疑现状或许就已足够。相反,最初的解决方案或许会持续完善:不久之后,街头将不再出现全身盛装的人群,取而代之的是如东方般裹着厚重黑袍的身影——这或许是个人形象经多次改造的结果。

音乐家暂时抛开忧郁的思绪,回到告解室的小房间。他仔细打量着年轻女子。从她的腿部线条来看,似乎尚未完成中学学业。其他细节也印证了这点:比如她的羞怯。一分钟过去她仍站着,用死亡面具般的神情打量着告解室,仿佛初次踏入此地。她透过玻璃凝视着另一侧墙壁,想认清那个白胡子男人——他坐在椅子上,膝盖上放着萨克斯,目光忧郁地凝视着虚空。 她瞬间以为那人是盲人,但这只是转瞬即逝的错觉。这太荒谬了,况且他刚把目光移向了自己的双脚。也就是说,他在注视着她。这让她想起时间在流逝,必须开始了。于是她下意识地用手探了探玻璃的坚固程度,这个本能动作反而浪费了更多时间。她清楚这玻璃厚达三厘米且防弹,却仍用隐秘的力道反复试探。她本希望初体验的对象是个年轻男子,不过眼前这个也有优点:更令她作呕,却少了几分恐惧。随后她确认门已上锁,开始褪去衣衫。毫无疑问,她是个羞怯的少女。她的臀部尚未从身体其他部位凸显出来:高挑的身材占据主导,与上周在现代艺术博物馆看到的埃尔·格列柯画作中某个角色颇有几分神似,告解室的冷光更突显了这种相似——距离被玻璃另一侧那股即将蔓延的悲剧性情绪所证实或否定,仅一步之遥。那人可能是她的父亲,或是祖父。但世事本如此。“你渴望的正是你谴责的,”朋友曾对她说,“你需要打开泄压阀,而性正是道德的阀门。”但道德就在那里,加剧着紧张与欲望,如同那层保护她的玻璃。面具并非最佳选择,音乐家暗忖。曾有人在告解室自杀。但此刻最好别回忆这些事;他耗费了太多时间才磨平某些记忆的锋芒。好吧,遗忘是门时髦的艺术,尽管被滥用得体无完肤:医生逼我们铭记生命中最不堪的片段——那些敏感性将之深埋记忆地窖的往事;而媒体愚蠢地沉迷于摧毁客厅里残存的记忆。

好吧,她还没完全脱完衣服,但停下了动作。她再次透过玻璃观察。隔壁房间的老头自从她进来后就没动过。他没瞎,也没死。他们本可以用假人来骗她——那种曾经风靡一时、后来被真人取代的动态全息图。但并非如此;他鲜活得令人心酸。他的悲伤透过玻璃传染过来。就像贫穷:会溅射。有位朋友告诉她,男人们一见她们进来,就贴在玻璃上,几乎总是暴露自己,迟早会把玻璃弄脏。甚至有次她遇见一个女人,像疯狗般啃咬玻璃——就在其他男人撒过尿、溅满愚蠢精液的地方。这个故事让她脑海里永远定格着难以置信的画面:女人沿着玻璃平面啃咬。直到在另一位朋友家,她目睹一只母狗用同样方式乞求主人打开后门。

那些都是男人告诉她的事。但这位老人并非如此。于是她感到完全安全,最终脱下了衣服。她站在玻璃窗边转身,脚尖抗拒着旋转的动作。她凝视着玻璃片刻。无需恐惧,因为这些密室不仅安保严密,卫生标准同样苛刻:房间清空一分钟后,便会自动注入消毒辐射,杜绝任何传染可能。事实上,从未有过感染案例,因此卫生部每年都会为告解室颁发安全认证。另一方面,中央政府将近半数年度预算投入到一项道德教育运动中,该运动现已融入集体意识,其核心在于推广自慰行为。毫无疑问,所有科学研究都证实了这种习惯的卫生优势,此外还需加上克隆技术和辅助生殖(后称“受控生殖”)带来的益处。随着政府和私营机构关于性关系的道德化运动,人们不再因自慰行为被拍摄而感到羞耻,色情内容在社会和普通公民心理中占据了主导地位。这一切都标志着人类天生自由需求的进步。人们对性的兴趣非但未减,反而愈发高涨;性实践领域真正发生了革命性变革,唯独在受过教育的阶层中,性交行为却奇异地消失了。

他也注视着她,此刻眼中流露的却是惊讶,远胜于冷漠。她坚持着,更进一步:心跳加速地摘下口罩,直视他的双眼。就在蜂鸣器响起前一秒,他嘴角掠过一抹生动的微笑。超时一分钟就得再付一张票,姑娘匆忙抓起地上的衣服,穿好后头也不回地走了。

音乐家则不那么匆忙地离开,注意到姑娘把面具忘在地板上了。他想象此刻她正沿着第五大道离去,而自己却缓缓走向第六大道。或许她在第五大道拦了辆出租车,随即消失在城市千万无名面孔之中。他再也见不到那抹笑容了——自告解室诞生以来,他苦苦期盼了多年的笑容(此刻他才意识到)。多年来,他见过形形色色的女人,偶尔也有男人,反复练习那些堪称淫秽的姿势,焦躁地等待他做出反应,试图打破那层不可摧毁的玻璃——仿佛他们还意犹未尽,渴望在告解室里规避的危险。

更确切地说,自从四十多年前来到纽约,他就一直在等待那个微笑。那是微笑,甚至可以说,是目光,是神情,是四十多年前他深爱的那个年轻女子的幽灵般的存在。也就是说,上次进入告解室的隔壁房间的,或许从来就不是真人,而是他饱受折磨的想象——2055年冬天的第一场感冒让他几乎丧命,不仅使他无法在中央公园工作,更糟的是,还使他陷入了深沉而可理解的老年怀旧情绪。

豪尔赫·马赫福德

蒙得维的亚,2000年

سرة العالم، 2055

شك فجأة في ما سيتفهمه الجميع عاجلاً أم آجلاً: أنه كان الرجل الوحيد الحي في عالم محتل من قبل الأشباح، وأن التواصل كان مستحيلاً بل وغير مرغوب فيه، وأن الشفقة والكراهية لا فرق بينهما، وأن التسامح الممل، والمشاركة المقسمة بين الاحترام والجنس، كانا الشيء الوحيد الذي يمكن المطالبة به والمناسب تقديمه.

خوان كارلوس أونتي، El astillero، 1961.

في الوقت الذي لم يفقد فيه النهار بعد الحرارة الضئيلة لأيام الصيف الأخيرة، عندما ينتهي الناس أخيرًا من الخروج من مكاتبهم وتبدأ الاختناقات المرورية في ضواحي مانهاتن في التلاشي ببطء، في ذلك الوقت الذي تغلق فيه المتاجر في وسط المدينة أبوابها وتخفض ستائرها الفولاذية حتى متاجر الحيوانات الأليفة، متقدمة بحذر وضجيج على الظلام المبكر لغروب الشمس في شتاء لم يصل بعد، يمشي رجل خفيف وبدون عجلة نحو الجنوب، مختبئًا وراء لحية بيضاء، تكاد تكون صفراء بسبب تأثير غامض لغروب الشمس، ونظره ثابت على خطويه التاليتين، ربما متأملاً أو ببساطة متعباً، وحقيبة قماشية رمادية على ظهره توحي بجسد بارد وخجول لآلة ساكسفون. ثم يتوقف. يتوقف عن تمتمات أفكار طويلة وغير مفهومة، أفكار تجر تأملات غير واضحة حول تأثيرات الغروب على المزاج الميلانكولي لشخص يروي لنفسه قصة حياته، ويدخل مبنى قديمًا في ميدتاون، تم تجديده وأصبح أنيقًا للغاية من الداخل، ومغطى بالسجاد لمنع الأقدام من إحداث ضوضاء، ومضاء بشكل استراتيجي بحيث تسمح غرفه وممراته برؤية الأقدام والأجساد التي تدخل وتخرج، مع إخفاء الوجوه التي ترافقها بشكل غير دقيق. رائحة لطيفة من الشموع الفاكهية تملأ كل مكان، بينما تبلغ شاشات مختلفة العميل بالخدمات المتاحة في تلك الليلة.

الرجل ذو اللحية البيضاء، التي أصبحت زرقاء الآن، يقترب من إحدى الآلات ويقرأ بعناية. بإصبعه، الأزرق أيضًا، يختار خيارًا على الشاشة وتصدر الآلة تذكرة مكتوب عليها F. ودون قصد أو تفكير، كرجل متعب يغرق في نوم عميق دون انتباه، يواصل التفكير في الأشياء التي تحيط به وتدخل في تلك الحنين المفاجئ، مثل إعصار صامت وغير مرئي يدخل منزلًا ويخرج منه الأثاث وأجزاء الأبواب، واللوحات التي كانت معلقة هناك لسنوات، وتبعثرها في أنحاء المدينة. تقوده ممرات مختلفة، كما في المطار، إلى باب صغير يكرر حرف F. يدخل ويترك الحقيبة على طاولة صغيرة. يجلس بجانبها وينتظر. انظر: الغرفة F صغيرة ومألوفة، أكبر بقليل من الحمام وخالية من الأجهزة التي يمكن العثور عليها في أحدها.

أحد الجدران الكبيرة زجاجي ويتصل بصريًا بالغرفة التوأم الأخرى، المشابهة جدًا للأولى لدرجة أن أي شخص قد يخلط بين الزجاج الشفاف والمرآة، لولا أن الجانب الآخر لا يوجد فيه من ينظر.

ينتظر أن تضيء الضوء البنفسجي. عادة لا يستغرق الأمر أكثر من ثلاث أو أربع دقائق، ولكن يجب أن نأخذ في الاعتبار أن الناس في هذا الوقت من العام يكونون أكثر تركيزًا على عملهم. لن يستغرق الأمر وقتًا طويلاً؛ على أي حال، لن يستغرق الأمر وقتًا طويلاً حتى يضيء الضوء، ولن يبدأ الوقت في العد التنازلي إلا من ذلك الحين: خمس دقائق. وبينما يكرر ”لن يستغرق الأمر وقتًا طويلاً“، يخرج الساكسفون من الحقيبة ويبدأ في العزف على بعض النوتات دون ترتيب معين. يشك في أن أحد الأزرار يعمل بشكل صحيح. يخشى أن يتعطل الآلة الموسيقية، مما يذكره بأيام شبابه. حتى يضيء الضوء أخيرًا ويظهر شخص ما.

شخص ما. كما كان متوقعًا، إنها امرأة. بتعبير أدق، امرأة شابة، ترتدي زيًا مدرسيًا، على الرغم من أنه من المستحيل تحديد ما إذا كان ما ترتديه هذه المرأة يتوافق حقًا مع أي من أنشطتها اليومية أم أنه تم اختياره لهذه المناسبة. غالبًا ما يكون الأمر كذلك. مثل قناع الجمجمة الذي ترتديه. يختار الكثير من الناس الأقنعة، لأنه على الرغم من أن نيويورك لا حدود لها، إلا أن هناك دائمًا احتمال أن يتعرف المرء في الشارع على شخص قد يكون رآه في غرفة الاعتراف، مشوهًا بالضوء الأزرق ولكن يمكن التعرف عليه أحيانًا من قوة عينيه.

