Un dios de la tormenta

Tornado generic

Un dios de la tormenta

 

No deja de ser una curiosidad el hecho de que los conservadores religiosos pongan tantas expectativas en los fenómenos climáticos. Con excepción del calentamiento global, del cual son fuertes opositores. Cuando reconocen que existe un calentamiento global progresivo, se acuerdan de la naturaleza para culparla del fenómeno, dejando de lado alguna posible intervención humana o divina.

Todo lo demás es atribuible a Dios, según las necesidades del momento.

Ellos son los mismos moralistas que se niegan a que una mujer violada tome alguna píldora abortiva unos días después. La razón radica en que no se puede interrumpir una vida que Dios quiso. Que es estrictamente lo mismo que decir Dios quiso que algún criminal violara a esa mujer y a todas las demás mujeres inocentes que han sufrido ese tipo inigualable de violencia física y, sobre todo, moral.

No soy de los que creen que una mujer es dueña de lo que lleva en su vientre y puede hacer lo que quiera con él. Pero tampoco es la única responsable de engendrar una nueva vida. Una vez que concebimos un hijo se nos terminan algunas libertades. Yo no puedo elegir entre darle de comer a mi hijo ya nacido o echarme a descansar aunque esté agotado por una jornada de trabajo intenso.

No obstante, tampoco me convencen los argumentos de los ortodoxos que bellamente se denominan “pro vidas” (como si sus adversarios fuesen “pro muerte”) y no tienen empacho de justificar o apoyar, por acción o por omisión, tantas guerras santas en defensa de Dios, la patria y el honor, las que dejan cientos de miles de inocentes muertos sin nombre, muertos que no duelen.

El sexo ajeno y el clima regional los preocupa de manera especial. Los interpretes de un Dios invisible e inimaginable por su perfección, necesitan cosas visuales para entender Su voluntad. Cosas sinópticas como el calentamiento global, las estructuras sociales o los mecanismos con los que operan las ideologías, caen todas en un gran abismo negacionista.

Cada vez que hay una catástrofe climática, como un tornado o un huracán que deja decenas de muertos, los arengadores religiosos como Pat Robertson suelen atribuirlos a la voluntad de Dios . Excepto cuando los edificios destruidos son iglesias y cuando las victimas no son pecadores negros y pobres en su mayoría.

Daria la impresión de que el Creador del Universo, un ser Todopoderoso y Todobondadoso, se ha comportado últimamente como un dios de la tormenta, a imagen y semejante de algún dios azteca o de algún atrasado dios africano. El creador de la Humanidad y del Universo tiene poco control sobre la voluntad de algunos pecadores. Le resulta más fácil hacer temblar las placas tectónicas, destruyendo ciudades enteras, masacrando involucrados y descuidados por igual, que convencer a un humilde club de mala gente para que deje de bailar y consumir cerveza como animales.

Cuando en alguna ciudad se detectan algunos grupos o individuos haciendo uso ilícito del sexo o consumiendo algún producto de la lista prohibida, este dios manda un huracán o un terremoto y mata a los pecadores junto con algunos miles de niños y otros inocentes. Recurso que es periódicamente imitado por algunos fanáticos disfrazados de santos mártires y por los ejércitos mas poderosos del mundo que todo lo ven y todo lo pueden.

Se supone que la terrible muerte de un grupo de niños por causa de un tornado perdido debe ser bastante persuasivo para que los pecadores dejen de amarse de formas poco ortodoxas. Cuando el mismo tornado se desvía y pasa por encima de un grupo de elegidos, no se trata de ningún castigo divino sino de una prueba o de un premio del más allá.

Jorge Majfud

Jacksonville University

majfud.org

La Republica

Milenio (Mexico)

La violencia moral en «La reina de América» (Laurine Duneau)

at Amazon>>
La reina de America

La violencia moral en «La reina de América» de Jorge Majfud

Laurine Duneau, Université d’Orléans

Biblioteca Virtual Cervantes >>

La reina de América fue escrita entre 1999 y 2000 y publicada en 2002 en Tenerife, España. En una primera lectura, esta novela trata de una joven española que a principio de los años sesenta es forzada por su padre a emigrar a América del Sur por razones económicas, pero como consecuencia de un amor frustrado en el barco que la llevaba a Buenos Aires y por la muerte abrupta de su padre poco antes de arribar a Buenos Aires, termina siendo arrastrada a la prostitución en Montevideo.

Coincidentemente, los años sesenta significaron cierta recuperación económica de España, debido a una mayor apertura del régimen militar de la época, mientras, de forma simultánea comenzaban a marcar un fuerte declive económico del Cono Sur. Pero, por entonces, la dirección de los emigrantes era todavía hacia el sur.

Aunque los temas pueden considerarse universales (los conflictos sociales e individuales que se derivan de la inmigración, el predominio del poder masculino en distintas esferas sociales, la brutalidad política y la búsqueda de justicia), la novela en sí los aborda desde dramas concretos, individuales y desde múltiples puntos de vista. Para enfatizar este aspecto, el autor no recurre sólo a la narración de múltiples voces sino que, con frecuencia, las mezcla en la misma página con las narraciones de los medios de prensa, orales y escritos, desde los cuales se filtra la voz oficial del poder político o de la cultura popular.

Uno de estos temas centrales es la violencia en sus diversas formas; la violencia que se produce en una sociedad y se materializa en sus individuos. La novela pone especial atención en la violencia moral.

Para el análisis de La reina…, vamos a seguir algunos ejes que me parece importante poner en evidencia. Primero, vamos a analizar el peritexto (títulos, subtítulos, prefacio, dedicatoria, notas). Después, seguiremos con la representación del extranjero; en esta parte cabe subrayar las referencias a Uruguay (país omnipresente en la obra) y a Argentina (donde vive otro de los protagonistas, Jacobsen, y desde donde se inicia la narración de Consuelo, la hija de la prostituta, como una especie de confesión con múltiples flash-backs). Ambos países son uno solo en términos culturales pero también fueron uno solo para las dictaduras que en los años setenta actuaron en complicidad. En una tercera parte, veremos más bien las nociones de «violencia» que están presentes a lo largo de la historia. Y, por fin, tendremos una suerte de entrevista con el autor, ya que tuve la suerte hablar con él a lo largo de mi lectura.

I) Análisis del peritexto

La reina de América tiene riqueza en cuanto al peritexto ya que los títulos, capítulos y subcapítulos son importantes de la narración. También tiene al principio una cita que analizaremos, sin olvidar poner el acento sobre el incipit, es decir, aquella primera palabra o frase que desde el comienzo representa el resto del texto y que por lo general nos adelanten el espíritu del texto.

A) El título de la novela

El título de esta novela es paradójico. Una paradoja es una figura lógica que consiste en afirmar algo en apariencia absurdo por chocar contra las ideas corrientes, adscritas al buen sentido, o a veces opuestas al propio enunciado en que se inscriben. Según la definición del propio autor, «toda paradoja, es apenas una contradicción aparente con una lógica interna»1. Efectivamente, no hay reinas en América (si no consideramos Canadá con su reina en Inglaterra). Este título es una manera de anunciar el viejo sueño de «hacerse la América», propia de los inmigrantes europeos de los últimos siglos, que en muchos casos simplemente fue una cruel pesadilla. En uno de los pasajes más crueles de la obra, se desarrolla un matrimonio entre Mabel, la prostituta, la protagonista aludida por el título, y un imaginario Jacobsen, el joven de origen danés que Mabel había conocido en el barco y que la resistencia primero y luego la muerte inesperada del padre de ella, en Montevideo, convertiría en una ausencia obsesiva. El «príncipe de Dinamarca» es, irónicamente, un anarquista, y la «princesa Mabel», futura reina de América, una prostituta. Esta boda es real en la obra pero es una farsa, una mise-en-scène en un hospital psiquiátrico con el propósito de consolar a Mabel, que entonces ya había caído en la demencia. Todas las amigas de Mabel están presentes pero el novio es imaginario.

Tanto el matrimonio como el título son fraudulentos, como las esperanzas de Mabel y como su aventura americana. En realidad, la reina no es más que una prostituta demente, una pobre mujer humillada por todas las formas posibles, lo que se aprecia a lo largo de casi toda la obra.

B) Análisis de la cita

Si seguimos el orden cronológico en el cual aparecen los elementos del peritexto, entraremos en el análisis de la cita antes de que comience la historia. La cita es la siguiente: «Pero yo creo que en un mundo doloroso el placer no es un lujo sino una necesidad» (129). Esta frase es una reflexión de Consuelo, al promediar el libro, pero el autor la elige para encabezar la novela. El significado nos aporta una clave: en un mundo lleno de dolor, físico y moral, el placer, intelectual o físico, como el sexo (de los enamorados o el sexo comercial del prostíbulo de Mabel) son necesarios para sobrevivir o, al menos, es comprensible. De la misma forma, son comprensibles los vicios de aquellos que han caído en desgracia doble, ya que no es suficiente el dolor de caer al margen de una sociedad que además los juzga y condena, como será también el caso del mendigo que se baña en la fuente del obelisco de Montevideo ante el escándalo y el desprecio de quienes pasan por allí.

C) Los capítulos

Como vimos antes, esta obra se divide en capítulos.

Los capítulos: I AtardecerII NocheIII MadrugadaIV Amanecer son las diferentes etapas de la noche hasta la salida del sol el día después. Al principio el lector puede pensar que estas etapas de la noche tienen relación con Mabel y su trabajo nocturno, pero viendo la estructura misma de la narración de Consuelo, vemos que también se refieren a esas horas de continuas confesiones que hace la hija de Mabel ante el anciano y casi paralítico Jacobsen, que aparentemente se limita a escuchar. Aunque el autor no es la «palabra oficial» de su propia obra, creo que resulta interesante conocer su propia opinión sobre este punto. En el transcurso de mi investigación, me confesó que para él estos títulos son, de hecho,

el ciclo de un día que se reproduce en varios años de los protagonistas, es decir, es el ciclo vital, psicológico y espiritual de luz y sombra, de razón y locura, se vigilia y sueño. También marca el drama de un proceso de progresiva locura (de Mabel y de Consuelo) sometidas a un mundo irracional, autoritario, doloroso (el ciclo, el proceso político de una dictadura que nace y luego muere pero de la que quedan sus consecuencias en la sociedad), con mucha violencia moral, más que física, violencia que en gran medida procede de los valores del patriarcado.

No es casualidad que bajo cada capítulo hay un título que caben analizar.

D) Los títulos de los capítulos

Los títulos le dan unidad a la aparente diversidad de escenas.

En el primero, Atardecer, tenemos el subtítulo «El pecado original». Aunque se refiere al origen de un acto, es un juicio religioso que puede ser ambiguo. En una primera lectura se puede pensar que este título hace referencia a Mabel, a su profesión. En efecto, desde un tradicional punto de vista religioso, el sexo es un pecado y la prostitución mucho más. Por otra parte, la historia se inicia y se desencadena con la huida de España del padre de Mabel, arruinado por los malos negocios. En su huida, el padre arrastra a su joven hija al exilio, la que se enamora en el barco que la lleva a Buenos Aires. Este amor no sólo enfurece al padre, sino que aparentemente provoca su muerte en el puerto de Montevideo, como consecuencia de un ataque al corazón. A partir de entonces, la joven nunca olvidará su amor frustrado y su culpa por la muerte de su padre, y su vida será una verdadera caída en el infierno. También podemos entender que este «pecado original», desde un punto de vista secular, puede entenderse como más violencia, ya que el juicio popular y tradicionalista criminaliza a la víctima. Entonces, el pecado original también puede ser entendido como el pecado que la sociedad comete contra «la pecadora».

El segundo capítulo, Noche, se subtitula «El Anticristo» el que, obviamente, también hace referencia a la religión y sobre todo al «anticristo» que lleva Consuelo en su vientre y del cual lucha por abortar. Ella siente que lleva «la culpa» dentro de su cuerpo y lo expresa de esta forma: «A mí me había tocado cargar con el semen fértil del Diablo y por días enteros estuve obsesionada con liberarme del Anticristo».

Pero, en realidad ¿quién es el Anticristo? ¿Ese inocente que finalmente es abortado (bajo la presión de su padre, el violador, para no hacerse responsable del «producto»? ¿Es el violador o es la sociedad con su cultura machista que produce esos monstruos? Bajo esta lectura crítica, el padre, que en las tradiciones religiosas y psicológicas son la representación de la autoridad, de la ley y representante o sustituto de lo divino, sería todo lo contrario: el padre es el Anticristo, el representante del mal, el instrumento del dolor y de la injusticia.

El tercer título, Madrugada, se subtitula «El eclipse de la razón» y ya no tiene relación con la caída moral, que comienza casi simultáneamente con la novela, sino con el colapso psicológico, con la caída en la locura de Mabel y posteriormente de su hija, Consuelo. Ambos derrumbes psicológicos pertenecen a tiempos diferentes pero coinciden en el mismo espacio literario; la locura de Mabel, la madre, como experiencia narrada, y la locura de Consuelo, la hija, como parte de la misma narración del colapso de su madre. Según el diccionario de la real Academia Española, un eclipse es una «ocultación transitoria total o parcial de un astro por interposición de otro cuerpo celeste» o, en su segunda acepción, es la «ausencia, evasión, desaparición de alguien o algo». Las dos acepciones de la palabra corresponden bien a la psicología de los personajes en ese momento de la novela.

Poco antes de este eclipse o colapso de ambas mujeres, Mabel le entrega la custodia de su hija a Vicente, su primo (quien emigró tiempo después de Mabel pero logró hacer fortuna en una empresa de demoliciones). A partir de entonces, Mabel ya no va a ver a su madre y Consuelo lo resume de esta forma:

Las pocas veces que intenté visitarla al apartamento de la Aguada no la encontré, y me quedé más bien con ganas de no volver más por aquellos barrios que me recordaban la infancia y la humillación, la escuela, el liceo y la miseria. La mentira.
(166)                

Consuelo ya no verá a su madre sino para negarla. Cuando finalmente encuentra a su madre una noche, mientras caminaba con sus compañeros de estudio, el encuentro es el más perfecto y dramático desencuentro:

Hubo un tiempo en que me olvidé de ella y no volví a buscarla. Y pensé que ella tampoco lo hacía. Hasta llegué a pensar que había enganchado algún tipo y que había tenido otros hijos. Pero me equivocaba. Un día la vi en una esquina oscura, cerca de facultad. Yo iba con unos amigos que se rieron de ella porque tenía pintura de labios hasta las orejas y una enorme peluca rubia.Ella debió reconocerme, porque se quedó mirándome un momento. Reconocí sus ojos grandes y asustados que me miraban. La vi más gorda y más vieja, con menos clientes quizá, o con clientes más baratos, con una minifalda roja, espantosa, que le dejaba ver la punta de la bombacha. Pero yo comprendí, después, que ese maquillaje excesivo y de mal gusto no era otra cosa que un disfraz para que yo no la reconociera. Había ido a verme salir de facultad y parecía que tenía frío, aunque no hacía frío.
(167)                

A partir de entonces, Consuelo ya no tiene a nadie con qué contar, está completamente perdida. Además, sale con un muchacho, Abayubá, a quien por alguna razón que no alcanza a comprender admira, pero definitivamente no lo quiere.

Yo sufría porque no lo quería y él sufría por quererme igual. Me daba lástima, pero no amor. Pensé que era algo que podía llegar a aprender con el tiempo, pero me equivoqué: sólo aprendí a complacer, a mentir.
(141)                

Consuelo se encuentra perdida, sufriendo a una aparente incapacidad para querer. Por algún tiempo se aferra a Abayubá, quien a su vez tuvo que sufrir los cambios imprevistos de Consuelo, que por momentos lo enamoraba y por momentos lo castigaba con el silencio y con una indiferencia sin respuestas. Por su parte, Abayubá era más consciente de los problemas sociales que lo afectan que de las complejidades psicológicas de los individuos, según dejó escrito en una carta, antes de suicidarse: «mi tristeza no era una tristeza de mujer. Yo no necesitaba un psicólogo; necesitaba un fusil».

En la oscuridad de este eclipse, Consuelo explora o navega como un barco sin timón en búsqueda de su identidad.

Llegué a pensar que era media rarita; lesbiana, en una palabra. Y me dejé atormentar un largo tiempo por esa idea, hasta que realmente tuve la oportunidad de tener algo con una compañera del colegio y tampoco me gustó nada.
(142)                

Tal vez esta sea una de las constantes psicológicas en Consuelo, que nunca alcanzará a saber qué es lo qué quiere.

En cuanto a Mabel, está perdiendo la razón, está hundiéndose en un círculo infernal de las formas de prostitución más peligrosa, aquellas que le permiten su pobreza, su edad y su nula autoestima. Es, sin duda, el personaje que más sufre la crueldad en sus formas más diversas.

Finalmente, el último capítulo, Amanecer, lleva otro título paradójico, ya que está desprovisto de todas las implicaciones positivas que comúnmente se le atribuyen a esta apalabra. El subtítulo es «El juicio final» y es, en realidad, una falta de juicio: es el final para Mabel y para Consuelo quienes, definitivamente «pierden el juicio», es decir que pierden la razón.

Mabel muere y su lápida continúa el engaño, el absurdo, quizás como en cualquier caso:

Reina de AméricaMadrid – 2 de julio de 1942Montevideo – 21 de octubre de 1983.
(210)                

En su paso por Buenos Aires hacia Estados Unidos, Consuelo encuentra a Jacobsen y comienza la narración de La reina de América. Al terminar la novela, Consuelo reconoce: «ahora voy a emigrar, como lo hizo el abuelo Rodrigo, que también se había venido de lejos para escapar de tanta locura» (138).

Pero, como la anterior, como todas, la fuga es ilusoria. La historia sugiere que Consuelo ya ha caído en la locura y no saldrá de ella. Sólo repetirá la historia de su abuelo, de su madre, incluso sus mismas esperanzas de no repetir antiguos fracasos.

En el breve párrafo final, se mezclan dos espacios, el gato que consuelo ahoga en una fuente de la casa de Jacobsen en Buenos Aires, lo cual refleja su locura casi infantil, y un basurero en Montevideo, donde una rata come parte de la cata que Mabel había escrito para Jacobsen, la cual nunca llegó al destinatario:

El gato asoma un poco a la superficie rompiendo, lentamente, el espejo de agua oscura que no se aclara con las primeras luces de la mañana, y ahí se quedará, casi como un pequeño bulto de hojas de roble, hasta que alguien decida limpiar la fuente. Por su parte, la rata da vuelta sobre su cuerpo y comienza a roer el papel por el lado donde dice ¿O es que la Eternidad se… mientras caen unas gotas del cielo. Pero la lluvia no es lo suficientemente fuerte y la rata continúa comiendo: Eternid…»
(248)                
E) El incipit

El incipit, la primera frase con la que comienza la novela, dice:

Mi madre era una prostituta hermosa -terminó por decir Consuelo, peinando con fuerza los pelos de camello de un pequeño mamut, mientras él miraba la acacia gigante y movía la cabeza sin querer-, hermosa como yo, según decía un novio que tuve, un imbécil que se había acostado primero con ella hasta que se aburrió y no le pareció mal reclamar a la hija y un día se metió en mi cuarto y en mi cama cuando yo ni siquiera sabía su nombre y todavía creía en las historias románticas que leía en las novelas de Corín Tellado.
(9)                

En este incipit encontramos la primera persona del singular. La hija, Consuelo, está hablando de su madre y de sí misma, a quien se define como ingenua. Elincipit tiene una función de resumen y plantea la situación y el tono de la narración: una hija y su madre prostituta. Además sabemos que existe otro personaje; un «imbécil» que se ha acostado con las dos. ¿Violó a la hija? Este primer párrafo ya anuncia la violencia moral que va a ser el núcleo de la novela. Inmediatamente da información sobre el papel de la mujer. Pero, pueden surgir preguntas como ¿quién es el «él» en la frase «mientras él miraba la acacia gigante» (9)? ¿Por qué movía la cabeza sin querer? Y ella, ¿por qué está peinando un mamut? En este inicio de la obra, Consuelo le habla a un hombre (que no conocemos por el momento) en primera persona. Apenas podemos pensar que este hombre es viejo o enfermo por su manera de mover la cabeza sin querer. No podremos saber que Consuelo, la voz narradora al inicio, está en Buenos Aires, hablándole a Jacobsen, el amor idealizado de Mabel, hasta muy avanzada la novela.

Después de haber analizado el peritexto, vamos a ver las representaciones del extranjero en la obra. Como ya hemos dicho, en la obra, los dos países presentes son Argentina y Uruguay.

II) Representación del «extranjero»

Podemos ver al extranjero a través de las alusiones a sus dictaduras.

En este libro construido con diferentes voces, aparecen voces en cursivas que representan las narraciones de los medios de comunicación más omnipresentes como la radio y la televisión. La radio difunde las novedades en cuanto al fútbol y la televisión se hace presente fundamentalmente por la publicidad.

En Argentina y en Uruguay en esa época se usó el fútbol para disimular los problemas políticos de las dictaduras (como en el Mundial de Fútbol de Argentina 78).

Por otra parte, las dictaduras de ambos países actuaron en complicidad al igual que lo hicieron algunos medios de comunicación. Estas voces oficiales o dominantes en la sociedad de la época, se van filtrando entre el drama personal de cada personaje, como si en principio no estuviesen relacionados.

En la celda de al lado a la de Jacobsen [encarcelado por segunda vez, esta vez por un delito real], el Pelado chista y pide silencio, pero Saporitti [un locutor de radio] recuerda que el año próximo se realizará el Campeonato Mundial de Fútbol en la Argentina, por primera vez, y debemos estar preparados para mostrar una buena imagen al mundo… A lo que casi todo el piso Segundo de la cárcel responde, sin hacer caso del Pelado:¡Argentina va’ salir Campeóóón!¡Argentina va’ salir Campeóóón!

Se lo dedicamo’ a todos

¡La puta madre que los-pa-rió!

(172)                

Las alusiones a equipos de fútbol de un lado y del otro, el anuncio de las tormentas, los comentarios periodísticos sobre las actividades de la moda en los balnearios más conocidos de ambos países, ayudan a establecer esta fuerte y trágica relación cultural y política entre Argentina y Uruguay, entre sus capitales, Buenos Aires y Montevideo, separados y unidos por un ancho río.

Los problemas políticos en relación con las dictaduras en la época eran numerosos y no vamos a enumerarlos aquí. Pero podemos ver brevemente algunos ejemplos.

La primera vez Jacobsen es detenido por razones políticas, acusado de anarquista pero sin haberle probado alguna actividad organizada. Es detenido en Buenos Aires, después de su viaje a Montevideo en búsqueda de Mabel. Durante su último viaje a Montevideo, logra su objetivo de encontrar a Mabel, a quién descubre en un restaurante con otro hombre (en realidad con un cliente). A su regreso a Buenos Aires, los servicios de inteligencia del ejército argentino lo detienen. En su interrogatorio reconoce haber ido en búsqueda de una mujer, pero la explicación suena cursi y difícil de creer para los oídos de los militares quienes deciden comprobar la existencia de Mabel. Cuando logran localizarla, la obligan a fotografiarse teniendo relaciones sexuales con los militares de menor rango. En una sesión de interrogatorio en Buenos Aires, el coronel libera a Jacobsen porque, le informa, ha descubierto que su declaración anterior era inverosímil pero verdadera. Como venganza, el coronel obliga a Jacobsen a reconocer a la prostituta de la fotografía, lo que para Jacobsen es un doloroso descubrimiento.

Finalmente Jacobsen, después de descubrir el Ford Falcón del coronel estacionado cerca de un restaurante, toma venganza y mata al coronel en un parque de Buenos Aires y es encarcelado por última vez. En la cárcel, el mundo exterior se filtra a través de una radio que, al mismo tiempo, es escuchada del otro lado del Río de la Plata, en Montevideo.

Siempre relacionado con la dictadura y los problemas de la época, también se ve Argentina a través de su famoso coche Ford Falcón presente en el libro. Los Ford Falcón fueron célebres en los años setenta porque eran usados por el ejército para secuestrar disidentes o sospechosos de serlo2. En La reina de América, antes de la intervención de los militares, Jacobsen había descubierto a Mabel bajando de un Ford Falcón rojo, con un cliente.

Hay también un secuestro pero esta vez no por razones políticas (al menos no de una forma explícita). El hombre, el contador Soto Lorenzo, dueño de una radio funcional a la dictadura uruguaya. A esa altura del relato, Mabel se encuentra en clara decadencia física y psicológica y sube al auto del contador pidiendo ayuda:

Un árbol la sostiene un momento hasta que parece recuperarse y continúa caminando. Cruza una luz roja y, al llegar a la placita triangular de Blanes, un Ford Falcon rojo o verde se detiene y un hombre calvo le hace señales desde adentro. Mabel duda, siente frío otra vez y finalmente entra.Lléveme a mi casa, por favor señor -dice Mabel, mirando hacia delante, y la voz se le quiebra. Adentro siente un calor que no la alivia: el aire está espeso, la radio dice muy fuerte que los estudiantes universitarios, todavía dominados por ideologías extranjeras, se niegan a concurrir a sus clases.Esto le hace muy mal al país, pero sobre todo a ellos mismos, que no comprenden ciertas cosas porque no alcanzaron a vivirlas…

Ya veremos adónde -dice el hombre, sonriéndole y mirando con atención por el espejo, para dejar pasar un auto que le venía haciendo señales con las luces.

Lo siento, señor, no estoy trabajando hoy.

¿A sí? ¿Y la ropa adónde está?

Teniente General Bonino Pérez, muchas gracias por sus declaraciones para radio Libertad.

No, no, por nada. El agradecido soy yo.

Buenas noches.

Ahora el estado del tiempo: inestable, desmejorando por el norte. Se prevén tormentas eléctricas… Hay restos de humo o aliento de cigarrillos y alcohol, y no olvide: Coca-Cola, la chispa de la vida.

(170)                

Pero el contador Soto Lorenzo la lleva a una zona de pinares sobre una playa periférica y la obliga a tener sexo, diciendo que ella es una prostituta. Mabel saca la pequeña pistola que siempre lleva consigo y lo mata. La radio presentará este hecho de una forma que enaltece la figura de la aparente víctima.

SANGUINETTI .-   (Con voz afectada, firme y pareja.) Ampliando la información ya adelantada por nuestro Informativo Central de las nueve horas, estamos en condiciones de informarles que el contador Soto Lorenzo fue cobardemente asesinado de tres balazos a sangre fría.
LARREA.-  El contador Soto Lorenzo, que se había desempeñado hasta el momento como director de esta radio y como Consejero de Estado, fue ultimado de tres balazos a quemarropa en una zona próxima a Lomas de Solymar.
SANGUINETTI .-  Las autoridades arrestaron en las últimas horas a una mujer de iniciales M. M. Z, sobre la cual caen las principales sospechas. La mencionada mujer, estaría vinculada a movimientos subversivos que operaron hasta hace pocos años en ambas márgenes del Plata.
LARREA.-  M. M. Z., de nacionalidad española, había sido vinculada por los Servicios de Inteligencia de Argentina con el grupo maoísta ERRP, que operaba desde la ciudad porteña de Buenos Aires, más precisamente en el barrio de la Floresta. Fuentes no oficiales, dan cuenta de una posible relación de la misma mujer, M. M. Z., con el asesinato en la ciudad de Buenos Aires del coronel Máximo Otegui, consumado hace siete años, en 1972.
(188)                

Estas dictaduras llevaron a violencias de todo tipo. Y en La reina de América, sentimos las tensiones en tiempos de dictaduras y somos lectores y testigos de la violencia moral, omnipresente en toda la obra.

III) La violencia moral

Como vimos, uno de los temas centrales de la novela consiste en este tipo de violencia y su relación con la violencia física. Apenas en el incipit nos informamos que la narradora es violada por un cliente de su madre. La violación o la agresión sexual inician el primer capítulo y es una de las traducciones de esta violencia moral que subyace en toda la novela. Es el ejemplo de una violencia tanto física como moral ya que abre una herida difícil de curar. Según el mismo autor, la violencia física engendra heridas que un día llegan a desaparecer gracias a la cicatrización pero las consecuencias de la violencia moral son mucho más perdurables y más difíciles de visualizar.

