El fundador de WikiLeaks, Julian Assange, denuncia que el premio de 2025 a María Corina Machado constituye apropiación indebida y facilitación de crímenes de guerra bajo la ley sueca; busca congelar 11 millones de coronas suecas (1,18 millones de USD) de transferencias pendientes a Machado
Julian Assange presentó hoy una denuncia penal en Suecia acusando a 30 individuos asociados con la Fundación Nobel, incluyendo su liderazgo, de cometer presuntos delitos graves, incluyendo el delito de apropiación indebida grave de fondos, facilitación de crímenes de guerra y crímenes de lesa humanidad, y el financiamiento del crimen de agresión.
La denuncia muestra que el testamento de Alfred Nobel de 1895 manda explícitamente que el premio de la paz se otorgue al individuo que durante el año anterior “haya conferido el mayor beneficio a la humanidad” haciendo “la mayor o mejor obra por la fraternidad entre las naciones, por la abolición o reducción de los ejércitos permanentes y por la celebración y promoción de congresos de paz”.
Assange argumenta que “La decisión política del comité de selección noruego no suspende el deber fiduciario de los administradores de fondos suecos”. “Cualquier desembolso que contradiga este mandato constituye una apropiación indebida de la dotación”.
La denuncia, presentada simultáneamente ante la Autoridad de Delitos Económicos de Suecia (Ekobrottsmyndigheten) y la Unidad de Crímenes de Guerra de Suecia (Krigsbrottsenheten), afirma que los sospechosos, incluidas la presidenta de la Fundación Nobel, Astrid Söderbergh Widding, y la directora ejecutiva, Hanna Stjärne, convirtieron “un instrumento de paz en un instrumento de guerra”. Esta presunta “criminalidad grave” incluye:
1) Apropiación indebida grave y conspiración en relación con el desembolso pendiente de 11 millones de SEK (1,18 millones de USD) del dinero del Premio de la Paz a María Corina Machado, cuyas acciones previas y en curso la excluyen categóricamente de los criterios establecidos en el testamento de Alfred Nobel;
2) Facilitación de crímenes de guerra, incluido el crimen de agresión y crímenes de lesa humanidad, violando las obligaciones de Suecia bajo el Artículo 25(3)(c) del Estatuto de Roma, porque los acusados son conscientes de la incitación y respaldo de Machado a la comisión de crímenes internacionales por parte de EE. UU., y sabían o deberían haber sabido que el desembolso del dinero del Nobel contribuiría a ejecuciones extrajudiciales de civiles y supervivientes de naufragios en el mar, y están incumpliendo su obligación de cesar los desembolsos.
Assange señala que los miembros de la Fundación Nobel han ejercido previamente su autoridad de supervisión sobre los premios y sus desembolsos al retener los desembolsos del Premio de Literatura en 2018. “La falta de intervención aquí, a pesar de los crímenes de guerra de EE. UU. frente a la costa venezolana y el papel clave de Machado en promover la agresión” incurre en responsabilidad penal.
“La dotación de Alfred Nobel para la paz no puede usarse para la promoción de la guerra,” declara Assange. Los acusados tienen obligaciones legales concretas de “garantizar el cumplimiento del propósito previsto en el testamento de Alfred Nobel, es decir, poner fin a las guerras y los crímenes de guerra, y no de facilitarlos.”
LA INCITACIÓN DE MACHADO AL MAYOR DESPLIEGUE MILITAR DE EE.UU. DESDE LA GUERRA DE IRAK LA HACE CATEGÓRICAMENTE INELEGIBLE
La denuncia señala cómo el anuncio y la ceremonia del Nobel han ocurrido en lo que analistas militares describen como “el mayor despliegue militar de EE. UU. en el Caribe desde la Crisis de los Misiles en Cuba” —superando ahora los 15.000 efectivos, incluido el portaaviones USS Gerald R. Ford. La concentración militar sigue en curso, ya que el presidente Trump anunció el 10 de diciembre, dos días después de la ceremonia del Nobel, que los ataques de EE.UU. “comenzarían por tierra”. La estrategia en Venezuela es parte de lo que el Secretario de Guerra de Trump, Peter Hegseth, llama un cambio hacia la “máxima letalidad, no la tibia legalidad” y de “pasar a la ofensiva”.
En este contexto, Assange afirma que “Machado ha seguido incitando a la Administración Trump a seguir su camino de escalada”, incluso entrando en una conspiración para dar a la administración de EE. UU. acceso a 1,7 billones de dólares en reservas de petróleo y otros recursos naturales a través de la privatización una vez que Maduro sea derrocado.
“Usando su posición elevada como receptora del Premio Nobel de la Paz, Machado bien puede haber inclinado la balanza a favor de la guerra, facilitada por los sospechosos nombrados,” declara Assange en la denuncia penal.
La denuncia enumera pruebas de esta incitación a la intervención militar de EE. UU., así como elogios a la conducta del primer ministro israelí Benjamin Netanyahu en Gaza. Sus declaraciones incluyen:
– “La escalada militar puede ser la única vía… Estados Unidos puede necesitar intervenir directamente” (30 de octubre de 2025)
– Machado calificó los ataques militares de EE. UU. a buques civiles, que han matado al menos a 95 personas al día de hoy, como “justificados” y “visionarios”.
– Machado dedicó el premio al presidente de EE. UU., Trump, porque “finalmente ha puesto a Venezuela… en términos de prioridad para la seguridad nacional de los Estados Unidos”.
– Declaraciones históricas que incluyen su testimonio de 2014 ante el Congreso de EE. UU. donde dijo: “El único camino que queda es el uso de la fuerza”.
El expediente cita una extensa oposición de expertos e instituciones a que Machado reciba el premio de paz:
– 21 organizaciones de paz noruegas declararon: “Machado es lo opuesto a un premio Nobel de la paz”.
– El Premio Nobel de la Paz Adolfo Pérez Esquivel declaró: “Dar el premio a alguien que pide una invasión extranjera es una burla al testamento de Alfred Nobel”.
– El Instituto de Investigación para la Paz de Oslo (PRIO) confirmó que Machado “ha pedido una intervención militar en Venezuela”.
ACCIÓN SOLICITADA
La denuncia señala que “Existe un riesgo real de que los fondos derivados de la dotación de Nobel hayan sido o sean desviados intencional o negligentemente de su propósito caritativo para facilitar la agresión, crímenes de lesa humanidad y crímenes de guerra.”
Assange solicita que las autoridades suecas:
1. Congelen inmediatamente la transferencia pendiente del premio monetario de 11.000.000 SEK y cualquier presupuesto relacionado restante, y aseguren la devolución de la medalla.
2. Investiguen a las personas nombradas y a los funcionarios de la Fundación y entidades asociadas por apropiación indebida grave, facilitación de crímenes de guerra y crímenes de lesa humanidad, y conspiración.
