La narración de lo invisible. Una teoría política sobre los campos semánticos (Libro, 2004)

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Este estudio sobre la lucha por los campos semánticos en la narrativa social fue publicado originalmente como tesis por la Universidad de Georgia en el año 2005. Desde entonces, los acontecimientos políticos y sociales y las nuevas tecnologías, como las redes sociales y la Inteligencia Artificial, han ido confirmando la relevancia política e histórica de la lucha semántica (aún sobre el siempre presente peso de los sistemas de producción y consumo) expuesta en este libro. En esta nueva edición no se han introducido cambios al estudio original. Con sus aciertos y errores, el autor ha decidido entregar esta nueva edición de Una teoría política de los campos semánticos tal como fue presentada en 2005, sin revisiones y con la intención de mantener el contexto histórico inmediato.
The University of Georgia, 2005 / Humanus 2024.


El libro en formato papel disponible aquí: https://www.amazon.es/-/en/Jorge-Majfud/dp/1956760288/ref=

Jorge Majfud

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La narración de lo invisible: un análisis de los mecanismos discursivos que organizan la experiencia social

por Marcelo Valente 

Un ciudadano común

Reflexiones sobre el libro Un ciudadano común en dictadura de Víctor Hugo Morales y otros documentos.

Jorge Majfud

Una hipótesis

En Un ciudadano común el autor reconstruye sus memorias de las dictaduras del Río de la Plata a partir de fragmentos de documentos parcialmente desclasificados en Uruguay en 2012 y, en un número mayor, diez años después. Si hacemos un esfuerzo de destilación de la caótica masa de información disponible para identificar y comprender el centro gravitatorio de lo que podríamos llamar “El caso Víctor Hugo”, entiendo que radica en el fenómeno comunicacional centrado en su persona. No en sus ideas. No en teorías. No en su militancia. No en el poder de algún cargo político en el Senado, en algún ministro o como director de algún poderoso organismo estatal, como el Ente Nacional de Comunicaciones.

Víctor Hugo Morales no es Noam Chomsky. No es Rodolfo Walsh. No es Maradona. Menos es la montonera Patricia Bullrich, hoy escudera de la represión neoliberal y rémora perenne del poder de turno. No es uno de los miles de obreros, periodistas, profesores y sindicalistas torturados y desaparecidos durante las dictaduras del Rio de la Plata, hoy hundidos en el estratégico y conveniente olvido.

La dictadura uruguaya estaba convencida de que Víctor Hugo tenía aspiraciones políticas, a pesar de no ser un militante. Por años intentaron resolver un acertijo y no pudieron. Luego, en democracia, Morales rechazó ofrecimientos de los presidentes Tabaré Vázquez de Uruguay y Néstor Kirchner de Argentina.

Entonces, ¿por qué esa obsesión en diferentes tiempos históricos con alguien que no era ni político, ni militante, ni un filósofo peligroso para el sistema nacional e internacional? Entiendo que hay algo, un fenómeno no estudiado en la personalidad que, por razones o misterios, radica en la preocupación del poder (del verdadero poder, no apenas del poder político) por una personalidad magnética que sólo con su voz y talento convertía en éxito popular lo que tocaba. Peor aún: alguien sin la fuerza de la promoción de los grandes capitales que, de esa forma, no sólo dominan y controlan el cosmos narrativo, sino que, además, tiene una explicación fácil: el dinero de la oligarquía criolla y de los centros financieros del centro noroccidental. Es decir, algo, alguien fuera de control, escudado en un repetido éxito que, para peor, no se podía explicar de una forma simple―¿qué más simple que la fuerza del dinero ilimitado y descontrolado?

Célebre desde el margen ideológico significa peligroso. De ahí la repetida recomendación de que todos los críticos se vayan a vivir a una isla en el Pacífico o que se hundan en la pobreza para “no caer en contradicción con su ideología”. Esa clásica narrativa barométrica que abona los hongos en los rincones oscuros y fracasados de la historia.

Nadie mejor que quienes diseñan el mapa del mundo desde el poder hegemónico han entendido que la realidad simbólica (desde mitos hasta dogmas) es mucho más poderosa que la realidad material, que es su objetivo final. Simbólico es el dinero y sus ideologías; simbólico son las ideas de libertad de los esclavistas. Simbólicos son los ejemplos de otras formas de ser, que el poder imperial siempre se ha encargado de destrozar a través de intervenciones liberadoras (invasiones, guerras, golpes de Estados, deudas parasitarias, acoso mediático) antes de que se conviertan en “mal ejemplo”. La crucifixión, ejecución o desmoralización del individuo molesto (sin éxito no hay molestia) ha sido siempre otra y la misma estrategia aplicada a países y a “regímenes” no alineados.

Para un sistema socioeconómico y para la cultura del monopolio de la narrativa dominante en la Post Guerra Fría (el Modelo Único: “sólo existe un modelo de éxito social”, en palabras de Condoleezza Rice, entre otros) y, más recientemente, en la crisis de la hegemonía occidental postcapitalista, que un individuo sin poder político, sin cargos oficiales, sea el repetido centro del descrédito de los escuderos del sistema es por demás significativo.

La particularidad e ironía del título de este libro, Un ciudadano común en dictadura, radica en que los problemas del autor con la dictadura consistían en que, a juzgar por sus propios informes, los militares de entonces no lo consideraban un ciudadano común. Probablemente algunos no lo consideraban ni siquiera un ciudadano. Como fue el caso de muchas víctimas de la brutalidad “Salvadora de la Civilización Judeocristiana Occidental” (como preferían llamarlo los generales, repitiendo el manual escrito en Virginia; el fascismo siempre ha sufrido de megalomanía histórica) como el del chileno Orlando Letelier o del uruguayo Wilson Ferreira Aldunate, bien pudo haber sido considerado para ser despojado de ese derecho civil.

El sustituto a perder la ciudadanía fue, para miles en el destierro, el exilio. El exilio obligado o el “exilio voluntario”―un oxímoron existencial, si los hay.

La frontera del Rio de la Plata

Como millones de uruguayos y argentinos, tengo con el autor historias en común. No son historias mínimas. Como tal vez pocos, luego de publicar múltiples artículos y algunos libros relacionados con esos tiempos oscuros, yo también leí mi nombre, fechas y datos personales en los mismos archivos de la dictadura cuando se desclasificaron en 2023. Hasta ahora, ninguna nueva revelación oficial ha contradicho nuestras memorias personales y familiares, sino todo lo contrario.

Nos separaba una generación. En la cárcel de presos políticos de Libertad en San José, Uruguay, introduje mensajes prohibidos desde los siete hasta los nueve años. En Colonia, y a media madrugada de distancia, yo pasaba con mi hermano mayor los meses de verano en la granja de mis abuelos. Allí, alrededor de un farol de mantilla escuchamos las historias de visitantes sobre los vuelos de la muerte, más de una década antes de las confesiones del capitán Adolfo Scilingo. Por entonces, pensé que la gente hace el bien por necesidad y el mal por placer. Desde entonces, he intentado refutarme esta observación, con relativo fracaso.