Mabel también ha sido violada por un hombre que se creyó en el derecho de desconocer su dolor por ser prostituta. En este caso el abuso de poder es físico (la fuerza del hombre sobre la mujer enferma), social (ella es una prostituta callejera y él un contador reconocido) y moral (la autoestima se ha reducido al mínimo, hasta ser identificada con un objeto sin derecho a la piedad).

Al comienzo de la narración, Consuelo aparece peinando con fuerza un mamut de una forma que revela cierta perturbación o neurosis. El principio y el final de la novela coinciden en el tiempo y en el espacio, y la protagonista (y una de las narradoras principales) confirma esta inestabilidad psíquica cuando ahoga a Voltaire, el gato de Jacobsen, el que pocos años antes había sido rescatado de las aguas en una bolsa de nylon.

Toda la historia que Consuelo narra a Jacobsen es una regresión a un pasado lleno de violencia en el que, como su madre, ha sido sexualmente abusada. Pero Consuelo logra vengarse del Tito (su violador), el que a su vez es violado por un sicario que ella había contratado3. Aquí, la violencia no está en la penetración física del hombre sino en su humillación delante de ella. La humillación, por supuesto, violencia moral y en este caso sirve al propósito de la venganza de la víctima.

IV) Extracto de una entrevista con el autor

Me puede decir ¿cuál fue el contexto en el que escribió el libro? ¿Y si tuvo impacto en la escritura de su libro?

Mi contexto como autor en el momento de escribir la novela fue a fines de los ’90, sin ninguna violencia particular. Una vida normal. Pero yo creo que la «herida» viene de mi infancia, ya que tuve que vivir la violencia moral de la dictadura (y la violencia física también). Eso está resumido en «Tecnología de la Barbarie».

En su libro se mezclan muchas voces con una tercera persona dominante, ¿cómo lo explica?

Sí, correcto. La tercera persona es dominante y luego aparecen muchas otras voces narrativas cuando aparecen diferentes personajes. Incluso algunos medios como la radio se entremezclan (como un juego de cartas) en un contrapunto. En el caso de la radio o la TV, sus voces se distinguen porque están en «italics» (o cursivas).

Yo sospecho que en esa técnica puede haber algo de Los caminos de la libertad, de Sartre. Recuerdo que cuando era muy joven me impresiono mucho «El aplazamiento» (lo leí en español). Sartre combinaba magistralmente varios espacios de forma simultánea en un solo párrafo.

Cuando en su libro se habla de Abayubá, a este chico le gusta mucho Sartre también. ¿Tiene algo que ver con usted?

Tenés razón. Tiene algo de mí pero también de algunos muchachos como yo, que conocí en Montevideo en 1988, 1989. Ellos no iban al liceo (secundaria) ni a la universidad, pero eran bohemios, lectores empedernidos de Jean-Paul Sartre. Cada personaje tiene algo del autor y de muchas otras personas, en diferentes proporciones.

¿Entonces tienen todos sus personajes algo de usted?

No sé si mi «yo» está desparramado entre personajes como Mabel y Consuelo. Puede que haya algo del autor en cada una, pero sospecho que muy poco, desde un punto de vista concreto, como lo es ser mujeres abusadas sexualmente. Nunca he sido mujer ni he sido abusado sexualmente. Pero ellas encarnan todas mis frustraciones sobre la violencia y la injusticia social. Pocas cosas hay más dolorosas, para mí, que el sufrimiento de un niño o de una mujer por razones de violencia moral como lo es la humillación. Tal vez uno soporta más fácilmente la humillación de un verdugo, pero nunca la de alguien inocente, alguien que de principio es más débil, en una familia o en una sociedad…

Como los sueños (al menos es lo que comúnmente asumimos en nuestra civilización occidental), el autor origina cada personaje y cada situación de forma inconsciente o, al menos, con un diálogo intuitivo con su propia conciencia, según una realidad concreta y según una naturaleza general, que es común a todos los seres humanos. Todos tenemos esperanzas y temores, todos tenemos cierto sentimiento de justicia y de venganza, todos amamos y odiamos (aunque en proporciones diferentes; en lo personal he tratado siempre de controlar algún sentimiento tan horrible como es el odio, pero creo nadie puede decir que está libre de haberlo experimentado), etc.

Cuando menciona en un momento de La reina de América «el uruguayo», «es culpa del uruguayo». ¿Quién es? ¿Es un hombre tipo que vive en Uruguay?

En Uruguay siempre se habla de «el uruguayo», que es una especie de personaje inexistente, invisible, que aparentemente contiene todas las características típicas de «un uruguayo». Tradicionalmente se le echa la culpa de todos los defectos, algo así como «chivo expiatorio» (o «cabeza de turco»).

¿Por qué haber elegido un nombre indígena para Abayubá?

En los 60, Uruguay y Argentina «descubren» América Latina (que en realidad se refiere a la «América indígena») y su sentimiento de culpa por su «europeísmo» anterior. Especialmente entre los grupos de izquierda (y tal vez como consecuencia de la Revolución Cubana) todo lo indígena comenzó a ser reivindicado y pasó a ser símbolo de resistencia y de legitimidad. No por casualidad el anterior presidente de Uruguay se llamaba Tabaré Vázquez. Pero al mismo tiempo sigue siendo un valor ambiguo, ya que lo indígena nunca ha dejado de ser étnica y culturalmente marginal. En Uruguay, además, tenemos la triste conciencia de que los indios charrúas fueron exterminados, por lo cual es una ironía que se hable de «garra charrúa» para referirse a los jugadores de fútbol que representan a nuestro país.

Para terminar, ¿por qué usted eligió siempre hablar de fútbol por la radio y de una probable tormenta (meteorología) que está a punto de llegar?

Primero, porque en Argentina y en Uruguay por esa época se usó el fútbol para disimular los problemas políticos de las dictaduras (como en el Mundial de Fútbol de Argentina 78). Segundo, supongo que fue porque expresaba (igual que cuando se habla de moda) un contraste dramático entre la frivolidad de «lo que estaba ocurriendo» en los medios y la tragedia de los individuos como Mabel. Es un contraste, un contrapunto que evidencia la crueldad social, la indiferencia hacia las tragedias que muchas veces los pueblos no ven o no quieren ver. En el caso de los reportes meteorológicos, es por una razón opuesta a la del Romanticismo del siglo XIX. Para aquella corriente literaria, la naturaleza se conmovía junto con las emociones de los individuos. Como La reina de América es una novela más bien cruel, el tiempo, el clima es más bien indiferente a los sufrimientos humanos. Esa indiferencia con que se da el reporte del clima, las tendencias de la moda y los resultados del fútbol representan la indiferencia del contexto con los personajes que sufren.

Bibliografía
  • Diario El País de Madrid, 23 de abril de 1985.
  • Diario La República de Montevideo, 3 de agosto de 2011.
  • Majfud, Jorge, La reina de América, Tenerife, Baile del Sol, 2002.

Notas

 1. Diario La República de Montevideo, 3 de agosto de 2011.

 

2.«Una numerosa partida de Ford Falcon de color verde destinada a la Policía Federal fue requisada por los grupos de tareas destinados al chupamiento callejero de personas (chupar: secuestrar); el Falcon, un coche grande, robusto, vulgar, verde, sin matrículas, con dos antenas y tres tipos dentro sembró el terror en las áreas urbanas. Familias enteras desaparecieron en los chupaderos: los hijos, los padres, los abuelos, los hijos de los hijos… La desaparición de niños secuestrados junto con sus padres, o nacidos en prisión, es otro de los dramas añadidos de las posguerras argentinas» («En el corazón de las tinieblas», Diaro El País de Madrid, 23 de abril de 1985).

3. Según el autor hay un límite entre venganza y justicia; aunque sus métodos y convivencias sociales de uno y del otro son distintos, ambos perciben objetivos casi idénticos.

Jorge Majfud’s books at Amazon>>

La reina de America

 

Una entrevista

Jorge Majfud: «Un novelista no puede tener pudor ni carecer de principios morales»

Cultura y Espectáculos Diario de Avisos,  Santa Cruz de Tenerife, 17 de enero de 2003

 

Jorge Majfud (Tacuarembó, Uruguay, 1969) movió los cimientos de la literatura uruguaya con una primera novela, Hacia qué patrias del silencio (memorias de un desaparecido), donde hablaba sin tapujos de la represión en su país, de los desaparecidos y la dictadura.

Texto: Mª Luisa Pedrós
Foto: Javier Ganivet
 

Después de ese libro, este arquitecto apasionado por el conocimiento, emprendió la tarea de redefinir los límites de la moral en Crítica de la pasión pura, un ensayo de 1998 inédito aún en España. Su segunda novela, La reina de América, abandona el tono filosófico de sus trabajos anteriores para narrar una historia descarnada: la de una joven española que emigra en los sesenta a la América de la bonanza y que a su llegada al continente ve cómo la vida le juega una mala pasada que solo le deja el recurso de la prostitución. 
Por esos extraños juegos de relaciones, Baile del Sol, una pequeña y modesta editorial tinerfeña, puso los ojos sobre la obra de Majfud y en 2001 publicó Hacia qué patrias del silencio y ahora edita La reina de América. Estos días, Majfud visita Tenerife para promocionar la obra. Ayer, en una apretada jornada, dio una rueda de prensa, concedió entrevistas y participó en el ciclo Diálogos en vivo, donde habló frente al periodista Fernando Delgado sobre el arte de fabular. 
Majfud es un hombre de gestos sosegados, casi suspendidos en el aire. Le gusta hablar. Dice que esa es una de sus grandes pasiones: hablar, y pensar. Escuchándolo se tiene la sensación de que no es la misma persona que escribe La reina de América, un libro duro, de lenguaje directo y descarnado. «En mi vida privada soy puritano, pero en la ficción no puedo permitírmelo». 

– Dicen de usted que que tiene vocación de filosofar. Un comentario así habría acabado con su carrera literaria en España. 
«Sí, parece que hoy en día es peligroso pensar. Se nos está imponiendo una cultura de la chatarra donde lo único que le queda al individuo es la capacidad de reflexionar, de preguntarse, de filosofar, en definitiva. La actitud de reflexión es única y siempre es valiosa. Solamente en las culturas donde hay dogmas de pensamiento, económicos o militares, es una actividad desprestigiada. Me cuesta creer que Occidente haya renunciado a una de las características que lo han definido: la valentía individual de cuestionar las cosas. Sinceramente, si para que mis libros se vendieran tuviera que renunciar a eso, no lo haría. Frente a esa mercantilización de la cultura, a esa banalización de la literatura, hay un grupo de escritores que practicamos la resistencia. No nos oponemos a que se publique Corín Tellado, pero nos negamos a que eso se venda a la altura de Saramago, por citar el nombre de un resistente». 

– Un periodista le preguntó a raíz de la salida de Hacia qué patrias de silencio si se sentía un outsider por sus temas y la postura que adopta ante ellos, y usted contestó que no lo sabía. Con La reina de América en la calle, ¿ya tiene hecha esa reflexión? 
«Creo que estuvo en lo cierto, pero aún siendo un outsider pongo el acento en el tiempo que me ha tocado vivir. En el Cono Sur, sobre todo en la década de los 90, ha habido una predilección especial por la historia de siglos pasados, como para evitar analizar esta. Ya lo dijo Francis Fukuyama: «Ha llegado el fin de la historia». No estoy de acuerdo, queda historia para rato porque queda mucho por construir, pero también por destruir. No estoy de acuerdo con la evasión, quiero vivir este tiempo trágico que nos ha tocado y aceptarlo como un desafío». 
– Hábleme de esta frase suya:»Un intelectual útil al partido no es un intelectual, es un payaso entrenado para ganar». 
«En Uruguay la presión para que el intelectual se ponga al servicio del poder es inmensa. Para que cualquier arquitecto, profesor o escritor viva desahogadamente, tiene que pactar con el poder. Muchas veces se me han acercado para pedirme que participe en esto o en aquello y me he dado cuenta que son concesiones, no puedo hacerlo porque no sólo estoy traicionando la confianza de mucha gente, sino la mía propia. Nosotros tenemos dos grandes resistentes que se han negado a dar ese paso: Eduardo Galeano y Mario Benedetti. La gente cree que para los dos ha sido fácil; nadie sabe por lo que han pasado. Nadie recuerda que Benedetti pagó sus primeros ocho libros de su bolsillo». 

– La Reina de América rompe cierta idea romántica sobre la emigración española al continente. 
«Existe el mito del europeo que viajaba a hacer las Américas, a triunfar. Muchos lo lograron, pero otros tantos fracasaron y encontraron una realidad aún peor que la que abandonaban. Eso le pasa a Mabel. Sola y obligada a prostituirse y sometida a un sistema represor del que no escapa porque es violada por un poderoso. Fue duro escribir sobre eso, porque requiere ser muy directo, y yo en mi vida privada soy pudoroso, pero no puedo ser pudoroso cuando en la ficción trato un tema en profundidad. Un novelista no puede tener pudor». 

– En la trama, los años de represión en Uruguay se filtran como un rumor ¿Su sociedad ha superado ya las consecuencias de la dictadura? 
«El miedo persiste, a pesar de que creo improbable una vuelta a la dictadura militar porque no hay interés internacional para eso; sin embargo, la sociedad uruguaya mantiene el miedo. No sabemos dónde están nuestros desaparecidos, ni cómo desaparecieron. Las respuestas se han silenciado y ese silencio es malo porque esa es una deuda moral de nuestra sociedad». 

– Una de las características de la obra es la experimentación técnica:salto de un hecho a otro sin avisos, diálogos sin los guiones tradicionales… ¿Fue deliberada? 
«La técnica sale espontáneamente como necesidad del momento creativo, pero más tarde me sucedió que tomé conciencia de lo que estaba haciendo y seguí empleando la técnica de una manera más consciente». 

– La literatura que llega a España desde América lo hace principalmente de Cuba y Méjico, ¿son esos países los que actualmente generan literatura en el continente o es política editorial? 
«A lo largo de los viajes que he hecho por Hispanoamérica me ha sorprendido descubrir que en literatura existen islas. Los escritores que son reconocidos en el Cono Sur no son conocidos en absoluto en España y a la inversa. En el Río de la Plata no conocemos esos escritores cubanos ni mejicanos. Es una literatura fragmentada en su propio conocimiento».

 

Información complementaria

 

«Los sudamericanos somos europeos en el exilio»

 

Majfud parafrasea a Borges al hablar de la política española con los emigrantes americanos: «Los sudamericanos somos europeos en el exilio».

 

  «El Río de la Plata fue muy receptivo con la emigración española cuando España estaba muy mal y nosotros estábamos muy bien»

 

«Creo que más tarde o más temprano, Europa tendrá que admitir que nos necesita. Hasta ahora, este fenómeno se trata de una manera maniquea, en blancos o negros. El Río de la Plata fue muy receptivo con la emigración española cuando España estaba muy mal y nosotros estábamos muy bien. Nunca nadie les pidió un solo papel. Sé que las cosas han cambiado, y que el orden mundial es otro, pero desde el punto de vista humanitario sería lógico que los españoles fueran condescendientes y ayudaran a esos hijos de España».

Recuerda cómo los que llegaron a Uruguay fueron «acogidos» hasta que se integraron en una sociedad donde «aún casi todos sus dirigentes hablan con acento español». «Para nosotros no hubo diferencias, y quizá porque no teníamos una cultura ancestral, formamos una sociedad plural y mixta»; pero frente a esto, el escritor está convencido de que España no debería temer nada. «Ustedes tienen una cultura lo suficientemente arraigada como para que nosotros desequilibremos esa identidad».

Desde que llegó a Tenerife ha recopilado todas las informaciones publicadas sobre emigración. «Se trata como un tema económico o humanitario, pero no hay un discurso desprejuiciado».

«Hablan de nosotros como prostitutos, delincuentes y corruptos y olvidan que toda la dirigencia de nuestros países son hijos de españoles o de italianos, no pertenecen a ninguna otra cultura muy distinta; somos, como decía Borges, europeos en el exilio. No somos una raza aparte, somos consecuencia de algo». Entre los recortes guarda uno durísimo que habla de los latinoamericanos que podrán optar a la nacionalidad española dejando atrás «latrocinio, machismo, narcotráfico, corrupción, vagancia, irresponsabilidad, prostitución»… No puede seguir leyendo: «No tenemos un gen destructivo, somos náufragos».                             

 

 

 

Democracia directa y Generación Post-Facebook

English: Agora in Perge Français : Agora de Pergé

La generación Post-Facebook

Hacia una democracia directa

 

 

Libros y redes sociales

Entiendo que la discusión no está entre el libro de papel o el libro digital. Ambos son medios de un antiguo hábito intelectual: la lectura. La diferencia radica en que el libro digital se adquiere más fácilmente; pero el libro de papel no se ha ido abandonado por sus deficiencias de funcionamiento. A excepción de la carencia de hiperlinks que obligaban al lector a memorizar y ordenar la información de otra forma (los hiperlinks facilitan el acceso a la información pero no a la comprensión) las páginas del libro de papel siguen siendo el modelo básico que imitan los libros electrónicos. El libro de papel no poseía ninguna deficiencia que dificultara la lectura reflexiva; tal vez son los lectores hechos en la cultura del consumo de cantidades, en lugar de calidades, quienes han adquirido algunas deficiencias de lectura y reflexión, sobre todo de reflexión abstracta y holística. Esto, obviamente, es sólo una aproximación de un fenómeno más complejo y lleno de excepciones. Pero no son las excepciones lo que debería ocuparnos más.

Evidentemente hablo como un miembro de una generación a caballo de esos dos mundos, alguien que aprecia las ventajas de las nuevas tecnologías, que no quiere ser un reaccionario pero tampoco un idólatra desmemoriado que desprecia las virtudes del mundo anterior sólo porque no tiene idea de tan exótica experiencia humana, social e intelectual.

En el fondo, creo que el dilema entre el libro de papel y el libro digital es falso o, por lo menos, no es tan trascendente como el dilema entre las redes sociales y los libros tradicionales. Aquí está la verdadera competencia por los lectores; aquí están los verdaderos formadores de actitudes y de habilidades intelectuales.

En este punto la diferencia es abismal. Basta con observar el nivel de desafío que impone un libro tradicional, incluso uno de los peores, y el nivel de desafío intelectual que nos impone, por ejemplo, Facebook. Incluso, si los libros tradicionalmente estuvieron envueltos de un aura de prestigio, muchas veces inmerecido, Facebook carece de una minúscula fracción de este aura. Es más, muchos de sus usuarios, si no la mayoría, se reconocen perdiendo el tiempo en este espacio virtual, aunque no puedan dejar de hacerlo.

Haga el experimento. Elija un grupo de los estudiantes más perezosos que quizás usted conoce y ofrézcale un libro, una revista de política internacional, un juego de ajedrez, un piano, un microscopio o siete horas de Facebook. La famosa generación “múltiple-tarea” es mucho más pasiva, previsible y monótona de lo que se cree ella mismo.

Claro, Facebook tiene algunas utilidades positivas, como el hecho de facilitar cierto tipo de conocimiento de nuevas personas o la recuperación del contacto de viejos amigos. No obstante, en lo que se refiere estrictamente al desafío intelectual que deriva de su uso, nunca alcanza a superar el desafío del peor de los libros. Por el contrario, es probable que actúe más como un anestesiaste que como un estimulante de las habilidades intelectuales. Se puede argumentar que no es posible comparar las dos realidades porque son cosas diferentes; lo cual sería lo mismo que estamos diciendo desde otro punto de vista.

Pero el hecho concreto es que cada individuo sigue teniendo días de veinticuatro horas, y las horas que uno invierte en una actividad necesariamente se las quita a otra. No tendría sentido ignorar y abstenerse del uso de estas realidades del mundo de hoy, pero tampoco tiene mucho sentido ni ganancia reemplazar hasta el aniquilamiento la práctica de otras habilidades que antes estaban entre las modestas páginas de un libro. No al menos si queremos individuos más amplios y sociedades más despiertas, más libres de la repetición, de la propaganda, de la actitud de rebaño, de la autocomplacencia y del conformismo como religión.

 

La Sociedad Desobediente y las Asambleas de Democracia Directa

Luego de Facebook deberá surgir algo más maduro según nuestra concepción del movimiento humanista hacia la radicalización de la democracia, tal como se ha ido desarrollando, con altibajos, con avances y retrocesos, desde la caída de la Edad Media.

Ese “algo” debe ser un espacio diferente a las actuales redes sociales, donde los pensamientos no sean efímeros, fraudulentos o apenas una decoración que no cambian ninguna vida, donde los compromisos son siempre virtuales y las discusiones tienen escasa o nula trascendencia más allá de la burbuja virtual de los egos heridos, la que cada tanto se agrega la ilusión de ser el principal disparador de una revolución o de un alzamiento en alguna parte del mundo, como si no hubiesen habido verdaderas revoluciones populares mucho antes de Twitter y Facebook. Las revoluciones sociales no las han hecho ni Facebook ni Twitter sino juventudes maduras en la conciencia de sí mismos como protagonistas de la historia.

Yo todavía veo, igual que a finales del siglo XX, una etapa donde los medios virtuales de comunicación serán verdaderas herramientas y no meros juguetes para la diversión y la adicción de tareas triviales, repetitivas, voyeristas y egolátricas.

Esta nueva etapa sería marcada por una especie de Asamblea Virtual donde los participantes tengan un verdadero poder de decisión sobre el resto de la realidad política, económica y social que los rodea. Entonces, cuando los instrumentos de esta Asamblea impliquen un efecto directo en el individuo y en la sociedad, las discusiones y las reflexiones inevitablemente tenderán a realizarse con mayor responsabilidad y con mayor cuidado y reflexión. Los miembros ya no serán simplemente “amigos virtuales” o “seguidores” sino “ciudadanos” que se gobiernan a sí mismos. A determinados tiempos de discusión seguirán votaciones periódicas sobre temas concretos.

Eso mismo que hacemos, por ejemplo, en una asamblea de profesores de una universidad (pública o privada, como en mi caso personal), donde mes a mes proponemos cambios en las leyes de la institución y decidimos su destino mediante votación directa, abierta o secreta; como lo hacen los obreros que poseen una cooperativa y no votan simplemente por medidas de resistencia contra los dueños de sus empleos sino en beneficio del grupo y del individuo que forma parte de la administración de su propia fuente de trabajo.

Hace muchos años que ya tenemos los instrumentos técnicos para que así sea. De la misma forma que alguien puede decidir invertir todos sus ahorros en una transacción electrónica, de la misma forma un individuo puede participar en la decisión de qué hacer con el presupuesto de su provincia o hacia dónde debe dirigir una parte de los impuestos que paga.

Esto último, por ejemplo, consiste en una idea aparte y concreta sobre una reforma impositiva que propuse en otros escritos y que está en línea con el mismo pensamiento: si cada ciudadano puede decidir dónde colocar un X porcentaje de sus contribuciones impositivas, podrá de esta forma premiar o castigar a aquellos que han sido elegidos para cargos públicos o aquellos otros privados que realizan una obra que beneficia a la sociedad o, por lo menos, al mismo contribuyente de forma indirecta.

Esta nueva etapa de democracia directa, más cerca del anarquismo organizado que de las democracias representativas, inevitablemente redefinirá el concepto de lo privado y de lo público, restándole progresivamente poder a los individuos y a los grupos que se aferran al poder político y económico desde hace siglos.

 

 

Jorge Majfud

Jacksonville University

Julio 2012

majfud.org

Milenio (Mexico)

Cambio Politico (CR)

El Nuevo Siglo (Colombia)

La Republica (Uruguay)

 

Jorge Majfud’s books at Amazon>>

cannabis

English: Health Profession, Nursing, Pharmacy ...

Un nuevo mito sobre la marihuana que se esfuma

 

Hace unos meses el presidente de Uruguay, José Mujica, propuso legalizar la marihuana. La discusión giró principalmente en torno a los efectos en la salud. Esto fue una distracción al centro de la propuesta, ya que no se trata de promover el uso de la marihuana sino de hacerse de su control. Como el consumo de marihuana es legal en Uruguay pero no su comercialización, se da la contradicción de que los consumidores deben recurrir al mercado negro para obtener el producto, mercado que, obviamente, está controlado en gran parte por la mafia internacional.

Sin embargo, el mismo presidente reconoció que si el 60 por ciento de la población estaba en contra, este proyecto sería retirado. Actualmente las encuestas indican que el 66 por ciento de la población está en contra de la legalización. El porcentaje es mucho más alto entre la población que sólo tiene educación primaria (normalmente la población más conservadora en todo el mundo), y mucho más bajo entre aquellos que tienen educación terciaria.

Pero más allá de esta discriminación por educación, que no mide ni considera la alta cultura de muchos individuos que ni siquiera han terminado la educación secundaria, el problema radica en la educación general del pueblo sobre un tema puntual. No ha habido suficiente debate y casi todos han girado en torno a distractores. Muchos de ellos apoyados por psiquiatras en franca contradicción con estudios profundos sobre el tema de diferentes universidades norteamericanas que han dedicado décadas al problema. Podríamos mencionar una lista de estos estudios pero creo que necesitaríamos un espacio mucho mayor.

Creo que un argumento razonable en contra sería la observación de que estos estudios están realizados con participantes mayoritariamente norteamericanos. No obstante, también podemos pensar que el cuerpo humano no varía mucho entre Michigan y Ushuaia (quienes mencionan los efectos negativos de la marihuana también hacen referencia a estudios norteamericanos, sólo que más antiguos o sin mencionar que dichos estudios todavía son materia de debates y han sido cuestionados por muchas otras investigaciones). Por otra parte, las conductas sociales relacionadas a este tema no son muy diferentes desde el momento en que los consumidores en Occidente y en gran parte de Oriente viven según las reglas culturales del consumismo y según las reglas del mercado capitalista.  Sí hay algunas diferencias. Paradójicamente se menciona a Holanda como un ejemplo de fracaso en la legalización. Pero aparte que la experiencia holandesa no ha sido un fracaso, ya que ha podido realizar ajustes según su realidad concreta, lo interesante es que la situación de Holanda con respecto a la violencia del narcotráfico está muy lejos de la violencia diaria que deben sufrir los países latinoamericanos.

Como vivo en el área, habitualmente me entero de primera mano de algunas cosas. Uno de los estudios más recientes, por ejemplo, lo hizo la Universidad de Florida. Aquí han estudiado largamente la marihuana y hace pocos días, caminando por este campus universitario, me enteré sobre los detalles de un estudio que establece que el alcohol, no la marihuana, es la puerta de acceso a otras derogas más peligrosas en la juventud. La información y el estudio completo se podrá leer en el número del mes próximo, agosto, del Journal of School Health.

Este es sólo uno de los tantos estudios sobre el tema. Lamentablemente la población mundial continúa juzgando en base a la ignorancia en los temas tabúes (lo cual tampoco es una excepción sino la regla). Y lo digo yo como alguien que aprecia la calidad del buen vino y que no consume marihuana ni le interesa. Por el contrario, me preocupa la falta de estímulo que las sociedades consumistas pretenden sustituir con una abundancia de estimulantes artificiales y excitaciones que sólo dejan beneficios en las arcas de las grandes corporaciones.

Entonces, no me interesa la marihuana. Me interesa la verdad. Como mencioné en algunos artículos anteriores, algunos estudios recientes realizados en universidades norteamericanas demuestran que para el hígado es lo mismo tomar cierta cantidad de alcohol que una aparentemente inofensiva gaseosa, debido al shock de azúcar que significa. El vino, por lo menos, tiene beneficios para la salud; una gaseosa, ninguno. Pero a ningún gobierno se le ocurriría prohibir el consumo de bebidas colas o de tortas de cumpleaños. No porque entones tendríamos lógicamente cola y pastelestraficantes, sino porque basan sus juicios finales en el prejuicio y en la reacción conservadora antes de abrirse a un verdadero debate desinteresado y no uno de esos clásicos, aburridos y anesteciantes debates políticos donde cada uno defiende su posición rodeándose de trincheras de ideas.

