1976: El exilio del terror. «Las mariposas aprenden a volar»

A partir del triunfo de Ronald Reagan en las elecciones de 1980, la ola de atentados terroristas y ejecuciones perpetradas por el exilio cubano en Estados Unidos comenzó a disminuir. La confianza perdida con la invasión de Bahía Cochinos y, más aún, con el frecuente silencio de la CIA en los años 70, se renovó en una nueva y necesaria ola de confianza en el gobierno.

A pocos meses de la asunción de Reagan, el empresario Jorge Mas Canosa fundó la Cuban American National Foundation, una copia del lobby proisraelí American Israel Public Affairs Committee (Aipac), a su vez derivado del American Zionist Council. De forma automática, el Canf obtuvo el respaldo directo y activo del nuevo presidente, que tanto le había costado a los lobbies de la extrema derecha estadounidense poner en la Casa Blanca luego de la traumática experiencia de la política exterior de Derechos Humanos de Jimmy Carter y de un congreso posicionado aún más a la izquierda, siempre tan dispuesto a investigar los excesos de la CIA y dejar de lado los excesos de Fidel Castro en Cuba.

Las donaciones de las grandes empresas en América Latina (por entonces bajo rígidas dictaduras militares capitalistas promovidas por Washington) y las empresas cubanas en Estados Unidos comenzaron a fluir. Jorge Mas Canosa se nombró presidente de la nueva fundación y designó a Frank Calzón como su director ejecutivo. Entre sus inversiones de propaganda, el Canf canalizó varios millones en donaciones al conglomerado estatal estadounidense Radio y Televisión Martí, el que también recibió dinero del gobierno para promover la eficiencia de la empresa privada a través de la NED. A veces el Estado y el dinero de los impuestos sirven para algo.

Como lo habían hecho antes las organizaciones paramilitares con base en Miami, su objetivo no solo continuaba siendo el cambio de régimen en Cuba, sino también otras intervenciones internacionales contra cualquier grupo o gobierno desalineado que no respetase la sacralidad del derecha a la libre empresa por sobre cualquier otro derecho. El Canf apoyó conglomerados mediáticos aliados, intervenciones políticas y militares, como la invasión de Granada en 1983. Apoyó a los reaccionarios contra el nuevo gobierno de la descolonizada República Popular de Angola y al apartheid de Sudáfrica. Todo, en línea con la política de Londres y Washington de incluir al prisionero Nelson Mandela en la lista de peligrosos terroristas internacionales mientras su partido político, el Congreso Nacional Africano, era clasificado por Washington como una “organización que se dedica al terrorismo”.[i]

Las bombas no se apagaron. Las extorciones tampoco. Una noche de 1989, respondiendo a una intensa campaña mediática del exilio de Miami, agentes del Departamento del Tesoro entraron en la casa del director del Museo de Arte Contemporáneo de Miami, el cubano anticastrista Ramón Cernuda, y secuestraron una colección de obras pintadas por artistas residentes en Cuba. Cernuda no pudo ser acusado de ningún delito, por lo que meses después una bomba explotó frente al museo, destruyendo obras expuestas y una parte considerable del edificio. Al director Cernuda se lo acusó de exponer pinturas de artistas residentes en Cuba y de estar a favor de un diálogo entre Washington y La Habana.[ii] Los críticos que volaron la sala de exposición preferían los paisajes bucólicos de Cuba pintados por Luis Posada Carriles, Orlando Bosch y José Dionisio Suárez.

Para principios de los años 90, las bombas y las extorciones a estilo de la mafia batistera sumaban solo algunas docenas por año, pero la cultura y la estructura financiera que se había desarrollado por cuarenta años continuaba intacta. Gracias a nuevas fundaciones legales, el flujo de dólares se multiplicó. Como es práctica conocida por la CIA, aparte de las donaciones privadas, la Cuban Fundation recibió medio millón de dólares del gobierno a través de la Fundación Nacional para la Democracia, la NED, un organismo gubernamental muy generoso con todos aquellos entrepreneurs y periodistas independientes que comparten su misma ideología de los negocios y del control ajeno.

Mientras, los representantes y congresistas del exilio continuaban creciendo en número y en poder. La influyente representante cubana en el Congreso, Ileana Ros-Lethinen, no necesitó eufemismos para cristalizar un dogma social que en las décadas anteriores había sido un plan secreto de la CIA y que el mismo Congreso nacional de los años setenta había investigado y condenado como un proyecto ilegal y criminal ante todas las leyes nacionales e internacionales:

―Apoyo cualquier intento de asesinar a Fidel Castro.[iii]

En Miami y en Union City continuaron el acoso, las bombas y las ejecuciones. Por no ser suficientemente anticastrista, el semanario Réplica sufrió siete atentados con bomba, hasta que cerró en 2005. Su propietario, el cubano Max Lesnik, fue rescatado varias veces por el FBI sin que él mismo lo supiera. Todos los teatros o clubes que invitaban artistas de la isla sufrieron explosiones con bomba, desde Nueva York hasta Miami.

