Los miembros del consejo de Iowa City aprobaron una resolución para boicotear a empresas, como Boeing y Caterpillar, por ser cómplices del genocidio en Gaza, donde imágenes de niños muriendo de hambre se están transmitiendo en los noticieros nacionales. La resolución se aprobó por unanimidad, tras un gran apoyo público.
Tarde, pero está llegando. Quienes eligieron el lado seguro del presente, cayeron en el lado equivocado de la historia. En 2024 las protestas universitarias y los reclamos estudiantiles por “desinversión” de las universidades en compañías israelíes fue demonizada como “comunistas”, “inmaduros”, “abusadores de la democracia”, “comprados”, “pro-Hamas”, “antisemitas” y hasta “terroristas”.
Miles fueron castigados con detenciones, cárcel, expulsión, secuestro, deportaciones, y criminalización por su derecho de conciencia y valentía moral. Todo esto puede sonar extraño en “la democracia líder del Mundo Libre” según todos los clichés, pero es estrictamente factual y es necesario ponerlo por escrito para que no haya confusiones.
Esos que estuvieron en la peligrosa vanguardia de los Derechos Humanos y sufrieron todo el castigo de la arrogancia del poder, no serán compensados por el daño que han recibido. Serán minimizados u olvidados, mientras los acomodaticios de siempre volverán a acomodarse con rechazos tardíos y a la corriente de una ola que se llevará muchas cosas más allá de Gaza.
Naturalmente, he comenzado el año recibiendo amenazas por los mismos temas y los mismos cobardes de siempre, escondidos detrás del anonimato. Pierden el tiempo. ¿Silencio ante un genocidio? Solo muerto.
En el último video, se muestra el momento en que Israel bombardeó hoy las tiendas de campaña del campo de refugiados de Deir al-Balah, en el centro de Gaza, con una bomba de media tonelada de explosivos. Un avión F-35 de 100 millones de dólares arroja una bomba GDU de 200.000 dólares sobre refugiados que viven en la miseria con 100 gramos de pan al día en una tienda de campaña.
Ya van 45.000 palestinos masacrados, registrados en el último año. Se estiman 300.000 muertos considerando aquellos que, por obvias razones, no se pueden identificar con nombre y apellido ni con su fecha de nacimiento.
Por si fuese poco, el mismo imperialista y miserable Occidente no se cansa de justificar con su literatura de terror, esa especialidad del occidente bonito y civilizado.
YouTube eliminó todos los programas que he hecho con RT (Russia TV) en los últimos 10 o 12 años y que luego de la censura de la OTAN a RT fueron respaldados por otros canales de youtubers (lo mismo hizo Milenio de Mexico y tantos otros–no me olvido de Radio Uruguay cuando subió Sotelo, 15 años tirados al olvido). Por eso están obligando a TikTok a venderlo a una empresa estadounidense, para mantener la censura global en nombre de la libertad, como todo esclavista libertario. A la lista debería agregar RTVE cuando subió Rajoy. Siempre en nombre de la libertad. Digo, porque ahora hay unos cuantos libertos defensores de la censura que están llorando por una supuesta censura en Uruguay. En ninguno de los casos que nombré antes, como los de muchos colegas, recibimos un solo dólar por las colaboraciones. No es el caso de los campeones de la empresa privada que cobran cien mil dólares del Estado por seis segundos de publicidad, por ejemplo. En Uruguay saben bien de qué hablo. En otros países también.
El Proyecto 2025, asociado a las promesas programáticas e ideológicas de Donald Trump en caso de ganar las elecciones de 2024, es una de las puntas del iceberg político y geopolítico actual de Occidente. Fue una invención de TheHeritage Foundation, uno de los think tanks más poderosos del mundo, fundado en 1973 como reacción a la ola popular de la lucha por los derechos civiles en Estados Unidos, de la descolonización en África y de los múltiples movimientos de liberación en América Latina, como la Teología de la Liberación, todos opuestos a la Guerra de Vietnam y a la cultura consumista, entre otras reivindicaciones existenciales.
La Fundación Heritage se define como un “business activist movement” (movimiento de activismo pro-negocios). Por negocios se entiende libertad, en el sentido literal que se entendía en el siglo XIX: la libertad de los amos a esclavizar al resto por el bien del resto. Luego del fiasco de la gira de Nixon por América del Sur en 1958, el presidente Eisenhower observó que, por alguna razón, en aquellos países donde Washington había sostenido dictaduras como la de Pérez Jiménez en Venezuela, la palabra capitalismo estaba asociada a imperialismo, por lo cual ordenó reemplazarla por “libertad de empresa”. Luego se simplificó el lema a una sola palabra, libertad, para hacerla más universal y efectiva. Había más rabajadores que empresarios y nadie podía oponerse a algo tan deseado como la libertad. A los años de rebeliones que la izquierda llamó liberación, la derecha identificó el problema como “un exceso de democracia”. Así lo definió el profesor y mogul de la derecha, Samuel P. Huntington en 1975. Huntington alertó en una conferencia que había una tendencia mundial hacia una extensión general de la democracia, con resultados catastróficos. La experiencia de Allende en Chile, declaró Huntington, fue “un exceso de democracia que condujo a un golpe de Estado que ha restaurado la estabilidad política”. No por casualidad los primeros think tanks aparecieron en Europa hace un siglo, para corregir los excesos de democracia y promover la agenda fascista que logró imponerse años después.
El Proyecto 2025 tiene varios objetivos declarados. Algunos son espadas de doble filo. (1) Expandir los poderes del presidente, sustituyendo leyes por decretos, órdenes ejecutivas e interpretación de leyes. (2) Darle al presidente más autonomía para administrar la economía y la política internacional. (3) Reducir las injustas políticas de protección ambiental contra la contaminación de los combustibles fósiles. (4) Recortar fondos para los planes públicos de salud, como Medicaid y Medicare. (5) Eliminar el Departamento de Educación. (6) Eliminar los programas en favor de la diversidad, lo que llaman Woke o “racismo anti-blanco”. (7) Erradicar a la izquierda de la educación, limitando la libertad de cátedra e imponiendo su comercialización a través de la privatización subsidiada por el gobierno.
Una acusación falsa, pero que nunca falla en la lógica del “menú político”, declara que este Proyecto también se propone (8) “luchar contra el antisemitismo de las universidades de Estados Unidos”. Más adelante, algo que la izquierda también apoyaría con gusto, y que se contradice con gran parte de las propuestas anteriores: (9) “luchar contra el Deep State”, es decir, contra los poderes oscuros y permanentes del gobierno de Estados Unidos. Como, por ejemplo, la CIA. Claro que la historia dice otra cosa: la CIA fue siempre (siempre) la mano invisible del mercado y del imperialismo capitalista. En fin, es parte del menú.
