Las máscaras del racismo

Todo evento histórico se expresa en situaciones concretas, nunca abstractas, lo que produce la ilusión de la especificidad de las fuerzas que lo generan. Nadie ama y odia en abstracto, aunque el objeto de ese amor (una bandera, un símbolo) y de ese odio (otra bandera, otro símbolo) sea el resultado de la afiebrada imaginación tribal y el resultado de una lucha social por los “campos semánticos” y sus valoraciones éticas. Esto ya lo analizamos en el libro La narración de lo invisible, 2004.

El odio produce odio y lo distribuye convenientemente hasta lograr confundir a un racista con un indignado. Nadie odia en abstracto. Nadie mata en abstracto. No hay odio sin una víctima concreta. Incluso los pilotos que ven la realidad como un videojuego o los operadores de drones a miles de kilómetros de distancia matan seres humanos concretos y sus perpetuadores son seres humanos concretos que luego se ocultan en mentiras concretas, más allá del guion escrito, como lo hemos visto desde hace por lo menos tres décadas.

Sin embargo, si echamos una mirada lo más amplia posible a la historia y tratamos de abstraer esas fuerzas, esos factores comunes en nuestro tiempo y en tiempos de Poncio Pilatos, veremos algo más que lo eventual y específico. Esta idea platónica (la verdad es esa constante que está más allá del caos de las apariencias visibles) no deja de ser la base de cualquier reflexión científica. No otra cosa ha sido la filosofía, de las ciencias y protociencias, desde la caótica economía hasta la física cuántica. Como decía un personaje de Ernesto Sábato, la gracia está en entender que una piedra que cae y la luna que no cae son el mismo fenómeno.

Contrario a las apariencias, no existe el racismo contra un grupo específico. No existe el racismo específico e inclusivo. Los racistas no odian sólo a una raza, a una etnia o a un pueblo. Esta confusión es otra de las clásicas confusiones estratégicas que le sirven al racista para lograr alianzas temporales en favor de su causa. Puede existir el racismo blanco y el racismo negro, el racismo semita y el racismo antisemita, pero un racista es un enfermo de cuerpo y alma y odia a todo aquel que no pertenece a su raza o a su etnia, esas cosas imaginarias que, como todo lo imaginario suele ser más poderoso que la realidad. Un racista odia de forma democrática e indiscriminada, aunque cada tanto se concentre, distraiga y finalmente logre descargar todo su odio en otra etnia específica. Un nazi no odia sólo a los judíos. Un supremacista del Ku Klux Klan no odia solo a los negros. Un antisemita no odia solo a los semitas. Un sionista supremacista no odia solo a los palestinos. Esto no es solo una observación teórica o una definición lingüística. Es algo observable en la historia y en el presente. Si alguien defiende al grupo objeto de su odio, pasa a ser un enemigo y objeto de su odio sin ninguna reserva. Recientemente, el New York Times y CNN identificaron a los promotores de la violencia contra los manifestantes pro-palestinos en las universidades de Estados Unidos. Junto con las turbas pro-sionistas había activistas de la extrema derecha antijudía y al menos un conocido antisemita identificado, repartiendo palo a los estudiantes contra la masacre en Palestina, entre ellos estudiantes y profesores judíos. Ejemplos similares sobran. No tengo aquí el espacio para mencionar ni una mínima fracción de esa larga lista.

No, un racista no odia sólo a un grupo específico, aunque la confusión estratégica insista en presentarlo de esa forma. Si el grupo que representa el odio del racista desapareciera de la faz de la Tierra, en cuestión de horas pasaría a descargar su enfermedad sobre otro grupo. A nadie le viene diarrea súbita por pasar por un determinado baño. Cualquier baño le sirve para descargar su incontinencia.

