Hace más de cinco años, a medianoche, en un callejón oscuro detrás del Centro de Convenciones George R. Brown de Houston, Texas, una camioneta negra se detiene en una esquina. Un hombre con campera de cuero y anteojos oscuros salta afuera y agarra una pila de grandes cajas de cartón que esperan en el muelle de carga. Sus cómplices lo ayudan, con sigilo, a cargar el pesado botín en el baúl.
“Hey, Tony”, pregunta una mujer, mientras le alcanza una caja. “¿Qué vamos a decir si aparece la cana y nos pregunta qué estamos haciendo?”.
“Bueno, les diré que sólo somos un montón de librotraficantes”, replica Tony, riendo. Abre la caja y pasa los dedos por los lomos: Like Water for Chocolate (Como Agua para Chocolate), The Devil’s Highway (El Camino del Diablo),Curandera, The House on Mango Street (La casa en Mango Street).
“Y les diré que estamos haciendo algo peligroso –compartir las obras de escritores y poetas latinos”.
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El nombre completo del hombre es Tony Diaz, un escritor y profesor de Houston, que tomó su primer riesgo literario en 1988. Pese a que le dijeron que “los latinos no leen”, comenzó Nuestra Palabra: Los Escritores Latinos Diciendo lo Suyo, una organización sin fines de lucro que albergó a 30.000 pesonas en el tercer Edward James Olmos Latino Book and Family Festival, creando el más grande evento literario realizado jamás en Houston –la cuarta ciudad más poblada de los Estados Unidos. Desafortunamente, esa mega feria literaria se acabó después de la recesión de 2008. Desde entonces, la organización se concentró en firma de libros, lecturas de poesía y talleres.
Con todo, fue en una de esas mega ferias, celebradas entre 2002 y 2008, donde Díaz conoció a la periodista multimedia Liana López. Le pidió que se ocupara de manejar las lecturas de autor, las actuaciones de bandas y los paneles de debate. Las ferias de libros eran grandes y excitantes, pero al final del día, López, Días y los voluntarios de Nuestra Palabra se ocupaban de la menos glamorosa tarea de cargar los paquetes de libros en camionetas. Es allí que empezaron a bromear sobre ser traficantes de libros.
Por entonces, Díaz también conducía un programa de radio semanal para Nuestra Palabra en 90.1 FM KPFT-Houston. Invitó a López a unírsele en el aire con su coproductor Bryan Parras, activista y periodista. Durante años, Parras había estado trabajando con el Foro Social de los Estados Unidos, una caravana de autobuses que va de Oklahoma a Detroit para presentar una multitud de plataformas de justicia social. Eventualmente, López se unió a Parra en la caravana y ayudó a encontrar lugares para que los activistas durmieran y comieran en el camino.
Cuando los comentaristas políticos propusieron construir un muro en la frontera entre los Estados Unidos y México, el grupo reaccionó con una parodia. Comenzaron a llamarse “Mexican Minutemen” y reclamaron seguridad en la frontera entre los Estados Unidos y Canadá. Emitieron comunicados de prensa, hicieron carteles y organizaron una protesta frente al consulado canadiense.
Lo que jamás imaginaron era que en 2012 terminarían empacando libros prohibidos: Like Water for Chocolate,The Devil’s Highway,Curandera y House on Mango Street. Esta vez, no se trataba de llevarlos a un evento literario: formaban parte de una red de bibliotecas clandestinas en ciudades que iban de Houston, Texas, a Tucson, Arizona.
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El programa de Estudios México-Americanos del Tucson Unified School District (TUSD) era único. Con un enfoque alternativo, enseñaba la historia de los Estados Unidos a través de la lente de la literatura latina y chicana. Libros como Critical Race Theory de Richard Delgado y otros materiales que usualmente no se ofrecen sino en la universidad formaban parte del curriculum. Los estudiantes inscriptos en el programa se vanagloriaban de una tasa de graduación del 93 por ciento –casi el doble del promedio nacional para estudiantes latinos.
