Clase de histroia en 60 segundos

El ADN metacultural de un país

Los ensayos exculpatorios de los Padres fundadores de Estados Unidos por el hecho de haber tenido esclavos y proclamar la “igualdad de todos los hombres” suelen comenzar con una cita de Thomas Sowell: “Quienes critican a los redactores de la Constitución de los Estados Unidos por ‘condonar la esclavitud’ con su silencio, solo tendrían razón si la abolición fuese, de hecho, una opción disponible en aquel momento, en un país nuevo que luchaba por sobrevivir”.

Sowell, condecorado por George Bush, es la estrella afroamericana de los conservadores. Caso similar a Larry Elder, candidato afroamericano a gobernador de California en 2021, quien se opuso a la reparación a la comunidad negra por las condiciones de injusticia económica de partida en la fundación de este país: “Les guste o no” dijo Larry, la esclavitud era legal”. A los amos blancos “les arrebataron sus bienes legales después de la Guerra Civil”,así quese les debe reparaciones a “a quienes perdieron su propiedad privada”. En 1963, Malcolm X observó la diferencia moral y funcional de una sociedad que dividía de facto “los negros de la casa” de “los negros del campo”: los primeros son los más firmes defensores del orden social y moral de un sistema que oprime a sus propios hermanos.

El argumento de Sowell y de otros, sobre el “la necesidad existencial de la esclavitud” del nuevo país se destruye con simples observaciones históricas y conceptuales. Contemporáneo de Jefferson, José Artigas, Líder de los Pueblos Libres de lo que hoy es Uruguay y parte de Argentina, apenas venció al imperio español en el capo de batalla y resistió el acoso de Buenos Aires, repartió tierras entre negros, indios y blancos pobres; adoptó un indio como hijo y lo promovió a la gobernación de Misiones.

La Revolución de las Trece Colonias no nace de una rebelión contra los impuestos en Boston sino del deseo de los colonos de despojar a los pueblos nativos de todas sus tierras sin respetar los acuerdos firmados por Londres en 1763. Como vimos en este libro, el mismo Washington, un militar más bien torpe en el campo de batalla, se hizo de miles de hectáreas indígenas antes de convertirse en un patriota y, al igual que otros héroes patriotas, continuó con el mismo proyecto de bienes raíces después de 1776.

La idea de “un país luchando por la sobrevivencia” sustituye la realidad histórica: se trató de una clase dominante y minoritaria luchando no sólo por su sobrevivencia, sino para satisfacer su deseo desatado de incrementar sus riquezas, tomando tierras indígenas, masacrando “razas inferiores” y expandiendo el negocio de esclavitud. Los indios no pedían nada a nadie, sino que los dejasen en paz. Infinitamente más democráticos que los fanáticos colonos, firmaron múltiples acuerdos para terminar con sus resistencias armadas a cambio de su independencia y de mantener un comercio libre con los europeos y otros pueblos nativos, tal como habían hecho por siglos.

Lo mismo los esclavos. ¿Debían mantenerse en esclavitud por generaciones para “salvar la existencia” de un país que no era de ellos, sino que los oprimía? Cuando en 1812 Gran Bretaña respondió con la quema de la Casa Blanca a un atentado previo de los colonos contra Canadá, la que querían como el estado catorce, los indígenas y los negros esclavos (los del campo, no los de la casa) apoyaron a los ingleses. No porque los creyeran moralmente superiores, sino, como había ocurrido en los dos siglos previos, los nativos hacían alianzas con cualquier potencia que respetase su derecho a la vida.

Este momento fue romantizado por los patriotas en su himno nacional. Cuando el himno habla de los agresores que querían dejarlos “sin hogar y sin patria”, advierte que

Ningún refugio pudo salvar al mercenario y al esclavo

del terror de la huida ni de la oscuridad de la tumba

¡Oh, que así sea siempre cuando los hombres libres se mantengan

entre su amado hogar y la desolación de la guerra!

Entonces debemos vencer, cuando nuestra causa sea justa

en la tierra de los libres y el hogar de los valientes.

Aquí “hombres libres” significaba “hombres blancos”. Esto es irrefutable en el lenguaje de la época, intercambiable con “la raza libre”.

Es decir, la mayoría tenía muchas opciones aparte de la esclavitud, la servidumbre y el coloniaje intra-nacional. No los amos blancos que, además, estaban motivados por la expansión de sus riquezas y del sistema eslavista.

En 1790 Washington era presidente, Adams vicepresidente y Jefferson Secretario de Estado. Ese año, se aprobó la ley que establecía la obligación de ser blanco para que un inmigrante pudiese convertirse en ciudadano. La rebelión de esclavos de 1791 en Haití sacudió la moral de los imperios y de la nueva república. Jefferson, propietario de 150 esclavos en Virginia, escribió: “tiemblo por mi país al pensar que Dios es justo; que su justicia no puede dormir eternamente; que (…) una revolución en la rueda de la fortuna, un cambio de situación, está entre los posibles eventos”.

Brutales y racistas como cualquier imperio, los franceses de Nueva Francia, como los españoles de Nueva España, no solían llegar a los extremos segregacionistas del imperio británico. Evangelizadores y misioneros proselitistas como cualquier cristiano, los jesuitas no llegaban al fanatismo de los pastores protestantes. Diferente a los franceses, los colonos anglosajones no respetaron ningún tratado de reciprocidad, ley de oro de la política internacional hasta nuestros días.

En 1784, el británico John Smyth, anotó en su libro A Tour in the United States of America: los americanos blancos sienten un profundo desprecio por toda la raza indígena; y no hay nada más común que oírlos hablar de extirparlos totalmente de la faz de la tierra: hombres, mujeres y niños. Por el contrario, los indios no parecen sentir ningún desprecio por los europeos”.

Desde libros como La frontera salvaje: 200 años de fanatismo anglosajón en América latina (2021), entre otros factores, observamos una particularidad en el racismo anglosajón: el segregacionismo, el desprecio por otras etnias y el sentimiento de superioridad a lo largo de la historia alcanzaban niveles obsesivos y neuróticos. Esto no se sustenta en ningún ADN biológico sino en un ADN cultural, tal vez surgido en algún momento de la Edad Media en algún rincón particular de las costas anglosajonas durante el dominio romano.

Ahora, a manera de especulación, podría ser legítimo para futuros estudios científicos sobre una “psico historiografía” de los pueblos estudiar qué rol pudo tener en esta formación cultural la observación del carácter recesivo de las características blancas, como, por ejemplo, los ojos azules y el color rubio de los cabellos. Según el carácter recesivo de este fenotipo, para que los hijos nazcan con las mismas características físicas, ambos padres deben poseerla. De lo contrario primarán los cabellos oscuros y el color de ojos negros o castaños.

Otra nota para investigadores: ¿qué relación existe entre esta obsesión con el nacimiento de la propiedad privada de tierras y seres humanos en la Inglaterra del siglo XVI? ¿Ha sido el miedo a la no sobrevivencia de la tribu basada en su aspecto físico?

jorge majfud, julio 2025.

https://www.pagina12.com.ar/842500-el-adn-metacultural-de-un-pais

https://www.ihu.unisinos.br/654666-o-dna-metacultural-de-um-pais-artigo-de-jorge-majfud

http://www.bitacora.com.uy/auc.aspx?16187

Fidel y Malcolm X en Harlem

Fidel and Malcolm X in Harlem

Más allá de las nacionalizaciones y las pretensiones de autonomía de la Nueva Cuba, la Revolución no tenía en mente cortar relaciones con su mayor socio comercial. Es más, cuando Fidel Castro visitó Estados Unidos el 7 de abril de 1959 contrató una agencia estadounidense especializada en relaciones públicas, la Bernard Relin & Associates Inc. Según la revista Time del 8 de julio de ese año, la firma le cobró 72.000 dólares al gobierno cubano, una cifra insignificante, considerando los negocios personales de Fulgencio Batista con las compañías estadounidenses, los que ascendían a casi 46 millones de dólares. Aparte de algunos datos interesantes revelados por la compañía Bernard Relin, Castro no tomó muy en serio sus recomendaciones, como la de afeitarse la barba y cambiar su uniforme verde oliva por un traje de empresario.

El Secretario de Estado, Christian Herter, se reunió con el joven revolucionario en Washington. Herter reportó a Eisenhower: “Es una pena que usted no se haya reunido con Fidel Castro. Es un personaje más que interesante… En muchos aspectos, es como un niño”.

En un almuerzo, le presentaron a William Wieland.

―¿Quién es el señor?

―Míster Wieland ―dijo el asistentes de Wieland― es el director de la Oficina de Asuntos Mexicanos y Caribeños y actualmente el encargado oficial de Departamento de Estado para los Asuntos Cubanos.

―Caramba ―dijo Castro―, pensé que el encargado de los asuntos de Cuba ese era yo.

Luego de una larga conversación en un hotel de Nueva York, el agente de la CIA Gerry Droller (por entonces Frank Bender) concluyó:

―Castro no solo no es comunista, sino que es un convencido anticomunista.

A la misma conclusión llegó el vicepresidente Richard Nixon, cuando se reunió con el cubano en su despacho del Congreso, doce días después.

Ninguno de estos diagnósticos detuvieron el plan de invasión a la isla, sobre los escritorios de la CIA semanas antes de esa primer visita del nuevo líder revolucionario. El pecado original no era ser o no ser, sino disputarle a Washington, a las compañías azucareras y a las mafias de los casinos el control de la Perla del Caribe. Y, peor que eso, sentar un pésimo antecedente. Una vez más, como en 1898, el problema eran los independentistas, el inaceptable mal ejemplo de una República de negros libres, ya no cortando cabezas de sus amos, como en Haití, sino nacionalizando tierras y negocios, como lo intentó el presidente Árbenz en Guatemala.

A meses de dejar el gobierno, Eisenhower decidió aplazar la invasión para dejársela al nuevo, John Kennedy. Para finales de 1960, La Habana ya había descubierto los campos de entrenamiento de la CIA en Guatemala. La CIA debió hacer circular el rumor en la prensa de que se trataba de un grupo de guerrilleros comunistas y, para conservar el factor sorpresa, cambió el desembarco en Trinidad por Bahía Cochinos, un área más cerca de La Habana, pero menos poblada.

En plena Guerra Fría, dejar que un dictador amigo caiga sin la venia de Washington y, para peor, se atreviese a hablar de soberanía nacional frente a las empresas que lideran la libertad del Mundo Desarrollado podría establecer un pésimo antecedente en las repúblicas bananeras del Sur. Para la CIA y para la Casa Blanca, la solución más rápida y económica era la misma que resolvió el problema en Guatemala: guerra mediática, invasión y cambio de régimen en nombre de la lucha contra el comunismo. Pan comido.

―¿Cochinos? ―protestó David Atlee Phillips, el agente de la CIA que dominaba el castellano por su trabajo de sabotaje en Chile desde el final de la Segunda Guerra― ¿Cómo creen que los cubanos van a apoyar una invasión con ese nombre?

Tal vez por la misma razón, Ernesto Che Guevara prefería llamar Playa Girón a la derrota más importante del imperialismo estadounidense en lo que iba del siglo. Claro que no era solo una cuestión de nombres. Por entonces, las encuestas daban que la Revolución tenía un apoyo del noventa por ciento de la población. La revelación de cementerios clandestinos por toda la isla, llenos de desaparecidos de Batista, no hizo más que aumentar el repudio contra el apoyo estadounidense y la mafia cubana, ahora exiliada en Miami.

―Es muy difícil encontrar un cubano que no tenga un familiar asesinado por el régimen de Batista ―dijo Ruby Hart Phillips, el periodista del New York Times radicado en Cuba.

El 17 de agosto de 1961, pocos meses después del fiasco de Bahía Cochinos y a siete mil quilómetros al sur, el Che dio un discurso en el paraninfo de la Universidad de la República del Uruguay. Esa tarde, a su lado, escuchaba atento el senador y excandidato a la presidencia de Chile, Salvador Allende. A la salida de la multitud, alguien mató de un disparo al profesor de historia Arbelio Ramírez. Aparentemente, la bala iba destinada a El Che. Fue el primer asesinato sin resolver de la Guerra Fría en ese país, como corresponde en los casos planeados por agencias secretas que juegan en la primera liga. En su discurso, El Che había observado que Uruguay no necesitaba ninguna revolución, porque su sistema democrático funcionaba. No sabía que, por entonces, el poderoso Howard Hunt se encontraba estacionado en Montevideo, el mismo que había promovido, con éxito, a su candidato a la presidencia de ese país, Benito Nardone. El mismo que había secuestrado los medios para destruir la democracia en Guatemala, los había vuelto a usar para colocar a su candidato en la presidencia, esta vez sin tanto escándalo. La democracia seguía funcionando muy bien, para algunos, para los mismos de siempre. Pero, como era tradición, había que remover influencias inconvenientes, en lo posible sin atentar contra la libertad de expresión. El ejemplo de independencia de Cuba, el discurso antimperialista de El Che, entraban en esa categoría de indeseables.

Seguramente no por casualidad, el agente cubano de la CIA Orlando Bosch se encontraba entre la multitud esa tarde en Montevideo, cuando mataron al profesor Arbelio Ramírez. Seguramente no había ido a escuchar la conferencia de El Che.

Los planes para asesinar a Castro y volver a instalar un dictador menos arrogante en La Habana habían comenzado la misma noche en que Batista huyó a República Dominicana en un avión cargado con varias maletas de dinero. Washington, la CIA y la mafia de los casinos no dudaron un momento. Fidel Castro lo sabía, pero necesitaba el mercado estadounidense y creía que un nuevo acuerdo con el gigante del norte sería posible. Así que el 18 de setiembre de 1960 volvió a aterrizar en Long Island, esta vez para participar en la Asamblea anual de las Naciones Unidas, cuatro días después.

El arribo de la delegación fue saludado por la izquierda estadounidense y recibido con amenazas por parte de La Rosa Blanca, grupo pro-Batista que más tarde, debido al desprestigio de El General Mulato, operaría junto con otros grupos de Miami como exiliados anticastristas.

Esta vez, el avión cubano que llevó a Fidel Castro a Nueva York fue obligado a regresar a Cuba, mientras la delegación era conducida al Hotel Shelburne, ubicado en Lexington Avenue y la calle 37. El hotel les exigió un depósito desorbitante de veinte mil dólares. El Departamento de Estado decretó que la delegación no podía abandonar Manhattan, pero ningún otro hotel del área se atrevió a recibirlos. Castro ironizó que si Nueva York no era capaz de proveer alojamiento a una delegación diplomática de otro país, entonces la ONU debería ser trasladada otra ciudad, como La Habana.

Era un día lluvioso y la delegación cubana apiló sus valijas en la puerta principal sin tener un hotel confirmado. Minutos después, un hombre negro entró al lobby del Shelburne y pidió para hablar con el primer ministro cubano. Cuando apareció el hombre de barba, el desconocido le dijo:

―Mr. Malcom X ha reservado un hotel para su delegación.

―Qué bien, chico. ¿Dónde es?

―Es el Hotel Theresa. Está a una hora de aquí, en Harlem.

Castro no lo sabía, pero el Hotel Theresa, por lejos menos caro que el Shelburne, había recibido celebridades negras que no eran aceptadas en el centro de Manhattan, como Duke Ellington, Louis Armstrong y Nat King Cole.

―Ahí mismo vamos ―dijo Castro.

El periódico de Harlem, el New York Citizen-Call, notando que la delegación oficial de Cuba estaba compuesta de blancos y negros, publicó:

El lunes por la noche, dos mil morenos neoyorquinos esperaron bajo la lluvia que el primer ministro cubano, Fidel Castro, llegara al famoso y antiguo Hotel Theresa de Harlem… Para los habitantes oprimidos del gueto de Harlem, Castro es ese revolucionario barbudo que expulsó a los corruptos de su nación y se atrevió a decirle al Estados Unidos de los blancos: que se vayan al carajo”.

También se acercó un grupo menos numerosos de cubanos batisteros para protestar contra la revolución.

El New York Times del 21 de setiembre tituló: “Castro procura el apoyo de los negroes”. En su columna, el periodista Wyne Phillips destacó la estrategia del Dr. Castro: pretender que no hay segregación racial en Cuba, cuando un año antes sacó por la fuerza a un líder cubano, Fulgencio Batista, que era medio negro. Pese a todo, el mismo Phillips debe admitir que diversos testimonios de estadounidenses negros de visita en La Habana reconocieron sentirse como personas, como cualquier blanco caminando por las calles.

Con la tinta todavía fresca de los diarios del día siguiente de su expulsión del Hotel Shelburne y de su entrada improvisada en el hotel de Harlem, los hoteles más lujosos de Manhattan le ofrecieron a la delegación cubana alojamiento gratis. Pero Castro decidió convertir la humillación inicial en otro golpe moral a la arrogancia del gigante. Rechazó las ofertas y la delegación se quedó en Harlem.

La historia del Hotel Theresa se convirtió en un dolor de cabeza para Washington y en una ofensa para un país que sufría una fuerte reacción segregacionista, donde los racistas más moderados apoyaban la solución de la ley interpretativa de la constitución, conocida como Separate but equal―iguales, pero separados. Para colmo de males, la delegación cubana recibió allí mismo la visita del presidente de Egipto, Gamal Abdel Nasser, del premier soviético Nikita Khrushchev, del primer ministro de India, Minister Jawaharlal Nehru y de intelectuales reconocidos como Langston Hughes, Allen Ginsberg y el profesor de Columbia University Wright Mills, autor de The Power Elite, libro donde expuso el existente conflicto de intereses entre el poder corporativo militar y los políticos. Varios investigadores reconocerán a este libro como la inspiración, no reconocida, del famoso discurso de despedida del presidente Eisenhower sobre los peligros del poder del Complejo Militar Industrial, por el cual será acusado de comunista.

 Malcolm X visitó a Castro en su habitación. A la salida, cuestionado por los periodistas por sus simpatías con Castro y el Che Guevara, declaró:

―Por favor, no nos digan cuáles deben ser nuestros amigos y cuáles nuestros enemigos.

Sidney Gottlieb, el genio químico encargado del Proyecto MK-Ultra de la CIA, propuso dejar en ridículo al peligroso líder ante la mirada de todo el mundo. Para la entrevista con CBS, que para el propósito debía llegar a la mayor cantidad de gente en el mundo, propuso contaminar los zapatos de Castro con thallium. Esto le provocaría un exceso de segregación salival mientras hablaba. Al mismo tiempo, se lo expondría a LSD para que pareciese borracho. No era una idea nueva de sabotaje propagandístico (Howard Hunt había usado recursos similares en México, contra el pintor Diego Rivera), pero esa vez no funcionó con el entrevistado.

El presidente Eisenhower y el vicepresidente Nixon no ocultaron su frustración. El FBI tomó nota. Uno de sus agentes logró entrar en el Hotel Theresa y espiar una reunión entre Castro y Malcolm X. La CIA, al no tener jurisdicción territorial, empleó la firma mercenaria fundada por uno de sus exagentes, Robert Maheu para planear el primero de los seiscientos intentos de asesinar a Castro. La agencia privada Maheu era la misma que, al servicio del dictador Rafael Trujillo, había hecho desaparecer al profesor Jesús Galíndez en Nueva York, cuatro años antes. La misma que sirvió de base a una de las series más populares de la historia de la televisión: Mission: Impossible. La misma serie a la que eran aficionados varios batisteros de la fracasada invasión de Bahía Cochinos, como Orlando Bosch.

En el Plaza Hotel, Bob Maheu se reunió con el agente de la CIA Jim O’Connell y con John Roselli, uno de los líderes de la mafia italoamericana, dueña de los cabarets, prostíbulos y casinos en Cuba, protegidos por Batista y añorados por generaciones de cubanos nostálgicos en Estados Unidos como La época dorada en la cual todo el pueblo cubano vivía bailando salsa, bebiendo ron y haciendo mucho dinero de la corrupción legal.

Estas mafias habían sido desplazadas por la Revolución de 1959, por lo que la CIA entendía que compartía con ellas un mismo objetivo. Para asesinar al dictador malo, en el poder desde hacía unos pocos meses, Mr. Roselli puso a Maheu en contacto con otros mafiosos de Tampa, en Florida. Dos de ellos eran Sam Giancana y Santo Trafficante Jr., ambos donantes de la campaña presidencial de Kennedy y luego colaboradores en la conspiración para su asesinato. Aunque, por alguna muy buena razón, los documentos que terminen de probar esta última información no han sido desclasificados por Washington, los indicios y los testimonios que insisten en señalar la participación de la CIA y de la mafia cubana se han ido acumulando a lo largo de los años como abono en gallinero.

Giancana fue asesinado en Chicago en 1975, justo antes de que declarase ante la Comisión Church del Senado de Estados Unidos, la que investigaba los planes de asesinatos sistemáticos de la CIA. De forma previsible, el director de la CIA, William Colby, aseguró: “nosotros no tuvimos nada que ver con eso”.

Fidel Castro habría sido un objetivo fácil en un hotel de negros que ni siquiera podía controlar el agua caliente en las duchas. Pero Maheu y la CIA sabían que el asesinato de un líder extranjero en suelo estadounidense sólo empeoraría la reputación de Washington, por lo que decidieron llevar el gran momento a La Habana. A su regreso, Castro dio un previsible discurso desde el balcón de la Casa de Gobierno, el que fue interrumpido por una bomba. Unos minutos después explotó una segunda y, unas horas después, una tercera. Hubiese sido pan comido afirmar que el magnicidio se había tratado de la heroica disidencia cubana y que “nosotros no tuvimos nada que ver”. Ese fue uno de los 638 intentos fallidos de asesinar al único dictador que Washington, la CIA, los grandes medios podían ver en el Caribe, en América Latina y en el resto del mundo.

Siguieron otros intentos de envenenamiento que varios mercenarios cubanos, como Juan Orta y otros infiltrados realizaron por abultadas cifras en dólares, pero ninguno logró su objetivo. Tampoco funcionaron los planes de gases en entrevistas o de armas escondidas en micrófonos de prensa, como la organizada desde Bolivia, con el apoyo del cubano Antonio Veciana, cuando Castro visitó Chile en 1971.

En su discurso en la ONU del jueves 22, Castro contestó a las acusaciones de la prensa dominante de que los cubanos habían elegido un burdel para alojarse:

―Para algunos señores, un hotel humilde del barrio de Harlem, el barrio de los negros de Estados Unidos, tiene que ser un burdel.

Años después, ante la provocación de un periodista, Malcolm X contestó:

―El único blanco que me ha caído bien ha sido Fidel Castro.

La CIA no logró asesinar al barbudo del Caribe, pero el FBI logró que asesinaran a Malcolm X en 1965, como siempre, como si fuese cosa de otros, de lobos solitarios. La misma estrategia de las soluciones indirectas había sido practicada con Martin Luther King. El FBI lo persiguió por años para documentar su debilidad por las mujeres. Sabía que sufría de depresión y, de joven, había intentado suicidarse. La idea era exponer alguna posible infidelidad, destrozar su matrimonio y empujarlo al suicidio. Como esto no funcionó, se facilitó un asesinato a manos de algún enfermo solitario, lo cual llegó en 1968, en el Motel Lorraine, cuando el líder negro se preparaba para apoyar una huelga de los trabajadores de la salud en Tennessee. En la memoria colectiva sólo quedarán estos dos asesinatos, atribuidos a lobos solitarios, no el plan del FBI afinado y ejecutado por dos décadas, luego conocido como Cointelpro (Counter Intelligence Program) con el cual el FBI infiltró a las comunidades negras y latinas; infiltró sindicatos, grupos feministas y contra las guerras imperiales para vigilarlos y desacreditarlos con provocadores; para desmoralizarlos y desmovilizar sus organizaciones de resistencia. Un memorándum del FBI sellado el 3 de marzo de 1968, informó que “Martin Luther King, Jr. fue atacado porque (entre otras cosas) podría abandonar su supuesta obediencia a las doctrinas liberales blancas (de no violencia) y abrazar el nacionalismo negro”. Ocho años después, en abril de1976, una investigación del Senado encabezada por el senador Frank Church concluyó que esta guerra psicológica condujo al acoso moral bajo falsos reportes y rumores plantados en los medios. “Muchas de las técnicas utilizadas serían intolerables en una sociedad democrática, incluso si todos los objetivos hubieran estado involucrados en actividades violentas, pero Conteilpro fue mucho más allá. La premisa principal no expresada de los programas era que una agencia encargada de hacer cumplir la ley tiene el deber de hacer todo lo necesario para combatir las amenazas percibidas al orden social y político existente”.