Otras de las prioridades del Proyecto es (10) promover “leyes más estrictas contra la inmigración ilegal”, lo cual es consistente no sólo con la preocupación del mito decimonónico del reemplazo racial y del “genocidio blanco” (mientras fueron inmigrantes anglosajones nunca hubo problema) y con la obsesión de políticos, teóricos y millonarios como Elon Musk por (11) promover la producción de hijos conservadores (básicamente, blancos), a través de cheques del gobierno (oops!) y (12) derechos especiales, como el de un padre a votar por cada hijo menor, mientras (13) se elimina el derecho post Guerra Civil a la ciudadanía por nacimiento (es decir, de padres inmigrantes). Para todo eso, es necesario (14) sustituir a la policía por militares combatientes, algo hasta ahora ilegal. (15) Proteccionismo económico, tarifas de importación y guerra comercial contra China―exactamente como ocurrió en los siglos anteriores cuando el Imperio Británico liquidó el libre mercado, primero con tarifas contra la importación de deseados productos asiáticos y luego con la fuerza de sus cañones libertarios contra la industria ajena.
Ahora, no por casualidad, billonarios como Elon Musk son la punta de lanza ideológica. Musk se ha dedicado a criminalizar a los inmigrantes pobres y mestizos del Sur en su poderosa red X. Como siempre, los pueblos están a la merced de la infancia de los poderosos. Como Milei en Argentina, Elon no se pudo liberar del pasado abusivo de su padre, Errol Musk, un millonario blanco en la Sud África del Apartheid, padre de muchos hijos, uno de los cuales fue con su hijastra. Otro convencido del poder del pene blanco. “Lo único para lo que estamos en la Tierra es para reproducirnos”, era su lema, algo que resuena en los pensamientos recientes de su hijo renegado Elon, quien también tuvo seis hijos con su primera esposa canadiense. Elon se había ido de Sud África en 1989 para evitar el servicio militar obligatorio, esas cosas de patriotas pobres. Luego de vender X.com, en 2004 compró la compañía Tesla. Siempre fue bueno vendiendo y comprando. Igual había hecho Jeff Bezos de Amazon, multimillonario y megalómano como él, quien también invirtió en la industria contaminante de los cuetes al espacio.
Ahora, para consumo del pueblo, el corazón ideológico de Proyecto 2025 es el (16) Nacionalismo cristiano. Su objetivo es (17) debilitar el gobierno federal erosionando la independencia de poderes y confirmar el poder de los Estados regionales, todo lo cual nos recuerda a un Neomedievalismo que lleva a la recuperación del poder de los señores feudales contra la limitación de los Estados centrales e, incluso, al esclavismo sureño en Estados Unidos, algo que ya explicamos en Moscas en la telaraña.
A este poder corporativo de los de arriba, los de abajo responderán básicamente de dos formas opuestas: un poder nacional y centralizado (neo-bolchevique) o gremios de base internacionales en contra de un poder centralizado, como en la Edad Media (neo-trotskismo, neo-anarquismo). Las actuales corporaciones de negocios son una herencia directa de las corporaciones colonialistas (companies) y de las asociaciones esclavistas durante la esclavitud de grilletes. De la misma forma que ahora la derecha triunfa en el poder concentrado (pero descentralizado) de los negocios y los lobbies, la izquierda resistirá a través de la militancia (re)organizada.
Cien días antes de las elecciones, el candidato Donald Trump les aseguró a sus “votantes cristianos” que las próximas elecciones eran de vital importancia y que luego “ya no necesitarían volver a votar”. Como lo propusimos meses antes en algunas conferencias y en un brevísimo libro, se cumple la fórmula P = d.t sobre el derrumbe de una democracia liberal hegemónica en una verticalidad fascista o bananera.
Jorge Majfud. Julio 2024.
No es seceto para los expertos en seguridad del ciberespacio. Estos libros, como las entrevistas y toda actividad que realizamos aquí, han sido «baneadas» (silenciadas, cencusradas) por los algoritmos de las mafias capitalistas. No nos importa. Siempre seguiremos publciando lo que al Poder más osucro le molesta. Una parte de todo eso está en los libros que mencionamos aquí abajo. Hagan como quieran. No se trata de una cuestión comercial, proque no vivimos de esto, sino de una razón profundamente moral. Nunca nos pudieron quitar la dignidad y no soportan esa derrotaabsoluta:
Una de las manifestaciones naturales de cualquier poder social fosilizado en el ápice de la pirámide social es la división de los de abajo. La variación capitalista de esta antigua ley, divide et impera, radicó en la inoculación explícita del racismo y en la desmovilización, desarticulación y desmoralización de cualquier organización social que no fuera el gremio de los millonarios, esos que pueden hacer huelgas de capitales cuando se les cante (en nombre del sagrado derecho a la propiedad privada de sus capitales) y presionar a los pueblos con la necesidad y el hambre cada vez que éstos deciden hacer lo mismo: unirse para defender sus derechos individuales, sus intereses de clase, su dignidad de pueblos colonizados.
El masivo movimiento de protesta de los estudiantes estadounidenses contra la masacre en Gaza que, en una medida importante encendió la mecha para otros levantamientos en otros países occidentales, aparece como un fenómeno paradójico. Al menos así me lo han expresado los periodistas que me han consultado sobre el tema.
Como toda paradoja, es una lógica que parece contradictoria: en el país donde sus ciudadanos son reconocidos por su ignorancia geopolítica, por su desinterés, cuando no insensibilidad por sus propias guerras imperialistas y su patriotismo ciego, por su adicción al consumo y su fanatismo militarista y religioso, las protestas estudiantiles pertenecen a una tradición que se inició en los años 60 con los movimientos antibélicos, continuó en los 80 con sus protestas contra el apartheid en Sud África y, más tarde, con varias reivindicaciones y demandas de desinversión de los administradores de sus poderosas universidades en el negocio de la guerra, de las cárceles privadas y de la contaminación ecocida.
Como en todos los casos, se trató de desacreditarlos como jóvenes irresponsables y fantasiosos, cuando fueron, precisamente esos jóvenes, los mejor informados y los más valientes de su sociedad, pese a que no proceden de un grupo sumergido por la violencia de las necesidades básicas. Lo cual tampoco es difícil de explicar: no sólo el conocimiento no comercializado, no solo el idealismo menos corrupto de los jóvenes explica esta reacción, sino que nadie puede imaginarse un sindicato de homeless organizándose para demandar mejores condiciones de vida, no porque sean productivos sino por la simple razón de ser seres humanos.
Pero creo que hay otra razón que explica este fenómeno y, probablemente, sea una de las razones principales. Como anoté al principio, la división de los de abajo fue siempre un arma de dominación de los arriba. Podría detenerme en una infinidad de ejemplos cruciales en los últimos dos siglos, pero la regla es tan básica que pocos la cuestionarían. Una de sus traducciones, la desmovilización, fue y es una política no escrita pero enquistada en el propio sistema capitalista: primero desmovilización por el desmantelamiento y demonización de las organizaciones sociales, como los sindicatos de trabajadores. Segundo, a través del consuelo de las iglesias que en su casi totalidad apoyaron o justificaron el poder económico, político y social. Tercero, a través de la única secularización sagrada que fue permitida: el consumismo y el dogma del individualismo. El egoísmo y la avaricia, por siglos dos pecados entre los cristianos comuneros de los primeros tres siglos de existencia en la ilegalidad, y pecados morales en la mayoría de las filosofías sociales de la antigüedad, en el siglo XVI se convirtieron en virtudes sagradas para complacer y apoyar la fiebre de la nueva ideología capitalista.
