Salidas a la dictadura de los millonarios
La esclavitud de grilletes fue el primer “gran negocio” de América en general y de Estados Unidos en particular. Es decir, fue la impronta, el ADN histórico que permea a todo nuevo desarrollo civilizatorio cuando se genera desde una célula madre ―algo que desarrollamos hace más de una década y no tendremos espacio aquí para volver sobre lo mismo.
Esta realidad, la esclavitud de grilletes, no sólo consolidó una estructura económica, social, religiosa, ideológica, mediática, política y hasta electoral que persiste hasta hoy en día, sino que, como explicamos en La frontera salvaje, es la responsable de la expansión de las Trece Colonias sobre las Naciones Originarias y sobre más de la mitad de México, hasta convertirse más tarde en un imperio global.
Las corporaciones europeas de accionistas que saquearon Oriente y Medio Oriente a partir del siglo XVII se convirtieron en las corporaciones esclavistas en América y éstas, de nuevo, en las modernas corporaciones de accionistas luego de la Guerra Civil. Las corporaciones privadas (los piratas, privateers) que saqueaban las colonias para beneficio de los accionistas en Londres, París y Ámsterdam, invirtieron en el tráfico de esclavos y en el gran negocio de las plantaciones. A partir de 1865, los mismos bancos esclavistas continuaron dominando las finanzas del Mundo Libre. Así como “la raza libre” (“the land of the free”) se refería a los blancos esclavistas y luego al “mundo libre”, los más poderosos millonarios estaban en el Sur esclavista, no en el Norte industrializado y proletario.
Ese modelo se sobrepuso a la derrota en la Guerra Civil con un rotundo éxito. Hoy los diez hombres más ricos (el patriarcado es otro capítulo) acumulan dos billones de dólares (lo mismo que un Brasil). Las diez compañías más poderosas acumulan veinte billones (una China o un Estados Unidos), mientras que las primeras diez corporaciones financieras suman 50 billones (China y Estados Unidos juntos). Éstas crean la divisa global, la administran y dominan la red financiera mundial, casi todas de Estados Unidos y Gran Bretaña. ¿Alguien piensa que este poder astronómico no se ocupa de política, de los medios de comunicación, de las formas de pensar y de sentir del resto del mundo?
Ahora, ¿cómo se soluciona esto? La historia nos recuerda algunas soluciones. En la antigüedad, se aceptaba el magnicidio como un recurso legítimo. Más tarde, en la Revolución Francesa, se cortaba la cabeza de los reyes y de los poderosos que habían abusado de su poder. En la Cuba de 1959, se recurrió a los juicios sumarios contra los responsables de torturas y asesinatos del régimen de Batista y de las mafias de los casinos que luego escaparon a Miami. En la actual y próspera China (según su gobierno) a los funcionarios corruptos se los condena a la pena máxima. En Estados Unidos (según estudios académicos), la pena de muerte suele reservarse para negros pobres que matan mujeres blancas no tan pobres.
Como nosotros somos civilizados, no vamos a proponer semejantes extremos. Podemos tolerar que, con nuestro dinero, masacren decenas de miles de niños de un pueblo no elegido como en Palestina, pero no la barbarie de cortarle la cabeza al CEO de BlackRock o Lockheed Martin. Además, sería un acto irrelevante. La abstracción del poder financiero es de tal extremo que no existe esa cabeza para cortar.
Hay dos posibilidades. Una, es no hacer nada y esperar a que el orden cleptocrático colapse bajo errores tecnológicos y burocráticos propios, o bajo una masiva revuelta social, acelerada por otras crisis, como la del cambio climático. Otra opción más moderada sería comenzar a poner límites a este robo universal. Una forma es estableciendo topes. Por ejemplo, mil millones, diez mil millones de dólares como propiedad máxima.
Bastante moderado ¿no? Aun así, sobreviviría el poder abusivo de los capitales en la política, por lo cual sería irrenunciable reformar todos los sistemas electorales demandado (1) transparencia, (2) prohibiendo los lobbies privados en los gobiernos y (3) estableciendo límites estrictos en las donaciones o (4) eliminándolas.
Otra medida, pero a más largo plazo y más difícil de implementar consiste en (5) revertir la comercialización de la existencia. Reemplazar el paradigma del “Crecimiento Infinito (a través del consumismo) para salvarnos de la Crisis perpetua”. No estoy proponiendo ninguna utopía sino una mirada a la historia antes de esta anormalidad: muchas sociedades, desde las americanas nativas hasta las africanas y asiáticas (no todas, obviamente) fueron capaces de existir, a pesar de su bajo desarrollo tecnológico debido a su momento histórico, de forma más racional, social, pacífica y sustentable.
Otra posibilidad, aún mucho más moderada y mediocre, sería (6) subir los impuestos. Sí, el tabú de los impuestos. Si les parece muy comunista, digamos que se trata de volver a los sistemas impositivos que existían en Estados Unidos. En 1920, los más ricos pagaban hasta un 73 por ciento de sus ingresos, lo que los “años locos” y del “pánico rojo” llevaron a reducir esa cuota al 25 por ciento, lo que terminó en la Gran Depresión. Para 1960 la tasa de impuestos a los millonarios (aquellos que hacían más de dos millones de dólares por año al valor de hoy) había subido otra vez hasta el 91 por ciento. La reacción neoconservadora (paradójicamente, neoliberal) logró deprimir ese porcentaje a un 37 por ciento. En 2020 el New York Times demostró que el multimillonario Donald Trump había pagado 750 dólares en impuestos federales en 2016 y 2017 (varias veces menos de lo que un modesto profesor como yo pagó esos años) y cero (0) dólar en los años anteriores. Elon Musk pagó 68.000 y 65.000 dólares (0,00000027 por ciento de su fortuna) en esos mismos años, pero dejó de pagar en 2018.
¿Cómo hacen los millonarios para evadir impuestos y aprovecharse de todos los servicios públicos de un país para hacer sus super negocios? Existe una lista larga de maniobras. Algunas son conocidas, como las donaciones (a veces hechas a su nombre, pero recogidas de los trabajadores-consumidores) que descuentan en sus declaraciones de impuestos. Otras, más efectivas y sistemáticas, proceden de sus multimillonarias ganancias de dividendos por sus acciones en diferentes compañías, sobre las cuales sólo pagan impuesto si las venden.
En la mayoría de los casos, las compañías invierten dinero ajeno para beneficio propio, como el dinero de las jubilaciones (públicas y privadas) en el negocio de la guerra (Lockheed Martin, Boing, etc.). Sólo recordemos que el monto y el origen de las inversiones de estos fondos de retiro, como de otros inversores, no es de conocimiento público. Como las donaciones millonarias a los políticos, según la Suprema Corte de Estados Unidos, es secreta porque es parte de la “libertad de expresión”.
Estos son los verdaderos capitalistas, no sus creyentes asalariados. No lo digo como un juicio, ya que cada uno juega el perverso juego como mejor puede, algunos a pequeña escala para sobrevivir y otros a la escala de los amos del mundo.
Comenzar a tomar conciencia de la realidad es un buen comienzo.
Jorge Majfud, julio 2024

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