Alto al fuego en Gaza. Continuidad de la impunidad.

Tres ministros genocidas de Israel renuncian al cargo para protestar contra el alto al fuego. Según Ben-Gvir, «el acuerdo constituye una victoria total del terrorismo». No aclaró si se estaba refiriendo a su propio terrorismo masivo, a escala industrial.

El problema con el «Alto al fuego» en Gaza es que, después del más brutal genocidio del siglo y más allá, el acuerdo significa que todo vuelve a foja cero: el mismo apartheid, la misma colonización, el mismo racismo, el mismo mesianismo, la misma impunidad…

Lo que no vuelve atrás es la nueva conciencia mundial, la creciente pérdida de poder de la intimidación.

jorge majfud, enero 2025

Cubana 455, a 48 años

A once minutos de despegar, explotó la primera bomba debajo del asiento de una niña de nueve años.

We have an explosion aboard… ―informó el capitán―. We have fire on board!

Pérez Pérez logró controlar la nave que comenzaba a perder presión. Con un solo motor, la dirigió de vuelta al aeropuerto de Barbados, mientras la cabina se llenaba de humo. Los pasajeros, en pánico, no lo supieron, pero el capitán estuvo a minutos de resolver el problema.

Una segunda bomba explotó en un baño arrancándole la cola al avión. La nave apuntó hacia el cielo y ascendió de forma vertical. La torre de control le gritó al piloto que eso era una mala idea, sin saber que el piloto ya había perdido el control. Algunos pasajeros cayeron al mar. Luego la nave se precipitó como una flecha.

En Cuba, el padre de una de las atletas, apenas supo de la noticia se fue a la montaña y allí pasó toda la noche. Otro permaneció en el aeropuerto de La Habana por una semana, convencido de que en cualquier momento iba a aparecer su hijo. La novia de uno de los campeones subió a su cuarto y no volvió a bajar por diez años. En Guyana, el padre de uno de los jóvenes que iban a estudiar medicina en Cuba, se recluyó en su biblioteca y no salió por una semana.

Minutos después de las explosiones, Freddy Lugo llamó a Orlando Bosch para reportar sobe el éxito de la operación:

―Se cayó la buseta con todos los perros adentro ―dijo.

La policía de Trinidad arrestó a Herman Ricardo y Freddy Lugo.

―Hablaban de algo importante y se reían con ganas ―recordó el taxista que pudo ver sus rostros en el espejo retrovisor.

Ricardo, empleado de la agencia de seguridad de Posada en Venezuela, admitió que él y Lugo habían colocado las dos bombas en el avión. También reconoció que Luis Posada y Orlando Bosch habían planeado el atentado.

El 15 de octubre, un millón de personas llenaron la Plaza de la Revolución en La Habana. En su discurso, Fidel Castro recordó que, desde 1959, 51 vuelos de Cubana habían sido saboteados o secuestrados.

―No podemos decir que el dolor se comparte ―dijo―. El dolor se multiplica.

―El terrorista es él ―dijo Posada Carriles, mirando las imágenes que llegaban de La Habana.

Orlando García, jefe de seguridad del presidente Andrés Pérez, y Ricardo Morales (ambos exiliados cubanos), habían asistido al coctel de bienvenida de Bosch a Caracas. Según recogió un documento de la CIA, tanto García como Morles mencionaron que, en la cena de recaudación, Orlando Bosch se había atribuido el atentado de Washington contra Letelier, algo de lo cual no se cansaría de negar en público.

―Fue un acto heroico ―declaró Bosch ante un tribunal de Caracas, sobre el derribo del avión.

―Los combatientes cubanos hicieron un acto revolucionario ―declaró Ricardo Lozano frente a las cámaras de televisión.

―Fue una acción heroica ―insistió Bosch, sacudiendo su índice derecho con ansiedad, rodeado de periodistas―. Como usted sabe, la guerra es una competencia de crueldades.

Bosch se negará cada vez que sea interrogado sobre el incidente, “porque eso es ilegal en Estados Unidos” y lo justificará siempre, por tratarse de “una acción contra combatientes, porque todos son combatientes”.

