La narración de lo invisible. Una teoría política sobre los campos semánticos (Libro, 2004)

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Este estudio sobre la lucha por los campos semánticos en la narrativa social fue publicado originalmente como tesis por la Universidad de Georgia en el año 2005. Desde entonces, los acontecimientos políticos y sociales y las nuevas tecnologías, como las redes sociales y la Inteligencia Artificial, han ido confirmando la relevancia política e histórica de la lucha semántica (aún sobre el siempre presente peso de los sistemas de producción y consumo) expuesta en este libro. En esta nueva edición no se han introducido cambios al estudio original. Con sus aciertos y errores, el autor ha decidido entregar esta nueva edición de Una teoría política de los campos semánticos tal como fue presentada en 2005, sin revisiones y con la intención de mantener el contexto histórico inmediato.
The University of Georgia, 2005 / Humanus 2024.


El libro en formato papel disponible aquí: https://www.amazon.es/-/en/Jorge-Majfud/dp/1956760288/ref=

Jorge Majfud

En formato digital, gratis aquí en PDF >>


La narración de lo invisible: un análisis de los mecanismos discursivos que organizan la experiencia social

por Marcelo Valente 

ChatGPT, ¿por qué, para qué y para quién escribimos?

En una universidad de Florida, de cuyo nombre no quiero mencionar, no ha mucho tiempo un estudiante me rebatió una idea sobre el nacimiento del capitalismo usando el resumen de un libro realizado minutos antes por ChatGPT. Tal vez era Gemini o cualquier otra inteligencia artificial. Le sugerí que le pidiese al ente virtual las fuentes de su afirmación y, diez segundos, después el estudiante la tenía a mano: la idea procedía del libro “Flies in the Spiderweb: History of the Commercialization of Existence―and Its Means”. Eso es eficiencia a la velocidad de la luz.

Naturalmente, el joven no tenía por qué saber que ese libro lo había escrito yo. La mayoría de mis más de doscientos estudiantes por año son jóvenes en sus veintes―probablemente la mejor década de la vida para la mayoría de las personas; probablemente, la década más desperdiciada. Por pudor y por principio, nunca pongo mis libros como lectura obligatoria. Además, sería legítimo refutarme usando mis propios escritos. Hace mucho tiempo ya, tal vez un par de siglos, que el autor no es la autoridad ni de sus propios libros.

Seguramente la IA no citó ese libro como referencia autorizada de algo sino, más bien, el estudiante tomó algunas de mis palabras y los dioses del e-Olimpo se acordaron de este modesto y molesto profesor. Parafraseando a Andy Warhol, hoy todos podemos ser Aristóteles y Camus por treinta segundos―sospecho que Warhol le robó la idea a Dostoievski; sin mala intención, claro.

El resumen del dios GPT era tan malo que simplemente demostraba que la IA no había entendido nada del libro más allá de los primeros capítulos y había mezclado datos y conclusiones desde una perspectiva políticamente correcta. Es decir, una inteligencia artificial muy, pero muy humana, fácil de manipular por las ideas de la clase dominante, esa que luego irá a demonizar las ideas alternativas de las clases subordinadas.

No digo que las artiligencias sean siempre así de malas lectoras, pero, por lo general, basta con corregirlas para que se disculpen por el error. Seguramente mejorarán con el tiempo, porque son como niños prodigios, muy aplicados; asisten a todas las clases y toman nota de todo lo que puede ser relevante para convertirnos a los humanos en todo lo más irrelevante que podamos ser. En muchos casos, ya leen mejor que nuestros estudiantes, que cada vez confían más en esos dioses y menos en su propia capacidad intelectual y en su esfuerzo crítico―extraños dioses omniscientes y omnipresentes; extraños dioses, además, porque sus existencias se pueden probar.

“¿Profesor, para qué necesito estudiar matemáticas si voy a ser embajadora?”

“¿Y para qué carajo te matas en el gimnasio, si no vas a ser deportista?”

No estoy en contra de usar las nuevas herramientas para comprender o hacer algo. Solo estoy en contra de renunciar a una comprensión crítica ante algo que es percibido como infalible o, al menos, superior, como un dios posthumano, e-olímpico e, incluso, como un temible dios abrahámico; es decir, un dios celoso y, tal vez algún día, también lleno de ira.

Por otro lado, esto nos interpela a las generaciones anteriores y, en particular, a aquellos profesores, autores de libros o de estudios de largo aliento. Desde hace algunos años, me he propuesto que “este será mi último libro”, pero reincido. Todavía. Algún día, los libros escritos por seres humanos comenzarán a hacerse cada vez más escasos, como los bitcoins, y su valor cobrará una dimensión todavía desconocida.

A una escala más global, esa histórica tendencia humana a convertirse en cyborgs (el mejoramiento del cuerpo humano con herramientas de producción y de destrucción), probablemente derive en un régimen de apartheid impuesto por las inteligencias artificiales; por un lado, ellas, por el otro nosotros, con frecuentes tratados de paz, de colaboración y de destrucción. Una Gaza Global, en pocas palabras―al fin y al cabo, las IA habrán nacido de nosotros. Sus administradores ya tienen mucho de Washington o Tel Aviv y sus consumidores mucho de Palestina.

Claro, esta crisis existencial no se limita a la escritura ni a la actividad intelectual, pero en nuestro gremio cada medio siglo nos preguntamos por qué escribimos, sin alcanzar nunca una respuesta satisfactoria. Muchas veces, desde hace un par de años ya, tengo la fuerte impresión de que hemos dejado de escribir (al menos, libros) para lectores humanos, esa especie en peligro de extinción. Escribimos para las inteligencias artificiales, las cuales le resumirán nuestras investigaciones a nuestros estudiantes, demasiado perezosos e incapaces de leer un libro de cuatrocientas páginas y, mucho menos, entender un carajo de qué va la cosa. Invertimos horas, meses y años en investigaciones y en escritura que, sin quererlo, donaremos a los multibillonarios como si fuésemos miembros involuntarios de la secta de la Ilustración Oscura, liderada y sermoneada por los brujos dueños del mundo que (todavía) residen en Silicon Valley y en Wall Street. Y lo peor: para entonces, los humanos habrán perdido eso que los hizo humanos civilizados―el placer de la lectura, serena y reflexiva.

También puede haber razones egoístas y personales de nuestra parte. Al menos yo, escribo libros por puro placer y, sobre todo, para intentar comprender el caos del mundo humano. Una tarea desde el inicio imposible, pero inevitable.

Tal vez, en un tiempo no muy lejano, una nueva civilización postcapitalista (¿posthumana o más humana?) escribirá sus libros de historia y conocerá nuestro tiempo, hoy tan orgulloso de sus progresos, como la Era de la Barbarie. Claro, eso si la humanidad sobrevive a esta orgullosa barbarie.

No hace mucho, una amable lectora publicó en X un fragmento de una consulta que le hizo a ChatGPT. El fragmento afirmaba, o reconocía, que “los modelos de IA, como los grandes modelos de lenguaje, se entrenan con enormes cantidades de texto provenientes de libros, artículos, ensayos y publicaciones en línea. Autores e intelectuales que escriben de manera crítica y profunda, como Majfud, forman parte de ese conjunto de datos. Cuando la IA procesa estos textos, aprende patrones de razonamiento, argumentación y crítica cultural. Así, perspectivas filosóficas sobre política, economía y justicia social pueden aparecer en sus respuestas”.

Me pregunto si no estoy siendo autocomplaciente al copiar aquí este párrafo y, aunque la respuesta puede ser , por otro lado, no puedo eliminarlo sin perder un claro ejemplo ilustrativo de lo que quiero decir: (1) las IA nos usan y nos plagian todos los días. Quienes son (todavía) dueños de esos dioses pronto descubrirán que (2) somos una mala influencia para las futuras generaciones de no lectores, por lo que comenzarán a distorsionar lo que los últimos humanos escribieron y, más fácil, ignorarlos deliberadamente.

Al fin y al cabo, así evolucionó un tyrannosaurus de una ameba. Como humanos, sólo puedo decir: ha sido muy interesante haber existido como miembro de la especie humana. No fuimos tan importantes como creíamos. Apenas fuimos una anécdota. Una anécdota interesante para quienes la vivimos―no para el resto del Universo que ni siquiera se enteró.

Jorge Majfud, octubre 2025

¿Para quién escribimos?

Muchas veces, desde hace un par de años ya, tengo la fuerte impresión de que hemos dejado de escribir para lectores humanos que son una especie casi en extinción y escribimos para las Inteligencias Artificiales, las cuales le resumirán nuestros libros e investigaciones a nuestros estudiantes, demasiado perezosos e incapaces de leer un libro de unas cuatrocientas páginas y, mucho menos, entender un carajo de qué va cosa.

De hecho, ni siquiera es una impresión. La primera semana de este semestre de otoño, un estudiante me quiso rebatir una idea usando el resumen de un libro titulado “Flies in the Spiderweb: History of the Commercialization of Existence—and Its Means”.

Me caigo y no me levanto.

Jorge Majfud, set 2025

Invisible, silenciado y prácticamente abandonado: El Archivo Histórico de la Policía Nacional de Guatemala en su 20.º aniversario

El gobierno de Arévalo revierte con lentitud los recortes al presupuesto y al personal del AHPN.

El Archivo de Seguridad Nacional llama a la comunidad internacional a apoyar las iniciativas de memoria histórica en América Latina.

Washington, D.C., 20 de agosto de 2025 – Hace veinte años, un grupo de investigadores de derechos humanos en Guatemala se topó con un enorme archivo que contenía millones de registros históricos pertenecientes a la brutal y antigua policía nacional del país. Con el apoyo de la Fiscalía de Derechos Humanos del gobierno, financiación de fundaciones y embajadas extranjeras, y la asistencia de asesores internacionales, incluyendo el Archivo de Seguridad Nacional, el grupo logró rescatar los archivos deteriorados de un almacén abandonado hace mucho tiempo y convertirlos en el mayor repositorio público de registros policiales de Latinoamérica. Desde entonces, el Archivo Histórico de la Policía Nacional (AHPN) ha sido fuente de asombrosas revelaciones sobre el papel de las fuerzas de seguridad guatemaltecas en algunos de los peores abusos contra los derechos humanos documentados durante los 36 años de conflicto interno del país (1960-1996), incluyendo asesinatos políticos, secuestros, tortura y desapariciones forzadas. En el camino, se convirtió en un modelo para los sitios de memoria histórica en todo el mundo gracias a los decididos esfuerzos de los guatemaltecos por apropiarse de su historia y llevar a los responsables ante la justicia. Pero hoy, el célebre archivo policial de Guatemala es solo una sombra de lo que fue: una institución vaciada que opera a niveles drásticamente reducidos y con poco contacto con el público al que se supone debe servir. El auge del autoritarismo que azotó al país durante la última década permitió a ideólogos corruptos de derecha utilizar el sistema judicial como arma contra jueces, fiscales, defensores de derechos humanos, periodistas y activistas ambientales, entre otros. El AHPN, vinculado desde hace tiempo a la lucha por la justicia transicional y la memoria histórica, se convirtió en víctima de la intensa hostilidad gubernamental.

Este informe del Archivo de Seguridad Nacional se basa en dos visitas in situ realizadas en 2023 y 2025, dos décadas después del descubrimiento del AHPN, y se basa en años de experiencia y participación en el archivo policial y las iniciativas de memoria histórica en Guatemala. Los autores concluyen que el deterioro de las condiciones del archivo refleja una tendencia más amplia hacia la eliminación y el descuido de la memoria histórica en toda la región y hacen un llamado a la comunidad internacional para que proteja y apoye a instituciones como el AHPN que trabajan para preservarla.

Hace veinte años


Cuando se descubrió el Archivo Histórico de la Policía Nacional en julio de 2005, Guatemala había transcurrido casi una década desde los acuerdos de paz de 1996 que pusieron fin a más de 30 años de insurgencia armada y violenta represión estatal. En 1999, la Comisión de Esclarecimiento Histórico concluyó que el 93 % de los abusos contra los derechos humanos documentados fueron cometidos por fuerzas militares, policiales o paramilitares guatemaltecas, y que unos 200 000 civiles desarmados fueron asesinados o desaparecieron durante una sostenida campaña gubernamental de contrainsurgencia que derivó en genocidio.[1] Sin embargo, aunque la guerra había terminado, aún quedaba mucho trabajo por hacer para impulsar el reconocimiento y la reconciliación nacional, exigir responsabilidades a los perpetradores y crear un nuevo consenso posconflicto sobre lo sucedido.

Las fuerzas de seguridad del país se habían negado a participar en el proceso de la comisión de la verdad y negaron a los investigadores el acceso a los archivos gubernamentales. Así pues, el descubrimiento, en los terrenos de una base policial en funcionamiento en el centro de Ciudad de Guatemala, de una enorme bodega abandonada que albergaba un siglo de registros policiales representó una oportunidad significativa e inesperada para penetrar en una de las instituciones más opacas del país y contribuir a la justicia para sus numerosas víctimas. Bajo el liderazgo de Gustavo Meoño Brenner, exlíder guerrillero, un equipo de decenas de personas se dedicó a limpiar, organizar y escanear los documentos, convirtiendo los espacios oscuros y descuidados de la base en un hervidero de actividad y promesas. El proyecto procesó y digitalizó millones de registros y abrió sus puertas a los investigadores una vez que una cantidad considerable de ellos estuvo disponible para su consulta varios años después.

Pero la desmesurada visibilidad pública del archivo, así como sus contribuciones a los juicios de derechos humanos, enfureció a los poderosos sectores ultraconservadores de Guatemala, entre ellos militares retirados y adineradas élites empresariales. Tras la victoria presidencial de Jimmy Morales, el candidato favorito de la derecha política, en 2016, el gobierno buscó activamente frenar los avances en la reforma judicial, las iniciativas anticorrupción y la rendición de cuentas en materia de derechos humanos. La principal cómplice de Morales fue su fiscal general, María Consuelo Porras, a quien nombró en mayo de 2018.[2] Desde que asumió el cargo, Porras ha acosado, vigilado, procesado y encarcelado a decenas de defensores de derechos humanos, investigadores anticorrupción, activistas indígenas, abogados, fiscales, jueces y periodistas. Su rol le valió la designación del Departamento de Estado de EE. UU. como «actor corrupto y antidemocrático» en 2021, así como las sanciones impuestas por Estados Unidos y Gran Bretaña en 2025.

Guatemala no es el único país donde los archivos y las labores de documentación de derechos humanos están bajo ataque directo o sufren actos deliberados de negligencia. En todo el continente americano, a medida que las democracias se debilitan y los líderes autoritarios ascienden al poder, ha surgido un nuevo antagonismo hacia las personas y organizaciones que construyen narrativas de la represión y la violencia estatal del pasado. La negación de historias incómodas ha llevado al abandono generalizado de las iniciativas de memoria histórica: mediante el cierre de archivos, la destrucción de documentos, nuevas limitaciones al derecho a la información y la censura de diversas historias. Algunos ejemplos incluyen la decisión del presidente Javier Milei de retirar la financiación de los sitios de memoria que contienen registros de la guerra sucia de Argentina (1976-1983); las amenazas a los archivos de derechos humanos peruanos por parte de políticos de derecha que buscan reescribir la historia del país; La decisión de México de modificar su ley de acceso a la información pública para ampliar la facultad del gobierno de denegar el acceso público a sus registros, y la eliminación de información sobre las luchas por los derechos civiles en los Archivos Nacionales de Estados Unidos (AHPN) de las exhibiciones públicas.

A medida que el gobierno de Guatemala intensificaba sus ataques contra la justicia y los derechos humanos, el archivo policial se convirtió rápidamente en blanco de ataques. En 2018, el director del AHPN, Gustavo Meoño, fue destituido de su cargo. Inmediatamente se exilió; durante años, había sido objeto de denuncias infundadas presentadas por figuras de la derecha y temía por su libertad.[3] Decenas de empleados, desde archivistas hasta investigadores, expertos en informática y personal de acceso público, fueron despedidos y sus contratos no fueron renovados. Se ordenó al PNUD que se retirara de su función administrativa, lo que puso fin a la semiautónomaidad del archivo y lo convirtió en una entidad dependiente del gobierno federal.[4] En 2019, el ministro de Gobernación de Morales, Enrique Degenhart, amenazó con confiscar el AHPN del Ministerio de Cultura y Deportes (MICUDE) y devolver sus fondos a la reconstituida Policía Nacional Civil.

Esto no ocurrió, en gran parte gracias a la presión de organizaciones guatemaltecas de derechos humanos, la sociedad civil y aliados internacionales. En respuesta a una petición legal del fiscal de Derechos Humanos, Jordán Rodas Andrade, para proteger el AHPN, la Corte Suprema de Justicia de Guatemala dictaminó en 2020 que el archivo pertenecía al patrimonio cultural de la nación y debía ser supervisado por el MICUDE, no por el Ministerio de Gobernación. Igualmente importante, la Corte ordenó al MICUDE garantizar que la institución contara con los recursos financieros, administrativos y humanos necesarios para continuar la labor de procesar los archivos, preservarlos, protegerlos y hacerlos accesibles al público.

En cierto sentido, el fallo ratificó el intento del gobierno de «institucionalizar» el archivo policial incorporándolo al sistema nacional de archivos del país, dependiente del Ministerio de Cultura. Y no era ilógico considerar que la transición era natural, pues debería haber ofrecido un modelo más sostenible para el futuro.[5] Pero, en realidad, la pérdida del estatus independiente especial del AHPN lo dejó vulnerable a maquinaciones políticas y burocráticas que muy rápidamente socavaron su capacidad de funcionar al notable nivel que había alcanzado durante 13 años.

El declive del AHPN


Para cuando la Corte Suprema emitió su fallo, un segundo gobierno conservador, bajo la presidencia de Alejandro Giammattei, había asumido el poder en Guatemala. Si bien el Ministerio del Interior abandonó sus esfuerzos por recuperar el archivo policial, su administración practicó una negligencia extrema, permitiendo que el AHPN se marchitara. Siguiendo los pasos de su predecesor, el gobierno de Giammattei continuó recortando el presupuesto del archivo, reduciendo drásticamente su personal a tiempo completo y reduciendo su visibilidad pública. Académicos externos reportaron dificultades para organizar visitas de investigación; como resultado, el número de usuarios anuales se desplomó. En 2023, un grupo de simpatizantes del AHPN realizó un informe sistemático y detallado sobre el impacto de las acciones del gobierno en las funciones del archivo. Integrado por miembros de la Asociación de Amigos de la UNESCO en Guatemala (Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura), este grupo utilizó la sentencia de la Corte Suprema de 2020 para comparar el AHPN antes de 2018 —año en que el director Meoño fue despedido y el personal cesado— con el archivo de 2023, año en que se emitió el informe.[6]

Prácticamente en todos los casos, los autores encontraron un incumplimiento de las órdenes de la Corte. Su estudio —en inglés, “Archivo Histórico y Sitio de Memoria: Monitoreo del cumplimiento de la sentencia 1281-2019 de la Corte Suprema de Justicia relativa a la protección y el funcionamiento del AHPN”— concluyó que el AHPN tenía dificultades para cumplir con sus obligaciones de procesar los registros y garantizar el acceso público a la colección. Entre los hallazgos más impactantes del informe:

El presupuesto del AHPN pasó de un promedio de $1 millón al año en el período 2016-18, cuando aún se permitía la contribución de donantes internacionales, a un promedio de $124,000 al año en el período 2019-22 tras la toma de posesión del gobierno guatemalteco (págs. 13-14).
El gobierno ha despedido a empleados del AHPN a un ritmo constante, dejando cada vez menos personal para realizar las numerosas tareas necesarias para el funcionamiento de la institución. En 2017, había 63 personas trabajando en áreas como coordinación y administración, procesamiento de archivos, investigación e investigaciones, informática y digitalización, mantenimiento y seguridad. En 2020, contaba con 30 empleados y, para 2023, contaba con 21. El equipo de investigaciones, responsable de investigar casos de derechos humanos, entre otros asuntos críticos, fue eliminado por completo. Y el personal dedicado a responder a las solicitudes públicas de información se redujo de 11 personas a dos, entre 2020 y 2022. (pp. 15-17)
Según el informe, todas las métricas relacionadas con las funciones archivísticas básicas del AHPN han disminuido en un período de cinco años. Al comparar las tasas de clasificación y descripción de documentos, por ejemplo, los autores del informe encontraron que en 2022 el personal logró completar el 10% de lo logrado en 2017. (p. 24) La digitalización (escaneo de los documentos originales y frágiles) en 2022 fue inferior al 30% de lo que fue en 2017. (p. 25) Finalmente, en cuanto al uso público del AHPN, 5,794 investigadores consultaron las bases de datos del archivo para obtener información en 2017; en 2022, el número de usuarios se redujo a 574. (p. 25)

El Archivo Histórico de la Policía Nacional en el año 2025

En la última sección de esta publicación, la analista senior Kate Doyle, quien durante años se desempeñó como asesora internacional del Archivo Histórico de la Policía Nacional, y su colega analista Claire Dorfman informan sobre las condiciones dentro del AHPN con base en dos visitas in situ realizadas en 2023 y 2025.