El racismo es, probablemente, una patología evolutiva (tal vez, con algún componente genético individual no estudiado como tal, como la psicopatía) que se potencia y se enquista en una cultura con elaboraciones, justificaciones y racionalizaciones. En el siglo XIX esas racionalizaciones supremacistas fueron teorías raciales pseudocientíficas (genética colectiva), para justificar el colonialismo, el expolio y las masacres globales de las pulcras democracias noroccidentales. En el siglo XXI, como hace cinco mil años, se trata de una justificación religiosa, articulada por la fantasía mesiánica de cada grupo y liderada por sus miembros más patológicos, que son quienes el sistema político suele seleccionar, casi siempre de forma democrática—aunque nunca libre.

Pero la historia también muestra que, si bien el racismo es una maldición universal, no todos los pueblos lo han ejercido en la misma escala ni con la misma pasión. Aunque no libre de terribles masacres promovidas o justificadas por el racismo, África también provee de muchos ejemplos históricos donde la raza era un detalle irrelevante. Lo mismo podemos decir de varios pueblos nativos americanos. Todos salvajes y subdesarrollados… Nada comparable con el supremacismo genocida que los imperios noroccidentales practicaron a escala industrial. Hubo culturas, hay culturas más enfermas que otras y todas, religiosas o no, son antihumanistas.

Otro capítulo es a quién beneficia el racismo. No es difícil observar, también en la historia y en el presente, que el racismo, como las religiones, son instrumentos de poder de las clases, de las elites en el poder. Es más difícil esclavizar al resto de la sociedad, de la humanidad, si primero no nos convencemos de que somos superiores por nacimiento, que tenemos derechos especiales (a la tierra, a los capitales, a la vida) y que, por lo tanto, exterminar o esclavizar al otro es una “defensa legítima” de ese derecho. Es más difícil esclavizar al resto de la sociedad, de la humanidad si, además, el resto de la humanidad no acepta, de forma explícita o implícita, la superioridad del colono, del opresor, de la clase superior: los poderosos, los impunes, son más inteligentes, más hermosos, más buenos y, a la larga, se sacrifican por nuestra prosperidad, como bien lo definió el poema de Rudyard Kipling, “La pesada carga del hombre blanco” que promovió Theodore Roosevelt y se la creyeron casi todos los colonizados. Casi todos, menos los peligrosos rebeldes que fueron perseguidos y crucificados por los soldados de la oligarquía criolla colonial.

Una última. Otra funcionalidad del racismo, como del sexismo, es que, a pesar de ser un instrumento imperial de dominación, tiene la virtud de distraer a sus detractores con reivindicaciones legítimas. La “guerra cultural” (La narración de lo invisible) ha silenciado el cuestionamiento al mismo orden al que sirve el racismo. Esto ha sido probado en Estados Unidos primero y luego en otros países: en el siglo XXI, las marchas y protestas contra la violencia racial acallaron la conciencia de los años sesenta: la mayor expresión de racismo es el imperialismo, que es la mayor expresión del sistema global de dominación a través del dios más abstracto que existe, el dinero, cuya religión es el capitalismo.

Jorge Majfud, mayo 2024.

IRKÇILIĞIN FARKLI GÖRÜNÜMLERİ VE DEMİRTAŞ’IN SAVUNMASI-M.Taş

25 Mayıs 2024 

 

Her tarihsel olay, onu oluşturan güçlerin yarattığı yanılsamalarla soyut olmayan somut durumlarda kendini ifade eder. Hiç kimse soyut olarak sevmez ya da nefret etmez. Sevginin veya nefretin nesnesi bir bayrak veya kimlik de olabilir her zaman somuttur.

Irkçıların yaydığı nefret karşı nefreti üretir.  Soyut olarak kimse kimseden nefret etmediği gibi soyut olarak kimse kimseyi öldürmez. “Somut bir kurban olmadan nefret olmaz.” (J.M) Gerçekliği bir video oyunu olarak gören pilotlar veya binlerce kilometre ötedeki insansız hava aracı operatörleri bile somut insanları öldürür ve onların failleri, yaklaşık otuz yıldır gördüğümüz gibi, CİA ve Pentagon patentli yazılı senaryolarda belirtildiği gibi somut yalanların arkasına saklanan somut insanlardır.

