¿Son neutrales las redes sociales?

En una conferencia dada en 1981, Ayn Rand, la autora de cabecera del actual presidente de la cámara de representantes de Estados Unidos, Paul Ryan, y de los conservadores cristianos, leyó: “Ningún poder externo puede destruir al capitalismo y sus empresarios. Solo un poder interno: la moral. Más concretamente, el poder de una idea depravada, aceptada como principio moral: el altruismo. Esa teoría moral según la cual un hombre debe sacrificarse por otros. El altruismo es una teoría de profundo odio, contra el hombre, contra el éxito. El altruismo es enemigo del capitalismo”.

La idea del egoísmo como el motor de los negocios es razonable, pero no es, como la ideología capitalista quiso establecerlo, necesariamente el motor del bienestar de las sociedades. Los mismos economistas capitalistas han estudiado desde hace décadas los efectos de las “externalidades” por el cual un excelente negocio puede ser realizado no solo en detrimento del resto sino de los mismos beneficiados a largo plazo.

Para bien y para mal, el beneficio propio sigue siendo el corazón ideológico y práctico de los dueños de mega compañías como Google, Facebook, etc. Con una diferencia: ya no se trata de mentir para vender Coca Cola o McDonald’s sino de formas más extendidas y profundas de pensar y de sentir.

Las tecnologías digitales, que pueden servir para democratizar la información (Wikipedia es un ejemplo), para denunciar injusticias o hacerle la tarea difícil a un dictador al viejo estilo del siglo XX, también sirven para lo contrario: para manipular, todo debajo del manto de la pretendida neutralidad tecnológica.

El caso de las redes sociales es uno de esos ejemplos, probablemente el más significativo. No basta con demostrar que el gobierno ruso manipuló la opinión de los votantes estadounidenses valiéndose de estos instrumentos. Es necesario preguntarse, además, ¿cuál es la razón existencial de los dueños y administradores de esas mega sociedades en cuyas redes vive, literalmente, la mitad de la población mundial.

Es uno, básicamente: las ganancias. Es un negocio y funciona como tal.

Pero ¿no son los negocios una actividad pragmática, sin ideología? Tal vez los negocios sí, pero no los mega negocios.

Cuando uno habla con individuos que formaron parte de grandes compañías trasnacionales y conoce sus familias, no queda otra posibilidad que reconocer que son buenos padres, buenos esposos, buenos hijos, donantes regulares para causas nobles. Los individuos suelen ser muy buenos, pero cuando son gerentes de poderosas compañías de sodas, de tabaco, o de fast foods, cumplen una función, y su primer objetivo es que dicha compañía no quiebre. Es más: el objetivo es que el volumen de ganancias crezca sin parar, más allá de si el tabaco, el azúcar y las grasas recicladas matan a cientos de miles de personas por año. La moral individual casi no importa; los individuos no explican la realidad. Es el sistema para el cual trabajan.

Lo mismo compañías como Facebook, Twitter o Instagram. Zuckerberg es un buen muchacho, realiza donaciones millonarias (que en muchos casos es como si un obrero donase diez dólares a los afectados por un huracán). No obstante, su equipo de ingenieros y psicólogos trabaja día y noche para maximizar las ganancias maximizando el número de los nuevos clientes sin importar que para ello deban desarrollar estrategias de dependencia psicológica, sin importar que varios estudios insistan que Facebook produce depresión, sin importar que varias investigaciones hayan mostrado el carácter adictivo de esta actividad. Como la nicotina o el azúcar, las que fueron camufladas por las tabacaleras y todavía lo son por las gaseosas carbonatadas. Como el alcohol, el consumidor compulsivo satisface una necesidad creada mientras niega el problema y presume de su libertad.

Como en la economía actual, la clave del éxito de las megaempresas no radica, como se repite hasta el hastío, en satisfacer una demanda existente sino en crearla, ya que las demandas suelen no existir antes del producto.

Miles de millones de usuarios de las redes sociales han sido atrapados por unos muchachos de California, también por otra razón. Desde vendedores de lapiceras hasta actrices y vendedores de libros casi nadie puede prescindir de ellas porque es allí a donde se han mudado los consumidores. Un diario que no tenga una página en FB o en Twitter para distribuir sus noticias y artículos prácticamente no existe o existe a medias. Es decir, para los amantes de las redes y para quienes las detestan, son imprescindibles. Incluso para hacer conocer un artículo crítico de ellas mismas, como lo puede ser este. Por no entrar a hablar de las infraestructuras, como los cableados internacionales, que dependen cada vez más de estas paraestatales.

Las redes sociales son un medio y una tecnología que no tienen nada de neutral. Poseen su propia lógica, sus propios valores y su propia ideología.

Deberíamos preguntarnos, cómo y cuáles son los posibles efectos de estas súper concentradas redes y negocios en la realidad social y psicológica. Aparte de la adicción y las depresiones individuales, podemos sospechar efectos sociales. Cuando en los 90s veíamos a Internet como el principal instrumento para una Democracia directa en algún futuro por venir, no previmos los efectos negativos. ¿Son la creación de burbujas sociales uno de esos efectos? Los usuarios (¿individuos?) suelen eliminar con un solo click un “amigo” molesto. Esto, que parce muchas veces lo mejor, tiene un efecto acumulativo: hace que los individuos se rodeen de gente que piensa como ellos. Así se crean sectas, burbujas, mientras el individuo se vuelve intolerante ante la discrepancia o la opinión ajena. El producto, el nuevo pseudo-individuo, no sabe debatir. El insulto y el odio afloran a la velocidad de la luz. Así, las redes se convierten en fábricas de odio y de seudo amistades. La probabilidad de que viejos amigos terminen por insultarse por meras cuestiones de opinión es muy alta a medida que progresa cualquier conversación y degenera en discusión. El dialogo, antes probable cuando se estaba cara a cara con un café mediante, desaparece y aflora el amor propio, el Ego herido por cualquier punto y coma de más.

Claro que el odio y el egoísmo es tan antiguo como andar a pie, pero es probable que esté potenciado hoy con las redes antisociales. A partir de estas coordenadas mentales, quizás podríamos comprender mejor la ola fascista en los países donde surgieron y predominan estas redes y no reducirlo todo a una reacción contra la antigua inmigración. Tal vez no es casualidad que el surgimiento del nazismo en la Alemania de los ‘30 coincida con la explosión de la radio y la propaganda en los cines.

Las actuales redes antisociales, instrumentos democráticos (de solidaridad y altruismo) son hoy los transmisores favoritos del odio. Que estén gobernadas por mega sectas multibillonarias, cuyo objetivo central son las ganancias económicas, no debe ser casualidad.

Hay que tomarse en serio la confesión de Ayn Rand.

Religión en América Latina / Religion in Latin America

PEW Research Center
Widespread Change in a Historically Catholic Region

Religión en Uruguay
En muchas preguntas de la encuesta, Uruguay es un caso atípico y es por mucho el país más secular de América Latina. Un total del 37% de los uruguayos dicen no tener una religión en particular o que son ateos o agnósticos. En ningún otro país latinoamericano encuestado la cantidad de personas sin afiliación religiosa asciende ni siquiera al 20% de la población.
La laicidad, o separación entre la religión y el estado, tiene una larga historia en Uruguay. En 1861, el gobierno nacionalizó los cementerios de todo el país y rompió su afiliación con las iglesias. Poco después, el gobierno prohibió que las iglesias tuvieran un rol en la educación pública y que emitieran certificados de matrimonio1. La secularización continuó en el siglo XX: Una nueva constitución consagró la separación entre la religión y la vida pública, se quitaron las referencias a Dios del juramento parlamentario y se quitaron las referencias religiosas de los nombres de las ciudades y los pueblos2.
En la actualidad, Uruguay tiene por mucho los niveles más bajos de compromiso religioso entre los países encuestados. Menos de un tercio de los uruguayos (28%) dicen que la religión es muy importante en sus vidas; en ningún otro país encuestado hay menos de cuatro de cada diez personas que digan esto.
Relativamente pocos uruguayos dicen que rezan diariamente (29%) o que asisten a servicios religiosos semanalmente (13%). En contraste, en su vecino Brasil, el 61% de los adultos dicen que rezan a diario y el 45% informan asistir a los servicios al menos una vez a la semana.
En cuanto a las opiniones y actitudes sociales frente a la moralidad, Uruguay se destaca constantemente por su liberalismo. Es el único país encuestado donde una mayoría del público está a favor de permitir que las parejas del mismo sexo se casen legalmente (62%) y donde la mitad de los adultos (54%) dicen que el aborto debería ser legal en todos los casos o en la mayoría. Además, es el único país de la región donde la mayoría (57%) dice que los líderes religiosos no deberían tener “ninguna influencia en absoluto” en asuntos políticos.

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1 Da Costa, Nestor. 2014. “The religious sphere in Uruguay: An atypical country in Latin America”. Presentación ofrecida en Pew
Research Center, Washington, D.C.
2 Alanis, Walter y Santiago Altieri. 2011. “Family law in Uruguay”. Kluwer Law International, página 96.

Religion in Latin America

Widespread Change in a Historically Catholic Region

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Cover image by Cristian Dulan (cross) and ©iStock.com/Samdebby (background); photo illustration by Pew Research Center.

Latin America is home to more than 425 million Catholics – nearly 40% of the world’s total Catholic population – and the Roman Catholic Church now has a Latin American pope for the first time in its history. Yet identification with Catholicism has declined throughout the region, according to a major new Pew Research Center survey that examines religious affiliations, beliefs and practices in 18 countries and one U.S. territory (Puerto Rico) across Latin America and the Caribbean.