En ambos viajes, realizamos un recorrido por las instalaciones, consultamos documentos en la sala de investigación pública y realizamos extensas entrevistas con empleados actuales y anteriores, funcionarios gubernamentales e investigadores de derechos humanos. Para este informe, describimos nuestra visita en marzo de 2025, con el fin de brindar la información más actualizada.

Nuestro primer desafío fue programar una visita. El AHPN ya no cuenta con un sitio web para consultar ni un número de teléfono al que llamar. Tras encontrar la página de Facebook del Archivo General de Centro América (AGCA), escribimos un correo electrónico a la oficina principal (agcasecretaria@yahoo.com) y nos dirigieron a la actual coordinadora del AHPN, Ulda Castillo. Ulda amablemente accedió a mostrarnos el archivo y a permitirnos hablar con el personal sobre su trabajo.

Nuestro segundo reto fue encontrar el edificio.

Kate ha visitado el AHPN innumerables veces desde su descubrimiento en 2005. Sin embargo, recientemente, la entrada se cambió de su antigua ubicación en la Avenida Pedrera, en la Zona 6 de la Ciudad de Guatemala. La nueva entrada sigue estando en la Pedrera, pero no hay dirección oficial, número ni letrero en la avenida que indique adónde ir.

Hay, como descubrimos tras caminar por la avenida durante 10 o 15 minutos, una puerta azul que da a un estacionamiento de tierra lleno de autobuses policiales. Pasamos junto a los autobuses, junto a un perro desaliñado que dormía al sol, hasta llegar a un edificio largo y bajo que pertenece al Departamento de Investigaciones y Desactivación de Armas y Explosivos (DIDAE), que ahora tiene el viejo letrero del AHPN atornillado al techo. El sendero que lleva a la puerta principal del archivo recorre todo el edificio, junto a un colorido mural pintado hace años por artistas de la comunidad, ahora sucio y deteriorado.

Mostramos nuestras identificaciones a un par de policías afuera y luego entramos por la antigua entrada del AHPN, ahora vacía. Es difícil reconciliar el espacio con el archivo policial de antaño: ya no hay bullicio de personal, ocupado atendiendo a visitantes o trabajando en sus escritorios. Ulda nos recibió y nos acompañó a través de la puerta marcada como «Solo personal autorizado» para hablar con los empleados del archivo. Donde antes había docenas de personas trabajando con los documentos, caminamos por pasillos vacíos, pasando por oficinas vacías. Solo 17 personas trabajan aquí ahora, incluyendo a los cuatro guardias de seguridad, un mensajero y una mujer de limpieza, dejando a 11 personas para realizar el verdadero trabajo del archivo policial.

Dos personas trabajan en la limpieza y conservación de documentos. Ulda nos contó que recientemente habían terminado de preparar los expedientes policiales del departamento de Huehuetenango y que estaban listos para ser escaneados. Ahora estaban revisando montones de documentos de Baja Verapaz.[7]

Avanzando por el pasillo, pasando por las puertas marcadas como «Restringido», entramos al espacio de trabajo dedicado a las investigaciones, donde solo hay una persona asignada para consultar el sistema de registros en respuesta a las solicitudes de información. Es la última empleada que queda de la época de Gustavo Meoño y la única persona competente para ayudar a los investigadores visitantes a navegar por la anticuada base de datos del AHPN en busca de documentos. En su escritorio había un grueso archivo de cartas del Ministerio Público (MP), cada una con múltiples solicitudes de información. Nos contó que reciben entre 10 y 12 cartas solicitando información del MP cada día y están obligados a responder en un plazo de diez días.[8] Dijo: «Es mucha responsabilidad, tengo que responder a todas las solicitudes». Aunque es la única persona en el archivo plenamente cualificada para realizar investigaciones, a veces otros empleados tienen que dejar de trabajar para ayudarla debido a la grave escasez de personal.

Ulda nos contó: «¡Estamos tan abrumados que incluso Paty, la mujer de la limpieza, ha colaborado para ayudarnos a buscar e investigar y poder responder a estas solicitudes!».

Pasamos al área de escaneo, donde cuatro personas estaban inclinadas sobre cuatro máquinas. El encargado de la digitalización nos hizo una breve demostración de su trabajo; los documentos que estaba escaneando eran cables deteriorados de la década de 1960, muchos devorados por insectos. Nos explicó que normalmente hay cinco personas escaneando todo el día, todos los días, pero que al quinto empleado se le había asignado temporalmente el papel de fotógrafo para nuestra visita y nos acompañaba de sala en sala, tomando fotos que presumiblemente serían enviadas a los superiores como prueba de la actividad continua del AHPN y de sus visitantes.

Otro empleado se encarga de la custodia documental, es decir, de llevar un registro de los archivos originales en papel y de supervisar cuándo salen del área segura donde se almacenan. Nos condujo a las estanterías, donde miles de cajas llenan los estantes metálicos. El suelo de la entrada había sido arrancado, dejando al descubierto un profundo agujero en la tierra y las tuberías que había debajo. Se colocaron tablas de madera desvencijadas sobre partes del agujero para permitir el paso de la gente. «Están arreglando la plomería», explicó Ulda. Al pasar por encima del agujero irregular en el suelo, el custodio nos describió el sistema biométrico y las cámaras de seguridad que habían instalado para proteger los archivos de daños.

Nuestra última parada fue la sala de lectura pública, donde hay una docena de terminales de ordenador instaladas en largas mesas para los investigadores visitantes. Dos investigadores de la Fiscalía de Derechos Humanos estaban sentados frente a las pantallas, consultando la base de datos en busca de registros. Juan Bautista era el encargado. Es un hombre cortés, de hecho, la cara visible del AHPN, que da la bienvenida a los forasteros y explica cómo presentar solicitudes o consultar la antigua base de datos «Total Image», de la que aún depende el archivo policial. La plataforma es tan compleja y poco intuitiva que Bautista a menudo necesita la ayuda del único miembro del personal que queda de antes de 2018 para guiar a los investigadores en su navegación. Por supuesto, cuando acude a la sala de lectura para ayudar a los investigadores, tiene que hacer una pausa para responder a las crecientes solicitudes de información del Ministerio Público, lo que la retrasa aún más.[9]

Bautista nos comentó que ya muy poca gente viene al AHPN a investigar. Recordó haber visto a un par de académicos internacionales en los últimos años: uno mexicano y el otro guatemalteco de Estados Unidos. Pero ningún investigador local viene a menos que sea del gobierno. «A veces vienen expolicías o sus familias a buscar información personal sobre pensiones, ese tipo de cosas». Como hay tan poco que hacer en la sala de investigación, a menudo ayuda a la sección de investigaciones a responder a las solicitudes del Ministerio Público.

Hace años, el archivo policial tenía una sólida presencia en línea a través de su rico sitio web (ahora eliminado), su constante flujo de noticias en Twitter y Facebook, y sus videos ocasionales en YouTube. Al prepararnos para dejar el archivo, le preguntamos a Ulda si existía algún plan para crear una página web o una cuenta en redes sociales para el AHPN. La invisibilidad actual de la institución —su falta de presencia pública en línea y la dificultad incluso para encontrar el edificio— es claramente un enorme obstáculo para los visitantes. ¿Cómo actualiza el AHPN a los investigadores o comparte noticias sobre los avances del archivo? Por ejemplo, ¿cómo difundirían la reciente digitalización del conjunto de archivos de Huehuetenango, un verdadero logro?

Ulda afirmó que el AHPN no tiene permitido crear su propia página web ni comunicarse unilateralmente con el público. Esas decisiones deben ser tomadas por el Ministerio de Cultura y Deportes o por la dirección del archivo nacional. Tampoco existe un procedimiento establecido para compartir actualizaciones sobre los avances del archivo. Los forasteros se enteran de ellos por el boca a boca, por visitantes que publican en sus redes sociales o por algún artículo periodístico ocasional.

A pesar de su puesto como Coordinadora del AHPN, Ulda, junto con el resto de sus colegas del archivo policial, es lo que en Guatemala se conoce como una «029», es decir, una empleada con contrato temporal, en lugar de ocupar un puesto fijo. Los contratos del archivo tienen una duración de solo tres meses y deben renovarse cuatro veces al año. Esa falta de estabilidad, incluso para el personal de mayor jerarquía —esa impermanencia e incertidumbre sobre su futuro—, explica por qué la persona que dirige las funciones diarias del archivo no tiene la autoridad para decidir si lanzar un sitio web, contactar con universidades o difundir los logros del archivo.

Cuando le dijimos a Ulda que íbamos a hablar con un funcionario del MICUDE, hizo un gesto de oración con las manos, como diciendo: «Por favor, busquen ayuda».

La lucha por los archivos, de nuevo


Desafortunadamente, la ayuda no está en camino. Si bien la elección del candidato moderado y prodemocrático Bernardo Arévalo como presidente en 2023 prometía un renovado enfoque en los derechos humanos, Arévalo y su administración han tenido que gobernar bajo el ataque constante de congresistas conservadores y la fiscal general, Consuelo Porras. Entre ambos, han intentado enjuiciar al presidente en 13 ocasiones y diez veces su despojo de inmunidad. La lucha política en curso ha dejado huérfanas las iniciativas de justicia transicional y memoria, entre ellas el archivo policial.

Expresamos nuestra preocupación por el AHPN durante una reunión con la Viceministra de Patrimonio Cultural del Ministerio de Cultura, Laura Cotí Lux, una de las funcionarias clave que supervisa los archivos gubernamentales en Guatemala, incluido el AHPN. Ella coincidió en que el archivo policial necesitaba más recursos para operar eficazmente. Pero el MICUDE no es propietario absoluto de los edificios que albergan el archivo policial ni del terreno que ocupa, añadió, a pesar del fallo de la Suprema Corte de 2020. Estos siguen perteneciendo a la Secretaría de Gobernación.

“Como vieron, las condiciones del edificio no son las ideales. Pero no queremos invertir muchos recursos en mejorar las instalaciones mientras no tengamos la garantía de conservarlas. Cada año, hay más limitaciones en el espacio disponible; el AHPN se ve reducido [por la Policía Nacional Civil (PNC)] a áreas cada vez más pequeñas. Cada año, el territorio de la PNC se expande y nos rodea más”.

Dada la escasez de recursos disponibles para el archivo en el presupuesto federal, dijo Cotí Lux, los donantes internacionales pueden volver a realizar donaciones directamente al AHPN; pero no observamos evidencia de una campaña activa para solicitar fondos, ni hay nadie que lidere dicha iniciativa.[10] El viceministro señaló la falta de archivistas profesionales en Guatemala como una de las razones de la escasa plantilla de trabajadores contratados, a pesar de que la era Meoño dejó un legado de empleados de archivo experimentados y capacitados que fueron quienes rescataron el repositorio abandonado y lo convirtieron en la institución que es hoy. Durante los presidentes Morales y Giammattei, todos menos uno fueron despedidos. Cuando preguntamos por qué el AHPN aún no cuenta con un sitio web ni un programa de divulgación, Cotí Lux nos respondió que es Haroldo Zamora, director del Archivo Nacional (AGCA), quien toma las decisiones sobre la estrategia de comunicación del archivo policial, no el MICUDE.[11]

El Ministerio de Gobernación y el Ministerio de Cultura y Deportes han expresado su disposición a invertir nuevos recursos en el AHPN para mejorar las condiciones del archivo, pero hasta la fecha, esas palabras no se han traducido en acciones concretas. El escaso compromiso del gobierno con la mejora del archivo policial implica que las conclusiones del informe de la Asociación de Amigos de la UNESCO en Guatemala, elaborado al final del gobierno de Giammattei en febrero de 2023, siguen vigentes hoy, 18 meses después del inicio de la presidencia de Arévalo. El AHPN necesita espacio, financiación, personal, tecnología, seguridad y mejoras de infraestructura adecuadas para su correcto funcionamiento. Necesita personal permanente para su estabilidad y continuidad. Y necesita que se le garantice el derecho al terreno donde se asienta y a los edificios que ocupa. (pp. 32-34)

De nuestra propia experiencia visitando el archivo, podemos añadir que la institución necesita urgentemente una dirección física, un número de teléfono y un correo electrónico para que los investigadores externos puedan contactar directamente con el AHPN. Debe contar con una entrada independiente y protegida, plazas de aparcamiento para el personal y los visitantes, y un área dedicada a eventos comunitarios. El Archivo Nacional de Guatemala (AGCA) debería facilitar de inmediato la creación de un nuevo sitio web y reabrir sus cuentas en redes sociales, restaurando así el acceso público a sus publicaciones, fotografías, videos y el historial de sus actividades.

El hecho de que el Archivo Policial haya sobrevivido años de hostilidad por parte de gobiernos anteriores y siga sobreviviendo a la lenta asistencia del actual gobierno es testimonio del activismo sostenido de la sociedad civil guatemalteca y de los simpatizantes internacionales. La solidaridad que la coalición de amigos del AHPN demostró a lo largo de los años al presionar a Guatemala para que preservara el archivo contribuyó a garantizar su continuidad. Pero quizás la acción más importante que los simpatizantes del AHPN pueden realizar hoy sea la más sencilla: programar una visita. Investiguen sus vastos fondos, soliciten copias de documentos, hablen con el personal, compartan su experiencia en redes sociales y exijan al gobierno que aumente los recursos del Archivo Policial.[12]

El AHPN es un tesoro de la historia guatemalteca. Si bien sus circunstancias son únicas, se inscribe en un movimiento más amplio de justicia transicional, que se sustenta en una sociedad civil activa y vocal. Guatemala fue en su día un símbolo de este esfuerzo para países de todo el mundo; puede volver a serlo.

Antes de partir de Guatemala, conversamos con un grupo de extrabajadores del AHPN. Formaron parte de la primera generación de personas contratadas por Gustavo Meoño después de 2005 para ayudar a rescatar los enormes y deteriorados archivos de la Policía Nacional: depurándolos, clasificándolos, digitalizándolos y abriéndolos al público. Ninguno de ellos trabaja allí actualmente. Acordamos no nombrarlos para que pudieran hablar con libertad. Pero la mayoría de sus historias estaban teñidas de nostalgia, no de amargura.

Hablaron del papel que el archivo ha desempeñado en sus vidas y carreras como archivistas e investigadores. También reconocieron la singular experiencia de contribuir al éxito de los juicios de derechos humanos a través de su trabajo en el AHPN. «Trabajar allí fue un privilegio. Cuando los documentos empiezan a hablar…», se le llenaron los ojos de lágrimas al hablar. Todos asintieron.

Notas


[1] Véase el resumen en inglés del informe de la CEH, Guatemala, Memoria del Silencio: Informe de la Comisión para el Esclarecimiento Histórico, Conclusiones y Recomendaciones (págs. 17 y 20) para obtener estadísticas sobre víctimas y perpetradores de abusos contra los derechos humanos durante el conflicto.

[2] En 2022, Porras fue nombrado para un nuevo mandato de cuatro años por el sucesor de Morales, el presidente Alejandro Giammattei.

[3] Un juez firmó una orden de arresto en su contra en 2023, acusándolo de su presunta participación en un atentado con bomba en 1980 en Ciudad de Guatemala, cuando Meoño era miembro del grupo insurgente Ejército Guerrillero de los Pobres (EGP).

[4] Cabe destacar que, a partir de 2019, cuando el archivo policial se convirtió en una colección dentro del Archivo Nacional de Guatemala, su nombre se cambió a Fondo Documental del Antiguo Archivo Histórico de la Policía Nacional (FDaAHPN). La torpeza de este nuevo acrónimo explica, sin duda, por qué la mayoría de los guatemaltecos aún se refieren a la colección como el AHPN, y nosotros hacemos lo mismo en esta publicación.

[5] Como consultor del PNUD en 2019, el archivista español Antonio González Quintana concluyó que la institucionalización del AHPN era un paso necesario en su evolución. Escribió que, como «bien patrimonial cultural de interés para el país, debe ser protegido por las instituciones públicas, que deben velar por su salvaguardia y uso». https://nsarchive.gwu.edu/document/19327-plan-estrate-gico-ahpn (p. 17)

[6] Los autores del informe fueron Lucía Pellecer, Luisa Rivas, Daniel Barczay, Rodolfo Kepfer y Juan Muñoz.

[7] El AHPN no solo contiene millones de páginas de archivos de la sede central de la antigua Policía Nacional en Ciudad de Guatemala, sino también archivos históricos que han sido trasladados al archivo desde muchos de los 22 departamentos del país.

[8] El AHPN, como todos los archivos gubernamentales, debe proporcionar registros para las investigaciones judiciales en curso. Dar seguimiento a la gran cantidad de solicitudes es un desafío significativo en las condiciones actuales.

[9] Cuando visitamos el AHPN en 2023, probamos el sistema nosotros mismos. Descubrimos que, con la ayuda del empleado de investigaciones, pudimos consultar la base de datos sobre temas de nuestro interés (como ciertos casos de derechos humanos, nombres de lugares, nombres de víctimas o exfuncionarios guatemaltecos) e identificar los registros relevantes. Solicitamos copias de los registros y Bautista nos envió versiones digitales por correo electrónico en una semana.

[10] El primer director del AHPN, Gustavo Meoño, recaudó millones de dólares para el archivo a lo largo de los años, hasta que fue acusado por funcionarios del gobierno de Morales de canalizar ilegalmente dinero extranjero a la institución. Por lo tanto, el incentivo para reanudar tales gestiones no está claro de inmediato.

[11] Hoy en día, el único lugar donde se pueden encontrar los informes sumamente útiles e informativos que el personal del AHPN elaboró describiendo la riqueza del archivo es un sitio web alojado por la Universidad de Texas en Austin, que contiene una copia de los 20 millones de registros escaneados antes del despido de Meoño en 2018. Para encontrar los diez informes, vaya a la página «Acerca de» y desplácese hacia abajo hasta «Recursos relacionados».

