El fanatismo de la ignorancia

El problema de la ignorancia radica en que es una enfermedad contagiosa que, si no contagia, mata.

majfud

«El político australiano aintiinmigración Bob Katter amenaza con golpear a un periodista por recordarle que él es de ascendencia libanesa:

«¡No diga eso, me irrita y le he dado puñetazos en la boca a otros tipos por decir eso! ¡No se atreva a decir eso! ¡Mi familia lleva 140 años aquí!».

El ADN metacultural de un país

Los ensayos exculpatorios de los Padres fundadores de Estados Unidos por el hecho de haber tenido esclavos y proclamar la “igualdad de todos los hombres” suelen comenzar con una cita de Thomas Sowell: “Quienes critican a los redactores de la Constitución de los Estados Unidos por ‘condonar la esclavitud’ con su silencio, solo tendrían razón si la abolición fuese, de hecho, una opción disponible en aquel momento, en un país nuevo que luchaba por sobrevivir”.

Sowell, condecorado por George Bush, es la estrella afroamericana de los conservadores. Caso similar a Larry Elder, candidato afroamericano a gobernador de California en 2021, quien se opuso a la reparación a la comunidad negra por las condiciones de injusticia económica de partida en la fundación de este país: “Les guste o no” dijo Larry, la esclavitud era legal”. A los amos blancos “les arrebataron sus bienes legales después de la Guerra Civil”,así quese les debe reparaciones a “a quienes perdieron su propiedad privada”. En 1963, Malcolm X observó la diferencia moral y funcional de una sociedad que dividía de facto “los negros de la casa” de “los negros del campo”: los primeros son los más firmes defensores del orden social y moral de un sistema que oprime a sus propios hermanos.

El argumento de Sowell y de otros, sobre el “la necesidad existencial de la esclavitud” del nuevo país se destruye con simples observaciones históricas y conceptuales. Contemporáneo de Jefferson, José Artigas, Líder de los Pueblos Libres de lo que hoy es Uruguay y parte de Argentina, apenas venció al imperio español en el capo de batalla y resistió el acoso de Buenos Aires, repartió tierras entre negros, indios y blancos pobres; adoptó un indio como hijo y lo promovió a la gobernación de Misiones.

La Revolución de las Trece Colonias no nace de una rebelión contra los impuestos en Boston sino del deseo de los colonos de despojar a los pueblos nativos de todas sus tierras sin respetar los acuerdos firmados por Londres en 1763. Como vimos en este libro, el mismo Washington, un militar más bien torpe en el campo de batalla, se hizo de miles de hectáreas indígenas antes de convertirse en un patriota y, al igual que otros héroes patriotas, continuó con el mismo proyecto de bienes raíces después de 1776.

La idea de “un país luchando por la sobrevivencia” sustituye la realidad histórica: se trató de una clase dominante y minoritaria luchando no sólo por su sobrevivencia, sino para satisfacer su deseo desatado de incrementar sus riquezas, tomando tierras indígenas, masacrando “razas inferiores” y expandiendo el negocio de esclavitud. Los indios no pedían nada a nadie, sino que los dejasen en paz. Infinitamente más democráticos que los fanáticos colonos, firmaron múltiples acuerdos para terminar con sus resistencias armadas a cambio de su independencia y de mantener un comercio libre con los europeos y otros pueblos nativos, tal como habían hecho por siglos.

Lo mismo los esclavos. ¿Debían mantenerse en esclavitud por generaciones para “salvar la existencia” de un país que no era de ellos, sino que los oprimía? Cuando en 1812 Gran Bretaña respondió con la quema de la Casa Blanca a un atentado previo de los colonos contra Canadá, la que querían como el estado catorce, los indígenas y los negros esclavos (los del campo, no los de la casa) apoyaron a los ingleses. No porque los creyeran moralmente superiores, sino, como había ocurrido en los dos siglos previos, los nativos hacían alianzas con cualquier potencia que respetase su derecho a la vida.

Este momento fue romantizado por los patriotas en su himno nacional. Cuando el himno habla de los agresores que querían dejarlos “sin hogar y sin patria”, advierte que

Ningún refugio pudo salvar al mercenario y al esclavo

del terror de la huida ni de la oscuridad de la tumba

¡Oh, que así sea siempre cuando los hombres libres se mantengan

entre su amado hogar y la desolación de la guerra!

