Evangelio existencialista del inmigante

Evangelio existencialista del inmigante

En este país que es un país y son muchos países, en esta gente que es un pueblo y son muchos pueblos nunca estarás en un lugar preciso ni serás un individuo concreto sino muchos lugares y muchos individuos.

Te sentarás en un restaurante de comida mexicana y apoyarás los codos en esa mesita larga con azulejos que parecerán hechos a mano en el Zócalo o en Sevilla, con paredes que lucirán pintadas por un artista único para un lugar único.

Por ninguno de esos detalles podrás decir si estás en Amarillo, Texas, o en El Cajon, California, o en Bonita Springs, Florida, o en Rio Grande, New Jersey. Las mesas con azulejos típicos de México o de Sevilla serán iguales, que es lo mismo que decir que serán las mismas mesas. Y también los olores y los cuadros y los pisos de cerámica y el paisaje por la ventana y la chica que aparecerá y te sonreirá. Será siempre esa misma sonrisa que irá incluida en el mismo menú y al mismo precio y no te importará porque sabrás que estás pagando para que te sonría, amable, linda, casi como si te simpatizara.

Como si te conociera.

Porque en el fondo ya te conoce.

Te ha sonreído antes en otros rostros como el tuyo que para ella es el mismo rostro. Y en el fondo sabrás que no es sincera pero ella no lo sabe y a ti tampoco te importará. Porque para caras largas estarán las oficinistas del gobierno, que también cobran pero fuera del círculo feliz del sistema, como lo llamarás si te llamas Ernesto, el criticón.

Y si vas dos veces, tres, cinco veces al mismo lugar, al mismito, vas a encontrar los mismos tacos y las mismas tortillas con salsa picante y las mismas fajitas y la misma margarita y una chica parecida con una sonrisa parecida, por el mismo precio. Pero la chica tampoco será la misma aunque sea lo mismo decir que es la misma chica.

Porque aquí todo está en movimiento. Todo es siempre nuevo aunque sea lo mismo. Todo corre como un río que se repite en cada atardecer. Pero nunca podrás conducir dos veces en la misma autopista. Serán otros los carros y serán los mismos. Nunca podrás pasar dos veces por el mismo self-service aunque el mismo self-service con el mismo hindú y los mismos hispanos comprando las mismas cervezas sin alcohol estén en muchas otras partes de muchos otros estados.

Todo correrá como un road movie, todo será otro lugar y será el mismo. Otras serán las muchachas de sonrisas azules y los viejos calvos con trajes de oficinistas y las viejas joviales de pelo corto y paso ejecutivo. Y serán los mismos.

Todo se moverá sin parar y nada cambiará, como si te pudieras perder en tu propia casa. Y con cierto placer te perderás por Virginia y por Texas y por Arizona y por California y descansarás en todos sus hoteles y moteles que por el mismo precio serán el mismo cuarto y el mismo baño y las mismas luces sobre un estacionamiento más o menos igual, el mismo césped recién cortado y las mismas flores recién trasplantadas.

Y casi con placer vivirás huyendo de algo, de alguien y de ti mismo, porque huir y perderse es la única forma de libertad que conocerás aquí.

Y te sentirás nadie y te sentirás todos, y te llamarás Ernesto o Guadalupe, José María o María José, y serás un poco de cada uno y serás el mismo que come ahora en un Chili´s en Nevada y en un On the Border en Georgia, y tendrás los mismos sueños por el mismo precio y los mismos miedos por el mismo estatus legal, y las mismas ideas por la misma educación.

Y serás un expulsado de tu país y un perseguido en este, si eras pobre. O no te perseguirán y serás un exiliado con algunos privilegios si llegaste a un título universitario antes de venir. Pero siempre serás un golpeado, un resentido por la peor suerte de tus hermanos y hermanas que no conoces. Esos hermanos a los que te une tantas cosas y a veces solo un idioma.

Y de cualquier forma sufrirás por ser un outsider que ha aprendido a disfrutar esa forma de ser nadie, de perderse en un laberinto anónimo de restaurantes, moteles, mercados, plazas, playas lejanas, montañas sin cercos, desiertos sin límites, tiempos de la memoria sin espacio, países dentro de otros países, mundos dentro de otros mundos.

Y huirás sin volver nunca pero al final siempre huirás hacia la memoria que te espera en cada soledad llena de tanta gente que nunca conocerás aunque duerman a tu lado.