―Guillermo e Ignacio Novo lo hicieron― dirá en la entrevista con el periodista Blake Fleetwood en la cárcel de Caracas― Todo fue planeado por la DINA de Chile.

Fleetwood llamó desde Caracas al fiscal Eugene Propper, a cargo de la investigación del FBI. Propper no era muy optimista. Rara vez un atentado con bomba se resolvía. Luego de unas horas, llamó al periodista de nuevo:

―La CIA ya le había informado de todo a la policía secreta de Venezuela… Creo que están detrás de ti. Estás en peligro.

―Entonces, ¿qué hago? ―preguntó Fleetwood, con seis horas de grabaciones con Bosch y Posada Carriles en la mano―. ¿Debo ir a la embajada de Estados Unidos…?

―No, al contrario ―dijo el agente del FBI―. Tendrás que resolverte solo y ver una forma de salir de ahí.

A la policía venezolana no le costó mucho localizar a Bosch y Posada Carriles. Lo difícil era arrestarlos, pero desde la entrega de su camarada Bosch en febrero, Posada Carriles no había recuperado su puesto en la CIA. Lo había intentado una vez más el mes anterior, informando a la misma agencia de un inminente atentado contra un vuelo de Cubana por parte de un grupo de exiliados cubanos, pero tampoco lo había logrado. La CIA no actuó con la celeridad necesaria, sino con calculada torpeza, como suele hacer.

Sin la invaluable protección de la CIA, Bosch y Posada Carriles recurrieron a la red de servicios secretos de Chile y Venezuela, pero esta complicidad tenía grietas. El jueves 14, la policía venezolana los arrestó a los dos.

El viernes, interrogaron a Posada Carriles:

―Yo no tuve nada que ver, chico ―dijo.

―¿Usted condena el atentado?

―Yo no condeno nada.

―¿Aunque mueran inocentes?

―A veces pagan inocentes por estar en el lugar equivocado.

Orlando Bosch repitió casi las mismas palabras.

―Soy inocente, pero no condeno nada que conduzca a la caída del régimen de Cuba. Los terroristas son ellos.

―Usted no se considera un terrorista…

―De ninguna manera, chico. Soy un combatiente.

―Los combatientes se enfrentan a otros combatientes…

―En una guerra total, no hay civiles.

―¿Considera a los pasajeros del vuelo 455 combatientes?

―Todos son combatientes.

Cuando el presidente Andrés Pérez se enteró de la temeraria entrevista de Fleetwood en la cárcel de Caracas, ordenó su detención, pero la DISIP no alcanzó a impedir que tomase el próximo vuelo a Estados Unidos. Lo estaba esperando el fiscal Propper, quien le pidió una copia de sus grabaciones. El presidente Pérez acusó a Fleetwood de ser un agente de la CIA.

En Miami, la iglesia católica organizó vigilias y oraciones por la liberación de Orlando Bosch. Bosch admitió ante los investigadores venezolanos que él había participado en el atentado contra el avión cubano, pero el gobierno trasladó su juicio a un tribunal militar y fue declarado inocente, excepto de falsificar pasaportes.

El vuelo de Cubana 455 fue el primero de la historia de la aviación civil derribado por un atentado terrorista y el que más vidas costó en el hemisferio, hasta el 2001.

En Miami, el propietario del semanario Réplica, el cubano Max Lesnik, fue uno de los pocos que se atrevió a denunciar el acto terrorista contra el vuelo Cubana 455.

―Posada Carriles y Bosch lo planearon todo ―dijo Lesnik―. Denuncié este acto terrorista mientras la extrema derecha de Miami lo aplaudía.

El semanario Réplica sufrió siete atentados con bomba hasta que fue obligado a cerrar definitivamente en 2005. Nadie fue detenido por estos actos a pesar de que un agente del FBI reportó que, sin que Lesnik lo supiera, lo había rescatado muchas veces de ser asesinado.