Pero volvamos al caso específico de los estudiantes estadounidenses. Cualquiera que ha sido estudiante o profesor en Estados Unidos tiene una idea clara de cómo funciona la vida de los campuses. Aunque algunos proceden de las clases más altas y no necesitan becas ni préstamos porque sus padres les pagan la carrera en su totalidad, la gran mayoría toma dinero de su propio futuro para pagar las matrículas más caras del mundo. Otros, con más suerte o mérito inicial, reciben becas. En cualquier caso, sin distinción de clases pese a estar insertados en un sistema nacional y global ferozmente segregacionista, donde los privilegios y la lucha de clases no son menos feroces, en los campuses estas diferencias se atenúan hasta casi desaparecer. Ese es el primer punto.
El segundo punto, igual de contradictorio con el resto de la realidad social, radica en la permanente interacción social, grupal, casi familiar de los estudiantes universitarios. Una gran parte (a veces una gran mayoría) vive en los apartamentos del campus. La que no, es como si viviera allí. En mis clases, por ejemplo, apenas un diez porciento procede de la ciudad donde se encuentra la universidad, a pesar de que Jacksonville tiene un millón de habitantes. La mayoría procede de estados tan lejanos como Nueva York o California y de continentes tan diferentes como Europa, América Latina, África y Asia. Me sorprendería si el próximo semestre no tengo una clase con este patrón. Esta maravillosa diversidad (cierto, los pobres son una minoría, pero los hay debido a las becas) produce una conciencia humana y global que no se ve en el fanatismo provinciano de gran parte del resto de la sociedad y que es más conocido en el resto del mundo, porque lo ridículo y absurdo suele popularizarse y viralizarse de forma más rápida.
El tercer punto (para estas reflexiones es el primero) radica en que esta forma de vida no sólo expone a los jóvenes a pensamientos diferentes en sus clases, sino a formas de vida diferentes en la convivencia con sus compañeros extranjeros, desde la distracción del deporte, de las barbacoas en los parques hasta algunas fiestas excesivas en sus fraternidades y sororidades con sus bromas extremas—un día llegué a mi oficina cuando el sol comenzaba a despuntar y, en el camino, me encontré con bombachas y soutiens colgando de un árbol que precedía la entrada a un edificio donde suelo dar clases. Cosas de jóvenes.
Como profesor, he sido miembro de diferentes comités, como el de estudiantes y, aunque mi crítica al sistema universitario estadounidense radica en que no es tan democrático como el de Europa o América latina porque, por ejemplo, los estudiantes no votan, de todas formas, se las arreglan para organizarse y exigir reclamos que consideran justos y necesarios.
Es decir, los estudiantes no están desinformados, desmovilizados, desorganizados y atemorizados como lo estarán cuando se conviertan en un engranaje de la maquinaria. Esto los hace peligrosos para el sistema, todo lo que explica sus poderosas protestas en 50 campuses en todo el país por una causa de derechos humanos que consideraron justa, necesaria y urgente.
El ejemplo de los estudiantes sin más poder que su propia unión debe ser entendido con la seriedad que merece. El primero en entender esto fue el poder político (económico y mediático), razón por la cual no solo permitió la violencia contra los estudiantes, sino que los reprimió con irracional violencia, deteniendo a 3.000 de ellos y a ninguno de los fascistas quienes iniciaron la violencia en los capuces.
Un corolario consiste en la urgente necesidad de que el resto de la sociedad vuelva a organizarse en grupos y uniones, no sólo sindicatos de trabajadores, sino uniones de todo tipo, desde los comités políticos de base hasta los comités barriales. Esto puede ser realizado con los mismos instrumentos de división y desmovilización que se ha usado en su contra: la tecnología digital.
Tendremos un nuevo mundo cuando los individuos se integren a distintos grupos, a distintas asambleas, aunque sean virtuales, para discutir, para escuchar, para proponer, para sentir la pertenencia a algo más allá de la pobre individualidad del consumo. Si los humanos somos egoístas, no somos menos altruistas. Cuando identificamos una causa justa, luchamos por ella más allá de nuestros propios intereses. Ejemplos hay de sobra.
¿Volveremos a entender que el interés común de la humanidad, de la especie es, al menos a largo plazo, el interés más importante del individuo? En la recuperación de este sentido comunitario, de este involucramiento radica la salvación del individuo y de la humanidad.
Con el tiempo, esta multiplicidad de comunidades a distintos niveles y con distintos intereses lograrán que las donaciones voluntarias y los impuestos impuestos dejen de fluir a los ultramillonarios que compran presidentes, senadores, ejércitos y la misma opinión mundial. Porque los ricos no donan, invierten. Cuando no invierten en políticos, en jueces y en periodistas, invierten en el mercado de la moral. Por regla, no por excepción, los ricos siempre tienen una motivación personal para donar.
Los humanos nos movemos por el interés propio y por una causa colectiva. No hace falta aclarar cuál, en términos políticos e ideales, es la derecha y cuál es la izquierda. En todo caso, ambos intereses son humanos y deben ser considerado en la ecuación que hará de esta especie ansiosa, violenta e insatisfecha algo mejor. Para eso, la mayoría debe dejar de ser una clase descartable, irrelevante.
L’une des manifestations naturelles de tout pouvoir social fossilisé au sommet de la pyramide sociale est la division de ceux qui se trouvent en bas. La variante capitaliste de cette ancienne loi, divide et impera, était enracinée dans l’inoculation explicite du racisme et dans la démobilisation, la désarticulation et la démoralisation de toute organisation sociale qui n’était pas la guilde des millionnaires, ceux qui peuvent faire pression sur les peuples avec le besoin et la faim chaque fois qu’ils le décident. Faire de même : s’unir pour défendre leurs droits individuels, leurs intérêts de classe, leur dignité de peuples colonisés.
Le mouvement de protestation massif des étudiants américains contre le massacre de Gaza, qui, dans une large mesure, a allumé la mèche pour d’autres soulèvements dans d’autres pays occidentaux, apparaît comme un phénomène paradoxal. C’est du moins ce que m’ont dit les journalistes qui m’ont consulté sur le sujet.
