Por mar y por aire, no más

A veinte años del único 9/11 que importa

El ex primer ministro de Inglaterra lo acaba de hacer una vez más. En una conferencia conmemorativa del veinte aniversario de los atentados terroristas de 2001 en Nueva York, ha insistido que “necesitamos más botas [soldados] en el campo de batalla para combatir el terrorismo”. Claro que ese terrorismo no surgió de la nada sino de las históricas intervenciones de Inglaterra y de Estados Unidos y, más recientemente, de la financiación de los muyahidín (de donde surgirían Osama bin Laden y los fundadores de los Talibán) por parte de la CIA.

No volveremos sobre esos detalles, pero sería oportuno recordarle al famoso exministro algunas lecciones de la historia. La misma advertencia sirve para Blair y para todos los demás líderes que calificarían como criminales de guerra si no fuesen líderes de las principales potencias mundiales: Londres y Washington sólo han tenido alguna chance de éxito cuando descargaron toneladas de bombas sobre “islas de negros” (como se informaba a principios del siglo XX); sobre “aldeas amarillas” a mediados del siglo XX; sobre “nidos de comunistas” décadas después, y sobre “cuevas de terroristas” a principios del siglo XXI.

Cuando los ingleses pusieron sus botas en Argentina y Uruguay no les fue bien. Tuvieron más suerte con sus bancos (inventando guerras intestinas con sus fakes news) que con sus soldados. Cuando pusieron sus botas en tierra, no les fue nada bien. Tampoco les fue bien por tierra a sus primogénitos, los fanáticos protestantes de Washington, aunque siempre supieron venderse muy bien, porque si algo son es eso: buenos vendedores. Sus mayores “hazañas” fueron siempre, por lo menos desde mediados del siglo XIX, gracias a bombardeos a mucha, mucha distancia. Veracruz, por ejemplo, fue objeto de varias lluvias de bombas hasta 1914 y, aun así, las potencias mundiales nunca pudieron quebrar la resistencia del pueblo mexicano. En 1856 (desde el mar, naturalmente) el capitán Geogre Hollins barrió San Juan del Norte en Nicaragua con una lluvia de cañonazos porque las autoridades locales querían detener a un capitán estadounidense que había asesinado a un pescador. En 1898, más de 1300 bombas cayeron sobre la capital de Puerto Rico para liberarla (hasta hoy los boricuas no pueden elegir presidente de su país ni tienen senadores en Washington, como consecuencia de un siglo y medio de liberación). En 1927 la única posibilidad de revertir una pasmosa derrota en tierra a manos de los campesinos hambreados de Augusto Sandino en Nicaragua, quienes tenían a los marines y a la Guardia nacional arrinconados en el pueblo de Ocotal, fue con el primer bombardeo aéreo militar de la historia. Unos meses antes de las célebres bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki, en sólo una noche murieron cien mil civiles no combatientes en las ciudades japonesas de Nagoya, Osaka, Yokohama y Kobe. En la noche del 10 de marzo de 1945, el general Curtis LeMay ordenó arrojar sobre Tokio 1500 toneladas de explosivos desde 300 bombarderos B-29. 500.000 bombas llovieron desde la 1:30 hasta las 3:00 de la madrugada. 100.000 hombres, mujeres y niños murieron en pocas horas y un millón de otras personas quedaron gravemente heridas. Esta historia será eclipsada (olvidada) debido a las mediáticas bombas atómicas que, tres meses después, caerían sobre Hiroshima y Nagasaki matando a otro cuarto de millón de inocentes no combatientes. Lo mismo más tarde en la empobrecida Corea del Norte, donde las bombas arrasaron el 80 por ciento de ese país. Los generales Douglas MacArthur y Cutis LeMain masacraron al 20 por ciento de la población sin que ninguna nación decente se escandalizara. Ente 1969 y 1973, cayeron sobre Camboya más bombas (500.000 toneladas) que las que cayeron sobre Alemania y Japón durante la Segunda Guerra. Lo mismo le ocurrió a Laos, a Irak, a Afganistán…

En 1961, luego de la traumática derrota del mayor complejo militar de la historia en una isla pobre, Cuba, uno de los organizadores, el agente de la CIA David Atlee Phillips, reconoció que todo se había debido a que Castro y el Che Guevara habían aprendido de la historia y Washington no.

Cada vez que Washington puso “botas en tierras”, fracasó. O tuvo un éxito parasitario, como en el desembarco en Cuba en 1898, cuando los “negros rebeldes” tenían su independencia casi ganada y había que evitar una nueva Haití tan cerca. O como en Normandía, conocido como Dia D, cuando los rusos ya habían puesto 27 millones de muertos sobre tierra antes que los occidentales secuestraran toda la gloria de haber derrotado al nazismo, esa cosa tan querida y popular entre los grandes empresarios estadounidenses.