Todo en nombre de la libertad de prensa que no existe en Cuba.

 Del libro 1976. La capital del terrorismo (2024)

Cubana 455, 48 years of the major terrorist attack in the hemisphere

Eleven minutes into takeoff, the first bomb exploded under the seat of a nine-year-old girl.

“We have an explosion aboard…” the captain reported. “We have fire on board!”

Pérez Pérez managed to control the plane that was beginning to lose pressure. He directed it back to the Barbados airport with only one engine, while the cabin filled with smoke. The panicked passengers did not know, but the captain was minutes away from solving the problem.

A second bomb exploded in a bathroom, tearing off the tail of the plane. The plane pointed toward the sky and ascended vertically. The control tower shouted to the pilot that it was a bad idea, not knowing that the pilot had already lost control. Some passengers fell into the sea. Then, the plane plummeted like an arrow.

In Cuba, the father of one of the athletes went to the mountains and spent the whole night there as soon as he heard the news. Another remained in the Havana airport for a week, convinced that his son would appear at any moment. The girlfriend of one of the champions went up to her room and did not come down for ten years. In Guyana, the father of one of the young men who was going to study medicine in Cuba locked himself in his library and did not come out for a week.

Minutes after the explosions, Freddy Lugo called Orlando Bosch to report on the success of the operation:

“The bus fell with all the dogs inside,” he said.

The Trinidad police arrested Herman Ricardo and Freddy Lugo.

“They were talking about something important and laughing heartily,” recalled the taxi driver, who could see their faces in the rearview mirror.

Ricardo, an employee of Posada’s security agency in Venezuela, admitted that he and Lugo had placed the two bombs on the plane. He also acknowledged that Luis Posada and Orlando Bosch had planned the attack.

On October 15, 1976, a million people filled Havana’s Plaza de la Revolución. In his speech, Fidel Castro recalled that since 1959, 51 Cubana flights had been sabotaged or hijacked.

“We cannot say that the pain is shared,” he said. “The pain is multiplied.”

“He is the terrorist,” said Posada Carriles, watching the images from Havana.

Orlando García, head of security for Venezuela’s President Andrés Pérez, and Ricardo Morales (both Cuban exiles) had attended Bosch’s welcome cocktail in Caracas. According to a CIA document, both García and Morles mentioned that, at the fundraising dinner, Orlando Bosch had claimed responsibility for Washington’s bomb attack on Orlando Letelier, something he would never tire of denying in public.

“It was a heroic act,” Bosch declared before a Caracas court about the downing of the plane.

“The Cuban fighters carried out a revolutionary act,” declared Ricardo Lozano in front of the television cameras.

“It was a heroic action,” Bosch insisted, shaking his right index finger anxiously, surrounded by journalists. “As you know, war is a competition of cruelties.”

Bosch will refuse every time he is questioned about the incident “because that is illegal in the United States” and will always justify it because it was “an action against combatants because they are all combatants.”

“Guillermo and Ignacio Novo did it,” he will say in the interview with journalist Blake Fleetwood in the Caracas jail. “It was all planned by the DINA of Chile.”

Fleetwood called from Caracas to the prosecutor Eugene Propper, who was in charge of the FBI investigation. Propper was not very optimistic. Bomb attacks were rarely solved. After a few hours, he called the journalist again:

“The CIA had already informed the Venezuelan secret police of everything… I think they are after you. You are in danger.”

“So, what do I do?” asked Fleetwood, with six hours of recordings with Bosch and Posada Carriles in hand. “Should I go to the US embassy?”

“No, on the contrary,” said the FBI agent. “You must figure it out yourself and find a way out of there.”

It was not difficult for the Venezuelan police to locate Bosch and Posada Carriles. The problematic part was arresting them, but since the surrender of his comrade Bosch in February, Posada Carriles had not regained his position in the CIA. He had tried once more the previous month, informing the same agency of an imminent attack against a Cubana flight by a group of Cuban exiles, but he had not succeeded either. The CIA did not act with the necessary speed but with calculated clumsiness, as it usually does.

