El misterio del pueblo palestino

Los palestinos nunca existieron como pueblo cuando reclaman sus derechos humanos. Sí existieron como el pueblo Amalek hace tres mil años, cuando hay que masacrarlos.

Los palestinos son gente muy rara. Como las partículas subatómicas, según la física cuántica y según los sionistas, tienen la capacidad de existir de dos formas diferentes y en distintos lugares al mismo tiempo. Son y no son.

No existen, pero hay que “matarlos a todos”, como dijo la congresista Andy Ogles en Washington. “Borren toda Gaza de la faz de la Tierra”, insistió la congresista israelí Galit Distel Atbaryan; “cualquier otra cosa es inmoral”. El ministro de defensa israelí, Ben-Gvir, fue claro: “¿Por qué hay tantos arrestos? ¿No puedes matar a algunos? ¿Qué vamos a hacer con tantos arrestados? Eso es peligroso para los soldados”. El ministro de finanzas de Israel, Bezalel Smotrich, dijo en una reunión televisada de gabinete: “Rafah, Deir al-Balah, Nuseirat, todos deben ser aniquilados” según orden de Dios: “Borrarás la memoria de Amalec debajo del cielo”. En diferentes ocasiones, el primer ministro Benjamín Netanyahu, refiriéndose a los palestinos repitió: “Debes recordar lo que Amalec te ha hecho, dice nuestra Santa Biblia”. El profesor de Estudios Judíos Motti Inbari aclaró las palabras de Netanyahu: “El mandamiento bíblico es destruir completamente todo Amalec. Y cuando hablo de destruir completamente, estamos hablando de matar a todos y cada uno de ellos, incluidos los bebés, sus propiedades, los animales, todo”. El miembro del Likud Danny Neumann declaró en la televisión: “En Gaza todos son terroristas. Deberíamos haber matado a 100.000 el primer día. Muy pocos en Gaza son seres humanos”. El ministro de Patrimonio, Amihai Eliyahu propuso ahorrar tiempo y arrojar una bomba atómica sobre Gaza para cumplir con el mandato divino.

En los primeros siete meses de bombardeos, 40 mil hombres, niños y mujeres han sido destrozados por las bombas, sin contar desaparecidos, desplazados, afectados por la hambruna, las enfermedades, las mutilaciones y los traumas irreversibles. Pero desde Netanyahu hasta el presidente Joe Biden, “lo que está haciendo Israel no es genocidio; es defensa propia”. Si un grupo armado responde con violencia (algo reconocido como derecho por la ley internacional), pues se trata de terroristas.

Quienes no se dejan matar son terroristas. Quienes critican la matanza, como los estudiantes estadounidenses, son terroristas. Por eso, en Europa y Estados Unidos, a las protestas contra la masacre en Gaza se las reprime a palos con la policía militarizada, mientras los violentos ataques sionistas y los desfiles nazis son observados con respeto. Porque los poderosos son así de cobardes. Sin poderosas armas, sin medios dominantes y sin capitales secuestrados no son nadie. El brazo duro para el saludo fascista y la mano temblorosa para cuestionar una masacre contra la humanidad de quienes no puede defenderse.

Según los sionistas, Palestina nunca existió y los palestinos nunca existieron. Cuando, por el acuerdo de los sionistas con Hitler, los palestinos inexistentes debieron recibir a los refugiados del nazismo en Europa, los inexistentes eran la abrumadora mayoría de la población desde el río hasta el mar. Los barcos que llegaban “con buen material genético” según los sionistas, llegaron en barcos con banderas nazis y británicas. Cuando en 1947 el Exodus, con 4.500 refugiados se aproximaba a Haifa, el capitán británico les advirtió a sus pasajeros que serían arrestados al llegar, porque el Imperio Británico no permitía la inmigración ilegal. “Si se resisten al arresto, deberemos usar la fuerza”. Al llegar a Palestina, los refugiados desplegaron un cartel que rezaba: “Los alemanes destruyeron nuestras familias. Por favor, no destruyan nuestras esperanzas”. Muchos refugiados permanecieron detenidos, pero un cuarto de millón logró entrar en Palestina, al menos 70 mil de forma ilegal y por la fuerza.

