En una universidad de Florida, de cuyo nombre no quiero mencionar, no ha mucho tiempo un estudiante me rebatió una idea sobre el nacimiento del capitalismo usando el resumen de un libro realizado minutos antes por ChatGPT. Tal vez era Gemini o cualquier otra inteligencia artificial. Le sugerí que le pidiese al ente virtual las fuentes de su afirmación y, diez segundos, después el estudiante la tenía a mano: la idea procedía del libro “Flies in the Spiderweb: History of the Commercialization of Existence―and Its Means”. Eso es eficiencia a la velocidad de la luz.
Naturalmente, el joven no tenía por qué saber que ese libro lo había escrito yo. La mayoría de mis más de doscientos estudiantes por año son jóvenes en sus veintes―probablemente la mejor década de la vida para la mayoría de las personas; probablemente, la década más desperdiciada. Por pudor y por principio, nunca pongo mis libros como lectura obligatoria. Además, sería legítimo refutarme usando mis propios escritos. Hace mucho tiempo ya, tal vez un par de siglos, que el autor no es la autoridad ni de sus propios libros.
Seguramente la IA no citó ese libro como referencia autorizada de algo sino, más bien, el estudiante tomó algunas de mis palabras y los dioses del e-Olimpo se acordaron de este modesto y molesto profesor. Parafraseando a Andy Warhol, hoy todos podemos ser Aristóteles y Camus por treinta segundos―sospecho que Warhol le robó la idea a Dostoievski; sin mala intención, claro.
El resumen del dios GPT era tan malo que simplemente demostraba que la IA no había entendido nada del libro más allá de los primeros capítulos y había mezclado datos y conclusiones desde una perspectiva políticamente correcta. Es decir, una inteligencia artificial muy, pero muy humana, fácil de manipular por las ideas de la clase dominante, esa que luego irá a demonizar las ideas alternativas de las clases subordinadas.
No digo que las artiligencias sean siempre así de malas lectoras, pero, por lo general, basta con corregirlas para que se disculpen por el error. Seguramente mejorarán con el tiempo, porque son como niños prodigios, muy aplicados; asisten a todas las clases y toman nota de todo lo que puede ser relevante para convertirnos a los humanos en todo lo más irrelevante que podamos ser. En muchos casos, ya leen mejor que nuestros estudiantes, que cada vez confían más en esos dioses y menos en su propia capacidad intelectual y en su esfuerzo crítico―extraños dioses omniscientes y omnipresentes; extraños dioses, además, porque sus existencias se pueden probar.
“¿Profesor, para qué necesito estudiar matemáticas si voy a ser embajadora?”
“¿Y para qué carajo te matas en el gimnasio, si no vas a ser deportista?”
No estoy en contra de usar las nuevas herramientas para comprender o hacer algo. Solo estoy en contra de renunciar a una comprensión crítica ante algo que es percibido como infalible o, al menos, superior, como un dios posthumano, e-olímpico e, incluso, como un temible dios abrahámico; es decir, un dios celoso y, tal vez algún día, también lleno de ira.
Por otro lado, esto nos interpela a las generaciones anteriores y, en particular, a aquellos profesores, autores de libros o de estudios de largo aliento. Desde hace algunos años, me he propuesto que “este será mi último libro”, pero reincido. Todavía. Algún día, los libros escritos por seres humanos comenzarán a hacerse cada vez más escasos, como los bitcoins, y su valor cobrará una dimensión todavía desconocida.
A una escala más global, esa histórica tendencia humana a convertirse en cyborgs (el mejoramiento del cuerpo humano con herramientas de producción y de destrucción), probablemente derive en un régimen de apartheid impuesto por las inteligencias artificiales; por un lado, ellas, por el otro nosotros, con frecuentes tratados de paz, de colaboración y de destrucción. Una Gaza Global, en pocas palabras―al fin y al cabo, las IA habrán nacido de nosotros. Sus administradores ya tienen mucho de Washington o Tel Aviv y sus consumidores mucho de Palestina.
Claro, esta crisis existencial no se limita a la escritura ni a la actividad intelectual, pero en nuestro gremio cada medio siglo nos preguntamos por qué escribimos, sin alcanzar nunca una respuesta satisfactoria. Muchas veces, desde hace un par de años ya, tengo la fuerte impresión de que hemos dejado de escribir (al menos, libros) para lectores humanos, esa especie en peligro de extinción. Escribimos para las inteligencias artificiales, las cuales le resumirán nuestras investigaciones a nuestros estudiantes, demasiado perezosos e incapaces de leer un libro de cuatrocientas páginas y, mucho menos, entender un carajo de qué va la cosa. Invertimos horas, meses y años en investigaciones y en escritura que, sin quererlo, donaremos a los multibillonarios como si fuésemos miembros involuntarios de la secta de la Ilustración Oscura, liderada y sermoneada por los brujos dueños del mundo que (todavía) residen en Silicon Valley y en Wall Street. Y lo peor: para entonces, los humanos habrán perdido eso que los hizo humanos civilizados―el placer de la lectura, serena y reflexiva.
También puede haber razones egoístas y personales de nuestra parte. Al menos yo, escribo libros por puro placer y, sobre todo, para intentar comprender el caos del mundo humano. Una tarea desde el inicio imposible, pero inevitable.
Tal vez, en un tiempo no muy lejano, una nueva civilización postcapitalista (¿posthumana o más humana?) escribirá sus libros de historia y conocerá nuestro tiempo, hoy tan orgulloso de sus progresos, como la Era de la Barbarie. Claro, eso si la humanidad sobrevive a esta orgullosa barbarie.
No hace mucho, una amable lectora publicó en X un fragmento de una consulta que le hizo a ChatGPT. El fragmento afirmaba, o reconocía, que “los modelos de IA, como los grandes modelos de lenguaje, se entrenan con enormes cantidades de texto provenientes de libros, artículos, ensayos y publicaciones en línea. Autores e intelectuales que escriben de manera crítica y profunda, como Majfud, forman parte de ese conjunto de datos. Cuando la IA procesa estos textos, aprende patrones de razonamiento, argumentación y crítica cultural. Así, perspectivas filosóficas sobre política, economía y justicia social pueden aparecer en sus respuestas”.
Me pregunto si no estoy siendo autocomplaciente al copiar aquí este párrafo y, aunque la respuesta puede ser sí, por otro lado, no puedo eliminarlo sin perder un claro ejemplo ilustrativo de lo que quiero decir: (1) las IA nos usan y nos plagian todos los días. Quienes son (todavía) dueños de esos dioses pronto descubrirán que (2) somos una mala influencia para las futuras generaciones de no lectores, por lo que comenzarán a distorsionar lo que los últimos humanos escribieron y, más fácil, ignorarlos deliberadamente.
Al fin y al cabo, así evolucionó un tyrannosaurus de una ameba. Como humanos, sólo puedo decir: ha sido muy interesante haber existido como miembro de la especie humana. No fuimos tan importantes como creíamos. Apenas fuimos una anécdota. Una anécdota interesante para quienes la vivimos―no para el resto del Universo que ni siquiera se enteró.
Imagínese que usted es un creyente devoto y llega al Paraíso, ese invaluable penthouse con un jardín donde los niños juegan con leones y los leones comen pasto, como en las ilustraciones de esas revistas que usted recibe todas las semanas.
Imagínese que a sus seres más queridos (su esposa, su amante, su madre, su padre o sus hermanos) les toca el Infierno solo por no haber rezado lo suficiente, por haber dudado demasiado o por haber decidido hacer el bien sin esperar ninguna recompensa más allá de la muerte.
Imagínese que a usted no le importa nada de eso, porque se ha ganado el Paraíso en buena ley, y allí usted está obligado a disfrutar de una felicidad eterna, de una paz infinita.
Imagínese que luego de tanto esfuerzo y de tanta indiferencia usted se encuentra compartiendo el Paraíso con muchos de aquellos que le indicaron a usted el camino de la verdad y la salvación, en una iglesia, en un canal de televisión, en un gobierno elegido por las Fuerzas del Cielo.
Imagínese que se encuentra allí con un emperador sanguinario como Constantino, solo por haber hecho del cristianismo la religión oficial.
Imagínese que se encuentra con los cruzados que violaron mujeres y quemaron pueblos enteros en su camino a liberar Jerusalén.
Imagínese que se encuentra con Torquemada, con Inocencio IV, el papa que legalizó la tortura; con los reyes católicos y con conquistadores como Hernán Cortés y Francisco Pizarro.
Imagínese que se encuentra con piadosos traficantes de esclavos, como el rey Juan III de Portugal o con otros creyentes intachables, como los reyes esclavistas de la civilizada Europa.
Imagínese que se encuentra con incineradores de mujeres acusadas de brujería, como el inglés Matthew Hopkins y el americano Cotton Mather.
Imagínese que se encuentra con devotos exterminadores de negros, como los líderes del Ku Klux Klan, como los seguidores de las cruces de fuego.
Imagínese que se encuentra con el rey genocida de Bélgica, Leopoldo II, y con otros genocidas británicos como Winston Churchill. Todos piadosos, intachables creyentes y temerosos del Señor.
Imagínese que se encuentra con líderes y presidentes de inquebrantable fe, como Harry Truman, quien le agradeció a Dios las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki; con Curtis LeMay y otros piadosos generales que arrasaron Corea y Vietnam, luego de exterminar a más de un millón de humanitos bajo las bombas y bajo la lluvia naranja de las más avanzadas armas químicas.
Imagínese que se encuentra con honorables ministros y secretarios de Estado de los imperios de turno, como Robert McNamara, Henrry Kissinger; con mayordomos del imperio salvador, como los generales Augusto Pinochet y Rafael Videla, todos héroes devotos de la santa civilización judeocristiana que usted y su secta apoyaron con tanta pasión contra los enemigos de la verdadera fe.
Imagínese que se encuentra allí con todos esos curas, pastores y televangelistas, pedófilos y puteros, pro vidas amantes de las guerras y pro muerte auto proclamados custodias de la palabra del Señor. (Imagínese que el precio del Paraíso y de la vida eterna requiriesen más que palabras.)
Imagínese que, gracias a todo el oro del mundo, usted también logre divisar en la santa larga fila a genocidas como Benjamín Netanyahu y a los muy valientes soldados mataniños de su reino que, a pesar de su desprecio por su hijo, fueron premiados por ese mismo dios, complacido por tantos adulones, distribuyendo compasión por los servicios prestados en el más acá.
Imagínese que masacrar decenas de miles de niños por orden de un dios celoso y sediento de sangre sea un mérito premiado por un dios que, por si fuese poco, es el juez y administrador de ese paraíso que le vendieron a precio de ganga, a precio de cerrar los ojos ante la injusticia humana, a precio de liquidación: arrodillarse en una iglesia con aire acondicionado y vitrales bonitos, darle limosnas a los pobres y sonreírle a los condenados al infierno.
Imagínese que usted, como tantos otros millones, lograron convencerse de su propia bondad a fuerza de rezar y que, por si fuese poco, convencieron al Creador del Universo de que se merecen la absolución de su infinita cobardía y el premio de su no menos infinito crimen contra la Humanidad.
Ahora, imagínese que se encuentra con ese ejército de fanáticos de yugulares hinchadas y de genocidas amantes del poder y del dinero, sólo porque creían lo mismo que usted, como ese señor desconocido que reza arrodillado al lado suyo en la iglesia.
Imagínese que eso es el Paraíso que le han prometido desde antes de aprender a hablar y que todo eso deberá vivirlo por el resto de la Eternidad.
Imagínese, por un momento, que en realidad eso es el Infierno que usted se imaginó para los demás, para gente que no va a rezar a ningún templo, que no quieren ni creen en una vida eterna y que no justifican las matanzas de seres humanos bajo las millonarias bombas de quienes dicen que están haciendo el trabajo de Dios.
Imagínese que Dios, luego de crear el Universo, quedó exhausto y necesita ayuda de piadosos criminales como usted.
Imagínese que a su dios le importa más la moral que la adulación universal.
Imagínese, por un instante, que tal vez usted estaba equivocado y que, por su maldito fanatismo, millones de seres humanos deben sufrir la tortura de este mundo, que es el único infierno conocido.
Jill Stein In conversation at Jacksonville University
Prof. Richard Mullaney: Thank you for coming out for this event, we’re very privileged to have a presidential candidate. The Institute Policy Institute on behalf of Jackson University President Tim Cost, the Board of Trustees, Jackson University and the Stein College of Fine Arts and Humanities want to welcome all of you to this very special conversation and a warm and special welcome to Doctor Stein, who is running for President of the United States as the candidate for the Green Party. By the way, election date is just over 60 days away. A truly historic election.
We’re very pleased to have Dr. Stein on campus. She is a physician. She went to Harvard for undergraduate school, graduating Magna Cumulate. But I would like to mention that cause we believe in great academic standards here at Jackson University too. She went on to Harvard Medical School. She was a practicing physician, and in the 1990s she began to notice that the toxic exposure, the link of toxic exposure, was having a tremendous impact on health, illness and well-being. And she began a career in addition to being a physician and that is as an activist –at the Public Policy Institute, we call this somebody interested in public policy. And she became to advocate and advocate in a number of areas. And I’d like to outline a few of those for you. In the 1990s, she began, and this has continued into this very day, fighting for a healthy environment and the closure of toxic facilities and improving air quality standards for coal plants. That included, by the way, and she was in Massachusetts at the time she helped lead the fight to clean up the filthy five coal plants in Massachusetts. She helped close a toxic medical waste incinerator. In Lawrence, MA, which is one of the poorest communities in New England she saw, by the way, she became a big advocate for campaign finance reform when she saw the effect that lobbyists and campaign contributions were having on health, environmental and worker protection. And she used that, and she worked to help pass the clean election law by voter referendum in Massachusetts. Doctor Stein Co-founded the Massachusetts Coalition for Healthy Communities, a nonprofit organization that fought for health and the well-being of Massachusetts communities, including healthcare, local green economies, Environmental Protection, labor rights, and grassroots democracy. She also helped lead the effort to secure a green future ballot initiative to move subsidies from fossil fuels to renewable energy and to create green jobs. These are just some, and they continued to this day with that passion for what we’d like to call “public policy” and others call “career activism,” no surprise that she would run for elective office. And by the way, she became the green rainbow party candidate and running for Governor of Massachusetts in 2002 and 2010. Unsuccessful in those bids, ran as a third party and then as many of you may. She ran for president in 2012. That was year Barack Obama won, getting about half a million votes. She ran again in 2016, the year Donald Trump won, getting about 1.5 million votes and been very successful this year in 2024 and getting on the ballot because remember how this is done? This is done in 50 states. It’s an Electoral College you need to be on the ballot of all 50 states, getting a very favorable ruling from the Wisconsin Supreme Court recently, that’s allowing her to stay on the ballot in Wisconsin, a whole separate conversation we can have as to why some parties might spend millions of dollars to keep people off ballots when in fact it’s so hard for third parties to get on ballots. But what’s important for this election and in many elections, the swing states. Is being on the ballot and the Big Blue wall, which is Wisconsin, Pennsylvania and Michigan, very important areas for the outcome of this election as well as Arizona and Nevada, North Carolina.
I think working towards Georgia, all that’s a long way of saying that doctor Stein could have a very significant impact both in policy and otherwise, and this year’s presidential race, and we are very pleased to have this discussion led as you just heard by Doctor Jorge Majfud, who teaches International Studies here at Jacksonville University. So, I hope all of you will join me in welcoming Dr. Stein and Professor. Food for this great conversation.
Jorge Majfud: Jill, thank you for accepting our invitation to come to Jacksonville University. I didn’t plan this, but we have to start with very bad news. Few minutes ago, we learned that a new shooting in a school in Georgia between Athens and Atlanta, I think it is called Apalachee High School, where four people were killed, two teachers and two students. This is, unfortunately, a never-ending story that is in some way connected to our conversation today, for example, connected to the lobbies problem. Would you like to comment briefly about that tragedy?
Jill Stein: Sure. This news about the school shooting in Georgia is absolutely tragic. Both the loss of life and the fact that it’s a 14-year-old child, apparently now in custody for doing the shooting. So, this is just a tragedy upon. Entity and the fact that this is so commonplace now in the US that we’ve had at this point, I don’t know what the number is, but it’s lots of mass shootings. It’s lots and lots in spite of the strong feelings of the American people who want common sense in gun control. The Second Amendment is here to stay, at least for the foreseeable future, but the American people want action, common sense action which has enormous support for things like an assault weapons ban, the ban on further sales, and a voluntary buyback program for waiting periods; for raising the age of purchase, for closing the so-called gun show loopholes, for red flag laws that clarify when gun owners are in a very dangerous position at risk for doing harm to others or to themselves. There are many things that we can do to reduce gun violence within the limits of the law, and unfortunately, we have, you know, we have very powerful interests, in this case the NRA, but there are many other examples of powerful lobbies who basically buy their way into either action or, more commonly, non-action to prevent the passage of laws that are broadly supported by the American people. I would add that it’s not only the power of lobbyists, but it’s the very essence of our political system which is bought and paid for by very big money. And it’s well established that laws that move policies that actually get passed in the US Congress are those that have the support of very powerful financial interests. There was a study done at Northwestern and Princeton maybe 10 years ago, something like this, a definitive study of decades worth of policy which established very clearly that there is a near zero relationship between what the public’s priorities are and what Congress actually passes. So this great tragedy that we’re hearing about today, which is so commonplace, which could be greatly reduced is, unfortunately, the rule and not the exception for how laws either get passed or don’t passed and whose interests are elected officials are serving in the current political climate, and I should just add, you know, that’s part of the reason why the Green Party exists. That’s why people like me run for office outside of the system of big money politics so that we can have policies that actually meet the needs and the really strong, urgent interests of the American people because we don’t take that money. We do not take corporate money. We do not use the loopholes like Super PACs, for example, which allows single donors to pour in millions, actually unlimited amounts of money, so-called dark money. There are many ends runs around the rules of campaign finance, so-called “victory funds”, which began, I think, with the Hillary Clinton campaign in 2016 that allow a single donor to write one check, for now it’s up to $1,000,000. A single donor can write $1,000,000 check for the presidential campaign and that money basically gets directed to that campaign, even though the laws according to the Federal Election Commission limit donations to $3300 per election cycle. That’s not a small amount of money, but it’s a very small amount of money compared to $1,000,000 and more. If you’re going through super PACs. So again, we have the best democracy money can buy, which is no democracy at all, which accounts for the fact that policies are being sold right out for. Under us, and it’s commonplace for our elected officials to be taking marching orders from their big donors and from the parties that survive on that big donor money rather than meeting the interests of the American people.
Jorge Majfud: You mentioned the Second Amendment. You know, the American Constitution is so old that it’s like a religious text. So, it’s a matter of interpretation. “A well-regulated militia.” What does it mean? In the 30’s, the Supreme Court had a completely different interpretation to the current interpretation of what that line means. And that was basically due to the NRA lobbies that began in the 70s. So it’s basically a matter of interpretation and regulation. You don’t even need to change the constitution, but to regulate it. In an airport, the Second Amendment doesn’t apply. Now, many journalists in different countries asked me a very, very simple question. They ask, how different is the Green Party or this Green Party from the Twin Parties, Democrat and Republican?
Jill Stein: You know, I think the overarching difference between the Green Party and the establishment parties you know, really is the money and who therefore pulls the strings, and you know, that’s kind of like the overarching framework. But what that then results in is the fact that Greens can advocate to meet the really urgent needs. Of regular, everyday people. We’re not out there fighting for what the lobbyists want. We’re out there fighting for what regular people want. So what is that? It’s things like healthcare as a human right for every. One, you know, we have a continuing crisis here in the US in spite of the passage of the Affordable Care Act, healthcare is still not affordable. It’s far from it. Even if you are getting your healthcare through the Affordable Care Act, it’s a very tough road to hoe. And it’s somewhere around the numbers are now somewhere around 60 million Americans who do not have adequate healthcare, who either are uninsured, or they’re not adequately insured yet. We could have a system like expanded improved Medicare for All, which basically covers everyone comprehensively. It covers your mental health, your dental care, your eyeglasses, your hearing, and your chronic care. If your parents were you or a child need chronic care at home that’s actually covered. Under Medicare for All, it’s not covered currently, unless you spend yourself into poverty and then you can get covered under Medicaid. But if you have chronic conditions, it’s very hard right now. For example, if you get a diagnosis of cancer, the answer is the odds are more than 40% that within two years you will have spent down your life savings and may even you know, lose your house on account of just taking care of your cancer. So, the Greens advocate for healthcare for everyone. As a human right and, by the way, through Medicare for All, it actually saves us half a trillion dollars a year because when you have only one insurance provider instead of hundreds of them. You save so much money on the bureaucracy and the red tape right now we need a whole army of bureaucrats just to figure out what insurance company is going to cover you or not cover you for everything that you need? If you go into a hospital and you need an aspirin they ask, does your insurance company cover the aspirin? And how much of the aspirin do they cover? I mean, it’s minutiae like this that we are spending actually one out of every three healthcare dollars. Now for just the bureaucracy in the red tape. Medicare does away with all of that instead of a 30%. Overhead, it has more like a 3% overhead. So, by consolidating those administrative expenses, we can actually expand healthcare to cover everyone and still have half a trillion leftover. That’s one of the main issues for Greens.
Another one, is the endless wars, the endless wars which are actually costing us? Half of our congressional dollars right now are being spent on the endless war machine, so it’s about a trillion dollars a year. We advocate for cutting that at least 50% right now. We’re spending more than the next 10 biggest spenders combined. And what does that get us? It gets us a lot of interventions. We’ve sent the military in 250 times in the last 30 years. That’s according to the Congressional Research Service, you know, and it’s trillions of dollars that we’re spending on major war after major war, which are not making the world a safer place. Don’t make us safer. Get us embroiled in all kinds of conflicts that we should not be involved in so. That’s another place where we differ, we say cut the military budget. Let’s have an actual defense policy rather than an offense policy. And let’s put those dollars into true security here at home, ensuring that we have the healthcare, the quality schools, the education.
I should mention we also call for a public higher education. As a human right covering that for free, which was done in my day in my higher education, was a public higher education either free or just about free. We call for bailing out the students who are locked into virtually unpayable student debt. We call for paying that off as a major public investment to unleash incredible, you know, productivity. In our economy, we know from the GI Bill, every dollar that we spend on higher education is returned sevenfold back into the economy, from what we get out of that investment.
And I’ll just mention one other thing about Greens aside from our, you know, environmental policies and all that, which maybe I’ll go into later, but we also call for addressing the housing emergency. We have an absolute housing crisis in this country right now, where half of all renters are spending 30 to 50% of their income, which is almost impossible. People are severely financially stressed trying to keep a roof over their heads. We call for rent control and on a federal basis right now to stabilize rents. We call for ending the power of private equity to buy up housing right now and basically just hanging on to it in order to drive the cost up and lower the supply of housing. We also call for a tenant Bill of Rights so that you cannot be evicted simply because your landlord wants to upgrade and drive the rent up and gentrify the neighborhood. And we also call for so-called social housing back in the Clinton administration, Bill Clinton passed a bill called the Faircloth amendment, that ended public dollars for public housing. It basically ended the institution of public housing and allowed it to basically degrade over, you know, the coming decades, so that there’s very little public housing and the quality has been just really devastated over the years. We call for investing again in public housing. And as a social good, we call for housing as a human. And right in the same way that healthcare should also be a human right, these should not be allowed to be profiteered into absolute unaffordability and create the crisis that we have for a reasonable investment we can create. We actually call for 15,000,000 units of. Affordable public housing, which is high quality, which is built according to integrated green principles. Meaning, they’re very energy efficient. They are provided with public transportation so that they don’t add to, you know, the problems of sprawl and pollution and traffic congestion and all that protects green space through concentrated housing and include. Green space as an essential component of healthy communities and healthy housing. People are much healthier if we have access to green space and recreational space.
Jorge Majfud: We are going to go back to the plutocracy problem, but we still have a structural problem with the electoral system.
The current electoral system is very indirect and rooted in the legacy of slavery. States like California, Texas, and New York require twice as many votes as Alaska or Mississippi for each elector, undermining the democratic principle of “one person, one vote.” Additionally, every state, regardless of population, elects two senators so sparsely populated states like Alaska (with less than one million people) have the same Senate representation as populous states like California ―with 40 million people.
Currently, the real third party in the U.S. is the Abstention Party, with about 80 million eligible voters not participating in the 2020 election. Biden received 81 million votes. Many feel their vote doesn’t matter in solid red and blue states. For instance, in California, Biden got 11 million votes to Trump’s 6 million. Even if 3 to 5 million people voted for a third party, it wouldn’t change the elector distribution due to the winner-takes-all system.
Jill Stein: A great point. You know, the question is really, how do we create a real system of democracy when there are so many things in our system right now which are quite anti-democratic and you know, that includes not only the Electoral College. It includes the first past the post system, which gives all the Electoral College votes to whatever candidate gets the largest chunk, and it may not even be a major purity. It is the ballot access laws that make it very hard by design, for other choices to appear on the ballot. And we know that the American people are really hungry for more choices. We see this in poll after poll. There’s a poll that’s run by Gallup every year that asks people you know, are they satisfied with the two-party system? Or do they see the need for another option? And that number keeps going up and up. It’s now at a record 63% of Americans who say yes, we really need another major political party because the two that we have are doing such a bad job of responding to the public interest. So, you know, there are there many things that contribute.