En 1996, solo por poner un ejemplo más, El Centro Vasco (un pub y restaurante de la Calle 8, frecuente organizador de eventos de recaudación de fondos de la derecha cubana) invitó a la popular actriz cubana Rosita Fornés a ofrecer una show en sus instalaciones. Radio Mambí lanzó una campaña de desacreditación del restaurante. Poco después, una bomba destruyó las instalaciones que lo obligó a permanecer cerrado por meses. Sus dueños, la familia Saizarvitoria, fueron calificados como traidores comunistas y debieron vender el negocio. El comprador, Felipe Valls, amigo de Jorge Mas Canosa y dueño de otro restaurante, el Versailles, fue uno de los encargados de desacreditar a los Saizarvitoria por su traición, los cuales continuaron recibiendo amenazas de muerte.[iv]

Emilio y Gloria Estefan, Jon Secada y Julio Iglesias mantuvieron un silencio ensordecedor. Julio Iglesias tenía al menos dos razones: su hijo Enrique Iglesias estaba haciendo una carrera exitosa en Miami y él mismo sabía dónde estaba. En 1972, en un club nocturno de Miami, Julio Iglesias había dicho que no tenía problemas de cantar en Cuba. Minutos después la policía debió rescatarlo. Casi dos décadas después, cuando Verónica Castro visitó Cuba, destruyeron su estrella en la Calle 8 y la orinaron, aunque esto último es solo un detalle, sobre todo porque orinar en la Calle 8 es una tradición consagrada que merece respeto.[v]

Miami seguía contra la censura y a favor de la libertad de expresión ―sólo en Cuba. Los mismos nombres, la misma estructura y la misma cultura se reconvirtió. No abandonaron la costumbre de considerar a cualquiera que pensara diferente como un combatiente enemigo, ni la costumbre de poner bombas contra propios y ajenos, pero muchos tomaron la opción política y les impusieron sus propias leyes.

El enroque político no significó que las bombas y las ejecuciones hubiesen quedado proscriptas de los planes patriotas. En 1995 se dieron a conocer documentos del gobierno donde consta que Guillermo Novo, aparte de ser guardaespaldas y de tener una mueblería en Miami, continuaba enviado explosivos a Cuba.[vi] Muchos de estos atentados fueron abortados a tiempo. Aunque en menor número y con menos recursos, en Miami hay espías de la isla como en la isla los hay de la CIA. Según el gobierno de La Habana, desde 1959 hubo 3.400 cubanos asesinados a manos del exilio en Miami.[vii] Claro que, como todo en esta historia, los números totales son siempre un dato discutible.

En 1989, Miami todavía era conocida como La capital del terrorismo en Estados Unido.[viii] Sus miembros continuaron teniendo múltiples privilegios. No sólo eran refugiados y legalizados de forma automática apenas ponían un pie en Florida, sin importar su historial criminal, sino que eran protegidos aún después de cometer cualquier delito, por grave que fuse. Según la ley de Estados Unidos, los criminales extranjeros deben ser deportados, pero la Cuban American National Foundation presionó para que se hiciera una excepción, argumentando de que si eran extraditados a Cuba podrían sufrir alguna forma de tortura por parte del gobierno de la isla, violando así el mandato de la convención de la ONU contra la tortura. El mismo argumento será usado para permitir que otros terroristas como Luis Posada Carriles sea liberado para pasar su jubilación en Miami. No contará para los torturados inocentes en Guantánamo o en los cientos de cárceles secretas que la CIA y el Mossad mantienen a gusto y antojo por todo el mundo.

―La diferencia aquí ―dijo el escritor argentino del Miami Herald, Andrés Oppenheimer―, es que los disidentes no son silenciados por el Estado, como en Cuba. Sin duda, hay intolerancia y represión, pero no es por culpa del gobierno.

La censura privada es censura de la libertad―protegida por el gobierno.


[i] Windrem, R. “US government considered Nelson Mandela a terrorist until 2008”. NBC News, 7 de diciembre de 2013.

[ii] Torres, María de los Angeles. In the Land of Mirrors: Cuban Exile Politics in the United States

 “Cuban Exile Politics at the End of the Cold War”. University of Michigan Press, 1999, p. 140.

[iii] Alan McPherson. Ghosts of Sheridan Circle. How a Washington Assassination Brought Pinochet‘s Terror State to Justice. University of North Carolina Press, 2018, p. 286

[iv] Bardach, Ann Louise. Cuba Confidential: Love and Vengeance in Miami and Havana. United Kingdom, Knopf Doubleday Publishing Group, 2007, p. 111.

[v] Idem, 112.

[vi] Alan McPherson. Ghosts of Sheridan Circle. How a Washington Assassination Brought Pinochet‘s Terror State to Justice. University of North Carolina Press, 2018, p. 286

[vii] Bardach, Ann Louise. Cuba Confidential: Love and Vengeance in Miami and Havana. United Kingdom, Knopf Doubleday Publishing Group, 2007, p. 109.

[viii] Idem, 113.

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