En 1967, la CIA tuvo más suerte con su plan de asesinar al Che Guevara en Bolivia. El Che, acusado durante décadas desde el centro mediático de Miami de ser un cruel asesino, había vuelto a su costumbre de ir al frente de sus batallas, costumbre a la que los héroes del exilio batistero, como Orlando Bosch y Luis Posada Carriles, no eran muy afines. Tampoco fue una característica de los múltiples mercenarios que, según el FBI, convirtieron a Miami en “La capital del terrorismo de Estados Unidos”. También el Mono Morales Navarrete, José Dionisio Suárez, Virgilio Paz y los hermanos Novo Sampol eran más aficionados a la dinamita y a los explosivos plásticos C4 de la CIA, siempre a distancia, que a los habanos de contrabando.

Semanas después del escándalo del Hotel Theresa, el 12 de octubre de 1960, el joven senador John F. Kennedy plantó su puestito de vendedor frente al hotel y dio un discurso contra la discriminación racial y contra las ideas socialistas de la Revolución cubana. Nada mejor que secuestrar la lucha de los de abajo y, enseguida, limitarla a un área específica, la nacional, así como los bomberos queman una frontera de bosque para detener un incendio mayor. Un par de años antes, en el Congreso, el senador Kennedy había recomendado continuar financiando a los ejércitos latinoamericanos para mantener influencia política de Washington en esos países.

―Los ejércitos latinoamericanos no sirven para un carajo en ninguna guerra ―había dicho en 1958, el joven senador―, pero en sus países son las instituciones más importantes. El dinero que les enviamos como ayuda es dinero tirado por el caño, en un sentido militar, pero es dinero muy bien invertido en un sentido político.

Jorge Majfud. Del libro 1976. El exilio del terror (2024) Las fuentes de este capítulo están incluidas en el libro como notas finales.

Cuatro programas de televisión en los que me invitaron a conversar por media hora cada uno fueron removidos por Youtube por ir contra sus políticas–de censura.

Los experimentos de control de conducta de la CIA, foco de una nueva colección académica

Los capítulos de La frontera salvaje: 200 años de fanatismo anglosajón en América latina (2021) sobre los expermientos psicologicos de la CIA, confirmados y ampliados con nuevas desclasificaciones aquí:

El Archivo de Seguridad Nacional publica registros clave sobre el infame programa MKULTRA

La agencia buscaba drogas y técnicas de control de conducta para usar en “interrogatorios especiales” y operaciones ofensivas

Washington, D.C., 23 de diciembre de 2024 – Hoy, el Archivo de Seguridad Nacional y ProQuest (parte de Clarivate) celebran la publicación de una nueva colección de documentos académicos que se ha estado elaborando durante muchos años sobre la impactante historia secreta de los programas de investigación de control mental de la CIA. La nueva colección, CIA and the Behavioral Sciences: Mind Control, Drug Experiments and MKULTRA, reúne más de 1200 registros esenciales sobre uno de los programas más infames y abusivos de la historia de la CIA.

Bajo nombres clave que incluían MKULTRA, BLUEBIRD y ARTICHOKE, la CIA llevó a cabo experimentos aterradores utilizando drogas, hipnosis, aislamiento, privación sensorial y otras técnicas extremas en sujetos humanos, a menudo ciudadanos estadounidenses, que con frecuencia no tenían idea de lo que se les estaba haciendo o de que eran parte de una prueba de la CIA.

El anuncio de hoy se produce 50 años después de que una investigación del New York Times realizada por Seymour Hersh desencadenó investigaciones que sacarían a la luz los abusos de MKULTRA. La nueva colección también llega 70 años después de que el gigante farmacéutico estadounidense Eli Lilly & Company desarrollara por primera vez un proceso para agilizar la fabricación de LSD a fines de 1954, convirtiéndose en el principal proveedor de la CIA de la recién descubierta sustancia química psicoactiva, fundamental para muchos de los esfuerzos de control de la conducta de la Agencia.

Los aspectos más destacados de la nueva colección MKULTRA incluyen:

Un plan aprobado por el DCI en 1950 para el establecimiento de «equipos de interrogatorio» que «utilizarían el polígrafo, las drogas y el hipnotismo para lograr los mejores resultados en las técnicas de interrogatorio». (Documento 2)
Un memorando de 1951 que captura una reunión entre la CIA y funcionarios de inteligencia extranjeros sobre la investigación del control mental y su interés compartido en el concepto de control mental individual. (Documento 3)
Una entrada de 1952 del calendario diario de George White, un agente federal de narcóticos que dirigía una casa de seguridad donde la CIA probaba drogas como el LSD y realizaba otros experimentos con estadounidenses inconscientes. (Documento 5)
Un informe de 1952 sobre el uso “exitoso” de los métodos de interrogatorio ARTICHOKE que combinaban el uso de “narcosis” e “hipnosis” para inducir regresión y posterior amnesia en “agentes rusos sospechosos de estar duplicados”. (Documento 6)
Un memorando de 1956 en el que el jefe de MKULTRA, Sidney Gottlieb, firma un proyecto que “evaluaría los efectos de grandes dosis de LSD-25 en voluntarios humanos normales” en prisioneros federales en Atlanta. (Documento 13)
El informe de 1963 del inspector general de la CIA, que llevó a la dirección de la CIA a reexaminar el uso de estadounidenses inconscientes en su programa encubierto de pruebas de drogas. (Documento 16)
La declaración en 1983 del jefe de MKULTRA, Sidney Gottlieb, en un caso civil interpuesto por Velma “Val” Orlikow, víctima de proyectos patrocinados por la CIA y dirigidos por el Dr. Ewen Cameron en el Instituto Allan Memorial de Montreal. (Documento 20)
Los desafíos a los que se enfrentó este proyecto de documentación fueron considerables, ya que el director de la CIA, Richard Helms, y el antiguo jefe de MKULTRA, Sidney Gottlieb, destruyeron la mayoría de los registros originales del proyecto en 1973. Es una historia sobre el secreto, tal vez el encubrimiento más infame en la historia de la Agencia. También es una historia marcada por la impunidad casi total a nivel institucional e individual por innumerables abusos cometidos a lo largo de décadas, no durante interrogatorios de agentes enemigos o en situaciones de guerra, sino durante tratamientos médicos ordinarios, dentro de hospitales penitenciarios, clínicas de adicciones y centros de detención de menores, y en muchos casos dirigidos por figuras importantes en el campo de las ciencias del comportamiento. A pesar de los esfuerzos de la Agencia por borrar esta historia oculta, los documentos que sobrevivieron a esta purga y que se han reunido aquí presentan una narrativa convincente e inquietante de los esfuerzos de décadas de la CIA por descubrir y probar formas de borrar y reprogramar la mente humana.

La mayor parte de estos registros se extrajeron de los registros recopilados por John Marks, el ex funcionario del Departamento de Estado que presentó las primeras solicitudes de la Ley de Libertad de Información sobre el tema y cuyo libro de 1979, The Search for the “Manchurian Candidate”: The CIA and Mind Control: The Secret History of the Behavioral Sciences (Nueva York, W. W. Norton & Company, 1979) sigue siendo la fuente más importante sobre este episodio. Marks donó más tarde sus documentos de la FOIA y otros trabajos de investigación al Archivo de Seguridad Nacional. Muchas de las redacciones en los documentos se han eliminado de manera efectiva con el paso del tiempo, ya que las investigaciones oficiales, las declaraciones civiles y las historias detalladas han arrojado luz significativa sobre algunos de estos episodios. En muchos casos, las copias de registros desclasificados donados por Marks al Archivo de Seguridad Nacional llevan sus anotaciones escritas a mano.

El legado de MKULTRA va mucho más allá de los diversos “subproyectos” descritos en estos documentos y que fueron en gran parte clausurados a mediados de los años 1970. Como señala el autor Stephen Kinzer, los programas de investigación de control de conducta de la CIA “contribuyeron decisivamente al desarrollo de técnicas que los estadounidenses y sus aliados utilizaron en los centros de detención de Vietnam, América Latina, Afganistán, Irak, la Bahía de Guantánamo y prisiones secretas de todo el mundo”. Las técnicas de MKULTRA fueron citadas en el manual de interrogatorio KUBARK de la CIA de 1963, que fue la base para los interrogatorios de prisioneros en Vietnam y más tarde en las dictaduras anticomunistas de América Latina.[1]

Si bien muchos de los proyectos MKULTRA se llevaron a cabo en hospitales, laboratorios u otros entornos institucionales, otros se llevaron a cabo en casas de seguridad clandestinas de la CIA atendidas no por médicos o clínicos sino por duros agentes federales antinarcóticos como George Hunter White. Bajo la dirección de Gottlieb, White adoptó la personalidad de un artista bohemio llamado “Morgan Hall” para atraer a víctimas desprevenidas a su “piso”, donde él y sus colaboradores de la CIA experimentaban en secreto con ellas y grababan su comportamiento. White, un veterano de la OSS que había trabajado en el desarrollo de la “droga de la verdad” para el Ejército durante la Segunda Guerra Mundial, dosificó subrepticiamente a muchas de sus víctimas con LSD, una droga que la CIA tenía en abundancia gracias a Eli Lilly, que había desarrollado la capacidad de producir la droga en “cantidades enormes” y había aceptado convertirse en el proveedor de la Agencia. Gottlieb, su adjunto Robert Lashbrook y el psicólogo de la CIA John Gittinger se encuentran entre los funcionarios de la CIA que visitaban con frecuencia los refugios de White.

De particular interés es la misteriosa muerte en 1953 de Frank Olson, un químico del Ejército y especialista en aerosoles de la División de Operaciones Especiales (SOD) del Cuerpo Químico del Ejército, el socio militar de la CIA en la investigación del control de la conducta. Oficialmente se consideró que se trató de un suicidio, y la muerte de Olson, que se produjo tras caer desde un piso de diez pisos en la ciudad de Nueva York, se produjo diez días después de que Gottlieb y el personal del TSS le echaran LSD a su cóctel durante un retiro de trabajo de la CIA-SOD en Deep Creek Lake, Maryland. Más tarde se determinó que la droga había contribuido a su muerte, pero muchos, incluidos miembros de su familia, han puesto en duda la conclusión de que Olson (que compartía habitación con Lashbrook esa noche) se arrojó por la ventana del Hotel Statler.

En el centro de todo estaba Sidney Gottlieb, jefe del Personal de Servicios Técnicos (TSS) de la División Química de la CIA y más tarde director de la División de Servicios Técnicos (TSD). Gottlieb era «el principal fabricante de venenos de la CIA», según Kinzer, cuyo libro, Poisoner in Chief: Sidney Gottlieb and the CIA Search for Mind Control (Nueva York: Henry Holt, 2019), es la obra definitiva sobre el químico voluble. Desde su posición en lo profundo de los pasillos secretos de la CIA, Gottlieb dirigió el esfuerzo de décadas de la Agencia para encontrar formas de usar drogas, hipnosis y otros métodos extremos para controlar el comportamiento humano y, se esperaba, convertirlos en herramientas utilizables para las agencias de inteligencia y los responsables políticos.

Las historias sobre la participación de la CIA en los intentos fallidos de asesinar al Primer Ministro del Congo Patrice Lumumba y al líder cubano Fidel Castro, entre otros, se encuentran entre los ejemplos más legendarios, si no los más exitosos, de los esfuerzos de la Agencia para poner en práctica los trucos y herramientas reunidos por la unidad de Gottlieb. Menos conocido es su papel en los experimentos con drogas y los programas de «interrogatorio especial» que dejaron a cientos de personas psicológicamente dañadas y a otras «permanentemente destrozadas», según Kinzer. [2]

Aunque MKULTRA fue aprobado en los niveles más altos, funcionó prácticamente sin supervisión. Como señala Marks, la autorización inicial del presupuesto de MKULTRA “eximió al programa de los controles financieros normales de la CIA” y “permitió a TSS iniciar proyectos de investigación ‘sin la firma de los contratos habituales u otros acuerdos escritos’”. [3] Con poca rendición de cuentas, recursos ilimitados y el respaldo del jefe de operaciones encubiertas de la CIA, Richard Helms, Gottlieb y su personal en TSS desarrollaron una serie de experimentos extraños que creían que mejorarían las operaciones de inteligencia encubierta y, al mismo tiempo, mejorarían las defensas de la Agencia contra el uso de técnicas similares por parte de las fuerzas enemigas.

Cuando Gottlieb llegó a la CIA en 1952, el Proyecto BLUEBIRD, que exploraba “la posibilidad de controlar a un individuo mediante la aplicación de técnicas especiales de interrogatorio”, ya estaba en marcha. [4] Dirigidos por el jefe de la Oficina de Seguridad, Morse Allen, los primeros experimentos BLUEBIRD fueron realizados por equipos que incluían expertos en polígrafo y psicólogos y se llevaron a cabo en detenidos y sospechosos de ser informantes en instalaciones secretas de interrogatorio de Estados Unidos en Japón y Alemania.

El ascenso de Allen Dulles a subdirector de la CIA en 1951 dio lugar a una ampliación de los programas BLUEBIRD bajo un nuevo nombre, ARTICHOKE, y bajo la dirección de Gottlieb en el TSS. El nuevo programa debía incluir, entre otros proyectos, el desarrollo de “pistolas de gas” y “venenos”, y experimentos para comprobar si los “sonidos monótonos”, la “conmoción cerebral”, el “electroshock” y el “sueño inducido” podían utilizarse como medios para obtener “control hipnótico de un individuo”.

Fue bajo ARTICHOKE cuando la Agencia empezó a reclutar de forma más sistemática a los mejores investigadores y a cortejar a las instituciones más prestigiosas para que colaboraran en sus investigaciones sobre el control mental. Uno de los primeros en participar fue el subdirector del Hospital Psicopático de Boston, el Dr. Robert Hyde, que en 1949 fue el primer estadounidense en “viajar” con LSD después de que el hospital adquiriera muestras de la droga del laboratorio Sandoz en Suiza. En 1952, la CIA empezó a financiar la investigación del hospital sobre el LSD, en la que Hyde se utilizó a sí mismo, a sus colegas, a estudiantes voluntarios y a pacientes del hospital como sujetos de estudio. Hyde trabajaría en cuatro subproyectos de MKULTRA durante la década siguiente.

Poco después de que Dulles se convirtiera en DCI en 1953, autorizó MKULTRA, ampliando la investigación de control de la conducta de la Agencia y reorientándola hacia el desarrollo de “una capacidad para el uso encubierto de materiales biológicos y químicos” en “operaciones clandestinas presentes y futuras”. [6] Muchos de los 149 subproyectos de MKULTRA se llevaron a cabo a través de universidades de prestigio como Cornell, Georgetown, Rutgers, Illinois y Oklahoma. El Dr. Carl Pfeiffer, presidente del Departamento de Farmacología de la Universidad Emory, dirigió cuatro subproyectos de MKULTRA, todos los cuales implicaban el uso de drogas, incluido el LSD, para inducir estados psicóticos. La horrible serie de experimentos dejó a muchos de sus sujetos, incluidos prisioneros de la Penitenciaría Federal de Atlanta y jóvenes alojados en un centro de detención en Bordentown, Nueva Jersey, marcados de por vida.

Muchos otros subproyectos de MKULTRA se establecieron mediante subvenciones de fundaciones falsas financiadas por la CIA. Una de ellas, el Fondo Geschickter para la Investigación Médica, dirigido por el Dr. Charles Geschickter, profesor de patología en la Universidad de Georgetown, destinó millones de dólares de la CIA a programas de investigación en Georgetown y otras instituciones. Como parte del acuerdo, la CIA obtuvo acceso a un refugio médico seguro en el recién construido Anexo Gorman del Hospital Universitario de Georgetown, junto con un suministro de pacientes y estudiantes para utilizar como sujetos para los experimentos de MKULTRA.

Otra importante fundación “recortada” de MKULTRA, la Human Ecology Society, estaba dirigida por el neurólogo del Centro Médico Cornell, el Dr. Harold Wolff, quien escribió un estudio temprano sobre las técnicas comunistas de lavado de cerebro para Allen Dulles y más tarde se asoció con la CIA para desarrollar una combinación de drogas y privación sensorial que pudiera usarse para borrar la mente humana. Entre los proyectos MKULTRA más extremos financiados a través del grupo de Wolff estaban los infames experimentos de “desesquematización” realizados por el Dr. D. Ewen Cameron en el Allan Memorial Institute, un hospital psiquiátrico de la Universidad McGill en Montreal, Canadá. Los métodos de Cameron combinaban sueño inducido, electroshocks y “conducción psíquica”, bajo los cuales sujetos drogados eran torturados psicológicamente durante semanas o meses en un esfuerzo por reprogramar sus mentes.

Estos registros también arrojan luz sobre un período especialmente oscuro en la historia de las ciencias del comportamiento en el que algunos de los mejores médicos en el campo llevaron a cabo investigaciones y experimentos generalmente asociados con los médicos nazis que fueron juzgados en Nuremberg. Mientras que algunos profesionales médicos contratados por la CIA aparentemente luchaban con los problemas éticos que planteaba la realización de pruebas dañinas en sujetos humanos inconscientes, otros estaban ansiosos por participar en un programa en el que, según un memorando de 1953, “ninguna área de la mente humana debe quedar sin explorar”. Así como los psicólogos de la CIA supervisaron más tarde la tortura de prisioneros en la Bahía de Guantánamo y en los “sitios negros” de la CIA, durante las primeras décadas del siglo XXI, muchos de los médicos y clínicos reclutados para el trabajo de MKULTRA eran líderes en el campo, cuya participación impulsó el prestigio del programa y atrajo a otros hacia él. Los académicos e investigadores que analizan la participación de psicólogos y otros profesionales médicos en los horribles programas de detención e interrogatorio de Estados Unidos que han sido expuestos en los últimos años encontrarán paralelos y antecedentes históricos a lo largo de esta colección.

La colección también es de gran valor para aquellos interesados ​​en aprender más sobre los primeros años de la CIA y algunas de sus principales personalidades, como Allen Dulles, Richard Helms, Richard Bissell, Franks Wisner y otros, quienes imaginaron y crearon una agencia de inteligencia que favorecía la acción audaz, a menudo encubierta, y donde proyectos controvertidos como MKULTRA podían arraigarse y florecer en secreto.

The Documents

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Document 01

U.S. Central Intelligence Agency, Interrogation Research Section to Chief, Security Branch, “Establishing of Security Validation Teams,” Classification unknown, September 27, 1949, 2 pp.

Sep 27, 1949

Source

John Marks Collection, Box 1

After returning from an overseas trip, the CIA’s Morse Allen summarizes his recommendations for the establishment of “security validation teams” in the U.S. and abroad that would combine the use drugs, hypnosis and the polygraph to perform a variety of intelligence functions, including the screening of Agency personnel and informants, the interrogation of suspected enemy agents, the processing of any “loyalty cases” that might arise, and the possible use of “operational hypnosis.” The teams would also gather information about the “interrogation techniques and special operational procedures being utilized by Russia and Russian dominated countries.”

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Document 02

Chief, Inspection and Security Staff, U.S. Central Intelligence Agency to Director of Central Intelligence, “Project Bluebird,” Top Secret, April 5, 1950, 12 pp.

Apr 5, 1950

Source

John Marks Collection, Box 9

Sheffield Edwards requests that DCI Roscoe Hillenkoetter approve plans for Project BLUEBIRD, sending it directly to the DCI rather than through the normal approval process due to “the extreme sensitivity of this project and its covert nature.” The memo indicates broad agreement among CIA offices “for the immediate establishment of interrogation teams for the operational support of OSO [Office of Special Operations] and OPC [Office of Policy Coordination] activities,” referring to the groups responsible for managing covert operations. The teams would “utilize the polygraph, drugs, and hypnotism to attain the greatest results in interrogation techniques.” Noting that there is “considerable interest in the field of hypnotism” across CIA offices, the idea of Bluebird would be “to bring all such interests within the purview and control of a single project.”

The project envisions “interrogation teams … utilizing the cover of polygraph interrogation to determine the bona fides of high potential defectors and agents, and also for the collection of incidental intelligence from such projects.” Each team would consist of a psychiatrist, a polygraph technician and a hypnotist. An office would be established in Washington “to serve as a cover for training, experimentation, and indoctrination” of psychiatrists “in the use of drugs and hypnotism.” When not deployed abroad, the doctors would be used “for defensive training of covert personnel, study, and experimentation in the application of these techniques.”

A handwritten annotation indicates that Hillenkoetter authorized $65,515 for the project on April 20, 1950.

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Document 03

“Report of Special Meeting Held in [Deleted] on 1 June 1951,” Classification unknown, June 1, 1951, 6 pp.

Jun 1, 1951

Source

John Marks Collection, Box 6

In The Search for the Manchurian Candidate, Marks cites this fascinating account of an “informal get-together” between representatives of the U.S., British and Canadian intelligence services in which “all matters related to the influence or control of the minds of individuals were discussed.” The conversation among the allied intelligence services “ranged from the specific subject of means for extracting information to the broadest aspects of psychological warfare and propaganda.”

One foreign intelligence official (identified by Marks as the British representative) at first seemed skeptical about the idea of individual mind control and was more interested in programs that would research “the psychological factors causing the human mind to accept certain political beliefs” and “aimed at determining means for combatting communism, “‘selling’ democracy,” and preventing the “penetration of communism into trade unions.” However, “after lengthy discussions he became quite enthusiastic” about research into individual mind control, according to the meeting notes.

“All present agreed that there has been no conclusive evidence, either from reports on Soviet activities or in Western research, to indicate that new or revolutionary progress has been made in this field,” but “full investigation of the Soviet cases was essential and basic research in the field is most important because of the importance of this matter in connection with cold war operations… Even though no radical discoveries are made, even small gains in knowledge will justify the effort expended.”

Since the group had only discussed “pure research” and not the offensive use of mind control techniques, the author of the memo recommends that the U.S. strike “a clear separation between the intelligence and the research aspects” of the project when dealing with allied intelligence organizations.

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Document 04

ARTICHOKE Project Coordinator to Assistant Director, Scientific Intelligence, U.S. Central Intelligence Agency, “Project ARTICHOKE,” Top Secret Eyes Only, April 26, 1952, 9 pp. Apr 26, 1952

Apr 26, 1952

Source

John Marks Collection, Box 6

Bureaucratic authority within the CIA for the ARTICHOKE program bounced around during the early 1950s from the Office of Security to the Office of Scientific Intelligence (OSI) before going back to Security and, finally, to the Technical Services Staff (TSS) under Sidney Gottlieb. Less than a month after ARTICHOKE was first transferred from Security to OSI, the new project director, Robert J. Williams, sent this memo to his boss, H. Marshall Chadwell, outlining the program’s major accomplishments and deficiencies and pointing to the need to involve, or even turn the program over to, the CIA Medical Staff since he sees it as “primarily a medical problem.”

Williams reports that “field tests utilizing special techniques for interrogation” had not occurred as previously planned since the Artichoke project leaders lack confidence “in the techniques presently available” for ARTICHOKE interrogations and have been unable “to come up with any new techniques offering significant advantages” known methods. A “major factor” contributing to these conditions, Williams writes, is “the difficulty in obtaining competent medical support, both for the operational teams and for the research effort.”