[من ناحية أخرى، لا يزال هناك أشخاص يشعرون بالخجل من التعري، سواء في مكان عام أو في منازلهم. الجميع يعلمون أنهم يتم تصويرهم أو التنصت عليهم في كل لحظة (من قبل الحكومة أو من قبل أحد تلك الإمبراطوريات الخاصة التي نسبت لنفسها الحق في اتخاذ القرارات نيابة عن الآخرين)، على الرغم من عدم وجود أي كاميرا أو ميكروفون مخفي. ومع ذلك، لم يعتد الجميع على هذا الأمر بشكل طبيعي. قد يتعرف الموظف المناوب على الشخص الذي يتعرى في منزله أو يستعد للتبرز في ذلك الوقت؛ أو قد لا يقاوم إغراء نشر تلك الصور على شبكة الإنترنت العالمية. وعلى الرغم من أن هذا الأخير يعد جريمة فيدرالية، فلا شيء يضمن ألا يظهر غدًا أو بعد غد فيديو لراهب كاثوليكي يستمني في زاوية ما في غينيا الجديدة أو لابنة أستاذ فقير تستكشف جسدها البكر في غرفتها في سان باولو. في النهاية، الجريمة هي أيضًا جريمة فيدرالية، ولم تنخفض بسبب ذلك أو بسبب كل هذه الإجراءات الأمنية. ربما يمكن الآن منعها. قبل وقت قصير، اكتشفت دراسات عصبية معملية أن الأحلام ليست وحدها التي تنتج موجات طاقة في الدماغ، بل الأفكار المنطوقة أيضاً. ومنذ ذلك الحين، أصبح من السهل نسبياً إدراك أن كل كلمة لها مستوى طاقة وتردد موجة معين، اعتماداً على الاختلافات المنطقية في اللهجات والعاطفة المختلفة التي تحملها كل كلمة في مناطق مختلفة من نفس البلد. وكما كان الحرف أو الرقم في الحوسبة القديمة عبارة عن مزيج من نبضتين مختلفتين، والتي تتحول بعد ذلك إلى كلمات وأصوات وصور، تم في النهاية اختراع نظام لفك تشفير الأفكار المنطوقة. كما في الماضي، كان لهذا تطبيقات عسكرية مهمة، بشكل حصري تقريبًا. انتقلت شبكة التجسس Echelon إلى تجسس على أفكار كل فرد. باستخدام النظام الجديد، تمت معالجة تسعة ملايين فكرة في الثانية في جميع أنحاء العالم. اعتمادًا على معايير معينة للتفكير، كان النظام يختار تلك الأفكار التي قد تهم الحكومة أو الشركة الممولة للشبكة أو أي موظف مناوب، مدفوعًا بالصدفة والملل أكثر من اهتمامات الأمن القومي. لذلك لم يتم التجسس فقط على الإرهابيين والفنانين والفلاسفة المحتملين ومخترعي الاستراتيجيات التجارية الجديدة، بل أيضًا على نجوم السينما والمشاهير في الحياة اليومية، مما أدى إلى خلق تجارة غير قانونية حقيقية للأوهام الجنسية، التي غالبًا ما تنتجها النساء، كما كان يحدث في الماضي مع الصور على الإنترنت. لم يلاحظ سوى قلة قليلة هذه النشاط السري والواسع الانتشار الذي تقوم به المخابرات العسكرية – والذي انتهى بتحقيق نبوءة سفر التكوين في الكتاب المقدس – وبلغوا عنه قبل عشر دقائق من اعتقالهم من قبل قوات الأمن. أما أولئك الذين تلقوها عبر شبكة المقاومة العالمية فقد صمتوا عنها قدر استطاعتهم. ومن بين هذه المجموعة، لم يتم إرسال أقلية إلى مصحات الأمراض العقلية، لأنهم كانوا يتمتعون بمهارة نادرة — تلك المهارة الخاصة بالبشر والتي تتمثل في كسر جميع القواعد المتوقعة بقوة العبقرية — وهي خلق أشكال جديدة من التفكير المشفر. وكما هو مفهوم، لا يمكن وصف شكل هذه الأشكال، لأن أي نظام قراءة لم يتمكن من مقارنتها بمعايير التفكير المعروفة حتى وقت برمجة آلة الإله المذكورة. لكن النتائج أظهرت كل شيء: توقف الكثير من الناس في العالم عن التفكير، على الأقل هذا ما سجلته أنظمة قراءة الأفكار الأكثر تقدمًا. أو في الواقع لم يتمكنوا من القيام بذلك أبدًا. وبسبب هذا الافتقار إلى التعود على تقدم المجتمع العالمي، انتقل الكثير من الناس من النظارات الشمسية إلى استخدام الأقنعة، ومن التفكير الحر إلى التسلية والترفيه. ونظرًا لأن الحجاب يثير ذكريات سيئة لدى بعض الناس، فقد انتشرت أشكال أخرى من الإخفاء: هناك أقنعة للذهاب إلى الحمام، وأقنعة للنوم في الأيام الحارة أو لممارسة الحب بشكل غير مشروع. هناك قناع لكل شيء ولا يكشف أي قناع عن أي جانب من جوانب شخصية من يرتديه، مما أدى إلى إتقان فن محو الاختلاف. لأنه إذا لم يكن من الممكن الاختباء من الإله-الآلة العظيم، فمن الممكن على الأقل ألا يتعرف علينا أقراننا بسهولة، في حالة حدوث معجزة الشهرة. ومع ذلك، في عملية تجريد الإنسان هذه، يبقى دائمًا بعض التفاصيل غير المهمة التي، على المدى الطويل، تصبح في نهاية المطاف عنصرًا ذا أهمية قصوى. أحيانًا تكون شامة على الأرداف، وأحيانًا أخرى شكل معين للفخذ أو الكتفين. كل هذا كان يثير في الناس شعورًا بالحزن وعدم الرضا الذي كان يختلط بالسعادة. ومع ذلك، لم يكن أي من هذا حتمياً. كما كان يحدث في الماضي، ربما كان يكفي مجرد التشكيك في الوضع الحالي، لولا أن شخصاً ما قد توقع ذلك وحوله إلى مهمة مستحيلة على الأقل، حيث تم إبادة النقاد والفلاسفة، أو الحكم عليهم بالنسيان أو دفنهم تحت شاهد قبر عليه نفس النقش الذي لا يقبل الجدل: أحمق. على العكس من ذلك، من الممكن أن يستمر تحسين الحل الأولي: لن يمر وقت طويل حتى نرى في الشوارع أشخاصاً يرتدون ملابس من الرأس إلى القدمين، ولكن من قماش أسود كثيف كما في الشرق، ربما بسبب التلاعب المتكرر بالمظهر الشخصي.

للحظة، يتخلى الموسيقي عن أفكاره الحزينة ويعود إلى غرفة الاعتراف. ينظر إلى الشابة بعناية. بناءً على ساقيها، يمكن القول إنها لم تنتهِ من الدراسة الثانوية بعد. هناك تفاصيل أخرى تؤكد ذلك: خجلها، على سبيل المثال. لقد مر دقيقة وهي لا تزال واقفة، تستكشف الكاميرا بوجهها المقنع، كما لو كانت تدخلها لأول مرة، تنظر من خلال الزجاج كما لو كانت تريد التعرف على الرجل ذي اللحية البيضاء، الجالس على كرسي، مقابل الجدار الآخر، مع ساكسفون على ركبتيه ونظرة حزينة، تحدق في الفراغ. للحظة، يعتقد أن الرجل أعمى، لكنها مجرد انطباع عابر. سيكون ذلك سخيفًا، علاوة على أنه قد حرك عينيه للتو نحو قدميه. أي أنه ينظر إليها. هذا يذكره بأن الوقت يمر ويجب أن يبدأ. ثم يتحسس بيده صلابة الزجاج، كحركة غريزية لا تؤدي إلا إلى إضاعة المزيد من الوقت. تعرف أن سمكه ثلاثة سنتيمترات وأنه مضاد للرصاص، لكنها تتحسسه بقوة خفية. كانت تفضل أن يكون أول رجل تراه شاباً، لكن هذا الوضع له مزاياه: فهو يثير اشمئزازها أكثر ويخيفها أقل. ثم تتأكد من أنها أغلقت الباب بالمفتاح وتبدأ في خلع ملابسها. لا شك أنها فتاة خجولة. لم تبرز وركاها بعد عن بقية جسدها: يغلب عليها طولها، وتشبه إلى حد ما إحدى شخصيات إل غريكو التي رأت الأسبوع الماضي في متحف موما، ويؤكد ذلك ضوء الغرفة البارد، على بعد خطوة من أن يتم تأكيده أو نفيه بواسطة شعور مأساوي يهدد بالاستقرار على الجانب الآخر من الزجاج. قد يكون والدها أو جدها. لكن هكذا هي الأمور. ”تريدين ما تدينين به“، قالت لها صديقتها. ”تحتاجين إلى فتح صمام تنفيس، والجنس هو صمام الأخلاق“. لكن الأخلاق كانت موجودة، لتزيد من التوتر والرغبة، مثل ذلك الزجاج الذي يحميها. القناع ليس هو الأنسب، يعتقد الموسيقي. ذات مرة انتحر رجل في غرفة الاعتراف. لكن من الأفضل عدم تذكر هذه الأشياء الآن؛ فقد استغرقه وقت طويل لتنعيم حواف بعض الذكريات الحادة. حسناً، النسيان فن عصري، وإن كان يُمارس بشكل خاطئ: الأطباء يجبروننا على تذكر أكثر ما في وجودنا كراهية، ما دفعته حساسيتنا إلى أقبية الذاكرة، بينما تستمتع غباء وسائل الإعلام بتدمير ما تبقى في الصالة الرئيسية.

حسنًا، لم تنتهِ من خلع ملابسها تمامًا، لكنها توقفت. تنظر مرة أخرى من خلال الزجاج. العجوز الذي وقع عليه الاختيار في التوأم لم يتحرك منذ دخلت. إنه ليس أعمى. كما أنه ليس ميتًا. كان بإمكانهم خداعها بوضع دمية، واحدة من تلك الهولوغرامات المتحركة التي كانت رائجة في يوم من الأيام، قبل عودة الرجال من لحم ودم. لكن لا؛ إنه حي بقدر ما هو حزين. حزنه ينتقل عبر الزجاج. إنه مثل الفقر: ينتشر. أخبرتها صديقة أن الرجال، بمجرد أن يرونهن يدخلن، يلتصقون بالزجاج، ويكشفون عوراتهم في أغلب الأحيان، وينتهي بهم الأمر بتلويثه عاجلاً أم آجلاً. حتى أنه في إحدى المرات، صادفت امرأة كانت تعض الزجاج كما لو كانت مسعورة، في المكان نفسه الذي أفرغ فيه رجال آخرون حاجاتهم ونثروا منيهم الغبي. من هذه القصة، بقيت في ذاكرتها صورة شبه مستحيلة لامرأة تعض زجاجاً من الجانب المسطح، إلى أن اكتشفت في منزل صديقة أخرى كلبة تفعل الشيء نفسه لتطلب من مالكتها أن تفتح لها الباب الخلفي.

هذا ما أخبره الرجال. لم يكن هذا هو الحال مع هذا العجوز. لذا شعرت بالأمان التام، وانتهت بتعريتها. وقفت بالقرب من الزجاج واستدارت، مع مقاومة أطراف أصابع قدميها للدوران. ثم وقفت تنظر إليه للحظة. لم يكن هناك ما تخاف منه، لأن الأمن في تلك الأماكن كان صارماً، وكذلك النظافة: بعد دقيقة واحدة من إخلاء الغرفة، كانت تملأ تلقائياً بالإشعاع المطهر، لذلك لم تكن هناك أي احتمالات للعدوى. في الواقع، لم تكن هناك أي حالات عدوى معروفة، لذلك كانت وزارة الصحة تشهد كل عام على سلامة غرف الاعتراف. من ناحية أخرى، استثمرت الحكومة المركزية ما يقرب من نصف ميزانيتها السنوية في حملة توعوية أصبحت جزءًا من الوعي الجماعي، وتتمثل في تشجيع ممارسة العادة السرية. لا شك أن جميع الدراسات العلمية قد أثبتت المزايا الصحية لهذه العادة، إلى جانب فوائد الاستنساخ والتكاثر المساعد، الذي سمي لاحقًا «التكاثر المتحكم فيه». وبمجرد إزالة الحرج من التصوير أثناء ممارسة العادة السرية، بفضل الحملة الأخلاقية التي شنتها الحكومة والمؤسسات الخاصة حول العلاقات الجنسية، اكتسبت المواد الإباحية مكانة بارزة في المجتمع وفي نفسية المواطن العادي. كل ذلك كان بمثابة تقدم في الحاجة الطبيعية للحرية الموجودة في كل إنسان. لم ينخفض الاهتمام بالجنس بل على العكس تمامًا؛ حدثت فقط ثورة حقيقية في الممارسة الجنسية، مع القضاء الغريب على الجماع في الطبقة المتعلمة.