Without the invaluable protection of the CIA, Bosch, and Posada Carriles resorted to the network of secret services in Chile and Venezuela, but this complicity had cracks. On Thursday, the 14th, the Venezuelan police arrested them both.

On Friday, they interrogated Posada Carriles:

“I had nothing to do with it, chico,” he said.

“Do you condemn the attack?

“I don’t condemn anything.”

“Even if innocent people die?”

“Sometimes innocent people pay for being in the wrong place.”

Orlando Bosch repeated almost the exact words.

“I am innocent, but I do not condemn anything that leads to the fall of the Cuban regime. They are the terrorists.”

“So, you do not consider yourself a terrorist…”

“Not at all, chico. I am a combatant.”

“Combatants face other combatants…”

“In a total war, there are no civilians.”

“Do you consider the passengers of flight 455 combatants?”

“Sure, they are all combatants.”

When President Andrés Pérez learned of Fleetwood’s reckless interview in the Caracas jail, he ordered his arrest. Still, the DISIP (Venezuelan’s Secret Police) could not prevent him from taking the next flight to the United States. Prosecutor Propper was waiting for him and asked him for a copy of his recordings. President Andrés Pérez accused Fleetwood of being a CIA agent.

In Miami, the Catholic Church organized vigils and prayers for the release of Orlando Bosch. Bosch admitted to Venezuelan investigators that he had participated in the attack on the Cuban plane. Still, the government moved his trial to a military court, and he was declared innocent, except for falsifying passports.

Cubana Flight 455 was the first in the history of civil aviation to be shot down by a terrorist attack and the one that cost the most lives in the hemisphere until 2001.

In Miami, the owner of the weekly magazine Réplica, Cuban Max Lesnik, was one of the few who dared to denounce the terrorist act against Cubana Flight 455.

“Posada Carriles and Bosch planned it all,” said Lesnik. “I denounced this terrorist act while the extreme right in Miami applauded it.”

The magazine Réplica suffered seven bomb attacks until it was forced to close permanently in 2005. No one was arrested for these acts even though an FBI agent reported that unbeknownst to Lesnik, he had rescued him from being killed many times.

All in the name of freedom of the press, which does not exist in Cuba.

From the book 1976. El exilio del terror (2024), by Jorge Majfud.

Cubana 455, 48 anos do maior atentado terrorista do hemisfério

O capítulo de 1976 em português

Onze minutos após a decolagem, a primeira bomba explodiu sob o assento de uma menina de nove anos.

We have an explosion aboard… informou o capitão. ? We have fire on board!

Pérez Pérez conseguiu controlar a aeronave, que estava começando a perder pressão. Com um único motor, ele a conduziu de volta ao aeroporto de Barbados, enquanto a cabine se enchia de fumaça. Os passageiros em pânico não sabiam, mas o capitão estava a minutos de resolver o problems.

Uma segunda bomba explodiu em um banheiro, arrancando a cauda do avião. A aeronave apontou para o céu e subiu verticalmente. A torre de controle gritou para o piloto que isso era uma má ideia, sem saber que o piloto já havia perdido o controle. Alguns passageiros caíram no mar. Em seguida, a aeronave mergulhou como uma flecha.

Em Cuba, o pai de um dos atletas, assim que soube da notícia, foi para as montanhas e passou a noite lá. Outro ficou no aeroporto de Havana por uma semana, convencido de que seu filho apareceria a qualquer momento. A namorada de um dos campeões subiu para o quarto dele e não desceu por dez anos. Na Guiana, o pai de um dos jovens que ia estudar medicina em Cuba se trancou em sua biblioteca e não saiu por uma semana.

Minutos após as explosões, Freddy Lugo ligou para Orlando Bosch para informar sobre o sucesso da operação:

— O ônibus tombou com todos os cães dentro? disse ele.

A polícia de Trinidad prendeu Herman Ricardo e Freddy Lugo.

— Eles conversavam sobre algo importante e rindo muito, lembrou o motorista de táxi que podia ver seus rostos pelo espelho retrovisor.

