En base al estudio que desarrollamos en Moscas en la telaraña (2023), podemos ver que la particularidad de los llamados Tigres Asiáticos, incluido el Vietnam comunista (ejemplos recurrentes de la propaganda neoliberal de El Uno y sus escribas) radica en que están en un sistema global financiero. Todas las teorías, los “video en el que te explicamos” y sermones mediáticos que ensalzan el milagro de estos países, omiten el rol que cumple cada parte en el todo, cada individuo, cada país en el actual sistema global―que, como vimos, no se diferencia mucho del sistema heredado de los siglos anteriores.
Como vimos en capítulos anteriores, el capitalismo global ama los esclavos, sean chattel slaves (esclavos de grilletes), indentures (esclavos a término) o esclavos asalariados (recursos humanos de uso flexible). Los contemporáneos Tigres Asiáticos son apenas cuatro países, dos dedicados a las finanzas debido a sus posiciones geográficas y de tránsito estratégicas y en su ubicación ideal de uso horario para la eterna continuidad de los mercados mundiales (Hong Kong y Singapur); los otros dos son manufactureros (Corea del Sur y Taiwán).
Los dos primeros son micro repúblicas que, como otras micro repúblicas o repúblicas virtuales, sirven al capitalismo financiero ultraliberal pero tienen gobiernos centrales que participan decisivamente en el proceso económico. Aparte de sus conocidas leyes medievales y de su autoritarismo y fuerte injerencia en el diseño macroeconómico del país, el gobierno de Singapur es dueño del 90 por ciento de las áreas habitables y participa en más de un tercio de las empresas importantes del país.
Lo mismo los otros dos tigres manufactureros, con la particularidad de que estos últimos, Taiwán y Corea del Sur, son receptáculos de inversiones tecnológicas. Londres y Wall Street necesitan esclavos manufactureros en países sin reservas minerales. Es decir, necesita que esos países tengan una producción obsesiva y esclavizada para la exportación de electrónicos, por ejemplo, al mismo tiempo que una educación superior a la media mundial―por supuesto, una cultura y una educación amoldada al utilitarismo, a la comercialización de la vida y, sobre todo, a los intereses de los centros financieros mundiales.
La exportación en masa de productos de alta tecnología (posterior a la masiva inversión de capitales y razón de “la prosperidad económica” de estas neocolonias) compensa la importación masiva de esos productos de los centros financieros, es decir, de los países consumidores, como Europa y, sobre todo, Estados Unidos. Si tuviesen materias primas apetecidas por el centro, como es el caso de África y América Latina, su educación sería deprimida tanto como las inversiones: como lo indica la historia, cuanto menos educada la población de países extractivos, más barata la mano de obra, más autoritaria y clasista su sociedad y más obedientes las masas que sufren esta condición en beneficio de las oligarquías criollas y de sus socios, los capitales y corporaciones extranjeras.
Los principales administradores de las inversiones, de la producción de dinero, de los bancos privados e internacionales, de la trasferencia de superávit de los países productivos al país hegemónico con el mayor déficit de la historia (Estaos Unidos), continúan residiendo en los actuales centros imperiales y, sobre todo, continúan beneficiando, antes que a nadie, a El Uno, a la oligarquía internacional, a ese club minúsculo de hombres que dominan las finanzas y la opinión global―aunque, claro está, nunca de forma absoluta.
El resto de los países en el Sur Global se dividen en dos tipos de colonias: (1) las economías estratégicamente endeudadas y con materias primas y (2) las fábricas del mundo con superávits, sin riquezas naturales pero con mano de obra abundante, con un nivel alto de educación utilitaria, es decir, igualmente esclava. Para ilustrarlo basta con estudiar las condiciones de vida de los trabajadores en Hong Kong o en Corea del Sur. Ni siquiera el Índice de desarrollo de la ONU es capaz de considerar estos factores cualitativos, concentrándose en factores fácil de cuantificar, como la educación (sin aclarar de qué tipo), la salud y el ingreso per cápita. China, por su particularidad demográfica, ha logrado colocarse en una tercera categoría; ni es una colonia del sistema ni es todavía el centro de un imperio financiero beneficiándose de la vampirización del resto del mundo, como ha sido la historia del capitalismo imperial.
Antes las industrias estaban en la metrópolis imperiales como Londres y Nueva York. Ahora están en la “industria financiera”, también en Londres y Nueva york.
jorge majfud. Del libro Moscas en la telaraña (2023), pp. 570-571.

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