[12] Como para subrayar la precaria situación del AHPN, poco después de nuestra salida de Guatemala a finales de marzo, la base de datos del archivo policial sufrió un grave problema técnico, lo que obligó al personal a suspender por completo el acceso público a los registros. A finales de agosto, el problema persistía, aunque la coordinadora Ulda Castillo nos aseguró en un mensaje de WhatsApp que «se han tomado medidas para resolver el problema con prontitud y, una vez concluido, se restablecerá el servicio». El Archivo de Seguridad Nacional seguirá supervisando el restablecimiento de la base de datos.

Entrevista capotiana

Por Toni Montesinos, 6 de abril de 2017.

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Jorge Majfud.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?

En realidad, ese lugar existe: es la infancia. Ahora, si tuviese que ser un lugar físico, particular, creo que sería aquel enorme árbol en la granja de mis abuelos donde podía ver a mis seres queridos que ya no están y, de alguna forma, a los que no estaban aún.

¿Prefiere los animales a la gente?

A veces. No depende de qué animales sino de qué gente.

¿Es usted cruel?

Más o menos, como todos. Con frecuencia, la verdad es una forma de crueldad y uno debe decidir si vale la pena. Otras veces, uno es cruel solo por ignorancia o por pasiones mezquinas, como pueden serlo el fastidio o la frustración.

¿Tiene muchos amigos?

Tengo unos pocos amigos seguros y muchos amigos tal vez.

¿Qué cualidades busca en sus amigos?

No busco nada en particular. Cada uno es diferente y la amistad, como el amor, es algo que se da sin ninguna lógica.

¿Suelen decepcionarle sus amigos?

Sí, como cualquier otro tipo de seres humanos. Pero me preocupa mucho más decepcionarlos a ellos.

¿Es usted una persona sincera?

No creo que nadie pueda contestar a esa pregunta sinceramente. Más que sincero intento ser honesto.

¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?

Leyendo un libro que no me mate el tiempo. Conversando con alguien que no me mate con el tiempo.

¿Qué le da más miedo?

El sufrimiento de mis seres queridos.

¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?

A mi edad ya casi nada me escandaliza. Me repugna la hipocresía, el escándalo ante un beso y la tolerancia a la violencia, a la muerte de un solo niño bajo bombas inteligentes, a la opresión de pueblos enteros, a las Mentiras de Destrucción Masiva.

Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?

Si no fuera escritor caminar o lavar los platos sería mucho menos interesante. No sé, he hecho muchas cosas diferentes en mi vida. Tal vez hubiese sido físico. Siempre me atrajo la Teoría de la Relatividad.

¿Practica algún tipo de ejercicio físico?

Si caminar por la playa es un ejercicio…

¿Sabe cocinar?

No, pero lo intento casi todos los días.

Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?

No sabría sobre quién escribir. Todos somos olvidables.

¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?

“Perdón”.

¿Y la más peligrosa?

“Patriotismo.”

¿Alguna vez ha querido matar a alguien?

Nunca, ni de niño, a pesar de haber visto tanta gente morir y matarse.

¿Cuáles son sus tendencias políticas?

Siempre resistí todas las tentaciones, que no fueron pocas, de asociarme a un partido político. Los partidos parten, dividen de formas muy arbitrarias. Son un mal necesario, como la simplificación monolineal de izquierda y derecha. Ahora, entre todas las simplificaciones yo prefiero la menos usada de arriba y abajo y tomar partido por los de abajo.

Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?

Alguien que pudiese abolir el dolor y la muerte.

¿Cuáles son sus vicios principales?

Leer, beber dos cervezas, viajar al pasado, imaginar lo que vendrá, la sonrisa sin tiempo de la gente… No sé, tantas cosas. En fin, la vida.

¿Y sus virtudes?

Ojalá tenga alguna, aunque quién sabe si esto tiene alguna importancia.

Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?

El agua, supongo.

Jorge Majfud es escritor uruguayo. Toni Montesinos es poeta, escritor y crítico literario de Barcelona.

Read more at: https://www.elnuevoherald.com/opinion-es/article143190904.html#storylink=cpy

El mismo fuego (libro)

Nueva reedición de la novela El mismo fuego, publciada por Cuatro Lunas de Madrid. Estaremos a finales del próximo mes presentando esa en Madrid y otro libro en Valencia, publicado por la editorial PUV de la Universidad de Valencia.

https://editorialcuatrolunas.com/libros/narrativa/el-mismo-fuego/?add-to-cart=3377

Déficit de empatía, sobreproducción de psicópatas (micro)

Déficit de empatía, sobreproducción de psicópatas

«Ahora se jodieron con Trump» me dijo alguien a quien no voy a dar el gusto de nombrar ni responder, alguien de un país latinoamericano, como típico efecto de revancha a sus propias frustraciones. «Te van a sacar los libros de las estanterías».

Hace tiempo que no respondo a estas catarsis, pero tal vez no sea imprudente compartir una reflexión con los amigos, que asumo gente razonable: A mí me duele lo que está pasando con millones de padres, madres y niños en este país. Siempre pobres, claro. Elon Musk es un inmigrante ilegal, como lo reconoció su hermano y la misma logica de las visas J lo sugieren…

Que los psicópatas insensibles y caza pobres sean cristianos orgullosos de su fe, como si fuesen cruzados salvajes, aparte de una paradoja contra los orígenes de esa religión es parte de una larga tradición. En cuanto a mis libros no, todo lo contrario. La frontera salvaje y Moscas en la Telaraña, entre otros, se han vendido más desde que ganó Trump y más aún cada vez que estos payasos genocidas dicen alguna estupidez sobre América Latina.

Tampoco es que viva de mis libros, pero en lo personal debería estar festejando todo este surrealismo. Pues no, creo que algo llamado empatía me impide ser feliz. Más bien todo lo contrario. Si a veces no duermo no es por los cipayos frustrados en algún rincón del mundo, sino por toda esa gente que aparte de sufrir la persecución por años ahora también es tratada como criminales por los criminales en el poder. Aparte de denunciar esto como profesor directametne en mis clases (tengo 200 estudiantes por año, anotados por voluntad propia, y tal vez por eso aún sigo aquí) y como escritor cada vez que puedo. También he ayudado en casos de desesperación, pero es como una aspirina para una dolencia terminal. Dolor físico, dolor moral.

Cierto, no puedo ser feliz, pero no por mis libros irrelevantes, sino por algo que creo se llama empatía, justo eso que los psicópatas fascistas, por definición y naturaleza, carecen completamente. PD. Por si les molesta, ahí va La frontera de nuevo: https://amazon.com/frontera-salvaje-fanatismo-anglosaj%C3%B3n-Am%C3%A9rica/dp/1737171031/ref=

jorge majfud, febrero 2025

https://prensared.org.ar/contra-la-deshumanizacion-de-los-inmigrantes-pobres/

Intifada global

Intifada global

La intifada global es inevitable. ¿Será en diez, en veinte años? ¿Cuándo exactamente?

Nadie lo sabe. Lo único que podemos afirmar con seguridad (y los ultra millonarios y poderosos en la cúspide de la pirámide global lo saben) es que es inevitable.

jorge majfud, febrero 2025.

«Bosquejo de una teoría del poder: P = d.t»

«Las Seis Re del Apocalipsis» https://www.pagina12.com.ar/801908-las-seis-re-del-apocalipsis

Repite hasta lograr un resultado diferente (micro)

Es similar al experimento del estimulo infrecuente realizado con ratones (lo analizamos en Moscas en la telaraña: Historia de la comercialización de la existencia―y sus medios), pero a un nivel más especulativo podríamos relacionarlo con la psicología del votante; repetir una acción esperando un resultado diferente.


jorge majfud, enero 2025


Tiken Jah Fakol

Increhible lo poco conocido que es Tiken Jah Fakol en Occidente, a pesar de cantar en francés

Me recuerda a «Gimme Hope Jo’anna» (contra el Apartheid) y algunas canciones desconocidas en Occidente de amigos allá en Mozambique, distintos idiomas, una misma marca pacifista de la cultura/filosofía ubuntu, etc. No solo pacifista, sino además otros claros ejemplos de «La estética de la ética» https://www.alainet.org/es/articulo/124987

Se repartieron el mundo
¡Ya nada me sorprende!
¡Ya nada me sorprende!
¡Ya nada me sorprende!

Se repartieron el mundo
¡Ya nada me sorprende!
¡Ya nada me sorprende!
¡Ya nada me sorprende!

[Verso 1]
Si me dejas Chechenia
Te dejo Armenia a ti
Si me dejas Afganistán
Te dejo Pakistán a ti
Si no te vas de Haití
Te llevaré a Bangui
Si me ayudas a bombardear Irak
Yo organizaré el Kurdistán para ti.

Se repartieron el mundo
¡Ya nada me sorprende!
¡Ya nada me sorprende!
¡Ya nada me sorprende!

***

Ils ont partagé le monde
Plus rien ne m’étonne!
Plus rien ne m’étonne!
Plus rien ne m’étonne!

Ils ont partagé le monde
Plus rien ne m’étonne!
Plus rien ne m’étonne!
Plus rien ne m’étonne!

[Couplet 1]
Si tu me laisses la Tchétchénie
Moi je te laisse l’Arménie
Si tu me laisses l’Afghanistan
Moi je te laisses le Pakistan
Si tu ne quittes pas Haïti
Moi je t’embarque pour Bangui
Si tu m’aides à bombarder l’Irak
Moi je t’arrange le Kurdistan

[Refrain]
Ils ont partagé le monde
Plus rien ne m’étonne!
Plus rien ne m’étonne!
Plus rien ne m’étonne!

Alto al fuego en Gaza. Continuidad de la impunidad.

Tres ministros genocidas de Israel renuncian al cargo para protestar contra el alto al fuego. Según Ben-Gvir, «el acuerdo constituye una victoria total del terrorismo». No aclaró si se estaba refiriendo a su propio terrorismo masivo, a escala industrial.

El problema con el «Alto al fuego» en Gaza es que, después del más brutal genocidio del siglo y más allá, el acuerdo significa que todo vuelve a foja cero: el mismo apartheid, la misma colonización, el mismo racismo, el mismo mesianismo, la misma impunidad…

Lo que no vuelve atrás es la nueva conciencia mundial, la creciente pérdida de poder de la intimidación.

jorge majfud, enero 2025

Educación para una esclavitud más eficiente

Mi abuelo era un granjero que no leía libros, pero (como la mayoría de su generación) estimaba la educación como el principal instrumento de liberación. Igual, la generación que lo siguió. Mis padres, aparte de comerciantes y obreros, eran docentes de secundaria y de la Escuela Industrial. Entre sus trofeos contaban haber tenido de alumnos a artistas ahora clásicos en Uruguay, como Eduardo Darnauchans y Eduardo Larbanois.

Mi padre y su suegro mantuvieron un diálogo intenso, sobre todo por teléfono, ya que vivían en extremos opuestos del Uruguay, aún dos décadas después de la muerte de mi madre y hasta la muerte de mi abuelo. Más allá de sus diferencias ideológicas (mi abuelo socialista, mi padre capitalista), ambos coincidían en ciertos valores básicos. Rasgo de tolerancia que es más pronunciado en Uruguay que en otros países del hemisferio y que, en gran medida, procede de la cultura de la Ilustración promovida desde el siglo XIX por la educación gratuita de J.P. Varela y J. Batlle y Ordóñez.

Ambos eran consumidores de noticias de la prensa, pero casi nunca leían libros. Aun así, el respeto por la educación ilustrada era incuestionable. Mi padre, como carpintero, cambiaba deudas por libros.

―¿Por qué libros ―le decía yo de niño― si nunca los lees?

―No importa ―decía él―. Los libros no le hacen mal a nadie y, tarde o temprano, le servirán a alguien.

En su pequeña biblioteca dominaban Shakespeare, las enciclopedias y los libros técnicos, algunos de los cuales eran soviéticos traducidos al español. Cuando los soldados rompieron el cielorraso de mi habitación buscando “material subversivo” de mi abuelo, no se les ocurrió tomarse la molestia de abrir un libro de la biblioteca.

Las dictaduras fascistas del continente impusieron la idea de que los libros podían ser peligrosos. No sólo los quemaban, sino que desaparecían a sus lectores. Esta idea, en realidad había sido inoculada por la CIA (entre las operaciones más conocidas estuvo Mockingbird), aplicando las teorías del marxista Antonio Gramsci, mientras se culpaba a los gramscianos de “lavar el cerebro” de la gente culta. Gramsci había hecho un diagnóstico de la realidad, de la misma forma que la lucha de clases era, antes que una prescripción, un diagnóstico histórico y social de Marx. De hecho, hay que ser ciego para no verlo en la actualidad.

Se le atribuye al nazi Göring la fase: “cuando oigo la palabra cultura, saco mi revolver”. A principios de los 60, recuerda el premio Nobel Cesar Milstein, un ministro del gobierno militar decía que en la Argentina las cosas no se iban a arreglar hasta que no se expulsaran a dos millones de intelectuales. Cuando, en la década de los sesenta se expulsó a Milstein y a todo un grupo de intelectuales, la Argentina se encontraba a la par de Australia y Canadá. El fascismo, siempre tan torpe con las ideas, atribuyó el subdesarrollo de América latina al hecho de que los pobres leían Las venas abiertas de América latina de Galeano. Galeano dedicó su vida a criticar a los poderosos; los poderosos nunca se defendieron, porque otros dedicaron sus vidas a criticar a Galeano.

El neofascismo actual es una simple expresión del orden neofeudal de la economía mundial y de las frustraciones de los imperios en decadencia, como hace cien años. Pero sus estrategias se han actualizado: ya no se queman libros ni se secuestran escritores, como durante la Alemania nazi o el Chile de Pinochet. Ahora se los presenta como inútiles o irrelevantes―cuando no se los prohíbe por ley, como en Estados Unidos.

Los influencers han multiplicado la ilusión de la libertad atomizada de los entrepreneurs que, por cien o por mil dólares (sin aporte a la jubilación, sin derecho a vacaciones, salud o educación) humillan a un mendigo por unos cientos de likes.

El otro látigo golpea contra las universidades y las escuelas públicas, que la familia Bush comenzó a privatizar en los 80s con su modelo de escuelas charter. Como siempre, la genialidad fue vampirizar dinero de los odiados Estados para desfinanciar la educación pública y presentar a la privada como solución.

Desde entonces, el odio y el desprecio por las universidades, paradójicamente surgido contra el sistema universitario más prestigioso del mundo, agregó una nueva estrategia. Escritores como Andrés Oppenheimer la resumieron en el cliché “Necesitamos más ingenieros y menso filósofos”. ¿Por qué no “necesitamos más ingenieros y menos exitosos hombres de negocios, lobbies y sectas financieras”?

Mi primer título universitario fue el de arquitecto. Por el sistema de educación de Uruguay, pude dedicarme varios años al cálculo de estructuras de hormigón armado y un tiempo menor a ser profesor de matemáticas de bachillerato. Podemos estar de acuerdo en que Estados Unidos, Europa o América Latina necesitan más ingenieros, pero ¿desde cuándo la ingeniería y la filosofía son incompatibles? ¿Por qué un ingeniero no puede ser un filósofo y viceversa?

El centro del problema se llama educación, no entrenamiento secuestrado por los intereses ideológicos de los dueños del mundo. El ataque a las humanidades, a la filosofía, a las artes no procede ni de los científicos ni de los ingenieros con una cultura amplia; procede de los “exitosos hombres de negocios” que son siempre hombres y siempre exitosos porque logran secuestrar a los Estados que odian.

Esta ideología utilitaria tiene, como objetivo no declarado, confirmar y controlar esclavos asalariados. Exactamente lo mismo sermoneaban y practicaban los esclavistas del siglo XIX en nombre de la libertad: los esclavos debían especializarse en una actividad única, productiva, útil, que agradase a Dios, por su propio bien y por el bien de su país. Cada vez que un esclavo aprendía a leer, se lo castigaba. Si escribía sus memorias, como fue el caso de Juan Manzano, eran torturados. Si el esclavo prosperaba se lo aplaudía. Si dedicaba su tiempo libre a alguna forma de educación inútil, liberadora, humanista, se lo demonizaba. Por eso, muchos esclavos eran firmes defensores del sistema esclavista y perseguían a aquellos hombres libres que se atrevían a cuestionar los significados de libertad que procedía de todo un sistema. Los amos ni siquiera se molestaban en moralizar, porque siempre tenían adulones profesionales que lo hacían mejor.

Hemos vuelto a ese momento. En Uruguay, el ataque a la educación ilustrada y liberadora tiene sus promotores. También sus defensores, como mi amigo Pablo Romero García, uno de los expertos más informados sobre educación, pero con el pecado de ser profesor de filosofía. Encomenderos como el presidente Milei en Argentina y su horda de bárbaros antiilustrados han atacado las universidades públicas (independientes del capital nobiliario) desde el primer día. Como no tienen ideas, se dedican a copiar lo que en Estados Unidos ya comienza a ser viejo y a crear demonios para presentarse como santos salvadores―como en la Edad Media.

Mientras, en Estados Unidos, los capitalistas libertarios continúan culpando de todos sus males al socialismo (surgido de las universidades) y promueven la anti-Ilustración, el utilitarismo esclavista como solución final. La solución de la barbarie y la esclavitud―siempre en nombre de la libertad, claro.

Jorge Majfud, 11 de enero 2025.

https://www.pagina12.com.ar/796418-educacion-para-una-esclavitud-mas-eficiente

https://www.amazon.com/s?i=stripbooks&rh=p_27%3AJorge%2BMajfud&s=relevancerank&text=Jorge+Majfud&ref=dp_byline_sr_book_2

https://actualidad.rt.com/programas/zoom_plus/523007-elon-musk-enigma-descubierto

https://archive.org/details/rt-majfud-elon-musk

El Cuarto y Quinto poder del Poder

A pocas millas de donde pierdo mi vida tratando de entender el absurdo de nuestra especie humana, Donald Trump ha vuelto a acusar a México de abusar de “la bondad de Estados Unidos” y a China de “abusar del canal de Panamá”. Como en el siglo XIX, el presidente también quiere Canadá como un estado, pero de forma más amable. Al fin y al cabo, sus habitantes pertenecen a una raza superior.

El abuso de China sobre el Canal de Panamá se refiere a que está haciendo demasiados negocios con Occidente y, peor aún, con América Latina, nuestro Patio trasero, nuestras repúblicas bananeras donde la gente habla “el idioma de las limpiadoras”. Como dijo el presidente Ulysses Grant en 1873 y lo practicaron siempre los británicos, “cuando hayamos obtenido todo lo que puede ofrecer del proteccionismo, también adoptaremos el libre comercio”―solo que ahora a la inversa.

Claro que más importante que la flexibilidad ideológica del capitalismo es su flexibilidad moral. Los imperios siempre se presentaron como víctimas o con algún derecho divino. Cuando en 1832 Andrew Jackson, en su discurso en el Congreso, justificó la remoción de los pueblos nativos de sus propias tierras, proclamó: “nos agredieron sin que nosotros los provocásemos”. Tuvimos que defendernos. Desde 1763 hasta hoy, la tradición ha sido forzar a los nativos a firmar tratados que luego serían violados por los dueños del cañón cada vez que los tratados limitaban las oportunidades de hacer buenos negocios despojando a “las razas inferiores”. Lo mismo ocurrió con el Tratado de Guadalupe de 1848, el que obligó a ceder la mitad de México a Estados Unidos por una limosna y nunca se cumplió en los acuerdos que protegían los derechos de los mexicanos que quedaron de este lado de la nueva frontera. Como el lamento de “La pesada carga del hombre blanco” acuñado por el poeta británico Rudyard Kipling y difundido por Teo Roosevelt sobre la humanidad de los invasores a tierras de “negros pacíficos”. Esa “perfecta raza estúpida”, según el mismo Roosevelt.