PR_14.11.13_latinAmerica-overview_revised2-05Historical data suggest that for most of the 20th century, from 1900 through the 1960s, at least 90% of Latin America’s population was Catholic (See History of Religious Change). Today, the Pew Research survey shows, 69% of adults across the region identify as Catholic. In nearly every country surveyed, the Catholic Church has experienced net losses from religious switching, as many Latin Americans have joined evangelical Protestant churches or rejected organized religion altogether. For example, roughly one-in-four Nicaraguans, one-in-five Brazilians and one-in-seven Venezuelans are former Catholics.

Overall, 84% of Latin American adults report that they were raised Catholic, 15 percentage points more than currently identify as Catholic. The pattern is reversed among Protestants and people who do not identify with any religion: While the Catholic Church has lost adherents through religious switching, both Protestant churches and the religiously unaffiliated population in the region have gained members. Just one-in-ten Latin Americans (9%) were raised in Protestant churches, but nearly one-in-five (19%) now describe themselves as Protestants. And while only 4% of Latin Americans were raised without a religious affiliation, twice as many (8%) are unaffiliated today.

Many Protestants Were Raised as CatholicsMuch of the movement away from Catholicism and toward Protestantism in Latin America has occurred in the span of a single lifetime. Indeed, in most of the countries surveyed, at least a third of current Protestants were raised in the Catholic Church, and half or more say they were baptized as Catholics. For example, nearly three-quarters of current Protestants in Colombia were raised Catholic, and 84% say they were baptized as Catholics.

The survey asked former Catholics who have converted to Protestantism about the reasons they did so. Of the eight possible explanations offered on the survey, the most frequently cited was that they were seeking a more personal connection with God. Many former Catholics also said they became Protestants because they wanted a different style of worship or a church that helps its members more.

Smaller percentages of converts to Protestantism also cite other factors – such as health or family problems (a regional median of 20%) or marriage to a non-Catholic (median of 9%) – as important reasons why they are no longer Catholic.

What is a Median?

Latin Americans’ Reasons for Leaving the Catholic Church In addition, evangelization efforts by Protestant churches seem to be having an impact: Across Latin America, more than half of those who have switched from the Catholic Church to Protestantism say their new church reached out to them (median of 58%). And the survey finds that Protestants in the region are much more likely than Catholics to report sharing their faith with people outside their own religious group.

Protestants More Likely to Share FaithWhile the movement from Catholicism to Protestantism has occurred among people of all ages and socio-economic levels, the survey reveals some broad demographic patterns among converts. In most countries surveyed, pluralities of Catholic-to-Protestant converts say they left Catholicism before the age of 25. Geographic mobility may also be associated with conversion. In a few countries – Brazil, the Dominican Republic and Nicaragua – Catholic-to-Protestant converts are significantly more likely than current Catholics to have changed their place of residence, rather than to have always lived in one place.1 And in a few other countries – Argentina, Bolivia and Costa Rica – converts to Protestantism are less likely than Catholics to have a secondary education, though in most places, there are no statistically significant differences between the education levels of current Catholics and those who have converted.

A “Francis Effect”?

The Catholic Church’s status in Latin America has drawn more attention since Cardinal Jorge Mario Bergoglio of Argentina was elected pope in March 2013, taking the name Francis. While it is too soon to know whether Francis can stop or reverse the church’s losses in the region, the new survey finds that people who are currently Catholic overwhelmingly view Francis favorably and consider his papacy a major change for the church.

But former Catholics are more skeptical about Pope Francis. Only in Argentina and Uruguay do majorities of ex-Catholics express a favorable view of the pope. In every other country in the survey, no more than roughly half of ex-Catholics view Francis favorably, and relatively few see his papacy as a major change for the Catholic Church. Many say it is too soon to have an opinion about the pope. (For details, see Chapter 9.)

Protestant Identity in Latin America

Religious Observance

The new survey finds that Protestants in Latin America tend to be more religiously observant than Catholics. In nearly every country surveyed, Protestants say they go to church more frequently and pray more often than do Catholics; a regional median of 83% of Protestants report attending church at least once a month, compared with a median of 62% of Catholics. Protestants also are more likely than Catholics to read scripture outside of religious services, to approach the Bible literally and to believe that Jesus will return during their lifetime. (For more details, see Chapter 2.)

Appeal of Pentecostalism and Afro-Caribbean Religions

Pentecostal Identity“Evangélicos” – as Protestants in the region often are called – include many Christians who belong to Pentecostal churches. While practices vary, Pentecostal worship services often involve experiences that believers consider “gifts of the Holy Spirit,” such as divine healing, speaking in tongues and receiving direct revelations from God. Across all 18 countries and Puerto Rico, a median of nearly two-thirds of Protestants (65%) identify as Pentecostal Christians,either because they belong to a Pentecostal denomination (median of 47%) or because they personally identify as Pentecostal regardless of their denomination (median of 52%). Some Protestants identify as Pentecostal in both ways.

Although many Catholics in Latin America also say they have witnessed divine healing or other gifts of the Holy Spirit, these experiences are much less common in Catholic churches than in Protestant congregations. (For more details, see Chapter 4.)

Many Latin Americans – including substantial percentages of both Catholics and Protestants – say they subscribe to beliefs and practices often associated with Afro-Caribbean, Afro-Brazilian or indigenous religions. For example, at least a third of adults in every country surveyed believe in the “evil eye,” the idea that certain people can cast curses or spells that cause harm. Beliefs in witchcraft and reincarnation also are widespread, held by 20% or more of the population in most countries. Other beliefs and practices vary widely from country to country. For instance, a majority of Mexicans (60%) and more than a third of Bolivians (39%) say they make offerings of food, drinks, candles or flowers to spirits, but just one-in-ten Uruguayans (9%) do so. Overall, the survey finds the highest levels of indigenous or Afro-Caribbean religious practice in Panama, where most people (58%) – including 66% of Panamanian Catholics and 46% of Protestants – engage in at least three out of the eight indigenous beliefs and practices mentioned in the survey.

Differing Views on Social Issues and Helping the Poor

Even though the Catholic Church opposes abortion and same-sex marriage, Catholics in Latin America tend to be less conservative than Protestants on these kinds of social issues. On average, Catholics are less morally opposed to abortion, homosexuality, artificial means of birth control, sex outside of marriage, divorce and drinking alcohol than are Protestants.

The differences between Catholics and Protestants on most of these issues hold true even when accounting for levels of religious observance. For example, Protestants who participate in religious services at least once a week are somewhat more likely to oppose abortion and divorce – and considerably more likely to oppose homosexuality, sex outside of marriage and drinking alcohol – than are Catholics who attend Mass at least weekly.2 These differing views on social issues may help explain why many former Catholics who have become Protestants say they were looking for a church that “places greater importance on living a moral life” (a median of 60%).

Most Important Way Christians Can Help the PoorAcross the region, both Catholics and Protestants generally say it is incumbent on Christians to help the poor in their societies, but they give somewhat different answers on how best to achieve this goal. When asked what is the most important way Christians can help the poor and needy, Protestants are more likely than Catholics to point toward bringing the poor to Christ, while Catholics are more inclined to say that performing charity work for the poor is most important.

Yet across the countries surveyed, a considerably higher share of Protestants than Catholics say that they themselves or the church they attend engage in charity work – helping people find jobs, providing food and clothing for those in need or organizing other community initiatives to help the poor. (For more details, see Chapter 6.)


These are among the key findings of more than 30,000 face-to-face interviews conducted across 18 countries and Puerto Rico by the Pew Research Center between October 2013 and February 2014. The survey encompasses nearly all Spanish- and Portuguese-speaking countries and territories stretching from Mexico through Central America to the southern tip of South America. Due to fieldwork constraints and sensitivities related to polling about religion, Cuba could not be included; it is the only Spanish-speaking country in Latin America that was not polled.

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The survey of Latin America is part of a larger effort, the Pew-Templeton Global Religious Futures project, which analyzes religious change and its impact on societies around the world. The Global Religious Futures project is funded by The Pew Charitable Trusts and the John Templeton Foundation.

The remainder of this Overview explains the major findings in greater detail and provides additional context, beginning with some comparisons with Hispanics living in the United States.

Comparisons with U.S. Hispanics

PR_14.11.13_latinAmerica-overview_revised2-06Many of the major patterns revealed by this survey mirror trends found among U.S. Hispanics, according to a 2013 Pew Research poll. The U.S. Hispanic population (now approximately 54.1 million people) is larger than the total population in all but two Latin American countries – Brazil (195 million) and Mexico (113 million).

Nearly a quarter of Hispanic adults in the United States were raised Catholic but have since left the faith (24%), while just 2% of U.S. Hispanics have converted to Catholicism after being raised in another religious tradition or with no affiliation – a net drop of 22 percentage points. The scale of this exodus is roughly on par with several Latin American countries that also have experienced steep declines in the share of adults who identify as Catholic, including Nicaragua (minus 25 percentage points), Uruguay (minus 22 points), Brazil (minus 20) and El Salvador (minus 19).

Like their counterparts in Latin America, many U.S. Hispanics have left Catholicism for Protestant churches. Protestants now account for about one-in-five Hispanics in the United States (22%), roughly the same as in Latin America (19%). In addition, a substantial number of Hispanics in the United States (18%) describe their religion as atheist, agnostic or nothing in particular. This is more than double the percentage of Latin American adults (8%) who are religiously unaffiliated.