Pronto, una parte (no sabemos qué porcentaje) de las víctimas de Europa se convertirían en los victimarios de Medio Oriente. El plan sionista fue apoyado por una campaña de atentados terroristas en Palestina con bombas que volaron hoteles, estaciones de policía y masacraron cientos de palestinos. Folke Bernadotte, el diplomático sueco que posibilitó la liberación de varios cientos de judíos de campos de concentración nazis en 1945, fue asesinado en Jerusalén dos años después por Leji, grupo sionista que se autodefinía como terrorista y como “luchadores por la libertad”. Leji, una facción de otro grupo terrorista, Irgun, había negociado con los nazis alemanes la creación de Israel como estado totalitario aliado al Reich de Hitler. Cuando esta alianza no prosperó, intentaron con Stalin, con el mismo resultado. Uno de los (ex)terroristas de Irgun, el bielorruso Menachem Begin, se convirtió en primer ministro de Israel en 1977. Lo sucedió uno de los (ex)terroristas de Leji, también bielorruso, Isaac Shamir, quien se convirtió en Primer ministro de Israel en 1983. Naturalmente, todos cambiaros sus nombres y apellidos de nacimiento.

Desde antes de la creación del Estado de Israel, los inexistentes habitantes de Palestina comenzaron a ser despojados de sus casas para recibir a los refugiados. Algunos refugiados judíos y algunos inexistentes palestinos se resistieron al despojo y al exilio, por lo que hubo que recurrir a la fuerza, a una forma especial de derecho a la existencia no reconocida al resto de la humanidad y a la ira de un dios impiadoso, temido por el mismo resto de la humanidad. A principios del año 2024, la directora de cine israelí Hadar Morag recordó: “Cuando mi abuela llegó aquí a Israel, después del holocausto, la agencia judía le prometió una casa. Ella no tenía nada. Toda su familia había sido exterminada. Esperó mucho tiempo, viviendo en una tienda de campaña en una situación muy precaria. Luego la llevaron a Ajami en Jaffa, a una maravillosa casa en la playa. Vio que sobre la mesa todavía estaban los platos de los palestinos que habían vivido allí y que habían sido expulsados. Regresó a la agencia y dijo ‘llévame de regreso a mi tienda, nunca le haré a nadie lo que me han hecho a mí’. Ésta es mi herencia, pero no todos tomaron esa decisión. ¿Cómo podemos convertirnos en aquello que nos oprimió? Ésta es una gran pregunta”.

Algunos de los inexistentes palestinos recibieron a los judíos refugiados cuando ni en Estados Unidos los querían, cuando hasta un presidente como Roosevelt envió de regreso en el St. Louis casi mil judíos refugiados a morir en los campos de concentración de Europa. Cuando en 1948 la ONU creó dos Estados, Israel y Palestina, Israel decidió que ni Palestina ni los palestinos existían, aunque para que ocurriese el milagro cuántico debieron robar sus casas y sus tierras, debieron desplazarlos en masa y matarlos con alegría. Al mismo tiempo que se lamentaban del trabajo sucio que debían hacer. “Nunca les perdonaremos a los árabes por obligarnos a matar a sus hijos”, dijo la inmigrante ucraniana y luego primer ministra Golda Meir. “Los palestinos nunca existieron”, dictaminó en 1969. “Fui palestina de 1921 a 1948 porque tenía un pasaporte palestino”, agregó un año después. Como decir que Alemania es un invento de Hitler y von Papen o que Gran Bretaña es Prusia porque su himno (“Dios salve a la Reina”) suena igual que el himno de Prusia (“Dios con nosotros”).

Las referencias a los árabes y palestinos como animales o subhumanos no es algo nuevo. Es un género clásico del racismo supremacista sionista que a nadie en el mundo imperial y civilizado ofende. Ese mismo mundo civilizado que no tolera escuchar la palabra negro pero no quiere recordar ni reconocer (menos indemnizar) los cientos de millones de negros masacrados por la prosperidad de sus pueblos elegidos. Como hicieron los nazis con los judíos, antes de masacrarlos sin remordimiento necesitaron deshumanizar al otro.

En 1938, uno de los líderes del grupo terrorista sionista Irgun, el bielorruso Yosef Katzenelson, afirmó: “Debemos crear una situación en la que matar a un árabe sea como matar a una rata. Que se entienda que los árabes son basura y que nosotros, no ellos, somos el poder que gobernará Palestina”. En 1967, el diplomático israelí David Hacohen afirmó: “No son seres humanos, no son personas, son árabes”. En noviembre de 2023, el ex embajador de Israel ante la ONU, Dan Gillerman, declaró: “Estoy muy desconcertado por la preocupación constante que el mundo muestra por el pueblo palestino y que de hecho muestra por estos animales horribles e inhumanos que han cometido las peores atrocidades que ha visto este siglo”. Pero si alguien nota que esto es racismo puro y duro, es acusado de antisemita, es decir, de racista.