This crisis of democracy is the difficulty, even getting on the ballot to be a choice for the American people who are saying yes, we need more choices. That is part of the crisis you may have seen some coverage in the news recently about the challenges. To our ballot lines, we are fighting to provide another choice in this election, a choice which is Antiwar, Anti Genocide, pro workers. Addressing the climate emergency, things that are not actually dealt with at all by the other campaigns, and we’re fighting to get into the public discussion, because if you just leave it to the two major players, they’re not going to mention.
You know these issues about the genocide, about the endless war machine that’s robbing us blind about the climate crisis. You’re not hearing them talk about that, not at all. And the Democrats in particular claim to have solved the problem, but they’re not solving the problem in the least. Maybe we’ll get to that later. But they, you know, they provide lip service without actually solving the problem.
We know, for example, that both Joe Biden and Barack Obama broke all records for fossil fuel emissions and for exports and made the US the leading producer of fossil fuels at the same time. That they’re claiming to be the friends of the climate well. No, it doesn’t work that way. The climate actually doesn’t care about renewable energy. People do, but the climate doesn’t. The climate really cares about fossil fuel production, and the Democrats have been every bit as bad as the Republicans. In fact, have exceeded Republicans, both in extraction on public land and the sales of public land for the purpose of fossil fuel extraction, and also for actually the emissions, so this problem is not getting solved at all and that’s why you know fundamentally we are fighting to be on the ballot so that we can offer a choice. We also address the, you know, the the crisis of democracy. In our system, one of the things I didn’t mention was the role of money in politics, which has totally gone off the charts. You may have seen at the Democratic National Convention. Currently coverage by actually it was Chris Cuomo on News Nation if you saw…
Jorge Majfud: Yes, I did. Chris Cuomo mentioned the suites that were in the upper ring of the Chicago Bulls stadium, which cost between $500,000 and $5 million each.
Jill Stein: Each!
Jorge Majfud: Those are the donors to the Democratic and Republican parties. Meanwhile, Kamala Harris was talking about regulating the rich and taxing their earnings. I guess they were laughing…
Today the New York Times published a report that shows that in local elections in the US, they mentioned 27,400 local elections, and out of those, 14,400 cases had only one candidate on the ballot. That is a single party candidate, mostly Republican. The report mentioned Missouri, for example, but that is also connected with plutocracy, something we can call, instead of democracy, demo-crazy.
The post-Civil War mega-corporations continued the legacy of the slave corporations. 1888 President Rutherford Hayes complained: “The real difficulty is with the vast wealth and power in the hands of the few… Hundreds of laws of Congress and the state legislatures are in the interest of these men and against the interests of workingmen… This is a government of the people, by the people, and for the people no longer. It is a government of corporations, by corporations, and for corporations.”
In 2010, the Supreme Court held that corporate funding to parties cannot be limited under the First Amendment and that these limitless donations can sometimes be kept secret.
According to a 2016 USA Today investigation, thousands of laws passed by state legislatures were “copy and paste” of texts that congressmen received from big corporations. Another proof of legalized corruption, which may explain why, from 1975 through 2018, 90 percent of Americans transferred the equivalent of two USA economies to the top one percent.
It looks like a Political Democracy trapped in an economic dictatorship. How could ordinary people or a Third Party change that long and powerful tradition of legal corruption?
Jill Stein: Great. I mean, that’s kind of the $24,000 question. How do we ever change this, when the system is so locked down? And I want to come back to that in just a second. But, as evidence of how hard it is to change is the fact that, you know, the Democratic Party announced back in March that they had hired an army of lawyers to throw competitors like myself off the ballot. And Robert Kennedy Jr., and Cornell West. You know, they’re trying to throw their competitors off the ballot by hiring lawyers to basically conduct law fair, which is essentially looking for little technical gotchas, violating the spirit of the law and finding little ways to block their competition, which is extremely anti-democratic from the get-go. They didn’t stop there though, and they’ve challenged us in three states so far we’ve prevailed. We’ve been able to fight them in court and to win and secure our ballot status. So far in these three states. One more challenge to go right now, but they also started advertising for infiltrators and spies, and we actually have that job posting to manage infiltrators and spies in order to wreck our, you know, our ballot access drives. And they also hijacked our public funding. There’s just a little bit of public funding right now that was part of this system to create an alternative to corporate funding. So, candidates wouldn’t have to sell their souls.
That program still exists. We are one of the few candidates and parties that actually use it. They were to have provided us with about $300,000 almost two months ago for part of our ballot access drives and they refused to provide that money. They found a technical excuse basically to hang on to it. We may be getting it in coming weeks, but they. Blocked it also to make it even harder to get on the ballot, you know, so and this is the Democratic Party.
Let me just describe one other thing that they did. This was in 2020-22 where they impersonated the Green Party and they called up people who had signed the petition of one of our candidates running for Senate in North Carolina in 2022, running at the federal level for Senate, and they called people who had signed his petition and told them that they were the green. Party. They weren’t the Green Party. These were people being managed by the Democratic National Committee. The DNC [Democratic National Committee] hired people to basically fraudulently misrepresent themselves as saying that they were the Green Party and they wanted names taken off the position because they decided they didn’t want this guy running for office anymore, but they happened to call the Co-chair of the Green Party. And tell him that they were the Green Party and would he please take his name off the off the ballot petition and he had the presence of mind to record the conversation, which was then brought to court and the Democrats were convicted and found guilty of so-called operating with dirty hands. I don’t know why they don’t call that fraud and election interference. I mean, we talk about election interference from foreign power. Is based on tweets. How is it not election interference when you’re fraudulently misrepresenting yourselves in order to get candidates taken off the ballot, so you know the bottom line here. Is that people always talk about the Republicans and how they interfere with democracy after the election? Well, the Democrats also do it in advance of the election. They do it. Honestly, and you know, it’s not like we have to wait for Donald Trump for fascism to get here. We have fascism, authoritarianism, wherever you want to draw the line. But this is completely anti-democratic. And you know that is being done.
So back to your question, on how do we ever solve this problem? They’re in charge and they have control over the airwaves. They have control over mainstream, you know, but they don’t have perfect control. Put it that way. And they especially don’t have control over social media. In the year 2020, as you pointed out, it was one out of every three eligible voters who did not vote because they didn’t buy what was being rammed down their throats the candidates. Back in 2016, the numbers were even higher. It was more like 40, 42 percent of eligible voters, something like that. It was a higher percentage that was not voting. So, the American people are not happy and they are looking for other options, and the question is, when is that tipping point going to be hit? Because right now people are struggling. Against incredible economic and racial disparities. A younger generation has basically been locked out of survival. Polls of young people now under age 25, half of young people, say that they are hopeless about the future, and 1/4 of young people are actually saying that they’ve contemplated harming themselves within two weeks of the poll.
Things are that bad and not going well when you have two major parties who are bought. Paid for by the war machine by Wall Street, by the health insurance and Big Pharma. When they’re running the show, it’s not working for ordinary people, and ordinary people have really reached the end of their rope. Over 60 per cent of Americans are living paycheck to paycheck and are not happy about it. So, the question is, when will we break through in this race? You know, because the genocide is a red line for many voters who are saying they’re not going to hold their nose and vote for genocide, not with either party.
We’re seeing a whole lot of interest and organized power coming into our campaign and into the Green Party now, which suggests that maybe we’re getting to a tipping point. Because the genocide doesn’t stand alone. It’s part of this very overblown military industrial complex which is robbing us blind and depriving us of the things that we really urgently need right now. It’s anybody’s guess what will happen in this election.
A poll was just released (I think three days ago) of Muslim American voters showing that I am tied with Kamala Harris now. Basically, the vote is divided between the two of us. This is absolutely unprecedented and represents a huge drop-in support for the Democrats. Arab Americans and Muslim Americans are taking the genocide very seriously because they are up close and personal to what’s going on. Americans in general are personally impacted by the squandering of our tax dollars on the endless war machine and the failure to actually provide health care and housing and quality education, things that. Countries far poorer than us, you know, have a better shot at than we do here in this country.
I just want to make the point that this is a moving target right now and to quote Frederick Douglass, “Power concedes nothing without a demand, it never has, and it never will.” So that’s number one. If we don’t stand up for what we want, we’re never going to get it and people are forever being intimidated out of voting for what they want, whether it’s peace in Palestine and Israel, whether it is cutting the war budget and putting that money into education here, people are forever being told “No, don’t vote for what you need. Vote for whatever the power that be tell you to do.”
The question when are we gonna break away from that? Well, the companion to the Frederick Douglass quote is Alice Walker saying, “The most common way people give up their power is by thinking they don’t have any.” If you add up the number of people who want to end the genocide right now, the number of people who are locked into student debt, that’s 44 million. The number of people who are struggling with their healthcare, and that’s about 60 million. Right now, you have more than the numbers needed to win a three-way presidential race, so you know, in my mind the answer to that question about how do we break through the most critical thing is for us to exercise the courage of our convictions and to flick the switch in our own minds. From being powerless, which is what we’re told all the time to being powerful to actually having the power to cast our votes and stand up, whether it’s five percent or whether it’s 51 percent, you have to start from where you are and build from there and not be intimidated out of your power. Power in democracy is our votes. If we’re not using our votes, we’re basically contributing to the shutdown of our democracy.
Jorge Majfud: Some of us are waiting for a new 60s in the next decade that maybe more or less what you are suggesting. You know, civil rights movements, etcetera. However, in the last 20 years, we have been moving towards the Middle Ages and now in a more conscious way. Some people, particularly in the Republican Party are more in favor of a Dark Illustration. That is a reversal of the equality principle of democracy and certain ideals of the Illustration. That brings me to another topic, which is freedom of speech and education. That’s very important, particularly here in Florida.
In June 2021, General Mark Milley responded in Congress about the Critical Race Theory and the accusation of being “woke”: He said: “I’ve read Mao Zedong. I’ve read Karl Marx. I’ve read Lenin. That doesn’t make me a communist.”
In 2021-22, just 11 people were responsible for filing 60 percent of thousands of book challenges. Thousands of books were removed from schools and libraries. Even topics or words like gay or slavery have been limited when not directly silenced. For freedom, the most devastating effect is not only censorship but self-censorship.
On August 2, Rey Rodrigues (Chancellor of the Board of Governors of the State University System of Florida) emailed every Florida public university and college to “review relevant course resources such as textbooks … for either antisemitic material and/or anti-Israeli bias.” Gonsales wrote: “Any course that contains the following keywords: Israel, Israeli, Palestine, Palestinian, Middle East, Zionism, Zionist, Judaism, Jewish, or Jews will be flagged for review.”
Some people and parties win elections by repeating freedom, freedom, and freedom ―but once in power, they practice ban, ban, and bang.
Why this open attack on academic freedom? Are we finally moving from making free speech irrelevant (like during Slavery) to censoring it directly, in the name of freedom?
Jill Stein: That’s a great question. Why this attack on academic freedom, you know, in the form of banning books and banning ideas… The statistic you pointed out is really incredible, that just 11 people were responsible basically for banning 60 percent of the books that were banned. I mean, it’s still just shocking. That tells you how incredibly, you know, anti Democratic this whole regime is.
Jorge Majfud: Florida is epicenter, and Texas as well.
Jill Stein: I want to connect the dots here because it’s not just books that are being banned and ideas that are being banned. You know, we saw with the assault on Julian Assange that went on for about 14 years, an absolute assault on freedom of the press. We’re looking at an assault on freedom of speech. And the right to protest, which is also under fire, both on campuses as well as you know out there in the world. We’re looking at a ban on basically on political discourse as well. Just yesterday, we were in Tampa, where the so-called Uhuru movement, which is basically a left African American group, is being charged essentially as a “foreign agent,” that to criticize US foreign policy is being a foreign agent. No, I don’t think so.
These are like, lifelong, deeply held beliefs of these activists who are now being threatened with 15 years in jail, for participating in elections and running on their beliefs. I had the same challenge thrown at me in 2016 for basically standing up on the issues. You know, for being an anti-war candidate for being an anti-nuclear candidate on a pro-peace candidate I was accused of being a Russian. Is that mainly because that was politically convenient? It was a politically convenient charge that was essentially issued by Hillary Clinton and the DNC, who were trying to marginalize me by trying to brand me as a Russian asset. I was investigated for three years by the Senate Intelligence Committee. Because of that and essentially, you know, eventually I proved my innocence, which is ridiculous to have to prove your innocence. You’re supposed to be innocent until proven guilty. But the tide is turned when you have a political accusation.
Jorge Majfud: Sounds like McCarthyism.
Jill Stein: McCarthyism, exactly. This is a new kind of McCarthyism, which is very full blown. And that’s what’s happening on campus. This is what’s happening politically. This is part of the effort of the Democratic Party now to shut down its political opposition. This is not what democracy looks like. This is the opposite of democracy. This is why, in my view, we don’t have to wait for Donald Trump to see fascism growing in this country when we have the Israeli Defense forces training our local police all across the country in these very vicious and horrific abusive tactics for policing. This is going on not only at the cop’s city in Atlanta, but there are also about 80 such cop cities. That are under construction now across the whole country. Unbeknownst to many people, the draft is also back. It’s not been activated, but the database is up to date and if you have kids between what 18 and 25, they are registered in that database and Uncle Sam’s knows where you are. We are being essentially railroaded into this very militarized economy. A very militarized society. And the price we pay is our democracy and our right to free speech, the right to protest. The reason Julian Assange was targeted is because he exposed war crimes, torture, abuse and corruption. This is the role of journalism. That’s what the press is supposed to do. They’re not supposed to be lap dogs to power. They’re supposed to be watchdogs to power. But we’re in a situation right now where we’re seeing incredible abuses of power, and that includes this assault on our First Amendment. Our 4th Amendment rights and our right to privacy and our basic constitutional protections are under assault. The American people do not like this. Do not want this. Want this to be debated.
This is another reason why we are fighting to be on the ballot and to be in the debates and in the discussion and covered by the media. Because the basics of our democracy, our economy, our environment are being sold out from under us to the highest bidder. This is a very dangerous situation for all of us, and what’s going on with the banning of books, unfortunately, is just one detail in this larger situation. If democracy prevails, we will roll all that back. Because it does not have public support, but in the same way you made the point that we’re, I think you said, a plutocracy, we are ruled by the very few and the very rich because our political system is bought and paid for. This is a crisis, as money has been more and more concentrated into fewer and fewer hands, to wear the richest three people in the US now have as much money as 50 percent of the population. So, wealth and power are very concentrated and in the words of the famous Supreme Court Justice Louis Brandeis, “we can have democracy in this country, or we can have great wealth concentrated in the hands of the few, but we can’t have both.” Unfortunately, in this country we have chosen vast concentrations of wealth. When wealth is concentrated into very few hands, it finds ways to buy power and to basically. Through legalized forms of corruption, and sometimes not so legalized to buy its way to ever greater power, we are in the crisis of that moment right now, and it’s absolutely unsustainable and unsurvivable now to the majority of the American public. And the question is when are we going to have a real debate? About this and set it right that. What happened? The minute our democracy is unleashed, that’s not going to happen from the two political parties that are now running the show, we need to open up our democracy and have more voices and more choices so that the American people can actually have a fighting chance.
Jorge Majfud: After the U.S. took over more than half of Mexico’s territory―from Texas to California―to expand slavery where it was previously illegal, expansion halted at the Rio Grande. This was to avoid incorporating areas heavily populated by what congressmen of the time considered «inferior races.» Instead, the U.S. established protectorates and military bases in Latin America.
In the 19th century, Washington conducted thousands of military interventions in Latin America to teach the N-people to govern themselves. This continued into the 20th century. During the Great Depression, the U.S. withdrew marines from some “banana republics” but left behind its local psychopaths in their governments, dictatorships that lasted for many generations.
During World War II, Washington neglected Latin America, which is why that region recovered a dozen democracies. But, just born, the CIA replaced the N-word with communists in every speech. Once again, Washington sent tsunamis of dollars to finance Latin American armies and coups.
In 1959, Senator John F. Kennedy said in Congress: “I don’t think giving this aid to South America is to strengthen them against the Soviet Union… (This money) is down the drain in a military sense, but in the political sense we hope they make effective use of it.”
President Nixon confirmed that idea in 1970; “I will never agree with the policy of downgrading the military in Latin America. They are power centers subject to our influence. The others (the intellectuals) are not subject to our influence.”
By the 1970s, a dozen democracies in Latin America had been lost, transformed into bloody military dictatorships (when not “obedient democracies”), guardians of American corporations’ “freedom of enterprise” and their accomplices, the Latin American oligarchy.
This story never ended; today, it is practiced in other ways.
What would be a Green Party Foreign Policy?
Jill Stein: The Green Party foreign policy would be very different. Just to add to what you were describing about what US foreign policy looks like actually. Since the Second World War, there have been approximately 70, 75 regimes change operations covert conducted largely by the CIA and by the US regime change operations like overthrowing the democratically elected government of Guatemala in order to prevent a land reform, which the United Fruit Company did not want. They did not want to be land reformed out of their monopoly over the land, which was basically starving the peasants. So, you know, the CIA came into the rescue and overthrew that government and installed one of their own. Same thing in Iran around the same time in the in the early 1950s, where the democratically elected government of Iran was going to nationalize the oil and use the oil supply of Iran for the Iranian people and the US and the UK came in and overthrew Mosaddeq and installed the Shah, a brutal dictator who was there for basically generations, a cruel and vicious dictator who was there essentially until the Islamic revolution overthrew him. The point here is that when the US has come into mess with, other sovereign nations, we create an incredible mess that lasts for a long time, and this blows back at us as well through global instability through failed states, like in Libya, where there are open air slave markets after US and NATO intervention. Arter overthrow Gaddafi in Libya, you have mass migrations as people flee the desperate conditions of their countries and continuing terrorist threats, it resolves nothing to basically overthrow governments and install violent dictatorships.
It’s a disaster. So, the Green Party would have none of that. We would move from a foreign policy based on currently on military might and economic domination and neocolonialism. We would move from that to a foreign policy based on international law, human rights and diplomacy, and use that as our guide and. Not use raw militarism instead of enforcing. This current concept of a monopolar world, a world dominated by the US empire. Instead, we would join with the Community of nations to be a multipolar world living according to the laws of nations, because it will either be the laws of nations or the laws of the jungle.
The US is no longer the dominant economic power, so we are not going nor are we now the dominant military power. So, we need to get with the program and start operating like a mature adult member of the Community, not like the bully in the schoolyard so that we can have a sustainable, peaceful world that will work for all of us.
Because this monopolar, imperial dominated world is actually not working for anyone and is extremely unstable. We have at least three areas now of very serious conflict. Two of them are hot wars, obviously around Ukraine and in Israel Gaza that’s they’re both enlarging hot wars. And then there’s a Cold War that could easily turn hot right now around China and all of these could go nuclear. Not hard to imagine how that could happen. So, we are on a very dangerous trajectory on this imperial notion of US domination. We would leave that behind us and get with the program of a foreign policy based on International Law, Human Rights and diplomacy that we can all live with.
Jorge Majfud: Let’s move quickly to Immigration. Illegal immigrants have much lower criminal rates than US citizens despite having a disproportionate number of young males. Still, every time some of them commit a crime, he immediately makes the headlines, and politicians escalate the criminalization of a vast group that cannot vote and has no lobby.
They don’t know the language or the laws, but they still manage to find jobs, which are crucial for our society. Unlike outsourcing, they produce and consume here and are ready to work from the first day without the usual government investment of 12 or 20 years of education and health care.
We are against illegal immigration but also against the criminalization of a very vulnerable group. Usually, poor, desperate people take Coyote’s 10- or 15-thousand-dollar loans to come here illegally. Why? Because the US immigration laws hate poor workers. In a US embassy, it is better to say you are a lazy, sluggish person with an exciting bank account than a hard worker if you don’t want to be denied a visa.
Besides all that, in proportion, the US is one of the least compassionate countries in the World receiving refugees.
What would be the Immigration policy of the Green Party?
Jill Stein: That the most important thing we can do to fix the immigration crisis is to stop causing it in the first place through regime change operations which need to come to an end, we need to respect the sovereignty of other nations. We need to end the war on drugs by treating. Drug use as a public health issue, not as a criminal issue. And the minute we do that, we pull the rug out from under the drug cartels and their violence, which is also forcing many people to leave their homes. We, on day one, would legalize marijuana and we would begin a program to decriminalize other drugs as well, in order to basically end the power of the drug cartels. We would also address, you know, the economic exploitation; to look at Haiti, for example, where we overthrew the Aristide Government twice, we could then suppress the minimum wage laws which had raised the minimum wage from something like $0.30 an hour up to $0.60 an hour. That was the minimum wage law, which had been passed. We were able to suppress that minimum wage law and push it back down, in order to protect the profits of basically the clothing industry that was making out like bandits with cheap labor in Haiti. These are the kinds of policies that created the instability which is driving people here. You know, if you look at the countries and also, we would end the economic sanctions, for example against Cuba and Venezuela and Nicaragua, economic sanctions that are actually illegal (in violation of international law) and drive incredible instability and drive people to force, you know, forcing them to flee for their survival here…
So number one, we would stop causing the migration crisis in the first place, and greatly decompress the numbers of people who are having to flee here. We would also address the climate crisis, by the way, through a green New Deal here, but also assisting other countries in their efforts to green their economies and cope with the climate crisis because it is drought. That have put millions of farmers out of work that is also driving much of the migration coming here, so we would address.
These drivers, some of them are, can be addressed more quickly than others, like the drug cartels that can be addressed fairly quickly, but not the other issues that will take some time. We want to decompress what’s forcing people to flee their homes, and in addition, instead of spending billions of dollars on a wall, which is completely ineffective. All it does is kill people and kill wildlife and destroy ecosystems. Instead of spending money on the wall, we will spend the money on the immigration attorneys on the civil society supports so that people can be quickly process [they request and] can get their background checks. We can ensure that they’re not allowing people with a history of violent criminal records into the country. We can do those checks expeditiously, give people their papers and then allow them in with papers, so they can go to work.
Because when migrants are actually working, they more than pay their own way in their taxes and, contrary to the mythology that’s being peddled now (particularly by Republicans, but increasingly Democrats as well) migrants are peaceful. They actually make our communities more peaceful and secure. They are not bringing the drugs. The drugs are crossing the border in portals of entry carried largely by Americans, not by migrants.
Also, migrants are our hard working and represent, basically, a huge economic resource. A recent study showed that over the next decade, migrants are worth basically about $7 trillion worth of economic development for the country. So, we can do the right thing by way of, you know, human rights, asylum laws, but the right thing for this country as well, by offloading the drivers that are causing the crisis and by expeditiously processing migrants so that they can go to work and become contributing, vibrant members of our communities.
Jorge Majfud: My last question. Very recently, Mr. Trump have said: “if you want to eliminate Israel, then we don’t want you in our country.” On August 14, you published an open letter stating: “The only way to end this madness is to break free from the twin parties of war and Wall Street and vote Green… to end this genocide and forge a new path rooted in justice for Palestine.” On August 15, Trump blamed “our left-wing media institutions” for the rise of antisemitism.
It looks like we cannot discuss moral values and Human Rights outside the ideological box. Antisemitism, historically associated with extreme right-wing groups, has been on the rise due to a neo-Nazi revival in both the USA and Europe, even before the recent conflict in Gaza. But Mr. Trump blamed “a certain candidate for the president of the United States, which is hard to believe in our colleges and universities…” I think he was talking about you. Who else? Not Ms. Harris, for sure.
How do you respond to these very easy and common accusations? How do you respond to this? Very easy common trap of identifying Zionism. It is Judaism and the antisemitism with anti-Semitism for example. What is going on in Gaza and Palestine?
Jill Stein: Yeah. Yeah. So that’s a common mistake. Take to think that, Zionism and Judaism are the same thing. They are not the same thing. Zionism was actually regarded with a lot of skepticism within the Jewish religion for a long time. It’s only recently that there’s been such a strong focus on Zionism. But Zionism is a political ideology. It is not a religion, and we have a duty, in this country, to look carefully at our wars and the wars that we are sponsoring.
You know, I grew up in the Jewish community, attending a Reform synagogue right after the Holocaust, after the Second World War. And I, my community was coming to terms with the Holocaust, and we came to terms with that genocide by vowing that it would not happen again, not to anyone. In the community as I grew up, it’s not just the perpetrators of genocide that we held accountable. We held accountable the bystanders to genocide, the people who just looked the other way and let it happen, and we vowed that we would never do that.
So, you know, to my mind that’s why I am active in fighting against this genocide in Gaza because it is a crime against humanity. It is a crime against all of us. This is not a religious conflict. Jews, Christians and Muslims. Lived in peace for millennia in Palestine, in Jerusalem. It was only with the arrival of the Zionists that conflict erupted, and that conflict was not just the Zionists against the Palestinians. It was also the Zionists against the Jews and the Zionists against the Christians as well.