Sin embargo, el programa cayó bajo el fuego de los legisladores de Arizona. En mayo de 2010, el Fiscal General de Arizona, Tom Horne, presentó la HB 2281, que llamaba a eliminar los cursos de estudio étnicos que “promueven el derrocamiento del gobierno de los Estados Unidos, el resentimiento hacia una raza o una clase de personas (y) están diseñados principalmente para estudiantes de un grupo étnico en particular”. Un año más tarde, TUSD pidió una auditoría independiente de su programa de Estudios México-Americanos. La auditoría concluyó que el programa se adecuaba a la ley.
Sin embargo, al distrito escolar no le bastó. El 6 de enero de 2012, el superintendente John Huppenthal anunció que el distrito perdería 15 millones de dólares de financiamiento si no cumplía con HB 2281 y retiraba su programa de Estudios México-Americanos. Cuatro días más tarde, el consejo escolar de TUSD votó suspender el programa y ordenó que todos los libros y materiales asociados con él fueran retirados de los salones de clases.
Oficiamente, los administradores anunciaron que siete libros habían sido quitados durante la jornada escolar, empaquetados y puestos en un depósito por un período indefinido. Libros como la Pedagogía del Oprimido de Paulo Freire y Critical Race Theory de Richard Delgado fueron “confiscados”. Sin embargo, con la eliminación del programa, más de cincuenta libros de éste fueron prohibidos a maestros y estudiantes. Entre ellos, títulos de escritores latinos y chicanos como Sandra Cisneros, Junot Díaz y Carmen Tafolla. Incluso textos de escritores no latinos, como Shakespeare, Thoreau y Howard Zinn no podían ser enseñados o referidos en el contexto racial o de la historia mexicano-americana.
Los estudiantes contaron que los libros les fueron quitados de las manos durante la clase y relacionaron la experiencia con la Alemania nazi. Algunos dijeron haber tenido pesadillas, otros no podían dormir. En la Chaolla High School, más de un centenar realizaron una marcha hasta la sede de TUSD, a cinco millas, en reclamo e respuestas. El supervisor de los Estudios Étnicos, Dra. Lupita Garcia, replicó: “Este país es Norteamérica. Si vivieran en México… estudiarían historia mexicana”.
Tony Diaz señala la ironía de esa declaración: “Los estudiantes son estudiantes norteamerianos. [Los estudios mexico-americanos] son la historia de Norteamérica”. Otra ironía es que, hasta ahora, TSUD no ha dejado de enseñar historia europea.
Un día después de que la prohibición entrara en efecto, un juez federal dictaminó que los estudiantes podían demandar al Estado y cuestionar la constitucionalidad de la ley. El profesor de Historia Lorenzo López y su hija, la estudiante de segundo año KorinaLópez, son los demandantes en la causa contra el Estado que argumenta queHB 2281 viola sus derechos, según lo establecido en Primera Enmienda.
En una semana, los libriso que alguna vez fueron el corazón de un programa riguroso se tornaron invisibles. Los estudaintes estaban ansiosos por un cambio, pero tenían poco poder contra el sistema.
Pero, a 900 millas, en Houston, sus gritos de auxilio fueron escuchados.
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Después de que los libros fueron confiscados en Tucson, Tony Diaz y Bryan Parras filmaron un video para Librotraficante frente al garage de Díaz en Houston y anunciaron su decisión de actuar.
“Mi nombre es Tony”, dice en el video, en el que viste un saco y anteojos oscuros, parado frente a una van negra.
“Puede que usted haya oído que Arizona tuvo la audacia de prohibir los estudios latinos”. El baúl de la van aparece lleno de cajas y títulos como “La breve y maravillosa vida de Oscar Wao”, de Junot Díaz.
“Bien, estoy aquí para introducir unas pocas palabras en el léxico de Arizona”.
Tony levanta su puño derecho, desafiante.
“Primera frase: Librotraficante. Yo y mis camaradas librotraficantes estaremos contrabandeando libros hacia Arizona esta primavera (boreal) de 2012”.