Mientras arriábamos las vacas, plantábamos papas o recogíamos tomates, escuchábamos las radios de Montevideo y Buenos Aires en una Spika. Aunque mis abuelos tenían un pequeño televisor blanco y negro que sólo agarraba canales de Buenos Aires y que funcionaba con una batería que durante el día cargaba el viento, la radio solía ser más libre que la televisión. Un ejemplo era Radio Colonia, “la radio más a la izquierda del dial”, como se anunciaba mientras emitía para Argentina más que para Uruguay. Buenos Aires estaba tan cerca que en días claros se podía ver el perfil alto de los edificios.

No procedemos de familias futboleras, pero la voz de Víctor Hugo siempre fue una marca misteriosa en el dial. Si en algún momento te cruzabas con ella escaneando el dial, allí te quedabas.

Los hechos

En su libro Un ciudadano común…, el autor recuerda que en 1980 estuvo preso 27 días por un incidente menor y por demás común: una escaramuza en una cancha de futbol de barrio, en Montevideo. Los hechos y los indicios que siguieron dejan poco margen para la duda: concluir que no se trató de una provocación para criminalizarlo es forzar la lógica de los hechos y apostar todo por una coincidencia cósmica, por una alineación de planetas.

Este hecho, aparentemente trivial, terminaría por revelarse como uno de los pivotes de la historia. Más que eso, revela el funcionamiento de una dictadura a la uruguaya: números de desaparecidos que no compiten con los desaparecidos en Argentina, Chile o las dictaduras en América Central, pero no de sus efectos devastadores en los sobrevivientes. La dictadura a la uruguaya fue un terror omnipresente, como todas las demás, pero con ese toque onettiano de la vana y persistente llovizna gris.

El mayor problema de la dictadura no era tanto que el periodista estuviese involucrado con a la izquierda militante del momento, más allá de algunos amigos, como el político comunista Germán Araujo (a quien vistió cuando realizaba su huelga de hambre en Montevideo y luego entrevistó en Buenos Aires), sino por ejercer un arte que se hizo conocido en varias disciplinas: decir con símbolos y metáforas lo que, de otra forma, sería castigado con la censura directa.

En 1973, en plena dictadura militar brasileña, Chico Buarque y Gilberto Gil compusieron Cálice (“Pai, afasta de mim esse cálice / de vinho tinto de sangue” (“Padre, aparta de mí este cáliz / de vino tinto, de sangre” o “de un vino teñido de sangre”) con un coro que repetía el sustantivo cálice, el cual en portugués tiene la misma fonética que el imperativo cale-se (cállese). Nuestro amigo Eduardo Galeano recordó alguna vez que los dibujos de pájaros estaban prohibidos en el Penal de Libertad, por lo cual una niña le dibujó a su padre un árbol lleno de ojos―de ojos de pájaros escondidos. Para el referéndum de 1980, la publicidad a favor del No estaba prohibida, por lo que la gente conducía con los limpiaparabrisas en movimiento los días de sol, significando dos dedos en signo de negación. O como el mismo Morales menciona, se acentuaba el no en frases como “No… jugará Rampla”. O, cuando transmitió el partido entre Bolivia y Venezuela (en Venezuela los exiliados le pedían dejar el micrófono de ambiente abierto, algo que molestaba a los militares) y el resultado dejó a Uruguay afuera “del mundial que no podía estar ausente” (1978), Víctor Hugo cerró con “Buenas tardes… País del dolor”.

En el caso de Víctor Hugo se dio una paradoja que se explica por la paranoia propia de los fascistas. El periodista Jorge Crossa recuerda que los militares grababan cada uno de sus programas, buscando frases con contenido oculto, lo cual llevaba a lo que Umberto Eco llamaría sobreinterpretaciones. Según Crossa, “las frases que se le ocurrían a VH, en pleno relato, que no tenían nada que ver con la represión” eran interpretadas como mensajes ocultos. Un ejemplo claro es mencionado durante el Mundialito organizado en 1980 entre las selecciones campeonas del mundo y que Uruguay ganó con la música no oficial promovida por Víctor Hugo y sus compañeros de Radio Oriental. Me refiero a la expresión popular (sobre todo rural) de “no tiene gollete” (no tiene sentido), que los militares la interpretaron como una alusión al dictador Goyo Álvarez (en el Río de la plata la ll y la y tienen el mismo sonido fricativo /ʃ/). La paradoja era doble, y explica ese arte del camuflaje político y poético que el mismo Crossa menciona en otra página: “pero cuando [Víctor Hugo] decía algo fuerte, tipo mensaje, no se percataban”.

Es un arte que se remonta a los tiempos de Nerón, cuando los escritores de los Evangelios usaron el número 666 para nombrar a la bestia del emperador. En el Uruguay de entonces, un político y académico que practicó esa disciplina fue Enrique Tarigo. Morales recuerda haber leído uno de sus artículos en El Dia, donde Tarigo acuño la expresión “ciudadanos de primera y de segunda”. Morales usó esa misma expresión en el relato de uno de los partidos del mundial juvenil de Tokio, en 1979. En el único debate televisado sobre el plebiscito de 1980 que definiría la perpetuidad de la dictadura militar, junto con el colorado Enrique Tarigo en favor del No, estuvo el blanco Eduardo Pons Etcheverry, quien plantó la metáfora de “siempre hay rinocerontes” (conformistas o colaboradores por conveniencia), aludiendo a la obra del rumano Eugene Ionesco―sutileza uruguaya que hoy, debido al derrumbe de la educación ilustrada, hubiese pasado desapercibido. 

En 1976, por primera vez en la historia del fútbol uruguayo, un equipo chico, Defensor, salió campeón de la liga nacional. El técnico era el profesor José Ricardo de León, un entrenador politizado, como fue más tarde el caso del doctor Sócrates en Brasil, el jugador de la mejor selección brasileña de la historia (1982) y líder del experimento “Democracia corinthiana” (los jugadores votaban sobre las decisiones más importantes del técnico) que se enfrentó a la dictadura militar y a la improbabilidad de salir campeón sin la tradicional estructura política.

Según el futbolista Julio Filippini, Morales fue el único periodista en seguir y transmitir los partidos de Defensor hasta el final. Para peor, en 1976, en lugar de censurar un saludo de Filippini a su hermano y a sus compañeros presos en el Penal de Libertad, Morales le agradeció. Lo detuvieron y, en un cuartel del Prado, le hicieron escuchar su propia grabación al “comunista incorregible”, como era conocido entre los uniformados. Luego del interrogatorio de más de tres horas, lo clasificaron, como solía hacer la dictadura, en este caso con una ironía: “tiene tarjeta amarilla”. A los investigadores de La Estanzuela los clasificaban por niveles de fidelidad al régimen con A, B y C, con lo cual forzaron inminencias como el ingeniero José Lavalleja Castro a irse del país.

En 1980, de regreso de Holanda, fue detenido en el avión que acababa de aterrizar en Montevideo. El cargo, la famosa trifulca del partido de barrio, no guardaba ninguna proporción con el procedimiento de arresto. Tres décadas después, algunos periodistas ejercitarán lo que en inglés se conoce como “cherry picking” (recolección de cerezas), la selección parcial de hechos y de datos convenientes para probar una tesis que se quiere probar sin considerar el contexto del momento. Esa cereza fue la relación de Víctor Hugo Morales con el mayor Grosso.