3. Incauten las actas de la junta directiva, correos electrónicos, chats grupales y registros financieros.
4. Interroguen a Widding, Stjärne y otros sospechosos.
5. Investiguen completamente a nivel nacional o remitan el asunto a la Corte Penal Internacional (Estatuto de Roma Art. 25(3)(c)).
“Esta denuncia busca el congelamiento inmediato de todos los fondos restantes y una investigación penal completa para evitar que el Premio Nobel de la Paz se convierta permanentemente de un instrumento de paz en un instrumento de guerra,” concluye Assange.
La congresista María Elvira Salazar, vieja conocida de la mafia de Miami y ahora aliada de Maria Corina Machado por las mismas treinta monedas, le “explica a los estadounidenses que no quieren una intervención en Venezuela”.
El viejo terrorismo de Miami, ahora convertido en terrorismo político, sediento de dinero, sangre y petróleo ajeno, te lo cuenta sin maquillaje, con el descaro de los imperialistas asesinos y genocidas que hoy están aquí y mañana allá, hoy en Palestina y mañana en Venezuela. La sonrisa de la maldad explicando cuánto vale la sangre de no-personas allá lejos. Todo a parir de una simple proyección del terrorismo propio en alguien a quién se quiere remover del poder de un país lejano. La maldad hecha carne y podredumbre, pero con mucho maquillaje.
La mayoría de los estadounidenses que conozco, de distintas profesiones (desde académicos, empleados de tiendas, dueños de pequeños negocios, soldados veteranos de guerras perdidas), ya no quieren seguir con ese maldito juego imperialista de las invasiones y de los cambios de régimen de gobiernos ajenos bajo excusas hipócritas.
Pero nunca faltan (de hecho, sobran) los cipayos latinos y de las mafias patriotas de los «inmigrantes que llegan buscando la libertad» que desean desesperadamente el sufrimiento de sus hermanos allá en el sur. Como decían los más célebres terroristas tirabombas de Miami, “que sufran, cuánto más sufran mejor”.
Por estos lobbies (el lobby cubano en Washington fue creado en los 80s a imagen y semejanza del lobby israelí, ver «1976. El exilio del terror») América latina y el mundo continúan desangrándose sin pausa―Pero es más fácil echarle la culpa a un régimen desalineado aquí o allá.
La historia les tiene reservado un rincón cloacal.
Jorge Majfud, noviembre 2025.
La congresista María Elvira Salazar, vieja conocida de la mafia de Miami y ahora aliada de Maria Corina Machado por las mismas treinta monedas, le "explica a los estadounidenses que no quieren una intervención en Venezuela". El viejo terrorismo de Miami, ahora convertido en… pic.twitter.com/4lwQfMdabw
Existen varios elementos ideológicos en la narración histórica del Inca Garcilazo de la Vega y una concepción de progreso de la historia que se opone a la concepción antigua de Hesíodo y de la Iglesia. En sus Comentarios Reales de los Incas procura una “reivindicación” de su pueblo original, en un contexto español; para “ser aceptado”, se propone no reescribir directamente la historia oficial, pero trastoca los significados de aquellos “hechos” narrados con anterioridad por los españoles en su Perú natal. Al mismo tiempo, realiza un mestizaje cosmológico que servirá como herramienta para confirmar su concepción de la historia y revindicar, al mismo tiempo, sus orígenes étnicos y culturales. Pero, en gran medida, su perspectiva religiosa e intelectual ya pertenece a España. El Inca Gracilazo de la Vega no identifica el panteísmo de los pre-incaicos y lo rechaza desde una perspectiva cristiana que separa al hombre de la naturaleza. Lo que demuestra su concepción europea de la divinidad. Desprecia las culturas preincaicas porque adoraban lo inferior a ellos, mientras que los Incas —como los cristianos— adoraban lo superior y la unidad: el Sol. Más aún, Gracilazo de la Vega identifica, sin nombrarlo, a Pachacámac con el Espíritu Santo. Jesu Christo será la culminación del progreso hacia la perfección de la Trinidad. La consecuencia es una concepción progresista de la historia que incluye a los incas y todos los pueblos (imperfectos) que lo precedieron. Pasa por encima del rito, del dogma y de las formas para encontrar en el pueblo inca un destino común a la civilización cristiana. Con ello también revela un componente humanista de una historia que se desarrolla con un objetivo universal y mestizo. No por casualidad, se nombra “Inca” con un apellido español, de la Vega, y lucha por conciliar ambas tradiciones: es un proyecto histórico, una voluntad de síntesis, y una reivindicación personal.
Los Comentarios Reales del Inca Gracilazo de la Vega son el resultado del esfuerzo de una vida. Su título sugiere que se tratan de “anotaciones al margen” de otro texto mayor. Si consideramos “texto” a aquellos textos escritos que, bajo el título de “relaciones” o “crónicas”, pretendían documentar los “hechos” principales de la conquista del Perú y de un presente histórico concreto, efectivamente estamos ante “comentarios”. No obstante, también los “hechos” son textos y en su relectura nos va la modificación de esos “hechos” e, incluso, su creación. Como observó Anderson Imbert, “la narrativa comenzó en el Nuevo Mundo como había comenzado en el viejo: en la historiografía. Heródoto, padre de la historia y del cuento; y también nuestros cronistas de Indias tuvieron esa doble paternidad.” (117)
Con una fórmula barroca de excesiva modestia,[1] de la Vega se presenta ante sus lectores (principalmente cortesanos españoles) como s-i careciera de estas pretenciones: se tratan de “comentarios”, de alguna que otra precisión lingüística, algún que otro comentario teológico, pero nada más. Sin embargo, el resultado es el contrario. En los Comentarios Reales no se cuestiona la letra escrita de otros historiadores españoles; se cuestionan las interpretaciones de los hechos narrados, la lectura de la letra escrita, su significado “real”[2] Sus fuentes escritas serán el padre Blas Valera y Cieza de León. Es decir, españoles que vivieron en Perú. De la Vega, peruano que vivió y escribió en España, tendrá una perspectiva diferente. Pero la diferencia, la única autoridad que se atribuye sutilmente, es la de haber conocido el objeto de los escritos ajenos: la lengua, la cultura, las creencias de los incas. “Pedro de Cieza, capítulo setenta y dos dice así: ‘El nombre de este demonio quería decir hacedor del mundo, porque Cama quiere decir hacedor y pacha, mundo’, etc. Por ser español no sabía tan bien la lengua como yo, que soy indio Inca” (Vega, Comentarios, 62). Incluso, cuestiona las mismas palabras o “confesiones” que pudieron hacer los incas a los españoles, desde una perspectiva de conocimiento más profunda sobre su propio pueblo.[3] También corrige a Cieza, paradójicamente, para acercar la religión inca y asimilarla a la cristiana, de forma de legitimarla. “En mis niñeces [mi familia, los incas] me contaban sus historias, como se cuentan las fábulas a los niños” (44). “Después, en edad más crecida, me dieron larga noticia de sus leyes y gobierno, cotejando el nuevo gobierno de los españoles con el de los Incas […] Decíanme cómo procedían sus Reyes en paz y en Guerra, de qué manera trataban a sus vasallos y cómo eran servidos por ellos”. Por un lado es un instrumento de la conservación oral de su pueblo: “En suma, digo que me dijeron noticia de todo lo que tuvieron en su república, que, si entonces lo escribiera, fuera más copiosa esta historia”. Por otro lado, confirma el género de crónica o relaciones: “Demás de habérmelo dicho los indios, alcancé y vi por mis ojos mucha parte de aquella idolatría, sus fiestas y supersticiones, que aún en mis tiempos, hasta los doce o trece años de edad, no se habían acabado del todo […] las cuales contaré diciendo que las vi” (45).