El movimiento Librotraficante comenzó el 16 de enero (de 2012), cuandoBryan Parras leyó un artículo sobre los hechos de tucson. Inmediatamente envió un tuit convocando a todos los LibroTraficantes: “Los LT se dirigen a Tucson c/más libros prohibidos de los que la ‘Policía del Pensamiento’ puede manejar. Sigan sintonizados…” También envió la noticia a Diaz y Lopez, que la enviaron a sus amigos, y así siguiendo. Pronto, la historia giraba por toda la red.
Mientras tanto, en San Antonio, la poeta y escritora chicana Carmen Tafolla seguía las noticias sobre Tucson y leía las reacciones de sus amigos en Facebook. Entonces, recibió una llamada que la sacudió.
“Estás en la lista, ¿sabés’”, le contó otro escritor, “por Curandera”.
Tafolla fue hasta su biblioteca y extrajo la colección de poemas que había escrito casi treinta años antes. Estaba programada para su republicación en septiembre. “Si yo fuera administradora de escuelas”, pensó, “¿cómo leería esto?”. Así que, con ojos críticos y lentamente, Tafolla releyó su propia obra, buscando cualquier rastro de material ofensivo.
Abrió en su pieza de ficción “Quality Literature”, en la que un estudiante pregunta a su profesor si puede escribir un ensayo sobre un autor chicano. El profesor replica: “la literatura chicana simplemente no tiene calidad… ¡Ni siquiera ha sido reseñada por la PMLA!”
“Sabés qué”, se dijo. “Los administradores de Tucson ni siquiera leyeron los libros”.
Volvió a Facebook. Al ver el alerta en el muro de Diaz con las historias de Arizona, replicó: “¿Y ahora qué? ¿Significa que tengo que contrabandear mis libros a Arizona en una bolsa de papel marrón?” (NdT: como la utilizada para ocultar las botellas de licor).
Diaz respondió a su pregunta en un video de Librotraficante: “Segunda Frase: Libros [Espaldas] Mojados (NdT: el juego de palabras tiene sentido en inglés. “Espaldas mojadas”, como se llamaba a los inmigrantes mexicanos y “Libros”). Hay libros que contrabandearemos ilegalmente a través de la frontera para que sean utilizados en clases clandestinas en los que realizaremos los estudios literarios latinos”.
Diaz saca Woodcuts of Women (Graados de Mujeres), de Dagoberto Gilb.
“Una dosis letal de Dagoberto Gilb te está llegando, Arizona”.
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Junto con otros dos colegas, Lupe Mendez y Laura Acosta, el grupo comenzó a planear una Caravana Librotraficante, no diferente a las del Foro Social de los Estados Unidos que Parras y Lopez habían ayudado a organizar. La caravana fue una extensión del trabajo del equipo, durante 14 años, en Nuestra Palabra y los once años que pasaron en su programa de radio. A través de ambos proyectos, los Librotraficantes ya tenían una red informal de escritores latinos en todo el país.
Arrancando el 12 de marzo de Houston, Texas, la caravana pasaría por todas las ciudades del sudoeste –San Antonio, El Paso, Mesilla y Albuquerque– antes de llegar a Tucson el 16 de marzo. En esas ciudades, planeaban distribuir un juego completo de todos los libros prohibidos y otra literatura multicultural a organizaciones locales sin fines de lucro en un esfuerzo por crear “librerías clandestinas”. En cada ciudad, el grupo lideraría lecturas de los autores prohibidos, como Sandra Cisneros, Luis Alberto Urrea y Carmen Tafolla.
Después de emitir un comunicado de prensa, recibir la atención del Huffington Post, el New York Times, la CNN y Democracy Now!, y contactar con amigos y familia, el grupo reunió a 35 personas que acordaron viajar con ellos en el autobús durante una semana.
Hasta que comenzara, el grupo pasaba de sus trabajos al comedor de Lopez, que habían convertido en una improvisada sala de reuniones con pizarrón y proyector. Recibieron 1.000 libros, por valor de unos 20.000 dólares. Pero para lanzar la Caravana, estimaban que necesitarían 80.000$. Recibieron otros $15,000 en donaciones.
Durante las reuniones, discutían sus motivos para formar la Caravana. “Los estudiantes lo valen”, relató Lopez. “Tony y yo fuimos los primeros de nuestras familias en graduarnos en la universidad… Para un montón de latinos, atravesar la escuela secundaria es un desafío”.