كان هو أيضًا ينظر إليها، على الرغم من أن عينيه الآن تظهران الدهشة، دهشة أكثر من عدم الاهتمام. أصرت هي وذهبت إلى أبعد من ذلك: بقلب متوتر، خلعت القناع ونظرت في عينيه. ابتسم ابتسامة حية، قبل ثانية من سماع صوت الجرس. تجاوز الوقت المحدد بدقيقة واحدة يعني دفع غرامة جديدة، لذلك التقطت الشابة بسرعة الملابس التي كانت على الأرض، وارتدتها وخرجت دون أن تنظر إلى الوراء.

خرج الموسيقي دون نفس السرعة، ولاحظ أن الشابة نسيت قناعها على الأرض. تخيل أنها في تلك اللحظة بالذات كانت تخرج من الشارع الخامس، بينما كان طريقه يقوده ببطء إلى الشارع السادس. في الشارع الخامس ربما ستستقل سيارة أجرة وتضيع بين العشرة ملايين من المجهولين الذين يسكنون المدينة. لن يرى مرة أخرى تلك الابتسامة التي كان ينتظر رؤيتها (كان يفكر في ذلك الآن) لسنوات، منذ اختراع غرف الاعتراف. لسنوات، كان يرى نساء من كل الأنواع، وأحيانًا رجالًا، يتدربون ويكررون تلك المواقف التي يمكن اعتبارها فاحشة، وينتظرون بغضب أن يرد عليهم محاولين كسر الزجاج غير القابل للكسر، أو شيء من هذا القبيل، كما لو كانوا بحاجة إلى شيء من الخطر الذي يتجنبونه في غرف الاعتراف.

لأكون أكثر دقة، كان ينتظر تلك الابتسامة منذ وصوله إلى نيويورك، قبل أربعين عامًا. كانت الابتسامة، بل أقول النظرة، الإيماءة، الحضور الشبحي لتلك الشابة التي أحبها قبل أربعين عامًا. أي أنه ربما لم يدخل أحد الغرفة المزدوجة لغرفة الاعتراف، في المرة الأخيرة، سوى خياله المعذب، المحموم بسبب أول نزلة برد في شتاء عام 2055، التي كادت تقتله، مما منعه من العمل في سنترال بارك، والأسوأ من ذلك، غمرته بحنين عميق ومفهوم للشيخوخة.

خورخي ماجفود

مونتيفيديو، 2000

Пуп мира, 2055

Он внезапно понял то, что рано или поздно понимают все: что он был единственным живым человеком в мире, занятом призраками, что общение было невозможно и даже нежелательно, что жалость и ненависть не имели значения, что терпимое безразличие, разделенное между уважением и чувственностью, было единственным, что можно было требовать и что следовало давать.

Хуан Карлос Онетти, «Верфь», 1961.

В то время, когда день еще не утратил скудного тепла последних дней лета, когда люди наконец выходят из своих офисов, а пробки на окраинах Манхэттена начинают медленно рассасываться, в это время, когда магазины в центре города закрывают свои двери и опускают стальные занавеси, вплоть до домов с домашними животными, осторожно и шумно опережая раннюю темноту закатов еще не наступившей зимы, легкий и неторопливый мужчина идет на юг, скрытый за белой бородой, почти желтой от таинственного эффекта заката, с пристальным взглядом, устремленным на два следующих шага, возможно, задумчивый или просто уставший, с серой тканевой сумкой на спине, которая позволяет догадаться о холодном и скромном теле саксофона. Затем он останавливается. Перестает бормотать длинные и неразборчивые мысли, мысли, которые вызывают неясные размышления о влиянии заката на меланхоличное настроение человека, рассказывающего себе о своей жизни, и входит в старое здание в Мидтауне, переоборудованное и чрезвычайно аккуратное внутри, с ковровым покрытием, защищающим от нежелательных шагов, стратегически освещенное так, чтобы в его залах и коридорах были видны ноги и тела входящих и выходящих, нечетко скрывая лица, которые их сопровождают. Приятный запах фруктовых свечей наполняет каждое помещение, а различные экраны информируют клиента об услугах, доступных в эту ночь.

Мужчина с белой бородой, теперь синей, подходит к одному из автоматов и внимательно читает. Своим пальцем, тоже синим, он выбирает опцию на экране, и автомат выдает ему билет с буквой F. И, не желая и не задумываясь, как уставший человек, который рассеянно погружается в глубокий сон, он продолжает размышлять о вещах, которые его окружают и проникают в эту внезапную ностальгию, как беззвучный и невидимый ураган проникает в дом и выносит из него мебель, куски дверей, картины, которые висели там годами, и разбрасывает их по городу. Различные коридоры ведут его, как в аэропорту, к маленькой двери, на которой снова написано F. Он входит и оставляет сумку на маленьком столике. Садится рядом и ждет. Смотрите: камера F маленькая и уютная, чуть больше ванной комнаты и без приборов, которые можно найти в такой комнате.

Одна из больших стен стеклянная и визуально соединяется с другой камерой-близнецом, настолько похожей на предыдущую, что любой мог бы спутать прозрачное стекло с зеркалом, если бы не тот факт, что на другой стороне нет того, кто смотрит.

Он ждет, пока загорится фиолетовый свет. Обычно это занимает не более трех-четырех минут, но нужно учитывать, что в это время года люди более сосредоточены на своей работе. Это не займет много времени; в любом случае, свет загорится вскоре, и время начнет отсчитываться только с этого момента: пять минут. И пока он повторяет «не задержится», он достает саксофон из сумки и начинает играть несколько нот без особого порядка. Он подозревает, что одна из кнопок не работает. Страх, что инструмент сломается, напоминает ему о днях его молодости. Наконец загорается свет и появляется кто-то.

Кто-то. Как и следовало ожидать, это женщина. Точнее, молодая женщина в школьной форме, хотя никогда нельзя определить, действительно ли то, что на ней надето, соответствует какой-то из ее повседневных занятий или было выбрано специально для этого случая. Так бывает почти всегда. Как и маска черепа, которую она носит. Многие люди выбирают маски, потому что, хотя Нью-Йорк бесконечен, всегда есть вероятность, что на улице можно узнать кого-то, кого видели в «Исповедальне», деформированного синим светом, но иногда узнаваемого по силе его глаз.

[С другой стороны, все еще есть люди, которые стесняются раздеваться, будь то в общественном месте или у себя дома. Все знают, что в любой момент их могут снимать на камеру или прослушивать (правительство или одна из тех частных империй, которые присвоили себе право решать за других), хотя никто не замечает наличия камеры или скрытого микрофона. Однако не все привыкли к этому достаточно естественно. Может случиться так, что дежурный чиновник узнает человека, который в своем собственном доме раздевается или готовится к дефекации в этот момент; или не устоит перед соблазном опубликовать эти изображения в глобальной сети. И хотя последнее является федеральным преступлением, ничто не гарантирует, что завтра или послезавтра не появится видео, на котором католический священник мастурбирует в каком-нибудь уголке Новой Гвинеи, или дочь бедного учителя исследует свое девственное тело в своей комнате в Сан-Паулу. В конце концов, преступность также является федеральным преступлением, и ни это, ни все эти меры безопасности не привели к ее снижению. Возможно, теперь ее можно предотвратить. Некоторое время назад лабораторные неврологические исследования обнаружили, что не только сны производят энергетические волны в мозге, но и произнесенные мысли. С тех пор стало относительно легко понять, что каждое слово имеет свой уровень энергии и частоту волны, в зависимости от логических вариаций диалектов и различной эмоциональности, которую каждое слово имеет в разных регионах одной и той же страны. И так же, как в старой информатике буква или цифра были комбинацией двух разных импульсов, которые затем преобразовывались в слова, звуки и образы, в конце концов была изобретена система декодирования произнесенных мыслей. Как и в прошлом, это имело важные военные применения, почти исключительно. От шпионской сети Echelon перешли к шпионажу за мыслями каждого человека. С помощью новой системы по всему миру обрабатывалось девять миллионов мыслей в секунду. В зависимости от определенных параметров мышления система отбирала те мысли, которые могли представлять интерес для правительства, компании, финансирующей сеть, или какого-либо дежурного чиновника, движимого скорее случайностью и скукой, чем интересами национальной безопасности. Таким образом, шпионили не только за террористами, артистами, потенциальными философами и изобретателями новых коммерческих стратегий, но и за известными звездами кино и повседневной жизни, создавая таким образом настоящий незаконный трафик эротических фантазий, почти всегда создаваемых женщинами, как это часто происходило в прошлом с изображениями в Интернете. Лишь немногие заметили эту тайную и повсеместную деятельность военной разведки, которая в конечном итоге выполнила библейское пророчество из Книги Бытия, и сообщили о ней за десять минут до того, как были арестованы силами правопорядка. Те, кто получил ее через Глобальную сеть сопротивления, молчали, пока могли. Из этой группы меньшинство не было отправлено в психиатрические лечебницы, потому что они обладали редкой способностью — той способностью, которая так присуща людям и заключается в нарушении всех предсказуемых правил силой гениальности — создавать новые формы кодированного мышления. Как можно понять, невозможно описать, какими могли быть эти формы, поскольку ни одна система чтения не могла сравнить их с параметрами мышления, известными на момент программирования этой Бога-машины. Но все было замечено по результатам: многие люди в мире перестали думать, по крайней мере, так регистрируют самые передовые системы чтения мыслей. Или, по сути, никогда не могли этого делать. И именно из-за этой непривычки к прогрессу Глобального общества многие люди перешли от темных очков к маскам, от свободного мышления к развлечениям и развлечениям. Поскольку вуаль вызывает у некоторых людей неприятные воспоминания, появились другие формы сокрытия: есть маски для похода в туалет, маски для сна в жаркие дни или для незаконного занятия любовью. Для всего есть своя маска, и ни одна из них не пропускает ни одного аспекта личности того, кто ее носит, что привело к совершенству в искусстве стирания различий. Ведь если и невозможно скрыться от Великого Бога-машины, то, по крайней мере, можно сделать так, чтобы наши ближние не могли легко нас узнать, если произойдет чудо славы. Однако в этом процессе абстрагирования человека всегда остается какая-то незначительная деталь, которая в конечном итоге становится элементом максимальной значимости. Иногда это родинка на ягодице, иногда определенный профиль бедра или плеч. Все это вызывало у людей чувство печали и неудовлетворенности, которое смешивалось со счастьем. Однако ничто из этого не было неизбежным. Как это часто бывало в древности, возможно, было бы достаточно просто поставить под сомнение текущее положение вещей, если бы не то, что Кто-то предвидел это, превратив его в дело, по крайней мере, маловероятное, поскольку критики и философы были истреблены, обречены на забвение или похоронены под надгробной плитой с одной и той же неопровержимой надписью: ИДИОТ. Напротив, возможно, первоначальное решение будет продолжать совершенствоваться: не пройдет много времени, как на улицах появятся люди, одетые с ног до головы в плотную черную ткань, как на Востоке, возможно, в результате последовательных манипуляций с внешностью.