Gracilazo de la Vega es consciente del problema irresuelto de distinguir los “hechos” de la “ficción” y resuelve a cuál atribuir vedad y a cual mentira. Los hechos narrados de forma parcial representan una falsificación; la crónica es una forma de atribuirse autoridad, pero también el conocimiento “iniciático” de la cultura que se pretende describir y juzgar. Para de la Vega, sólo puede hacer una crónica válida —completa— aquel que conoce profundamente el objeto de su narración, es decir, su propia cultura. La cita que sigue condensa estos aspectos (los subrayados son nuestros):
[S]e me permitirá decir lo que conviene para la mejor noticia que se pueda dar de los principios, medios y fines de aquella monarquía, que yo protesto decir llanamente la relación que mamé en la leche y la que después acá he habido, pedida a los propios míos, y prometo que la afición de ellos no sea parte para dejar de decir la verdad del hecho, sin quitar de lo malo y añadir a lo bueno que tuvieron, que bien sé que la gentilidad es un mar de errores, y no escribiré novedades que no se hayan oído, sino las mismas cosas que los historiadores españoles han escrito de aquella tierra y los Reyes de ella y alegaré las mismas palabras de ellos donde conviene, para que se vea que no finjo ficciones a favor de mis parientes, sino que digo lo mismo que los españoles dijeron. (Vega, Comentarios, 46) (El subrayado es nuestro)
Por un lado insiste en ser objetivo y no tendencioso a favor de su sangre, de su cultura original, y, por el otro, renuncia a una reescritura de la historia de los conquistadores, cuando el valor de la relación estaría en su particularidad testimonial y en su conocimiento de su propia cultura. Pero Gracilazo sólo puede legitimarse a través de los vencedores, de aquellos que viven ahora con él y poseen el monopolio de la cultura escrita. “Sólo serviré de comento para declarar y ampliar muchas cosas que ellos asomaron a decir y las dijeron imperfectas por haberles faltado relación entera” (46). Pero su proyecto, aunque con aprensión, debe ir justificado con razones sólidas, difíciles de refutar por los posibles adversarios dialécticos: “Que el español que piensa que sabe más de él, ignora de diez partes las nueve por las muchas cosas que un mismo vocablo significa y por las diferentes pronunciaciones que una misma dicción tiene para muy diferentes significaciones” (46). Incluso, por momentos, va más allá de los límites trazados previamente: “Demás de esto, en todo lo que de esta república, antes destruida que conocida…” (46).
Diferente a los cronistas, sus Comentarios Reales muestran varios elementos mestizos. De la Vega se ha integrado a una mentalidad católica española, pero no puede olvidar su origen. Para resolver este conflicto o aparente contradicción, los integra en un proyecto común: la cultura Inca, su concepción teológica, su destino religioso, son un estado previo al cristianismo. Lo predicen y lo hacen posible. Ambos forman parte de un destino; no de un choque de mentalidades, de culturas.
La dimensión personal va fuertemente unida a su cultura y la cultura europea del momento. De la Vega tiene una concepción humanista y progresista de la historia y hace una “reivindicación” de los incas, su raza, en un contexto español ciego a la posibilidad de algo bueno o verdadero fuera del dogma católico[4]. En los últimos siglos, España no había conocido otra moral que la guerra y el combate del “otro”, ya sea moro, judío, protestante o americano. Incluso Santa Teresa de Jesús, De la Vega lo sabía y sabía quién era y dónde estaba parado: además de huérfano nacido en tierra salvaje, era mestizo, impuro americano[5]. En cierta forma, un converso, estatus étnico-religioso de grado delicado y peligroso para el momento histórico de la península. Además escritor, historiador y probable innovador dentro de una sociedad conservadora, muchas veces, reaccionaria. Estos rasgos, a mi entender, son principales en el perfil de los Comentarios Reales del Inca.