A seven-page attachment describes ARTICHOKE as “a special agency program established for the development and application of special techniques in CIA interrogations and in other CIA covert activities where control of an individual is desired.” In the weeks since taking over the program, “OSI has endeavored to evaluate known techniques and to uncover new ones using consultants, Armed Service contracts and whatever information may be available within CIA or through other CIA channels.” The new team was also working to “evaluate claims that the USSR and/or its satellites may have developed new and significant techniques for this purpose.”

While no new techniques had been discovered, presently known mind control techniques described in the attachment include the use of LSD and other drugs, hypnosis, the use of the polygraph, neurosurgery, and electric shock treatments. However, field testing of these techniques has been handicapped by the “inability to provide the medical competence for a final evaluation and for such field testing as the evaluation indicates. Repeated efforts to recruit medical personnel have failed and until recently the CIA Medical Staff has not been in a position to assist.”

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Document 05

George White appointment book entry, June 9, 1952

Jun 9, 1952

Source

George White Papers, M1111, Dept. of Special Collections, Stanford University Libraries, Stanford, Calif.

In his daily planner entry for June 6, 1952, federal narcotics agent George White notes a morning meeting with the Sidney Gottlieb of the CIA, jotting at the bottom of the page: “Gottlieb proposes I be CIA consultant – I agree.” Using the alias “Morgan Hall,” White would go on to run CIA safehouses in New York and San Francisco where unwitting individuals would be surreptitiously dosed with LSD and other drugs and subjected to other mind control techniques.

ebb 880 doc 6

Document 06

Memorandum for Director of Central Intelligence, “Successful Application of Narco-Hypnotic Interrogation (ARTICHOKE),” Classification unknown, 3 pp.

Jul 14, 1952

Source

John Marks Collection, Box 6

In a memo to the DCI, the CIA Security Office reports on the “successful” use of ARTICHOKE interrogation methods on “Russian agents suspected of being doubled.” Using the cover of a “psychiatric-medical” evaluation, officials from the Security Office and the CIA Medical Office combined the use of “narcosis” and “hypnosis” to induce regression and, in one case, “a subsequent total amnesia produced by post-hypnotic suggestion.” In the second case, CIA handlers used “heavy dosages of sodium pentothal,” a barbiturate, “coupled with the stimulant Desoxyn,” a methamphetamine, “with outstanding success.” The officers involved believed “that the ARTICHOKE operations were entirely successful” and “that the tests demonstrated conclusively the effectiveness of the combined chemical-hypnotic technique in such cases.”

ebb 880 doc 7

Document 07

Memorandum from CIA Acting Assistant Director for Scientific Intelligence to Deputy Director for Plans Allen Dulles, “Project ARTICHOKE,” Classification unknown, July 14, 1952, 2 pp.

Jul 14, 1952

Source

John Marks Collection, Box 6

This memo to Deputy Director for Plans Allen Dulles records a meeting of CIA office heads at which it was decided to transfer control of the ARTICHOKE project from OSI back to the Inspection and Security Office (I&SO) with the Office of Technical Services (OTS), home of Sidney Gottlieb and the Technical Services Staff (TSS), taking over responsibility for ARTICHOKE-related research and for maintaining contact with the Defense Department.

Those present at the meeting agreed that “the scope of Project ARTICHOKE is research and testing to arrive at means of control, rather than the more limited concept embodied in ‘special interrogations.’”

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Document 08

Memorandum for CIA Inspector General Lyman Kirkpatrick, “Use of LSD,” Secret, December 1, 1953, 2 pp.

Dec 1, 1953

Source

Center for National Security Studies (CNSS) FOIA

Shortly after the death of U.S. Army scientist Frank Olson was linked to a CIA LSD experiment, this memo recounts steps taken by CIA Technical Services Staff (TSS) chief Willis Gibbons to account for LSD handled and distributed by TSS. Gibbons has “impounded all LSD material in CIA Headquarters in a safe adjacent to his desk” and was “stopping any LSD tests which may have been instituted or contemplated under CIA auspices.” CIA field stations in Manila and Atsugi, Japan, also have LSD on site. The CIA has also provided LSD to federal narcotics agent George White, who Gibbons said was “fully cleared.” Asked for any “reports on the use and effects of LSD,” Gibbons said he likely had “a drawer full of papers.”

Gibbons was not fully clear on how the CIA obtained LSD, but most of it came from the Eli Lilly & Company, according to this memo, which “apparently makes a gift of it to CIA.”

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Document 09

Statement of Vincent L. Ruwet on Frank Olson death, December 1, 1953

Dec 1, 1953

Source

CNSS FOIA

Vincent Ruwet, the head of the Special Operations Division of the Army Chemical Corps and Frank Olson’s boss, gives a firsthand account of the last days and hours of Olson’s life, including comments on his state of mind during and in the days following the Deep Creek Lake experiment, in which he and other CIA and Army officials were unwittingly dosed with LSD.

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Document 10

Memorandum for Director of Security, U.S. Central Intelligence Agency, “ARTICHOKE [redacted] Case #1,” Classification unknown, ca. March 1954, 4 pp.

Mar 1954

Source

John Marks Collection

An internal memo describes the interrogation of “an important covert operational asset” by an operational unit of the CIA’s ARTICHOKE program. Conducted at an undisclosed safe house, the ARTICHOKE interrogation was meant to “evaluate his part reports; to accept or not accept his past accounts or future budgets; to determine his future potentialities and clearly re-establish his bonafides.” CIA interrogators applied ARTICHOKE techniques including hypnosis and “massive use of chemicals” under cover of medical treatment for a case of influenza. The report says that the subject “was held under ARTICHOKE techniques for approximately twelve hours” and that they were under “direct interrogation” for 90 minutes. Consultants who reviewed the interrogation report agreed that ARTICHOKE officials “took certain (probably calculated) chances in using the massive dosages of chemicals” but that “ultimate results apparently justified the measures taken.”

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Document 11

Memorandum for Director of Central Intelligence, “Project MKULTRA, Subproject 35,” Top Secret, November 15, 1954, 13 pp.

Nov 15, 1954

Source

George C. Marshall Research Library, James Srodes Collection, Box 8, Folder: “AWD [Allen Welsh Dulles]: Mind Control 1953-1961”

The CIA’s Technical Services Section (TSS) requests authorization for a project at Georgetown University Hospital that would provide cover for research under the Agency’s “biological and chemical warfare program.” Using a philanthropic organization as a “cut-out,” the CIA would partially fund “a new research wing” of the hospital (the Gorman Annex) and would use one sixth of the new annex to conduct “Agency-sponsored research in these sensitive fields.” MKULTRA, the memo observes, provides research and development funding “for highly sensitive projects in certain fields, including covert biological, chemical and radiological warfare” but does not specifically authorize funds to establish cover for these programs.

An attachment describes the rationale for the use of a university hospital as cover for conducting such experiments, noting that “competent individuals in the field of physiological, psychiatric and other biological sciences are very reluctant to enter into signed agreements of any sort which would connect them with this activity since such connection might seriously jeopardize their professional reputations.”

The Agency’s clandestine funding and use of the hospital would be channeled through the Geschickter Fund for Medical Research, named for Dr. Charles Geschickter, a professor of pathology at Georgetown University Hospital who had been secretly working with the CIA since 1951. The Fund was used “both as a cut-out for dealing with contractors in the fields of covert chemical and biological warfare, and as a prime contractor for certain areas of biological research.” In addition to Geschickter, at least two other board members of the Fund were aware that it was being used to conceal the CIA’s “sensitive research projects.”

Agency sponsorship was “completely deniable since no connection would exist between the University and the Agency.” Three “bio-chemical employees of the Chemical Division of TSS” would be given “excellent professional cover” while “human patients and volunteers for experimental use will be available under excellent clinical conditions” and with hospital supervision.

The document was found among the papers of James Srodes, author of Allen Dulles: Master of Spies (Washington, D.C.: Regnery, 1999), which are housed at the George C. Marshall Research Library of the Virginia Military Institute.

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Document 12

U.S. Central Intelligence Agency, Technical Services Section, Chemical Division, [Materials and Methods Under Research and Development at TSS/CD], draft, includes alternate version, May 5, 1955, 7 pp.

May 5, 1955

Source

John Marks Collection; George C. Marshall Research Library, James Srodes Collection, Box 8, Folder: “AWD [Allen Welsh Dulles]: Mind Control 1953-1961”

This document was apparently drafted by the TSS Chemical Division after a discussion in which DCI Dulles and others had questioned whether the use of Georgetown University Hospital as a “cut-out” for sensitive experiments was worth the considerable cost and had asked TSS “to draw up a handwritten list of advantages which such a place would afford our people.”

The response from TSS lists 17 “materials and methods” that the Chemical Division was working to develop, including:

  • substances that “promote illogical thinking,”
  • materials that would “render the induction of hypnosis easier” or “enhance its usefulness,”
  • substances that would help individuals to endure “privation, torture and coercion during interrogation” and attempts at ‘brain-washing,’”
  • “materials and physical methods” to “produce amnesia” and “shock and confusion over extended periods of time,”
  • substances that would “produce physical disablement, including paralysis,
  • substances that “alter personality structure” or that “produce ‘pure’ euphoria with no subsequent let-down,”
  • and a “knockout pill” for use in surreptitious druggings and to produce amnesia, among other things.

TSS notes that private physicians are often quite willing to test new substances for pharmaceutical companies “in order to advance the science of medicine,” but that, “It is difficult and sometimes impossible for TSS/CD to offer such an inducement with respect to its products.” Outside contractors can be used during the “preliminary phases” of many CIA experiments, but “that part which involves human testing at effective dose levels presents security problems which cannot be handled by the ordinary contractor.”

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Document 13

Memorandum for the Record by Sidney Gottlieb, Chief, Technical Services Section, Chemical Division, “MKULTRA, Subproject 47,” Classification unknown, June 7, 1956, 6 pp.

Jun 7, 1956

Source

John Marks Collection

In a memorandum for the record, Gottlib authorizes an MKULTRA subproject to be led by Carl Pfeiffer of Emory University, a frequent collaborator who conducted experiments on prisoners at the federal penitentiary in Atlanta, Georgia. Here Gottlieb approves a request to continue Pfeiffer’s experiments, which include the development of “an anti-interrogation drug” and “tests in human volunteers.”

The attached proposal identifies the name of the study: “The Pharmacological Screening and Evaluation of Chemical Compounds Having Central Nervous System Activities,” summarizing it as the testing of “materials capable of producing alterations in the human central nervous system which are reflected as alterations in human behavior.” Facilities described in the redacted document include “auxilliary [sic] animal testing laboratories,” those used for “preliminary human pharmacological testing,” and additional facilities “for testing in normal human volunteers at [deleted] Penitentiary directed by [deleted].”

Among the “particular projects” on the agenda for the year to come are: (1) “To evaluate the effects of large doses of LSD-25 in normal human volunteers,” and (2) “To evaluate the threshold dose levels in humans of a particular natural product to be supplied by [deleted],” and (3) “To evaluate in human beings a substance which we now believe has the ability to counteract the inebriating effects of ethyl alcohol.”

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Document 14

Memorandum for the Record by Sidney Gottlieb, Chief, Technical Services Staff, Chemical Division, “Accountability for Certain Expenditures under Subproject 42 of MKULTRA,” Top Secret, August 17, 1956, 1 p.

Aug 17, 1956

Source

John Marks Collection

Sidney Gottlieb was shown this one-page document during a 1983 deposition in a lawsuit brought by Velma “Val” Orlikow, a former patient at the Allan Memorial Institute in Montreal, site of some of the most horrific MKULTRA experiments. The memo describes accounting procedures for a CIA safehouse run by federal narcotics agent George White “for conducting experiments involving the covert administration of physiologically active materials to unwitting subjects.” Gottlieb writes that “the highly unorthodox nature of these activities and the considerable risk incurred” by White and his associates make it “impossible to require that they provide a receipt for these payments of that they indicate the precise manner in which the funds were spent.”

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Document 15

U.S. Central Intelligence Agency, “Fitness Report” of Sidney Gottlieb, Secret, June 16, 1958, 5 pp.

Jun 16, 1958

Source

Stephen Kinzer donation

A CIA “Fitness Report” evaluates the first six months of Sidney Gottlieb’s stint as a CIA case officer in Europe. Characterized as “very mature” and “highly intelligent,” the evaluation notes that Gottlieb’s “entire agency career had been technical in nature” before this new assignment, his “first indoctrination to operational activities.” Gottlieb displayed a “keen desire to learn” and a “willingness to undertake all types of operational assignments” despite being “considerably senior in age and grade to other officers at the branch.” Gottlieb’s “only apparent weakness,” according to the evaluation, “is a tendency to let his enthusiasm carry him into more precipitous action than the operational situation will bear.”

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Document 16

John S. Earman, Inspector General, U.S. Central Intelligence Agency, “Report of Inspection of MKULTRA/TSD,” Top Secret, includes cover memo dated July 26, 1963, includes attachments, incudes annotated extract, 48 pp.

Jul 26, 1963

Source

John Marks Collection

In a memo forwarding his report on TSD’s management of MKULTRA to the DCI, CIA Inspector General John Earman says that the program’s “structure and operational controls need strengthening”; that the Agency should improve “the administration of research projects”; and that “some of the testing of substances under simulated operational conditions was judged to involve excessive risk to the Agency.”

The attached report briefly reviews the history of the program and finds that many of the projects initiated during that time “do not appear to have been sufficiently sensitive to warrant waiver of normal Agency procedures for authorization and control,” and that TSD was managing the program without proper documentation and oversight.

“Over the ten-year life of the program many additional avenues to the control of human behavior have been designated by the TSD management as appropriate to investigation under the MKULTRA charter, including radiation, electro-shock, various fields of psychology, psychiatry, sociology, and anthropology, graphology, harrassment [sic] substances, and paramilitary devices and materials.”

“TSD has pursued a philosophy of minimum documentation,” according to the report, and the “lack of consistent records precluded use of routine inspection procedures and raised a variety of questions concerning management and fiscal controls.” There were only two people at TSD with “full substantive knowledge of the program,” but these were “highly skilled, highly motivated, professionally competent individuals” who relied on the “‘need to know’ doctrine” to protect “the sensitive nature of the American intelligence capability to manipulate human behavior.”

Earman’s report looks closely at how each phase in the development of and operationalization of “materials capable of producing behavioral or physiological change in humans” is managed by TSD, including arrangements with physicians and scientists where the Agency “in effect ‘buys a piece’ of the specialist in order to enlist his aid in pursuing the intelligence implications of his research.”

With respect to human testing, the IG identifies two stages: the first “involves physicians, toxicologists, and other specialists in mental, narcotics, and general hospitals and in prisons, who are provided the products and findings of the basic research projects and proceed with intensive testing on human subjects.” During this phase, “Where health permits, test subjects are voluntary participants in the program.”

In the “final phase” of MKULTRA drug testing, the substances are given to “unwitting  subjects in normal life settings.” Earman says it is “firm doctrine” at TSD “that testing of materials under accepted scientific procedures fails to disclose the full pattern of reactions and attributions that may occur in operational situations.” Because of this, “TSD initiated a program for covert testing of materials on unwitting U.S. citizens in 1955.”

The reports focuses on drug experiments conducted at CIA safehouses in the U.S. and directed by Bureau of Narcotics agent George White. Some of the test subjects “have been informers or members of suspect criminal elements,” but unwitting subjects were drawn from all walks of life: “[T]he effectiveness of the substances on individuals at all social levels, high and low, native American and foreign, is of great significance and testing has been performed on a variety of individuals within these categories.”

Earman nevertheless recommends that the Agency terminate the testing of substances on unwitting U.S. citizens after weighing “possible benefits of such testing against the risk of compromise and of resulting damage to CIA” but is equally clear that such tests can continue to be performed foreign nationals. The Agency’s “deep cover agents overseas” were “more favorably situated than the U.S. narcotics agents” that ran the safehouses in the U.S., and “operational use of the substances clearly serves the testing function.”

Overall, MKULTRA materials had not been very useful in intelligence operations: “As of 1960 no effective knockout pill, truth serum, aphrodisiac, or recruitment pill was known to exist,” although “real progress has been made in the use of drugs in support of interrogation.” Among other obstacles, Some case officers “have basic moral objections to the concept of MKDELTA,” the program meant to operationalize materials and techniques developed through MKULTRA.

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Document 17

John S. Earman, Inspector General, U.S. Central Intelligence Agency, Memorandum for the Record, “MKULTRA Program,” Secret, November 29, 1963, incudes cover memo dated August 27, 1975, 3 pp.

Nov 29, 1963

Source

John Marks Collection

This memo records a meeting held in the office of Deputy Director of Central Intelligence Gen. Marshall Carter to settle the one major point of disagreement among CIA officials over the inspector general’s MKULTRA recommendations: whether to continue with the testing of MKULTRA substances on unwitting U.S. citizens. Others present were Deputy Director for Plans Richard Helms, CIA executive director (and former inspector general) Lyman Kirkpatrick, current CIA inspector general John Earman, and Sidney Gottlieb, head of the CIA’s Technical Services Division (TSD).

Both Gottlieb and Helms “argued for the continuation of unwitting testing,” while Earman, Carter and Kirkpatrick disagreed. Carter was concerned with the “unwitting aspect,” and a discussion ensued “on the possibility of unwitting test on foreign nationals,” which “had been ruled out” due to opposition from “senior chiefs of stations” as “too dangerous” and who said they lacked “controlled facilities.” Earman finds this “odd,” emphasizing the slipshod nature of some of the safehouses used for unwitting tests in the U.S.

Concluding the meeting, the participants agree that if the Directorate for Plans determined “that unwitting testing on American citizens must be continued to operationally prove out these drugs, it may become necessary to place this problem before the Director [of Central Intelligence] for a decision.” The attached cover memo from 1975 indicates that the DCI decided to defer a decision on testing U.S. citizens for one year and requested that until then the Agency “please continue the freeze on unwitting testing.” The authors of the cover memo found “no record … that this freeze was ever lifted.”

ebb 880 doc 18

Document 18

Memorandum from Donald F. Chamberlain, Inspector General, U.S. Central Intelligence Agency to Director of Central Intelligence, “Destruction of Records on Drugs and Toxins,” Classification unknown, missing tabs, October 20, 1975, 4 pp.

Oct 20, 1975

Source

John Marks Collection

In this memo to the DCI, CIA inspector general Douglas Chamberlain describes efforts to recover Agency records on the MKULTRA and MKNAOMI programs, many of which were destroyed in 1973 on the orders of Richard Helms and Sidney Gottlieb.

ebb 880 doc 19a

Document 19A

U.S. Central Intelligence Agency letter to Sidney Gottlieb, Non-classified, April 30, 1979, 3 pp.

Apr 30, 1979

Source

Douglas Valentine donation

In a letter to the now-retired Sidney Gottlieb, the Agency requests his assistance with a CIA project to “investigate its past involvement with drugs, with emphasis on the use of drugs on unwitting subjects.” The questions mainly have to do with a “secondary” effort of the investigation “to assess the possibility of harm by the specific drugs in the quantities used, and to flesh out the report with enough details of the safehouse operations to lend credence to the report.”

ebb 880 doc 19b

Document 19B

U.S. Central Intelligence Agency Memorandum for the Record, “Telephonic Response of Dr. Gottlieb to Our Letter of 30 April 1979,” Non-classified, 2 pp.

Apr 30, 1979

Source

Douglas Valentine donation

This document records answers given over the phone by Gottlieb in response to questions posed by the CIA in its letter of April 30, 1979 (Document 19A). Among other things, Gottlieb says that the LSD used by George White in the CIA safehouses was “packaged as a solution in approximately 80 microgram units in plastic ampules” and that follow-up with subjects “was conducted when practical.” Gottlieb estimates that there were approximately 40 tests on unwitting subjects that were “performed to explore the full range of the operational use of LSD,” including for “interrogation” and for “provoking erratic behavior.”

ebb 880 doc 20

Document 20

Deposition of Sidney Gottlieb, PhD, in Civil Action No. 80-3163, Mrs. David Orlikow, et al., Plaintiffs, vs. United States of America, Defendant, May 17, 1983, 174 pp.

May 17, 1983

Source

Stephen Kinzer donation

This is the second of three depositions of Sidney Gottlieb by attorneys representing Velma «Val» Orlikow, a former patient of the Allan Memorial Institute, where CIA-backed staff performed horrific experiments on psychiatric patients during the 1950s and 60s.

Asked whether he was involved in “domestic field experimentation” with LSD, Gottlieb said, “If by what you mean ‘field experimentation’, is experiments that involve – that are taking place outside of Washington, D.C., and if by my personal involvement, you mean, was I aware of them or did I have something to do with their instigation, the answer is yes.” When Gottlieb is shown a document indicating that he had personally conducted an interrogation, he claims confusion before admitting that he had indeed been involved in “between one and five” interrogations.

Gottlieb nevertheless denies that the CIA intended to develop techniques to improve U.S. interrogations. “The primary objective of developing new techniques for interrogation … It has to do with the difference between something I have always objected to, namely, that this whole program wanted to create a Manchurian Candidate. The program never did that. That was a fiction, as far as I am concerned, that Mr. Marks indulged in and this question you are asking has to do with that and this is a sensitive area in my mind.”

Asked whether the CIA had tried to identify “techniques of producing retrograde amnesia,” Gottlieb said it was something that they “talked about,” but that he could not “remember any specific projects or specific research mounted in response to that question.” Asked if the CIA ever used “psychosurgery research projects,” Gottlieb said his “remembrance is that they did.”

Gottlieb also describes the role played by the Society for the Investigation of Human Ecology, which he says “was to act in a security sense as a funding mechanism so that the involvement of CIA’s organizational entity would not be apparent in projects that we were funding.” The Geschickter Fund operated much the same way, according to Gottlieb: “It was made as a mechanism to funnel funds for research activities where CIA didn’t want to acknowledge its specific identity as the grantor.”

Gottlieb evades most of the questions about the most important issue before the court in the Orlikow case: the extreme “psychic driving” and “depatterning” experiments conducted by Dr. Ewen Cameron at the Allan Memorial Institute. Again and again, Gottlieb claims to not remember key events and details about the CIA’s relationship to Cameron’s terrifying experiments.

Gottlieb is somewhat more forthcoming about his knowledge of MKULTRA projects in the U.S., including experiments conducted by Dr. Harris Isbell of the NIMH Addiction Research Center in Lexington, Kentucky, which Gottlieb said he visited “at least three or four times.” Gottlieb said Isbell did “some of the early and basic work between dose and response of LSD” on prisoners from the Narcotics Division Hospital. Gottlieb also says he was aware that Isbell offered inmates drugs in exchange for their participation in the project. Asked whether reports that Cameron kept some subjects on LSD for 77 consecutive days was “consistent with the research he was conducting,” Gottlieb said it was, noting that Cameron “had some interest in the quantum effects of LSD, repeated ingestion.” Asked about files on the CIA safehouses run by narcotics agent George White, Gottlieb replies, “They were all destroyed. They don’t exist anymore,” adding, “They were specifically destroyed when the files were destroyed in ’72, ’73.” Asked about White’s purported use of “prostitutes to test methods of slipping drugs to unwitting persons,” Gottlieb said, “the involvement of prostitutes in the West Coast activity had to do with the MO, the modus operandi of this whole drug culture.”

The plaintiffs’ attorneys also ask Gottlieb about the CIA’s work with Dr. Carl Pfeiffer of Emory University, who performed drug experiments on prisoners at the Atlanta federal penitentiary and elsewhere, and Dr. Harold Isbell of the National Institutes for Mental Health, who had conducted drugs tests on patients at the Addiction Research Center in Lexington, Kentucky.

Imagínese

Imagínese que usted es un creyente devoto y llega al Paraíso, ese invaluable penthouse con un jardín donde los niños juegan con leones y los leones comen pasto, como en las ilustraciones de esas revistas que usted recibe todas las semanas.