На мгновение музыкант отрывается от своих меланхоличных размышлений и возвращается в комнату исповедальной. Он осторожно смотрит на девушку. Судя по ее ногам, можно сказать, что она еще не закончила среднюю школу. Есть и другие детали, которые это подтверждают: ее застенчивость, например. Прошла минута, а она все еще стоит, исследуя камеру своей маской смерти, как будто впервые входит в нее, глядя через стекло, как будто хочет узнать человека с белой бородой, сидящего на стуле у другой стены, с саксофоном на коленях и грустным взглядом, устремленным в никуда. На мгновение она думает, что этот человек слеп, но это только мимолетное впечатление. Это было бы абсурдно, к тому же он только что перевел взгляд на ее ноги. То есть он смотрит на нее. Это напоминает ей, что время уходит и нужно начинать. Тогда она прощупывает рукой прочность стекла, как инстинктивное движение, которое только служит для потери времени. Она знает, что оно толщиной три сантиметра и пуленепробиваемое, но все равно прощупывает его с скрытой силой. Она бы предпочла, чтобы в первый раз это был молодой мужчина, хотя у этого есть свои преимущества: он вызывает у нее больше отвращения и меньше страха. Затем она проверяет, закрыла ли дверь на ключ, и начинает раздеваться. Без сомнения, она стеснительная девушка. Ее бедра еще не выделяются на фоне остальной части тела: преобладает ее рост, некоторое сходство с персонажем Эль Греко, которого она видела на прошлой неделе в МОМА, подчеркнутое холодным светом исповедальной, в шаге от того, чтобы быть подтвержденным или опровергнутым трагическим чувством, которое угрожает поселиться по ту сторону стекла. Это мог бы быть ее отец, ее дед. Но так и есть. «Ты желаешь то, что осуждаешь», — сказала ей подруга. «Тебе нужно открыть клапан, и секс — это клапан морали». Но мораль была там, чтобы усилить напряжение и желание, как то стекло, которое ее защищало. Маска — не самое подходящее, думает музыкант. Однажды мужчина покончил с собой в исповедальне. Но сейчас лучше не вспоминать об этом; ему потребовалось достаточно много времени, чтобы сгладить острые углы некоторых воспоминаний. Да, забвение — это модное искусство, хотя и плохо практикуемое: врачи заставляют нас вспоминать самое неприятное в нашей жизни, то, что чувствительность забросила в подвалы памяти, в то время как глупость СМИ развлекается, разрушая то, что осталось в главном зале.

Хорошо, она еще не закончила полностью раздеваться, но останавливается. Снова смотрит через стекло. Старик, который оказался ее соседом по каюте, не шевелился с тех пор, как она вошла. Он не слеп. И не мертв. Ее могли бы обмануть, поставив манекен, один из тех анимированных голограмм, которые когда-то были в моде, до того как вернулись люди из плоти и крови. Но нет, он так же жив, как и печален. Его печаль передается через стекло. Это как бедность: она брызгает. Одна подруга рассказала ей, что мужчины, как только видят их входящими, прижимаются к стеклу, почти всегда обнажая свои части тела, и рано или поздно загрязняют его. Однажды она даже встретила женщину, которая грызла стекло, как будто была в ярости, там же, где другие мужчины делали свои нужды, разбрызгивая свою идиотскую сперму. Из этой истории в ее памяти остался почти невозможный образ женщины, грызущей стекло с плоской стороны, пока в доме другой подруги она не обнаружила суку, делающую то же самое, чтобы попросить свою хозяйку открыть ей заднюю дверь.

Об этом ему рассказали мужчины. Но это не относилось к этому старику. Поэтому она почувствовала себя в полной безопасности и в конце концов разделась. Она встала рядом со стеклом и повернулась, с трудом поворачиваясь на носках. Затем она посмотрела на него на мгновение. Бояться было нечего, потому что так же, как и безопасность этих помещений, строгая была и гигиена: через минуту после того, как комната освобождалась, она автоматически заполнялась дезинфицирующим излучением, поэтому никакой возможности заражения не было. Фактически, не было известно ни одного случая заражения, поэтому Министерство здравоохранения ежегодно подтверждало безопасность исповедален. С другой стороны, центральное правительство инвестировало почти половину своего годового бюджета в морализаторскую кампанию, которая уже вошла в коллективное сознание и заключалась в поощрении практики мастурбации. Несомненно, все научные исследования доказали гигиенические преимущества этой привычки, к которым нужно было добавить преимущества клонирования и вспомогательной репродукции, позже названной «контролируемой репродукцией». После того как благодаря кампании по моральному возрождению, проводимой правительством и частными учреждениями по вопросам сексуальных отношений, было устранено чувство стыда за то, что тебя снимают на камеру во время мастурбации, порнография заняла доминирующее место в обществе и в психологии среднестатистического гражданина. Все это означало прогресс в естественной потребности в свободе, которая существует в каждом человеке. Интерес к сексу не уменьшился, а наоборот, произошла настоящая революция в сексуальной практике, с любопытным исчезновением полового акта в образованном классе.

Он тоже смотрел на нее, хотя теперь в его глазах было удивление, больше удивление, чем безразличие. Она настаивала и пошла еще дальше: с трепещущим сердцем она сняла маску и посмотрела ему в глаза. На его лице появилась живая улыбка за секунду до того, как прозвучал сигнал. Превышение лимита времени на одну минуту означало бы оплату нового билета, поэтому девушка поспешно подняла с пола свою одежду, оделась и вышла, не оглядываясь.

Музыкант вышел без такой спешки, заметив, что девушка забыла свою маску на полу. Он представил, что в этот самый момент она выходит на Пятую авеню, а его путь медленно ведет к Шестой. На Пятой она, возможно, возьмет такси и потеряется среди десяти миллионов анонимных жителей города. Он больше не увидит той улыбки, которую ждал увидеть (так он думал сейчас) в течение многих лет, с тех пор, как были изобретены исповедальни. В течение многих лет он видел женщин всех типов, иногда мужчин, репетирующих и повторяющих те позы, которые должны были считаться непристойными, с нетерпением ожидающих его реакции, пытаясь разбить небьющееся стекло или что-то в этом роде, как будто им не хватало той опасности, которой они избегали в исповедальнях.

Точнее говоря, он ждал этой улыбки с тех пор, как приехал в Нью-Йорк, сорок с лишним лет назад. Это была улыбка, я бы даже сказал, что это был взгляд, жест, призрачное присутствие той молодой женщины, которую он любил сорок с лишним лет назад. То есть, возможно, в последний раз в соседнюю камеру исповедальни никто не входил, кроме его мучимого воображения, лихорадочного от первой простуды зимы 2055 года, которая едва не убила его, не давая работать в Центральном парке и, что еще хуже, погрузив его в глубокую и понятную старостную ностальгию.

Хорхе Майфуд

Монтевидео, 2000

El primer hombre

Leaving traces on soft sand dunes in Tadrart A...

El primer hombre

El primer hombre


Realidad es la locura que permanece

y locura es esta realidad

que ya se desvanece


El doctor Uriburu había vuelto una noche de una casa de curación clandestina, en Gitanera, con una historia que nunca reveló en vida. Según él, no había ido allí en busca de mujeres sino de un camellero de nombre Ibrahim que lo engañaba vendiéndole falsas traducciones del árabe. Una de estas historias —«El primer hombre»— que el doctor retocó en su sintaxis, procedía de una columna de las cisternas de Garama. Como había explicado en otros folios, estas columnas estaban escritas en griego y en latín, en forma de apretada espiral que cubría todo el fuste como una cinta, de arriba a abajo.

Según esta historia, hubo una época en que los hombres y las mujeres poblaban el mundo sin saber por qué nacían y morían, como el resto de las cosas. En realidad, solían ver animales muertos, árboles incendiados por rayos fulminantes, hermanos abatidos, padres y madres agonizantes. Pero los ejemplos no eran lo suficientemente abrumadores como para temer el propio fin de cada uno. Lloraban por sus muertos, pero no los asustaba desaparecer.

Ocurrió un día que uno de ellos tuvo una idea extraordinaria, a todas luces inconcebible: él mismo, quien había visto morir a un hermano, también se iba a morir. Durante muchos días estuvo triste, sentado sobre una piedra al borde del río. Había comenzado a contemplar su imagen en el espejo del río (cuando todavía había ríos) y se había perdido más tarde en la contemplación de los árboles, del cielo que lo cubría, del sol poniéndose detrás del perfil de las montañas y las estrellas. Con la salida del nuevo sol no mejoró su situación.

Seguía triste, profundamente triste y no sabía por qué. Era sencillo; estaba triste porque había descubierto que la muerte lo esperaba en el cruce de algún camino. Pero para alguien que había vivido treinta años sin saberlo era un descubrimiento todavía oscuro. Casi no tenía palabras para explicar esta idea. Es decir, que aún más tiempo tardó en entender que todo camino conducía al mismo punto. Se dijo que este lugar era siempre triste, porque aunque era el punto común de todos los caminos allí siempre iba a llegar solo. Entonces comprendió por qué la gente lloraba cuando alguien querido partía hacia las estrellas, tan lejos que no podían volver a verlo nunca más.

Después de varios días de vagar por la soledad del desierto (cuando el desierto aún no era mortal para un hombre solo), concibió una nueva e inevitable idea: si le contaba a los demás por qué se encontraba en ese estado de pena, seguramente dejaría de sufrir. O su sufrimiento no sería tan pesado. Había descubierto que un hombre no puede sostener él sólo una revelación tan pesada, que debe compartirla con los demás, ya que ellos también compartían su mismo destino. Descubrió que, por esta razón, los demás son, de alguna forma, uno mismo.

Entonces se sonrió, por primera vez desde aquel terrible día, y subió hasta la aldea. Una columna de humo le indicó el camino. Debajo de esa columna, supo que otros hombres y otras mujeres (esas otras formas de sí mismo) asaban un cerdo salvaje.

“Un cerdo muerto”, pensó, por un momento con miedo.

En el camino se encontró con un joven que jugaba con una pluma de ganso y sintió que no podía esperar a llegar a la aldea para contar lo que le había ocurrido.

Al principio el joven de la pluma no comprendió, ya que siempre había pensado que algo ocurre cuando acontece afuera, como un ave que es derribada con una lanza o como una tormenta que arroja fuego sobre la montaña. Pero ¿cómo podía ocurrir algo adentro de una persona que no sea sólo el latido del corazón?

El hombre comprendió que el joven no había comprendido y se apresuró a llegar a la aldea.

Al día siguiente, el joven de la pluma, que había pasado la noche en la pradera, llegó a la aldea y supo que el hombre que le había contado la historia más extraña e inolvidable de su vida había sido asesinado. Mejor dicho, había sido sacrificado a los nuevos dioses de la montaña. Supo también que lo habían matado por algo que sabía, por algo que había descubierto por sí solo en el río, o quién sabe cuándo, según le dijeron. Entonces el joven sintió tanto miedo que huyó desesperado, consciente ahora de que poseía algo que los hombres querían o despreciaban. Y mientras huía, también supo que ese algo no era una piedra, ni era un fantasma ni era un demonio sino algo que había aprendido, algo que había descubierto y que llevaba consigo en alguna parte.

Trató de recordar qué era aquello que tanto aterraba a la aldea y recordó lo que le había ocurrido al primer hombre. Recordó que el hombre sabía que iba a morir, tal como ocurrió el día después. El hombre lo había predicho, por lo tanto era verdad.