“Si cosas como esta podían pasar en Tucson, donde tenían un programa sólido, bien establecido, ejemplar, durante años, con todo el apoyo de la comunidad, entonces podían pasar en cualquier parte”, decía Tafolla.
Pese a la significación del proyecto, el group también tenía sus temores respecto de comenzar la Caravana. Se preguntaban si los estudiantes de Tucson aceptarían su ayuda, si poner sus ideas en acción sería tan fácil como hablar al respecto, o si su enojo las arruinaría. Pero, al final, sus máximas personales sonaban verdaderas.
“Las leyes pueden fallarnos, pero podemos siempre recurrir al arte y empujar”, dijo Diaz.
“Si alguien iba a hacer algo, nosotros teníamos el poder de hacerlo”, dijo Lopez.
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A las diez de la mañana del 12 de marzo, la Caravana Librotraficante comenzó con una despedida en Houston, Texas. Un centenar de personas se reunieron fuera de Casa Ramirez, una tienda mexicana propiedad de Mariano Ramírez, que alguna vez había marchado con César Chavez. Los manifestantes portaban carteles hechos por la autora de libros infantiles Marie Elena Cortez, que decían: “Los legisladores de Arizona trataron de borrar nuestra historia, así que estamos haciendo más!” ; “Todo Arte es Ruptura” ; “Sólo el Arte Puede Salvarnos” ; “Tenemos un sueño… libros libres (NdT: “free” es “libres”, pero también “gratuitos”) para todos!”
En una carpa frente a la tienda, Tony Diaz se paró, micrófono en mano, detrás de una mesa cubierta con pan dulce, frutas y dulces mexicanos.
Entre los manifestantes había íconos de la comunidad como los activistas por los derechos de los inmigrantes María Jimenez y Pancho Claus, un hombre vestido con un traje Zoot rojo que entrega juguetes a los niños latinos en Navidad. Un conductor del canal de noticias Fox 26 entrevistó a los organizadores y ganaron un espacio en TV. Cuando el bus partió, la multitud lo ovacionó y corrió detrás suyo, deseando buen viaje a sus treinta y cinco librotraficantes.
La Caravana Librotraficante llegó a San Antonio para un mitín y una lectura frente al Alamo. Una audiencia de turistas, estudiantes, seguidores con posters, políticos, escritores, periodistas y hasta roqueros punk con cortes de pelo Mohawk se pararon a su alrededor para ver a poetas como Lorna Dee Cervantes contando su experiencia. Bryce Milligan de Wings Press estaba allí, con una donación de 200 libros de Curanderas, cuya fecha de publicación había sido coordinada para que los libros pudieran unirse a la caravana.
También Carmen Tafolla estaba entre la audiencia. Aunque había ayudado a Díaz a organizar el evento en el Centro Cultural Guadalupe, previsto para esa noche, no planeaba hablar. Tafolla había contraído una infección respiratoria y su médico le recomendó silencio total si no quería perder la voz.
“Hemos prohibido a nuestros autores… contrabandistas, como Carmen Tafolla”, dijo Díaz, mientras exhibía su libro prohibido Curandera y le pasaba el micrófono.
En ese momento, Tafolla no tenía idea de qué iba a decir, pero sabía que tenía que hablar.
“Un abrazo a todos aquí, porque están haciendo la tarea de la democracia”, dijo. La multitud la ovacionó. “Están haciendo la tarea sobre la que este país fue supuestamente construído”.
Algunos de los turistas del Alamo habían venido a escuchar a los oradores, pero la historia que escucharon no era la típica de los libros de la historia de los Estados Unidos. Era la historia presentada en Occupied America, Rethinking Columbus y otros libros chicanos. La multitud escuchó cómo el Alamo, el “santuario de la Libertad de Texas”, fue una vez parte de Mexico, y cómo los méxicanos-americanos como Tafolla no habían migrado ilegalmente a los Estados Unidos –en verdad, sus ancestros era nativos de la tierra antes de que fuera considerada Texas o Mexico.