Religious Affiliations of Latin Americans and U.S. Hispanics

Although Catholicism’s historically dominant position has weakened in recent decades (see History of Religious Change), it remains the majority religion across much of Latin America. Catholics make up an overwhelming majority (more than two-thirds) of the adult population in nine of the countries surveyed, ranging from 89% in Paraguay to 70% in Panama. Even in these heavily Catholic countries, however, Protestants now are a significant minority, constituting nearly 10% or more of the population in each country.

Catholics make up between one-half and roughly two-thirds of the population in five of the places surveyed: Chile, Costa Rica, Brazil, the Dominican Republic and Puerto Rico. Similarly, 55% of U.S. Hispanics are Catholic.

In three Central American countries – El Salvador, Guatemala and Nicaragua – about half of the population is Catholic, while roughly four-in-ten adults describe themselves as Protestant.

Uruguay is the only country surveyed where the percentage of adults who say they are religiously unaffiliated (37%) rivals the share who identify as Catholic (42%). In addition, 15% of Uruguayans identify as Protestant. (See Religion in Uruguay.)

The Influence of Pentecostalism

Most Protestants in Latin America identify with Pentecostalism. Across 18 countries and Puerto Rico, a median of 65% of Protestants either say they belong to a church that is part of a Pentecostal denomination (median of 47%) or personally identify as a Pentecostal Christian regardless of their denomination (median of 52%), with some overlap between the categories. In the United States, fewer than half of Hispanic Protestants describe themselves as Pentecostal by church denomination (29%), self-identification (42%) or both (45%). In addition, 46% of Hispanic Catholics in the U.S. and a median of 40% of Catholics across Latin America say they are “charismatic” – a term used to describe Catholics who incorporate beliefs and practices associated with Pentecostalism into their worship.3

PR_14.11.13_latinAmerica-overview_revised2-01Significant percentages of Protestants across Latin America say that they engage in beliefs and practices associated with “gifts of the Holy Spirit,” such as divine healing and exorcism. In a majority of the countries surveyed, at least half of Protestants report that they have witnessed or experienced the divine healing of an illness or injury, and at least a third say they have experienced or witnessed the devil being driven out of a person.

Smaller but substantial shares of Catholics also report charismatic experiences. This is especially true in parts of Central America and the Caribbean, where roughly half of Catholics in El Salvador (53%), the Dominican Republic (50%), Nicaragua (49%) and Guatemala (46%) report that they have witnessed or experienced a divine healing. At least one-in-five Catholics in the Dominican Republic (36%), Honduras (26%), Guatemala (23%), Nicaragua (23%), Venezuela (22%), Panama (21%) and Colombia (21%) say they have been present for an exorcism.

The survey also asked respondents about “speaking in tongues” – a practice closely associated with Pentecostalism around the world. In a majority of the countries polled, at least one-in-five Protestants say they personally have spoken in tongues, including about four-in-ten in Panama (39%) and a third in Brazil (33%). By comparison, relatively few Catholics report speaking in tongues, ranging from 1% in Argentina, Chile and Panama to 12% in Guatemala.

Speaking in Tongues, Praying for a Miraculous Healing and Prophesying Are More Common in Protestant ChurchesThe survey also asked churchgoing respondents how often they see fellow worshipers speaking in tongues, praying for a miraculous healing or “prophesying” (spontaneously uttering a message or “word of knowledge” believed to come from the Holy Spirit). Most Latin American Protestants say that speaking in tongues, praying for a miraculous healing and prophesying are frequent occurrences in their religious services. Fewer Catholics say that such behaviors are on display during Catholic worship services, and majorities of Catholics in Uruguay (63%), Argentina (61%) and Puerto Rico (60%) report that speaking in tongues, praying for a miraculous healing and prophesying arenever part of their worship practices.

In several countries in Latin America, however, at least half of Catholics say they have witnessed these practices during Mass at least occasionally. For example, majorities of Catholics in the Dominican Republic (77%), Honduras (61%) and Paraguay (60%) say they have witnessed fellow worshipers speaking in tongues, praying for a miraculous healing or prophesying. (For definitions of terms, see the glossary.)

The Religiously Unaffiliated

Unaffiliated IdentityLatin America’s religious landscape is being reshaped not only by people who have switched from Catholic to Protestant churches but also by those who have given up any affiliation with organized religion. The unaffiliated category includes individuals who describe themselves as atheist, agnostic or having no particular religion.

Uruguay is home to the largest percentage of religiously unaffiliated adults in Latin America (37%), roughly double the share of unaffiliated people in any other country in the region. (See Religion in Uruguay.)

Across Latin America, as well as among Hispanics in the United States, most people who are unaffiliated say that they have no particular religion rather than describing themselves as atheist or agnostic. About one-in-ten or more adults in Uruguay (24%), the Dominican Republic (18%), El Salvador (12%) and Chile (11%) say they have no particular religion. In the United States, 15% of Hispanics fall into this category.

Religion in Uruguay

On many questions in the survey, Uruguay is an outlier, far and away Latin America’s most secular country. Fully 37% of Uruguayans say that they have no particular religion or are atheist or agnostic. In no other Latin American country surveyed do the religiously unaffiliated make up even 20% of the population.

Laicidad, or the separation of religion and the state, has a long history in Uruguay. In 1861, the government nationalized cemeteries across the country, breaking their affiliations with churches. Soon after, the government prohibited churches from having a role in public education or issuing marriage certificates.4 Secularization continued in the 20th century: A new constitution enshrined the separation of religion from public life, references to God were removed from the parliamentary oath and religious references were dropped from the names of cities and villages.5

Today, Uruguay has by far the lowest levels of religious commitment among the countries polled. Fewer than a third of Uruguayans (28%) say that religion is very important in their lives; in no other country surveyed do fewer than four-in-ten people say this. Relatively few Uruguayans say they pray daily (29%) or attend religious services weekly (13%). In neighboring Brazil, by contrast, 61% of adults say they pray daily, and 45% report attending services at least once a week.

When it comes to social views and attitudes toward morality, Uruguay consistently stands out for its liberalism. It is the only country surveyed where a majority of the public favors allowing same-sex couples to legally marry (62%), and where as many as half of adults (54%) say that abortion should be legal in all or most cases. And it is the only country in the region where a majority (57%) says that religious leaders should have “no influence at all” in political matters.

Religious Commitment

The Commitment GapCatholics and Protestants in Latin America differ in their levels of religious observance. In every country surveyed, Protestants are more likely than Catholics to exhibit high levels of religious commitment – that is, to say they pray daily, attend worship services at least once a week and consider religion very important in their lives. Some of the widest gaps are found in Venezuela, Brazil, Bolivia, Argentina, Peru and Uruguay, where the share of adults who demonstrate high religious commitment is at least 30 percentage points higher among Protestants than among Catholics. The gaps between Protestants and Catholics on these standard measures of religious commitment are smallest, but still statistically significant, in the Central American countries of Guatemala (17 points), Costa Rica (15) and Honduras (8). (See Chapter 2 for an analysis of each component of the religious commitment index.)

Relatively few Latin Americans who are religiously unaffiliated say they attend worship services on a weekly basis. In Puerto Rico, for example, roughly a third of religiously unaffiliated adults (32%) say religion is very important in their lives, but only 3% attend religious services once a week or more.

Age and Gender Differences in Religious Commitment

Young Protestants More Religious Than Young CatholicsIn many countries across the region, women demonstrate higher levels of religious commitment than do men, and people ages 35 and older tend to be more committed than those between the ages of 18 and 34.

Protestants generally display higher levels of religious commitment than Catholics in comparable demographic categories. For example, Protestant men report attending church more frequently than do Catholic men, and young Protestants report attending religious services more frequently than do young Catholics. These patterns prevail in nearly every country where the survey’s sample sizes are large enough to permit such comparisons.

Morality and Social Views

Religious Groups’ Views  on Same-Sex MarriageCompared with U.S. Hispanics, Latin Americans are generally more conservative when it comes to social and sexual mores. For example, in recent Pew Research polling in the United States, 46% of Hispanics support gay marriage, while 34% are opposed. In most Latin American countries, by contrast, solid majorities oppose allowing gays and lesbians to legally marry. Only in a handful of countries, such as Uruguay (62%), Argentina (52%) and Mexico (49%), do roughly half or more people favor legalizing same-sex marriage. (Same-sex marriage is currently legal inArgentina, Brazil, Uruguay and parts of Mexico, but nowhere else in Latin America.)

In most Latin American countries, opposition to same-sex marriage is more pronounced among Protestants than among Catholics. And in countries where there are adequate sample sizes to permit separate analysis of the views of religiously unaffiliated people, this group tends to be more supportive of granting marriage rights to gays and lesbians. Indeed, about two-thirds or more of the unaffiliated in Uruguay (77%), Argentina (75%), Chile (67%) and Mexico (65%) favor gay marriage.

Differences among Catholics, Protestants and the religiously unaffiliated also are apparent on other social issues. Across Latin America, Protestants generally are more likely than Catholics and the unaffiliated to say that abortion should be illegal in all or most cases, that sex outside marriage and divorce are morally wrong and that a wife is always obligated to obey her husband.

Addressing Poverty

Protestants More Likely To Participate in Charity WorkWhen asked what they think is the most important way for Christians to help the poor, Catholics in nearly every Latin American country point most often to charity work. By contrast, pluralities of Protestants in many countries say that “bringing the poor and needy to Christ” is the most important way to help. Overall, fewer members of either religious group say that “persuading government officials to protect the rights of the poor” is most important, though Catholics are somewhat more inclined than Protestants to take this position.