Comme tout paradoxe, c’est une logique qui semble contradictoire : dans le pays où ses citoyens sont reconnus pour leur ignorance géopolitique, pour leur désintérêt, voire leur insensibilité pour leurs propres guerres impérialistes et leur patriotisme aveugle, pour leur addiction à la consommation et leur fanatisme militariste et religieux, les manifestations étudiantes appartiennent à une tradition qui a commencé dans les années 1960 avec les mouvements anti-guerres. Elle s’est poursuivie dans les années 1980 avec ses protestations contre l’apartheid en Afrique du Sud et, plus tard, avec diverses revendications et demandes de désinvestissement par les administrateurs de ses puissantes universités dans le commerce de la guerre, des prisons privées et de la pollution écocidaire.
Comme dans tous les cas, on a tenté de les discréditer en les qualifiant de jeunes irresponsables et fantaisistes, alors que ce sont précisément ces jeunes qui étaient les mieux informés et les plus courageux de leur société, bien qu’ils ne proviennent pas d’un groupe submergé par la violence des besoins fondamentaux. Ce qui n’est pas difficile à expliquer non plus : non seulement les connaissances non marchandes, non seulement l’idéalisme moins corrompu des jeunes expliquent cette réaction, mais personne ne peut imaginer un syndicat de sans-abri s’organiser pour réclamer de meilleures conditions de vie, non pas parce qu’ils sont productifs mais pour la simple raison d’être des êtres humains.
Mais je pense qu’il y a une autre raison à cela, et c’est probablement l’une des principales raisons. Comme je l’ai noté au début, la division de ceux qui sont en bas a toujours été une arme de domination de ceux qui sont en haut. Je pourrais m’attarder sur une myriade d’exemples cruciaux au cours des deux derniers siècles, mais la règle est si fondamentale que peu de gens la remettraient en question. L’une de ses traductions, la démobilisation, était et est une politique non écrite mais enracinée dans le système capitaliste lui-même : d’abord la démobilisation par le démantèlement et la diabolisation des organisations sociales, telles que les syndicats ouvriers. Deuxièmement, par la consolation des Églises qui soutenaient ou justifiaient presque entièrement le pouvoir économique, politique et social. Troisièmement, par la seule sécularisation sacrée qui était autorisée : le consumérisme et le dogme de l’individualisme. L’égoïsme et la cupidité, pendant des siècles deux péchés chez les communards chrétiens des trois premiers siècles d’existence dans l’illégalité, et les péchés moraux dans la plupart des philosophies sociales de l’antiquité, devinrent au XVIe siècle des vertus sacrées pour plaire et soutenir la fièvre de la nouvelle idéologie capitaliste.
Mais revenons au cas spécifique des étudiants américains. Quiconque a été étudiant ou enseignant aux États-Unis a une idée claire du fonctionnement de la vie sur le campus. Alors que certains viennent des classes supérieures et n’ont pas besoin de bourses ou de prêts parce que leurs parents paient l’intégralité de leurs frais de scolarité, la grande majorité prend de l’argent de leur propre avenir pour payer les frais de scolarité les plus chers du monde. D’autres, avec plus de chance ou de mérite initial, reçoivent des bourses. En tout cas, sans distinction de classe bien qu’insérées dans un système national et mondial farouchement ségrégationniste, où les privilèges et la lutte des classes ne sont pas moins féroces, sur les campus ces différences s’atténuent au point de presque disparaître. C’est le premier point.
Le deuxième point, tout aussi contradictoire avec le reste de la réalité sociale, réside dans l’interaction sociale permanente, de groupe, presque familiale des étudiants universitaires. Une grande partie (parfois une grande majorité) vit dans des appartements sur le campus. Dans mes cours, par exemple, seulement dix pour cent viennent de la ville où se trouve l’université, même si Jacksonville compte un million d’habitants. La plupart viennent d’États aussi éloignés que New York ou la Californie et de continents aussi différents que l’Europe, l’Amérique latine, l’Afrique et l’Asie. Je serais surpris si le semestre prochain je n’avais pas de cours avec ce modèle. Cette merveilleuse diversité (c’est vrai, les pauvres sont une minorité, mais il y en a à cause des bourses) produit une conscience humaine et globale qui ne se voit pas dans le fanatisme provincial d’une grande partie du reste de la société et qui est mieux connue dans le reste du monde, car le ridicule et l’absurde ont tendance à devenir populaires et viraux plus rapidement.
Le troisième point (car ces réflexions sont le premier) est que ce mode de vie expose non seulement les jeunes à des pensées différentes dans leurs classes, mais aussi à des modes de vie différents dans la vie avec leurs pairs étrangers, de la distraction du sport, des barbecues dans les parcs à des fêtes excessives dans leurs fraternités et sororités avec leurs blagues extrêmes – un jour, je suis arrivé à mon bureau alors que le soleil se levait. En chemin, je suis tombée sur des culottes et des soutiens suspendus à un arbre qui précédaient l’entrée d’un bâtiment où j’enseigne habituellement. Des trucs de jeunes.
En tant que professeur, j’ai été membre de différents comités, comme le comité des étudiants, et bien que ma critique du système universitaire américain soit qu’il n’est pas aussi démocratique que celui de l’Europe ou de l’Amérique latine parce que, par exemple, les étudiants ne votent pas, ils parviennent toujours à s’organiser et à exiger des revendications qu’ils jugent justes et nécessaires.
C’est-à-dire que les élèves ne sont pas désinformés, démobilisés, désorganisés et effrayés comme ils le seront lorsqu’ils deviendront des rouages de la machine. Cela les rend dangereux pour le système, ce qui explique leurs puissantes manifestations sur 50 campus à travers le pays pour une cause des droits de l’homme qu’ils jugeaient juste, nécessaire et urgente.
L’exemple des étudiants qui n’ont pas d’autre pouvoir que leur propre syndicat doit être compris avec le sérieux qu’il mérite. Le premier à comprendre cela a été le pouvoir politique (économique et médiatique), c’est pourquoi il a non seulement permis la violence contre les étudiants, mais les a réprimés avec une violence irrationnelle, arrêtant 3 000 d’entre eux et aucun des fascistes qui ont initié la violence dans les quartiers.
Un corollaire est le besoin urgent pour le reste de la société de se réorganiser en groupes et en syndicats, pas seulement des syndicats de travailleurs, mais des syndicats de toutes sortes, des comités politiques de base aux comités de quartier. Cela peut se faire avec les mêmes instruments de division et de démobilisation qui ont été utilisés contre eux : le numérique.
Nous aurons un monde nouveau où les individus seront intégrés dans différents groupes, différentes assemblées, même virtuelles, pour discuter, écouter, proposer, se sentir appartenir à quelque chose au-delà de la pauvre individualité de la consommation. Si les humains sont égoïstes, nous ne sommes pas moins altruistes. Lorsque nous identifions une cause juste, nous nous battons pour elle au-delà de nos propres intérêts. Il y a beaucoup d’exemples.
Comprendrons-nous un jour à nouveau que l’intérêt commun de l’humanité, de l’espèce, est, au moins à long terme, l’intérêt le plus important de l’individu ? Dans la récupération de ce sens de la communauté, de cette implication, réside le salut de l’individu et de l’humanité.