Sin embargo, algo aún más terrible o maravilloso había ocurrido: el joven de la pluma también sabía que el primer hombre iba a morir, sin dudas, mucho antes de que la gente de la aldea se lo dijera. No tenía por qué dudarlo, porque por entonces no existía la mentira.

Entonces ya no pudo deshacerse de esa idea y la idea comenzó a propagarse como una epidemia: no sólo sabía que él se iba a morir, sino también todos los demás, de una forma o de otra, más tarde o más temprano. Lo nuevo, lo terrible no había sido tanto la muerte como la conciencia de llevarla adentro desde aquel día.

El joven siguió huyendo y, cada vez que se encontraba con alguien en el camino que le preguntaba por qué huía, contaba esta historia, porque aún no había aprendido a mentir. De forma que la idea de que todos moriremos algún día prendió tan fuerte en cada uno y contagió tan fácilmente a los demás, que pronto no hubo sobre la tierra ya nadie que no lo supiera.

Durante siglos los hombres buscaron un consuelo a su más profunda angustia, pero todas las respuestas parecieron pequeñas ante la muerte. Hasta que alguien, no se sabe quién, descubrió la verdad. Y como vieron que a todos servía como respuesta a los temores del primer hombre, la defendieron con su sangre y con la sangre de los demás, primero, y con la mentira después.

Jorge Majfud

2005

Milenio , II (Mexico)

La Era de Barbaria

L’ era della Barbarie (Italian)

The Age of Barbaria (English)

La Era de Barbaria

 

En el año de Barbaria se comenzaron los viajes anuales al año treinta y tres. Se eligió ese año porque, según las encuestas, la crucifixión de Cristo llamaba la atención de más gente en Occidente, y se pensó en este sector social por razones económicas, ya que los viajes al pasado no habían sido dirigidos ni mucho menos financiados por el gobierno de ningún país, como alguna vez ocurrió con los primeros viajes al espacio, sino por una empresa privada. El grupo financiero que hizo posible la maravilla de viajar por el tiempo fue Axa, a instancias de el Ordenador mayor de Tecnologías Blue, que sugirió infinitas ganancias por prestación de “servicios turísticos”, como en su momento se llamó. Desde entonces, varios grupos de treinta personas han viajado al año treinta y tres para presenciar la muerte del Nazareno, como antiguamente hacían los turistas comunes cuando en cada equinoccio se concentraban al pie de la pirámide de Chitchen-Itzá, para presenciar la formación de la serpiente con las sombras que la pirámide arrojaba sobre sí misma.

El mayor inconveniente que encontró Axa fue el reducido número de turistas que podían asistir al evento por vez, lo que generaba ganancias que no estaban acordes con las expectativas millonarias de la inversión, por lo que de a poco se fue llevando ese número hasta la cifra de cuarenta y cinco, a riesgo de llamar la atención de los antiguos pobladores de Jerusalén. Luego la cifra fue conservada sin alteraciones, a instancia de uno de los principales accionistas de la empresa que arguyó, razonablemente, que la conservación de ese hecho histórico en estado original era la base que justificaba los viajes, y que si cada grupo producía alteraciones en los hechos, ello repercutiría en un abandono del interés general por realizar ese tipo de viajes.

Con el tiempo se comprobó que cada alteración histórica de los hechos, por mínima que fuera, era casi imposible de reparar. Lo que ocurría cuando alguno de los viajantes no respetaba las reglas de juego y pretendía llevarse algún recuerdo del lugar. Como fue el caso más conocido de Adam Parcker que, con increíble destreza, logró recortar un trozo triangular de la túnica roja del Nazareno, probablemente en el momento en que éste cae rendido por el cansancio. El hurto no significó alguna alteración en las Sagradas Escrituras, pero le sirvió a Parcker para hacerse rico y famoso, ya que el diminuto trozo de lienzo pasó a costar una fortuna y no pocos de los viajeros que se tomaron la molestia y el gasto de retroceder miles de años lo hicieron para ver dónde le falta al Nazareno el “Triángulo de Parcker”.

Algunos pocos han puesto objeciones a este tipo de viajes que, aseguran, terminarán por destruir la historia sin que podamos advertirlo. En efecto, es así: por cada cambio que se introduce en un día cualquiera, infinitos cambios se derivan de él, siglo tras siglo, diluyéndose de a poco o multiplicándose en sus efectos. Para advertir un mínimo cambio en el año treinta y tres sería inútil recurrir a las Sagradas Escrituras, porque todas las ediciones, por igual, acusarían el golpe olvidando completamente el hecho original. Cabría una posibilidad de rastrear cada cambio proyectando otros viajes a años anteriores al año de Barbaria, pero a nadie le importaría un proyecto semejante y no habría forma alguna de financiarlo.

Tampoco importa ya la discusión sobre si la historia debe quedar como está o es lícito modificarla. Pero esto último es, en todo caso, peligroso, ya que es imposible prever los cambios resultantes que produciría cualquier alteración. Sabemos que cualquier cambio podría no ser catastrófico para la especie humana, pero sería catastrófico para los individuos: no seriamos nosotros los que estaríamos vivos ahora, sino cualquier otro.

En una posición contraria se encuentran los grupos religiosos más radicales. Los servicios de información de Barbaria han descubierto recientemente que un grupo de evangelistas, pertenecientes a la Iglesia Verdadera de Dios, de Sao Pablo, hará el viaje al año treinta y tres. Gracias a la limosna de sus fieles, el grupo ha logrado reunir la suma varias veces millonaria que cobra Axa por el ticket. Lo que aún no se ha podido confirmar son las intenciones del grupo. Se dice que pretenden hacer volar el Gólgota e incendiar Jerusalén en el momento de la Crucifixión, para que de esa forma lleguemos al tan ansiado Fin de los tiempos. Toda la historia desaparecería; todo el mundo, incluidos los judíos, reconocerían el error, se volverían al cristianismo en el año treinta y tres y el mundo entero viviría bajo el Reino de Dios, tal como estaba descrito en los Evangelios. Lo cual es discutido por otra gente.

Otros no se explican cómo los viajantes pueden presenciar la crucifixión sin tratar de evitarla. La respuesta teológica es obvia, por lo cual los menos interesados en evitar el martirio del Mesías son sus propios seguidores. Pero para los demás, que son la mayoría, Axa ha decretado sus propias reglas éticas: “De la misma forma que no evitamos la muerte de un siervo entre las garras de un león, cuando viajamos al África, tampoco debemos evitar las aparentes injusticias que se comenten con el Nazareno. Nuestro deber moral es conservar la naturaleza y la historia como están”. La crucifixión es patrimonio de la Humanidad, pero, sobre todo, sus derechos han sido adquiridos totalmente por Axa.

De hecho, los cambios serán cada vez más inevitables. Después de seis años de viajes al año treinta y tres, se pueden ver, a los pies de la cruz, tapas de refrescos y escrituras con lápiz químico en el palo mayor, algunas de las cuales rezan: “tengo fe en mi señor”, y otras sólo se limitan a poner el nombre de quien estuvo por allí, junto con la fecha de partida, para que las futuras generaciones de viajantes lo recuerden. Por supuesto, también la empresa comienza a ceder ante la presión de los clientes insatisfechos, apuntando a un mejoramiento radical en los servicios. Por ejemplo, Barbaria acaba de enviar un representante técnico al año veintiséis para que logre la producción de cinco mil metros cúbicos de asfalto y negocie con Pilatos la construcción de un corredor más confortable para vía Dolorosa, lo que hará menos fatigosa la recorrida de los viajantes y, además, sería un gesto misericordioso con el Nazareno que más de una vez se rompió los pies con las piedras que no veía en su camino. Se ha calculado que la mejora no significará cambios en las Sagradas Escrituras, ya que allí no se demuestra preocupación especial por el urbanismo de la ciudad.

Con estas medidas, Axa pretende ponerse a salvo de la lluvia de reclamos que viene sufriendo por supuestas insuficiencias del servicio, teniendo que enfrentar últimamente juicios muy costosos de clientes que han gastado una fortuna y no han regresado complacidos. El motivo de los reclamos no siempre es causado por el fuerte calor de Jerusalén, o por la congestión en la que se encuentra atrapada la ciudad el día de la crucifixión. Sobre todo se debe a las expectativas no satisfechas de los viajantes. La empresa se defiende diciendo que las Sagradas Escrituras no fueron escritas bajo su control de calidad, sino que son solo documentos históricos y, por lo tanto, exagerados. Allí donde muere el Nazareno, en lugar de haber una noche profunda y estremecedora apenas se oscurece el cielo por una concentración excesiva de nubes, y nada más. Los católicos han declarado que este hecho, como todos los referidos en los Evangelios, debe tomarse en su valor simbólico y no meramente descriptivo. Pero a la mayor parte de la gente no satisfizo la respuesta de Axa ni la del Papa Juan XXV, que salió en defensa de la multinacional, gracias a la cual la gente ahora puede estar más cerca de Dios.

 

Jorge Majfud

Jerusalén, 1995

Milenio (Mexico)

Milenio II (Mexico)

蛮荒纪元

在蛮荒纪元,人类开始了通往公元三十三年的年度穿越之旅。选择这一年是因为,根据调查,基督受难在西方引起了更多人的关注,而选择这个社会阶层是出于经济原因,因为回到过去的旅行既没有由任何国家的政府主导,更没有由政府资助,就像早期太空旅行那样,而是由一家私营企业主导的。促成这项时间旅行奇迹的金融集团是安盛保险,其行动源于蓝科技首席计算机的建议——该计算机预言提供“旅游服务”(当时的称谓)将带来无限收益。自此,每年都有三十人组成的团队前往公元三十三年,亲历纳扎雷诺之死——正如昔日普通游客在每个春分秋分时节聚集于奇琴伊察金字塔脚下,观赏金字塔自身投射的阴影形成巨蛇图案的盛况。

安盛保险公司遇到的最大难题是每次活动可接待的游客数量有限,导致收益与千万级投资预期不符。为此,他们逐步将人数上限提高至四十五人,却因此面临惹恼耶路撒冷老居民的风险。后来,在公司主要股东之一的合理主张下,该人数被固定下来。他认为,保持历史事件的原始状态是这类旅行的根本意义所在,如果每个旅行团都改变历史事实,将会导致公众对这类旅行的兴趣丧失。

随着时间推移,人们发现任何历史事实的篡改——无论多么微小——都几乎无法弥补。这种情况发生在某些旅行者不遵守规则,企图带走当地纪念品时。最著名的案例当属亚当·帕克——他以惊人技巧从受难者红色长袍上裁下三角布片,时机恰在受难者精疲力竭倒地之际。这桩窃窃一事虽未改变圣经记载,却让帕克尔名利双收——那块微小的布片价值暴涨,不少不惜耗费心力与金钱穿越数千年的旅行者,正是为了一睹纳匝肋人身上缺失的“帕克尔三角”。

少数人对此类旅行提出异议,他们坚称此举终将悄无声息地摧毁历史。事实确是如此:任何一天引入的微小改变,都会在世纪更迭中衍生出无数连锁反应,其影响或逐渐消散,或不断放大。若想察觉公元三十三年的细微变动,查阅圣经是徒劳的,因为所有版本都会受到冲击,完全遗忘原始事件。或许能通过规划前往野蛮年份之前的旅行来追溯每个变动,但没人会关心这样的项目,更不可能获得资金支持。

关于历史是否应保持原貌或允许修改的争论也已失去意义。但后者无论如何都充满危险,因为任何改动都将引发无法预见的连锁反应。我们知道,这些变化或许不会给人类整体带来灾难,但对个体而言却是毁灭性的:活在当下的人将不再是我们,而是其他任何人。