Even though Catholics are more likely than Protestants to say charity work is most important, higher percentages of Protestants report that they, personally, have joined with members of their church or others in their community to help the poor and needy. In most countries surveyed, solid majorities of Protestants say they have participated in charity work in the past 12 months. Among Catholics, roughly half or fewer report that they have done so.

In addition, among those who attend church, higher percentages of Protestants than Catholics say their house of worship helps people find jobs or provides food and clothing for those in need. (For more details, see Chapter 6.)

Pope Francis, the Catholic Church and Change

Pope Francis Popular Among CatholicsLatin Americans have widely embraced Pope Francis, the Argentine-born Jesuit bishop elected to lead the Catholic Church after Pope Benedict XVI resigned in 2013. Favorable views of the new pontiff prevail across the region, with two-thirds or more of the population in most countries expressing a positive opinion of Pope Francis when the survey was conducted in late 2013 and early 2014.

Latin American Catholics are particularly enthusiastic about Pope Francis, with clear majorities across the region rating him favorably. Indeed, in 14 of the countries surveyed, at least half of Catholics say they have a very favorable opinion of Francis.

Former Catholics, by comparison, are ambivalent about the new pope. Explicitly negative views of Pope Francis are relatively rare among this group, but so are overwhelmingly positive reactions, except in Francis’ home country of Argentina. For many former Catholics, the jury is still out. In most places surveyed, a third or more of ex-Catholics either offer no opinion on Francis or volunteer that it is too soon to assess him.

The survey also asked whether the election of Pope Francis signals a major change, a minor change or no change at all for the Catholic Church. Half or more of Catholics in 16 of the countries polled view the selection of the former Argentine bishop as a major change. Former Catholics are less certain; only in Argentina do as many as half (53%) see the new pope as representing a major change. As with the pope’s overall favorability, substantial percentages of former Catholics say it is too soon to tell whether Francis represents much change.

Catholics’ Views on Birth Control and Divorce

Regardless of their assessments of whether change is occurring, many Catholics think some of their church’s teachings should be revised. For instance, across Latin America, a median of 66% of Catholics say the church should allow Catholics to use artificial means of birth control, and in Chile, Venezuela, Argentina and Uruguay, roughly eight-in-ten Catholics favor a change in church teaching on contraception. In the U.S., 72% of Hispanic Catholics think the Catholic Church should permit the use of contraceptives.

There also is substantial support among Latin American Catholics (a regional median of 60%) for ending the church’s prohibition on divorce. Again, Catholics in Chile (82%), Uruguay (78%) and Argentina (77%) are among the most likely to voice support for change.

Catholics in Latin America are more divided when it comes to changes in the priesthood. Across the countries polled, a median of 48% of Catholics think priests should be allowed to marry. A similar share (regional median of 42%) say the church should permit women to be ordained as priests. On each issue, most Hispanic Catholics in the U.S. favor altering the Catholic Church’s traditional positions: 59% say priests should be allowed to marry, and 55% think women should be eligible to serve in the priesthood.

Catholics’ Views on Changes to the Priesthood

History of Religious Change

Share of Catholics Decreasing in Latin America;                                        Protestants and Religiously Unaffiliated IncreasingIn 1910, an estimated 94% of Latin Americans were Catholic, and only about 1% were Protestant. But Catholics began declining as a share of the region’s population in the 1970s, according to Brazilian and Mexican census data and historical estimates from the World Religion Database.

As of 2014, the new Pew Research Center survey finds that 69% of Latin Americans identify as Catholic, while 19% belong to Protestant churches and 8% are religiously unaffiliated (atheist, agnostic or no particular religion). The remaining 4% include Jehovah’s Witnesses, Mormons, Muslims, Hindus, Jews, Spiritists and adherents of Afro-Caribbean, Afro-Brazilian or indigenous religions, such as Umbanda and Candomble. (See the glossary.)

Scholars of religion in Latin America offer several possible sociological explanations for the rise of Protestantism, and especially its Pentecostal variant. One theory posits that Pentecostalism’s compatibility with indigenous religions enhanced its appeal among Latin Americans. By emphasizing personal contact with the divine through faith healing, speaking in tongues and prophesying, Pentecostalism attracts those who share an affinity with indigenous religions that traditionally incorporate beliefs and practices associated with direct communication with the “spirit world.”

Catholic Affiliation in Latin AmericaAnother potential explanation highlights the practical reasons why Pentecostalism may have gained a following in the region. Pentecostals often emphasize upward social and economic mobility and thrift. Consequently, followers of Pentecostalism may see the religion as more conducive to economic prosperity.6 Historical estimates for individual Latin American countries underscore that the shift away from Catholicism is a relatively recent phenomenon in most locations. The estimates reveal only two places that experienced double-digit declines in Catholic identity between 1910 and 1970: Chile (a decline of 20 percentage points) and Puerto Rico (a 13-point decline). In Colombia, the percentage of people who identified as Catholic actually increased by 15 percentage points between 1910 and 1970.

By comparison, the period between 1970 and 2014 is marked by significant declines in the percentages of Catholics in nearly all of the countries surveyed – ranging from a 47-point drop in Honduras to a 5-point decrease in Paraguay.

The Pew Research Center previously noted post-1970 declines in Catholic identity in Brazil and Chile. (See the 2006 Pew Research report “Spirit and Power: A 10-Country Survey of Pentecostals” and the 2013 report “Brazil’s Changing Religious Landscape.”)

About the Survey

This report is based on findings from a Pew Research Center survey conducted with generous funding from The Pew Charitable Trusts and the John Templeton Foundation. The survey took place October 2013 to February 2014 among nationally representative samples in 18 countries and the U.S. territory of Puerto Rico. Together, these countries and Puerto Rico account for more than 95% of the total population of Latin America. The survey was conducted through face-to-face interviews in Spanish, Portuguese and Guarani. Sample sizes and margins of error by country are available below. For more details, see the survey methodology.

Many Pew Research staff members contributed to the development of this survey and accompanying report. James Bell and Neha Sahgal were the principal researchers and the lead authors of the report. Alan Cooperman was the lead editor. Steve Schwarzer, Fatima Ghani and Michael Robbins helped design sampling plans, monitor field work and evaluate data quality. Ghani drafted Chapter 9 (Views of Pope Francis and the Catholic Church) and Juan Carlos Donoso drafted Chapter 8 (Religion and Science). Phillip Connor drafted the sections on the history of religious change in the region. Cary Funk, Jessica Martinez, Juan Carlos Esparza Ochoa and Ana Gonzalez-Barrera assisted in questionnaire development; Martinez, Jill Carle, Kat Devlin, Elizabeth Sciupac, Claire Gecewicz, Besheer Mohamed and Angelina Theodorou assisted with number checking. Sandra Stencel, Michael Lipka and Aleksandra Sandstrom provided editorial review and copy editing. Stacy Rosenberg, Bill Webster, Adam Nekola, Ben Wormald and Diana Yoo designed the graphics and online interactive presentation. Others at the Pew Research Center who contributed to the report include Conrad Hackett, Mark Lopez, Claudia Deane, Michael Dimock, Anne Shi, Katie Simmons and Jessica Schillinger. Luis Lugo, former director of the center’s Religion & Public Life Project, was instrumental in conceiving the survey and provided guidance throughout its execution.

Fieldwork for this study was carried out by Princeton Survey Research Associates under the direction of Mary McIntosh and by Ipsos Public Affairs under the direction of Clifford Young. The questionnaire benefited greatly from guidance provided by experts on religion and public opinion in Latin America, including Matias Bargsted, Pontificia Universidad Catolica de Chile; Andrew Chesnut of Virginia Commonwealth University; Nestor Da Costa of Instituto Universitario CLAEH and Universidad Catolica del Uruguay, Uruguay; Juan Cruz Esquivel of CONICET – Universidad de Buenos Aires, Argentina; Silvia Fernandes of Universidade Federal Rural do Rio de Janeiro, Brazil; Frances Hagopian of Harvard University’s Department of Government; Fortunato Mallimaci of CONICET – Universidad de Buenos Aires, Argentina; Catalina Romero, Pontificia Universidad Catolica de Peru; and Mitchell Seligson of Vanderbilt University.

  1. The finding that converts to Protestantism are more likely than Catholics to have relocated within their country is consistent with some scholars’ hypothesis that religious change in Latin America might be linked to modernization in the region, including urbanization. See, for example, Chesnut, Andrew. 1997. “Born Again in Brazil: The Pentecostal Boom and the Pathogens of Poverty.” Rutgers University Press. A full analysis of demographic differences between current Catholics and former Catholics who are now Protestants, including rates of relocation and education, can be found inChapter 1 of this report.
  2. See Chapter 2 for a comparison of Catholics who attend Mass weekly with Protestants who attend church services at least once a week, focusing on attitudes toward social issues and gender roles.
  3. For more information on global Pentecostalism, see the Pew Research Center’s 2006 report “Spirit and Power – A 10-Country Survey of Pentecostals.”
  4. Da Costa, Nestor. 2014. “The religious sphere in Uruguay: An atypical country in Latin America.” Presentation delivered at Pew Research Center, Washington, D.C.
  5. Alanis, Walter and Santiago Altieri. 2011. “Family Law in Uruguay.” Kluwer Law International, page 96.
  6. See Chesnut, Andrew. 2007. “Competitive Spirits: Latin America’s New Religious Economy.” Oxford University Press; Martin, David. 1990. “Tongues of Fire: The Explosion of Protestantism in Latin America.” Blackwell; and Stoll, David. 1990. “Is Latin America Turning Protestant? The Politics of Evangelical Growth.” University of California Press.

source http://www.pewforum.org/2014/11/13/religion-in-latin-america/

It’s the culture, stupid

«52% Of Mississippi GOP Voters Say Obama Is Muslim» h
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Obama’s Religion Still A Campaign Issue: Many Alabama, Mississippi Voters Believe President Is Muslim

The Huffington Post  |  By Chris Gentilviso Posted: 03/12/2012 11:12 am Updated: 03/12/2012 4:44 pm

US President Barack Obama speaks during a campaign event at Minute Maid Park in Houston, Texas, on March 9, 2012. (JEWEL SAMAD/AFP/Getty Images)

Ask President Barack Obama about his religious affiliation, and he’s a Christian. Ask Mississippi or Alabama voters, and you might find a different answer.