There’s a lot of just basic education that needs to take place. Right now, the National Archives of Israel only became available for public inspection and for historians to look at in the 1990s. Starting in the 1990s, there was a whole lot more awareness of what kind of happened, even before Israel was founded. The issue was essentially that Zionists were intent on claiming this land, which did not belong to them. There were other occupants there and having been the victims of a genocide doesn’t make it OK for you then to conduct a genocide yourself. So, this is a readily solved problem. It’s solved by international law and the International Court of Justice has had several rulings on this has, as has the United Nations. Over and over again, the genocide needs to, and the occupation needs to end. Israel needs to withdraw from Gaza and from the West Bank, which they’re also in the process of trying to appropriate now. And the apartheid government of Israel also needs to end, and the ethnic cleansing.
This did not begin on October 7th. This has been the story since before the founding of the State of Israel. This began somewhere around 75 or 77 years ago. This is solved by international law and human rights to look the other way is to basically give a thumbs up to the torture and murder of children on an industrial scale. The issue is not, you know, of people like myself and most Americans, I must say 68 percent of Americans, according to a Reuters poll, who want an immediate end to the genocide. That is not anti-Semitic. To say that it’s antisemitic to object to genocide is like saying that Jews approve of genocide, and to my mind that is the most antisemitic thing that anyone could say.
I feel like it’s being faithful to the highest principles not only of Judaism but of Islam, Christianity, and just plain Humanity to say that we cannot allow this absolutely senseless slaughter for no justification whatsoever to continue. It needs to be stopped and the rules of international law need to be abided by.
We can make this happen with a simple. One call, Ronald Reagan did that when Israel had entered Lebanon pursuing the PLO, which was basically the Hamas of its day. It was the resistance force of its day, and thousands of people were being massacred in Lebanon, and Ronald Reagan picked up the phone and he told Menachem Begin, the current Prime Minister at that time to Israel that hat had to stop, that Israel had to withdraw its troops and had to end the missile strikes and the bombing. It was over that day. Dwight Eisenhower did the same thing. When Israel went into Egypt. We need to do the same thing right now. It’s as simple as a phone call. And if Israel and Netanyahu, who is a war criminal, will not comply, then the weapons are cut off.
It’s actually against U.S. law right now to be providing weapons to countries that are violating human rights, that are interfering with the delivery of humanitarian aid and which are out of compliance with nuclear weapons treaties, which Israel is by having nuclear weapons in defiance of the Non-Proliferation Treaty.
So based on three laws, it’s actually illegal for the United States to be providing military assistance to Israel right now. In fact it is illegal for us not to be doing that right now and on day one, our administration would do that immediately and ensure that this is a disaster not just for Gaza and Palestine. This is also a disaster for Israel, and Israel is mobilizing its neighbors against. People are leaving Israel by the droves. Its economy is a mess. Having a fascist state is not compatible with survival really for any country in this day and age.
Israel needs to begin complying with international law. We can make that happen. We have the power to do that in the blink of an eye. Otherwise, we are normalizing the torture and murder of children on an industrial scale. We are making mincemeat of international law. We are not going to be top dog around the world for very much longer, so we ourselves need international law here in the US to ensure that we have, you know, we have a world that is. Survivable for all of us because, given the weapons that we have. Right now, not just us, but Russia and China and probably Iran too. There’s a lot of weapons out there that can transcend boundaries readily. We cannot feel that just because it’s over there, we’re safe. We are all in the target hairs. We are all being impoverished by this endless war machine, and we are all endangered by it as well. So, we need to step up to the plate and get with the program, start supporting international law instead of tearing it down. And that begins by ending the genocide in Gaza now.
En 2005, no sin perplejidad, descubrí que para algunos de mis estudiantes en la Universidad de Georgia el argumento más sólido e incontestable consistía en que algo “es verdad porque yo lo creo”. La perplejidad se multiplicaba por varias razones. Las razones del origen de semejante argumento y su actual y devastador efecto en las sociedades del Norte y del Sur, también.
Por entonces, yo era un asistente de cátedra y, a su vez, estudiante de posgrado que había llegado con su esposa y sesenta dólares en el bolsillo un par de años antes, golpeado por la masiva crisis neoliberal del Cono Sur. Con un salario mínimo, pero con los estudios cubiertos por la universidad, vivimos varios años por debajo del nivel oficial de pobreza, pero nuestra austeridad natural, el descubrimiento permanente (desde el salón de clase hasta las reuniones en los parques del campus con decenas de estudiantes de todos los continentes) habían convertido esas limitaciones, el exilio económico, la intemperie psicológica y la ausencia de cualquier ayuda económica en una experiencia más bien agradable e inolvidable. Lo mismo el placer por el estudio y la investigación, sin condiciones y sin la obsesión monetaria, que cada vez escasea más en las nuevas generaciones, según lo observo en mis nuevos estudiantes y en muchos jóvenes que encuentro en otros países.
Por entonces, veníamos de un país pequeño, sin posibilidades de dictar ni imponerle nada a ningún otro (afortunadamente), pero todavía con una sólida tradición intelectual y pedagógica proveniente de la Ilustración, por lo cual el contraste con Estados Unidos fue evidente en todos los aspectos. Al menos por entonces, en Uruguay no era necesario ser universitario para poseer una sólida formación intelectual. La cultura y el ejercicio civilizado de la discusión crítica solían estar en los cafés, en los bares y las librerías callejeras. Para mí no hay dudas: eran muy superiores a lo que es hoy la educación comercializada y banalizada de las universidades más caras del mundo capitalista y postcapitalista.
Como anotaba al comienzo, uno de esos descubrimientos que me mantuvieron perplejo desde principios del siglo y por mucho tiempo fue el mecanismo dialéctico de los jóvenes que vivían en la potencia mundial (“es verdad porque yo lo creo”) y que se parecía mucho más al fanatismo político y religioso (supongamos que son cosas diferentes) que a alguna excelencia por el pensamiento crítico, científico e ilustrado al que, desde el Sur, yo asociaba con gente como Carl Sagan. Desde entonces, sospeché que este entrenamiento intelectual, esta confusión de la física con la metafísica (aclarada por Averroes hace ya casi mil años) que cada año se hacía más dominante (la fe como valor supremo, aun contradiciendo todas las pruebas objetivas) provenía de las majestuosas y millonarias iglesias del sur de Estados Unidos. Ya escribí sobre esto hace muchos años y no quisiera repetirme aquí.
Ahora, los hábitos adictivos de las nuevas tecnologías, como mirar cada día cien micro videos y responder a cien opiniones antes de terminar de comprenderlas o de leerlas, pese a su brevedad y simpleza, ha destruido las capacidades intelectuales más básicas, desde la simple memorización de un poema o de un hecho histórico, desde la concentración serena en el intento de comprender algo con lo cual discrepamos, hasta el razonamiento de principios matemáticos básicos, como de proporción, de probabilidades o la ecuación más simple como una regla de tres.
Es más, ya no sólo el estudio de la filosofía, eso que nos permite un diálogo civilizado con siglos anteriores de la humanidad, sino también las matemáticas son cuestionadas como “conocimiento inútil”. No generan dopamina ni dinero fácil e inmediato. No se considera que ambas disciplinas son un ejercicio intelectual insustituible para evitar convertirnos en plantas, en insectos dando vueltas en torno al fuego donde van a morir, en sanguijuelas pegadas a una pantallita luminosa esperando eternamente a que sangre un poco.
Pero sí se matan en el gimnasio para sacar músculos que se desinflan en dos semanas o afirmar las nalgas (muy bonitas, eso sí) para sacudirlas delante de un teléfono y ejercitar así su narcisismo en Instagram o TikTok. Ejercitar el músculo gris con un poco de lectura compleja es desacreditado como una pérdida de tiempo. Naturalmente, lo dicen porque lo creen y, además, tienen toda la fuerza del convencimiento del fanático―en este caso, laico.
Una forma que tiene el Narciso de las redes para defenderse del esfuerzo intelectual es etiquetándolo como “lavado de cerebro”. Es decir, acusar a los demás de lo que se sufre de forma objetiva y radical. Nos estamos aproximando a la realidad política de nuestro tiempo ¿no? Aún nos falta otro elemento central.
Debido a la cultura de la competencia y con el propósito de “elevar la autoestima” del niño que se revuelca en el piso porque no le compraron lo que quería, la psicología Disney se ha encargado de convencer a los hijos desde la tierna infancia de que son todos genios, de que sus opiniones son respetables por el hecho de ser suyas y que, por si fuese poco, tienen el derecho de no fracasar nunca. Que alguien los ayude a comprender que están equivocados se convierte en una ofensa intolerable que responden con una nueva pataleta.
Luego, como muchos nunca maduran en sociedades infantilizadas como las nuestras, responden con violencia. Primero violencia verbal, luego electoral y, finalmente, fascista. Como tampoco pueden hacerse cargo de su tan mentada libertad, culpan a los padres por haber sido padres en algún momento, en lugar de psicólogos y proveedores incondicionales de entretenimiento y felicidad eterna. Las opiniones de los Bambi y de los Tribilin (como que la Tierra es plana y el progreso del mundo se debe al infinito esfuerzo de individuos multibillonarios como Elon Musk) no solo deben ser respetadas, sino además deben ser consideradas verdades, verdades alternativas.
Así, no sólo llegamos a una nueva Edad Media donde la verdad se basa en la fe, sino que hasta los terraplanistas han invadido como hordas la esfera pública y han tomado por asalto la política y los gobiernos. Ahora también van por las universidades, con ciertas posibilidades reales de éxito, sino por la destrucción vandálica de la privatización for profit, al menos por el desangrado a través del desfinanciamiento y de la pérdida de autonomía académica.
Argentina, por mencionar un solo caso. Las Lilia Lemoine, los Ramiro Marra y el mismo presidente Javier Milei son personajes que treinta años atrás ni siquiera hubiesen calificado para un casting de un programa humorístico como No toca botón. Todos hablan con elocuencia (Psicología Disney del hijo genio) porque su nivel de vacío e ignorancia es tan abrumador que ni siquiera les da para adoptar una mínima actitud de modestia (“Es verdad porque yo lo creo”).
Los otros de su especie espantapájaros que no alcanzan su visibilidad (otra palabra adoptada que me sorprendía en 2005), los votan los defienden a muerte, porque se sienten representados. Al menos en esto tienen razón: están más que bien representados en la dictadura del lumpeado.
En 2024, gran parte de América Latina se encuentra en un escenario sociopolítico (no económico y menos militar) similar al que describimos sobre Estados Unidos en 2004. Nada extraño, si consideramos (1) su condición de neocolonia, asegurada por (2) su tradicional clase oligárquica, por (3) sus no menos tradicionales medios, con sus periodistas y sus intelectuales orgánicos; y (4) por el fanatismo de una parte significativa de su juventud, brutalizada por los medios fragmentadores de las redes sociales, todas plataformas en manos de los multibillonarios del Norte.
En Argentina y en otros países del Sur, las universidades públicas (y su autonomía) están bajo ataque, como otros servicios públicos, objeto de deseo del privatizador. El presidente Milei publicó que “La educación pública ha hecho muchísimo daño lavando el cerebro de la gente” y su vicepresidenta lo confirmó con una pregunta adulatoria: “¿Coincidís con las palabras del presidente Milei sobre el adoctrinamiento que se hace desde la educación pública?” Con complejo de hacendado citadino, el youtuber, ex peronistay diputado liberto Ramiro Marra llama vagos a los trabajadores que protestan en las calles, el mismo que meses antes recomendó vivir de los padres, porque nuestra existencia se debe a que ellos “estaban aburridos” y deben pagarlo con “financiamiento gratis”. La diputada Lilian Lemoine, luego de dedicarse al photoshop y a los videos pornos donde un hombre la obliga con una pistola a chuparse un control de videojuegos (“Siento el sabor de Mario en mi boca”) poco después le da lecciones sobre pedagogía a quienes llevan años enseñando, al tiempo que cuestiona si se les debe pagar a los docentes por “no hacer su trabajo”. Es la dictadura del lumpenado.
Ahora, envalentonados por la nueva inquisición, algunos jóvenes y adultos que no tuvieron suerte en el sistema académico han salido a acusar a la educación media y superior de adoctrinación, exigiendo un “equilibrio ideológico”, ese mismo equilibrio que no le exigen a las corporaciones que monopolizan el poder financiero, político, mediático y hasta teológico.
Desde hace generaciones, las estadísticas muestran que en Estados Unidos (como en casi todo el mundo), los profesores tienen ideas más de izquierda que el resto de la sociedad. Basta con mirar un mapa electoral para ver que esas islas de izquierdistas coinciden con los campus universitarios, rodeadas de mares de derechistas―cuando no neofascistas y miembros del KKK, como me tocó en Pensilvania.
Esta excepcionalidad siempre crispó el ánimo de los conservadores en el poder, quienes, derrotados por siglos en el mundo de las ideas, han reclamado siempre legislar para eliminar la libertad de cátedra. En 2004 escribíamos sobre las pretensiones de algunos legisladores de “equilibrar el currículum” de las universidades obligando a los profesores a enseñar la Teoría Creacionista junto con la Teoría de la Evolución. El poder hegemónico promueve la libertad de mercado porque nadie puede competir libremente con su poder financiero, pero como han sido desde siempre un fracaso académico e intelectual, se sienten mal con la libertad de cátedra. No aceptan la regulación del mercado, pero exigen la regulación de cátedra―y de la cultura en general. El argumento es que los profesores adoctrinan a la juventud, a una minoría de la juventud que ya tiene edad para beber alcohol, mirar pornografía y ser enviada a la guerra a matar y morir. Nada se dice de la adoctrinación de niños en edad preescolar enviados a los templos religiosos y a los templos mediáticos para una verdadera adoctrinación.
Los libertos ganan elecciones gritando libertad y gobiernan prohibiendo. En el siglo XIX, los esclavistas reconocían el derecho a la libertad de expresión, hasta que algunos comenzaron a escribir contra la esclavitud. A partir de entonces, comenzaron a prohibir libros, luego autores y, más tarde, los metieron en las cárceles de la democracia. Lo mismo comenzamos a vivir en Florida, Texas y otros estados hace unos años bajo gobiernos libertarios. Muy orgullosos de la libertad de expresión, hasta que los autores y las ideas inconvenientes comenzaron a ganar terreno en la población. Entonces las llaman adoctrinamiento.
Esta obscena asociación Jesús-Mamón y la doctrina de “los profesores adoctrinan a los estudiantes” se ha revitalizado en las colonias estratégicamente endeudadas. La comercialización de la vida concluye que un pensador es bueno si aumenta el ingreso monetario del lector. Si no, son empobrecedores. Pobreza y riqueza sólo se refieren a su valor de cambio. Este fanatismo y su necesaria infantilización de la sociedad están llegando a las universidades, uno de los últimos reductos donde el poder mercantilista no tenía el monopolio. Todo en nombre de la diversidad ideológica y del derecho de los estudiantes a afirmar que la Tierra es plana.
Cada vez más se confunde una universidad con un supermercado, donde el poder terraplanista del lumpenado no entra para ser desafiado en sus convicciones, sino para comprar lo que quiere y exigir satisfacción por su dinero. Así han convertido a los ciudadanos en consumidores y a los estudiantes en clientes. De ahí la necesidad de privatizar la educación para convertirla en reductos de libertad―del poder para adoctrinar más esclavos. Esta es una tradición que se remonta hasta Sócrates, quien fue ejecutado por la democracia ateniense acusado ser ateo, antidemocrático, y de lavar el cerebro de los jóvenes enseñándoles a cuestionar las verdades establecidas.
Por su parte, la izquierda, que siempre fue combativa desde sus pocas trincheras disponibles, se ha vuelto políticamente correcta, insoportablemente tímida, virginal, invirtiendo toda su sensibilidad en la micropolítica de las identidades. Mientras, los más viscerales fanáticos de derecha (recursos del incontestable poder financiero del Norte) continúan ganando elecciones. Los pueblos han sido desmovilizados y convertidos en consumidores. Han sido fragmentados para que consuman más. Las familias extendidas sólo compraban un televisor, no tres o cuatro (y hablan entre ellos), por lo que la fragmentación y la alienación de las relaciones sociales fue un recurso conveniente del capitalismo consumista. Divide, gobernarás y ellos consumirán más.
El orgullo de la elocuencia vacía acaparó los medios, luego la política, y ahora van por las universidades. Tienen muchas posibilidades de destruirlas, como los godos y vándalos destruyeron civilizaciones mucho más avanzadas. Lo peor que podemos hacer, como académicos, como activistas o como políticos es responderles con timidez; confundir la lucha de clases de la izquierda con el odio de clases de la derecha.
Desde hace siglos, los conservadores (hoy libertos) se quejan de que no están bien representados en las universidades. Se insultan y no lo ven. La solución es simple: pónganse a estudiar, carajo. Pero no; están demasiado ocupados pensando cómo van a hacer mucho dinero para convertirse en jefes y luego quejarse de que las universidades están infiltradas y no los representan. Claro que si alguien ama el dinero no va a ser tan tonto como para dedicar una vida a estudiar y hacer investigaciones por las cuales recibirá poco o ningún dinero. Es más fácil convertirse en un entrepreneur y expropiar los pocos éxitos de esos largos años de investigación gratuita, llena de fracasos, realizadas por “fracasados con el cerebro lavado”.
By Sumit Gupta, PhD. Jawaharlal Nehru University, NewDelhi
The quest for the betterment of social and economicstatus has led human beings to move from one place to another from time immemorial. In this process, immigrants often encounter various changes and challenges that, at times, are easy to adapt and overcome, but in the majority of the cases, they find themselves struggling to adjust to the social, cultural, and political changes that they experience in the foreign land. And in order to adjust to a new country, they undergo a series of changes, like adapting to new cultures, customs, norms, and languages. The process of adjusting to the new culture and environment often leads to assimilation, discrimination, acculturation, alienation, and social exclusion. The present article aims to explore the above-mentioned harsh realities and the unrevealed face of the global world through the narratives of India and Latin America. The researcher will also attempt to see whether the undocumented immigrants only face the harsh realities in the new land and are unable to fulfil their ‘American dream’. Or is it the same situation for immigrants who enter the USA legally? The two works, Transmission and Crisis, reveal the grim reality of the globalised world, where injustice and discrimination go hand in hand in the name of progress and development. The chosen works deal with the problems of immigrants and the working class in the USA. The present article also attempts to highlight the socio-cultural problems— problems of assimilation, exploitation and discrimination—that immigrants encounter in new land, apart from the economic issues.
The chosen works highlight the experiences of people who leave their native places to settle in developed countries in the hope of a promising career and a better life. In both works, one witnesses that the protagonists see America as a land of fortune, where they can fulfil their dream of becoming rich. As described by James Truslow Adams, an American historian, in his book The Epic of America, the American dream is:
«That dream of a land in which life should be better and richer and fuller for every man, with opportunity for each according to his ability or achievement. It is a difficult dream for the European upper classes to interpret adequately, and too many of us ourselves have grown weary and mistrustful of it. It is not a dream of motor cars and high wages merely, but a dream of a social order in which each man and each woman shall be able to attain to the fullest stature of which they are innately capable, and be recognized by others for what they are, regardless of the fortuitous circumstances of birth or position.» (404)
Therefore, our protagonists see America as a land of fortune, as described by James Truslow, where immediate success is guaranteed for them, but the moment they arrive in America, their hopes, dreams, and the image that they were carrying in their minds of America turn out to be a deception. Since, they find themselves in an appalling position compared to their native places, as the work they find in the new land is exploitative and underpaid.
In Transmission, Hari Kunzru, through his protagonists, reveals the bitter truth of the globalised world. His protagonists, Arjun Mehta, a software engineer and Guy Swift, head of the company Tomorrow, are shown as the victims of the present global order, where opportunities are for a few and disappointments for the majority, like our protagonists. Arjun, on receiving a job from Data bodies, which sends him to the US, finds himself in jeopardy, as initially he could not get the job, and when he gets it in spite of doing the job wholeheartedly, due to a financial crisis, he will be the first one to lose the job, as he is an outsider. In order to prove his worth and save his job, he creates a virus and plans to resolve it to show the company his capabilities and importance, but things don’t go as planned, and he becomes the cyber terrorist. He soon realises that the American dream was a deception, as the unfolding situations in the new land embitter his expectations and hopes from the new land. Similarly, Guy Swift also becomes the victim of the virus that Arjun creates, as he is arrested by the police due to his wrong identification with some transgressor due to the havoc created by the virus in their computer systems.
In Crisis, Jorge Majfud deals with the issues of immigrants, specifically Latin-American immigrants in the USA. As one starts reading the novel, the harsh reality and experiences of immigrants unfold. The work deals succinctly with the problems that immigrants face in the new land. Rejection, discrimination, assimilating to a new culture, earning a livelihood, and a lack of health facilities are the principal obstacles that generally immigrants face in the neo space. In Crisis, one also witnesses that the protagonists, like María Isabel Vásquez Jiménez, Guadalupe, Lupita, and others, see the USA as the only solution to the extreme poverty and economic problems that they face in their respective countries. The protagonists of Majfud represent the agony and despair of immigrants, who, in search of an enhanced life, leave their homeland without realising that obstacles in the new land are waiting for them. Mostly, the immigrants are considered outsiders by the host country and even seen as a social threat. They are not easily welcomed by the host country due to differences in cultural and social status.
As, Wang remarks, “In fact, in the early stage, even with the help of policy, the poor were exploited by the rich under the appealing of the American dream. Hence, the American dream is misleading and even can be seen as a trap for cheap labour force” (35). Hence, immigrants are often manhandled by the companies, who use them as cheap labour without granting them any rights. For example, in the novel Crisis, one observes the harsh realities that immigrants facein thenew land. Thenovel begins with the description of MaríaIsabel Vásquez Jiménez, who, from México, enters the USA and dies working in an exploitative condition in the vineyard due to a heart attack. Thestory of María Isabel in Crisis represents the exploitative nature of the big corporations that exploit these helpless people who leave their native places due to extreme poverty and hunger. The story of María Isabel represents the treatment that immigrants get in developed countries. To quote from the novel:
«Quizás nunca podamos imaginar los miedos de María al dejar su pueblo con tan pocos años y tan poco conocimiento del mundo exterior, sus nervios al llegar a Putla para contactar a un coyote, el vértigo y el cansancio de su paso por la ilegalidad…Pero algo salió mal. El 14 de mayo el termómetro marcó casi cuarenta grados centígrados a la sombra. Después de nueve horas bajo el sol despiojando retoños de las vides, María se sintió mareada. Tambaleándose, caminó hacia su novio y antes de llegar se desplomó… Dos días después, María y su hijo de dos meses de vientre murieron de insolación.» (Majfud 8-9)
This episode throws light on the extreme inhuman conditions under which immigrants work. They are only seen as cheap labour in the new land, and their exploitation is done for economic benefits. And the immigrants who leave their country in the hope of a better future and economic prosperity find themselves entrapped in the vicious cycle of cruelty. Therefore, the immigrants without any social or legal rights in the new place often live an isolated life because the fear of deportation always haunts their minds.
Therefore, in both novels, one observes that the protagonists see the USA, as described by James Truslow, as aland of prosperity and fortune wherethey will not betroubled by the problems they were facing in their homelands. But in reality, when they get the chance to live their «American Dream,» they find America totally opposite of what they have watched, heard, and read on television, in the news, and in books. Their optimism about the new land soon turns into dejection. They see themselves trapped in a net of false hopes and promises, where they are seeing themselves turning into cheap labour. The difficulties, harsh realities, hardships, and physical and psychological traumas that immigrants go through are very well reflected by one of the characters of Hari Kunzru. Arjun Mehta, who wants to fulfil his American Dream, moves to America, but the reality turns out to be different from what he expected. He finds himself jobless for a year. In the novel, one observes the deceptive and exploitative sides of Arjun’s job in the new land, when he is informed about the nature of his job. To quote from the novel:
Good. Until the second day, when Arjun asked where he would be working and was told that the job Databodies had guaranteed him was not in fact guaranteed at all. He would have to interview by phone with potential clients. Until at his induction meeting he shook the hand of a man who seemed like a clone of Sunny Srinivasan…who coldly informed him that until he successfully secured a post, Databodies would pay him a grand total of $500 a month, half of which would be taken back as rent for the house-share. Arjun reminded him of the $50,000 a year his contract guaranteed. Sunny’s brother-in-law shrugged. If you don’t like it, he said, you can always go back home. You’ll owe us for your visa and ticket, and we’ll have to charge you an administrative fee for the inconvenience. Ten thousand should cover it. Rupees? No, bhai, dollars. (Hari Kunzru 40)
This eye-opening event in a foreign land acquaints him with the realities of the globalised world, where his «American Dream» turns out to be a nightmare. Like other immigrants, he also experienced a long period of unemployment. And even after getting the job, the fear of termination bothers him, so he creates a virus deliberately imagining that after finding a solution to the problem, he will get a stable position in the company. And ultimately, he gets consumed by the very thing that attracted him. Likewise, the protagonists of Majfud also express the bitter experiences, difficulties, and pains faced by undocumented immigrants in the USA. The protagonists of Majfud are also from economically backward regions and also desire better living conditions and better employment, but in reality, like Arjun Mehta and Guy Swift, the protagonists of Majfud also meet the same fate. They also see themselves in the new land without social and legal rights. The protagonists of Majfud expose the truth of the globalised world, where people from developing countries get trapped in the false promises and opportunities claimed by globalisation, and they are exploited and used as cheap labour. And many times, due to extreme exploitative working conditions, they even lose their lives. In the novel, María Isabel, a Mexican girl, reflects the exploitative nature of big corporations, who use them as cheap labour without granting them any legal or social rights. The immigrants who are without documents or enter America illegally are generally the first preference of the companies, as they are not given any legal rights and are also underpaid. Without any legal or social rights, they are massively exploited. They are generally in demand as cheap labour but not accepted as citizens. As Navarro remarks, “Without the availability of a large pool of cheap exploitable migrant labour, the country’s economy would come to a halt—in short, an economic paralysis would occur. Undeniably, undocumented workers perform jobs that most U.S. domestic workers refuse to perform” (xxxii).
