La ideología sin ideología (I)

 

Para el dogma hegemónico, limpiar de ideologías (independentistas o progresistas) en las relaciones económicas de bloques como el Mercosur significa “aplicar las reglas neutrales del libre mercado”. Bloquear y acosar por generaciones economías de países menores que intentan explorar cominos no alineados a las superpotencias, no tiene nada de ideológico sino más de la misma neutralidad ideológica” de los mercados.

 

A principios de 2019 varios diarios occidentales repetían que los nuevos presidentes de Argentina y Brasil se habían propuesto “vaciar de política el Mercosur”, como antes habían prometido “desideologizar la educación” y el resto de la vida social. El 19 de abril, El País de Madrid tituló “El Mercosur vuelve al origen” y subtituló: “Macri y Bolsonaro avanzan sobre la idea de que el bloque está ideologizado y debe recuperar el espíritu comercial que estuvo en el punto de partida”. Al igual que la sugerencia del presidente de Brasil de grabar e intimidar a profesores con lecturas revisionistas de la historia, “profesores víctimas” de las ideologías de izquierda, se asume que no se trata de liquidar la libertad de cátedra sino de una simple “limpieza ideológica”.

Cuando un presidente habla de limpieza, lo que parece una escoba en su mano suele ser una ametralladora.

Este tipo de discurso, tan fácil de inocular en la población, no es nuevo. El concepto está basado en la idea de la ausencia de ideología en sus (llamémoslo) “instituciones garantes”, que son los medios de prensa al servicio del poder financiero, la iglesia y el ejército. Sin embargo (y esto no es una paradoja sino parte de la lógica histórica), si hubo y si hay instituciones recargadas de ideología en América Latina y en tantas otras regiones periféricas del mundo desde hace siglos estas han sido y continúan siendo, precisamente, la gran prensa, las iglesias dominantes y los ejércitos.

Otro ingrediente, aunque no institucional sino cultural y presente en cada una de las “instituciones garantes”, con un fuerte contendió ideológico que se pasa siempre como algo neutral, es el patriotismo. ¿Quién diría que la bandera de un país no representa a todos por igual? ¿Quién diría que ese acto ridículo de ponerse la mano en el corazón mientras suena el himno nacional y un niño se muere de hambre no es un gesto sacrosanto, emocionante y lacrimógeno como una telenovela latinoamericana? Eso cuando se trata del himno y del patriotismo de algún país satélite y no del himno y del patriotismo de alguna superpotencia, y los niños no mueren de hambre sino bajo bombas inteligentes y en nombre de la libertad.

Pues no. Aunque bandera hay una sola, la paria no le sirve a todos por igual ni todos dan lo mismo por la patria. Cuanto menos un grupo da por esa fantástica ficción, más patriota es su discurso, razón por la cual cuando un parásito con visibilidad pública se muere, todos dicen que “sirvió a la patria” y nadie dice cuánto “la patria le sirvió a él”.  

La otra fuente de donde brota esta idea de “neutralidad ideológica” es la idea del libre mercado promovida por la ideología neoliberal. El mercado podría ser neutral, pero nunca la forma en que se instrumenta.

No debería ser difícil, entonces, explicar por qué el menú de las extremas derechas es tan diverso como es, al mismo tiempo, variaciones de una misma cosa: “patria, familia y religión”, “intereses especiales”, libertad de los mercados, libertad de los ricos y poderosos, militarismo y pretendida neutralidad ideológica.

Cuando durante la década de 2005-2015 (la maldita década de prosperidad de las economías latinoamericanas) los países latinoamericanos se asociaron en (un exceso de) grupos regionales motivados por proyectos comunes y por ideologías progresistas, se los acusó de actuar por razones ideológicas y no por la gracia de la neutralidad mercantil que una década antes habían terminado en las peores crisis conocidas en un siglo. Desde hace por lo menos un siglo, cada vez que las grandes potencias occidentales impusieron o apoyaron brutales dictaduras en África, en Medio Atiente y en América Latina lo hicieron para proteger la “neutralidad del mercado” y de las empresas. Sus empresas. Cada vez que bloquearon el comercio de aquellas otras experiencias independentistas, no alineadas, y destruyeron exitosamente sus economías para probar que no había alternativa, nunca se dijo que todo eso se hacía por pura ideología sino por las sacrosantas libertad y neutralidad de los mercados.

Para esta narratura y su cadena de repetidoras, bloquear económicamente a una isla comunista del Caribe por medio siglo e inundar con dólares decenas de “dictaduras amigas” no es un acto ideológico sino de pura libertad de los mercados.

Ahora, al final de la segunda década del nuevo siglo, otra vez los “nuevos neutrales” afirman que su cruzada radica en poner las leyes del mercado sobre la ideología. Por esta misma razón pueden comerciar con la comunista China (libertad de capitales, censura de ciudadanos).