In the midst of tight GOP primaries in both states, Public Policy Polling (PPP) hasreleased information showing that a majority of likely GOP primary voters in the Deep South do not see Obama as a Christian. PPP’s Alabama survey of 600 likely GOP primary voters found that only 14 percent consider Obama a Christian, while 45 percent said he is a Muslim and 41 percent answered that they were not sure.

A similar picture surfaced in Mississippi. Of 656 likely GOP primary voters surveyed, 12 percent said Obama was a Christian, 52 percent classified him as a Muslim, and 36 percent fell in the «not sure» category.

The survey emerges on the heels of a recent stream of public questioning regarding Obama’s religion. Back on Feb. 18, Rick Santorum took aim at the president’s beliefs, charging that his White House decisions are driven by a «different theology.»

«It’s not about your quality of life,» Santorum told supporters at a Tea Party rally in Columbus, Ohio. «It’s not about your jobs. It’s about some phony ideal. Some phony theology. Oh, not a theology based on the Bible.»

Three days later, evangelist Franklin Graham joined the chorus, leaning toward the same opinion of those unsure Southern voters. Obama «has said he’s a Christian, so I just have to assume that he is,» Graham said on MSNBC’s «Morning Joe.»

Facing criticism from prominent black religious leaders, Graham later apologized for his remarks.

«I regret any comments I have ever made which may have cast any doubt on the personal faith of our president, Mr. Obama,» he said in a statement.

Religion rumors are nothing new for Obama. Back in August 2010, a poll showed that almost one-fifth of all Americans believed he is a Muslim. Obama responded in an interview with «NBC Nightly News» saying that «the facts are the facts» regarding his Christian faith.

[Source : http://www.huffingtonpost.com ]

¿Cree usted en Dios, sí o no?

Do You Believe in God? Yes or No.

¿Cree usted en Dios, sí o no?

Me preguntan si creo en Dios y me advierten que necesitan sólo una frase. Dos a lo sumo. Es fácil, sí o no.

Lo siento, pero ¿por qué insiste usted en someterme a la tiranía de semejante pregunta? Si de verdad les interesa mi respuesta, tendrán que escucharme. Si no, buenas tardes. Nada se pierde.

La pregunta, como tantas otras, es tramposa. Me exige un claro si o un clarono. Tendría una de esas respuestas bien claras si el dios por el que se me pregunta estuviese tan claro y definido. ¿Le gusta usted Santiago? Perdone, ¿cuál Santiago? ¿Santiago de Compostela o Santiago de Chile? ¿Santiago del Estero o Santiago Matamoros?

Bueno, mire usted, mi mayor deseo es que Dios exista. Es lo único que le pido. Pero no cualquier dios. Parece que casi todos están de acuerdo en que Dios es uno solo, pero si es verdad habrá que reconocer que es un dios de múltiples personalidades, de múltiples religiones y de mutuos odios.

La verdad es que no puedo creer en un dios que calienta los corazones para la guerra y que infunde tanto temor que nadie es capaz de mover una coma. Por lo cual morir y matar por esa mentira es una práctica común; cuestionarlo una rara herejía. No puedo creer y menos puedo apoyar un dios que ordena masacrar pueblos, que está hecho a la medida y conveniencia de unas naciones sobre otras, de unas clases sociales sobre otras, de unos géneros sobre otros, de unas razas sobre otras. Un dios que para su diversión ha creado a unos hombres condenados desde el nacimiento y otros elegidos hasta la muerte y que, al mismo tiempo, se ufana de su universalidad y de su amor infinito.

¿Cómo creer en un dios tan egoísta, tan mezquino? Un dios criminal que condena la avaricia y la acumulación del dinero y premia a sus avaros elegidos con más riquezas materiales. ¿Cómo creer en un dios de corbata los domingos, que grita y se hincha las venas condenando a quienes no creen en semejantes aparato de guerra y dominación? ¿Cómo creer en un dios que en lugar de liberar somete, castiga y condena? ¿Cómo creer en un dios mezquino que necesita la política menor de algunos fieles para ganar votos? ¿Cómo creer en un dios mediocre que debe usar la burocracia en la tierra para administrar sus asuntos en el cielo? ¿Cómo creer en un dios que se deja manipular como un niño asustado en la noche y sirve cada día los intereses más repudiables sobre la tierra? ¿Cómo creer en un dios que dibuja misteriosas imágenes en las paredes húmedas para anunciar a la humanidad que estamos viviendo un tiempo de odios y de guerras? ¿Cómo creer en un dios que se comunica a través de charlatanes de esquina que prometen el cielo y amenazan con el infierno al que pasa, como si fuesen corredores de bienes raíces?

¿De qué dios estamos hablando cuando hablamos de Dios Único y Todopoderoso? ¿Es el mismo Dios que manda fanáticos a inmolarse en un mercado el mismo Dios que manda sus aviones a descargar el infierno sobre niños e inocentes en su nombre? Tal vez sí. Entonces, yo no creo en ese dios. Mejor dicho, no quiero creer que semejante criminal sea una fuerza sobrenatural. Porque bastante tenemos con nuestra propia maldad humana. Solo que la maldad humana no sería tan hipócrita si se dedicara a oprimir y a matar en su propio nombre y no en nombre de un dios creador y bondadoso.

Un Dios que permite que sus manipuladores, que no tienen paz en sus corazones hablen de la paz infinita de Dios mientras van condenando a quienes no tienen fe. A quines no tienen fe en esa trágica locura que le atribuyen cada día a Dios. Hombres y mujeres sin paz que se dicen elegidos por Dios y van proclamándolo por ahí porque no les resulta suficiente que Dios los haya elegido por su dudosas virtudes. Esos terroristas del alma que van amenazando con el infierno, con voces suaves o a los gritos a quienes se atreven a dudar de tanta locura.

Un Dios creador del Universo que debe acomodarse entre las estrechas paredes de casas consagradas y edificios sin maleficios levantados por el hombre, no para que Dios tenga un lugar en el mundo sino para tenerlo a Dios en un lugar. En un lugar propio, es decir, privatizado, controlado, circunscripto a unas ideas, a unos párrafos y al servicio de una secta de autoelegidos.

Luego la acusación clásica para todo aquel que dude de los reales atributos de Dios  establecidos por la tradición es la de soberbia. Los furiosos predicadores, en cambio, no se detienen un instante a reflexionar sobre su infinita soberbia de pertenecer y hasta de guiar y administrar el selecto club de los elegidos del Creador.

Lo único que le pido a Dios es que exista. Pero cada vez que veo estas hordas celestiales me acuerdo de la historia, cierta o ficticia, del cacique Hatuey, condenado a la hoguera por el gobernador de Cuba, Diago Velásquez.  Según el padre Bartolomé de las Casas, un sacerdote lo asistió en sus últimas horas tratando de ganarlo para el cielo si se convertía al cristianismo. El cacique le preguntó si se encontraría allí con los hombres blancos. “Si —respondió el cura—, porque ellos creen en Dios”. Lo que fue razón suficiente para que el rebelde desistiera de aceptar la nueva verdad.

Entonces, si Dios es ese ser que camina detrás de sus seguidores en trance, la verdad, no puedo creer en él. ¿Para qué habría el Creador de conferir razón crítica a sus creaturas y luego exigirles obediencia ciega, temblores alucinados, odios incontrolables? ¿Por qué habría Dios de preferir los creyentes a los pensantes?  ¿Por qué la iluminación habría de ser la pérdida de la conciencia? ¿No será que la inocencia y la obediencia se llevan bien?

¿Y todo esto quiere decir que Dios no existe? No. ¿Quién soy yo para dar semejante respuesta? Solo me preguntaba si el creador del Universo realmente cabe en la cáscara de una nuez, en la cabeza de un misil.

Jorge Majfud

Newark, mayo 2009.

Do You Believe in God? Yes or No.

Someone asks me whether I believe in God and indicates that a one sentence answer will do. Two at the most. It’s easy, yes or no.

I’m sorry, but why do you insist on subjecting me to the tyranny of such a question? If you are truly interested in my response, you will have to hear me out. If not, good day to you. Nothing is lost.

The question, like so many others, is tricky. It demands of me a clear yes or a clearno. I would have one of those very clear answers if the god about which I am being asked were so clear and well-defined. Do you like Santiago? Excuse me, which Santiago? Santiago de Compostela in Spain or Santiago, Chile? Santiago del Estero in Argentina or Santiago Matamoros?

Okay, look, my greatest desire is for God to exist. It’s the only thing I ask of him. But not just any god. It seems like almost everyone agrees that there is only one God, but if that is true then one must recognize that this is a god with multiple personalities, from multiple religions and with mutual hatred for one another.