Cuando su hermano José Pedro Morales estuvo desaparecido por tres días, Víctor Hugo lo buscó por cuarteles y hospitales. En esta búsqueda colaboró el mayor Juan Carlos Grosso, poco después enviado a India. Finalmente, Víctor Hugo encontró a su hermano en una celda de la Jefatura Central y allí quedó preso él también por un mes. Una vez liberado, la dictadura militar le prohibió la entrada a cualquier estadio de futbol.

El hecho de considerarse “un hombre de izquierda” aunque (¿o por eso mismo?) sin aspiraciones políticas; el hecho de tratarse de una voz joven y de creciente popularidad, cerraba en la ecuación de individuos peligrosos.

Algo parecido ocurrió años después cuando el mismo entrenador de la selección argentina, campeona del mundo por obligación en 1978, César Luis Menotti, denunció a la dictadura de su país en Radio Colonia. Aparte de este momento escuchado y comentado en la granja de mis abuelos en Colonia en los 80s, no he encontrado grabación de este momento. Nunca pude olvidar a mi abuelo, quien había sido torturado por la dictadura y detestaba el fútbol por el Mundial del 78, aplaudiendo a Menotti con una lentitud reflexiva en la soledad de la cocina. Más tarde, no pocos escribas de los medios acusaron a Menotti de contradictorio y de colaborar con la dictadura, siempre desde una posición de seguridad personal.

El mismo caso fue el de Jorge Bergolio. Cuando en el 2013 se lo eligió Papa, recibí un correo de buenos amigos, académicos argentinos, solicitándome firmar una carta de protesta por el rol en la dictadura del nuevo Papa, les pedí que me dieran un par de días para estudiar los documentos disponibles. Yo sabía que tenía una predisposición negativa contra la cúpula de la iglesia en España, en África y en América Latina, cómplice de las dictaduras militares y socios de la oligarquía de cada país, por una razón de conciencia de clase―dominante. Por las mismas razones, tenía una predisposición negativa contra El Vaticano, luego de que el Papa Juan Pablo II y su cardenal estrella en los 80s y luego Papa él también, Joseph Ratzinger, habían perseguido a los teólogos de la liberación por meter a la política dentro de la iglesia y distraer así a los pobres de su verdadero objetivo, la salvación de sus almas, mientras ellos mismos, el Papa y su cardenal escudero, no disimulaban su activismo anticomunista en Europa y condonaban las dictaduras fascistas y colonialistas en el Sur Global. Muchos de aquellos “curas rojos” fueron asesinados y no hubo lágrimas ni santificaciones que los revindicara.

Consciente de mi bias personal, me tomé un tiempo para hurgar entre los documentos disponibles. Sí, había algunas trascripciones donde los sacerdotes parecían tener un diálogo amable con algunos militares, pero mi respuesta definitiva fue no. “No firmaré y les recomiendo que no publiquen esa misiva”. ¿Por qué? Bastaba con poner los documentos en su época y recordar lo que vivimos nosotros mismos como niños, quienes debíamos mentir en la escuela para proteger a nuestros familiares. Si se leía entre líneas esos documentos, se podía entender la misma tensión disimulada de sonrisas amables (algo que traduje en algunas de mis novelas, como El mismo fuego). No sólo la tensión, sino la necesidad de aquellos religiosos de mantener una puerta abierta para reclamar por algunos desaparecidos.

Colaborar es otra cosa: es beneficiarse del dolor ajeno, no ensuciarse con el barro de la realidad para aliviar el sufrimiento propio y ajeno. Incluso de joven, siempre tuve por alta estima a aquellos que sufrieron tortura y no dijeron ni una sola palabra, pero más tarde reflexioné que los otros que sí se quebraron ante el tormento (conocí y escuché muchos de estos testimonios de hombres y mujeres) no podían ser juzgados de ninguna forma. Mucho menos por aquellos que no tuvieron que pasar por situaciones similares de terror, ni a miles de kilómetros de distancia. Tampoco juzgo a quienes no tienen poder y aún hoy deben callarse para sobrevivir, pero si tengo que ser duro en un juicio prefiero serlo con aquellos que, luego de pasado el Terrorismo de Estado, continúan hoy justificándolo. A aquellos como mi querido padre, que justificó la dictadura como “un mal necesario” cuando todavía no acababa pero que años después reconoció que, “sí, fue terrorismo de Estado”. A esos les reservo un abrazo y mi solidaridad―no a quienes, teniendo toda la información y el conocimiento de los hechos hoy continúan justificando la muerte, la opresión ajena y el colaboracionismo mayor, madre de todas las desgracias del Sur Global, como lo es el cipayismo funcional al imperialismo que continúa vivo y no ha perdido sus prácticas criminales.

No sin otra magnífica ironía, para parafrasear a Jorge Luis Borges, César Luis Menotti, el DT de la selección que ganó el mundial del 78, estuvo contra la dictadura. Por su parte, al regreso del Estado de Derecho, Carlos Bilardo, el DT campeón del mundial del 86, mantuvo una posición más bien ausente ante el pasado y luego del juicio a los violadores de los Derechos Humanos. Tanto como para que el presidente libertario Javier Milei se declare “orgulloso bilardista”. No sin ironía, también, Menotti dejó a Maradona fuera del mundial de 1978, de lo cual luego se arrepintió, y Bilardo fue campeón probablemente porque tuvo a la mejor versión del mejor futbolista―el único futbolista mágico que tuvo la historia registrada por las cámaras de televisión.

Décadas después llegarán las críticas contra Víctor Hugo Morales por celebrar la victoria de Argentina en el mundial. En una carta a Clarisa, asistente de Estela de Carloto, con una humildad moral que se echa de menos en sus jóvenes críticos, Morales reconoció: “Cuando escucho las historias de cómo las víctimas de los militares celebraban el paso victorioso de la selección argentina, siento algo de alivio. Con respecto a aquella cerrazón en medio de la cual seguíamos los episodios de entonces… Me hubiera gustado ser mejor, y en eso estoy ahora”.

Pero hay que crucificar a quien, perseguido y desencajado en el nuevo contexto, echó mano a los conocidos que tenía para ubicar a su hermano o para que no le prohibieran seguir trabajando. Como si trabajar para sobrevivir en una dictadura fuese un acto colaboracionista. Todos aquellos que sufrimos la dictadura de primera mano sabemos qué significa esto. Quienes no, pueden darse el lujo de posar como la Madre Teresa y las Carmelitas descalzas. Me explicaré con otro ejemplo personal―por lo general, conocemos nuestras propias vidas un poco mejor que las vidas ajenas.