Ricardo, funcionário da agência de segurança de Posada na Venezuela, admitiu que ele e Lugo haviam colocado as duas bombas no avião. Ele também admitiu que Luis Posada e Orlando Bosch haviam planejado o atentado.

Em 15 de outubro, um milhão de pessoas lotaram a Plaza de la Revolución, em Havana. Em seu discurso, Fidel Castro lembrou que, desde 1959, 51 voos da Cubana haviam sido sabotados ou sequestrados.

— Não podemos dizer que a dor é compartilhada, disse ele. A dor é multiplicada.

— Ele é o terrorista? disse Posada Carriles, olhando para as imagens que vinham de Havana.

Orlando García, chefe de segurança do presidente Andrés Pérez, e Ricardo Morales (ambos exilados cubanos), compareceram ao coquetel de boas-vindas de Bosch em Caracas. Conforme um documento da CIA, tanto García quanto Morales mencionaram que, no jantar de arrecadação de fundos, Orlando Bosch havia assumido o crédito pelo atentado contra Letelier em Washington, algo que ele não se cansava de negar em público.

— Foi um ato heroico? disse Bosch em um tribunal de Caracas sobre a queda do avião.

— Os combatentes cubanos fizeram um ato revolucionário? declarou Ricardo Lozano diante das câmeras de televisão.

— Foi um ato heroico? insistiu Bosch, sacudindo ansiosamente o dedo indicador direito, cercado de jornalistas. Como você sabe, a guerra é uma competição de crueldades.

Bosch se recusará toda vez que for questionado sobre o incidente, “porque é ilegal nos Estados Unidos” e sempre o justificará como “uma ação contra combatentes, porque todos eles são combatentes”.

— Foram o Guillermo e o Ignacio Novo que fizeram isso? dirá ele na entrevista com o jornalista Blake Fleetwood na prisão de Caracas. ? Tudo foi planejado pela DINA chilena.

Fleetwood ligou de Caracas para o promotor Eugene Propper, encarregado da investigação do FBI. Propper não estava muito otimista. Raramente um atentado a bomba era solucionado. Depois de algumas horas, ele ligou de volta para o jornalista:

— A CIA já havia relatado tudo à polícia secreta venezuelana… Acho que eles estão atrás de você. Você está em perigo.

— Então, o que devo fazer?? perguntou Fleetwood, com seis horas de fitas com Bosch e Posada Carriles nas mãos. ? Devo ir à embaixada dos EUA…?

— Não, pelo contrário”, disse o agente do FBI. Você terá que resolver isso por conta própria e encontrar uma maneira de sair de lá.

A polícia venezuelana não teve muita dificuldade em localizar Bosch e Posada Carriles. A parte difícil foi prendê-los, mas desde a rendição de seu companheiro Bosch em fevereiro, Posada Carriles não havia recuperado seu posto na CIA. Ele havia tentado novamente no mês anterior, informando a mesma agência sobre um ataque iminente a um voo da Cubana por um grupo de exilados cubanos, mas também não teve sucesso. A CIA não agiu com a celeridade necessária, mas sim com uma imperícia calculada, como geralmente faz.

Sem a inestimável proteção da CIA, Bosch e Posada Carriles recorreram à rede de serviços secretos do Chile e da Venezuela, mas essa cumplicidade tinha rachaduras. Na quinta-feira, 14, a polícia venezuelana prendeu os dois.

Na sexta-feira, Posada Carriles foi interrogado:

— Não tive nada a ver com isso, meu rapaz? disse ele.

— O senhor condena o ataque?

— Não condeno nada.

— Mesmo que morram pessoas inocentes?

— Às vezes, pessoas inocentes pagam por estarem no lugar errado.

Orlando Bosch repetiu quase as mesmas palavras.

— Sou inocente, mas não condeno nada que possa levar à queda do regime em Cuba. Eles são os terroristas.

— Você não se considera um terrorista?

— De jeito nenhum, garoto. Sou um combatente.