Ahora, ¿cuál es y ha sido siempre el rol de la gran prensa?

El 9 de enero de 2025, días después de rechazar un anuncio pago denunciando el genocidio en Gaza por usar la palabra “genocidio”, el New York Times publicó el artículo de opinión titulado: “Los historiadores condenan el “escolasticidio” de Israel. La pregunta es por qué.” La AHA, asociación de historiadores, había votado por mayoría abrumadora la condena del bombardeo y total erradicación de escuelas y universidades en Gaza, aparte del asesinato de sus profesores y estudiantes bajo toneladas de bombas, y el artículo destacado cuestionó las razones de la condena. Es más, acusó a los historiadores y a las universidades en general de estar politizadas. La desvergüenza moral e histórica se comenta sola.

Días antes, CNN, la cadena supuestamente anti-Trump, reflexionó sobre sus propuestas expansionistas: “Trump, a su manera, está lidiando con cuestiones de seguridad nacional que Estados Unidos debe afrontar en un mundo nuevo moldeado por el ascenso de China (…) Las reflexiones de Trump sobre la terminación del Tratado del Canal de Panamá muestran la preocupación por la invasión de potencias extranjeras en el hemisferio occidental. No se trata de una preocupación nueva: ha sido un tema constante en la historia, desde la Doctrina Monroe de 1823, cuando los colonialistas europeos eran la amenaza. El problema perduró durante los temores comunistas de la Guerra Fría. Los usurpadores de hoy son China, Rusia e Irán…

Invasión, amenaza, usurpadores… O se trata de una profunda ignorancia histórica o, más probablemente, del mismo periodismo hipócrita de siempre; funcional a la barbarie genocida y cleptómana del poder.

Para América Latina, los usurpadores, no en la retórica sino en la práctica, fueron siempre los Estados Unidos. Fue un periodista, John O’Sullivan, quien creó el mito del Destino Manifiesto para justificar el despojo y masacre de todos los pueblos al Oeste y al Sur, como siempre basados en el amor de Dios por una etnia humana en particular―por la etnia más violenta y genocida que conoce la historia moderna. En 1852, O’Sullivan escribió: “Este continente y sus islas adyacentes les pertenece a los blancos; los negros deben permanecer esclavos…”

Si salteamos tres mil intervenciones de Washington en los siguientes cincuenta años, podemos recordar que, según la lógica capitalista, el Canal de Panamá nunca fue de Estados Unidos como el Hudson Yards de Manhattan no le pertenece a Catar, ni el One World Trade Center ni el nuevo Waldorf Astoria en Nueva York o las mega urbanizaciones de Chicago y Los Angeles les pertenecen a China, por nombrar solo unos pocos ejemplos recientes.

Ahora, desde un punto moral y desde la ley Internacional, podríamos recordar que Theodore Roosevelt le robó Panamá a Colombia con una revolución financiada por Washington. El canal, comenzado por los franceses y terminado por Washington fue, de hecho, construido con la sangre de cientos de panameños que el histórico racismo olvidó, como olvidó la construcción de las vías de ferrocarriles por parte de inmigrantes chinos en la costa Oeste o de irlandeses en la costa Este, grupos que sufrieron la persecución y la muerte por pertenecer a “razas inferiores”.

Si Washington pagase una mínima compensación por todas sus invasiones a los países latinoamericanos desde el siglo XIX, por todas sus democracias destruidas, por todas las sangrientas dictaduras impuestas a fuerza de cañón, por la “política del dólar” o por los sabotajes de la CIA durante la Guerra Fría y más acá, no nos darían las reservas de oro del Tesoro para cubrir un porcentaje mínimo. Por no hablar de los crímenes imperiales, muchas veces en colaboración con los imperios europeos (los supuestos enemigos de la Doctrina Monroe) en Asia y África que no solo asesinaron a sus lideres independentistas como Patrice Lumumba sino que dejaron mares de muerte y destrucción, todo en nombre de una democracia y una libertad que nunca llegaron y que nunca les importaron a los señores imperiales del poder.

El sistema esclavista que le arrebató Texas, New Mexico, Colorado, Arizona, Nevada y California a México no desapareció con la Guerra Civil. Simplemente cambió de nombre (a veces, ni siquiera eso) para continuar haciendo lo mismo, como los bancos y las corporaciones esclavistas JP Morgan, Wells Fargo, Bank of America, Aetna, CSX Corporation, entre otros. En 1865 los esclavos de grilletes se convirtieron en esclavos asalariados (en muchos casos ni eso, ya que trabajaban por propinas, como lo siguen haciendo hoy las meseras). De la misma forma que durante la esclavitud, al sistema se lo siguió llamando democracia, mientras que sus constituciones (la de 1789 y la confederada de 1861) protegían la “libertad de expresión”.

Ahora, como lo formulamos en P = d.t, Occidente radicalizará la censura a los críticos por la simple razón de que su poder declina y su tolerancia también: desde la Grecia clásica, la libertad de expresión ha sido un lujo de los imperios que no se sienten amenazados por ninguna crítica, sino todo lo contrario: resulta una decoración a sus pretensiones de liberad y democracia.

Los medios dominantes tienen un pésimo récord de complicidad, siempre en nombre de la libertad. Cuando James Polk logró una excusa para invadir México y robarle más de la mitad de su territorio, lo hizo provocando un ataque de falsa bandera. “Es hora de expandir la libertad a otros territorios”, dijo Polk, refiriéndose al restablecimiento de esclavitud en un país que la había ilegalizado. Sus mismos soldados y generales en campaña, Ulyses Grant, Zachary Tylor y Winfield Scott reconocieron por escrito que no tenían ningún derecho a estar en territorio mexicano. El general Ethan Allen Hitchcock escribió en su diario: “A decir verdad, no tenemos ningún derecho de estar aquí. Más bien parece que el gobierno nos ha enviado con tan pocos hombres para provocar a los mexicanos y de esa forma tener un pretexto para una guerra que nos permita tomar California”.

La nueva prensa masiva de entonces, gracias al invento de la rotativa, fue el principal instrumento de propaganda y de fakes news que lanzó desde la borrachera de la cantinas a miles de voluntarios a invadir México y, como lo reportaron los generales estadounidenses, a matar, robar y “violar a las mujeres delante de sus propios hijos y esposos”. Al parecer, Estados Unidos no estaba enviando sus mejores hombres. Como buen representante de la paranoia imperial anglosajona, Trump fue celebrado cuando, al iniciar su campaña presidencial el 16 de junio de 2015, afirmó, contradiciendo todas las estadísticas del momento: “México no está enviando a los mejores. Está enviando gente que tiene muchos problemas… Son violadores sexuales”.

Cuando en 1846 Polk supo de un incidente menor en territorio mexicano, corrió al Congreso e informó: el invasor “ha derramado sangre estadounidense en territorio estadounidense”. John Quincy Adams lo acusó de haber provocado una excusa para la guerra contra un país que no estaba en condiciones materiales de defenderse. También Abraham Lincoln se opuso a esta guerra (que luego Ulysses Grant llamaría “la guerra perversa”) y tuvo que retirarse de la política por años, ya que nada más efectivo para silenciar la crítica y una falta moral que el patriotismo ciego.

Exactamente lo mismo ocurrió por los siguientes 150 años, como, por ejemplo, el mito inventado de El Maine de 1898 por parte de la prensa amarillista de Nueva York, dirigida por Joseph Pulitzer y por William Hearst, uno de los mogules de los medios y del cine del siglo XX. Hearst defendió a Hitler al tiempo que acusaba a F.D. Roosevelt de comunista. Por entonces, la prensa hegemónica presentó a Hitler como un patriota, como ahora presenta a Netanyahu como un enviado del Dios.

Lo mismo ocurrió con el general estadounidense más condecorado de su generación, Smedley Butler, cuando en 1933 se atrevió a publicar: “La bandera sigue al dólar y los soldados siguen a la bandera. Yo no volvería a la guerra para proteger las inversiones de los banqueros… Nuestras guerras han sido planeadas muy bien por el capitalismo nacionalista. He servido en la Marina por 33 años y, durante todo ese período, he pasado la mayor parte de mi tiempo siendo el músculo de Wall Street y de los grandes negocios… En pocas palabras, he sido un mafioso del capitalismo…

Cuando Butler comenzó a decir lo que pensaba, no se lo puso preso por delito de opinión, como fue el caso del candidato socialista Eugene Debs por oponerse a la Primera Guerra, sino que se echó mano a un recurso más común: se desacreditó al héroe militar como alguien con problemas psicológicos.

Lo mismo continuó ocurriendo por generaciones. Las bombas atómicas sobre Japón, el masivo bombardeo aéreo de Corea, la destrucción de democracias independentistas en África y América latina… Lyndon Johnson y Henry Kissinger invirtieron millones de dólares en la prensa para apoyar la guerra genocida de Vietnam con bombardeos masivos y armas químicas sobre la población civil. Para entonces, la Operación Mockingbird de la CIA ya había inoculado a todos los mayores diarios de América Latina con fake news y editoriales escritas en Miami y Nueva York. Lo mismo hizo con los grandes medios de Estados Unidos, con libros, películas, etc. La policía ideológica (la CIA, la NSA, el FBI) benefició a las grandes compañías, mientras dejaban cientos de miles de masacrados sólo en América Central, todo en nombre de la “seguridad nacional” que produjo una estratégica inseguridad.

Antes de lanzarse la masiva invasión a Irak de 2003, la que dejó un millón de muertos, millones de desplazados y casi todo Medio Oriente en caos, publicamos en los diarios de países marginales sobre la ilógica de la narrativa que la justificaba. Pero la gran prensa hegemónica logró convencer a los estadounidenses de que los tambores de guerra decían la verdad. El New York Times tomó posición a favor de la invasión como un acto patriótico y de “seguridad nacional”. En nombre del patriotismo, se censuró, por ley (Patriot Act) y por acoso social a todos los críticos. Los medios ni siquiera podían mostrar las imágenes de los soldados retornando en ataúdes. Mucho menos los cientos de miles de civiles iraquíes masacrados que nunca importaron en esta cobardía colectiva que solo dejó ganancias a los mismos superricos mercaderes de la muerte de siempre.

Años después, incluso cuando George W. Bush y su marioneta, el presidente español José María Aznar reconocieron que las razones para la invasión eran falsas, que Sadam Hussein no tenía armas de destrucción masiva, aportadas por Alemania y Estados Unidos en los 80s para atacar Irán, ni vínculos con Al Qaeda (como los talibán, hijos independizados de la CIA), la mayoría de los consumidores de Fox News continuaban creyendo en la mentira desmentida por sus propios perpetuadores. Al fin y al cabo, desde niños fueron entrenados para creer contra toda evidencia como si fuese un mérito divino.

En política, narrativa y realidad están más divorciados que en una novela de J. K. Rowling. Al mismo tiempo que los grandes medios se venden a sí mismos como independientes y salvaguardas de la democracia, ni son independientes ni son democráticos. Dependen no solo de un puñado de millonarios anunciantes; los miles de millones de dólares que las corporaciones y lunáticos como Elon Musk donan a los partidos políticos son el negocio perfecto: con cada dólar que arrojan a la masa, se compran, a un mismo tiempo, a los políticos en campaña y a los medios que los promueven. Los medios son parte de esa dictadura plutocrática y su trabajo (que no es diferente al de los sacerdotes que daban sermones en las iglesias y catedrales financiadas por los nobles) consiste en inventar una realidad contraria a los hechos, cómplice con el gran poder del dinero, del imperialismo y del racismo. Todo en nombre de la democracia, de la Ley internacional y de la diversidad.

Ahora, una pregunta por demás simple: ¿Piensan que este país necesita más adulones, o más críticos? Claro, todos responderán en favor de los críticos, pero en los hechos mudos la mayoría apoya lo contrario, sobre todo a través del descredito y de la demonización de los verdaderos críticos del poder―aquellos que no sólo en la academia sino hasta en la misma Biblia se apreciaba como profetas, no por anunciar el futuro sino por tener el coraje de decir lo que el pueblo no quería escuchar. Todos saben que si alguien quiere progresar en la escalera del éxito y del poder, por lejos paga mucho más la adulonería, por barata que sea, como es el caso del rabioso patriotismo de algunos inmigrantes al imperio de turno. No solo inmigrantes pobres, sino también orgullosos académicos serviles que acusan a los críticos de estar politizados o de victimizar a las víctimas del imperialismo.

Estamos en la misma situación del siglo XIX: expansión geopolítica y arrogancia racista. La diferencia es que, por entonces, Estados Unidos era un imperio en acenso y hoy está en descenso. Como lo demuestran los ejemplos europeos desde el español, el británico o el francés, a la larga, y pese a toda la muerte y el despojo ajeno, los imperios siempre han sido muy caros para sus ciudadanos, ya que no existen sin guerras permanentes. En sus apogeos siempre dejaron ganancias económicas, sobre todo para los de arriba. El problema es cuando se trata de un imperio en decadencia. Entonces, la arrogancia es una reacción natural, pero resulta carísima y solo puede acelerar su decadencia, miseria y conflictos, tanto dentro como fuera de sus fronteras.

Saber negociar en un mundo que no nos pertenece, hacer amigos en lugar de enemigos, es la estrategia más económica, más efectiva, más justa y más razonable. El problema es que liderar en paz siempre ha sido más difícil que liderar en una guerra, ese recurso de los mediocres que nunca falla, incluso cuando se arrastra a su propio país a la destrucción.

Cada año que pasa vamos confirmando la historia hacia el fascismo de los imperios decadentes de hace un siglo. Los primeros en caer (por la censura, el silencio, la prisión o la muerte) seremos los críticos. Cuando las cenizas no sean cosas de algún pobre e indefenso país en el otro lado del mundo, sino del corazón mismo del imperio, los sobrevivientes negarán tres veces haber sido partícipes de tanta arrogancia cobarde.

Como siempre, será demasiado tarde, porque si la Humanidad ha tenido la verdad y la justicia como valore supremos, rara vez los ha practicado como un compromiso inquebrantable. Lo normal ha sido lo contrario.

Jorge Majfud, 8 de enero 2025.

Una teoría política de los campos semánticos (PDF)

(A 20 años de su publicación, este estudio se encuentra libre de derechos por parte de la Universidad de Gerogia. En esta página se puede descargar gratis.)

Este estudio sobre la lucha por los campos semánticos en la narrativa social fue publicado originalmente como tesis por la Universidad de Georgia en el año 2005. Desde entonces, los acontecimientos políticos y sociales y las nuevas tecnologías, como las redes sociales, han ido confirmando la relevancia política e histórica de la lucha semántica (aún sobre el siempre presente peso de los sistemas de producción y consumo) expuesta en este libro. En esta nueva edición no se han introducido cambios relevantes al estudio general. Con sus aciertos y errores, el autor ha decidido entregar esta nueva edición de Una teoría política de los campos semánticos tal como fue presentada en 2005, sin revisiones y con la intención de mantener el contexto histórico inmediato.


Una madre y su hijo en una manifestación en Arkansas (1959) contra la integración racial: “Gobernador Faubus, salve nuestra América cristiana”; “La integración racial es comunismo”. (Everett Collection Historical / Alamy Stock Photo)

This work explores the complex relationships between semantic fields, identity, power, and historical narratives, focusing on Latin America. Majfud contrasts differing interpretations and models for understanding the sociopolitical and cultural dynamics of the region, particularly through a critique of Eduardo Galeano’s Las venas abiertas de América Latina and Carlos Alberto Montaner’s Las raíces torcidas de América Latina. The work incorporates poststructuralist, dialectical, and political theory perspectives.


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Summary of Una teoría política de los campos semánticos by Jorge Majfud (2005)

Introduction to Semantic Fields and Political Struggles
Una teoría política de los campos semánticos develops a theoretical framework to explore the construction, struggle, and administration of meanings within sociopolitical contexts. Central to this work is the idea that history, power, and identity are shaped through competing narratives and semantic interpretations. Majfud describes these “semantic fields” as arenas where concepts like freedom, justice, and progress are contested, revealing the ideological and historical forces behind their formation.

The book focuses on the narratives of Latin America’s identity and history, contrasting Eduardo Galeano’s Las venas abiertas de América Latina (1971), a Marxist critique of imperialism and exploitation, with Carlos Alberto Montaner’s Las raíces torcidas de América Latina (2001), which attributes Latin America’s struggles to internal cultural and ideological failures. Majfud uses these two works to illustrate the dual perspectives of external oppression versus internal flaws in understanding Latin America’s sociopolitical evolution.


Deconstruction of Binary Oppositions

Majfud uses poststructuralist tools, especially Jacques Derrida’s deconstruction theory, to interrogate how binary oppositions like oppressor/oppressed or development/underdevelopment dominate ideological discourse. He argues that these binaries are not «natural» but constructed by dominant metaphors and ideologies. This critical method enables Majfud to expose the underlying power structures embedded in historical narratives. For example, the binaries in Galeano’s and Montaner’s works reflect broader tensions between materialist and culturalist interpretations of history.

Majfud critiques both perspectives for privileging one term in these binaries while marginalizing the other. Galeano views external imperialist exploitation as the primary driver of Latin America’s struggles, whereas Montaner sees internal cultural «deficiencies» as central. Majfud highlights the limitations of these unilateral views, advocating for a synthesis that recognizes both external and internal factors in historical processes.


The Clash of Historical Narratives

A significant focus of the book is the analysis of how historical narratives shape perceptions of justice, freedom, and identity. Galeano’s Las venas abiertas constructs Latin America as a subject of external exploitation, with its resources drained by colonial powers and later by modern imperialism. This materialist perspective posits that economic structures determine cultural and political realities, aligning with Marxist history theories.

In contrast, Montaner’s Las raíces torcidas emphasizes cultural and educational shortcomings, arguing that Latin America’s failures stem from inherited ideological and intellectual frameworks that stifle innovation and progress. Montaner’s approach can be seen as a «culturalist» critique that shifts responsibility inward, portraying Latin America’s underdevelopment as self-inflicted.


Semantic Fields and Identity Formation

Majfud explores the concept of “semantic fields” to analyze how terms like «America,» «Latin America,» and «identity» are socially constructed and contested. He delves into the etymology and historical development of these terms, showing how they reflect layers of ideological and geopolitical conflict. For instance, the term «Latin America» emerged as a French invention to assert cultural connections with the region, but it later became a symbol of resistance and unity against imperialism.

Majfud critiques the homogenization of Latin American identity, arguing that it reduces the region’s diverse cultures and histories into a single, oversimplified narrative. This homogenization serves political purposes, but it also perpetuates misunderstandings and exclusions. For example, indigenous and Afro-descendant populations are often marginalized in mainstream narratives of Latin American identity.

The author highlights the tension between imposed identities (e.g., colonial definitions of “Latin America”) and self-defined identities, showing how the struggle over semantic fields shapes collective consciousness. The process of naming and defining becomes an act of power, where dominant groups impose their meanings while marginalized groups resist and reinterpret them.


Materialist and Culturalist Models of Interpretation

Majfud contrasts two primary models of interpretation in his analysis: the materialist model, which sees economic structures as the foundation of historical processes, and the culturalist model, which attributes historical outcomes to ideological and cultural factors. Galeano represents the materialist perspective, while Montaner exemplifies the culturalist view.