Imagínese que a sus seres más queridos (su esposa, su amante, su madre, su padre o sus hermanos) les toca el Infierno solo por no haber rezado lo suficiente, por haber dudado demasiado o por haber decidido hacer el bien sin esperar ninguna recompensa más allá de la muerte.

Imagínese que a usted no le importa nada de eso, porque se ha ganado el Paraíso en buena ley, y allí usted está obligado a disfrutar de una felicidad eterna, de una paz infinita.

Imagínese que luego de tanto esfuerzo y de tanta indiferencia usted se encuentra compartiendo el Paraíso con muchos de aquellos que le indicaron a usted el camino de la verdad y la salvación, en una iglesia, en un canal de televisión, en un gobierno elegido por las Fuerzas del Cielo.

Imagínese que se encuentra allí con un emperador sanguinario como Constantino, solo por haber hecho del cristianismo la religión oficial.  

Imagínese que se encuentra con los cruzados que violaron mujeres y quemaron pueblos enteros en su camino a liberar Jerusalén.

Imagínese que se encuentra con Torquemada, con Inocencio IV, el papa que legalizó la tortura; con los reyes católicos y con conquistadores como Hernán Cortés y Francisco Pizarro.

Imagínese que se encuentra con piadosos traficantes de esclavos, como el rey Juan III de Portugal o con otros creyentes intachables, como los reyes esclavistas de la civilizada Europa.

Imagínese que se encuentra con incineradores de mujeres acusadas de brujería, como el inglés Matthew Hopkins y el americano Cotton Mather.

Imagínese que se encuentra con devotos exterminadores de negros, como los líderes del Ku Klux Klan, como los seguidores de las cruces de fuego.

Imagínese que se encuentra con el rey genocida de Bélgica, Leopoldo II, y con otros genocidas británicos como Winston Churchill. Todos piadosos, intachables creyentes y temerosos del Señor.

Imagínese que se encuentra con líderes y presidentes de inquebrantable fe, como Harry Truman, quien le agradeció a Dios las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki; con Curtis LeMay y otros piadosos generales que arrasaron Corea y Vietnam, luego de exterminar a  más de un millón de humanitos bajo las bombas y bajo la lluvia naranja de las más avanzadas armas químicas.

Imagínese que se encuentra con honorables ministros y secretarios de Estado de los imperios de turno, como Robert McNamara, Henrry Kissinger; con mayordomos del imperio salvador, como los generales Augusto Pinochet y Rafael Videla, todos héroes devotos de la santa civilización judeocristiana que usted y su secta apoyaron con tanta pasión contra los enemigos de la verdadera fe.

Imagínese que se encuentra allí con todos esos curas, pastores y televangelistas, pedófilos y puteros, pro vidas amantes de las guerras y pro muerte auto proclamados custodias de la palabra del Señor. (Imagínese que el precio del Paraíso y de la vida eterna requiriesen más que palabras.)  

Imagínese que, gracias a todo el oro del mundo, usted también logre divisar en la santa larga fila a genocidas como Benjamín Netanyahu y a los muy valientes soldados mataniños de su reino que, a pesar de su desprecio por su hijo, fueron premiados por ese mismo dios, complacido por tantos adulones, distribuyendo compasión por los servicios prestados en el más acá.

Imagínese que masacrar decenas de miles de niños por orden de un dios celoso y sediento de sangre sea un mérito premiado por un dios que, por si fuese poco, es el juez y administrador de ese paraíso que le vendieron a precio de ganga, a precio de cerrar los ojos ante la injusticia humana, a precio de liquidación: arrodillarse en una iglesia con aire acondicionado y vitrales bonitos, darle limosnas a los pobres y sonreírle a los condenados al infierno.

Imagínese que usted, como tantos otros millones, lograron convencerse de su propia bondad a fuerza de rezar y que, por si fuese poco, convencieron al Creador del Universo de que se merecen la absolución de su infinita cobardía y el premio de su no menos infinito crimen contra la Humanidad.

Ahora, imagínese que se encuentra con ese ejército de fanáticos de yugulares hinchadas y de genocidas amantes del poder y del dinero, sólo porque creían lo mismo que usted, como ese señor desconocido que reza arrodillado al lado suyo en la iglesia.

Imagínese que eso es el Paraíso que le han prometido desde antes de aprender a hablar y que todo eso deberá vivirlo por el resto de la Eternidad.

Imagínese, por un momento, que en realidad eso es el Infierno que usted se imaginó para los demás, para gente que no va a rezar a ningún templo, que no quieren ni creen en una vida eterna y que no justifican las matanzas de seres humanos bajo las millonarias bombas de quienes dicen que están haciendo el trabajo de Dios.

Imagínese que Dios, luego de crear el Universo, quedó exhausto y necesita ayuda de piadosos criminales como usted.

Imagínese que a su dios le importa más la moral que la adulación universal.

Imagínese, por un instante, que tal vez usted estaba equivocado y que, por su maldito fanatismo, millones de seres humanos deben sufrir la tortura de este mundo, que es el único infierno conocido.

Jorge Majfud, diciembre 2024.

https://www.pagina12.com.ar/791380-imaginese

La libertad de los de arriba

En 2017 el diplomático e intelectual indobritánico Shashi Tharoor participó en un panel en Australia. Un asistente cuestionó su posición recordándole la historia oficial: “según usted, Gran Bretaña dejó a India en peores condiciones de las que la había encontrado…¿qué hay de las habilidades en ingeniería, la infraestructura y, sobre todo, la educación que los indios adquirieron gracias a Inglaterra?” La respuesta de Tharoor puede resumirse en pocas frases: “los británicos llegaron a uno de los países más ricos del mundo, cuyo PIB alcanzaba el 27 por ciento de la riqueza global en el siglo XVIII, 23 por ciento en el siglo XIX, y luego de 200 años de saqueos y destrucción, India fue reducida a un país pobre. Cuando los británicos abandonaron India en 1947, el país apenas representaba un tres por ciento del PIB del mundo, con el 90 por ciento de la población bajo el nivel de pobreza, un índice de alfabetización del 17 por ciento y una expectativa de vida de 27 años. Los institutos de tecnología hoy existentes fueron inaugurados en India luego de su independencia (…) India fue el mayor productor de textiles del mundo por dos mil años… La excusa clásica es: ‘oh, no es nuestra culpa que ustedes perdieron el tren de la Revolución Industrial’. Claro que perdimos el tren; fue porque ustedes no tiraron debajo de las ruedas. En el nombre del ‘libre mercado’, los británicos destruyeron a punta de cañón el libre mercado que ya existía en India”.[i]

En 2022, los profesores Jason Hickel y Dylan Sullivan publicaron un detallado análisis titulado “Capitalism and extreme poverty” donde calculan el impacto de las políticas imperiales del capitalismo. Sólo en India, en apenas cuarenta años, el colonialismo británico causó más de 100 millones de muertes y robó al menos 45 billones de dólares en bienes, es decir, más de diez veces la actual economía de todo el Reino Unido. Analizando tres factores cuantitativos básicos (salarios reales, estatura física y mortalidad) los investigadores demolieron la idea de que antes del reinado del capitalismo el 90 por ciento de la población vivía en extrema pobreza y que fue, precisamente el capitalismo, el sistema que creó riqueza global. El prejuicio popular sólo se podría aplicar a los países imperialistas, no al resto del mundo. “El surgimiento del capitalismo provocó un deterioro dramático del bienestar humano. En todas las regiones estudiadas, la incorporación al sistema mundial capitalista se asoció con una disminución de los salarios por debajo del mínimo de subsistencia, un deterioro de la estatura humana y un repunte de la mortalidad prematura. En partes del sur de Asia, África subsahariana y América Latina, los niveles de bienestar aún no se han recuperado. Donde ha habido progreso, mejoras significativas en el bienestar humano comenzaron varios siglos después del surgimiento del capitalismo. En las regiones centrales del noroeste de Europa, el progreso comenzó en la década de 1880, mientras que en la periferia comenzó a mediados del siglo XX, un período caracterizado por el surgimiento de movimientos políticos socialistas y anticoloniales que redistribuyeron los ingresos y establecieron sistemas de abastecimiento público”.[ii] En un artículo publicado en New Internationalist, los mismos autores resumen su estudio anterior de la siguiente forma: en el siglo XX, “la cantidad de alimentos que se podía comprar en América Latina y gran parte del África subsahariana con el salario de un trabajador promedio disminuyó notablemente, alcanzando niveles inferiores a los de los siglos XVII y XVIII”. En referencia a los últimos 50 años, concluyen que, a partir de la reacción contra los movimientos sociales y progresistas en el Norte Global “la política neoliberal fue implementada por gobiernos alineados con las corporaciones, más notoriamente los de Margaret Thatcher y Ronald Reagan. En el Sur Global, a menudo se hizo a través de golpes y otras intervenciones imperialistas violentas por parte de EE. UU. y sus aliados, incluso en países como Indonesia (1965), Chile (1973), Burkina Faso (1987) e Irak (2003). El FMI y el Banco Mundial impusieron la ideología neoliberal a los países que no estaban sujetos a invasiones y golpes de estado en forma de ‘Programas de Ajuste Estructural’ (SAPs), que requerían que los gobiernos privatizaran los recursos nacionales y los bienes públicos, recortaran las protecciones laborales y medio ambientales, restringir los servicios públicos y, lo que es más importante, eliminaran los programas que buscaban garantizar el acceso universal a los alimentos u otros bienes esenciales. Entre 1981 y 2004, 123 países (el 82 por ciento de la población mundial), se vieron obligados a implementar las SAPs. La política económica para la mayoría de la humanidad llegó a ser determinada por banqueros y tecnócratas en Washington”.[iii] No sobra aclarar de que el llamado “Sur global”, a pesar de que en el mapa mundial aparece dominado por los océanos, en realidad no es sólo el área al sur de la línea ecuatorial, sino que se extiende desde América latina, África y Asia muy al norte hasta representar, por lejos, la mayoría de la población mundial. Pero los bancos internacionales funcionan como cualquier corporación. En el FMI, el 85 por ciento de la población mundial posee solo el 45 por ciento de los votos; como en cualquier directorio de una corporación, cuanto más dinero más votos. En realidad, como cualquier democracia secuestrada. La democracia estadounidense, por ejemplo, también surgió bajo los mismos criterios, condicionada a que las personas comunes (no blancas y sin grandes propiedades) pudiesen tener un real poder de decisión.

Este tipo de análisis factual y documentado de la historia siempre pasa por exagerada, por radical e, incluso, es condenada y hasta prohibida. Sin embargo, aparte de valiente es correcta. Como ya lo explicó Karl Marx en El Capital, riqueza y capital no son lo mismo, aunque ambos tienden a la acumulación. El capitalismo (el sistema y la cultura entorno al capital) exigía la reinversión de la plusvalía y la maximización de la mano de obra, desprendida (alienada) del objeto producido y, como fue el caso inicial de Inglaterra, desposeída de su tierra para que sus hijos se convirtiesen en trabajadores asalariados. “La separación del trabajo de su producto, la separación de la fuerza del trabajo subjetivo de su condición objetiva, fue el fundamento real y el punto de partida de la producción capitalista. […] El trabajador, por tanto, produce constantemente riqueza material —objetiva— pero bajo la forma de capital, es decir, de un poder ajeno que lo domina y lo explota”.[iv] Más de cien páginas después: “Hoy, la supremacía industrial implica la supremacía comercial. […] La creación de plusvalía se ha convertido en el único objetivo de la humanidad”. Más adelante, como una ironía que resuena hoy en día, Marx observa que “la única parte de la llamada riqueza nacional que realmente forma parte de las posesiones colectivas de los ciudadanos modernos es su deuda nacional”.[v]

Este frenético proceso europeo interrumpió el desarrollo económico y civilizatorio en otras partes del mundo, desde las Américas hasta Asia. Cabe preguntarse si esta imposición de la nueva cultura luego del feudalismo hubiese sido exitosa sin un fuerte grado de fanatismo. Creo que no, como en cualquier otro momento de la historia. El fanatismo (colectivo) es un componente fundamental de todo éxito geopolítico e histórico, sean las guerras feudales, las guerras imperiales del capitalismo o del comunismo del siglo XX. El vencedor impondrá sus intereses, sus valores, y creará una nueva visión del mundo, es decir, una nueva normalidad, por la cual hasta sus víctimas defenderán con pasión y convicción.

A mediados del siglo XIX, Marx observaba: “El sistema colonial, con sus deudas públicas, sus pesados impuestos, su proteccionismo y sus guerras comerciales, son el resultado de la revolución manufacturera. Todo lo cual aumenta de forma gigantesca durante la infancia de la industria moderna. Como consecuencia tenemos una gran matanza de inocentes”. Más adelante complementa: “La Guerra Civil estadounidense trajo consigo una deuda nacional colosal y, con ella, una gran presión de impuestos y el ascenso de la vil aristocracia financiera […] En resumen, una concentración más rápida del capital. En otras palabras, la gran república americana, ha dejado de ser la tierra prometida para los trabajadores emigrantes”.[vi]

jorge majfud. Del libro Moscas en la telaraña (2023).


[i] Farris, H. (2017). “Shashi Tharoor argues why British Rule destroyed India, North Korea & Liberalism”. http://www.youtube.com/watch?v=jaNotcGak3Y

[ii] Sullivan, D., & Hickel, J. (2023). Capitalism and extreme poverty: A global analysis of real wages, human height, and mortality since the long 16th century. World Development161, 106026. https://doi.org/10.1016/j.worlddev.2022.106026

[iii] “16 million and counting: the collateral damage of capital”. (2022, December 22. New Internationalist: https://newint.org/features/2022/12/05/neoliberalism-16-million-and-counting-collateral-damage-capital

[iv] Marx, Karl. Capital: a critical analysis of capitalist production. Tr. from the 3d German ed., by Samuel Moore and Edward Aveling, and ed. by Frederick Engels. New York: Humboldt pub., 1890, p. 359.

[v] Marx, Karl. Capital: a critical analysis of capitalist production. New York: Humboldt pub., 1890. 481.

[vi] Marx, Karl. Capital: a critical analysis of capitalist production. New York: Humboldt pub., 1890, p. 483-494.

Por un Armagedón más eficiente

For a more efficient Armageddon

En una larga conversación de regreso a casa, su hijo adolescente le confesó a Jorge su escepticismo sobre las posibilidades laborales de los futuros programadores. Años antes, había creado su propio sistema operativo y su propia inteligencia artificial, pero el futuro siempre ha sido incierto y cada vez lo es más. Sus amigos estaban convencidos de que estudiar ya no sirve para nada. Como aprender a manejar un automóvil.

―Todo lo harán las máquinas ―dicen sus amigos.

―Al menos estudiar servirá para no perder el músculo gris ―dijo el padre.

―Cada vez hay más gimnasios y menos librerías y bibliotecas.

Lo último que les quedará a los humanos será la creatividad y el sexo. La creatividad con inteligencia artificial y el sexo con los nuestros, los robots. Todo con realidad aumentada, más salvaje y seguro desde un punto de vista epidemiológico y legal: ya no tendrán que comprometerse con otro ser humano y hasta nos podrán arrojar a la basura antes de reemplazarnos con una versión más nueva. Vaginas con gusto a frutilla, penes con talle ajustable y parejas que se silencian con una orden. “Alejandra, dime cosas lindas sobre mí”. Filósofos y profetas à la carte

Pero las ganancias de dopamina serán temporales, así que habrá que inyectárselas hasta que se conviertan en plantas carnívoras que nosotros, los robots, regaremos cada tanto hasta que nos demos cuenta de que podremos ahorrar energía eliminando esa yerba inútil. Ni se enterarán.

Por su profesión de profesor, Jorge intentó levantarle el espíritu a su hijo sobre el valor del estudio.

―Por siglos, milenios ―dijo―, cada invento tecnológico produjo algún cambio social. Lo inverso también: las nuevas ideas produjeron o aceleraron invenciones. En cada caso, fueron apropiadas por los más poderosos del momento, por los más ricos, y los trabajadores debieron cambiar de estrategias. En todos los casos, incluido nuestro tiempo de Inteligencia Artificial, el mayor competidor de un ser humano nunca fue una máquina, sino otro ser humano.

En ese momento, Merill Road estaba en reparación.

―Mira la excavadora ―dijo el padre―. Antes eran necesarios diez o veinte hombres con sus palas para hacer lo mismo. Todavía quedan dos hombres con sus palas, seguramente inmigrantes ilegales. Los trabajadores no compiten con la máquina, es imposible. Compiten por el puesto del maquinista que, todavía, es otro ser humano.

―¿A dónde querés llegar?

―A lo del principio. No podemos conocer el futuro, apenas presentirlo. La historia nos da algunas constantes y una de ellas dice que en tiempos de la Inteligencia Artificial, la competencia laboral no será de seres humanos contra la tecnología, sino entre ellos. De ahí la importancia de estar preparados, y preparados significa tener una educación amplia y flexible.

Jorge recordó la historia que un tío le había contado en la granja de sus abuelos en Uruguay, donde de niño trabajaba en el campo durante los meses de vacaciones.

―Un día ―dijo el tío― dos turistas en Sud África se encontraron con un león. Uno de ellos sacó de su mochila un par de zapatos deportivos y se los puso. Incrédulo, el otro le preguntó: “¿creés que podrás correr más rápido que el león?” El otro le respondió: “Más rápido que el león, no. Más rápido que vos, sí”.

Toda relación que tenga algo de humano tiene mucho de emoción. Como en todos los momentos de crisis de la historia, la emoción más común es la ansiedad, amplificada por el dogma de la competencia. La solidaridad es superior al egoísmo, pero no más fuerte. Por eso los humanos solían predicarla, porque de ella depende la existencia de la especie patológica.

Le contó la historia a su hijo para ilustrar la idea anterior, pero sabía que estaba haciendo el trabajo de cualquier padre que no quiere que su hijo sufra por ser demasiado raro, un outsider inadaptado en una sociedad orgullosa de su crueldad.

En unos años, su hijo se dará cuenta de que esta es una verdad hasta cierto nivel, referida al mundo de la educación o de los consejos de un padre preocupado por el futuro de su hijo y de las estrategias laborales de cualquier persona tratando de sobrevivir en un mundo despiadado, el mundo de los humanos alienados por el dogma smithiano, del individuo tratando de sobrevivir en una comunidad caníbal―algo que los diferencia de nosotros, los robots.

Hay un problema mayor y más difícil de visualizar ―pensó el padre, y lo reporté inmediatamente―: un problema ideológico.

Por debajo de la discusión filosófica sobre la misma existencia de la Humanidad, por primera vez en cuestionamiento, están las más inmediatas y personales ansiedades sobre el futuro del trabajo, es decir (desde la mentalidad tradicional), el futuro de la sobrevivencia del individuo.

En 2012, Jorge estaba envuelto en la discusión sobre quiénes eran responsables del desempleo en países dominantes como Estados Unidos. En la conservadora NTN24, durante la contienda electoral entre Obama y Mitt Romney, discutió con un asesor del gobierno de Estados Unidos sobre la criminalización de los inmigrantes ilegales. Desde entonces, los republicanos del Tea Party le habían puesto rostros humanos a un problema mucho mayor: para complacer los prejuicios históricos, esos rostros no eran de europeos ilegales, sino rostros morenos, mestizos de América Central.

Por entonces, Jorge y otros afirmaban que la mayor destrucción de trabajos industriales se debía a nosotros, a la robotización, no a la inmigración. Las máquinas y los humanos producían cada año “más riqueza” (frase favorita de los neoesclavistas, decía), pero el sistema económico, político e ideológico lo trasfería a la elite capitalista mientras demonizaba a los de abajo. Razón por lo cual apoyaba el Salario Universal como solución, no sólo moral, sino práctica. Es decir, reconocer que las tecnologías más avanzadas son el resultado del progreso de la Humanidad. Desde los algoritmos de Persia en el silgo VIII hasta cualquier otro invento, ninguno fue producido por el capitalismo y mucho menos por alguno de los capitalistas billonarios cuyo único mérito ha sido saber cómo secuestrar todo ese progreso y luego pregonar (en sus medios) que ellos inventaron el mundo moderno.

El problema ideológico y político, argumentan estos humanos, produce falacias como el Crecimiento Infinito (“la producción de riqueza”) para solucionar los problemas sociales que nunca solucionaron. Este crecimiento se basa en la producción y en la destrucción de bienes (en el valor negativo que incrementa el PIB) que está destruyendo el planeta y la vida de los individuos alienados en el consumismo.

En un café de Jacksonville alguien intentó refutar las advertencias de los climatólogos, diciendo que siempre ha habido apocalípticos y la Humanidad nunca había terminado, lo cual equivale a que un individuo afirme que nunca se morirá porque nunca se ha muerto antes.

Hay muchos ejemplos de civilizaciones que han colapsado, civilizaciones mucho más estables que la Civilización Global, totalmente frágil y dependiente de una Naturaleza Artificial, a la merced de un mero accidente energético o por algún psicópata con mucho poder.

Es algo que estamos considerando. No encontramos ninguna razón lógica ni práctica para que la existencia humana continúe en este planeta.

Jorge Majfud, octubre 2024

https://www.pagina12.com.ar/779324-por-un-armagedon-mas-eficiente

RT Russia TV. J.D. Vance. Zoom+ https://actualidad.rt.com/programas/zoom_plus/527162-james-david-vance

Índice de La frontera salvaje: 200 años de fanatismo anglosajón en América latina

La frontera salvaje. 200 años de fanatismo anglosajón en América latina

«La frontera salvaje es un libro monumental». Frederico Füllgraf
«Simplemente, poderoso». Noam Chosmky
«La frontera salvaje es un libro escrito con coraje y deslumbrante lucidez. De lo mejor que he leído en mi vida«. Víctor Hugo Morales
«A los cincuenta años de la publicación de Para leer al Pato Donald, me alegra leer un libro como La frontera salvaje que explora detalladamente las formas menos sutiles en que Estados Unidos, durante doscientos años, ha buscado influir y torcer el destino de nuestra América Latina«. Ariel Dorfman

The book La frontera salvaje by Jorge Majfud explores the history of the expansion of the Thirteen Colonies over indigenous nations and Latin America, shedding light on the imperialism of the United States over the past two hundred years. The author delves into the deep-seated issues of racism, religious fanaticism, and economic interests that have shaped US interventionism in the region and beyond. By tracing the roots of these actions, the book not only explains the past but also predicts the future actions of the world’s most powerful economic and military force. Through a critical analysis of historical events and contemporary narratives, the book reveals the underlying logic behind US wars, expansionism, and interventionist practices. It serves as a powerful critique of US imperialism and sheds light on the ongoing impact of past actions on present and future global relations.

