¿Identidad o conciencia?

(audio: el diálogo es una interpretación independiente del aríticulo publciado aquí)

El Memorial de América Latina, fundación cultural de São Paulo dedicada a la valorización de la diversidad y la integración de los pueblos latinoamericanos, me invitó a contestar en un breve video la pregunta “¿Qué significa ser latino?” Pocas cosas más estimulantes que las preguntas y pocas preguntas más difíciles de contestar que las más simples.

Empezaré por la conclusión: hay que cambiar el concepto de identidad por el de conciencia. Ninguna de las dos palabras tiene ni tendrá una resolución epistemológica definitiva, pero sí un significado social e histórico (y, sobre todo, político) bastante claro.

Esta conciencia no es un realidad metafísica, abstracta y universal, sino específica, concreta y múltiple. Me refiero a la conciencia de situación, de pertenencia y de ser, como la conciencia de clase, la conciencia de género, la conciencia de ser colonia, la conciencia de ser un trabajador asalariado, la conciencia de ser latino, la conciencia de identificarse con una etiqueta impuesta desde el poder… 

Por décadas, la búsqueda y confirmación de una identidad fue la Lámpara de Aladino que abriría la liberación de cada colectivo social y de cada individuo en particular. Pero la identidad, como el patriotismo, son emociones colectivas y, por lo tanto, ideales para la manipulación de cualquier poder. Más cuando se trata de una dinámica de la fragmentación. Para sus enemigos y promotores, un proyecto de la distracción.

Los poderes dominantes manipulan las emociones mejor que las ideas. Cuando estas ideas se liberan del ruido de las pasiones y se reflejan en sus propios espejos, no en los espejos del poder que no tienen, comienzan a aproximarse a una conciencia concreta.

La más reciente obsesión por una identidad étnica (y, por extensión, de diferentes grupos marginados o subalternos al poder) fue precedida hace más de un siglo por la obsesión de la identidad nacional. En América latina fue el producto del romanticismo europeo. Sus intelectuales, crearon en el papel (desde las constituciones hasta el periodismo y la literatura) las naciones latinoamericanas. Como la diversidad de repúblicas aparecía caótica y arbitraria, con países creados de la nada a través de divisiones, no de uniones, fue necesaria una idea unificadora. Las religiones y los conceptos raciales no eran tan fuertes como para explicar por qué una región se independizaba de la otra, por lo que la cultura debió crear esos seres artificialmente uniformes. Incluso más tarde, cuando en 1898 el Imperio español terminó su larga decadencia con la pérdida de sus últimas colonias tropicales a manos de Estados Unidos, el país (o, mejor dicho, su intelectualidad) se hundió en la introspección. Los discursos y las publicaciones sobre la identidad de la nación, sobre qué era ser español distrajeron el dolor por la herida abierta. Algo similar a lo que ocurre con Europa hoy, pero sin intelectuales capaces de procesar y crear algo nuevo.

Más allá de la desesperada búsqueda o confirmación de una identidad (como un creyente asiste cada semana a su templo para confirmar algo que, se supone, no está en peligro de perderse), las identidades suelen ser la imposición de un poder externo y, en ocasiones, la reivindicación de quienes lo resisten. África no se llamaba a sí mismo África hasta que los romanos la bautizaron con ese nombre y pusieron en esa cajita a un universo de naciones, culturas, idiomas y filosofías diferentes. Lo mismo Asia: hoy, los chinos, los indios y los árabes separados por océanos, por desiertos y por las montañas más altas del mundo son definidos como asiáticos, mientras los rusos blancos del Este son europeos y los rusos menos caucásicos del centro son asiáticos, sin que los separe un gran accidente geográfico y, menos, una cultura radicalmente diferente. Para los hititas Assuwa era el Oeste de la actual Turquía, pero para los griegos era el diverso y desconocido universo humano al Este de Europa. Lo mismo América, como todo saben.

Por lo general, la identidad es un reflejo de la mirada ajena y ésta, cuando es determinante, procede de la mirada del poder. Más recientemente, el significado de hispano y latino en Estados Unidos (y, por extensión, en el resto del mundo) son inventos de Washington, no sólo como forma de clasificar burocráticamente esa diversa otredad, sino como reacción epidérmica de su propia cultura fundadora: clasificando colores humanos; dividiendo en nombre de la unidad; visibilizando ficciones para ocultar la realidad. Una tradición con una clara funcionalidad política, desde siglos antes.

La política de las identidades tuvo un relativo éxito por dos razones opuestas: expresó las frustraciones de quienes se sentían marginados y atacados―y que, de hecho, lo eran―y, por el otro, fue una antigua estrategia que, de forma consciente, practicaron los gobernadores y esclavistas blancos en las Trece Colonias: promover las divisiones y las fricciones de los grupos sociales sin poder a través del odio mutuo. 

Aunque una creación cultural, una creación de la ficción colectiva, la identidad es una realidad, como puede serlo el patriotismo o la afición fanática por una religión o un equipo de fútbol. Una realidad estratégicamente sobreestimada.

Por lo antes anotado, sería preferible volver a hablar de conciencias, como solíamos hacerlo algunas décadas atrás, antes de que nos colonizara la superficialidad. Conciencia de inmigrante, conciencia de perseguidos, conciencia de estereotipados, conciencia de racializados, conciencia de sexualizados, conciencia de colonizados, conciencia de clase, conciencia de esclavo, conciencia de ignorantes―aunque esta última parezca un oxímoron, de joven conocí gente humilde y sabia, quienes habían alcanzado esta conciencia y actuaban y hablaban con una prudencia que no se ve hoy entre aquellos que viven de fiesta en el pico de la gráfica de Dunning-Kruger.

La conciencia de una situación particular no es divisiva ni sectaria, de la misma forma que la diversidad no se opone a la igualdad, sino lo contrario. Es el oro y la pólvora de una sociedad en su camino a cualquier forma de liberación. La identidad, en cambio, es mucho más fácil de ser manipulada. Vale más trabajar por aclarar y elevar la conciencia colectiva e individual, que simplemente adoptar una identidad, como un sentimiento tribal, sectario, por encima de cualquier conciencia colectiva, humana. Claro que lograr una conciencia requiere un trabajo moral e intelectual, a veces complejo y contra eso que en psicología se llama “intolerancia a la ambigüedad”―en 1957, León Festinger lo llamó “disonancia cognitiva”.

Diferente, para adoptar una identidad, basta con descansarse en colores, en banderas, en tatuajes, en símbolos, en juramentos, y en tradiciones adaptadas para el consumidor, superfluas o inventadas por alguien más que terminará por beneficiarse de toda esa división y frustración ajena.

La identidad es una realidad simbólica, estratégicamente sobreestimada. Como el patriotismo, como un dogma religioso o ideológico, una vez fosilizada, es mucho más susceptible de la manipulación ajena. Entonces, se convierte en un saco de fuerza―conservador, ya que impide o limita la creatividad derivada de una conciencia crítica y libre.

Trabajar y alcanzar una conciencia de esa manipulación requiere un esfuerzo mayor. Requiere del control de los instintos más primitivos y destructivos como, por ejemplo, el ego desenfrenado o el odio de un esclavo por sus hermanos y la admiración por sus amos―la afiebrada moral del colonizado.

Jorge Majfud, octubre 2025.

¿Para quién escribimos?

Muchas veces, desde hace un par de años ya, tengo la fuerte impresión de que hemos dejado de escribir para lectores humanos que son una especie casi en extinción y escribimos para las Inteligencias Artificiales, las cuales le resumirán nuestros libros e investigaciones a nuestros estudiantes, demasiado perezosos e incapaces de leer un libro de unas cuatrocientas páginas y, mucho menos, entender un carajo de qué va cosa.

De hecho, ni siquiera es una impresión. La primera semana de este semestre de otoño, un estudiante me quiso rebatir una idea usando el resumen de un libro titulado “Flies in the Spiderweb: History of the Commercialization of Existence—and Its Means”.

Me caigo y no me levanto.

Jorge Majfud, set 2025

Teología del Dinero (2002)

Teología del Dinero (2002)[1]

Antes un vasallo estaba unido a su señor por un juramento. Una infracción a las reglas de juego podía significar un palo en la cabeza del campesino. Para el desdichado, lo simbólico no era el palo, sino el Rey o el Señor que emitía su deseo en forma de orden. El Señor significaba la protección y el castigo. Con todo, la injusta relación social todavía era de hombre a hombre: el campesino podía llegar a ver al Señor; e incluso, podía llegar a matarlo, con un palo igual de consistente que el anterior.

La relación que en nuestro tiempo nos une con el Dinero es del todo abstracta. En eso se parece nuestra sociedad a la del Medioevo: tememos a un ente simbólico e invisible, como hace mil años los hombres temían a Dios. Los valores de las bolsas cambian sin nuestra participación. Entre los valores y nosotros existe una teología del dinero llamada “economía” que, por lo general, se encarga de explicar racio-nalmente algo que no tiene más razón que poder simbólico.

Nuestras sociedades, como en todos los tiempos, están estructuradas según una relación de poder. Como en todos los tiempos, el poder está mal repartido, pero en el nuestro procede del Dinero. Gracias al dinero, todos somos accionistas del Poder que gobierna al mundo, aunque nuestras acciones representan una fracción infinitesimal. Conocemos las cifras que se acumulan en los principales depósitos del mundo: son varias veces superiores al esfuerzo conjunto de decenas de países del tercer mundo —y del mundo intermedio también. Esto, tan simple, quiere decir que el Derecho y la Libertad están especialmente acumulados en determinadas capitales financieras.

Veamos un poco esto de la libertad. En la secundaria se nos enseñaba que también un recluso era un ser libre. Esto es rigurosamente cierto, desde un punto de vista existencial, y un recurso canalla desde un punto de vista ideológico, sobre todo teniendo en cuanta que cuando se nos enseñaba este tipo de verdades, se encarcelaba a los hombres que eran libres. Hoy también vivimos en una forma de dictadura, aunque sutil y planetaria. Nuestros gobiernos no se cansan de repetir que este nuevo Orden es Inevitable. Cuestionarlo es sólo demorar su arribo triunfal. Y, que yo sepa, lo Inevitable no es producto de la libertad.

Existe una libertad inmanente a todo ser humano, cierto; somos libres desde el primer momento en que dudamos ante un cruce de caminos. Y existe otro tipo de libertad: una libertad social. Esa no es inmanente, sino eventual. En nuestro caso, la libertad social es doblemente limitada: primero, porque, de hecho, el hombre periférico no es libre; segundo, porque se le ha hecho creer que sí lo es. Decir que el hombre globalizado es socialmente libre, es como decir que es libre como un pájaro. Pero un pájaro posee una libertad de pájaro, es decir, una libertad “inhumana”, ya que no puede elegir la dirección ni el momento de su migración. En cambio, un hombre verdaderamente libre debería poder hacerlo.

Bien; la elección de las aves está determinada por el poder de la naturaleza. Pero en algún momento de la historia supusimos que el hombre se había independizado de este poder, gracias a la irreverencia de su espíritu. Y probablemente lo haya hecho en alguna medida. Entonces, ¿a qué poder ha sucumbido ahora, esta increíble creatura…?

Llamémoslo Dinero.

Veamos. El poder del dinero es siempre simbólico: procede del reconocimiento ajeno. Todo el poder concentrado en los bancos proviene de aquellos que son perjudicados por dicho poder; no por los que reciben el beneficio de poseerlo. Poseer es un acto de fe; no-poseer es una condición de fidelidad.

Existen, sin embargo, dos valores que no son meramente simbólicos: el valor de la violencia (pretendido en monopolio por todos los gobiernos) y el valor de la tecnología. En este nuevo siglo, el valor-poder de la tecnología someterá al primero y, a pesar de su posibilidad democrática, será rápidamente absorbido por el valor-poder del dinero. Sin embargo, el Dinero posee una debilidad que esconde en lo más profundo de su ser: el de ser un símbolo abstracto que necesita ser alimentado, constantemente, de significación. Es por esta misma razón que se apresura a dominar el valor-poder de la tecnología. Esta nueva arma será usada, en el siglo que comienza, para una despiadada lucha de intereses: la casta de los productivos contra la casta financiera, los Desplazados contra los Acomodados, los dueños de la Verdad contra quienes la sufren.

El dinero es amoral, eso lo sabemos. Como dijimos, es un poder simbólico, abstracto; vale por lo que no es y es todas las cosas al mismo tiempo. Creemos usarlo y someterlo a nuestra voluntad, pero es Él quien nos somete: casi no podemos prescindir suyo, a no ser por un peligroso acto de herejía. Cada vez podemos prescindir menos.

A las antiguas “necesidades básicas” hemos agregado un conjunto innumerable de “necesidades sociales”. Nacemos y nos desarrollamos en sociedades sofisticadas que nos exigen concentración. Como el ganado, estamos condenados a pastar todo el día, a rumiar y a digerir cuando descansamos. Un descuido significaría caerse del sistema. Una muerte social, la verdadera muerte del hombre postmoderno o posthumano.

En nuestro mundo rezagado la angustia es doble: el cumplimiento con las necesidades sociales (ahora básicas) ocupa casi toda nuestra libertad. Queremos ser libres, pero la libertad es cara. Entonces, miramos hacia donde el dinero no es escaso. Diferente a otros tiempos, ahora no podemos usurpar su lugar. No podemos invadirlos; por lo tanto, la solución es dejarnos invadir. Copiamos. Queremos parecernos a ellos: porque han triunfado en la guerra y en el comercio, porque son ricos y nosotros somos pobres. También es verdad: queremos dejar de ser pobres. Pero seguiremos siéndolo, mientras pensemos que la riqueza se alcanza absorbiendo los valores culturales y morales del vencedor. Porque no es lo mismo integrarse al mundo que dejarse ingerir. También nosotros pertenecemos al mundo, a la mayor parte del mundo, y, aunque sintamos vergüenza de nuestros taparrabos, debemos recordar que la pobreza no es una prueba de nuestros vicios morales. Esa es una idea religiosa del mundo protestante que heredó el Norte y nos vendieron en el Sur.

En toda la historia existieron grandes imperios, culturas predominantes; pero nunca los pueblos periféricos (o sometidos) se empecinaron en remedar al vencedor, despreciando con alarmante frivolidad su memoria propia. Por el contrario, en el pasado fueron los pueblos conquistados los que infiltraron su propia cultura en el corazón de los invasores. Ahora no tenemos tanta dignidad; los pueblos conquistados se maquillan para parecerse al conquistador, olvidando y despreciando la profundidad moral de civilizaciones económicamente empobrecidas, a cambio de espejos y pensamiento rápido. Y, sin embargo, el mundo rico necesita tanto del mundo pobre como éstos de aquellos. O más.

Nos informan que vivimos en un mundo “globalizado”, pero los únicos que aún no se han dado cuenta de su significado son ellos, los responsables de la globalización. Como práctica, la “globalización” es casi tan antigua como el cristianismo. Pero ahora vale por sí sola; es una nueva ideología, con la particularidad histórica de que fue precedida por su propia realización. Su interpretación también es particular y siempre contradictoria: integrar significa absorber, conocer significa ignorar, diversidad cultural significa uniformización, informar significa deformar, riqueza significa dinero, etcétera.

Las fronteras siguen siendo las mismas para los pobres, e incluso se han cerrado aún más que antes; sin embargo, han sido borradas de un plumazo para dejar pasar a Dinero, portador de nuevas promesas de riqueza en aquellos países pobres que, vaya a saber uno por qué, han visto aumentar su pobreza. Todo por lo cual se podría decir, sin temor a equivocarnos, que en nuestro mundo globalizado las fronteras han sido sustituidas por filtros.

La cultura y la educación ya no une; separa. Ambas, han sido sometidas al poder del dinero y le sirven a Él para ordenarlo en castas y acumularlo en depósitos invisibles. A las nuevas universidades ya no les importa la sabiduría, la búsqueda de la verdad, sino un único y monótono objetivo: la creación de entes competentes.

El norte representa todo lo que tiene de primitivo el hombre: la necesidad desbordada de poder, la acumulación y el consumo. Todos aquellos valores espirituales que surgieron después del mesolítico comienzan a ser dejados de lado. La reparación no está cerca (sólo los evangelistas ven las cosas eternamente próximas), porque también la histórica rebeldía de la juventud ha sido adoctrinada por la publicidad y por el éxito ajeno.

Estamos de acuerdo en que hay que cambiar. Pero, ¿en qué dirección? ¿En dirección Norte? Una cosa debe quedarnos claro: hay cambios que sólo puede generarlos una sociedad en su conjunto. Por lo tanto, no es válido ese precepto ideológico resumido en la máxima: “al que no le guste, es libre de cambiar de canal” Esta frase, tan querida por los profundos filósofos de la farándula, es contradictoria, ya no sólo con la tan mentada idea de la globalización sino, sobre todo, con la más primitiva idea de sociedad.

Yo, por lo menos, no estoy en contra del Norte ni de una globalización. Por el contrario, la apoyaría con entusiasmo. Eso sí, siempre y cuando Globalización signifique “diálogo” entre culturas, entre pueblos y entre individuos; un verdadero intercambio de símbolos y de bienes materiales, y no la simple imposición de lenguas, ideologías sociales y económicas, no la imposición de costumbres monoculturales que han llevado a la supresión de decenas de idiomas con sus conocimientos propios del cielo y de la tierra, al tiempo que una expoliación de recursos naturales que no sólo atenta contra las comunidades económicamente más débiles, sino contra el planeta entero.

Pero no seamos ingenuos. No olvidemos que Dinero no acepta ningún otro tipo de asociaciones que no sean asociaciones de capitales. Cualquier otra alianza, social o espiritual, será condenada por el Éxito. Recuerden: menos la risa y el sufrimiento todo es una Ilusión Universal: Éxito y Dinero no existen sin el valor que es concedido por aquellos que son perjudicados por el Éxito y por el Dinero.

jorge majfud, noviuembre 2002.


[1] Publicado en la revista Bitácora del diario La República de Montevideo el 6 de noviembre de 2002.

No por casualidad

Creo que comparto con muchos la angustia y la sensación de estar a la merced de psicópatas dirigiendo un manicomio global y sin otra salida que las armas más poderosas que ha inventado la especie humana. Una vez más en la historia, la legalidad internacional se vuelve a mostrar como una formalidad que, como las leyes civiles, están escritas por los de arriba para que las cumplan los de abajo.

La ONU la fundaron básicamente los países latinoamericanos y fue con el propósito de que las atrocidades internacionales no se repitiesen “nunca más”. Hoy apenas tiene un valor simbólico, o casi. No hay organismo internacional ni corte de pena internacional que evite las atrocidades cometidas por los ponderosas del mundo, para quienes no hay leyes que los detenga.

Si fuese por la mayoría del mundo, no creo que hubiese una sola guerra en curso a esta altura. No creo ser ingenuo. Aun aceptando que los humanos somos seres entre el bien y el mal, la particularidad natural consiste en que los poderosos hoy son una evidencia del puro mal destilado por su maniático egoísmo individual y de clase. Si en cada país se eligiesen presidentes al azar en una lotería nacional entre todos los ciudadanos, y aun teniendo la mala suerte de que cada tanto gane un psicópata o un ignorante total, creo que sería imposible alcanzar estos niveles de insensatez, miedo, pobreza, violencia, destrucción y muerte a escalas industriales cuando en realidad la humanidad tiene todos los medios materiales para vivir en paz y sin un solo niño sufriendo de hambre, violencia o de alguna enfermedad prevenible.

En 1997, en Pemba, Mozambique, escribí un libro de ensayos que publiqué un años después en Montevideo con el título «Crítica de la pasión pura. Reflexiones sobre los habitantes de Gea». Uno de los párrafos reflexionaba:

326, NATURALEZA. No es por casualidad que la mayoría de los jugadores de basquetbol sean hombres altos, ni que la mayoría de los travestís sean homosexuales. Tampoco es casualidad de que la mayor parte de aquellos que ostentan el poder sea gente ambiciosa. Es decir, no es casualidad que el mundo esté gobernado por gente que no debería gobernarlo.

jorge majfud, junio 2025

Entrevista capotiana

Por Toni Montesinos, 6 de abril de 2017.

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Jorge Majfud.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?

En realidad, ese lugar existe: es la infancia. Ahora, si tuviese que ser un lugar físico, particular, creo que sería aquel enorme árbol en la granja de mis abuelos donde podía ver a mis seres queridos que ya no están y, de alguna forma, a los que no estaban aún.

¿Prefiere los animales a la gente?

A veces. No depende de qué animales sino de qué gente.

¿Es usted cruel?

Más o menos, como todos. Con frecuencia, la verdad es una forma de crueldad y uno debe decidir si vale la pena. Otras veces, uno es cruel solo por ignorancia o por pasiones mezquinas, como pueden serlo el fastidio o la frustración.

¿Tiene muchos amigos?

Tengo unos pocos amigos seguros y muchos amigos tal vez.

¿Qué cualidades busca en sus amigos?

No busco nada en particular. Cada uno es diferente y la amistad, como el amor, es algo que se da sin ninguna lógica.

¿Suelen decepcionarle sus amigos?

Sí, como cualquier otro tipo de seres humanos. Pero me preocupa mucho más decepcionarlos a ellos.

¿Es usted una persona sincera?

No creo que nadie pueda contestar a esa pregunta sinceramente. Más que sincero intento ser honesto.

¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?

Leyendo un libro que no me mate el tiempo. Conversando con alguien que no me mate con el tiempo.

¿Qué le da más miedo?

El sufrimiento de mis seres queridos.

¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?

A mi edad ya casi nada me escandaliza. Me repugna la hipocresía, el escándalo ante un beso y la tolerancia a la violencia, a la muerte de un solo niño bajo bombas inteligentes, a la opresión de pueblos enteros, a las Mentiras de Destrucción Masiva.

Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?

Si no fuera escritor caminar o lavar los platos sería mucho menos interesante. No sé, he hecho muchas cosas diferentes en mi vida. Tal vez hubiese sido físico. Siempre me atrajo la Teoría de la Relatividad.

¿Practica algún tipo de ejercicio físico?

Si caminar por la playa es un ejercicio…

¿Sabe cocinar?

No, pero lo intento casi todos los días.

Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?

No sabría sobre quién escribir. Todos somos olvidables.

¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?

“Perdón”.

¿Y la más peligrosa?

“Patriotismo.”

¿Alguna vez ha querido matar a alguien?

Nunca, ni de niño, a pesar de haber visto tanta gente morir y matarse.

¿Cuáles son sus tendencias políticas?

Siempre resistí todas las tentaciones, que no fueron pocas, de asociarme a un partido político. Los partidos parten, dividen de formas muy arbitrarias. Son un mal necesario, como la simplificación monolineal de izquierda y derecha. Ahora, entre todas las simplificaciones yo prefiero la menos usada de arriba y abajo y tomar partido por los de abajo.

Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?

Alguien que pudiese abolir el dolor y la muerte.

¿Cuáles son sus vicios principales?

Leer, beber dos cervezas, viajar al pasado, imaginar lo que vendrá, la sonrisa sin tiempo de la gente… No sé, tantas cosas. En fin, la vida.

¿Y sus virtudes?

Ojalá tenga alguna, aunque quién sabe si esto tiene alguna importancia.

Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?

El agua, supongo.

Jorge Majfud es escritor uruguayo. Toni Montesinos es poeta, escritor y crítico literario de Barcelona.

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A cultura superior: a do líder ou a do capanga?

A cultura superior: a do líder ou a do capanga?

Por Jorge Majfud.

O bilionário CEO da Palantir, Alex Karp, espetou um clássico do século XIX: «Não acho que todas as culturas sejam iguais… O que estou dizendo é que esta nação [os Estados Unidos] é incrivelmente especial e não devemos vê-la como igual, mas como superior.»

Por Jorge Majfud.

Em 4 de março de 2025, em um discurso na Universidade de Austin, o bilionário CEO da Palantir, Alex Karp, espetou um clássico do século XIX: “Não acho que todas as culturas sejam iguais… O que estou dizendo é que esta nação [os Estados Unidos] é incrivelmente especial e não devemos vê-la como igual, mas como superior.” Como detalhamos no livro Plutocracia: tiranossauros do Antropoceno (2024) e em vários programas de televisão (2, etc.), Karp é membro da seita do Vale do Silício que, com o apoio da CIA e da corpoligarquia de Wall Street, promove a substituição da democracia liberal ineficiente por uma monarquia corporativa.

Agora, nossa nação, nossa cultura, é superior em quê? Em eficiência para invadir, escravizar, oprimir outros povos? Superior em fanatismo e arrogância? Superior na psicopatologia histórica das tribos que acreditam que são escolhidas por seus próprios deuses (que coincidência) e, longe de ser uma responsabilidade em solidariedade com “os povos inferiores”, torna-se automaticamente uma licença para matar, roubar e exterminar o resto? A história da colonização anglo-saxônica da Ásia, África e Américas não é a história da expropriação de terras, bens e exploração obsessiva de seres humanos (índios, africanos, mestiços, brancos pobres) que eram vistos como instrumentos de capitalização e não como seres humanos? De que estamos falando quando falamos de “cultura superior” como essa, com aquelas afirmações indiscriminadas e com um conteúdo religioso místico oculto, mas forte, como foi o Destino Manifesto?

Não apenas respondemos a isso nos jornais há um quarto de século, mas naquela época alertamos sobre o fascismo que iria matar aquele orgulhoso Ocidente que agora reclama que seus inimigos estão cometendo suicídio, como Elon Musk disse dias antes. Um desses extensos ensaios, escrito em 2002 e publicado pelo jornal La República do Uruguai em janeiro de 2003 e pela Monthly Review de Nova York em 2006, foi intitulado “O lento suicídio do Ocidente”.

Essa ideologia do egoísmo e do indivíduo alienado como ideais superiores, promovida desde Adam Smith no século XVIII e radicalizada por escritores como Ayn Rand e presidentes de potências mundiais como Donald Trump e fantoches neocoloniais como Javier Milei, revelou-se pelo que é: supremacia pura e dura, patologia canibal pura e dura. Tanto o racismo quanto o patriotismo imperialista são expressões da egomania tribal, ocultas em seus opostos: o amor e a necessidade de sobrevivência da espécie.

Para dar um verniz de justificativa intelectual, os ideólogos da direita fascista do século 21 recorrem a metáforas zoológicas como a do Macho Alfa. Esta imagem é baseada na matilha de lobos das estepes, onde uma pequena alcateia segue um macho que os salvará do frio e da fome. Uma imagem épica que seduz milionários que nunca sofreram de fome ou frio. Para os demais que não são milionários, mas representados como ameaçados por aqueles que estão na base (ver “O paradoxo das classes sociais“), o Macho Alfa é a tradução ideológica de uma catarse do historicamente privilegiado que vê que seus direitos especiais perdem o adjetivo especial e se tornam apenas direitos, um substantivo nu. Ou seja, reagem furiosamente à possível perda de direitos especiais de gênero, classe, raça, cidadania, cultura, hegemonia. Todos os direitos especiais justificados como no século XIX: “temos o direito de escravizar os negros e saquear nossas colônias porque somos uma raça superior, uma cultura superior e, por isso mesmo, Deus nos ama e odeia nossos inimigos, a quem devemos exterminar antes que eles tenham a mesma ideia, mas sem nossos bons argumentos.”

Ironicamente, a ideia de ser “escolhido por Deus” ou pela natureza não impele os fanáticos a cuidar de “humanos inferiores”, como cuidam de seus animais de estimação, mas muito pelo contrário: o destino dos inferiores e fracos deve ser escravidão, obediência ou extermínio. Se eles se defendem, são terroristas.

A versão mais recente desses supremacismos que cometem genocídio na Palestina ou no Congo com orgulho e convicção fanática e demonizam as mulheres nos Estados Unidos que exigem direitos iguais, mais recentemente encontrou sua metáfora  explicativa  na imagem do Macho Alfa do Lobo da Estepe. No entanto, se prestarmos atenção ao comportamento desses animais e de outras espécies, veremos uma realidade muito mais complexa e contraditória.

O professor da Universidade Emory, Frans de Waal, por décadas um dos mais renomados especialistas no estudo de chimpanzés, assumiu a responsabilidade de demolir essa fantasia. A ideia do macho alfa vem dos estudos dos lobos na década de 40, mas, não sem ironia, o próprio de Waal lamentou que um político americano (o ultraconservador e presidente da Câmara dos Representantes, Newt Gingrich) popularizou seu livro Chimpanzee Politics (1982) e o conceito de macho alfa, pelos motivos errados.

Os machos alfa não são valentões, mas líderes conciliadores. “Os machos alfa entre os chimpanzés são populares se mantiverem a paz e trouxerem harmonia ao grupo.” Quando um verdadeiro líder adoece (o caso mencionado pelo chimpanzé Amós), ele não é sacrificado, mas o grupo assume seus cuidados.

De acordo com de Wall, “devemos distinguir entre domínio e liderança. Existem machos que podem ser a força dominante, mas esses machos terminam mal no sentido de que são expulsos ou mortos… Depois, há os homens que têm qualidades de liderança, que separam brigas, defendem os oprimidos, confortam os que sofrem. Se ele tem esse tipo de macho alfa, então o grupo se junta a ele e permite que ele permaneça no poder por um longo tempo.” Esse tempo é geralmente de quatro anos, embora haja registros de machos alfa que foram líderes por 12 anos, que costumavam distribuir alimentos e manter uma aliança política com outros líderes mais jovens. De acordo com de Waal, o líder macho alfa será julgado por sua capacidade de resolver conflitos e estabelecer uma ordem pacífica para sua sociedade.

Em um conflito, os líderes alfa “não tomam partido de seu melhor amigo; eles evitam ou resolvem brigas e, em geral, defendem os mais azarões. Isso os torna extremamente populares no grupo porque fornecem segurança para membros de baixo escalão.”

O macho alfa é o líder porque tem o apoio da maioria das fêmeas e de alguns machos, mas outros machos jovens sempre usarão a mesma estratégia para destroná-lo e se impor como dominantes: primeiro eles começam com provocações indiretas e distantes para testar a reação do líder. Se não houver reação, o jovem mais forte tentará conquistar outros jovens do sexo masculino para aumentar suas provocações que estão ganhando terreno e se tornando mais violentas. Então ele conquista aliados, com alguns favores. Embora o candidato alfa não se importe com bebês, mas com poder, ele tenta ser afetuoso com os filhos de diferentes mulheres, exatamente como os políticos fazem na campanha eleitoral.

Março de 2025

Jorge Majfud é escritor e professor de Literatura Latino-americana na Universidade de Jacksonville, Flórida.

https://editorialcuatrolunas.com/libros/narrativa/el-mismo-fuego/

El mismo fuego (libro)

Nueva reedición de la novela El mismo fuego, publciada por Cuatro Lunas de Madrid. Estaremos a finales del próximo mes presentando esa en Madrid y otro libro en Valencia, publicado por la editorial PUV de la Universidad de Valencia.

https://editorialcuatrolunas.com/libros/narrativa/el-mismo-fuego/?add-to-cart=3377

Déficit de empatía, sobreproducción de psicópatas (micro)

Déficit de empatía, sobreproducción de psicópatas

«Ahora se jodieron con Trump» me dijo alguien a quien no voy a dar el gusto de nombrar ni responder, alguien de un país latinoamericano, como típico efecto de revancha a sus propias frustraciones. «Te van a sacar los libros de las estanterías».

Hace tiempo que no respondo a estas catarsis, pero tal vez no sea imprudente compartir una reflexión con los amigos, que asumo gente razonable: A mí me duele lo que está pasando con millones de padres, madres y niños en este país. Siempre pobres, claro. Elon Musk es un inmigrante ilegal, como lo reconoció su hermano y la misma logica de las visas J lo sugieren…

Que los psicópatas insensibles y caza pobres sean cristianos orgullosos de su fe, como si fuesen cruzados salvajes, aparte de una paradoja contra los orígenes de esa religión es parte de una larga tradición. En cuanto a mis libros no, todo lo contrario. La frontera salvaje y Moscas en la Telaraña, entre otros, se han vendido más desde que ganó Trump y más aún cada vez que estos payasos genocidas dicen alguna estupidez sobre América Latina.

Tampoco es que viva de mis libros, pero en lo personal debería estar festejando todo este surrealismo. Pues no, creo que algo llamado empatía me impide ser feliz. Más bien todo lo contrario. Si a veces no duermo no es por los cipayos frustrados en algún rincón del mundo, sino por toda esa gente que aparte de sufrir la persecución por años ahora también es tratada como criminales por los criminales en el poder. Aparte de denunciar esto como profesor directametne en mis clases (tengo 200 estudiantes por año, anotados por voluntad propia, y tal vez por eso aún sigo aquí) y como escritor cada vez que puedo. También he ayudado en casos de desesperación, pero es como una aspirina para una dolencia terminal. Dolor físico, dolor moral.

Cierto, no puedo ser feliz, pero no por mis libros irrelevantes, sino por algo que creo se llama empatía, justo eso que los psicópatas fascistas, por definición y naturaleza, carecen completamente. PD. Por si les molesta, ahí va La frontera de nuevo: https://amazon.com/frontera-salvaje-fanatismo-anglosaj%C3%B3n-Am%C3%A9rica/dp/1737171031/ref=

jorge majfud, febrero 2025

https://prensared.org.ar/contra-la-deshumanizacion-de-los-inmigrantes-pobres/

Intifada global

Intifada global

La intifada global es inevitable. ¿Será en diez, en veinte años? ¿Cuándo exactamente?

Nadie lo sabe. Lo único que podemos afirmar con seguridad (y los ultra millonarios y poderosos en la cúspide de la pirámide global lo saben) es que es inevitable.

jorge majfud, febrero 2025.

«Bosquejo de una teoría del poder: P = d.t»

«Las Seis Re del Apocalipsis» https://www.pagina12.com.ar/801908-las-seis-re-del-apocalipsis

Las Seis Re del Apocalipsis

Las Seis Re del Apocalipsis

En julio de 2023, en la histórica radio uruguaya CX36 Centenario, el periodista Carlos Amir González me preguntó qué futuro le veía al capitalismo. Recordé algo del escritor marxista Daniel Banina Crocco que, un año antes allí mismo, me había regalado un aforismo muy interesante: “El capitalismo tiene los siglos contados”.

El mismo Daniel preguntó:

“El capitalismo ¿es viable a mediano plazo?”

Mi respuesta, entonces, fue una amable provocación a su afirmación anterior, algo sobre lo que venía escribiendo desde hacía años, casi como un proceso de descubrimiento de la pólvora y que, en un libro publicado en 2018 se tituló Neomedievalismo y Post-Ilustración (Neomedievalism. Reflections on the Post-Enlightenment Era). El término “neomedievalismo” lo usó el gran Umberto Eco décadas antes, en 1983, para referirse a las fantasías populares y del Postmodernismo literario. Más tarde, brillantes economistas como el francés Cédric Durand (2020) y el griego Yanis Varoufakis (2021) llamaron tecnofeudalismo.

Fue una de nuestras viejas preocupaciones por años. “El capitalismo ha derivado a un neofeudalismo donde los príncipes (los clanes megamillonarios) tienen más poder que los gobiernos nacionales” (Huffington Post, enero 2016). “En Europa, el dinero y el capitalismo significaron un progreso social ante el estático orden feudal de la Edad Media. Pero pronto se convirtieron en el motor de genocidios coloniales y luego en una nueva forma de feudalismo, como la del siglo XXI, con una aristocracia financiera (un puñado de familias acumulan la mayor parte de la riqueza en países ricos y pobres), con duques y condes políticos y con villanos y vasallos desmovilizados” (Página12, agosto 2017).

“No”, respondí. “El capitalismo ha muerto”.  

“Ni yo me he atrevido a tanto”, dijo Carlos.

Claro, expresiones como estas son deliberadamente radicales y provocadoras. Funcionan como despertadores. En realidad, como cualquiera sabe, los procesos históricos nunca ocurren de un día para el otro. Mucho menos los cambios civilizatorios.

Podríamos precisar: El capitalismo no ha muerto; se ha retirado a un hogar de ancianos. Ese proceso no tiene vuelta atrás. Más cuando se trata de un sistema que no tiene solución para los problemas existenciales que él mismo creó. Es un sistema que sobrevive de repeticiones, de dogmas vacíos y de predicadores apasionados. Un sistema que aún mantiene el poder político, financiero y militar y que, desesperadamente, lucha por conservar.

El primer poder que está perdiendo, de forma acelerada, es el cuarto, el poder mediático, que es el predicador de narrativas ideológicas y creador de los mitos sociales que lo sostienen. De ahí la creciente contradicción que generará aún más tensión entre los pueblos y los poderes que los dominan, desde la escala intra-nacional hasta la escala inter-nacional, sin diferencias en la lógica que relaciona a los amos con sus esclavos asalariados.

Cada año que pasa es un grado más que se agrega a la escalada hacia una explosión en el mundo. ¿Será en los años 30s? ¿En los 40s? ¿Mucho antes? Imposible saberlo, pero cada día se hace más y más inevitable el derrumbe de la masiva torre de huesos que prometió alcanzar el cielo para la felicidad de 33 señores allá en lo más alto.

Los poderosos nobles de nobles acciones y de crímenes nobles, confiados en la protección de sus inexpugnables fortalezas, caerán como lo que son: pequeños humanos con grandes patologías personales que alimentan las patologías sociales que llaman éxito propio y prosperidad ajena. Todo, por el momento, sostenido primero por la conformidad alegre de sus súbditos y vasallos; luego, con la rabia y orgullo fascista de los esclavos que añoran “los viejos buenos tiempos”; y, finalmente, con la explosión popular de la masas cuando su sufrimiento sea mayor a su fe en la narrativa esclavista.

La historia siempre se ha escrito con seis R: Resistencia, Reforma, Reacción, Revuelta, Rebelión y Revolución. Sólo la segunda puede realizarse sin violencia. Cuando una reforma produce violencia (física, psicológica, económica, social) es porque no es una reforma, sino una reacción. Una reacción (generalmente política y cultural, como en los últimos tiempos lo han sido el neoliberalismo y el fascismo con su clásica fijación de volver, de restaurar un pasado inexistente) es siempre violenta porque aborta la necesidad de las R siguientes.

En el mejor de los casos, una reforma puede humanizar hasta el sistema más perverso, pero nunca es capaz de resolver los males de un sistema: los mitiga y, al mitigarlos, los perpetua. Para un padre o para una madre responsables de una familia, esta R2 es la más sensata y conveniente a corto plazo. Entonces ¿por qué las reformas populares rara vez se desarrollan en todo su potencial, evitando así la aparición de las restantes Rs? Simplemente, porque el poder que debe ceder privilegios nunca lo hará si no es bajo resistencia.

La inacción no es un mal pasivo sino activo. No se trata de un mal que la pereza humana perpetúa, como quien posterga el arreglo de una gotera en el techo de su casa. Es un mal inoculado por el poder. Es un mal de creciente potencial explosivo; un capacitor de odio, de vanidad, de frustración y, sobre todo, de una infinita avaricia por más poder, eso que los exitosos nobles no paran de acumular, cada vez más a la luz del día, ya sin esperar la noche, como un adicto que sabe que la droga lo va a matar, pero no puede dejar de incrementar la dosis que acelera su final.

La inacción es una dolencia histórica que no alcanza a percibirse como tal sino todo lo contrario. Es un fantasma que camina apurado hacia el abismo. Como el flautista de Hamelín, pero enfermo de rabia y orgullo, es seguido por un numeroso ejército de necios―que no quiero llamar ratas.

La torre de huesos es insostenible. No importa hacia qué lado miren los de abajo. Lo más probable es que alguna de las R avanzadas (¿la 4, la 6?) se inicie en Estados Unidos, ya que nada hay más removedor que la pérdida de privilegios y de esperanzas. Nada mueve más que la necesidad y el descubrimiento de que alguien ha vivido engañado por el poder, intoxicado por el confort y paralizados por el miedo.

Probablemente sea un síntoma de vejez, pero lo cierto es que cada vez tengo más memorias que proyectos, más nostalgias que esperanzas. También es probable que la historia no sea tan creativa, como no lo somos nosotros, quienes empezamos a observar las mismas novedades repetirse una y otra vez. Así que voy a cerrar con otras palabras que recuerdo de mi juventud (cuando las leo también recuerdo dónde estaba y por qué las escribía con tanta pasión inútil): “Nadie hubiese previsto jamás una alternativa al feudalismo medieval o al sistema de esclavitud. O casi nadie. La historia de los últimos milenios demuestra que los utópicos solían preverlo con exagerada precisión. Pero como hoy, los utópicos siempre han tenido mala fama. Porque es la burla y el desprestigio la forma que cada sistema dominante ha tenido siempre para evitar la proliferación de gente con demasiada imaginación” (Rebelión, febrero 2009).

Esa era una de las últimas R.

Jorge Majfud, enero 2025.

    Repite hasta lograr un resultado diferente (micro)

    Es similar al experimento del estimulo infrecuente realizado con ratones (lo analizamos en Moscas en la telaraña: Historia de la comercialización de la existencia―y sus medios), pero a un nivel más especulativo podríamos relacionarlo con la psicología del votante; repetir una acción esperando un resultado diferente.


    jorge majfud, enero 2025


    Una teoría política de los campos semánticos (PDF)

    (A 20 años de su publicación, este estudio se encuentra libre de derechos por parte de la Universidad de Gerogia. En esta página se puede descargar gratis.)

    Este estudio sobre la lucha por los campos semánticos en la narrativa social fue publicado originalmente como tesis por la Universidad de Georgia en el año 2005. Desde entonces, los acontecimientos políticos y sociales y las nuevas tecnologías, como las redes sociales, han ido confirmando la relevancia política e histórica de la lucha semántica (aún sobre el siempre presente peso de los sistemas de producción y consumo) expuesta en este libro. En esta nueva edición no se han introducido cambios relevantes al estudio general. Con sus aciertos y errores, el autor ha decidido entregar esta nueva edición de Una teoría política de los campos semánticos tal como fue presentada en 2005, sin revisiones y con la intención de mantener el contexto histórico inmediato.


    Una madre y su hijo en una manifestación en Arkansas (1959) contra la integración racial: “Gobernador Faubus, salve nuestra América cristiana”; “La integración racial es comunismo”. (Everett Collection Historical / Alamy Stock Photo)

    This work explores the complex relationships between semantic fields, identity, power, and historical narratives, focusing on Latin America. Majfud contrasts differing interpretations and models for understanding the sociopolitical and cultural dynamics of the region, particularly through a critique of Eduardo Galeano’s Las venas abiertas de América Latina and Carlos Alberto Montaner’s Las raíces torcidas de América Latina. The work incorporates poststructuralist, dialectical, and political theory perspectives.


    Descargar el libro en formato PDF

    Summary of Una teoría política de los campos semánticos by Jorge Majfud (2005)

    Introduction to Semantic Fields and Political Struggles
    Una teoría política de los campos semánticos develops a theoretical framework to explore the construction, struggle, and administration of meanings within sociopolitical contexts. Central to this work is the idea that history, power, and identity are shaped through competing narratives and semantic interpretations. Majfud describes these “semantic fields” as arenas where concepts like freedom, justice, and progress are contested, revealing the ideological and historical forces behind their formation.

    The book focuses on the narratives of Latin America’s identity and history, contrasting Eduardo Galeano’s Las venas abiertas de América Latina (1971), a Marxist critique of imperialism and exploitation, with Carlos Alberto Montaner’s Las raíces torcidas de América Latina (2001), which attributes Latin America’s struggles to internal cultural and ideological failures. Majfud uses these two works to illustrate the dual perspectives of external oppression versus internal flaws in understanding Latin America’s sociopolitical evolution.


    Deconstruction of Binary Oppositions

    Majfud uses poststructuralist tools, especially Jacques Derrida’s deconstruction theory, to interrogate how binary oppositions like oppressor/oppressed or development/underdevelopment dominate ideological discourse. He argues that these binaries are not «natural» but constructed by dominant metaphors and ideologies. This critical method enables Majfud to expose the underlying power structures embedded in historical narratives. For example, the binaries in Galeano’s and Montaner’s works reflect broader tensions between materialist and culturalist interpretations of history.

    Majfud critiques both perspectives for privileging one term in these binaries while marginalizing the other. Galeano views external imperialist exploitation as the primary driver of Latin America’s struggles, whereas Montaner sees internal cultural «deficiencies» as central. Majfud highlights the limitations of these unilateral views, advocating for a synthesis that recognizes both external and internal factors in historical processes.


    The Clash of Historical Narratives

    A significant focus of the book is the analysis of how historical narratives shape perceptions of justice, freedom, and identity. Galeano’s Las venas abiertas constructs Latin America as a subject of external exploitation, with its resources drained by colonial powers and later by modern imperialism. This materialist perspective posits that economic structures determine cultural and political realities, aligning with Marxist history theories.

    In contrast, Montaner’s Las raíces torcidas emphasizes cultural and educational shortcomings, arguing that Latin America’s failures stem from inherited ideological and intellectual frameworks that stifle innovation and progress. Montaner’s approach can be seen as a «culturalist» critique that shifts responsibility inward, portraying Latin America’s underdevelopment as self-inflicted.


    Semantic Fields and Identity Formation

    Majfud explores the concept of “semantic fields” to analyze how terms like «America,» «Latin America,» and «identity» are socially constructed and contested. He delves into the etymology and historical development of these terms, showing how they reflect layers of ideological and geopolitical conflict. For instance, the term «Latin America» emerged as a French invention to assert cultural connections with the region, but it later became a symbol of resistance and unity against imperialism.

    Majfud critiques the homogenization of Latin American identity, arguing that it reduces the region’s diverse cultures and histories into a single, oversimplified narrative. This homogenization serves political purposes, but it also perpetuates misunderstandings and exclusions. For example, indigenous and Afro-descendant populations are often marginalized in mainstream narratives of Latin American identity.

    The author highlights the tension between imposed identities (e.g., colonial definitions of “Latin America”) and self-defined identities, showing how the struggle over semantic fields shapes collective consciousness. The process of naming and defining becomes an act of power, where dominant groups impose their meanings while marginalized groups resist and reinterpret them.