Una noche de 1977 o 1978 mi madre llegó a la casa y se puso a llorar. Por entonces lloraba con frecuencia. Más allá de sus problemas de depresión, tenía razones de sobra que incluso hoy hubiesen hecho un diagnóstico preciso algo imposible. El acoso y castigo de los militares fue al mismo tiempo sutil y brutal. Pese a tener tíos militares, los soldados destruyeron el dormitorio que compartía de niño con mi hermano y jugaron a fútbol con la cabeza de una de las esculturas de mi madre. Por no seguir con la tortura a su padre y a su hermano, hechos que he narrado en otro lugar. Pero el momento que ilustra mis observaciones anteriores sobre el vicio de juzgar a los demás sin ver la viga en el ojo propio, se refiere a uno de sus trabajos para las escuelas públicas. Ella había terminado un busto de Artigas y debió inaugurarlo rodeada de militares. No podía negarse. En una foto que sobrevive, se la puede ver mirando hacia el suelo, con un gesto pensativo que contrasta con los rostros sonrientes de los oficiales. En ese momento tenía un hermano a cientos de kilómetros, peso en el Penal de Libertad. Casi toda su familia había sufrido la tortura, la cárcel o el exilio sin haber disparado un solo tiro. Ella odiaba profundamente a los torturadores de su padre y de su hermano que, aparte del célebre psicópata capitán Nino Gavazzo, eran nuestros vecinos. Yo mismo debí practicar ese arte de la mentira civil cuando, en la escuela primaria, las maestras nos sacaron a la calle para que aplaudiésemos al dictador Gregorio Álvarez que visitaba el pueblo y nos regalaba el honor de pasar por aquella pobre y polvorienta avenida. Aunque tenía nueve años, el mío no era un aplauso inocente. Luego de pasar varios mensajes prohibidos a la Cárcel de Libertad, sabía perfectamente que aquello de “el país de la paz y la libertad” era una farsa dolorosa y, sobre todo, que la versión oficial de la realidad no es confiable. La única vez que se me escapó “eso es lo que dicen los diarios” (irónicamente, yo era el único niño que recibía y leía un diario cada día, el diario de la dictadura El País; el resto de mis compañeros era, por lejos, más pobres que yo, el hijo del carpintero), la maestra me puso en penitencia mirando la pared blanqueada de cal por el resto del día. Nunca le guardé rencor a la maestra Griselda. De hecho, le tenía estima. Siempre imaginé que también ella era otra víctima del mismo terrorismo.

Cuando alguien gritó que el presidente estaba por pasar, aplaudí por obligación. Poco antes, un hombre había intentado tirarse frente al tren que pasaba por allí todas las mañanas. Lo detuvo la policía que esperaba al presidente y los niños festejaron porque habían salvado al loco de suicidarse. Aún recuerdo su rostro resignado, algo parecido al de mi madre, con la mirada perdida, sin decir nada más que reconocer la derrota.

Luego, en un país en que la mitad demostró su cobardía al ratificar la renuncia a enjuiciar a los militares torturadores en el referéndum de 1989, que se salte arriba de aquellos que debieron navegar y sobrevivir a la tormenta de la dictadura, me parece una cobardía doble o una demostración de que nunca entendieron nada―ni les importa.

Es en este contexto que leo la historia de Víctor Hugo y la arremetida más reciente de sus críticos. Uno de los episodios más debatidos consiste en lo que el periodismo amarillista en Uruguay tituló hace una década como “Discurso de Víctor Hugo Morales en el Batallón Florida”. A partir de 2009 se insiste en desmentir que “la figura incómoda” hubiese sido perseguido por la dictadura uruguaya. Una forma de inicio del actual negacionismo en el Cono Sur.

Los documentos desclasificados años después prueban que sí hubo persecución y, algo común en la época, acoso, varias detenciones y hasta un mes de cárcel. El intento de desenmascarar a un colega terminó probándose como el desenmascaramiento de los bajos instintos de los periodistas respaldados o promovidos por grupos de interés como el Grupo Clarín. Sin embargo, lejos de algún reconocimiento de error o, al menos, un silencio terapéutico, se redobló la apuesta.

La acusación de ambigüedad ideológica también ignora la contingencia de la época y hasta la insistente ambigüedad política que rodeaba a gran pare de la población: Wilson Ferreira Aldunate era la figura del Partido Blanco (tradicionalmente, el partido conservador, el partido de la CIA en los 50s) y fue perseguido y exiliado por la dictadura. Muchos militantes de la izquierda en Uruguay dudaron, por mucho tiempo, si los militares uruguayos que removieron al artífice de la estocada final contra la democracia, el presidente Juan María Bordaberry, eran fascistas o una versión de la izquierda independentista del dictador y reformista peruano Juan Velasco Alvarado.

Luego de la vuelta manca, chueca y tuerta de la democracia en 1985 con elecciones limitadas meses antes y la permanencia del Consejo de Seguridad Nacional (COSENA) dentro del “gobierno democrático”, los militares continuaron usando el aparato de inteligencia de la dictadura para espiar a cualquiera de los ciudadanos con ideologías que no coincidieran con la “seguridad nacional”, escrita y donada por la CIA y al Escuela de las Américas a finales de los años cincuenta y poco antes de plantar a su candidato, Benito Nardone, en la presidencia de Uruguay.

En todos los informes y reportes de la dictadura uruguaya, Morales continuó apareciendo como un zurdo peligroso, algo que ni el mismo afectado negaba, sino todo lo contrario. Algo que molesta hasta hoy―no que haya sido y sea, como cualquiera de nosotros, un ser humano sobreviviendo en un mundo de contradicciones propias y ajenas.

Cuando conocidas figuras del periodismo argentino fueron a buscarlo a Montevideo, no sólo la inteligencia uruguaya, sino también la argentina, tomó nota. La identificación tanto con el comunismo como con los tupamaros (hoy en veredas opuestas en Uruguay) ni siquiera se aproximaban a describir al periodista que había nacido con una estrella y que todos querían, por diferentes razones y en diferentes generaciones, bajarla.

Varios de sus colegas que navegaron la tormenta de los 70s, como Jorge Crossa, afirmaron en sus memorias que los militares “lo consideraban un tipo peligroso”. ¿Por qué? Reconociendo la importancia política y militante de otros que pagaron un precio más alto que el que se le impuso a él, Morales reconoce: “Yo era tan solo un tipo molesto por ser muy conocido”. Entiendo que esa misma molestia que provocó por su fama durante la dictadura, inspiró libros y artículos de algunos colegas, décadas después de la tormenta fascista. Me refiero a aquellos que se tomaron una gran suma de tiempo y esfuerzo para escribir sobre las supuestas tibiezas y contradicciones de Morales, desde una posición de seguridad cívica y personal, cuando era el momento no de crucificar actores que intentaban sobrevivir en un estado de terrorismo permanente, sino de apuntar a aquellos que continuaban y continúan hoy revindicando con pasión el fascismo, la crueldad de los amos, la funcionalidad de cipayos y colonialistas, y la explotación de los despojados.

El 5 de octubre de 1984, participó en una reunión en el Hotel Conquistador que el Partido conservador de Uruguay, el Partido Nacional, recibía a uno de sus líderes más carismáticos de su historia y, a la vez, más asociado con los movimientos progresistas del exilio. Poco después, la dictadura uruguaya lo detuvo en el puerto de Montevideo. En 2024 publiqué 1976. El exilio del terror sobre el terrorismo de Miami y de las dictaduras latinoamericanas. Allí intenté reconstruir el atentado con autobomba que mató a Orlando Letelier en Washington. El hijo de Wilson Ferreira Aldunate, Juan Raúl, me envió sus memorias sobre esa época. Por entonces, su padre estaba en la mira de Operación Cóndor y él trabajaba en el Institute for Policy Studies (IPS) de Washington, con Letelier y otros investigadores de políticas sociales de la época.