Los palestinos no existen, pero si se defienden, son terroristas malos. Si no se defienden, son terroristas buenos. Si se dejan masacrar, son terroristas inexistentes. En Gaza “cualquier persona mayor de cuatro años es partidaria de Hamás”, dijo el ex agente del Mossad Rami Igra a la televisión estatal. “Todos los civiles en Gaza son culpables y merecen enfrentarse a la política israelí de castigo colectivo, que impide recibir alimentos, medicinas y ayuda humanitaria”. Se le cayó la nota sobre los bombardeos sistemáticos e indiscriminados que todos los días decapitan y destrozan decenas de niños, incluso menores de cuatro años, que vendrían a ser subhumanos, animales, ratas, pero todavía no terroristas graduados.

Israel sí tiene derecho a defenderse, el que incluye cualquier otro derecho humano y divino: derecho a desplazar, derecho a ocupar, derecho a secuestrar, derecho a encarcelar y torturar sin límites a menores de edad de un pueblo inexistente.

Derecho a que nadie critique su derecho.

Derecho a considerarse un pueblo superior, por gracia de Dios y por gracia de su naturaleza especial, de su espíritu superior hasta donde los goys nunca llegarán.

Derecho a llorar por las victimas que ocasiona esta superioridad étnica y derecho a llorar por las víctimas que le ocasionan los subhumanos, las ratas humanas.

Derecho a comprar a presidentes, a senadores, a representantes y a jefes de redacción de otros países, como Estados Unidos.

Derecho a arruinarle la carrera y la vida a cualquiera que cometa la osadía de cuestionar algunos de estos derechos bajo la acusación de antisemitismo.

Derecho a masacrar cuando lo considere necesario.

Derecho a matar hasta por diversión cuando sus soldados están aburridos.

Derecho a bailar y celebrar cuando diez toneladas de bombas masacran decenas de refugiados en un campamento lleno de gente hambreada.

Todo porque los palestinos son y no son. Según este cuento supremacista y mesiánico, los palestinos nunca existieron como pueblo cuando reclaman sus derechos humanos. Sí existieron como el pueblo Amalek hace tres mil años, como habitantes de un pueblo que había que desplazar y exterminar “hasta que no quede ni uno” de esos seres ficticios, inexistentes.

Ahora, si no crees este cuento, sólo repítelo una infinidad de veces y entenderás que es la pura verdad. Una verdad que si te atreves a cuestionarla te conviertes en un terrorista, como la mujer de Lot se convirtió en una estatua de sal por su osadía de desobedecer y mirar hacia atrás donde, dicen, Dios estaba masacrando a un pueblo por la orientación sexual de algunos de ellos.

Jorge Majfud, mayo 2024.

O mistério do povo palestino. Por Jorge Majfud.

Os palestinos nunca existiram como um povo quando reivindicam seus direitos humanos. Eles existiam como o povo Amaleque há três mil anos, quando tiveram de ser massacrados.

Os palestinos são pessoas muito estranhas. Como as partículas subatômicas, segundo a física quântica e conforme os sionistas, eles conseguem existir em duas formas diferentes e em lugares diferentes ao mesmo tempo. Eles são e não são.

Eles não existem, mas “tem que matar todos eles”, como disse a congressista Andy Ogles em Washington. “Limpem toda Gaza da face da Terra”, insistiu a congressista israelense Galit Distel Atbaryan; “qualquer outra coisa é imoral”. O ministro da defesa israelense, Ben-Gvir, foi claro: “Por que há tantas prisões? Não é possível matar alguns deles? O que faremos com tantos presos? Isso é perigoso para os soldados”. O ministro das finanças de Israel, Bezalel Smotrich, disse em uma reunião de gabinete televisionada: “Rafah, Deir al-Balah, Nuseirat, todos devem ser aniquilados”, conforme a ordem de Deus: “Você apagará a memória de Amaleque sob os céus”. Em diferentes ocasiões, o primeiro-ministro Benjamin Netanyahu, referindo-se aos palestinos, repetiu: “Vocês devem se lembrar do que Amaleque fez a vocês, diz nossa Bíblia Sagrada”. O professor de estudos judaicos Motti Inbari esclareceu as palavras de Netanyahu: “O mandamento bíblico é destruir completamente todo o Amaleque. E quando falo em destruir completamente, estamos falando em matar cada um deles, incluindo os bebês, suas propriedades, os animais, tudo”. Danny Neumann, membro do Likud, declarou na televisão: “Todos em Gaza são terroristas. Deveríamos ter matado 100.000 no primeiro dia. Muito poucos em Gaza são seres humanos”. O Ministro do Patrimônio, Amihai Eliyahu, propôs economizar tempo e lançar uma bomba atômica em Gaza para cumprir o mandato divino.