Los pocos éxitos anglosajones han sido siempre por bombardeos desde lejos, desde el mar o por aire y sobre pequeñas islas llenos de negros, algunas minúsculas (como Granada en 1983) o sobre países pobres con un ejército hambreado. Los modernos bombardeos por aire no son otra cosa que una extensión de los anteriores bombardeos por mar, como lo prueban los “destructores”, los “portaviones” y la misma palabra “marines” para referirse hasta a los paracaidistas.

Tony Blair estuvo en Jacksonville, Florida, en 2014. Dio una conferencia sobre Irak, abundante en bromas y anécdotas divertidas sobre la guerra y la posguerra, por lo cual cobró una fortuna. Pero ni una palabra sobre lo que unos años atrás, con absoluta impunidad, el mismo expresidente George Bush había reconocido: las razones (“excusas”) para ir a la guerra habían sido “basadas en errores de inteligencia”. El tercer aliado, el presidente de España que quería sacar a su país “del rincón de la historia”, José María Aznar, había sido más honesto, reconociendo que no había sido lo suficientemente inteligente para darse cuenta de que se estaban equivocando como niños. Desde esa misma España, poco antes de la invasión, explicamos el absurdo de los argumentos y la catástrofe por venir en Irak y Afganistán y la futura crisis económica en EEUU, la que ocurrió en 2008. ¿Pero qué importa? Sólo murió poco más de un millón de inocentes. “Stalin mató más…” Y el Genghis Khan, y…

Esa noche, ante el rostro sonriente e iluminado del exótico primer ministro, levanté la mano para preguntar por el millón de muertos y las armas de destrucción masiva que nunca encontraron. Nunca me llegó el micrófono. Estaban todos tan emocionados de conocer al ex primer ministro de Inglaterra…

Con un fuerte sentimiento de frustración y de forzada indiferencia, salí de la sala y me fui al estacionamiento. En un pedazo de papel escribí, para el día siguiente: “Si le debes mil dólares a un banco, tienes un problema. Si le debes un millón, el banco tiene un problema”. Me recordó al escritor español Ángel Ganivet (1898): “Un ejército que lucha con armas de mucho alcance… aunque deja el campo sembrado de cadáveres, es un ejército glorioso; y si los cadáveres son de raza negra, entonces se dice que no hay tales cadáveres… un hombre vestido de paisano, que lucha y mata, nos parece un asesino”.

JM, setiembre 2021.

Ultimo libro: La frontera salvaje. 200 años de fanatismo anglosajón en América latina.

Por mar y por aire, no más/Jorge Majfud – YouTube

By sea and by air, and nothing more
20 years since the only 9/11 that matters

Translated by Andy Barton, Tlaxcala

Tony Blair, the former UK prime minister, has gone and done it again. In a conference commemorating the 20th anniversary of the terrorist attacks in New York in 2001, he insisted that “we need some ‘boots on the ground’” to fight against terrorism. Of course, this terrorism did not come out of nowhere; rather, it emerged from the historic interventions of the UK and USAmerica, and more recently, from the CIA’s funding of the Mujahadeen (which gave rise to Osama bin Laden and the founding members of the Taliban).

We will not go over those details now. However, this would be a good opportunity to remind the famous former prime minister of a few lessons from history. The same warning goes for Blair and all the other leaders who would qualify as war criminals were they not in charge of the world’s leading powers. London and Washington have only ever had a chance at success when unloading tonnes of bombs over “islands of Blacks” (as the beginning of the 20th century taught us); over “yellow villages” in the mid-20th century; over “communist hotbeds” decades after, and finally, over “caves of terrorists” at the beginning of the 21st century.

When the British put boots on the ground in Argentina and Uruguay, things did not go well. They had better luck with their banks (generating internal conflicts with their fake news) than with their soldiers. Whenever they put boots on the ground, it did not at all go well. Neither did it go well for their proverbial sons and daughters, the protestant fanatics in Washington, although the latter always knew how to market themselves well, which is one thing they most certainly are: good salespeople.USAmerica’s greatest “feats” were always, at least since the mid-19th century, thanks to bombing campaigns from far, far away. For example, Veracruz was the target of various bomb showers until 1914, and even then, the world’s powers never broke the resistance of the Mexican people. In 1856 (from the sea, of course), Captain George Hollins wiped out San Juan del Norte in Nicaragua with a torrent of canon fire because the local authorities sought the detention of a USAmerican captain who had assassinated a fisher. In 1898, more than 1,300 bombs fell on Puerto Rico’s capital to free it (to this day, Puerto Ricans cannot choose the president of their country, nor do they have senators in Washington, a consequence of a century and a half of liberation). In 1927, the only chance of reversing an astonishing defeat at the hands of the famished peasants standing alongisde Augusto Sandino in Nicaragua, who had the marines and the National Guard camped out in the town of Ocotal, was with the first aerial military bombing campaign in history. 