Al igual que las dictaduras uruguaya y argentina, ya en democracia (o como se llame), el grupo Clarín, conocido por su mafia legal de las comunicaciones en Argentina, encabezadas por el padrino Héctor Magneto, se encargó de seducir a figuras históricas, para entonces conversos, como Jorge Lanata (uno de los fundadores de Página12) y otros mercenarios para apuntar y tirar contra Víctor Hugo Morales, para desacreditarlo a cualquier precio y por cualquier irrelevante dicho o discurso, en la promesa de algún rating salvador o de algún best seller destinado al olvido, mariposas de siete días. Una nueva campaña contra el zurdo peligroso que no entiende la neutralidad del periodismo servil―para denigrarlo, es decir, para ennegrecerlo, en lenguaje esclavista.

Para concluir, lo del principio. Víctor Hugo Morales fue siempre un hombre de izquierdas (con todas las ambigüedades, contradicciones, discusiones, críticas, negaciones y pasiones de propios y ajenos que conlleva cualquier definición política aplicadas a cualquier individuo e, incluso, a cualquier grupo o partido político), pero nunca fue un teórico de ninguna ideología, ni un militante armado o desarmado de algún grupo revolucionario. Al poder, a sus escuderos, bufones y testaferros siempre les incomodó eso mismo: su inexplicable talento de comunicador (es decir, de traductor de los sentimientos de medio pueblo) que convertía en éxito todo lo que tocaba. Por alguna razón que no vale la pena intentar explicar, solo su voz atraía y continúa atrayendo la atención de millones de personas.

No creo que haya otra explicación para la obsesión política, ideológica y hasta los celos profesionales que ha despertado en diferentes momentos históricos y en diferentes personas, desde la política hasta el periodismo.

Queda una pregunta que nunca será contestada con algo de sinceridad. ¿Nunca les dio un tantito así de vergüenza poner todo un aparato dictatorial de un país, todo el poder comercial de conglomerados mediáticos y todo el entusiasmo de aspirantes a estrellas fugaces contra un solo hombre―y fracasar con disimulado estrépito?

JM, nov 2025

Víctor Hugo Morales and Prof. Jorge Majfud, Caras y Caretas Theater, Buenos Aires, 2023. (Picture: Página12)

El mismo fuego (Valencia)

Siempre, con bastante éxito, traté de evitar las presentaciones de libros, pero en ocasiones resulta una buena excusa para visitar viejos amigos y conocer nuevos, un tesoro que no se compra ni se vende ni con todo el oro del mundo. Aquí paso una de las presentaciones en Valencia (hay otra en Madrid) de la semana pasada por parte de la agencia De cuatro hojas, fundada por Inés López Volpe e inciciada con el rescate de la novela El mismo fuego (ahora publicada por Editorial Cuatro Lunas de Madrid) y que ya incluye una muy interesante lista de escritores, algunos de los cuales considero de extremo valor.

abril 2025

Índice de La frontera salvaje: 200 años de fanatismo anglosajón en América latina

La frontera salvaje. 200 años de fanatismo anglosajón en América latina

«La frontera salvaje es un libro monumental». Frederico Füllgraf
«Simplemente, poderoso». Noam Chosmky
«La frontera salvaje es un libro escrito con coraje y deslumbrante lucidez. De lo mejor que he leído en mi vida«. Víctor Hugo Morales
«A los cincuenta años de la publicación de Para leer al Pato Donald, me alegra leer un libro como La frontera salvaje que explora detalladamente las formas menos sutiles en que Estados Unidos, durante doscientos años, ha buscado influir y torcer el destino de nuestra América Latina«. Ariel Dorfman

The book La frontera salvaje by Jorge Majfud explores the history of the expansion of the Thirteen Colonies over indigenous nations and Latin America, shedding light on the imperialism of the United States over the past two hundred years. The author delves into the deep-seated issues of racism, religious fanaticism, and economic interests that have shaped US interventionism in the region and beyond. By tracing the roots of these actions, the book not only explains the past but also predicts the future actions of the world’s most powerful economic and military force. Through a critical analysis of historical events and contemporary narratives, the book reveals the underlying logic behind US wars, expansionism, and interventionist practices. It serves as a powerful critique of US imperialism and sheds light on the ongoing impact of past actions on present and future global relations.