Entonces debemos vencer, cuando nuestra causa sea justa

en la tierra de los libres y el hogar de los valientes.

Aquí “hombres libres” significaba “hombres blancos”. Esto es irrefutable en el lenguaje de la época, intercambiable con “la raza libre”.

Es decir, la mayoría tenía muchas opciones aparte de la esclavitud, la servidumbre y el coloniaje intra-nacional. No los amos blancos que, además, estaban motivados por la expansión de sus riquezas y del sistema eslavista.

En 1790 Washington era presidente, Adams vicepresidente y Jefferson Secretario de Estado. Ese año, se aprobó la ley que establecía la obligación de ser blanco para que un inmigrante pudiese convertirse en ciudadano. La rebelión de esclavos de 1791 en Haití sacudió la moral de los imperios y de la nueva república. Jefferson, propietario de 150 esclavos en Virginia, escribió: “tiemblo por mi país al pensar que Dios es justo; que su justicia no puede dormir eternamente; que (…) una revolución en la rueda de la fortuna, un cambio de situación, está entre los posibles eventos”.

Brutales y racistas como cualquier imperio, los franceses de Nueva Francia, como los españoles de Nueva España, no solían llegar a los extremos segregacionistas del imperio británico. Evangelizadores y misioneros proselitistas como cualquier cristiano, los jesuitas no llegaban al fanatismo de los pastores protestantes. Diferente a los franceses, los colonos anglosajones no respetaron ningún tratado de reciprocidad, ley de oro de la política internacional hasta nuestros días.

En 1784, el británico John Smyth, anotó en su libro A Tour in the United States of America: los americanos blancos sienten un profundo desprecio por toda la raza indígena; y no hay nada más común que oírlos hablar de extirparlos totalmente de la faz de la tierra: hombres, mujeres y niños. Por el contrario, los indios no parecen sentir ningún desprecio por los europeos”.

Desde libros como La frontera salvaje: 200 años de fanatismo anglosajón en América latina (2021), entre otros factores, observamos una particularidad en el racismo anglosajón: el segregacionismo, el desprecio por otras etnias y el sentimiento de superioridad a lo largo de la historia alcanzaban niveles obsesivos y neuróticos. Esto no se sustenta en ningún ADN biológico sino en un ADN cultural, tal vez surgido en algún momento de la Edad Media en algún rincón particular de las costas anglosajonas durante el dominio romano.

Ahora, a manera de especulación, podría ser legítimo para futuros estudios científicos sobre una “psico historiografía” de los pueblos estudiar qué rol pudo tener en esta formación cultural la observación del carácter recesivo de las características blancas, como, por ejemplo, los ojos azules y el color rubio de los cabellos. Según el carácter recesivo de este fenotipo, para que los hijos nazcan con las mismas características físicas, ambos padres deben poseerla. De lo contrario primarán los cabellos oscuros y el color de ojos negros o castaños.

Otra nota para investigadores: ¿qué relación existe entre esta obsesión con el nacimiento de la propiedad privada de tierras y seres humanos en la Inglaterra del siglo XVI? ¿Ha sido el miedo a la no sobrevivencia de la tribu basada en su aspecto físico?

jorge majfud, julio 2025.

https://www.pagina12.com.ar/842500-el-adn-metacultural-de-un-pais

https://www.ihu.unisinos.br/654666-o-dna-metacultural-de-um-pais-artigo-de-jorge-majfud

http://www.bitacora.com.uy/auc.aspx?16187

Críticos o adulones

La senil cúpula occidental (apoyada por su base infantil) disfruta de los últimos minutos (en términos históricos) de la fantasía de su vieja arrogancia iniciada en el siglo XVII con el dogma del individualismo y la superioridad racial. A los muchachos que solo odian porque no pueden articular una crítica histórica y creen que una crítica es odio, les repito que los enemigos de (ese mito llamado Occidente) no son sus críticos, sino sus adulones. Sólo de muestra les recuerdo un artículo con 25 años ya: https://mronline.org/2006/11/14/majfud141106-html/

majfud junio 2025

Moderados de los extremos, radicales del centro

En Estados Unidos, como en muchos otros países, se da la paradoja de que los más radicales están en el centro del espectro político. Tanto la derecha de la derecha como la izquierda de la izquierda se oponen a más guerras imperiales, sobre todo a las impulsadas por Israel.