持相反立场的是极端宗教团体。巴巴里亚情报部门近日发现,圣保罗“真神教会”的一群传教士将前往公元33年。凭借信徒的捐献,该团体已筹集到数百万美元——这正是安盛保险公司开出的票价。该团体意图尚未得到证实。据传他们计划在耶稣受难时引爆各各他山并焚毁耶路撒冷,以此加速人类期盼已久的末日降临。届时所有历史都将消失;包括犹太人在内的所有人都会认识到错误,在公元三十三年皈依基督教,整个世界都将按照福音书的描述生活在上帝的国度里。对此,其他人则持不同意见。

还有人无法理解,旅行者们如何能目睹钉十字架却不试图阻止。神学答案显而易见:最无意阻止弥赛亚殉难的正是其追随者。但对占多数的其他人而言,安盛保险公司已颁布其伦理准则:»正如我们前往非洲时不会阻止仆人死于狮口,我们也不应阻止针对拿撒勒人的表面不公。我们的道德义务是保持自然与历史的原貌。»钉十字架是人类的遗产,但更重要的是,其权利已被安盛完全收购。

事实上,变革将日益不可避免。历经六载往返于公元三十三年的时光,如今在十字架脚下可见饮料瓶盖,主梁上则留有化学铅笔书写的字迹——或写着“我信吾主”,或仅标注到访者姓名与离去日期,供后世旅人追忆。当然,公司也开始屈服于不满客户的压力,致力于彻底改善服务。例如,巴巴里亚公司刚向公元26年派遣技术代表,以实现五千立方米沥青的生产,并与彼拉多协商修建更舒适的苦路走廊, 此举不仅能减轻朝圣者的疲惫,更是对拿撒勒人的仁慈之举——他曾多次因看不见路上的石块而摔伤双脚。据推测,这项改进不会改变《圣经》记载,因经文并未特别关注城市规划问题。

通过这些措施,安盛保险公司试图规避因服务不足而遭受的投诉风暴,近期该公司已面临多起高额诉讼——那些花费巨资却未获满意体验的客户纷纷提起诉讼。投诉原因并非总是源于耶路撒冷的酷热,或受难日当天城市陷入的拥堵。主要源于游客未被满足的期待。该公司辩称《圣经》并非在其质量控制下撰写,仅属历史文献,内容难免夸大其词。在拿撒勒人殉难之地,夜幕降临时并非如经文所述般深邃惊心,不过是云层过密导致天色渐暗罢了。天主教徒宣称,此事与《福音书》中所有记载一样,应从象征意义而非字面描述来理解。但阿克萨保险公司的回应以及教皇若望二十五世为跨国公司辩护的言论——声称正因该公司之功,人们才能更接近上帝——均未能令大众信服。

豪尔赫·马赫福德

耶路撒冷,1995年

عصر باربريا

في عام باربريا، بدأت الرحلات السنوية في العام الثالث والثلاثين. تم اختيار هذا العام لأنه، وفقًا للاستطلاعات، كان صلب المسيح يلفت انتباه المزيد من الناس في الغرب، وتم التفكير في هذا القطاع الاجتماعي لأسباب اقتصادية، حيث أن الرحلات إلى الماضي لم تكن مدارة أو ممولة من قبل حكومة أي بلد، كما حدث في بعض الأحيان مع الرحلات الأولى إلى الفضاء، بل من قبل شركة خاصة. المجموعة المالية التي جعلت من روعة السفر عبر الزمن أمرًا ممكنًا كانت Axa، بناءً على طلب كبير مهندسي التكنولوجيا في Blue، الذي اقترح أرباحًا لا حصر لها من تقديم ”الخدمات السياحية“، كما كانت تسمى في ذلك الوقت. منذ ذلك الحين، سافرت عدة مجموعات مكونة من ثلاثين شخصًا إلى عام 33 لمشاهدة موت الناصري، كما كان يفعل السياح العاديون في الماضي عندما كانوا يتجمعون عند كل اعتدال عند سفح هرم تشيتشن إيتزا لمشاهدة تشكيل الثعبان بظلال الهرم التي تلقيها على نفسها.

أكبر عائق واجهته شركة أكسا كان العدد المحدود من السياح الذين يمكنهم حضور الحدث في كل مرة، مما أدى إلى أرباح لم تكن متوافقة مع التوقعات المليونية للاستثمار، لذلك تم زيادة هذا العدد تدريجياً إلى خمسة وأربعين شخصاً، على الرغم من خطر لفت انتباه سكان القدس القدامى. ثم تم الحفاظ على هذا الرقم دون تغيير، بناءً على طلب أحد المساهمين الرئيسيين في الشركة الذي جادل، بشكل معقول، بأن الحفاظ على هذا الحدث التاريخي في حالته الأصلية هو الأساس الذي يبرر الرحلات، وأنه إذا تسبب كل مجموعة في تغييرات في الأحداث، فإن ذلك سيؤدي إلى تراجع الاهتمام العام بالقيام بهذا النوع من الرحلات.

مع مرور الوقت، ثبت أن أي تغيير تاريخي في الأحداث، مهما كان ضئيلاً، يكاد يكون من المستحيل إصلاحه. كان هذا يحدث عندما لا يحترم أحد المسافرين قواعد اللعبة ويحاول أخذ تذكار من المكان. كما كان الحال في القضية الأكثر شهرة لأدم باركر الذي تمكن، بمهارة مذهلة، من قص قطعة مثلثة من رداء الناصري الأحمر، ربما في اللحظة التي سقط فيها منهكًا من التعب. لم يؤد السرقة إلى أي تغيير في الكتاب المقدس، ولكنها ساعدت باركر على أن يصبح ثريًا ومشهورًا، حيث أصبح قطعة القماش الصغيرة تساوي ثروة، وقام العديد من المسافرين الذين تكبدوا عناء ونفقات العودة آلاف السنين إلى الوراء ليروا المكان الذي فقد فيه الناصري ”مثلث باركر“.

اعترض القليلون على هذا النوع من الرحلات التي، كما يؤكدون، ستؤدي في النهاية إلى تدمير التاريخ دون أن ندرك ذلك. في الواقع، هذا صحيح: فلكل تغيير يتم إدخاله في أي يوم، تنشأ عنه تغييرات لا حصر لها، قرنًا بعد قرن، تتلاشى تدريجيًا أو تتضاعف آثارها. للحصول على أدنى تغيير في عام 33، سيكون من العبث اللجوء إلى الكتب المقدسة، لأن جميع الطبعات، على حد سواء، ستتأثر بالضربة وتنسى تمامًا الحقيقة الأصلية. قد يكون من الممكن تتبع كل تغيير من خلال التخطيط لرحلات أخرى إلى سنوات سابقة لعام بارباريا، ولكن لن يهتم أحد بمشروع من هذا القبيل ولن يكون هناك أي وسيلة لتمويله.

كما أن الجدل حول ما إذا كان يجب أن تظل التاريخ كما هو أم أنه من المشروع تعديله لم يعد مهمًا. لكن هذا الأخير خطير في كل الأحوال، لأنه من المستحيل التنبؤ بالتغييرات الناتجة عن أي تعديل. نحن نعلم أن أي تغيير قد لا يكون كارثيًا للجنس البشري، لكنه سيكون كارثيًا للأفراد: لن نكون نحن من نعيش الآن، بل أي شخص آخر.

في الموقف المعاكس، توجد الجماعات الدينية الأكثر تطرفًا. اكتشفت أجهزة الاستخبارات في بارباريا مؤخرًا أن مجموعة من المبشرين، ينتمون إلى كنيسة الله الحقيقية في ساو باولو، ستقوم برحلة إلى عام 33. بفضل تبرعات أتباعها، تمكنت المجموعة من جمع الملايين التي تتقاضاها شركة أكسا مقابل التذكرة. ما لم يتم تأكيده بعد هو نوايا المجموعة. يقال إنهم يعتزمون تفجير الجلجثة وإحراق القدس في لحظة الصلب، حتى نصل إلى نهاية الزمان التي طال انتظارها. ستختفي كل التاريخ؛ سيقر الجميع، بما في ذلك اليهود، بالخطأ، وسيتحولون إلى المسيحية في عام 33، وسيعيش العالم بأسره تحت ملكوت الله، كما هو موصوف في الأناجيل. وهو ما يثير جدلاً بين آخرين.

لا يستطيع آخرون تفسير كيف يمكن للمسافرين أن يشهدوا الصلب دون محاولة منعه. الجواب اللاهوتي واضح، وهو أن أقل من يهتمون بتجنب استشهاد المسيح هم أتباعه أنفسهم. لكن بالنسبة للآخرين، الذين يشكلون الأغلبية، فقد فرضت أكسا قواعدها الأخلاقية الخاصة: «بالطريقة نفسها التي لا نمنع بها موت خادم بين مخالب أسد، عندما نسافر إلى إفريقيا، لا يجب أن نمنع الظلم الظاهر الذي يرتكب ضد الناصري. واجبنا الأخلاقي هو الحفاظ على الطبيعة والتاريخ كما هما». الصلب هو تراث للبشرية، ولكن، قبل كل شيء، حقوقه قد اكتسبتها أكسا بالكامل.

في الواقع، ستصبح التغييرات أكثر فأكثر حتمية. بعد ست سنوات من السفر إلى عام 33، يمكن رؤية أغطية المشروبات الغازية وكتابات بالقلم الكيميائي على العمود الرئيسي للصليب، بعضها يقول: ”أؤمن بربي“، والبعض الآخر يقتصر على كتابة اسم من كان هناك، مع تاريخ المغادرة، حتى يتذكره المسافرون في الأجيال القادمة. وبالطبع، بدأت الشركة أيضًا في الاستسلام لضغط العملاء غير الراضين، وتسعى إلى تحسين جذري في الخدمات. على سبيل المثال، أرسلت Barbaria للتو ممثلًا فنيًا إلى العام السادس والعشرين لإنتاج خمسة آلاف متر مكعب من الإسفلت والتفاوض مع بيلاطس على بناء ممر أكثر راحة لطريق Dolorosa، مما سيجعل رحلة المسافرين أقل إرهاقًا، بالإضافة إلى أنه سيكون لفتة رحيمة تجاه الناصري الذي كسر قدميه أكثر من مرة بسبب الحجارة التي لم يرها في طريقه. وقد تم حساب أن التحسين لن يعني تغييرات في الكتاب المقدس، حيث لا يظهر فيه اهتمام خاص بتخطيط المدينة.

من خلال هذه الإجراءات، تسعى شركة Axa إلى حماية نفسها من سيل الشكاوى التي تتعرض لها بسبب ما يُزعم أنه قصور في الخدمة، حيث تضطر مؤخراً إلى مواجهة دعاوى قضائية مكلفة للغاية من عملاء أنفقوا ثروة ولم يعودوا راضين. لا يكون سبب الشكاوى دائماً هو الحرارة الشديدة في القدس، أو الازدحام الذي تعاني منه المدينة في يوم الصلب. بل إن السبب الرئيسي هو توقعات المسافرين غير الملباة. وتدافع الشركة عن نفسها بالقول إن الكتب المقدسة لم تكتب تحت رقابة جودة الشركة، بل هي مجرد وثائق تاريخية، وبالتالي فهي مبالغ فيها. ففي المكان الذي مات فيه الناصري، بدلاً من أن تكون ليلة عميقة ومروعة، لا يحدث سوى أن السماء تصبح مظلمة بسبب تجمع مفرط للغيوم، ولا شيء أكثر من ذلك. أعلن الكاثوليك أن هذا الحدث، مثل جميع الأحداث المذكورة في الأناجيل، يجب أن يؤخذ بقيمته الرمزية وليس مجرد وصفية. لكن معظم الناس لم يرضوا عن رد شركة أكسا ولا عن رد البابا يوحنا الخامس والعشرين، الذي دافع عن الشركة متعددة الجنسيات، بفضلها أصبح الناس الآن أقرب إلى الله.