“Volví a leer mi libro”, dijo Tafolla. “Hablaba sobre paz, sobre acabar con las guerras, sobre estar orgullosos de quienes somos como seres humanos. Hablaba del hecho de que la historia de San Antonio no empezó con ese edificio”, señaló al Alamo detrás suyo. “La historia de San Antonio comenzó 3.000 años antes, tal vez más”.
Tafolla también leyó en el Centro Cultural Guadalupe más tarde ese día y terminó sin voz por dos semanas, pero le da orgullo decir que valió la pena.
Luego, la Caravana emprendió su camino hacia El Paso, donde ofreció una lectura en el Mercado Mayapan en la histórica Chinatown de la ciudad. El barrio surgió en la década de1880 y alguna vez fue habitada por inmigrante mexicanos, anglos y chinos.
Pero luego de la lectura, hubo un pequeño problema.
“Tony, ¿donde vamos a dormir?”, preguntó uno de los pasajeros.
“Sabés –dijo—que hay chicos de 18 años que están demandando al estado de Arizona mientras van al colegio y trabajaban medio turno, por no hablar de tratar de mantener una relación con alguien y de ser chicos, y vos te parás ahí y me preguntás dónde va a dormir tu culo de clase media?”
El grupo decidió gastar en un hotel por esa noche. Parecía un precio pequeño que pagar, considerando lo que iban a recibir de escritores durante la Caravana. En San Antonio, Sandra Cisneros los había recibido en su casa y les había dado de comer. En Mesilla, Nuevo Mexico, Denise Chávez les dio dinero y coimda. Y Rudolfo Anaya les dio la bienvenida en su casa, dijo una plegaria por ellos y hasta les dio unos shots de tequila.
Finalmente, el grupo llegó a la soleada Tucson el 16 de marzo por la tarde. Carteles empapelados con caras rubias, sonrientes, de ojos azules se cernían sobre la ciudad repleta de restaurantes mexicanos y negocios de artesanías “coloniales”. En las calles, gente de diversos orígenes étnicos –negros, latinos, blancos—pululaban vestidos con el color verde del Día de San Patricio. En el John Valenzuela Youth Center, los Librotraficantes fueron recibidos por estudiantes y alumnos del Distrito Escolar Unificado de Tucson para una conferencia de prensa.
Acarreadores de libros llevaron más de mil libros a un centro juvenil, creando la primera “biblioteca underground” de Tucson. Mientras tanto, otros los entregaban a chicos por la calle desde la ventanilla de un low rider. Miembros de la Asociación Raza de Educadores de Los Angeles, California, trajeron un poco de arte callejero de LA a Tucson. Colgaron posters, pintados con spray de la obra Borderlands/La Frontera de Gloria Anzaldúa y la Pedagogía del Oprimido de Paulo Freire.
En un taller para cien estudiantes y cien maestros, Bryan Parras dio una clase del Teatro de los Oprimidos, Tony Díaz habló sobre sus prácticas de enseñanza de literatura latina, la autora Diana López dio una clase sobre cómo usar la antología Hecho en Tejas en una clase, y escritores prohibidos como Dagoberto Gilb compartieron sus experiencias. Al final de la sesión, cada maestro recibió una copia de Curandera, de Carmen Tafolla.
La Caravana ofreció su última Exhibición Literaria o, como se refirió a ella Díaz, una noche de “Prosa Que Te Cambia la Cabeza”, en la Universidad de Arizona.
Lorna Dee Cervantes leyó uno de sus poemas incluído en el libro prohibido Divisiones Infinitas (Infinite Divisions: An Anthology of Chicaca Literature), y de poetas como Orlando Ramírez y Sherman Alexie, cuyo trabajo también está incluído en antologías prohibidas.
La líder de la Caravana Liana Lopez se puso de pie para leer “Loose Woman”, un poema de Sandra Cisneros.
Por supuesto, no hubiera sido una noche “que te cambia la cabeza” sin la “dosis letal” que Díaz prometió a Arizona tres meses antes en su video –una dosis de Dagoberto Gilb. Desde un teléfono celular verde, que Gilb llamó, jocosamente, su “iTechAztec”, leyó no uno de sus propios poemas sino uno de Abelardo Lalo Delgado, llamado “América Estúpida”, que es parte de la antología prohibida Cantos al Sexto Sol.