The truth is that I cannot believe in a god who inflames the heart for war and who inspires such fear that nobody is capable of making even the slightest change. Which is why dying and killing for that lie is common practice; questioning it a rare heresy. I cannot believe, and much less support, a god who orders people massacred, who is made to the measure and convenience of some nations above others, of some social classes above others, of some genders above others, of some races above others. A god who for his own entertainment has created some men to be condemned from birth and others to be the select few until death, and a god who, at the same time, is praised for his universality and infinite love.

How does one believe in such a selfish, such a mean-spirited god? A criminal god who condemns greed and the accumulation of money and rewards the chosen greedy ones with greater material wealth. How does one believe in a god of neckties on Sunday, who shouts and swells with blood condemning those who don’t believe in such an apparatus of war and domination? How does one believe in a god who instead of liberating subjugates, punishes, and condemns? How does one believe in a small-minded god who needs the minor politics of a few of the faithful in order to gain votes? How does one believe in a mediocre god who must use bureaucracy on Earth to administer his business in Heaven? How does one believe in a god who allows himself to be manipulated like a child frightened in the night and who every day serves the most repugnant interests on Earth? How does one believe in a god who draws mysterious images on dank walls in order to announce to humanity that we are living in a time of hatreds and wars? How does one believe in a god who communicates through street-corner charlatans who promise Heaven and threaten Hell to passersby, as if they were real estate agents?

Which god are we talking about when we talk about the One and All Powerful God? Is this the same God who sends fanatics to immolate themselves in a market, the same God who sends planes to discharge Hell on children and innocents in his name? Perhaps so. Then, I don’t believe in that god. Rather, I don’t want to believe that such a criminal could be a supernatural force. Because we already have our hands full with our own human wickedness. It’s just that human evil would not be so hypocritical if it were to focus on oppressing and killing in its own name and not in the name of a kind and creative god.

A God who allows his manipulators – who have no peace in their hearts – to speak of the infinite peace of God while they go around condemning those without faith. Condemning those who have no faith in that tragic madness attributed every day to God. Men and women without peace who claim to be chosen by God and who go around proclaiming this because it’s not enough for them that God would have chosen them for their doubtful virtues. Those terrorists of the soul who go about threatening with Hell – sometimes softly and sometimes shouting – anybody who dares to doubt so much madness.

A God, creator of the Universe, who must fit between the narrow walls of consecrated homes and buildings uncursed by man, not so that God has a place but so that God can be put in a place. In a proper place, which is to say, privatized, controlled, circumscribed to a few ideas, a few paragraphs, and at the service of a sect of the self-chosen.

Of course, the classic accusation, established by tradition, for all those who would doubt the real attributes of God is arrogance. The furious preachers, in contrast, do not stop for an instant to reflect upon the infinite arrogance of their claim to belong to, and even guide and administer, the select club of those chosen by the Creator.

The only thing I ask of God is that he exist. But every time I see these celestial hordes I am reminded of the story, true or fictitious, of the indigenous chieftain Hatuey, condemned to be burned alive by the governor of Cuba, Diego Velásquez. According to father Bartolomé de las Casas, a priest was present for Hatuey’s final hours, offering him Heaven if he converted to Christianity. The chieftain asked if white men could be found there. “Yes,” responded the priest, “because they believe in God.” Which was sufficient reason for the rebel chief to refuse to accept the new truth.

Then, if God is that being who walks behind his followers in a trance, in all truthfulness, I cannot believe in him. Why would the Creator confer critical reason on his creatures and then demand of them blind obedience, hallucinatory trembling, uncontrollable hatreds? Why would God prefer believers to thinkers? Why would enlightenment mean the loss of consciousness? Could it be that innocence and obedience get along well?

And does all this mean that God does not exist? No. Who am I to give such a response? I was just wondering if the creator of the Universe really fits in a nutshell, in the head of a missile.

Jorge Majfud

Newark, mayo 2009.

Translated by Bruce Campbell

Pecado capital

Martin Luther King, Jr. and Malcolm X meet bef...

Image via Wikipedia

Pecado capital

De los siete pecados capitales que estableció la cristiandad, la soberbia fue definida por la tradición teológica y religiosa como el peor de todos. Tanto como para merecer una categoría especial. Si los demás pecados —ira, lujuria, gula, avaricia, pereza, envidia— eran defectos y debilidades puramente humanas, la soberbia fue definida como un atributo del demonio. No obstante cualquiera de los siete pecados tiene efectos perjudiciales sobre el prójimo y sobre uno mismo. La avaricia, por ejemplo, que combinada con la gula y la ira puede diezmar y hambrear a un pueblo entero, fue históricamente considerada un defecto mundano. La ambición de acumular bienes materiales, rechazada muchas veces por Jesús, alguna vez con ira y hasta con soberbia, se convirtió tres siglos después de su muerte en el obligatorio ojo de aguja por donde pasan aun hoy los elegidos.

En inglés, el pecado de la soberbia es definido con la misma palabra que en español significa orgullo y dignidad: pride. Esto último no es un simple problema de contacto entre dos lenguas. Una de las virtudes entre los religiosos de habla española consistió siempre en definirse a sí mismo como “ser vil e indigno”. Como Sor Juana, “la peor de todas”. En Alemania primero y en el mundo anglosajón después, gracias a Lutero, no quedaron dudas sobre las virtudes de la teología de la humillación, la cual liberaba al individuo de la tiranía eclesiástica del antiguo orden para someterlo a las nuevas tiranías del naciente capitalismo.

¿Por qué este terror cósmico al pecado del orgullo o de la soberbia?

Probablemente Martin Luther King, el pastor rebelde, fue el inventor de una metáfora a todas luces inquietante, adolescente del pecado capital: sólo se puede saltar sobre los hombros de un hombre agachado. Quizás debió relativizar su metáfora agregando el siempre inevitable “casi”. Casi nadie puede subir, saltar, humillar, explotar a un hombre o a una mujer o a un pueblo sin su colaboración. Y esta colaboración, esta moral del esclavo, históricamente se ha construido siglo sobre siglo con paciente práctica y persistente narración. Mientras se siga cumpliendo el precepto de que la moral dominante de una sociedad es la moral de las clases y de las naciones dominantes siempre habrá opresores y oprimidos; nunca una sociedad, nunca un mundo libre. La misma narración que descalifica esta visión como pasada de moda es parte de la misma narración que pretende la anulación por decreto de opresores y oprimidos sin la eliminación de opresores y oprimidos.

Esa maquinaria que cubre con un manto de narrativa ideológica la realidad moral y material que ella misma produce es la misma que definió por decreto que elorgullo, la dignidad, era el mayor de los pecados concebibles, un atributo del demonio, como fue definida muchas veces la democracia y todo disentimiento. Para el poder absoluto, autoflajelarse, extirparse óranos, abrirse la espalda con cadenas y clavos, castigar, destruir y humillar sin límites el único templo reconocido por Jesús —el cuerpo humano— es una admirable demostración de humildad. Una demostración antigua y emocionante, ya que confirma que el opresor ha entrado en el oprimido para liberarlo del demonio. Para liberar sometiendo. Es la virtud ciega de la ciega sumisión a través de la humildad autoflajelante, de la autohumillación luterana, como predicaron conservadores y protestantes, apocalípticos medievales y posmodernos televangelistas. Entonces la tradición, la maquina social de narrar celebra y difunde la emoción del autocastigo, de la neutralización, de la obediencia, porque es un sacrificio que consolida el orden heredado, confirma la autoridad dominante y, sobre todo, ejemplifica. La búsqueda de la humildad a través de la autohumillación es tan poderosa que aún la pedofilia de un sacerdote puede ser perdonada, porque en la vergüenza social está el más poderoso aniquilador de cualquier orgullo personal. Y el orgullo personal es, como hemos visto, el peor de los pecados, incluso peor que la opresión física y la destrucción moral del prójimo.

A este punto no sólo llegamos por el camino de la dialéctica. Si miramos los resultados prácticos, veremos que muchos teólogos de la liberación han sido excomulgados por soberbia y ningún sacerdote pedófilo ha sido expulsado con la misma urgencia. En Estados Unidos, por ejemplo, la iglesia católica todavía paga millonarias indulgencias, como en el siglo XV, por el silencio de los abogados y de la prensa. En America Latina ni siquiera es necesario el uso del vil metal. Basta con la amistad, como lo demuestra el confesor de papas Marcial Maciel Degollado. (Ratzinger: “no se podía procesar a un amigo tan cercano y confesor del Papa, como Maciel”. El País de Madrid, 5 de abril de 2009). Todo sin importar que la mayoría honesta de los sacerdotes que integran la misma institución puedan ser salpicados injustamente con la sospecha.

Entonces, entre los siete pecados capitales sólo uno, la soberbia, puede llegar a romper con la cadena de obediencia religiosa, política e ideológica. Sólo la soberbia puede llagara a cuestionar al poder. Razón de más para extirparla desde la raíz identificándola, desde la infancia, con la aterradora posibilidad de ser uno servidor del demonio.

Así, cualquier individuo que usara su propia razón crítica era —y es, ahora de forma subliminal— soberbio, un agente del demonio. Soberbio son quienes declararon los derechos del hombre, soberbias son las mujeres que reclamaron los derechos de las mujeres, soberbios son los negros que se cansaron de ser inferiores por su color y sus costumbres, soberbios son los trabajadores que reclamaron los derechos de su clase, soberbio hemos sido todos los que no creemos a priori cada cuento sin preguntar de dónde viene, a quién sirve, cómo se prueba y por qué debo aceptarlo. Soberbio somos todos aquellos que creemos en laigual-libertad de todos los seres humanos.