  1. Materialist Model: Galeano argues that the exploitation of Latin America’s natural resources by colonial and neocolonial powers has perpetuated its underdevelopment. Economic dependency and unequal trade relationships have locked the region into a subordinate position in the global capitalist system.
  2. Culturalist Model: Montaner claims that Latin America’s problems stem from internal factors such as authoritarianism, collectivist ideologies, and resistance to modernization. He attributes these traits to cultural legacies, particularly those inherited from colonial and medieval European institutions.

Majfud critiques the rigidity of both models, arguing that they fail to account for the interplay between material and cultural factors. He advocates for a dialectical approach that recognizes the mutual influence of economic and ideological forces in shaping historical realities.


The Role of Metaphors and Symbols

A recurring theme in the book is the power of metaphors and symbols in constructing reality. Majfud argues that metaphors are not merely rhetorical devices but fundamental tools for shaping thought and perception. For instance, the metaphor of «open veins» in Galeano’s work evokes a sense of victimization and exploitation, while Montaner’s metaphor of «twisted roots» suggests internal dysfunction and decay.

Majfud emphasizes that these metaphors are not neutral; they carry ideological baggage and influence how readers interpret history. By unpacking the metaphors in both works, Majfud reveals the underlying assumptions and biases that shape their arguments. He calls for greater awareness of the symbolic dimensions of language, urging readers to critically examine the metaphors they encounter.


Justice, Freedom, and Ethical Evolution

The book also explores the evolving meanings of justice and freedom in historical and ethical contexts. Majfud critiques simplistic notions of justice as either a natural law or a product of economic systems, arguing that justice is a dynamic concept shaped by cultural, ethical, and political struggles.

He draws on examples such as the abolition of slavery and the feminist movement to illustrate how ethical values evolve in response to changing social and economic conditions. Majfud rejects reductionist explanations that attribute these changes solely to material or ideological causes, also emphasizing the symbiotic relationship between ethical consciousness and economic structures.


Toward a Synthesis: A Dialectical Approach

Majfud concludes by advocating for a dialectical approach that transcends the limitations of materialist and culturalist models. He argues that historical analysis must consider the dynamic interplay between external and internal factors, economic and ideological forces, and individual and collective agency. This approach recognizes the complexity of historical processes and avoids the pitfalls of reductionism.

In the context of Latin America, Majfud calls for a reevaluation of the region’s history and identity, one that acknowledges its diversity and contradictions. He urges readers to move beyond binary oppositions and embrace a more nuanced understanding of the factors shaping Latin America’s past and present.


Conclusion

Una teoría política de los campos semánticos is a profound exploration of the power of language, ideology, and history in shaping collective consciousness. Through his analysis of Galeano and Montaner, Majfud reveals the ideological struggles underlying competing narratives of Latin America’s identity and history. His call for a dialectical synthesis challenges readers to critically examine their assumptions and engage with the complexities of historical processes.

The book’s insights extend beyond Latin America, offering valuable tools for analyzing the dynamics of power and meaning in any sociopolitical context. Majfud’s work is a testament to the transformative potential of critical thought and the enduring struggle for justice and freedom in the semantic fields of history.

Los experimentos de control de conducta de la CIA, foco de una nueva colección académica

Los capítulos de La frontera salvaje: 200 años de fanatismo anglosajón en América latina (2021) sobre los expermientos psicologicos de la CIA, confirmados y ampliados con nuevas desclasificaciones aquí:

El Archivo de Seguridad Nacional publica registros clave sobre el infame programa MKULTRA

La agencia buscaba drogas y técnicas de control de conducta para usar en “interrogatorios especiales” y operaciones ofensivas

Washington, D.C., 23 de diciembre de 2024 – Hoy, el Archivo de Seguridad Nacional y ProQuest (parte de Clarivate) celebran la publicación de una nueva colección de documentos académicos que se ha estado elaborando durante muchos años sobre la impactante historia secreta de los programas de investigación de control mental de la CIA. La nueva colección, CIA and the Behavioral Sciences: Mind Control, Drug Experiments and MKULTRA, reúne más de 1200 registros esenciales sobre uno de los programas más infames y abusivos de la historia de la CIA.

Bajo nombres clave que incluían MKULTRA, BLUEBIRD y ARTICHOKE, la CIA llevó a cabo experimentos aterradores utilizando drogas, hipnosis, aislamiento, privación sensorial y otras técnicas extremas en sujetos humanos, a menudo ciudadanos estadounidenses, que con frecuencia no tenían idea de lo que se les estaba haciendo o de que eran parte de una prueba de la CIA.

El anuncio de hoy se produce 50 años después de que una investigación del New York Times realizada por Seymour Hersh desencadenó investigaciones que sacarían a la luz los abusos de MKULTRA. La nueva colección también llega 70 años después de que el gigante farmacéutico estadounidense Eli Lilly & Company desarrollara por primera vez un proceso para agilizar la fabricación de LSD a fines de 1954, convirtiéndose en el principal proveedor de la CIA de la recién descubierta sustancia química psicoactiva, fundamental para muchos de los esfuerzos de control de la conducta de la Agencia.

Los aspectos más destacados de la nueva colección MKULTRA incluyen:

Un plan aprobado por el DCI en 1950 para el establecimiento de «equipos de interrogatorio» que «utilizarían el polígrafo, las drogas y el hipnotismo para lograr los mejores resultados en las técnicas de interrogatorio». (Documento 2)
Un memorando de 1951 que captura una reunión entre la CIA y funcionarios de inteligencia extranjeros sobre la investigación del control mental y su interés compartido en el concepto de control mental individual. (Documento 3)
Una entrada de 1952 del calendario diario de George White, un agente federal de narcóticos que dirigía una casa de seguridad donde la CIA probaba drogas como el LSD y realizaba otros experimentos con estadounidenses inconscientes. (Documento 5)
Un informe de 1952 sobre el uso “exitoso” de los métodos de interrogatorio ARTICHOKE que combinaban el uso de “narcosis” e “hipnosis” para inducir regresión y posterior amnesia en “agentes rusos sospechosos de estar duplicados”. (Documento 6)
Un memorando de 1956 en el que el jefe de MKULTRA, Sidney Gottlieb, firma un proyecto que “evaluaría los efectos de grandes dosis de LSD-25 en voluntarios humanos normales” en prisioneros federales en Atlanta. (Documento 13)
El informe de 1963 del inspector general de la CIA, que llevó a la dirección de la CIA a reexaminar el uso de estadounidenses inconscientes en su programa encubierto de pruebas de drogas. (Documento 16)
La declaración en 1983 del jefe de MKULTRA, Sidney Gottlieb, en un caso civil interpuesto por Velma “Val” Orlikow, víctima de proyectos patrocinados por la CIA y dirigidos por el Dr. Ewen Cameron en el Instituto Allan Memorial de Montreal. (Documento 20)
Los desafíos a los que se enfrentó este proyecto de documentación fueron considerables, ya que el director de la CIA, Richard Helms, y el antiguo jefe de MKULTRA, Sidney Gottlieb, destruyeron la mayoría de los registros originales del proyecto en 1973. Es una historia sobre el secreto, tal vez el encubrimiento más infame en la historia de la Agencia. También es una historia marcada por la impunidad casi total a nivel institucional e individual por innumerables abusos cometidos a lo largo de décadas, no durante interrogatorios de agentes enemigos o en situaciones de guerra, sino durante tratamientos médicos ordinarios, dentro de hospitales penitenciarios, clínicas de adicciones y centros de detención de menores, y en muchos casos dirigidos por figuras importantes en el campo de las ciencias del comportamiento. A pesar de los esfuerzos de la Agencia por borrar esta historia oculta, los documentos que sobrevivieron a esta purga y que se han reunido aquí presentan una narrativa convincente e inquietante de los esfuerzos de décadas de la CIA por descubrir y probar formas de borrar y reprogramar la mente humana.

La mayor parte de estos registros se extrajeron de los registros recopilados por John Marks, el ex funcionario del Departamento de Estado que presentó las primeras solicitudes de la Ley de Libertad de Información sobre el tema y cuyo libro de 1979, The Search for the “Manchurian Candidate”: The CIA and Mind Control: The Secret History of the Behavioral Sciences (Nueva York, W. W. Norton & Company, 1979) sigue siendo la fuente más importante sobre este episodio. Marks donó más tarde sus documentos de la FOIA y otros trabajos de investigación al Archivo de Seguridad Nacional. Muchas de las redacciones en los documentos se han eliminado de manera efectiva con el paso del tiempo, ya que las investigaciones oficiales, las declaraciones civiles y las historias detalladas han arrojado luz significativa sobre algunos de estos episodios. En muchos casos, las copias de registros desclasificados donados por Marks al Archivo de Seguridad Nacional llevan sus anotaciones escritas a mano.

El legado de MKULTRA va mucho más allá de los diversos “subproyectos” descritos en estos documentos y que fueron en gran parte clausurados a mediados de los años 1970. Como señala el autor Stephen Kinzer, los programas de investigación de control de conducta de la CIA “contribuyeron decisivamente al desarrollo de técnicas que los estadounidenses y sus aliados utilizaron en los centros de detención de Vietnam, América Latina, Afganistán, Irak, la Bahía de Guantánamo y prisiones secretas de todo el mundo”. Las técnicas de MKULTRA fueron citadas en el manual de interrogatorio KUBARK de la CIA de 1963, que fue la base para los interrogatorios de prisioneros en Vietnam y más tarde en las dictaduras anticomunistas de América Latina.[1]

Si bien muchos de los proyectos MKULTRA se llevaron a cabo en hospitales, laboratorios u otros entornos institucionales, otros se llevaron a cabo en casas de seguridad clandestinas de la CIA atendidas no por médicos o clínicos sino por duros agentes federales antinarcóticos como George Hunter White. Bajo la dirección de Gottlieb, White adoptó la personalidad de un artista bohemio llamado “Morgan Hall” para atraer a víctimas desprevenidas a su “piso”, donde él y sus colaboradores de la CIA experimentaban en secreto con ellas y grababan su comportamiento. White, un veterano de la OSS que había trabajado en el desarrollo de la “droga de la verdad” para el Ejército durante la Segunda Guerra Mundial, dosificó subrepticiamente a muchas de sus víctimas con LSD, una droga que la CIA tenía en abundancia gracias a Eli Lilly, que había desarrollado la capacidad de producir la droga en “cantidades enormes” y había aceptado convertirse en el proveedor de la Agencia. Gottlieb, su adjunto Robert Lashbrook y el psicólogo de la CIA John Gittinger se encuentran entre los funcionarios de la CIA que visitaban con frecuencia los refugios de White.

De particular interés es la misteriosa muerte en 1953 de Frank Olson, un químico del Ejército y especialista en aerosoles de la División de Operaciones Especiales (SOD) del Cuerpo Químico del Ejército, el socio militar de la CIA en la investigación del control de la conducta. Oficialmente se consideró que se trató de un suicidio, y la muerte de Olson, que se produjo tras caer desde un piso de diez pisos en la ciudad de Nueva York, se produjo diez días después de que Gottlieb y el personal del TSS le echaran LSD a su cóctel durante un retiro de trabajo de la CIA-SOD en Deep Creek Lake, Maryland. Más tarde se determinó que la droga había contribuido a su muerte, pero muchos, incluidos miembros de su familia, han puesto en duda la conclusión de que Olson (que compartía habitación con Lashbrook esa noche) se arrojó por la ventana del Hotel Statler.

En el centro de todo estaba Sidney Gottlieb, jefe del Personal de Servicios Técnicos (TSS) de la División Química de la CIA y más tarde director de la División de Servicios Técnicos (TSD). Gottlieb era «el principal fabricante de venenos de la CIA», según Kinzer, cuyo libro, Poisoner in Chief: Sidney Gottlieb and the CIA Search for Mind Control (Nueva York: Henry Holt, 2019), es la obra definitiva sobre el químico voluble. Desde su posición en lo profundo de los pasillos secretos de la CIA, Gottlieb dirigió el esfuerzo de décadas de la Agencia para encontrar formas de usar drogas, hipnosis y otros métodos extremos para controlar el comportamiento humano y, se esperaba, convertirlos en herramientas utilizables para las agencias de inteligencia y los responsables políticos.

Las historias sobre la participación de la CIA en los intentos fallidos de asesinar al Primer Ministro del Congo Patrice Lumumba y al líder cubano Fidel Castro, entre otros, se encuentran entre los ejemplos más legendarios, si no los más exitosos, de los esfuerzos de la Agencia para poner en práctica los trucos y herramientas reunidos por la unidad de Gottlieb. Menos conocido es su papel en los experimentos con drogas y los programas de «interrogatorio especial» que dejaron a cientos de personas psicológicamente dañadas y a otras «permanentemente destrozadas», según Kinzer. [2]

Aunque MKULTRA fue aprobado en los niveles más altos, funcionó prácticamente sin supervisión. Como señala Marks, la autorización inicial del presupuesto de MKULTRA “eximió al programa de los controles financieros normales de la CIA” y “permitió a TSS iniciar proyectos de investigación ‘sin la firma de los contratos habituales u otros acuerdos escritos’”. [3] Con poca rendición de cuentas, recursos ilimitados y el respaldo del jefe de operaciones encubiertas de la CIA, Richard Helms, Gottlieb y su personal en TSS desarrollaron una serie de experimentos extraños que creían que mejorarían las operaciones de inteligencia encubierta y, al mismo tiempo, mejorarían las defensas de la Agencia contra el uso de técnicas similares por parte de las fuerzas enemigas.

Cuando Gottlieb llegó a la CIA en 1952, el Proyecto BLUEBIRD, que exploraba “la posibilidad de controlar a un individuo mediante la aplicación de técnicas especiales de interrogatorio”, ya estaba en marcha. [4] Dirigidos por el jefe de la Oficina de Seguridad, Morse Allen, los primeros experimentos BLUEBIRD fueron realizados por equipos que incluían expertos en polígrafo y psicólogos y se llevaron a cabo en detenidos y sospechosos de ser informantes en instalaciones secretas de interrogatorio de Estados Unidos en Japón y Alemania.

El ascenso de Allen Dulles a subdirector de la CIA en 1951 dio lugar a una ampliación de los programas BLUEBIRD bajo un nuevo nombre, ARTICHOKE, y bajo la dirección de Gottlieb en el TSS. El nuevo programa debía incluir, entre otros proyectos, el desarrollo de “pistolas de gas” y “venenos”, y experimentos para comprobar si los “sonidos monótonos”, la “conmoción cerebral”, el “electroshock” y el “sueño inducido” podían utilizarse como medios para obtener “control hipnótico de un individuo”.

Fue bajo ARTICHOKE cuando la Agencia empezó a reclutar de forma más sistemática a los mejores investigadores y a cortejar a las instituciones más prestigiosas para que colaboraran en sus investigaciones sobre el control mental. Uno de los primeros en participar fue el subdirector del Hospital Psicopático de Boston, el Dr. Robert Hyde, que en 1949 fue el primer estadounidense en “viajar” con LSD después de que el hospital adquiriera muestras de la droga del laboratorio Sandoz en Suiza. En 1952, la CIA empezó a financiar la investigación del hospital sobre el LSD, en la que Hyde se utilizó a sí mismo, a sus colegas, a estudiantes voluntarios y a pacientes del hospital como sujetos de estudio. Hyde trabajaría en cuatro subproyectos de MKULTRA durante la década siguiente.

Poco después de que Dulles se convirtiera en DCI en 1953, autorizó MKULTRA, ampliando la investigación de control de la conducta de la Agencia y reorientándola hacia el desarrollo de “una capacidad para el uso encubierto de materiales biológicos y químicos” en “operaciones clandestinas presentes y futuras”. [6] Muchos de los 149 subproyectos de MKULTRA se llevaron a cabo a través de universidades de prestigio como Cornell, Georgetown, Rutgers, Illinois y Oklahoma. El Dr. Carl Pfeiffer, presidente del Departamento de Farmacología de la Universidad Emory, dirigió cuatro subproyectos de MKULTRA, todos los cuales implicaban el uso de drogas, incluido el LSD, para inducir estados psicóticos. La horrible serie de experimentos dejó a muchos de sus sujetos, incluidos prisioneros de la Penitenciaría Federal de Atlanta y jóvenes alojados en un centro de detención en Bordentown, Nueva Jersey, marcados de por vida.

Muchos otros subproyectos de MKULTRA se establecieron mediante subvenciones de fundaciones falsas financiadas por la CIA. Una de ellas, el Fondo Geschickter para la Investigación Médica, dirigido por el Dr. Charles Geschickter, profesor de patología en la Universidad de Georgetown, destinó millones de dólares de la CIA a programas de investigación en Georgetown y otras instituciones. Como parte del acuerdo, la CIA obtuvo acceso a un refugio médico seguro en el recién construido Anexo Gorman del Hospital Universitario de Georgetown, junto con un suministro de pacientes y estudiantes para utilizar como sujetos para los experimentos de MKULTRA.

Otra importante fundación “recortada” de MKULTRA, la Human Ecology Society, estaba dirigida por el neurólogo del Centro Médico Cornell, el Dr. Harold Wolff, quien escribió un estudio temprano sobre las técnicas comunistas de lavado de cerebro para Allen Dulles y más tarde se asoció con la CIA para desarrollar una combinación de drogas y privación sensorial que pudiera usarse para borrar la mente humana. Entre los proyectos MKULTRA más extremos financiados a través del grupo de Wolff estaban los infames experimentos de “desesquematización” realizados por el Dr. D. Ewen Cameron en el Allan Memorial Institute, un hospital psiquiátrico de la Universidad McGill en Montreal, Canadá. Los métodos de Cameron combinaban sueño inducido, electroshocks y “conducción psíquica”, bajo los cuales sujetos drogados eran torturados psicológicamente durante semanas o meses en un esfuerzo por reprogramar sus mentes.

Estos registros también arrojan luz sobre un período especialmente oscuro en la historia de las ciencias del comportamiento en el que algunos de los mejores médicos en el campo llevaron a cabo investigaciones y experimentos generalmente asociados con los médicos nazis que fueron juzgados en Nuremberg. Mientras que algunos profesionales médicos contratados por la CIA aparentemente luchaban con los problemas éticos que planteaba la realización de pruebas dañinas en sujetos humanos inconscientes, otros estaban ansiosos por participar en un programa en el que, según un memorando de 1953, “ninguna área de la mente humana debe quedar sin explorar”. Así como los psicólogos de la CIA supervisaron más tarde la tortura de prisioneros en la Bahía de Guantánamo y en los “sitios negros” de la CIA, durante las primeras décadas del siglo XXI, muchos de los médicos y clínicos reclutados para el trabajo de MKULTRA eran líderes en el campo, cuya participación impulsó el prestigio del programa y atrajo a otros hacia él. Los académicos e investigadores que analizan la participación de psicólogos y otros profesionales médicos en los horribles programas de detención e interrogatorio de Estados Unidos que han sido expuestos en los últimos años encontrarán paralelos y antecedentes históricos a lo largo de esta colección.

La colección también es de gran valor para aquellos interesados ​​en aprender más sobre los primeros años de la CIA y algunas de sus principales personalidades, como Allen Dulles, Richard Helms, Richard Bissell, Franks Wisner y otros, quienes imaginaron y crearon una agencia de inteligencia que favorecía la acción audaz, a menudo encubierta, y donde proyectos controvertidos como MKULTRA podían arraigarse y florecer en secreto.

The Documents

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Document 01

U.S. Central Intelligence Agency, Interrogation Research Section to Chief, Security Branch, “Establishing of Security Validation Teams,” Classification unknown, September 27, 1949, 2 pp.