¿Por qué esta singularidad? Tal vez porque el centro del espectro político ha sido comprado por los lobbies financieros y extranjeros ya que, se supone, son ellos quienes suelen decidir la narrativa correcta en las elecciones y son ellos los más probables de convertirse en representantes, senadores y presidentes. Así que invertir en los moderados de un partido es lo mismo que invertir en los moderados del otro, mientras son presentados como opciones diferentes, responsables, sensatas, realistas…

La lógica de la propaganda siempre radicó en un divorcio entre narrativa y realidad, la cual se da con la inversión de los ideoléxicos usados por el poder. Desde hace siglos, como fue el caso del genocidio americano o el africano, los invasores se victimizaron como invadidos, los violadores como violados, los despojados como bandidos, los esclavistas como libertarios. Los salvajes fueron los civilizados y los masacrados fueron despreciados por bárbaros. El árbol florece, da frutos y pierde las hojas, pero las raíces son las mismas.

Moderados, aquellos que sermonean con el patriotismo y la responsabilidad civilizatoria de bombardear cualquier otro país que no les obedecen.

Radicales, aquellos que no usamos ni armas ni capitales para torcer la opinión de nadie y, mucho menos, la de países enteros, sino sólo ideas y palabras. Radicales, aquellos irresponsables que estamos en contra de matar niños sin importar su etnia, su nacionalidad, su clase social o si fueron o no elegidos por algún dios que ordena a unos pueblos exterminar a otros.

jorge majfud junio 2025

https://www.pagina12.com.ar/834870-moderados-de-los-extremos-radicales-del-centro

Moderates at the extremes, radicals at the center

In the United States, as in many other countries, there is a paradox in that the most radicals are in the center of the political spectrum. Both the right of the right and the left of the left oppose further imperial wars, especially those driven by Israel.

Why this singularity? Perhaps because the center of the political spectrum has been bought by financial and foreign lobbies, since they are supposedly the ones who usually decide the correct narrative in elections and are the most likely to become representatives, senators, and presidents. So investing in the moderates of one party is the same as investing in the moderates of the other, as long as they are presented as different, responsible, sensible, realistic options…

Moderates, those who preach patriotism and the civilizational responsibility of bombing any other country that doesn’t obey them.

Radicals, those who use neither weapons nor capital to sway anyone’s opinion, much less that of entire countries, but only ideas and words. Radicals, those irresponsible people who are against killing children, regardless of their ethnicity, nationality, social class, or whether or not they were chosen by some god who orders some people to exterminate others.

Jorge Majfud June 2025

Imagínese

Imagínese que usted es un creyente devoto y llega al Paraíso, ese invaluable penthouse con un jardín donde los niños juegan con leones y los leones comen pasto, como en las ilustraciones de esas revistas que usted recibe todas las semanas.

Imagínese que a sus seres más queridos (su esposa, su amante, su madre, su padre o sus hermanos) les toca el Infierno solo por no haber rezado lo suficiente, por haber dudado demasiado o por haber decidido hacer el bien sin esperar ninguna recompensa más allá de la muerte.

Imagínese que a usted no le importa nada de eso, porque se ha ganado el Paraíso en buena ley, y allí usted está obligado a disfrutar de una felicidad eterna, de una paz infinita.

Imagínese que luego de tanto esfuerzo y de tanta indiferencia usted se encuentra compartiendo el Paraíso con muchos de aquellos que le indicaron a usted el camino de la verdad y la salvación, en una iglesia, en un canal de televisión, en un gobierno elegido por las Fuerzas del Cielo.

Imagínese que se encuentra allí con un emperador sanguinario como Constantino, solo por haber hecho del cristianismo la religión oficial.  

Imagínese que se encuentra con los cruzados que violaron mujeres y quemaron pueblos enteros en su camino a liberar Jerusalén.