Bildiklerimizin aksine, belirli bir gruba karşı ırkçılık diye bir şey yoktur. Irkçılar sadece bir ırktan, bir etnik kökenden veya bir halktan nefret etmezler. Onurlu yaşam davası savunmasında Demirtaş’ın “Türksen Övün değilsen itaat et” (S.D) ırkçı sloganında ırkçılığın bu görünümünü gözler önüne seriyor. Irkçılıkla eğitilmiş özel timin sadece Kürtlerden değil diğer azınlıklardan nefret ettiğini ve hangi kimlikten olursa olsun sorgusuz öldürebileceğini belirtiyor.

Türk ırkçılık, beyaz ırkçılık ve siyah ırkçılık, Sami ırkçılığı ve anti-Semitik ırkçılık olabilir, ancak “bir ırkçı bedenen ve ruhen hastadır ve ırkına veya etnik kökenine ait olmayan herkesten nefret eder, hayali her şey gibi, genellikle gerçeklikten daha güçlü olan bu hayali şeyler.” Bir ırkçı, zaman zaman konsantre olsa, dikkatini dağıtsa ve sonunda tüm nefretini başka bir etnik kökene salıvermeyi başarsa bile, insanlığından çıkar ve ayrım gözetmeksizin nefret eder.

Bir ülkücü sadece Kürtlerden, bir Nazi sadece Yahudilerden nefret etmez. Bir Ku Klux Klan sadece siyah insanlardan nefret etmez. Bir antisemitist sadece Musevilerden veya üstünlükçü bir Siyonist sadece Filistinlilerden nefret etmez. Bu sadece politik bir gözlem ya da dilbilimsel bir tanım değildir. Tarihte ve günümüzde gözlemlenebilir bir şeydir. “Birisi nefretinin nesnesi olan grubu savunabilir veya hiç çekinmeden nefretinin nesnesi haline gelebilir.”

Demirtaş savunmasında ırkçılığın farklı maskelerini Cizre’de Sur’da bir evin dış duvarına yazılan yukardaki sloganı yorumlarken “yazan Kürt’ü de bin defa lanetleriz. Buradaki yazan Kürt mü Türk mü bilmiyorum, elinde Türk bayrağı var, kurt işareti yapmış, ondan dolayı Türk diyorum. Etnik olarak belki Kürt’tür, fark etmez ama zihniyet olarak Türk resmi ideolojisini temsil ediyor”. İster asker ister polis olsun isterse sivil bir vatandaş olsun Kürt düşmanı bir ırkçı Arapları ve Ermenileri öldürüp “Reis gereği yapıldı” diyerek işlediği vahşeti devlet büyüklerine sadakatle üstünü örter.

Jorge makalesinde belirttiği gibi “Irkçılık muhtemelen, çeşitli gerekçe ve rasyonalizasyonlarla bir kültürde yerleşik hale getirilen evrimsel bir patolojidir.” On dokuzuncu yüzyılda, bu üstünlükçü rasyonalizasyonlar, sömürgeciliği, yağmayı ve küresel katliamları haklı çıkarmak için sözde bilimsel kolektif genetik, ırk teorileriyle temellendirildi. Yirmi birinci yüzyılda, Netanyahu’nun Filistinlilere, Türkiye’de Kürtlere Latin Amerika’da yerli halka, Avrupa’da etnik azınlıklara, göçmenlere karşı azgınlaşan nefret güncellenmiş ırkçılığın değişik varyosları, değişik görünümleridir.