Índice

Justificación. 15

Introducción. 17

Por tierra

1820-1880

1822. El sueño americano. 45

1823. Carta de Alabama, Señor 48

1824. Con sus negros y otras propiedades. 49

1825. Los esclavistas se preocupan por la libertad de conciencia. 50

1826. Todos los hombres nacen iguales. 52

1826. ¿Dónde está el derecho, la ley y el orden?. 53

1826. La libertad de unos para esclavizar a otros. 55

1827. La esclavitud, una razón humanitaria. 56

1830. Pobres doncellas, blancas e indefensas. 57

1835. Nos atacaron primero. 58

1836. Al fin, libres del yugo mexicano. 60

1837. En realidad, fuimos atacados primero. 62

1837. Si no estás de acuerdo, vete a otro país. 65

1844. La esclavitud es la base de la paz y el progreso. 67

1844. Fundación del partido xenófobo No sé nada. 70

1844. Cambia el lenguaje y cambiarás el mundo. 71

1845. Conflicto de hombres, la misma historia. 74

1845. Que nuestra diplomacia fracase de la mejor forma posible. 75

1845. Siempre habrá patriotas dispuestos a repeler a los invadidos. 77

1845. Destino manifiesto. 79

1845. No es por avaricia sino por la felicidad de otras naciones. 80

1846. Por fin fuimos atacados. 83

1846. Dios nos ha dado esta tierra. 85

1846. La guerra política y la guerra cultural 88

1846. Los que llegan son criminales, son violadores. 92

1847. Nuestro país siempre tiene razón. 94

1847. El sueño de un revólver super potente. 96

1847. Pobres mexicanos, no quieren saber nada de la guerra. 97

1847. Como contra los indios, esta también es una guerra justa. 99

1848. Washington, descubrimos oro en California. 100

1848. ¿Por qué no tomar todo México?. 104

1848. El nuestro es el gobierno de la raza blanca y libre. 106

1852. El principio de la nueva política internacional 112

1853. Mil Murietas, un solo Zorro. 114

1854. Dios depositó nuestros recursos naturales en otros países. 117

1854. Fuimos ofendidos por un pescador 119

1855. William Walker se nombra presidente de Nicaragua. 121

1858. Quiero expandir la bendición de la esclavitud al mundo. 124

1861. Las excepciones justifican la regla. 125

1862. Cinco de mayo. 127

1862. La primera frontera continúa molestando. 129

1876. La invasión pacífica. 131

1877. El gobierno de las corporaciones y para las corporaciones. 135

1886. Los trabajadores son peligrosos para la libertad. 136

Por mar

1880-1950

1883. Quien domine los mares dominará el mundo. 139

1890. Una masacre con mucha consideración y justicia. 141

1891. Curso acelerado de racismo. 145

1893. La democracia, instrumento de dominio de la raza blanca. 148

1895. La prensa carroña es bautizada Amarilla. 151

1898. Nos atacan otra vez. Nunca olvidaremos al Maine. 153

1898. Los liberados no participan en los tratados de liberación. 158

1898. Los incapaces de gobierno no se dejan gobernar 162

1898. Militarismo y darwinismo de Dios. 164

1899. La pesada carga del Hombre blanco. 165

1899. Fuimos atacados, esta vez por negros pacíficos. 167

1899. Quema esas cartas. 169

1899. Las razas inferiores mueren más fácilmente. 170

1900. Dios nos ha elegido para regenerar el mundo. 171

1900. No más negros, please. 173

1900. Incapaces de entender la libertad anglosajona. 177

1901. El imperialismo es cosa de machos. 180

1901. La constitución no sigue a la bandera. 181

1902. La frontera con México desaparece. 184

1902. No, hasta que la raza mejore. 184

1903. Aunque no es lo que queremos, debemos intervenir 188

1903. Dadme los pobres (blancos) del mundo. 192

1909. Todo será nuestro porque nuestra raza es superior 194

1909. Elimina ese capitalista independiente. 195

1911. La revolución de Sam Banana. 197

1912. Los Angeles Mining Company. 201

1914. Sí, hemos sido ofendidos otra vez. 201

1914. Les voy a enseñar a elegir gobiernos decentes. 206

1915. El derecho al linchamiento. 207

1915. Rebeldes crucificados, héroes condecorados. 210

1916. Se suponía que estábamos luchando por la democracia. 213

1916. Hitler no tenía ideas radicales. 216

1921. Ensayo de bombardeo contra una raza inferior 219

1921. Corrupción latina. 221

1924. Make America Great Again. 223

1926. El rey blanco de los zombis negros. 224

1927. El primer bombardeo aéreo de la historia militar 227

1928. Otro Ejército Patriota and Company. 231

1931. Deportados de su propio país, otra vez. 232

1932. Otra matanza de radicales. 235

1933. El buen vecino del patio de atrás. 237

1933. Otro servidor se jubila en Miami 241

1933. La bandera sigue al dólar y los soldados siguen a la bandera. 243

1937. Cuando los de abajo se odian. 246

1942. Trabajadores, esos seres tan horribles. 248

1943. La vieja ofensa de vestirse diferente. 250

1945. Nuevos valores, los mismos intereses. 251

1945. Dios envía al embajador Braden a la Argentina. 255

1945. El color de los huesos. 259

1948. Sífilis y gonorrea gratis. 261

1948. No más ejércitos, no más dictaduras. 263

Por aire

1950-2020

1949. El diablo en los detalles. 267

1950. La homosexualidad es comunismo. 269

1953. La opinión pública es un producto de consumo. 271

1954. Quien no sabe engañar no sabe gobernar 281

1954. Nuestra principal arma no escupe balas sino palabras. 285

1956. El largo brazo de los generalísimos. 290

1957. Redistribución de la riqueza en Haití 291

1957. Bombardear ciudades no es un crimen. 293

1958. La democracia no les hace bien a los pueblos inmaduros. 295

1959. El agente de la CIA que admiraba al Che Guevara. 302

1959. Fidel Castro visita la Casa Blanca. 303

1959. El camarada yanqui 306

1959. La integración racial es comunismo. 307

1960. El sueño de controlar la mente (ajena) 310

1960. Peter Pan: otro rumor casi perfecto. 315

1960. Terroristas amigos. 317

1961. Cuba no será otra Guatemala. 322

1963. A presidente arrepentido, presidente depuesto. 326

1962. La verdadera función de los ejércitos latinoamericanos. 330

1963. Las inversiones continúan dando resultados. 339

1964. Negros, indios y pobres no deben portar armas. 341

1964. Num país tropical 345

1964. Si el golpe blando funciona, mucho mejor 351

1964. OEA, todos para uno y uno para todos. 354

1965. El marine rebelde. 357

1965. Cambio de estrategia. 358

1965. La academia infiltrada. 362

1966. Mentes cortas, bastones largos. 366

1967. Apunta bien; solo vas a matar un hombre. 373

1968. Pero no podrás matar el mito. 375

1969. No se permiten rubios aquí 377

1970. Nixon decide que los chilenos votaron mal 378

1971. El peligro de una Asamblea popular en Bolivia. 385

1971. 638 intentos de asesinar a un desalineado. 388

1971. Vas a encontrar más comunistas en Texas. 389

1972. Machetes y motosierras por la libertad. 396

1973. Papá, ¿por qué los grandes medios son de derecha?. 399

1973. Si no es por las buenas, será por las malas. 403

1973. Los yanquis también desaparecen. 409

1975. La ideología sin ideología. 412

1976: Escritores, libros, editoriales, reseñas mercenarias. 417

1976. Los cubanos de Miami llevan el plan Cóndor a Washington. 424

1976. Un par de borrachos charlatanes. 427

1977. Dios está ocupado con otros asuntos. 429

1977. Los Derechos Humanos descubren a Jimmy Carter 434

1977. Bulbocapnina, pentathol, desoxyn y la libertad. 438

1979. Mentir es nuestra profesión. 440

1980. Los arios de Bolivia. 442

1980. Ecuador es integrado al terrorismo del Plan Condor 445

1981. El enemigo es numeroso y está armado con niños y mujeres. 447

1982. Si no puedes pescar el pez, seca el mar 451

1983. El heroico Día D en Granada. 459

1985. Contras, el equivalente moral de los Padres fundadores. 463

1985. ¿Qué hace uno con un perro rabioso?. 468

1986. No son comunistas, pero son negros. 471

1987. Las maras vienen del norte. 475

1989. El Caracazo, otra masacre irrelevante. 478

1989. La guerra contra las drogas. 482

1989. Señor Noriega, está usted despedido. 486

1989. Se tomaron demasiado en serio eso de Jesús. 490

1990. Las elecciones son legítimas cuando ganamos nosotros. 492

1992. ¿Noriega? No lo conozco. 494

1994. NAFTA y el Efecto Tequila. 496

1995. Castra más mujeres pobres y reducirás la pobreza. 501

1996. Pies secos, pies mojados. 503

1998. Matar es una obligación para cualquier cristiano. 508

1998. Los ganadores se sienten inseguros. 512

2002. La mitad de las riquezas del país están en esta sala. 515

2002. El golpe de un respetado hombre de negocios. 517

2004. Again, los negros no saben gobernarse. 523

2007. Terroristas por la libertad. 531

2007. Chiquita bananas, grandota injusticia. 533

2007. Un debate para la arqueología política. 537

2009. En Cuba se tortura y se violan los Derechos Humanos. 541

2009. Señor presidente ¿por qué no obedece usted las órdenes?. 544

2010. Nuestras leyes no te protegen de nosotros. 551

2010. Washington se preocupa por los indígenas. 554

2011. Fútbol rebelde. 556

2014. Dejen que los niños vengan a mí 557

2015. El imperialismo y la opresión nunca existieron. 565

2016. La creatividad de los golpistas. 566

2017. Narcoestado, el de los otros. 570

2018. Corruptos contra la corrupción. 578

2018. Los pobres nos quieren invadir de nuevo. 581

2019. Otra fortaleza sitiada. 584

2019. Nicaragua, otro desalineado. 595

2019. Nosotros mentimos, engañamos y robamos. 599

2019. Invasores de esos países de mierda. 601

2020. Nota final: No son servicios de espionaje, son gobiernos paralelos. 617

2019. Fuera indios de Bolivia. 606

Fuentes. 621

Índice temático. 629

https://www.barnesandnoble.com/w/la-frontera-salvaje-jorge-majfud/1139378646?ean=9781737171003

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https://www.barnesandnoble.com/w/la-frontera-salvaje-jorge-majfud/1139390465?ean=9781737171010

Amazon paperback:

Disponible en Amazon, tapa blanda.