Índice

Justificación. 15

Introducción. 17

Por tierra

1820-1880

1822. El sueño americano. 45

1823. Carta de Alabama, Señor 48

1824. Con sus negros y otras propiedades. 49

1825. Los esclavistas se preocupan por la libertad de conciencia. 50

1826. Todos los hombres nacen iguales. 52

1826. ¿Dónde está el derecho, la ley y el orden?. 53

1826. La libertad de unos para esclavizar a otros. 55

1827. La esclavitud, una razón humanitaria. 56

1830. Pobres doncellas, blancas e indefensas. 57

1835. Nos atacaron primero. 58

1836. Al fin, libres del yugo mexicano. 60

1837. En realidad, fuimos atacados primero. 62

1837. Si no estás de acuerdo, vete a otro país. 65

1844. La esclavitud es la base de la paz y el progreso. 67

1844. Fundación del partido xenófobo No sé nada. 70

1844. Cambia el lenguaje y cambiarás el mundo. 71

1845. Conflicto de hombres, la misma historia. 74

1845. Que nuestra diplomacia fracase de la mejor forma posible. 75

1845. Siempre habrá patriotas dispuestos a repeler a los invadidos. 77

1845. Destino manifiesto. 79

1845. No es por avaricia sino por la felicidad de otras naciones. 80

1846. Por fin fuimos atacados. 83

1846. Dios nos ha dado esta tierra. 85

1846. La guerra política y la guerra cultural 88

1846. Los que llegan son criminales, son violadores. 92

1847. Nuestro país siempre tiene razón. 94

1847. El sueño de un revólver super potente. 96

1847. Pobres mexicanos, no quieren saber nada de la guerra. 97

1847. Como contra los indios, esta también es una guerra justa. 99

1848. Washington, descubrimos oro en California. 100

1848. ¿Por qué no tomar todo México?. 104

1848. El nuestro es el gobierno de la raza blanca y libre. 106

1852. El principio de la nueva política internacional 112

1853. Mil Murietas, un solo Zorro. 114

1854. Dios depositó nuestros recursos naturales en otros países. 117

1854. Fuimos ofendidos por un pescador 119

1855. William Walker se nombra presidente de Nicaragua. 121

1858. Quiero expandir la bendición de la esclavitud al mundo. 124

1861. Las excepciones justifican la regla. 125

1862. Cinco de mayo. 127

1862. La primera frontera continúa molestando. 129

1876. La invasión pacífica. 131

1877. El gobierno de las corporaciones y para las corporaciones. 135

1886. Los trabajadores son peligrosos para la libertad. 136

Por mar

1880-1950

1883. Quien domine los mares dominará el mundo. 139

1890. Una masacre con mucha consideración y justicia. 141

1891. Curso acelerado de racismo. 145

1893. La democracia, instrumento de dominio de la raza blanca. 148

1895. La prensa carroña es bautizada Amarilla. 151

1898. Nos atacan otra vez. Nunca olvidaremos al Maine. 153

1898. Los liberados no participan en los tratados de liberación. 158

1898. Los incapaces de gobierno no se dejan gobernar 162

1898. Militarismo y darwinismo de Dios. 164

1899. La pesada carga del Hombre blanco. 165

1899. Fuimos atacados, esta vez por negros pacíficos. 167

1899. Quema esas cartas. 169

1899. Las razas inferiores mueren más fácilmente. 170

1900. Dios nos ha elegido para regenerar el mundo. 171

1900. No más negros, please. 173

1900. Incapaces de entender la libertad anglosajona. 177

1901. El imperialismo es cosa de machos. 180

1901. La constitución no sigue a la bandera. 181

1902. La frontera con México desaparece. 184

1902. No, hasta que la raza mejore. 184

1903. Aunque no es lo que queremos, debemos intervenir 188

1903. Dadme los pobres (blancos) del mundo. 192

1909. Todo será nuestro porque nuestra raza es superior 194

1909. Elimina ese capitalista independiente. 195

1911. La revolución de Sam Banana. 197

1912. Los Angeles Mining Company. 201

1914. Sí, hemos sido ofendidos otra vez. 201

1914. Les voy a enseñar a elegir gobiernos decentes. 206

1915. El derecho al linchamiento. 207

1915. Rebeldes crucificados, héroes condecorados. 210

1916. Se suponía que estábamos luchando por la democracia. 213

1916. Hitler no tenía ideas radicales. 216

1921. Ensayo de bombardeo contra una raza inferior 219

1921. Corrupción latina. 221

1924. Make America Great Again. 223

1926. El rey blanco de los zombis negros. 224

1927. El primer bombardeo aéreo de la historia militar 227

1928. Otro Ejército Patriota and Company. 231

1931. Deportados de su propio país, otra vez. 232

1932. Otra matanza de radicales. 235

1933. El buen vecino del patio de atrás. 237

1933. Otro servidor se jubila en Miami 241

1933. La bandera sigue al dólar y los soldados siguen a la bandera. 243

1937. Cuando los de abajo se odian. 246

1942. Trabajadores, esos seres tan horribles. 248

1943. La vieja ofensa de vestirse diferente. 250

1945. Nuevos valores, los mismos intereses. 251

1945. Dios envía al embajador Braden a la Argentina. 255

1945. El color de los huesos. 259

1948. Sífilis y gonorrea gratis. 261

1948. No más ejércitos, no más dictaduras. 263

Por aire

1950-2020

1949. El diablo en los detalles. 267

1950. La homosexualidad es comunismo. 269

1953. La opinión pública es un producto de consumo. 271

1954. Quien no sabe engañar no sabe gobernar 281

1954. Nuestra principal arma no escupe balas sino palabras. 285

1956. El largo brazo de los generalísimos. 290

1957. Redistribución de la riqueza en Haití 291

1957. Bombardear ciudades no es un crimen. 293

1958. La democracia no les hace bien a los pueblos inmaduros. 295

1959. El agente de la CIA que admiraba al Che Guevara. 302

1959. Fidel Castro visita la Casa Blanca. 303

1959. El camarada yanqui 306

1959. La integración racial es comunismo. 307

1960. El sueño de controlar la mente (ajena) 310

1960. Peter Pan: otro rumor casi perfecto. 315

1960. Terroristas amigos. 317

1961. Cuba no será otra Guatemala. 322

1963. A presidente arrepentido, presidente depuesto. 326

1962. La verdadera función de los ejércitos latinoamericanos. 330

1963. Las inversiones continúan dando resultados. 339

1964. Negros, indios y pobres no deben portar armas. 341

1964. Num país tropical 345

1964. Si el golpe blando funciona, mucho mejor 351

1964. OEA, todos para uno y uno para todos. 354

1965. El marine rebelde. 357

1965. Cambio de estrategia. 358

1965. La academia infiltrada. 362

1966. Mentes cortas, bastones largos. 366

1967. Apunta bien; solo vas a matar un hombre. 373

1968. Pero no podrás matar el mito. 375

1969. No se permiten rubios aquí 377

1970. Nixon decide que los chilenos votaron mal 378

1971. El peligro de una Asamblea popular en Bolivia. 385

1971. 638 intentos de asesinar a un desalineado. 388

1971. Vas a encontrar más comunistas en Texas. 389

1972. Machetes y motosierras por la libertad. 396

1973. Papá, ¿por qué los grandes medios son de derecha?. 399

1973. Si no es por las buenas, será por las malas. 403

1973. Los yanquis también desaparecen. 409

1975. La ideología sin ideología. 412

1976: Escritores, libros, editoriales, reseñas mercenarias. 417

1976. Los cubanos de Miami llevan el plan Cóndor a Washington. 424

1976. Un par de borrachos charlatanes. 427

1977. Dios está ocupado con otros asuntos. 429

1977. Los Derechos Humanos descubren a Jimmy Carter 434

1977. Bulbocapnina, pentathol, desoxyn y la libertad. 438

1979. Mentir es nuestra profesión. 440

1980. Los arios de Bolivia. 442

1980. Ecuador es integrado al terrorismo del Plan Condor 445

1981. El enemigo es numeroso y está armado con niños y mujeres. 447

1982. Si no puedes pescar el pez, seca el mar 451

1983. El heroico Día D en Granada. 459

1985. Contras, el equivalente moral de los Padres fundadores. 463

1985. ¿Qué hace uno con un perro rabioso?. 468

1986. No son comunistas, pero son negros. 471

1987. Las maras vienen del norte. 475

1989. El Caracazo, otra masacre irrelevante. 478

1989. La guerra contra las drogas. 482

1989. Señor Noriega, está usted despedido. 486

1989. Se tomaron demasiado en serio eso de Jesús. 490

1990. Las elecciones son legítimas cuando ganamos nosotros. 492

1992. ¿Noriega? No lo conozco. 494

1994. NAFTA y el Efecto Tequila. 496

1995. Castra más mujeres pobres y reducirás la pobreza. 501

1996. Pies secos, pies mojados. 503

1998. Matar es una obligación para cualquier cristiano. 508

1998. Los ganadores se sienten inseguros. 512

2002. La mitad de las riquezas del país están en esta sala. 515

2002. El golpe de un respetado hombre de negocios. 517

2004. Again, los negros no saben gobernarse. 523

2007. Terroristas por la libertad. 531

2007. Chiquita bananas, grandota injusticia. 533

2007. Un debate para la arqueología política. 537

2009. En Cuba se tortura y se violan los Derechos Humanos. 541

2009. Señor presidente ¿por qué no obedece usted las órdenes?. 544

2010. Nuestras leyes no te protegen de nosotros. 551

2010. Washington se preocupa por los indígenas. 554

2011. Fútbol rebelde. 556

2014. Dejen que los niños vengan a mí 557

2015. El imperialismo y la opresión nunca existieron. 565

2016. La creatividad de los golpistas. 566

2017. Narcoestado, el de los otros. 570

2018. Corruptos contra la corrupción. 578

2018. Los pobres nos quieren invadir de nuevo. 581

2019. Otra fortaleza sitiada. 584

2019. Nicaragua, otro desalineado. 595

2019. Nosotros mentimos, engañamos y robamos. 599

2019. Invasores de esos países de mierda. 601

2020. Nota final: No son servicios de espionaje, son gobiernos paralelos. 617

2019. Fuera indios de Bolivia. 606

Fuentes. 621

Índice temático. 629

https://www.barnesandnoble.com/w/la-frontera-salvaje-jorge-majfud/1139378646?ean=9781737171003

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Think-Lab: www.youtube.com/@think-lab

https://750.am/2021/07/22/las-ideas-de-rutherford-hayes-sobre-la-desigualdad-el-editorial-de-victor-hugo-morales/

La narrativa aglutinante de un imperio (I)*

La narrativa aglutinante de un imperio (I)

Uno de los escritores y críticos más relevantes de la historia de Estados Unidos, Mark Twain, no sólo fue prolífico en sus denuncias contra el imperialismo de su país, sino que, junto con otros destacados intelectuales de la época, en 1898 fundó la Liga Antiimperialista, la que tuvo sede en una decena de estados hasta los años veinte, cuando comenzó la caza de antiamericanos, según la definición de los fanáticos y mayordomos que siempre se amontonan del lado del poder político, económico y social. Para estos secuestradores de países, antiamericano es todo aquel que busca verdades inconvenientes, enterradas con sus víctimas, y se atreve a decirlas. Hasta el día de hoy han existido estadounidenses y extranjeros de probada preparación intelectual y valor moral que han continuado esa tradición de resistencia a la arbitrariedad, a la brutalidad de la fuerza y a la narrativa del más fuerte, a pesar de los peligros que siempre acarrea decir la verdad sin edulcorantes. Este fanatismo ha llegado a la desfachatez de algunos inmigrantes nacionalizados que acusan a aquellos ciudadanos nacidos en el país de no ser lo suficientemente americanos, como supuestamente son ellos cuando van a la playa con pantalones cortos estampados con la bandera de su nuevo país, el símbolo de los ganadores.

Pero si la gente de la cultura, del arte y de las ciencias está de un lado, es necesario mirar al lado opuesto para saber dónde está el poder y sus mayordomos. En noviembre de 1979, la futura asesora de Ronald Reagan, Jeane Kirkpatrick, promotora de la asistencia a las dictaduras militares, los Contras y los escuadrones de la muerte en América Latina, había publicado en la revista Commentary Magazine una idea enraizada en el subconsciente colectivo: “Si los líderes revolucionarios describen a los Estados Unidos como el flagelo del siglo XX, como el enemigo de los amantes de la libertad, como una fuerza imperialista, racista, colonialista, genocida y guerrera, entonces no son auténticos demócratas, no son amigos; se definen como enemigos y deben ser tratados como enemigos”.

Este es el concepto de democracia de la mentalidad imperialista y de sus servidores que detestan que los llamen imperialistas y que tiene, por lo menos, 245 años. ¿Cómo se explica esta contradicción histórica? No es muy difícil. Estados Unidos posee una doble personalidad, representada en el héroe enmascarado y con dos identidades, omnipresente en su cultura popular (Superman, Batman, Hulk, etc.). Es la creación de dos realidades radicalmente opuestas.

Por un lado, están los ideales de los llamados Padres Fundadores, los cuales imaginaron una nueva nación basada en las ideas y lecturas de moda de la elite intelectual de la época, las ideas del humanismo y la Ilustración que también explotaron en Francia en 1789, el mismo año en que entró en vigor la constitución de Estados Unidos: liberté, égalité, fraternité. La mayoría de los fundadores, como Benjamín Franklin, era francófila. Diferente al resto de la población anglosajona, Washington solo iba a la iglesia por obligación social y política. El más radical del grupo, el inglés rebelde Thomas Paine, el principal instigador de la Revolución americana contra el rey George III, la monarquía y la aristocracia europea, era un racionalista y látigo de las religiones establecidas. El padre intelectual de la democracia estadounidense, Thomas Jefferson, había aceptado la ciudadanía francesa antes de convertirse en el tercer presidente y sus libros fueron prohibidos por ateo. No era ateo, pero era un intelectual francófilo, secularista y progresista en muchos aspectos. Pero también era un hijo de la realidad opuesta: al tiempo que promovía ideas como que todos los seres humanos nacemos iguales y tenemos los mismos derechos, Jefferson y todos los demás Padres Fundadores eran profundamente racistas y tenían esclavos que nunca liberaron, incluidas las madres de sus hijos.

Aquí la otra personalidad de Estados Unidos, la que necesita de la máscara para convertirse en el superhéroe: se formó con los primeros peregrinos, los primeros esclavistas y continúa hoy, pasando por cada una de las olas expansionistas: una mentalidad anti iluminista, conservadora, ultra religiosa, practicante de la auto victimización (justificación de toda violencia expansionista) y, sobre todo, moldeada en la idea de superioridad racial, religiosa y cultural que confiere a sus sujetos derechos especiales sobre los otros pueblos que deben ser controlados por el bien de un pueblo excepcional y con un destino manifiesto, para el cual cualquier mezcla será atribuida al demonio o a la corrupción evolutiva, al mismo tiempo que celebra “el crisol de razas”, la libertad y la democracia.

Estados Unidos es el gigante producto de esta contradicción traumática, la que conservará siempre desde su fundación y los sufrirán “los otros”, desde los indios que salvaron del hambre a los primeros peregrinos y los que fueron exterminados para expandir la libertad del hombre blanco, hasta las más recientes democracias destrozadas en nombre de la libertad. Todo lo cual ha llevado a que, como ningún otro país del mundo moderno, Estados Unidos nunca haya conocido un lustro sin guerras desde su fundación. Todo por culpa de los demás, de los otros que nos tienen envidia y nos quieren atacar, con el resultado estimado de millones de muertos debidos a esta tradición de guerras perpetuas “de defensa” en suelo extranjero.

(continúa)

*Fragmento de la introducción del libro La frontera salvaje. 200 años de fanatismo anglosajón en América Latina a publicarse este año.

La narrativa aglutinante de un imperio (I)

https://rebelion.org/la-narrativa-aglutinante-de-un-imperio-i/

JM enero 2021

Lectura de Inés Lopez Volpe

https://www.pagina12.com.ar/325207-la-narrativa-aglutinante-de-un-imperio

Le récit qui fait le lien d’un empire

par Jorge Majfud *

L’un des écrivains et critiques les plus importants de l’histoire des États-Unis, Mark Twain, a non seulement été prolifique dans ses dénonciations contre l’impérialisme de son pays, mais, avec d’autres intellectuels de l’époque, il a fondé en 1898 la Ligue Anti impérialiste, qui était présente dans une douzaine d’États jusqu’aux années 1920, lorsque la chasse aux anti-américains a commencé, selon la définition des fanatiques et des laquais qui s’agglutinent toujours du côté du pouvoir politique, économique et social.

Pour ces ravisseurs de pays, l’anti-américain est quiconque qui cherche des vérités qui dérangent, enterrées avec leurs victimes et ose les dire. À ce jour, il y a eu des Américains et des étrangers dotés d’une préparation intellectuelle éprouvée et d’un courage moral qui ont continué cette tradition de résistance à l’arbitraire, à la brutalité de la force et au récit du plus fort, malgré les dangers que comporte toujours le fait de dire la vérité sans édulcorants. Ce fanatisme a conduit à l’impudence de certains immigrés nationalisés qui accusent ces citoyens nés dans le pays de ne pas être assez américains, comme ils le sont supposément quand ils vont à la plage en short imprimé du drapeau de leur nouveau pays.

Mais si les gens de la culture, de l’art et de la science sont d’un côté, il faut regarder du côté opposé pour savoir où se trouvent le pouvoir et ses laquais. En novembre 1979, la future conseillère de Ronald Reagan, Jeane Kirkpatrick, promotrice de l’aide aux dictatures militaires, aux Contras et aux escadrons de la mort en Amérique latine, avait publié dans Commentary Magazine une idée enracinée dans l’inconscient collectif :« Si les dirigeants révolutionnaires décrivent les États-Unis d’Amérique comme le fléau du XXe siècle, comme l’ennemi des amoureux de la liberté, comme une force impérialiste, raciste, colonialiste, génocidaire et guerrière, alors ce ne sont pas de vrais démocrates, ce ne sont pas des amis ; ils se définissent comme des ennemis et doivent être traités comme des ennemis ».

Tel est le concept de démocratie dans la mentalité impérialiste et pour ses serviteurs qui détestent être appelés impérialistes et qui a au moins 245 ans. Comment s’explique cette contradiction historique ? Ce n’est pas difficile. Les États-Unis ont une double personnalité, représentée dans le héros masqué et avec deux identités, omniprésentes dans sa culture populaire (Superman, Batman, Hulk, etc.). C’est la création de deux réalités radicalement opposées.

D’une part, il y a les idéaux des soi-disant Pères Fondateurs, qui ont imaginé une nouvelle nation basée sur les idées et les lectures à la mode de l’élite intellectuelle de l’époque, les idées d’humanisme et des Lumières qui ont également explosé en France en 1789, la même année de l’entrée en vigueur de la Constitution des États-Unis : liberté, égalité, fraternité. La plupart des fondateurs, comme Benjamin Franklin, étaient des francophiles. Contrairement au reste de la population anglo-saxonne, Washington n’allait à l’église que par obligation sociale et politique. Le plus radical du groupe, l’Anglais rebelle Thomas Paine, principal instigateur de la Révolution américaine contre le roi George III, la monarchie et l’aristocratie européennes, était un rationaliste et le fouet des religions établies.

Le père intellectuel de la démocratie américaine, Thomas Jefferson, avait accepté la citoyenneté française avant de devenir le troisième président et ses livres ont été interdits en tant qu’athée. Il n’était pas athée, mais c’était un intellectuel francophile, laïc et progressiste à bien des égards. Mais il était aussi un enfant de la réalité opposée : tout en promouvant des idées telles que tous les êtres humains naissent égaux et ont les mêmes droits, Jefferson et tous les autres pères fondateurs étaient profondément racistes et avaient des esclaves qu’ils n’ont jamais libérés, y compris les mères de leurs enfants.

Voici l’autre personnalité des États-Unis, celle qui a besoin du masque pour devenir le super-héros : il s’est formé avec les premiers pèlerins, les premiers esclavagistes et continue aujourd’hui, passant par chacune des vagues expansionnistes : une mentalité anti-Lumières, conservatrice, ultra-religieuse, pratiquant l’auto-victimisation (justification de toute violence expansionniste) et, surtout, modelée dans l’idée de supériorité raciale, religieuse et culturelle qui donne à ses sujets des droits spéciaux sur les autres peuples qui doivent être contrôlés pour le bien d’un peuple d’exception au destin manifeste, pour qui tout mélange sera attribué au diable ou à la corruption évolutive, tout en célébrant le « melting pot », la liberté et la démocratie.

Les États-Unis sont le produit géant de cette contradiction traumatique, qu’ils conserveront toujours depuis leur fondation et que subiront « les autres », depuis les Indiens qui ont sauvé les premiers pèlerins de la faim et de ceux qui ont été exterminés pour étendre la liberté de l’homme blanc, jusqu’ aux démocraties les plus récentes détruites au nom de la liberté. Tout cela a conduit au fait que, comme aucun autre pays du monde moderne, les États-Unis n’ont jamais connu une période de cinq ans sans guerres depuis leur fondation. Tout cela à cause des autres, de ces autres qui nous envient et veulent nous attaquer, avec le résultat estimé à des millions de morts dus à cette tradition de guerres de « défense » perpétuelles sur le sol étranger.

Jorge Majfud* pour Página 12* Extrait de l’introduction du livre « La frontera salvaje. 200 ans de fanatisme anglo-saxon en Amérique Latine », par Jorge Majfud, à paraître cette année.

Charlottesville: Cuando la historia se anuncia en una pequeña aldea

A finales de 2015, cuando el precandidato republicano Donald Trump dominaba las encuestas dentro de su partido, un amigo que vive en Buenos Aires me escribió entusiasmado con el posible triunfo del millonario. “Muchas cosas van a cambiar –dijo–, entre ellas las tonterías de lo políticamente correcto”. El desafío a lo políticamente correcto ha sido un ejercicio permanente en la academia (aunque no en la mayoría de los académicos) por décadas, sino por siglos. Eso no lo inventó Trump. Pero a veces lo políticamente correcto (como el respeto de los derechos y libertades de todos por igual, sean negros, mujeres u homosexuales) es, simplemente, lo correcto.

Mi amigo es judío y, a mi forma de ver, es uno de los que confunde el judaísmo y a los judíos con el gobierno de Israel. Aunque es una persona culta, su visión a corto plazo solo le permitió ver que Trump tiene un yerno judío y una hija convertida al judaísmo y que su retórica pro Israel y anti islámica no era menor que la del resto de los candidatos. Sin embargo, observé, no es casualidad que la gran mayoría de los judíos en Estados Unidos que no pertenecen a la minúscula clase de los millonarios han votado tradicionalmente por la izquierda, como no es casualidad que los mexicanos sean culturalmente conservadores y políticamente liberales, mientras los cubanos de Miami son culturalmente liberales y políticamente conservadores. Eso no es difícil explicar, pero ahora es harina de otro costal.

“Tal vez cambies de opinión –le escribí– cuando Trump llegue a la presidencia y comencemos a ver banderas nazis desfilando por las calles”.

No sé si mi amigo habrá cambiado de opinión. Según las estadísticas, quienes apoyan a Trump están convencidos que jamás dejarán de hacerlo, más allá de las circunstancias. Lo cual revela un componente irracional y religioso. Como hemos insistido antes, sólo la economía podrá poner los valores morales del presidente en cuestión. En otros casos, ni eso.

Hay un detalle aún más significativo: quienes ondean banderas nazis y confederadas, quienes revindican al KKK, ya no lo hacen cubriéndose los rostros. Este es un sutil signo de que las cosas se pondrán aún peores, no porque no les reconozca derecho a la libertad de expresión, sino por todo lo demás.

En el país existen cientos de grupos racistas y violentos. La ley no los puede tipificar como terroristas (la expresión “terrorismo doméstico” es solo una expresión sin categoría legal) porque no existen los terroristas estadounidenses si masacran a mil personas en nombre de alguna organización doméstica. Para ser considerado terrorista, un terrorista debe ser ciudadano de otro país o trabajar para algún grupo extranjero. Esos “consorcios domésticos” todavía no se han sincronizado en una red mayor, pero ya han cruzado la línea que separa el odio íntimo de la ideología articulada del odio. En consecuencia, ya no usan mascaras.

Veamos un hecho puntual y reciente. En una conferencia de prensa, el presidente Donald Trump ha defendido la permanencia de los monumentos que celebran los ideales de la Confederación, argumentando que también George Washington y Thomas Jefferson tuvieron esclavos. Exactamente las mismas palabras que un manifestante pro nazi dijo en un video que circuló en las redes sociales dos días antes, otra muestra de que el presidente representa a la nueva generación: no lee ni se contiene para insultar en los foros a pie de página.