Ahora pasemos a aquellos elementos manejados por de la Vega para releer la historia oficial y llevarla por un nuevo curso, más razonable y conveniente a su raza y cultura. En “Idolatría y dioses que adoraban antes de los Incas”, hace un esfuerzo por diferenciar la cultura pre-incaica (dominada por la idolatría) de la cultura Inca[6]. Al mismo tiempo, comparará y encontrará fundamentales similitudes entre esta cultura —centro de su historia— y la cultura cristiana. Principalmente, estas “coincidencias” se basarán en observaciones teológicas y religiosas, como la concepción unitaria de la divinidad en los incas. Es la unidad proto-católica de Espíritu Santo.[7] “Tuvieron al Pachacámac en mayor veneración interior [porque no le hacían templos como al dios Sol, porque no lo habían visto] que al Sol.” (62)
Esta verdad que voy diciendo, que los indios rastrearon con este nombre [Pachacámac] y se lo dieron al verdadero Dios nuestro, la testificó el demonio, mal que le pesó, aunque en su favor como padre de mentiras, diciendo verdad disfrazada de mentira o mentira disfrazada con verdad.”[8] (62)
Gracilazo entiende que tanto Cieza de León como el padre fray Jerónimo Román escribieron sobre Pachacámac narrando “lo cierto”, pero atribuyéndole errores de significado por no conocer el idioma[9] (63). El verdadero equivalente del demonio cristiano debía ser la deidad despreciada por los incas, nunca la venerada. Gracilazo resuelve el celo monolátrico del cristianismo identificando a Pachacámac con Yahvé y a Zúpay con Lucifer, sin atender a las narraciones bíblicas de describen caracteres e historias muy distintas. Zúpay era el verdadero demonio y los incas lo habían comprendido así escupiendo al pronunciar su nombre. Por el contrario, cuando nombraban a Pachacámac mostraban adoración por algo alto, superior a los humanos —a los humanos en general, no sólo a los incas (63). El Dios de Gracilazo es un Dios ya no sólo mestizo, sino en ese ejercicio se ha convertido en una abstracción universal, alejada de la narración bíblica precisa y del rito católico. Un Dios transcultural; en el fondo, un dios más católico —Universal— que el dios de la Iglesia Católica. “Pero, si a mí, que soy indio cristiano católico, por la infinita misericordia, me preguntasen ahora ‘¿cómo se llama Dios en tu lengua?’, diría Pachacámac, porque en aquel lenguaje general del Perú no hay otro nombre para nombrar a Dios sino éste […]” (63). Enseguida, Gracilazo se detiene en explicaciones semánticas, antes que teológicas. No obstante, Gracilazo de la Vega se dirige a un público que presiente y conoce. Debe convencer con ideas más tradicionales. Debe convencer asimilando los ritos y los símbolos de un pueblo con los del otro: “Tenían los Reyes Incas en el Cuzco una cruz de mármol fino, de color blanco y encarnado, que llamaban jaspe cristalino: no saben decir desde qué tiempo la tenían.” (64)
Si bien Gracilazo de la Vega se basa en los escritos anteriores de los españoles, no para “negarlos” —según su declaración inicial— sino para resignificarlos, también hace uso de los mismos cuando éstos coinciden con su proyecto histórico, con su intento de revindicar a su pueblo y su cultura. Podemos leer largas citas sin cuestionamiento tales como la siguiente:
“Los que comían carne humana, que ocuparon todo el Imperio de México y todas las islas y mucha parte de los términos del Perú, guardaron bestialísimamente esta mala costumbre hasta que reinaron los Incas y los españoles” Todo esto es del padre Blas de Valera. (74)
No es casualidad que Gracilazo cite esta autoridad que, precisamente, pone a los incas y a los españoles en concordancia ética. Más adelante, confirma estos escritos con las historias que le escuchó contar a su padre y sus “contemporáneos”, sobre las diferencias entre “México y Perú, hablando en este particular de los sacrificios de hombres y del comer carne humana” que era costumbre entre los primeros y condenado por los segundos. Por el contrario, Gracilazo relata cómo el inca Auquititu mandó perseguir a los sodomitas de un pueblo vencido y que “en pública plaza [los] quemasen vivos […]; así mismo quemasen sus casas”. Y, con un estilo que no escapa al relato bíblico de Sodoma y Gomorra, “pregonasen por ley inviolable que de allí en delante se guardasen en caer en semejante delito, so pena de que por el pecado de uno sería asolado todo su pueblo y quemados sus moradores en general.”[10] (147)
En otros momentos de la evolución histórica de la teología inca, Pachacámac, como el dios judeocristiano, era invisible y omnipresente[11]. Sin embargo, podemos ver que el “modelo” histórico y teológico que se desprende de los Comentarios del Inca de la Vega es la Sagrada Trinidad. Por un lado tenemos el dios único, el Sol y por el otro el “espíritu” universal de Pachacámac: El Padre y el Espíritu Santo. Uno es el anuncio del otro; un orden es la prefiguración de otro superior, perfeccionado. El otro, el orden cosmológico del catolicismo Gracilazo está completo: posee el tercer elemento de la Trinidad, el Hijo. Y es, precisamente, Jesu Christo el signo distintivo de la conquista. En sus escritos, de la Vega nos dice que los incas “tuvéronle en mayor veneración que el Sol; no le ofrecieron sacrificio ni le construyeron templos porque decían que no le conocían, porque no se había dejado ver; empero, que creían que lo había” (67). Al mismo tiempo, la idea de “evolución” se repite en otras expresiones como la siguiente: “Los españoles aplican muchos otros dioses a los incas por no saber dividir los templos y las idolatrías de aquella primera edad y las de la segunda” (67). Si bien el concepto de “edades” es muy antigua,[12] ésta atribuye una progresiva corrupción del mundo. En cambio, con Gracilazo vemos lo contrario: esas edades indican una progresión hacia un estado superior, semejante al cristiano. Ambas ideas que sugieren la síntesis original en Gracilazo entre el humanismo renacentista y la teología cristiana (católica), como resultado o como estrategia de incluir a un nuevo pueblo, a una nueva cultura —la inca.
Ahora, cuando esta “asimilación” del panteón cristiano con el panteón de los indios más antiguos tiene lugar por parte de algunos españoles, Gracilazo corrige de inmediato como una confusión derivada de la interpretación entre dos culturas diferentes. Si hubiese una identificación indiscriminada no habría (a) la idea del pueblo inca como particularidad “proto-cristiana” ni (b) una idea de “progreso” o “evolución” histórica y teológica. Esto podemos verlo cuando Gracilazo niega la confusión de querer identificar la trinidad católica con otras ideas y dioses mexicanos de edades anteriores.
[…] los dioses antiguos que […] adoraron los naturales del Imperio de México […] todos (según ellos mismos lo dicen) perecieron ahogados en el mar, y en lugar de ellos inventaron muchos otros dioses. De donde manifiestamente se descubre ser falsa aquella interpretación de Icona, Bacab y Estruac, que dicen eran el Padre y el Hijo y el Espíritu Santo. (74)
De la misma manera, a la cultura pre-incaica Gracilazo la considera una etapa histórica necesaria en un proceso evolutivo: “Y principiando de sus dioses, decimos que los tuvieron conforme a las demás simplicidades y torpezas que usaron”. No obstante, juzga desde su centro ético-religioso como costumbres ilegítimas las ajenas: sus dioses representaban “la vileza y bajeza de las cosas que adoraban”
Y así vinieron a tener tanta variedad de dioses y tantos que fueron sin número, y porque no supieron, como los gentiles romanos, hacer dioses imaginados como la Esperanza, la Victoria, la Paz y otros semejantes, porque no levantaron los pensamientos a cosas invisibles, adoraban lo que veían (Vega, Comentarios, 27)
La ética humanista va en auxilio de su concepción teológica de la divinidad, acusando a los idólatras pre-incaicos de no tener “respeto de sí propios, para no adorar cosas inferiores a ellos”. Gracilazo, exiliado de esta mentalidad preincaica, no alcanza a reconocer su valor panteísta y ecologista. Parte de ese estado primitivo de adorar lo inferior consistía en adorar a la naturaleza por su todo y por sus partes (inferiores):
Y así adoraban yerbas, plantas, flores, árboles de todas suertes, cerros altos, grandes peñas y los resquicios de ellas, cuevas hondas, guijarros y piedrecitas, las que en los ríos y arroyos hallaban, de diversos colores, como el jaspe […] En fin, no había animal tan vil ni tan sucio que no lo tuvieran por dios. (27) (Subrayado nuestro)
La observación de que “adoraban algunas cosas de las cuales recibían provecho” (28) no es vista como parte del respeto a la naturaleza, proveedora del sustento y de la vida, sino como una forma interesada en lo material en perjuicio de lo sublime. “Otros adoraban la tierra y la llamaban Madre, porque les daba sus frutos; otros el aire, por el respirar, porque decían que mediante él vivían los hombres.” (Vega, Comentarios, 28)
El desprecio cristiano por el panteísmo o por el naturalismo de los indígenas pre-incaicos, con la categórica separación de “lo superior” y “lo inferior”, legitima la explotación de la misma naturaleza desacralizada —el oro y los demás productos de la tierra—, como algo inferior, dado por Dios. Una concepción que se oponía al panteísmo naturalista de los pre-incaicos, luego revindicado en el siglo XX como la “verdadera” (y casi siempre única) tradición indígena.