Imagínese que se encuentra con Torquemada, con Inocencio IV, el papa que legalizó la tortura; con los reyes católicos y con conquistadores como Hernán Cortés y Francisco Pizarro.

Imagínese que se encuentra con piadosos traficantes de esclavos, como el rey Juan III de Portugal o con otros creyentes intachables, como los reyes esclavistas de la civilizada Europa.

Imagínese que se encuentra con incineradores de mujeres acusadas de brujería, como el inglés Matthew Hopkins y el americano Cotton Mather.

Imagínese que se encuentra con devotos exterminadores de negros, como los líderes del Ku Klux Klan, como los seguidores de las cruces de fuego.

Imagínese que se encuentra con el rey genocida de Bélgica, Leopoldo II, y con otros genocidas británicos como Winston Churchill. Todos piadosos, intachables creyentes y temerosos del Señor.

Imagínese que se encuentra con líderes y presidentes de inquebrantable fe, como Harry Truman, quien le agradeció a Dios las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki; con Curtis LeMay y otros piadosos generales que arrasaron Corea y Vietnam, luego de exterminar a  más de un millón de humanitos bajo las bombas y bajo la lluvia naranja de las más avanzadas armas químicas.

Imagínese que se encuentra con honorables ministros y secretarios de Estado de los imperios de turno, como Robert McNamara, Henrry Kissinger; con mayordomos del imperio salvador, como los generales Augusto Pinochet y Rafael Videla, todos héroes devotos de la santa civilización judeocristiana que usted y su secta apoyaron con tanta pasión contra los enemigos de la verdadera fe.

Imagínese que se encuentra allí con todos esos curas, pastores y televangelistas, pedófilos y puteros, pro vidas amantes de las guerras y pro muerte auto proclamados custodias de la palabra del Señor. (Imagínese que el precio del Paraíso y de la vida eterna requiriesen más que palabras.)  

Imagínese que, gracias a todo el oro del mundo, usted también logre divisar en la santa larga fila a genocidas como Benjamín Netanyahu y a los muy valientes soldados mataniños de su reino que, a pesar de su desprecio por su hijo, fueron premiados por ese mismo dios, complacido por tantos adulones, distribuyendo compasión por los servicios prestados en el más acá.

Imagínese que masacrar decenas de miles de niños por orden de un dios celoso y sediento de sangre sea un mérito premiado por un dios que, por si fuese poco, es el juez y administrador de ese paraíso que le vendieron a precio de ganga, a precio de cerrar los ojos ante la injusticia humana, a precio de liquidación: arrodillarse en una iglesia con aire acondicionado y vitrales bonitos, darle limosnas a los pobres y sonreírle a los condenados al infierno.

Imagínese que usted, como tantos otros millones, lograron convencerse de su propia bondad a fuerza de rezar y que, por si fuese poco, convencieron al Creador del Universo de que se merecen la absolución de su infinita cobardía y el premio de su no menos infinito crimen contra la Humanidad.

Ahora, imagínese que se encuentra con ese ejército de fanáticos de yugulares hinchadas y de genocidas amantes del poder y del dinero, sólo porque creían lo mismo que usted, como ese señor desconocido que reza arrodillado al lado suyo en la iglesia.

Imagínese que eso es el Paraíso que le han prometido desde antes de aprender a hablar y que todo eso deberá vivirlo por el resto de la Eternidad.

Imagínese, por un momento, que en realidad eso es el Infierno que usted se imaginó para los demás, para gente que no va a rezar a ningún templo, que no quieren ni creen en una vida eterna y que no justifican las matanzas de seres humanos bajo las millonarias bombas de quienes dicen que están haciendo el trabajo de Dios.

Imagínese que Dios, luego de crear el Universo, quedó exhausto y necesita ayuda de piadosos criminales como usted.

Imagínese que a su dios le importa más la moral que la adulación universal.

Imagínese, por un instante, que tal vez usted estaba equivocado y que, por su maldito fanatismo, millones de seres humanos deben sufrir la tortura de este mundo, que es el único infierno conocido.

Jorge Majfud, diciembre 2024.

https://www.pagina12.com.ar/791380-imaginese

Los mismos hechos. ¿Una nueva conciencia?