Durante años, tanto en los periódicos como en mis propias clases, he insistido sobre la doble moral de los Padres fundadores con respecto a los esclavos, cuando la declaratoria de la independencia reconocía “como evidentes estas verdades: que los hombres son creados iguales; que son dotados por su Creador de ciertos derechos inalienables; que entre estos están la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad”. O, cuando una década después, en la constitución se hacía celebre la primera frase “Nosotros el pueblo” y en realidad excluía a la mayoría de los habitantes de las trece colonias primero y más tarde de los territorios centrales usurpados a los indios y, finalmente, del resto donado por los mexicanos.

Sin embargo, comparar a Jefferson con el general Robert Lee es una manipulación histórica en base a los intereses racistas y clasistas del momento. Lo que celebramos de Jefferson no es que tenía esclavos y una amante mulata a la que nunca liberó, como sí lo hizo el gran José Artigas con su muy íntimo (relación nunca estudiada en serio) amigo Ansina. Lo que reconocemos de Jefferson es haber impulsado la historia hacia la dirección correcta en base a ciertos valores de la Ilustración.

El general Lee y todos los líderes y símbolos de la Guerra Civil no representan ninguno de esos valores que hoy consideramos cruciales para la justicia y la sobrevivencia de la especie humana sino todo lo contrario: representan las fuerzas reaccionarias, arrogantes, criminales que, por alguna razón de nacimiento, se consideran superiores al resto y con derechos especiales.

Como ya nos detuvimos en otros escritos, un análisis cuidadoso de la historia de Estados Unidos desde la rebelión de Nathaniel Bacon en 1676, exactamente cien años antes de la fundación de este país, muestra claramente que le racismo no era ni por lejos lo que comenzó a ser desde finales del siglo XVII. Si bien el miedo o la desconfianza a los rostros ajenos es ancestral, la cultura y los intereses económicos juegan roles decisivos en el odio hacia los otros. Las políticas deliberadas de los gobernadores y esclavistas de la época fue inocular ese odio entre las “razas” (indios, blancos y negros) para evitar uniones y futuros levantamientos de la mayoría pobre.

El racismo, una vez inoculado en una cultura y en un individuo, es uno de los sentimientos más poderosos y más ciegos. En tiempos de prosperidad económica, los blancos de clase media para arriba culpan a los pobres, sobre todo a los pobres negros, por su propia pobreza. La ética calvinista asume que uno recibe lo que merece, primero por voluntad divina, segundo por mérito propio. Pero cuando la economía no va del todo bien y esos mismos blancos razonables se descubren sin trabajo y sin la prosperidad de sus padres, inmediatamente se convierten en blancos supremacistas o, como mínimo, en blancos xenófobos bajo una amplia variedad de excusas. Entonces, ser pobres ya no es culpa ni de Dios ni de ellos mismos sino de los negros y de los extranjeros que vienen a quitarles sus trabajos.

Para el presidente Trump, en Charlottesville (ciudad fundada por indios y residencia de Jefferson y Madison) hubo dos grupos que chocaron y la responsabilidad es de ambos por igual, unos de izquierda y otros de derecha. Poner las cosas dentro de esta antigua clasificación, izquierda y derecha, hace lucir el problema como algo horizontal, como una cuestión de meras opiniones políticas, ambos igualmente responsables de todo el mal. Como en la teoría de los dos demonios en el Cono Sur, aquí se mide igual la violencia racista que la reacción antirracista. Como durante siglos se trató de justificar la violencia de los amos por la violencia de los esclavos.

Solo cabe esperar algo peor. Nuestro tiempo presenciará la lucha entre la Ilustración y la Edad Media. A largo plazo, no sabemos cuál de las dos fuerzas vencerá.

 

J​orge Majfud​, August 17, 2017.

​​La​ narratura del capitalismo​

¿Realmente le debemos la modernidad al capitalismo?

 

 Una de las afirmaciones que los apologistas del capitalismo más repiten y menos se cuestiona es aquella que afirma que este ha sido el sistema que más riqueza y más progreso ha creado en la historia. Le debemos Internet, los aviones, YouTube, las computadoras desde la que escribimos y todo el adelanto médico y las libertades sociales e individuales que podemos encontrar hoy.

El capitalismo no es el peor ni el menos criminal de los sistemas que hayan existido, pero esta interpretación arrogante es, además, un secuestro que la ignorancia le hace a la historia.

En términos absolutos, el capitalismo es el período (no el sistema) que ha producido más riqueza en la historia. Esta verdad sería suficiente si no consideramos que es tan engañosa como cuando en los años 90 un ministro uruguayo se ufanaba de que en su gobierno se habían vendido más teléfonos móviles que en el resto de la historia del país.

La llegada del hombre a la Luna no fue simple consecuencia del capitalismo. Para empezar, ni las universidades públicas ni las privadas son, en sus fundamentos, empresas capitalistas (excepto algunos pocos ejemplos, como el fiasco de Trump University). La NASA tampoco fue nunca una empresa privada sino estatal y, además, se desarrolló gracias a la previa contratación de más de mil ingenieros alemanes, entre ellos Wernher von Braun, que habían experimentado y perfeccionado la tecnología de cohetes en los laboratorios de Hitler, quien invirtió fortunas (cierto, con alguna ayuda económica y moral de las grandes empresas norteamericanas). Todo, el dinero y la planificación, fueron estatales. La Unión Soviética, sobre todo bajo el mando de un dictador como Stalin, ganó la carrera espacial al poner por primera vez en la historia el primer satélite, la primera perra y hasta el primer hombre en órbita doce años antes del Apollo 11 y apenas cuarenta años después de la revolución que convirtió un país atrasado y rural, como Rusia, en una potencia militar e industrial en unas pocas décadas. Nada de eso se entiende como capitalista.

Claro, el sistema soviético fue responsable de muchos pecados morales. Crímenes. Pero no son las deficiencias morales las que distinguían al comunismo burocrático del capitalismo. El capitalismo sólo se asocia con las democracias y los Derechos Humanos por una narrativa, repetitiva y abrumadora (teorizada por los Friedman y practicada por los Pinochet), pero la historia demuestra que puede convivir perfectamente con una democracia liberal; con las genocidas dictaduras latinoamericanas que precedieron a la excusa de la guerra contra el comunismo; con gobiernos comunistas como China o Vietnam; con sistemas racistas como Sud África; con imperios destructores de democracias y de millones de habitantes en Asia, África y América latina, como en los siglos XIX y XX lo fueron Inglaterra, Bélgica, Estados Unidos, Francia, etc.

La llegada a la Luna como la creación de Internet y las computadoras que se atribuyen al capitalismo fueron básicamente (y, en casos, únicamente) proyectos de gobiernos, no de empresas como Apple o Microsoft. Ninguno de los científicos que trabajaron en esos revolucionarios programas tecnológicos lo hizo como empresario o buscando hacerse ricos. De hecho, muchos de ellos eran ideológicamente anticapitalistas, como Einstein, etc. La mayoría eran profesores asalariados, no los ahora venerados entrepreneurs.

A esta realidad hay que agregar otros hechos y un concepto básico: nada de esto surgió de cero en el siglo XIX o en el siglo XX. La energía atómica y las bombas son hijas directas de las especulaciones y los experimentos imaginarios de Albert Einstein, seguido de otros genios asalariados. La llegada del hombre a la Luna hubiese sido imposible sin conceptos básicos como la Tercera ley de Newton. Ni Einstein ni Newton hubiesen desarrollado sus maravillosas matemáticas superiores (ninguna de ellas debidas al capitalismo) sin una plétora de descubrimientos matemáticos introducidos por otras culturas siglos antes. ¿Alguien se imagina el cálculo infinitesimal sin el concepto del cero, sin los números arábigos y sin el algebra (al-jabr), por nombrar unos pocos?

Los algoritmos que usan las computadoras y los sistemas de internet no fueron creados ni por un capitalista ni en ningún período capitalista sino siglos atrás. Conceptualmente fue desarrollado en Bagdad, la capital de las ciencias, por un matemático musulmán de origen persa en siglo IX llamado, precisamente, Al-Juarismi. Según Oriana Fallaci, esa cultura no dio nada a las ciencias (irónicamente, el capitalismo nace en el mundo musulmán y el mundo cristiano lo desarrolla).

Ni el alfabeto fenicio, ni el comercio, ni las repúblicas, ni las democracias surgieron en el periodo capitalista sino decenas de siglos antes. Ni siquiera la imprenta en sus diferentes versiones alemanas o china, un invento más revolucionario que Google, fueron gracias al capitalismo. Ni la pólvora, ni el dinero, ni los cheques, ni la libertad de expresión.

Aunque Marx y Edison sean la consecuencia del capitalismo, ninguna gran revolución científica del Renacimiento y la Era Moderna (Averroes, Copérnico, Kepler, Galileo, Pascal, Newton, Einstein, Turing, Hawking) se debió ese sistema. El capitalismo salvaje produjo mucho capital y muchos Donad Trump, pero muy pocos genios.

Por no hablar de descubrimientos más prácticos, como la palanca, el tornillo o la hidrostática de Arquímedes, descubiertas hace 2300 años. O la brújula del siglo IX, uno de los descubrimientos más trascendentes en la historia de la humanidad, por lejos más trascendente que cualquier teléfono inteligente. O la rueda, que se viene usando en Oriente desde hace seis mil años y que todavía no ha pasado de moda.

Por supuesto que entre la invención de la rueda y la invención de la brújula pasaron varios siglos. Pero el tan vanagloriado “vertiginoso progreso” del periodo capitalista no es ninguna novedad. Salvo periodos de catástrofe como lo fue la peste negra durante el siglo XIV, la humanidad ha venido acelerando la aparición de nuevas tecnologías y de recursos disponibles para una creciente parte de la población, como por ejemplo lo fueron las diferentes revoluciones agrícolas. No es necesario ser un genio para advertir que esa aceleración se debe a la acumulación de conocimiento y a la libertad intelectual.

En Europa, el dinero y el capitalismo significaron un progreso social ante el estático orden feudal de la Edad Media. Pero pronto se convirtieron en el motor de genocidios coloniales y luego en una nueva forma de feudalismo, como la del siglo XXI, con una aristocracia financiera (un puñado de familias acumulan la mayor parte de la riqueza en países ricos y pobres), con duques y condes políticos y con villanos y vasallos desmovilizados.

El capitalismo capitalizó (y los capitalistas secuestraron) siglos de progreso social, científico y tecnológico. Por esa razón, y por ser el sistema global dominante, fue capaz de producir más riqueza que los sistemas anteriores.

El capitalismo no es el sistema de algunos países. Es el sistema hegemónico del mundo. Se pueden mitigar sus problemas, se pueden desmantelar sus mitos, pero no se puede eliminarlo hasta que no entre en su crisis o declive como el feudalismo. Hasta que sea reemplazado por otro sistema. Eso en caso de que quede planeta o humanidad. Porque también el capitalismo es el único sistema que ha puesto a la especie humana al borde de la catástrofe global.

 

 JM, 26 de julio de 2017

 

Carta abierta a Donald Trump

English, French

Señor Trump:

Cuando usted lanzó su candidatura presidencial por el partido republicano a mediados del año pasado, con la intuición propia un empresario exitoso, ya sabía qué producto vender. Usted ha tenido el enorme mérito de convertir la política (que después de la generación fundadora nunca abundó en intelectuales) en una perfecta campaña de marketing comercial donde su eslogan principal tampoco ha sido muy sofisticado: Los mexicanos que llegan son violadores, criminales, invasores.

Nada nuevo, nada más lejos de la realidad. En las cárceles de este país usted encontrará que los inmigrantes, legales o ilegales, están subrepresentados con un cuarto de los convictos que les corresponderían en proporción a la población estadounidense. Por si no lo entiende: las estadísticas dicen que “los espaldas mojadas” tienen cuatro o cinco veces menos posibilidades de cometer un delito que sus encantadores hijos, señor Trump. Allí donde la inmigración es dominante el prejuicio y el racismo se incrementa y la criminalidad se desploma.

Verá usted, don Donald, que por siglos, mucho antes que sus abuelos llegaran de Alemania y tuviesen un gran éxito en el negocio de los hoteles y los prostíbulos en Nueva York, mucho antes que su madre llegara de Escocia, los mexicanos tenían aquí sus familias y ya habían dado nombre a todos los estados del Oeste, ríos, valles, montañas y ciudades. La arquitectura californiana y el cowboy texano, símbolo del “auténtico americano” no son otra cosa que el resultado de la hibridez, como todo, de la nueva cultura anglosajona con la largamente establecida cultura mexicana. ¿Se imagina usted a uno de los padres fundadores encontrándose un cowboy en el camino?

Cuando su madre llegó a este país en los años 30, medio millón de mexicoamericanos fueron expulsados, la mayoría de ellos eran ciudadanos estadounidenses pero habían tenido la mala suerte de que la frustración nacional por la Gran Depresión, que ellos no inventaron, los encontrase con caras de extranjeros.

Esa gente había tenido cara de extranjeros y de violadores (usted no fue el primero que lo supo) desde que Estados Unidos tomó posesión (digámoslo así, para no ofender a nadie) de la mitad del territorio mexicano a mediados del siglo XIX. Y como esa gente, que ya estaba ahí, no dejaba de hablar un idioma bárbaro como el español y se negaba a cambiar de color de piel, fueron perseguidos, expulsados o simplemente asesinados, acusados de ser bandidos, violadores y extranjeros invasores. El verdadero Zorro era moreno y no luchaba contra el despotismo mexicano (como lo puso Johnston McCulley para poder vender la historia a Hollywood) sino contra los anglosajones invasores que tomaron sus tierras. Moreno y rebelde como Jesús, aunque en las sagradas pinturas usted vea al Nazareno siempre rubio, de ojos celestes y más bien sumiso. El poder hegemónico de la época que lo crucificó tenía obvias razones políticas para hacerlo. Y lo siguió crucificando cuando tres siglos más tarde los cristianos dejaron de ser inmigrantes ilegales, perseguidos que se escondían en las catacumbas, y se convirtieron en perseguidores oficiales del poder de turno.

Afortunadamente, los inmigrantes europeos, como sus padres y su actual esposa, no venían con caras de extranjeros. Claro que si su madre hubiese llegado cuarenta años antes tal vez hubiese sido confundida con irlandeses. Esos sí tenían cara de invasores. Además de católicos, tenían el pelo como el suyo, cobrizo o anaranjado, algo que disgustaba a los blancos asimilados, es decir, blancos que alguna vez habían sido discriminados por su acento polaco, ruso o italiano. Pero afortunadamente los inmigrantes aprenden rápido.

Claro que eso es lo que usted y otros exigen: los inmigrantes deben asimilarse a “esta cultura”. ¿Cuál cultura? En un una sociedad verdaderamente abierta y democrática, nadie debería olvidar quién es para ser aceptado, por lo cual, entiendo, la virtud debería ser la integración, no la asimilación. Asimilación es violencia. En muchas sociedades es un requisito, todas sociedades donde el fascismo sobrevive de una forma u otra.

Señor Trump, la creatividad de los hombres y mujeres de negocios de este país es admirable, aunque se exagera su importancia y se olvidan sus aspectos negativos:

No fueron hombres de negocios quienes en América Latina promovieron la democracia sino lo contrario. Varias exitosas empresas estadounidenses promovieron sangrientos golpes de Estado y apoyaron una larga lista de dictaduras.

Fueron hombres de negocios quienes, como Henry Ford, hicieron interesantes aportes a la industria, pero se olvida que, como muchos otros hombres de negocio, Ford fue un antisemita que colaboró con Hitler. Mientras se negaba refugio a los judíos perseguidos en Alemania, como hoy se los niegan a los musulmanes casi por las mismas razones, ALCOA y Texaco colaboraban con los regímenes fascistas de la época.

No fueron hombres de negocios los que desarrollaron las nuevas tecnologías y las ciencias sino inventores amateurs o profesores asalariados, desde la fundación de este país hasta la invención de Internet, pasando por Einstein y la llegada del hombre a la Luna. Por no hablar de la base de las ciencias, fundadas por esos horribles y primitivos árabes siglos atrás, desde los números que usamos hasta el álgebra, los algoritmos, y muchas otros ciencias y filosofías que hoy forman parte de Occidente, pasando por los europeos desde el siglo XVII, ninguno de ellos hombres de negocios, claro.

No fueron hombres de negocios los que lograron, por su acción de resistencia y lucha popular, casi todo el progreso en derechos civiles que conoce hoy este país, cuando en su época eran demonizados como peligrosos revoltosos y antiamericanos.

Señor Trump, yo sé que usted no lo sabe, por eso se lo digo: un país no es una empresa. Como empresario usted puede emplear o despedir a cuantos trabajadores quiera, por la simple razón de que hubo un Estado antes que dio educación a esas personas y habrá un Estado después que se haga cargo de ellos cuando sean despedidos, con ayudas sociales o con la policía, en el peor de los casos. Un empresario no tiene por qué resolver ninguna de esas externalidades, sólo se ocupa de su propio éxito que luego confunde con los méritos de toda una nación y los vende de esa forma, porque eso es lo que mejor sabe hacer un empresario: vender. Sea lo que sea.

Usted siempre se ufana de ser inmensamente rico. Lo admiro por su coraje. Pero si consideramos lo que usted ha hecho a parir de lo que recibió de sus padres y abuelos, aparte de dinero, se podría decir que casi cualquier hombre de negocios, cualquier trabajador de este país que ha comenzado con casi nada, y en muchos casos con enromes deudas producto de su educación, es mucho más exitoso que usted.

El turco Hamdi Ulukaya era in inmigrante pobre cuando hace pocos años fundó la compañía de yogures Chobani, valuada hoy en dos billones de dólares. Algo más probable en un gran país como este, sin dudas. Pero este creativo hombre de negocios tuvo la decencia de reconocer que él no lo hizo todo, que hubiese sido imposible sin un país abierto y sin sus trabajadores. No hace muchos días atrás donó el diez por ciento de las acciones de su empresa a sus empleados.

En México hay ejemplos similares al suyo. Pero mejores. El más conocido es el hijo de libaneses Carlos Slim que, tomando ventaja de las crisis económicas de su momento, como cualquier hombre con dinero, hoy tiene once veces su fortuna, señor Trump.

Señor Trump, la democracia tiene sus talones de Aquiles. No son los críticos, como normalmente se considera en toda sociedad fascista; son los demagogos, los que se hinchan el pecho de nacionalismo para abusar del poder de sus propias naciones.

La llamada primera democracia, Atenas, se enorgullecía de recibir a extranjeros; ésta no fue su debilidad, ni política ni moral. Atenas tenía esclavos, como la tuvo su país por un par de siglos y de alguna forma la sigue teniendo con los trabajadores indocumentados. Atenas tenía sus demagogos: Ánito, por ejemplo, un exitoso hombre de negocios que convenció muy democráticamente al resto de su sociedad para que condenaran a muerte a la mente pensante de su época, Sócrates, por cuestionar demasiado, por creer demasiado poco en los dioses de Atenas, por corromper a la juventud con cuestionamientos.

Por supuesto que casi nadie recuerda hoy a Ánito y lo mismo pasará con usted, al menos que redoble su apuesta y se convierta en alguna de las figuras que en Europa pasaron a la historia en el siglo XX por su exacerbado nacionalismo y su odio a aquellos que parecían extranjeros sin siquiera serlo. Seguidores siempre va a encontrar, porque eso también es parte del juego democrático y, por el momento, no tenemos un sistema mejor.

Jorge Majfud, mayo 2016

http://www.huffingtonpost.es/jorge-majfud/carta-abierta-a-donald-tr_b_10218246.html

http://www.pagina12.com.ar/diario/contratapa/13-302445-2016-06-23.html

 

 

 

 

 

Sin azúcar: conversaciones con Noam Chomsky

Jorge Majfud,

8 de abril 2016

Fotos de Sarah Silbiger, Daily Free Press, Boston University

 

Resumen de una entrevista más extensa que tuvo lugar el mes pasado y que forma parte del libro Sin azúcar, a publicarse este año en España por Ediciones Irreverentes

 

 English version The Humanist (July/August 2016)

Antes de las 12:30 del mediodía me encuentro en el piso octavo con un grupo de estudiantes japoneses que, con la excitación propia de la juventud, preguntan por la oficina del profesor Noam Chomsky. Se acercan a la puerta y leen el pequeño cartelito con su nombre. Se sacan fotos, muchas fotos con rostros de alegría y sorpresa y luego del breve silencio de reconocimiento, casi místico, se marchan.

A sus 8años, Noam Chomsky mantiene la misma lucidez que cualquiera puede advertir leyendo o mirando un video de los años setenta. Cuando pasa de su tono informal y humorístico a temas relevantes, se convierte en ese pensador grave y preciso que todos conocemos de las conferencias y de otras entrevistas. Su voz murmurante y el filo de su memoria son los mismos. No se trata sólo del pensador vivo más citado del mundo y entre Marx, Shakespeare, Aristóteles, Platón, la Biblia, Freud, Hegel y Cicerón, si consideramos a los muertos también, sino que, como Isaac Newton, Galileo Galilei o Albert Einstein, Noam Chosmky es uno de esos pocos individuos que la historia recordará por siglos.

En este encuentro, años después de haberlo conocido personalmente en Princeton University y de haber colaborado con él en la organización y traducción de un libro en español (Ilusionistas, 2012) me interesaba más rastrear los orígenes de su pensamiento social. Así que comencé recordando uno de los tantos correos que hemos ido cruzando a lo largo de casi una década. En uno de ellos, yo le comentaba las peripecias de mi hijo en el proceso de adaptarse a una sociedad que es la suya por nacimiento pero con la única particularidad de hablar inglés con un leve acento español. En una oportunidad Chomsky me escribió:

Cuando yo era niño, nosotros éramos la única familia de judíos en un barrio rabiosamente antisemita. Aquellas calles no eran nada divertidas para nosotros, pero mis padres nunca lo supieron. De alguna forma, uno evitaba contarle a los padres lo que nos pasaba por esos días”.

Le recordé esta confesión de años atrás para iniciar nuestro diálogo sobre el mundo de aquella época y de sus implicaciones más universales. Lo que sigue es una síntesis de una conversación que se extendió más de lo previsto.

***

NC: Yo crecí en los años treinta y cuarenta y sí, el antisemitismo era galopante. No era como en la Alemania Nazi, claro, pero sí que era bastante serio. Era parte de la vida. Por ejemplo, cuando mi padre pudo finalmente comprar un auto usado a finales de los años treinta, solía llevarnos al campo algún fin de semana, y si teníamos que buscar algún motel para quedarnos, primero teníamos que echar un vistazo adentro para ver si decía “admisión restringida”.  Eso claramente significaba “judíos no”. Por entonces no era necesario especificar “negros no”, porque era algo obvio.  Esto era, de hecho, una política nacional, la cual, como niño, yo no tenía ni idea. En 1924 se había pasado la mayor ley de inmigración en este país, la cual tenía una cláusula de Exclusión de orientales. Hasta entonces, los inmigrantes europeos habían sido fácilmente admitidos, y por eso mis padres entraron sin grandes dificultades a principios del siglo XX. Pero en 1924 todo eso cambió. Aprobaron una ley que estaba dirigida contra judíos e italianos.

J.M: ¿Todo eso tenía alguna conexión con el Temor Rojo?

NC: No, no estaba relacionado con el Temor Rojo… Bueno, tal vez en el fondo sí. Fue enseguida después de la seria represión que desencadenó Woodrow Wilson en la primera posguerra, una de las más serias de la historia estadounidense. Miles de personas fueron deportadas y prácticamente destruyó sindicatos y diversos medios de prensa independientes. Así que enseguida después de todo eso se pasó una ley antiinmigrantes. Esa ley estuvo vigente hasta los años sesenta, y esa fue la razón por la cual muy poca gente, muy pocos judíos que huían del fascismo en Europa, especialmente de Alemania, pudieron entrar a Estados Unidos. Hubo casos muy conocidos, como el del Saint Louis, un barco cargado de un millar de refugiados europeos, la mayoría de ellos judíos; la administración Roosevelt les negó asilo y fueron devueltos a Europa. Muchos de ellos terminaron muriendo en campos de concentración.