Au fil du temps, cette multiplicité de communautés à différents niveaux et avec des intérêts différents fera en sorte que les dons volontaires et les taxes imposées cesseront d’affluer vers les ultra-millionnaires qui achètent des présidents, des sénateurs, des armées et l’opinion mondiale elle-même. Parce que les riches ne donnent pas, ils investissent. Lorsqu’ils n’investissent pas dans les politiciens, les juges et les journalistes, ils investissent dans le marché de la moralité. En règle générale, et non l’exception, les riches ont toujours une motivation personnelle pour faire un don.
Les humains sont motivés par leur intérêt personnel et une cause collective. Il n’est pas nécessaire de clarifier qui, en termes politiques et idéaux, est de droite et qui est de gauche. Dans tous les cas, les deux intérêts sont humains et doivent être pris en compte dans l’équation qui rendra cette espèce anxieuse, violente et insatisfaite meilleure. Pour cela, la majorité doit cesser d’être une classe jetable et non pertinente.
El primero de mayo de 2024, la cámara baja de Estados Unidos aprobó la ley Antisemitism Awareness Act (Ley de concientización del antisemitismo). La urgencia se debió a las masivas manifestaciones contra el [______________] en decenas de universidades.
A partir de ahora, cualquier discusión pública o académica sobre qué es o no es antisemitismo es definida de una vez y para siempre por ley, la que le confiere al Secretario de Educación, el maestro [______________] Miguel Cardona, mayor poder para decidir castigos y sanciones, según su alto criterio, sobre qué es antisemitismo y cuál es la resolución correcta al Dilema ético del tranvía. Cualquier discusión estará enmarcada dentro de los límites del Estado líder del Mundo Libre y “no podrá ser objeto de interpretación” (Sec. 6-a).
La nueva ley dice basarse en la Civil Rights Act de 1964 que prohíbe la discriminación de personas por su raza u origen nacional, lo cual es una magnífica [______________], considerando que esa ley fue producto de movilizaciones similares a las actuales. Fueron intensas y valientes protestas contra la segregación racial, el suprematismo blanco, el imperialismo y la guerra de Vietnam. Por entonces, los promotores de las leyes por los Derechos Civiles fueron atacados y desacreditados como peligrosos y violentos, como [________________].
Ahora, uno de los reclamos más sensibles de los estudiantes, aparte del fin del [_______] en [___], es la desinversión de los capitales financieros de sus universidades en la poderosa industria de la guerra, lo cual es un eco de las luchas estudiantiles estadounidenses contra otro apartheid, el de Sudáfrica. Sus demandas tuvieron repetidos efectos en los 80, en la segunda década de este siglo y, más recientemente, en la negociación efectiva de desinversión en estas industrias por parte de Brown University y de Rutgers University.
Aunque la nueva ley ensaya una literatura universalista, sólo menciona un grupo bajo protección para penalizar cualquier manifestación “contra los judíos”. Cualquier crítica al Estado de Israel o al sionismo es identificada (ahora por ley federal) con el antisemitismo.
La ley establece un criterio filosófico único y oficial: “La definición práctica de antisemitismo de la Alianza Internacional para la Memoria del Holocausto”. Esta organización, repetidas veces criticada por su igualación del antisemitismo con cualquier crítica a las políticas del Estado de Israel y por la confusión [_________] entre antisemitismo y antisionismo. Su “definición práctica de antisemitismo” hasta ayer no tenía consecuencias legales directas. Ahora sí.
Según la ley, “El antisemitismo está aumentando en los Estados Unidos y está afectando a los estudiantes judíos en escuelas, colegios y universidades desde jardín de infantes”. Lo cual es correcto. Pero este fenómeno no ha sido consecuencia del activismo [______________] ni de la izquierda en el mundo, sino del resurgimiento de los grupos neonazis y neo supremacistas de extrema derecha que han expandido su influencia en el gobierno y que, como en Europa y América latina suelen ser pro [_________] a-cualquier-precio. Basta con echar una mirada a los libertarios en Estados Unidos, Brasil, Argentina, Italia, Francia, Ucrania y otros países.
De igual forma, la libertad de expresión protegida por la Primera enmienda de la Constitución ha vuelto a demostrar lo que fue desde su aprobación en 1791: es la libertad del hombre blanco, del hombre rico, del esclavista imperial. Cuando los antiesclavistas intentaron ejercerla en el siglo XIX, terminaron acosados, perseguidos, presos o linchados.
“La lucha contra este odio es una prioridad nacional y bipartidista que debe llevarse a cabo con éxito mediante un enfoque que incluya a todo el gobierno y la sociedad.” Policías escupiendo la bandera de Palestina en un campus, políticos afirmando que los palestinos deben ser borrados del planeta, rabinos afirmando que un budista o alguien se inclina ante Jesús debe morir por idólatra, no es discurso de odio ni incitación a la violencia. La de facto y sistemática aniquilación y acoso de los palestinos no es un discurso de odio porque no es un discurso.
Aparte de una milicia organizada en la clandestinidad, como toda colonia, los palestinos no tienen un ejército propio. Si se defienden usando la fuerza como lo reconoce el sentido común y la ONU como derecho, son terroristas. Además, no existen. Son un producto de la ficción de quienes se dedican al “discurso de odio”.
Como lo dijeron los mismos integrantes del gobierno de Netanyahu, los palestinos no existen y, además, son los descendientes de Amalek, por lo cual hombres y niños deben ser exterminados según una orden de Dios dada al actual Ministro de Defensa, Ben-Gvir, hace tres mil años. Como dijo Golda Mair, “no podemos perdonarlos por obligarnos a matar a sus hijos”. Pero esto no es ni racismo ni un ataque a un grupo humano debido a su origen étnico o religioso. Por el contrario, la ley blinda a los políticos estadounidenses y al gobierno [________] de Israel de ser acusados de suprimir la existencia de decenas de miles de niños y otros humanos en Gaza por culpa de Hamás―por alguna misteriosa razón, los secuestrados de Hamás nunca mueren bajo ningún bombardeo [________].
La ley es un logro de la creatividad legislativa, inmunizando a un grupo específico de seres humanos y omitiendo a otros. Todos los llamados a exterminar a los palestinos, repetidos infinidad de veces por autoridades, periodistas y religiosos, no se consideran y, por lo tanto, no son punibles. Por el contrario, ahora son protegidos de toda crítica. Ni la Corte Penal Internacional ni la Corte Internacional de Justicia ni ninguna ley puede infringir el sagrado y divino derecho de Israel a [________] a cien mil personas en menos de un año en nombre de la autodefensa.
Desde hace varias generaciones, cualquier reacción a este derecho divino es censurado como terrorista. Como lo dijo el embajador de Israel Gilad Erdan en la ONU el día anterior: “Siempre supimos que Hamas se esconde en las escuelas. No nos dimos cuenta de que también están en Harvard, Columbia y muchas universidades de élite”. Poco después, el senador por Arkansas Tom Cotton dio una conferencia de prensa denunciando las “pequeñas Gazas” en los campus universitarios. Como Gaza, los estudiantes pro palestinos sufrieron la violenta represión de la policía y de los grupos pro sionistas.