Nos primeiros sete meses de bombardeio, 40.000 homens, mulheres e crianças foram destruídos por bombas, sem contar os desaparecidos, os desabrigados, os famintos, os doentes, os mutilados e os irreversivelmente traumatizados. Mas, de Netanyahu ao presidente Joe Biden, “o que Israel está fazendo não é genocídio; é autodefesa”. Se um grupo armado responde com violência (reconhecida como um direito segundo a lei internacional), então eles são terroristas.

Aqueles que não se permitem ser mortos são terroristas. Aqueles que criticam a matança, como os estudantes estadunidenses, são terroristas. É por isso que, na Europa e nos Estados Unidos, os protestos contra o massacre em Gaza são reprimidos pela polícia militarizada, enquanto os violentos ataques sionistas e as paradas nazistas são observados com respeito. Porque é assim que os poderosos são covardes. Sem armas poderosas, mídia dominante e capital sequestrado, eles não são ninguém. Um braço rígido para a saudação fascista e uma mão trêmula para questionar um massacre contra a humanidade contra aqueles que não podem se defender.

Conforme os sionistas, a Palestina nunca existiu e os palestinos nunca existiram. Quando, pelo acordo dos sionistas com Hitler, os palestinos inexistentes deveriam receber os refugiados do nazismo na Europa, os inexistentes eram a maioria esmagadora da população, do rio ao mar. Os navios que chegavam “com bom material genético”, segundo os sionistas, chegavam em navios com bandeiras nazistas e britânicas. Quando, em 1947, o Exodus, com 4.500 refugiados, se aproximou de Haifa, o capitão britânico avisou aos passageiros que eles seriam presos na chegada, porque o Império Britânico não permitia a imigração ilegal. “Se vocês resistirem à prisão, teremos que usar a força”. Ao chegarem à Palestina, os refugiados exibiram um cartaz com os seguintes dizeres: “Os alemães destruíram nossas famílias. Por favor, não destruam nossas esperanças”. Muitos refugiados permaneceram detidos, mas um quarto de milhão conseguiu entrar na Palestina, pelo menos 70.000 ilegalmente e à força.

Em breve, uma parte (não sabemos a porcentagem) das vítimas da Europa se tornaria a vítima do Oriente Médio. O plano sionista foi apoiado por uma campanha de bombardeios terroristas na Palestina que explodiu hotéis, delegacias de polícia e massacrou centenas de palestinos. Folke Bernadotte, o diplomata sueco que facilitou a libertação de centenas de judeus dos campos de concentração nazistas em 1945, foi assassinado em Jerusalém dois anos depois pelo Leji, um grupo sionista que se descrevia como terrorista e “combatente da liberdade”. O Leji, uma facção de outro grupo terrorista, o Irgun, havia negociado com os nazistas alemães a criação de Israel como um estado totalitário aliado ao Reich de Hitler. Quando essa aliança fracassou, eles tentaram Stalin, com o mesmo resultado. Um dos (ex) terroristas do Irgun, o bielorrusso Menachem Begin, tornou-se primeiro-ministro de Israel em 1977. Ele foi sucedido por um dos (ex-)esquerdistas, também bielorrusso, Isaac Shamir, que se tornou primeiro-ministro de Israel em 1983. Naturalmente, todos eles mudaram seus nomes e sobrenomes de nascimento.

Desde antes da criação do Estado de Israel, os habitantes inexistentes da Palestina começaram a ser despojados de suas casas para receber refugiados. Alguns refugiados judeus e alguns palestinos inexistentes resistiram à desapropriação e ao exílio, de modo que a força teve de ser usada, uma forma especial de direito à existência não reconhecida pelo resto da humanidade e a ira de um deus impiedoso, temido pelo resto da própria humanidade. No início de 2024, a diretora de cinema israelense Hadar Morag relembrou: “Quando minha avó veio para Israel após o Holocausto, a agência judaica prometeu a ela uma casa. Ela não tinha nada. Toda a sua família havia sido exterminada. Ela esperou por muito tempo, morando em uma barraca em uma situação muito precária. Depois, eles a levaram para Ajami, em Jaffa, para uma casa maravilhosa na praia. Ela viu que na mesa ainda havia os pratos dos palestinos que moravam lá e que haviam sido expulsos. Ela voltou para a agência e disse: ‘Leve-me de volta para minha tenda, nunca farei a ninguém o que foi feito a mim’. Essa é a minha herança, mas nem todos tomaram essa decisão. Como podemos nos tornar aquilo que nos oprimiu?” Essa é uma grande questão.