Sep 27, 1949

Source

John Marks Collection, Box 1

After returning from an overseas trip, the CIA’s Morse Allen summarizes his recommendations for the establishment of “security validation teams” in the U.S. and abroad that would combine the use drugs, hypnosis and the polygraph to perform a variety of intelligence functions, including the screening of Agency personnel and informants, the interrogation of suspected enemy agents, the processing of any “loyalty cases” that might arise, and the possible use of “operational hypnosis.” The teams would also gather information about the “interrogation techniques and special operational procedures being utilized by Russia and Russian dominated countries.”

ebb 880 doc 2

Document 02

Chief, Inspection and Security Staff, U.S. Central Intelligence Agency to Director of Central Intelligence, “Project Bluebird,” Top Secret, April 5, 1950, 12 pp.

Apr 5, 1950

Source

John Marks Collection, Box 9

Sheffield Edwards requests that DCI Roscoe Hillenkoetter approve plans for Project BLUEBIRD, sending it directly to the DCI rather than through the normal approval process due to “the extreme sensitivity of this project and its covert nature.” The memo indicates broad agreement among CIA offices “for the immediate establishment of interrogation teams for the operational support of OSO [Office of Special Operations] and OPC [Office of Policy Coordination] activities,” referring to the groups responsible for managing covert operations. The teams would “utilize the polygraph, drugs, and hypnotism to attain the greatest results in interrogation techniques.” Noting that there is “considerable interest in the field of hypnotism” across CIA offices, the idea of Bluebird would be “to bring all such interests within the purview and control of a single project.”

The project envisions “interrogation teams … utilizing the cover of polygraph interrogation to determine the bona fides of high potential defectors and agents, and also for the collection of incidental intelligence from such projects.” Each team would consist of a psychiatrist, a polygraph technician and a hypnotist. An office would be established in Washington “to serve as a cover for training, experimentation, and indoctrination” of psychiatrists “in the use of drugs and hypnotism.” When not deployed abroad, the doctors would be used “for defensive training of covert personnel, study, and experimentation in the application of these techniques.”

A handwritten annotation indicates that Hillenkoetter authorized $65,515 for the project on April 20, 1950.

ebb 880 doc 3

Document 03

“Report of Special Meeting Held in [Deleted] on 1 June 1951,” Classification unknown, June 1, 1951, 6 pp.

Jun 1, 1951

Source

John Marks Collection, Box 6

In The Search for the Manchurian Candidate, Marks cites this fascinating account of an “informal get-together” between representatives of the U.S., British and Canadian intelligence services in which “all matters related to the influence or control of the minds of individuals were discussed.” The conversation among the allied intelligence services “ranged from the specific subject of means for extracting information to the broadest aspects of psychological warfare and propaganda.”

One foreign intelligence official (identified by Marks as the British representative) at first seemed skeptical about the idea of individual mind control and was more interested in programs that would research “the psychological factors causing the human mind to accept certain political beliefs” and “aimed at determining means for combatting communism, “‘selling’ democracy,” and preventing the “penetration of communism into trade unions.” However, “after lengthy discussions he became quite enthusiastic” about research into individual mind control, according to the meeting notes.

“All present agreed that there has been no conclusive evidence, either from reports on Soviet activities or in Western research, to indicate that new or revolutionary progress has been made in this field,” but “full investigation of the Soviet cases was essential and basic research in the field is most important because of the importance of this matter in connection with cold war operations… Even though no radical discoveries are made, even small gains in knowledge will justify the effort expended.”

Since the group had only discussed “pure research” and not the offensive use of mind control techniques, the author of the memo recommends that the U.S. strike “a clear separation between the intelligence and the research aspects” of the project when dealing with allied intelligence organizations.

ebb 880 doc 4

Document 04

ARTICHOKE Project Coordinator to Assistant Director, Scientific Intelligence, U.S. Central Intelligence Agency, “Project ARTICHOKE,” Top Secret Eyes Only, April 26, 1952, 9 pp. Apr 26, 1952

Apr 26, 1952

Source

John Marks Collection, Box 6

Bureaucratic authority within the CIA for the ARTICHOKE program bounced around during the early 1950s from the Office of Security to the Office of Scientific Intelligence (OSI) before going back to Security and, finally, to the Technical Services Staff (TSS) under Sidney Gottlieb. Less than a month after ARTICHOKE was first transferred from Security to OSI, the new project director, Robert J. Williams, sent this memo to his boss, H. Marshall Chadwell, outlining the program’s major accomplishments and deficiencies and pointing to the need to involve, or even turn the program over to, the CIA Medical Staff since he sees it as “primarily a medical problem.”

Williams reports that “field tests utilizing special techniques for interrogation” had not occurred as previously planned since the Artichoke project leaders lack confidence “in the techniques presently available” for ARTICHOKE interrogations and have been unable “to come up with any new techniques offering significant advantages” known methods. A “major factor” contributing to these conditions, Williams writes, is “the difficulty in obtaining competent medical support, both for the operational teams and for the research effort.”

A seven-page attachment describes ARTICHOKE as “a special agency program established for the development and application of special techniques in CIA interrogations and in other CIA covert activities where control of an individual is desired.” In the weeks since taking over the program, “OSI has endeavored to evaluate known techniques and to uncover new ones using consultants, Armed Service contracts and whatever information may be available within CIA or through other CIA channels.” The new team was also working to “evaluate claims that the USSR and/or its satellites may have developed new and significant techniques for this purpose.”

While no new techniques had been discovered, presently known mind control techniques described in the attachment include the use of LSD and other drugs, hypnosis, the use of the polygraph, neurosurgery, and electric shock treatments. However, field testing of these techniques has been handicapped by the “inability to provide the medical competence for a final evaluation and for such field testing as the evaluation indicates. Repeated efforts to recruit medical personnel have failed and until recently the CIA Medical Staff has not been in a position to assist.”

ebb 880 doc 5

Document 05

George White appointment book entry, June 9, 1952

Jun 9, 1952

Source

George White Papers, M1111, Dept. of Special Collections, Stanford University Libraries, Stanford, Calif.

In his daily planner entry for June 6, 1952, federal narcotics agent George White notes a morning meeting with the Sidney Gottlieb of the CIA, jotting at the bottom of the page: “Gottlieb proposes I be CIA consultant – I agree.” Using the alias “Morgan Hall,” White would go on to run CIA safehouses in New York and San Francisco where unwitting individuals would be surreptitiously dosed with LSD and other drugs and subjected to other mind control techniques.

ebb 880 doc 6

Document 06

Memorandum for Director of Central Intelligence, “Successful Application of Narco-Hypnotic Interrogation (ARTICHOKE),” Classification unknown, 3 pp.

Jul 14, 1952

Source

John Marks Collection, Box 6

In a memo to the DCI, the CIA Security Office reports on the “successful” use of ARTICHOKE interrogation methods on “Russian agents suspected of being doubled.” Using the cover of a “psychiatric-medical” evaluation, officials from the Security Office and the CIA Medical Office combined the use of “narcosis” and “hypnosis” to induce regression and, in one case, “a subsequent total amnesia produced by post-hypnotic suggestion.” In the second case, CIA handlers used “heavy dosages of sodium pentothal,” a barbiturate, “coupled with the stimulant Desoxyn,” a methamphetamine, “with outstanding success.” The officers involved believed “that the ARTICHOKE operations were entirely successful” and “that the tests demonstrated conclusively the effectiveness of the combined chemical-hypnotic technique in such cases.”

ebb 880 doc 7

Document 07

Memorandum from CIA Acting Assistant Director for Scientific Intelligence to Deputy Director for Plans Allen Dulles, “Project ARTICHOKE,” Classification unknown, July 14, 1952, 2 pp.

Jul 14, 1952

Source

John Marks Collection, Box 6

This memo to Deputy Director for Plans Allen Dulles records a meeting of CIA office heads at which it was decided to transfer control of the ARTICHOKE project from OSI back to the Inspection and Security Office (I&SO) with the Office of Technical Services (OTS), home of Sidney Gottlieb and the Technical Services Staff (TSS), taking over responsibility for ARTICHOKE-related research and for maintaining contact with the Defense Department.

Those present at the meeting agreed that “the scope of Project ARTICHOKE is research and testing to arrive at means of control, rather than the more limited concept embodied in ‘special interrogations.’”

ebb 880 doc 8

Document 08

Memorandum for CIA Inspector General Lyman Kirkpatrick, “Use of LSD,” Secret, December 1, 1953, 2 pp.

Dec 1, 1953

Source

Center for National Security Studies (CNSS) FOIA

Shortly after the death of U.S. Army scientist Frank Olson was linked to a CIA LSD experiment, this memo recounts steps taken by CIA Technical Services Staff (TSS) chief Willis Gibbons to account for LSD handled and distributed by TSS. Gibbons has “impounded all LSD material in CIA Headquarters in a safe adjacent to his desk” and was “stopping any LSD tests which may have been instituted or contemplated under CIA auspices.” CIA field stations in Manila and Atsugi, Japan, also have LSD on site. The CIA has also provided LSD to federal narcotics agent George White, who Gibbons said was “fully cleared.” Asked for any “reports on the use and effects of LSD,” Gibbons said he likely had “a drawer full of papers.”

Gibbons was not fully clear on how the CIA obtained LSD, but most of it came from the Eli Lilly & Company, according to this memo, which “apparently makes a gift of it to CIA.”

ebb 880 doc 9

Document 09

Statement of Vincent L. Ruwet on Frank Olson death, December 1, 1953

Dec 1, 1953

Source

CNSS FOIA

Vincent Ruwet, the head of the Special Operations Division of the Army Chemical Corps and Frank Olson’s boss, gives a firsthand account of the last days and hours of Olson’s life, including comments on his state of mind during and in the days following the Deep Creek Lake experiment, in which he and other CIA and Army officials were unwittingly dosed with LSD.

ebb 880 doc 10

Document 10

Memorandum for Director of Security, U.S. Central Intelligence Agency, “ARTICHOKE [redacted] Case #1,” Classification unknown, ca. March 1954, 4 pp.

Mar 1954

Source

John Marks Collection

An internal memo describes the interrogation of “an important covert operational asset” by an operational unit of the CIA’s ARTICHOKE program. Conducted at an undisclosed safe house, the ARTICHOKE interrogation was meant to “evaluate his part reports; to accept or not accept his past accounts or future budgets; to determine his future potentialities and clearly re-establish his bonafides.” CIA interrogators applied ARTICHOKE techniques including hypnosis and “massive use of chemicals” under cover of medical treatment for a case of influenza. The report says that the subject “was held under ARTICHOKE techniques for approximately twelve hours” and that they were under “direct interrogation” for 90 minutes. Consultants who reviewed the interrogation report agreed that ARTICHOKE officials “took certain (probably calculated) chances in using the massive dosages of chemicals” but that “ultimate results apparently justified the measures taken.”

ebb 880 doc 11

Document 11

Memorandum for Director of Central Intelligence, “Project MKULTRA, Subproject 35,” Top Secret, November 15, 1954, 13 pp.

Nov 15, 1954

Source

George C. Marshall Research Library, James Srodes Collection, Box 8, Folder: “AWD [Allen Welsh Dulles]: Mind Control 1953-1961”

The CIA’s Technical Services Section (TSS) requests authorization for a project at Georgetown University Hospital that would provide cover for research under the Agency’s “biological and chemical warfare program.” Using a philanthropic organization as a “cut-out,” the CIA would partially fund “a new research wing” of the hospital (the Gorman Annex) and would use one sixth of the new annex to conduct “Agency-sponsored research in these sensitive fields.” MKULTRA, the memo observes, provides research and development funding “for highly sensitive projects in certain fields, including covert biological, chemical and radiological warfare” but does not specifically authorize funds to establish cover for these programs.

An attachment describes the rationale for the use of a university hospital as cover for conducting such experiments, noting that “competent individuals in the field of physiological, psychiatric and other biological sciences are very reluctant to enter into signed agreements of any sort which would connect them with this activity since such connection might seriously jeopardize their professional reputations.”

The Agency’s clandestine funding and use of the hospital would be channeled through the Geschickter Fund for Medical Research, named for Dr. Charles Geschickter, a professor of pathology at Georgetown University Hospital who had been secretly working with the CIA since 1951. The Fund was used “both as a cut-out for dealing with contractors in the fields of covert chemical and biological warfare, and as a prime contractor for certain areas of biological research.” In addition to Geschickter, at least two other board members of the Fund were aware that it was being used to conceal the CIA’s “sensitive research projects.”

Agency sponsorship was “completely deniable since no connection would exist between the University and the Agency.” Three “bio-chemical employees of the Chemical Division of TSS” would be given “excellent professional cover” while “human patients and volunteers for experimental use will be available under excellent clinical conditions” and with hospital supervision.

The document was found among the papers of James Srodes, author of Allen Dulles: Master of Spies (Washington, D.C.: Regnery, 1999), which are housed at the George C. Marshall Research Library of the Virginia Military Institute.

ebb 880 doc 12

Document 12

U.S. Central Intelligence Agency, Technical Services Section, Chemical Division, [Materials and Methods Under Research and Development at TSS/CD], draft, includes alternate version, May 5, 1955, 7 pp.

May 5, 1955

Source

John Marks Collection; George C. Marshall Research Library, James Srodes Collection, Box 8, Folder: “AWD [Allen Welsh Dulles]: Mind Control 1953-1961”

This document was apparently drafted by the TSS Chemical Division after a discussion in which DCI Dulles and others had questioned whether the use of Georgetown University Hospital as a “cut-out” for sensitive experiments was worth the considerable cost and had asked TSS “to draw up a handwritten list of advantages which such a place would afford our people.”

The response from TSS lists 17 “materials and methods” that the Chemical Division was working to develop, including:

  • substances that “promote illogical thinking,”
  • materials that would “render the induction of hypnosis easier” or “enhance its usefulness,”
  • substances that would help individuals to endure “privation, torture and coercion during interrogation” and attempts at ‘brain-washing,’”
  • “materials and physical methods” to “produce amnesia” and “shock and confusion over extended periods of time,”
  • substances that would “produce physical disablement, including paralysis,
  • substances that “alter personality structure” or that “produce ‘pure’ euphoria with no subsequent let-down,”
  • and a “knockout pill” for use in surreptitious druggings and to produce amnesia, among other things.

TSS notes that private physicians are often quite willing to test new substances for pharmaceutical companies “in order to advance the science of medicine,” but that, “It is difficult and sometimes impossible for TSS/CD to offer such an inducement with respect to its products.” Outside contractors can be used during the “preliminary phases” of many CIA experiments, but “that part which involves human testing at effective dose levels presents security problems which cannot be handled by the ordinary contractor.”

ebb 880 doc 13

Document 13

Memorandum for the Record by Sidney Gottlieb, Chief, Technical Services Section, Chemical Division, “MKULTRA, Subproject 47,” Classification unknown, June 7, 1956, 6 pp.

Jun 7, 1956

Source

John Marks Collection

In a memorandum for the record, Gottlib authorizes an MKULTRA subproject to be led by Carl Pfeiffer of Emory University, a frequent collaborator who conducted experiments on prisoners at the federal penitentiary in Atlanta, Georgia. Here Gottlieb approves a request to continue Pfeiffer’s experiments, which include the development of “an anti-interrogation drug” and “tests in human volunteers.”

The attached proposal identifies the name of the study: “The Pharmacological Screening and Evaluation of Chemical Compounds Having Central Nervous System Activities,” summarizing it as the testing of “materials capable of producing alterations in the human central nervous system which are reflected as alterations in human behavior.” Facilities described in the redacted document include “auxilliary [sic] animal testing laboratories,” those used for “preliminary human pharmacological testing,” and additional facilities “for testing in normal human volunteers at [deleted] Penitentiary directed by [deleted].”

Among the “particular projects” on the agenda for the year to come are: (1) “To evaluate the effects of large doses of LSD-25 in normal human volunteers,” and (2) “To evaluate the threshold dose levels in humans of a particular natural product to be supplied by [deleted],” and (3) “To evaluate in human beings a substance which we now believe has the ability to counteract the inebriating effects of ethyl alcohol.”

ebb 880 doc 14

Document 14

Memorandum for the Record by Sidney Gottlieb, Chief, Technical Services Staff, Chemical Division, “Accountability for Certain Expenditures under Subproject 42 of MKULTRA,” Top Secret, August 17, 1956, 1 p.

Aug 17, 1956

Source

John Marks Collection

Sidney Gottlieb was shown this one-page document during a 1983 deposition in a lawsuit brought by Velma “Val” Orlikow, a former patient at the Allan Memorial Institute in Montreal, site of some of the most horrific MKULTRA experiments. The memo describes accounting procedures for a CIA safehouse run by federal narcotics agent George White “for conducting experiments involving the covert administration of physiologically active materials to unwitting subjects.” Gottlieb writes that “the highly unorthodox nature of these activities and the considerable risk incurred” by White and his associates make it “impossible to require that they provide a receipt for these payments of that they indicate the precise manner in which the funds were spent.”

ebb 880 doc 15

Document 15

U.S. Central Intelligence Agency, “Fitness Report” of Sidney Gottlieb, Secret, June 16, 1958, 5 pp.

Jun 16, 1958

Source

Stephen Kinzer donation

A CIA “Fitness Report” evaluates the first six months of Sidney Gottlieb’s stint as a CIA case officer in Europe. Characterized as “very mature” and “highly intelligent,” the evaluation notes that Gottlieb’s “entire agency career had been technical in nature” before this new assignment, his “first indoctrination to operational activities.” Gottlieb displayed a “keen desire to learn” and a “willingness to undertake all types of operational assignments” despite being “considerably senior in age and grade to other officers at the branch.” Gottlieb’s “only apparent weakness,” according to the evaluation, “is a tendency to let his enthusiasm carry him into more precipitous action than the operational situation will bear.”

ebb 880 doc 16

Document 16

John S. Earman, Inspector General, U.S. Central Intelligence Agency, “Report of Inspection of MKULTRA/TSD,” Top Secret, includes cover memo dated July 26, 1963, includes attachments, incudes annotated extract, 48 pp.

Jul 26, 1963

Source

John Marks Collection

In a memo forwarding his report on TSD’s management of MKULTRA to the DCI, CIA Inspector General John Earman says that the program’s “structure and operational controls need strengthening”; that the Agency should improve “the administration of research projects”; and that “some of the testing of substances under simulated operational conditions was judged to involve excessive risk to the Agency.”

The attached report briefly reviews the history of the program and finds that many of the projects initiated during that time “do not appear to have been sufficiently sensitive to warrant waiver of normal Agency procedures for authorization and control,” and that TSD was managing the program without proper documentation and oversight.

“Over the ten-year life of the program many additional avenues to the control of human behavior have been designated by the TSD management as appropriate to investigation under the MKULTRA charter, including radiation, electro-shock, various fields of psychology, psychiatry, sociology, and anthropology, graphology, harrassment [sic] substances, and paramilitary devices and materials.”

“TSD has pursued a philosophy of minimum documentation,” according to the report, and the “lack of consistent records precluded use of routine inspection procedures and raised a variety of questions concerning management and fiscal controls.” There were only two people at TSD with “full substantive knowledge of the program,” but these were “highly skilled, highly motivated, professionally competent individuals” who relied on the “‘need to know’ doctrine” to protect “the sensitive nature of the American intelligence capability to manipulate human behavior.”

Earman’s report looks closely at how each phase in the development of and operationalization of “materials capable of producing behavioral or physiological change in humans” is managed by TSD, including arrangements with physicians and scientists where the Agency “in effect ‘buys a piece’ of the specialist in order to enlist his aid in pursuing the intelligence implications of his research.”