Months prior to the famous atomic bombs in Hiroshima and Nagasaki that massacred 250,000 innocent people, in a single night, 100,000 non-combatant civilians died in the Japanese cities of Nagoya, Osaka, Yokohama and Kobe. During the night of 10th March 1945, General Curtis LeMay ordered 1,500 tonnes of explosives to be thrown over Tokyo by 300 B-29 bombers. In total, 500,000 bombs rained down from 1:30 a.m. to 3:00 a.m., with 100,00 men, women and children dying in the space of a few hours, and a million others left critically injured. This story would be eclipsed (forgotten) due to the media spectacle of the atomic bombs that would fall on Hiroshima and Nagasaki three months later, killing another 250,000 innocent, non-combatant civilians. The same would occur at a later date in the impoverished North Korea, where bombs would obliterate 80% of the country. Generals Douglas MacArthur and Curtis LeMain massacred 20% of the population without provoking the outrage of a single decent nation. Between 1969 and 1973, more bombs fell on Cambodia (500,000 tonnes) than fell on Germany and Japan during WWII. The same happened to Laos, Iraq, Afghanistan…

In 1961, after the traumatic defeat of the biggest military complex in history by a poor island, Cuba, one of the organisers, the CIA agent David Atlee Phillips, accepted it was all due to the fact that Fidel Castro and Che Guevara had learned from history, while Washington had not.

Every time that Washington put ‘boots on the ground’, it either failed or achieved a parasitic success, such as in the Cuba landing in 1898, when the “rebellious Blacks” had just about won their independence, and USAmerica had to avoid a new Haiti in such close proximity. The same goes for Normandy, known as D-Day, when the Russians had already left 27 million bodies on the ground before the West stole the glory of having defeated Nazism, this cherished and immensely popular achievement among the wealthy USAmerican business class.

The few Anglo-Saxon successes have always resulted from long-distance bombing, either from the sea or from the air, and always on small islands full of Black people, some of them miniscule (such as Granada in 1983), or on countries with a famished army. The modern bombings are nothing more than an extension of the previous bombardments from the sea, as proved by the “destroyers”, the “aircraft carriers”, and even the word “marines” to refer to the parachuters themselves.

Tony Blair was in Jacksonville, Florida, in 2014. He gave a conference on Iraq, full of jokes and amusing anecdotes about the war and post-war, for which he charged a fortune. Not a word, however, about something that George W. Bush had conceded a few years back with absolute impunity: the reasons (“excuses”) for going to war had been “based on intelligence errors”. The third ally, former Spanish president José María Aznar, who wanted to lead his country out of the “corner of history”, had been more honest, conceding that he had not been intelligent enough to realise that they were making childish mistakes. From Spain, shortly before the invasion, we explained the absurdity of the arguments and the catastrophe that would follow in Iraq and Afghanistan, as well as the future economic crisis in USAmerica, which came in 2008. But what did that matter? Only a million or so innocent people died. “Stalin killed more…”. And Genghis Khan, and…

That night, before the smiling, illuminated face of the exotic-looking prime minister, I raised my hand to ask about the million dead bodies and the weapons of mass destruction that they never found. The microphone never reached me. Everyone was just so excited about meeting the former UK leader…

With a strong sense of frustration and forced indifference, I left the hall and went to the parking lot. On a piece of paper I wrote, for the following day: “If you owe a bank a thousand dollars, you have a problem. If you owe a million, the bank has a problem”. It reminded me of the Spanish writer Ángel Ganivet: “An army that fights with long-range weapons… even if it leaves the battlefield littered with dead bodies, is a glorious army; and if the bodies are Black, they say that there are no such dead bodies… a man dressed as a peasant, who fights and kills, we consider to be an assassin.

2 comentarios en “Por mar y por aire, no más

  1. Me pregunto si ese es el verdadero criterio del pueblo norteamericano, o por el contrario, el criterio de una minoría con sentido «práctico «Por que se ha hecho universal la creencia que la democracia consiste en ese absurdo reglamento para darles un cheque en blanco a gente cuya única habilidad es la mentira y la manipulación ( Mussolini y Hitler tuvieron amplia mayoría lectoral) Las campañas electorales demuestran que esta supuesta democracia es el gobierno de los avivados por los avivados y para los avivados.Parte de la culpa de este horrible vicio social es debido al periodismo que con su manera de hacer les da enorme importancia pública y los sitúa como eje de la vida política

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    • sospecho que el problema es estructural y solo se puede palear con buena gente pero no se puede solucionar solo con ellos–solo una gran crisis seguida de un cambio de paradigma que todavia ignoramos podria cambiar las cosas. claro que por un buen tiempo no nos va a gustar a ninguno, porque, como toda crisis, mas o menos va a afectar a todos.

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