 

Jorge Majfud

Jacksonville University

julio 2012

 majfud.org

La Republica (Uruguay)

Milenio (Mexico)

 

 

 

“Zombis, autómatas en la cadena de producción-consumo”

Notas originales para Milenio  (Mexico)

“Zombis, autómatas en la cadena de producción-consumo”

CULTURA • 9 JUNIO 2012 – 2:58AM — POR GUSTAVO MENDOZA

Milenio - Mexico

 

El filósofo Jorge Majfud refiere que el término “cultura popular ha dejado de producirse en el pueblo” para ser ahora un artículo meramente de consumo.

Monterrey • ¿Qué cosa es un zombie?, sino todos nosotros que vivimos día a día tratando de saciar la sed de consumo. A la par, ¿quiénes son los que se benefician de las crisis, sino es que los más poderosos?

Estas y otras cuestiones responde y analiza el filósofo y escritor Jorge Majfud (Uruguay, 1969) quien ha publicado su novela Crisis, a la cual describe como una “novela mosaico” en donde aparecen personajes dentro del contexto de la Gran Recesión norteamericana.

En entrevista vía correo electrónico, el colaborador de MILENIO analiza el papel de los trabajadores ante una crisis –como la sufrida en 1929 en Estados Unidos- y como se destacan los grupos poderosos que son beneficiados con los impuestos de los primeros.

Además, el autor refiere que el término “cultura popular ha dejado de producirse en el pueblo” para ahora ser un artículo meramente de consumo.

Y sobre dos fenómenos sociales actuales ofrece su reflexión: ¿por qué existe un regreso en la música y moda hacia la década de los 80? Y claro, las multitudinarias Zombies walks que se promocionan por todo el mundo, y de la cual Monterrey no ha quedado afuera.

 

En la contraportada de Crisis se habla de una novela mosaico, con protagonistas múltiples. ¿Por qué siempre los afectados en una crisis terminan siendo los trabajadores?

JM: La respuesta es una simple observación sobre una lógica histórica: los grupos que poseen el verdadero poder social se benefician de una crisis o sufren sus consecuencias en menor grado. En nuestro tiempo, es aún más claro que también las provocan y luego reciben, descaradamente, las multimillonarias ayudas de la población en general, incluido los trabajadores, a través de los impuestos, que no dejan de señalar como la causa de la negativa injerencia del Estado en sus sabios negocios. En nuestro tiempo esos dioses son invisibles (la virgen de Guadalupe al menos se puede ver y alguna gente hasta puede habler con ella), o es el Charging Bull, el “becerro de oro” de Wall Street, o son deidades inalcanzables y desconocidas, como los grupos financieros que especulan usando cálculos de probabilidades como una computadora juega al ajedrez. Son los dioses de nuestro tiempo, dioses abstractos y perversos a los que no se puede siquiera rezar. Si los trabajadores tuviesen el mismo poder, hoy en día en lugar de ser expulsados a las calles en nombre de la austeridad y la eficiencia productiva estarían aumentando sus beneficios cada mes, como de hecho lo están haciendo los dueños de las grandes compañías y, sobre todo, los especuladores. Un “humilde” especulador con conocimientos en matemáticas que trabaja para algún especulador mayor en Wall Street en plena crisis gana (o ganaba) aproximadamente diez millones de dólares por año. Por no hablar de otros dioses oscuros, como los intocables lobbies que presionan o secuestran la democracia desde tiempos anteriores.

 

2. ¿Cuál era el contexto de los inmigrantes hispanos durante la Gran Recesión, si la comparamos con la recién crisis norteamericana en el 2008-2009, que causó fenómenos como la disminución de envío de remesas hacia México, por ejemplo?

 

JM: Si te refieres a la crisis de 1929, más que una gran recesión produjo la Gran Depresión que duró casi una década con algunas recuperaciones tímidas y con ciertas leyes y políticas que significaron las mayores acciones socializadoras de Estados Unidos desde su revolución. Recordemos que la Crisis del 29 se produjo al final de una década de derroche, optimismo y persecuciones ideológicas contra los inmigrantes y fue seguida en los años treinta por el nacimiento de Superman, las olas de violencia contra los negros y su dramática disminución en términos de población. Ahora, en esta Gran Recesión que técnicamente terminó en julio de 2009, las remesas disminuyeron en cantidad y por el estratégico y progresivo debilitamiento del dólar. Para mí las remesas son un tema aparte de gran importancia: no sólo porque en algunos países son importantes ingresos, sino porque significan la consolidación de una gran injusticia binacional: como los ricos vernáculos se benefician de un status quo dado en sus países; nunca emigran. Los protege un sistema y una moral popular: cuando en América latina decimos “es un chico bien”, no queremos decir que es un joven trabajador sino alguien que no necesita trabajar para comer. Como antes se distinguía al “noble” del “villano”, al rico del pobre, al bueno del malo. Si decimos “es de familia trabajadora”, queremos decir que no tiene ningún privilegio, sino todo lo contrario. Siempre emigran los pobres, rara vez los holgazanes y los delincuentes: emigran los trabajadores, expulsados por las injusticias sociales de sus propios países. Luego de arriesgar sus vidas y el poco capital del que disponen, son explotados, perseguidos, humillados y criminalizados en la tierra prometida. Pese a todo, y al mismo tiempo de que son acusados de incrementar la criminalidad en el país donde trabajan, mantienen (esto es estadístico) uno de los niveles de criminalidad más bajos a nivel nacional. Mientras son acusados de ser una carga para el sistema de salud, a los cuales acuden en última instancia, mantienen los precios de bajos y aportan a la economía y al funcionamiento de esta sociedad de una forma que ningún otro grupo puede ni quiere hacerlo.

 

3. ¿En las crisis se acentúa el discurso anti inmigrante en los EU?

 

JM: Lamentablemente eso responde a un padrón histórico. Ante cualquier crisis, sobre todo ante las crisis político-económicas, siempre se buscan a los extranjeros primero y a los grupos raciales o religiosos minoritarios después, como la más rápida y simplista excusa para justificar todo tipo de frustraciones y fracasos. Sería muy largo dar ejemplos y creo que ni falta hacen.

 

4. Vemos en la música y en la moda –a través de las redes sociales- una marcada tendencia a prolongar (o recuperar) todo lo hecho en la década de los 80 ¿Es ciudadano este modelo o de donde nade?

 

JM: Hay una sacralización de los ´80, sobre todo en política. Todavía vivimos en esa época reaccionaria que exterminó el espíritu joven de los ´60, aunque no mucho de sus logros, como las reivindicaciones de las minorías y el pensamiento poscolonialista. Pero en el discurso popular (creo que a partir del siglo XX la “cultura popular” dejó de producirse en el pueblo para producirse en la industria del entretenimiento) todavía se diviniza los 80s. en muchos casos me parece que se tratan de reacciones nostálgicas que pudieran estar indicando cierto declive de ese predominio ideológico. Hace muchos años dijimos que esta década podría marcar cierto regreso de los ´60. En parte ya lo estamos viendo, pero con mucha timidez.

 

5. Te pregunto por un fenómeno creciente en el mundo, y en especial México: las llamadas Zombies Walks ¿Existe algún transfondo que miles de jóvenes se disfracen de muertos vivientes que anhelan un cerebro que degustar?

 

JM: En los fenómenos culturales nada, nada es casualidad. Primero, porque históricamente los grandes artistas se han adelantado siempre a los analistas, como lo demostraron los surrealistas mucho antes de la Segunda Guerra. Segundo, por una razón opuesta: porque, como ya te dije, la “cultura popular” ya no es “cultura del pueblo” sino “cultura para el pueblo”, programada y diseñada para ser consumida por el pueblo. ¿Alguien cree que el marketing podría planear una estrategia de consumo que no se retroalimente a sí misma? Creo que sería muy ingenuo aceptar máximas como: “producimos lo que el pueblo quiere consumir”. Demasiado naive. Ya ni siquiera se puede hablar de “pueblo” sino, meramente, de “gente”, como un grupo informe e indefinido de individuos que muchas veces ni siquiera son individuos completos sino autómatas en la cadena de producción consumo, es decir, “zombies” (alegres y orgullosos de su condición, pero zombies al fin). Los zombies son la expresión de la desacralización de la vida, el cuerpo humano considerado como materia de consumo. ¿Qué otra cosa es el consumismo y sus expresiones como el marketing más deshumanizado, las guerras posmodernas y el crimen organizado? Hace pocos meses se descubrió que escaneando el cerebro de una persona se puede predecir la tendencia de sus gustos en los próximos seis meses. Inmediatamente aparecieron artículos observando que esto facilitaba el estudio de marketing. Si esto parece tétrico yo creo que es aún peor: los gustos de un individuos no sólo pueden ser adivinados con el fin de explotar su capacidad consumista, sino que de hecho son creados por la misma maquinaria del marketing. Lo que los altamente tecnológicos escaners ven no es la naturaleza humana sino lo que han hecho con ella a lo largo del tiempo.

 

6. En EU ya se decidieron unas elecciones presidenciales a través de las redes sociales. ¿Crees que el fenómeno se puede extender, quizás en México?

 

JM: Las redes sociales tuvieron cierta influencia en las últimas elecciones de 2008, pero no creo que las hayan decidido. La diferencia entre Estados Unidos y México no está en las redes, las cuales son idénticas de un lado y del otro, sino en la cultura profunda de cada país y en la situación mercantil que se encuentre cada uno dentro del sistema capitalista. Estas redes todavía son más juguetes que instrumentos de democracia. Lo serán algún día cuando la población esté más madura. Es decir, que sea responsable y no vítima o actor de reparto, que sufra y se beneficie directamente de sus decisiones políticas y no viva la política momo un espectáculo diseñado para la pasión partidista, para los clásicamente estériles debates electoralistas, para decidir cada día y no para elegir representantes cada dos o cuatro años. Es sobre lo que escribíamos al final del siglo pasado: el paso de una democracia representativa, hoy anacrónica, a una democracia directa. El mundo de Internet debe ser uno de los principales instrumentos de esa democracia directa. Pero basta con ver cómo hoy en día lo que abunda son la copia y la repetición, la escasez de pensamiento crítico y la abundancia de la antigua queja o la autocomplacencia. La mayoría de las noticias que se reproducen en los blogs y en las redes sociales son copia de algún gran medio de comunicación, al estilo antiguo. La mayoría de las ideas que circulan han sido creadas por políticos o publicitarios, que es lo mismo. La mayoría de las ideas son munúsculos fragmentos, especies de haikus banalizados por sus naturalezas radicalmente efímeras e intrascendentes. Es una cultura de la distracción vestida, asombrosamente, de compromiso humano y social. No obstante, aunque creo que la crítica radical debe estar siempre (o cualquier tipo de democracia está muerta), también creo que podemos tener muchas esperanzas en este proceso civilizatorio: la madurez llegará y con ella la democracia directa, estación previa para un orden anárquico, quizás global, que sepa autoregularse para potenciar la libertad de los individuos y de los pueblos. En ese orden de cosas, por simple lógica, la violencia deberá ser mucho menor, pese a todos los discursos tradicionales que han demonizado todo proyecto que amenace la pérdida de poder y privilegio de las elites que les han robado a los demás una gran parte del poder social y mundial. Este cambio, si opta por el camino de la revolución, fracasará. Sería el ideal para las fuerzas de la reacción. Pero debe ser un cambio progresivo a través de la maduración histórica, y su principal vitamina será, como siempre, la crítica radical y la acción medrada.

 

Fuente: Milenio  (Mexico)

Ricos nobles, pobres villanos

Money, Money, Money

Ricos nobles, pobres villanos

 

 

Otra ayuda para los bancos

 

El gobierno de España planea a poner 19 mil millones de euros como “rescate adicional” en Bankia SA, cuyos bonos fueron recientemente declarados bonos basura por Standard & Poors. Lo que significa que cada familia española, que actualmente está sufriendo recortes de todo tipo, va a poner aproximadamente otros 1500 euros para rescatar una empresa recientemente nacionalizada, lo cual también significa que quienes vendieron hicieron un excelente negocio.

A la gente, no se les pregunta si quieren recortar servicios públicos ni se les pregunta si quieren seguir poniendo su dinero para salvar bancos y millonarios. 

Sólo se les dice que hay que ser más responsables y gastar menos.

Igual que en Argentina en el 2001 y que en Estados Unidos más recientemente. Cada vez que hay una crisis se recortan los servicios a la gente común y además se les pide que colaboren con ayudas especiales a los bancos y las corporaciones en general, que cuando no son privadas han sido estatizados en ruina por gobiernos benefactores de millonarios.

Algún día los pueblos dejarán de confundir generosidad con estupidez.

 

Capitalismo y religión

El capitalismo y la economía del libre mercado son el más perfecto equivalente práctico e ideológico de la Teoría de la evolución, donde las leyes premian al más fuerte y justifican la aniquilación del más débil. De hecho, es muy posible que las distintas teorías evolucionistas del siglo XIX se hayan inspirado en las teorías económicas del siglo XVIII, aparte de los griegos, claro.

Por otro lado, como si se tratase de una broma de algún dios o demonio, el comunismo está mucho más próximo a la religión judeocristiana donde el Estado representa al padre, aquel que interviene periódicamente en las leyes del mundo material o poniendo en suspenso las reglas del mercado para proteger, al menos en teoría, a los más débiles.

No deja de ser una magnífica y trágica paradoja que los conservadores de hoy odien al Estado tanto como aman el libre mercado.

Pero el odio al Estado se puede entender por dos razones: primero, es un sustituto secular del Padre; segundo, las donaciones para los pobres a través de los impuestos pueden conducir a la salvación de algún grupo humano desconocido, pero no a la salvación individual. Según los neoconservadores, Dios sólo puede ver las limosnas que arrojan los fieles al salir de una iglesia y odia los impuestos, sobre todo aquellos que pagan los ricos. Los ricos son los que siempre dejan las mejores limosnas, lo que prueba la generosidad de los que han sido elegidos antes de nacer.

De la misma forma, llueve porque nacen las plantas.

Tal vez esta idea o la confusión que protege a los ricos de pagar más impuestos y predica el desprendimiento y el sacrificio entre los pobres se podría entender si recordamos que Jesús elogió las dos monedas que daba la viuda y despreció las limosnas que los ricos echaban en el arca del Tesoro, porque aquella daba lo que necesitaba y éstos arrojaban lo que les sobraba, según Lucas. Pero jamás se entendería la preferencia de Dios por los ricos ni la preferencia de los ricos por las limosnas en lugar de los impuestos, si recordamos una intervención más explícita del carpintero de Nazaret, cuando afirmó que de las posibilidades de que un rico pudiese subir al cielo sin desprenderse de sus riquezas eran las mismas que tenían un camello o una soga de atar barcos de pasar por el ojo de una aguja.

Pero como sabemos que las religiones se basan en la negación de sus propios textos sagrados (poner la otra mejilla significa bombardear por las dudas; ser rico significa ser uno de los elegidos por el Dios de los pobres), para explicar semejantes paradojas tenemos que recurrir más a la psicología o a los intereses más diabólicos del egoísmo y la avaricia sin límites que al mismo Jesús de Nazaret o a la mera razón humana.

 

Arribistas y abajistas.

Si alguien se posiciona en uno de los extremos del espectro ideológico aparece como cojo o como tuerto: aparece como alguien que no puede ver “la otra cara” de la realidad. Entonces, aquellos que se ubican al medio, abusando de la misma metáfora horizontal, se ubican en el eje de la balanza y, consecuentemente, son representados como equilibrados.  Aunque este centro es virtual, porque inevitablemente depende de la distancia en que puedan estar los extremos. En ocasiones, ambos extremos, izquierda y derecha, podrían están perfectamente ubicados en un rincón cualquiera de los dos extremos, por lo que ser de izquierda podría significar ser un conservador reaccionario en un contexto, o  un revolucionario progresista en otro.

Estamos atrapados, históricamente, de una ilusión visual que oculta otra realidad, probablemente una realidad más lógica, más verdadera y, por eso mismo, diabólicamente soslayada. La dicotomía y la lucha entre izquierda y derecha usa un artilugio geométrico de alta neutralidad (la horizontalidad) para ocultar el hecho de que nuestros diversos sistemas políticos son, en última instancia, una encarnizada lucha entre arriba y abajo, entre las imponentes clanes, sectas, familias, lobbies o corporaciones que presionan, conducen gobiernos, eligen presidentes y, por otro lado (el lado de abajo) los trabajadores y consumidores comunes, que no sólo consumen artículos, muchas veces innecesarios, sino, sobre todo, consumen narrativas, moralidades, valores, verdades prefabricadas por la ingeniería de los arribistas, que son quienes ostentan un poder desproporcionado a su número. De otra forma, ninguna forma de esclavitud hubiese existido nunca. La mera fuerza sería inútil sin una moral para los esclavos que son representados a la izquierda de un espectro horizontal, democrático.


JM

Milenio , II , III (Mexico)

 

Los ingeniosos inicios de medicina moderna

Antes que la ciencia contemporánea diese el gran salto al mundo cuantitativo (convirtiendo en número hasta las experiencias existenciales más profundas, como la belleza y el terror), la ciencia médica anterior, o como quiera llamarse, se preocupaba básicamente por las cualidades.

 

 

Los ingeniosos inicios de medicina moderna

Sobre el Examen de ingenios para las ciencias de Juan Huarte.

Juan Huarte de San Juan fue un reconocido médico español que vivió a finales del siglo XVI. Su Examen de ingenios para las ciencias fue considerado un precursor de los tratados de psicología aplicada y no pocos médicos y filósofos más allá de España y del siglo XVI lo reconocieron como una de las figuras más destacadas de las ciencias médicas de su tiempo.

Como casi todos los españoles de su época y de siglos subsiguientes, Juan Huarte se consideraba de sangre noble, más precisamente de una familia de hidalgos (“hijos de algo”, en contraposición a aquellos “hijos de nadie”, “villanos”, que apenas tenían un primer nombre y un apodo grotesco, a falta de apellidos). No obstante, llegó a ser médico en Andalucía. En tiempos pretéritos, los nobles consideraban innoble cualquier tipo de trabajo, incluido el trabajo intelectual y el de médicos y contadores, reservado para razas inferiores como la árabe y la judía. La nobleza alimentaba su honor en los campos de batalla donde se desangraban los milis o milits (los campesinos y artesanos, los brutos anónimos reclutados para la ocasión) y que, como en el ajedrez y como en nuestros tiempos, eran los primeros en ser sacrificados en el frente al servicio de la aristocracia.

Después del ambiente humanista que se toleró durante Calos V, con Felipe II (1559) había comenzado una reacción. La Inquisición solía censurar libros y personas (en 1559 figuran en el índice de libros prohibidos Erasmo, la escandalosa pero deliciosa primera parte de Lazarillo de Tormes, entre otros) y se comenzó a obligar el regreso del extranjero de los estudiantes españoles.

Sin embargo, y quizás como prueba de que los milagros existen, la censura de la época calificó a Exámenes de ingenios como “obra católica”, de forma que fue aprobada para su publicación. Las influencias de Juan Huarte son evidentes: Galeno, Platón, Aristóteles, Hipócrates, etc. Los términos “ingenio” y “exámenes” eran muy usados en su época, lo cual justifica su éxito. Se entiende que Francisco Bacón se basó en Huarte en su clasificación de las ciencias, aunque es dudoso. No es dudosa la influencia que tuvo sobre el Ingenioso hidalgo de Cervantes (por ejemplo, la defensa de las lenguas vulgares, tópico del Renacimiento y, sobre todo, de los humanistas).

En la época, ciencias y letras eran equivalentes, pero, quizás por influjo del platonismo, separados de la poesía. En el capítulo IX afirma que la elocuencia no puede estar en hombres de gran entendimiento. Igual pensaba Juan de Valdés, otro humanista, unas décadas antes: cuantas menos palabras y menos adornos mejor. “Todo el bien hablar castellano consiste en que digáis lo que queréis con las menos palabras que puriéderes” (Diálogo de la lengua, 1535).

Aún en su tiempo, Juan Huarte reconocía que “siendo el médico muy gran letrado, por la mesma razón es inhábil para curar”. Por suerte para él, en la ciudad donde practicaba su arte, Baeza, se entendía lo contrario. Juan tenía vocación de escritor científico y logró publicar su libro en 1575 a expensas de sus propios honorarios.

En su obra máxima, Juan pretende analizar las habilidades naturales de cada hombre para cada ciencia. Pone el acento en la vocación del individuo y no en la fuerza para estudiar cada disciplina, ya que sostenía que cada uno está dotado para una ciencia y no más.

Antes que la ciencia contemporánea diese el gran salto al mundo cuantitativo (convirtiendo en número hasta las experiencias existenciales más profundas, como la belleza y el terror), la ciencia médica anterior, o como quiera llamarse, se preocupaba básicamente por las cualidades. Como alguna vez en la antigua Grecia, para Huarte el Universo se componía de cuatro cualidades: calor, frialdad, humedad, sequedad.

Estas cuatro cualidades combinadas componían otros pares, dando origen a los cuatro elementos (aire, tierra, agua, fuego) y, más concretamente referido a la medicina, a los cuatro humores: sangre, cólera, melancolía y flema. A partir de ahí se establecían relaciones más bien arbitrarias (sequedad = entendimiento; humedad = memoria, imaginación), si no fuese porque en cada atributo vemos valores patriarcales, raciales y de clase.

Juan Huarte es un ejemplo de la distancia que en ocasiones separa teoría y práctica, entendimiento y acción. Este extraño hombre se acerca a nosotros, a nuestras propias supersticiones científicas, apenas en algunas páginas, como cuando afirma que todas las “potencias racionales” dependen del cerebro. Juan Luis Vives ya era de esta opinión, pero muchos otros pueblos y otros tiempos habían aceptado el hecho de que el pensamiento residía en el hígado y algunas emociones en el corazón.

Aquí vemos invertido el funcionalismo de la Edad Media que decía, según un cristiano africano llamado Tomás de Aquino, y un musulmán español, Ibn Rushd (Averroes), que es la función (la potencia) la que determina los órganos. Igual que lo hará Descartes más tarde, Juan Huarte entiende que es el órgano (la base material) la que determina la función y la habilidad de la especie.

Para Huarte, las almas son todas iguales en perfección, y por lo tanto las diferencias de habilidades no radican en ellas sino en la constitución material del cerebro. No obstante, Huarte no se olvida de las condicionantes del medio ambiente, incluido los cuidados prenatales.

La aprobación de la censura no fue gratuita. El gran doctor Huarte no pudo escapar a la conocida práctica de adular al poder. Cuando examinó las cualidades para el oficio de rey, mencionó, con ejemplos indirectos, que éste debía ser rubio y de mediana estatura, descripción que sólo por casualidad correspondía a la imagen que tenemos de Felipe II.

(continúa)

Jorge Majfud

Milenio , B (Mexico)

Los ingeniosos inicios de medicina moderna (II)

Sobre el Examen de ingenios para las ciencias de Juan Huarte.

No obstante tantas precauciones, en 1581, su libro fue prohibido en Portugal. Tres años después varias partes, entre ellas todo el capítulo VII, fueron igualmente censurados en España. Algunos catedráticos de teología lo denunciaron por amor propio herido, según Esteban Torre, ya que incluía a su profesión en el carácter de memoria y no de entendimiento. Como consecuencia de la reacción contra el humanismo católico y contra su variante hereje, el protestantismo, el concilio de Trento de 1563 había ratificado el derecho exclusivo de la Iglesia a interpretar las Sagradas Escrituras. No obstante, Huarte se arriesgó a afirmar que “el entendimiento y la memoria son potencias opuestas y contrarias”. Los oradores —los predicadores— cuyo quehacer se basa en la memoria, eran, según él, individuos de muy poco entendimiento. “Y siendo esto así, es cosa muy peligrosa que tenga el predicador oficio y autoridad de enseñar al pueblo cristiano la verdad” (29).

En 1665 el libro ya figuraba en los índices prohibidos de Roma, los cuales no fueron suprimidos hasta tres siglos más tarde, en el Concilio Vaticano II.

En su célebre análisis, Huarte pensó que no sólo era necesario acertar sobre cuál ciencia era la más adecuada a un ingenio, sino además sobre si su actividad debía ser teórica o práctica. Recuerda a Aristóteles que estimaba a los primeros filósofos en sus errores y sugería que quien los enmendaba no merecía grandes alabanzas, porque inventar cosas nuevas es más difícil y meritorio que corregirlas.

Sin embargo, como cada uno nace con una habilidad determinada, era más bien inútil dedicarse a una ciencia sin tener las habilidades necesarias. Como ejemplo cita al hijo de Cicerón, que a pesar de todo lo que tenía para ser como el padre, fue un necio.

Consecuente con la tradición de los campos universitarios que se desarrollarían siglos más tarde, Huarte sostenía que el estudiante debía “salir muchacho de casa de su padre; porque el regalo de la madre, de los hermanos, parientes y amigos que no son de su profesión, es grande estorbo para aprender. Esto se ve claramente en los estudiantes naturales de las villas y lugares donde hay Universidades: ninguno de los cuales, si no es por gran maravilla, jamás sale letrado” (75).

Luego, con un fatalismo contemporáneo, reconoce que “el entendimiento tiene su principio, aumento, estado y declinación, como el hombre y los demás animales y plantas” (78). La cúspide del entendimiento iba de los 33 a los 50 años, por lo cual para escribir libros deberá hacerlo en este período, aunque no todos los hombres tienen los mismos límites etarios.

En el segundo capítulo (repitiendo un tópico medieval) Huarte rechaza las explicaciones racionales que recurren a Dios: no niega a Dios, pero comparte la peligrosa idea de que se debe entender el orden que Éste ha puesto en las cosas sin recurrir a permanentes intervenciones divinas: “por amparar su ignorancia con seguridad —criticó—-, y que nadie les pueda responder ni contradecir, afirman que todo es lo que Dios quiere, y que ninguna cosa sucede que no nazca de su divina voluntad” (81). Por si la observación epistemológica fuese poco, no tardó en revelar su verdadero ánimo en una sociedad rigurosamente conservadora y reaccionaria: “los hombres somos arrogantes y de vana estimación, muchos de los cuales desean allá dentro de su pecho que Dios les haga a ellos alguna merced particular, y que no sea por la vía común (como es salir el sol sobre los justos los malos y llover para todos en general), porque las mercedes en tanto son más estimadas en cuanto se hacen con menos. Y por esta razón hemos visto muchos hombres fingir milagros en las casas y lugares de devoción” (83).

En el capitulo cinco, Huarte va directamente al centro del conocimiento médico de su época y cada diez páginas nos deja atónitos. De forma repetida, casi en un estilo teológico, intenta confirmar —ya que nunca prueba nada según métodos contemporáneos, como el deductivo, inventado por los egipcios milenios antes— que de las calidades básicas (frío, calor, humedad y sequedad) salen todas las diferencias de ingenios que hay en un hombre.

Por supuesto que estas categorías hoy nos parecen ingenuas, pero probablemente lo mismo dirán los médicos y los científicos dentro de quinientos años, si para entonces la inteligencia humana no ha logrado colonizar otros planetas inhabitables luego de convertir al nuestro en otra gran piedra desolada. Por otro lado, podemos ver la aparente ingenuidad de aquellos médicos del siglo XVI como a los matemáticos y astrónomos de los siglos anteriores de Ptolomeo. La disparatada concepcion del universo con la Tierra en el centro (disparatada hasta que el Cosmos de Einstein la revindicó; desde el punto de vista de la Tierra, todo gira a su alrededor, y no existe punto de observación privilegiado para la física del siglo XX). De todas formas, para simplificar podemos decir que la cosmología geocéntrica de Ptolomeo estaba errada y que, sin embargo, fue útil como forma de comprender una realidad y poder dialogar con ella, es decir, poder prever —los eclipses, por ejemplo, con rigurosa precisión— o modificar la realidad.