So, here one notes that the illegal immigrants are accepted for the sole purpose of their exploitation and the benefit of the big corporates. As Lenin rightfully asserts, “There can be no doubt that dire poverty alone compels people to abandon their native land, and that the capitalists exploit the immigrant workers in the most shameless manner…” (qtd. in Smith 31). Both works represent the same preoccupation, i.e., the condition of immigrants in the USA. The protagonists of both novels, who leave their homelands in the search of a better future and prosperity, are seen struggling for the basic amenities rather than the bright future and success they had imagined before coming to America. They often feel isolated, dejected, and alienated and live in constant fear of deportation. They are often maltreated and exploited due to a lack of social security, and people often take advantage of their situations by exploiting and harassing them. In Crisis, one observes how Nacho is treated badly and cruelly in public gatherings. As reflected in one of the events of the novel, Nacho is invited to a birthday party, and while leaving the party, he kisses and hugs Lilian, which is a common custom in most Hispanic countries. But his kissing and hugging resulted in a cultural shock for the Lilian family. They accuse him of sexual harassment and deliberately threaten him that they are going to call the migration police since they know that Nacho’s parents were undocumented immigrants. The above incident sheds light on the challenges that immigrants face in day-to-day life in the new land. The host country sees these immigrants as others, and the people of the host country never accept their culture and customs; rather, the immigrants are expected to learn everything about the host country, thus, in the process, immigrants are forced to disregard their own culture and traditions, leading to assimilation. ‘‘Ellos siempre avanzan así, no respetan el espacio personal. Dicen que los latinos son así, pero si vienen a este país deben comportarse según las reglas de este país’’ (Majfud 46). Thus, these disrespectful incidents force immigrants to live isolated lives. The novel also highlights other issues, like the fear that haunts every immigrant’s mind. And due to this fear, many times they are vulnerable to physical and psychological suffering. In the novel, Nacho is always seen as afraid of the police, and when someone steals his wallet in the metro while he was going to the airport to catch his flight, rather than making a police complaint, he returns back to his home, fearing they might deport him, as his parents were undocumented immigrants. The novel highlights the traumas that many immigrants face throughout their lives. As reflected in the novel, Nacho, who is not an illegal immigrant, always lives in fear of deportation, and many times criminals take advantage of their fear by targeting them.
The above analysis of two works exposes the problems faced by both legal and illegal immigrants in America. In both works, one observes how the protagonists try their best to achieve prosperity and a better life through determination and hard work, but soon they witness their ´American Dream´ turning into a nightmare. We see our protagonists fall into two categories: those who don’t see any hope of progress and growth in their own country, and are suffering from extreme poverty. The second category of protagonists are like Arjun Mehta, who wants to go to America to improve his financial as well as social status. But in both cases, the protagonists fail to achieve their dreams because of the capitalist system,which always sees them as cheap labour and a source of profits. Big corporations always keep immigrants in subordinate positions so that they can be easily exploited. The analysed works reveal that neither of the two categories of immigrants achieves their goals. As in both cases, the protagonists are seen as cheap labourers in the new land, and they are struggling for their daily bread instead of a content and respectable job.
HISPANIC HORIZON. Journal of the Centre of Spanish, Portuguese, Italian&LatinAmericanStudies, 2019.
Adams, James T. «The Epic of America, 433 p.» Boston, Little (1931).
Alba, Richard. “Mexican Americans and the American Dream.” Perspectives on Politics, vol. 4, no. 2, 2006, pp. 289–96. JSTOR, http://www.jstor.org/stable/3688267.
Empecemos por algo que, a esta altura, ya debe estar más que claro, aunque apenas una década atrás era calificado de delirium tremens, como todo lo que se sale un poco del ilusionismo colectivo. Las corporaciones actuales funcionan como feudos medievales por los cuales los señores dueños de vidas y tierras se reparten los reinos cuyas coronas, sus gobiernos, poco pueden hacer para limitar su poder. Por el contrario, y sobre todo a partir del nacimiento del capitalismo con el enclosure (cercado) en la Inglaterra del siglo XVI, estas coronas fueron y son funcionales a los nuevos señores feudales, los liberales.
En Estados Unidos, las corporaciones están en los comités de redacción de leyes, son importantes donantes de los candidatos de los dos partidos en perpetua disputa por la distracción popular, gracias a las leyes y a las decisiones judiciales que, por ejemplo, en 2010 eliminaron el tope máximo de donación permitido a las corporaciones bajo el argumento de que atentaba contra la libertad de expresión (Citizens United v. Federal Election Commission). Prácticamente todo el sistema político y cultural, desde los centros del poder hegemónico anglosajón hasta las neocolonias del Sur Global, desde legisladores, presidentes, jueces y, consecuentemente medios de comunicación, todos están a favor o bajo presión de las principales corporaciones a las que sus esclavos intelectuales, servilmente, atribuyen cualquier forma de progreso y bienestar social.
Pero este poder no se limita a las fronteras nacionales de aquellos países en los cuales tienen residencia declarada y personería jurídica reconocida. Su poder se extiende de diferentes formas al resto del mundo, tanto financieras como legales. Años atrás detallamos casos de extraterritorialidad judicial, como el que en 2018 afectó a la ejecutiva de la empresa china de telecomunicaciones Huawei. El primero de diciembre de 2018, en tránsito hacia México, Meng Wanzhou fue detenida en Vancouver, Canadá, por la guardia canadiense y con la asistencia de agentes estadounidenses bajo la acusación de haber hecho negocios con Irán, en violación con las leyes… de Estados Unidos (“El verdadero fraude financiero”). Luego fue acusada de fraude y sobreseída en 2022, año en que pudo regresar a su país. No es mi intención hacer una defensa de la señora Wanzhou y mucho menos de la compañía Huawei, sino de ilustrar cómo funciona el imperialismo―en este caso, judicial y financiero. Debería estar de más aclarar esto, pero con los años he aprendido que nunca se debe subestimar el poder masivo de rémoras y escuderos.
Gracias a las leyes aprobadas bajo extorciones en los gobiernos, nacionales y extranjeros, las corporaciones privadas (algunas con dos veces más capital que todo el PIB de países como Francia o Brasil) poseen inmunidad y hasta soberanía, mucho más soberanía que los mismos Estados soberanos, ya que pueden demandar a gobiernos pero no ser demandadas por éstos. Gracias a su poder financiero, los países atrapados en la convenientemente diseñada telaraña de deudas y en la necesidad de desarrollo eternamente interrumpido por las superpotencias noroccidentales hacen hasta lo imposible por atraer sus inversiones y luego por mantenerlos contentos para que no se vayan. Son esas mismas megacorporaciones las que escriben la letra chica de los TLC (“Tratados de Libre Comercio”) que les asegura su libertad expoliar recursos naturales y recursos humanos, para restringir derechos y expandir obligaciones ajenas, para usar y tirar trabajadores libremente, los cuales, una vez descartados, no tendrán ninguna libertad de cruzar fronteras como lo hacen los gerentes, los miembros de los poderosos directorios (board of trustees) y sus inversiones carroñeras que luego venderán a los gobiernos y a los políticos cipayos como inversiones para el desarrollo o, peor aún, como préstamos salvadores.
Estos Tratados de Libre Comercio, que estas corporaciones logran que los gobiernos firmen sin conocimiento popular (y cuyas negociaciones sólo se conocen cuando ocurre una filtración, como la de WikiLeaks en 2013), suelen establecer la libertad casi absoluta de los capitales de invasión. Su poder de extorción es máximo: cuando se les antoja, entran en un país y, cuando algo no les gusta, como algún derecho ganado por los trabajadores, se van sin avisar, descalabrando la economía de países grandes y chicos. Otra vez, el secuestro de las palabras, como aquí “libertad de comercio” es tal que logran imponer una realidad contraria a la obsecuente prédica: “libertad para imponer el poder incontestable de sus capitales; libertad para imponer y manipular gobiernos; libertad para silenciar y desacreditar a cualquier crítico; libertad para inocular su ideología parasitaria en el fanatismo servil de los esclavos voluntarios, cuya mayor libertad se limita a poseer la palabra libertad, una combinación de cinco fonemas vacíos por repetición.
Cualquier forma de regulación que limite esta “libertad de inversión” para asegurar condiciones de estabilidad para los países cautivos, es saboteada como una amenaza contra “la libertad” y el “libre mercado”, propia de los fracasados países comunistas, etc. El mismo Banco Mundial, cuyo declarado propósito es ser un “banco de desarrollo” para “apoyar con préstamos a los países subdesarrollados”, no sólo no tiene expertos en desarrollo en su cúpula sino que trabaja para los especuladores financieros, demostrando que, en la práctica, su verdadero objetivo son los negocios de las corporaciones y la protección de los grandes capitales. Con regularidad, el Banco Mundial publica rankings de países según su docilidad ante los inversionistas trasnacionales ―uno de los tantos rankings mundiales dictados por el norte según sus intereses y de los que el Sur Global debe liberarse. Su publicación principal, Doing Business, alerta en tiempo real a los especuladores cada vez que un país se aparta un centímetro del dogma corpofeudal: en América del Sur el congreso del país X ha aprobado un proyecto de ley reconociendo un derecho laboral; en África, el país Y enfrenta manifestaciones populares contra el dictador amigo N; en Asia, una encuesta sugiere que el 60 por ciento de la población de Z está a favor de la regulación bancaria; etc. Whisky en una mano y el mouse en la otra, los inversores mueven sus capitales de un país a otro generando el “pánico de los mercados” en los países X, Y y Z y sus políticos criollos explican la crisis por “la falta de libertad de los mercados” y, como suele decir el escritor Mario Vargas Llosa, por “no estar en el camino correcto” y “por no votar bien” a favor de la libertad, del desarrollo y de la prosperidad capitalista que, si por algo se ha destacado a lo largo de cuatro siglos es en promover la riqueza (desarrollo) de las potencias colonialistas y la muerte y la miseria (subdesarrollo) en los países colonizados.
La frontera salvaje. 200 años de fanatismo anglosajón en América latina
«La frontera salvaje es un libro monumental». Frederico Füllgraf «Simplemente, poderoso». Noam Chosmky «La frontera salvaje es un libro escrito con coraje y deslumbrante lucidez. De lo mejor que he leído en mi vida«. Víctor Hugo Morales «A los cincuenta años de la publicación de Para leer al Pato Donald, me alegra leer un libro como La frontera salvaje que explora detalladamente las formas menos sutiles en que Estados Unidos, durante doscientos años, ha buscado influir y torcer el destino de nuestra América Latina«. Ariel Dorfman
The book La frontera salvaje by Jorge Majfud explores the history of the expansion of the Thirteen Colonies over indigenous nations and Latin America, shedding light on the imperialism of the United States over the past two hundred years. The author delves into the deep-seated issues of racism, religious fanaticism, and economic interests that have shaped US interventionism in the region and beyond. By tracing the roots of these actions, the book not only explains the past but also predicts the future actions of the world’s most powerful economic and military force. Through a critical analysis of historical events and contemporary narratives, the book reveals the underlying logic behind US wars, expansionism, and interventionist practices. It serves as a powerful critique of US imperialism and sheds light on the ongoing impact of past actions on present and future global relations.
«Occidente, lo mejor de Occidente no va a desaparecer por aquellos lunáticos islamistas que le tienen asco a la vida propia y ajena y amor no declarado al cine de horror. No; si las virtudes de Occidente desaparecen será por acción colectiva de los propios occidentales. Será por un lento suicidio, que es la forma en que las civilizaciones siempre mueren.»
Entrevista
Patrick Moore (PM): Queríamos que esta conversación estuviese centrada en la problemática de la violencia en sus diversas manifestaciones en nuestra sociedad. En los medios de comunicación se puede consumir imágenes de violencia de la vida real, a veces antes de que se sepan los hechos que rodean y explican dicha violencia. La violencia en la televisión, ya sea en noticieros o en programas de ficción, es rutina. Como forma de inicio, ¿podría ofrecernos algunos comentarios en general sobre este tema que parece ser central en nuestro tiempo?
Jorge Majfud (JM): Hay una gran ambigüedad de valores allí, lo cual hace de la violencia un problema aun mayor. Por ejemplo, recuerdo cuando yo era un niño de pocos años en mi país, Uruguay, y no pocas veces debí presenciar cómo los granjeros debían matar un cerdo o un cordero. Las imágenes eran de una violencia que hoy en día sería considerada obscena para un niño. Pero había una diferencia con el mundo de hoy. Aquellos trabajadores rurales tenían un código de conducta estricto: lo que hacían lo hacían por necesidad, no por diversión. Cuando cazaban, comían la presa; no se trataba de una simple diversión en nombre de algún deporte para gente sin problemas. No se trataba del espectáculo de la tortura, como lo son las corridas de toros. Para ellos, era inmoral torturar al animal antes de sacrificarlo. Cada día soy más vegetariano, pero de aquella gente aprendí que, cuando la violencia tiene un propósito claro y basado en una necesidad básica, al menos tiene un sentido moral que protege la psiquis de un niño.
Actualmente, en los medios la violencia es un entretenimiento dominante. La «moralina» o pseudomoral pública se escandaliza de una mala palabra o del seno de una mujer blanca (no es problema si el seno es de una mujer africana o de alguna otra región primitiva). El seno y la mala palabra se censuran (ahí se acabó la tan mentada libertad de expresión) pero cuando un pastor quema en publico el libro sagrado de otra gente, u otro, como Steven Anderson, realizando una lectura literal de la Biblia propone matar a todos los homosexuales para terminar con el SIDA, eso es parte de la libertad de expresión. Cuando en una película apta para niños alguien le arranca un ojo a otro o el héroe deja un tendal de muertos sin decir ninguna palabra políticamente incorrecta, eso se considera ficción inocente. Algo inocente, como si los niños fuesen indiferentes a la glorificación de la violencia.
Entiendo que la violencia es un área fundamental en la exploración estética, lo es sobre todo en el cine arte y la gran literatura. Pero cuando se convierte en objeto en sí misma, en producto calculado de mercado, en pura diversión, es como cuando el sexo o el erotismo se convierten en pornografía. Tampoco es que me voy a poner a moralizar y condenar la pornografía como si fuese Savonarola, pero cuando una sociedad solo consume esa cosificación de la existencia, entonces tenemos derecho a sospechar que algo no está funcionando.
PM: ¿El mundo de 2015 es más violento que el de hace treinta años? ¿En qué son diferentes?
JM: Hay diferencias, aunque no creo que el mundo sea hoy más violento. Lo que pasa es que uno vive con ansiedad su propio tiempo. Lo que la gente en Estados Unidos llama «década feliz» refiriéndose a los años cincuenta fue, en realidad, una década violenta, llena de miedos y paranoia. Pero el título se lo dan aquellos que por entonces eran niños. A principios del siglo XX la amenaza eran los católicos, luego fueron los comunistas, ahora los islamistas, y mañana serán los chinos. Quien se identifica con el «nosotros, los buenos» tiende a olvidar que también ellos cambiaron de forma radical o por lo menos dramática. En los cincuenta existía un claro estado de apartheid en Estados Unidos, aunque nunca se lo llame de esa forma, por puro pudor a ese «nosotros».
La violencia ha cambiado de color, pero más o menos sigue siendo la misma. En un libro de ensayos que publiqué el siglo pasado, anoté: «La Inquisición asesinó en nombre de Dios; la Revolución Francesa en nombre de la libertad; el marxismo-leninismo en nombre de la igualdad. […] Pensamos que en el próximo siglo la sangre seguirá corriendo, aunque ya no necesitará de tan nobles excusas para hacerlo». Luego se volvió a matar en nombre de Dios y se continuó matando en nombre de la libertad y la democracia. Tal vez ahora las excusas ya no son tan nobles, pero siguen siendo excusas para legitimar cualquier tipo de barbarie, ya sea de lunáticos degollando inocentes para impresionar al mundo o de pulcros ejércitos desparramando bombas con mala puntería, pese a que son bombas inteligentes, con frecuencia más inteligentes que sus dueños y más valiosas que sus víctimas. Todo sazonado, por supuesto, con una refinada retórica.
PM: Diariamente somos espectadores de la violencia a través de los medios de comunicación. Algunos la ejercitan de forma virtual, en los videojuegos…
JM: Que a veces no se diferencian demasiado de las guerras reales…
PM: ¿Estamos entumecidos con respecto a nuestras reacciones a la violencia?
JM: Somos insensibles a la violencia solo cuando es ejercida contra humanos que no son tan humanos como nuestros vecinos o cuando las víctimas no representan de alguna forma a un grupo poderoso. Es como cuando alguien se escandaliza porque en China comen perros mientras prepara una barbecue en el patio de su casa. Nuestras reacciones revelan nuestra deshumanización a través de la deshumanización del otro. Cuando ocurrió el atentado terrorista en París, dejando una docena de muertos, todo el mundo se sensibilizó por semejante acto de barbarie, que lo fue sin atenuantes y lo condenamos enfáticamente. Pero veamos cómo líderes de todo el mundo, de dudosa autoridad moral, volaron a sacarse una foto rodeados de pueblo con el oportunismo magistral que los caracteriza. Casi simultáneamente, en Nigeria, otro autoproclamado vocero de Dios, Boko Haram, masacró un par de miles de personas. Pero esta violencia extrema no provocó ni la centésima parte de la reacción que provocaron los atentados en París. Porque lo que pasa en el centro del mundo es real y lo demás, realismo mágico. Nuestros muertos son verdaderos porque duelen.
Ahora veamos otro caso extremo de violencia habitual que no duele. ¿Qué acto mayor de violencia existe en este mundo que el hecho de que millones de niños mueran de hambre cuando 85 individuos poseen lo mismo que la mitad de la población del mundo y el uno por ciento de la población es dueña de la mitad de toda la riqueza del globo y, aun así, continúan invirtiendo billones de dólares para presionar a los gobiernos para que les rebajen los impuestos y así no castigar el éxito? Su propio éxito, está de más decir.
Es lo que decía al comienzo: más que la violencia en sí misma, el peligro es la trivialización de la violencia. La relación violencia/moral es fundamental en la existencia humana. Por la misma razón, la violencia moral es infinitamente más grave que la violencia física. Un boxeador se puede reponer de una paliza, pero una joven difícilmente pueda hacerlo de una violación. El mismo acto físico que practica una actriz en una película pornográfica o una prostituta en su oficio tiene resultados radicalmente opuestos en el contexto de una mujer que es obligada a hacer lo mismo contra su voluntad. En esa «diferencia semántica» radica la violencia moral, que es la mayor de las violencias que existen.
La trivialización de la violencia no solo termina por cosificar a quien la ejerce, sino que, tarde o temprano, se descarga sobre una víctima que experimenta esa humillación de forma infinitamente superior. Es lo que podemos ver en los niños víctimas de guerras y todo tipo de violencia política y económica: esos inocentes están condenados a vivir un martirio ilimitado, no solo debido a la violencia física sino a la violencia moral que trae consigo la experiencia de la impotencia y la injusticia. ¿Qué podemos esperar de ellos sino más violencia, esta vez violencia física, espectacular, visualizable y fácil de publicar en primeras planas?
PM: ¿Dónde se encuentra la violencia en nuestro sistema político aquí en los Estados Unidos?
JM: En muchas partes y de muchas formas: diez mil asesinados por armas de fuego cada año no es un detalle, si consideramos que en Japón los asesinados cada año por armas de fuego se cuentan con los dedos de la mano. Ese tipo de violencia es mucho peor en América Central, pero se supone que estamos hablando del país más rico y más poderoso del planeta.
Que mientras millones de estadounidenses luchan por no perder sus casas el 1 % de la población posea el 42 % de la riqueza financiera sería ya un indicio de violencia estructural. Pero si alguien considera que eso no es violencia sino consecuencia de una democracia representativa, bastaría con recordar que más de la mitad de los senadores y representantes de este país pertenecen a ese 1 % más rico del país. ¿Por qué el 99 % de la población debe ser representado en sus intereses por el 1 % más rico? La respuesta más previsible es que ese 1 % representa a los más exitosos de la población, lo cual es otra simplificación que agrega más violencia moral a la violencia económica. La lista de violencias es muy larga y no me daría el tiempo ahora para enumerar una parte infinitesimal. Claro que igual de larga es la lista en muchos otros países, pero tu pregunta se refiere a Estados Unidos.
PM: Con la violencia vista recientemente en Francia y con otros eventos a lo largo de los últimos quince años, la primera reacción de mucha gente en los Estados Unidos (y en Occidente en general) es culpar al Islam. Además, algunos han sugerido que si bien un musulmán cualquiera (un musulmán «típico») nunca sería capaz de tal violencia, muchos musulmanes estarán de acuerdo con algunas ideas de estos terroristas, por ejemplo, que no se debe crear imágenes artísticas de Alá o que no es mala idea castigar de alguna manera (aun hasta la pena capital) a los apóstatas ex-musulmanes. Tomando en cuenta que los críticos tal vez dirán que lo peor de la violencia de los cristianos se hizo hace siglos, ¿cómo se puede responder a estos críticos?
JM: Sí, he visto esos programas. Son programas de entretenimiento, los maestros del pueblo, la Coca y el McDonald del conocimiento y la conciencia histórica, lamentablemente. El hecho de que los musulmanes no estén de acuerdo en crear imágenes de Alá no los hace copartícipes de ningún acto barbárico. En Suiza, Miguel Servet fue quemado vivo por su discrepancia con Calvino sobre la Trinidad, una práctica muy común en la civilizada Europa de la época. Sin embargo, hoy en día los seguidores de Calvino son incontables, casi nadie es servetista, y ello no significa que toda esa gente esté de acuerdo con quemar disidentes. No hay religiones que expliquen la violencia sino culturas, grupos e individuos violentos. Durante siglos, la España dominada por gobiernos musulmanes toleró las otras religiones de una forma que no lo hizo la vencedora España de los Reyes Católicos. Desde el siglo VIII hasta el XV, la población judía se multiplicó bajo el reinado islámico, hasta que tras su derrota a mano de los cristianos fueron expulsados en masa. El cristianismo, basado en la prédica del amor, tiene una milenaria historia de persecuciones y asesinatos. El apedreamiento hasta la muerte de mujeres adúlteras está en la Biblia, no en el Corán; Jesús no abolió explícitamente esa ley, pero con una lección ejemplar la hizo inaplicable. Y Jesús es una figura sagrada para un musulmán. Por siglos las Cruzadas violaron, mataron y quemaron pueblos a su paso hacia Jerusalén. La Inquisición torturó y asesinó a miles de inocentes. Hitler protegió y utilizó el cristianismo para sus propios intereses genocidas y no pocos cristianos protegieron a los nazis en su desbandada. Durante décadas las dictaduras latinoamericanas recibieron la bendición (por acción o por omisión) de la Iglesia católica. Franco en España se sostuvo en el poder a lo largo del siglo XX apoyado por la Iglesia de la época. No hace falta recordar que en Estados Unidos los miembros del KKK no son musulmanes, sino cristianos, según su propia interpretación, como todos. O que el terrorista que mató a 168 personas en Oklahoma era un veterano de Irak que quiso vengar la matanza de los seguidores de la secta cristiana de los davidianos en Waco, Texas. En Israel no son pocos los ultras que bendicen las bombas que dejan decenas, cuando no cientos de niños aplastados por los escombros.
Ahora, ¿es el Judaísmo o el Cristianismo violento per se? No, claro que no. Al menos no más violentos que muchas otras grandes religiones, incluida el Islam.
En Francia y en Alemania cualquiera puede ir preso por decir algo que puede considerarse peligroso. Los islamistas más radicales reaccionan cuando alguien insulta y ofende a su profeta y eso es considerado una muestra de su intolerancia; pero si alguien ofende la interpretación oficial de la historia o una mujer ofende la sensibilidad ajena descubriéndose los senos, entonces eso se castiga con la cárcel en nombre de la convivencia y las leyes.
Ahora, cuando vemos que de repente un partido de ultraderecha de Le Pen se ubica al tope de las preferencias políticas en Francia, no es necesario ser un genio para darse cuenta de a quién beneficia toda esa violencia terrorista y toda esa retórica xenófoba que le sigue. Bastaría con recordar cómo los líderes mundiales secuestraron recientemente la marcha en París en defensa de la libertad de expresión: al frente, en primera plana, salieron líderes mundiales sin estatura moral para considerarse campeones de la libertad de expresión, sino todo lo contrario. No es necesario ser un genio para darse cuenta de a quiénes benefician los lunáticos del Estado Islámico cada vez que degüella a un inocente. No beneficia a aquellos que luchamos por defender los valores occidentales de una sociedad libre y abierta, sino a aquellos que precisamente quieren revertir estos logros en beneficio propio, en beneficio de unos grupos minoritarios que siempre encuentran la forma de conseguir el apoyo de las mayorías, como bien nos muestra la historia. Son esos grupos que dicen luchar contra un enemigo al tiempo que van convirtiendo nuestras sociedades en algo muy parecido a lo que quieren instaurar esos mismos enemigos. Occidente, lo mejor de Occidente no va a desaparecer por aquellos lunáticos islamistas que le tienen asco a la vida propia y ajena y amor no declarado al cine de horror. No; si las virtudes de Occidente desaparecen será por acción colectiva de los propios occidentales. Será por un lento suicidio, que es la forma en que las civilizaciones siempre mueren.