— Combatentes lutam contra outros combatentes…

— Em uma guerra total, não há civis.

— Você considera os passageiros do voo 455 como combatentes? Todos eles são combatentes?

— Todos eles são combatentes.

Quando o presidente Andrés Pérez soube da entrevista imprudente de Fleetwood na prisão de Caracas, ele ordenou sua prisão, mas a DISIP não conseguiu impedi-lo de pegar o próximo voo para os Estados Unidos. Esperando por ele estava o promotor Propper, que lhe pediu uma cópia de suas gravações. O presidente Pérez acusou Fleetwood de ser um agente da CIA.

Em Miami, a Igreja católica organizou vigílias e orações para a libertação de Orlando Bosch. Bosch admitiu aos investigadores venezuelanos que havia participado do bombardeio do avião cubano, mas o governo transferiu seu julgamento para um tribunal militar e ele foi considerado inocente, exceto pela falsificação de passaportes.

O voo 455 da Cubana foi o primeiro na história da aviação civil a ser derrubado por um ataque terrorista e o que custou mais vidas no hemisfério, até 2001.

Em Miami, o proprietário do semanário Réplica, o cubano Max Lesnik, foi um dos poucos que se atreveu a denunciar o ato terrorista contra o voo 455 da Cubana.

— Posada Carriles e Bosch planejaram tudo? disse Lesnik. Eu denunciei esse ato terrorista enquanto a extrema-direita de Miami o aplaudia.

O semanário Réplica sofreu sete atentados a bomba até ser forçado a fechar definitivamente em 2005. Ninguém jamais foi preso por esses atos, embora um agente do FBI tenha relatado que, sem o conhecimento de Lesnik, ele o salvou várias vezes de um assassinato.

Tudo em nome da liberdade de imprensa, que não existe em Cuba.

Do livro 1976. O Exílio do Terror (2024) na Página 12.

Livro: 1976, o exílio do terror. Entrevista com Jorge Majfud.

ONU lamentó el fracaso de Uruguay en anular la ley de Caducidad

Uruguay - Montevideo 03

Image by GustavoBuriola via Flickr

«Esa ley fue declarada inconstitucional por la Corte Suprema de Uruguay», dijo la alta comisionada de la ONU para los Derechos Humanos, Navi Pillay

La alta comisionada de la ONU para los Derechos Humanos, Navi Pillay, lamentó este lunes la negativa de la Cámara de Diputados de Uruguay a anular la Ley de Caducidad, que impide procesar a los militares implicados en violaciones de los derechos humanos durante la dictadura.

«Se sigue haciendo cuesta arriba abordar el legado de muchos años de abusos sistemáticos por parte del Estado, como muestra el reciente rechazo por parte de la cámara baja del Parlamento de Uruguay a derogar (NdeR: lo tratado en el Parlamento fue para anular la ley)  finalmente la Ley de Caducidad de 1986, que blinda a los autores de crímenes internacionales cometidos durante la dictadura militar ante un procesamiento», señaló Pillay.

«Esa ley fue declarada inconstitucional por la Corte Suprema de Uruguay», recordó.

La responsable de la ONU intervenía ante el Consejo de Derechos Humanos de la ONU, que este lunes inauguró una nueva sesión, y se refería a que «las transiciones democráticas son incompletas si no pueden concluir las reformas institucionales apropiadas, incluidos los procesos de justicia transicional».

«El fracaso en fortalecer las nuevas instituciones lleva no solo a la impunidad de pasadas violaciones de los derechos humanos, sino a nuevas violaciones, corrupción y crimen organizado», afirmó la alta comisionada.

Pillay puso como ejemplo a Latinoamérica, donde -dijo- «se tomaron tales decisiones en algunos países hace décadas, durante difíciles periodos de transición».

El pasado 20 de mayo, la Cámara de Diputados de Uruguay rechazó anular la Ley de Caducidad de 1986 que impide procesar a los militares acusados de violaciones de los derechos humanos durante la dictadura (1973-1985), y que había sido invalidada unas semanas antes por el Senado.

[fuente>>]