Sin embargo, de la Vega anotará (aparentemente sutiles) observaciones lingüísticas para apoyar su proyecto integrador. Critica el uso de la palabra española “ídolo” en las traducciones de “cámac” en la cultura Inca. Pero cuando se refiere a los pre-incaicos los llama de “idólatras” Acusa a los traductores españoles de no percibir la unidad dentro de la diversidad inca, pero no demuestra la misma preocupación al enfrentarse a la diversidad pre-incaica. Aquí el Inca construye su propio proyecto mestizo y procura resolver una “síntesis conveniente”, una narración con continuidad que integre a su raíz Inca en el proceso histórico de la España cristiana. Al igual que procedieron los españoles en su legitimación ética de la conquista, Gracilazo deslegitimiza las culturas preincaicas por sus costumbres salvajes, como el sacrificio de animales y de humanos caídos en guerra (Vega, Comentarios, 29). Diferentes, “los Reyes […] Incas rastrearon con lumbre natural al verdadero sumo Dios y Señor Nuestro, que crió le cielo y la tierra […] al cual llamaron Pachacámac.” (61)
En “De algunas leyes que tuvieron los incas en su gobierno”, Gracilazo de la Vega continúa la narración del Imperio Inca, en sus similitudes con el Imperio Español:
[El imperio del Inca tenía] tanta variedad de naciones y lenguas, se gobernaba por unas mismas leyes y ordenanzas, como si no fuera más de sola una casa; valía también mucho para que aquellas leyes las guardasen con amor y respeto, que las tenían por divinas. (Maree, 60)
Pero, de cualquier forma, por compartir un destino común pero en una etapa aún de retraso, entiende que les faltaba conciencia para ver aquello que veían los cristianos españoles:
[E]n su vana creencia tenían a sus reyes por hijos del Sol, y al Sol por su dios, tenían por mandamiento divino cualquiera común mandamiento del rey, cuando más las leyes particulares que hacía para el bien común. Y así decían ellos que el Sol las mandaba a hacer y las revelaba a su hijo el Inca; y de aquí nacía tenerse por sacrílego y anatema el quebrantador de la ley, aunque no supiese su delito; y acaeció muchas veces que los tales delincuentes, acusados de su propia conciencia, venían a publicar ante la justicia sus ocultos pecados; porque de más creer que su ánima se condenaba, creían por muy averiguado que por su causa o por su pecado venían los males a la república […] (60)
En el momento histórico en cuestión, es muy difícil separar las motivaciones religiosas de las políticas. Sin embargo, intentaremos hacer esta distinción a efectos analíticos. Podemos ver —y el Inca Gracilazo se encargará de anotar estas mismas semejanzas— que tanto para los españoles como para los incas, el poder procedía de Dios (único) y no llegaba hasta el pueblo sino a través de intermediarios. La idea de la capacidad de algunos hombres en la cúspide de la pirámide social o eclesiástica de “interceder” para la administración de la justicia divina, es aún común hoy en día en la teología y en la religión católica. Este monocentrismo se reflejaba, como en los antiguos faraones, en el absolutismo de los reyes católicos y de los emperadores incas. Eran éstos quienes administraban la justicia y los recursos económicos. Es decir, casi toda la vida pública. Según Gracilazo, el Inca era el último juez[13] y también tenía la potestad de repartir tierras a sus súbditos. Tal es el caso del Inca Manco Capac. El Inca nombraba a los caciques regionales e instruía en sus enseñanzas. Repartía tierras a los indios (48).La ideología inca valoraba positivamente el dominio y sometimiento de otros pueblos, la construcción de un gran imperio por la razón de la fuerza y de la unidad religiosa. Gracilazo escribe “que así [los súbditos] creían que era hombre divino, venido del cielo” (49). A diferencia de los pre-incas que divinizaban “lo bajo”, los Incas divinización de lo alto. Al igual que los españoles. Es el poder descendiente, característico del imperio español y de la administración de la Corona.
De León, Pedro de Cieza. La Crónica del Perú. Edición de Manuel Ballesteros. Madrid: Historia 16, 1984.
____. Obras Completas. La Crónica de Perú. Las Guerras civiles peruanas. Edición crítica de Carmelo Sáenz de Santa María. Madrid: Clavideño: 1984.
De Munter, Koen. “Five Centuries of Compelling Interculturality: The Indian in Latin-American Consciousness” Culture and Politics. Edited by Rik Pinxten, Ghislain Verstraete and Chia Logman. New York: Berham Books, 2004, p. 89-114.
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Imbert, E. Anderson, Historia de la literatura latinoamericana I. México: Fondo de la Cultura Económica, 1987.
Pedraza Jiménez, Felipe B. Manual de literatura hispanoamericana. Navarra, España: Cénlit Ediciones, 1991.
Vega, Inca Gracilazo de la. “De algunas leyes que tuvieron los incas en su gobierno”. 500 años del ensayo en Hispanoamérica. Recopilación e introducción de Cathy Maree. Pretoria: University of South Africa, 1993. 59-62
____. Comentarios Reales. Prólogo, edición y cronología de Aurelio Miro Quesada. Sucre, Venezuela: Biblioteca Ayacucho, 1976.
____. El reino de los Incas del Perú. Edited with vocabulary and notes by James Bardin. Norwood, Mass.: Norwood Press, 1918.
[1] Podemos ver la misma fórmula en Santa Teresa de Ávila y en Sor Juana Inés de la Cruz. Cada vez que el escritor toma la pluma es para agregar algo nuevo al orden social, histórico y cosmológico; sin embargo, por mínimo que fuese, en los siglos XVI y XVII este ejercicio no podía hacerse sin fuertes consideraciones a la autoridad, modelada por el rigor de la Iglesia Católica española.