Por eso hay que castigarlo allí también. La nueva ley específica que su objetivo es “expandir el poder del Secretario de Educación” para dejarle libertad de castigo a quienes no entiendan lo que entiende el Gobierno. La ley cierra con la siguiente frase, propia de un religioso que interpreta un texto sagrado: “Nada en esta Ley podrá ser objeto de interpretación”. Hace un siglo, en Italia, esto llevaba el nombre de [___________].
Cuando a alguien le ofende la protesta contra la [___________] de 70 mil personas, más de la mitad de ellos niños y mujeres, casi todos ellos (injustamente) desarmados, pero no les molesta la [___________] de 70 mil personas, se define sin necesidad de ayuda.
Los nazis no sólo cerraron la histórica escuela de arquitectura Bauhaus a la cual consideraban corrupta, sino que declararon a la Teoría de la Relatividad como una teoría falsa porque su autor era judío, al tiempo que prohibían miles de libros por ser anti-alemanes. Ahora [________________]. Continuamos acercándonos a ese mismo surrealismo.
De ahora en adelante, en la Mayor Democracia del Mundo Libre tendremos que ponernos más poéticos y abusar de las metáforas, como en tiempos de Nerón, quien fue mencionado con el número 666 (su nombre en el alfabeto hebreo) porque, aunque existía cierta libertad de expresión, ésta estaba prohibida cuando afectaba de forma efectiva al poder imperial de entonces.
Pronto esto será ilegal en Estados Unidos, cuando el Senado ratifique la ley H. R. 6090 aprobada en la Cámara Baja el pasado miércoles. Así terminan los gritos de «Viva la libertad, carajo» de los libertarios: prohibiendo, persiguiendo y acosando a cualquiera que piense diferente.
De ahora en adelante, en la Mayor Democracia del Mundo Libre tendremos que ponernos más poéticos y abusar de las metáforas, como en tiempos de Nerón, quien fue mencionado con el número 666 (su nombre en el alfabeto hebreo) porque, aunque existía cierta libertad de expresión, ésta estaba prohibida cuando afectaba de forma efectiva al poder imperial de entonces.
El primero de enero de 1831 apareció en Massachusetts The Liberator, el primer periódico abolicionista del país y, más tarde, defensor del sufragio femenino. Por entonces, los esclavistas de Georgia ofrecieron una recompensa de 5.000 dólares (más de 160.000 dólares al valor de 2023) por la captura de su fundador, William Lloyd Garrison. Naturalmente, así es como reacciona el poder a la libertad y la lucha por los derechos ajenos, pero este intento de censura violenta no era por entonces la norma legal. La libertad de expresión establecida por la Primera Enmienda se aplicaba a los hombres blancos y nadie quería violar la ley a plena luz del día. Para corregir esos errores siempre estuvo la mafia, el paramilitarismo y, más tarde, las agencias seretas que están más allá de la ley―cuando no el acoso legal bajo otras excusas.
En su primer artículo, Garrison ya revela el tono de una disputa que se anuncia como algo de larga data: “Soy consciente de que muchos se oponen a la dureza de mi lenguaje; pero ¿no hay motivo, acaso? Seré tan duro como la verdad y tan intransigente como la justicia. Sobre este tema, no quiero pensar, ni hablar, ni escribir con moderación. ¡No! Dígale a un hombre cuya casa está en llamas que dé una alarma moderada, que rescate moderadamente a su esposa de las manos del violador, que rescate gradualmente a su hijo del fuego…”[i]
The Liberator, ejerciendo su derecho a la libertad de prensa, comenzó a enviar ejemplares a los estados del sur. La respuesta de los gobiernos sureños y de los esclavistas no fue prohibir la publicación, ya que iba contra la ley―una ley que fue hecha para que unos hombres blancos y ricos se protegieran de otros hombres blancos y ricos que nunca se imaginaron que esta libertad podía amenazar de alguna forma la existencia del poder político de todos los hombres blancos y ricos.
En lugar de violar la ley se recurrió a un viejo método. No es necesario romper las reglas cuando se pueden cambiarlas. Es así como funciona una democracia. Claro que no todos tenían, ni tienen, las mismas posibilidades de operar semejante milagro democrático. Quienes no pueden cambiar las leyes suelen romperlas y por eso son criminales. Quienes pueden cambiarlas son los primeros interesados en que se cumplan. Excepto cuando la urgencia de sus propios intereses no admite demora burocrática o, por alguna razón, se ha establecido una mayoría inconveniente, a la que aquellos en el poder acusan de irresponsable, infantil o peligrosa.
En principio, como no se podía abolir directamente la Primera enmienda, se limitó las pérdidas. Carolina del Norte aprobó leyes prohibiendo la alfabetización de los esclavos.[1] Las prohibiciones continuaron y se extendieron por los años 1830s a otros estados esclavistas, casi siempre justificándose en los desórdenes, protestas y hasta disturbios violentos que habían inoculado los abolicionistas entre los negros con literatura subversiva.
La propaganda esclavista no se hizo esperar y se distribuyeron posters y panfletos advirtiendo de elementos subversivos entre la gente decente del Sur y de los peligros de las pocas conferencias sobre el tema tabú. El acoso a la libertad de expresión, sin llegar a su prohibición, también se daba en las mayores ciudades del Norte. Uno de los panfletos proesclavistas fechado el 27 de febrero de 1837 (un año después de que Texas fuese arrancada a México para reestablecer la esclavitud) invitaba a la población a reunirse frente a una iglesia de la calle Cannon en Nueva York, donde un abolicionista iba a dar una charla a las siete de la noche. El anuncio llamaba a “silenciar este instrumento diabólico y fanático; defendamos el derecho de los Estados y la constitución del país”.[ii]
Las publicaciones y las conferencias abolicionistas no se detuvieron. Por un tiempo, la forma de contrarrestarlas no fue la prohibición de la libertad de expresión sino el incremento de la propaganda esclavista y la demonización de los antiesclavistas como peligrosos subversivos. Más tarde, cuando el recurso de la propaganda no fue suficiente, todos los estados del Sur comenzaron a adoptar leyes que limitaban la libertad de expresión de ideas revisionistas. Solo cuando la libertad de expresión (libertad de los blancos disidentes) se salió de control, recurrieron a leyes más agresivas, esta vez limitando la libertad de expresión con prohibiciones selectivas o con impuestos a los abolicionistas. Por ejemplo, en 1837, Missouri prohibió las publicaciones que iban contra el discurso dominante, es decir, contra la esclavitud. Rara vez se llegó al oprobio de encarcelar a los disidentes. Se los desacreditaba, se los censuraba o se los linchaba bajo alguna buena razón como la defensa propia o la defensa de Dios, la civilización y la libertad.