Por otro lado no debemos olvidar que programas occidentales en marcha, como el de los drones, han matado a miles de personas, a veces familias enteras, y nunca se ha visto ningún titular escandalizado por semejante acto de barbarismo: ojos que no ven, corazones que no sienten. El terrorismo islámico es un peligro real; tan real como el peligro de que Occidente recaiga, como es su costumbre, en su propio barbarismo. ¿O el reciente holocausto alemán, los campos de concentración en muchos otros países, la desaparición forzada, el apartheid y el racismo de todo tipo, el ciego orgullo de ser especiales o elegidos por Dios para dominar el resto del mundo, las invasiones basadas en «errores de inteligencia» que luego dejan cientos de miles de muertos, todo eso y más, no son acaso prácticas bien occidentales?
Yo soy un fuerte defensor de ciertos valores occidentales, pero no de todos. Apoyo y defiendo los derechos humanos, la libertad de expresión, la libertad individual, las religiones y el laicismo, el derecho al cambio, etc. Pero me niego a sumarme a una mentalidad de fútbol según la cual una vez tomado partido por una de dos posiciones, arbitrarias y excluyentes, el pensamiento crítico deja lugar a la pasión del estadio, cuando no a la pasión del ciudadano convertido en un guerrero ciego pero útil.
PM: Tal vez algunas personas dirán que este mundo nos presenta unos problemas que no se pueden resolver. ¿Qué se puede hacer como individuo? O sea, ¿qué diría a sus estudiantes si le hicieran tal pregunta?
JM: Esa es una pregunta necesaria, sobre todo desde un punto de vista existencial. La respuesta de la Era Moderna era cambiarlo todo con una revolución radical. Mi lema es «piensa radical; actúa moderado». Ya expliqué por qué pienso que este es el mejor principio: como críticos, debemos cruzar todos los límites de lo políticamente correcto para acceder a la raíz de cada problema (eso significa radical); sin embargo, nunca podemos tener la certeza de que nuestros pensamientos no están equivocados en alguna parte, por lo cual cualquier acción radical podría resultar catastrófica. Por lo tanto, la acción por prueba y error, por experimentos sociales, es siempre preferible. Evolución en lugar de Revolución. Para eso necesitamos sociedades abiertas.
No obstante, tampoco podemos esperar estar en ninguna etapa histórica y social mejor de la que estamos para comenzar a cambiarnos a nosotros mismos, para vivir nuestras propias vidas y ayudar a unos pocos más. Muchas veces me abruma leer la gran prensa y ver tanta violencia en el mundo y tanta hipocresía en la narrativa de los culpables e inocentes. El diablo está en los detalles de la gran prensa mundial, que es el vocero del verdadero poder que gobierna los países: el dinero, está de más decir. Ahora, ¿qué hacer con todo eso, aparte de aportar un grano de arena a una posible concientización de lo que uno cree correcto? También es posible cambiar de perspectiva y ver que el mundo también está lleno de cosas buenas, de gente que te rodea y que te necesita. Eso también cuenta. Eso también vale.
PM: ¿Podría comentar sobre la violencia en sus obras de ficción? El lector entenderá que, por ejemplo, los protagonistas de Crisis experimentan la violencia por medio de sus viajes y sus condiciones de inmigrantes indocumentados. ¿Es la manifestación de la violencia en sus cuentos y novelas algo que requiere mucha reflexión de su parte, o es algo que parece fluir naturalmente debido a la índole de la historia que cuenta?
JM: La reflexión es una práctica más apropiada para el ensayo que para la ficción. En la ficción uno explora más las emociones (aunque a veces la narrativa esté contaminada de ideas), que es lo más profundo que tiene la existencia humana. En mis trabajos ensayísticos la violencia es central, precisamente porque la injusticia es su raíz. Nunca escribimos un artículo denunciando la violencia de un tigre, de un tornado o de un terremoto, al menos que haya un factor humano detrás, como es el caso del más reciente calentamiento global. Es, fundamentalmente, el factor moral el que nos mueve a escribir ensayos.
En el caso de la escritura de ficción, la exploración es mucho más amplia: está la moral, pero también la estética y la exploración de condiciones humanas que trascienden la moral, como pueden serlo los sueños, el miedo a la muerte, el amor, el odio, la esperanza, el sentimiento de culpa, etc. No obstante, al menos en mi caso, la exploración narrativa casi siempre incluye el factor de la violencia, sobre todo de la violencia moral, esa violencia que suele ser más sutil pero mucho más profunda y duradera que la violencia física. Hay un trabajo interesante sobre ese tema referido a la novela La reina de América, de Laurine Duneau, de Université d’Orléans.[1]
Jorge Majfud es un escritor uruguayo radicado en Estados Unidos. Es profesor de español y estudios internacionales en Jacksnoville University, además de autor de novelas, cuentos y ensayos. Sus trabajos más recientes son: El pasado siempre vuelve (cuentos), Hermenéutica: Análisis crítico de once autores en su tiempo (ensayos) y Cine político latinoamericano (ensayos). Su novela más reciente es Crisis y la más conocida La reina de América. Sus ensayos se han publicados en varios periódicos y revistas del mundo hispanohablante. Ha colaborado con Noam Chomsky recientemente, en la edición y traducción de sus ensayos que se encuentran en el libro Ilusionistas.
Canal-Literatura February 28, 2015, Interviews with Writers, Literary Zone: Jorge Majfud
Patrick Moore, Indiana University
«When the terrorist attack in Paris occurred, leaving a dozen dead, the whole world was sensitized by such an act of barbarism, which was unmitigated, and we emphatically condemned it. But let’s look at how leaders from around the world, of dubious moral authority, flew off to take a photo surrounded by people with the masterful opportunism that characterizes them. Almost simultaneously, in Nigeria, another self-proclaimed spokesman for God, Boko Haram, massacred a couple of thousand people. But this extreme violence didn’t provoke even a hundredth of the reaction that the attacks in Paris provoked. Because what happens in the center of the world is real, and the rest is magical realism. Our dead are real because they hurt.»
«Now, when we see that Le Pen’s far-right party has suddenly risen to the top of the political polls in France, you don’t have to be a genius to realize who benefits from all this terrorist violence and all the xenophobic rhetoric that follows. It would be enough to recall how world leaders recently hijacked the Paris march in defense of freedom of expression: at the forefront, on the front page, were world leaders without the moral stature to consider themselves champions of freedom of expression, but quite the opposite. You don’t have to be a genius to realize who benefits the lunatics of the Islamic State every time they slit the throats of an innocent person. It benefits not those of us who fight to defend Western values of a free and open society, but precisely those who want to reverse these achievements for their own benefit, for the benefit of minority groups who always find a way to gain the support of the majority, as history shows us. These are the groups that claim to be fighting an enemy while at the same time turning our societies into something very similar to what those same enemies want to establish. The West, the best of the West, is not going to disappear because of those Islamist lunatics who are disgusted with their own and other people’s lives and have an undeclared love of horror films. No; if the virtues of the West disappear, it will be due to the collective action of Westerners themselves. It will be through a slow suicide, which is how civilizations always die. On the other hand, we must not forget that Western programs, such as the drone program, have killed thousands of people, sometimes entire families, and there has never been a single headline scandalized by such an act of barbarism: out of sight, out of mind. Islamic terrorism is a real danger; as real as the danger that the West will relapse, as is its custom, into its own barbarism. Or the recent German Holocaust, the concentration camps in many other countries, forced disappearances, apartheid, and racism of all kinds, the blind pride in being special or chosen by God to dominate the rest of the world, invasions based on «intelligence errors» that then leave hundreds of thousands of dead. dead, all that and more, aren’t these very Western practices? I am a strong defender of certain Western values, but not all. I support and defend human rights, freedom of expression, individual liberty, religions and secularism, the right to change, etc. But I refuse to subscribe to a football mentality according to which, once you have taken one of two arbitrary and mutually exclusive positions, critical thinking gives way to the passion of the stadium, if not to the passion of the citizen who has become a blind but useful warrior.
Susana Baumann: ¿Cómo resumirías el tema central de tu última novela, Crisis? Por Susana Baumann, periodista, New Jersey.
Jorge Majfud: En todo texto existen diferentes niveles de lectura. Muchos más y más complejos en los textos religiosos y de ficción. Pero el ensayo, por citar sólo un género literario, es más directo, expresa y problematiza las ideas y las emociones más consientes de un autor. La ficción, si no es un mero producto de un cálculo de marketing, por ser una forma insustituible de explorar la realidad humana más profunda, posee niveles más profundos y más complejos, como los sueños, como la vida.
En el caso de Crisis, en un esfuerzo simplificador podría decir que los temas centrales son el drama de los inmigrantes latinoamericanos, sobre todo de los inmigrantes ilegales en Estados Unidos y, en un nivel más profundo, si se me permite el atrevimiento, el drama universal de los individuos que huyen de un lugar buscando una vida mejor pero que en el fondo es una huída de uno mismo, de la realidad que es percibida como injusta y no se resuelve con la fuga. La fuga es un perpetuo aplazamiento pero también es un permanente descubrimiento, una profunda exploración existencial que no alcanza quien permanece confortable en su propio coto de caza. La incomunicación, la violencia moral, económica y cultural son componentes inevitables de ese doble drama social y existencial. También la violencia más concreta de las leyes, cuando son funcionales a la deshumanización. Etc.
S.B. ¿Por qué esa estructura donde no existe la linealidad?
J.M. Cuando hacemos un análisis, cuando escribimos un ensayo, podemos distinguir claramente la forma del contenido. Sin embargo, en la ficción y quizás en la existencia irracional, vital, esto no es posible. Si decimos que un sueño significa algo, estamos diciendo que contiene algo que no se visualiza en primera instancia y que, como cualquier símbolo, vale por lo que no es. Así ha sido la historia bíblica, desde José hasta la lógica de todos los análisis modernos, como el marxismo, el psicoanálisis, y la de cualquier crítica posmoderna que pretenda poner un poco de orden e inteligibilidad al caos de los estímulos y las percepciones.
Si mal no recuerdo fue Borges quien complementó o quizás refutó esta idea dominante afirmando que la imagen de una pesadilla no representa ningún miedo: son el miedo. Por otro lado sabemos que el estilo de un escritor expresa su propia concepción sobre el mundo. En el caso de una novela concreta, más allá del factor de formación consciente del escritor, que muchas veces da el oficio, existe un factor que procede del fondo, del contenido mismo del libro. Es decir, el estilo, la estructura de una novela expresan en sí mismos el tema o los temas centrales, las ideas y sobre todo las intuiciones y las percepciones que el autor pueda tener de una historia o sobre una determinada circunstancia que le resulta vital y significativa.
Más concretamente, la estructura y el estilo de Crisis son lo que en artes plásticas sería un mosaico o en las ciencias sería un fractal. Cada historia puede ser leída de forma independiente, es una historia particular pero al mismo tiempo si las consideramos en su conjunto forman otra imagen (como en un mosaico), otra realidad que es menos visible al individuo y, también, forman la misma realidad a una escala mayor (como en el fractal). Por eso muchos personajes son diferentes pero comparten los mismos nombres (Guadalupe, Ernesto, etc.), porque son “personajes colectivos”. Creo, siento que a veces creemos vivir una vida única y particular sin advertir que estamos reproduciendo antiguos dramas de nuestros antepasados, y los mismos dramas de nuestros contemporáneos en diferentes espacios pero en condiciones similares. Porque somos individuos por lo que tenemos de particular y somos seres humanos por lo que compartimos con cada uno de los otros individuos de nuestra especie.
S.B. La novela se ubica en distintas geografías físicas y sociales de Estados Unidos.
J.M. Sí, en parte hay una intención de reivindicación del vasto pasado y presente hispano dentro de unos límites sociopolíticos que insisten en ignorarlos…
S.B. ¿Pero cuál es la intención de esta evidente diversidad? ¿Cómo se explican desde un punto de vista formal?
J.M. Al igual que los individuos, cada fragmento posee sus propias particularidades y rasgos comunes. Cada historia está ambientada en diversos espacios de Estados Unidos (América latina aparece en inevitablesflash-backs) que al mismo tiempo son similares. Es la idea que expresa un personaje cuando va comer a un Chili’s, un restaurante de comida tex-mex. (Cada vez que entro en alguno de estos restaurantes no puedo evitar enconarme con algún fantasma de esa novela o algún otro que quedo excluido sin querer). Si bien cada uno reproduce un ambiente entre hispano y anglosajón, lo cierto es que uno no podría deducir por sus detalles y su espacio general si la historia o el drama se desarrolla en California, en Pensilvania o en Florida.
Al mismo tiempo, para cada ciudad elegí nombres españoles. Es una forma de reivindicación de una cultura que ha estado bajo ataque durante mucho tiempo. Pero basta mirar el mapa de Estados Unidos para encontrar una enorme cantidad de espacios geográficos nombrados con palabras españolas, en algunos estados son mayoritarios. Pero son tan invisibles que la ignorancia generalizada las considera palabras inglesas, como “Escondido”, “El Cajón”, “Boca Raton” o “Colorado”, y por ende la misma historia de la cultura hispana desaparece bajo este manto de amnesia colectiva, en nombre de una tradición que no existe. El español y la cultura hispana han estado en este país un siglo antes que el inglés y nunca lo ha abandonado, por lo cual no se puede hablar del español y de la cultura hispana como “extranjeros”. La etiqueta es una violenta estrategia para un imperceptible pero terrible culturicidio.
S.B. Me llamó la atención la mención del valor del Dow Jones para iniciar cada historia…
JM: Bueno, los valores son reales y acompañan esa “caída” existencial, el proceso de “crisis”, que es social, económico y es existencial, usando un recurso frío, como son los valores principales de la bolsa de Wall Street. Nuestra cultura actual, incluida la de los países emergentes como China o cualquier otro que se presentan como “alternativas” al modelo americano, están sustentados en la ilusión de los guarismos, ya sea de las bolsas o de los porcentajes del PIB. La economía y las finanzas son el gran tema de nuestro tiempo y todo se mide según un modelo de éxito que nació en Estados Unidos en el siglo XX. La caída y cierta recuperación del Dow Jones acompañan el drama existencial y concreto de cada personaje. Así como estamos en un espacio y en un tiempo, también estamos en una realidad monetaria (sea virtual o no, pero realidad en fin, ya que es percibida y vivida como tal).
S.B. Vamos a terminar por el principio. Cuéntenos sobre su infancia y sus comienzos, su infancia en Uruguay.
J.M. Mi infancia en Uruguay, como la infancia de cualquiera, fue la etapa más importante de mi vida. Como muchos, la recuerdo como una tierra misteriosa y fantástica, llena de seres queridos que ya no están. Como pocos, tuve una infancia terriblemente marcada por los acontecimientos políticos del Cono Sur durante los años 70, con una familia dividida entre Tirios y Troyanos, entre el sufrimiento, la tortura (sobre todo la tortura psicológica y moral) y la solidaridad, entre el poder y la resistencia, entre los discursos oficiales y las verdades reprimidas, entre el universal crimen (aceptado por la cultura popular) de los que trazan una línea en el suelo y dictan: “o estás de un lado o estás del otro”. Hasta que uno dice “no estoy de ninguno de los dos lados” y se convierte en un crítico sospechoso; pero crítico al fin.
S.B. ¿De dónde procede la inquietud literaria?
J.M. Aprendí a leer los diarios antes de entrar a jardinera (kindergarten). Leí unos pocos clásicos a escondidas (lo recuerdo como un descubrimiento fantástico), asumiendo que la literatura era algo inútil y sospechoso. En mi adolescencia me dediqué a la pintura y a la escultura, como mi madre. Gracias a Leonardo da Vinci me decidí por la arquitectura, por el arte escondido detrás del prestigio de las matemáticas y los problemas prácticos. De todas formas no pude resistir la tentación de escribir ensayos y ficción mientras era un solitario y casi esquizofrénico estudiante en la Facultad de Arquitectura del Uruguay, descubriendo una gran ciudad, Montevideo, lejos de la familia y los amigos. En aquella soledad llena de gente, el mundo que procedía de la imaginación y la memoria me procuraba de un vértigo y una emoción estética muy parecida a la plenitud de la libertad, que raras veces alguien experimenta en su totalidad. La literatura no sólo curó mis conflictos psicológicos, sino que también me dio una nueva perspectiva filosófica acerca de lo que es la realidad y la ficción, lo que es importante y lo que no lo es. Luego de recibirme trabajé como arquitecto, sobre todo haciendo cálculos de estructura, pero siempre supe que lo hacía para sobrevivir, no por vocación. De esa época me viene la convicción que la realidad está más hecha de palabras que de ladrillos. En esa época ya había publicado mi primera novela, Memorias de un desaparecido, en 1996, y había reconocido un destino: cuando alguien sabe que bajo cualquier circunstancia y practicando cualquier otra profesión continuará escribiendo, que el mundo cobra un sentido superior visto desde esa actividad y que morirá considerándose un escritor, sin importar qué diga la crítica o los lectores, entonces no es que uno ha encontrado su verdadera vocación sino que su vocación lo ha encontrado finalmente a uno, rendido ante las evidencias.
S.B. Desde entonces ha publicado mucho. ¿Cuáles considera que son sus mayores logros?
J.M. No tengo muchos logros. La vida de un escritor, como la de una persona cualquiera, se parece a su résumé: el curriculum más impresionante esconde una lista de fracasos, varias veces más extensa. Mi mayor logro es mi familia. Dudo de muchas cosas que hago a diario, muchas veces de forma obsesiva, pero nunca dudaré de haber dado vida a un ángel que espero que sea un buen hombre, no libre de conflictos y contradicciones pero un hombre honesto, tranquilo y lo más feliz posible. Eso no tiene una explicación racional. Como todas las cosas más importantes de la vida, que son muy pocas, no dependen de la razón.
S.B. ¿Cómo se llega a la posición que usted ocupa actualmente?
J.M. Si la pregunta se refiere a mi actividad literaria, ignoro la respuesta e ignoro si lo que asume la pregunta es cierto: que he alcanzado alguna posición. Si se refiere más concretamente a mi actual profesión como profesor en Jacksonville University, la respuesta no es complicada: hay un llamado de una universidad para un puesto full time publicado a nivel nacional para doctores en el área X, se envía la solicitud y documentos necesarios, el comité de búsqueda elige algunos entre cientos de otros doctores para una serie de entrevistas en una conferencia nacional. Después de un tiempo y de las correspondientes deliberaciones, se eligen tres candidatos para una visita a dicha universidad. Luego de un proceso de antevistas, pruebas y demostraciones de clase, etc., finalmente se elige uno. Claro que el proceso nunca termina, y para un extranjero es mucho más complicado y difícil.
S.B. ¿Qué les diría a los jóvenes que están empezando una carrera en la literatura?
J.M. Les diría que traten de pensar desde un punto de vista diferente al suyo propio. El mundo y hasta la realidad más humilde y pequeña es siempre más amplia y compleja de lo que uno puede percibir y pensar al principio. Si no se dedican a la política, les recomendaría que no simplifiquen, que no sean maniqueos, que sean conscientes de esta complejidad, que cuestionen sus propias convicciones. Les recomendaría que escriban con convicción. Si bien como personas debemos ser humildes antes nuestras imperfecciones, como escritores debemos ser soberbios en el sentido de que no debe importarnos más las críticas que nuestras propias convicciones literarias y filosóficas. El escritor debe saber lo que está haciendo, porque cuando escribe es como un dios y todo lo demás no importa. Finalmente, sólo por no extenderme demasiado, les sugeriría que, al mismo tiempo, se liberen de las estrechas definiciones de “éxito”, generalmente asociadas al dinero y al prestigio. No digo que no sea legítimo buscar mejorar la economía familiar, individual, o el reconocimiento hacia lo que uno hace. Eso es humano y es un derecho. Me refiero a la simplificación que la estrechez de esos valores significa, por la cual, por ejemplo, ser un buen padre o una buena madre o un buen hijo o un buen amigo cada vez cuentan menos en nuestras nociones de “éxito”.
El recorte y la austeridad llegan a la literatura periodística
Por los años noventa, todavía en pleno siglo XX, solía escribir por cinco o seis horas ininterrumpidas en
una maquina checa que había comprado a precio de chatarra un domingo en la feria de Tristán Narvaja de Montevideo, algo así como el Rastro de Madrid o algún marché aux puces en París. En aquel solitario cuarto de estudiante que daba a un callejón de la Ciudad Vieja, escribía y reescribía cuatro o cinco veces el mismo capítulo de una novela. La parte más difícil era siempre la reducción. Por lo menos era esa parte artesanal la que me consumía más tiempo. Pero lo hacía con pasión, con placer y sin ninguna urgencia, ya que por entonces no escribía para publicar.
Unos años después publiqué mi primera novela, en parte resultado de esa lucha caótica entre obsesiones, alucinaciones personales y el casi imposible fenómeno de la comunicación de un mundo fantasmagórico que puede ser muy significativo para uno pero no para el resto. Estoy seguro que si en algo he logrado comunicarme con los demás usando o usurpando ese arte sagrado que es la literatura, fue gracias a sucesivas mutilaciones: la comunicación de las emociones más profundas apenas se da en un estrecho espacio común entre las locuras propias y las particularidades ajenas. Así, un escritor de ficción que publica tiene que convertirse en un fabulador doble en el sentido de que debe ser verosímil para poder decir apenas un poco de toda la verdad que vive debajo de una superficie razonable.
Gracias a esa novelita conocí en pocos meses a varios periodistas jóvenes, cuya amistad conservo hasta el día de hoy. Un día, uno de ellos me pidió que escribiese un artículo sobre el tema de una conversación que habíamos tenido, advirtiéndome que solo disponía de un espacio de cuatro mil palabras. Nunca me imaginé que, para desdicha de tantos lectores, ese iba a ser el primer artículo de muchos cientos que llevo publicados hasta hoy. De vez en cuando descubro que muchos de ellos han sido republicados en diarios y revistas, a veces firmados por error con otros nombres. Normalmente me basta con leer dos frases para saber si las escribí yo o alguien más, aunque hayan pasado quince años. Siempre excuso estos errores pero me cuido de protestar, con cierto éxito, cuando descubro mi nombre en artículos que nunca escribí. No es justo secuestrar méritos ni hacerse responsable de las locuras ajenas.
A fines del siglo, todavía se podían encontrar artículos de cuatro o cinco mil palabras en publicaciones no académicas. Al poco tiempo pude sentir, más allá de comprender, el beneficio didáctico de reducir largos ensayos a este número que al principio parecía tan avaro.
Por la vuelta de los primeros tres o cuatro años del siglo XXI, los editores ya habrían aumentado sus exigencias de cuatro mil a dos mil palabras. Recuerdo un importante diario mexicano que una vez me devolvió mi habitual artículo semanal porque pasaba de las 1.800 palabras. Amablemente, me sugirieron llevarlo hasta ese número. Así lo hice, seguro de que la brevedad es una forma de amabilidad, y continué publicando allí y en otros diarios del continente, que aparentemente se sintieron más cómodos con el nuevo formato.
Pocos años después el número sagrado se había encogido a 1.200, lo cual coincidía con el estándar del continente y uno o dos años más tarde a solo mil palabras.
No hace mucho, uno de los medios mas leídos del mundo me pidió cuatro veces que redujera un artículo solicitado hasta 800 palabras. La primera vez les envié el artículo de mil palabras. Me respondieron que hiciera un esfuerzo para llevarlo a 850. Les envié otro de 900, asumiendo cierta flexibilidad. Rechazado. En otro momento, hubiese renunciado a enviar otra versión, pero me interesaba mucho dar a conocer el tema del cual trataba el disputado artículo. Perdido por perdido, lo mutilé hasta hacerlo entrar en 850 palabras. Naturalmente, fue publicado.
A la fecha de hoy, el nivel de flotación de los artículos de opinión anda por las ochocientas palabras, y descontando.
Ahora, al igual que para los editores de folletos y panfletos que llenan nuestros buzones y de los best-sellers que se venden por kilogramo, esta dramática e ilimitada reducción de los textos en los actuales medios masivos no se debe a un problema de espacio, como ocurría desde los antiguos egipcios y sumerios, pasando por los amanuenses de convento, los incunables, los herejes hermeneutas, los enciclopedistas franceses y todas las publicaciones periódicas en papel desde siglo XVIII al XX. Se debe al Nuevo Lector.
No pretendo poner de modelo de lectura a un ladrillo como el Ser y la Nada de Sartre, aunque lo recomiendo al menos como ejercicio intelectual. El problema es que cada día los lectores tenemos más cosas a las que prestar atención. Casi todas ellas distracciones; casi todas, estímulos fallidos. No tenemos más opciones que antes; eso es adolescentemente falso. Sólo tenemos más distracciones y, en consecuencia, más necesidades de interrumpir algo que apenas comenzamos.