    Materialist and Culturalist Models of Interpretation

    Majfud contrasts two primary models of interpretation in his analysis: the materialist model, which sees economic structures as the foundation of historical processes, and the culturalist model, which attributes historical outcomes to ideological and cultural factors. Galeano represents the materialist perspective, while Montaner exemplifies the culturalist view.

    1. Materialist Model: Galeano argues that the exploitation of Latin America’s natural resources by colonial and neocolonial powers has perpetuated its underdevelopment. Economic dependency and unequal trade relationships have locked the region into a subordinate position in the global capitalist system.
    2. Culturalist Model: Montaner claims that Latin America’s problems stem from internal factors such as authoritarianism, collectivist ideologies, and resistance to modernization. He attributes these traits to cultural legacies, particularly those inherited from colonial and medieval European institutions.

    Majfud critiques the rigidity of both models, arguing that they fail to account for the interplay between material and cultural factors. He advocates for a dialectical approach that recognizes the mutual influence of economic and ideological forces in shaping historical realities.


    The Role of Metaphors and Symbols

    A recurring theme in the book is the power of metaphors and symbols in constructing reality. Majfud argues that metaphors are not merely rhetorical devices but fundamental tools for shaping thought and perception. For instance, the metaphor of «open veins» in Galeano’s work evokes a sense of victimization and exploitation, while Montaner’s metaphor of «twisted roots» suggests internal dysfunction and decay.

    Majfud emphasizes that these metaphors are not neutral; they carry ideological baggage and influence how readers interpret history. By unpacking the metaphors in both works, Majfud reveals the underlying assumptions and biases that shape their arguments. He calls for greater awareness of the symbolic dimensions of language, urging readers to critically examine the metaphors they encounter.


    Justice, Freedom, and Ethical Evolution

    The book also explores the evolving meanings of justice and freedom in historical and ethical contexts. Majfud critiques simplistic notions of justice as either a natural law or a product of economic systems, arguing that justice is a dynamic concept shaped by cultural, ethical, and political struggles.

    He draws on examples such as the abolition of slavery and the feminist movement to illustrate how ethical values evolve in response to changing social and economic conditions. Majfud rejects reductionist explanations that attribute these changes solely to material or ideological causes, also emphasizing the symbiotic relationship between ethical consciousness and economic structures.


    Toward a Synthesis: A Dialectical Approach

    Majfud concludes by advocating for a dialectical approach that transcends the limitations of materialist and culturalist models. He argues that historical analysis must consider the dynamic interplay between external and internal factors, economic and ideological forces, and individual and collective agency. This approach recognizes the complexity of historical processes and avoids the pitfalls of reductionism.

    In the context of Latin America, Majfud calls for a reevaluation of the region’s history and identity, one that acknowledges its diversity and contradictions. He urges readers to move beyond binary oppositions and embrace a more nuanced understanding of the factors shaping Latin America’s past and present.


    Conclusion

    Una teoría política de los campos semánticos is a profound exploration of the power of language, ideology, and history in shaping collective consciousness. Through his analysis of Galeano and Montaner, Majfud reveals the ideological struggles underlying competing narratives of Latin America’s identity and history. His call for a dialectical synthesis challenges readers to critically examine their assumptions and engage with the complexities of historical processes.

    The book’s insights extend beyond Latin America, offering valuable tools for analyzing the dynamics of power and meaning in any sociopolitical context. Majfud’s work is a testament to the transformative potential of critical thought and the enduring struggle for justice and freedom in the semantic fields of history.

    Con el de arriba nervioso

    Cuando en diciembre de 2024 se informó del asesinato del CEO de UnitedHealthcare en una calle de Nueva York, camino a una convención de inversores, los medios comentaron sin cesar sobre el brutal crimen de una persona importante. Poco después, ocurrió un fenómeno que puso nervioso a los millonarios CEOs como Brian Thompson y desconcertó al resto. El asesino se convirtió en una especie de Zorro justiciero. Cuando se supo que la bala que lo había matado tenía la inscripción Delay, Deny, Defend (Retrasar, Negar, Defender) ya no quedaron dudas. El asesino había actuado por venganza contra la práctica más conocida y odiada de las mafias de los lobbies de la salud que se presentan como “industria de seguros de salud”, un oxímoron triple.

    Solo UnitedHealth Group está valuado en 500 billones de dólares, más que toda la economía de Colombia. Su récord en salud es cuestionable. Ya en 2009, un estudio de la Universidad de Harvard había concluido que “45.000 personas mueren cada año a causa de la industria de seguros médicos privados”. Eso pasa cuando una necesidad básica deja de ser un derecho para convertirse en un negocio, una mercancía que empobrece a todo un pueblo al tiempo que enriquece a menos del uno por ciento.

    La imprevista reacción popular, que tiene un antecedente en otro período de obscenas diferencias sociales (la Edad de Oro antes de la Gran Recesión de finales del siglo XIX) puso nerviosos a muchos. La justicia reaccionó de la misma forma que entonces: acusó a Luigi Mangione no de asesinato, sino de terrorismo. Todas los períodos de orgías de millonarios fueron acompañadas con este tipo de violencia y terminaron en quiebres sociales.

    Ninguna de las orgías anteriores compite con la actual. A pesar de que Elon Musk no fue elegido nunca por nadie, su fortuna no sólo ha comprado medios de manipulación masiva, como Twitter, sino presidentes como Trump, a quien le donó 250 millones de dólares para su campaña electoral. Trump le retribuyó con un cargo gubernamental de poder político y social extremo, aparte del que ya tenía con su compañía de satélites, apoyada por la CIA. Desde las alturas de ese poder (y desde sus noches bajo los efectos de las drogas) Musk, el hijo del apartheid de Sud África, el inmigrante más peligroso de Estados Unidos, ahora nombrado como Jefe del Department of Government Efficiency en el próximo gobierno, ha mencionado dos medidas para solucionar los problemas del país: deportar a los inmigrantes pobres (no blancos) y recortar los seguros sociales para la clase trabajadora.

    Un paso más hacia el Gran Quiebre. Las crisis económicas son un invento del capitalismo (antes eran producidas por factores externos a la economía), pero es lícito sospechar que también son parte del plan de saqueo a las clases trabajadoras. Las crisis económicas son grandes inversiones para los millonarios (los únicos capitalistas), por las cuales siempre compran todo a precio de necesidad y eso explica por qué, luego de una pérdida inicial, en menos de diez años multiplican sus capitales y su poder político. Hasta que se les va la mano, como en 1929, y más que una crisis producen una depresión, la que suele levantar a los de abajo y forzar cambios políticos e ideológicos que luego llaman radicales.

    ¿Radicales? Un trabajador de la construcción en Estados Unidos, trabajando cinco días a la semana, bajo el sol en verano y sobre la nieve en invierno, necesitaría 45 millones de años para ahorrar la fortuna que Elon Musk amasó en menos de veinte años. Eso si no se endeuda antes. Hace 45 millones de años, los Himalayas todavía no existían. El actual territorio de India comenzaba a colisionar con Asia y todavía faltaban más de 44 millones de años para que los Homo sapiens comenzaran a caminar por el continente africano.

    El sistema que produce toda esta pornografía ideológica no es nuevo. Es el mismo que existía hace exactamente cien años en Europa y Estados Unidos: una persecución feroz de la maquinaria propagandística de la oligarquía contra las tradicionales organizaciones de trabajadores y los reclamos de seguridad social. En Estados Unidos, hace cien años, sindicatos obreros y hasta parte de la iglesia católica (irlandesa) habían ganado la opinión pública sobre la necesidad de un salario mínimo, de un seguro de desempleo y de la prohibición del trabajo infantil.

    Hace cien años las diferencias sociales promovidas desde Wall Street (el mayor centro de acumulación de capitales desde la esclavitud) comenzaban a alcanzar máximos históricos. En ambas márgenes del Atlántico Norte, el fascismo comenzó a seducir a las masas insatisfechas que sentían el problema y sus frustraciones, pero no las comprendía. Todo terminó de la forma más conocida por la historia. Un quiebre radical. En este caso fue una catástrofe económica que agravó la situación de miseria y de injusticia social.

    Hasta que F. D. Roosevelt echó mano a lo que se supone es la primer forma de prevenir estos problemas: la implementación de políticas sociales (socialistas, según críticos de entonces), como la creación del Seguro Social, de subsidios para los de abajo, del reconocimiento al derecho a huelga y de la intervención feroz del Estado en la economía a través de obras públicas. Funcionó, aunque el sistema que había provocado la catástrofe sobrevivió. Todo lo contrario a las recomendaciones neocoloniales de austeridad (“sinceramiento”) prescritas por el FMI.

    Europa procedió de forma similar, con fuertes intervenciones de los estados, desde la Alemania nazi hasta la comunista Unión Soviética. En ambos casos, resultó en un abrumador éxito económico, aunque el resto de la historia no fue igualmente brillante. Estados Unidos e Inglaterra debieron tragarse sus simpatías por Hitler y aliarse a Stalin, sobre todo cuando la Unión soviética comenzó a mostrar signos de una fulminante contraofensiva a la invasión alemana.

    Las obsesiones del sistema capitalista, ahora desenfrenado, se vuelven a repetir con las mismas características de hace un siglo. Pero como somos cavernícolas con mayor poder tecnológico, no aprendemos nada de las historia ni de nuestros propios monstruos porque cada generación tiende a olvidar, no sólo la historia sino el dolor de los abuelos que debieron atravesar por traumas nacionales y globales. Cada generación se cree en la cúspide del entendimiento y subestima a las anteriores sin siquiera considerar que no sólo nuestra super tecnología ha sido inventada casi toda por las generaciones anteriores sino que las nuevas generaciones tienden a ser insensibles a las tragedias de los abuelos. Más aún si el desprecio a la educación, al conocimiento, a la cultura y al pensamiento crítico están de moda.

    ¿Será que el péndulo de la historia cambia de dirección cada tres generaciones? ¿Será que cada generación que aprecia la civilidad, el valor de la solidaridad y la empatía, es precedida por una que sufrió su destrucción, precedida a su vez de otra que la despreció?

    Al parecer estamos en esta generación del desprecio, orgullosa del mito más perverso de la historia del capitalismo: “el desenfrenado egoísmo del individuo es beneficioso para la sociedad”. La sociedad-archipiélago de islas alienadas. Generación que será seguida por la crisis, el fascismo y la rebelión de los de abajo.

    ¿Cómo es posible que la mayoría de las personas adopten, con tanta pasión y convicción, las ideas de una minoría? La respuesta la dio Karl Marx en el siglo XIX: “Las ideas de la clase dominante son las ideas dominantes de cada época”. La clase dominante, aunque no sume ni el uno por ciento de la sociedad, como es el caso actual, no sólo posee (se ha apropiado) de los medios de producción, de todas las invenciones de la Humanidad a lo largo de siglos, sino que también posee los medios de financiación, los medios políticos y los medios de comunicación. Así ha sido desde la Antigua Roma, desde los sermones de los sacerdotes que interpretaban la Biblia para una congregación de analfabetos en las ricas catedrales financiadas por los señores feudales, hasta sus herederos, los liberales, en posesión de la imprenta, luego de la radio, luego de la televisión, luego de Internet, luego de las redes sociales, luego de la inteligencia artificial…

    Si algo está claro es que este sistema no tiene futuro. Su estrategia es prolongar la agonía de los de abajo y el champagne de los de arriba hasta donde sea posible.

    JM, diciembre 2024.

    https://www.pagina12.com.ar/791607-con-el-de-arriba-nervioso

    Contarlo para vivirlo

    A esta altura de mi vida ya no me importa demasiado si mis novelas se publican, se leen o no. He vivido tantas otras vidas escribiéndolas, que ya no puedo pedir más. ¿A dónde se fueron todos esos momentos, todas esas otras vidas? Bueno, algo quedó en las novelas. Algo.

     

     

     

     

     

     

    El mar estaba sereno (Julio Castro)

    El mar estaba sereno, de Jorge Majfud

    Nuestro pasado es la historia que enlaza vidas

     

    Julio Castro – La República Cultural

     

    Elige un punto en común en el que los avatares de todos los personajes habrán de sujetar el ancla que los comunique y, a partir de ahí, Jorge Majfud comienza a desenvolver los fragmentos de vida que ha capturado, donde cada uno de aquellos jugará su papel. Sus protagonistas son siempre gente sencilla, podría ser cualquiera del barrio, de cualquier barrio, no busca una élite especial, ni siquiera entre aquellos que destacarán más socialmente, porque cuando alguno integra ese personaje algo destacado, achata el comportamiento hasta vulgarizar su realidad: nos habla desde una mediocre burguesía, un proletariado poco avezado y unos entornos de cualquier tiempo.

    Un texto construido con su andamiaje

    Me interesan mucho las construcciones de personajes, de realidades, de historias, que hace el autor pero, además, me encuentro con espacios muy interesantes que le comunican con la escritura oculta de otros autores latinoamericanos hoy reconocidos, a partir de cuyo análisis parece haber comprendido el trasfondo en el que residían sus narrativas. Soy capaz de encontrar las pinceladas humildes (que no simples) de Galeano; los trazos amables y brutales de los duros relatos de Benedetti (y también de sus desgarrados amores); los mundos circunstanciales del Macondo de García Márquez (los mágicos y los terrenales). Todos ellos puestos al servicio de un estilo diferente e integrador, que no me atrevo a tildar de nuevo, porque parece querer afirmarse precisamente en algo contemporáneamente clásico.

    Quiero denominarla novela, pero veo mayor interés en encuadrarla en un nudo transitorio de relatos humanos, porque la integridad del conjunto se la dan las circunstancias de sus personajes, o más bien lo que se deriva de la comprensión de aquello que les une, que de un argumento común al uso. Se da la circunstancia de que he podido acceder antes a los relatos de Majfud, donde juega con elementos comunes entre aquellos y que agrupa dentro de cada volumen, pero soy plenamente consciente de la manera en que casi cada relato recogido en otros libros es precursor de posibles sucesivas novelas. Así puede ocurrir en algún caso, pero en esta ocasión el autor hace un camino inverso: arrancar del núcleo novelístico para desarrollar el encuentro de relatos divergentes, o que pasan por un mismo lugar.

    Contenidos e implicaciones

    Las acciones principales se vinculan a Uruguay, al del propio autor, pero las necesidades nacen de fuera. En el trayecto encontramos a un exiliado descendiente de un español republicano, al hijo secuestrado por los militares uruguayos y entregado a otra familia en la infancia, a un huido de Argentina que trata de reencontrar el pasado de su abuelo ruso y, quizá el más conciso, un puertorriqueño metido a militar yanqui en la guerra de Irak. En el centro, un barco en medio de la calma chicha, como en tierra de nadie, donde las hormigas sirven de experimento al ojo mayor que las dirige, condiciona o estudia.

    Es preciso recordar que el propio autor vivió la guerra sucia de la dictadura de su país, el encarcelamiento de familiares por su ideología y, creo, la implicación que en la infancia marcaría una parte de su manera de observar el destino de América. Desde ahí, en los diferentes textos que he podido leer del autor, hace su análisis del mundo a través del individuo, integrado en cualquier medio, pero siempre condicionado por él. En su presentación en Madrid de esta última novela publicada en España, rechaza la idea de la ficción en sus contenidos, al menos, no más allá de lo que supone recrear relatos y situaciones, porque dice nutrirse de las realidades que conoce directamente o a través de quienes le narran su historia.

    Así pues, tampoco es ajeno al compromiso, sino que se zambulle en la necesidad de ofrecer al público lector la opción de descubrir los trazos de esos mundos que cita. En este sentido, podemos ignorar desde nuestro lado la dictadura de Uruguay, o la idea de las raíces argentinas y sus inmigrantes, como también desde otras geografías o generaciones, se puede hacer caso omiso de la represión fascista al final de la guerra civil española, o de las consecuencias de recientes guerras como la de Irak. Ello no impedirá la lectura de estos mundos como la traslación de distopías recogidas en cruces de caminos narrativos. Sin embargo, la intención del autor queda impresa de forma patente en las líneas y en la elección de las historias.

    El pasado y la necesidad de la historia

    La guerra y la tragedia parece encontrarse al final de cualquier línea de investigación de nuestros antecedentes o nuestros predecesores, y es por eso que Majfud aplica la necesidad de conocer el pasado a los textos que nos presenta. Sabedor de que la propia historia conduce a la necesidad de conocer el entorno en el que se desarrolla, provoca a sus lectores para que no permanezcan ajenos al pasado, a sus orígenes, a los errores o a los aciertos. En un momento dado evita activamente la aplicación de la venganza, una venganza totalmente comprensible, pero seguramente poco ética frente al opresor, en la que convertiría a uno de sus personajes en el mismo fascista que le oprime, pero le condena a vivir sabiendo que él también sabe, que ya no hay historias ocultas, que tampoco hay perdón, sólo conmutación de pena.

    Me parece especialmente interesante ese personaje, el de Santiago, no solamente porque en su diseño seguramente está tratando mucho de lo personal del propio autor, sino porque se vuelca en la realidad de su proximidad histórica sin disimulos, porque habla de la represión en Uruguay, y porque probablemente ofrece un espacio para cierta paz al resto de personajes y narraciones de la novela. Pero no deja de ser interesante el contrapunto que ofrece a la joven Lucía Caballero, para mostrar un muro escalable, aunque sólo desde la convicción de quien accede a él. Lucía es un desafío a su contraparte, no sólo en el deseo de conquista, sino en la mirada hacia la vida. Probablemente es el detonante de las decisiones.

    El autor y la creación de personajes

    El autor genera a los personajes en acción, no los extenúa en su descriptiva, sino que propone a quien lee la posibilidad o la necesidad de interpretarlos y desarrollarlos a partir de sus diálogos. Así que, aunque más breves los diálogos que la narrativa, es en ellos en los que se conocerá el carácter de cada integrante de la novela. Este es un juego al que siempre somete a su público en los textos, dejando retazos inacabados en las “presentaciones” de sus entradas, para crear una lectura esforzada. Como ya decía hace unos años en una entrevista que tuve ocasión de hacerle, no es un autor conforme con la realidad social, y no se detiene a ver lo que ocurre, sino que interviene y da su opinión, estableciendo marcos ideológicos amplios, donde hacer reflexionar sobre la evidencia de las cosas, y su narrativa también es una duda, también deja un gran espacio para que cada lector lo rellene con sus propias realidades y se enriquezca en la experiencia.

    Han pasado ya unos años desde que leí otros textos suyos como Perdona nuestros pecados (2008), La ciudad de la Luna (2009), Crisis (2012) o Algo salió mal (2015), y sigue siendo un escritor que se me debate entre la profundidad de su intención y la incógnita del alcance de su pensamiento. Además de sus textos narrativos recomiendo encarecidamente sus artículos de opinión y ensayos políticos (con los que también colabora a veces en nuestra revista), porque no es habitual encontrar la claridad de ideas, análisis y propuestas con las que sintetiza sus contenidos. Y si alguien tiene la ocasión de mantener una charla de profundidad, verá claramente que sus textos nunca son espacios vacíos, sino que con una breve sentencia es capaz de abrir ideas nuevas.

    28 de agosto de 2017

     

    DATOS RELACIONADOS

    Título: El mar estaba sereno

    Autor: Jorge Majfud

    Formato: encuadernación rústica, 430 pág.

    Editorial: Izana editores (2017)

    ISBN: 9788494456787

    Amazon.es

    Cadena SER

     

    «La libertad es una utopía, cuando no un mito. Sólo hay liberaciones»

    Entrevista al escritor Jorge Majfud en el Encuentro Internacional del Libro Africano.

    http://www.mdzol.com/entrevista/634889-la-libertad-es-una-utopia-cuando-no-un-mito-solo-hay-liberaciones/

    Por Julio Castro Jimenez *Majfud Encontré a Jorge Majfud en el Salón Internacional del Libro Africano (SILA) este año, donde tenía que presentarlo en la charla inaugural y abrir un pequeño debate. Como dije en aquel momento, conocí la literatura narrativa de Jorge gracias a mi amiga Inma Luna y a la editorial Baile del Sol. Su lectura se ha ido ampliando más tarde y queda camino por recorrer (espero que mucho). Pero no hay nada mejor que compartir y debatir con un autor, para saber de dónde viene el camino que le ha trazado, o constatar si las coordenadas de destino van hacia donde parece por sus textos.

    Y en su caso resulta ir más allá. Me parece digno interlocutor a la hora de saberle cercano a Eduardo Galeano y Noam Chomsky. En ambos casos por la manera de escribir y de expresarse, pero al primero por el corazón que pone en su razón apasionada, en tanto que al segundo por las razones que sustentan las ideas que defiende fervientemente. Se dice que escribe sobre la violencia (él mismo nos habla de la violencia moral como interés personal), cuando sus textos muestran a gente que busca un camino de salida, una huida hacia la libertad utópica que él mismo nos aclara, y una línea sur norte que hoy día ya está moviendo masas para reclamar justicia: no esa justicia colectiva adeudada, sino justicia personal, diminuta, la que nos deja amar, vivir, comer y beber si se precisa, justicia moral, porque sin esa justicia no llega aquella paz.

    Es apasionante hablar con él y dejarle hablar y exponer, porque de ahí surge el tercer personaje, el que no se ve, pero se atisba en sus narraciones, el que movió todo antes de iniciar el relato, y el que se queda para finalizar una historia.

    Uruguayo, de niño fue correo para los presos en las cárceles de la dictadura. De grande emigrado a otros países de África y Europa para trabajar; de arquitecto se reconvirtió a su pasión: la literatura. Su apellido le denota proveniente de lejanos orígenes libaneses, y qué mejor mezcla para saber que estamos junto a un internacionalista. Ahora enseña en una universidad de Estados Unidos, donde lejos lograr que cambie de ideas, creará generaciones de rebeldes o, como mínimo, élites con grandes dudas.

    No es un autor conforme con la realidad social, y no se detiene a ver lo que ocurre, sino que interviene y da su opinión, estableciendo marcos ideológicos amplios, donde hacer reflexionar sobre la evidencia de las cosas. Sí, su narrativa también es una duda, también deja un gran espacio para que cada lector lo rellene con sus propias realidades y se enriquezca en la experiencia.

    Le propuse una entrevista estando en Tenerife y accedió, así que aproveché para pedir consejo a Tito Expósito, editor de Baile del Sol, para buscar un sitio de allí, algún local tradicional y, mira por donde, acabamos en el espacio revolucionario de Nelson, donde de lo local surge un espacio internacional. Y rodeados de un ambiente cargado de mensajes, nos refrescamos del bochorno con ventilador y cerveza, entre carteles, dibujos, panfletos, alguna bandera republicana y una tortuga con pancarta (“vamos despacio porque vamos lejos”), tuvimos esta enésima charla durante esas jornadas, pero ahora con una grabadora al lado. No me he atrevido a cortarle nada, porque nada tiene desperdicio, pero animo también a leerle en sus libros porque será otra forma de ver a Jorge Majfud.

    – ¿Por qué empiezas a escribir?