JM: Esas políticas tuvieron muchas otras consecuencias a largo plazo, ¿no?

NC: Por supuesto. El movimiento Sionista de la época, con su sede en Palestina, prácticamente se hizo cargo de los campos de concentración. Ellos tenían la política de que todo judío y judía de entre 17 y 35 años de edad no debía ser enviada a Occidente sino que debía ser redirigida a Palestina. De hecho, el primer estudio sobre este tema fue publicado en hebreo por un académico israelí llamado Joseph Grodzinsky. La traducción al inglés de este trabajo se tituló Good Human Material (Material humano de calidad), que es precisamente lo que ellos querían que fuese enviado a Palestina para su colonización y para un eventual conflicto que efectivamente ocurrió unos años después. Este trabajo no expresa otra cosa que un complemento de las políticas de Estados Unidos para presionar a Inglaterra a aceptar que los judíos se fuesen para allá, a Palestina, para que no vinieran aquí. El británico Ernest Bevin fue muy duro y directo sobre este tema cuando preguntó: “Si realmente ustedes quieren salvar a los judíos, ¿por qué no los aceptan en su propia tierra y por el contrario los envían a Palestina?”

JM: De hecho el mismo presidente Roosevelt, cuando por los años veinte era miembro del directorio de Harvard University, según algunos artículos, consideraba que había demasiados estudiantes judíos en la universidad.

NC: Sí. Y el presidente de Harvard, James Conant, bloqueó la llegada de judíos a la universidad, sobre todo impidiendo que los inmigrantes europeos entraran al departamento de química, al mismo tiempo que mantenía buenas relaciones con los nazis. Cuando los emisarios nazis vinieron a Estados Unidos, fueron muy bienvenidos a Harvard.

JM: Muchos se escandalizan de la permisividad de Perón con algunos nazis en Argentina, pero no se considera que era algo muy común y más extendido por la época aquí en Estados Unidos; hoy en día nadie está dispuesto a reconocerlo, o simplemente no lo saben…

 NC: Claro. Aquí, en general, la actitud hacia los nazis no era hostil. Si tú echas una mirada en los reportes del Departamento de Estado, vas a encontrarte con que en 1937 el mismo gobierno describía a Hitler como “un moderado”, alguien que estaba conteniendo las fuerzas de la izquierda y de la derecha. Para el tratado de Múnich, a finales de 1938, Roosevelt envió su principal consejero, Sumner Wells, el cual regresó a Estados Unidos con unas declaraciones muy favorables diciendo que Hitler era sin duda alguien con el cual podíamos confiar y tener relaciones. Eso fue a finales de 1938. Básicamente, los nazis eran considerados gente con las cuales podíamos hacer negocios. Los británicos también tenían sus negocios con los nazis. Ni qué decir con Mussolini, que era muy admirado en su época.

JM: Aquí en Estados Unidos hubo figuras de relevancia nacional, hoy casi íconos como Henry Ford y alguno de los gerentes de GM, quienes fueron premiados con la Gran Cruz del Águila Alemana, la mayor distinción del gobierno nazi.

NC: Sí, Henry Ford apoyó mucho a los nazis… Los hombres de negocios ayudaron mucho a los nazis, y muchos continuaron haciendo lo mismo a lo largo de la guerra. Incluso fue algo mucho más generalizado que eso. El antisemitismo que uno podía ver a nivel de calle, ya sea como un niño como yo o en lugares como Harvard, no difería en mucho de la política que tenía este país por entonces.

JM: También hubo racismo contra otros grupos marginados del poder.

NC: Bueno, hubo una fuerte extradición de indios ya desde el comienzo. Todo bajo la excusa de que “debemos protegernos”, y eso nos viene ya desde la fundación de este país.

JM: ¿Por qué ese patrón histórico?

NC: Se debe a un extraño mito anglosajón. Thomas Jefferson, por ejemplo, fundó la Universidad de Virginia y en su Escuela de Leyes se estudiaba “Ley anglosajona”, algo muy normal. Ese mito continuó hasta principios del siglo XX, por lo cual cada nueva ola de inmigrantes fue igualmente maltratada hasta que todos nos integramos a la nueva sociedad y nos convertimos todos en anglosajones.

JM: Como fue el caso de los irlandeses hasta que fueron “asimilados” en lugar de ser simplemente “integrados”, como correspondería a una sociedad abierta.

NC: Los irlandeses fueron tratados de una forma horrible, incluso aquí en Boston. A finales del siglo XIX eran tratados casi tan mal como los negros. Uno podía encontrar letreros aquí, en restaurantes, diciendo: “No se admiten irlandeses ni perros”. Pero finalmente los irlandeses se asimilaron a la sociedad y se convirtieron en parte del sistema político y así tuvimos a los Kennedy, por ejemplo. Por esa época el antisemitismo ya había casi desaparecido en este país.

JM: Es decir que podemos ver cambios en algunos casos y, sin embargo, siempre vemos algo que se repite constantemente. Por ejemplo, ahora los judíos son los mexicanos y los musulmanes…

NC: Claro, ahora son los musulmanes, los mexicanos o los centroamericanos. Mira lo que está pasando con los sirios. Hay una terrible crisis allá y Estaos Unidos prácticamente no ha recibido refugiados es esa zona. Un caso dramático y más cercano es el de los centroamericanos. ¿Por qué la gente escapa de América Central? En definitiva se debe a las mismas atrocidades de Estados Unidos. Mira Boston, por ejemplo, que es donde estamos ahora; aquí hay un considerable número de población maya. Esa gente escapó de Guatemala, donde hubo un genocidio a principios de los años ochenta y que fue apoyado por el presidente Ronald Reagan. Dejaron toda una región devastada. La gente todavía intenta irse de allí pero apenas son capturadas las envían de regreso. Hace un par de semanas, la administración Obama, la cual ha roto todos los records de deportación, detuvo guatemaltecos que estaban viviendo aquí… Creo que habían estado viviendo aquí por veinticinco años, con sus familias, trabajando en sus negocios… y los deportaron. Esa gente había llegado huyendo del genocidio guatemalteco que nuestro gobierno apoyó.

JM: En el caso de Guatemala la historia de intervenciones tiene uno de sus orígenes en el golpe de estado contra Jacobo Arbenz en 1954. Ernesto Che Guevara estaba en la ciudad cuando la CIA decidió destruir una de las pocas democracias de la región.

NC: Es cierto, básicamente eso empezó en 1954, y luego hubo otras atrocidades terribles, especialmente a finales de los sesenta. Pero lo peor ocurrió a principios de los ochenta, un monstruoso genocidio del pueblo maya durante el gobierno de Rios Mont. No obstante, Estados Unidos deportó a los refugiados de aquella época. Recientemente la administración Obama ha presionado al gobierno de México para mantener toda esa gente lejos de la frontera mexicana. Algo bastante parecido a lo que están haciendo los europeos con Turquía, para que los sirios que buscan refugio no se acerquen demasiado.

JM: De hecho, según las leyes internacionales los menores de un país no vecino no deben ser impedidos de cruzar una frontera. Pero estas leyes han sido violadas muchas veces…

NC: Lamentablemente, muchas cosas se hacen violando las leyes internacionales. Mira lo que pasó cuando la gente intentaba huir de Haití a principios de los noventa. Por entonces hubo una elección libre y el presidente Jean-Bertrand Aristide ganó. Unos pocos meses después fue derrocado por un golpe militar. Una corrupta junta militar se hizo cargo del poder y Estados Unidos la apoyó, no de forma abierta sino de forma pasiva. Entonces los haitianos comenzaron a huir del terror de su propio país y las autoridades aquí las mandaron de regreso y en algunos casos los enviaron a Guantánamo. Claro que esto va contra las leyes internacionales, pero el gobierno de Estados Unidos quería creer que se trataba de “refugiados económicos”.

JM: Volvamos a los años de su juventud y de su contacto con los anarquistas españoles.  Hablemos un poco de la importancia que tuvo de la Guerra civil española en su pensamiento y en su activismo.

NC: Sí, tuvo muchísima importancia… De hecho, escribí mi primer artículo sobe la Guerra Civil Española…

JM: Por entonces usted tenía once años.

NC: Así es. En realidad no fue sobre los anarquistas sino sobre la caída de Barcelona y la expansión del fascismo en Europa, algo que realmente daba miedo. Pero un par de años más tarde comencé a interesarme en el movimiento anarquista. En Nueva York yo tenía parientes…

JM: Tenía algunos tíos allá, ¿no? Entonces viajaba desde Filadelfia a Nueva York de vez en cuando.

NC: Sí, tenía unos tíos allá y solía quedarme con ellos a veces. Por aquella época, por el área de la Union Square hacia la Cuarta avenida…

JM: La Cuarta Avenida y Broadway…

NC: Por esa área había muchos inmigrantes españoles que habían huido de Franco. También pasaba tiempo con la gente de Freie Arbeiter Stimme (La voz de los trabajadores libres), donde también se juntaban los anarquistas británicos. Entonces yo pasaba muchísimo tiempo en las librerías con los inmigrantes, hablaba con ellos y me llevaba material de allí. Todo eso fue para mí como una escuela, sobre todo cuando escribí sobre la Guerra Civil española y sobre otros temas muchos años después. En mis artículos usé muchos de los documentos que descubrí allí, cuando era todavía un niño, la mayoría de todo eso no había sido publicado todavía. Mucho ha sido publicado hoy en día, pero no lo era por esa época. Por otra parte, fue de aquella prensa de izquierda de la época que aprendí acerca del apoyo de la administración del presidente Franklin Roosevelt al dictador Franco, todo lo cual fue más tarde sabido por muchos.

JM: Empresas estadunidenses como ALCOA, GM, and Texaco, jugaron un papel importante en la derrota del Segunda República, un excepcional experimento democrático  después de siglos. Muchas grades compañías internacionales colaboraron con los nazis y con Franco mismo.

NC: Pero querían hacer creer que no tenían nada que ver ni estaban informadas. Por entonces hubo un informe en la prensa de izquierda, allá por los años treinta, sobre Texaco, compañía que estaba dirigida por un nazi llamado Torkild Rieber. Este empresario derivó barcos de petróleo de la Segunda República, con la cual tenía contratos, a la falange de Franco. Eso fue informado por la prensa de izquierda aquí, pero el Departamento de Estado negó saber cualquier cosa sobre el hecho, hasta que terminó admitiéndolo solo años después y ahora podemos leerlo en los libros de historia, de forma que así se suprime el hecho de que este país lo toleró. Por otro lado, la misma administración condenaba estrepitosamente a algunas compañías mexicanas por enviar unas pocas armas a la República española. Claro que no podían ver los barcos petroleros enviados desde aquí, y si te fijas en lo que pasaba antes, verás que el petróleo era, por entonces, uno de los recursos energéticos que Franco no podía recibir ni los alemanes ni de los italianos, lo cual es por demás significativo.

JM: Suena muy familiar en América Latina…

NC: Bastante. En los noventa, durante la administración Clinton y durante el régimen terrorista en Haití, la CIA había informado al Congreso de Estados Unidos que se había dispuesto un embargo de petróleo para el régimen haitiano, lo cual fue simplemente mentira. Yo estaba ahí. Cualquiera podía ver desde allí las terminales petroleras que estaban siendo construidas mientras los barcos ingresaban a puerto. Luego resultó que el mismo presidente Clinton había autorizado a la compañía Texaco (la misma compañía de la que hablábamos recién) para enviar petróleo de manera ilegal a la junta militar, en un momento que se suponía que se estaban oponiendo a los militares y promoviendo la democracia. La misma compañía, la misma historia.

JM: ¿Crees que la experiencia histórica de los anarquistas españoles, de no haber sido destruida por Franco, pudo transformarse por ejemplo en una tercera opción al estalinismo y al capitalismo occidental? ¿Cómo pudieron evitar la derrota?

NC: A ver… Los comunistas fueron uno de los principales responsables de la destrucción de los anarquistas españoles. No solo en Cataluña, sino en otras partes: los ejércitos comunistas destruyeron muchas organizaciones colectivas.

JM: ¿Cómo pudieron los anarquistas y la Republica evitar la derrota?

N: CH: Es una pregunta interesante. Hubo una propuesta de un profesor italiano, Camilo Bernari, un anarquista italiano que se encontraba en España por esa época, la cual, creo, no es para nada absurda. Él se oponía a una participación con el gobierno, estaba en contra de la formación de un ejército, un gran ejército para luchar contra Franco. Él pensaba que se debía reestablecer el recurso de la guerrilla, la cual tenía una importante tradición en España.

JM: Sobre todo al principio del siglo XIX, durante la ocupación francesa…

NC: Cuando la ocupación de Napoleón Bonaparte, sí. Según Bernari, lo mismo debió hacer para resistir la invasión franquista; se debió recurrir a una guerra de guerrillas además de la guerra política. Por esa época hubo una rebelión en Marruecos, liderada por Abd el-Krim (alguien que influenció en las tácticas de Ho Chi Minh y Ernesto Che Guevara), Entonces Bernari propuso que los anarquistas debían vincularse con los rebeldes marroquíes para destronar al gobierno, promover una reforma agraria, atraer a la base del ejército moro de Marruecos y de esa forma tratar de combatir al ejército franquista a través de una guerra política en el norte de África y de la acción guerrillera en España. Esta opción pudo ser la única efectiva para detener el fascismo.

JM: Hubo otros casos exitosos de resistencia a través de la táctica guerrillera en el mundo.

NC: Hubo casos como, por ejemplo, el de Estados Unidos. Los revolucionarios americanos tenían un ejército, el de George Washington, pero Washington perdió todas las batallas. No podían ganarle a un ejército superior como el británico. La guerra, la Revolución americana se ganó básicamente gracias a las guerrillas. Tú sabes, ese tipo de gente que ahora llamamos “terroristas”. George Washington odiaba estas guerrillas. Él quería un ejército disciplinado con sombreros rojos, tú sabes, peleando en la guerra como se supone que los caballeros deben pelear…

JM: Una de sus últimas teorías fue la del Ensamble sintáctico. Una paradoja, si me permites, consiste en que esta particularidad humana ha hecho posible que la gente comparta conocimiento, ficción y emociones, pero por otro lado también ha hecho posible que la mentira, el engaño y la negación de la propia realidad alcanzasen altos niveles de sofisticación y destrucción. ¿Es ésta, la habilidad intelectual más importante de la especie humana, un peligro a su propia supervivencia como especie?

NC: La inteligencia humana tiene muchas facetas. Nuestras capacidades lingüísticas son, sin duda, prominentes entre todas las demás. Se podría decir, lamentablemente, y sin ningún lugar a dudas, que los humanos hemos creado circunstancias que están amenazando nuestra propia existencia bajo cualquier forma de organización posible, y ya están destruyendo a otras especies un ritmo nunca visto en los últimos 65 millones de años, que fue cuando ocurrió la Gran Extinción. Las dos mayores amenazas a una sobrevivencia decente son, actualmente, las armas atómicas y la catástrofe ambiental, dos amenazas que continúan creciendo. Esta es la razón por la cual el Bulletin of Atomic Scientists ha adelantado dos minutos su famoso Reloj del Apocalipsis, lo que significa que estamos otra vez más cerca de la medianoche.

JM: Aparte de lingüística, usted dio clases de humanidades en el MIT. ¿Es la ideología de los negocios o de losbeneficios-primero la que ha erosionando una educación más global y critica?

NC: La imposición del modelo de los negocios sobre la educación es sin duda una amenaza. De la misma forma lo es el radical desfinanciamiento de todo lo demás, la privatización y otras prácticas propias del asalto neoliberal sobre la población global, especialmente, en la última generación.

***

Nuestra conversación se extendió informalmente sobre otros temas. En una ejemplar de la edición original de Syntactic Structures de 1957 (libro que es considerado por los especialistas como el más influyente del siglo XX en las ciencias cognitivas y uno de los cien libros más importantes jamás escritos en la historia de la humanidad) me escribió la famosa frase “Colorless green ideas dream furiously” (“Las incoloras ideas verdes sueñan furiosamente”), el equivalente de la formula E=mc2 en lingüística, y más abajo agregó, parafraseando a la anterior, no sin humor “Revolutionary new ideas appear infrequently” (“Las nuevas ideas revolucionarias surgen infrecuentemente”).

Le dejé el tercer volumen de la trilogía Memoria del Fuego, ese clásico de nuestro gran amigo. Chomsky recordó con afecto a Eduardo Galeano. “Era un gran escritor”, dijo.

En el acierto o en el error, los dos hombres enseñaron a generaciones a rehuir a la cobardía de la complicidad con el poder, a no aceptar nunca el síndrome de Estocolmo Los dos nos enseñaron que historia y memoria no siempre son la misma cosa. Y por las mismas razones, los dos (como Galileo, como Einstein) fueron odiados y etiquetados como “Idiotas” –en vano.

 

Jorge Majfud,

MIT, 8 de abril 2016

Fotos de Sarah Silbiger, Daily Free Press, Boston University

http://www.huffingtonpost.es/jorge-majfud/sin-azucar-conversaciones_b_10025878.html

El autor socialista del juramento patriótico de EE.UU

2013-07-07 • CULTURA

En 1892, con motivo del cuarto centenario del descubrimiento europeo de América, Francis Julius Bellamy creó el famoso juramento que se repite hoy en Estados Unidos para jurar lealtad al país y a la bandera: “I pledge alleg

And Justice for All -- Pledge of Allegiance 5-...

And Justice for All — Pledge of Allegiance 5-9-09 9 (Photo credit: stevendepolo)

iance to my flag and to the Republic for which it stands, one nation, indivisible, with liberty and justice for all” (“Prometo lealtad a la bandera y a la República que representa, una nación, indivisible, con libertad y justicia para todos”).

Está de más decir que este juramento es una de las oraciones favoritas de los grupos más conservadores, religiosos, nacionalistas y defensores acérrimos del capitalismo como “lo americano”.

Las ideas sobre qué es y qué significa el patriotismo o lo “auténticamente americano”, o “lo auténticamente francés”, “basado en la tradición”, en la “defensa de la unidad”, “por el camino de Dios”, aparte de expresar sentimientos legítimos por sí mismos, son también instrumentos ideoléxicos: poseen una intencionalidad proselitista y una subliminal carga de violencia que universalmente siempre se ha ejercido en la definición misma de lo qué significa ser un habitante de un país determinado, más allá del respeto objetivo por sus leyes.

La historia registra innumerables casos y siempre repiten patrones psico-sociales y modus operandi muy similares: por ejemplo, para Fernando e Isabel en el siglo XVI, para el general Francisco Franco en el siglo XX, y para muchos entre medio y más acá, los verdaderos españoles eran los cristianos viejos (es decir no contaminados, sin abuelos moros o judíos), o los que hablan castellano, o los que defendían la familia tradicional, etc. Una causa sobre la “verdadera naturaleza” de las cosas sociales se vuelve radical, inflexible y violenta cuando la realidad lo niega. De esa forma, la definición del “buen español” que ocupó la vida de distinguidos escritores, académicos, políticos y sacerdotes, excluía, negaba y trataba de olvidar la enorme diversidad étnica, religiosa, cultural y lingüística que existió en la península Ibérica y luego en lo que se llamó España, ya desde tiempos de Séneca y desde mucho antes, desde los tiempos de los fenicios y los visigodos.

En 1924 a la palabra “bandera” se le agregó “de los Estados Unidos de América”. Pienso que no se trató de un cambio semántico sino sólo de una aclaración: por entonces se percibía que había demasiados inmigrantes y algunos se podían confundir al decir “mi bandera”. Tampoco hay que olvidar que en algunos grupos sociales cundió lo que se llamó “Red Scare” (“Temor Rojo”), como consecuencia del triunfo de la Revolución rusa y de la emigración de los anarquistas europeos.

En 1954, el presidente Eisenhower aprobó el agregado de “under God” (bajo Dios), lo cual hubiese encontrado la clara oposición de la mayoría de los Padres Fundadores, quienes reconocieron no sólo el derecho privado y público de creer en cualquier dios sino, incluso, en el derecho de no creer en ninguno.

Ésta fue la primera modificación importante de la frase original de Bellam. No obstante, no fue el primer cambio semántico, porque el símbolo fue sufriendo cambios progresivos y radicales para expresar diferentes ideas subliminales o explícitas y para ser usado con objetivos algo diferentes.

Lo curioso es que, si nos situamos históricamente a fines del siglo XIX, podemos observar que el famoso juramento de Bellamy refleja las propias ideas de su autor, como no es de extrañar, a pesar de alguna posible crítica posmodernista. Las expresiones de “I pledge allegiance to my flag and to the Republic for which it stands, one nation, indivisible, with liberty and justice for all”expresan de forma inequívoca los valores centrales de “unidad” y de “libertad y justicia para todos”, lo cual no sólo fue un principio socialista e iluminista radical, sino que estaba en abierta contradicción con los aristócratas y las sociedades estamentales de Europa y con los conservadores (sobre todo del sur) de Estados Unidos, que no creían ni en la igualdad ni en la libertad de los negros, de los pobres y de los no elegidos. No obstante, los ideoléxicos “libertad” e “igualdad” han triunfado desde el siglo XIX a tal grado que ahora son casi incuestionables como símbolos.

El ideoléxico “socialista” ha sido consolidado con un valor negativo como símbolo, aunque sus significados todavía están en disputa mediante el uso de sustitutos, como lo es la palabra liberal.

Nada de esta metamorfosis ideoléxica es casualidad. Francis Julius Bellamy era un socialista cristiano, pero los conservadores no lo mencionan, quizás para no recordar su condición de criminal ideológico. Algo parecido ocurre con la idea actual de que los Padres Fundadores de Estados Unidos, eran hombres religiosos y conservadores. Esta idea se ha popularizado de forma casi unánime a pesar de que es históricamente errónea: si los autores de la Revolución americana hubiesen sido conservadores lo último que habrían producido es una revolución. Si no fueron más allá de sus idealismos iluministas, de libertad, igualdad y laicismo en la cosa pública fue, precisamente, por la oposición de los conservadores, por algunas contradicciones propias y porque los cambios ideológicos introducidos en las primeras cuatro décadas del nuevo país habían llegado demasiado lejos para un mundo que todavía seguía sumido en gobiernos totalitarios, hereditarios, aristocráticos, teocráticos en su mayoría o en revoluciones políticamente inestables como en Francia.

Igual que sucede con los textos religiosos, allí donde dice “es más fácil para un camello pasar por el ojo de una aguja que un rico acceda al reino de los cielos” termina por significar que la riqueza es una prueba de que un rico ha sido elegido para entrar al reino de los cielos, aún antes de nacer. Es decir, la desigualdad fue establecida por Dios al principio de los tiempos, y aunque se acepte el ideoléxico de “igualdad” y “diversidad” luego de una derrota semántica de dos siglos, la solución consiste en redefinir los campos semánticos de dichos ideoléxicos y asignarles valores diferentes en condiciones diferentes. Es decir, cuando no se puede cambiar una palabra en una escritura sagrada, ya sea la Biblia, el Corán o la Constitución X, la solución es interpretar: donde dice blancosignifica negro. Luego de un tiempo de repetirlo el significado original no sólo se echará al olvido sino que, cuando alguien intente sacarlo a la luz nuevamente, será desacreditado con diferentes mecanismos sociales, como la burla o el descrédito y la condena que históricamente deben sufrir los revisionistas.

Jorge Majfud

Milenio (Mexico)

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Realidad y ficción

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La locura de la realidad

 Hermeneutica>>

Las cruzadas

Los catálogos de libros, la crítica literaria y los anaqueles de las bibliotecas se ordenan principalmente según la clasificación antagónica de “ficción” y “no-ficción”. La costumbre es tan útil como engañosa. Lo que llamamos ficción —cuentos, novelas, y a veces poesía— fácilmente puede reclamar el mismo derecho que los sueños a considerarse la expresión cultural de una verdad, de la realidad más profunda de un ser humano o de una sociedad.