La historia de las ciencias demuestra, creo, modestamente, que la ciencia nunca alcanza la verdad definitiva de nada; es decir, nunca alcanza la verdad sino sustitutos provisorios, porque básicamente es un sistema de representaciones de otra cosa que llama realidad. No obstante, la ciencia es el mejor instrumento para: (1) hacer que las limitadas capacidades intelectuales del ser humano haga inteligible el infinito del universo, que de ser sólo por los sentidos, sería un caos absoluto; y (2) aumentar el poder de los humanos sobre su entorno físico, peiscológico y espiritual, para bien y para mal, para mejorarlo y para destruirlo. En este sentido, el poder de la medicina moderna, no derivado de arte de la medicina (de su práctica) sino de las ciencias médicas afortunadamente se ha incrementado exponencialmente en el último siglo. Sus errores no la descalifican. Pero es interesante tomar una perspectiva histórica de nuestro presente. Como lo han demostrado los grandes científicos, las ciencias siempre han estado rodeadas, cuando no asentadas, en supersticiones, de los mismos cientificos y, sobre todo, en supersticiones populares acerca de su poder y su magia. No es casualidad, por ejemplo, que los médicos en Estados Unidos son menos propensos que sus propios pacientes a seguir dolorosos y tienden más a elegir una muerte digna en sus propias casas, rodeados más de las primitivas emociones de sus familiares que de los artificiales universos de los hospitales donde agonizan aquellos que tienen más fe en una religión que sus sacerdotes.

En general, normalmente son los científicos de menor categoría y trascendencia los que desprecian otras formas de pensamiento, como el filosófico o, incluso, el pensamiento artístico o religioso. Especialmente, desprecian el pensamiento filosófico, especulativo, crítico, no sistemático. No son los grandes científicos, claro, que caen en esta supersticion; son los cientificistas, es decir, los malos filosofos; y la historia enlista un numero casi infinito de casos.

(continúa)

Jorge Majfud

Milenio (Mexico)

 

Los ingeniosos inicios de medicina moderna (III)

Sobre el Examen de ingenios para las ciencias de Juan Huarte.

 

 

En lagunas páginas el pensamiento científico o proto-científico del doctor Juan Huarte vive en la Grecia del siglo IV a. C. y en otras se adelanta a su propio tiempo. Reconoce, por ejemplo, que por entonces nada se sabía de las funciones de cada parte del cerebro porque a simple vista es un solo órgano homogéneo (118). Por eso Platón entendió que era lógico que el hígado estuviese lejos del cerebro para que su función y vapores no estorbaran el pensamiento. Huarte lo confirma con la observación de la digestión que perturba el estudio.

“Los tres ventrículos [lóbulos del cerebro] delanteros yo no dudo que los hizo Naturaleza para discurrir y filosofar” (119). Porque si se estudia o piensa mucho siempre duele esa parte de la cabeza. El problema es saber, agregaba luego, en cuál de los tres ventrículos está la memoria, la imaginación y el entendimiento, porque además no se puede ejercitar uno sin el auxilio de los otros. “De donde se entiende claramente que en cada ventrículo están todas las tres potencias, pues de la sola lesión de uno se debilitan todas tres” (121).

Por entonces, los médicos no consideraban una de las cuatro cualidades (la frialdad) por ser inútil para todas las obras del ánima racional. Según Galeno la frialdad sólo servía para templar el calor, pero Aristóteles estimaba la sangre fría y fina para el mejor raciocinio (121).

Como siempre que estudiamos textos originales y, sobre todo, alejados en el tiempo, vamos a descubrir valores y percepciones que desafían las mentalidades conservadoras, siempre abundante y mayoritarias en cada momento de la historia, como lo reconocería el propio Simón Bolívar. El doctor Huarte recordaba que Aristóteles se preguntaba, asumiendo la percepción como un hecho, “por qué los hombres que habitan tierras muy calientes, como Egipto, son más ingeniosos y sabios que los que moran en lugares fríos. A la cual pregunta responde que el calor demasiado de la región gasta el calor natural del cerebro y le deja frío, y por ende vienen los hombres a ser muy racionales” (122). En la antigüedad griega y luego durante varios siglos de dominio romano, los bárbaros, las bestias brutas sin idioma ni capacidad de cultura, eran los pálidos germánicos y, por extensión, todos los rubios del norte. Mil años más tarde, cuando el centro de la civilización y del poder político y cultural se trasladó al norte, la periferia continuó representando a los bárbaros, pero esta vez eran negros. No es raro encontrar mapas de Europa donde se nombra al norte de África como “Barbaria”.

El doctor Huarte continúa sus reflexiones científicas observando que el exceso de frialdad impedía los movimientos de imágenes, aunque haga de las opiniones estables y firmes (122). Para Platón el alma se había hecho torpe al venir a la humedad del cuerpo. Pero con el tiempo, aparentemente, la sequedad la había hecho más lúcida.

Por la misma época Santa Teresa y muchos otros consideraban la melancolía como una enfermedad grave. Probablemente se referían a lo que hoy llamamos depresión. Según Huarte, la melancolía era la combinación de humor frío y seco. Según Aristóteles, era propio de los grandes hombres de letras (123). Discrepa con Aristóteles, en cambio, cuando éste dice que los jóvenes aprenden más rápido aunque los viejos entienden más porque la memoria del viejo está más llena. En un raro momento deductivo, Huarte observa que las imágenes no ocupan lugar, lo que se prueba por el hecho de que cuanto más se ejercita la memoria, más hábil es para memorizar (126). Pero luego tiene que explicar la natural decadencia en los ancianos y propone que los viejos tienen menos memoria porque carecen de la humedad (tienen más sequedad) que es lo que necesita el entendimiento. A la mañana la memoria está mejor porque el sueño ha humedecido el cerebro (127). De esta forma, seguramente siguiendo a Aristóteles, desprende que el entendimiento y la memoria son potencias opuestas y el hombre que posee una debe carecer de la otra, de la misma forma que la potencia imaginativa es contraria a la memoria y al entendimiento (128).

En resumen: el entendimiento se favorece de la sequedad, memoria de la humedad y la imaginación del calor. Sin embargo todos los humores están presentes en cada individuo en diferentes proporciones, aunque algunas combinaciones son más naturales y lógicas que otras: puede haber calor-humedad y calor-sequedad, pero “la buena imaginativa (exceso de calor) no se puede juntar con mucha memoria (humedad)” (128).

Entre la antigüedad y el nacimiento de la Era Moderna, para Huarte existían “tres obras principales del entendimiento: la primera es inferir, la segunda distinguir, la tercera elegir” (129), y unos estaban natural y fatalmente más dotados que otros para cada una de las  habilidades: unos sólo contemplan o repiten lo que ya dijeron los clásicos, mientras que otros inventan. Huarte prefiere la invención, porque concibe cierto progreso en el conocimiento (132). La idea de novedad e  innovación, tan estimada en la Era Moderna, alguna vez fue una herejía entre los teólogos medievales y, sobre todo, entre los religiosos. La idea de que puede existir cierto progreso de la historia, nacidas del pensamiento humanista y llevada al extremo por las filosofías iluministas y sus consecuentes revoluciones (la americana, la francesa y las diversas revoluciones inspiradas en el marxismo), en total contraposición a la necesaria decadencia de los tiempos, presente en la tradición religiosa, es otro signo de modernidad en un pensador y profesional que por momentos nos parece tan antiguo e, incluso, ingenuo.

Veremos más adelante otras ideas y descubrimientos de extrema curiosidad que nos revelan no sólo los equívocos absurdos de un hombre y una época sino nuestra propia naturaleza epistemológica.

(continúa)

Jorge Majfud

Jacksonville University

majfud.org

Milenio , B (Mexico)

 

 

 

Los ingeniosos inicios de medicina moderna (IV)

Sobre el Examen de ingenios para las ciencias de Juan Huarte.

 

 

El siglo de Juan Huarte es un momento crucial para la historia de las ciencias, especialmente de las ciencias naturales. Siglos, milenios de observaciones basadas en las “cualidades” se convertirán en una destilación casi perfecta de las “cantidades”. La ciencia y gran parte del pensamiento que surge en el Renacimiento y es cuantitivista. En nuestro tiempo, el paradigma cuantitativo ya no es sólo el paradigma de las ciencias, lo cual es razonable, sino también de la sociología mercantilista (el marketing) y, aun más recientemente, de los nuevos conceptos de relaciones humanas derivados de las redes sociales o, mejor dicho, de la “redes antisociales”, donde el individuo construye su identidad (siempre virtual) y alimenta sus obsesiones con números de amigos, de visitas, de respuestas y comentarios, con estadísticas sobre cualquier comportamiento social que increíblemente se identifica con el comportamiento humano. Así, las practicas sociales llegarán a ponerle números y coeficientes hasta a las pasiones humanas, y del absurdo cualitativo de la medicina anterior al siglo XVII se pasará al absurdo de la civilización materialista, cientificista y reduccionista, donde todo existe si puede ser reducido a números, a su aspecto cuantitativo. Así, la vida deja de ser una experiencia emocional y se convierte en una ecuación que presume explicar la vida, o lo que queda de la vida luego de tal insensata operación filosófica vestida con túnica de científico.

En 1575 el medico Juan Huarte todavía pertenecía al mundo cualitativo, un mundo extraño para nosotros. No nos resulta extraño, en cambio, sus pasiones más oscuras, como el intento de justificar el status quo de la sociedad de su época usando las ciencias (esta manipulación, quizás haya tenido su clímax en el siglo XIX, con la plétora de teorías psicológicas y antropológicas que trataban de justificar la brutalidad colonialista de los imperios europeos de la época).

Cuando el científico menciona a Galeno, recuerda que el griego afirmaba que la región más templada del mundo era Grecia, razón por la cual eran de allí los hombres de ciencia, incluso mujeres (289). “Y así, pregunta Aristóteles […] ‘por qué los hombres que habitan en lugares muy calientes o muy fríos, los más son feos de rostro y de malas costumbres’” (290). Ocurría, naturalmente, que ese “lugar templado” era Grecia, el centro del mundo, como hoy lo es Estados Unidos con sus cánones de la vieja Hollywood. El mismo Aristóteles encuentra la explicación a la buena temperatura.

Huarte se cuida de citar e interpretar al griego: una característica del ingenio “es tener el cabello sub-rufo, que es un color de blanco y rubio mezclado” (291). Porque el color de este tipo de cabello es consecuencia un vapor grueso que se levanta del conocimiento que hace el cerebro al tiempo de su nutrición (291). Sin embargo, aclara, no es el caso de los alemanes e ingleses, porque su cabello rubio nace de la quema del mucho frío; como decía Hipócrates, estos hombres son aquellos que “viven debajo del Septentron” (292).

Otra característica de los hombres con ingenio (con inteligencia) era que debían ser agradables de mirar, porque si la naturaleza se había ocupado bien de su aspecto, mejor se habrá ocupado de lo más importante: el cerebro, que es la residencia del alma racional (292).

Galeno no especifica un tamaño ideal de hombre ingenioso, porque esto es indiferente al alma, pero Juan Huarte indica que mejor para un ingenio templado es la estatura moderada, ni alto ni bajo…

No debe sorprendernos que todas estas características coincidan con las del Rey Felipe II. A estos privilegiados, insiste el científico, Dios les fortificó el corazón y le dio mucho calor para poder mandar a todo el mundo (296).

Un rasgo que es frecuente encontrar en la literatura antigua, humanística o científica, es la referencia a la edad, que nunca coincide ni con nuestras expectativas actuales y mucho menos con la idea religiosa de que los antiguos vivían más: según Huarte, los elegidos por la naturaleza, además de rubios, lindos e inteligentes, son de muy larga vida. Entonces cita los Salmos donde David dice que la vida de los hombres llega a los sesenta años y la de los “potentados” a 80, pero “mueren viviendo”.

Por si no hubiese quedado claro, Huarte insiste que el rey debe ser hermoso y agraciado para poder ser amado (299). Virtudes de las que carecería Caros II, el rey idiota, cien años más tarde, todo lo cual no le impidió mantenerse en el trono por treinta y cinco años.

Naturalmente, en esta época no había total convencimiento si no se apelaba a alguna cita bíblica: entonces el científico menciona a Dios cuando elige al hijo rubio y pequeño de Samuel (David). Claro que Huarte usó la versión bíblica de la Vulgata: erat autem rufus, et pulcher aspecto decoraque facie: Surge, et unge ipse enim.

Como en los Evangelios no hay referencia al fenotipo de Jesús como hombre rubio, Juan Huarte menciona a un tal Publio Léntulo, romano que escribió al Senado romano desde Jerusalén, donde describe el rostro de Cristo con ojos claros y pelo como la avellana madura (306).

Es decir, Cristo también tenía todas las señales del hombre templado. Según esta mentalidad, Dios o el Hijo de Dios no podía hacer milagros careciendo de las señales comunes del hombre templado. Necesitaba de los órganos y de las características raciales correctas, aunque la mayoría de los pobladores de su aldea fuesen hombres y mujeres más bien de pelo y tez oscura que en poco podían parecerse a los soldados romanos y mucho menos a los bárbaros nórdicos del siglo I.

(continúa)

Jorge Majfud

Jacksonville University

majfud.org

Milrnio (Mexico)

De cómo engendrar varones

 

Los ingeniosos inicios de medicina moderna (V)

Sobre el Examen de ingenios para las ciencias de Juan Huarte.

 

 

En 1575 el doctor Juan Huarte había reunido en su famoso libro las certezas científicas y otras opiniones de la época sobre cómo engendrar hijos, sanos y con ingenio. Se sabía que “los hombres sabios engendran ordinariamente hijos muy necios porque en el acto carnal se abstienen, por la honestidad, de algunas diligencias que son importantes para que el hijo saque la sabiduría del padre” (311). El saber popular también aceptaba que los sabios engendraban necios porque no se entregaban enteramente al sexo sino que se distraían (cur plerique stuli liberos prudentísimos procrearunt): “¿qué es la causa que los más de los hombres necios engendran hijos sapientísimos?” Huarte afrima que esto es ignorancia, porque el problema está en el exceso de humedad en padres muy jóvenes (330). El sabio e ingenioso tiene un hijo contrario cuando predomina la simiente de la mujer. Por eso, cuando el hombre predomina, aún asiendo bruto y torpe, sale hijo ingenioso (359).

La mujer sólo era “alimento” de la simiente, y para que el hombre predomine en la gestación, el padre debía ausentarse y cocinar la simiente (algo así como cocinar los huevos).

El científico español observa que los hombres prudentes y sabios son vergonzosos. Por ello recomienda no orinar en presencia de otro ya que en esto hay riesgo de retener “la urina”, lo que produce la retención de la “simiento” (esperma) en los vasos “seminarios” (testículos). Curiosamente, la autoridad filosófica de la Iglesia medieval, Aristóteles, también había mencionado ciertas enfermedades de los hombres continentes (312).

 Galeno, por ejemplo, pensaba que “el hombre, aunque nos parece de la compostura que vemos, no difiere de la mujer, más que en tener los miembros genitales fuera del cuerpo” (315). Huarte agrega que en algunas gestaciones de hembras, a los dos meses el miembro se vuelca hacia fuera y sale maricón.

La simiente debe ser caliente para procrear varón y fría para mujer (316). Así como la tierra debe estar fría y húmeda para sembrar, así debe ser la mujer para tener una buena cosecha, quienes además tienen una particularidad biológica: “el miembro que más asido está de las alteraciones del útero, dicen todos los médicos, es el cerebro, aunque no haya razón en qué fundar esta correspondencia” (319).

Un siglo antes de Sor Juana en México, Huarte resiste el mandato de San Pablo (que la mujer se mantenga callada) diciendo que si la mujer tiene algún don sí podía enseñar. Tal vez para no ser acusado de impío, cita a Judit (320). No obstante, aún las considera por lo común inferior al hombre.

Probablemente la idea popular, expresión recurrente de los estadios de fútbol, sobre las virtudes de “tener huevos” (pobremente contestada con el paralelo femenino de “tener ovarios”) procede de Galeno, según el cual los testículos afirman el temperamento más que el corazón (324). La prueba es que los castrados se ablandan. Los vellos en los muslos y en ombligo son la consecuencia del calor y sequedad de los testículos. Según el griego Aristóteles, los calientes y secos salen feos, como los de Etiopía (326), mientras los hombres fríos y húmedos son rubios, tienen el semen aguado y no son buenos para reproducir (327).

Para saber si la mujer es estéril (según Hipócrates), debe ponerse humo debajo de la falda y si siente el olor es porque está “conectada”. Esta conexión se prueba también cuando una mujer se duerme con un ajo en el útero y amanece con aliento a ajo. Entonces puede engendrar (327).

Ahora, la preocupación universal: “Los padres que quisieran gozar de hijos sabios y de gran habilidad para las letras, han de procurar que nazcan varones” (331). Vuelve a citar a Salomón, quien dijo que entre mil varones hay uno prudente, pero entre todas las mujeres ninguna. Huarte calcula que por cada varón que se engendra nacen seis o siete niñas (333).

Pero ¿cómo lograr engendrar hombres? Fácil:

Porque el riñón y el testículo derecho son secos y calientes, es necesario: (1) comer alimentos calientes y secos; (2) “procurar que se cuezan bien en el estómago” (digestión); (3) hacer mucho ejercicio; (4) no llegar al acto de la generación hasta que la simiente esté bien cocida y sazonada; y (5) hacerlo cuatro o cinco días antes que a la mujer le venga la regla (lo cual, tal vez, explica tantos embarazos milagrosos en la época) (334).

Toda prescripción tiene sus riesgos: un exceso de caliente y húmedo produce varones malignos. No se debe comer en exceso para que el estómago no se fatigue, razón por la cual los ricos tienen más hembras que los pobres. El vino hace que la simiente llegue cruda, sin cocer ni sazonar a los testículos. Por eso también Platón aprobó que los cartagineses prohibieran el vino para los esposos el día de la unión. (335).

El ejercicio seca la humedad y quita el frío. Hipócrates decía que los hombres de regiones frías y húmedas tenían hijos afeminados porque andaban a caballo y comían mucho; nada tenía que ver los sacrificios a sus dioses, porque lo esclavos que los insultan son más potentes, y ellos se debía a que hacían ejercicio y comían poco (337).

Ante todo no olvidar: para engendrar varón la simiente debe salir del testículo derecho y entrar en el lado derecho del útero, recomendación apoyada en Hipócrates y confirmada también por Galeno (343).

Si además de varón se quería un niño sabio había que poner cuidado en la gestación. Huarte, como Platón, Aristóteles, Hipócrates y Galeno, desestima la astrología y afirma que las acciones dependen de la libertad de los hombres (343). Los filósofos griegos entendían que las facultades se forman antes de nacer y no el mismo día de nacimiento, tan importante para los astrólogos (343).

Prescripciones: (1) beber aguas delicadas (más importante que el aire) y vino moscatel; (2) comer manjares delicados a temperaturas templadas para hacer buena sangre (345); (3) comer pan “masado con sal”, porque este es el mineral que mejor entendimiento hace (la sal tiene “sequedad”); (4) comer cebolla, puerro, ajos, rábanos hace hijos imaginativos pero faltos de entendimiento (347); (5) consumir leche de cabra (348).

Según el médico español, este buen comer produce hijos de buen entendimiento, “que es el ingenio más ordinario en España” (346).

Pero no todo era sexo y comida. Según Aristóteles, la gran diversidad entre los hermanos se explica por las muchas imaginaciones que tiene el hombre en el acto carnal; las bestias no, por eso se parecen a sus padres (349). Huarte discrepa, porque el engendrar depende más del “ánima vegetativa y no de la sensitiva y racional” (350).

Lo nuevo en Huarte es su independencia de lo metafísico, aún cuando toma a la Biblia como autoridad científica: la causa es un hecho natural y sus explicaciones son rigurosamente materialistas.

Lo nuevo en nosotros no es la ausencia de supersticiones que harán reír a los habitantes del siglo XXV.

 

Jorge Majfud

majfud.org

 Milenio, B (Mexico)

último libro: Crisis (novel, 2012) 1>>,   2>>    Crisis cover

 

 

 

 

Lecturas sobre el Imperio Español

Español: Estatuas de Cristobal Colón y los rey...

El Imperio Español

El siglo XV: nacimiento de una nación y de un espíritu

En su historia sobre El imperio español , Richard Konetzke nos dice que “España y Portugal fundaron, por primera vez, organismos estatales de tipo planetario […] En los Estados del rey de España, del monarca más grande de la tierra, el sol—se decía admirativamente—no se ponía nunca” (9) Éste sería, según el mismo autor, “una de las creaciones políticas más grandiosas de la humanidad europea, habiendo realizado en alta medida la misión cultural de Europa en el mundo” (10).

Los descubrimientos y conquistas ultramarinos serán la continuación natural de un proceso histórico medieval. “La peculiaridad de la Edad Media española radica en las guerras seculares contra los moros, en la ‘reconquista’ de la Península ibérica de la dominación de los árabes y bereberes […]” (11). En el siglo XIII, esta empresa religiosa y política se extenderá territorialmente hasta las costas del mar Mediterráneo, sobre todo bajo el reinado de Fernando III: en 1265 cayó Cádiz y en 1334 cayó Algeciras. Con la conquista de Granada, en 1492, desapareciera de la Península ibérica el último reino árabe.

Vilar está de acuerdo en este factor de continuidad, al cual agrega otro aspecto decisivo: la lentitud del mismo proceso en la formación del caráctr espiritual de España.

“The slow speed of the Reconquest is an important feature in itself. A rapid expulsion of the Infidel would have changed the fate of Spain.; it would have moulded her structure, her spirit and her customs as did a crusade of several centuries […] The pressure of necessity in a poor country with a rising population made the Reconquest everywhere into a continuous process of colonisation as well as a Holy War” (11).

Con los Reyes Católicos,  Isabel de Castilla y Fernando de Aragón, se puso fin a la guerra de sucesión, se redujo la rebelde nobleza y la monarquía alcanzó una fortaleza desconocida totalmente en el resto de Europa a finales de la Edad Media.

En este proceso de reconquista que duró siglos, nos dice Konetzke, se formaron “las cualidades bélicas del pueblo español […] aquellos siglos produjeron el tipo de caballero español que buscaba la lucha y la aventura […] Surgió así una clase dirigente noble en los hijosdalgo” (12).

Estas características psicológicas, espirituales e, incluso “raciales”, según Konetzke, fue la misma que “demostraron también los conquistadores de América […] Esta fortaleza del alma, en esta tenacidad acerada y estricta alimentan asimismo rasgos del carácter racial de los antiguos iberos” (12).

Sin embargo, la misma guerra de Reconquista absorbió gran parte de las energías económicas. “A ello se debe que en España no se desarrollara en igual medida que en otro países europeos una burguesía entregada a la industria y al comercio” (17).

Encontraremos, por otro lado, que esta guerra impulsó la construcción de barcos y el establecimiento de una marina más fuerte hasta que “los tres grandes Estados de la Reconquista, Castilla, Aragón-Cataluña y Portugal, se convirtieron en potencias navales en el curso de las guerras contra los árabes” (25). Incluso la piratería encontró una justificación en este proceso contra el enemigo: “se convirtió en aguas africanas una costumbre constante, encontrando su justificación ideológica en el espíritu de la Reconquista, es decir, en la lucha implacable contra los enemigos del país y de la fe” (33).

Sin duda, uno de los hechos más importantes en el proceso de grandeza y decadencia de España lo fue el matrimonio de fernando e Isabel, el 19 de octubre de 1469, porque significó la unión de los dos reinos mayores de la península ibérica. Después de la muerte de Enrique IV, en 1474, es el nuevo matrimonio el que gobierna, haciéndose popular el dicho:

Tanto monta, monta tanto

Isabel como Fernando

Los conflictos y disputas en España fueron superados con una fuerte centralización judicial y administrativa de los “Reyes Católicos”. Se crea el primer ejército permanente de España (el hermano de Fernando fue el jefe). En 1496 los reyes impusieron el servicio militar obligatorio (un vecino cada doce). En el siglo XV ya podemos decir que había una conciencia de unidad de los reinos de España, basada principalmente en la necesidad política de la unión o uniformidad religiosa. Para ello se hizo uso de varios recursos, muchos de los cuales buscaban la “pureza” religiosa y étnica justificada en diferente tipo de discursos, muchos de los cuales podemos ver todavía reproducidos en la literatura del siglo XX:

Los asesinatos rituales, tales como los que les fueron atribuidos a los judíos, y uno de los cuales pudo ser probado jurídicamente, en 1491, aumentó el odio y encono de los cristianos, constituyendo la causa decisiva de que se llevara a cabo la expulsión de los judíos, proyectada ya por los Reyes Católicos desde 1483 (Konetzke, 82).

Según decreto de marzo de 1492, todos los judíos que no se convirtieran al cristianismo tenían que abandonar con sus familias España en un plazo de tres meses. Los judíos que volvieran al país después de la expulsión, serían castigados con pena de muerte.

En virtud de esta actitud en la cuestión judía y árabe, política y religión, Estado e Iglesia, se unieron, de la manera más íntima en el Estado fundado por los Reyes Católicos, mientras que, en la misma época, el Renacimiento independizaba al estado de las vinculaciones eclesiástico-religiosas, situándolo sobre una base puramente secular (83).

Los reyes católicos consiguieron en 1478 que el Papa permitiera la introducción de la Inquisición en Castilla, con el fin de vigilar la fe y la conducta de los nuevos conversos, especialmente de los judíos bautizados. Las guerras y la expansión de su política exterior habían hecho cada vez mayores y más urgentes las necesidades en dinero de los soberanos. La producción de oro y plata era insuficiente, y la falta de una balanza comercial equilibrada hacía disminuir las existencias en metálico del Estado (Konetzke, 90).

Los Reyes católicos gobernaban y manejaban la economía por decreto (“Real orden” o “cédula”), donde emitían prohibiciones y concesiones para comprar y vender. El consulado de Burgos se convirtió en el modelo de la “Casa de Contracción de Indias”, de Sevilla, casa comercial fundada en 1503, que iba a fomentar y regular, según los mismos principios, el tráfico mercantil con el Nuevo Mundo” (98). También la conquista de las islas Canarias fueron, para Fernando e Isabel, una prosecución de las guerras  contra los moros, y equipararon a los isleños con éstos (118). Para Vilar, “the ‘Conquest’ of the Indies, a natural consequence of the ‘Reconquest’ of the Middle Ages, was achieved by a social class whose only raison d’être was war” (12).

Siglo XVI: expansión colonial y decadencia social

Según Vilar, la cúspide del Imperio Español podría localizarse en el reinado de Carlos V, cuando “[he] married a Portuguese infanta and Philip II was able to unite under his sceptre the whole Peninsula together with the two greatest empires in the world. The year 1580 marks the climax of Peninsular history” (23).

Sin embargo, y al mismo tiempo, la monarquía española estaba en permanente inestabilidad debido no sólo a las rebeliones portuguesas sino también a los acreedores de la corona. En 1539 los banqueros Fugger, Welser, Schatz y Spinola eran fuertes acreedores del Estados español. En 1557 la monarquía estaba en virtual bancarrota.

One inevitable conclusion is that the Spanish colonial enterprise was a decisive factor in the economic change from which the modern world emerged. The enterprise created the first “world market” and offered to European productive capacity increasingly cheap monetary cover (Vilar, 37).

Muchos han visto el tráfico de oro del siglo XVI-XVII como una revolución  económica producida en los dos continentes. Otros vieron ene el mismo hecho la razón de la decadencia de España. La España de Carlos V no fue tan próspera como se supone, ya que era pobre en infraestructuras.  “It has already been admitted that the geographical infrastructure and psychology had always blocked productive efforts within the peninsula” (Vilar, 38). Por el contrario, el crecimiento (geográfico y económico y poblacional) de España comenzó en el siglo XV y no fue debido a la colonización (39). Entre 1532 y 1552 Sevilla fue un centro financiero “Nevertheless the peak of industrial productions occur indisputably in the reign of Charles V.” (40).