    – Porque empecé a leer muy temprano por mí mismo, con cinco años, muchos de los periódicos que mi padre recibía. Como consecuencia, el médico prescribió que me retiraran los materiales de lectura por cuestiones de salud, para prevenirme de los nervios… Eso me lleva a leer en plan clandestino cuando era pequeño y, especialmente, de adolescente. Como consecuencia de esto creo que pasé a la escritura. Mis abuelos vivían en una población muy lejana en una granja donde no tenían televisión ni nada. Yo solía escribir pequeñas obras de teatro (ellos eran algunos personajes), y se las enviaba por carta. Escribía en una máquina Olimpia que mi padre tenía en el cuarto que yo compartía con mi hermano. Siempre la tenía cerrada, porque era un elemento caro para un carpintero y la usaba para cuestiones administrativas. Pero aprendí a abrirla y a empezar a escribir.

    – Tu padre carpintero y tu madre artista plástica, supongo que eso también es una mezcla que supone grandes expectativas para la creatividad.

    – Sí, porque era una época en que la carpintería era una arte, aunque era un acto económico también, casi ético, porque todo lo que se hacía se intentaba que durara muchísimos años, contrariamente a lo que es ahora en que las academias enseñan a calcular para que un producto dure poco (lo que también va contra el medio ambiente).

    – ¿Es por eso que te diriges hacia la Arquitectura?

    Probablemente, porque también en mi primera adolescencia me fascinaban las obras de Leonardo da Vinci, su pintura, sus inventos, me gustaba mucho la matemática y esa combinación del Arte y la Ciencia. Y la profesión más idónea era esa. Pero al mismo tiempo escribía y era algo marginal, pero sabia que nadie se podía dedicar a eso, así que en el momento de elegir una profesión pensé lo que se esperaba: estudiar una profesión tradicional. En esa época nadie imaginaba que se pudiera estudiar literatura y vivir de ella. Hoy mismo poca gente vive de la literatura.

    – Abandonas tu profesión de arquitecto…

    – Jose Luis Gómez Martín ​es, oriundo de Soria, por entonces estadounidense profesor en la Universidad de Georgia, leyó un par de libros y me invitó a desarrollar mi carrera literaria, la que siempre fue mi primera vocación. En esa época, en el 2002, en Uruguay había una crisis que fue la mayor en cien años, estaba la crisis argentina también, así que salí a Estados Unidos (había estado en España trabajando para un arquitecto también), y la Universidad de Georgia me dio la oportunidad de pagarme mis estudios al mismo tiempo que daba clases como asistente. Tenía la oportunidad de estudiar una maestría y luego un doctorado, totalmente financiado por Georgia. Par mí fue una experiencia importante poder dedicarme a lo que realmente quería hacer: la literatura, la investigación, la cultura en general… no sólo restringida a la arquitectura. Porque la Arquitectura es muy romántica mientras la estudias, pero al salir al mercado laboral te enfrentas a la dificultad de conseguir trabajo, o tener clientes que, realmente, no tienen la menor idea de lo que es, y te imponen qué hacer. Alguien que no es parte de una gran empresa debe dedicarse, como yo hacía en gran medida, a calcular estructuras para otros arquitectos. Me parecía demasiado mecánico y una forma de supervivencia.

    La universidad de Georgia me ofrecía la oportunidad de dedicarme a la literatura y vivir de eso, así que al principio lo hice como un experimento y, hasta ahora, estamos ahí.

    – ¿Sales de Uruguay porque la situación es complicada políticamente con la dictadura?

    – No, en realidad yo viví la dictadura de chico. Pasaba mensajes en la cárcel de Libertad, porque en el área de juegos de los niños, donde se les permitía estar, no se controlaba lo que decían los niños de la misma manera que se controlaba lo que decían los familiares por teléfono en las visitas. Así que la única forma que los familiares tenían de pasar mensajes era que algún niño con buena memoria y que entendiera el problema, se lo transmitiera a un preso y así también a los otros.

    Tanto viví la dictadura, que vi a una de mis tías suicidarse por culpa de ese problema. Conocí las cárceles hasta principios de los años ’80. Una historia bastante trágica. Pero la decisión de irme de allí no fue por la dictadura que terminó mucho antes, sino por cuestiones de vocación, de oportunidades laborales y por la grave crisis económica que hizo que la producción arquitectónica bajara a cero. En esa época casi todos mis amigos venían a España o se iban a Estados Unidos.

    – En tu literatura hablas mucho de gente marginada, oprimida o que no le queda más remedio que marcharse y cruzar fronteras.

    – Sí, tanto en La reina de América, que es la emigrante o los emigrantes españoles que iban a América del Sur, pero también se encuentran con la dictadura: el inmigrante que viene o va buscando un sueño rara vez se encuentra con el sueño americano. Muy pocos se hicieron ricos y la mayoría simplemente sobrevivió. Y ahí está el drama de la esperanza, que la mayor parte se transforma en decepción, que es un proceso natural.

    Ahora, yo trato de explorar la violencia moral más que la violencia física, porque siempre fue más sutil y más profunda. Y una parte está en el divorcio neurótico del discurso oficial contra la realidad, que es lo que vi desde que era chico: lo que se decía en las escuelas, lo que debíamos callar como niños, y lo que veía como familiar y amigo de presos políticos y de militares. Esa obligación de mentir para sobrevivir, que también ocurrió aquí en España durante la Guerra civil y el franquismo, que todavía se expresa en muchas obras de arte españolas, como en La lengua de las mariposas, donde la persona debe traicionar al amigo, diciendo lo que no piensa, como Judas traiciona a Jesús o Pedro lo niega al final. Es un tema universal, la violencia moral es terrible, ver que el amigo y camarada termina insultándote para salvarse a sí mismo…

    También hay violencia moral en el caso de la prostituta, que cumple una función donde el hombre sigue siendo honorable aunque abuse de la mujer, que es denigrada socialmente. Sor Juana Inés de la Cruz decía “¿quién es peor, la que peca por la paga o el que paga por pecar?”. Ya en esa época, el hombre salía realzado en su honor y la mujer denigrada socialmente. Eso es violencia moral y lo he explorado muchas veces.

    El caso del emigrante es un caso específico donde la violencia moral está amplificada. En el emigrante mexicano, porque es expulsado por su propia sociedad, sufre violencia económica y moral porque es el “inútil”, el “pobre”; en el país que lo recibe también hay violencia moral al considerarle criminal porque abusa de un sistema de salud, cuando en realidad es al contrario, porque están sosteniendo una economía. Más allá de los números, en Crisis traté de explorar ese tipo de violencia, que a veces es sutil y que en otras ocasiones la propia víctima descarga sobre otras víctimas, y se reproduce en forma de corrupción, en forma de violencia de género o de otros tipos de violencia.

    – Hablas del desierto, hay un detalle que me llamó mucho la atención cuando alguien encuentra en el desierto una botella que otro dejó por si otro que lo atraviese la encuentra: alguien la encuentra y sobrevive. Es un símbolo de solidaridad ¿existe la solidaridad entre emigrantes?

    – Hay ambas cosas, solidaridad y oportunismo, porque es parte de la naturaleza humana, y cuando uno se enfrenta a determinadas situaciones, esas carencias resurgen. En algunos casos predomina la solidaridad, en otras la supervivencia. Depende de la situación, en el caso del preso que es torturado, o el que vende a sus amigos para salvarse… hay toda una gama humana y resurge en distintas formas que están dentro del individuo. Unos con mayor conciencia ética reprimen lo más oscuro, otros con menos conciencia prefieren el beneficio propio…

    – En España y Europa tenemos varios desiertos, uno se llama mar, otro se llama países intermediarios que explotan a inmigrantes. Ahora nos encontramos en esta situación con los refugiados, porque hemos cambiado términos para diferenciarlos, entre quienes huyen de una guerra y el resto. ¿Crees que esa situación de desiertos es comparable con lo que ocurre entre América Latina y Estados Unidos?

    – Sí y no, yo sé que hay diferencias entre refugiados y lo entiendo: no puedo compararme como inmigrante económico y con una educación, porque, por ejemplo, nunca fui ilegal. Hay diferencia entre inmigrante y refugiado, aunque en el fondo son la misma cosa, porque generalmente, el que emigra no lo hace porque está muy bien en su país, sino porque hay algo que lo motiva que suelen ser falta de oportunidades, violencia u otras causas. Los ricos no emigran. En el caso de América Central hay mucha violencia social derivada de un sistema global, como el narcotráfico u otros tipos, pero es un problema complejo del que no vamos a hablar ahora.

    Lo que quiero decir es que en el caso Sirio, hay un problema urgente que resolver, pero durante décadas los inmigrantes han pasado penurias, como los africanos que cruzan el Mediterráneo y se ahogan ahí, o los mexicanos y centroamericanos que cruzan el desierto… ¿Quién pone su vida en ese extremo de riesgo si no es por una alta necesidad de algún tipo? Así que son refugiados de alguna forma, aunque técnicamente podamos considerarlos inmigrantes. Hay alguna diferencia, pero tienen algo en común: todos los inmigrantes son refugiados, o al menos buscan refugio y no lo encuentran, que es algo aún más trágico.

    – ¿Crees que la literatura puede ayudar en algo?

    – La literatura y la cultura humanizan, hacen más sensible a una persona, más consciente de los problemas ajenos y de las responsabilidades propias. Así que sí, desde el punto de vista social humanizan, desde el punto de vista individual también humanizan, porque si soy capaz de sentir y comprender una mayor gama de emociones, soy más humano. La literatura y el arte ayudan, así como un auto ayuda a ir más rápido y más lejos, expanden la experiencia existencial. Sin ella seríamos menos humanos.

    En épocas de barbarie, la literatura y el arte son despreciados como lo están siendo hoy en gran medida. Por eso vivimos en época de barbarie, consumimos, compramos para satisfacernos y nuestra gama de emociones se reduce drásticamente y vamos perdiendo ese universo que tendríamos en el caso de acercarnos a la literatura y arte. Pero cuidado, uno pone en la palabra “cultura” muchas cosas y la usa de forma indiscriminada. Hay que diferenciar claramente lo que es cultura crítica o cultura radical, que es la que más expande los límites estrechos, aquella que nos impulsa hacia delante, aquella que explorara emociones, ideas, la diversa realidad, criticándola, desarticulándola… Y está la otra cultura que simplemente sirve para consumir como una droga, da satisfacción durante un momento, pero nos impone el olvido y una cierta acrítica. La cultura anestésica.

    Entonces, la literatura sirve sí, pero ¿qué literatura? Esa literatura que podemos llamar radical si hablamos de literatura en general, o crítica que se refiere a un aspecto más social, esas literaturas sí nos ayudan en muchos aspectos. La otra tiene el aspecto contrario, y es también cultura, pero no tiene un aspecto liberador.

    La literatura radical intenta expandir más allá el horizonte humano, así como la NASA cada vez intenta ver más lejos (esto es también muy cuestionable, pero bueno…) son instrumentos del ser humano para romper ciertos límites de nuestra propia realidad. Y eso es lo que ha hecho siempre el arte: rompiendo límites nos volvemos más humanos.

    – Te he escuchado comentar acerca del intervencionismo de los políticos en el poder sobre los medios de comunicación.

    – De los políticos y, peor aún, de las fuerzas financieras. Simplemente con poner dinero para promover su producto en un medio están presionando al periodismo. Si produzco automóviles y pongo mi anuncio en tu diario, probablemente tu diario no va a incidir en criticar mis negocios, porque retiro mi anuncio. Eso es totalmente legal, parece legítimo, pero es una forma de dominio de la prensa, y esta es la que narra una realidad que es consumida luego. Obviamente no es un poder absoluto, también hay sectores de la sociedad que no se limitan a consumir ese tipo de realidad, pero la mayor parte de la población sí, y la forma es tan sutil que se convierte en invisible. Los políticos son parte de ese mecanismo, de manera que cuando reciben ayudas para sus campañas están siendo prisioneros de esos grupos.

    En Estados Unidos, Donald Trump lo dijo muy claro: “invité a Hillary Clinton a mi boda y tuvo que ir”, porque había puesto dinero para su fundación. Es muy claro, caricaturesco pero muy claro. Así mismo funciona dentro de la política. Pero como decíamos en las jornadas del SILA, es una obligación civil y moral del Estado apoyar a la Cultura, la que debe se siempre, siempre, independiente del aspecto político partidario.

    – ¿Y eso es factible?

    Muchas veces se dice “es que la enseñanza y la cultura están enredados en una ideología de izquierda”, y mi valoración de esa realidad (porque eso es una realidad), es que a lo largo de la Era Moderna (desde el 1600-1700 hasta acá), la cultura y los intelectuales radicales en el buen sentido de la palabra, siempre se han opuesto al poder. Si tú tienes que en América Latina casi todos los intelectuales eran de izquierda, en España de izquierda, hay que preguntarse ¿por qué? ¿es que los intelectuales son tontos y los demás son listos?

    Mi respuesta es que la dinámica es obvia: si la intelectualidad es de izquierda, es porque el poder es de derecha. Y en América Latina era demasiado explícito, eran dictaduras, y cuando dejaron de ser dictaduras, continuaron siendo los poderes de algunas familias, del dinero, de la banca… Alguien puede decir que algunos intelectuales de Cuba siguen siendo de izquierda, pero en el contexto general sería estar en contra de una hegemonía que no es de izquierda, sino de derecha. No quiero centrarme en que la izquierda es buena y la derecha mala, porque los intelectuales de la Unión Soviética, tras algunas generaciones, estaban contra esa izquierda.

    Así que la cultura puede que tome rasgos ideológicos, pero existe una lógica del por qué esa particularidad. Hay intelectuales de derecha, pero, como decía Octavio Paz “la derecha no tiene ideas”, y es por esa razón, porque la derecha está en el poder y no necesita ideas.

    Si decimos: vamos a establecer una cuota ideológica en la enseñanza y en la cultura, y entonces yo digo, de acuerdo, establezcámosla también en el gobierno, en las finanzas, en Wall Street, en las iglesias, en el resto de la sociedad ¿por qué vamos a regularizar a un sector y a dejar libre a la economía al servicio de la ideología opuesta? Porque en Wall Street no mandan los intelectuales de izquierda, en los grandes gobiernos del mundo no mandan los intelectuales de izquierda, de hecho, ni se les consulta ni importan.

    – Eres muy combativo en las ideas que lanzas, pero ¿eres negativo respecto a las expectativas?

    Las dos cosas, optimista y pesimista. Optimista en cuanto a la permanencia de movimientos de resistencia, porque estos son los que han provocado casi todo el avance ético y social del siglo XX. Por ejemplo, ¿por qué hoy nadie discute que la integración racial es algo positivo? Es porque hubo generaciones que lucharon mediante movimientos de resistencia: movimientos malditos por la sociedad. Pero no se vendieron, siguieron luchando y, después de generaciones, vencieron en esa lucha dialéctica, social, redefiniendo lo que es correcto o incorrecto. Y casi siempre, esos grupos han reivindicado la libertad. Ahora, yo creo más en la liberación que en la libertad: la libertad es una abstracción, una utopía. Yo me puedo liberar de un problema económico, del tabaquismo, de una pareja que abusa, de la economía, de muchas cosas. El concepto libertad lo inventaron algunos para mantener un status quo y es un mito, aunque como utopía no es tan mala. Lo que es concreto son las liberaciones y fueron los grupos de resistencia los que siempre han luchado por la liberación.

    Así que creo en la libertad pero con un objetivo ¿Cuál libertad? La libertad igualitaria, porque los millonarios son más libres que nosotros, pero no es esa la libertad que proponemos. Y para eso necesitamos un equilibrio de poder, porque si no tengo poder, ¿qué libertad poseo?

    – Te voy a poner en un brete ¿tu literatura es libre?

    – No, no lo es, está contaminada y comprometida con la realidad. Es un intento de liberación de mis obsesiones y de muchas otras cosas. Una exploración de la naturaleza humana y de los problemas sociales… pero no, no es libre, porque si fuera libre sería ininteligible, incluso para mí.

    – Pero tratas de llegar a la gente como un concepto de propuesta de libertad.

    Absolutamente. Es que, de hecho, la mayor manifestación de la libertad humana (o la que más se aproxima a ese concepto) se produce en la creación. Los pájaros no son libres, parecen libres, pero los pájaros migran porque deben migrar. Pero al crear algo diferente, se produce el máximo de libertad y el arte es uno de los principales laboratorios de ese ejercicio de libertad.

    – ¿Te han censurado mucho?

    Escribo en muchos medios y a veces un artículo que es publicado o rechazado por un medio, muchas veces lo es porque coincide o no con la línea ideológica de ese medio, sea de izquierda o de derecha. Y eso es una forma de censura. Afortunadamente, hoy en día tenemos elección. La gran prensa casi siempre es muy conservadora y, por lo tanto, esa creatividad y esa cuota de libertad está mucho más en los medios pequeños o medianos.

    – Pero lo que llega en mayor medida son los grandes medios, aunque los pequeños seamos muchos ¿habría que equilibrar ese poder?

    – Pero ¿cómo? Los medios juegan un rol no equitativo, y los grandes medios no dependen de los lectores porque no se venden como en los siglos XIX ó XX, los diarios prácticamente son gratis porque viven de los anuncios. Y el que tiene un pequeño bar no se anuncia en el New York Times, o en El País, o en La Razón, sino que son corporaciones mucho más grandes. Así que la perversa dinámica consiste en que los medios más consumidos por su poder de publicidad dependen de grupos conservadores.

    – Me respondes con dudas, y en tu literatura también.

    Es que sin la duda ¿qué clase de libertad hay? La duda es el primer paso para cuestionar, para pensar si es posible otro camino. No tengo una fórmula, ni siquiera para mi propia vida; la vida es una exploración y debemos tratar de ir rompiendo barreras como individuos y como sociedad. Claro que sin cultura ese proyecto es imposible.

    *Julio Castro es crítico español y director de la revista cultural La República Cultural.es


    http://letralia.com/entrevistas/2015/11/08/jorge-majfud-la-libertad-es-una-utopia/#.VkCaz2SrRz8

    http://www.mdzol.com/entrevista/634889-la-libertad-es-una-utopia-cuando-no-un-mito-solo-hay-liberaciones/

    Sabía que no iba a funcionar

    No iba a funcionar

    de la novela Crisis

    Lupita fue siempre una niña obligada a madurar a los golpes. Pero ni así maduró nunca ni yo quería que madurara. Estaba tan linda y tan cariñosa así. Toda su infancia de hambre y su adolescencia de gritos y humillaciones no la habían hecho más dura, más resistente a la suerte que le tocó en vida sino todo lo contrario. Para mí que el viejo la trataba tan mal porque la madre de Lupita había muerto en el parto y él no le perdonaba esto.

    Quién sabe si hubiese sobrevivido a las calles de la villa donde la llevé para salvarla del alcoholismo del viejo. Quién sabe si hubiese tenido mejor vida entre los metros de Nueva York. Quién sabe si se hubiese venido de no ser porque yo mismo le pinté el oro y el moro del otro lado. No sufras más, Lupita, no se puede vivir así entre medias lágrimas. Yo me largo para yanquilandia y que sea lo que Dios quiera. Total, quién va a saber que tenemos una foto del Che en la cocina? La sacamos mañana mismo y a poner la mejor sonrisa en la embajada.

    —No le van a dar una visa a dos pobretones como nosotros, Nacho. No tenemos ni qué comer.

    —Eso no lo sabe nadie, ni tu padre ni tu hermana. Menos mi pobre vieja, que está medio ciega. Después me seguís vos.

    No voy a aguantar que te vayas, me decía, y yo que no íbamos a estar separados por mucho tiempo.

    —Cuánto tiempo no es mucho tiempo? Un año? Dos años?

    —No, ni tanto. Serán unos meses. Apenas pueda juntar para tu pasaje de avión te venís.

    Por entonces no te negaban la visa como ahora. Además Lupita tenía título de traductora, aunque en los dos años que vivimos juntos en la villa hizo dos y sólo le pagaron una porque tuve que ir yo en persona a meter la pesada. Y después que nos robaron la tele y las ollas teflón que nos había regalado la hermana de Lupita, y que por suerte no estábamos en la casucha ese sábado, le dije que en febrero yo me iba.

    Nos quedamos todo el domingo mirando el techo, mirando cómo sudaba la chapa de zinc, de puro calor húmedo que había y no nos dejaba dormir. Pero no era el calor, era esta vida que nos había tocado y que no había macho que la torciera, que de haberlo sabido no venía a este mundo en estas condiciones.

    Y cuándo vamos a tener un hijo así? empezaba ella, y yo nada, nada que nada porque no tenía qué decirle. Pensaba que de no haber sido más infeliz con su padre nunca la hubiese sacado de su casa. Por lo menos allí tenían cielorraso y el perro del vecino que le ladraba desde la azotea, y no se sudaba el techo en verano ni faltaba el pan y la pasta los domingos y los cuentos tristes del tano viejo antes de que el calor del tuco y el vapor del vino tinto se le subieran al marote. Claro, aunque sobraban las peleas y los gritos, qué lo parió aquella gente. Papá, tomate un café, un café por favor papá que hoy vino Nacho. Qué Nacho ni ocho cuartos, me van a decir lo que tengo que hacer en mi propia casa, háyase visto. Hacele café a tu macho a ver si no se te escapa y tengo que aguantarme otro más vago que este. Otro qué, papá, si sólo tuve dos novios. Mirá, no me hagas hablar. Por qué don Paolo? Qué tiene para decir que yo no sepa? Dos que yo sepa, decía el viejo y empezaba a entrar en calor. Y yo, por complejo de macho, quería saber cuántos novios había tenido Lupita. Lupita no es una santita. Como diez, o como once, el equipo de fútbol del barrio. No diga eso padre, que usted sabe que no es verdad, no sea malo. Malo no, que no conté los suplentes. Y luego yo que le daba a Lupita con eso del novio reconocido que había tenido y ella se defendía diciendo que yo sabía que ella era virgen cuando me conoció y no sé qué otras cosas que ni vale la pena traerlas ahora.

    El corazón es ciego, le decía a Lupita. De otra forma los ojos no estarían en la cabeza; estarían en el pecho. Si no me hubiese enamorado tampoco me hubiera ido yo de la casa de la vieja. Pero hay cosas que uno no puede elegir. Me enamoré y nunca pude dejar de querer a la Lupita, como un enfermo no pude.

    Pensaba en todo eso mirando el techo todo sudado y no iba a ninguna parte. Entonces ella se ponía más triste porque yo no quería hablar. Pero yo no dejaba nunca de pensar y pensar. Eso es lo que más recuerdo de esa época. Me la pasaba pensando, calculando, imaginando, fantaseando al cuete.

    Hasta que en febrero del año pasado la quinta juvenil del club hizo la tan esperada gira por Los Angeles y una noche allá después del partido que empatamos dos a dos y con una pésima actuación por mi punta izquierda, me hice humo. Dejé el pozo, como decían los chicos del cole. Dicen que el técnico me anduvo buscando pero que ni se calentó conmigo. Además sabía que yo era un patadura y no tenía futuro en el club. Ni en ese ni en cualquier otro. Y como tampoco era cubano, nadie se enteró. Después me quedé manso cuando un mexicano me dio una changa en su restaurante de Santa Mónica.

    Dos días me llevó conseguir trabajo y Lupita me escribía diciendo qué maravilla, qué maravilla Nacho ahí sí que vamos a poder hacer nuestras vidas en paz.

