Jerusalén, 1995 (nota al margen)

Sumergido en una investigación sobre Orlando Letelier, recordé un diálogo que tuve en Jerusalén, en el verano de 1995, poco antes del asesinato del Primer Ministro Yitzhak Rabin–historia que no entrará en mi próximo libro porque no es relevante. Como tantas otras de esas historias de viajes que compartimos en los hoteles, en las reuniones de viejos amigos cada vez más viejos, siempre fueron conocidas por un círculo pequeño. Muchas morirán con nosotros.

En Jerusalén, como en todas partes, estaba de paso luego de explorar Jordania y dormir en las calles de Petra y Aman (nota para los mochileros: no es lo mismo ser un sin techo que un aventurero; mi caso, circunstancial como el de otros, no tenía el dramatismo y la injusta desesperación de los verdaderos homeless).

“¿Cómo alguien tan joven sabe tanto de Letelier y de la DINA?”, me dijo un joven que se había convertido en mi sobra hasta en el albergue que encontré a un precio modesto.

“No soy mucho más joven que tú”, le dije. “Pues, a mí me llama la atención cómo alguien tan joven sabe tanto de lo que yo sé tanto y no deja de hacerme preguntas día y noche”.

No lo vi más. Días después me detuvieron en el aeropuerto de Tel Aviv dos horas. No entendían por qué había marcado tantos lugares en un mapa, a pesar de que todos eran sitios arqueológicos. No entendían cómo alguien tan pobre podía darle la vuelta al mundo.

“Es que en Uruguay la educación es gratis y los estudiantes de arquitectura tienen una cooperativa que hace esto posible”, les decía yo.  

No me creyeron hasta que llamaron a Montevideo.

Cuando subí al avión todos me miraron con disgusto. Por mi culpa el vuelo se había demorado una eternidad. Cuando comencé a hablar con alguien sobre el negocio de los conflictos, la azafata se me acercó y me dijo:

«Señor Majfud, tenemos un asiento en primera clase, por si gusta».

¿Cómo sabía mi apelido y, además, lo había pronunciado tan bien, cosa que hasta hoy es una rareza? Para ella no era tan difícil, pero ¿por qué lo había usado? ¿Nunca ví una azafata dirigirse a alguien por su nombre. Nunca lo supe ni lo sabré nunca.

«Estoy bien aquí», le dije.

«Va a estar mejor en primera clase», insistió ella.

Tal vez por mi juventud, por mi inexperiencia no me resistí más. La azafata tenía una sonrisa muy amable, esas cosas que hacen a un joven muy vulnerable.

Finalmente pude volar a Roma, donde volví a dormir en una carpa. Semanas después supe del asesinato de Yitzhak Rabin, no a manos de algún sospechoso sino de un fanático de extrema derecha israelí de nombre Amir.

jorge majfud, agosto 2023

Con una amiga en Tailandia, 1995, hoy arquitecta Patricia C.

Baalbek, Biblos, Tiro, Lebanon, 1995

Bath, England; Prage, Czechoslovakia; Washington DC (Bethesta, cerca de la casa de O. Letleier); Jerusalem, día antes del asesinato del Primer Ministro Yitzhak Rabin, 1995.