Luego de estallar la Guerra Civil, el Sur esclavista escribió su propia constitución. Como lo hicieran los tejanos anglosajones apenas separados de México y por las mismas razones, la constitución de la Confederación estableció la protección de la “Institución peculiar” (la esclavitud) al mismo tiempo que incluyó una cláusula en favor de la libertad de expresión. Esta cláusula no impidió leyes que la limitaban para un lado ni que el paramilitarismo de las milicias esclavistas (origen de la policía sureña) actuaran a su antojo. Como en el “We the people” de la Constitución de 1789, como originalmente la Primera enmienda de 1791, esta “libertad de expresión” no incluía a gente que ni era “the people” ni eran humanos completos y responsables. Se refería a la raza libre. De hecho, la constitución del nuevo país esclavista establecía, en su inciso 12, casi como una copia de la enmienda original de 1791: “El Congreso no hará ninguna ley con respecto al establecimiento de una religión, o que prohíba el libre ejercicio de la misma; o coartando la libertad de expresión, o de prensa; o el derecho del pueblo a reunirse pacíficamente y solicitar al Gobierno la reparación de agravios”.[iii] Más justo, equitativo y democrático, imposible… El secreto estaba en que, otra vez, como casi un siglo antes, eso de “el pueblo” no incluía a la mayoría de la población. Si alguien lo hubiese observado entonces, sería acusado de loco, de antipatriota o de peligroso subversivo. Es decir, algo que, en su raíz, no ha cambiado mucho en el siglo XXI.[2]
Para cuando el sistema esclavista fue legalmente ilegalizado en 1865, gracias a las circunstancias de una guerra que estuvo a punto de perderse, The Liberator ya había publicado 1820 números. Aparte de apoyar la causa abolicionista, también apoyó el movimiento por los derechos iguales de las mujeres. La primera candidata mujer a la presidencia (aunque no reconocida por ley), Victoria Woodhull, fue arrestada días antes de las elecciones de 1872 bajo el cargo de haber publicado un artículo calificado como obsceno―opiniones contra las buenas costumbres, como el derecho de las mujeres a decidir sobre su sexualidad. Como ha sido por siglos la norma en el Mundo libre, Woodhull no fue arrestada por ejercer su libertad de expresión en un país libre, sino bajo excusas de infringir otras leyes.
Con todo, esta no es una característica exclusiva del Sur esclavista ni de Estados Unidos en su totalidad. El Imperio británico procedió siempre de igual forma, no muy diferente a la “democracia ateniense”, veinticinco siglos atrás: “somos civilizados porque toleramos las opiniones diferentes y protegemos la diversidad y la libertad de expresión”. Claro, siempre y cuando no crucen determinados límites. Siempre y cuando no se conviertan en un verdadero peligro para nuestro poder incontestable.
En este sentido, recordemos sólo un ejemplo para no hacer de este libro una experiencia voluminosamente imposible e impublicable. En 1902, el economista John Atkinson Hobson publicó su ya clásico Imperialism: A Study donde explicó la naturaleza vampiresca de Gran Bretaña sobre sus colonias. Hobson fue marginado por la crítica, desacreditado por la academia y la gran prensa de la época. No fue detenido ni encarcelado. Mientras el imperio que él mismo denunciaba continuaba matando a millones de seres humanos en Asia y en África, ni el gobierno ni la corona británica se tomaban la molestia de censurar directamente al economista. No pocos, como ocurre hoy en día, lo señalaban como ejemplo de las virtudes de la democracia británica. Algo similar a lo que ocurre hoy en día con aquellos críticos del imperialismo estadunidense, más si viven en Estados Unidos: “miren, critica al país en el que vive; si viviese en Cuba no podría criticar al gobierno”. En otras palabras, si alguien señala los crímenes de lesa humanidad en las múltiples guerras imperiales y lo hace en el país que permite la libertad de expresión, eso es una prueba de las bondades democráticas del país que masacra a millones de personas y tolera que alguien se atreva a mencionarlo.
¿Cómo se explica todas esas aparentes contradicciones? No es tan complicado. Un poder imperial, dominante, sin respuesta, sin temor a la pérdida real de sus privilegios, no necesita la censura directa. Es más, la aceptación de la crítica marginal probaría sus bondades. Se la tolera, siempre y cuando no crucen el límite del verdadero cuestionamiento. Siempre y cuando el dominio hegemónico no esté decadencia y en peligro de ser reemplazado por otra cosa.
Ahora veamos esos contraejemplos del poder hegemónico y de sus mayordomos. ¿Por qué no te cas a Cuba donde la gente no tiene libertad de expresión, donde no existe la pluralidad de partidos políticos?
Para comenzar, sería necesario que señalar que todos los sistemas políticos son excluyentes. En Cuba no permiten a partidos liberales participar de sus elecciones, las cuales son tachadas de farsa por las democracias liberales. En los países con sistemas de democracia liberal, como Estados Unidos, las elecciones básicamente son elecciones de un partido único llamado Demócrata-Republicano. No existe ninguna posibilidad de que un tercer partido pueda desafiar seriamente a Partido Único porque éste es el partido de las corporaciones, que son la elite que tiene el poder real del país. Por otro lado, si, por ejemplo, en un país como chile gana las elecciones un marxista como el actual presidente Gabriel Boric, a nadie se le ocurre siquiera imaginar que ese presidente va a salirse del marco constitucional, el cual prohíbe la instauración de un sistema comunista en el país. Lo mismo ocurre en Cuba, pero hay que decir que no es lo mismo.
Ahora, volvamos a la lógica de la libertad de expresión en distintos sistemas de poder global. Para resumirlo, creo que es necesario decir que la libertad de expresión es un lujo que, históricamente, no se han podido dar aquellas colonias o repúblicas que luchaban por independizarse de la libertad de los imperios. Bastaría con recordar el ejemplo de la democracia guatemalteca, destruida por la Gran Democracia de Estados Unidos en 1954 porque su gobierno, democráticamente electo decidió aplicar las leyes soberanas de su propio país, las que no convenían a la megacorporación United Fruit Company. La Gran Democracia no dudó en instalar otra dictadura, la que dejó cientos de miles de muertos a lo largo de décadas.
¿Cuál fue el problema principal de la democracia de Guatemala en los 50s? Fue su libertad de prensa, su libertad de expresión. Por ésta, el imperio del Norte y la UFCo lograron manipular la opinión pública de ese país través de una campaña de propaganda deliberadamente planeada y reconocida por sus propios perpetuadores―no por sus mayordomos criollos, está de más decir.