Alguns dos palestinos inexistentes acolheram refugiados judeus quando nem mesmo os Estados Unidos os queriam, quando até mesmo um presidente como Roosevelt enviou de volta ao St. Louis quase mil refugiados judeus para morrer em campos de concentração na Europa. Quando, em 1948, a ONU criou dois Estados, Israel e Palestina, Israel decidiu que nem a Palestina, nem os palestinos existiam, embora, para o milagre quântico acontecer, eles tivessem que roubar suas casas e suas terras, tinham que deslocá-los em massa e matá-los com alegria. Ao mesmo tempo, lamentavam o trabalho sujo que tinham de fazer. “Nunca perdoaremos os árabes por nos obrigarem a matar seus filhos”, disse a imigrante ucraniana e, mais tarde, primeira-ministra Golda Meir. “Os palestinos nunca existiram”, declarou ela em 1969. “Eu fui palestina de 1921 a 1948 porque tinha um passaporte palestino”, acrescentou um ano depois. É como dizer que a Alemanha é uma invenção de Hitler e von Papen ou que a Grã-Bretanha é a Prússia porque seu hino (“Deus Salve a Rainha) soa igual ao hino da Prússia (“Deus conosco”).

As referências aos árabes e palestinos como animais ou sub-humanos não são novidade. É um gênero clássico de racismo supremacista sionista que não ofende ninguém no mundo imperial e civilizado. Esse mesmo mundo civilizado que não tolera ouvir a palavra “negro”, mas não quer lembrar ou reconhecer (e muito menos compensar) as centenas de milhões de negros massacrados para a prosperidade de seus povos escolhidos. Como os nazistas fizeram com os judeus, antes de massacrá-los sem remorso, eles precisavam desumanizar o outro.

Em 1938, um dos líderes do grupo terrorista sionista Irgun, o bielorrusso Yosef Katzenelson, declarou: “Precisamos criar uma situação em que matar um árabe seja como matar um rato. Que fique claro que os árabes são lixo e que nós, e não eles, somos a força que governará a Palestina”. Em 1967, o diplomata israelense David Hacohen disse: “Eles não são seres humanos, não são pessoas, são árabes”. Em novembro de 2023, o ex-embaixador de Israel na ONU, Dan Gillerman, declarou: “Estou muito intrigado com a preocupação constante que o mundo demonstra pelo povo palestino e, na verdade, demonstra por esses animais horríveis e desumanos que cometeram as piores atrocidades que este século já viu”. Mas se alguém percebe que isso é racismo absoluto, é acusado de ser antissemita, ou seja, racista.

Os palestinos não existem, mas se eles se defenderem, são maus terroristas. Se não revidarem, são bons terroristas. Se permitirem que sejam massacrados, são terroristas inexistentes. Em Gaza, “qualquer pessoa com mais de quatro anos é um apoiador do Hamas”, disse o ex-agente do Mossad Rami Igra à televisão estatal. “Todos os civis de Gaza são culpados e merecem enfrentar a política de punição coletiva de Israel, que os impede de receber alimentos, remédios e ajuda humanitária.” Ele deixou de lado a nota sobre o bombardeio sistemático e indiscriminado que todos os dias decapita e destrói dezenas de crianças, até mesmo com menos de quatro anos, que seriam sub-humanos, animais, ratos, mas ainda não seriam terroristas graduados.

Israel tem, sim, o direito de se defender, o que inclui todos os outros direitos humanos e divinos: o direito de deslocar, o direito de ocupar, o direito de sequestrar, o direito de prender e torturar sem limites menores de um povo inexistente.

O direito de não ter ninguém criticando seu direito.

O direito de se considerarem um povo superior, pela graça de Deus e pela graça de sua natureza especial, de seu espírito superior, para onde os goys jamais irão.

O direito de lamentar as vítimas causadas por essa superioridade étnica e o direito de lamentar as vítimas causadas pelos sub-humanos, os ratos humanos.

O direito de comprar presidentes, senadores, deputados e editores-chefes de outros países, como os Estados Unidos.

O direito de arruinar a carreira e a vida de qualquer um que se atreva a questionar qualquer um desses direitos sob a acusação de antissemitismo.

O direito de massacrar quando julgar necessário.

O direito de matar até mesmo por diversão quando seus soldados estiverem entediados.

O direito de dançar e comemorar quando dez toneladas de bombas massacram dezenas de refugiados em um campo cheio de pessoas famintas.

Tudo porque os palestinos são e não são. De acordo com essa história supremacista e messiânica, os palestinos nunca existiram como povo quando reivindicam seus direitos humanos. Eles existiram, sim, como o povo Amaleque há três mil anos, como habitantes de um povo que teve de ser deslocado e exterminado “até que não restasse um único” desses seres fictícios e inexistentes.