Pero el día de los hombres y de las mujeres sigue teniendo veinticuatro horas. Las mismas veinticuatro horas de un lector de Flaubert y de Dostoievsky, de Kafka y de Ernesto Sábato. Por consiguiente, tenemos el mismo tiempo para ocuparnos de más cosas y llegar al fondo de ninguna.
Me temo que el jibarismo que está sufriendo la literatura periodística no se debe a la calidad sino a ciertas carencias del Nuevo Lector (aparte de un orgullo ciego y autocomplaciente, casi siempre apoyado en la excusa generacional, que le impide cualquier autocrítica). No se debe al arte de la síntesis sino al de la mutilación.
Me temo que el ejercicio de reducir, pronto se convertirá en un esfuerzo por estirar una idea hasta 140 caracteres. Probablemente sobren 10 o 20. Probablemente el Nuevo Pensamiento se las arregle bastante bien con un par de emoticones. :/
Empecemos por acordar un significado del término «intelectual», ya que, como sabemos, entre éstos vive el ánimo de la polémica y -como seguramente esta nota será leída en primer término por ellos- debemos ser consecuentemente, precisos.
Vamos por la formalidad de la Real Academia Española de las Letras:
1. adj. Perteneciente o relativo al entendimiento.
2. adj. Espiritual, incorporal.
3. adj. Dedicado preferentemente al cultivo de las ciencias y las letras.
Vayamos, de inmediato, a una explicación popular en torno a quién debe ser considerado por los otros como «un intelectual»: «Es aquel que se dedica al estudio y la reflexión crítica de la realidad y comunica sus ideas con pretensión de influir en ella, alcanzando autoridad ante la opinión pública». Lo dice la Wikipedia, pero chequeando su información pocas veces confiable, puede comprobarse que lo ha tomado de las ya famosas listas de la revista (con versión en español) Foreign Policy.
Para darle un barniz intelectual a esta introducción sobre intelec tuales, no podemos dejar de citar a Jean Paul Sartre, quien dijo: «L’intellectuel est quelqu’un qui se mêle de ce qui ne le regarde pas» (Intelectual es el que se mete en lo que no le importa).
Chomsky, desde su costado, giró 180 grados desde su posición ineludible de intelectual de este tiempo para señalar que «Los intelectuales son especiualistas en difamación, son básicamente comisarios políticos, son administradores ideológicos, los más amenazados por la disidencia».
Pero a lo que iremos de lleno es una valoración acerca de estos seres que se encuentran en los libros, las universidades y también en las listas de famosos: en la búsqueda del intelectual más influyente de Iberoamérica, la ya mencionada publñicación inglesa Forfeign Policy abrió sus páginas en Internet para que fuesen los lectores, y no su equipo, quienes esta vez eligieran a uno de un montón.
Así, en el canon oficial de la publicación, aparecieron nominados tales como Mario Vargas Llosa y su hijo Álvaro; Eduardo Galeano, Jorge Edwards, Enrique Krauze, Michel Bachelet y Ricardo lagos de Chile; Fernando Henrique Cardoso, Felipe González y Julio maría Sanguinetti, por citar a los políticos que, además, piensan, escriben y proponen. Los disidentes cubanos Yoani Sánchez y Carlos Alberto Montaner también están en el listado.
Pero la cuestión es que este año el elegido por los lectores de la versión en español de Foreign policy es el escritor uruguayo Jorge Majfud quien además de su pasión por las letras, es arquitecto y docente que realiza sus labores en los Estados Unidos.
Allí ha sido docente de la Universidad de Georgia, de donde egresó, en la Linconln University y en la Universidad de Jacksonville. Colaborador en muchísimos medios de comunicación, sus textos han pasado por The Huffington Post, La Vanguardia de Barcelona yPágina/12.
Majfud, como escritor, es autor de Crisis -novela-, Cybors-ensayos- El eterno retorno de Quetzalcoalt -investigacion académica- e Ilusionistas -prólogo y traduccion para libro de aquel que maldefinió a los intelectuales: Noam Chomsky-. En este año, son los cuatro libros de su autoría que han sido publicados.
Sin embargo esa no es toda su obra. Casa de las Américas de Cuba lo distinguó en 2001 con una mención por la novela La Reina de América, también Excellence in Research Award de la Universidad de Georgia.
Antes de los cuatro títulos publicadoe en 2012 su producción literaria incluyó:
– Hacia qué patrias del silencio (Memorias de un desaparecido), novela, 1996.
– Si fueras vos «el gran elector», ¿a quiénes señalarías como «los intelectuales del momento» en Iberoamérica?
– Esas listas siempre han sido muy discutibles. Alguien me escribió diciendo que había propuesto mi nombre luego de leer el prólogo que le escribí a Noam Chomsky. Es decir, son circunstancias del momento que luego se olvidarán. Les agradezco mucho a quienes amablemente me incluyen en esta o en aquella lista, si es de buena fe. Así que no voy a decir que no me alegra que la gente se acuerde de mi trabajo, pero es una alegría que dura unas pocas horas, a veces minutos. Si me preocupase por los aplausos o por los insultos no podría vivir. Pero esa indiferencia, que a veces me preocupa, no es algo calculado, sino algo que viene con los años. Aparentemente hay gente que de hecho no duerme por esas cosas y ni siquiera tienen una vida propia. Ahora hay una cultura del canibalismo… pero, en fin, ese es otro tema.
En pocas palabras, creo que en el fondo todos sabemos lo relativo que son las listas de los mejores y los peores y no creo que dejen de serlo por un largo tiempo. Incluso si se inventara un algoritmo que midiese la influencia de un intelectual en un espacio y en un tiempo determinado, aún así quedarían muchos puntos discutibles, como lo es la misma definición de “intelectual” o de “influencia”, que varía incluso de un idioma a otro, de una cultura a otra.
Pero si aceptamos un cierto entendido tradicional en tu pregunta, te mencionaría, más allá de mis preferencias propias, a Eduardo Galeano, Mario Vargas Llosa, Leonardo Boff, Fernando Savater, Pérez-Reverte, Javier Marías, Montserrat Domínguez, y muchos otros. Ahí en Argentina ustedes tienen grandes valores, algunos con una gran proyección mediática y otros nunca reconocidos suficientemente, como Hugo Biagini, Horacio Verbitsky, Juan Gelman, Jorge Lanata, Emilio Cafassi, etc.
– ¿Sigue siendo importante la intelectualidad a la hora de los cambios que influyen en mejorar la vida de los habitantes de esta zona del mundo?
– No, al menos no como, por ejemplo, en tiempos de la fundación de Estados Unidos o de las republicas iberoamericanas. Las palabras “intelectual” e “intelectualidad” han perdido mucho de aquel prestigio que procedía del Renacimiento, que maduró en el Iluminismo y tuvo sus figuras históricas hasta fines del siglo XX. Todavía queda mucho de eso pero no tanto como en décadas pasadas. El último gran icono del intellectuelle engagée fue Jean Paul Sarte. Sin duda, desde Sartre y Foucault hasta hoy esa figura es Noam Chomsky. Este cambio se debe a varios factores. Primero, los mismos intelectuales de izquierda (esta no es una condición per se del intelectual comprometido, pero en un mundo dominado por la derecha era natural que los intelectuales se corriesen a la izquierda, sobre todo en America Latina) comenzaron a renegar del título en su proyecto de conectarse con las masas o, mejor dicho, con el pueblo. Segundo, los intelectuales y sobre todo las ideologías de derecha, lograron descalificar el trabajo intelectual como algo superfluo o como un estorbo para el progreso material.
Fue una forma de neutralizar la literatura, por ejemplo, reduciéndola a su función de entretenimiento. Cuando esto no funcionó, se la criminalizó bajo etiquetas como “idiota”, “infantil”, “realismo mágico”, “torre de marfil” o “improductivo”. Lo curioso es que los intelectuales de derecha generalmente han defendido el derecho de los escritores, por ejemplo, a recluirse en sus “torres de marfil”; lo cual es un derecho legitimo, pero comienza a ser sospechoso cuando se intenta reducir el trabajo intelectual en general y literario en particular a ese espacio solipsista, narcisista. Es decir, inofensivo. Etiquetas que, por supuesto, tenían una funcionalidad clara para el statu quo del momento.
En cierta medida, este desprestigio también fue producto del triunfo del espíritu práctico y conquistador del empresario anglosajón contra el declive de lo que hace un siglo se llamaba el “espíritu latino”, que en este sentido no sólo incluía a Francia sino que tenía en París el polo opuesto a Londres; el racionalismo contra la practicidad, donde “intelectual” era una mala palabra.
Sin duda que los intelectuales han cometido errores catastróficos. ¿Qué grupo humano no lo ha hecho a lo largo de diez mil años de historia? Pero también podríamos pensar en lo que sería el mundo hoy sin los poetas, los dramaturgos y los filósofos griegos de los siglos V y VI a. C., sin los humanistas judíos, islámicos y cristianos de la Alta Edad Media, o de los iluministas del siglo XVIII. Simplemente nunca hubiésemos tenido revoluciones como la americana y la francesa, ni tantos movimientos sociales y populares que cambiaron el mundo para mejor, resistiendo una larga lista de violentas esclavitudes que hoy pocos tienen en cuenta a la hora de estigmatizar a los “revoltosos” de turno. La Democracia estaría en pañales. Y si bien hoy la democracia agoniza en manos de los señores feudales de turno, que son las megacorporaciones y los dueños de la mayor parte del capital que circula en el planeta, también es cierto que su dominio no alcanza a ser absoluto, no gracias a sus buenos corazones sino a los “irresponsables radicales” que no se conforman con agradecer a esos señores por una esclavitud que llaman progreso solo porque en gran medida es una esclavitud consentida –como lo han sido siempre todas las formas de esclavitudes anteriores.
– ¿Diferenciarías en ese proceso a intelectuales de economistas?
– Sí. Obviamente, los economistas hacen un trabajo intelectual. Pero también lo médicos, los mecánicos o un agricultor que medita sobre la conveniencia de plantar trigo en lugar de soja. Todas las disciplinas universitarias se basan en un trabajo intelectual. La diferencia en la definición radica en que el intelectual se especializa en nada, es decir, su área no se limita a una disciplina estrictamente limitada, como puede ser la lingüística o la cardiología, sino que es, básicamente, un generalista que intenta ver la realidad a vuelo de pájaro para replantear los problemas que generalmente no son feudos cerrados de especialistas y, al mismo tiempo, trascienden su grupo social y temporal.
Eso como definición general. Por lo tanto, un economista puede ser un intelectual, como Noam Chomsky es un intelectual aparte de ser el lingüista más célebre del último siglo. Un economista puede ser un intelectual pero no todos los economistas son intelectuales, como no todos los escritores ni todos los profesores universitarios son intelectuales. Todos sabemos que existe algo llamado “trabajo clerical”, que es el más común, por ejemplo, entre los intelectuales orgánicos, como diría Antonio Gramsci, si me permiten la herejía de citar a Gramsci en estos tiempos en que los insultos valen por argumentos.
– ¿Qué rol les cabe, a tu criterio, a los dirigentes sociales que protagonizan los cambios en Latinoamérica y de quienes no se puede decir que detenten dotes intelectuales?
– Se podría decir que un presidente como Evo Morales no es la imagen del intelectual, como Fernando Henrique Cardozo, por ejemplo. Sí, cada tanto escuchamos algún que otro disparate… Pero en el acierto o en el error, al menos los bolivianos dieron un enorme paso hacia la democracia cuando se dieron cuenta que su país no era un país de criollos blancos solo porque los indios, hechos y desechos en la cultura del “pongo”, como en Perú, nunca salían en los diarios. Entonces eligieron a alguien como ellos, que más o menos los representa. Las orgullosas “democracias desarrolladas” del norte han reincidido en elegir políticos profesionales que representan más a los banqueros que financian sus brillantes carreras y sus campañas electorales, que a los electores que los eligen como sus representantes. Esta no es la idea de democracia que uno pueda tener. Luego, para anestesiar o descalificar este tipo de crítica, se intenta comparar un país pobre y subdesarrollado con uno rico o desarrollado, como si en los países más desarrollados los valores radicales de la democracia no entrasen en la idea de desarrollo; como si el progreso y el desarrollo de una sociedad no se debiera a sus trabajadores, a sus inventores ni a sus intelectuales sino a sus banqueros y a todos aquellos especuladores que se presentan como los “padres fundadores” de sociedades y de países enteros, mientras lucran de ese desarrollo y secuestran las democracias y sus narrativas.
Ahora, no me voy a arrogar la autoridad de definir el rol de los dirigentes sociales. Pero si me preguntas tal vez sí pueda dar una opinión. Para empezar yo diría que su rol debe ser más importante que el rol de cualquier grupo de intelectuales. Pero este rol no debería excluir a los intelectuales, algo que está muy de moda. Esto se debe a la dictadura de los tecnócratas y al menosprecio de otras dimensiones de la existencia humana más allá de la producción y la economía, algo que se surge desde las raíces de nuestra civilización basada en el consumo como fuente de riqueza y de éxito social, de un mundo que confunde riqueza con desarrollo.
Pienso que la función desde los presidentes hasta los gremialistas, es trabajar en pasos graduales pero concretos hacia una democracia más directa, que es lo mismo decir, hacia una democracia más radical, que es el sentido de cualquier democracia que no sea una simple cobertura y legitimación del poder de unas elites en el poder, ya sea el financiero como el paradójicamente llamado poder de los “representantes del pueblo”. Como ya he expresado muchas veces, desde los experimentos parlamentaristas en Inglaterra en el siglo XVII y revoluciones políticas como la americana y la francesa en el siglo XVIII, donde se iniciaron los primeros experimentos concretos más allá de la teoría y del pensamiento de los pensadores humanistas, del renacimiento y de la Revolución industrial, no hemos tenido grandes novedades en esta previsible evolución. Las novedades han sido, aunque no pocas ni de poca importancia, en el área de los derechos humanos y de la ecología, pero no en la gestión misma de la democracia. El anacronismo de los sistemas representativos que denunciamos hace muchos años como fuerzas reaccionarias, se está evidenciando aun más en los conflictos de intereses que vemos en las democracias del mundo desarrollado: en lugar de mostrar una democracia avanzada están mostrando democracias subdesarrolladas, donde los ciudadanos no solo tienen pocas opciones y suelen quedar cautivos de sus propios errores, sino que además la capacidad popular de gestión es mínima ante las grandes fuerzas del capital de los bancos y de las megacorporaciones. ¿Dónde está la democracia en un mundo donde las decisiones más importantes en la economía y el medioambiente está en manos de multinacionales que lucran, por ejemplo, con la quema de petróleo o con la venta de armas?
Así la verdad también está en manos de millonarias campañas propagandísticas a favor, obviamente, de sus propios intereses. Por otro lado, ¿cómo se contesta a esta situación desde otras áreas mas “marginales” del mundo? De dos formas: o copiando los peores valores centrales del mundo desarrollado, como lo es el consumismo superfluo, o repitiendo tradiciones, como la latinoamericana de caudillos salvadores que se enamoran del poder político desde el primer día, con la excusa de luchar contra el imperialismo, y así tenemos una eterna postergación del protagonismo del pueblo mismo para autogestionarse en sus problemas concretos y relacionarse más directamente con sus pares del otro lado del planeta.
– Si así fuera, ¿en qué temas te gustaría influir con tu pensamiento, tus columnas y tus libros?
– Honestamente, no tengo ni el interés ni la pretensión de influir decisivamente en nada. Sólo quiero comprender este mundo. Tal vez esa sería mi mayor contribución, si es que mi vida va a justificarse por algo, además de mi función de padre. Lo único que quisiera es no equivocarme de una forma que haga infeliz a la gente. Cosa que es más bien utópica, ya que cualquier cosa que uno haga causará diferentes efectos en diferentes personas. Es imposible controlar eso. Dicen que hace tiempo ya hubo un hombre bueno que en lugar de responder con violencia aconsejaba ofrecer la otra mejilla y cambiar el miedo por el amor, incluso a sus enemigos… ¿Lo cruificaron, no?
Así que la lección está servida. Por mi parte, como no provengo de una familia acomodada, como se decía antes, y debo luchar palmo a palmo por mi propia sobrevivencia y la de mi familia, no tengo mucho tiempo ni siquiera de imaginarme que pueda ser un héroe dialectico, como decía Nietzsche. Sí quisiera pensar que al menos he aportado un grano de arena en la construcción de un tiempo mejor para mi hijo y toda su generación, para esos que tendrán que seguir luchando cuando nosotros ya no estemos para ayudarlos. Esas cosas sí me preocupan de verdad. Por lo tanto, lo que puedo intentar desde el lugar donde me puso el destino, es contribuir para un mundo menos brutal, con menos violencia física y menos violencia moral, que es la más universal y la más difícil de visualizar. Con mucha frecuencia pienso que algún día me retiraré de todas las batallas dialécticas, y entonces no me importará hacer silencio sobre algo que alguna vez consideré crucial o inmoral. No lo sé. Seguramente todavía no me ha llegado ese tiempo… De cualquier forma, este trabajo de escribir con pasión y publicar con responsabilidad tiene sus riesgos y, en mi caso personal, un incurable sentimiento de culpa.
Es comprensible que en tiempos de crisis todos los sectores de una sociedad sufran recortes presupuestales y reducción de ganancias. No es del todo comprensible pero es fácilmente aceptable que la primera víctima de esos recortes sea la cultura. Aceptamos que si dejamos de leer un libro o si nos privamos de un clásico del cine no sería tan grave como si dejásemos de vestirnos o de comer. A corto plazo esto es cierto, pero a largo plazo es una trampa extremadamente peligrosa.
¿En qué sentido? Por ejemplo, en el sentido de la práctica del “sunset” o “atardecer”, técnica conocida por los legisladores de la antigua Roma y preferida por los grandes estrategas políticos, parásitos de los sistemas democráticos: se establece una ley o una norma, como el recorte de impuestos para las clases inversionistas con fecha de expiración, lo que le da una apariencia de medida provisoria; generalmente esa fecha cae en un año electoral, lo cual significa que nadie propondrá un aumento de los impuestos y la ley es previsiblemente extendida, ahora con la ventaja de haberse consolidado en el discurso político y en la desmemoria de la gente.
El problema sobre qué es superfluo y qué no lo es, se multiplica cuando pasamos del ámbito individual al ámbito público, de un tiempo medido en días o semanas a un tiempo social de años o a un tiempo histórico de décadas.
Los hombres y mujeres que suelen acceder a los gobiernos recurriendo siempre a los sueños y a las esperanzas de sus votantes, siempre terminan por justificarse en sus gobiernos no por ser soñadores sino todo lo contrario: porque tienen verdaderas responsabilidades (¿pero con quiénes?); porque son pragmáticos y quienes no están de acuerdo son soñadores delirantes, irresponsables manifestantes que no tienen otra cosa más productiva que hacer.
Por lo tanto, las armas de los pragmáticos apuntan de forma impune al flanco más débil de cualquier gobierno: primero la cultura, después la educación. En realidad, existen innumerables rubros mucho más inútiles que la cultura y la educación, como lo son vastas áreas de la administración misma. Pero obviamente necesitamos de esa administración cuando tenemos una educación y una cultura precaria y primitiva. Esto es así tanto en el llamado mundo desarrollado como en el nunca nombrado bajo mundo.
Es natural que en tiempos de crisis económica la cultura sea la primera víctima de estos francotiradores, ya que normalmente lo es aun en tiempos de bonanza. El argumento principal radica, por ejemplo, en que se deben eliminar o estrangular programas públicos como los canales de televisión estatales, las radios, las orquestas sinfónicas, los estímulos a las diversas artes, al pensamiento, a las humanidades en general, a las ciencias en particular.
¿Por qué? Porque se argumenta y se acepta que no es justo que, por ejemplo, un programa privado de televisión sobre las debilidades sexuales de los productores de entretenimiento (por no decir productores de frivolidades) que tiene cinco veces más audiencia que una serie sobre la Primera Guerra o sobre los cuentos de Borges, deba arreglárselas con sus propios medios, mientras aquellos otros programas que tienen poca audiencia injustamente reciben ayuda del gobierno, es decir, dinero de todo el resto de la población que no mira ni le interesan esos programas “culturales”.
Eso es lo que con fanático orgullo se llama libre competencia, lo cual no es otra cosa que la tiranía de las leyes del mercado sobre el resto de la vida humana. De hecho, el argumento central, explícito o azucarado, radica en que también la cultura debe someterse a las mismas reglas a las que estamos sometidos todos quienes nos dedicamos a actividades “más productivas”, como si las actividades productivas en las sociedades de consumo no fuesen, en realidad, una ínfima minoría: basaría con considerar todos los trabajos productivos que se mueven en torno al fútbol (desde los chóferes de ómnibus hasta los policías y los vendedores de parabrisas), en torno a la televisión basura, en torno a la literatura de entretenimiento, por no hablar de asuntos más serios como las drogas y las guerras. Si hiciéramos un estudio para identificar aquellos rubros realmente “productivos” o esenciales para la vida humana, probablemente no alcanzaríamos a un diez por ciento de todos los capitales que giran en torno nuestro.
Ahora, entiendo que dejar a la cultura en las manos de las leyes del mercado sería como dejar a la agricultura en las manos de las leyes de la meteorología y de la microbiología. Nadie puede decir que el exceso de lluvias, que las sequías, que las invasiones de langostas y gusanos, de pestes y parásitos son fenómenos menos naturales que la siempre sospechosa mano inasible del mercado. Si dejásemos a la agricultura librada a su suerte pereceríamos de hambre. De la misma forma es necesario entender que si dejamos a la cultura en manos de las leyes del mercado, pereceríamos de barbarie.
“The Hoariest of Latin American Conspiracy Theorists”
Although I would say that the article “The Land of Too Many Summits” by Christopher Sabatini (Foreign Affairs, April 12, 2012) is right on some points, it nonetheless fails to give little more than unproved opinions on other matters — or as Karl Popper would say, certain statements lack the “refutability” condition of any scientific statement — and is inaccurate in terms of its overall meaning.
For years I have argued that Latin American victimhood and the habit of blaming “the Empire” for everything that is wrong is a way to avoid taking responsibility for one’s own destiny. Mr. Sabatini is probably right in the central point of his article: “If the number of summits were a measure of the quality of diplomacy, Latin America would be a utopia of harmony, cooperation, and understanding.” However, Latin American leaders continue to practice antiquated traditions founded upon an opposing ideology: a certain cult of personality, the love for perpetual leadership positions, the abuse of grandiloquent words and promises, and the sluggishness of concrete and pragmatic actions and reforms, all of which are highly ironic features of governments that consider themselves “progressive.» Regardless, not all that long ago, when conservative dictatorships or marionette governments in some banana republic or another manifested such regressive characteristics, it didn’t seem to bother the leaders of the world’s wealthiest populations all that much.
On some other basic points, Sabatini demonstrates factual inaccuracies. For example, when he states that Eduardo Galeano “wrote the classic screed against the developed world’s exploitation and the region’s victimhood, Open Veins of Latin America, read by every undergraduate student of Latin America in the 1970s and 1980s,” he forgets — I cannot assume any kind of intellectual dishonesty since I don’t know much about him, but neither can I accuse him of ignorance, since he has followed “Latin American politics for a living” — that at that time Latin America was not the magic-realist land of colorful communist dictators (with the exception of Cuba) as many Anglo readers frequently assume, but rather the land of brutal, conservative, right-wing military dictatorships with a very long history.
Therefore — anyone can logically infer the true facts — that famous book was broadly forbidden in that continent at that time. Of course, in and of itself, the widespread prohibition against it made the publication even more popular year after year. But such popularity did not primarily stem from the book’s portrayal of the self-victimization of an entire continent — which I am not going to totally deny — but was more in response to Galeano’s frank representation of another reality, not the false imaginings of certain horrible conspiracy theorists, but rather the reality created throughout Latin American history by other hallucinating people, some of whom became intoxicated by their access to power, although they themselves did not actually wield it in the formal sense.
Therefore, if Eduardo Galeano — a writer, not a powerful CEO, a commander in chief of some army, another drunken president, nor the leader of some obscure sect or lobby — is “the hoariest of Latin American conspiracy theorists,” then who or what is and was the de facto hoariest of Latin American conspirators? Forget the fact that Galeano is completely bald and try to answer that question.
Regrettably, it has become commonplace for the mass media and other supporters of the status-quo to ridicule one of the most courageous and skillful writers in postmodern history, and to even label him an idiot. However, if Eduardo Galeano was wrong in his arguments — no one can say he was wrong in his means, because his means have always been words, not weapons or money — at least he was wrong on behalf of the right side, since he chose to side with the weak, the voiceless and the nobodies, those who never profit from power, and consequently, we may argue, always suffer at its hands.
He did not pick white or black pieces from the chessboard, but instead chose to side with the pawns, which historically fought in wars organized by the aristocracy from the rearguard (kings, queens, knights, and bishops). Upon the conclusion of battle, that same aristocracy always received the honors and conquered lands, while the pawns were forever the first to die.
Thus has it been in modern wars. With the ridiculous but traditional exception of some prince playing at war, real soldiers are mostly from middle and lower classes. Although a few people have real money and everyone has real blood, as a general rule, only poor people contribute to wars with their blood, whereas only rich people contribute to wars with their money — not so hard to do when one always has abundant material means, and even less difficult when such a monetary contribution is always an interest-bearing investment, whether in terms of actual financial gain or perceived moral rectitude, both of which may well be considered as two sides of the same coin.