Y sólo tendrás una patria segura pero será intangible como el viento. Tendrás sólo una patria, un refugio hecho de memorias fantásticas sobre las profundas raíces del castellano y sobre las movedizas arenas de otras costumbres.

Jorge Majfud (del libro Crisis, 2012)

Antología de Nueva York

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«Edición de súper-lujo, que no sólo tiene a escritoras de primerísima línea como Francis Scott Fitzgerald, Chester Himes. O. Henry, Edgar Allan Poe, Ambrose Bierce y Henry James, sino que cuenta además con escritores actuales de primerísima línea como Lourdes Ortiz, María Zaragoza, Joaquín Leguina José Luis Alonso de Santos, Andrés Trapiello y los mejores escritores actuales de España e Hispanoamérica.

MAR Ed.

De las respectivas obras:© María Zaragoza, Lourdes Ortiz, José Luis Ordóñez, Juan Vivancos
Antón, Jesús Yébenes, Nelson Verástegui, José Luis García Rodríguez, Andrés Fornells, Juan
Serrano, José G. Cordonié, Carlos Augusto Casas, José M. Fernández Argüelles, Andrés Trapiello, Cristina Ruberte París, José Vázquez Romero, Joaquín Leguina, Elena Marqués, Juan Martini, Manuel Gómez Gemas, Fabricio de Potestad, Jorge Majfud, Joseba Iturrate, Vizconde de Saint-Luc, Álvaro Díaz Escobedo, Isaac Belmar, Miguel Angel de Rus, José Luis Alonso de Santos, Tomás Pérez Sánchez, Mar Cueto, Francisco Legaz, Pedro Amorós, Anunciada Fernández de Córdova y Chester Himes con autorización de Himes Literary Estate & Trust.
De las traducciones: © José Luis Gª (inglés)
De la edición: © M.A.R. Editor
Edición y prólogo de Miguel Angel de Rus
Mayo de 2012
http://www.mareditor.com
ISBN: 978-84-939322-5-1
Depósito legal:
Diseño de la colección: Absurda Fabula
Imprime: Publidisa
Impreso en España.

PRÓLOGO
Al hacer una antología sobre Nueva York se puede caer
en la fascinación o en la denuncia, en la descripción alucinada del ambiente turístico o en lo más sórdido de las calles desconocidas en las que duermen a la intemperie los homeless, en el drama-espectáculo de las Torres Gemelas o en el Nueva York de los dulces años en que parecía que el mundo sólo podía ir a mejor y que la ciudad era una fiesta continua. Por ello, en M.A.R. Editor hemos procurado mantener un equilibro entre todas las posturas y entre los autores clásicos, los clásicos vivos, y los autores que se abren camino y que aportan una visión fresca y distinta de una ciudad que fascina o que repele, principal destino turístico del planeta. Por ello se han buscado autores que nos han sido contemporáneos, como el gran Chester Himes, para mostrar el N.Y. más duro; clásicos de los años del gran desarrollo neoyorquino
como O. Henry, Francis Scott Fitzgerald, Edgar Allan Poe, Ambrose Bierce o Henry James; destacados autores actuales
que resultan muy familiares a los buenos lectores, como Lourdes Ortiz, María Zaragoza, Andrés Trapiello, José Luis Alonso de Santos y Joaquín Leguina, y autores de España e Hispanomérica cuya gran calidad no está en relación con la fama, y que nos presentan obras de verdadero interés, como José Luis Ordóñez, Juan Vivancos Antón, Jesús Yébenes, Nelson Verástegui, José Luis Gª Rodríguez, Andrés Fornells, Juan Serrano, José G. Cordonié, Carlos Augusto Casas, José M. Fernández Argüelles, Cristina Ruberte París, José Vázquez Romero, Elena Marqués, Juan Martini, Manuel Gómez Gemas, Fabricio de Potestad, Jorge Majfud, Joseba Iturrate, Vizconde de Saint-Luc, Álvaro Díaz Escobedo, Isaac Belmar, Tomás Pérez Sánchez, Mar Cueto, Francisco Legaz, Pedro Amorós y Anunciada Fernández de Córdova, que cierra este libro de relatos con un curioso poema a los taxis de Nueva York, uno de los iconos culturales del tiempo presente (para bien o para mal), como sabe cualquier amante del cine.

 

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