Agora, se você não acredita nessa história, basta repeti-la um número infinito de vezes e você entenderá que ela é a verdade. Uma verdade que, se você ousar questioná-la, se tornará um terrorista, como a mulher de Ló se tornou uma estátua de sal por ousar desobedecer e olhar para trás, onde, dizem, Deus estava massacrando um povo devido à orientação sexual de alguns deles.

Maio de 2024.

Tradução: TFG, para Desacato.info.

Le mystère du peuple palestinien : il existe et en même temps, il n’existe pas

Jorge Majfud, 

Traduit par Fausto GiudiceTlaxcala

 Les Palestiniens n’ont jamais existé en tant que peuple lorsqu’ils revendiquent leurs droits humains. Ils ont existé en tant que peuple Amalek il y a trois mille ans, quand il faut les massacrer.

Les Palestiniens sont un peuple très étrange. Comme les particules subatomiques, selon la physique quantique et selon les sionistes, ils ont la capacité d’exister sous deux formes différentes et dans des lieux différents en même temps. Ils sont et ils ne sont pas.

Ils n’existent pas, mais « tuez-les tous », comme l’a dit la députée Andy Ogles à Washington. « Effacez tout Gaza de la surface de la terre », a insisté la députée israélienne Galit Distel Atbaryan, « toute autre chose est immorale ». Le ministre israélien de la Défense, Ben-Gvir, a été clair : « Pourquoi y a-t-il tant d’arrestations ? Ne pouvez-vous pas en tuer quelques-uns ? Qu’allons-nous faire de tant d’arrestations ? C’est dangereux pour les soldats ». Le ministre israélien des Finances, Bezalel Smotrich, a déclaré lors d’un téléconseil des ministres : « Rafah, Deir al-Balah, Nuseirat, tout doit être anéant », conformément à l’ordre de Dieu : « Vous effacerez la mémoire d’Amalek sous les cieux ». À plusieurs reprises, le Premier ministre Benjamin Netanyahu a répété, en parlant des Palestiniens : « Vous devez vous souvenir de ce qu’Amalek vous a fait, dit notre Sainte Bible ». Motti Inbari, professeur d’études juives, a précisé les propos de Netanyahou : « Le commandement biblique est de détruire complètement tout Amalek. Et quand je parle de détruire complètement, il s’agit de tuer chacun d’entre eux, y compris les bébés, leurs biens, les animaux, tout ». Danny Neumann, membre du Likoud, a déclaré à la télévision : « Tous les habitants de Gaza sont des terroristes. Nous aurions dû en tuer 100 000 le premier jour. Très peu d’habitants de Gaza sont des êtres humains ». Le ministre du Patrimoine, Amihai Eliyahu, a proposé de gagner du temps et de larguer une bombe atomique sur Gaza pour accomplir le mandat divin.

Au cours des sept premiers mois de bombardements, 40 000 hommes, femmes et enfants ont été détruits par les bombes, sans compter les disparus, les déplacés, les affamés, les malades, les mutilés et les traumatisés irréversibles. Mais de Netanyahou au président Joe Biden, « ce que fait Israël n’est pas un génocide, c’est de l’autodéfense ». Si un groupe armé répond par la violence (ce qui est reconnu comme un droit par le droit international), il s’agit alors de terroristes.

Ceux qui ne se laissent pas tuer sont des terroristes. Ceux qui critiquent le massacre, comme les étudiants usaméricains, sont des terroristes. C’est pourquoi, en Europe et aux USA, les manifestations contre le massacre de Gaza sont repoussées par la police militarisée, tandis que les violentes attaques sionistes et les défilés nazis sont observés avec respect. C’est parce que les puissants sont si lâches. Sans armes puissantes, sans médias dominants et sans capitaux saisis, ils ne sont personne. Un bras raide pour le salut fasciste et une main tremblante pour remettre en question un massacre contre l’humanité perpétré contre ceux qui ne peuvent pas se défendre.

Selon les sionistes, la Palestine n’a jamais existé et les Palestiniens n’ont jamais existé. Lorsque, par l’accord des sionistes avec Hitler, les Palestiniens inexistants devaient accueillir les réfugiés du nazisme en Europe, les inexistants constituaient l’écrasante majorité de la population, du fleuve à la mer. Les bateaux arrivant « avec du bon matériel génétique » selon les sionistes, arrivaient sur des navires battant pavillon nazi et britannique. Lorsqu’en 1947, l’Exodus, transportant 4 500 réfugiés, s’est approché de Haïfa, le capitaine britannique a averti ses passagers qu’ils seraient arrêtés à l’arrivée, car l’Empire britannique n’autorisait pas l’immigration illégale. « Si vous résistez à l’arrestation, nous devrons recourir à la force ». À leur arrivée en Palestine, les réfugiés déploient une pancarte sur laquelle on peut lire : « Les Allemands ont détruit nos familles. S’il vous plaît, ne détruisez pas nos espoirs ». De nombreux réfugiés restent en détention, mais un quart de million réussit à entrer en Palestine, dont au moins 70 000 illégalement et par la force.