[2] Recordemos que en el siglo XV la lucha de los cristianos españoles fue, principalmente, contra los moros, es decir, contra el Corán —contra el “otro” libro, el otro texto. La lucha contra los judíos (también españoles) fue una variación de otra búsqueda de pureza textual: los judíos no reconocían una parte del nuevo “texto”, sobre el cual se basaba la religión cristiana —los Evangelios. Sin embargo, desde el siglo XVI (hasta nuestros días), el siglo de la Reforma y de la Contrarreforma, el conflicto social, religioso y teológico nunca se centró en la legitimidad del Libro, del texto bíblico, sino sus lecturas. Católicos y protestantes protagonizaron arduas luchas dialécticas y sangrientas luchas fratricidas —donde mayores horrores que los sacrificios aztecas fueron justificados con sólidos argumentos— a causa de las diferentes interpretaciones del texto indiscutido. En el caso del Inca de la Vega, el ejercicio intelectual es el mismo. Sin embargo, corre con la ventaja de que su objeto de interpretación, su texto primario, no es la Biblia sino textos históricos, otro tipo de crónicas.
[3] “[…] y de estas confesiones públicas entiendo que ha nacido el querer afirmar los españoles historiadores que confesaban los indios del Perú en secreto, como hacemos los cristianos, y que tenían confesores diputados; lo cual es relación falsa de los indios, que lo dicen por adular a los españoles y congraciarse con ellos, respondiendo a las preguntas que les hacen conforme al gusto que sienten en el que les pregunta y no conforme a la verdad. [Pero sólo hubo] las confesiones públicas que hemos dicho, pidiendo castigo ejemplar” (500, 61)
[4] En abril de 2005, el nuevo Papa Benedicto XVI (ex cardenal Joseph Ratzinger) declaró públicamente que “fuera de la Iglesia Católica no hay salvación”.
[5] Según E. Anderson Imbert, “al indio no se lo veía en el siglo XVI: era la abstracción del hombre bueno o del hombre malo. Y para [Gonzalo Fernández de] Oviedo fue el hombre malo: Dios lo castigaba con el brazo del conquistador” (29)
[6] Es importante anotar la elección de Gracilazo de la Vega en escribir “Inca” siempre con mayúscula, aún cuando usa esta palabra como adjetivo o como nombre genérico para su pueblo. El escritor no sólo eligió este nombre como nombre propio por proceder de ese pueblo, sino que, además, pertenecía al linaje de quienes gobernaron y fueron, de alguna manera, “responsables” de las particularidades de una cultura despreciada. Su madre, Isabel Chimpo Ocllo, era una princesa (ñusta) de la corte cuzqueña.
[7] Sigmund Freud, en Tótem y Tabú, define a la religión primitiva hebrea como continuación de la monolatría del reformador Tut-Ankaton (Amenofis IV, Ajnatón, adorador del Sol como única divinidad). Según Freud, Moisés habría sido uno de estos los sacerdotes egipcios expulsados por una especie de contrarreforma, una reacción conservadora y politeísta que con violencia quiso borrar la memoria de este original momento histórico.
[8] No obstante, “Francisco de Xerez, escribió a su cargo la Verdadera relación de la conquista del Perú [1534]” (Imbert, 42). En otros títulos de la época, la idea y la pretensión de narrar la “verdadera verdad” era común en la literatura de crónicas o relaciones.
[9] Algo semejante atribuye al padre Blas Valera cuando hace sus relaciones de México. Gracilazo de la Vega cuestiona el método que los españoles tenían para interpretar la cultura americana. Cita a Valera para ejemplificar estos errores interpretativos (“y por valerme de su autoridad”): “En esta confusión tan grande el sacerdote o seglar que las preguntaba tomaba a su gusto y elección lo que le parecía más semejante y más allegado a lo que deseaba saber., y lo que imaginaba que podía haber respondido el indio. Y así, interpretándola a su imaginación y antojo, escribieron por verdades cosas que los indios no soñaron, porque de las historias verdaderas de ellos no se puede sacar misterio alguno de nuestra religión cristiana” Inca Garcilazo de la Vega. Comentarios Reales. Pág. 73.
[10] Tanto el canibalismo de los pueblos al norte de Perú, como la acusación de sodomía de muchos de ellos, son relatados por Pedro de Cieza de León en La crónica del Perú, capítulos xix, xlix y lxiv. En este último, por ejemplo, Cieza de León dice: “Lo cual yo tengo que era así porque los señores ingas fueron limpios en esto [en el pecado de la sodomía] y también los demás señores naturales”. Sin embargo, en toda la gobernación de Popayán tampoco alcancé que cometiesen este maldito vicio, porque el demonio debía contentarse con que usasen la crueldad que cometían de comerse unos a otros […]” (Cieza, 269)
[11] Yahvé no era totalmente invisible, sino que verlo —como ver directamente al Sol— dañaba los ojos humanos de Moisés. Éxodo (31,18).
[12] El poeta griego Hesíodo (siglo VIII a. C.) entendía la existencia de cinco edades y las asimilaba a cinco metales. La primera era la edad de oro y la última la de hierro. Como se induce de esta metáfora, para Hesíodo cada una edad representaba la decadencia moral. Esta idea estaba en consonancia con la representación de la Iglesia católica y su lectura de las Sagradas Escrituras: todo tiempo pasado fue mejor. En tiempos de Matusalén los hombres vivían casi mil años y muchos de ellos tenían una comunicación directa con Dios. La edad de oro, claro está, fue el Edén. La edad de hierro es el presente. Una idea de “progreso” en la historia, en cambio, podemos encontrarla sugerida en los humanistas del siglo XVI, el siglo de Gracilazo de la Vega.
[13] “[…] daba el Inca la sentencia hecha ley, y cuando no le satisfacía la relación del juez, mandaba se suspendiese el pleito hasta la primera visita que hiciese de aquel distrito […]”(500, 63)
El 6 de abril de 2007, el cubano Luis Posada Carriles fue perdonado de todo cargo por una jueza federal de Texas. Dos años atrás, Posada Carriles había sido detenido por entrar al país de forma ilegal a través de la frontera con México, luego de que la presidenta Mireyas Moscoso de Panamá lo indultara en 2000 por mediación del presidente Bill Clinton. Un agente de la CIA asignado al caso, había reconocido en un artículo del New York Times del 13 de julio de 1998 que, desde el principio de la investigación, “Bosch y Posada eran los principales sospechosos; no había ningún otro”. Ni lo hubo nunca.