Cuba, en cambio (ese bonito ejemplo de que “el socialismo nunca ha funcionado en ninguna parte del mundo”) no puede comerciar sin interferencias ideológicas con la mayor economía del mundo y, por muchas décadas, fue acosada por los satélites del Sur.

Cuando Fidel Castro se reunió con Richard Nixon en Washington, tres meses después de tomar el poder en la isla, Eisenhower se fue a jugar golf. Castro intentó mantener una relación comercial normal, “desideologizada” con Estados Unidos, pero Washington estaba convencido de que lo podía arreglar todo a fuerza de golpes de Estado o de bombas, como había hecho, por ejemplo, en Guatemala, en Irán y en Corea del Norte (y como lo haría en el Congo, en Chile y en tantos otros países), y no iba a permitir un ejemplo desafiante de independencia, de éxito económico o existencial que no fuese el propio.

Lo mismo Venezuela hoy, más allá de los desastres políticos y económicos de Maduro: se la estrangula aún más para demostrar que “el socialismo no funciona” (de Portugal o Noruega hablamos cuando les vaya mal), que existe un “único modelo posible de éxito” (Condolezza Rice) que incluye la “neutralidad desideologizada” de los mercados, de todos los brutales atropellos morales, legales, económicos y militares contra aquellos que insisten en explorar un camino independiente, diferente.

 

JM, abril 2019

 

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L’idéologie sans idéologie (I)

Translated by  Fausto Giudice

 

Pour le dogme hégémonique, purifier des idéologies (indépendantistes ou progressistes) les relations économiques des blocs comme le Mercosur signifie «appliquer les règles neutres du marché libre». Bloquer et harceler pendant des générations les économies de petits pays qui tentent d’explorer les voies d’un non-alignement sur les superpuissances, n’a rien d’idéologique, ce n’est là que la «neutralité idéologique» des marchés. 

 

Début 2019, plusieurs journaux occidentaux ont répété que les nouveaux présidents de l’Argentine et du Brésil avaient proposé de «vider le Mercosur de la politique», comme ils avaient promis auparavant de «désidéologiser l’éducation» et le reste de la vie sociale. Le 19 avril, El País de Madrid a titré «Le Mercosur retourne aux origines» ; chapeau : « Macri et Bolsonaro avancent sur l’idée que le bloc est idéologisé et doit retrouver l’esprit commercial qu’il avait au départ ». Comme la suggestion du président brésilien d’enregistrer et d’intimider les enseignants par des lectures révisionnistes de l’histoire, «professeurs victimes» des idéologies de gauche, on suppose qu’il ne s’agit pas de liquider la liberté académique mais d’un simple «nettoyage idéologique».

Quand un président parle de propreté, ce qui ressemble à un balai dans sa main est généralement une mitrailleuse.

Ce genre de discours, si facile à inoculer dans la population, n’est pas nouveau. Le concept est basé sur l’idée de l’absence d’idéologie dans ses (appelons-les ainsi) » institutions garantes «, que sont les médias au service du pouvoir financier, l’Eglise et l’armée. Mais (et ce n’est pas un paradoxe mais une partie de la logique historique), s’il y a eu et s’il y a des institutions surchargées d’idéologie en Amérique latine et dans tant d’autres régions périphériques du monde depuis des siècles, ce sont précisément la grande presse, les églises dominantes et les armées qui l’ont été et continuent à l’être.

Un autre ingrédient, non pas institutionnel mais culturel et présent dans chacune des «institutions garantes», avec une forte connotation idéologique toujours présentée comme quelque chose de neutre, c’est le patriotisme : qui pourrait dire que le drapeau d’un pays ne représente pas tout le monde de manière égale, que cet acte ridicule de mettre sa main au cœur pendant que résonne l’hymne national et qu’un enfant meurt de faim ne constitue-t-il pas un geste sacrosaint, excitant et lacrymogène comme une telenovela latinoaméricaine ? Cela quand il s’agit de l’hymne et du patriotisme d’un pays satellite et non de l’hymne et du patriotisme d’une superpuissance, et que les enfants ne meurent pas de faim mais sous des bombes intelligentes et au nom de la liberté.

Eh bien, ce n’est pas le cas. Bien qu’il n’y ait qu’un seul drapeau, la patrie ne sert pas tout le monde de la même façon, et tout le monde ne donne pas la même chose pour la patrie. Moins un groupe donne pour cette fiction fantastique, plus son discours est patriotique, c’est pourquoi quand un parasite à la visibilité publique meurt, tout le monde dit qu’il a «servi la patrie» et personne ne dit combien «la patrie l’a servi». 

L’autre source de cette idée de «neutralité idéologique» est l’idée de libre marché promue par l’idéologie néolibérale. Le marché pourrait être neutre, mais jamais la façon dont il est instrumentalisé.