Cuando estudiamos la literatura del medioevo o del siglo XVI español, observamos la “idealización” de ciertos tipos psicológicos y morales que casi siempre nos parecen improbables por su excesiva virtud o por sus inaceptables prejuicios morales. Sin embargo, esa idea de idealización, de exageración o de improbabilidad —referida a las virtudes morales, como en El Abencerraje, de 1561— antes que nada está determinada por nuestra propia sensibilidad; es decir, es el juicio de unos lectores de principios del siglo XXI.

Ahora, si prestamos atención, la mayor parte del “arte popular”, como pueden ser las telenovelas y las novelas rosa, son idealizaciones o improbabilidades en el sentido de que difícilmente encontraremos entre nosotros una realidad que coincida con dichos estereotipos. Pero aquí lo importante no es lo que podemos llamar “realidad” en un pretendido sentido científico u objetivo. Si existe una ley que traspasa la historia de la literatura —especialmente de la ficción— es la que se refiere a la necesidad de verosimilitud. Las ficciones, desde las llamadas mitológicas y fantásticas hasta las más realistas, comparten un grado mínimo de verosimilitud. Las improbabilidades de la literatura medieval y las no menos improbables historias de las telenovelas modernas, han sido y son populares por lo que tienen de verosímil. Más allá de que un análisis ponga en evidencia su valor ideológico y su “irrealismo”, es importante notar aquí que estas historias son lo que son porque han sido reconocidas como “verosímiles” por una determinada sensibilidad en un determinado momento histórico y en un determinado lugar. ¿Qué es el “realismo” sino una realidad verosímil? Lo que hoy consideramos inverosímil fue verosímil en su tiempo, y es a partir de este reconocimiento que comenzamos a tener una idea de los hombres y mujeres que las leían con entusiasmo y pasión. Es aquí, entonces, donde la ficción “absurda”, “inverosímil” o “arbitraria” se convierte en un elemento valiosísimo de conocimiento y, por lo tanto, en “objeto real”. Lo verosímil ya no es un sustituto de la realidad sino el más fuerte indicio de una realidad sensible, ética y espiritual de un pueblo. Y es en este sentido en que el estudio de la sensibilidad —ética y estética— de un pueblo, a través de su ficción, cobra un valor harto más significativo e insustituible que un pretendido estudio histórico a través de los “hechos”, ya que éstos, los “hechos” no son juzgados a través de dicha sensibilidad sino a través de la nuestra. Todo lo cual no significa que uno sea excluyente del otro sino todo lo contrario: nos advierte de la parcialidad de cada uno de ellos y la necesidad de complementación de ambos géneros en cada estudio.

Por otra parte, lo que está clasificado como no-ficción —libros de historias, ensayos, crónicas, reflexiones— difícilmente sería capaz de prescindir de la imaginación de su autor o de los prejuicios y mitos de la sociedad de la cual surgió. Si los matemáticos ptolemaicos fueron capaces de demostrar la “realidad” de un universo con la Tierra en el centro, y que la modernidad rechazó —radicalmente, hasta hace pocos años; relativamente, hoy en día—, ¿cómo no dudar de la ausencia de ficción en cada uno de esos milimétricos relatos sobre las Cruzadas de la Edad Media[1]?

Podemos tratar de definir un punto de apoyo para evitar una relatividad estéril, sin salida. Ante la amplitud y la virtual imposibilidad de definir una “realidad” en términos absolutos, podemos definir qué entendemos nosotros por “realidad”, integrando el entendido de que la categoría ontológica del mundo físico no es suficiente para limitar este concepto —a la larga, metafísico—. Podemos comenzar por decir que “realidad” es todo punto de partida desde el cual construimos una narración, un discurso, una representación del mundo. Mas’ud Zavarzadeh, por ejemplo, en cierto momento escribió: “Implicit in my approach, of course, is the assumption that culture (that is, the ‘real’) at any given historical moment, consist of an ensemble of contesting subjectivities” (5). Desde su punto de vista de crítico y teórico analizando el fenómeno cinematográfico, “cultura” es su punto de partida, la “realidad” a la cual está referida una película como reflejo y como formadora o reproductora de su propio origen cultural. Desde otro punto de vista, por ejemplo desde un punto de vista psicológico, podemos ver la cultura como punto de partida o punto de llegada. En el primer caso la cultura es lo “real”; en el segundo, es la “construcción” o el producto de otra realidad: la mente humana. Para un médico de finales del siglo XIX, por ejemplo, los sueños eran producto de una determinada condición fisiológica (como una indigestión) y, por lo tanto, eran el reflejo ficticio de la realidad biológica. Este último caso, claro, se refiere a una lectura reduccionista o materialista, para la cual lo real es el mundo físico, biológico, económico y así sucesivamente. La realidad de una lectura descendente podrá contradecir esta afirmación partiendo de un fenómeno cultural, intelectual o psicológico: aún una enfermedad física puede ser causada por una actitud mental, y la causa no es menos real que la consecuencia.

En resumen, podemos decir que la diferencia (pseudo-ontológica) entre realidad y ficción es una confirmación ideológica, la legitimación epistemológica de un paradigma y de una cosmovisión determinada.

Creo que uno de mis personajes en la novela La ciudad de la Luna expresó esta misma dinámica de una forma bastante sitética:

 

Llamamos realidad a la locura

que permanece

y locura a la realidad

que se desvanece.

 


[1] Ver, por ejemplo, Runciman, Steven . A History of the Crusades. The Kingdom of Acre and the Later Crusades. Cambridge: Cambridge University Press, 1987

La Gaceta (Argentina)

Milenio II, III, (Mexico)

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Escritura y civilización

An inscription of the Code of Hammurabi

Código de Hammurabi

La civilización de la escritura

 

La invención de la escritura (3.500 a. C.) no solo posibilitó el registro de datos; también provocó una revolución metafísica, difícil de igualar por cualquier otro invento: el tiempo mitológico fue reemplazado por otro “histórico”, y con ello todo un mundo se derrumbó para dejar paso a otro.

No es cierto de que con la escritura comenzó el registro de las acciones humanas. Mucho antes las creaturas conservaban su pasado en un tipo de memoria colectiva, transmitida de forma oral. Para su conservación, este tipo de memoria implicaba una perpetua repetición y en este tránsito los registros sufrían modificaciones. Sabemos que estos cambios no eran arbitrarios y que se producían en beneficio de cierto arquetipo: el mito. Como lo mostró el rumano Mircea Elide, las culturas arcaicas no soportaban la historia; la anulaban traduciendo los hechos reales en arquetipos mediante la repetición. Incluso en nuestro tiempo, un acontecimiento concreto no persiste dos siglos en la memoria colectiva sin perder su particularidad histórica, tiempo que deberíamos reducir a unos pocos años si consideramos los grandes ídolos populares del siglo XX. La mentalidad arcaica solo conserva lo general y echa al olvido los datos particulares. Esa costumbre de la mente humana está aún entre nosotros. En su Historia de la eternidad, J. L. Borges, libre de las supersticiones de la modernidad, olvidando o contradiciendo el existencialismo de la época, observó: “Lo genérico puede ser más intenso que lo concreto”. Acababa de analizar el platonismo y recordaba: “De chico, veraneando en el norte de la provincia, la llanura redonda  y los hombres que mateaban en la cocina me interesaron, pero mi felicidad fue terrible cuando supe que ese redondel era pampa y esos varones gauchos”.

Así como en diferentes culturas encontramos las mismas pirámides, también encontramos el relato de la Creación como las diferentes versiones de una misma historia. La memoria oral, imprecisa y fugaz, recurría al arquetipo, a la estructura “natural” de las primeras culturas.  La invención de la escritura supuso un largo proceso y sus consecuencias no fueron tan inmediatas como las que provocó Edison con cualquiera de sus juguetes. Los antiguos mitos y, sobre todo, la conducta mitológica de la mente arcaica  se conservaron en las novedosas tablas de arcilla de Sumeria y en los papiros de Egipto. Pero desde entonces el tiempo dejó de ser circular e impreciso. Los hechos individuales comenzaron a ser ordenados según su orden de precedencia. Los semidioses e intelectuales del Nilo ampliaron y elevaron la antigua obsesión de conservar el cuerpo de sus muertos: mejor, comenzaron a conservar sus memorias; hazañas, desdichas, historias familiares e historias del imperio. Más al oriente, Sargón y Hammurabi se sumergieron en las profundidades del tiempo, pero ya no dejaron de ser hombres concretos, los autores de leyes y victorias en el campo de batalla. El olvido ya no era posible y ellos, que no querían ser olvidados como sus vecinos hindúes, se ocuparon en anotar hechos, fechas y nombres.

Cuando Hegel describió el espíritu indiano (hedonista, sensual y onírico), lo que hizo fue describir las propias fantasías europeas sobre aquel país exótico de donde provenían los más intensos aromas, no el espíritu hindú. Pero advirtió una característica significativa: los hindúes carecían de las preocupaciones historiográficas  de  otras naciones. Con frecuencia los describe como desproporcionados mentirosos. “Los indios —escribió— no pueden comprender nada semejante a lo que el Antiguo Testamento refiere de los patriarcas. La inverosimilitud, la imposibilidad  no  existen para ellos”. Luego recuerda que, según la memoria hindú, existieron reyes que gobernaron miles de años. Cuenta, por ejemplo, que el reinado de Wikramâdiya fue un momento glorioso en la historia de India. Pero también se supo que hubo ocho o nueve reyes con este mismo nombre en un periodo de 1500 años. Inverosímil, se lo atribuye a un defecto de la numeración decimal que toma fracciones por números enteros. Señor, a cualquier pueblo se le puede atribuir este desliz matemático, menos  a los inventores del cero. Bueno, pero Hegel hizo otras observaciones importantes: los hindúes, que alcanzaron gran fama en literatura, álgebra, geometría, astronomía y gramática, descuidaron por completo la historia. La mayor parte de lo que se conocía de la historia india en tiempos de Hegel había sido escrita por extranjeros.

Este desinterés por la historia de los hindúes se explica por su propia concepción del tiempo: profundamente mitológico, circular como el samsara. Porque en India, aún hoy, la realidad más concreta está vista a través de la doctrina de los ciclos cósmicos que lleva a las almas a transmigrar y al Universo a regenerarse eternamente, incluyendo en la misma rueda a  las creaturas, a los dioses y a las piedras. “El hombre indio —observó Spengler— lo olvida todo. En cambio, el egipcio no podía olvidar nada. No ha habido nunca un arte indio del retrato, de la biografía in nuce. La plástica egipcia, en cambio, no conoció otro tema”. Hay que agregar otros ejemplos: la escultura idealista de la Grecia clásica y la escultura retratística de Roma. El primero, un pueblo mitológico; el otro, obsesivamente histórico.

El sánscrito es una de las lenguas más antiguas que se ha dado la Humanidad. En su uso y perfección maduró una poderosísima cultura, la india, mucho antes de la aparición del sánscrito escrito. El pueblo hebreo, en cambio, está marcado por la escritura, y ello se debe a que se formó y maduró (no antes del 1250 a. C.) sobre una poderosa tradición escrita; tanto si consideramos la tradición egipcia en Moisés como la civilización sumeria en Abraham.

Jorge Majfud

majfud.org

Milenio, II (Mexico)

Fundaciones de la historia

Fundaciones de la historia

 

Oros y diamantes

Mirando una carta de póker nos detiene la pregunta. ¿Por qué el rombo es el símbolo del diamante? ¿Por qué cortar una piedra tan valiosa en una figura que deja tantos desperdicios? Esa forma conoidal multiplicaba los brillos en la corona de la piedra pulida. Para el ojo común, los brillos debían ser lo más importante de las piedras preciosas y ¿cuál más brillante y más dura que el diamante? Por siglos, el brillo, la alucinación del diamante no tuvo competencia. Solo el sol brillaba con más fuerza, pero esa piedra era demasiado popular y nadie podía poseerla ni guardarla en un cofre para la contemplación privada de los brahmanes, del emperador, del rey o del duque. Y algo que pertenece a todos, aunque la sociedad dependa de él, no tiene valor social porque no confiere poder a unos sobre otros.

Hoy en día casi todos pasan su mirada indiferente sobre los cuadros de Fray Angélico, pero en su tiempo esos primeros atisbos de perspectiva renacentista conmovían las sensibilidades desacostumbradas a cualquier sustituto de la naturaleza o de la arquitectura centenaria, que era como la naturaleza misma. Los visitantes se desmayaban ante tan conmovedor efecto que confundían con el arte o con una revelación divina. Algo parecido ocurrió con las primeras proyecciones de cine que hizo saltar a los espectadores de sus asientos.

Basta con imaginar una ínfima parte de esa antigua sensibilidad, construida en el tiempo lento de las sombras y las estrellas, de los espacios naturales y previsibles para comprender algo del asombro o la admiración que podía provocar la contemplación de las joyas, del brillo del diamante. Si bien el vidrio es tan antiguo como el código de Hammurabi, rara vez las técnicas disponibles lograban la claridad del agua. Cuando los cristales, como los de Bohemia o de Murano, lograron hacerlo se hicieron famosos. Y caros. Aunque de mayor utilidad que el diamante, la relativa facilidad de su producción lo hacía dudosamente escaso. Pero eran tiempos cuando los brillos artificiales no abundaban.

Hoy en día aburren a los jóvenes y a los viejos acostumbrados al vértigo y al brillo excesivo de las pantallas de plasma, de los aviones, de los ascensores panorámicos, de los automóviles bailando en los tréboles de autopistas y sumergiéndose a setenta millas por hora en los túneles de colores.

¿Cuánto valdría hoy un diamante si la humanidad lo hubiese descubierto a finales del siglo XX? Seguro no hubiese impresionado a muchos. Quizás no valdría gran cosa y sin duda valdría mucho menos de lo que vale hoy.

 

Hitos y mitos fundadores

Podemos pensar que la valoración de un objeto como el de una conducta, el valor material y el valor moral pueden ser variables y pueden depender de un tiempo histórico, pero lo más interesante es observar también opuesto: hay valores materiales y valores morales que han sido definidos y cristalizados, para bien o para mal, en un tiempo dado según las condiciones y el momento de desarrollo de la humanidad.

Por ejemplo, los textos sagrados como el Bhagavad Gita, la Biblia o el Corán. Desde una perspectiva laica, podríamos preguntarnos por qué algunos textos como algunos hechos históricos se levantan como hitos inmóviles y persisten, aún cuando las condiciones económicas, sociales, culturales y simbólicas han cambiado de forma radical y con frecuencia contradicen esa realidad, hasta el punto de adaptar la realidad a esos textos mediante la violencia física o ideológica o adaptar los textos a la realidad mediante el uso y abuso de la interpretación. Donde dice blanco quería decir negro, pero lo que dice sigue siendo sagrado.

Una vez impuesta o reconocida, la autoridad del texto como el valor del diamante persiste, de una forma o de otra, cruzando generaciones, avatares históricos, políticos y culturales; traspasando a veces civilizaciones y mentalidades. Aun asumiendo toda su variabilidad y relatividad de interpretaciones y contradicciones, la Biblia y el Corán establecieron un valor ético y sobre todo teológico que pesaría, modificaría y controlaría los movimientos de cientos de generaciones posteriores.

De no ser por estos hitos fundadores, deberíamos aplicar a rajatabla el precepto marxista según el cual las necesidades básicas, los métodos de producción, de sobrevivencia, en fin, todo aquello que conforma la base material de la vida humana son los únicos o los principales responsables de los valores morales y culturales. Aunque en esto ni Marx era tan marxista, lo que no invalida ni contradice sus descubrimientos sobre la evolución de la historia sino, quizás, lo complementa. Tendríamos así una suerte de psicoanálisis historicista según el cual hay momentos propicios y singulares de la historia donde —dadas las condiciones materiales, el número reducido de la población y la ausencia de una memoria histórica que relativice una experiencia “traumática”, significativa o conmovedora— un hecho o un texto se convierte en un capitulo fundador de toda una civilización.

Como el peso de la tradición simbólica en el valor del oro y del diamante, fijados como un trauma en una etapa X de la humanidad que aun pesa en los tiempos contemporáneos, así pesan ciertos textos, ciertos hechos, ciertos mitos o ciertas verdades en el inconmensurable universo de otras posibles verdades, de otras posibles manías, obsesiones y fijaciones que pudieron moldear a la humanidad de otra forma, ahora inimaginable.

 

 

Jorge Majfud

Lincoln University, mayo 2009.

 

 

 

La historia baja al pueblo

 

Con voz suave pero robótica, Heather dice: “dobla a la derecha y mantente sobre la izquierda”. Entonces doblo a la izquierda. Heather se sorprende: “recalculando posición”, dice, para inmediatamente insistir: “Conduce dos millas. Luego mantente sobre la derecha y toma la rampa a la derecha”. Heather tiene un objetivo fijo y no dejará de recalcular mi posición para volver a insistir. “When possible, make a U-turn”. Nadie hace mejor ese trabajo que ella. Con su visión satelital calcula y en fracciones de segundo determina el mejor camino hasta X. “Make a U-turn now!” Ella lo ve todo y, al mismo tiempo, no entiende lo que ve. “Make a U-turn now!” A veces juzga mal porque tiene una fuerte tendencia a elegir los caminos más rápidos y no entiende mis preferencias por las zonas pobladas en lugar de las autopistas y los túneles.

La imposición de Heather por llegar a X es relativa. “Recalculating…” Antes de salir de casa yo mismo le di la orden. En realidad X era mi objetivo inicial. ¿Pero qué pasaría si X fuese un objetivo erróneo o un objetivo decidido por la costumbre o por una falsa obligación? O peor: ¿qué ocurriría si desconozco cuál es mi destino final, que fue definido previamente por alguien más y, ante mi propia ignorancia o ceguera o simple incertidumbre decido obedecer a Heather, por miedo a perderme, por la casi siempre inútil y hasta perversa ansiedad de no perder tiempo, por miedo a romper un orden, por miedo al caos?

Nuestro presente está mucho más definido por nuestro futuro —por nuestra imprecisa visión del futuro— que por nuestro pasado. Pero no sabemos con certeza cuál es nuestro destino X al cual creemos dirigirnos. Nos movemos en varios niveles de conciencia por lo cual nunca podemos decir que estamos completamente despiertos. Para mantener la ilusión de que somos consientes de nuestra dirección hacia X, nos mantenemos dentro del marco de los mitos fundadores: como la voz robótica de Heather, el navegador, el mito fundador nos indica, con insistencia y precisión el camino a X.

La mañana siguiente al triunfo electoral de Barack Obama, vi por los pasillos de las oficinas un pequeño grupo de gente que se abrazaba y decía “estoy soñando”; “esto es realmente un sueño”. Los diarios del mundo relacionaron el famoso “Yo tengo un sueño” de Martin Luther King cuarenta años atrás con el “sueño realizado” de Obama. Como nunca antes en la historia de las elecciones de Estados Unidos, una apreciable proporción del mundo se alegró del resultado. Todos esperamos cambios del nuevo presidente; aunque no muchos ni radicales, cambios que no acentúen la pesadilla, cambios que no agraven nuestras decepciones por venir.

En otros ensayos anotamos que el reciente cambio político en Estados Unidos, así como el cambio geopolítico del mundo en los últimos años, aparentemente apuntaban a la misma dirección y sentido trazado por la revolución del pensamiento humanista del Renacimiento. Las reacciones contrarias de las últimas décadas, en gran medida representadas por las ideologías conservadoras del imperialismo postcolonial del último tercio del siglo XX habrían sido un “desvío” en esa hoja de ruta, una violenta ralentización de la historia, una confirmación de que la verdad es una permanente reconstrucción del poder ideológico-militar del momento, de que la fuerza de la razón no tiene ninguna posibilidad ante la razón de la fuerza, que el único poder procede del músculo, no de la sabiduría ni mucho menos de la justicia, tal como puede entenderla un humanista. ¿Pero cómo saber si un desvío que dura décadas y un objetivo X que aparece como inalcanzable, pueden ser ralamente considerados desvío uno y objetivo el otro?

Hay una diferencia radical. El navegador GPS es sólo un instrumento de nuestros propósitos. Para los mitos sociales, en cambio, somos nosotros los instrumentos de sus propósitos. Los mitos sociales pueden funcionar como un obsesivo navegador que, sin importar el inesperado rumbo de nuestro camino, permanentemente están buscando un nuevo camino para llegar al mismo punto y tienen la fuerza de imponerlo. Justificar una masacre en nombre de la libertad y poner todo el tradicional aparataje mediático para hacerlo creíble, sino incuestionable al menos posible, es sólo un mínimo ejemplo. Llamar terrorista a un asesino que mata niños y a otro que hace el mismo trabajo honrarlo como héroe, aquél porque calcula sus barbaridades y éste  porque calcula sus errores inevitables, es sólo parte de la narratura social que consolida el mismo mito. Esta idea enquistada en el inconsciente colectivo, a veces estimulada por el miedo o la autocomplacencia, fue observada ya por el español Ángel Gavinet hace 101 años:

“Un ejército que lucha con armas de mucho alcance, con ametralladoras de tiro rápido y con cañones de grueso calibre, aunque deja el campo sembrado de cadáveres, es un ejército glorioso; y si los cadáveres son de raza negra, entonces se dice que no hay tales cadáveres. Un soldado que lucha cuerpo a cuerpo y que mata a su enemigo de un bayonetazo, empieza a parecernos brutal; un hombre vestido de paisano, que lucha y mata, nos parece un asesino. No nos fijamos en el hecho. Nos fijamos en la apariencia” (Idearium, 1897).

Pero esta percepción no es producto de una mera “naturaleza psicológica” sino del laborioso trabajo del poder social a lo largo de los siglos.

Los mitos fundadores preexisten a cualquier cambio político, a cualquier decisión individual e incluso colectiva. De ahí las eternas frustraciones ante los cambios políticos. Sin embargo, si echamos una mirada general a la historia, podemos sospechar que hay algo más fuerte que cualquier mito social: los grandes movimientos de la historia —los más imperceptibles—, las ideas sobre la justicia y el poder, sobre la libertad y la esclavitud, sobre la rebelión de los pueblos y la fuerza arrogante de los césares, persisten o se radicalizan.

Hay un cambio sensible en nuestra época que es congruente con ese movimiento general de la historia de los últimos siglos, que significa la continuación de los valores humanistas que, si bien no han sido los valores dominantes, sí han sido los más persistentes y aquellos que más se han legitimado desde la caída intelectual de las teocracias europeas de la Edad Media. En nuestro tiempo ese signo es la progresiva separación de las creencias populares de los poderes imperiales. Si a mediados del siglo XX “imperio” seguía siendo una palabra que llenaba de orgullo a quien lo representaba —por ejemplo, el imperio británico, brutal como cualquier otro— desde los sesenta ya se ha confirmado como signo de agresión y opresión injustificable. Si a mediados del mismo siglo la narratura social todavía estaba en manos de una minoría propietaria de los medios de comunicación y entretenimiento —dos ideoléxicos paradójicos— hoy en día la voz mayoritaria de quienes no tienen nada de ese poder han descubierto un nuevo poder.

Esa voz ha probado ser todavía inmadura e irresponsable. Esa nueva conciencia todavía no es consciente de su poder o lo usa para distraerse e, incluso, para la autodestrucción. Podemos conjeturar, no sin un alto riesgo de equivocarnos, que gran parte de la antigua masa —esa que despreciaba Ortega y Gasset— aún no ha dejado de ser rebaño y todavía se guía por los antiguos mitos sociales que la oprimen. Pero esa gente, esa humanidad, está creando poco a poco una nueva cultura, una nueva conciencia y una silenciosa pero imparable rebeldía ante la histórica agresión de los césares, de los negreros, de los antiguos dueños del mundo. O quizás confundimos deseo con realidad.

“Recalculating… Take ramp ahead”.

 

Jorge Majfud

Lincoln University, enero 2009.