Exactamente veinte años antes, el cubano Orlando Bosch también había sido arrestado por entrar ilegalmente a Estados Unidos. Ninguno de los dos se había arriesgado a lanzarse en una balsa desde Cuba para ampararse a la vieja y atractiva ley de Pies mojados, pies secos. Sin Embargo, el entonces secretario de comercio de Florida, Jeb Bush, intercedió y su padre, el presidente de Estados Unidos y ex director de la CIA, George H. Bush, perdonó a Orlando Bosch quien, según la CIA y el FBI, era el autor de al menos treinta actos terroristas en suelo estadounidense y en otros países, como el auto bomba que, en 1976 le costara la vida en Washington a Ronni Moffitt y al ex ministro de Salvador Allende, Orlando Letelier. Este atentado terrorista fue ordenado por Pinochet y ejecutado por Michael Townley y sus amigos cubanos de Miami y Unión City. Creo haber explicado de forma extensa y bastante clara este rompecabezas imposible en el libro 1976. El Exilio del terror.
Durante los años 70, los ataques terroristas por la libertad, la mayoría planeados en Florida y Nueva Jersey, continuaron con aún más virulencia desde su creación en 1959. Los mismos grupos de cubanos exiliados con base en Miami realizaron 16 atentados en Cuba (entre bombardeos y la introducción de agentes patógenos) y 279 en Estados Unidos. Solo entre 1974 y 1976, Washington reconoció 113 atentados en el país y 202 en otros 23 países. En Miami, en solo dos años, lograron explotar 200 bombas, algunas de ellas en la Oficina del Fiscal, en las oficinas del FBI y en el Departamento de Policía. Cinco exiliados cubanos fueron asesinados por sus propios camaradas. Uno de los conocidos líderes del exilio e informantes del FBI, El Mono Ricardo Morales, no se presentó el día del juicio contra uno de sus camaradas.
Entre otras líneas de su currículum, Posada Carriles (como más de otros mil “combatientes”) había participado de la fallida invasión de Cuba en Bahía Cochinos, en diversos atentados terroristas contra la isla hasta entrado el siglo XXI y en el acoso a Nicaragua en los ochenta desde la base aérea estadounidense de Ilopango junto con decenas de otros operadores secretos, a las órdenes del coronel Oliver North. Según el New York Times del 15 de octubre de 1986, por entonces la base salvadoreña, centro de operaciones de la CIA, contaba con “más de 60 helicópteros comunes, 12 helicópteros de combate y por lo menos cinco AC’47 y 10 aviones de combate”.
En los ochenta y en los noventa, los atentados con bomba no se detuvieron con el ingreso a la política de los principales empresarios que los apoyaban, como Jorge Mas Canosa. Solo en 1989 se registrarán 18 atentados con bombas. Casi todos impunes. Casi todos sus autores olvidados por la prensa, a excepción de unos pocos, como Luis Posada Carriles, Orlando Bosch y El Mono Morales.
Enterados de la aparición del agente Posada Carriles en 2000, los gobiernos de Cuba y de Venezuela solicitaron su extradición para ser juzgado por actos de terrorismo. La CIA sabía y el FBI informó que, entre varios actos de terrorismo, Posada Carriles era el principal sospechoso de la bomba que mató a 73 personas del vuelo 455 de Cubana de Aviación en 1976. Su amigo Orlando Bosch (ambos agentes secretos de la policía de Venezuela) había definido el acto como un “acto legítimo de guerra”. Pese a que el mismo Posada Carriles reconoció haber sido el autor de otros actos de terrorismo, como explosiones de bombas en lugares públicos, la jueza federal de El Paso, Texas, Kathleen Cardone, estableció una fianza de 250,000 dólares para su liberación y obligó al condenado a residir en una casa de Miami con su esposa. Su extradición fue desestimada bajo el argumento de que en países como Cuba o Venezuela el acusado podría ser sometido a prácticas de tortura. A pesar de que el FBI lo definió como “un terrorista peligroso”, Posada Carriles no será enviado al centro de tortura que la CIA y el gobierno de Estados Unidos mantienen en territorio extranjero, en Guantánamo, sino a Miami, donde vivirá sus últimos once años de vida en libertad, caminando por la Calle 8 y disfrutando de las interminables playas de Florida.
Según el fiscal general de Estados Unidos, Dick Thornburgh, Bosch era “un terrorista que nunca se arrepintió”. Para el fiscal Joe Whitley, siempre fue “una amenaza a la Seguridad Nacional”. Nada de lo cual les impidió a él y a otros terroristas como Posada Carriles jubilarse y vivir protegidos en Miami. Para entonces, un centenar de asesinos y genocidas de esos países horribles del sur vivían libremente en Florida como si fuesen respetables hombres de negocios de traje y corbata. Los generales Carlos Eugenio Vides Casanova y José Guillermo García, responsables de violaciones y matanzas en la dictadura proxy de El Salvador, serán sólo tres de los casos más conocidos en Florida.
Según el Center for Justice and Accountability (CJA) con sede en San Francisco, cientos de terroristas y genocidas de todo el mundo que alegan haber luchado por la libertad asesinando a todo el que pensara diferente viven en Estados Unidos, algunos con otros nombres. Algunos no tuvieron tanta suerte, como el general Inocencio Montano, responsable de las matanzas en El Salvador durante los años 80 y 90. Montano fue descubierto en Florida, llevando una vida de honorable abuelo de familia, y fue extraditado a España en 2016. Su pecado no consistirá en haber matado a miles de salvadoreños sino a ciudadanos españoles en la masacre de jesuitas de la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas, en 1989.
En 2005, el cubano y especialista en inmigración radicado en Washington José Pertierra lo resumirá de forma clara: “Si Posada Carriles fuera miembro de la Unión Nacional de Escritores y Artistas Cubanos en vez de terrorista, la cosa sería diferente. No pudiera aspirar a entrar a Estados Unidos. El Departamento de Seguridad Nacional les niega las visas a los poetas y artistas cubanos, pero le concede libre entrada al país a los terroristas. Cuba es uno de los siete países que Estados Unidos considera terroristas, y con ese pretexto el gobierno de George W. Bush les niega la entrada a los músicos, poetas, periodistas, escritores, y académicos cubanos por el simple hecho de que, como viven y trabajan en Cuba, son empleados del gobierno…”
jorge majfud, marzo 2025
Documento de la CIA desclasificado en marzo de 2025
Más detalles en el libro publicado en 2024, 1976 y La frontera salvaje.
Documeto de la CIA desclasificado en marzo de 2025: Howard Hunt (identificado como Hardway Hunt peero inconfundible por su record descrito en páginas anteriores, aparece confirmado en Montevideo (1957) y como asistente de la OTAN en 1966.
La nueva democracia blanca de las Trece Colonias, aparentemente fundada en las ideas de la Ilustración de los filósofos radicales, era mucho menos democrática que la centenaria confederación de tribus iroqueses. La Liga de las Seis Naciones, Liga Iroqués o Gran Liga de la Paz, había sido fundada en 1142 con la integración de diferentes pueblos originarios de Norteamérica como solución a un período de conflictos y disputas individuales por el poder. Fue una de las democracias participativas más antiguas del planeta, basada en la búsqueda de la paz y en la redistribución de la producción colectiva.