Ancak tarih, ırkçılığın evrensel bir lanet olduğunu göstermesine rağmen, tüm halkların bunu aynı ölçekte veya aynı tutkuyla kullanmadığını da gösteriyor. Afrika, ırkçılık tarafından teşvik edilen ve meşrulaştırılan korkunç katliamlardan arınmış olmasa da, ırkın alakasız bir ayrıntı olduğu birçok tarihsel örnek de sunuyor. Aynı şey birkaç Kızılderili halk için de söylenebilir. Hepsi vahşi ve gelişmemiş… Kuzeyin emperyalist devletleri uyguladığı soykırımcı ırkçılıkları başkalarıyla karşılaştırılamaz. Hastalıklı ırkçılığı taşıyan tüm kültürler dindar olsun ya da olmasın hepsi anti-hümanisttir.

Charlottesville: Cuando la historia se anuncia en una pequeña aldea

A finales de 2015, cuando el precandidato republicano Donald Trump dominaba las encuestas dentro de su partido, un amigo que vive en Buenos Aires me escribió entusiasmado con el posible triunfo del millonario. “Muchas cosas van a cambiar –dijo–, entre ellas las tonterías de lo políticamente correcto”. El desafío a lo políticamente correcto ha sido un ejercicio permanente en la academia (aunque no en la mayoría de los académicos) por décadas, sino por siglos. Eso no lo inventó Trump. Pero a veces lo políticamente correcto (como el respeto de los derechos y libertades de todos por igual, sean negros, mujeres u homosexuales) es, simplemente, lo correcto.

Mi amigo es judío y, a mi forma de ver, es uno de los que confunde el judaísmo y a los judíos con el gobierno de Israel. Aunque es una persona culta, su visión a corto plazo solo le permitió ver que Trump tiene un yerno judío y una hija convertida al judaísmo y que su retórica pro Israel y anti islámica no era menor que la del resto de los candidatos. Sin embargo, observé, no es casualidad que la gran mayoría de los judíos en Estados Unidos que no pertenecen a la minúscula clase de los millonarios han votado tradicionalmente por la izquierda, como no es casualidad que los mexicanos sean culturalmente conservadores y políticamente liberales, mientras los cubanos de Miami son culturalmente liberales y políticamente conservadores. Eso no es difícil explicar, pero ahora es harina de otro costal.

“Tal vez cambies de opinión –le escribí– cuando Trump llegue a la presidencia y comencemos a ver banderas nazis desfilando por las calles”.

No sé si mi amigo habrá cambiado de opinión. Según las estadísticas, quienes apoyan a Trump están convencidos que jamás dejarán de hacerlo, más allá de las circunstancias. Lo cual revela un componente irracional y religioso. Como hemos insistido antes, sólo la economía podrá poner los valores morales del presidente en cuestión. En otros casos, ni eso.

Hay un detalle aún más significativo: quienes ondean banderas nazis y confederadas, quienes revindican al KKK, ya no lo hacen cubriéndose los rostros. Este es un sutil signo de que las cosas se pondrán aún peores, no porque no les reconozca derecho a la libertad de expresión, sino por todo lo demás.

En el país existen cientos de grupos racistas y violentos. La ley no los puede tipificar como terroristas (la expresión “terrorismo doméstico” es solo una expresión sin categoría legal) porque no existen los terroristas estadounidenses si masacran a mil personas en nombre de alguna organización doméstica. Para ser considerado terrorista, un terrorista debe ser ciudadano de otro país o trabajar para algún grupo extranjero. Esos “consorcios domésticos” todavía no se han sincronizado en una red mayor, pero ya han cruzado la línea que separa el odio íntimo de la ideología articulada del odio. En consecuencia, ya no usan mascaras.

Veamos un hecho puntual y reciente. En una conferencia de prensa, el presidente Donald Trump ha defendido la permanencia de los monumentos que celebran los ideales de la Confederación, argumentando que también George Washington y Thomas Jefferson tuvieron esclavos. Exactamente las mismas palabras que un manifestante pro nazi dijo en un video que circuló en las redes sociales dos días antes, otra muestra de que el presidente representa a la nueva generación: no lee ni se contiene para insultar en los foros a pie de página.