Bientôt, une partie (nous ne savons pas quel pourcentage) des victimes de l’Europe deviendront les bourreaux du Moyen-Orient. Le plan sioniste a été soutenu par une campagne d’attentats terroristes en Palestine qui a fait sauter des hôtels, des postes de police et massacré des centaines de Palestiniens. Folke Bernadotte, le diplomate suédois qui a facilité la libération de plusieurs centaines de Juifs des camps de concentration nazis en 1945, a été assassiné à Jérusalem deux ans plus tard par le Lehi (bande Stern), un groupe sioniste qui se décrivait comme des terroristes et des « combattants de la liberté ». Le Lehi, une faction d’un autre groupe terroriste, l’Irgoun, avait négocié avec les nazis allemands la création d’Israël en tant qu’État totalitaire allié au Reich d’Hitler. Cette alliance ayant échoué, ils ont essayé Staline, avec le même résultat. L’un des (ex-)terroristes de l’Irgoun, le Biélorusse Menahem Begin, est devenu premier ministre d’Israël en 1977. L’un des (ex-)terroristes, également biélorusse, Isaac Shamir, lui a succédé et est devenu Premier ministre d’Israël en 1983. Naturellement, ils ont tous changé leurs noms et prénoms de naissance.

Dès avant la création de l’État d’Israël, les habitants inexistants de la Palestine ont commencé à être dépossédés de leurs maisons pour accueillir des réfugiés. Certains réfugiés juifs et certains Palestiniens inexistants ont résisté à la dépossession et à l’exil, si bien qu’il a fallu recourir à la force, forme particulière d’un droit à l’existence non reconnu par le reste de l’humanité, et à la colère d’un dieu impitoyable, redouté par le reste de l’humanité elle-même. Début 2024, la réalisatrice israélienne Hadar Morag se souvient : « Lorsque ma grand-mère est arrivée en Israël après l’Holocauste, l’Agence juive lui a promis une maison. Elle n’avait rien. Toute sa famille avait été exterminée. Elle a attendu longtemps, vivant dans une tente dans une situation très précaire. Puis ils l’ont emmenée à Ajami, à Jaffa, dans une magnifique maison sur la plage. Elle a vu que sur la table se trouvaient encore les plats des Palestiniens qui avaient vécu là et qui avaient été expulsés. Elle est retournée à l’agence et a dit : “Ramenez-moi à ma tente, je ne ferai jamais à personne ce qu’on m’a fait”. C’est mon héritage, mais tout le monde n’a pas pris cette décision ; comment pouvons-nous devenir ce qui nous a opprimés ? C’est une grande question ».

Certains des Palestiniens, qui n’existent pas, ont accueilli des réfugiés juifs alors que même les USA n’en voulaient pas, alors qu’un président comme Roosevelt avait renvoyé sur le Saint-Louis près d’un millier de réfugiés juifs pour qu’ils meurent dans des camps de concentration en Europe. Lorsqu’en 1948, les Nations unies ont créé deux États, Israël et la Palestine, Israël a décidé que ni la Palestine ni les Palestiniens n’existaient, même si, pour que le miracle quantique se produise, ils ont dû voler leurs maisons et leurs terres, les déplacer en masse et les tuer avec joie. En même temps, ils déploraient le sale boulot qu’ils avaient à faire. « Nous ne pardonnerons jamais aux Arabes de nous avoir forcés à tuer leurs enfants », a déclaré l’immigrante ukrainienne Golda Meir, qui deviendra plus tard Premier ministre. « Les Palestiniens n’ont jamais existé », a-t-elle déclaré en 1969. « J’ai été Palestinienne de 1921 à 1948 parce que j’avais un passeport palestinien », a-t-elle ajouté un an plus tard. C’est comme dire que l’Allemagne est une invention d’Hitler et de von Papen ou que la Grande-Bretagne est la Prusse parce que son hymne (“God save the Queen”) sonne de la même manière que l’hymne de la Prusse (“Gott mit uns”).