    Para mí al principio eso fue el paraíso. Leer los emailes de Lupita tan contenta a pesar de que no dormía de noche por el miedo de la villa. Pero ella tenía tantas esperanzas y le daba con eso del hijo que por el momento no había que ponerse negativos, así las cosas funcionaban mejor. Entonces yo exageraba todo lo bueno de aquí o no contaba que un día me había cruzado con una mara, una patota como le dicen allá, y había tenido que entregar toda la plata de la semana. No abras la boca, me decía un panameño amigo. Te confunden con un americano por el pelo y los ojos, pero apenas dices algo y ya te adivinan que eres ilegal y que cobras cash y te siguen y te dejan sin un dólar, en el mejor de los casos.

    Pero de a poco todo fue cambiando. En dos meses había juntado para el pasaje de Lupita, pero luego vino la crisis y el primero en volar antes de que el restaurante cerrara fui yo, porque era el nuevo, me decían. Igual mandé la plata para Lupita para que se viniera, porque ya no aguantábamos más. No pensé que después iba a ser tan difícil conseguir chamba.

    Con Lupita anduvimos buscando en Los Angeles y después en Las Vegas y después en toda Arizona hasta que terminamos en San Antonio, con la promesa de un boricua que tenía una empresa de limpieza. La verdad que no era tan fácil limpiar hoteles y oficinas como parecía al principio. El patrón siempre estaba desconforme con nuestro trabajo. Cuando no era muy lento era muy descuidado. Llegué a pensar que nos tomaba el pelo, o nosotros no entendíamos qué era lo que quería, y dos semanas después quedamos en la calle de nuevo.

    En la calle literalmente, porque teníamos que esperar en una esquina de madrugada porque allí levantaban trabajadores sin papeles. Y yo y la Lupita allí en medio de puros hombres que por suerte no se portaban mal con nosotros, sino todo lo contrario, pero la verdad que yo siempre andaba con el Jesús en la boca y mirando para todos lados a ver quién iba a meterse con la Lupita. Tanto que en este trabajo no ponía atención en las camionetas que pasaban y levantaban trabajadores. Los mexicanos eran los más hábiles en esto y tuve que mirar y aprender de ellos. A veces Lupita me decía por qué no me había acercado al de la camioneta blanca, al del auto negro, que parecía con buen trabajo, pero la verdad es que no quería dejarla allí sola, esperando, antes que amaneciera del todo y entonces me hacía el distraído o que no nos convenía ese por esto o por aquello.

    Hasta que pasó una SUV negra y le hizo seña a uno y éste me vino a decir que quería a la muchacha. Yo me fui hasta la camioneta y el tipo de lentes oscuros a esa hora del día no me inspiró mucha confianza. Tenía chamba para domésticas en casa de familia con plata, decía, pero atrás yo no veía a ninguna otra mujer. Lupita, más pálida que de costumbre y con los labios temblando me dijo que no podíamos dejar escapar otra porque no íbamos a tener para comer.

    Yo no dije nada pero ella terminó subiendo atrás seguro que contra su propia voluntad. Y cuando arrancó la camioneta ella me hizo así con su manito y me tiró un beso triste. Yo sabía que iba llorando porque la conozco. Yo sabía que eso no iba a funcionar ni esta puta vida iba a funcionar. 

     

    Jorge Majfud

     

    Cyborgs (ensayos)

     

     

    Sobre Crisis (novela)

    Jorge Majfud’s books at Amazon>>

     

    «Sobre Crisis, novela de Jorge Majfud»

     por Karen Barahona, PH.D.

     

    Baldwin-Wallace University, Ohio.

    La novela Crisis trata la situación actual de los hispanos en los Estados Unidos en donde nos da sus definiciones de crisis, sus combinaciones, desdoblamientos y conflictos. La lista de casos de la lucha de los latinos en los Estados Unidos es demasiada larga para reproducirla pero sin duda nuestro escritor quiere dejar constancia de que este libro está dedicado a los inmigrantes, a su memoria, a las raíces y a su búsqueda de la libertad.

    Majfud presenta esta búsqueda con una enorme pluralidad de historias y al mismo tiempo hace algunos paréntesis en algunas de ellas para provocar al lector con una teoría del “desdoblamiento-transferencia”, que nunca llegamos a saber completamente si es creación completa de alguno de sus personajes o un producto de las ideas del mismo autor. A juzgar por varios de los artículos que ha publicado Majfud haciendo referencia a la dualidad del poder, podemos inferir que el autor no está en desacuerdo con alguno de sus personajes. Esta teoría ubica al autor como creador de un personaje que se asemeja a él y representa a un grupo social y al mismo lector construido por la ficción y por el mito colectivo. El desdoblamiento-transferencia ocurre cuando “el autor creador del mito de la ficción, no es otro que el lector particular, tal vez un lector con una imaginación especial, un lector especializado y profesionalizado” (59). Como resultado, nuestro autor, así como los creadores de Hulk (Crisis hace referencias permanentes a la cultura popular del último siglo irradiada desde Estados Unidos), crea personajes y descripciones que en su clímax explotan en contra del mal como lo hace el superhéroe. Las fuertes críticas a lo establecido se asemejan a las acciones del superhéroe en contra del mal. De igual forma, este impulso se refleja en la técnica narrativa de la novela. Con frecuencia, nos encontrarnos con el empleo de oraciones largas que llegan a un punto donde estallan como lo hace Hulk. La pluralidad de recursos narrativos es otra de sus características empleadas por Majfud en novelas anteriores.

    Crisis también es un mosaico, con un laberinto de otras crisis personales, como la de los inmigrantes que huyen de sus realidades originales y persiguen la libertad de múltiples formas, producto de múltiples representaciones, muchas de las cuales son apenas espejismos que se diluyen en otros dramas que fluctúan entre la realidad y la ficción. Una de sus definiciones de lo ficticio en la sociedad en los Estados Unidos: “Pero nuestro mundo es el mundo de las máscaras. El país que tiene las mejores universidades y el que ostenta más premios Nóbel es un país medianamente ignorante que no sabe el número de su propia población y menos algún dato serio sobre otro país. Ni siquiera cuando están en guerra con ese otro país.” (50) Por otra parte presenta las luchas y el deseo de liberación de los inmigrantes envueltos por el capitalismo, orden social que define como una de las crisis del siglo XXI e irónicamente igualado con la democracia, la libertad de mercado y la libertad en sí.

    Los anglos son definidos o percibidos por algunos personajes (alter ego o síntesis de los “personajes colectivos” propuestos por la obra) como individuos que saben morir pero no vivir: “No saben comer, no saben perder el tiempo, no saben conversar.” (37) Los califica como herméticos en crisis porque pasan de la escuela al trabajo y luego al consumismo y en consecuencia ubica al hispano que se enfrenta a esta cultura en un cruce de caminos, en una nueva crisis.

    ¿Cómo llamaríamos al proceso de interacción entre el anglo y su tolerancia al hispano y/o vise versa? ¿Entran en una crisis por su interacción? Pregunta que nos contesta con un laberinto mostrando lo real y lo ficticio de la vida de ambos. En la parte real se da la crisis de adaptación y en la ficticia, la búsqueda de libertad que no se encontrará.

    Como resultado de esa búsqueda de libertad leemos una historia sobre la crueldad que viven los inmigrantes. “María” salió con la esperanza de una vida pero fue su féretro el que regresó a Oaxaca, México. La crisis en esta historia, basada en una historia real, es descrita entre llanto, murmullo, lágrimas, espanto, agitación tanto como imposible de describir la experiencia de los inmigrantes y de los  mismos coyotes, ambos víctimas y victimarios.

    Desde el comienzo, un misterioso narrador, casi como una forma de “conciencia colectiva”, ya nos había enfatizado la realidad particular del inmigrante: “Y de cualquier manera sufrirás por ser un outsider que ha aprendido a disfrutar esa forma de ser nadie, de perderse en un laberinto anónimo de restaurantes, moteles, mercados, plazas, playas lejanas, montañas sin cercos, desiertos sin límites, tiempos de la memoria, sin espacio, países dentro de otros países, mundos dentro de otros mundos.” (14) La crisis está presente en muchos lugares llenos de inmigrantes donde huele a crisis y en donde todos están huyendo como una forma de libertad.

    Los hispanos sufren un via crusis para llegar a los Estados Unidos y al tiempo enfrentan otra crisis; pero las “raíces nunca se secan”. Para explicar esta frase, el narrador se dirige directamente al inmigrante y le dice: “Y huirás sin volver nunca pero al final siempre huirás hacia la memoria que te espera en cada soledad llena de tanta gente que nunca conocerás aunque duerman a tu lado”  (14). La crisis es definida por la inmigración, la política, la violencia, la ignorancia y la búsqueda de libertad. El proceso de búsqueda de libertad o de la búsqueda de mejor vida incluye la esperanza pero también el dolor, el hambre y la humillación en sus más variadas formas. Los inmigrantes buscan trabajo y por necesidad toman lo que sea, arriesgando sus vida aún en trabajos que no inspiran confianza.

    La inmigración de los latinos a veces funciona y a veces no; todo depende del proceso de adaptación, el nivel de educación y las posibilidades que encuentren. Al llegar a Estados Unidos entran en crisis de adaptación a la nueva cultura, el lenguaje o la política. Una vez establecidos redoblan su esfuerzo por salir adelante y entran a una crisis mayor que los aplasta. Al final, de una u otra manera se sufre una crisis.

    Jorge Majfud es un escritor crítico, incansable investigador y autor de innumerables artículos, ensayos y narrativa que apuntan hacia el cuestionamiento, la concientización y la reflexión sobre el hombre, la historia y la sociedad. Sus obras han sido publicadas en Latinoamérica, Estados Unidos, Canadá, Europa, África y Asia. Entre las más recientes incluyen La reina de América (2001), Perdona nuestros pecados (2007) y La ciudad de la Luna (2009). Sus inagotables interrogantes y cuestionamientos han desembocado en su más reciente teoría del desdoblamiento de lo real y lo ficticio en su obra ensayística y, de una forma que es sólo propia de la ficción, en esta nueva novela en un tiempo marcado por una profunda Crisis.

    Como el mismo autor lo ha manifestado varias veces, pocas cosas hay más reales que la ficción, porque es a través de esta forma del arte en que podemos experimentar la verdad de las emociones, la completa complejidad del ser humano, grandiosa y miserable criatura atormentada por sus pasiones y sus ideas, capaz de cometer diariamente los crímenes mas crueles y los actor más heroicos. Crisis, la novela mosaico, es, a su vez, una pieza de ese drama universal.

     

     

    Karen Barahona, PH.D.

    Karen Barahona, PH.D.https://www.bw.edu/academics/fll/spn/barahona/

     

     

    Reseña de la novela de Jorge Majfud
     

    Crisis: “Las raíces son lo último que se seca”

     

     

    Aprovecho un largo vuelo, de retrasos y océano uniforme, para leer de un tirón Crisis de Jorge Majfud.

    Pocas veces salgo de un libro con la certeza de haber recorrido un mundo sólido, coherente, rico, un verdadero mosaico que con la necesaria perspectiva muestra su belleza y da acceso a un mensaje que supera la simple composición de sus piezas. Pocas veces termino un libro deseando haberlo escrito, o alentado a ensayar aventuras similares; un placer o milagro cuya frecuencia los años sólo han conseguido apagar.

    Testimonio de las miserias que viven los hispanos en Estados Unidos, Crisis no es sólo una ingeniosa argumentación ideológica con la que puedo conversar, anti breviario abierto a la búsqueda, libro duro, lúcido golpeador que sabe dar treguas: es también un compendio impecable de técnicas literarias y registros lingüísticos. Tan sólo cada voz, cada juego de narradores, cada salto temporal y geográfico valen la lectura de lo que es, en definitiva, un libro mayor.

    Además de opiniones, filias y broncas, además de activos luminosos y pasivos que duelen a hijos de la misma dictadura, comparto con Majfud el exilio, vivir en un imperio colmado de contradicciones, establecido, integrado, con hijos que ojalá nunca deban marcharse a buscar su propia identidad, a ser, como bien escribe uno de los tantos narradores, outsiders que aprendan a disfrutar esa forma de ser nadie, de perderse en un laberinto anónimo de restaurantes, moteles, mercados, plazas, playas lejanas, montañas sin cercos, desiertos sin límites, tiempos de la memoria sin espacio, países dentro de otros países, mundos de otros mundos.

    Crisis es, entre tantos adjetivos posibles, un libro necesario. Sé, porque me lo han dicho, que Majfud es desconocido por una parte del universo cultural e intelectual uruguayo. Pensaba en esto en el avión, deambulando en un aeropuerto en tránsito, frente a un café con leche y un tostado, preguntándome cada vez y a cada página cómo se puede ignorar la importancia de un escritor como Majfud.

    Diciembre 2015

    http://javiercouto.com/author/javiercouto/

     

    Majfud y Goldemberg: dos maneras latinoamericanas

    31.01.13 | 00:59. Archivado en Literaturas

    Me han llegado dos novelas que siendo totalmente opuestas en su manera de ser concebidas, conservan dos elementos comunes que me interesa particularmente, cómo hacer hablar a los latinoamericanos, y la otra, quizás la más importante: una alta calidad narrativa.


    Jorge Majfud (Uruguay, 1969) compone enCrisis (Baile del Sol, 2012), una novela-mosaico, tal como bien se describe en la contraportada. Una serie de testimonios que reflejan las penurias de los inmigrantes hispanos en Estados Unidos en el contexto de la Gran Recesión, contados en textos cortos, secos violentos por momentos y con un uso de la oralidad realmente conseguidos, hacen de este texto una madeja conmovedora, sin moralina, un auténtico reflejo de cómo la literatura de ficción puede contar la realidad.

    En Acuérdate del escorpión (Fondo Editorial Universidad Inca Garcilaso de la Vega, 2010) de Isaac Goldemberg (Perú, 1945) nos encontramos, aparentemente con una historia de detectives, de maleantes, de ambientes oscuros de un Perú pretérito… pero hay mucho más. En la historia, excelentemente contada por una de las plumas mejor escondidas de Latinoamérica, encontraremos mafias japonesas, boleros, fútbol, amores y desamores, pero por debajo de todo esto una denuncia sobre los prejuicios y el genocidio nazi encarnado en un escondido jerarca SS. La leí de un tirón y me parece altamente recomendable.


    Crisis, de Jorge Majfud
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    Sólo despegándonos de lo concreto, pero atendiéndolo, podemos aspirar a comprender la globalidad de nuestro mundo. El narrador uruguayo Jorge Majfud articula ambas escalas en esta excepcional novela, que nos plasma un excelente relato sociológico y cultural de las personas inmigrantes en EEUU, y de la propia sociedad de este país.

    La obra está formada por la yuxtaposición de fragmentos de historias, encabezadas por la fecha, el lugar (diferentes localidades de EEUU cercanas a la frontera sur) y el valor del índice del Dow Jones. Así, se hace explícita la relevancia del capitalismo a la hora de condicionar la vida. A su vez, la multiplicidad de ciudades en la que figuran unos (aparentemente) mismos personajes da pie a entender la vida errante de los sin papeles. De esa forma, se obtiene una novela con un protagonista colectivo en la que no se pierde individualidad.

    Crisis resulta un libro estremecedor, que presenta un relato duro, lleno de injusticias, de dolor, de abusos de poder. El autor explora los miedos, sueños y esperanzas de las personas inmigrantes a través de escenas representativas, de marcado valor simbólico y metonímico, que le ocurren a un personaje concreto, aunque le pueden suceder a cualquier otro. De hecho la desubicación sirve para globalizar los acontecimientos, pues puede que sucedan en un mismo lugar o en cualquier otro espacio.

    Por otro lado, juega con diversos tipos de narrador y pone el foco en diferentes esferas implicadas: migrantes, familiares, mafias, empleadores, trabajadores locales… Además, de una manera muy hábil, también construye un retrato de la sociedad estadounidense, con lo que levanta una condena de un estilo de vida deshumanizado, hipócrita y personalmente empobrecedor. Así, abre numerosas puertas a las que asomarse, lo que permite vislumbrar distintos ámbitos de realidad. Por lo tanto, como confluencia de voces narrativas, también resulta muy interesante el libro.

    A su vez, Crisis alterna la ficción con hechos reales o reproducción de noticias. Igualmente, se incorporan fragmentos ensayísticos, a modo de disertaciones de los personajes. Con todo esto, el autor consigue dotar de fluidez y dinamismo al volumen, que no posee una trama sino que, de manera fragmentaria, levanta una visión panorámica del presente. En este sentido, Majfud demuestra un gran acierto al emplear esta construcción de la novela, pues potencia sus objetivos de discurso y, en sí misma, la estructura aporta contenido en esa misma dirección.

    Por todo ello, se trata de una obra muy rica, por la que pululan decenas de personajes que, en definitiva, tratan de sobrevivir en y a un mundo gobernado por un sistema económico despiadado. Así, la brillante denuncia de Majfud apela a la dignidad, al humanismo, en un relato amargo y desalentador. Crisis resulta una novela esplendida, hábilmente construida, que nos presenta numerosas vías para observar nuestro tiempo y hallar puntos donde incidir para transformarlo.


    Entrevista al escritor hispano Jorge Majfud

     

    Novela de la crisis: sobre las raíces y los desarraigos

    Susana Baumann
    19.Ene.2013 :: Cultura

     Jorge Majfud entrevista de susana baumann/suramericapressEl español y la cultura hispana han estado en este país un siglo antes que el inglés y nunca lo ha abandonado, por lo cual no se puede hablar del español y de la cultura hispana como “extranjeros”, dice el escritor español en una entrevista en torno a su reciente obra: Crisis

    Crisis (novela) http://www.bailedelsol.org/index.php?option=com_booklibrary&task=view&id=572&Itemid=427&catid=116
    Ed. baile del Sol, Tenerife.

    Susana Baumann: ¿Cómo resumirías el tema central de tu última novela, Crisis?

    Jorge Majfud: En todo texto existen diferentes niveles de lectura. Muchos más y más complejos en los textos religiosos y de ficción. Pero el ensayo, por citar sólo un género literario, es más directo, expresa y problematiza las ideas y las emociones más consientes de un autor. La ficción, si no es un mero producto de un cálculo de marketing, por ser una forma insustituible de explorar la realidad humana más profunda, posee niveles más profundos y más complejos, como los sueños, como la vida.
    En el caso de Crisis, en un esfuerzo simplificador podría decir que los temas centrales son el drama de los inmigrantes latinoamericanos, sobre todo de los inmigrantes ilegales en Estados Unidos y, en un nivel más profundo, si se me permite el atrevimiento, el drama universal de los individuos que huyen de un lugar buscando una vida mejor pero que en el fondo es una huída de uno mismo, de la realidad que es percibida como injusta y no se resuelve con la fuga. La fuga es un perpetuo aplazamiento pero también es un permanente descubrimiento, una profunda exploración existencial que no alcanza quien permanece confortable en su propio coto de caza. La incomunicación, la violencia moral, económica y cultural son componentes inevitables de ese doble drama social y existencial. También la violencia más concreta de las leyes, cuando son funcionales a la deshumanización. Etc.

    S.B. ¿Por qué esa estructura donde no existe la linealidad?

    J.M. Cuando hacemos un análisis, cuando escribimos un ensayo, podemos distinguir claramente la forma del contenido. Sin embargo, en la ficción y quizás en la existencia irracional, vital, esto no es posible. Si decimos que un sueño significa algo, estamos diciendo que contiene algo que no se visualiza en primera instancia y que, como cualquier símbolo, vale por lo que no es. Así ha sido la historia bíblica, desde José hasta la lógica de todos los análisis modernos, como el marxismo, el psicoanálisis, y la de cualquier crítica posmoderna que pretenda poner un poco de orden e inteligibilidad al caos de los estímulos y las percepciones.

    Si mal no recuerdo fue Borges quien complementó o quizás refutó esta idea dominante afirmando que la imagen de una pesadilla no representa ningún miedo: son el miedo. Por otro lado sabemos que el estilo de un escritor expresa su propia concepción sobre el mundo. En el caso de una novela concreta, más allá del factor de formación consciente del escritor, que muchas veces da el oficio, existe un factor que procede del fondo, del contenido mismo del libro. Es decir, el estilo, la estructura de una novela expresan en sí mismos el tema o los temas centrales, las ideas y sobre todo las intuiciones y las percepciones que el autor pueda tener de una historia o sobre una determinada circunstancia que le resulta vital y significativa.
    Más concretamente, la estructura y el estilo de Crisis son lo que en artes plásticas sería un mosaico o en las ciencias sería un fractal. Cada historia puede ser leída de forma independiente, es una historia particular pero al mismo tiempo si las consideramos en su conjunto forman otra imagen (como en un mosaico), otra realidad que es menos visible al individuo y, también, forman la misma realidad a una escala mayor (como en el fractal). Por eso muchos personajes son diferentes pero comparten los mismos nombres (Guadalupe, Ernesto, etc.), porque son “personajes colectivos”. Creo, siento que a veces creemos vivir una vida única y particular sin advertir que estamos reproduciendo antiguos dramas de nuestros antepasados, y los mismos dramas de nuestros contemporáneos en diferentes espacios pero en condiciones similares. Porque somos individuos por lo que tenemos de particular y somos seres humanos por lo que compartimos con cada uno de los otros individuos de nuestra especie.

    S.B. La novela se ubica en distintas geografías físicas y sociales de Estados Unidos.
    J.M. Sí, en parte hay una intención de reivindicación del vasto pasado y presente hispano dentro de unos límites sociopolíticos que insisten en ignorarlos…

    S.B. ¿Pero cuál es la intención de esta evidente diversidad? ¿Cómo se explican desde un punto de vista formal?
    J.M. Al igual que los individuos, cada fragmento posee sus propias particularidades y rasgos comunes. Cada historia está ambientada en diversos espacios de Estados Unidos (América latina aparece en inevitables flash-backs) que al mismo tiempo son similares. Es la idea que expresa un personaje cuando va comer a un Chili’s, un restaurante de comida tex-mex. (Cada vez que entro en alguno de estos restaurantes no puedo evitar enconarme con algún fantasma de esa novela o algún otro que quedo excluido sin querer). Si bien cada uno reproduce un ambiente entre hispano y anglosajón, lo cierto es que uno no podría deducir por sus detalles y su espacio general si la historia o el drama se desarrolla en California, en Pensilvania o en Florida.
    Al mismo tiempo, para cada ciudad elegí nombres españoles. Es una forma de reivindicación de una cultura que ha estado bajo ataque durante mucho tiempo. Pero basta mirar el mapa de Estados Unidos para encontrar una enorme cantidad de espacios geográficos nombrados con palabras españolas, en algunos estados son mayoritarios. Pero son tan invisibles que la ignorancia generalizada las considera palabras inglesas, como “Escondido”, “El Cajón”, “Boca Raton” o “Colorado”, y por ende la misma historia de la cultura hispana desaparece bajo este manto de amnesia colectiva, en nombre de una tradición que no existe. El español y la cultura hispana han estado en este país un siglo antes que el inglés y nunca lo ha abandonado, por lo cual no se puede hablar del español y de la cultura hispana como “extranjeros”. La etiqueta es una violenta estrategia para un imperceptible pero terrible culturicidio.