خورخي ماجفود

القدس، 1995

Эпоха Варварии

В год Варварии начались ежегодные путешествия в тридцать третий год. Этот год был выбран потому, что, согласно опросам, распятие Христа привлекало внимание большего числа людей на Западе, и этот социальный сектор был выбран по экономическим причинам, поскольку путешествия в прошлое не были организованы и тем более не финансировались правительством какой-либо страны, как это когда-то было с первыми космическими полетами, а частной компанией. Финансовой группой, которая сделала возможным чудо путешествий во времени, была Axa, по инициативе главного компьютера Blue Technologies, который предложил бесконечные прибыли от предоставления «туристических услуг», как это тогда называли. С тех пор несколько групп по тридцать человек в год путешествуют в тридцать третий год, чтобы увидеть смерть Назарянина, как раньше делали обычные туристы, когда в каждое равноденствие собирались у подножия пирамиды Чичен-Ица, чтобы увидеть образование змеи из теней, которые пирамида отбрасывала на себя.

Самым большим неудобством, с которым столкнулась Axa, было небольшое количество туристов, которые могли посетить мероприятие за раз, что приносило доход, не соответствующий миллионным ожиданиям от инвестиций, поэтому постепенно это число было доведено до сорока пяти, рискуя привлечь внимание старых жителей Иерусалима. Затем это число было сохранено без изменений по просьбе одного из основных акционеров компании, который обоснованно утверждал, что сохранение этого исторического факта в первоначальном виде было основой, оправдывающей поездки, и что если каждая группа будет вносить изменения в факты, это приведет к утрате общего интереса к такого рода поездкам.

Со временем выяснилось, что любое изменение исторических фактов, даже самое незначительное, было практически невозможно исправить. Это происходило, когда кто-то из путешественников не соблюдал правила игры и пытался увезти с собой какой-нибудь сувенир из этого места. Как в случае с самым известным Адамом Паркером, который с невероятной ловкостью сумел отрезать треугольный кусок красной туники Назарянина, вероятно, в тот момент, когда тот падал от усталости. Кража не повлияла на Священное Писание, но помогла Паркеру стать богатым и знаменитым, поскольку крошечный кусочек ткани стал стоить целое состояние, и многие путешественники, которые потрудились и потратили деньги, чтобы вернуться на тысячи лет назад, сделали это, чтобы увидеть, где у Назарянина отсутствует «треугольник Паркера».

Некоторые высказали возражения против такого рода путешествий, которые, по их утверждению, в конечном итоге разрушат историю, не давая нам этого заметить. Действительно, так и есть: каждое изменение, внесенное в любой день, приводит к бесконечным изменениям, век за веком, постепенно ослабляя или умножая свои последствия. Чтобы заметить минимальное изменение в тридцать третьем году, бесполезно обращаться к Священному Писанию, потому что все издания одинаково отреагируют на удар, полностью забыв о первоначальном факте. Была бы возможность отследить каждое изменение, планируя другие путешествия в годы, предшествующие году Варварии, но никому не было бы интересно такое предприятие, и не было бы никакой возможности его финансировать.

Уже не имеет значения и дискуссия о том, должна ли история оставаться такой, как есть, или ее можно изменять. Но последнее в любом случае опасно, поскольку невозможно предвидеть изменения, которые вызовет любое изменение. Мы знаем, что любое изменение может не быть катастрофическим для человеческого рода, но оно будет катастрофическим для отдельных людей: мы не будем теми, кто живет сейчас, а кем-то другим.

На противоположной позиции находятся наиболее радикальные религиозные группы. Разведывательные службы Барбарии недавно обнаружили, что группа евангелистов, принадлежащих к Истинной Церкви Бога в Сан-Паулу, отправится в путешествие в 33 год. Благодаря пожертвованиям своих верующих, группа смогла собрать многомиллионную сумму, которую Axa взимает за билет. Пока не удалось подтвердить намерения группы. Говорят, что они намерены взорвать Голгофу и поджечь Иерусалим в момент распятия, чтобы таким образом мы достигли столь желанного Конца времен. Вся история исчезнет; все, включая евреев, признают свою ошибку, обратятся в христианство в 33 году, и весь мир будет жить под властью Бога, как описано в Евангелиях. Что оспаривается другими людьми.

Другие не могут понять, как путешественники могут присутствовать при распятии, не пытаясь его предотвратить. Теологический ответ очевиден: те, кто меньше всего заинтересован в предотвращении мученической смерти Мессии, — это его собственные последователи. Но для остальных, которые составляют большинство, Акса установила свои собственные этические правила: «Так же, как мы не предотвращаем смерть слуги в лапах льва, когда путешествуем по Африке, мы не должны предотвращать кажущиеся несправедливости, совершаемые по отношению к Назарянину. Наш моральный долг — сохранить природу и историю в их нынешнем виде». Распятие является наследием человечества, но, прежде всего, его права были полностью приобретены Axa.

Фактически, изменения будут становиться все более неизбежными. После шести лет путешествий в тридцать третьем году у подножия креста можно увидеть крышки от напитков и надписи химическим карандашом на главном столбе, некоторые из которых гласят: «Я верю в своего Господа», а другие просто указывают имя того, кто был там, вместе с датой отправления, чтобы будущие поколения путешественников помнили об этом. Конечно, компания также начинает уступать давлению недовольных клиентов, стремясь к радикальному улучшению услуг. Например, Barbaria только что отправила технического представителя в 26 год, чтобы он обеспечил производство пяти тысяч кубометров асфальта и договорился с Пилатом о строительстве более удобного коридора для Via Dolorosa, что сделает путешествие паломников менее утомительным, а также будет милосердным жестом по отношению к Назарянину, который не раз ломал ноги о камни, которые не видел на своем пути. Было подсчитано, что это улучшение не повлечет за собой изменений в Священном Писании, поскольку там не проявляется особой заботы об урбанистике города.

Этими мерами Axa намеревается уберечься от потока жалоб, которые она получает из-за предполагаемых недостатков обслуживания, в последнее время сталкиваясь с очень дорогостоящими судебными разбирательствами со стороны клиентов, которые потратили целое состояние и не вернулись довольными. Причина жалоб не всегда заключается в сильной жаре Иерусалима или в пробках, в которых оказывается застрявшая город в день распятия. В основном это связано с неудовлетворенными ожиданиями путешественников. Компания защищается, заявляя, что Священное Писание не было написано под ее контролем качества, а является лишь историческими документами и, следовательно, преувеличенными. Там, где умирает Назарянин, вместо глубокой и тревожной ночи небо лишь слегка темнеет из-за чрезмерной концентрации облаков, и ничего больше. Католики заявили, что этот факт, как и все упомянутые в Евангелиях, следует рассматривать в его символическом, а не просто описательном значении. Но большинство людей не удовлетворили ни ответ Axa, ни ответ Папы Иоанна XXV, который выступил в защиту транснациональной корпорации, благодаря которой люди теперь могут быть ближе к Богу.

Хорхе Маджфуд

Иерусалим, 1995

En nombre del bien supremo

En nombre del bien supremo


A la sexta o séptima noche de encierro, tal como había predicho el doctor, se le quitaron las manchas de la peste. Cuando lo subieron esa tarde oscura, y vimos que esta vez el reo estaba limpio, procedimos inmediatamente a ejecutar el mandato democrático del jurado.

El tiempo había desmejorado. Un clima imposible se instaló durante tres días sobre el desierto de Aurora. Soplaba un viento gélido del norte, cargado de lascas de hielo que pinchaban la piel de la cara. Abajo, en el aljibe, Santoro no había notado este cambio. Pero afuera el frío era insoportable. Quizá este fenómeno había sido una de las razones para que las cosas se precipitaran. La espera en la plaza comenzaba a impacientar a la gente; corrían el riesgo, también nosotros, de pescarnos una nueva epidemia.

Llevaron a Santoro a la plaza Matriz, en un carretón cerrado, vigilado por dos muchachos que no conocía. Iban uniformados. En sus rostros aún podían verse vestigios de una infancia muy reciente, disimulada por un gesto adusto que habrían copiado de algún alférez experimentado, que les había enseñado a ser hombres y a amar a su patria con fanática obediencia. Sus ojos reflejaban todo el orgullo de guerreros a sueldo que aún no han muerto.

En la plaza se había reunido todo el pueblo. El alivio que había comenzado a sentir al salir de la torre de Abel terminó cuando escuchó de lejos a la multitud, murmurando. Era como si en su cabeza hubiesen apoyado una pesada máquina moledora de maíz y en ese momento la hubiesen puesto a funcionar.

Una vez en la plaza, lo empujaron hacia el centro y le desataron las manos. El nuevo monaguillo dijo una frase en latín que Santoro no comprendió. Luego un funcionario con uniforme azul puso en sus manos un hacha de picar leña y me indicó el camino. En el centro habían construido una plataforma de madera. Olía a leña fresca. Arriba estaba el asesino, revolcándose, envuelto en una tela negra.

—Terminemos con esto de una sola vez —dijo el hombre y se retiró.

Santoro hizo un gesto de desaprobación; o de temor. Tomó el hacha pero la dejó caer al suelo. Una expresión de fastidio general se hizo sentir con pocas palabras. A un costado, pero muy cerca de allí, un grupo de mujeres murmuraba una oración, tal vez un rosario en latín. Al principio, pocos las reconocieron por sus vestidos largos y oscuros. No eran las monjas teresitas, porque las santas del convento nunca salían de sus oraciones. Probablemente no supieran que ya se había resuelto el enigma del Mayor Augusto (probablemente no supieran que el Mayor Augusto había sido asesinado ni mucho menos que se murmuraban obscenas relaciones con su hija).

Luego se supo que las mujeres pertenecían a una rama escindida de la iglesia del pastor George Ruth Guerrero y, a pesar de sus votos protestantes, habían encontrado en el estudio del latín un camino al origen de la verdadera fe.

Pero en la deforme cabeza de Santoro estas palabras incomprensibles rebotaron sin encontrar un sentido. Miró hacia los costados y vio una multitud sin límites, llenando cada uno de los rincones de la plaza y de las calles y los callejones que iban a dar ahí. No gritaban, pero rugían como el mar que había visto en una película, días antes. La máquina de moler maíz volvió a dar vueltas y a hacer estallar los granos mientras el asesino se revolcaba en el centro, emitiendo gemidos que no se oían claramente porque un paño le llenaba la boca.

Advirtiendo la incipiente desobediencia de reo, el alguacil se abrió paso entre la multitud hasta alcanzar el centro. Con una estaca trazó una línea casi imaginaria en el suelo gastado de la plaza, y dijo:

—Aquellos que son del lado de la justicia, deste lado, e aquellos que no, dellotro.

Hubo alguna tímida protesta, pero finalmente todos se pusieron “deste lado”. Es decir, el asesino y Santoro quedaron del otro.

—No tiene nada que temer —intentó consolarlo Aquines Moria—. Cumpla con su deber de ciudadano e cruce la línea. Sus hijos serán agradecidos un día. Tendrá pagado ansí todos sus pecados e los pecados de sus padres.

—¡Vamos, no tenemos toda la noche! ¡Congelamos nos!

Cumplió con su deber. Golpeó al asesino con el revés del hacha. No quería cortarlo, no quería sentir el filo en la carne, no quería ver sangre. Sólo quería que se dejara de mover, como un pez afuera del agua. Sólo quería acortarle el tormento de alguien que sabe va a morir, tarde o temprano, en medio de una multitud excitada y gozosa.

—¡Mata élo, mata élo de una vez!

Le dio otro golpe, esta vez un poco más fuerte que el anterior.