Cuando esto ocurre, el joven médico argentino, Ernesto Guevara, se encontraba en Guatemala y debió huir al exilio en México, donde se encontró con otros exiliados, los cubanos Fidel y Raúl Castro. Cuando la Revolución cubana triunfa, Ernesto Guevara, para entonces El Che, lo resumió notablemente: “Cuba no será otra Guatemala” ¿Qué quería decir con esto? Cuba no se dejará inocular como Guatemala a través de la “prensa libre”. La historia le dio la razón: Cuando en 1961 Washington invade Cuba en base al plan de la CIA que aseguraba que “Cuba será otra Guatemala”, fracasa estrepitosamente. ¿Por qué? Porque su población no se sumó a la “invasión libertadora”, ya que no pudo ser inoculada por la propaganda masiva que permite la “prensa libre”. Kennedy lo supo y se lo reprochó a la CIA, la cual amenazó con disolver y terminó disuelto.
La libertad de expresión es propia de aquellos sistemas que no pueden ser amenazados por la libertad de expresión, sino todo lo contrario: cuando la opinión popular ha sido cristalizada, por una tradición o por la propaganda masiva, la opinión de la mayoría es la mejor forma de legitimación. Razón por la cual esos sistemas, siempre dominante, siempre imperiales, no le permiten a sus colonias el mismo derecho que les otorgan a sus ciudadanos.
Cuando Estados Unidos se encontraba en su infancia y luchando por su sobrevivencia, su gobierno no dudó en aprobar una ley que prohibía cualquier critica al gobierno bajo la excusa de propagar ideas e información falsa―siete años después de aprobar la famosa Primera Enmienda, que no surgió de la tradición religiosa sino de la ilustración antirreligiosa europea. Naturalmente, esa ley de 1798 se llamó Sedition Act.
Estos recursos del campeón de la libertad de expresión se repitió otras veces a lo largo de su historia, siempre cuando las decisiones y los intereses de un gobierno dominado por las corporaciones de turno sintió sus intereses amenazados seriamente. Fue el caso de otra ley también llamada Sedition Act, la de 1918, cuando hubo una resistencia popular contra la propaganda organizada por maestros como Edward Bernays en favor de intervenir en la Primera Guerra Mundial―y así asegurarse el cobro de las deudas europeas. Hasta pocos años antes, las duras críticas antimperialistas de escritores y activistas como Mark Twain fueron demonizadas, pero no hubo necesidad de manchar la reputación de sociedad libre poniendo en la cárcel a un reconocido intelectual, como en 1846 habían hecho con David Thoreau por su crítica a la agresión y despojo de México para expandir la esclavitud, bajo la perfecta excusa de no pagar impuestos. Ni Twain ni la mayoría de los críticos públicos lograron cambiar ninguna política ni revertir ninguna agresión imperialista en Occidente, ya que eran leídos por una minoría fuera del poder económico y financiero. En ese aspecto, la propaganda moderna no tenía competencia, por lo tanto la censura directa a esos críticos hubiese entorpecido sus esfuerzos de vender agresiones en nombre de la libertad y la democracia. Por el contrario, los críticos servían para apoyar esa idea, por la cual los mayores y más brutales imperios de la Era Moderna fueron orgullosas democracias, no desprestigiadas dictaduras.
Sólo cuando la opinión pública estuvo dudando demasiado, como durante la Guerra fría, surgió el macartismo con sus persecuciones directas y más tarde el asesinato (indirecto) de líderes por los derechos civiles y la represión violenta con presos y muertos en universidades cuando la crítica contra la Guerra de Vietnam amenazó con traducirse en un efectivo cambio político―de hecho, el congreso de los 70s fue el más progresista de la historia, haciendo posible la investigación de la comisión Pike-Church contra el régimen de asesinatos y propaganda de la CIA. Cuando dos décadas más tarde se produce la invasión de Afganistán e Irak, la crítica y las manifestaciones públicas se habían convertido en intrascendentes y autocomplacientes, pero la nueva magnitud de la agresión imperial a partir de 2001 hacían necesario tomar nuevas medidas legales, como en 1798.
La historia rimó de nuevo en 2003, sólo que en lugar de Sedition Act se llamó Patriot Act, y no sólo estableció una censura directa sino otra mucho peor: la censura indirecta y frecuentemente invisible de la autocensura. Más recientemente, cuando la crítica al racismo, a la historia patriótica y a los demasiados derechos a las minorías sexuales comenzaron a expandirse más allá de lo controlable, se volvió al recurso de la prohibición por ley. Caso de las últimas leyes de Florida, promovidas por el gobernador Ron DeSantis directamente prohibiendo libros revisionistas y regulando el lenguaje en las escuelas y universidades públicas―como para empezar. La creación de un demonio llamado woke para sustituir la pérdida del demonio anterior llamado musulmanes.
Mientras tanto, los mayordomos, sobre todo los cipayos de las colonias, continúan repitiendo clichés creados generaciones antes: “cómo es que vives en Estados Unidos y críticas a ese país, deberías mudarte a Cuba, que es donde no se respeta la libertad de expresión”. Luego de sus clichés se sienten tan felices y tan patriotas que da pena incomodarlos con la realidad.
El 5 de mayo de 2023, se realizó la ceremonia de coronación del rey Carlos III de Inglaterra. El periodista Julián Assange, prisionero por más de una década por el delito de haber publicado una parte menor de las atrocidades cometidas por Washington en Irak, le escribió una carta al nuevo rey invitándolo a visitar la deprimente prisión de Belmarsh, en Londres, donde agonizan cientos de presos, algunos de los cuales fueron reconocidos disidentes. A Assange se le permitió el sagrado derecho de la libertad de expresión generosamente otorgado por el Mundo libre. Su carta fue publicada por distintos medios occidentales, lo que prueba las bondades de Occidente y las infantiles contradicciones de quienes critican al Mundo libre desde el Mundo libre. Pero Assange sigue funcionando como ejemplo de linchamiento. También durante la esclavitud se linchaban a unos pocos negros en público. La idea era mostrar un ejemplo de lo que le puede pasar a una sociedad verdaderamente libre, no destruir el mismo orden opresor eliminando a todos los esclavos.
[1] Las leyes no prohibieron explícitamente que los esclavos aprendieran a leer y escribir. Prohibieron que quienes sabían hacerlo les enseñaran a leer y escribir a los esclavos. De la misma forma, hoy en día no hay leyes que prohíban la educación de nadie, sino todo lo contrario. Pero diversas políticas hacen que la educación sea inaccesible para quienes, por ejemplo, no pueden pagarla, al mismo tiempo que se estimula el comercio del entretenimiento, de la distracción, es decir, del ejercicio opuesto a la educación.
[2] Esta interpretación quedaba grabada a fuego por la misma constitución de 1861 que, al mismo tiempo que consolidaba el derecho a la esclavitud, trataba de erradicar el mal ejemplo de “negros libertos” que podían ser introducidos desde el norte y a los cuales, en gran medida, se los exportó a Haití y a África, donde fundaron Liberia. La sección 9 establecía: “Queda prohibida la importación de negros de raza africana de cualquier país extranjero que no sean los Estados o Territorios esclavistas de los Estados Unidos de América; el Congreso está obligado a aprobar leyes que impidan efectivamente esta posibilidad”.
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