Los iroqués aceptaban inmigrantes, pueblos desplazados y hasta a sus derrotados en las guerras. Aunque algunos prisioneros podían ser forzados a trabajar, su servidumbre no estaba ligada a su raza y, luego de un tiempo, solían ser adoptados por familias establecidas.
Los pueblos americanos ejercían formas más democráticas, menos patriarcales (en muchos aspectos eran matriarcales) y más equitativas que los europeos. Los ejemplos de democracia europea se limitaban a grupos pequeños, como en el caso inglés, luego de la destrucción de las tradicionales tierras comunales, del surgimiento de la comercialización de casi todo a fuerza de cañón, como fue el caso de las compañías trasnacionales, de los mismos piratas, los que fundaron un rasgo típico del occidente capitalista: amables democracias adentro y arriba; brutales dictaduras afuera y abajo.
En marcado contraste con las nuevas sociedades capitalistas en Europa, en las Américas el éxito social se reflejaba en una expectativa de vida mayor y en una mayor estatura que la europea, debido a mejores condiciones de salud y de trabajo. Los nativos trabajaban menos horas por día; la mitad de los días al año que los trabajadores europeos. Habían consolidado un sistema de seguridad social que protegía a los integrantes más débiles, como los ancianos y los enfermos, una desigualdad social mucho menor y una frecuencia de guerras internacionales muy inferior a la europea.
Un ejemplo conocido de democracia en Norteamérica, siglos antes de la fundación de la llamada “democracia americana”, fue la federación de pueblos iroqués, que fundadores como Benjamín Franklin conocían muy bien pero no quisieron mencionar en los voluminosos debates constitucionales y unionistas. No es difícil adivinar por qué, si consideramos el racismo crónico de los llamados Padres fundadores. El mismo Franklin, en una carta a James Parker fechada el 20 de marzo de 1751, argumentando a favor de la posibilidad de crear una federación de doce colonias independientes, se refirió a la vergüenza de que los colonos ingleses no pudieran lograrlo cuando desde hacía mucho tiempo ya lo habían hecho “seis naciones de salvajes ignorantes”. Según Franklin, “Sería algo muy extraño que seis naciones de salvajes ignorantes fueran capaces de formar un plan para tal unión, que haya subsistido por siglos y parezca indisoluble; y que una unión similar fuera impracticable para una docena de colonias inglesas, para quienes es más necesaria y debe ser más ventajosa, y de quienes no se puede suponer que carezcan de una comprensión igual de sus intereses”. Las 13 flechas que ahora sostiene el águila en el escudo de Estados Unidos procede de una metáfora iroqués: es más fácil quebrar muchas flechas por separado que quebrarlas todas juntas.
Cuarenta años más tarde, poco después de la independencia de las Trece colonias y de la expulsión de varios pueblos indígenas allende los Apalaches, en 1784, Benjamín Franklin matizó sus juicios de juventud:
“De jóvenes, los indios son cazadores y guerreros; de viejos son consejeros, pues todo su gobierno se basa en el consejo de los sabios. No tienen fuerza [policía], no tienen prisiones, no hay oficiales que obliguen a la obediencia o inflijan castigos”. Aunque la imagen popular puede reducir a esta confederación a una unión de tribus de reducido tamaño, en el siglo XVI su población excedía la de los estados esclavistas del sur―Virginia, Maryland, Carolina del Norte, Carolina del Sur y Georgia.
Las observaciones de Franklin continúan arrojando un tesoro de información que sería más tarde olvidado: aparte de cazadores, constructores y guerreros, los salvajes “estudian oratoria; el mejor orador es el que tiene mayor influencia. Las mujeres cultivan la tierra, preparan los alimentos, cuidan y crían a los niños, y transmiten el recuerdo de las transacciones públicas. Estas ocupaciones de hombres y mujeres se consideran naturales y honorables. Al tener pocas necesidades artificiales, tienen abundancia de tiempo libre para mejorar mediante la conversación. Ellos consideran que nuestro laborioso estilo de vida es vil y servil, y que el conocimiento en el que nos valoramos a nosotros mismos es frívolo e inútil. Un ejemplo de esto ocurrió en el Tratado de Lancaster en Pensilvania, en el año 1744, entre el Gobierno de Virginia y las Seis Naciones. Después de que se resolvió el asunto principal, los comisionados de Virginia informaron a los indios que había en Williamsburg una universidad con un fondo para educar a la juventud india y que si los jefes de las Seis Naciones enviaban media docena de sus hijos a esa universidad, el gobierno se ocuparía de que estuvieran bien provistos e instruidos en todo el saber de la gente blanca. Una de las reglas de cortesía de los indios es no responder a una propuesta pública el mismo día en que se hace. Ellos piensan que sería tratarla como un asunto sin importancia. Para demostrar respeto, se toman un tiempo para considerar cada propuesta como un asunto importante. Por lo tanto, aquella vez también aplazaron su respuesta hasta el día siguiente. Cuando su vocero comenzó a hablar, expresó agradecimiento por la bondad del gobierno de Virginia por aquel ofrecimiento”.
La respuesta del vocero iroqués resuena hoy de una forma que cualquier supremacista moderno encontraría arrogante y otros encontramos de una extrema sabiduría, inteligencia y coraje intelectual:
“Sabemos”, dijo, “que ustedes tienen en alta estima el tipo de enseñanza que se ofrece en esos colegios y que el mantenimiento de nuestros jóvenes, mientras estén con ustedes, les resultará muy costoso. Estamos convencidos de que ustedes quieren hacernos un bien con su propuesta y se los agradecemos de corazón. Pero ustedes, que son sabios, también deben entender que las distintas naciones tienen diferentes concepciones del mundo y, por tanto, esperamos que no tomen a mal que nuestras ideas sobre la educación no sean las mismas que las de ustedes. Hemos tenido alguna experiencia al respecto. Varios de nuestros jóvenes fueron educados en sus colegios. Fueron instruidos en sus ciencias, pero cuando volvieron con nosotros ignoraban todos los medios de vida en la naturaleza. Eran incapaces de soportar el frío o el hambre, no sabían cómo construir una casa, no sabían cómo cazar un ciervo o luchar contra un enemigo ni hablaban bien nuestro idioma. Agradecemos su amable ofrecimiento, pero no podemos aceptarlo. Ahora, para demostrar nuestro agradecimiento, si los caballeros de Virginia nos envían una docena de sus hijos, cuidaremos mucho de su educación, los instruiremos en todo lo que sabemos y los convertiremos en hombres”.
Jorge Majfud. diciembre 2024.
Del libro Historia anticapitalista de Estados Unidos (a publicarse en 2025)
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