Les références aux Arabes et aux Palestiniens en tant qu’animaux ou sous-hommes n’ont rien de nouveau. Il s’agit d’un genre classique de racisme suprémaciste sioniste qui ne choque personne dans le monde impérial et civilisé. Ce même monde civilisé qui ne tolère pas d’entendre le mot “nègre” mais qui ne veut pas se souvenir ou reconnaître (et encore moins indemniser) les centaines de millions de Noirs massacrés pour la prospérité de ses peuples élus. Comme les nazis l’ont fait avec les Juifs, avant de les massacrer sans remords, il fallait déshumaniser l’autre.

En 1938, l’un des chefs du groupe terroriste sioniste Irgoun, le Biélorusse Yosef Katzenelson, déclarait : « Nous devons créer une situation où tuer un Arabe est comme tuer un rat. Qu’il soit bien entendu que les Arabes sont des déchets et que c’est nous, et non eux, qui gouvernerons la Palestine ». En 1967, le diplomate israélien David Hacohen a déclaré : « Ce ne sont pas des êtres humains, ce ne sont pas des gens, ce sont des Arabes ». En novembre 2023, l’ancien ambassadeur d’Israël aux Nations unies, Dan Gillerman, a déclaré : « Je suis très perplexe quant à l’intérêt constant que le monde porte au peuple palestinien et, en fait, à ces animaux horribles et inhumains qui ont commis les pires atrocités que ce siècle ait connues ». Mais si quelqu’un remarque qu’il s’agit de racisme pur et simple, il est accusé d’être antisémite, c’est-à-dire raciste.

Les Palestiniens n’existent pas, mais s’ils se défendent, ce sont de mauvais terroristes. S’ils ne se défendent pas, ce sont de bons terroristes. S’ils se laissent massacrer, ce sont des terroristes inexistants. À Gaza, « toute personne âgée de plus de quatre ans est un partisan du Hamas » a déclaré Rami Igra, ancien agent du Mossad, à la télévision d’État. « Tous les civils de Gaza sont coupables et méritent d’être confrontés à la politique israélienne de punition collective, qui les empêche de recevoir de la nourriture, des médicaments et de l’aide humanitaire ». Il a laissé tomber la phrase concernant le bombardement systématique et aveugle qui, chaque jour, décapite et détruit des dizaines d’enfants, même âgés de moins de quatre ans, qui seraient des sous-hommes, des animaux, des rats, mais pas encore des terroristes diplômés.

Israël a le droit de se défendre, ce qui inclut tous les autres droits humains et divins : le droit de déplacer, le droit d’occuper, le droit d’enlever, le droit d’emprisonner et de torturer sans limites des mineurs d’un peuple qui n’existe pas.

Le droit à ce que personne ne critique leur droit.

Le droit de se considérer comme un peuple supérieur, par la grâce de Dieu et par la grâce de sa nature particulière, de son esprit supérieur, là jusqu’où les goys n’iront jamais.

Le droit de pleurer les victimes causées par cette supériorité ethnique et le droit de pleurer les victimes causées par les sous-hommes, les rats humains.

Le droit d’acheter des présidents, des sénateurs, des représentants et des rédacteurs en chef d’autres pays, comme les USA.

Le droit de ruiner la carrière et la vie de quiconque ose remettre en cause l’un de ces droits sous l’accusation d’antisémitisme.

Le droit de massacrer lorsqu’il le juge nécessaire.

Le droit de tuer même pour le plaisir lorsque les soldats s’ennuient.

Le droit de danser et de faire la fête lorsque dix tonnes de bombes massacrent des dizaines de réfugiés dans un camp rempli de gens affamés.

Tout cela parce que les Palestiniens sont et ne sont pas. Selon ce récit suprémaciste et messianique, les Palestiniens n’ont jamais existé en tant que peuple lorsqu’ils revendiquent leurs droits de l’homme. Ils ont existé en tant que peuple Amalek il y a trois mille ans, en tant qu’habitants d’un peuple qui devait être déplacé et exterminé « jusqu’à ce qu’il ne reste plus un seul » de ces êtres fictifs et inexistants.

Si vous ne croyez pas à cette histoire, il vous suffit de la répéter un nombre infini de fois pour comprendre qu’il s’agit de la vérité. Si vous osez remettre en question cette vérité, vous devenez un terroriste, comme la femme de Lot est devenue une colonne de sel pour avoir osé désobéir et regarder en arrière, là où, dit-on, Dieu massacrait un peuple à cause de l’orientation sexuelle de certains de ses membres.

6 comentarios en “El misterio del pueblo palestino

Deja un comentario

Este sitio utiliza Akismet para reducir el spam. Conoce cómo se procesan los datos de tus comentarios.