Urban growth, according to the so-called “Tomás González” census, reveals a remarkable industrial and commercial vigorous together with a continuous demographic vitality; for, despite overseas emigration, there was no rural depopulation before 1565-75 (40).

Sin embargo, el proceso de desarrollo en tiempos de Carlos V fue menor que la importación de metales y valores de América (40).

El año 1640 es crucial, que es el año en que España pierde Portugal. Se pierden varios territorios en Europa (Luxemburgo, Gibraltar, y varias posesiones italianas) e Inglaterra domina los mares. Podemos apreciar una fuerte curva descendente desde 1580 hasta 1713 donde, según Vilar, se llega al punto más bajo. La inflación estimula al principio la economía pero termina arruinándola (tesis de Häbler and Stötbeer). Parte fundamental de esta decadencia es atribuída al mismo “espíritu” social que en otra época sirvió para la Reconquista: los “Hidaldos” no invirtieron en producción (desde un punto de vista capitalista) sino en comprar tierras y construir castillos (aún en América). “All the cities works for Madrid, but she works for no-one” (46).

El Siglo de oro y el siglo de Cobre

En 1600 la plaga provoca el  declive económico y las importaciones de metales de América comienzan a menguar. Se cambian las monedas de oro (y de plata) por las de cobre. Así se hace evidente para todos el fin de la “Edad de oro” y el comienzo de la “Edad de cobre” Paradójicamente, comienza el “Siglo de oro” (intelectual) (41).

We may begin with the mystic, prefaced by the first inventors of spiritual exercises—García de Cisneros, master of St. Ignatius, Ibáñez, confessors of St. Teresa, Alonso de Madrid, Juan de Avila, Pedro de Alcántara. At the lowest point of the line lies the gentle Fray Luis de León; at the highest, St. Teresa and John of the Cross, in whom the mystic life finds its perfect verbal expression (Vilar, 41).

Pese a este misticismo, “literature itself was not excempt with intellectual subtlety. Above all the in the seventeenth century, the passion of bitterness of Quevedo. The mysticism of Calderón and the poetic sensibility of Góngora took on a cerebral flavour—it is the very Spanish tradition of the conceit which extended even to Cervantes and St. Teresa (42). El espíritu predominante de la época tenía un fuerte componenete “naïve, but forceful psychological concepts of liberty, honour and morality of the cristiano viejo, strong enough to react violently against tyranny and appeal to the sovereign over local injustice. The advent of such geniuses as Lope de Vega [1], Cervantes and Velazquez made possible the synthesis of past tradition with mystic flavour and intellectual force (43). Probablemente, su genio más representativo, por muchoas razones, fue Cervantes, ya que “possessed a more ordered genius, and his own life was a synthesis of Spanish experience. A soldier at Lepanto, prisoner of Moors freed by a cofradía, a more or less scrupulous servant of the crown, a faithful believer but not a conformist (for he was a true son of Renaissance), he meditated upon his country and his times. Spiritual grandeur and nobility carried on an extreme, an inexhaustible fount of popular wisdom, a decaying fabric in a expanding world—these contrast take on life in Quixote-Sancho, ideal and reality, individual and society.” (43).

Don Quijote, según Vilar, buscaba soluciones medievales al mundo moderno. Fue una especie de símbolo de Felipe II y de la ineficiencia española, inadaptada a los tiempos en curso, con las armas del Quijote, personaje universal que presente (y representa)  “the same challenge to the bourgeois as Chaplin’s jacket does to the worker: these are historical turning points and at the same times eternal work of art.” (53).

Jorge Majfud

_________________

Konetzke, Richard, El imperio español. Madrid, Ediciones Nueva Época, 1946.

Vilar, Pierre. Spain. A Brief History. Oxford: Pergamon Press, 1967.


[1] Recordar la obra Fuente Ovejuna

 

Jorge Majfud’s books at Amazon>>

The Secular Nation-State and Latin American Catholicism

The emergence of the Secular Nation-State and Latin American Catholicism

Edward J. Williams

Comparative Politics, Vol. 5, Nº 2 (Jan., 1973), 261-277. University of New York.

La importancia de este ensayo consiste, a mi juicio, en el momento de su publicación y en la perspectiva exterior que el autor tiene de la Iglesia Católica. Su publicación es de 1973, pocos años después de la formulación de la Teología de la Liberación por parte de sus pensadores más representativos. Esta visión histórica de la institución nos ayuda a comprender el contexto y el surgimiento en sí de las nuevas teologías —“con los pies en la tierra”— en un breve recorrido de dieciocho páginas.

Principalmente, E. Williams reflexiona sobre los cambios históricos que ha ido operando la Iglesia Católica en América Latina según las circunstancias a las cuales estuvo enfrentada.

Según el autor, tradicionalmente, la Iglesia Católica Romana vio a los Estados nacionales como usurpadores de su propia jurisdicción, hasta que terminó por reconocerles legitimidad, de forma oficial, en el Vaticano II. (Vatican, 603)

Hasta entrado el siglo XX, y luego de su separación del Estado, los miembros de la Iglesia se consideraban dentro de un orden civil pero no pertenecientes a él. En muchos casos no reconocían otra autoridad más que la del Papa.

Desde el nacimiento de los nuevos Estados-naciones en el continente americano, la Iglesia Católica apoyó a España durante la guerra de independencia y luego lo hizo con las oligarquías rurales cuando estos Estados comenzaron a organizarse como nuevas instituciones del poder civil. Debido a las riquezas acumuladas, cualquier cambio fue visto como una amenaza para la Iglesia. Mientras tanto —y quizás como consecuencia—, el nacionalismo se identificó con las democracias liberales y estas dos con el anticlericalismo.  (263).

Según E. Williams, la transición que va desde el antinacionalismo de la Iglesia Católica a la aceptación de un Estado secular comienza a generarse a partir de la Primera Guerra Mundial y se extiende hasta 1960.

Ante las nuevas amenazas —comunismo, protestantismo, etc.— la Iglesia Católica comienza un proceso de revisiones internas con respecto a su antinacionalismo.

Enmarcado en el nuevo contexto “antiimperialista”, la Iglesia Católica se sumó a los discursos nacionalistas que llamaban por la independencia, en oposición a la relación económica que la institución ha mantenido históricamente con el extranjero. (265)

Wiliams va más allá y arriesga una interpretación que bien podríamos objetar en parte:

Within the context of theological speculation, furthermore, the evolving “theology of liberation” posits the necessity for complete liberation from dependency on the United States—not only in a political and in a socioeconomic sense, but also from a pastoral dependency (Williams, 265)

Incluso, es por la propia iniciativa Papa que el Vaticano II debilitó el poder del papado concediéndolo en parte a las iglesias nacionales.

Con respecto a las nuevas tendencias de pensamiento católico que E. Williams advierte en 1973, éstas son principalmente tres: (1) Un énfasis en el reconocimiento de las particularidades de América Latina y su relación con la Iglesia; (2) la importancia de la contingencia y la consiguiente acción política para transformar este mundo; (3) la definición del Catolicismo como un credo minoritario operando desde una sociedad plural y secularizada. (268)

In the first instance, Latin American Catholic thought is in search of the understanding the distinctive reality of Latin America and its particular nation-states. Introspective self-analysis, looking to the peculiar characteristics of each peculiar situation, is the thrust of the contemporary speculation. (Williams, 268) [Énfasis nuestro]

Así se llega a la afirmación del presidente de la Conferencia Episcopal Latinoamericana —Medellín, 1968—(CELAM), quien dijo que “la Iglesia Católica, siendo una, no es uniforme sino pluriforme” (268).

Por nuestra parte, pensamos que el proceso histórico-espiritual que afecta a la Iglesia es concomitante con el creciente humanismo que se ha ido desarrollando en el resto de las sociedades occidentales en los últimos siglos. Esta metamorfosis es resumida claramente por un sacerdote colombiano:

From the theology of the supernatural values superimposed on natural ones, we shift to a theology in which the supernatural is integrated with the natural, where creation and redemption are inseparable; from theology that separate soul and body to a theology of the integrated; from an abstract to a political theology, in which the people participate in the development of society in its economics, political and social areas (Williams, 270) [Énfasis nuestro]

“El mundo secular se vuelve el contexto de la actividad religiosa” (270) y el Papa Pablo VI reconoce la posibilidad de cierto “progreso humano”. La Iglesia ya no tiene la solución a los problemas humanos sino que se suma a otras instituciones y agentes sociales para interactuar en un contexto más complejo  —incluyendo a las corrientes marxistas de pensamiento (273).

Como conclusión, debemos observar que este proceso notable hacia la independencia (relativa) de las iglesias locales con su correspondiente atención a las problemáticas propias de cada contexto —problemática más humana que teológica, más física y moral que metafísica—, anotadas por E. Williams en 1973, han sido desaceleradas e incluso detenidas por un gobierno eclesiástico más conservador, como lo es el del actual Papa. Por otra parte, luego de 1973 se sucederían en Sudamérica un número importante de dictaduras militares que replantearían el papel de la Iglesia Católica, llegando a ser, en ocasiones, contradictoria, fluctuando entre la legitimización del poder y la resistencia al mismo, entre un nacionalismo conservador y un humanismo universal.

También es necesario distinguir el doble uso que se puede llegar a hacer de la palabra “política” en este mismo contexto. Para la Teoría de la Liberación, la implicación en política significaba un paso doble hacia (1) la toma de conciencia y (2) el compromiso social con los sectores económica o ideológicamente marginados. Pero también “política”, en el contexto jerárquico de la Iglesia ha tenido otro significado: (1) tradicionalmente como fuerza legitimadora de los poderes civiles y militares y (2) como fuerza “reaccionaria” a nivel internacional —sin hacer un juicio de valoración—, como lo ha sido la cruzada del Papa Juan Pablo II contra el marxismo y otras formas ideológicas, de gobierno o simplemente de interpretación de la realidad.

* * *

Jorge Majfud

Vatican II, The documents of. (New York, 1966).

Williams, Edward J. The emergence of the Secular Nation-State and Latin American Catholicism. En Comparative Politics, Vol. 5, Nº 2 (Jan., 1973), 261-277. University of New York.

El cuarto de atrás, Carmen Martín Gaite

Sobre El cuarto de atrás de Carmen Martín Gaite

 

Observaciones  sobre  El cuarto de atrás

de Carmen Martín Gaite.

En El cuarto de atrás Carmen Martín Gaite hace una reflexión de la ficción con las herramientas propias de la ficción. Esa es la primera lectura rápida que podemos hacer. Pero hay otros lugares comunes.

Tradicionalmente se ha clasificado este tipo de literatura como solipcista unas veces, o como hedonista y nihilista otras, cuando no se la acusó de plantarse de espalda a la problemática social, de la «realidad real», desde lo alto de la famosa torre de marfil que dividió partidarios de distintas concepciones literarias a lo largo de los siglos.

Sin embargo, creo necesario observar que esta actitud narrativa —válida, como cualquier otra— sólo puede ser vista como “ficción pura”, sin compromiso con su entorno social, deshumanizada, sólo si la miramos desde dentro y si no vemos en ella lo que hay de profundamente humano en su misma problemática. Negar la categoría de “humanizado” a aquello que una perspectiva marxista —tantas veces lúcida— entiende como “antisocial” —o intrascendente, desde una perspectiva orteguiena— sería, a mi entender, una definición demasiado arbitraria, estrecha y hasta paradójica de lo que podemos entender por “humano”. ¿Qué hay más humano que el miedo al mundo exterior? ¿Qué hay más humano qu

Sobre este punto, precisamente, podríamos repetir que este tipo de literatura —al cual podíamos encasillar a El cuarto de atrás— no se encuentra encerrada en sí misma sino que pretende estarlo, sin contactos problemáticos con el exterior: no existe una voluntad manifiesta de crítica social, tal vez, pero la sociedad y sus problemas se filtran de forma dramática, a través de todas las fisuras personales del individuo. Es el colapso crítico y paradójico de implosión, característica del arte, como paso previo a la expresión —(ex)presión, presión hacia fuera o explosión.e la a veces heroica y a veces cobarde fuga al laberinto interior? ¿Qué hay más humano que el altruismo y el egoísmo? Una literatura que careciera de estas dimensiones sería profundamente deshumanizada, por más que en su texto se hablase repetidas veces de la sociedad y de una particular concepción de la misma. Para demostrarlo, bastaría con leer la literatura económica o política de tantos tecnócratas salvadores que olvidan en sus teorías y en sus números que esa “sociedad” —objeto de réditos y beneficios— está integrada por seres humanos y no por simples instrumentos del progreso. Literatura fantástica —y a veces de terror—, si es necesario definir su género.

En la negación se expresa la revelación. La negación no es indiferencia sino evidencia.

Veamos que esta actitud negadora de la “realidad exterior” no es indiferente a la misma. Se niega aquello que se conoce. Ésta no sólo es una premisa de las ciencias psicológicas sino, también, de la sociología y, por extensión, del arte, como disciplina o actividad humana capaz de abarcar todas estas áreas además de su reducto propio —que no se reduce sólo a la estética.

Análisis psico-semántico

Cuando definimos el término «isla» comúnmente atendemos, antes que nada, a una pequeña porción de tierra en el mar. Pero necesitamos ambos —tierra y mar— para definir una isla. Isla no sólo es esa pequeña porción de tierra sino también el mar que la rodea, es decir, lo que no es esa pequeña porción de tierra. Ambos —lo que es y lo que no es— conformar la idea de «isla». De esta forma, el escritor español Fernando Delgado logró un oximoron titulando a su última novela Isla sin mar.

El cuarto de atrás posee un significado inequívoco: no estamos hablando de la casa entera sino de una parte de una casa. Como la isla, el «cuarto» se define por lo que es y por lo que  «          » no es: no es el resto de la casa, es decir, los espacios frontales de ésta.

Ahora, ¿cómo son estos espacios negados? En la misma narración podemos encontrar las respuestas, con claridad. Los espacios anteriores son aquellos donde reinan el orden y la opresión. Son los espacios públicos de la casa donde no hay lugar para la libertad y, sobre todo, pera la evasión, es decir, para la negación de lo que deberíamos considerar como «real», es decir, el resto de la casa y el resto del mundo.

Pero también el lugar donde vive la escritora-personaje se encuentra en la misma situación espacial:

Es que desde esta habitación del fondo se oye mal el timbre [intromisión del mundo exterior, llamada del despertador, es una casa con mucho pasillo, ¿sabe? (28).

Si atendemos a las claves propias de la novela, veremos cómo la misma protagonista-autora se recuerda en su niñez inventando una isla con el deliberado propósito de huir de una realidad que le era hostil.

De esta forma, podemos concluir que lejos de ser producto de la indiferencia, El cuarto de atrás revela un dramático diálogo con esa “realidad exterior” que, en principio, le habíamos negado.

No podemos ignorar un fuerte componente hedonista en esta novela. Sin embargo, tal como parece haberlo demostrado Marcel Proust —del cual esta novela no es indiferente— también la “frivolidad” puede ser un campo de profundas exploraciones. El hedonismo consciente se transforma en una profunda reflexión sobre una parte importante de la naturaleza humana. Este hedonismo se revela en la complacencia lenta de la descripción, minuciosa y aparentemente intrascendente, de todo tipo de detalles, detalles del presente pero sobre todo del pasado: es la embriaguez de la memoria. El hedonismo es, no sólo confirmación de lo intrascendente, reivindicación del individuo, sino —y quizás, sobre todo— negación de un contexto agresivo, deprimente.

Por otra parte, el sólo hecho de que no existe una urgencia ni un drama social o individual en juego pone en posición de plácido observador al narrador. El misterio y la leve tensión están dados por la indefinición, la ambigüedad onírica. Su mayor problema parece ser el descubrimiento de un secreto hiperrealista, metatextual al tiempo que surreal: la creación del propio relato que se está desenvolviendo mientras leemos.

Pero, un momento, hemos de tropezarnos con un símbolo revelador, con una nueva negación que atraviesa todas y cada una de las páginas: la negación de la muerte.

Por supuesto que la simbología en El cuarto de atrás es abundante debido, creo yo, a su carácter onírico, hipnagógico y surrealista. Pero leamos el siguiente párrafo:

El hombre (…) se queda mirando un cuadro que hay en la pared, junto a la entrada al dormitorio. Se titula El mundo al revés (…) donde se representan escenas absurdas como por ejemplo un hombre con guadaña en la mano amenazando a la muerte que huye asustada (…) (30).

¿Qué es el impulso de la “evasión” creadora en la literatura sino el impulso de espantar la muerte, de negar el paso del tiempo, de negar la tragedia de lo que sospechamos es la realidad?

—¿Me puedes dar otro indicio?

—Claro, por ejemplo, negás la realidad porque no te es indiferente, porque te pesa y te duele. Sin esa negación nunca hubiese existido El cuarto de atrás. Bueno, qué digo, no hubiese existido Martín Gaite —me refiero a lo que sos para los demás, una escritora, una confabuladora contra la realidad—. ¿Te acordás cuando escribiste sobre Hitler?:

Hitler acababa de ser víctima de un atentado del que había salido milagrosamente ileso, a los militares organizadores del complot los habían fusilado a todos; me quedé un rato allí sin abrir la boca ni que me volvieran a hacer caso, leyendo aquella noticia tan lejana e irreal que todos, y también él, comentaban con aplomo, como si la considerasen indiscutible. «Es el mayor tirano de la historia», dijo mi padre. A mí no me importaba nada de los alemanes, no entendía muy bien por qué habían venido a España durante nuestra guerra, por qué los alojaban en nuestras casas, no entendía nada de guerras ni quería entender (…) (50).

—Podríamos juzgar esta deliberada indeferencia o desinterés del mundo que te rodeaba como una cobardía y, más incluso, como un acto inmoral. Peso a ello, es posible que exista aquí dentro una sutil autocrítica. Y aunque descartásemos esta posibilidad, no deja de ser incisiva tu voluntad de hacer consciente —narrado— lo que podríamos juzgar como uno de los aspectos más débiles y corruptos de la conciencia moral de un individuo.

—Puede ser —dice Carmen, recostándose para exhalar una bocanada de humo. Sus dedos levemente temblorosos  revelan los primeros fríos de noviembre.

—Te agradecería si cierras la ventana —dice, cansada.

“Otra distinción significativa —pienso, mientras me levanto para correr las cortinas— es el par ficción/realidad. Sabemos que en una novela, aunque se trate de una crónica rigurosa, en definitiva es una ficción. Pero también sabemos que podemos considerarla tan real como un sueño, es decir, tan real como la «realidad» —que a su vez está contraída por una subjetividad”.

Pero aquí lo que importa es la conciencia del diálogo entre ambos estados: la ficción y la crónica, el mundo exterior y el interior, la conciencia y el inconsciente, ser y no ser.

—Te hiciste personaje —observo, de pronto, en voz alta— pero no perdiste completamente tu individuación como ser social, como escritora.

—Me hice personaje para volver a Bergai, de alguna forma.

—¿Quieres decir queEl cuarto de atrás es mi Bergai?

—Sin duda. Bergai es la isla-refugio que inventasete con una amiga de la infancia, no? ¿Te acordás por qué?

—Ella me inició en la literatura de evasión, necesitaba evadirse más que yo porque lo pasaba peor (158).

Aquí la isla —referida también en página 167—, el refugio, el cuarto, la literatura operan como narcóticos, ya que se justifican por una realidad “horrible”, según las protagonistas. Es decir, consiste en una fuga consciente, en una negación clara del mundo exterior —nunca en una indiferencia.

—Luego de inventada la isla quisiste negar la muerte.

—¿De dónde sacas eso?

—Para ustedes dos Bergai, la isla, estaba fuera de la realidad pero era más que un sueño. No podía ser susceptible a la destrucción del despertar, a la destrucción de la realidad cuando se infiltra con los primeros rayos de sol del nuevo día. ¿Te acordás cómo era, exactamente? ¿Qué había dicho tu amiga, aquella especie de Demiurgo?

—“Dijo también que existiría siempre, hasta después que nos muriéramos”, (167).

Pero al mismo tiempo que se le confiere el atributo consistente de la existencia material que confiere “realidad” al nuevo refugio:

—“Fue la primera vez en mi vida que una riña de mis padres no me afectó, estábamos cenando y yo seguía imperturbable, les miraba como desde otro sitio, ¿entiende?” (168).

—Porque el mundo exterior es el mundo de los adultos, el mundo donde existe la muerte, no?

—“Mi amiga me lo había enseñado, me había despertado el placer de la evasión solitaria, esa capacidad de invención que nos hace sentirnos a salvo de la muerte” (168).

—En otros momentos, mientras te leía, encontré esta fórmula existencial y narrativa de afirmar a través de una negación: “El hombre actual profana los misterios de tanto ir a todo con guías y programas, de tanto acortar las distancias, jactanciosamente, sin darse cuanta de que sólo la distancia revela el secreto de lo que parecía estar oculto” (39).

—Y más adelante, recordás tu juventud. ¿Te acordás de aquellos viejos amores, en aquel país tan lejano, como le decías vos?

—Claro, “los amores en Portugal eran negocios de proceso muy lento, de ritual antiguo, amores de ausencia (42).

—Es decir, “amores de ausencia”, “distancias que revelan”, etc. Cuasi oximorones, ambigüedad negadora, revelación del velo, proximidad de la distancia, eternas sugerencias… Fijate que aquí no sólo sugerís la dicotomía dinámica de amor/lejanía, de presencia/ausencia, sino, además, la de presente/pasado, con una clara opción por el segundo término de cada par.

Como fórmula consciente de lo fantástico la autora no nos deja lugar a dudas: ella y sus personajes están convencidos que la ambigüedad es el primer requisito para el género:

—Lo más logrado —dice el hombre— es la sensación de extrañeza. […] Ese hombre que va con usted no sabe si existe o no [referencia al personaje masculino], si la conoce bien o no, eso es lo verdaderamente esencial; atreverse a desafiar la incertidumbre (46).

Y algunas páginas más adelante, por si quedaba alguna duda:

—La ambigüedad es la clave de la literatura de misterio —dice el hombre de negro— no saber si aquello que se ha visto es verdad o es mentira, no saberlo nunca (49).

[…]

—Pero, por qué empeñarse en puntualizar que era un sueño? —dice el hombre de negro— Usted es demasiado razonable.

[…]

—La literatura es un desafío a la lógica —continúa diciendo— no un refugio contra la incertidumbre (51).

—En la página 52 dejaste en evidencia las dos posibilidades fundamentales, para vos o para tu personaje principal: perderse en un laberinto o refugiarse en un castillo. Ambos símbolos son expresiones anímicas de una negación del mundo, es decir, de una conciencia problemática y conflictiva contra el mundo que no desconoce sino que rechaza. Luego, entre el laberinto y el castillo elige el primero, elige perderse, con la cual no sólo niega el mundo sino que lo hace haciendo uso de su recurso literario: la opción por la ambigüedad, por la indefinición, por el misterio.

—Perderse es la mejor defensa —reflexiona ella, mirando hacia la ventana primero y a la máquina de escribir después—. Si uno se defiende deja en evidencia, para la realidad exterior, dónde uno está ubicado, dónde debe ser atacado, dónde es más vulnerable. En cambio, quien se pierde evita todo eso.

La conciencia social negada y la afirmación de la individualidad nihilista, de la droga hedonista, se expresa con una fuerza que sólo podríamos pasar por alto si nos empeñamos en ver esta novela como un autocomplaciente juego solipcista —visión que también pudo ser la suya propia, como autora.

El siguiente párrafo nos confirma, con toda su crudeza, la misma tesis que hemos formulado anteriormente:

[…] una vez incluso cogió una cucaracha en la cocina de casa y la miraba patalear en el aire, decía que era muy bonita («¿No te da miedo?» No, ¿por qué?, no hace nada»), nunca tenía miedo ni tenía frío, que son para mí las dos sensaciones más envolventes de aquellos años: el miedo y el frío pegándose al cuerpo —«no habléis de esto», «tened cuidado con aquello», «no salgáis ahora», «súbete más la bufanda», «no contéis que han matado al tío Joaquín», «tres grados bajo cero»—, todos tenían miedo, todos hablaban del frío; fueron unos inviernos particularmente inclementes y largos aquellos de la guerra, nieve, hielo y escarcha (53).

—Las referencias a la guerra y a los conflictos sociales son el trasfondo permanente en tu novela. Sin embargo, y al mismo tiempo, es prefisamente lo que quieres negar. Por eso te han llovido tantos juicios acusadores.

—Da igual. Me tienen sin cuidado. Como os decía, no pretendo defenderme, sino escapar, perderme.

—Pequeño engaño. No se puede huir indefinidamente, por más Bergai que nos inventemos.

—Claro, no soy tonta. El adulto tiene que salir alguna vez a la calle, la niña termina por crecer algún día. “Hay un momento en que las palabras de los adultos (…) empiezan a interferir en el propio campo y no hay manera de eludirlas (159).

—Definime cómo era el cuarto de atrás. Digo, dame detalles espaciales, por lo menos.

—“Era muy grande y en él reinaban el desorden y la libertad (…)” (161)

—Aquí podemos tener una definición positiva del cuerpo central —desorden y libertad— al tiempo que la definición de lo que no es el cuerpo central, es decir, el contexto negado: la sociedad donde reinaban el orden y la opresión.

Sin embargo este reino al revés será invadido y conquistado por el enemigo exterior, el reino de los adultos, del miedo y la necesidad:

(…) su esencia de aparador constituyó el primer pretexto invocado para la invasión (162).

—Invasión, destrucción. Como te decía, la realidad que no queremos ver se infiltra, tarde o temprano.

—“¿No hay nadie afuera? Dígamelo seguro. No me atrevo a mirar” (171).

—“Nadie, ¿quién va a haber? Permítame, han salido volando todos los folios que tenía en la mesa. Y mi sombrero con ellos” (171).

—¿Por qué esa reiteración?

—Usted sabrá…

—No crea. Pero todo eso parece revelar no sólo el temor al exterior —psicoanalíticamente, a esta altura podríamos definirlo como un caso de esquizofrenia—, sino que seguidamente, a manera de respuesta, su yo inconsciente nos revela un nuevo dato sobre la dirección y la relación que une a la escritora con su conflictivo exterior: los papeles han salido volando, junto con su sombrero. Es lo que podríamos llamar la dirección de la (ex)presión: de adentro hacia fuera, propio de un arista que intenta pero no logra comunicarse con el exterior tan temido, al que niega pero no ignora, al que rechaza al tiempo que es el responsable de la definición de su interior, de su refugio —de su identidad social.

Afuera es de noche [oscuridad] y hay tormenta [inclemencia, el frío antes anotado, el impulso destructor de la naturaleza]:

—¡Qué noche tan infernal! —dice después de cerrar. Por cierto, tiene usted unas sábanas colgadas ahí afuera, se le van a hacer polvo.

—Da igual, ¿No había nadie, verdad? [reiteración de la idea de amenaza exterior, esta vez humana]

—Nadie, venga a mirarlo usted misma si quiere.

—No, me basta con que usted lo diga. Baje la persiana, por favor, y cierre la cortina [nueva negación del exterior] (172).

El frío aparece como símbolo identificado con el exterior amenazante. Esta palabra y la idea aparecen repetidamente, incluso de forma que nos aparece como deliberada, cuando lo dice la hija de C. después de llegar del exterior: “Qué manía tienes siempre con el frío” (176).

Por supuesto que al final se plantea la ambigüedad propuesta en teoría en el cuerpo de la novela: que algo pueda ser y no ser al mismo tiempo. Eso sería la base de la literatura fantástica, según uno de los personajes y probablemente según la propia autora. Ahora, también es necesario que la ficción posea algunos indicios de realidad: no se puede crear un sueño necesario que sea nada, absolutamente irreal. Alguna consistencia ontológica ha de tener o no tendrá ningún valor Esta idea es la que sugiere la amiga de la infancia al crear la isla que durará más allá de la muerte de sus creadoras.