“Stupid America,” leyó Gild, “remember / that Chicano / flunking math and English / he is the Picasso / of your western states / but he will die / with one thousand / masterpieces / hanging only from his mind.”
(“América Estúpida/ recordá/ aquel Chicano/ que reprobó matemática e inglés/ es el Picaso/ de tus estados del Oeste/ pero morirá/ con mil/ obras maestras/ colgando sólo de su mente”)
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Puede que la literatura latina en Arizona esté en cajas, pero los escritores, poetas y activistas que están detrás de los libros están saltando hacia afuera de las páginas. En lugar de desaparecer, estas voces se han vuelto más visibles, haciéndose escuchar de maneras y en lugar que nunca antes habían considerado.
Según Díaz, “ahora es la tarea de nuestra gente unirse y luchar en nombre de todos los norteamericanos para preservar el más esencial de los valores de norteamérica: la Libertad de Expresión. Debemos desafiar la censura”.
Para resistir la censura, Díaz prevé que Librotraficante se convierta en más que una lucha contra Tucson, en un movimiento nacional para promover la enseñanza de estudios étnicos. Ya ha propuesto un diplomado en estudios de Librotraficante.
“Es nuestro trabajo como artistas inspirar y dar instrumentos a nuestros estudiosos para cuantificar nuestra historia”, dijo Díaz. Propone un estudio de la historia a través de una “Demografía Cuántica”, o un estudio del multiculturalismo con la visión de que la historia se construye a partir de una serie de puentes culturales –como los hay entre los inmigrantes mexicanos, chinos e irlandeses en el Chinatown de El Paso—y no sólo un hilo singular de la historia de un grupo.
Desde que se hizo la Caravana, el movimiento Librotraficante ha recibido apoyo del Houston Chronicle y una cobertura en profundidad del Texas Observer. Un columnista del New York Times escribió también sobre la política de Arizona de censurar preguntas sobre raza. Un documental sobre el programa de Estudios México-Americanos de Tucson, llamado Precious Knowledge (Conocimiento Precioso) se lanzó al aire en Independent Lens, de PBs, el 17 de mayo. Hasta el Daily Show (NDT: popular programa de humor politico progresista) ha satirizado la situación, con una entrevista al consejero escolar de TUSD, Michael Hicks.
En tanto, mientras las copias de Curandera de la escuela esperan reuniendo polvo en Tucson, Carmen Tafolla fue declarada Poet Laureate (Poeta Laureada) en la cámara del concejo de la ciudad de San Antonio. La decisión fue tomada independientemente de los hechos en Tucson (Tafolla estaba entre 16 nominados por miembros de la comunidad de San Antonio y fue elegida en forma unánime por un comité nacional de poetas), pero resultó justó que fuera a la vez prohibida y honrada por su trabajo.
Tafolla quiere usar el título para mejorar el futuro. “Creo que podemos evitar que ocurra (en San Antonio)”, dijo. “Creo que también puedo usar mi voz para llegar a una audiencia nacional. Daré un discurso en la American Library Association en junio (de 2012) sobre la prohibición. Creo que el rol del Laureado da crédito al hecho de que escritores con calidad e ideas humanísticas están siendo prohibidos porque son México-americanos o parte del programa de Estudios México-Americanos”.
“Recuerdo cuando nuestro primer donante nos dio 100 dólares”, recuerda Lopez. “Dijo: ‘no estaba realmente segura de que lo lograrían’”. Después de apoyar y ver a sus colegas llegar a seis ciudades, reunir a varios grupos sociales y de activistas, leer sus trabajos e incluso escribir sus propias poesías por primera vez, Lopez ve un gran desarrollo personal. “Ha vuelvo a la gente mucho más segura respecto de una obra de la que no había estado muy segura antes”.
Con un nuevo título académico en preparación, atención de los medios nacionales y miles de libros en bibliotecas clandestinas en todo el Sudoeste, es difícil creer que la lucha de los Librotraficantes contra la censura comenzó como nada más que una broma entre amigos mientras cargaban cajas después de una feria literaria.
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