—¡Divino! ¡Mata amí también! —gritaba una mujer, tocándose los senos.

—Isso es, mi gallo, mata élo de una vez —gritaban todos al mismo tiempo.

—¡Mata élo! —uno.

—Sabía que no iba a nos defraudar —otro.

—Es uno déllos nuestros —y otro más.

Siguió golpeando con fuerza la bolsa negra, pero no había caso. No había forma que se quedara quieta.

—¡Divino! —seguía gritando la mujer de los senos enormes—. No apurés vos tanto.

—Sí, termina élo de una vez —pedía otro.

—¡En la testa!

—En la mollera, más aí.

—Eso es, en la testa.

Sin duda, era una buena idea. Con la algarabía, no se le había ocurrido. Tenía que haber comenzado por allí, con un solo y preciso golpe. Esa hubiese sido la mejor forma de evitarle tanto dolor.

—¡Termina élo, termina élo!

Fue en la cabeza. Sólo así dejó de retorcerse y la gente saltó de alegría.

El Santoro estuvo sin sentido un largo rato. Cuando el griterío aflojó, como una tormenta de arena que se retira, Santoro se acercó al asesino y lo sacó de la bolsa. Tenía el traje de pájaro puesto. Lo habían agarrado así o lo habían obligado a ponérselo, para terminar no sólo con el asesino del Mayor Augusto sino, sobre todo, con el mito del pájaro justiciero; mito que seguramente a esa altura ya se había confundido con el gallo negro, el cual, se decía, no era posible verlo dos veces sin morir de un infarto.

Sus ojos apenas se movieron para quitarse la sangre que no le dejaban ver.

—No sufras, hermano —dijo el pájaro—; yo maté al Mayor Augusto. Alguien tenía que hacerlo…

Estaba reventado. Quiso decir algo, algo importante, algo que debía importarle más a Santoro que al pájaro (o eso le pareció a Santoro). Pero su rostro se quedó en una especie de sonrisa pensativa. Y no parpadeó más.

A partir de ese día, todo volvió al orden en Aurora, lentamente. Santero, el loco de la trompeta, se sentó extramuros a esperar el tren y allí permaneció como un mendigo. Secretamente, todos sabían qué esperaba y, también en secreto, todos esperaban la aparición del tren, por última vez. Mientras tanto, Santoro pregonaba que el desierto sepultaría la ciudad maldita. Le perdonaron esta repetida ofensa porque estaba loco, porque sus días estaban contados y porque finalmente reconocieron que Evita, la duna mayor, comenzaba a desbordar la muralla de Santiago. La próxima tormenta de arena —decía Santoro—, la próxima tormenta olvidará la ciudad santa. Entonces, la despreciable humanidad nunca se enterará de su orgullosa existencia, de su heroica misión en la tierra.

La noche siguiente, algunos seguidores del pájaro recordaron, en voz baja, en un rincón de la placita triangular de San Patricio, el día del juicio. Recordaron cómo su propio hermano lo había matado con un hacha, desprendiéndole las piernas del resto del cuerpo. Y alguno, incluso, dijo que antes de morir, poco antes de alzar el vuelo, el pájaro había recitado:

Realidad es la locura que permanece
y locura es esta realidad

que ya se desvanece

Y como una maldición, continuaron recordando otros versos. Nadie sabe quiénes fueron los primeros en guardar los hechos de la Restauración y los versos prohibidos de Aurora. Ni siquiera, nadie supo si algunos versos habían sido recordados la noche siguiente a la ejecución o nacían de las bocas murmurantes de los nuevos recitadores. Pero en cualquier caso, decían que eran los versos del pájaro y su virtud consistía en haber continuado escribiendo muchos años después de su muerte. No más allá de Aurora, porque quienes lo intentaron murieron ahogados en el desierto que, junto con sus muros de espesura sobrehumana, protege a la ciudad santa.

Algún lugar del mundo, setiembre 2007

 

 

La sociedad amurallada

La sociedad amurallada

Con el paso de los años, y gracias a una atenta observación de sus clientes, el doctor Salvador Uriburu había descubierto que la mayoría de la población de Calataid carecía del origen europeo que alardeaba. En sus ojos, en sus manos, persistían los esclavos nígros que repararon las murallas en el siglo IX y seguramente los más antiguos esclavos que construyeron las cisternas en tiempos de Garama. En sus gestos rituales persistían los seguidores de Kahina, la sacerdotisa del desierto africano convertida al judaísmo antes de la llegada del islam. Dentro de la minoría blanca, también la diversidad era notable, pero había sido puesta en suspenso mientras estaban ocupados en considerarse la clase representativa (y fundadora) del pueblo. Los mismos ojos azules podían encontrarse detrás de unos párpados rusos o detrás de otros irlandeses; los mismos cabellos rubios podían cubrir un cráneo germano u otro gallego. ¿Cómo era posible -había escrito Salvador Uriburu- que un pueblo tan diverso fuese tan racista y, al mismo tiempo, desbordara tanto patriotismo, tanto amor fanático por una misma bandera? ¿Cómo se puede venerar el conjunto y al mismo tiempo despreciar las partes que lo conforman? Al menos que la veneración patriótica no sea otra cosa que la Mentira Necesaria que una de las partes alimenta para usar a las otras partes en beneficio propio.

En una de sus últimas apariciones públicas, en mayo de 1967, en la sala de notables del club Libertad, el doctor Uriburu había ensayado un ejercicio que molestó a los nuevos tradicionalistas, una vez que fueron capaces de descifrar el cuestionamiento. Salvador Uriburu había dibujado, en una pizarra negra, una serie de al menos 15 triángulos, círculos y cuadrados. Cuando preguntó a los presentes cuántos tipos de dibujos veían allí, todos estuvieron de acuerdo en que veían tres. Cuando les pidió que eligieran uno de esos tres tipos, todos eligieron el grupo de los triángulos, y el doctor volvió a preguntarles cuántos grupos veían en el grupo de triángulos. Todos dijeron que había, por lo menos, dos grupos: un grupo de triángulos isósceles y un grupo de triángulos rectángulos.

—Más o menos isósceles y más o menos rectángulos —dijo uno con perspicacia, advirtiendo que los dibujos no eran perfectos.

—Las figuras no son perfectas —confirmó Salvador Uriburu—, como los humanos. Y como los humanos todos vieron primero las diferencias, aquello que las figuras tenían de diferente, antes que ver lo que tenían en común.

—No es verdad —dijo alguien—, los triángulos tienen algo en común entre sí. Cada uno tiene tres lados, tres ángulos.

—También los círculos y los cuadrados tienen algo en común: todos son figuras geométricas. Pero nadie observó que también había un único grupo de dibujos, el grupo de las figuras geométricas.

Salvador Uriburu no puso nombres ni aclaró el ejemplo, como era su costumbre. A quien le caiga el sayo que se lo ponga. Pero después de meses de discutir la extraña y pedante exposición de las figuritas del doctor, el pastor George Ruth Guerrero llegó a la conclusión de que este tipo de pensamiento le venía al doctorcito de la secta de los humanistas y, seguramente, de los alumbrados.

—El grupo de las figuras geométricas —concluyó el pastor, con el índice erecto— representaba a la humanidad e cada grupo de figuras representaba una raza, una religión, una desviación e ansí sucesivamente. Los humanistas quieren facernos creer que la verdad no existe; que es igual la fe de los moros e de los judíos que la verdadera fe de los cristianos, la raza de los elegidos e la raza de los pecadores, la moral de nostros padres e la sodomía de los modernos, los vestidos de nostras mujeres e la desnudez impúdica de las nigerianas.

Lo acusaron de gnóstico. Se sabía, por rumores y por revistas llegadas de la Francia, que el Heterodoxo había conquistado el resto de Europa con una creencia insólita: la verdad no existía; cualquier herejía podía ser tomada como un sustituto de la verdadera fe y de la razón lógica. Y se decía que alguien intentaba introducir todo eso en Calataid.

La alusión fue directa, pero el doctor Uriburu no respondió. La última vez que entró en la sala de notables, en agosto de 1967, se esperaba que dijera que estaba a favor o en contra de esta superstición, que definiera, de una vez por todas, de qué lado estaba. En lugar de esto, salió con otra de sus figuras que no se correspondía con su profesión de científico, y mucho menos con la del creyente, lo que demostraba su irremediable descenso en el misticismo, en la secta de los alumbrados que, se decía, se reunía todos los jueves en una cámara desconocida de las antiguas cisternas.

—Una vez un hombre subió a una montaña de arena —dijo— y al llegar a la cumbre decidió que ésa era la única montaña del desierto. Sin embargo, enseguida advirtió que otros habían hecho lo mismo, desde otras cumbres. Entonces dijo que la suya, la que estaba bajo sus pies, era la verdadera. Otro hombre, tal vez una mujer, decidió bajar de su duna y subió a otra, y luego a otra, hasta que comprendió (quizás sobre la duna más alta) que las dunas eran muchas, infinitas para sus fuerzas. Entonces, cansado, dijo que el desierto no era una duna de arena en particular, sino todas las dunas juntas. Dijo que había unas dunas más altas y otras más pequeñas, que un solo puñado de arena, de cualquiera de ellas, no representaba a una duna en particular sino a todo el desierto, pero que ninguno, como ninguna de las dunas, era el desierto, completamente. También dijo que las dunas se movían, que aquella duna verdadera, que permitía la única perspectiva del desierto y de sí mima, cambiaba permanentemente de tamaño y de lugar, y que ignorarlo era parte inseparable de cualquier verdad única. A diferencia de otro caminante exhausto, este descubrimiento no lo llevó a negar la existencia de todas las dunas, sino la pretensión arbitraria de que sólo había una en la inmensidad del desierto. Negó que un puñado de arena tuviera menos valor y menos permanencia que aquella duna arbitraria y pretenciosa. Es decir, negó unas ideas y afirmó otras; no fue indiferente a la eterna búsqueda de la verdad. Y por eso fue igualmente perseguido en nombre del desierto, hasta que una tormenta de arena puso fin a la disputa.

Un silencio indescriptible siguió al nuevo enigma del doctor. Luego un murmullo reprimido llenó la sala. Alguien tomó la palabra para anunciar el final de la reunión y recordó la fecha de la próxima. Sonó la campana; todos se levantaron y salieron sin saludarlo. Sabía que también les molestaba que dudase de la tolerancia y de la libertad de Calataid, recurriendo a metáforas como si fuese una víctima de la Inquisición o viviese en tiempos del bárbaro Nerón.

Uriburu se quedó sentado, mirando por la ventana los viejos y rapaces que pasaban montando en bicicletas y no podían verlo, con las manos en los bolsillos de su saco, jugando con un puñado de arena. Perdió la razón veinte días después. Un extraño diagnóstico, de su puño y letra, concluía que Calataid padecía de “autismo social”. El autismo, decían sus libros, es producto del crecimiento acelerado del cerebro que, en lugar de aumentar la inteligencia, la reduce o la hace inútil debido a la presión de la masa encefálica contra las paredes del cráneo. Para el doctor Uriburu, más preocupado por la arqueología que por la biología, las murallas de Calataid habían provocado el mismo efecto con el crecimiento de su orgullo o de población. Por lo tanto, era inútil pretender curar a los individuos si la sociedad estaba enferma. De hecho, suponer que la sociedad y los individuos son dos cosas diferentes es un artificio de la vista y de la medicina, que identifica cuerpos, no espíritus. Y Calataid era incapaz de relacionar dos hechos diferentes con una explicación común. Más aún: era incapaz de reconocer su propia memoria, grabada escandalosamente en las piedras, en los vacíos húmedos de sus entrañas, y negada o encubierta por el más reciente invento de una tradición.

Jorge Majfud

Del libro Perdona nuestros pecados (2007)

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