La tradición cristiana predica la imitación de Jesús, pero el orgullo del Hijo de Dios se condena por inconveniente. ¿O el imperio y el establishment religioso de la época no condenaron al Nazareno por su peligrosa y desobediente dignidad, por su serena soberbia ante Pilatos, ante los jueces y ante el ejército más poderoso del mundo? El orgullo, la dignidad del oprimido es una amenaza al poder y, por lo tanto, se debe crucificar a quien porta este pecado moral, demoníaco.

La moral humanista prescribió orgullo en la tierra y humildad en el cielo. La institucionalidad religiosa, sin revelar su prioridad por el poder social, prescribe humildad en la tierra y orgullo en el cielo. Para los primeros, esta soberbia metafísica es un instrumento para la moral del oprimido. Para los segundos aquella soberbia terrenal es un instrumento del demonio.

Jorge Majfud

Lincoln University, abril 2009.

El sexo imperfecto. ¿Por qué Sor Juana no es Santa?

Cada poder hegemónico en cada tiempo establece los límites de lo normal y, en consecuencia, de lo natural. Así, el poder que ordenaba la sociedad patriarcal se reservaba (se reserva) el derecho incuestionable de definir qué era un hombre y qué era una mujer. Cada vez que algún exaltado recurre al mediocre argumento de que “así han sido las cosas desde que el mundo es mundo”, sitúa el origen del mundo en un reciente período de la historia de la humanidad.

Como cualquier sistema, el patriarcado cumplió con una función organizadora. Probablemente, en algún momento, fue un orden conveniente a la mayoría de la sociedad, incluida las mujeres. No creo que la opresión surja con el patriarcado, sino cuando éste pretende perpetuarse imponiéndose a los procesos que van de la sobrevivencia a la liberación del género humano. Si el patriarcado era un sistema de valores lógico para un sistema agrícola de producción y sobrevivencia, hoy ya no significa más que una tradición opresora y, desde hace tiempo, bastante hipócrita.

En 1583, el reverenciado Fray Luis de León escribió La perfecta casada como libro de consejos útiles para el matrimonio. Allí, como en cualquier otro texto de la tradición, se entiende que una mujer excepcionalmente virtuosa es una mujer varonil. “Lo que aquí decimos mujer de valor; y pudiéramos decir mujer varonil (…) quiere decir virtud de ánimo y fortaleza de corazón, industria y riqueza y poder”. Luego: “en el hombre ser dotado de entendimiento y razón, no pone en él loa, porque tenerlo es su propia naturaleza (…) Si va a decir la verdad, ramo de deshonestidades es en la mujer casta el pensar que puede no serlo, o que en serlo hace algo que le debe ser agradecido”. Luego: “Dios, cuando quiso casar al hombre, dándole mujer, dijo: ‘Hagámosle un ayudador su semejante’ (Gén. 2); de donde se entiende que el oficio natural de la mujer y el fin para que Dios la crió, es para que fuese ayudadora del marido”. Cien años antes de que Sor Juana fuese condenada por hablar demasiado y por defender su derecho de hablar, la naturaleza de la mujer estaba bien definida: “es justo que [las mujeres] se precien de callar todas, así aquellas a quienes les conviene encubrir su poco saber, como aquellas que pueden sin vergüenza descubrir lo que saben, porque en todas es no sólo condición agradable, sino virtud debida, el silencio y el hablar poco”. Luego: “porque, así como la naturaleza, como dijimos y diremos, hizo a las mujeres para que encerradas guardasen la casa, así las obligó a que cerrasen la boca. (…) Así como la mujer buena y honesta la naturaleza no la hizo para el estudio de las ciencias ni para los negocios de dificultades, sino para un oficio simple y doméstico, así les limitó el entender,  por consiguiente les tasó las palabras y las razones”. Pero el moralizador de turno no carecía de ternura: “no piensen que las crió Dios y las dio al hombre sólo para que le guarden la casa, sino para que le consuelen y alegren. Para que en ella el marido cansado y enojado halle descanso, y los hijos amor, y la familia piedad, y todos generalmente acogimiento agradable”.

Ya en el nuevo siglo, Francisco Cascales, entendía que la mujer debía luchar contra su naturaleza, que no sólo estaba determinada sino que además era mala o defectuosa: “La aguja y la rueca —escribió el militar y catedrático, en 1653— son las armas de la mujer, y tan fuertes, que armada con ellas resistirá al enemigo más orgulloso de quien fuere tentada”. Lo que equivalía a decir que la rueca era el arma de un sistema opresor.

Juan de Zabaleta, notable figura del Siglo de Oro español, sentenció en 1653 que “en la poesía no hay sustancia; en el entendimiento de una mujer tampoco”. Y luego: “la mujer naturalmente es chismosa”, la mujer poeta “añade más locura a su locura. (…) La mujer poeta es el animal más imperfecto y más aborrecible de cuantas forma la naturaleza (…) Si me fuera lícito, la quemara yo viva. Al que celebra a una mujer por poeta, Dios se la de por mujer, para que conozca lo que celebra”. En su siguiente libro, el abogado escribió: “la palabra esposa lo más que significa es comodidad, lo menos es deleite.” Sin embargo, el hombre “por adorar a una  mujer le quita adoración al Criador”. Zabaleta llega a veces a crear metáforas con cierto valor estético: la mujer en la iglesia “con el abanico en la mano aviva con su aire el incendio en que se abraza”. (1654)

En 1575, el médico Juan Huarte nos decía que los testículos afirman el temperamento más que el corazón, mientras que en la mujer “el miembro que más asido está de las alteraciones del útero, dicen todos los médicos, es el cerebro, aunque no haya razón en qué fundar esta correspondencia”. Hipócrates, Galeno, Sigmund Freud y la barra brava de Boca Juniors estarían de acuerdo. El sabio e ingenioso, según el médico español, tiene un hijo contrario cuando predomina la simiente de la mujer; y de una mujer no puede salir hijo sabio. Por eso cuando el hombre predomina, siendo bruto y torpe sale hijo ingenioso.

En su libro sobre Fernando, otro célebre moralista, Baltasar Gracián, dedica unas líneas finales a la reina Isabel. “Lo que más ayudó a Fernando —escribió el jesuita— [fue] doña Isabel su católica consorte, aquella gran princesa que, siendo mujer, excedió los límites de varón”. Aunque hubo mujeres notables, “reinan comúnmente en este sexo las pasiones de tal modo, que no dejan lugar al consejo, a la espera, a la prudencia, partes esenciales del gobierno, y con la potencia se aumenta su tiranía. (…) Ordinariamente, las varoniles fueron muy prudentes”. Después: “En España han pasado siempre plaza de varones las varoniles hembras, y en la casa de Austria han sido siempre estimadas y empleadas”. (1641)

Creo que la idea de la mujer varonil como mujer virtuosa es consecuente con la tolerancia al lesbianismo del sistema de valores del patriarcado que, al mismo tiempo, condenaba la homosexualidad masculina a la hoguera, tanto en Medio Oriente, en Europa como en entre los incas imperiales. Donde existía un predominio mayor del matriarcado, ni la virginidad de la mujer ni la homosexualidad de los hombres eran custodiadas con tanto fervor.

Una mujer famosa —beatificada, santificada y doctorada por la iglesia Católica— Santa Teresa, escribió en 1578: “La flaqueza es natural y es muy flaca, en especial en las mujeres”. Recomendando un extremo rigor con las súbditas, la futura santa argumentaba: “No creo que hay cosa en el mundo, que tanto dañe a un perlado, como no ser temido, y que piensen los súbditos que puedan tratar con él, como con igual, en especial para mujeres, que si una vez entiende que hay en el perlado tanta blandura… será dificultoso el gobernarlas”. Pero esta naturaleza deficiente no sólo impedía el buen orden social sino también el logro místico. Al igual que Buda, en su célebre libro Las moradas la misma santa reconocía la natural “torpeza de las mujeres” que dificultaba alcanzar el centro del misterio divino.

Es del todo comprensible que una mujer al servicio del orden patriarcal, como Santa Teresa, haya sido beatificada, mientras otra religiosa que se opuso abiertamente a esta estructura nunca haya sido reconocida como tal. Yo resumiría el lema de Santa Teresa con una sola palabra: obediencia, sobre todo obediencia social.

Santa Teresa murió de vieja y sin los martirios propios de los santos. Sor Juana, en cambio, debió sufrir la tortura psicológica, moral y, finalmente física, hasta que murió a los cuarenta y cuatro años, sirviendo a su prójimo en la peste de 1695. Pero nada de eso importa para canonizarla santa cuando “la peor de todas” cometió el pecado de cuestionar la autoridad. ¿Por qué no proponer, entonces, Santa Juana Inés de la Cruz, santa de las mujeres oprimidas?

Quienes rechazan los méritos religiosos de Sor Juana aducen un valor político en su figura, cuando no meramente literario. En otro ensayo ya anotamos el valor político de la vida y muerte de Jesús, históricamente negado. Lo político y lo estético en Santa Teresa —la “patrona de los escritores”— llena tanto sus obras y sus pensamientos como lo religioso y lo místico. Sin embargo, una posición política hegemónica es una política invisible: es omnipresente. Sólo aquella que resiste la hegemonía, que contesta el discurso dominante se hace visible.