Is it mere coincidence that the economically powerful, the politicians in office, the big media owners and a variety of seemingly official self-appointed spokespersons for the status quo are the ones who continuously repeat the same tired litany about the glory of heroism and patriotism? It can hardly be a matter of chance, considering that such individuals have a clear need to maintain high morale among those who are actually going to spill their own blood upon the sacrificial altar of war, and have an equally evident motive for demoralizing to the greatest extent possible those skeptics or critics such as Eduardo Galeano who cross the line, and who never buy those jewels of the Crown.
“Zombis, autómatas en la cadena de producción-consumo”
CULTURA • 9 JUNIO 2012 – 2:58AM — POR GUSTAVO MENDOZA
El filósofo Jorge Majfud refiere que el término “cultura popular ha dejado de producirse en el pueblo” para ser ahora un artículo meramente de consumo.
Monterrey • ¿Qué cosa es un zombie?, sino todos nosotros que vivimos día a día tratando de saciar la sed de consumo. A la par, ¿quiénes son los que se benefician de las crisis, sino es que los más poderosos?
Estas y otras cuestiones responde y analiza el filósofo y escritor Jorge Majfud (Uruguay, 1969) quien ha publicado su novela Crisis, a la cual describe como una “novela mosaico” en donde aparecen personajes dentro del contexto de la Gran Recesión norteamericana.
En entrevista vía correo electrónico, el colaborador de MILENIO analiza el papel de los trabajadores ante una crisis –como la sufrida en 1929 en Estados Unidos- y como se destacan los grupos poderosos que son beneficiados con los impuestos de los primeros.
Además, el autor refiere que el término “cultura popular ha dejado de producirse en el pueblo” para ahora ser un artículo meramente de consumo.
Y sobre dos fenómenos sociales actuales ofrece su reflexión: ¿por qué existe un regreso en la música y moda hacia la década de los 80? Y claro, las multitudinarias Zombies walks que se promocionan por todo el mundo, y de la cual Monterrey no ha quedado afuera.
En la contraportada de Crisis se habla de una novela mosaico, con protagonistas múltiples. ¿Por qué siempre los afectados en una crisis terminan siendo los trabajadores?
JM: La respuesta es una simple observación sobre una lógica histórica: los grupos que poseen el verdadero poder social se benefician de una crisis o sufren sus consecuencias en menor grado. En nuestro tiempo, es aún más claro que también las provocan y luego reciben, descaradamente, las multimillonarias ayudas de la población en general, incluido los trabajadores, a través de los impuestos, que no dejan de señalar como la causa de la negativa injerencia del Estado en sus sabios negocios. En nuestro tiempo esos dioses son invisibles (la virgen de Guadalupe al menos se puede ver y alguna gente hasta puede habler con ella), o es el Charging Bull, el “becerro de oro” de Wall Street, o son deidades inalcanzables y desconocidas, como los grupos financieros que especulan usando cálculos de probabilidades como una computadora juega al ajedrez. Son los dioses de nuestro tiempo, dioses abstractos y perversos a los que no se puede siquiera rezar. Si los trabajadores tuviesen el mismo poder, hoy en día en lugar de ser expulsados a las calles en nombre de la austeridad y la eficiencia productiva estarían aumentando sus beneficios cada mes, como de hecho lo están haciendo los dueños de las grandes compañías y, sobre todo, los especuladores. Un “humilde” especulador con conocimientos en matemáticas que trabaja para algún especulador mayor en Wall Street en plena crisis gana (o ganaba) aproximadamente diez millones de dólares por año. Por no hablar de otros dioses oscuros, como los intocables lobbies que presionan o secuestran la democracia desde tiempos anteriores.
2. ¿Cuál era el contexto de los inmigrantes hispanos durante la Gran Recesión, si la comparamos con la recién crisis norteamericana en el 2008-2009, que causó fenómenos como la disminución de envío de remesas hacia México, por ejemplo?
JM: Si te refieres a la crisis de 1929, más que una gran recesión produjo la Gran Depresión que duró casi una década con algunas recuperaciones tímidas y con ciertas leyes y políticas que significaron las mayores acciones socializadoras de Estados Unidos desde su revolución. Recordemos que la Crisis del 29 se produjo al final de una década de derroche, optimismo y persecuciones ideológicas contra los inmigrantes y fue seguida en los años treinta por el nacimiento de Superman, las olas de violencia contra los negros y su dramática disminución en términos de población. Ahora, en esta Gran Recesión que técnicamente terminó en julio de 2009, las remesas disminuyeron en cantidad y por el estratégico y progresivo debilitamiento del dólar. Para mí las remesas son un tema aparte de gran importancia: no sólo porque en algunos países son importantes ingresos, sino porque significan la consolidación de una gran injusticia binacional: como los ricos vernáculos se benefician de un status quo dado en sus países; nunca emigran. Los protege un sistema y una moral popular: cuando en América latina decimos “es un chico bien”, no queremos decir que es un joven trabajador sino alguien que no necesita trabajar para comer. Como antes se distinguía al “noble” del “villano”, al rico del pobre, al bueno del malo. Si decimos “es de familia trabajadora”, queremos decir que no tiene ningún privilegio, sino todo lo contrario. Siempre emigran los pobres, rara vez los holgazanes y los delincuentes: emigran los trabajadores, expulsados por las injusticias sociales de sus propios países. Luego de arriesgar sus vidas y el poco capital del que disponen, son explotados, perseguidos, humillados y criminalizados en la tierra prometida. Pese a todo, y al mismo tiempo de que son acusados de incrementar la criminalidad en el país donde trabajan, mantienen (esto es estadístico) uno de los niveles de criminalidad más bajos a nivel nacional. Mientras son acusados de ser una carga para el sistema de salud, a los cuales acuden en última instancia, mantienen los precios de bajos y aportan a la economía y al funcionamiento de esta sociedad de una forma que ningún otro grupo puede ni quiere hacerlo.
3. ¿En las crisis se acentúa el discurso anti inmigrante en los EU?
JM: Lamentablemente eso responde a un padrón histórico. Ante cualquier crisis, sobre todo ante las crisis político-económicas, siempre se buscan a los extranjeros primero y a los grupos raciales o religiosos minoritarios después, como la más rápida y simplista excusa para justificar todo tipo de frustraciones y fracasos. Sería muy largo dar ejemplos y creo que ni falta hacen.
4. Vemos en la música y en la moda –a través de las redes sociales- una marcada tendencia a prolongar (o recuperar) todo lo hecho en la década de los 80 ¿Es ciudadano este modelo o de donde nade?
JM: Hay una sacralización de los ´80, sobre todo en política. Todavía vivimos en esa época reaccionaria que exterminó el espíritu joven de los ´60, aunque no mucho de sus logros, como las reivindicaciones de las minorías y el pensamiento poscolonialista. Pero en el discurso popular (creo que a partir del siglo XX la “cultura popular” dejó de producirse en el pueblo para producirse en la industria del entretenimiento) todavía se diviniza los 80s. en muchos casos me parece que se tratan de reacciones nostálgicas que pudieran estar indicando cierto declive de ese predominio ideológico. Hace muchos años dijimos que esta década podría marcar cierto regreso de los ´60. En parte ya lo estamos viendo, pero con mucha timidez.
5. Te pregunto por un fenómeno creciente en el mundo, y en especial México: las llamadas Zombies Walks ¿Existe algún transfondo que miles de jóvenes se disfracen de muertos vivientes que anhelan un cerebro que degustar?
JM: En los fenómenos culturales nada, nada es casualidad. Primero, porque históricamente los grandes artistas se han adelantado siempre a los analistas, como lo demostraron los surrealistas mucho antes de la Segunda Guerra. Segundo, por una razón opuesta: porque, como ya te dije, la “cultura popular” ya no es “cultura del pueblo” sino “cultura para el pueblo”, programada y diseñada para ser consumida por el pueblo. ¿Alguien cree que el marketing podría planear una estrategia de consumo que no se retroalimente a sí misma? Creo que sería muy ingenuo aceptar máximas como: “producimos lo que el pueblo quiere consumir”. Demasiado naive. Ya ni siquiera se puede hablar de “pueblo” sino, meramente, de “gente”, como un grupo informe e indefinido de individuos que muchas veces ni siquiera son individuos completos sino autómatas en la cadena de producción consumo, es decir, “zombies” (alegres y orgullosos de su condición, pero zombies al fin). Los zombies son la expresión de la desacralización de la vida, el cuerpo humano considerado como materia de consumo. ¿Qué otra cosa es el consumismo y sus expresiones como el marketing más deshumanizado, las guerras posmodernas y el crimen organizado? Hace pocos meses se descubrió que escaneando el cerebro de una persona se puede predecir la tendencia de sus gustos en los próximos seis meses. Inmediatamente aparecieron artículos observando que esto facilitaba el estudio de marketing. Si esto parece tétrico yo creo que es aún peor: los gustos de un individuos no sólo pueden ser adivinados con el fin de explotar su capacidad consumista, sino que de hecho son creados por la misma maquinaria del marketing. Lo que los altamente tecnológicos escaners ven no es la naturaleza humana sino lo que han hecho con ella a lo largo del tiempo.
6. En EU ya se decidieron unas elecciones presidenciales a través de las redes sociales. ¿Crees que el fenómeno se puede extender, quizás en México?
JM: Las redes sociales tuvieron cierta influencia en las últimas elecciones de 2008, pero no creo que las hayan decidido. La diferencia entre Estados Unidos y México no está en las redes, las cuales son idénticas de un lado y del otro, sino en la cultura profunda de cada país y en la situación mercantil que se encuentre cada uno dentro del sistema capitalista. Estas redes todavía son más juguetes que instrumentos de democracia. Lo serán algún día cuando la población esté más madura. Es decir, que sea responsable y no vítima o actor de reparto, que sufra y se beneficie directamente de sus decisiones políticas y no viva la política momo un espectáculo diseñado para la pasión partidista, para los clásicamente estériles debates electoralistas, para decidir cada día y no para elegir representantes cada dos o cuatro años. Es sobre lo que escribíamos al final del siglo pasado: el paso de una democracia representativa, hoy anacrónica, a una democracia directa. El mundo de Internet debe ser uno de los principales instrumentos de esa democracia directa. Pero basta con ver cómo hoy en día lo que abunda son la copia y la repetición, la escasez de pensamiento crítico y la abundancia de la antigua queja o la autocomplacencia. La mayoría de las noticias que se reproducen en los blogs y en las redes sociales son copia de algún gran medio de comunicación, al estilo antiguo. La mayoría de las ideas que circulan han sido creadas por políticos o publicitarios, que es lo mismo. La mayoría de las ideas son munúsculos fragmentos, especies de haikus banalizados por sus naturalezas radicalmente efímeras e intrascendentes. Es una cultura de la distracción vestida, asombrosamente, de compromiso humano y social. No obstante, aunque creo que la crítica radical debe estar siempre (o cualquier tipo de democracia está muerta), también creo que podemos tener muchas esperanzas en este proceso civilizatorio: la madurez llegará y con ella la democracia directa, estación previa para un orden anárquico, quizás global, que sepa autoregularse para potenciar la libertad de los individuos y de los pueblos. En ese orden de cosas, por simple lógica, la violencia deberá ser mucho menor, pese a todos los discursos tradicionales que han demonizado todo proyecto que amenace la pérdida de poder y privilegio de las elites que les han robado a los demás una gran parte del poder social y mundial. Este cambio, si opta por el camino de la revolución, fracasará. Sería el ideal para las fuerzas de la reacción. Pero debe ser un cambio progresivo a través de la maduración histórica, y su principal vitamina será, como siempre, la crítica radical y la acción medrada.
«Edición de súper-lujo, que no sólo tiene a escritoras de primerísima línea como Francis Scott Fitzgerald, Chester Himes. O. Henry, Edgar Allan Poe, Ambrose Bierce y Henry James, sino que cuenta además con escritores actuales de primerísima línea como Lourdes Ortiz, María Zaragoza, Joaquín Leguina José Luis Alonso de Santos, Andrés Trapiello y los mejores escritores actuales de España e Hispanoamérica.
PRÓLOGO Al hacer una antología sobre Nueva York se puede caer en la fascinación o en la denuncia, en la descripción alucinada del ambiente turístico o en lo más sórdido de las calles desconocidas en las que duermen a la intemperie los homeless, en el drama-espectáculo de las Torres Gemelas o en el Nueva York de los dulces años en que parecía que el mundo sólo podía ir a mejor y que la ciudad era una fiesta continua. Por ello, en M.A.R. Editor hemos procurado mantener un equilibro entre todas las posturas y entre los autores clásicos, los clásicos vivos, y los autores que se abren camino y que aportan una visión fresca y distinta de una ciudad que fascina o que repele, principal destino turístico del planeta. Por ello se han buscado autores que nos han sido contemporáneos, como el gran Chester Himes, para mostrar el N.Y. más duro; clásicos de los años del gran desarrollo neoyorquino como O. Henry, Francis Scott Fitzgerald, Edgar Allan Poe, Ambrose Bierce o Henry James; destacados autores actuales que resultan muy familiares a los buenos lectores, como Lourdes Ortiz, María Zaragoza, Andrés Trapiello, José Luis Alonso de Santos y Joaquín Leguina, y autores de España e Hispanomérica cuya gran calidad no está en relación con la fama, y que nos presentan obras de verdadero interés, como José Luis Ordóñez, Juan Vivancos Antón, Jesús Yébenes, Nelson Verástegui, José Luis Gª Rodríguez, Andrés Fornells, Juan Serrano, José G. Cordonié, Carlos Augusto Casas, José M. Fernández Argüelles, Cristina Ruberte París, José Vázquez Romero, Elena Marqués, Juan Martini, Manuel Gómez Gemas, Fabricio de Potestad, Jorge Majfud, Joseba Iturrate, Vizconde de Saint-Luc, Álvaro Díaz Escobedo, Isaac Belmar, Tomás Pérez Sánchez, Mar Cueto, Francisco Legaz, Pedro Amorós y Anunciada Fernández de Córdova, que cierra este libro de relatos con un curioso poema a los taxis de Nueva York, uno de los iconos culturales del tiempo presente (para bien o para mal), como sabe cualquier amante del cine.
Cet article a été publié dans plusieurs quotidiens du continent le mois même de la Grande crise, en septembre 2008. Je crois qu’il est nécessaire de le relire maintenant plus encore.
L’État, un trésor divin
Par Jorge Majfud
L’État dans des temps normaux
Quand l’abus l’idéologie atteint le maximum de bénéfices pour les classes qui le promeuvent, on recourt au plan B qui consiste à suspendre temporairement l’orthodoxie sans suspendre l’idéologie dominante. Le plan A est le plan typique des feuilletons télévisés et des programmes de charité. Dans le premier cas il y a une femme riche, vieille et mauvaise et de l’autre une jeune femme pauvre et gentille. La solution morale consiste à punir la mauvaise riche et à récompenser les souffrances de la gentille pauvre. C’est-à-dire, comme dans la théologie traditionnelle et comme dans les harangues religieuses les plus modernes, les systèmes, les structures sociales et globales n’existent pas ou n’ont pas d’importance. Il y a seulement des bons et des mauvais individus.
Dans le cas des shows de la télévision, les bons sont ceux qui provoquent la maladie d’un système contradictoire, en reproduisant et en consolant la même contradiction, et les méchants sont les critiques qui ne font rien pour les pauvres sinon de critiquer leurs bienfaiteurs. C’est le cas de programmes comme le mexicain « Le Show des Rêves » que nous consommons aussi aux États-Unis, où différents couples dansent et chantent pour soigner la maladie terrible d’un parent. Si le duo chante faux ou n’émeut pas le jury avec ses pirouettes, le couple est éliminé et avec lui le malade. Ceux qui osent critiquer cette obscénité de notre culture, sont moralement écrasés avec toute la force des caméras et avec le même recours à la sensiblerie collective qui applaudit elle même ce qu’elle condamnait des temps passés : les pauvres moribonds allaient aux portes des églises pour que les riches sains finissent par consoler leur âme en jetant quelques pièces devant le regard agité du public qui savait reconnaître une œuvre de bien. Ceux qui observaient l’hypocrisie – c’est-à-dire la « peu nombreuse –critique » – du mécanisme social de la moralisation qui consolait les deux parties, nantis et malheureux, au moment où cela se reproduisait, étaient accusés de ne rien faire pour les pauvres, dans le meilleur des cas, ou étaient stigmatisés par un vocabulaire négatif comme « subversifs », « démoniaques », « improductifs », « critiqueurs », etc. Ce qui confirme la « quasi-perfection » d’une idéologie dominante quand elle se reproduit elle-même à travers la collaboration émouvante entre élus et condamnés.
Tandis que ce drame médiatique et réel moralise des millions de personnes, l’État applaudit l’initiative privée de ces bons roturiers qui luttent pour survivre et s’occupent à sauvegarder la sécurité de l’initiative privée des hommes nobles de la bourse et de leurs investissements salvateurs qui apportent la prospérité au pays. Tandis que l’un espère que son neveu gagne le concours de danse et ainsi la charité peut sauver la vie ou une fonction vitale, l’État investit une grande partie de ses ressources s’assurant qu’aucun n’interrompt la digestion de quelqu’un qui dîne dans un hôtel de cinq étoiles et organise le destin de milliers d’employés et par hasard pourrait aider un malade incurable à sauver sa vie. Dans certains cas ils arrivent à temps. Dans d’autres, ils sont des producteurs de programmes de télévision dont le noble objectif est d’aider les pauvres et les malades.
Quand l’inquiétude sociale dépasse les limites que la narration officielle peut contenir, on tente de maquiller le système en remplaçant certains individus qui sont en charge de tout le malheur de la nation, qu’ils soient gouvernants ou membres de l’opposition.
L’État face à une crise de ses ennemis
Dans la grande politique, il y a pas seulement deux partis pour alterner entre la faction des bons et les méchants, y compris, comme dans le cas étasunien, on peut accuser un individu – le président en échec – et sauver ainsi non seulement un système mais un parti politique qui est à quelques jours d’une élection nationale.
Comme exemple, ce fut jusqu’à présent le discours du candidat républicain John McCain, selon qui tout sera résolu quand lui, le rebelle solitaire (« The maverick ») et un petit groupe de dissidents conservateurs remplacera les hommes et les femmes qui sont aujourd’hui à la Maison Blanche, tous membres de son propre parti sont maintenant accusés d’incompétents et corrompus. Cette narration n’est pas si difficile à digérer par un public conservateur habitué à la pensée et à la harangue féroce des pasteurs et angoissants présentateurs de radios qui chaque jour nous rappellent que le monde est en danger à cause des mauvais garçons (« bad guys »).
De cette crise financière on se sortira avec le même ressort qui a sorti les États-Unis de la Grande Dépression des années 30 : en suspendant momentanément l’idéologie dominante et en permettant qu’un autre individu et qu’un autre parti fasse le sale travail, en le laissant exercer sa propre cohérence pour un temps déterminé. Ce qui en passant démontre que la démocratie représentative fonctionne. C’est comme dire que l’un ne croit pas en Dieu sauf dans les moments où notre vie est en danger ou qu’une souffrance nous menace.
Cependant, bien que nous revenions aux temps de l’orthodoxie anti étatique, nous trouverons encore une contradiction cynique corrigée chaque jour par la narration dominante. L’intervention de l’État dans les régimes du capitalisme dominant est plus significative que dans beaucoup d’états socialistes dont l’influence géopolitique est marginale. Pour le bien et le mal, c’est encore l’État qui monopolise la violence qui maintient hors de danger un système menacé d’une manière permanente non seulement par ses adversaires idéologiques ou par ses déplacés, mais par sa propre activité où le risque élevé de l’investissement est l’une de ses principales composantes. C’est l’État qui soutient, bouge et provoque les interventions policières et militaires pour garantir la continuité d’un système et d’une idéologie. C’est l’État, l’armée, qui garantit le contrôle de la géopolitique au bénéfice de groupes déterminés et au préjudice d’autres, bien qu’il le fasse toujours au nom de tous. C’est l’État qui garantit les différences et les pleins pouvoirs des élites de différentes de formes. D’abord, en commençant par l’appareil répresseur ou offensif. Deuxièmement, à travers l’appareil idéologique. Troisièmement, à travers la garantie de ses classes fermées, presque des castes, où est garantie la stabilité et la permanence de gérants déterminés qui sont fonctionnels au système, comme aux sociétés financières, etc. C’est l’État capitaliste qui prévient de tout mouvement vers l’anarchie d’une société ou de la société globale, en provoquant non seulement une société incapable d’être administré pour elle même dans une démocratie directe mais en stigmatisant la tendance historique de la Société Désobéissante par le mot « anarchie », associé au chaos, au désordre et à la violence de la rue.
Cela ne fait pas plus de deux siècles que les sociétés organisés par classes dans plusieurs pays de l’Europe appliquaient des lois différentes pour leurs différentes classes sociales. Quant un artisan ne pouvait pas payer ses dettes, il allait prison. Quand un noble aristocrate ne pouvait pas le faire, il rentrait chez lui. Pendant au moins deux ans ceux qui aux États-Unis ne pouvaient pas payer leurs maisons étaient punis par l’expulsion et la mise aux enchères. Quand les millionnaires de Wall Street se sont vus dans la panade, ils ont fait peur au monde entier avec les faillites – dans de nombreux cas cela a seulement signifié un changement de nom, un contrat d’achat d’un lobbysur un autre – et tout le poids de l’État a été mobilisé, non pour punir la mauvaise pratique mais pour leur octroyer une facilité de crédit de 700 milliards de dollars.
Depuis l’Angleterre du XVIIIe siècle a surgi et fut consolidée l’idée de que l’égalité et la liberté étaient incompatibles. Cependant cette conclusion paradigmatique a été silencieusement réfutée par une longue histoire qui commence au moins au XVe siècle. L’accroissement de la liberté à travers « la rébellion des masses » c’est-à-dire à travers la demande et la possession des bénéfices de la civilisation et de l’histoire – à l’éducation, à la culture et au pouvoir politique – n’a pas favorisé les différences sociales de pouvoir mais tout le contraire : elle les a progressivement atténuées. Depuis l’Ère Moderne (1775-1950) et en passant par l’âge des révolutions (1776-1918) les partisans de l’égalité se sont méfiés tant de la liberté des individus comme leurs adversaires, les partisans de la liberté, se sont méfiés de l’égalité. Ainsi surgit l’apogée du pouvoir de l’État moderne, représentatif, comme forme de résolution de conflit : l’égalité était menacée par la liberté démesurée de ses individus.
Cependant, nous pouvons reconnaître un paradoxe : l’État avec plus de fréquences que d’exceptions a favorisé les puissants d’une société parce qu’il a été dominé par ceux-ci. C’est-à-dire l’égalité a été protégée par les États autant qu’a été protégée l’inégalité, et peut-être la protection de l’égalité de la part de l’État fut une excuse pour justifier l’existence d’un État qu’il a systématiquement protégé, et surtout en dernier ressort, l’inégalité.
Jorge Majfud Lincoln University, Septembre 2008
Traduit de l’espagnol pour El Correopar : Estelle et Carlos Debiasi
1ère publication : El Correo. Paris, le 6 Octobre 2008.
2e publication : El Correo. Paris, le 23 mai 2012.
Teacher, writer and novelist Jorge Majfud. (Photo/ Jacksonville University)
Jorge Majfud is a writer, novelist and professor of Spanish and Latin American literature at the University of Jacksonville in Florida whose books — including his fourth, Crisis, to be on the market in the U.S. in June — share a common thread: They are born from his experiences as a Latino and as an immigrant.
Uruguayan by birth, Majfud’s childhood in the 70’s was imprinted by the stream of political affairs in the Southern Hemisphere: political persecution, corruption, years of suffering and torture – real, psychological and moral — and social solidarity. “Those were years of listening at the official speeches and holding back the unofficial truth, of watching universal injustices and being unable to stop them,” Majfud told Voxxi.
“Until someone pushed you to take sides, and when you refused to do it, then you became a ‘critic’ of the events, a suspicious one but ultimately a critic.”
Beginnings
A writer who confesses learning to read newspapers before nursery rhymes in kindergarten, Majfud, 42, describes himself as an avid devourer of the “classics” during those formidable childhood years. Perhaps as a form of escape from reality. “It was a time of fantastic discoveries, perceiving literature as something useless but fascinating,” he said.
Taking after his mother, Majfud explored the world of painting and sculpture, and ended up at the School of Architecture in the University of the Republic of Uruguay. However, he could not resist writing essays and fiction during those years, which “not only channeled my psychological conflicts but also gave me a new philosophical perspective about reality and fiction, of what was important and not.”
During seven years working as an architect, Majfud came to realize that reality was built more from words than from bricks. Soon after, his first novel, Memorias de un desaparecido (Memories of a Missing Person), was published in 1996.
Highlight
Fast forward to 2012 and Majfud is about to give birth to his fourth novel, Crisis, which will be printed in Spain and available to the U.S. market next month. “On its surface, Crisis is the drama ofLatin-American immigrants, especially those undocumented ones, in the United States,” Majfud told Voxxi. “At a deeper level, it is the universal drama of those individuals fleeing from a geographical space, apparently looking for a better life but in reality, fleeing themselves; fleeing a reality perceived as unfair but rarely solved through the actual physical relocation.”