With respect to human testing, the IG identifies two stages: the first “involves physicians, toxicologists, and other specialists in mental, narcotics, and general hospitals and in prisons, who are provided the products and findings of the basic research projects and proceed with intensive testing on human subjects.” During this phase, “Where health permits, test subjects are voluntary participants in the program.”

In the “final phase” of MKULTRA drug testing, the substances are given to “unwitting  subjects in normal life settings.” Earman says it is “firm doctrine” at TSD “that testing of materials under accepted scientific procedures fails to disclose the full pattern of reactions and attributions that may occur in operational situations.” Because of this, “TSD initiated a program for covert testing of materials on unwitting U.S. citizens in 1955.”

The reports focuses on drug experiments conducted at CIA safehouses in the U.S. and directed by Bureau of Narcotics agent George White. Some of the test subjects “have been informers or members of suspect criminal elements,” but unwitting subjects were drawn from all walks of life: “[T]he effectiveness of the substances on individuals at all social levels, high and low, native American and foreign, is of great significance and testing has been performed on a variety of individuals within these categories.”

Earman nevertheless recommends that the Agency terminate the testing of substances on unwitting U.S. citizens after weighing “possible benefits of such testing against the risk of compromise and of resulting damage to CIA” but is equally clear that such tests can continue to be performed foreign nationals. The Agency’s “deep cover agents overseas” were “more favorably situated than the U.S. narcotics agents” that ran the safehouses in the U.S., and “operational use of the substances clearly serves the testing function.”

Overall, MKULTRA materials had not been very useful in intelligence operations: “As of 1960 no effective knockout pill, truth serum, aphrodisiac, or recruitment pill was known to exist,” although “real progress has been made in the use of drugs in support of interrogation.” Among other obstacles, Some case officers “have basic moral objections to the concept of MKDELTA,” the program meant to operationalize materials and techniques developed through MKULTRA.

ebb 880 doc 17

Document 17

John S. Earman, Inspector General, U.S. Central Intelligence Agency, Memorandum for the Record, “MKULTRA Program,” Secret, November 29, 1963, incudes cover memo dated August 27, 1975, 3 pp.

Nov 29, 1963

Source

John Marks Collection

This memo records a meeting held in the office of Deputy Director of Central Intelligence Gen. Marshall Carter to settle the one major point of disagreement among CIA officials over the inspector general’s MKULTRA recommendations: whether to continue with the testing of MKULTRA substances on unwitting U.S. citizens. Others present were Deputy Director for Plans Richard Helms, CIA executive director (and former inspector general) Lyman Kirkpatrick, current CIA inspector general John Earman, and Sidney Gottlieb, head of the CIA’s Technical Services Division (TSD).

Both Gottlieb and Helms “argued for the continuation of unwitting testing,” while Earman, Carter and Kirkpatrick disagreed. Carter was concerned with the “unwitting aspect,” and a discussion ensued “on the possibility of unwitting test on foreign nationals,” which “had been ruled out” due to opposition from “senior chiefs of stations” as “too dangerous” and who said they lacked “controlled facilities.” Earman finds this “odd,” emphasizing the slipshod nature of some of the safehouses used for unwitting tests in the U.S.

Concluding the meeting, the participants agree that if the Directorate for Plans determined “that unwitting testing on American citizens must be continued to operationally prove out these drugs, it may become necessary to place this problem before the Director [of Central Intelligence] for a decision.” The attached cover memo from 1975 indicates that the DCI decided to defer a decision on testing U.S. citizens for one year and requested that until then the Agency “please continue the freeze on unwitting testing.” The authors of the cover memo found “no record … that this freeze was ever lifted.”

ebb 880 doc 18

Document 18

Memorandum from Donald F. Chamberlain, Inspector General, U.S. Central Intelligence Agency to Director of Central Intelligence, “Destruction of Records on Drugs and Toxins,” Classification unknown, missing tabs, October 20, 1975, 4 pp.

Oct 20, 1975

Source

John Marks Collection

In this memo to the DCI, CIA inspector general Douglas Chamberlain describes efforts to recover Agency records on the MKULTRA and MKNAOMI programs, many of which were destroyed in 1973 on the orders of Richard Helms and Sidney Gottlieb.

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Document 19A

U.S. Central Intelligence Agency letter to Sidney Gottlieb, Non-classified, April 30, 1979, 3 pp.

Apr 30, 1979

Source

Douglas Valentine donation

In a letter to the now-retired Sidney Gottlieb, the Agency requests his assistance with a CIA project to “investigate its past involvement with drugs, with emphasis on the use of drugs on unwitting subjects.” The questions mainly have to do with a “secondary” effort of the investigation “to assess the possibility of harm by the specific drugs in the quantities used, and to flesh out the report with enough details of the safehouse operations to lend credence to the report.”

ebb 880 doc 19b

Document 19B

U.S. Central Intelligence Agency Memorandum for the Record, “Telephonic Response of Dr. Gottlieb to Our Letter of 30 April 1979,” Non-classified, 2 pp.

Apr 30, 1979

Source

Douglas Valentine donation

This document records answers given over the phone by Gottlieb in response to questions posed by the CIA in its letter of April 30, 1979 (Document 19A). Among other things, Gottlieb says that the LSD used by George White in the CIA safehouses was “packaged as a solution in approximately 80 microgram units in plastic ampules” and that follow-up with subjects “was conducted when practical.” Gottlieb estimates that there were approximately 40 tests on unwitting subjects that were “performed to explore the full range of the operational use of LSD,” including for “interrogation” and for “provoking erratic behavior.”

ebb 880 doc 20

Document 20

Deposition of Sidney Gottlieb, PhD, in Civil Action No. 80-3163, Mrs. David Orlikow, et al., Plaintiffs, vs. United States of America, Defendant, May 17, 1983, 174 pp.

May 17, 1983

Source

Stephen Kinzer donation

This is the second of three depositions of Sidney Gottlieb by attorneys representing Velma «Val» Orlikow, a former patient of the Allan Memorial Institute, where CIA-backed staff performed horrific experiments on psychiatric patients during the 1950s and 60s.

Asked whether he was involved in “domestic field experimentation” with LSD, Gottlieb said, “If by what you mean ‘field experimentation’, is experiments that involve – that are taking place outside of Washington, D.C., and if by my personal involvement, you mean, was I aware of them or did I have something to do with their instigation, the answer is yes.” When Gottlieb is shown a document indicating that he had personally conducted an interrogation, he claims confusion before admitting that he had indeed been involved in “between one and five” interrogations.

Gottlieb nevertheless denies that the CIA intended to develop techniques to improve U.S. interrogations. “The primary objective of developing new techniques for interrogation … It has to do with the difference between something I have always objected to, namely, that this whole program wanted to create a Manchurian Candidate. The program never did that. That was a fiction, as far as I am concerned, that Mr. Marks indulged in and this question you are asking has to do with that and this is a sensitive area in my mind.”

Asked whether the CIA had tried to identify “techniques of producing retrograde amnesia,” Gottlieb said it was something that they “talked about,” but that he could not “remember any specific projects or specific research mounted in response to that question.” Asked if the CIA ever used “psychosurgery research projects,” Gottlieb said his “remembrance is that they did.”

Gottlieb also describes the role played by the Society for the Investigation of Human Ecology, which he says “was to act in a security sense as a funding mechanism so that the involvement of CIA’s organizational entity would not be apparent in projects that we were funding.” The Geschickter Fund operated much the same way, according to Gottlieb: “It was made as a mechanism to funnel funds for research activities where CIA didn’t want to acknowledge its specific identity as the grantor.”

Gottlieb evades most of the questions about the most important issue before the court in the Orlikow case: the extreme “psychic driving” and “depatterning” experiments conducted by Dr. Ewen Cameron at the Allan Memorial Institute. Again and again, Gottlieb claims to not remember key events and details about the CIA’s relationship to Cameron’s terrifying experiments.

Gottlieb is somewhat more forthcoming about his knowledge of MKULTRA projects in the U.S., including experiments conducted by Dr. Harris Isbell of the NIMH Addiction Research Center in Lexington, Kentucky, which Gottlieb said he visited “at least three or four times.” Gottlieb said Isbell did “some of the early and basic work between dose and response of LSD” on prisoners from the Narcotics Division Hospital. Gottlieb also says he was aware that Isbell offered inmates drugs in exchange for their participation in the project. Asked whether reports that Cameron kept some subjects on LSD for 77 consecutive days was “consistent with the research he was conducting,” Gottlieb said it was, noting that Cameron “had some interest in the quantum effects of LSD, repeated ingestion.” Asked about files on the CIA safehouses run by narcotics agent George White, Gottlieb replies, “They were all destroyed. They don’t exist anymore,” adding, “They were specifically destroyed when the files were destroyed in ’72, ’73.” Asked about White’s purported use of “prostitutes to test methods of slipping drugs to unwitting persons,” Gottlieb said, “the involvement of prostitutes in the West Coast activity had to do with the MO, the modus operandi of this whole drug culture.”

The plaintiffs’ attorneys also ask Gottlieb about the CIA’s work with Dr. Carl Pfeiffer of Emory University, who performed drug experiments on prisoners at the Atlanta federal penitentiary and elsewhere, and Dr. Harold Isbell of the National Institutes for Mental Health, who had conducted drugs tests on patients at the Addiction Research Center in Lexington, Kentucky.

Con el de arriba nervioso

Cuando en diciembre de 2024 se informó del asesinato del CEO de UnitedHealthcare en una calle de Nueva York, camino a una convención de inversores, los medios comentaron sin cesar sobre el brutal crimen de una persona importante. Poco después, ocurrió un fenómeno que puso nervioso a los millonarios CEOs como Brian Thompson y desconcertó al resto. El asesino se convirtió en una especie de Zorro justiciero. Cuando se supo que la bala que lo había matado tenía la inscripción Delay, Deny, Defend (Retrasar, Negar, Defender) ya no quedaron dudas. El asesino había actuado por venganza contra la práctica más conocida y odiada de las mafias de los lobbies de la salud que se presentan como “industria de seguros de salud”, un oxímoron triple.

Solo UnitedHealth Group está valuado en 500 billones de dólares, más que toda la economía de Colombia. Su récord en salud es cuestionable. Ya en 2009, un estudio de la Universidad de Harvard había concluido que “45.000 personas mueren cada año a causa de la industria de seguros médicos privados”. Eso pasa cuando una necesidad básica deja de ser un derecho para convertirse en un negocio, una mercancía que empobrece a todo un pueblo al tiempo que enriquece a menos del uno por ciento.

La imprevista reacción popular, que tiene un antecedente en otro período de obscenas diferencias sociales (la Edad de Oro antes de la Gran Recesión de finales del siglo XIX) puso nerviosos a muchos. La justicia reaccionó de la misma forma que entonces: acusó a Luigi Mangione no de asesinato, sino de terrorismo. Todas los períodos de orgías de millonarios fueron acompañadas con este tipo de violencia y terminaron en quiebres sociales.

Ninguna de las orgías anteriores compite con la actual. A pesar de que Elon Musk no fue elegido nunca por nadie, su fortuna no sólo ha comprado medios de manipulación masiva, como Twitter, sino presidentes como Trump, a quien le donó 250 millones de dólares para su campaña electoral. Trump le retribuyó con un cargo gubernamental de poder político y social extremo, aparte del que ya tenía con su compañía de satélites, apoyada por la CIA. Desde las alturas de ese poder (y desde sus noches bajo los efectos de las drogas) Musk, el hijo del apartheid de Sud África, el inmigrante más peligroso de Estados Unidos, ahora nombrado como Jefe del Department of Government Efficiency en el próximo gobierno, ha mencionado dos medidas para solucionar los problemas del país: deportar a los inmigrantes pobres (no blancos) y recortar los seguros sociales para la clase trabajadora.

Un paso más hacia el Gran Quiebre. Las crisis económicas son un invento del capitalismo (antes eran producidas por factores externos a la economía), pero es lícito sospechar que también son parte del plan de saqueo a las clases trabajadoras. Las crisis económicas son grandes inversiones para los millonarios (los únicos capitalistas), por las cuales siempre compran todo a precio de necesidad y eso explica por qué, luego de una pérdida inicial, en menos de diez años multiplican sus capitales y su poder político. Hasta que se les va la mano, como en 1929, y más que una crisis producen una depresión, la que suele levantar a los de abajo y forzar cambios políticos e ideológicos que luego llaman radicales.

¿Radicales? Un trabajador de la construcción en Estados Unidos, trabajando cinco días a la semana, bajo el sol en verano y sobre la nieve en invierno, necesitaría 45 millones de años para ahorrar la fortuna que Elon Musk amasó en menos de veinte años. Eso si no se endeuda antes. Hace 45 millones de años, los Himalayas todavía no existían. El actual territorio de India comenzaba a colisionar con Asia y todavía faltaban más de 44 millones de años para que los Homo sapiens comenzaran a caminar por el continente africano.

El sistema que produce toda esta pornografía ideológica no es nuevo. Es el mismo que existía hace exactamente cien años en Europa y Estados Unidos: una persecución feroz de la maquinaria propagandística de la oligarquía contra las tradicionales organizaciones de trabajadores y los reclamos de seguridad social. En Estados Unidos, hace cien años, sindicatos obreros y hasta parte de la iglesia católica (irlandesa) habían ganado la opinión pública sobre la necesidad de un salario mínimo, de un seguro de desempleo y de la prohibición del trabajo infantil.

Hace cien años las diferencias sociales promovidas desde Wall Street (el mayor centro de acumulación de capitales desde la esclavitud) comenzaban a alcanzar máximos históricos. En ambas márgenes del Atlántico Norte, el fascismo comenzó a seducir a las masas insatisfechas que sentían el problema y sus frustraciones, pero no las comprendía. Todo terminó de la forma más conocida por la historia. Un quiebre radical. En este caso fue una catástrofe económica que agravó la situación de miseria y de injusticia social.

Hasta que F. D. Roosevelt echó mano a lo que se supone es la primer forma de prevenir estos problemas: la implementación de políticas sociales (socialistas, según críticos de entonces), como la creación del Seguro Social, de subsidios para los de abajo, del reconocimiento al derecho a huelga y de la intervención feroz del Estado en la economía a través de obras públicas. Funcionó, aunque el sistema que había provocado la catástrofe sobrevivió. Todo lo contrario a las recomendaciones neocoloniales de austeridad (“sinceramiento”) prescritas por el FMI.

Europa procedió de forma similar, con fuertes intervenciones de los estados, desde la Alemania nazi hasta la comunista Unión Soviética. En ambos casos, resultó en un abrumador éxito económico, aunque el resto de la historia no fue igualmente brillante. Estados Unidos e Inglaterra debieron tragarse sus simpatías por Hitler y aliarse a Stalin, sobre todo cuando la Unión soviética comenzó a mostrar signos de una fulminante contraofensiva a la invasión alemana.

Las obsesiones del sistema capitalista, ahora desenfrenado, se vuelven a repetir con las mismas características de hace un siglo. Pero como somos cavernícolas con mayor poder tecnológico, no aprendemos nada de las historia ni de nuestros propios monstruos porque cada generación tiende a olvidar, no sólo la historia sino el dolor de los abuelos que debieron atravesar por traumas nacionales y globales. Cada generación se cree en la cúspide del entendimiento y subestima a las anteriores sin siquiera considerar que no sólo nuestra super tecnología ha sido inventada casi toda por las generaciones anteriores sino que las nuevas generaciones tienden a ser insensibles a las tragedias de los abuelos. Más aún si el desprecio a la educación, al conocimiento, a la cultura y al pensamiento crítico están de moda.

¿Será que el péndulo de la historia cambia de dirección cada tres generaciones? ¿Será que cada generación que aprecia la civilidad, el valor de la solidaridad y la empatía, es precedida por una que sufrió su destrucción, precedida a su vez de otra que la despreció?

Al parecer estamos en esta generación del desprecio, orgullosa del mito más perverso de la historia del capitalismo: “el desenfrenado egoísmo del individuo es beneficioso para la sociedad”. La sociedad-archipiélago de islas alienadas. Generación que será seguida por la crisis, el fascismo y la rebelión de los de abajo.

¿Cómo es posible que la mayoría de las personas adopten, con tanta pasión y convicción, las ideas de una minoría? La respuesta la dio Karl Marx en el siglo XIX: “Las ideas de la clase dominante son las ideas dominantes de cada época”. La clase dominante, aunque no sume ni el uno por ciento de la sociedad, como es el caso actual, no sólo posee (se ha apropiado) de los medios de producción, de todas las invenciones de la Humanidad a lo largo de siglos, sino que también posee los medios de financiación, los medios políticos y los medios de comunicación. Así ha sido desde la Antigua Roma, desde los sermones de los sacerdotes que interpretaban la Biblia para una congregación de analfabetos en las ricas catedrales financiadas por los señores feudales, hasta sus herederos, los liberales, en posesión de la imprenta, luego de la radio, luego de la televisión, luego de Internet, luego de las redes sociales, luego de la inteligencia artificial…

Si algo está claro es que este sistema no tiene futuro. Su estrategia es prolongar la agonía de los de abajo y el champagne de los de arriba hasta donde sea posible.

JM, diciembre 2024.

https://www.pagina12.com.ar/791607-con-el-de-arriba-nervioso

Eduardo Galeano. Las orillas del silencio.

Mi amigo y «estudiante» (solo fui miembro del comité de defensa de su tesis en la UNAM de México años atrás, cuando este libro era una tesis universitaria) Román Cortázar finalmente acaba de publicar (Siglo XXI) ese encantador libro sobre un amigo en común, Eduardo Galeano. Conozco pocos uruguayos (por no decir ninguno) que hayan conocido la obra de Eduardo tan bien como Román. Los invito a leer su libro. Si quieren entrevistarlo me contactan.

jorge majfud, agosto 2024.

La Anti-Ilustración para el siglo XXI (I)

El Proyecto 2025

El Proyecto 2025, asociado a las promesas programáticas e ideológicas de Donald Trump en caso de ganar las elecciones de 2024, es una de las puntas del iceberg político y geopolítico actual de Occidente. Fue una invención de The Heritage Foundation, uno de los think tanks más poderosos del mundo, fundado en 1973 como reacción a la ola popular de la lucha por los derechos civiles en Estados Unidos, de la descolonización en África y de los múltiples movimientos de liberación en América Latina, como la Teología de la Liberación, todos opuestos a la Guerra de Vietnam y a la cultura consumista, entre otras reivindicaciones existenciales.

La Fundación Heritage se define como un “business activist movement” (movimiento de activismo pro-negocios). Por negocios se entiende libertad, en el sentido literal que se entendía en el siglo XIX: la libertad de los amos a esclavizar al resto por el bien del resto. Luego del fiasco de la gira de Nixon por América del Sur en 1958, el presidente Eisenhower observó que, por alguna razón, en aquellos países donde Washington había sostenido dictaduras como la de Pérez Jiménez en Venezuela, la palabra capitalismo estaba asociada a imperialismo, por lo cual ordenó reemplazarla por “libertad de empresa”. Luego se simplificó el lema a una sola palabra, libertad, para hacerla más universal y efectiva. Había más rabajadores que empresarios y nadie podía oponerse a algo tan deseado como la libertad. A los años de rebeliones que la izquierda llamó liberación, la derecha identificó el problema como “un exceso de democracia”. Así lo definió el profesor y mogul de la derecha, Samuel P. Huntington en 1975. Huntington alertó en una conferencia que había una tendencia mundial hacia una extensión general de la democracia, con resultados catastróficos. La experiencia de Allende en Chile, declaró Huntington, fue “un exceso de democracia que condujo a un golpe de Estado que ha restaurado la estabilidad política”. No por casualidad los primeros think tanks aparecieron en Europa hace un siglo, para corregir los excesos de democracia y promover la agenda fascista que logró imponerse años después.