Think-Lab: www.youtube.com/@think-lab

https://750.am/2021/07/22/las-ideas-de-rutherford-hayes-sobre-la-desigualdad-el-editorial-de-victor-hugo-morales/

Más allá de la migración

 

Prólogo del libro De un infierno al otro, de Leonor Taiano Campoverde

University of Notre Dame

por Ana Cristina dos Santos

Universidade do Estado do Rio de Janeiro

taiano

En los días de hoy, estar en el mundo es convivir con la existencia de innúmeros desplazamientos territoriales, como la migración, la diáspora, el exilio y con las consecuencias que el cruce de fronteras provoca en el sujeto y en la propia sociedad. Debemos observar que esos tránsitos no son una característica específica del momento actual, sino una parte intrínseca de la historia del Occidente, ya que no podemos pensar las sociedades y las literaturas occidentales sin los diversos dislocamientos que las formaron.

Sin embargo en la contemporaneidad, dichos tránsitos se intensificaron. La globalización, la unión de los países en grandes bloques políticos y económicos y los desplazamientos espaciales mucho más rápidos nos dan la impresión de que las fronteras territoriales se diluyeron y que vivimos en una sociedad en constante dislocamiento. En la concepción de Castells (1999), podemos incluso pensar en las sociedades actuales en términos de desterritorializaciones y reterritorializaciones, movilidades urbanas, de no lugares intercambiables, de ciudades globales que privilegian lo que se mueve, se desplaza y fluye. No nos faltan datos para sostener esa visión, ya que muchos países latinoamericanos, como México, Uruguay y Ecuador, poseen del 15% al 20% de su población en el extranjero (GARCÍA CANCLINI, 2009, p. 3). Esas cifras hacen que la idea de nación ultrapase las fronteras geográficas de los países y, consecuentemente, amplíen el concepto de identidad y de lo “nacional”.

Son varios los motivos que llevan a uno a dejar su país, pero podemos resumirlos en dos: deseo y necesidad. Los desplazamientos por deseo son provocados por causas diversas que abarcan desde la salida del país para hacer turismo hasta la elección de trabajar o de estudiar en el exterior. Con todo, en los últimos años, son los desplazamientos por necesidad los que provocan el éxodo de un sinnúmero de personas en búsqueda de otros países para vivir y que suelen desestabilizar las relaciones políticas y económicas entre el país de salida y el país de llegada. La razón para dejar familia, casa y todo un pasado hacia atrás pasan por los altos índices de violencia criminal, los estragos causados por los carteles de la droga, los regímenes políticos dictatoriales, las guerras civiles o la falta de perspectivas socioeconómica como ocurren en muchos países latinoamericanos y africanos.

Al considerar ese panorama social y cultural, percibimos que no es casual el hecho de que la literatura y la crítica contemporánea privilegien las narrativas que mapean las diversas formas de movimientos territoriales y que evidencien sujetos en tránsito y sus experiencias. Tampoco es casual que específicamente la literatura latinoamericana haga hincapié en el tema del dislocamiento más permanente y regular que efectúan los latinos desde mediados del siglo XX y que se intensificó en el XXI: la migración del eje Sur-Norte del continente americano. En otras palabras, el cruce por la frontera mexicana de los ciudadanos de México y de los países de América Central y del Sur hacia los Estados Unidos en búsqueda de mejores condiciones de vida. El tema de la migración, generalmente ilegal al territorio estadunidense, la difícil vida que llevan esos migrantes en el país que les excluye socialmente y el pertenecer a dos culturas como los descendientes de la segunda o tercera generación es, quizás, el tema más constate en las narrativas de los escritores latinoamericanos contemporáneos que viven o vivieron en los Estados Unidos.

El teórico Silviano Santiago (2016) llama a ese sujeto que migra por necesidad — el pobre urbano — de “cosmopolita pobre”. Añade que generalmente son latinoamericanos o africanos que llegan a las megalópolis modernas y desarrolladas económicamente, expulsados por la miseria de sus países, con ilusiones de mejores oportunidades de vida en el mundo de abundancia y riqueza de los Estados Unidos o Europa. Tienen la ilusión de llegar al país elegido, trabajar, tener una buena vida (que no tenían en sus países), ahorrar y algunos, incluso, piensan en después volver al país natal y vivir, ahí, una vida mejor. Se transforman muchas veces en proveedores de los miembros de la familia que dejaron en el país de origen, enviándoles parte del dinero que ahorran.

            Al llegar al país extranjero, el cosmopolita pobre acepta trabajar en actividades que los ciudadanos norteamericanos o europeos no desean realizar ya que las consideran subempleo. Así los servicios de limpieza y cuidados del hogar, los servicios de lavandería y peluquería y los trabajos en la agricultura son ejecutados en su mayoría por los migrantes. La indocumentación y la falta de permiso de trabajo de la mayoría de los migrantes les conducen a la ilegalidad en el país. Por tal motivo, aceptan trabajar por cualquier dinero, aun en cambio de comida. No poseen ninguna garantía social y tampoco laboral. Son invisibles socialmente, pero, el sueño de una vida mejor los mantiene ahí, en el territorio que los oprime y a la vez los despersonaliza. Constantemente tienen miedo de ser deportados y alejados de la familia con que vive en el país de llegada. Muchas veces, el retorno al país natal ocurre tan solo en un ataúd.

            De un infierno a otro: el migrante latino en Crisis de Jorge Majfud se ocupa del análisis de estos temas. La investigación detallada y profunda de los personajes que ejemplifican el cosmopolita pobre (los diversos personajes Ernesto y Guadalupe), de sus descendientes (los diversos personajes Tony) y del contexto socio-político y cultural que forma parte de sus vidas hace del libro de Leonor Taiano un ejemplar impar para la comprensión de la novela Crisis (2012). El análisis de Taiano nos acerca de una literatura que indaga y reflexiona sobre el papel del migrante de origen latina en la sociedad estadunidense y su exclusión como persona social que lo convierte en antihéroe en la sociedad estadounidense. Sus discusiones permiten comprender la dura crítica que hace Jorge Majfud – escritor uruguayo que actualmente vive en los EEUU – a la realidad socio-política contemporánea “marcada por la crisis del post-heroísmo, en la que los héroes del pasado han sido reemplazados por entes mecanizados” (TAIANO, p. 70).