    S.B. Me llamó la atención la mención del valor del Dow Jones para iniciar cada historia…
    JM: Bueno, los valores son reales y acompañan esa “caída” existencial, el proceso de “crisis”, que es social, económico y es existencial, usando un recurso frío, como son los valores principales de la bolsa de Wall Street. Nuestra cultura actual, incluida la de los países emergentes como China o cualquier otro que se presentan como “alternativas” al modelo americano, están sustentados en la ilusión de los guarismos, ya sea de las bolsas o de los porcentajes del PIB. La economía y las finanzas son el gran tema de nuestro tiempo y todo se mide según un modelo de éxito que nació en Estados Unidos en el siglo XX. La caída y cierta recuperación del Dow Jones acompañan el drama existencial y concreto de cada personaje. Así como estamos en un espacio y en un tiempo, también estamos en una realidad monetaria (sea virtual o no, pero realidad en fin, ya que es percibida y vivida como tal).


    Susana Baumann, periodista, New Jersey.

     


     

     

    Identidades de papel. Identidad de la ausencia y negación en los migrantes indocumentados: un enfoque desde tres textos narrativos

    por Silvia M. Gianni

    Università degli Studi di Milano

    El tema de la migración en la literatura latinoamericana ha adquirido nuevos matices y nuevos enfoques en la producción creativa de los últimos años. En efecto, a partir de la última década del siglo XX, el “viaje de la esperanza” en busca de una vida mejor ha ocupado el lugar antes reservado a la literatura del exilio y el desplazamiento, otorgándole un renovado vigor al más reciente fenómeno migratorio. Los múltiples aspectos que derivan de esta expatriación forzada y sus profundas repercusiones en las distintas expresiones culturales, han llevado la crítica cultural y literaria a elaborar categorías más idóneas, así como a rehabilitar conceptos viejos aptos para acercarse, con mayor rigor, a una problemática cada vez más candente: la identidad en sus plurales manifestaciones. Saggi/Ensayos/Essais/Essays Migrazione, diaspora, esilio… – 06/2014 107 Al cuestionar la noción tradicional de identidad entendida como un universo autónomo y coherente que se niega a las influencias externas, se ha puesto en marcha un proceso de revisión global de la noción de identificación cultural, de territorio, de etnia y de lengua a través del reconocimiento de parámetros nuevos para investigar en las problemáticas del mundo globalizado. Entre ellas, los nuevos movimientos migratorios y las consiguientes creaciones de sociedades multiculturales; el nacimiento de culturas diaspóricas, resultado de una masa de refugiados económicos cada vez mayor, que va a sumarse a los exiliados de los pasados regímenes dictatoriales y la exaltación de la cultura nómada. Sin embargo, si analizamos el tema de la migración de la/s última/s década/s nos damos cuenta que no siempre estas categorías permiten transitar en los pliegues de todos los espacios identitarios, ya que en muchos casos se desconoce la existencia de sujetos que leyes y normas declaran ausentes y a los que se niega cualquier contacto cultural, a pesar de verlos, emplearlos y también ficharlos. En otras palabras, si bien se conoce la entidad de la presencia de los extranjeros en el país receptor, se liquida la problemática a través de una fórmula legal para que un “sin papel” desaparezca del mapa poblacional. De ahí que la invisibilización de estos sujetos tenga repercusiones en su conformación identitaria, pese a que este tema no constituya un área de investigación muy desarrollada. A este fin es posible constatar que la literatura, con su producción textual que problematiza escenarios y ámbitos escasamente visitados, coopera a la exploración de ese territorio conceptual y nos lleva a una reflexión sobre la identidad de quienes viven en la ilegalidad por su situación migratoria. Se trata de una condición que en muchos casos no es transitoria, sino que perdura a lo largo del tiempo, de modo que la provisionalidad es una condición de permanencia, razón por la que se puede hablar de una suerte de “normalidad” de los que viven fuera de las normas. Por esto se hace necesario analizar el estado identitario de aquella masa humana que vive su identidad en cuanto “ausencia”, por su falta de reconocimiento legal. Lejos de hibridizarse con los sujetos de la sociedad adonde llegan, y menos aún de encontrar una oportunidad de heterogeneización con la población receptora, estos individuos son percibidos y se perciben como una categoría a parte, cuyas líneas de demarcación son establecidas a partir de su propia definición: “ilegales”, “sin papeles”, “clandestinos”, “indocumentados”, etc. El abuso de las relaciones de poder, la desigualdad social y la distribución diferencial de la riqueza y de los derechos tiene su reproducción discursiva con sus prácticas lingüísticas que se difunden a través de todos los medios de comunicación: los varios apelativos acuñados conforman una clasificación que marca al inmigrante por su estatus y no por otras peculiaridades de su identidad. Así, semánticamente, prevalece una idea colectiva – negativa y privativa – que masifica, aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa Saggi/Ensayos/Essais/Essays Migrazione, diaspora, esilio… – 06/2014 108 despersonalizándolos, a miles y miles de seres humanos (Van Dijk: 16). La indiferenciación y la generalización despersonifica, anula y cataloga al migrante a partir de su falta, y agudiza aún más la distancia entre el “nosotros”, sobre el que se basa toda sociedad, y los “otros”. Es más: en este caso el surco es entre “nosotros” y la nada, los invisibles e inexistentes, dado que se subraya la invisibilidad de sujetos que se decretan como ausentes, pero de los que, paradójicamente, todos conocen la existencia. Eso implica la “imposibilidad” de alcanzar cualquier reconocimiento social, visto que si no se les reconoce, mucho menos se les puede aceptar, acoger, respetar o conceder algún derecho (Bauman 2011: 37). La ausencia, por tanto, se transforma en la marca oficial que configura el rostro identitario de este segmento humano a partir de su propia debilidad, impotencia y vulnerabilidad. De ahí que ellos mismos reconozcan en la fragilidad el carácter constitutivo de su identidad y que en ella basen la configuración de una autoidentidad enraizada en una negación en sí y de sí mismos, haciendo propia la imagen que el otro tiene de ellos (Žižek 1999: 194). Si no pueden aparecer, si no pueden existir oficialmente, sus vidas no tienen importancia. No importa si viven o si mueren, si se enferman o si sufren. Simplemente no existen, no son vidas inteligibles, no le es dado pertenecer a un sistema de significación coherente. Una vida tiene valor solo si su pérdida tiene importancia: nos comprometemos a preservar una vida si consideramos injusta su destrucción, deliberada o negligente que sea. Al hablar de vidas invisibles estamos hablando de vidas que no son susceptibles de ser lloradas. El reconocimiento diferencial o, mejor dicho, su desconocimiento, hace que no merezcan el duelo. Porque el duelo es la comprobación de la pérdida del otro, nos dolemos si aceptamos que, de alguna forma, echaremos de menos al otro, y que la pérdida de su presencia nos cambiará, de una manera u otra. En fin, nos dolemos solo si estamos implicados en una vida de la que reconocemos el valor. Pero si el otro no existe formalmente, no es visible, no es real, no hay herida ni aniquilamiento de esas vidas, ya que de por sí son negadas desde el origen (Butler 2004: 54). El silencio, la elipsis, o la nada, ni una línea para recordar que han existido (Butler 2004: 57), para ellos no hay anuncios necrológicos que los identifique, ni condolencias que los hagan reconocer. Sus vidas, ya que no son públicas, no son dignas de ser recordadas. Como para la riqueza, la salud, la cultura y los derechos, tenemos también una distribución diferencial del dolor (Butler 2004: 59). Por esta falta de visibilidad, por la ausencia que rodea el discurso de los sin papeles y sus vivencias, considero que la literatura está jugando, una vez más, un papel fundamental en la exploración, problematización y reflexión sobre estos temas, ya que está empezando a colmar el vacío discursivo que caracteriza los espacios y las identidades de los “indocumentados”. Saggi/Ensayos/Essais/Essays Migrazione, diaspora, esilio… – 06/2014 109 Un ejemplo de este aporte lo constituye la lectura de las novelas del mexicano Alejandro Hernández, Amarás a Dios sobre todas las cosas (2013), del uruguayo Jorge Majfud, Crisis (2012) y el cuento del nicaragüense Sergio Ramírez, “Abbot y Costello” (2013), textos que nos permiten incursionar en la realidad de los migrantes e inmigrados de nuestros días. Estas tres producciones narrativas enfocan el tema de los “sin papeles” en su experiencia migratoria durante el infierno que representa el supuesto “viaje de la esperanza”, y durante la estancia en los países donde llegan a residir ilegalmente, y ponen en luz los dilemas de una configuración identitaria y autoidentitaria que arraiga no tanto en la diferencia, sino en la falta de reconocimento de su propia existencia. La clandestinidad, entonces, es el denominador común que marca el proceso psicológico sobre el que se forja el autoconcepto de identidad del “sin papel” y que da vida a una narrativa de lo invisible y de la identidad anulada en la hipotética esperanza de llegar a poder ser y existir algún día. Asimismo, las tres obras hacen hincapié en la deshumanización que rodea el entorno de los migrantes indocumentados. EL VIAJE HACIA LA “TIERRA PROMETIDA” EN LA ESPERANZA DE LLEGAR A SER ALGÚN DÍA Amarás a Dios sobre todas las cosas es la historia de los migrantes centroamericanos en su camino hacia la esperanza y el futuro que piensan encontrar en Estados Unidos. Hernández describe las vicisitudes del viaje desde el momento de la salida de San Pedro Sula, en Honduras. Quien narra es Walter Milla Funes, un joven hondureño que, a través de apuntes meticulosamente anotados en dos cuadernos, relata los acontecimientos de su peregrinaje, acompañándolos con consideraciones que permiten explorar en lo hondo el drama de miles de hombres que hipotecan su vida tras la apuesta a un porvenir mejor para ellos y sus familias. El relato en primera persona convierte el texto en un testimonio. Walter, apasionado de literatura y gran lector, decide entregar a dos cuadernos los avatares de una doble epopeya y recomienda a su hermano Wilberto, la transcripción de las anotaciones relativas al primer intento de llegar a Estados Unidos, y sucesivamente, a lo largo del segundo viaje, a su amigo de camino Profeta, la conservación del otro cuaderno. Estructurada en cinco partes – cada una encabezada por un título muy elocuente – la novela sigue el orden cronológico de la ruta hacia el Norte y cuenta los hechos según el estilo de la crónica. Más bien se podría considerar como la crónica reflexionada de un testigo que describe, de forma vivencial, el peregrinaje de los seres humanos en busca del futuro1 . 1 Periodista de profesión, Hernández ha llevado a cabo una investigación del tema de la migración indocumentada en su paso por México viviendo cinco años al lado de los viajeros y Saggi/Ensayos/Essais/Essays Migrazione, diaspora, esilio… – 06/2014 110 El lector, de la mano de Walter, viaja con ellos y descubre la brutalidad que caracteriza el mundo en que se mueve el indocumentado, la vulnerabilidad que lo caracteriza al perder poco a poco toda seguridad y confianza. Las primeras páginas ubican al lector en el contexto en que se engendra la decisión de migrar, pasando en reseña los anteriores intentos de expatriación del padre y otros familiares, que tienen origen en 1978, año en que un huracán devastó casas, pueblos y cultivos, produciendo un mayor empobrecimiento en la población. De ahí empezó una secuencia de hechos adversos y calamidades que afectaron a los Millas de modo que, en el tiempo, la familia “se fue haciendo a la idea de la desgracia diaria sin lamentos” (Hernández 2013: 11). Después de mucha penuria y pobreza, algunos miembros de la familia se lanzaron a emigrar a los Estados Unidos en la esperanza de encontrar condiciones propicias para ofrecer una mejor vida a su seres queridos: era el 26 de agosto de 1997, fecha que marca un linde también en la reconstrucción de los recuerdos: “antes de que se fuera Wilbert, después de que se fuera Wilbert” (2013: 17). Todo viaje, todo desplazamiento migratorio es concebido, en su fase gestacional, como una aventura mítica: la necesidad de ruptura con un entorno en ruinas que condena a sus poblaciones a la marginación y al hambre, marcha a la par del sueño de un espacio imaginado donde se piensa que existe orden, prosperidad y mayores posibilidades no solo para los que emprenden el viaje, sino – y especialmente – para los que se quedan. La desesperanza del futuro en su tierra es el estímulo que desata la ruptura del status quo en vistas de un porvenir utópico fuera del país, pero también fuera de la realidad, ya que van construyendo “una vida de fantasía en la que cada quien acomoda(ba) lo que desea(ba)” (2013: 14). En efecto, Walter es consciente de los pasados intentos migratorios de sus predecesores y sabe que el fracaso, el riesgo y hasta la posibilidad de morir en el trayecto son perspectivas concretas; sin embargo, igual que todo migrante, vive una mezcla de sentimientos opuestos: optimismo / depresión, esperanza / desesperanza, miedo / alegría, aprehensión / seguridad (Gaborit, Zetino Duarte, Brioso, Portillo 2012: 154), puesto que también sabe que son varias las posibilidades de regreso involuntario, por deportación durante la travesía, o por ser detectado en el país de destino, o por alguna otra razón. Fue lo que sucedió a su padre, que por un accidente se vio obligado a volver a Honduras; su regreso constituyó otro motivo de derrota, “habíamos sido pobres y ahora éramos más pobres” (Hernández 2013: 23). En 2005 “todos se estaban yendo. Y no solo de Honduras” (Hernández 2013: 36). Años de políticas neoliberistas, catástrofes naturales y corrupción no dejaban esperanzas para los pobladores de la región. Walter era solo uno más de esta multitud, junto con su hermano Waldo y su prima lejana Lucía. recogiendo informaciones y testimonios de su odisea. Por esto el cuadro que ofrece el protagonista de la novela se puede considerar vivencial, ya que se basa en hechos realmente ocurridos. Saggi/Ensayos/Essais/Essays Migrazione, diaspora, esilio… – 06/2014 111 La etapa inicial del viaje fue México, donde llegaron tras numerosas peripecias que Walter comparó con las grandes hazañas: “Pisamos tierra mexicana como si cada uno de nosotros fuera Cristóbal Colón y hubiéramos alcanzado nuestra propia gloria” (2013: 51). Pero cruzar las fronteras guatemaltecas y llegar hasta México representó solo el primer reto. De hecho la novela, en su parte esencial, relata el trayecto entre el sur y el norte de México, un infierno repleto de dramas, atropellos y dolores que acontecen en el territorio de un país supuestamente considerado hermano. Atravesar México quiere decir experimentar el viaje en el tren del horror, de la muerte, la “bestia” como le dicen, donde puede pasar todo y donde todo realmente pasa. Empezando por la subida. El tren se agarra cuando va despacio, y los migrantes suben como “moscas de carne y hueso sobre placas de acero, uno a uno y docenas a la vez” (2013: 7). Muchos no logran aferrarse y caen, a veces muriendo, a veces quedando mutilados. Es lo que ocurre a Waldo que, para salvar a Lucía en su intento de subir, pierde el soporte y precipita. El tren le pasa encima, cortándole las piernas. Su viaje ha terminado en la fracción de un segundo, ahora él está en el suelo, sin piernas y sin sueños, listo para ser recogido por aquella parte de población que presta ayuda a los migrantes que, mutilados, ya no pueden seguir su camino y ven fracasar su futuro. Son seres que solidarizan con los transeúntes y que de alguna manera mantienen viva, aunque muy atenuada, la esperanza que todavía exista humanidad en este mundo. Son hombres y mujeres que viven en los poblados cercanos a la línea del ferrocarril y que, por cada tren que pasa, saben que tienen que recoger a los desafortunados que no han logrado agarrarse y recibirlos en sus refugios, como hacen ahora con Waldo: Es hábito de contestar el nombre cuando a uno le preguntan quién es, pero qué era ahora Waldo. No era nada más que un bulto estúpido, un motivo de lástima, de atenciones profesionales de los que viven de matizar los dolores de los desgraciados. Bien hubiera podido decir mierda, me llamo mierda, vengo de Honduras, de la mierda, vine a México, a la mierda, me pasó encima una gran masa de mierda y me quedé hecho mierda. (2013: 60) Comienza de esta manera el largo camino hacia el Norte de los condenados de la tierra, tres mil kilómetros que transforman su psicología, su identidad y la estima en sí mismos, convirtiendo la vulnerabilidad en el rasgo principal de su nueva personalidad. Como tal, entonces, plasma su nueva autoidentidad sobre la base de la precariedad, la clandestinidad y la ilegalidad, quedando atrapado en este juego de invisibilizarse y ser invisibilizados, desaparecer y hacer desaparecer toda su existencia, sus rostros, sus voces, sus deseos, sus necesidades básicas. Porque sin papeles no hay identidad, reflexiona Walter, “como si nuestros derechos fueran de papel, la vida en un documento lleno de sellos y autorizaciones. Nos persigue la migra, nos maltratan los policías, nos asaltan los delincuentes. Y nos mutila el tren” (2013: 112). Saggi/Ensayos/Essais/Essays Migrazione, diaspora, esilio… – 06/2014 112 El sentido de anulación individual prevalece, son ellos los primeros censores de sí mismos ya que solo a través de un documento de identificación pueden sentirse en el derecho de existir y expresarse: “Tres mil kilómetros son muchos para mantenerse invisibles. Hablar bajito o no hablar. Respirar suavemente o no respirar. […] Si nadie presiente que vas pasando nadie te detiene. El secreto es no ser. Porque si eres, pero no tienes papeles, no eres. […] Los papeles terminan siendo más importantes que la vida” (2013: 39). Son entonces un pasaporte con visa de ingreso o una cédula de residencia los responsables de la dignidad de una persona; sin estos el hombre pierde el reconocimiento ajeno y con él también la confianza en sí mismo. El indocumentado debe desvanecer en la nada, cortar con su pasado y presente, en nombre de una apuesta en un hipotético futuro; no puede tener ningún punto de referencia, ni considerar legítimo ningún derecho, hasta el más banal o primordial de su vida cotidiana. Así poco a poco va aceptando la nueva condición de negación a la que lo obligan las circunstancias: deja de lavarse porque no tiene la posibilidad de hacerlo, defeca en público porque le es prohibida la privacidad, camina descalzo porque pierde o le roban los zapatos, en fin, se priva de todos los hábitos que habían caracterizado su existencia anterior, haciendo un salto atrás que disipa las conquistas básicas: “El hombre puede volver a la barbarie fácilmente. Basta que te quiten lo mínimo de eso que creés que existe siempre” (2013: 86-87). La vulnerabilidad que se apodera de este nuevo ser se patentiza en todos los peligros asociados a su desplazamiento − carencia de alimentos, riesgo de muerte, abusos, violaciones sexuales, secuestros − pasando por la negación de derechos existenciales como ver, hablar, dormir, comer, pensar, expresar sentimientos, angustias, o realizar deseos o necesidades biológicas y psicológicas − así como la deconstrucción de valores humanos elementales, cual es la comprensión, la empatía, la solidaridad, el autorrespeto y autoestima. A través del cosmos que ciñe al indocumentado toman configuración las ponderaciones de lo que es posible para él o ella y los costos que está obligado a asumir, asimismo se revelan las predisposiciones mentales y corporales de su accionar respecto a las autoridades de distinto tipo, legales o ilegales que sean. Las relaciones asimétricas que determinan la condición de “sin papel” crean también el espacio propicio y suficiente para que se plasme y se mueva todo un sistema de tráfico delictivo de personas, que termina de estructurar, objetiva y subjetivamente, la identidad de ilegalidad del migrante, al asumir el acto ilegal de su tráfico como propio (Gaborit, Zetino Duarte, Brioso, Portillo 2012: 154). Esta situación pone al indocumentado en contacto con sujetos que cuentan con recursos de poder diferentes, mediante un vínculo simbiótico de confianza y desconfianza que marca su relación y que los somete a riesgos de varia índole. Son actores que hacen del indocumentado el blanco para experimentar las diversas formas aaaaa Saggi/Ensayos/Essais/Essays Migrazione, diaspora, esilio… – 06/2014 113 de abusos según el tipo de tráfico que implementan, o según el sexo del migrante. A este respecto cabe señalar que la ruta migratoria es vivida y sufrida de manera diferenciada según el sexo del viajero, ya que los riesgos de abusos y violaciones, si bien no excluyen a los hombres, constituyen una amenaza permanente para la mujer. La identidad de la “sin papel”, por lo tanto, se compone a partir de una vulnerabilidad adicional en relación al hombre durante el trayecto y muchas veces no la abandona tampoco después de que llega a su destino final (Monzón 2006: 40). Lo experimenta Elena, la chica indocumentada que Walter encuentra en el camino y que lo deja soñar, pese al contexto de horrores, con la posibilidad de una nueva vida con amor. A ella, como a muchas otras, le toca sufrir la violación, una humillación en lo más íntimo de sí misma, un destino evidente para todos los miembros del grupo que viajan con ella – es sabido que si se llevan a una mujer es solo para abusar de ella – sin que nadie pueda intervenir para evitar la injuria. Eso produce desprecio, mortificación y un consiguiente sentido de degradación personal que se repercute en la psicología e identidad del indocumentado. Todo se convierte en peligro, no solo el tren, sino también las estancias a lo largo de la ruta y el contacto con la población, hasta los refugios para migrantes que no siempre son islas de solidaridad y apoyo. El contacto con los locales, en efecto, tiene su cara ambigua, ya que estos los pueden ayudar, pero de igual manera los pueden delatar, explotar o depredar de las pocas pertenencias. Se trata de encuentros con personas a veces de la misma nacionalidad, migrantes a su vez, en el pasado, pero que hoy constituyen una nueva fuente de peligro que se concretiza en asaltos, robos, secuestros y violaciones. La bestialidad de la condición que sufrieron en su momento los ha empujado a decidir, cuando se les ha presentado la alternativa, de qué lado colocarse. Unos han sucumbido, otros han decidido transformarse de víctimas en victimarios y se han convertido en traficantes de migrantes, un “trabajo sencillo, traes y llevas cosas, traes y llevas migrantes, los vigilas, ya verás que es mejor andar chingando que ser chingado, eso que ni qué” (Hernández 2013: 171). Sin embargo, a pesar de la monstruosidad que prevalece durante la ruta hacia el Norte, Walter no puede silenciar la humanidad y el ejemplo moral de otros caminantes, como en el caso de Profeta, su amigo desde la subida en el tren, “un gigante mulato, fuerte, bembudo”, tan grande que “podría cargar el tren” (2013: 210). De ese encuentro emerge un nuevo rostro de estas “identidades en tránsito”, ya que en él todavía albergan los valores humanos que diferencian al hombre de las fieras. A Profeta y al relato de su infancia y recuerdos se debe el título de la novela: “Amarás a Dios sobre todas las cosas”, le enseñaba su madre, como le ensañaba los preceptos básicos de la religión cristiana y el respeto hacia los demás, porque – le exhortaba – “amarás al prójimo como a ti mismo” (2013: 210). Fueron enseñanzas que se grabaron en la personalidad de Profeta, el amigo, el confidente y el “sabio” que Walter conoció durante su segundo intento de llegar a los Estados Unidos, y del que aaaaa Saggi/Ensayos/Essais/Essays Migrazione, diaspora, esilio… – 06/2014 114 no se separó hasta que, a poca distancia de la última frontera con la tierra estadounidense, se cerró definitivamente el sueño de un futuro mejor: El 25 de agosto de 2010 los periódicos de México y del mundo publicaron que setenta y dos migrantes habían sido asesinados en un rancho del municipio de San Fernando, estado de Tamaulipas. Walter estaba entre ellos. Ninguno de los cadáveres correspondía a la filiación del Profeta. Wilberto dice que una mañana, cuando la familia todavía no sabía que Walter era una de las víctimas de la masacre, encontró los cuadernos afuera de su casa, al pie de la puerta. (2013: 313) Termina así el viaje de la esperanza y la novela. El hallazgo de los cuadernos constituye la única posibilidad para que estas historias y estas vidas no sean canceladas u olvidadas. Representa el testimonio de la precariedad de la existencia de cualquier migrante ilegal, y es la fuente de la que se origina una narrativa de lo invisible, de la anulación de la identidad anterior en la esperanza de poder llegar a ser algún día. En nombre de un hipotético futuro se renuncia a los propios derechos y a las propias identidades; en otras palabras, la condición