Ahora, este juego necesario se extiende como metaliteratura, a pesar de la fama de intrascendencia de la misma. Y no sólo me refiero al hecho de que El cuarto de atrás es una ficción que reflexiona sobre la ficción. Me refiero al hecho de que la novela misma es el cuarto de atrás, es la isla y es el refugio que pretende negar el mundo exterior pero al cual no es indiferente.

Al final, una novela, como una película o como cualquier obra de arte es lo más parecido a la eternidad del Eterno Retorno: nada se destruye definitivamente, todo vuelve a reiniciarse con cada lectura, con cada lector.

—Una forma engañosa de inmortalidad, no?

—Una forma. No sé si engañosa…

—El final de El cuarto de atrás no es de una gran originalidad.

—No, claro. Perdóneme. Tampoco importaba demasiado la originalidad.

—Es la lectura del inicio, lo que significa un cierre circular, una negación definitiva, es decir, un diálogo conflictivo con la realidad exterior no sólo de la escritora sino de cada uno de los lectores. La (re)creación permanente, lo opuesto a la entropía del Universo, lo opuesto a la muerte.

—Otra prueba de mi egoísmo deshumanizado que también recae sobre cada uno de mis lectores, vale?

—¿Por qué verlo así? Si dentro de cien o doscientos años alguien quisiera tener una idea —aunque sea mínima— de aquella sociedad española de 1977, tendría que leer El cuarto de atrás, entre tantas otras ficciones, claro. Seguramente vos no quisiste escribirla para cambiar tu sociedad, como lo intentaron sin éxito tantos otros. El cuarto de atrás es un yo sobreexpuesto, problematizado, pretendidamente frívolo como Wilde o Proust, pero definitivamente lejos de construcciones lúdicas propias de la novela rosa, de misterio, comercial o de alguna otra calculada en luminosas y pulcras agencias editoriales pensando en la sociedad de lectores consumidores —verdaderas propuestas deshumanizadas, si las hay. Y pocas cosas hay tan representativas de una sociedad que un yo verdaderamente abierto, expuesto. Es doble ficción creer que una sociedad es la sumatoria de los individuos “que la componen”. Mejor deberíamos entender que en cada individuo se realiza la sociedad. Y, sabés una cosa Carmen, si dijera que en El cuarto de atrás cabe un ser humano, o una parte de ese ser humano, ya sería demasiada virtud para una novela. Pero para aquellos que te acusan de indiferencia social y otras calamidades éticas, podemos decir que en tu pequeño cuarto de atrás cabe una parte enorme de aquella España. Es más: aún sigue estando allí esa gran parte de España aunque España haya cambiado tanto. Pero ¿cómo entender ésta sin aquella? ¿Cómo entender Nosotros sin el Yo?

* * *

Jorge Majfud

Jacksonville University

Balseros

Jorge Majfud’s books at Amazon>>

Balseros

Carles Bosch y Josep Mª Doménech

España, 2002.

Cuando el contexto es Cuba el texto está debajo de un lente político que nos reclama una definición del mismo género. Esta exigencia implícita es producto de una deformación que ha producido la historia maniqueísta de los últimos cincuenta años. Consecuentemente, las producciones cinematográficas han respondido a esta simplificación política tomando posición según los únicos lugares disponibles: de este lado o del otro. Cuando miramos una película cubana generalmente no podemos abstraernos de esta exigencia. Desde el comienzo nos interrogamos sobre la posición de su productor: ¿Desde qué punto de vista ideológico está narrando la película? Sabemos que este punto de vista será (1) a favor del régimen comunista, (2) en contra del régimen comunista o (3) de forma relativa, a favor y en contra de ambos. Esto, que parece una tautología, no lo es: en cualquier caso, el factor político permanece omnipresente y exige un juicio.

Entiendo que Balseros tiene un raro mérito: ¿cómo hacer una película sobre Cuba, sobre la problemática social y política de Cuba sin tomar partido? Pero aún más: ¿cómo hacer una película sobre el problema político de Cuba sin que el elemento político se transforme en el tema de fondo? Balseros parece haberlo logrado poniendo el drama humano en el centro, de tal forma que nos impida definir la posición política de sus realizadores. Si al comienzo los espectadores anticastrista se congratularon con las imágenes de la miseria comunista que justificaba la aventura del balsero y el aparente “sueño americano” realizado en la segunda mitad del film, todo eso entra rápidamente en cuestión y un fantasma inefable cruza muchas de las historias: el esfuerzo los ha llevado de la miseria comunista a la miseria consumista. El drama de la complejidad humana comienza a desplazar al drama político. Los exiliados no son representados tanto como gente obligada a abandonar el país por la fuerza sino gente que lo abandona para realizar sueños materiales que en ocasiones logran (con modestia) y en otras ocasiones no. Luego de varios años de penurias en Estados Unidos el «sueño americano» no se destruye, ya que nunca fue una simple esperanza sino un mito. Y los mitos no se destruyen con una realidad personal. Sin embargo se advierte la paradoja del nuevo sistema: para darle a la familia de Cuba todo lo que quieren (o necesitan) es necesario antes olvidarse de ellos. Como dice uno de los personajes consejeros, para ayudar a los demás antes tienes que estar bien tú. Pero ese “estar bien” nunca llega y la lucha por la sobrevivencia se transforma en un olvido del propósito declarado originalmente.[1] Por otra parte, la libertad tiene un precio; casi siempre pasa por los clérigos del capitalismo: los abogados, los cuales no son accesibles a los balseros y a los trabajadores de servicios insuficientemente remunerados.

La carencia de libertad de expresión aparece mencionada como un problema, pero en ningún momento se dramatiza como se hace con la pobreza.[2] Por el contrario, las fiestas públicas de la construcción de las balsas parecerían indicar un folklore promovido por algún ministerio de turismo. Lo cual en parte es lógico. La película está destinada a un público consumista para el cual la «libertad de expresión» no es central; lo central es el «poder adquisitivo». Ninguno de los balseros es un intelectual, alguno de esos escritores que andan escondiéndose en la isla, algún idealista rebelde o algún artista que ha sido liberado por alguna circunstancia. Los balseros de Balseros no son refugiados de conciencia sino refugiados capitalistas: todos quieren “progresar”, tener “una casa, un carro y una mujer” o “darle a la niña lo que me pida”. La frase pintada en un bote «en Dios confiamos» representa la promesa de prosperidad material de Estados Unidos; no a Dios, porque en cubano se lo llama de cualquier otra forma. También la letra de la rumba que lo acompaña: «que sea lo que Dios quiera» no refiere a Dios sino a la suerte, a la fortuna (americana) que estas personas-personajes tratarán de realizad en Miami, en el Bronx, Nueva York, en Grand Isle, Nebraska y en Albuquerque, Nuevo México. Kaminski cita a Coper: “If it’s about ambition, we were all born in the wrong country”.

Balseros pertenece al género documental; es testimonial y es “reality show”. Es decir, es la síntesis de una tradición y una novedad de la televisión de los años noventa. La voz en off narrando la historia que es expuesta en imágenes es una constante en otras películas cubanas. A veces esa voz es personal; otras veces es una forma de voz de la conciencia, un monólogo interior. Como en las películas anteriores, la intertextualidad de otros medios de comunicación (especialmente la televisión) contextualizar  el texto y completan su narración. En Memorias del subdesarrollo aparecían Fidel Castro y Kennedy; en Balseros aparece Fidel Castro y Bill Clinton. En todas las demás aparece Fidel Castro. Otro elemento que subraya el estilo testimonial es la elección de cinco personas que narran su aventura en las balsas (Rafael Cano, Oscar del Valle, Mérycis, Míriam…) de tal forma que al comienzo nos hacen dudar si son actores profesionales o personas comunes que recrean sus propias vidas. Otro son las entrevistas, como el de aquellos a quienes les son denegadas las visas por parte de Estados Unidos [3], lo cual tiene una lectura real y directa: los balseros son producto de una política administrativa de ambos lados. Todo eso apoyado por la insistencia de fechas concretas, con día y hora marcadas en la pantalla como se marcan los hechos de una investigación sobre esa ficción colectiva que todos llamamos realidad. Todo lo cual está confirmado por el uso de rostros conocidos en la televisión hispana en Estados Unidos, de programas “reales” y de abogados que realmente son abogados.

Para terminar, una observación teórica: Kaminski expone una idea que Amarill Chanady ya había analizado en Latin American Identity and Constructions of Difference:

Because of the «impossible unity of the nations as a symbolic force», any constructions of coherent view of the nation, or sustained strategy of nation building, necessarily leads to homogenization. As Renan writes, «unity is always affected by means of brutality.» What that means is not only that the nonhegemonic sectors of society are «obligated to forget», and concomitantly obligated to adopt dominant cultural paradigms in several spheres, but that “forgetting” is the result of marginalization and silencing, if not annihilation (xix).

No obstante, no encuentro sólido el argumento de que la noción de nación está dada por el exilio, la diáspora. La recurrencia a ejemplos de Benedetti, de Peri Rossi, etc., son valiosos para describir una forma de definición de nacionalidad, de pertenencia, de subjetividad “nacionalista”, etc. Pero no son suficientes para una conceptualización más genral de los términos centrales que intenta definir (patria, matria, identidad, historia, mitos nacionales, etc.) Sí podría argumentar a favor de que la definición de nación (como la definición de identidad y de persona) está en estrecha relación con la definición y exclusión del “otro”. Eso cualquiera lo puede intuir sin haber leído nunca a J. Derrida. En este sentido, sí, el exilio juega un papel fundamental —pero no determinante.

_________


[1] Un cubano veterano aconseja e instruye al recién llegado en el arte de la sobrevivencia capitalista: “tú tienes que resolver tus problemas y no tienes tiempo para ocuparte de los demás. Y como tú siempre tienes problemas…” “Working, working, day and night”, lo que podrías es la letra de una canción es el slogan promovido para las clases servidoras, aquellas que sólo pueden aspirar a “trabajador ejemplar de la semana”, con su pequeña foto de los honores pegada en una pared de fast food. O lo que es igual: “la compañía prospera, nosotros prosperamos y todos felices” Aplausos.

[2] Es significativo el hecho de que una misma película, rodeada de connotaciones políticas, sea expuesta y premiada por Dios y por el Diablo: Balseros participó en el 24º Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano, La Habana, en el 2002, siendo premiada como le mejor “documental extranjero”. También en Miami, en el año siguiente, participa en el International Film Festival, y recibe el Audience Award

[3] Uno de los entrevistados dice, a la puerta de la embajada norteamericana y después de serle denegada la posibilidad de entrar legalmente en este país: “La opción que me queda es timarme al mar”.

 Jorge Majfud

Jaccksonville University

Seguir leyendo «Balseros»

Poetica y economia en Fray Luis de Leon

Fray Luis de León, depicted in a biography by ...

 

 

Poetics and Economics in the Vida retirada of Fray Luis de Leon

 

Robert ter Horst

_________

Robert ter Horst comienza su largo artículo haciendo una referencia histórico-biográfica de Fray Luis de León. En ella, adivinamos algunas claves de interpretación sobre el poema Vida retirada y, por extensión, de toda la obra literaria de su autor. Sin embargo, no es así. Inmediatamente Horst expone una dicotomía y una metáfora que si no demuestra al menos trata de convencernos por cansancio.

El dato biográfico concreto se refiere al temor de Fray Luis de León por las consecuencias de su obra en una sociedad racista, teocéntrica y crecientemente cerrada. Horst nos dice que éste no sólo era metafísico, que los descendientes de aquellos judíos que habían sido perseguidos y asesinados en 1390 aún vivían en permanente peligro en los siglos XV y XVI. (149) Y no mucho más, lo que la convierte en una conjetura. Una conjetura creíble, si apelamos a otrostextos de historia; pero una conjetura, en fin, sin más esfuerzos documentales por parte del autor de este articulo.

Pero podemos entender que éste no es un ensayo histórico ni psicológico ni filosófico sino literario. En este sentido, Horst toma el breve dato histórico del comienzo y lo transforma en una metáfora generatriz: el temor es la generatriz de esta obra poética.

“[…] ‘Vida retirada’ is a poem of moral self-preservation […] in which threat and security act in a dialogue but in which also the menace is both primordial and self-generating as a result of willed exposure to risk” (151).

Si en el siglo XX las patologías metafísicas y psicoanalíticas fueron el motor de las vanguardias, aquí lo es el temor. Si algunos los vanguardistas modernos cultivaron sus propias carencias para producir Arte, aquí Fray de León pareciera hacer lo mismo con su martirio propio.

Todas éstas, claro, son conjeturas derivadas de otras conjeturas construidas por Horst. Como un poeta, el articulista no define sus propios conceptos sino que los abre y expone a la conjetura. De un crítico que está analizando un poema esperamos lo contrario.

Del supuesto y verosímil temor de Fray Luis de León Horst pasa a subrayar algunas metáforas que aparecen en Vida retirada. Es decir, de una idea subyacente se pasa a una imagen expuesta; de una interpretación se pasa al valor literal de la metáfora. Por lo general un análisis procede de forma inversa, pero tal vez esta novedad se deba a una genialidad imperceptible.

Según Horst —y según el poema, por qué no— el poeta se mueve entre dos polos: el mar y la tierra, la tempestad y la calma.

Luego de advertida esta “dicotomía” metafórica, pasamos a buscar y, naturalmente, a encontrar otras dicotomías.

“The poet […] modulates interaction between affirmation and negation” (154).

Mucho más adelante pondrá algunos ejemplo concretos con sus necesarias consecuencias metafísicas:

Just as the poet has translated himself from sea to land, so now, stimulated by the music of the spheres, he is about to be translated from the insecurities of a human landscape to the certainties of the firmament (159)

Incluso dicotomías semánticas. ¿Y qué mejor dicotomía semántica que la que dice “sí” y “no”? De esta forma, y por muchas páginas, Robert ter Host analiza el juego de la afirmación y la negación en Vida retirada, incluso de la afirmación a través de las negaciones (“un no rompido sueño”, no los cuidados graves”, etc. No hay consecuencias semióticas ni más luz sobre el poema o sobre el autor. Pero al menos advertimos ciertas particularidades del lenguaje de Fray de León que algo tienen que ver con el temor y con el mar y la tierra. (153-154)

Claro, tampoco podría faltar la conjetura psicoanalítica. Sólo que aquí “sublimación” está reemplazada por un término más lingüístico y menos freudiano: “translate”

“[Fray Luis] boldly translate desire from its sexual and material setting to a theological one […] (155)

También Horst nos recuerda un dato que nos ayuda a contextualizar estos poemas —y la literatura de Fray Luis de León— en su tiempo literario:

Most Golden Literature unreflectingly prefers aristocratic values […] pastoral and courtly poetry automatically exclude genuine economic activity (160).

Entiendo que esto no significa que la literatura de este siglo no sea hecha por escritores “marginales” —por sus creencias, por sus costumbres, por su “raza”, etc.— sino que nos habla de ciertas características de estilos o modelos literarios. No sólo desde un punto de vista formal sino, ¿por qué no? Ideológico.

No representan un descubrimiento otras anotaciones como: “From the point of view of religion the storm introduces the idea of sacrifice” (162)

Ni la “aclaración” de que en la tormenta los navegantes deben desprenderse de sus valores para salvarse —a través de la voluntad divina o a través de un efecto práctico— y ello representa una metáfora ética y teológica. “A lower and unreflecting form of propitiation can lead to a whole conscious system of Christian sacrifice just as Abraham and Isaac can be seen…” (162)

Poco más adelante parece pretender aclarar lo que ya está claro o, al menos, aclarado:

Fray Luis describe no particular outcome [to the poem] The reason for this silence is, I imagine, that there are two possible endings. If one persist in material desire, one will be sacrificed and sink with the vessel. If one abandons ship and trusts in God, one will be saved. The poet cannot [or does not want?] determine the reader’s conclusion, can only make his own choice immensely attractive by contrast (162).

Es el viejo conflicto entre el deseo material y la elección religiosa que son presentados como incompatibles a través de la historia. Fray Luis “has brought economic motivation into the privileged sanctuary of pastoral, courtly, and religious poetry” (163).

Aquí aparece una nueva metáfora que podemos atribuir a Horst. Es una “metáfora interpretativa”; es decir, en este caso su utilidad conssite en “definir” una idea que no se encuentra explícita en el poema sin dejarla librada a una excesiva apertura conjetural. Horst nos dice que “the sustained idea of ‘Vida retirada’ is sanctuary” (163). Más adelante nos da una nueva idea sobre el dramático proceso de este estado anímico —metafísico— hecha metáfora: “[…] the great psychic event is the rupture of sanctuary. The wreck of repose as worldly care invades even the cloister” (163).

Sin embargo no faltarán nuevas conjeturas difícilemtne probables, como que “the poet therefore aspires to belong to a club which comes mainly into existence, as all clubs do, by virtue of exclusion” (163).

Finalmente Horst compara el poema de Luis de León con el palacio de El Buen Retiro, como una progresión de lo sagrado a lo secular, una “exclaustración”. “[…] both structures rest on the idea of sanctuary” (166). También olvidó mencionar que ambas —el poema y el edificio— comparten una misma palabra en sus nombres, lo que quizás haya sido la razón de este encuentro e identificación no del todo convincente. Hay, sin embargo, argumentos para apoyar esta idea: el palacio incluye y excluye al pueblo. El poema también —si adherimos a la idea de el poeta como “autoelegido”. Por otra parte, “ the important thing to remember is that the merchants, though excluded at the last, are nonetheless in the palace and in the poem” (167).

Nueva observación de Horst: el poema no elabora pensamientos sino imágenes. Y nueva conjetura: lo cual es un deseo por la materia: “matter rather than to the essence or pure idea; it is antiphilosophic. Its built palaces and ships rather than systems of thought” (168).

Horst comienza prometiendo desarrollar  ideas interesantes a partir de algunas dicotomías y luego se diluye en repeticiones y descripciones morosas. La promesa implícita de sucesivas ideas a partir de una propuesta se transforma muchas veces en la descripción de la propuesta metafórica que, en cierta medida, ya está explícita en el texto analizado. La promesa del título no se cumple. Apenas un par de líneas mencionan ciertas estrategias de ciertas corrientes teóricas de la economía. Como vimos, cualquiera puede reconocer algunas ideas valiosas en este artículo. Sin embargo, es probable que su lectura se vuelva contra él mismo si comenzamos a leerlo con la esperanza de grandes revelaciones sobre la literatura de Fray Luis de León o, al menos, sobre su autor. Lo cual sería una injusticia contra Horst ya que, normalmente, todo eso puede tratarse de una superstición promovida por el entusiasmo excesivo y malogrado de los lectores.

_________

 Jorge Majfud

Jaccksonville University

Horst, Robert ter. “Poetics and Economics in the Vida retirada of Fray Luis de Leon” Hispanic Review, Vol 64, Nº 2 (Spring, 1996), 1949-169.

Warrwn Montang

English: Cover of a publication of Baruch Spin...

“The Soul is the Prison of the Body”:

Althausser and Foucault, 1970-1975.

 

Yale French Studies, Nº 88Depositions: Althausser, Balibar, Macherey, and the Labor of Reading. (1995), 53-57.

A pesar de las grandes diferencias entre los dos pensadores franceses, ambos —según palabras de Montang— produjeron un análisis de la dominación que dejaban poco espacio a la libertad individual, ya que presentaban a la Ideología y al Poder como entes ubicuos, de los cuales el individuo tenía pocas posibilidades de escapar.

Ni Foucalt ni Althausser pretendieron crear sistemas de pensamiento como pudieron serlo aquellos surgidos de Descartes o de Hegel. Por el contrario, su objetivo fue mostrar cómo cada época producía sus propios conceptos, no desde fuera de la historia sino, precisamente, desde dentro. Esto, que puede parecernos hoy demasiado obvio, no lo era hace medio siglo. El interés principal de estos pensadores estuvo centrado en descubrir aquellos “pensamientos silenciosos” (Foucault) o, dicho de otra forma, aquellas “obviedades” (Althausser). Lo que se corresponde, sin duda, con la concepción de T.S. Kuhn (1962) de los paradigmas científicos.

Ahora, ¿cómo actúa el pensamiento filosófico sobre esa realidad de la cual surge? Según Althausser: “philosophy intervenes in reality only by producing results within itself” ([1])  ¿Y cómo la filosofía actúa sobre sí misma? Cuestionando la obviedad, como que “usted y yo somos sujetos” (58)

No sin razón, Montang califica estas observaciones de “modestas”. Sin embargo, y al mismo tiempo, concede a este “modesto cuestionamiento” un valor trascendente: solo la reacción  virulenta contra estas afirmaciones demostraría la sensibilidad de ciertos puntos ideológicos y la intolerancia que produce cuestionar algunas “certidumbres”.

Sin duda, el “lugar común” más problemático en la destrucción de los filósofos franceses ha sido el del sujeto. En sus visiones, éste, el sujeto, es el efecto, no la causa, del proceso conflictivo de la ideología o del poder. De hecho, como provocadoramente lo anotó Althausser, este punto tenía “todo lo requerido para ofender… el sentido común” ([2])

Althausser entiende “ideología” como una moneda con una cara negativa y la otra positiva: la primera, es su naturaleza imaginaria, y la otra es su naturaleza material. El “sentido común” entiende “ideología” como una representación falsa o como la ilusión de una realidad, la “falsa conciencia” de un sujeto interpelado que tiende a la reproducción antes que a la resistencia de las existentes relaciones de producción [1].

La concepción dual de la ideología —según Althausser— podría resumirse en dos alternativas: la fuerza y el consentimiento —por parte del sujeto. Fuerza y violencia sobre el cuerpo como último recurso, ya que la persuasión siempre es más efectiva y duradera:

the preferred mode of domination being that which persuades the mind to choose of its own irreducibly free will to subject itself to the powers that be. The servitude that is freely chosen will prove much more durable than that which is forced upon an unwilling subjects in that is lived as legitimate and lawful. (61)

En este entendido, el sujeto se considera en posesión de la ideología cuando en realidad ha sido “adoctrinado” con sentimientos y creencias que considera propios de sí mismo.

Un esquema lineal de esta secuencia sería el siguiente:

Ideas  –  Creencias  –  Acción

La mayor crítica que podemos hacer a este esquema se centra en la forma con la cual se asume que son asumidas esas ideas (the ruling ideas) por el sujeto: de forma pasiva, es decir, desde afuera y en su estado final. Se presupone que un “ente” genera dichas ideas —las instituciones— y los sujetos las consumen sin digerirlas, lo cual los llevará a una acción ciega dictada por el “sentido común”. Todo lo cual, a su vez, es un commonplace propio, pero no necesariamente extensible al universo de los sujetos.

Althausser dará luego una definición diferente y opuesta a esta misma —difícil de conciliar con la primera—, la cual es conocida como la segunda tesis: ideología como una existencia material.  Es decir, la ideología se “realiza” en una institución o “aparato” de dominación así como una idea se realiza en la acción.

Esto último puede parecer, a un mismo tiempo, razonable y obvio, pero no lo es tanto su conclusión radical: “ideas do not (ever) have a spiritual or ideal existence, only a material one”.(62)

Esto niega, de plano, la relación semiótica que el mundo material mantiene con la historia y su propia pertenencia a un determinado contexto cultural. Si las ideas tuviesen una existencia “material”, deberíamos atribuir a las pirámides aztecas una existencia inmutable —dependiendo sólo de la erosión meteorológica. También niega, a mi entender, el protagonismo del lector —entendiendo por “lector” en su más amplio sentido, no sólo restringido al sujeto que interpreta un texto escrito sino también aquello que Galileo llamaba “el libro del mundo”.

Como lo resume Montag, la unión de esta segunda tesis con la primera resulta en una paradoja: “ideology always exist in the apparatus that is its realization” (63) La misma paradoja se deriva de Spinoza —y tal vez de casi toda la teología—: Dios no puede considerarse un actor separado de su propia acción; Dios no es anterior a su creación ni puede considerarse fuera de ella.

Un paso más allá, Montang entiende la posición de Althausser, que consiste en una inversión —aunque el propio Althausser lo niega en parte— del “notional schema of ideology”: la acción o la práctica producirá la creencia. El cuerpo predomina sobre el alma, la materia sobre el espíritu. Las ideas son las acciones de un individuo y no trascienden la existencia física. Sólo existen las exterioridades, no sólo de las acciones sino también de los discursos.

Ideas, beliefs, consciousness are always immanent in the irreducible materiality of discourses, actions, and practices. (67)

Según Spinoza, cada vez que se limita el poder del cuerpo para actuar, al mismo tiempo se limita el poder de la mente para pensar (Spinoza, 3) De aquí que juzgar a una sociedad no por su conciencia sino por sus ritos, por sus prácticas y por sus instituciones. Por lo tanto, no hay liberación de la mente sin una liberación del cuerpo.

Para Althausser, pensamos con nuestros cuerpos, y por lo tanto  no podemos distinguir entre violencia e ideología, en el sentido de dominio del cuerpo o dominio de la mente. Tenemos, de nuevo, su tesis central: la ideología interpela a los individuos como si fueran sujetos.  Según Montang, aquí no hay lugar para la subjetividad. (69)

Una nueva paradoja —casi aforismo— se derivaría del pensamiento de Althausser: somos interpelados como sujetos para que así seamos libres de elegir libremente nuestro propio sometimiento. (70)

Ahora, si no elegimos someternos y rechazamos la posibilidad de nuestra propia condición de sujetos, el dominio y la responsabilidad de cierta libertad de pensamiento, ¿dónde radica la existencia material del cuestionamiento de Althauser? ¿En esa “zona franca” llamada filosofía?

En el caso de Foucault, Discipline and Punish confirma la idea de que toda ideología tiene una existencia material y que, por otra parte, el sujeto es una construcción ideológica:

… if we can consider the individual subject “the fictitious atom of an ideological representation of society”, we must regard that fictions correlatively as “a reality fabricated by this specific technology of power that I have called discipline” (Discipline and Punish, 194)

Según lo sintetiza claramente Montang, para Foucault el individuo no tiene una existencia previa a su propia interpelación como sujeto, pero emerge como el resultado de estrategias y prácticas de individualización.

La fantasía de las prácticas de disciplinas consiste, según Foucault, en abolir la idea de masa, de efecto colectivo, separándolo por una colección de individualidades (Montang, 76)

La visión “determinista” del sujeto por parte de estas tesis materialistas se contrapone radicalmente con la filosofía existencialista de otro francés, contemporáneo de ambos filósofos considerados: Jean-Paul Sartre.

* * *

Jorge Majfud

majfud.org

Jacksonville University


[1] Esta concepción de “ideología” parece más bien estar referida al marco marxista de análisis, ya que bien podemos pensar en una ideología más amplia. Una ideología dominante bien puede referirse a otras relaciones que no sean meramente las de producción, como pueden serlo las sexuales, etc., más allá de que podamos interpretar la dominación sexual también con una finalidad productiva.


[1] Althausser, Philosophy and the spontaneous Philosophy of the Scientist and Other Essays, ed Gregory Elliott, trans Ben Brewster (London: Verso, 1990), 107

[2] Althausser, Essays in Self-Criticism, trans Grahame Locke (London: New Left Books, 1976), 94.

Spinosa, The Ethics.

Naufragios

Expedition des Álvar Núñez Cabeza de Vaca 1528...

Naufragios

Alvar Núñez Cabeza de Vaca

(España; 1490? – 1559?)

Tiempo y espacio: Estos escritos de 1537 se refieren a hechos probablemente acontecidos en 1529 y publicados en 1542. Desde el comienzo, describe algunos accidentes geográficos y topográficos, según los cuales podemos adivinar las distancias de la península de Florida y, probablemente, la bahía de Tampa. Existe la sugerencia de que atravesaron la península hasta el Poniente (Golfo de México). Alvar Núñez escribió este relato en 1537, el mismo año de su regreso a España. Poco después, es premiado con la gobernación del virreinato del Río de la Plata. La Relación se publica, precisamente, cuando toma posesión del gobierno de esta provincia (1542).