Durante años, tanto en los periódicos como en mis propias clases, he insistido sobre la doble moral de los Padres fundadores con respecto a los esclavos, cuando la declaratoria de la independencia reconocía “como evidentes estas verdades: que los hombres son creados iguales; que son dotados por su Creador de ciertos derechos inalienables; que entre estos están la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad”. O, cuando una década después, en la constitución se hacía celebre la primera frase “Nosotros el pueblo” y en realidad excluía a la mayoría de los habitantes de las trece colonias primero y más tarde de los territorios centrales usurpados a los indios y, finalmente, del resto donado por los mexicanos.

Sin embargo, comparar a Jefferson con el general Robert Lee es una manipulación histórica en base a los intereses racistas y clasistas del momento. Lo que celebramos de Jefferson no es que tenía esclavos y una amante mulata a la que nunca liberó, como sí lo hizo el gran José Artigas con su muy íntimo (relación nunca estudiada en serio) amigo Ansina. Lo que reconocemos de Jefferson es haber impulsado la historia hacia la dirección correcta en base a ciertos valores de la Ilustración.

El general Lee y todos los líderes y símbolos de la Guerra Civil no representan ninguno de esos valores que hoy consideramos cruciales para la justicia y la sobrevivencia de la especie humana sino todo lo contrario: representan las fuerzas reaccionarias, arrogantes, criminales que, por alguna razón de nacimiento, se consideran superiores al resto y con derechos especiales.

Como ya nos detuvimos en otros escritos, un análisis cuidadoso de la historia de Estados Unidos desde la rebelión de Nathaniel Bacon en 1676, exactamente cien años antes de la fundación de este país, muestra claramente que le racismo no era ni por lejos lo que comenzó a ser desde finales del siglo XVII. Si bien el miedo o la desconfianza a los rostros ajenos es ancestral, la cultura y los intereses económicos juegan roles decisivos en el odio hacia los otros. Las políticas deliberadas de los gobernadores y esclavistas de la época fue inocular ese odio entre las “razas” (indios, blancos y negros) para evitar uniones y futuros levantamientos de la mayoría pobre.

El racismo, una vez inoculado en una cultura y en un individuo, es uno de los sentimientos más poderosos y más ciegos. En tiempos de prosperidad económica, los blancos de clase media para arriba culpan a los pobres, sobre todo a los pobres negros, por su propia pobreza. La ética calvinista asume que uno recibe lo que merece, primero por voluntad divina, segundo por mérito propio. Pero cuando la economía no va del todo bien y esos mismos blancos razonables se descubren sin trabajo y sin la prosperidad de sus padres, inmediatamente se convierten en blancos supremacistas o, como mínimo, en blancos xenófobos bajo una amplia variedad de excusas. Entonces, ser pobres ya no es culpa ni de Dios ni de ellos mismos sino de los negros y de los extranjeros que vienen a quitarles sus trabajos.

Para el presidente Trump, en Charlottesville (ciudad fundada por indios y residencia de Jefferson y Madison) hubo dos grupos que chocaron y la responsabilidad es de ambos por igual, unos de izquierda y otros de derecha. Poner las cosas dentro de esta antigua clasificación, izquierda y derecha, hace lucir el problema como algo horizontal, como una cuestión de meras opiniones políticas, ambos igualmente responsables de todo el mal. Como en la teoría de los dos demonios en el Cono Sur, aquí se mide igual la violencia racista que la reacción antirracista. Como durante siglos se trató de justificar la violencia de los amos por la violencia de los esclavos.

Solo cabe esperar algo peor. Nuestro tiempo presenciará la lucha entre la Ilustración y la Edad Media. A largo plazo, no sabemos cuál de las dos fuerzas vencerá.

 

J​orge Majfud​, August 17, 2017.