Cuando en una plaza le doy un beso en la boca a mi esposa, estoy ejerciendo una sexualidad hegemónica, que es la heterosexual. Si dos mujeres o dos hombres hacen lo mismo no sólo están ejerciendo su homosexualidad sino también un desafío al orden hegemónico que premia a unos y castiga a otros. Cada vez que un hombre sale a la calle vestido de mujer tradicional, inevitablemente está haciendo política —visible. También yo hago política cuando salgo a la calle vestido de hombre (tradicional), pero mi declaración coincide con la política hegemónica, es transparente, invisible, parece apolítica, neutral. Es por esta razón que el acto del marginal siempre se convierte en política visible.

Lo mismo podemos entender del factor político y religioso en dos mujeres tan diferentes como Santa Teresa y Sor Juana. Quizás ésta sea una de las razones por la cual una ha sido repetidamente honrada por la tradición religiosa y la otra reducida al círculo literario o a los seculares billetes de doscientos pesos mexicanos, símbolo del mundo material, abstracción del pecado.

Jorge Majfud

22 de diciembre de 2006

Sexo y poder: para una semiótica de la violencia

En 1992 el chileno Ariel Dorfman estrenó su obra La Muerte y la Doncella. Aunque sin referencias explícitas, el drama alude a los años de la dictadura de Augusto Pinochet y a los primeros años de la recuperación formal de la democracia en Chile. Paulina Salas es el personaje que representa a las mujeres violadas por el régimen y por todos los regímenes dictatoriales de la época, de la historia universal, que practicaron con sadismo la tortura física y la tortura moral. La violación sexual tiene, en este caso y en todos los demás, la particularidad de combinar en un mismo acto casi todas las formas de violencia humana de la que son incapaces el resto de las bestias animales. Razón por la cual no deberíamos llamar a este tipo de bípedos implumes “animales” sino “cierta clase tradicional de hombre”.

Otro personaje de la obra es un médico, Roberto Miranda, que también representa a una clase célebre de sofisticados colaboradores de la barbarie: casi siempre las sesiones de tortura eran acompañadas con los avances de la ciencia: instrumentos más avanzados que los empleados por la antigua inquisición eclesiástica en europea, como la picana eléctrica; métodos terriblemente sutiles como el principio de incertidumbre, descubierto o redescubierto por los nazis en la culta Alemania de los años treinta y cuarenta. Para toda esta tecnología de la barbarie era necesario contar con técnicos con muchos años de estudio y con una cultura enferma que la legitimara. Ejércitos de médicos al servicio del sadismo acompañaron las sesiones de tortura en América del Sur, especialmente en los años de la mal llamada Guerra Fría.

El tercer personaje de esta obra es el esposo de Paulina, Gerardo Escobar. El abogado Escobar representa la transición, aquel grupo encargado de zurcir con pinzas las sangrantes y dolorosas heridas sociales. Como ha sido común en América Latina, cada vez que se inventaron comisiones de reconciliación se apelaron primero a necesidades políticas antes que morales. Es decir, la verdad no importa tanto como el orden. Un poco de verdad está bien, porque es el reclamo de las víctimas; toda no es posible, porque molesta a los violadores de los Derechos Humanos. Quienes en el Cono Sur reclamamos toda la verdad y nada más que la verdad fuimos calificados, invariablemente de extremistas, radicales y revoltosos, en un momento en que era necesaria la Paz. Sin embargo, como ya había observado el ecuatoriano Juan Montalvo (Ojeada sobre América, 1866), la guerra es una desgracia propia de los seres humanos, pero la paz que tenemos en América es la paz de los esclavos. O, dicho en un lenguaje de nuestros años setenta, es la paz de los cementerios.

Paulina lo sabe. Una noche su esposo regresa a casa acompañado por un médico que amablemente lo auxilió en la ruta, cuando el auto de Gerardo se descompuso. Paulina reconoce la voz de su violador. Después de otras visitas, Paulina decide secuestrarlo en su propia casa. Lo ata a una silla y lo amenaza para que confiese. Mientras lo apunta con un arma, Paulina dice: “pero no lo voy a matar porque sea culpable, Doctor. Lo voy a matar porque no se ha arrepentido un carajo. Sólo puedo perdonar a alguien que se arrepiente de verdad, que se levanta ante sus semejantes y dice esto yo lo hice, lo hice y nunca más lo voy a hacer”.

Finalmente Paulina libera a su supuesto torturador sin lograr una confesión de la parte acusada. No se puede acusar a Dorfman de crear una escena maniqueísta donde Paulina no se toma venganza, acentuando la bondad de las víctimas. No, porque la historia presente no registra casos diferentes y mucho menos éstos han sido la norma. La norma, más bien, ha sido la impunidad, por lo cual podemos decir que La Muerte y la Doncella es un drama, además de realista, absolutamente verosímil. Además de estar construido con personajes concretos, representan tres clases de latinoamericanos. Todos conocimos alguna vez a una Paulina, a un Gonzalo y a un Roberto; aunque no todos pudieron reconocerlos por sus sonrisas o por sus voces amables.

Un problema que se deriva de este drama trasciende la esfera social, política y tal vez moral. Cuando el esposo de Paulina observa que la venganza no procede porque “nosotros no podemos usar los métodos de ellos, nosotros somos diferentes”, ella responde con ironía: “no es una venganza. Pienso darle todas las garantías que él me dio a mí”. En varias oportunidades Paulina y Roberto deben quedarse solos en la casa. Sin la presencia conciliadora y vigilante del esposo, Paulina podría ejercer toda la violencia contra su violador. De esta situación se deriva un problema: Paulina podría ejercer toda la fuerza física hasta matar al médico. Incluso la tortura. Pero ¿cómo podría ejercer la otra violencia, tal vez la peor de todas, la violencia moral? “Pienso darle todas las garantías que él me dio a mí”, podría traducirse en “pienso hacerle a él lo mismo que él me hizo a mí”.

Es entonces que surge una significativa asimetría: ¿por qué Paulina no podría violar sexualmente a su antiguo violador? Es decir, ¿por qué ese acto de aparente violencia, en un nuevo coito heterosexual, no resultaría una humillación para él y sí una nueva humillación para ella?

El mi novela La reina de América (2001) cuando la protagonista logra vengarse de su violador, ahora investida con el poder de una nueva posición económica, contrata a hombres que secuestran al violador y, a su vez, lo violan en una relación forzosamente homosexual mientras ella presencia la escena, como en un teatro, la violencia de su revancha. ¿Por qué no podía ser ella quién humillara personalmente al agresor practicando su propia heterosexualidad? ¿Por qué esto es imposible? ¿Es parte del lenguaje ético-patriarcal que la víctima debe conservar para vengarse? ¿Deriva, entonces, tanto la violencia moral como la dignidad, de los códigos establecidos por el propio sexo masculino (o por el sistema de producción al que responde el patriarcado, es decir, a la forma de sobrevivencia agrícola y preindustrial)?

Octavio Paz, mejorando en El laberinto de la soledad (1950) la producción de su coterráneo Samuel Ramos (El perfil del hombre en la cultura de México, 1934), entiende que “quien penetra” ofende, conquista. “Abrirse (ser “chingado”, “rajarse”), exponerse es una forma de derrota y humillación. Es hombría no “rajarse”. “Abrirse”, significa una traición. “Rajada” es la herida femenina que no cicatriza. El mismo Jean-Paul Sarte veía al cuerpo femenino como portador de una abertura.

Opuesto a la virginidad de María (Guadalupe), está la otra supuesta madre mexicana: la Malinche, “la chingada”. Desde un punto de vista psicoanalítico, son equiparables —¿sólo en la psicología masculina, portadora de los valores dominantes?— la tierra mexicana que es conquistada, penetrada por el conquistador blanco, con Marina, la Malinche que abre su cuerpo. (El conquistador que sube a la montaña o pisa la Luna, ambos sustitutos de lo femenino, no clava solo una bandera; clava una estaca, un falo.) Malinche no hace algo muy diferente que los caciques que le abrieron las puertas al bárbaro de piel blanca, Hernán Cortés. Malinche tenía más razones para detestar el poder local de entonces, pero la condena su sexo: la conquista sexual de la mujer, de la madre, es una penetración ofensiva. La traición de los otros jefes masculinos —olvidemos que eran tribus sometidas por otro imperio, el azteca— se olvida, no duele tanto, no significa una herida moral.

Pero es una herida colonial. El patriarcado no es una particularidad de las antiguas comunidades de base en la América precolombina. Más bien es un sistema europeo e incipientemente un sistema de la cúpula imperial inca y azteca. Pero no de sus bases donde todavía la mujer y los mitos a la fertilidad —no a la virginidad— predominaban. La aparición de la virgen india ante el indio Juan Diego se hace presente en la colina donde antes era de culto de la diosa Tonantzin, “nuestra madre”, diosa de la fertilidad entre los aztecas.

Ahora, más acá de este límite antropológico, que establece la relatividad de los valores morales, hay elementos absolutos: tanto la víctima como el victimario reconocen un acto de violación: la violencia es un valor absoluto y que el más fuerte decide ejercer sobre el más débil. Esto es fácilmente definido como un acto inmoral. No hay dudas en su valor presente. La especulación, el cuestionamiento de cómo se forman esos valores, esos códigos a lo largo de la historia humana pertenecen al pensamiento especulativo. Nos ayudan a comprender el por qué de una relación humana, de unos valores morales; pero son absolutamente innecesarios a la hora de reconocer qué es una violación de los derechos humanos y qué no lo es. Por esta razón, los criminales no tienen perdón de la justicia humana —la única que depende de nosotros, la única que estamos obligados a comprender y reclamar.

Jorge Majfud

9 de diciembre de 2006

The University of Georgia