El Proyecto 2025 tiene varios objetivos declarados. Algunos son espadas de doble filo. (1) Expandir los poderes del presidente, sustituyendo leyes por decretos, órdenes ejecutivas e interpretación de leyes. (2) Darle al presidente más autonomía para administrar la economía y la política internacional. (3) Reducir las injustas políticas de protección ambiental contra la contaminación de los combustibles fósiles. (4) Recortar fondos para los planes públicos de salud, como Medicaid y Medicare. (5) Eliminar el Departamento de Educación. (6) Eliminar los programas en favor de la diversidad, lo que llaman Woke o “racismo anti-blanco”. (7) Erradicar a la izquierda de la educación, limitando la libertad de cátedra e imponiendo su comercialización a través de la privatización subsidiada por el gobierno.

Una acusación falsa, pero que nunca falla en la lógica del “menú político”, declara que este Proyecto también se propone (8) “luchar contra el antisemitismo de las universidades de Estados Unidos”. Más adelante, algo que la izquierda también apoyaría con gusto, y que se contradice con gran parte de las propuestas anteriores: (9) “luchar contra el Deep State”, es decir, contra los poderes oscuros y permanentes del gobierno de Estados Unidos. Como, por ejemplo, la CIA. Claro que la historia dice otra cosa: la CIA fue siempre (siempre) la mano invisible del mercado y del imperialismo capitalista. En fin, es parte del menú.

Otras de las prioridades del Proyecto es (10) promover “leyes más estrictas contra la inmigración ilegal”, lo cual es consistente no sólo con la preocupación del mito decimonónico del reemplazo racial y del “genocidio blanco” (mientras fueron inmigrantes anglosajones nunca hubo problema) y con la obsesión de políticos, teóricos y millonarios como Elon Musk por (11) promover la producción de hijos conservadores (básicamente, blancos), a través de cheques del gobierno (oops!) y (12) derechos especiales, como el de un padre a votar por cada hijo menor, mientras (13) se elimina el derecho post Guerra Civil a la ciudadanía por nacimiento (es decir, de padres inmigrantes). Para todo eso, es necesario (14) sustituir a la policía por militares combatientes, algo hasta ahora ilegal. (15) Proteccionismo económico, tarifas de importación y guerra comercial contra China―exactamente como ocurrió en los siglos anteriores cuando el Imperio Británico liquidó el libre mercado, primero con tarifas contra la importación de deseados productos asiáticos y luego con la fuerza de sus cañones libertarios contra la industria ajena.

Ahora, no por casualidad, billonarios como Elon Musk son la punta de lanza ideológica. Musk se ha dedicado a criminalizar a los inmigrantes pobres y mestizos del Sur en su poderosa red X. Como siempre, los pueblos están a la merced de la infancia de los poderosos. Como Milei en Argentina, Elon no se pudo liberar del pasado abusivo de su padre, Errol Musk, un millonario blanco en la Sud África del Apartheid, padre de muchos hijos, uno de los cuales fue con su hijastra. Otro convencido del poder del pene blanco. “Lo único para lo que estamos en la Tierra es para reproducirnos”, era su lema, algo que resuena en los pensamientos recientes de su hijo renegado Elon, quien también tuvo seis hijos con su primera esposa canadiense. Elon se había ido de Sud África en 1989 para evitar el servicio militar obligatorio, esas cosas de patriotas pobres. Luego de vender X.com, en 2004 compró la compañía Tesla. Siempre fue bueno vendiendo y comprando. Igual había hecho Jeff Bezos de Amazon, multimillonario y megalómano como él, quien también invirtió en la industria contaminante de los cuetes al espacio.

Ahora, para consumo del pueblo, el corazón ideológico de Proyecto 2025 es el (16) Nacionalismo cristiano. Su objetivo es (17) debilitar el gobierno federal erosionando la independencia de poderes y confirmar el poder de los Estados regionales, todo lo cual nos recuerda a un Neomedievalismo que lleva a la recuperación del poder de los señores feudales contra la limitación de los Estados centrales e, incluso, al esclavismo sureño en Estados Unidos, algo que ya explicamos en Moscas en la telaraña.

A este poder corporativo de los de arriba, los de abajo responderán básicamente de dos formas opuestas: un poder nacional y centralizado (neo-bolchevique) o gremios de base internacionales en contra de un poder centralizado, como en la Edad Media (neo-trotskismo, neo-anarquismo). Las actuales corporaciones de negocios son una herencia directa de las corporaciones colonialistas (companies) y de las asociaciones esclavistas durante la esclavitud de grilletes. De la misma forma que ahora la derecha triunfa en el poder concentrado (pero descentralizado) de los negocios y los lobbies, la izquierda resistirá a través de la militancia (re)organizada.

Cien días antes de las elecciones, el candidato Donald Trump les aseguró a sus “votantes cristianos” que las próximas elecciones eran de vital importancia y que luego “ya no necesitarían volver a votar”. Como lo propusimos meses antes en algunas conferencias y en un brevísimo libro, se cumple la fórmula P = d.t sobre el derrumbe de una democracia liberal hegemónica en una verticalidad fascista o bananera.

Jorge Majfud. Julio 2024.

No es seceto para los expertos en seguridad del ciberespacio. Estos libros, como las entrevistas y toda actividad que realizamos aquí, han sido «baneadas» (silenciadas, cencusradas) por los algoritmos de las mafias capitalistas. No nos importa. Siempre seguiremos publciando lo que al Poder más osucro le molesta. Una parte de todo eso está en los libros que mencionamos aquí abajo. Hagan como quieran. No se trata de una cuestión comercial, proque no vivimos de esto, sino de una razón profundamente moral. Nunca nos pudieron quitar la dignidad y no soportan esa derrota absoluta:

Democracia directa y Generación Post-Facebook

English: Agora in Perge Français : Agora de Pergé

La generación Post-Facebook

Hacia una democracia directa

 

 

Libros y redes sociales

Entiendo que la discusión no está entre el libro de papel o el libro digital. Ambos son medios de un antiguo hábito intelectual: la lectura. La diferencia radica en que el libro digital se adquiere más fácilmente; pero el libro de papel no se ha ido abandonado por sus deficiencias de funcionamiento. A excepción de la carencia de hiperlinks que obligaban al lector a memorizar y ordenar la información de otra forma (los hiperlinks facilitan el acceso a la información pero no a la comprensión) las páginas del libro de papel siguen siendo el modelo básico que imitan los libros electrónicos. El libro de papel no poseía ninguna deficiencia que dificultara la lectura reflexiva; tal vez son los lectores hechos en la cultura del consumo de cantidades, en lugar de calidades, quienes han adquirido algunas deficiencias de lectura y reflexión, sobre todo de reflexión abstracta y holística. Esto, obviamente, es sólo una aproximación de un fenómeno más complejo y lleno de excepciones. Pero no son las excepciones lo que debería ocuparnos más.

Evidentemente hablo como un miembro de una generación a caballo de esos dos mundos, alguien que aprecia las ventajas de las nuevas tecnologías, que no quiere ser un reaccionario pero tampoco un idólatra desmemoriado que desprecia las virtudes del mundo anterior sólo porque no tiene idea de tan exótica experiencia humana, social e intelectual.

En el fondo, creo que el dilema entre el libro de papel y el libro digital es falso o, por lo menos, no es tan trascendente como el dilema entre las redes sociales y los libros tradicionales. Aquí está la verdadera competencia por los lectores; aquí están los verdaderos formadores de actitudes y de habilidades intelectuales.

En este punto la diferencia es abismal. Basta con observar el nivel de desafío que impone un libro tradicional, incluso uno de los peores, y el nivel de desafío intelectual que nos impone, por ejemplo, Facebook. Incluso, si los libros tradicionalmente estuvieron envueltos de un aura de prestigio, muchas veces inmerecido, Facebook carece de una minúscula fracción de este aura. Es más, muchos de sus usuarios, si no la mayoría, se reconocen perdiendo el tiempo en este espacio virtual, aunque no puedan dejar de hacerlo.

Haga el experimento. Elija un grupo de los estudiantes más perezosos que quizás usted conoce y ofrézcale un libro, una revista de política internacional, un juego de ajedrez, un piano, un microscopio o siete horas de Facebook. La famosa generación “múltiple-tarea” es mucho más pasiva, previsible y monótona de lo que se cree ella mismo.

Claro, Facebook tiene algunas utilidades positivas, como el hecho de facilitar cierto tipo de conocimiento de nuevas personas o la recuperación del contacto de viejos amigos. No obstante, en lo que se refiere estrictamente al desafío intelectual que deriva de su uso, nunca alcanza a superar el desafío del peor de los libros. Por el contrario, es probable que actúe más como un anestesiaste que como un estimulante de las habilidades intelectuales. Se puede argumentar que no es posible comparar las dos realidades porque son cosas diferentes; lo cual sería lo mismo que estamos diciendo desde otro punto de vista.

Pero el hecho concreto es que cada individuo sigue teniendo días de veinticuatro horas, y las horas que uno invierte en una actividad necesariamente se las quita a otra. No tendría sentido ignorar y abstenerse del uso de estas realidades del mundo de hoy, pero tampoco tiene mucho sentido ni ganancia reemplazar hasta el aniquilamiento la práctica de otras habilidades que antes estaban entre las modestas páginas de un libro. No al menos si queremos individuos más amplios y sociedades más despiertas, más libres de la repetición, de la propaganda, de la actitud de rebaño, de la autocomplacencia y del conformismo como religión.

 

La Sociedad Desobediente y las Asambleas de Democracia Directa

Luego de Facebook deberá surgir algo más maduro según nuestra concepción del movimiento humanista hacia la radicalización de la democracia, tal como se ha ido desarrollando, con altibajos, con avances y retrocesos, desde la caída de la Edad Media.

Ese “algo” debe ser un espacio diferente a las actuales redes sociales, donde los pensamientos no sean efímeros, fraudulentos o apenas una decoración que no cambian ninguna vida, donde los compromisos son siempre virtuales y las discusiones tienen escasa o nula trascendencia más allá de la burbuja virtual de los egos heridos, la que cada tanto se agrega la ilusión de ser el principal disparador de una revolución o de un alzamiento en alguna parte del mundo, como si no hubiesen habido verdaderas revoluciones populares mucho antes de Twitter y Facebook. Las revoluciones sociales no las han hecho ni Facebook ni Twitter sino juventudes maduras en la conciencia de sí mismos como protagonistas de la historia.

Yo todavía veo, igual que a finales del siglo XX, una etapa donde los medios virtuales de comunicación serán verdaderas herramientas y no meros juguetes para la diversión y la adicción de tareas triviales, repetitivas, voyeristas y egolátricas.

Esta nueva etapa sería marcada por una especie de Asamblea Virtual donde los participantes tengan un verdadero poder de decisión sobre el resto de la realidad política, económica y social que los rodea. Entonces, cuando los instrumentos de esta Asamblea impliquen un efecto directo en el individuo y en la sociedad, las discusiones y las reflexiones inevitablemente tenderán a realizarse con mayor responsabilidad y con mayor cuidado y reflexión. Los miembros ya no serán simplemente “amigos virtuales” o “seguidores” sino “ciudadanos” que se gobiernan a sí mismos. A determinados tiempos de discusión seguirán votaciones periódicas sobre temas concretos.

Eso mismo que hacemos, por ejemplo, en una asamblea de profesores de una universidad (pública o privada, como en mi caso personal), donde mes a mes proponemos cambios en las leyes de la institución y decidimos su destino mediante votación directa, abierta o secreta; como lo hacen los obreros que poseen una cooperativa y no votan simplemente por medidas de resistencia contra los dueños de sus empleos sino en beneficio del grupo y del individuo que forma parte de la administración de su propia fuente de trabajo.

Hace muchos años que ya tenemos los instrumentos técnicos para que así sea. De la misma forma que alguien puede decidir invertir todos sus ahorros en una transacción electrónica, de la misma forma un individuo puede participar en la decisión de qué hacer con el presupuesto de su provincia o hacia dónde debe dirigir una parte de los impuestos que paga.

Esto último, por ejemplo, consiste en una idea aparte y concreta sobre una reforma impositiva que propuse en otros escritos y que está en línea con el mismo pensamiento: si cada ciudadano puede decidir dónde colocar un X porcentaje de sus contribuciones impositivas, podrá de esta forma premiar o castigar a aquellos que han sido elegidos para cargos públicos o aquellos otros privados que realizan una obra que beneficia a la sociedad o, por lo menos, al mismo contribuyente de forma indirecta.

Esta nueva etapa de democracia directa, más cerca del anarquismo organizado que de las democracias representativas, inevitablemente redefinirá el concepto de lo privado y de lo público, restándole progresivamente poder a los individuos y a los grupos que se aferran al poder político y económico desde hace siglos.

 

 

Jorge Majfud

Jacksonville University

Julio 2012

majfud.org

Milenio (Mexico)

Cambio Politico (CR)

El Nuevo Siglo (Colombia)

La Republica (Uruguay)

 

Jorge Majfud’s books at Amazon>>

La generación FaceNoBook

La generación FaceNoBook

Profile shown on Thefacebook in 2005

Quizás una de las décadas más fructíferas y conflictivas de los últimos cien años haya sido la década de los sesenta. 

Fue el apogeo y el canto del cisne de un espíritu joven que, sin embargo, dejó algunas herencias como los movimientos de reivindicación de las minorías y de las mayorías débiles o marginadas del centro del poder, como el pensamiento poscolonialista, entre otros. Ese espíritu joven, en gran medida nacido en la misma región geográfica donde se ejercitaba el poder internacional e intercultural, fue impulsado por el alto porcentaje de jóvenes en Europa y Estados Unidos como clara consecuencia del baby boom (de la misma forma podemos explicar la “primavera árabe” y el eterno “otoño chino”). Acompañando los mismos números demográficos, ese espíritu vital fue mortalmente herido por la previsible reacción conservadora de los 70 y 80 que se extiende hasta nuestros días.

En 1969, Adolfo Bioy Casares, uno de los pocos conservadores lúcidos de la época, aunque nunca tan lúcido como su amigo Jorge Luis Borges, publicó una novela que puede leerse como crítica social: Diario de la guerra del cerdo. Antes, la genial Invención de Morel pretendió ser literatura pura o “perfecta” (interpretación fantástica de la realidad literaria, nunca desdeñable y nunca única) y sin quererlo retrató el espíritu de su propia clase social en 1940, ostentosa heredera de una Argentina prospera en clara decadencia, amenazada por una Argentina obrera, la de los descamisados, que trataba de sacar la cabeza del fango de la miseria y la inexistencia.

La guerra del cerdo, sin embargo, es una necesaria metáfora que funciona de contra balance ante los excesos de una época. En esta novela, los viejos son perseguidos y eliminados por bandas de jóvenes. Paradójicamente, en la Argentina real de la época, la práctica era la inversa. Así, una vez más, una crítica y una reivindicación totalmente justa, servía para ejercitar o mantener otras injusticias, lo que nos revela la infinita complejidad de cualquier realidad. Complejidad que nunca será comprendida por los ortodoxos de todo tipo (pocas cosas más heterodoxas que el conjunto de los ortodoxos que se odian a muerte).

Desde el ensayo, Ortega y Gasset se ocupó extensamente del conflicto de generaciones. En la vereda opuesta, Ernesto Che Guevara, casi en sus cuarenta, un día, presenciando un grupo de estudiantes, también reconoció: “había olvidado yo que hay algo más importante que la clase social a la que pertenece el individuo: la juventud…” (Obras) Los ejércitos más poderosos del mundo también lo saben. Además de sus clases sociales, basta con ver las edades de los soldados que históricamente van a morir al frente, muchas veces sin edad suficiente para consumir alcohol.

En el caso del eterno conflicto de las generaciones, tradicionalmente han habido dos grupos antagónicos: los viejos, que aseguran que ya no hay moral o todo está en decadencia, sólo porque la moral en curso no es la de ellos o sus valores e ideas sobre las virtudes de una sociedad no se entienden con las nuevas en curso. De este tipo de percepciones nos hemos ocupado antes.

Por el otro lado, están aquellos que se inician en el mundo, aquellos que se representan a sí mismo colonizando el presente y el futuro (no siempre es la generación más joven o la más vieja, depende de la lógica de la historia; cuando éramos niños, teníamos que esperar que nuestros padres terminasen de ver el informativo para ver los dibujitos; ahora los padres tenemos que esperar que los niños terminen de ver los dibujitos para ver el informativo; siempre hay una generación jodida).

Concretamente, la generación actual (la Generación FaceNoBook) ha planteado diferentes dilemas o, mejor dicho, se ha encontrado en medio de un dilema planteado por la generación anterior, la generación que inventó el presente, un mundo de conexiones virtuales y todo lo que hace la realidad de los jóvenes de hoy.

En el caso concreto de la educación, de los hábitos intelectuales y de lectura, podemos hacer una crítica a la nueva generación: la twitterización del pensamiento puede ser un proceso interesante si no fuese toda la habilidad que poseen o ejercitan. La nueva generación de la hiperfragmentación no debería juzgar con tanta liviandad que los libros o los hábitos intelectuales de los mayores están obsoletos.

No hay progreso sin memoria y quien desdeña la experiencia de generaciones anteriores es un primitivo vestido de astronauta. Aunque se hayan inventado nuevas formas de practicar el sexo, eso no significa que como lo hacían los abuelos, los romanos o los antiguos egipcios haya sido una forma inferior a la actual.

Algunos consejos tampoco pasan de moda y valen tanto para los antiguos griegos como para los modernos twitteros: la soberbia sólo oculta ignorancia. Las ideas de los antiguos griegos se siguen usando hoy en día, no solo en filosofía, de la cual sentaron las bases, sino en política y, en gran medida, en las ciencias teóricas (como las ideas de que la materia, compuesta de átomos, es fuego, energía; como la psiquis humana, compuesta de una parte racional y otra irracional; como los organismos que evolucionan según funciones, etc.)

Cambiar es parte de una permanencia más profunda y, en el mejor de los casos, siempre fue producto de un pasado, de una memoria, de una herencia más intelectual que material. Habitamos las ciudades de los muertos y sus ideas nos habitan cada día. Despreciar todo lo que fue por todo lo que es, es una actitud además de soberbia perezosa, porque implica una grave falta de crítica, y el pensamiento crítico nunca ha sido, hasta ahora, complaciente y menos autocomplaciente. El pensamiento crítico es un invento antiguo, no de esta generación; todas las generaciones lo han usado en mayor o menor medida, lo que demuestra cuán reaccionario se puede ser cuando en base a la pereza intelectual y en nombre de lo nuevo se olvida de dónde venimos y sobre qué antiguos pilares está sentado el presente. Esa amnesia, esa complacencia es la mayor amenaza, no sólo de esta generación.

Una vez más, en lo verdaderamente humano, en lo importante, no hay muchas novedades. La idea de ser diferentes y originales tampoco es novedoso. Sólo que aquellos que carecen de memoria y aprecio por el pasado creen que el mundo ha comenzado con ellos. No advierten que el mundo podría terminar con ellos, de forma imperceptible, eso sí, si los robots se siguen pareciendo cada vez más a los seres humanos y los humanos insisten en parecerse cada vez más a los robots.

Jorge Majfud

Mayo 2012

majfud.org

Milenio , B (Mexico)

Claridad (Puerto Rico)

La Republica (Uruguay)

https://www.informa-tico.com/30-07-2012/generacion-post-facebook-democracia-directa