impuesta por las circunstancias se convierte en un espejo en el cual el sujeto se refleja llegando a verse con ojos ajenos o a no verse del todo, asumiendo la invisibilidad y la anulación como rasgos distintivos de su personalidad. SENTIRSE UNA AMENAZA: EL ESPECTÁCULO DEL HORROR El relato “Abbot y Costello” incluido en la colección de cuentos Flores Oscuras de Sergio Ramírez es la crónica objetiva y escueta de un hecho realmente ocurrido en Costa Rica en 2005 y que ha creado un surco en la historia del proceso migratorio de Nicaragua hacia Costa Rica: el caso del nicaragüense Natividad Canda Mairena. Por la cercanía entre los dos países, por la mayor facilidad de alcanzar su territorio y por las condiciones socio-ecónomicas del país centroamericano considerado “el paraíso de la región”, Costa Rica históricamente ha constituido una meta preferencial de migración para la población pobre de Nicaragua. La fuerte presencia de estos vecinos ha puesto a dura prueba la imagen que Costa Rica había creado de sí misma a lo largo de su historia y ha sacudido los pilares sobre los cuales ha basado su proceso de definición identitaria, imaginándose y configurándose como la tierra de las armonías étnicas, y donde prevalece la idea de una nación tropical más parecida a Suiza que a sus pobres e inestables vecinos centroamericanos. En cada proceso de construcción de nacionalidad, es sabido, se opera una aaaaaaaa Saggi/Ensayos/Essais/Essays Migrazione, diaspora, esilio… – 06/2014 115 expulsión de los atributos que no coinciden con el resultado que se pretende alcanzar. En el caso costarricense, las versiones hegemónicas han enfatizado un perfil nacional que encuentra su esencia en la composición de una población predominantemente blanca y localizada en la región central del país, el Valle Central (Sandoval 2002: 5), suprimiendo de este modo a todas las otras componentes internas al país, que poblaban las otras regiones y que obstaculizaban la afirmación de semejante imagen. Si el presupuesto de su construcción imaginaria radica en la invisibilización de las diferencias internas, es evidente que resulta aún más incómoda la presencia de elementos externos que llegan a perturbar el orden perfilado. Por esto durante muchos años se prefirió no verlos o considerar la presencia nicaragüense solo como efecto de los regímenes dictatoriales de aquel país que la democrática, pacífica y liberal Costa Rica aceptaba acoger. La llegada “masiva” de los vecinos provocó, a partir de los años ’902 , un cambio radical puesto que, de este momento en adelante, ya no se pudo hablar de refugiados políticos o esconder un fenómeno que cada día más adquiría mayor dimensión. He aquí que de la invisibilización del otro se tuvo que pasar a la denigración del intruso. En el afán de crear pánico y rechazo hacia los “invasores” del contiguo país, se dio vida a una campaña denigratoria amplificada por todos los medios de comunicación. A este fin se acuñaron términos como “olas”, “inundaciones”, “flujos” con los que se indicaba la llegada de unas hordas que hacían predecir un seguro desastre para la tranquila nación costarricense. Este proceso apuntaba a inferiorizar y deshumanizar al migrante “abusador” del suelo patrio, proceso que encontró su síntesis y cumbre en el caso Canda, si bien existen otros casos igualmente epatantes. El trato con los extranjeros – subraya Jiménez Matarrita – sobre todo si son pobres y vulnerables, ilustra el nivel de desarrollo humano de una sociedad” (2009: 179). El episodio de Canda, entonces, revela el rostro escondido de una sociedad que ha proyectado una imagen de sí misma muy lejana de la realidad y de las contradicciones que la atraviesan. En efecto, este acontecimiento no representa un “normal” ejercicio de crueldad y discriminación racial, sino que manifiesta en todo su vigor la deshumanización que caracteriza las relaciones con el otro o, mejor dicho, el menosprecio de la relación con el otro. 2 Durante la época somocista, Costa Rica se había convertido en un territorio de acogida de los luchadores por la libertad y contra la tiranía. Sucesivamente, en la época del gobierno revolucionario sandinista, el país daba hospitalidad a los que huían de la guerra y del servicio militar obligatorio. Finalmente, con la derrota electoral de los sandinistas en 1990 empezaron a desmantelarse todas las reformas sociales y se aplicaron las medidas económicas dictadas por el Fondo Monetario Internacional, lo que se tradujo en una política de recortes y despidos, causa del nuevo éxodo. Saggi/Ensayos/Essais/Essays Migrazione, diaspora, esilio… – 06/2014 116 El clamor suscitado por este caso reside ante todo en el hecho que los protagonistas de la brutalidad cometida no fueron ciudadanos comunes, sino representantes de las instituciones nacionales y en específico de la policía, desvelando una actitud institucional que despertó una gran preocupación. Sucesivamente, se tachó también de negligencia el poder judicial por no haber llevado a cabo las investigaciones necesarias. No han pasado muchos años y el caso Canda ya empezaba a perder la nitidez de sus contornos en la sociedad costarricense. En este sentido, el relato de Sergio Ramírez ha contribuido a tener vivo el recuerdo de aquella crueldad, induciendo a la vez a una reflexión profunda sobre un tema candente cual es el desconocimiento del otro y los extremos a los que puede llegar semejante actitud. Por medio de una fría reconstrucción de los hechos, el autor brinda al lector la crónica del “incidente” y las sucesivas investigaciones judiciales: Natividad Canda Mairena, de veinticinco años de edad, murió la madrugada del jueves 10 de noviembre del año 2005 destrozado por dos perros rottweiler que lo atacaron a mordiscos. Los brazos, los codos, las piernas, los tobillos, el abdomen y el tórax resultaron desgarrados. […] Cuando después de cerca de dos horas de hallarse a merced de los perros fue al fin liberado, sus palabras habrían sido, según testigos, “échenme una cobija que tengo frío” (2013: 191). La técnica del uso de la crónica periodística y judicial para sus creaciones narrativas no es nueva en Ramírez. Al contrario, se puede decir que es uno de los expedientes característicos de sus producciones, dado que por medio de la reconstrucción de los eventos en clave periodística el autor logra involucrar al lector en un proceso de conocimiento de la realidad textual y, con ella, de reflexiones sobre la verdadera naturaleza de los hechos acaecidos. A este fin, el novelista cede la palabra a un cronista que relata en tercera persona las dinámicas del caso sin intervenir de ninguna manera en el texto; con esta estratagema otorga al lector el papel de sacar las conclusiones y de sentirse implicado en el contexto que se está narrando. La presentación de los hechos sigue un orden determinado por la división del cuento en breves secciones, cuyos títulos sintetizan el aspecto tratado: “Los hechos, “El occiso”, “El shock hipovolémico”, “Los perros”, “Reconstrucción de los hechos”, “La sentencia judicial”, y “Punto final”. El apartado de apertura facilita las informaciones generales y nos coloca en el escenario del acontecimiento: Natividad Canda, en compañía de Andrés Rivera, alias “Banano” se introduce indebidamente, saltando el muro de protección, en el Taller de automecánica “La Providencia” de La Lima de Cartago. El guardián del taller, al enterarse de la presencia de extraños, decide soltar los dos perros entrenados para cuidar el territorio, mientras tanto, llama a la policía y al cabo de pocos momentos aaaaa Saggi/Ensayos/Essais/Essays Migrazione, diaspora, esilio… – 06/2014 117 lega una patrulla con ocho agentes de la Fuerza Pública. “Banano” consigue volver a saltar el muro que había sobrepasado, esta vez hacia fuera, y logra salvarse. Canda, en cambio, agredido por los dos perros, no puede moverse, atrapados en los colmillos de las fieras de raza rottweiler, y cuyos nombres, Abbot y Costello, dan el título al relato. La llegada de la policía refuerza el sentido de desorientación y horror causado por este hecho, ya que ninguno de los agentes intervino para que los perros soltaran al desafortunado. De los ocho policías presentes en la escena de la agresión, dos volvieron a la camioneta para escuchar la radio, mientras otros seis se quedaron en el taller mirando los perros que despedazaban al nicaragüense. Solo después de 197 mordeduras en su cuerpo – relevadas sucesivamente – los policías decidieron abrir los tubos de agua a presión “de los que salieron 3786 litros”, y fue solo gracias “al poder de las mangueras que los perros por fin retrocedieron” (2013: 194), dejando en el suelo a su víctima en punto de muerte. Ni un tiro, ni otro intento se hizo para parar semejante monstruosidad. La agresión canina, aclara la crónica, se puede ver en un vídeo “en youtube en la siguiente dirección: ” (2013: 194) que permite observar cuando los perros clavaron los colmillos en la víctima, sin que intervenga el testigo que está filmando. Esta puntualización, espejo de la total ausencia de implicación hacia un ser humano, estremece al lector, aumentando el sentido de horror generado por este caso. En efecto, a este propósito es pertinente hablar de horror, puesto que por horror se entiende algo que irrumpe de forma casi irreal, imposible e irracional, en la vida cotidiana de una persona, tiñéndola de violencia y dramatismo. Diferentemente del terror que provoca miedo y, contemporáneamente, despierta el impulso a huir y salvarse, el horror nos hace espectadores inermes llamados a asistir a un espectáculo que atenta contra la vida y contra la misma condición humana, puesto que el horror desfigura y acaba con la esencia del ser humano (Rivera Garza 2011). Con este espectáculo la sociedad costarricense fue obligada a medirse y a medir todos los postulados sobre los que había edificado su imagen de sociedad “ideal”. Sin embargo, la condición de “indocumentado” e “ilegal” de la víctima, así como el hecho de haber sido sorprendido en el ejercicio de una actividad ilícita, apacigua los remordimientos y abre el camino a un olvido repentino. Su inexistencia en el censo oficial lo convierte en una nulidad y por tanto su presencia, así come su ausencia, pasan desapercibidas. Es la directa consecuencia de su situación migratoria, un daño colateral hacia los que ocupan una posición de desventaja en la escalera de las desigualdades (Bauman 2011: XV). Solo el clamor del momento permitió que se divulgara su nombre y su vida previa. Diferentemente, Canda no hubiera existido para los demás. Él mismo se escondía, haciéndose cómplice de un juego en el que, para sobrevivir, él mismo encubría su presencia, a veces disimulando ser otro para que no lo identificaran, como aaaaa Saggi/Ensayos/Essais/Essays Migrazione, diaspora, esilio… – 06/2014 118 recuerda su amigo Harold Fallas cuando cuenta que “Canda solía dormir debajo de los puentes y […] para que no fueran a denunciarlo se fingía tico al hablar” (Ramírez 2013:198). La ceguera hacia el otro es la responsable de la barbarie cometida, según subraya con claridad la hermana de Canda, María Esperanza, al precisar que el nicaragüense “nunca estuvo solo, pero lo dejaron morir, dos horas enteras con esas dos fieras despedazándolo y nadie quiso quitárselo de encima […], como un muñeco de trapo que los perros zarandeaban de aquí para allá a su placer” (2013: 197). Refuerza el sentido de horror la breve sección dedicada a los perros a los que se les salvó la vida también después, ya que no resultaron padecer la rabia. Abbot y Costello son dos animales de un valor de quinientos euros cada uno, detalle que recubre una cierta importancia en la evaluación de la decisión. Del macho sabemos que pesa “entre 110-120 libras y mide entre 61 y 68 cms” (2013: 201) que tiene 43 dientes con cierre en tijera de modo que los incisivos superiores cubren sin fisuras los inferiores y que la fuerza de su mordida es de 300 libras en el radio de la boca. La descripción de los atributos caninos nos da la idea de la dimensión de la violencia de la agresión. Ramírez también nos informa sobre la vida de la familia Canda en la sección titulada “El occiso”, de la que emerge el contexto de pobreza que indujo al hermano mayor a salir de Nicaragua, llevando consigo a Natividad de 13 años. La situación de indigencia empujó a que el joven Canda decidiera quedarse en un lugar que se demostró hostil desde el comienzo. Nunca logró conquistar un espacio de visibilización, nunca encontró amparo y nunca dejó de sentirse un usurpador del suelo costarricense. Su vida pasó desapercibida y como tal se habría concluido si no hubiera sido víctima de un caso del que, de alguna manera, se tuvo que hablar. Huyó de la pobreza en edad temprana para terminar sus días, algunos años después, en la misma pobreza, como figura en el acta forense donde se especifica que fueron retirados del cuerpo del occiso “un par de zapatos deportivos de color blanco en mal estado, un par de calcetines verdes, un pantalón jean con considerables desgarraduras, un cinturón de vaqueta, una camiseta de algodón color celeste con logo de Cáritas Internacional […]” (2013: 203). Ramírez llama a dolerse de alguien que, por su condición de “sin papel”, fue condenado a ser estigmatizado, cuando no declarado como no existente. Su estatus consintió que contra él se actuara saliendo del universo de las obligaciones morales, puesto que las presuntas preocupaciones por la seguridad y los movimientos éticos resultan ser en muchos casos inconciliables. Siendo parte de una categoría juzgada amenazadora de la tranquilidad nacional, Canda viene expoliado de su propia subjetividad humana y considerado como un objeto en sí, irremediablemente destinado a sufrir en carne propia toda acción que sirva a “limitar el riesgo”. Su estado de “ilegal” lo convierte en una entidad sin individualidad específica y cuya única aaaaaaa Saggi/Ensayos/Essais/Essays Migrazione, diaspora, esilio… – 06/2014 119 relevancia es representada por la amenaza que de por sí constituye o podría ser acusado de constituir (Bauman 2011: 62-65). MANO DE OBRA, NO PERSONAS El tercer enfoque del rostro identitario de los indocumentados arraiga en el análisis de Crisis, novela que ya desde el título nos invita a colocarnos en una situación de inestabilidad y precariedad. El término crisis, etimológicamente, evoca un cambio repentino, que evidencia la profunda incertidumbre que marca el paso de un estado a otro. Puede indicar, por tanto, una situación de sustancial transformación a partir de la cual los sujetos y los objetos involucrados ya no volverán a ser los mismos. Del mismo modo, con “crisis” nos referirnos a una condición aguda de sufrimiento psicofísico, así como a una situación de perturbación y desequilibrio económico y social3 , que son los aspectos centrales de la narración, aunque el telón de fondo de la obra de Jorge Majfud abarca las distintas acepciones del término. La vulnerabilidad personal, identitaria y económica componen el rostro y la vida cotidiana de los indocumentados que viven en Estados Unidos, así como la perturbaciones económicas nacionales afectan directamente su quehacer diario y futuro. En efecto, Crisis está construida como un relato sociológico y cultural de los inmigrados que viven y trabajan ilegalmente en ese país, cada uno con una historia personal diversa, así como diversos son la países de procedencia y las localidades donde actúa cada personaje, dando la idea de la vida errante de los sin papeles en Estados Unidos. En este sentido, Crisis es también una crítica a la sociedad y a un sistema que condiciona la vida de los seres humanos que allí habitan. No es casual que cada fragmento relatado se abra con el nombre de la ciudad que hace de trasfondo a la historia, la fecha, la hora y el valor del índice Dow Jones, que determina las perspectivas y esperanzas de la población y, de manera especial, de los sin papeles que en el “gigante del Norte” encuentran una precariedad existencial determinada, entre otras cosas, por una precariedad laboral que bordea el casi-esclavismo. La novela comienza con la historia de María, una joven mexicana de 17 años que con su novio Florentino Bautista deja su pueblo y, con la ayuda de un coyote, logra llegar a Modesto, California, para empezar a trabajar en un viñedo de la West Coast Grape Farming Company. A los pocos días María fallece por haber trabajado 9 horas bajo el sol a una temperatura de cuarenta grados a la sombra. El suyo no es un caso aislado, pues San Sebastián Nopalera, el pequeño pueblo en la Sierra de Oaxaca de aaaaa 3 Cfr. Diccionario etimológico Hoepli online. Saggi/Ensayos/Essais/Essays Migrazione, diaspora, esilio… – 06/2014 120 donde proviene, tiene cinco mil habitantes registrados pero allí solo viven la mitad. […] Sus habitantes, casi todos mujeres y niños, sobreviven gracias a la ayuda que envían sus hombres de las plantaciones de Estados Unidos. Como en una guerra entre dos países, cada año cien o doscientos migrantes vuelven a Oaxaca en cofres funerarios. Los trabajos para los cuales están destinados son casi tan mortales como el cruce de la frontera (Majfud 2012: 11). Contemporáneamente, la joven Lupita Blanco logra llegar a Arizona después de un viaje terrible. Cae exhausta en el desierto y es “rescatada” por un coyote que abusa de ella, mientras en San Antonio, Tejas, su novio José trabaja para recoger el dinero suficiente para que Lupita lo alcance, pero la “mara” lo asalta, robándole el sueldo quincenal. Su vida está a la merced de todos: las pandillas, los empleadores, los policías. Son estas algunas de las historias que se entrecruzan para formar un mosaico en el cual cada pieza reproduce el sufrimiento de los numerosos outsiders que en Estados Unidos cuentan solo como mano de obra y no como personas, y que por esto, al terminar su función laboral, quedan excluidos. Majfud, además, traza el perfil de dos mundos paralelos y distantes, el de los indocumentados y ninguneados, y el de los “autóctonos”, reconocidos por la sociedad. Dos mundos que pueblan los mismos territorios y que consumen los mismos productos, pero cuyas existencias se desarrollan en dos ejes distintos: los primeros buscando cómo desaparecer para sobrevivir, los otros – los “titulares” de la sociedad que pueden circular libremente – viven escondidos para apaciguar sus temores, al reparo del resto de la población. Casi fuera una paradoja, los legítimos habitantes de las ciudades estadounidenses necesitan encerrarse en sus casas enrejadas, y solo En verano salen a su backyards, donde no los ve nadie. Es decir, si no se tiran para adentro, se tiran para atrás. Y para disimular o para atenuar esa cerradez dejan abiertas las ventanas del frente … de forma que los que pasan por allí pueden ver cada una de las salas principales, sus cuadros, sus muebles, sus finas lámparas. Todo vacío, claro, todo deshabitado […]. Después, cuando se mueren, salen al espacio público. Sus cementerios son bonitos, parques, abiertos, sin muros y sin rejas (2012: 41). Al contrario, el inmigrado ilegal, moviéndose constantemente de un lugar a otro, vive gran parte de su vida en la calle, a veces esperando en alguna esquina que los buscadores de mano de obra lo levanten y lo lleven a trabajar, otras veces tratando de huir de las redadas policiales, o largándose de su puesto de trabajo al percatarse que se está dando un control. No es casual que en la novela la construcción espacial se aaaaa Saggi/Ensayos/Essais/Essays Migrazione, diaspora, esilio… – 06/2014 121 base en un constante desplazamiento que de un lado connota una vida a la intemperie, mientras que del otro enfatiza el hecho que las dinámicas a las que son sometidos los sin papeles son idénticas, pese al lugar donde se verifiquen. Todos, de igual manera, sufren por ser ninguneados, y por haber aprendido a disfrutar esa forma de ser nadie, de perderse […] en tiempos de la memoria sin espacio”, huyendo “hacia la memoria que te espera en cada soledad llena de tanta gente que nunca conocerás aunque duerman a tu lado” (2012: 18). La autoidentidad que se forja, entonces, arraiga en la negación y en la humillación de sentirse injustamente empujado hacia abajo, reprimido, detenido o expulsado. Una humillación que lleva al “sin papel” a mentir sobre la muerte de un ser querido, como acontece con Florentino que miente sobre la verdadera razón del fallecimiento de su novia María, para no crear problemas a su amo, pero también, para salvarse él en cuanto ilegal. O como ocurre con José, que necesita inventarse una vida cuando habla con su familia, ya que no puede desvelar los pliegues de su existencia. En fin, la violencia física y moral a la que son condenados marca un surco en su construcción identitaria: la imposibilidad de existir a la luz del sol los vuelve en “sujetos que llegan a ser sombras de sí mismos. […] Han nacido sin tiempo y sin espacio […]. Todos saben dónde están, de dónde vienen y qué hacen; pero nadie quiere verlos” (Majfud 2005). CONCLUSIONES Los tres textos narrativos nos permiten incursionar en el tema de la identidad de los migrantes sin papeles y de la invisibilización que están condenados a sufrir. Cada enfoque contribuye a indagar, a partir de tres miradas distintas, en los pliegues identitarios menos conocidos, y pone en luz el silenciamiento que rodea un fenómeno cada vez más significativo. En Amarás a Dios sobres todas las cosas, Hernández recurre a una escritura testimonial para dar voz a los transeúntes en su camino hacia la esperanza; funda entonces la construcción narrativa en la experiencia vivencial que toma voz a través de los apuntes del protagonista de la novela, que anota todos los avatares que acompañan la desaventura de los caminantes. En el relato “Abbot y Costello” la crónica periodística es la estrategia usada por Ramírez para acercarse al tema de los indocumentados en Costa Rica y para invitar a reflexionar sobre la ausencia de obligaciones morales con la que justifican las medidas para garantizar la tranquilidad nacional. Finalmente Majfud construye su novela Crisis como un relato sociológico que indaga en las distintas sociedades presentes dentro de la misma sociedad. El sector legal y “legítimo” decreta la invisibilidad e inexistencia de las franjas poblacionales aaaaa Saggi/Ensayos/Essais/Essays Migrazione, diaspora, esilio… – 06/2014 122 indocumentadas, aunque de ellas saca provechos y beneficios. Se trata, por tanto, de tres perspectivas diversas que tienen como aspecto común la necesidad de poner en relieve cómo la vida del migrante sin papel está marcada por una secuencia de fases que van transformando silenciosamente su espíritu y su identidad. Las adversidades y los discursos estigmatizantes de los que son víctimas los migrantes ilegales tienden a minar su resistencia y a preparar al sujeto para que sea desplazado y asuma nuevas funciones. La violencia, abierta o encubierta, se apropia así de los dominados y rastrea la forma en que se constituyen, reconstruyen, y reproducen las autopercepciones identitarias, connotando la vida psíquica del sin papel. La insistencia en creer en el sueño americano o costarricense es el “gozo” doloroso del discurso del dominado, quizá “la función del amo es establecer la mentira que puede sostener la solidaridad del grupo: sorprender a los sujetos con afirmaciones que manifiestamente contradicen los hechos” (Zizek, 2003: 94). Todo esto sustenta la resistencia a seguir adelante, en un trayecto en el que, obligatoriamente, es necesaria la anulación de los postulados esenciales sobre los que se fundamenta toda identidad. BIBLIOGRAFÍA Bauman Z., 2011, Danni collaterali. Diseguaglianze sociali nell’età globale, Laterza, Bari. Butler J., 2004, Vite precarie, Meltemi, Roma. Gaborit M., Zetino Duarte M., Brioso L., Portillo N., 2012, La esperanza viaja sin visa: Jóvenes y migración indocumentada de El Salvador, Universidad Centroamericana José Simeón Cañas San Salvador, UNFPA-UCA, San Salvador. Hernández A., 2013, Amarás a Dios sobre todas las cosas, Tusquets, México. Jiménez Matarrita A., 2009, La vida en otra parte. Migraciones y cambio culturales en Costa Rica, Editorial Arlekín, San José. Majfud J., 2005, ”Los esclavos de nuestro tiempo. Inmigrantes apátridas; tírelos después de usar”, Espéculo 30 julio-octubre, Año X, (11.01.2014) Majfud J., 2012, Crisis, Editorial del Sol, Tenerife. Monzón A. S., 2006, Las viajeras invisibles: mujeres migrantes en la región centroamericana y el sur de México, PCS-Camex, Guatemala. Ramírez S., 2013, “Abbott y Costello” en Flores oscuras, Alfaguara, Madrid. Rivera Garza C., 2011, Dolerse: textos desde un país herido, Editorial Sur, Oaxaca. Sandoval García C., 2002, Otros amenazantes. Los nicaragüenses y la formación de identidades nacionales en Costa Rica, EUCR, San José. Van Dijk T. A., 1997, Racismo y análisis crítico de los medios, Paidós, Barcelona. Saggi/Ensayos/Essais/Essays Migrazione, diaspora, esilio… – 06/2014 123 Žižek S., 1999, Il grande altro: nazionalismo, godimento, cultura di massa, Feltrinelli, Milano. Žižek S., 2003, Las metástasis del goce. Seis ensayos sobre la mujer y la causalidad, Paidós, Buenos Aires

    Libros

    Perdona
    nuestros pecados

    La cotidiana aventura humana suele asumir perfiles absurdos y hasta de dimensión cuasi surrealista, en la medida que las conductas humanas se tornan obsesivas y paranoicas y la perplejidad se transforma en una suerte de estado natural.