Objetivos explícitos: Poco más adelante, revela uno de sus principales objetivos: (a) “tomamos cuatro indios, y mostrámosle maíz para ver si lo conocían” (14). Y también  (b) nuevas muestras de la obsesión original de la conquista: “Hallamos también muestras de oro. Por señales preguntamos a los indios de dónde habían habido aquellas cosas” (15)

Menciona las nuevas especies: “[…] hallamos casas de asiento, a donde había mucho maíz allegado, y de ello y de su harina nos dieron mucha cantidad, y de calabazas y frísoles y mantas de algodón” (20).

Objetivo del relato. Como los anteriores que hemos visto (y como la mayoría de los escritos de este período) el relato pertenece al género de la epístola, con un mismo destinatario: el Rey supremo , el que, como Dios, parece justificarlo todo y proveer de suerte o desgracia al aventurero.

Núñez escribe: “Yo, vista su determinación, requerile [al gobernador, Porfirio de Narváez] de parte de Vuestra Majestad, que no dejase los navíos sin que quedasen en puerto y seguros […]” (16)

Conflicto. Se revela una discrepancia sobre las estrategias de exploración y conquista, pero es probable que más allá hubiese una lucha de poderes que pretende legitimarse ante el rey mediante estos escritos. Núñez era, en principio, el tesorero. Pero se revela como un hombre de mayores ambiciones, lo que es advertido por el gobernador. quien le contesta que él “no era parte para hacerle estos requerimientos [sobre los barcos], y pidió al escribano que le diese por testimonio…” (16)

Más adelante: “[…] en presencia de los que allí estaban, me dijo que pues yo tanto estorbaba […] y temía que me quedase y tomase cargo de los navíos y la gente que en ellos quedaba, y poblase si yo llegaba primero que él” (16).

Núñez discrepa en la estrategia de abandonar los barcos y meterse tierra adentro.

Reflejos de la sociedad española. Los conflictos entre los diferentes grupos de españoles son explícitos y pretenden revelar una diferencia moral entre unos y otros. Al mismo tiempo, hay una coincidencia ética entre unos grupos (los de Alvar Núñez) y los indios.

Los conflictos  entre los conquistadores no sólo están referidos de forma explícita en esta Relación, sino que además podemos advertirlo en la presencia y tarea del escribano. Los conflictos y las “certificaciones” de los “hechos” son hechos por un (a) escribano. El “escribano” es la formalidad burocrática que liga el presente y la aventura con el poder del Rey.

Las “cajas de mercaderes de Castilla” con los muertos, revela la presencia de la cultura española en esas tierras.

Otro personaje es (b) “el negro”, “[…] con harto temor que los indios nos habían de seguir […] vimos un indio […] que huyó sin querernos aguardar; nosotros enviamos al negro tras él, y como vio que iba solo, aguardólo” (17)

¿Por qué los españoles envían a “el negro” y no a un blanco cualquiera?

Reflejos de la sociedad protoamericana. También estas sociedades vivían en conflictos unas con otras, por lo que vieron en los españoles a aliados y a enemigos.

En un aspecto “doméstico”, Núñez describe características de las mujeres de cierta tribu que juzga semejante a la suya, es decir, “justa” en sus costumbres.

Entre estos vimos las mujeres más honestamente tratadas que a ninguna parte de Indias que hubiénemos visto. Traen unas camisas de algodón, que llegan hasta las rodillas, y unas medias mangas encima de ellas, de unas faldillas de cuero de venado sin pelo, que tocan en el suelo, e enjabónanlas con unas raíces que limpian mucho [andan calzados con zapaos] (20)

Características psico-culturales de los indios: En principio huyen de los españoles pero no huyen de “el negro”. Por lo general, los indios acogen con hospitalidad y superstición a los extraños. Los acogen y alimentan. Cada tribu que encontraban, no sólo los acogía yles proveía de lo necesario para su supervivencia, sino que los acompañaban hasta dejarlos “al cuidado” de otras tribus. Esta previsión se debía a una superstición.

Técnicas de dominación psicológica: Reminiscencia de los milagros de Jesús. “Aquella misma noche que llegamos vinieron unos indios a Castillo, y dijéronle que estaban muy malos de la cabeza, rogándole que los curase; y después que los hubo santiguado y encomendado a Dios, en aquel punto los indios dijeron que todo mal se les había quitado” (18).

Después de este acto de curación milagrosa, las peticiones y los pagos se repitieron como si se tratase de curanderos. Más adelante, otra tribu repite la misma superstición:

Toda esta gente venían a nosotros a que los tocásemos y santiguásemos; y eran en esto tan inoportunos, que con gran trabajo lo sufríamos, porque dolientes y sanos, todos querían ir santiguados […] Acompañábannos siempre hasta dejarnos entregados a otros, y entre todas estas gentes se tenía por cierto que veníamos del cielo” (20)

Más adelante explica el por qué de esta costumbre: “[…] porque si volviesen sin hacer esto, temían que se morirían” (22).

Pero los españoles explotan esta superstición acentuando su autoridad: “Teníamos con ellos mucha autoridad y gravedad, y para conservar esto les hablábamos pocas veces. El negro [sin nombre] les hablaba siempre […]” (21).

Justificaciones religiosas (evangélicas): Núñez, como los otros “conquistadores”, nunca renuncia a justificar sus objetivos materiales con razones relgiosas, al tiempo que exagera sus propis posibilidades y virtudes:

[…] los [indios] que tenían guerras con los otros se hacían luego amigos para venirnos a recibir y traernos todo cuanto tenían, y de esta manera dejábamos toda la tierra en paz. […] y tan grande aparejo hallamos en ellos, que si lengua hubiera con que perfectamente nos entendiéramos, todos los dejáramos cristianos (21).

Divisiones internas entre los cristianos: No solo los indios tenían disputas; también los cristianos y se aprovechaban de ello:

[Los otros cristianos decían] que éramos gente de poca suerte y valor, y que ellos eran los señores de aquella tierra, a quien debían obedecer y servir” (22) Pero los indios no les creían, porque aquellos venían de donde se pone el sol y éstos (los de Núñez) de donde nace. Que aquellos mataban a los enfermos y que éstos los sanaban. “Que nosotros no teníamos codicia de ninguna cosa (22).

Aventura. Idea de la odisea colombiana sin destino conocido[1]:

[…] íbamos mudos y sin lengua, por donde mal nos podíamos entender con los indios, ni saber lo que de la tierra queríamos, y que entrábamos por tierra de que ninguna relación teníamos, ni sabíamos de qué suerte era, ni lo que en ella había, ni de qué gente estaba poblada, si a qué parte della estábamos; y que sobre todo esto no teníamos bastimentos para entrar adonde no sabíamos (15)

Mitología del héroe. Según Joseph Campbell [2] el descenso del héroe a los infiernos es parte insoslayable de la estructura mitológica del héroe. También Alvar Núñez relata este “descenso” o “abandono” —aunque sin iluminación— sin una función aparente en su relato. Peripecias, hambre y descubrimiento de un hecho fantástico. Los compañeros regresan y él se queda solo hasta que se pierde. Luego encuentra un árbol ardiendo —relación religioso-mitológica—. Se protege del frío (porque iba desnudo) y luego camina cinco días manteniendo la lumbre y la leña. Describe la estrategia para salvarse del frío: un hoyo, paja y cuatro fuegos en cruz (nueva referencia a la simbología religiosa).

Conclusión. Como lo demuestra la historia que no aparece referida aquí (los beneficios burocráticos, los logros y los fracasos), éste es un texto personal y político a la vez. Su autor sabe que el destinatario principal de su relato, el rey, es quien administra su destino y por ello debe comunicarse con él como un fiel se comunica con Dios. Por algo el rey es un representante de la divinidad y por algo la referencia y la justificación religiosa son insoslayables.

Pero el rey no es un dios omnisciente. El rey ve a través de lo que le refieren los que presumen haber sido testigos. Y el escritor, secretamente, lo sabe. Esta Relación es, a un tiempo, crónica y mitología. Como suele ocurrir, ambas son producto de una construcción y no carecen de intencionalidad: el poder.

________

Jorge Majfud

majfud.org

Jacksonville University


[1] Ya señalado por Todorov.

[2] El héroe de las mil caras, Joseph Campbell.

A History of the Crusades

English: peter the hermit leads the first crusade

A History of the Crusades

The Kingdom of Acre and the

Later Crusades

Steven Runciman

Cambridge University Press, Cambridge, Great Britain, 1987

Runciman comienza su tercer volumen de A History of the Crusades en el momento de la caída del dominio cristiano en Jerusalén. Esta catástrofe afectó a varios reyes y autoridades eclesiásticas en Europa, por lo que se procuró la reconquista de la Tierra Santa a través de una nueva cruzada. El 3 de setiembre de 1188 fue coronado Ricardo, lo que fue seguido por una persecución de los judíos en Londres y en York.

The citizens were jealous of the favour shown them by the late King [Henry]. Crusading fervour always provided an excuse for killing God’s enemies. Richard punished the rioters and permitted a Jew, who had turned Chistian to avoid death, to return to his faith (7).

Uno de los que tomaron la iniciativa en la marcha por la reconquista fue el emperador germano Federico Barbaroja (11).  Sin embargo, un accidente en un río, aún sin aclarar, le provocó la muerte. De ahí siguió su derrota ante las fuerzas de Saladino en Siria (16).

Después de su captura, Guy fue liberado por Saladino —Salah al-Din Yusuf— bajo promesa de no volver a atacar a los musulmanes (20). Pero luego de liberado Guy desconocerá su juramento, apoyado por la Iglesia quien determinó que dicho juramento no era válido por haber sido dado a un infiel. Así, Guy vuelve a invadir las costas de Palestina (24). A pesar de diversos fracaso contra los musulmanes, las fuerzas cristianas fueron llegando en una especie de alianza entre distintos países europeos, desde Portugal hasta Hungría (26).

Steven Runciman se detiene en cada detalle de los acontecimientos, dando fechas, lugares y precisiones sobre el ánimo de los cruzados, de los musulmanes, sobre sus provisiones, etc. Por momentos, esta extremadamente precisa documentación y narración de hechos ocurridos hace casi novecientos años se aproxima a la ficción o, por lo menos, a la inverosimilitud. Luego se detiene en la descripción física y psicológica de Ricardo Corazón de León como un hombre apuesto y romántico (34). Admirado y voluntarioso pero no tan hábil para cuestiones administrativas (35).

Sin embargo, cuando Steven Runciman describe a el rey Pili Augustus —Felipe Augusto— vuelve a reincidir en su tendencia novelística:

 He was well-built, with a shock of untidy hair, but had lost the sight of one eye. He was not personally courageous. Though choleric and self-indulgent, he could cloak his passions (…) (35) He was a unattractive, unlovable man, but a good king (36).

 Ricardo conquista Chipre (46) y se une a los otros príncipes ya instalados en Acre, Palestina (47).

En su intención de dejar Acre y habiendo capturado miles de prisioneros sarracenos, Ricardo decide masacrarlos, matando a 2.700 a sangre fría —excepto a los más jóvenes que fueron tomados como esclavos— y faltando una vez más a un trato con Saladino (53).

 His soldiers gave themselves eagerly to the task of butchery, thanking God (…) The prisoner’s wives and children were killed at their aside (53).

 A partir de aquí en delante, Steven Runciman detallará el camino de Ricardo hacia Jerusalén, sus victorias (Arsuf), sus negociaciones con el hermano de Saladino (al-Adil) por la posesión de toda Palestina (59). Su llegada próxima a Jerusalén y sus fracasos (61), sus negociaciones con los musulmanes y la pérdida de sus mayores recursos económicos. Pese a lo cual las fuerzas de Saladino dejaron que los cristianos permanezcan en la costa de Palestina sin atacarlos —probablemente, por no hacerlo contra un ejército de fuerzas menguadas (62). Otro de los grandes problemas que enfrentó Ricardo no fueron sólo los que encontró en Tierra Santa sino aquellos que provenían de Inglaterra, con la creciente influencia de su hermano John (63). Por lo que partió a Inglaterra nombrando a Conrad —en lugar de Guy, por elección de los caballeros— como rey de Jerusamén. Pero Conrad fue finalmente asesinado por dos assassins —famosa secta, enemiga de Saladino—(64).

Durante decenas de páginas, Steven Runciman presenta a Saladino como una especie de jugador de ajedrez, complacido más en el juego de la guerra y en la admiración por la valentía del enemigo, que el mero objetivo de dominar un área geográfica. De esta forma, se describe a un Saladino pactando cuando no liberando a sus enemigos o enviándole regalos —como caballos al rey Richard (página 72)— en plena disputa.

 When Richard’s horse fell under him, he gallantly sent a groom through the midst of the turmoil with two fresh horses as a gift to the brave King (72)

 El cuarto capítulo Steven Runciman lo dedica a los problemas sucesorios que surgieron tras la muerte de Saladin.

Durante todo el capítulo cuarto Steven Runciman detallará los problemas de sucesión ocurridos después de la muerte de Saladino (77-78), los nuevos intentos cristianos —por parte del rey Henry y los germanos— de nuevas cruzadas con sus avances, retrocesos, ansiedad es y miedos, todo con una precisión que supera aún a una crónica periodística contemporánea al frente de un campo de batalla (83-104).

Un capítulo particular en la historia de las Cruzadas lo contituye aquel que Steven Runciman titula, provocativamente, The crusade against Christians. En este momento, iniciando el siglo XIII, se produce la destrucción y saqueo por parte de los cristianos del oeste, de la que había sido capital de la cristiandad por nueve siglos: Constantinopla (123).

Steven Runciman concluye drásticamente:

There was never a greater crime against humanity than the Fouth Crusade (130).

No sólo se había destruido los tesoros de Bizancio sino que se había herido mortalmente a toda una civilización que aún era grandiosa y activa. Por otra parte, el daño consistió en eliminar uno de las fronteras defensivas que históricamente separaron Europa de Asia (131).

Sin embargo, podríamos decir que Steven Runciman exagera un poco si consideramos otros períodos de la historia humana.

La Quinta Cruzada fue dirigida directamente contra Egipto (152) . Por veinte páginas, Steven Runciman detalla cada movimiento, desde las “misiones de paz” de San Francisco en Jerusalén hasta los movimientos militares de los cristianos y musulmanes por el dominio de Egipto y Tierra Santa. Como resultado final, llegamos a un nuevo fracaso de los cruzados, esta vez cn la victoria escapándosele de las manos por poco (170-171).

Si Steven Runciman comienza con la aventura de Ricardo como rey cruzado y guerrero, luego dedica otros capítulos a otros reyes con la misma ambición, como por ejemplo Henry o el emperador Federico (171). Todos harán base en Acre —único bastión estable de los cristianos en sus aventuras por tierra Santa— y procurará nuevas incursiones en el intento de apoderarse de Jerusalén. Lo que logra mediante un tratado que pone a esta ciudad en manos cristianas, más un corredor hasta el mar. La mesquita de Al-Aqsa permanece en posesión de los musulmanes (187)

Un pasaje de este libro nos da una imagen psicológica y religiosa de la época:

The more intransigent of the [the Christians] lamented that Jerusalem had not been won back by the sword, and were disguised that the in  fidel should retain their shines; and all of them remembered the negotiations of the Fifth Crusade, when al-Kamil’s offer of all Palestine was rejected because the strategists pointed out that without Oultrejourdain Jerusalem could not be held (188).

Sin embargo, la conquista de Federico fue del todo desapasionada. El Emperador abandonó Jerusalén dejándola en un estado indefinido de soberanía.

En 1244 los cristianos pierden Jerusalén:

Nearly seven centuries passed before a Christian army would once again enter its gates (225).

El tercer libro de Steven Runciman comienza con la aparición de un personaje famoso en la historia: el Gengis Kan —o Jenghiz-Khan—. Por largas páginas, Steven Runciman detallará el surgimiento de este guerrero mogol y su conquista desde china hasta su entrada en Europa (251).

Entre las incabables cruzadas, encontramos la del rey de Francia, Luis IX. La suya, comienza de una forma real o imaginaria según la narración histórica:

In December 1244, Louis IX of France, fell desperately ill of a malarial infection. As he lay near to death he vowed that if he recovered he would set out for a Crusade (255).

Lo que no le impidió caer prisionero y enfermar nuevamente (270) hasta que finalmente regresa a Europa, diez años después de iniciada su aventura personal (282). Dieciséis años más tarde, Luis IX vuelve a intentarlo hasta que, finalmente, lo detiene la muerte en la página 292.

El último capítulo está dedicado a la caída de Acre, la ciudad-bastión que a lo largo de toda la narración constituyó —junto con el motivo de “las cruzadas”— el principal elemento estructurador. Las tropas del sultán recorrieron la costa de norte a sur destruyendo todo lo que recordase a los cristianos.

The old ease tolerance of Islam was gone. Embittered by long religious wars, the visitors has no mercy for the infidel (423).

Dar una sinopsis de este libro sería imposible. Durante todas y cada una de sus páginas se detalla con exactitud —y muchas veces de forma sospechosa— cada instante, cada emoción de sus protagonistas y cada imagen del escenario que resulta en un laberinto con pretensiones de crónica infinita —a pesar de los ochocientos años que la separan de los acontecimientos. Datos, nombres y más datos sobre los movimientos de cada actor en la batalla y en las intrigas cortesanas se van acumulando con una conocida precisión. Probablemente aquí están los “hechos” descritos como ninguno de sus protagonistas pudo llegar a hacerlo. No sabemos cuánto hay de ficción y cuánto de improbable coincidencia con esa otra ficción que llamamos “realidad”.

* * *

Jorge Majfud

majfud.org

Jacksonville University

Civilización y barbarie

Civilización y barbarie/nosotros y ellos

Ángel Gavinet, en Idearium español (1897), decía que “un ejército que lucha con armas de mucho alcance, con ametralladoras de tiro rápido y con cañones de grueso calibre, aunque deja el campo sembrado de cadáveres, es un ejército glorioso; y si los cadáveres son de raza negra, entonces se dice que no hay tales cadáveres. Un soldado que lucha cuerpo a cuerpo y que mata a su enemigo de un bayonetazo, empieza a parecernos brutal; un hombre vestido de paisano, que lucha y mata, nos parece un asesino. No nos fijamos en el hecho. Nos fijamos en la apariencia” (39).

La observación de aquel lejano español, entre otras cosas, nos recuerda la precariedad de la máxima que afirma que “la historia nunca se repite”. Bien, no sin cierto optimismo podemos afirmar que la historia progresa (y retrocede); pero en un plano de lectura quizás más profundo, la historia siempre se repite a sí misma en diferentes versiones. Cada momento de un pueblo, de un individuo, es un remake de otros pueblos, de otros individuos. Quizás estamos viviendo la vida de nuestros antepasados, con las mismas ilusiones y las mismas obsesiones, sin advertirlo porque creemos pertenecer a mundos totalmente diferentes, no sólo tecnológicamente mas avanzados, sino que con alguna frecuencia nos jactamos de haber superado los prejuicios y los errores de nuestros abuelos.

En un área más especifica, podemos observar una actitud psicológica y cultural que se repite de forma subyacente en la narrativa geopolítica actual. Cuando alguien perteneciente a una cultura extraña y ajena comete un acto de barbarie, normalmente se deduce que su cultura, los valores en las cuales creció ese individuo, son los principales responsables. O cuando un futbolista uruguayo en Inglaterra llama “negro” a otro futbolista en el medio de la pasión de un juego de fútbol, los comentaristas profesionales se descargan, de forma masiva, con acusaciones sobre todo un país, afirmando (y demostrando hipocresía o una profunda ignorancia, en el mejor de los casos) que “Uruguay es el país más racista del mundo”, como lo hiciera recientemente un famoso periodista y político británico.

Pero cada vez que alguien que perteneciente a la cultura noroccidental, a la elite de los civilizados, comete un acto de barbarie, como el que perpetuó la matanza en Arizona en 2011 o el neonazi que unos meses más tarde masacró a decenas de noruegos en un campamento, inmediatamente se delimitan los campos semánticos y se atribuyen todas las responsabilidades del acto a los individuos, a los que se carátula como psicópatas. Esta carátula clásica tiene el poder casi mágico de cerrar cualquier caso y poner a toda una sociedad al resguardo de una crítica indeseada, a la que se neutraliza con otros estigmas semánticos como “antipatriota”, “relativista” o, lisa y llanamente “idiota”, arma preferida de los reaccionarios que no soportan argumentos diferentes a los suyos.

La reciente actitud de los soldados norteamericanos orinando sobre combatientes muertos revela todo el desprecio, el desprecio en su límite extremo, por la dignidad de la vida y de la muerte ajena. Por supuesto, sería una locura responsabilizar a toda la cultura noroccidental de semejantes valores.

No parece locura, en cambio, cuando hablamos de la periferia salvaje, bárbara, sin valores humanos, habitada por masas sin nombre, por locos que se hacen matar sin una buena razón, por analfabetos que hablan una lengua defectuosa, por pueblos que no alcanzan a entender lo que es la verdadera libertad, la verdadera democracia y los verdaderos Derechos Humanos, a pesar de todos los esfuerzos que hemos hecho por enseñarles. Entonces, los repudiables actos de barbarie de otros pueblos diferentes a nuestra civilización noroccidental no se limitan a los individuos y los grupos que lo cometieron, sino a toda su cultura y a toda su religión defectuosa. Lo que de paso, justifica más violencia y confrontaciones contra los futuros invasores.

Afortunadamente, tanto en noroccidente como en suroccidente y en el resto de las civilizaciones todavía vivas, esta percepción del mundo, que apoya y justifica otros crímenes de odio, no es unánime. Quizás ni siquiera sea una pandemia, pero esta muy próxima a ser una epidemia si no se actúa con urgencia. Por ahora, uno de los remedios que en ocasiones tiene algún efecto preventivo, es la crítica radical.

Cada vez que alguien dice que un idioma tiene reglas y excepciones, asume que las excepciones no tienen regla. Los lingüistas saben que hasta los fenómenos más absurdos e irregulares funcionan según reglas, aunque sean reglas más complejas o más difíciles de comprender. Lo mismo pasa con la cultura general. Uno no puede ser responsable por lo que hacen los demás; uno no puede ser responsable por un crimen o una violación que cometió alguien en nuestra ciudad. Pero creer que con la identificación y el castigo del criminal se sanea una cultura en una determinada sociedad que experimenta la violencia en un determinado grado de regularidad, es perpetuar el problema, es negar, por un acto de cobardía moral o intelectual, que la cultura a la que pertenecemos tiene algo que ver con ese o aquel crimen que nos horroriza. Esta cobardía, esa carencia de crítica (hipo-crítica) es parte de la enfermedad cultural desde el momento en que la permite o, por lo menos, se niega a enfrentarla.

Éste es el caso, sólo como ejemplo, de los soldados norteamericanos orinando sobre los cadáveres de combatientes enemigos en Afganistán.

Jorge Majfud

majfud.org

Jacksonville University.

Critica (Chile)

Milenio (Mexico)

 

Margaret

La asistente

Todos los martes de noche llegaba Margaret con sus carpetas de apuntes y sus materiales didácticos. Todos los martes de noche María José y Ernesto la escuchaban atentamente. Margaret era una asistente social del gobierno que enseñaba a los padres a criar a sus hijos. Estos funcionarios ponen mucha atención en las familias de hispanos, porque es bien sabido que proceden de una cultura machista y violenta. El entrenamiento consistía en una larga charla de cuarenta minutos más un video didáctico de diez minutos y una demostración práctica de diez minutos más, lo que sumaba una hora al fin de la cual María José y Ernesto firmaban un papel diciéndole al gobierno que el programa estaba funcionando.

El martes 8, Ernesto llegó de mal humor de la constructora, quince minutos antes que Margaret, tuvo que hacer esfuerzos titánicos por mantenerse atento a la lección de la semana. Si no fuese porque pasaría por mal padre y peor esposo, hubiese dicho que lo dejaran tirarse quince minutos en el sofá con una copa de vino. Pero resistió. Era su voluntad y también era su trabajo, resistir, demostrar a la funcionaria del gobierno y al resto de los conocidos que podía llegar del trabajo molido y a veces humillado —Ernesto consideraba una humillación cualquier orden que debía cumplir contra su voluntad y en silencio— y cambiar pañales, lavar los platos y cantar al mismo tiempo.

Pero en los diez minutos finales de ese día, Luisito estuvo más inquieto que de costumbre. Repitió tres veces la misma pataleta que a los chicos les da a esa edad, griterío a toda garganta seguido de revolcadera por el piso, todo por un lápiz que el padre le negó por peligroso. Ernesto se limitó a decir “no”, primero y “no!” después, lo que condujo a la intervención de la especialista:

—Procure no decirle que no. Esa es la palabra que más escuchan los niños. Por eso reproducen la negatividad en sus conductas.

—Qué podemos hacer en estos casos, Margaret —preguntó María José.

—Abrácelo. Ustedes deben consolarlo. Díganle que lo quieren. Demuéstrenle que no perderá su amor por el yogurt derramado. Eso desarrollará su autoestima y su confianza en los mayores.

—Ves, Ernesto. Tú siempre dices que los padres son educadores, no consoladores.

 Antes que terminara la frase, Luisito tiró el yogurt sobre la alfombra y Ernesto, en otro descuido, le dijo que no volviera a hacerlo más. Pero se lo dijo con tanta vehemencia que sorprendió a Margaret.

Como buena profesional, sin perder la calma y el tono suave, casi sensual, Margaret le explicó que lo que había hecho Ernesto era un ejemplo de un error muy común entre los padres latinos.

—Cual? —preguntó Ernesto casi arrepentido.

—Levantarle la voz al niño.

—Qué se supone que debería haber hecho?

—En estos casos la Asociación fuertemente recomienda explicarle al niño que el yogurt no va en la alfombra. Incluso, para no herir su sensibilidad, usted debió acercarse al niño y jugar con el yogurt derramado. Al fin de cuentas igual deberá usted pasar un quitamanchas. Es el mismo trabajo.

—Sí suena muy práctico, como siempre. Pero no creo que sea para tanto. Cuando tenga un jefe como el mío y un chiquillo como Luisito, ya va a saber lo qué es vivir en un mundo dibujado con límites gruesos.

—Señor Campos —razonó tranquilamente Margaret, rehuyendo siempre a mirarlo a los ojos—, el niño tiene dos años… Ya tendrá tiempo de aprender todo eso.

—Cuanto antes mejor. Además, no creo que entienda una explicación sobre la inconveniencia de tirar el yogurt en la alfombra cada vez que está lleno.

—Por sus palabras deduzco que su infancia no ha sido fácil.

—Cierto.

—Ha presenciado escenas violentas en su casa paterna?

—Sí, algunas.

—Su padre le pegaba a su madre?

—No, qué va. En todo caso era al revés. Pero ni siquiera eso. También la vieja era una mujer tranquila.

—Entonces?

—Por ejemplo, más de una vez tuve que ver cuando a mi padre se le moría una vaca y no tenía más remedio que cuerearla.

—Cuerearla? Qué significa eso?

—Sacarle el cuero. Tenía que abrirla con un cuchillo por la panza, así, de arriba abajo, y desollarla con cuidado para poder conservar el cuero al menos.

—Qué horror! Y usted qué edad tenía?

—Cinco o seis años.

—My God! Eso es suficiente para traumar a un niño. A su padre no le importaba? Qué grado de educación tenía?

—Mi padre había terminado la secundaria y nada más. Y por eso mismo no podía darse el lujo de perder la vaca entera. Al menos así rescataba el cuero, y como aquello era la Pampa, aunque me decía que me fuera lejos, igual a los cien metros yo podía ver cómo cuereaba el animal muerto. Y no le cuento cuando un baqueano tenía que matar un cerdo clavándole un cuchillo en el corazón. El bicho gritaba como un marrano.

—My God!

—Alguien tenía que hacerlo. Todos tenían que comer. Qué comió usted hoy?

—Ensalada. Qué más recuerda?

—A veces por ahí andaba la familia del occiso, una pareja de cerdos que se ponían a hacer el amor delante de mí. Esas cosas no se olvidan.

—Qué horror! Todo eso explica la violencia.

—Perdón, cuál violencia?