Il ne devrait donc pas être difficile d’expliquer pourquoi le menu de l’extrême droite est aussi diversifié, en autant de variantes de la même chose : «patrie, famille et religion», «intérêts particuliers», liberté des marchés, liberté des riches et des puissants, militarisme et prétendue neutralité idéologique.

Lorsqu’au cours de la décennie 2005-2015 (la décennie maudite de la prospérité des économies latino-américaines), les pays d’Amérique latine se sont associés dans (un excès de) groupes régionaux motivés par des projets communs et des idéologies progressistes, ils ont été accusés d’agir pour des raisons idéologiques et non par la grâce de la neutralité du marché qui, une décennie auparavant, s’était terminée par les crises les plus graves connues depuis un siècle. Pendant au moins un siècle, chaque fois que les grandes puissances occidentales ont imposé ou soutenu des dictatures brutales en Afrique, au Moyen-Orient et en Amérique latine, elles l’ont fait pour protéger la «neutralité du marché» et des entreprises. Leurs entreprises. Chaque fois qu’elles ont bloqué le commerce dans ces expériences autres  d’indépendance, non alignées et qu’elles ont réussi à détruire leurs économies pour prouver qu’il n’y avait pas d’alternative, on n’a jamais dit que tout cela n’avait été fait que par pure idéologie, mais pour la sacro-sainte liberté et neutralité des marchés.

Pour cette narration et sa chaîne de répétiteurs, bloquer économiquement une île communiste des Caraïbes pendant un demi-siècle et inonder de dollars des dizaines de «dictatures amies» n’est pas un acte idéologique mais un acte de pure liberté marchande.

Aujourd’hui, à la fin de la deuxième décennie du nouveau siècle, les «nouveaux neutres» prétendent une fois de plus que leur croisade consiste à faire passer les lois du marché avant l’idéologie. C’est précisément pour cette raison qu’ils peuvent commercer avec la Chine communiste (liberté du capital, censure des citoyens).

Cuba, d’autre part (ce bel exemple que «le socialisme n’a jamais fonctionné nulle part dans le monde») ne peut commercer sans interférences idéologiques avec la plus grande économie du monde et, pendant de nombreuses décennies, elle a été harcelée par les satellites de celle-ci dans le Sud.

Lorsque Fidel Castro a rencontré Richard Nixon à Washington, trois mois après avoir pris le pouvoir sur l’île, Eisenhower était allé jouer au golf. Castro essaya de maintenir une relation commerciale normale, » désidéologisée » avec les USA, mais Washington était convaincu qu’il pouvait tout régler par des coups d’Etat ou des bombes, comme il l’avait fait, par exemple, au Guatemala, en Iran et en Corée du Nord (et comme il le ferait au Congo, au Chili et dans de nombreux autres pays), et il ne permettrait pas le défi d’un exemple d’indépendance, de réussite économique ou existentielle autre que la sienne propre.

Il en va de même pour le Venezuela aujourd’hui, au-delà des désastres politiques et économiques de Maduro : on l’étrangle encore plus pour montrer que «le socialisme ne fonctionne pas» (du Portugal ou de la Norvège on en parle quand ça va mal), qu’il existe un » unique modèle possible de succès» (Condoleezza Rice), qui inclut la «neutralité désidéologisée» des marchés et toutes ces brutalités morales, légales, économiques et militaires contre ceux qui s’acharnent à vouloir emprunter une voie différente et indépendante.

 

JM.

5 comentarios en “La ideología sin ideología (I)

  1. que se puede esperar de una especie donde las conductas que prevalecen originan un contexto de: aumento de
    desigualdad social; pobreza; exclusión;recorte de derechos y conquistas sociales;violencia machista;destrucción del
    medio ambiente;drama de la migración y todo conveniente con el gasto militar desorbitado y creciente.En su paradoja se crean guerras para defender los intereses económicos y geoestratégicos de las grandes corporaciones
    multinacionales que desplazando a millones de personas de sus países a la vez que evitan su llegada a los países
    mas desarrollados.. .alguien dijo:» los malvados difícilmente se corrigen y es infinito el número de los que no saben
    lo que les conviene..».

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  2. Como usted ha observado Jorge, son los intereses quienes verdaderamente luchan,como Ramírez ,cuya egolatría desafiante ante un Artigas derrotado,concluyó en su propia cabeza dentro de una jaulita.Pero los traidores generalmente, en nuestra América, no encuentran una apoteosis tan expeditiva. Sigo pensando entonces, que los primeros responsables de nuestra triste suerte,somos nosotros, incluidos los integrantes de la «clase sin pecado».Los imperialistas actúan según su naturaleza,nosotros, los de los pueblos oprimidos, sin embargo, no tan fieles,a la nuestra como ellos a la suya.Pero no sirven en esto explicaciones, sino una buena contraestrategia

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