El propio título de la obra – De un infierno a otro – ya hace el lector reflejar sobre la falta de perspectivas que conduce al migrante a un callejón sin salida tanto en su país natal como en los Estados Unidos. El migrante sale de un infierno y llega a otro, mostrando que no hay cualquier expectativa de que encuentre una vida mejor. Las situaciones vividas por los personajes en Crisis comprueban el infierno presente en el título del texto de Taiano. Ellos tienen miedo, sufren de ansiedad, depresión severa, estrés, porque en cualquier momento las rendadas pueden ir a sacarlos de su casa o de su sitio de trabajo, pues ser un indocumentado es vivir en el limbo, con un pie en los Estados Unidos y otro en el país de origen.

Como nos apunta acertadamente Leonor Taiano, Crisis es una novela mosaico, en la que el autor reúne “una serie de historias sobre latinoamericanos que migran a Estados Unidos y estadounidenses de origen latinoamericano” (p. 19). Historias ficcionales pero, a la vez, son el retrato de la época contemporánea en que las discusiones políticas se centran en la cuestión de la migración y específicamente, en los EEUU, en torno al debate político sobre la migración de los latinos. Aunque Crisis haya sido publicado en el año 2012, el tema sigue actual en 2018, con el endurecimiento de las políticas migratorias del actual presidente estadunidense en contra la entrada de los latinos en territorio estadunidense. El presidente estadunidense, incluso, sugiere la construcción de un muro entre México y Estados Unidos para detener la migración irregular.

El flujo migratorio constante e ininterrupto de los latinos a los EEUU hace que ese grupo sea la minoría étnica más grande en territorio estadunidense. Taiano incluso nos recuerda que el compromiso literario de Crisis es enseñar “la estrecha conexión que existe entre la política exterior estadounidense y la diáspora latinoamericana” (p. 105). De modo que la autora no aleja de su análisis literario, el análisis político y económico de las sociedades latinoamericanas y estadunidense, ya que ésas forman parte de la crítica majfudiana presente en Crisis.  

Las historias de los personajes diversos de Majfud permiten a Taiano discutir las tensiones que emergen de la migración de los latinoamericanos a las ciudades estadounidenses —“el dorado” contemporáneo. De un lado hay las diversas crisis personales y socioeconómicas ocasionadas por la fuga hacia la búsqueda estereotipada por el american dream, la esperanza sinfín de una vida mejor y el miedo constante de no ser deportado. De otro, las crisis personales y sociopolíticas que ocasionan la “americanización” y la “deshispanización” de los descendientes que, aun siendo americanos jus soli, son considerados ciudadanos de segunda clase —“los otros” — y no logran integrarse y vivir en las mismas condiciones que la sociedad americana blanca, anglosajona y protestante.

            De un infierno a otro demuestra que los personajes latinos majfudianos consideran el cruce de fronteras al territorio estadunidense como la única alternativa que les resta para tener una vida mejor y huir de la miseria y la violencia que asolan sus países. En las historias narradas, Jorge Majfud asocia los personajes migrantes hispanoamericanos a la pobreza y constata que las actividades laborales ejercidas se centran, principalmente, en el sector de servicios y en los trabajos brazales. Para Taiano, esa labor contribuye para mantener la sumisión de los latinos a la cultura y a la economía estadunidense, restringiéndoles el espacio social. Así, la cultura estadunidense invisibiliza al migrante y le niega cualquier posibilidad de una vida digna en los EEUU.

En Crisis, los personajes y sus historias nos dan testimonio de cómo las crisis sociales, políticas y económicas enfrentadas por los países hispanoamericanos y también por los Estados Unidos (específicamente la crisis financiera en 2008) afectaron y afectan directamente la vida de los migrantes de origen latina y de sus descendientes. Jorge Majfud critica explícitamente la realidad socio-política estadunidense (como también la de los países hispanoamericanos) que lleva a los migrantes — legales e ilegales — y a los naturalizados a ser considerados parias sociales y utilizados como grey disciplinada y sumisa.

Por todas esas cuestiones, para comprender la novela, el lector de Crisis necesita ir mucho más allá del tema de la migración de los hispanoamericanos al territorio estadunidense y comprender también los aspectos filosóficos, políticos, económicos y sociales presentes en las entrelíneas de las historias narradas. Aquí reside el valor de la publicación del libro De un infierno a otro que nos brinda la ensayista Leonor Taiano: permitir una lectura de la migración latina desde un sistema marcado por la globalización, por las crisis y por políticas hegemónicas paradójicas. A partir de esa lectura, la autora desvela el retrato existencial del migrante latinoamericano contemporáneo y demuestra que la intención de Jorge Majfud con la publicación de la novela Crisis es “ir más allá de la dimensión literaria del tópico del éxodo, adaptándolo perfectamente a la realidad histórica del mundo globalizado en el que está ocurriendo la diáspora latinoamericana” (p.112).

            Al abarcar estudios aun tan cercanos a nuestra realidad y sobre una obra recién publicada, el texto de Leonor Taiano contribuye para la comprensión de nuestro momento actual y seguramente servirá como punto de partida para futuras investigaciones sobre la obra majfudiana y sobre el tema de la migración de los latinos a Estados Unidos. Su texto no solo se evidencia como una referencia bibliográfica para los estudiosos de la obra majfudiana y del tema de la migración latina a los EEUU, como también aporta una amplia y actualizada bibliografía sobre los temas discutidos.

            Esperamos que las reflexiones suscitadas por la lectura del texto de Leonor Taiano sean provechosamente discutidas y que contribuyan para mostrar que la literatura de Jorge Majfud va más allá de la ficción al trazar un retrato fiel de la realidad histórica del migrante latinoamericano en la sociedad globalizada contemporánea.

De este modo, podemos afirmar que la publicación De un infierno a otro: el migrante latino en Crisis de Jorge Majfud abre caminos de descubiertas y posibles inquietudes para nuevas investigaciones y estudios sobre las obras del autor uruguayo.

Disfruten de la lectura agradable y placerosa de ese libro.

 

Referencias:

CASTELLS, Manuel. A sociedade em rede. São Paulo: Paz e Terra, 1999.

 

GARCÍA CANCLINI, Néstor. Introducción. Los muchos modos de ser extranjero. In: ____. (org). Extranjeros en la tecnología y en la cultura. Buenos Aires: Ariel, 2009. p. 1-12.

 

SANTIAGO, Silviano. Deslocamentos reais e paisagens imaginárias. O cosmopolita pobre. CHIARELLI, Stefania; OLIVEIRA NETO, Godofredo de (orgs.). Falando com estranhos: o estrangeiro e a literatura brasileira. Rio de Janeiro: 7Letras, 2016. p. 15-32.

 


Profª Drª Ana Cristina dos Santos

Profesora Asociada del Doctorado y del Máster en Teoría de la Literatura y Literatura Comparada y del Departamento de Letras Neolatinas (Portugués/Español)

Universidade do Estado do Rio de Janeiro – Brasil

 

Professora Associada de Literaturas Hispânicas (UERJ)

Professora do Programa de Pós-graduação em Letras (UERJ)

GT Vertentes do Insólito Ficcional (ANPOLL)