—La violencia en los países latinos.

—Sin embargo yo no soy un criminal. Nunca he matado a nadie y detesto la violencia de todo tipo. Sin ir más lejos, no soporto que de los cien canales de televisión que tengo aquí, en por lo menos noventa siempre estén matando, sacándole un ojo o pegándole un tiro en la cabeza a alguien. Quiere que le muestre?

—No hace falta. Pero todo eso es ficción.

—El sexo también puede ser actuado, y sin embargo es tabú o es pornografía. Si uno se descuida, los niños pueden ver quince asesinatos por noche. Pero si dos personas se dan un beso de lengua lo censuran. Se puede representar un crimen pero no se puede representar el amor.

—Mi pastor siempre dice algo muy sabio. El mal del mundo nace cuando se confunde el sexo con el amor.

—No, yo no los confundo. Pero tampoco me aparecen necesariamente incompatibles. O acaso no es posible que sexo y amor sean la misma cosa alguna vez? Digo, en un mundo tan materialista cada tanto es posible que sean la misma cosa, por milagro o por coincidencia. Aunque más no sea representado. Pero no, para la moral pública el sexo nunca es amor y siempre es obsceno. Así que hay que prohibirlo y predicar en su contra, para olvidar que el mal no nació con el sexo sino con el crimen contra el prójimo. Pero para decirle la pura verdad, a mí los cerdos de la Pampa me enseñaron no sólo que el sexo es algo natural sino que además me explicaron lo que mis padres no sabían cómo hacerlo de forma más científica. Pero en la televisión, cuando un tipo o una hermosa mujer —disculpe que no haya dicho “hermoso hombre”; no es que sea machista, es que soy heterosexual—, cuando algún adonis o alguna amazona le apunta a la frente de un desdichado y lo revienta de un disparo tipo misil transcontinental, ni uno ni otro dicen alguna mala palabra. Eso está prohibido y cuidadosamente controlado.

—En los países latinos no?

—No. En las televisiones de nuestros países se putea de lo lindo.

—Por favor, Ernesto! —se quejó María José, advirtiendo que la conversación se había desvirtuado del todo.

—Qué? No es cierto? —insistió Ernesto— Allá se besa más seguido de lo que se mata y las mujeres andan medio desnudas.

—Parte de la cultura machista.

—Sí, andan medio desnudas como en todos los países donde impera el machismo. A excepción de las mujeres musulmanas, que por su retraso cultural visten de más. Porque el machismo no sabe vestir a las mujeres. O las viste con poca ropa o las viste de más. Nunca en su justa medida, como en Estados Unidos, donde las mujeres son libres.

—Usted no negaría que en sus países impera el machismo.

—Imperan muchas cosas. Claro, todos tenemos defectos. En eso le doy la razón. También tenemos problemas con la delincuencia callejera, con el crimen organizado, con la pobreza organizada de las favelas. Pero en general nos gusta menos la muerte, la sangre, la excitación del crimen tipo Agatha Christie o las máquinas de matar, tipo Arnold Schwarzenegger. Al menos que no tengamos cine propio. Al fin y al cabo hay que reconocer que The Terminator tenía muy buenos efectos especiales. Toda una ciencia.

—Le repito que todo eso es ficción. Nuestros programas de educación infantil han funcionado desde hace años y en todos los modelos puestos en práctica la violencia está prohibida, llámese decir “no”, como usted lo ha hecho, como retar al niño por un yogurt derramado en la alfombra. Los niños reproducen lo que ven.

—Sin embargo en esta casa nadie tira el yogurt en la alfombra ni tenemos la costumbre de meter los dedos en los enchufes. Para mí que está en la naturaleza del niño, y como en la naturaleza no hay enchufes con corriente eléctrica ni alfombras que cuidar, no queda más remedio que educar. Y más vale un no bien clarito que un ni con complejos.

—Espero que usted no esté pretendiendo darnos clases a nosotros. Los estudios indican claramente que se debe erradicar toda forma de violencia en la educación de un niño.

—Me alegro. Ya le dije que no aplaudo ninguna forma de violencia. El problema es definirla. También es violencia hacerle creer a un niño que el mundo es blando como un osito panda.

—Hace años que categorizamos y erradicamos cada tipo de violencia y le puedo decir que todos estos planes han sido un éxito.

—De dónde deduce usted que han sido un éxito?

Sólo por leves momentos Margaret parecía molestarse con los cuestionamientos de Ernesto. Sin prisa, comenzó a ordenar sus papeles en la carpeta azul.

—Muchos estudios lo demuestran contundentemente —respondió.

—Desde cuando datan esos experimentos?

—De las décadas de los sesenta y de los setenta.

—A ver, déjeme ver. Si no me fallan los números, todos los soldados y los generales y los políticos y los pastores que han participado y apoyado la última guerra en Irak, por mencionar sólo una de las tantas, fueron educados de niños según esos métodos de no violencia. Cómo es que niños tan alejados de palabras fuertes, del rigor de los padres, de la muerte y del sexo en todas sus formas son capaces de bombardear mercados y ciudades llenas de niños? Niños como el mío, como los de usted. Sabía cuántas personas van muriendo en Irak? Más de medio millón, si consideramos personas a los iraquíes, claro.

—Es diferente.

—Sí, es diferente. Todo es hecho con el más puro lenguaje, con la gramática perfecta. Libertad, democracia, Dios, civilización. La sangre no salpica. Los muertos no tienen familiares que lloran. Esos jovencitos —con una alta autoestima, no vamos a dudarlo—, esos jovencitos que van a matar fanáticos a otros países piensan que están en un video game. Aprietan un botón y ni tienen que pasar por el desagradable espectáculo de presenciar lo que ellos mismos hacen. Y si alguno ve algo en vivo y en directo, es decir, algún descuartizado afuera de la pantalla azul y verde, entonces lo mandan a psicólogos de prestigio, programas que han tenido éxito, teorías científicamente comprobadas y avaladas por estudios de prestigiosos doctores. Y los que no van a la guerra ni se suicidan al volver se dedican al abuso de la Coca Cola, en el mejor de los casos, o a la coca a secas, en el peor. Sabía usted que este país, con niños tan bien educados y alejados del sexo y la violencia de decir no, es el mayor consumidor de estupefacientes del mundo? Sabía usted que en el país donde están prohibidas las malas palabras y alguna que otra cola hermosa en la televisión, donde una mirada puede ser considerada acoso sexual —de hecho aquí ninguna mujer resiste que la miren a los ojos; cuando uno las mira, esquivan la mirada como si fueran monjas cortejadas— no obstante, y tal vez por eso mismo, esto está lleno de psicópatas sexuales y asesinos en serie? En nuestros atrasados países los asesinos matan porque son bestias. Le pegan un tiro a uno. Casi no se conoce eso de matar en serie, porque es un invento de la producción y reproducción sistemática de cosas. Los asesinos en esos países atrasados no calculan, no aprietan botones y suprimen doscientas mil personas en un sólo día. Eso sólo es posible en un país donde los niños son criados bajo las mejores teorías psicológicas de la no violencia y el pudor.

Margaret no perdió la calma. La contuvo para que no se le escapara. Miró el reloj. Con mucha elegancia dijo que se había hecho tarde. Tres minutos tarde. Los padres firmaron. Margaret confirmó el número de palabras que Luisito podía pronunciar. 33. Normal para su edad, pero si en la próxima visita no había podido unir un sustantivo con un adjetivo habría que derivarlo a un especialista. Tomó sus cosas, con suavidad y se despidió con la misma sonrisa de siempre.

Pero un segundo después que la puerta se cerró, se escuchó que decía:

—Fuck you.

Ernesto no supo distinguir si el tono era de rabia contenida o era el mismo tono imperturbable de siempre. De lo que sí estaba seguro es que Margaret había querido ser escuchada. La mejor oportunidad de su vida de decir una mala palabra en público.

 

Jorge Majfud

In Entre Orientales y AtlantesAntología de relatos uruguayo-canaria. (short stories) Tenerife, Spain: Editorial Baile del Sol, 2010.

Crisis (novela 2011)

Educación

Para un debate sobre la educación

El debate sobre la educación es permanente en todo el mundo y es bueno que así sea. En los peores casos no sólo es permanente sino que orbitan sobre los mismos temas y las mismas realidades porque rara vez conducen a cambios importantes. En Estados Unidos los profesores se quejan de que las nuevas generaciones invierten menos tiempo en el estudio que las anteriores, lo cual es malo pero no es una prueba de que no se esté produciendo algo positivo de forma simultánea. Igual en América Latina.

Con frecuencia se citan las pruebas internacionales como la de PISA. Estas pruebas son importantes porque nos dan una idea y una regla estandarizada para evaluar realidades y culturas tan disímiles (todavía diferentes, a pesar de la americanización de la vida en el mundo emergente). No obstante, no se debe exagerar su importancia. La idea de que si un país alcanza altos escores en matemáticas es un país que está haciendo las cosas muy bien es parte del viejo mito renacentista que todavía rige las percepciones y las opiniones populares y profesionales.

Las matemáticas son una nobilísima creación y expresión del espíritu, pero si una persona no se dedica a ella como profesión generalmente son, por lo menos, poco útiles en términos laborales y hasta en términos personales, más allá del ejercicio intelectual, como estudiar idiomas o filosofía. Una persona que estudia matemáticas diez horas por día no necesariamente será un mejor esposo, amigo, gerente de banco, mecánico, médico, presidente, cocinero, amante, pacifista, ingeniero o lo que se le ocurra; sin duda será, en el mejor de los casos, un buen matemático.

Cuando en otros países comento que en el Uruguay de los ’90 dábamos exámenes de matemáticas y de otras disciplinas relacionadas que duraban entre siete y nueve horas, deben hacer un esfuerzo por creerme. Sí, finalmente dominábamos y nos apasionábamos por todo tipo de ecuaciones y a veces hasta nos creíamos muy inteligentes. Pero era una inteligencia al servicio de una insensatez: la creencia de que bajo ese rigor intelectual extremo seríamos mejores profesionales.

Por supuesto que no estoy proponiendo la ignorancia, sino aclarar el propósito y los objetivos de cualquier instrucción. Sin ser un especialista en la materia como Shakira (recientemente nombrada Asesora de Educación por el presidente Obama) y hablando sólo desde mi experiencia como estudiante y profesor en casi todos los niveles y en diferentes países, desde los ciclos básicos de escuelas secundarias con estudiantes muy pobres hasta universidades con alumnos con todos los recursos económicos a su disposición.

Lo más breve que puedo decir es que, así como casi todas las etapas de una persona desde su nacimiento hasta su adolescencia están muy claras y definidas, por lo cual cualquier padre bien informado puede ir comprobando día a día los cambios de su hijo simplemente siguiendo los descubrimientos de la psicología moderna (que no son muchos y con frecuencia en el campo prescriptivista se han revelado patéticas), de igual forma se puede seguir una serie de confirmaciones en el resto de la vida, con la complejidad de que a partir de la adolescencia va incrementándose una variable impredecible: una mayor conciencia y un inevitable uso de la libertad individual.

Basado en esto creo que apenas un estudiante entra en la educación secundaria su instrucción debe ser básicamente social. El antiguo sistema militarista, autoritario, excesivamente reglamentado, ha producido realidades opuestas, donde ya no se reconoce una autoridad legítima, por lo cual se confunde, producto de la inmadurez, revuelta con revolución. No importa tanto si el joven todavía no sabe resolver una ecuación de segundo grado (el único tipo de ecuación que le será útil en su vida adulta son las ecuaciones de primer grado). Así como la adquisición de un segundo idioma es crucial entre los cuatro y siete años, creo que un adolescente de doce años debe desarrollar su inteligencia social. Uno de esos instrumentos que combinan habilidades sociales con habilidades de expresión y comprensión emocional del individuo es el teatro. La instrucción deportiva también lo es, pero la práctica de teatro, incluso a un nivel básico, educa el espíritu, las emociones, las habilidades y la comprensión social, que es crítica a esa edad. Hay otras herramientas, claro, pero son complementarias, no intercambiables: por ejemplo, el deporte, las artesanías (incluido el diseño de páginas web, siempre y cuando no sea el único alimento intelectual), etc.

Más tarde, cerca de los quince o dieciséis años, las habilidades y las necesidades (y por consecuencia los intereses) de los jóvenes se centran más en aspectos políticos y “renacentistas”. Creo que es ahí donde las humanidades, las artes, las ciencias y las matemáticas deben ser centrales en los programas.

Pero me temo que en países como Uruguay y Argentina todavía el espíritu es demasiado rígido, casi escolástico. Incluso los programas (pre) universitarios no se basan en la elección individual de cursos. Los exámenes todavía testean más  la memorización y el dominio del método, de un modus operandi, que la creatividad.

No es raro porque la enseñanza misma se basa en que conocer es memorizar. En el otro extremo están los que creen que no es necesario ejercitar la memoria, ya que todo está en Google o en Wikipedia. Esta idea es absurda por la misma razón: no se trata de memorizar datos muertos: la memoria humana toma lo que el individuo en su integridad le interesa. A una gran curiosidad sigue una gran cultura. Es este interés lo que se debe estimular a través de la propuesta de trabajos creativos. Por otro lado, la memoria no es un disco duro donde se almacenan datos. Una memoria, sea una fecha, un hecho histórico, un valor astronómico o un dato sobre la conducta de los monos es un permanente estímulo a la especulación intelectual y, por ende, un acto de creación en potencia. Wikipedia, Google, no pueden crear nada nuevo por sí solos, razón por la cual ninguno de tantos proyectos de “trabajo colaborativo” nunca, o al menos no hasta ahora en la Era Digital, han creado nada mas allá de sus inmensos bancos de datos. Las ideas revolucionarias siempre han surgido de individuos o grupos pequeños interactuando muy próximos unos de otros.

Entonces, lo básico: crear una educación basada en la creatividad: en la experimentación y exploración de los estudiantes a través de pequeños proyectos, y en la investigación permanente de los profesores. Para todo eso se necesita “tiempo libre”, es decir “agendas flexibles”. Se me dirá que eso es más común en Estados Unidos porque aquí hay más infraestructuras y recursos. Cierto. También hay una cultura que estimula la invención de cosas, aunque tienen terribles carencias en otras áreas.

Como no me sobra espacio en este artículo, voy a terminar sugiriendo unos pocos puntos prácticos, muy simples pero básicos, sólo para comenzar:

1) Estructurar los ciclos por habilidades y necesidades: a) social y emocional; b) intelectual y productiva; etc.

2) Disminuir las horas de instrucción en clase por profesor. Esto no debe implicar la reducción de sus sueldos sino todo lo contrario, para evitar el múltiple empleos y dignificar la profesión de aquellos que son claves en la formación del individuo. Es mejor no tener educación que tener una educación mala. Las cargas horarias de 40 y 60 horas semanales para poder sobrevivir son absurdas y atentan contra la calidad de la educación. Por el contrario, se convierten en un consumismo inefectivo que impide cualquier progreso y estimulo intelectual de los docentes que (des)fallecen en la rutina interminable de la repetición.

3) Exigir o incrementar la producción de proyectos alternativos (de invención, de investigación o de actualización docente) por parte de los profesores, sin horarios pero con resultados concretos.

4) Disminuir el número de materias que cada alumno toma por ciclo. El actual exceso es ridículo y hace que cada clase sea apenas una anécdota fastidiosa para el estudiante.

5) Incrementar la exigencia de proyectos particulares de los estudiantes, con acento en la invención y la investigación personal o de grupos pequeños.

Jorge Majfud

majfud.org

Noviembre 2011, Jacksonville University

Milenio (Mexico)

La Republica (Uruguay)

La Primera (Peru)

https://www.alainet.org/es/active/50979

https://www.lr21.com.uy/opinion/480452-para-un-debate-sobre-la-educacion

 

Escritura y civilización

An inscription of the Code of Hammurabi

Código de Hammurabi

La civilización de la escritura

 

La invención de la escritura (3.500 a. C.) no solo posibilitó el registro de datos; también provocó una revolución metafísica, difícil de igualar por cualquier otro invento: el tiempo mitológico fue reemplazado por otro “histórico”, y con ello todo un mundo se derrumbó para dejar paso a otro.

No es cierto de que con la escritura comenzó el registro de las acciones humanas. Mucho antes las creaturas conservaban su pasado en un tipo de memoria colectiva, transmitida de forma oral. Para su conservación, este tipo de memoria implicaba una perpetua repetición y en este tránsito los registros sufrían modificaciones. Sabemos que estos cambios no eran arbitrarios y que se producían en beneficio de cierto arquetipo: el mito. Como lo mostró el rumano Mircea Elide, las culturas arcaicas no soportaban la historia; la anulaban traduciendo los hechos reales en arquetipos mediante la repetición. Incluso en nuestro tiempo, un acontecimiento concreto no persiste dos siglos en la memoria colectiva sin perder su particularidad histórica, tiempo que deberíamos reducir a unos pocos años si consideramos los grandes ídolos populares del siglo XX. La mentalidad arcaica solo conserva lo general y echa al olvido los datos particulares. Esa costumbre de la mente humana está aún entre nosotros. En su Historia de la eternidad, J. L. Borges, libre de las supersticiones de la modernidad, olvidando o contradiciendo el existencialismo de la época, observó: “Lo genérico puede ser más intenso que lo concreto”. Acababa de analizar el platonismo y recordaba: “De chico, veraneando en el norte de la provincia, la llanura redonda  y los hombres que mateaban en la cocina me interesaron, pero mi felicidad fue terrible cuando supe que ese redondel era pampa y esos varones gauchos”.

Así como en diferentes culturas encontramos las mismas pirámides, también encontramos el relato de la Creación como las diferentes versiones de una misma historia. La memoria oral, imprecisa y fugaz, recurría al arquetipo, a la estructura “natural” de las primeras culturas.  La invención de la escritura supuso un largo proceso y sus consecuencias no fueron tan inmediatas como las que provocó Edison con cualquiera de sus juguetes. Los antiguos mitos y, sobre todo, la conducta mitológica de la mente arcaica  se conservaron en las novedosas tablas de arcilla de Sumeria y en los papiros de Egipto. Pero desde entonces el tiempo dejó de ser circular e impreciso. Los hechos individuales comenzaron a ser ordenados según su orden de precedencia. Los semidioses e intelectuales del Nilo ampliaron y elevaron la antigua obsesión de conservar el cuerpo de sus muertos: mejor, comenzaron a conservar sus memorias; hazañas, desdichas, historias familiares e historias del imperio. Más al oriente, Sargón y Hammurabi se sumergieron en las profundidades del tiempo, pero ya no dejaron de ser hombres concretos, los autores de leyes y victorias en el campo de batalla. El olvido ya no era posible y ellos, que no querían ser olvidados como sus vecinos hindúes, se ocuparon en anotar hechos, fechas y nombres.

Cuando Hegel describió el espíritu indiano (hedonista, sensual y onírico), lo que hizo fue describir las propias fantasías europeas sobre aquel país exótico de donde provenían los más intensos aromas, no el espíritu hindú. Pero advirtió una característica significativa: los hindúes carecían de las preocupaciones historiográficas  de  otras naciones. Con frecuencia los describe como desproporcionados mentirosos. “Los indios —escribió— no pueden comprender nada semejante a lo que el Antiguo Testamento refiere de los patriarcas. La inverosimilitud, la imposibilidad  no  existen para ellos”. Luego recuerda que, según la memoria hindú, existieron reyes que gobernaron miles de años. Cuenta, por ejemplo, que el reinado de Wikramâdiya fue un momento glorioso en la historia de India. Pero también se supo que hubo ocho o nueve reyes con este mismo nombre en un periodo de 1500 años. Inverosímil, se lo atribuye a un defecto de la numeración decimal que toma fracciones por números enteros. Señor, a cualquier pueblo se le puede atribuir este desliz matemático, menos  a los inventores del cero. Bueno, pero Hegel hizo otras observaciones importantes: los hindúes, que alcanzaron gran fama en literatura, álgebra, geometría, astronomía y gramática, descuidaron por completo la historia. La mayor parte de lo que se conocía de la historia india en tiempos de Hegel había sido escrita por extranjeros.

Este desinterés por la historia de los hindúes se explica por su propia concepción del tiempo: profundamente mitológico, circular como el samsara. Porque en India, aún hoy, la realidad más concreta está vista a través de la doctrina de los ciclos cósmicos que lleva a las almas a transmigrar y al Universo a regenerarse eternamente, incluyendo en la misma rueda a  las creaturas, a los dioses y a las piedras. “El hombre indio —observó Spengler— lo olvida todo. En cambio, el egipcio no podía olvidar nada. No ha habido nunca un arte indio del retrato, de la biografía in nuce. La plástica egipcia, en cambio, no conoció otro tema”. Hay que agregar otros ejemplos: la escultura idealista de la Grecia clásica y la escultura retratística de Roma. El primero, un pueblo mitológico; el otro, obsesivamente histórico.

El sánscrito es una de las lenguas más antiguas que se ha dado la Humanidad. En su uso y perfección maduró una poderosísima cultura, la india, mucho antes de la aparición del sánscrito escrito. El pueblo hebreo, en cambio, está marcado por la escritura, y ello se debe a que se formó y maduró (no antes del 1250 a. C.) sobre una poderosa tradición escrita; tanto si consideramos la tradición egipcia en Moisés como la civilización sumeria en Abraham.

Jorge Majfud

majfud.org

Milenio, II (Mexico)

La práctica vital

Practicing life (English)

La práctica vital

No pocas veces he escuchado que la desventaja de estudiar un nuevo idioma consiste en que si luego no se usa, se pierde. Esto es técnicamente impreciso, ya que perder la habilidad de usar un conocimiento no significa necesariamente que uno ha olvidado todo o lo necesario. De hecho, ocurre lo mismo con nuestra propia lengua materna. En nuestra memoria hay decenas de miles de palabras (podemos verificarlo con sólo abrir un diccionario), pero usamos apenas una fracción. Es sólo un ejemplo, ya que el problema no radica en las cantidades sino en la calidad. Según algunos estudios realizados con estudiantes de mi propio país de origen, las nuevas generaciones de estudiantes usan apenas quinientas palabras, lo cual resulta paradójico considerando los nuevos medios escritos de la Era digital. Paradójico, no inexplicable: no se puede salir ileso de tanta habilidad para el manejo de emoticones y otras pobrezas y perezas intelectuales, tan propia de la cultura del “clic”.

Claro, hay que respetar los cambios de las nuevas generaciones; generación que no cambia es generación perdida. Pero tampoco se puede adular a las nuevas generaciones dejando de señalarles, de forma cómplice y cobarde, todo lo que han perdido de forma inadvertida porque probablemente nunca lo conocieron. Al menos que se demuestre que sólo aquel hábito de leer antigüedades de trecientas paginas (de papel, ¿por qué no?) de algún genio de la historia, es un ejercicio inútil y anacrónico. Entonces el poder del mundo seguirá concentrado en las manos de aquellos pocos que salen de las mejores universidades, reductos y bastiones de la “antigua” cultura escrita, mientras el resto se limitará a otro rol tradicional: a su función de consumidores de novedades.

El viejo latiguillo de “una imagen vale por mil palabras” es harto más popular pero no menos cierto es su contrario: “una palabra vale por mil imágenes”. No sólo para el pensamiento abstracto y para las emociones más profundas. También lo vemos todos los días en la prensa: las imágenes, con esa falsa aureola de objetividad, son casi siempre esclavas del texto que las acompaña, del discurso que dice quién es el villano y quién el noble en esa guerra, en esa gresca callejera, en esos niños muriendo de hambre. En esos casos, qué grotesco resulta escuchar “las imágenes hablan por sí solas”.

Aprender suele ser un placer, pero cualquier aprendizaje serio implica un gran esfuerzo. Si no lo fuera, el mundo sería casi perfecto y ningún título, ningún reconocimiento y probablemente ninguna habilidad tendría algún valor social, como una medalla en un torneo olímpico vale por la discriminación que representa. Claro que no todo conocimiento ni toda habilidad significan un avance para la humanidad. Por ejemplo, la estupidez tampoco es algo innato. Nadie encontrará un niño estúpido de dos años de edad. Es decir, la estupidez también es una habilidad que se adquiere luego de un entrenamiento esmerado.

Los idiomas, entonces, no son el único caso que requiere cuidado para crecer y mantenerse. De la misma forma que se aprende cualquier disciplina, incluida aquellas que requieren entrenamiento físico, también se pierden muchas otras habilidades y muchos conocimientos cuando no se usan. Mucho mas rápido se desinflan los músculos de un físicoculturista que las palabras exóticas que aprendemos en un viaje de turismo.

He estudiado matemáticas durante muchos años en la educación formal de mi país e, incluso, por unos pocos semestres fui profesor de matemáticas (al tiempo que, no sin paradoja, mi principal trabajo era resolver problemas prácticos en las obras de construcción) antes de abandonarlo todo por la literatura. Claro, abandonar también es un verbo impreciso. Todo está ahí. Sin embargo, mis habilidades para resolver ecuaciones integrales o diferenciales, que en algún momento de mi vida fueron un ejercicio fascinante, han disminuido de forma sensible. Un día me puse a refrescar algo de ese conocimiento y me di cuenta, no sin dificultad, que la ciudad de los altos muros no había desaparecido, estaba en algún lugar de mi memoria, pero un poco o bastante enterrada. O quizás esa habilidad que antes servía para resolver ecuaciones o cálculos estructurales que ahora hacen las computadoras, se ha dedicado a influir en mi vida de alguna otra forma insospechada.

De cualquier forma, sabemos que lo mismo le ocurre a un deportista. El cerebro es, al fin y al cabo, un músculo. Un músculo grasoso que consume casi un tercio del oxigeno total del cuerpo. No sabemos si ahí radica el espíritu, el alma y toda la actividad emocional, aparte de la intelectual, pero seguramente es la estación central de todas estas experiencias vitales.

El juego de perdidas y ganancias también ocurre con los sentimientos y emociones más complejas y con las más básicas y elementales, como el amor y el odio, la tristeza y la felicidad.

Una vez un profesor amigo en Estados Unidos me vio preocupado y luego que vagamente le referí los motivos (el mundo, mis propias incertidumbres sobre el futuro) me advirtió lo siguiente: uno siempre tiene problemas y, claro, lo mejor es tomarlos en serio y resolverlos. Para un problema no hay nada mejor que una solución. Pero luego, si uno vive en un permanente estado de preocupación o infelicidad, una vez cuando uno ha resuelto aquellos problemas que alguna vez lo preocuparon, no alcanza a advertir que lo ha hecho o, peor, es incapaz de ser razonablemente feliz, ya que ha perdido el entrenamiento o la sabiduría necesaria para serlo. Uno aprende a no ser feliz y luego, como un idioma materno, es más difícil perder esa perspectiva. Aun así, tampoco es un aprendizaje irreversible.

Si uno no practica ciertos sentimientos, los pierde. No es imposible recuperarlos. Claro, es más fácil comprender esto que realizarlo. Pero comprender es, casi siempre, el primer paso.

Llevar la memoria (y ahora también la inteligencia) en la mano, no es algo que pasará inadvertido por el músculo intelectual, como no pasaría inadvertido para un campeón de tenis la sustitución de la cancha y la raqueta tradicional por el PlayStation. Mientras las universidades logran robots que se parecen cada vez más a los seres humanos, no sólo por su inteligencia probada sino ahora también por sus habilidades de expresar y recibir emociones, los hábitos consumistas nos están haciendo cada vez más similares a los robots.

Es decir, no sólo los idiomas que no se usan se pierden; las mismas habilidades básicas de ser seres humanos corren la misma suerte. En el primer caso es evidente porque siempre nos queda una lengua desde la cual observar la pérdida; en el otro no, porque una vez que se pierde la condición de ser humano no se puede advertirlo, como un robot no puede advertir que en realidad no es un ser humano, sin importar lo que diga, piense o sienta.

Jorge Majfud, 2011.

majfud.org

MDZ (Argentina)

La Republica (Uruguay)

Milenio II (Mexico)

Opinión de Jorge Majfud: La gran revolución del siglo XXI