    Hugo Acevedo

    En «Perdona nuestros pecados», el autor uruguayo Jorge Majfud construye un variopinto universo humano, ensayando una profunda reflexión en torno a los grandes interrogantes y dilemas de este convulsionado mundo contemporáneo.

     

    Majfud, que nació en el departamento de Tacuarembó en 1969, estudió y se graduó como arquitecto, egresando de las aulas de la Universidad de la República.

    En la actualidad, se dedica íntegramente a la literatura y la investigación, colaborando frecuentemente con artículos periodísticos en diversos medios nacionales y extranjeros, entre ellos LA REPUBLICA.

    Asimismo, enseña Literatura Latinoamericana en la Universidad de Georgia, Estados Unidos.

    Este autor compatriota ha recibido numerosos premios en concursos literarios internacionales: Mención de Honor en el XII Certamen Literario Argenta, Buenos Aires, 1999. Mención Premio Casa de las Américas, La Habana, Cuba 2001, por la novela «La reina de América» y Segundo Premio Concurso Caja Profesional 2001, por el cuento «Mabel Espera», entre otras distinciones.

    Sus obras han sido editadas en diversos países extranjeros y traducidas al inglés, francés, portugués y alemán.

    De su extensa producción se destaca: «Hacia qué patrias del silencio (memorias de un desaparecido)» (1996-2001), «Crítica de la pasión pura» (1998), «La reina de América» (2002), «Entre siglos – Entre Sécalos» (1999), «El tiempo que me tocó vivir» (2004) y «La narración de lo invisible/significados ideológicos de América Latina» (2006).

    Tanto en el género narrativo como en el ensayo, Jorge Majfud ha logrado un respetable nivel de calidad, que le ha permitido cosechar un justificado reconocimiento en el ámbito cultural.

    El cuento inaugural de este libro, intitulado «Todo el peso de la ley», es un sobrecogedor cuadro humano que remite a los cotidianos paisajes de la marginalidad.

    Los tres personajes de este relato son, cada uno a su modo, arquetipos de exclusión social golpeados por un destino perverso.

    El autor describe la existencia cuasi subterránea de esas criaturas sin horizonte visible, que sobreviven como pueden ante la indiferencia colectiva.

    La historia, que describe elocuentemente la odisea de miles de compatriotas, es una suerte de parábola en torno al incierto destino de la humanidad contemporánea, en sociedades que arrastran la rémora de fuertes asimetrías.

    Incluso, uno de los personajes es el producto residual de la locura y la culpa, que se autocondena a una existencia indigna.

    En tanto, «El día que nunca existió» es un extraño relato ambientado en Mozambique, en el cual Majfud juega con los tiempos narrativos.

    En este caso, en la conducta de los personajes hay una irrefrenable compulsión, que los conduce a experiencias tan alucinantes como intransferibles y hasta un asesinato que, a la sazón, permanece impune.

    Tanto «Las entrañas de la bestia» como «Memoria dulce de la barbarie», aluden a un pasado de pesadilla durante los gobiernos autoritarios que otrora asolaron a la región.

    En el primer caso, Jorge Majfud construye una historia oscura ambientada en Buenos Aires, en la cual el protagonista, que es un intelectual, debe enfrentar el acoso de las fuerzas represivas.

    Aunque el narrador no precisa el tiempo histórico en el cual transcurre la anécdota, parece claro que se trata de la década del sesenta del siglo pasado.

    «Las entrañas de la bestia» es una suerte de guerra de nervios y temperamentos entre el atribulado personaje y el militar que lo interroga, que actúa con la prepotencia de quien sabe que goza de impunidad para cometer toda clase de atropellos y violaciones a los derechos humanos.

    Majfud intercala los tensos diálogos entre el interrogador y el interrogado, con las noticias que se emiten a través de un televisor encendido, en un insólito contrapunto que desnuda la fuerte dicotomía entre las prioridades informativas de una prensa ferozmente amordazada y la cruda realidad de un país agobiado por el terror.

    En tanto, «Memoria dulce de la barbarie» es una historia autobiográfica, que el autor presenta como un viaje retrospectivo e introspectivo rumbo a su infancia.

    Majfud confiesa pertenecer a la denominada «generación del silencio», que nació y creció durante la dictadura.

    Sin embargo, en su caso concreto, por haber tenido familiares que estuvieron recluidos durante el gobierno autoritario, la experiencia adquiere un perfil aún más despiadado.

    Empleando un lenguaje tan elocuente como sobrecogedor, el narrador se interna en los paisajes de ese pasado turbulento, en los cuales un absorto niño pierde parte de su inocencia al enfrentarse a la pesadilla que se había apropiado de nuestro Uruguay.

    Este cuento es un terrible testimonio de la barbarie padecida por miles de uruguayos, que se transformaron ­durante once largos años de plomo- en víctimas del demencial odio autoritario.

    A su vez, «La palabra» es una reveladora alegoría en torno a un tercer milenio colmado de angustias y perplejidades, en el cual la libertad parece estar cada vez más jaqueada y restringida por la cotidiana paranoia de la inseguridad.

    El autor construye un paisaje realmente desolador, en el cual un estado policial con fachada democrática nos somete a una estricta vigilancia. El mensaje es claro: todos somos sospechosos ante los ojos de este gendarme global.

    Aunque no hay una referencia explícita a ningún acontecimiento mundial reciente, se percibe claramente una soterrada alusión a la demencial reacción de la potencia hegemónica luego de los atentados del 11 de setiembre de 2001.

    La literatura de Jorge Majfud asume un sesgo bastante más filosófico en «La sociedad amurallada», que es una profunda reflexión en torno a la incesante búsqueda de las verdades últimas.

    A partir de un discurso ácidamente crítico, el narrador decodifica las raíces del fanatismo ciego, el pensamiento único y el inconcebible dogma de fe que erige nuevos muros de intolerancia.

    El perfil alegórico está presente también en «El ombligo del mundo, 2055», un inquietante cuento de ciencia ficción y anticipación.

    También este relato está ambientado en una sociedad amurallada, celosamente vigilada y controlada por un poder que todo lo escruta, al punto de tener la omnipotente cualidad de leer el pensamiento.

    Son claras las alusiones a «1984», la emblemática novela del británico George Orwell y a su autoritario «Gran hermano», involuntario inspirador de un frívolo programa televisivo que anestesia cotidianamente el intelecto de quienes masivamente lo consumen.

    Mientras «Las máscaras» constituye una potente metáfora en torno a la deshumanización de un mundo terriblemente globalizado, dos cuentos ambientados en un paraje imaginario banalizan deliberadamente la condición humana.

    Tanto «El periodista» como «Obras públicas», retratan el grotesco rostro de la más inconcebible desmesura, expresada en los delirios de un falso astrólogo y los insólitos proyectos de un alcalde que aspira a inmortalizar su nombre en la historia.

    En «El primer hombre», aflora la muerte como protagonista y materia de reflexión ontológica. El inexorable desenlace biológico es asumido como pesadilla, en tanto el ser humano es la única criatura de la naturaleza consciente de la caducidad de la materia.

    Las tribulaciones de un pensador también irrumpen en «El puro fuego de las ideas», relato que alude simbólicamente a la locura, al descaecimiento y la erosión provocada por los tiempos biológicos y hasta a la decadencia de las ideas.

    En los catorce relatos incluidos en este libro, Jorge Majfud retrata diversas facetas del comportamiento humano, a menudo sometido a situaciones límite.

    Aunque la calidad de las narraciones no es siempre pareja y hay algunos errores de edición, la obra corrobora la indudable cualidad de agudo retratista que ostenta el autor.

    La mayoría de los relatos, que abrevan naturalmente de la experiencia y de una ulterior reflexión, confirman que Majfud es un intelectual lúcido y preocupado por los grandes dilemas de nuestro tiempo.

    No vano apela frecuentemente a una severa interpelación, con el propósito de cuestionar algunas de las conductas más absurdas e irracionales que caracterizan al mundo contemporáneo.

    «Perdona nuestros pecados» es un catálogo de historias humanas de trazo casi siempre desencantado, que discurre entre lo meramente anecdótico y el ensayo, sin soslayar la frecuente apelación al absurdo, la desmesura y el humor de tono ácidamente sardónico.

    (AG. Ediciones)

    Publicado en La República de Uruguay, el 3 de junio de 2007

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    Relecturas

    Cuando el mal deja de ser bueno

     

    Português: Pelourinho

    Português: Pelourinho (Photo credit: Wikipedia)

    Consecuente con su modelo de lectura —culturalista—, en Las raíces torcidas de América Latina el cubano Alberto Montaner rastrea los orígenes del esclavismo en la península ibérica como un psicoanalista hurga en la memoria infantil de un hombre maduro que sufre el complejo de fracaso. Allí encuentra una larga historia de esclavitud y de tolerancia a la misma, aunque en la alta Edad Media no era muy diferente a otras regiones geográficas. España estaba, claro, en una frontera cultural, más expuesta a la convivencia y a los conflictos étnicos y religiosos. “La Iglesia católica [del siglo V] —escribe— no se opuso a la esclavitud, sino que se limitó a pedir un trato más humano para sus víctimas” (55). Con la invasión musulmana, el tráfico de esclavos, producto del comercio y la guerra, se mantuvo hasta la baja Edad Media y se intensificó con los nuevos navegantes portugueses del Renacimiento (59). Incluso el defensor de los indios en América, Las Casas, toleró la esclavitud de los negros ya que “en la Biblia, el Levítico autoriza la esclavitud”. Por otra parte, “para un sevillano como Las Casas era muy común ver o poseer negros esclavos” (60).

    Montaner reconoce que también Lutero toleró la esclavitud por razones económicas, “ya que pensaba que sin el auxilio de la mano de obra esclava la fábrica económica europea podía derrumbarse” (66). Sin embargo, según el mismo texto de Montaner, esta actitud interesada en el beneficio propio, en una ética en función del poder y la economía, no se debería aplicar a la Inglaterra que abolió la esclavitud en el siglo XIX y procuró extenderla, por diferentes medios, a España y a Portugal. Aún cuando el autor nos dice que “existe un dato incontrovertible: fue Inglaterra, en 1807, el primer gran poder que decidió renunciar a la trata de esclavos” (66), no queda claro si ese hecho histórico, incontrovertible, estaba motivado por una razón ética o una razón económica.

    Sea como fuera, el efecto es el mismo y hoy podemos valorarlo de forma positiva, desde un punto de vista ético. Pero Montaner parte de esa valoración presente y deduce motivaciones pasadas como causas de las mismas, sin los más mínimos datos documentales. Por el contrario, parece partir de la lectura de Las venas abiertas de América Latina de Eduardo Galeano (donde se interpreta el mismo hecho “’ético” desde un punto de vista materialista, es decir, por las nuevas condiciones económicas) para refutarla en un simple esfuerzo de declaración: “¿Actuó Inglaterra por razones económicas, como sostienen los más cínicos —ya se había puesto en marcha la revolución industrial y no quería competir con mano de obra esclava—, o la principal motivación fue de índole moral? Parece que esto último fue lo que más influyó en la política inglesa” (67).

    La respuesta “a los más cínicos” que da Montaner —“parece que esto último fue lo que más influyó”— se basa en percepciones que se podrían clasificar como subjetivas: “durante décadas fue creciendo el clamor abolicionista hasta que lograron conquistar el corazón de algunos políticos importantes, como Lord Palmerston” (67).

    De esta forma, la razón de la gran política no es económica, ni estratégica ni de poder; es una raison du coeur. Por otra parte, hay que hacer un esfuerzo no menor para no pensar en cierto tipo de cinismo en este tipo de bondad sin pérdidas económicas. Al fin y al cabo, “tampoco era la primera vez que existía un cambio de sensibilidad en Occidente” (Montaner, 67). Lo cual no deja de ser innegable, pero es difícil que los partidarios de la tesis opuesta lo tomen en serio.

    Estos últimos, por el contrario, explican la lucha entre esclavistas y abolicionistas, no simplemente por razones humanitarias sino, sobre todo, por intereses políticos y comerciales. Al fin y al cabo, los humanistas (muchos de ellos católicos) que se opusieron al esclavismo venían luchando en vano desde siglos atrás hasta que nos encontramos con la Revolución industrial. Al parecer la gente se pone buena cuando la maldad deja de ser rentable. Refiriéndose a la Guerra de Secesión en Estados Unidos, Eduardo Galeano observaba que “cuando el norte sumó la abolición de la esclavitud al proteccionismo industrial, la contradicción hizo eclosión en la guerra. El norte y el sur enfrentaban dos mundos en verdad opuestos, dos tiempos históricos diferentes […] El siglo XX ganó esta guerra al siglo XIX” (333).

    Esta última idea de la abolición se repite con respecto a los abolicionistas ingleses: fueron causas económicas y de intereses comerciales los que promovieron la abolición de la esclavitud, no un único principio ético. Aunque la moral y la justicia son componentes insoslayables en la dinámica de la historia, no son estos factores los que mueven la historia sino el interés y el poder.

    El discurso ético y de justicia se construye por la cultura resistente —no por la dominante, en la que prevalecen los intereses— y luego es usada, cuando las conquistas han tenido lugar, por el discurso de la cultura dominante, como forma de explicar un proceso que estuvo motivado por otras razones.

    Luego de detallar el intenso comercio esclavista a manos de Holanda e Inglaterra, Galeano encuentra una explicación para el cambio de actitud de estos últimos: “A principios del siglo XIX Gran Bretaña se convirtió en la principal impulsora de la campaña antiesclavista. La industria inglesa ya necesitaba mercados internacionales con mayor poder adquisitivo, lo que obligaba a la propagación del régimen de salarios” (128).

    No obstante —y opuesto a la tesis de Montaner— para Galeano esta actitud no es propia de una raza o una cultura. Es propia de un sistema de explotación. Esto puede deducirse al tomar otra observación referida a un sector social latinoamericano cualquiera. “Ya agonizaba el siglo cuando los latifundistas cafeteros, convertidos en la nueva elite social de Brasil, afilaron los lápices y sacaron cuentas: más baratos resultaban los salarios de subsistencia que la compra y manutención de los escasos esclavos. Se abolió la esclavitud en 1888, y quedaron así formas combinadas de servidumbre feudal y trabajo asalariado que persisten en nuestros días” (155).

    Probablemente sean los universales y milenarios impulsos de justicia y de poder los dos componentes básicos de la historia, como el oxígeno y el hidrógeno lo son del agua  —quizás en la misma desproporción.

    jorge majfud

    Milenio (Mexico)

    La Republica (Uruguay)

     

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    La representación del mundo

     

    La representación del mundo

     

    Toda verdad, incluso las verdades científicas, son representaciones de algo más que asumimos es real. El espacio de 11 dimensiones o un simple dibujo de un árbol no son ni los espacios ni son el árbol. Los cambios de paradigmas científicos nos han demostrado a lo largo de la historia que las ciencias aumentan el poder humano sobre el mundo material pero sus verdades han sido una serie de modelos destruidos desde su raíz por las sucesivas revoluciones paradigmáticas. El hecho de que 2 + 2 sea siempre igual a 4 no nos dice nada de la realidad material sino de la forma en que el intelecto humano entiende las cantidades, las que necesariamente se aplican al mundo material («This is an example of the application of what is known as the anthropic principle, which can be paraphrased as ‘We see the universe the way it is because we exist'». Stephen W. Hawking, A Brief History of Time.)

    Usando las matemáticas aplicadas al paradigma de Ptolomeo se pudo predecir eclipses, pero este mundo resultó una fantasía para los renacentistas neoplatónicos como Copérnico, Kepler y Galileo. Lo mismo se puede decir del mundo de newton luego de la destrucción paradigmática de Einstein.

    En el mundo humano, que es el que en última instancia el más importa, la relación realidad-verdad y sus representaciones son harto más complejas. Un sueño puede ser una representación para el psicoanálisis pero es una experiencia hiperreal, una verdad en sí misma para quien lo experimenta. Ni que hablar que la vida es, básicamente, emociones, no ideas, sustitutos o representaciones de algo más. De la misma forma, la emoción que deriva de una obra de arte no es una representación sino una experiencia existencial en sí misma: podemos dudar de una teoría científica, de una afirmación filosófica, pero nadie puede decir que las pasiones que derivan de una novela de Kafka, por ambiguas e indefinibles que sean (o por eso mismo) son irreales.

    Hay un espacio epistemológico intermedio, que es el del ensayo, quizás el género literario más popular del mundo hoy en día. Este pensamiento —la construcción de la verdad—, funciona de la siguiente manera: el escritor narra una realidad hermenéutica que está observando o que ha observado haciendo uso no de sus sentidos sino de su intuición. Cada declaración es el relato de esa observación. Al  mismo tiempo, esa realidad metafísica debe tener un orden mínimo de coherencia porque debe compartir con el espacio físico leyes semejantes, como por ejemplo la posibilidad de ser narrada como un hecho físico y temporal observable, la necesidad de alguna coherencia, inteligibilidad o percepción sensible. Este espacio metafísico, donde existen la ética y la especulación intelectual, siempre existe. Es una construcción paralela y simbiótica al mundo que llamamos “físico”. Ambos, el mundo físico y el metafísico configuran en su integridad lo que podemos llamar, ahora sí, realidad. Ambos surgen simultáneamente desde la primera escisión entre lo real y lo irreal. El mundo físico surge cuando los dioses suben a los cielos. No podemos negarle existencia al mundo físico o al mundo metafísico; sólo podemos cuestionar sus naturalezas, cuál predomina sobre cuál. ¿Vemos la realidad física según nuestros prejuicios y convicciones? ¿O nuestros juicios, prejuicios, ideas y convicciones son deudores del mundo físico? Las interrogantes no se excluyen, no son alternativas. Según mi observación metafísica de la realidad deben ser aceptadas ambas posibilidades en una relación simbiótica. Tanto un espacio intelectual condiciona e influye sobre el otro como viceversa.

    Desde un punto de vista contemporáneo, podemos decir que el lenguaje surge del espacio físico y sólo a través de metáforas y transferencias sígnicas puede alcanzar a describir el espacio metafísico. No obstante, de forma recíproca y simbiótica, el espacio metafísico actuará sobre el espacio físico en forma de mitos, de ideologías, de paradigmas culturales, etc.

    Esto último expresa una idea clara, pero debemos hacer una precisión. No hay indicios para pensar que en tiempos pasados, prehistóricos, los hombres y mujeres distinguían entre el mundo físico y el mundo de sus creencias, de sus ideas y supersticiones, sino todo lo contrario. O por lo menos esa distinción entre espíritu y cuerpo, entre magia —arte— y ley física no era tan clara como lo es hoy. No obstante, podemos reconocer la dualidad ontológica. Podemos distinguir fácilmente un mundo físico —su idea—, con existencia propia, y otro espacio donde se desarrollan nuestras ideas sobre ese espacio (que asumimos) preexistente a nosotros. Porque el mundo físico puede ser preexistente pero nunca podemos tener alguna mínima noticia de él sino es a través de nosotros mismos, de nuestra facultad comprensiva, de nuestra conciencia. Estamos condenados a vivir con la paradoja que los radicales eliminaron: nuestra conciencia es posterior al mundo físico, pero el mundo físico no existiría sin nuestra conciencia que le confiere el atributo preexistente. Los radicales, como George Berkeley, resolvieron esta paradoja simplemente negando el mundo físico. Lo que prueba que, si bien el mundo físico parece ser el soporte de la conciencia —para una concepción materialista del Universo— es totalmente posible negar su existencia antes que negar la existencia de quien lo percibe. El cogito ergo sum, de Descartes, puede ser entendido en el más amplio sentido: si pienso es porque existo, pero mi existencia no prueba la existencia del mundo físico, de lo percibido. También en sueños pienso y percibo; lo que sueño y lo que imagino es una realidad sin soporte físico, aparentemente, pero es existencia innegable.

    Desde los griegos, y desde antes, la verdad es aquello que los ojos carnales no pueden ver. “La verdad gusta de ocultarse”, decía Heráclito, y Platón entendía que un hombre que sólo puede ver caballos y no la forma, la idea esencial del caballo, tenía ojos pero no inteligencia. El mundo funciona según un logos o nouns oculto, y la misión del pensamiento es poder verlo detrás de lo aparente. También el psicoanálisis, el marxismo y el estructuralismo parecen decirnos que comprender es ver lo que no se ve, descubrir el orden oculto detrás de la apariencia, la ley invisible que relaciona un conjunto de números primos por una particularidad en su divisibilidad, etc.

    Pero, como un mismo fenómeno o una serie de fenómenos pueden ser explicados según distintos logos, resulta que el poder-ver de unos consiste en el no-ver de otros. Como un lazarillo, el que cree ver guía al presunto ciego, mientras le describe lo que el otro no ve pero puede tocar.

     

    Jorge Majfud

     

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