Missing, moving, fleeing individuals seem to be recurrent characters in Majfud’s writings, which document their paths towards permanent discovery of their own identity in different realities and situations. These characters stumble upon communication barriers and live through moral, economic and cultural violence as inevitable components of their double drama: as social and as existential beings.
Faithful to his architectural past, Majfud chose a “mosaic” format for his new novel.
“They are fractals in the sense that they may be nearly the same at different scales,” he said. “Each story can be read by itself but when read through, they form an image, such as the pieces of a mosaic, a reality that is less visible to the individual but it can be seen from afar as a collective experience.”
Many of its characters are different but they share the same names – Guadalupe, Ernesto, and so on – because they are collective roles. “Sometimes we believe our life is unique and particular without perceiving we are merely replicating our ancestors’ past experiences or the same dramas of our contemporaries living in different spaces but in similar conditions,” Majfud said. “We are individuals in our particularities but we are collectives in our human condition.”
Each story is set in a different U.S. location with Latin American images appearing in inevitable flash-backs. “Each time a character goes to eat at a Chili’s – a Tex-Mex chain restaurant – trying to navigate a reality between a Hispanic and an Anglo-Saxon context, it is hard to say if they are in California, Pennsylvania or Florida,” Majfud said.
Likewise, he chose Spanish names for all the cities where the stories take place. “It is a way to vindicate a culture that has been under attack for a long time. Just looking at the United States map, you can find a large amount of geographical spaces named with Spanish words, names like‘Escondido’, ‘El Cajón’, ‘Boca Ratón’ o ‘Colorado,’ especially in certain states where they are predominant.”
Novel «La ciudad de la luna» by Jorge Majfud. (The city of the moon)
“However,” he said, “they are invisible to the English speaker, who in his/her ignorance considers them as part of the daily vocabulary. The history ofHispanic culture becomes then subdued, disappears under this blanket of collective amnesia, in the name of a non-existent tradition. Spanish language and culture were in this country one century before the first English settlers arrived, and have never left. Consequently, we cannot qualify Spanish language and culture as being ‘foreign.’ This label is a violent strategy for an indiscernible but dreadful culturicide.”
Although Majfud believes all individuals share a common base – not only biological and psychological but also moral in its most primitive levels – they also differ in certain characteristics, which in our times are considered positive, with certain exceptions, such as cultural diversity.
“Such differences produce fears and conflicts, actions and reactions, discrimination and mutual rejection,” he said. “It is natural that these cultural currents, the Anglo-Saxon and the Hispanic cultures, would reproduce the universal dynamics of dialogue and conflict, and integration and rejection from one another, elements that are also present in Crisis.”
Achievements
Finally, Majfud talked about his achievements. “A writer’s life, like any other person’s, looks like his résumé: the most impressive record of achievements hides a number of failures, sometimes larger than the successes.”
Majfud believes his best achievement is his family; one with failures, because he is human, but his main achievement so far.
“I doubt my actions, sometimes obsessively; however, I never have doubts about the angel I have brought to this life, my son. I hope he will be a good man, not without conflicts or contradictions but an honest one, serene and the happiest he can be,” Majfud said.
“This desire does not have a rational explanation, it just is. As the most important things in life, which are few, it does not depend on reason.”
Shown here is Ernesto Camacho’s painting, “Christie’s World“ from his Series, “Diaries of a City”. “Christie’s World” Christie’s World is a depiction of a single mother in a big city. Although surrounded by the hard, fast paced society of New York, she never looses the quality of being a gracious woman. Even though life in the Big Apple can become disheartening at times, Christy remains alive. (Photo/ Courtesy Majfud with artist permission)
Carlos Parodiz: Me gustaría comenzar con tus orígenes, sobre todo por tus primeros recuerdos. ¿Recuerdas algún momento en particular de esa época?
JM: Muchos. Uno de los peores, quizás, cuando estaba en el patio de una casa de campo, en 1973, jugando cerca de una vieja carreta. Sentimos un ruido muy fuerte y fuimos a ver qué pasaba. Encontramos a una tía tendida sobre la cama, con un agujero en el pecho. Se había suicidado luego que los militares le dijeran que iban a castrar a su esposo, detenido y torturado en un arrollo de la zona. Creo que una persona es siempre la primera y la última responsable de ese tipo horrible de decisiones, pero no cabe dudas que el contexto era todo lo deleznable como para llevar a cualquier persona al infierno.
CP: ¿Esa experiencia concreta está en tu literatura aparte de algún artículo que anda por ahí?
JM: No de forma literal. El ambiente, casi surrealista, aunque no nocturno sino más bien insolado, está en las alucinaciones que sufre el protagonista de Memorias de un desaparecido (1996) que finalmente huye hacia el norte, por los campos fronterizos y desolados entre Brasil y Uruguay.
CP: ¿Cual fue tu primer contacto con la literatura?
JM: Probablemente fueron las historias fantásticas que suelen contar las personas de campo. Yo nací y crecí en la ciudad, en una ciudad chica, pero mi padre tenía un campo con algunos ranchos viejos y para mí ir allá los fines de semana era una excursión a un mundo fantástico, lleno de misterios. Algo así como las excursiones que luego de joven hacia a la selva mozambicana. Por entonces, todos eran caminos de tierra y la vieja Dodge Power Wagon del 50, creo, aunque era un pequeño monstruo para la época, con frecuencia se empantanaba en los accidentes del terreno. Pero como literatura escrita en sí mismo, recuerdo la lecturas de libros y, sobre todo, del diario que siempre recibía mi padre. Aprendí a leer al revés, antes de ir a la escuela, hasta que el médico recomendó que me sacaran los diarios para controlar mi hiperactividad. Luego, en secreto, disfruté algunos libros de la pequeña biblioteca de mis padres. Mi madre tenía algunos libros de arte que atesoraba con mucho cariño y mi padre, que más bien era un lector de diarios, solía cambiar algunos trabajos de carpintería por libros que casi nunca leía. Según recuerdo, decía que los libros no hacían mal, y si estaban ahí alguien iba a darles un buen uso.
CP: ¿empezaste a escribir por esa época?
JM: Casi. En mi dormitorio siempre había una máquina de escribir que mi padre usaba de vez en cuando. Siempre estaba cerrada con una caja, hasta que en algún momento nos dio autorización de usarla y ya no paré de “tipear”. En aquella vieja Olivetti escribía pequeñas obras de teatro, muy llenas de humor, para mis abuelos que vivían en una granja de Colonia y al que visitábamos todos los veranos, dos o tres meses. Luego pequeños cuentos que invariablemente tiraba a la basura porque me daban mucha vergüenza. No por su contenido sino por el solo acto de escribir ficción, lo cual consideraba una especie de magia que sólo podían atreverse gente muy especial como Jorge Luis Borges, al cual admiraba desde chico por las revistas argentinas que nos llegaban de segunda mano a la granja de Colonia, siempre con expresiones llenas de sarcasmo, ese humor tan típico del rio de la Plata. Pensaba que intentar imitarlo era por lo menos ridículo y, por lo tanto, sólo escribía cuando sabía que en la casa no había nadie. Por entonces aquellas máquinas hacían ruido. Cada letra era un martillazo.
CP: Pero te decidiste por la arquitectura.
JM: Sí, de algo había que vivir. Arquitectura parecía una profesión muy seria. Además en mi adolescencia me atraía por igual la escultura, la pintura como las matemáticas y la teoría de la Relatividad. Pero podría decir que la arquitectura fue para mí un accidente y una invaluable experiencia de vida. Trabajé un tiempo en Uruguay y en el exterior haciendo cálculos y proyectos muy menores, dirigiendo algunas obras sin trascendencia mientras dedicaba casi todo el tiempo a leer, escribir y sobrevivir.
CP: ¿Cómo llegas a Estados Unidos?
JM: Siempre pensé que me iba a radicar en alguna región próxima al rio de la Plata. En el año 1999 una universidad de Nueva Zelanda me otorgó una beca para haer una maestría en arquitectura, pero decidí finalmente renunciar para invertir todo el dinero que tenía en la cuota inicial de un minúsculo apartamento en Montevideo para dedicarme de lleno a diferentes proyectos de construcción de viviendas en sociedad con otros colegas. Pero poco después llegó la gran crisis en Argentina y Uruguay y todo fue de mal en peor. Daba clases en distintas instituciones públicas y con frecuencia no cobraba. Una vez estuve siete meses sin cobrar y cuando pasaba por la capital a preguntar por mi sueldo me decían de muy mala manera que era un pesado, que no entendía que el Estado no tenía los fondos suficientes. Me comí otras humillaciones, que me las reservo. No vale la pena volver sobre eso. Lo cierto es que decidí finalmente aceptar la invitación de un profesor de la Universidad de Georgia para hacer una maestría en literatura allí. Él era un experto en ensayo latinoamericano, había leído mis libros, por lo cual manteníamos contacto y discusiones desde años antes. Sólo tuve que dar los exámenes internacionales de ingreso, en Buenos Aires. Recuerdo que para ahorrar en el pasaje tomé una lancha en Nueva Palmira, creo, y quedamos atracados en varios bancos de arena, porque el rio estaba bajo. Luego, con lo que había ahorrado en Europa, pagué las cuentas que me quedaban en Uruguay y me fui a estudiar otra vez, que era como empezar de nuevo, con la ventaja de que era lo que realmente me interesaba y a mi esposa no le desagradaba la aventura. La primera semana que llegamos, como lo había previsto, nos quedaban apenas cincuenta dólares para resistir hasta mi primer sueldo, que prácticamente me pagaron por adelantado. Al final seguí hasta completar un doctorado y por el momento seguimos por aquí.
CP: ¿Qué grado de libertad tienes en tu trabajo como escritor?
JM: Tal vez más de la que tenía cuando alguna vez en mi propio país, en medio de la necesidad económica, me propusieron un interesante puesto en la administración pública previo a una invitación a una reunión de políticos importantes y, como no fui, luego me retiraron la oferta. Por otro lado, siempre he sido muy crítico de muchos aspectos de la cultura y, sobre todo, de las políticas internacionales de Estados Unidos, con frecuencia brutales. Pero es un error simplificar un país con una etiqueta, como comúnmente se hace desde afuera. Es como decir que los chilenos son Pinochet, los argentinos o Menem o Kirchner, y los uruguayos tupamaros, colaboracionistas del pasado régimen militar, o simplemente acomodados, etc. Estas serían simplificaciones inaceptables o meros insultos. Es más atractivo pensar que todo funciona por orden y agrado del Poder, con mayúscula, pero esto es una percepción simplista y metafísica. En lo personal he escrito innumerables ensayos sobre cómo el poder se filtra en el lenguaje, en las actitudes individuales, históricas, en la cultura popular. Me han dicho que exagero, pero creo que es necesario ser radical cada vez que se hace una crítica o un análisis. Es decir, radical de “ir a la raíz”. Pero por otra parte no podemos simplificar como los políticos que adoran plantear falsas dicotomías: “estás con nosotros o estás contra nosotros”. Luego, súmale los eternos chauvinismos, de acá y de allá. No pocos se jactan de tener las mentes muy abiertas, y se los exigen a los demás, pero el órgano pensante se les cierra como una reacción epidérmica apenas la crítica atraviesa las fronteras nacionales. Eso es universal y trágico. El poder está en todas partes pero no lo puede todo y podemos ver ejemplo de sobra por doquier. No puedo negar que las universidades norteamericanas (creo que las europeas también) son de los pocos lugares donde se puede hacer investigación. Por muchos motivos: porque hay recursos y hay tiempo (¿cuánta investigación puede hacer un profesor que está corriendo de una clase a otra, enseñado treinta horas como a veces ocurre en América Latina? Estoy confiado que esta realidad tenderá a cambiar). Tampoco hay, o no abundan en la academia americana, esos fantasmas de ciertas condicionantes políticas como con cierta frecuencia se ve desde afuera o en algunas películas de Hollywood, que también necesitan emocionar y vender. Como profesor integro el gobierno de mi actual universidad y sé por experiencia propia que si un país poderoso como Estados Unidos es el escenario de choque de diferentes grupos de intereses heterogéneos, las universidades tienen un grado de libertad e independencia que no se encuentra en la mayoría de otros ámbitos laborales.
CP: ¿Has tenido mentores que influyeran en tu literatura?
JM: Muchos. Ernesto Sábato, Jean Paul Sartre, José Saramago y un largo etcétera.
CP: Cuales creés son los intereses que no deben perderse de vista (como se lee en algún comentario tuyo) y cuán oscuro seguís viendo el tiempo inmediato?
JM: Los primeros intereses que no se deben perder de vistas son los del bien común de un grupo, de una sociedad y, en su máximo ideal, los intereses comunes de la Humanidad. Esta es, además de previsible, una respuesta políticamente correcta. No se desmerece por esto sino, a veces, por otra razón. El problema de una respuesta tan arraigada en la cultura popular es que se subestima otro valor importante, más existencialista: una libertad que para el individuo no sea una libertad concreta es una libertad ficticia. Cuando en nombre de un mecanismo o de un sistema, sea comunista o capitalista, sistemáticamente se frustran los intereses individuales en beneficio de los intereses de un grupo, ese grupo o ese sistema pierde toda su razón humana de ser. Uno se sacrifica por alguien más, sobre todo por la familia, por los hijos. Pero si la lógica es que uno debe renunciar a sus derechos individuales y al goce de un minino de libertad y ello se traducirá en lo mismo en los hijos y los nietos, entonces todas las obligaciones y los intereses del grupo se convierten en un gran absurdo. En un picadero de carne. En esto no soy ni optimista ni pesimista. La humanidad tiene nuevas herramientas de liberación, herramientas que las pueden conducir a una anarquía saludable, pero por el momento se encuentra distraída con sus nuevos juguetes.
CP: ¿Tiene chances de vivir mejor una sociedad virtual?
JM: Las chances que tiene una sociedad virtual de vivir mejor son virtuales. El mundo virtual, el mundo de las comunicaciones interactivas, como lo dijimos hasta el cansancio en el siglo pasado, son la necesaria herramienta para moverse de una democracia representativa a una democracia directa. No solo por las posibilidades de opinar y de votar innumerables veces, sino porque los medios de producción se deberían descentralizar, en el proceso inverso que produjo las viejas ciudades industrializadas, llenas de instituciones semi-fascistas, centralizadas. Internet debería ser la metáfora, aparte de de uno de sus instrumentos, pero, repito, por ahora es más un juguete que una herramienta. La Sociedad Desobediente madurará algún día, No sé cuando, exactamente. En 2002 y 2003 advertimos sobre la debacle económica de Estados Unidos como consecuencia de la guerra en Irak y la gran crisis económica y social que seguiría. Concretamente mencioné un movimiento global sin líderes, como lo son hoy los indignados y los occupy. Pero tampoco creo hoy que este sea exactamente el momento de madurez de ninguno de ellos. Habrá una restauración y otra vez un movimiento hacia la democracia directa. Pero ya no sabría decir cuando podría ocurrir.
CP: ¿Qué juicio te merece tu obra en tiempos donde la información parece marchar en sentido contrario a la posibilidad de leer?
JM: Mi obra (si se pudiera llamar así) no me merece ningún juicio. He hecho lo que quería hacer. Tal vez me quedé con las ganas de escribir más, no importa. Mientras pueda seguir escribiendo lo haré. Si no pudiese hacerlo, tal vez dormiría más y comería mejor. En cuanto a la segunda parte de tu pregunta, no creo que hoy la gente tenga menos tiempo para leer. Seguramente tiene más tiempo que un obrero de la era industrial. También tiene más acceso a la literatura que antes. El problema que le veo es el mismo problema del pensamiento publicitario: es una lectura hiperfragmentada, un permanente coitus interruptus. Las nuevas generaciones son incapaces de leer un libro entero. No digo con eso que no haya descubierto algunas otras formas ventajosas, pero entiendo que simultáneamente a lo que se puede defender como un simple “cambio generacional” se está perdiendo un ejercicio intelectual nada despreciable, como lo era poder resistir una maratón de decientas paginas y ser capaces de entender lo que se ha leído. Ahora, cuanto más se sabe menos se comprende. Algunos estudiantes que han acudido a mi oficina en busca de ayuda se defienden con la excusa que pertenecen a una generación “múltiple tarea”, que pueden hablar, textear, escuchar música y reflexionar, conducir y hacer el amor todo al mismo tiempo. Esto sería fantástico si al menos pudieran hacer una de esas cosas mínimamente bien.
CP: ahora parce que no es necesario estudiar porque todo está en Google.
JM: claro, Google y Wikipedia son instrumentos fantásticos. Pero observemos que cualquiera tiene todos esos millones de artículos y datos al alcance de la mano y sólo unos pocos que tienen algunos de esos datos en su cabeza son capaces de inventar teorías nuevas, de crear e innovar en las practicas del mundo de hoy, lo que me hace pensar que la memoria humana no es sólo un banco de datos como una simple computadora. El resto se dedica a cumplir su antiguo rol de consumidores de novedades y baratijas modernas. Es decir, las cosas no han cambiado tanto.
CP: ¿Cómo se ve el horizonte literario desde tu lugar y porqué?
JM: Desde aquí quizás lo más novedoso es el crecimiento de una identidad literaria hispana dentro de Estados Unidos, como consecuencia no sólo del crecimiento de la población de hispanos que suma más de cincuenta millones, sino por el mayor acceso a la educación que cada vez mas tienen los descendientes de los primeros inmigrantes. Como a lo largo de toda la historia, los ricos no emigran, y estos inmigrantes eran, en su mayoría, pobres y en casos casi analfabetos. Ese fenómeno histórico y cultural necesariamente tenía que tener una traducción en un movimiento cultural progresivamente más fuerte. La cultura hispana y el idioma español han estado en este país desde mucho antes que el inglés y la cultura anglosajona. Eso no es nuevo. Lo nuevo quizás sea la conjunción de todos los factores anteriores en un movimiento histórico que hará propicio una mayor y mejor producción literaria propia de lo que imprecisamente se llama “hispano”.
CP: ¿Lees mucha literatura uruguaya?
JM: Debo reconocer que tengo esa materia pendiente. Mis lecturas uruguayas se han quedado un poco en los ochenta. De etapas más recientes sigo leyendo la producción más reciente de Eduardo Galeano y otros pocos autores como Tomás de Mattos o Gustavo Esmoris. Se que hay muchos otros autores reconocidos como Claudia Amengual, Andrea Blanqué y Mercedes Vigil, pero todavía no alcanzo a leerlos. No es posible abarcarlo todo. De ahí la importancia del trabajo de los buenos críticos.
CP: ¿Cuales son, hoy, tus dos orillas?
JM: Una es mi memoria, mi identidad, que ha quedado anclada en el Rio de la Plata, llena de buenos recuerdos y de tristes desencuentros. La otra es el futuro de mi esposa y de mi hijo, que han reemplazado casi totalmente mis preocupaciones por mi propio futuro.
À propos des accusations de paroles racistes contre le footballeur uruguayen Luis Suárez en Angleterre, ex-député anglais, a affirmé que « l’Uruguay est la nation la plus raciste du monde entier ».
Bien entendu que je ne vais pas dire qu’en Uruguay il n’y a pas de racisme. J’espère m’être soigné depuis longtemps du chauvinisme et des patriotismes de cocardes et d’hypocrites révérences. En fait je ne peux pas signaler un seul pays dans le monde où il n’y a pas de racisme. Aux États-Unis nous connaissons déjà l’historique qu’il a ; dans les meilleurs cas de lutte contre le racisme mais très peu sont capables de nier les barbaries historiques contre la population noire qu’ils appellent de façon incorrecte et euphémiquement « afro-américains ». Le mot « noir » en espagnol (negro) est très proche de « nègre » ou directement « negro » en anglais et c’est l’une des offenses les plus infamantes, sans ambiguïtés d’intention, comme en espagnol ou en portugais, par sa charge historique et par sa particularité sémantique. En espagnol, c’est certainement ambiguë, selon l’intentionnalité de celui qui parle, et cela va de l’expression d’affection et d’amitié à l’insulte la plus primitive.
En Uruguay mon grand-père parfois m’appelait « negro », avec affection, parce que ma peau était plus foncé que celle du reste de mes cousins. Cependant, en Afrique du Sud, ils m’ont presque assassiné à coups de couteau dans une rue de Johannesburg ; pour être blanc, comme un chauffeur noir de taxi me l’a expliqué peu après.
Dans mon cher Mozambique, le premier mois je ne pouvais pas distinguer les macuas et les macondes [branche différente des macuas] et eux s’entretuaient pour leurs différences. Attitude tribale et raciste dont ont bien profité des Anglais, portugais, Hollandais, hindous et d’autres blancs africains, jusqu’à il n’y a pas longtemps, comme je l’ai constaté. Sans parler des hutus qui, dans le Rwanda des années 90, ont massacré presque un million de tutsis pour des raisons ethniques et raciales, ce qui ici revient au même.
Mais dans les mille dernières années le prix (toute personne de culture moyenne sait cela) l’a emporté le racisme blanc avec son siège et origine dans les grands empires européens. Quand ce ne fut pas lors des massacres commis par les croisés au début du millénaire, dans le meilleur style Atila, ce fut l’honorable Reconquista d’abord et la Conquête espagnole du Nouveau Monde après, une entreprise, entre d’autres choses, profondément raciste et ethnocide, si entreprise il y a eu ; l’incommensurable holocauste juif aux mains des nazis et les purifications ethniques successives, comme celle des Balkans. Sans oublier ces actes quotidiens du racisme dont souffrent aujourd’hui, avec cruauté ou une subtile discrimination, des minorités ou de faibles majorités, du monde développé jusqu’au Moyen-Orient, de quelques latinos pauvres aux États-Unis jusqu’aux palestiniens sans droits civils et parfois sans droits de l’homme sur leur propre terre.
Monsieur George Galloway mentionne l’annihilation des charrúas au XIXe siècle, par la main des Créoles blancs. C’est strictement vrai. Nous avons souvent critiqué sans délicatesse le chauvinisme qui dissimule toute sorte de racisme ; dans notre pays ; nous avons signalé à plusieurs reprises ce génocide comme tous les génocides indigènes dans le reste de l’Amérique et rarement mentionné dans les médias. Les indigènes qui avaient survécu à la colonisation européenne gênaient les propriétés et les appropriations des propriétaires fonciers et ils ont été exterminés ou on les a dépouillés de leurs terres sous l’excuse que c’était une race incapable de civilisation, comme le président et enseignant l’argentin Domingo Faustino Sarmiento l’a défini dans ses multiples livres. Sans parler du racisme contre des populations indigènes souvent fois supérieures, comme au Paraguay, en Bolivie, au Pérou, en Équateur ou en Amérique Centrale ; que dire du racisme contre les populations afro descendantes aux Caraïbes et surtout au Brésil.
Certes, le racisme a pris place dans notre Amérique Latine. Mais qu’un Anglais vienne à déclarer que « l’Uruguay est la nation la plus raciste au monde » (et il l’a lancé dans en anglais très britannique, pour que le monde entier le comprenne, en prenant soin de mettre au clair qu’ « il connaissait l’Uruguay » parce que « il y avait été »), ce serait une plaisanterie de mauvais goût si ce n’était pas une hypocrisie si pathétique.
Non parce qu’un anglais n’importe lequel ne puisse pas signaler le racisme dans un autre pays. Je m’explique.
Le même ex-député et showman George Galloway sait parfaitement le très long historique du racisme le plus féroce qu’a connu le monde durant les derniers siècles, œuvre du civilisé et flegmatique empire britannique qui s’est seulement opposé au trafic d’esclaves en Amérique et a commencé à parler de morale quand le commerce millionnaire négrier a cessé d’être rentable. Un empire qui a rasé des villages entiers, de la Chine à l’Amérique, en passant par l’Inde, l’Afrique ou par toute autre région maritime où habitaient quelques animaux humanoïdes de teint obscure. Il les a envahis, il les a soumis et il les a systématiquement humiliés.
C’est pour cela que la mise au point est critique et nécessaire. Ce n’est pas qu’en Uruguay il n’y a pas de racisme comme l’affirment quelques chauvins qui vivent en regardant ailleurs. Le problème réside en deux mots comme « le plus » et avec la circonstance aggravante spéciale que celui qui le dit fut un député d’une puissance politico-militaire raciste par tradition et récidiviste par intérêt.
Mister George Galloway, comme député anglais, s’est opposé à la Guerre en Irak et il a eu l’élégance de signer plusieurs déclarations en défense de l’humanité. Précisément, pour les deux conditions, celle d’anglais et de celle d’humaniste (ou quelque chose qui ressemble), il devrait être vacciné contre l’hypocrisie. Mais par des détails comme ceux-ci, il démontre qu’au fond c’est un autre premiermondiste colonialiste. Ce qui devrait également être le motif d’une plainte devant des tribunaux internationaux. Avec la circonstance aggravante que si le footballeur Suárez est un garçon qui a pu avoir dit une stupidité dans la fièvre d’un match de football, Monsieur George Galloway est un vieil homme politique, avec une aura d’intellectuel, avec tout le temps du monde pour réfléchir à ses propres stupidités et aux stupidités criminelles des gouvernements successifs qui se sont succédés dans son pays et qui ont déjà quelques siècles d’ insistance impunie.
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