“David vivió en territorio de los filisteos [habitantes cananeos de la actual Gaza hasta el Jordán] un año y cuatro meses (…) Arrasaba la comarca y no dejaba con vida hombre ni mujer; se apoderaba de las ovejas, bueyes, burros, camellos y vestidos y volvía donde Aquís. David no dejaba hombre ni mujer con vida, para no tener que llevarlos a Gat, pues decía: ‘No sea que hablen contra nosotros y nos denuncien a los filisteos’. De esta forma se comportó David todo el tiempo que habitó en el país de los filisteos”.

1 Samuel, 27 7

I

En 1995 recorrí Líbano, Jordania, Palestina e Israel a pie. Por los caminos destruidos, los niños palestinos me tiraban pequeñas piedras pensando que era judío (“Juif!”). Los niños judíos me escupían y decían que iban a matar a todos los cristianos (dedo en la garganta: “you Christians, all”). Pero mi entusiasmo y curiosidad superaba cualquier inconveniente. Me detuvieron en varios lugares, el último, dos horas en el aeropuerto de Tel Aviv; los agentes no entendían cómo un estudiante pobre (hijo de un carpintero uruguayo, durmiendo en las calles de Jordania y alimentándose con un helado de máquina por día en Jerusalén) podía darle la vuelta al mundo en nueve meses. Como decía Oriana Fallaci “[_____] debe estar pagando los pasajes de avión de los pobres que vienen a orinar en nuestras hermosas plazas”.

Poco después de aterrizar en Roma, supe que Yitzhak Rabin había sido asesinado por un fanático judío, furioso por las conversaciones de paz. Desde entonces, todo fue de mal en peor. Un año antes, una semana después de haber escuchado el relato bíblico de acabar con todos los habitantes de Amalek, orden dada 3000 años atrás, Baruch Goldstein, de Nueva York, masacró a 29 musulmanes en una mezquita de Hebrón. Peter Beinart, un judío ortodoxo del New Republic, escribió que “la sabiduría de la tradición rabínica fue declarar que ya no sabemos quién es Amalek; eso restringe el significado claro y genocida del texto bíblico”. Cuando Netanyahu afirma saber quién es Amalek, “está deshaciendo el andamiaje moral creado por la tradición judía y afirmando un literalismo bíblico que es ajeno al judaísmo de los últimos dos mil años y, dado su poder militar, es aterrador”.

Pero es un engaño reducir toda la política militarista de Israel a un hombre o a un gabinete ministerial que repite la misma necesidad de “matar a todos, incluido niños”, porque ellos serán “los terroristas de mañana” y, por si fuera poco, acusa a sus críticos de racismo. Una muestra insuperable de fanatismo religioso unido a un incontestable poder militar y un poder mediático que comienza a resquebrajarse en todo el mundo.

II

Traduzco aquí la carta de la candidata a la presidencia Jill Stein enviada por correo a quienes seguimos de cerca su carrera política en Estados Unidos, una rara avis de un sistema llamado democrático pero secuestrado por megacorporaciones secretas como BlackRock, Vanguard y otras sectas.

Nada de lo que denuncia Stein es una novedad, ya que muchos otros medios, prisioneros y trabajadores humanitarios han denunciado abusos similares por años. Cuando se realizaron estas denuncias, el gobierno de Israel calificó a las organizaciones de “organizaciones terroristas” y a sus criticas como antisemitas o “simpatizantes de Hamás”. Fue el caso, por ejemplo, de la organización Defence for Children International integrada por Josh Paul, funcionario del Departamento de Estado de Estados Unidos. Luego de un estudio cuidadoso sobre la denuncia de la violación de un joven palestino de 13 años en una cárcel de Israel en Jerusalén, el ejército israelí allanó sus oficinas, se llevó todas las computadoras y Tel Aviv declaró a la ONG como “entidad terrorista”.

Recordemos que en las cárceles israelíes hay 9.500 palestinos prisioneros sin proceso debido y por el criterio de quienes los acusan de publicar imágenes o denuncias contra la ocupación o por tirar piedras a los tanques de guerra. En ningún sistema judicial, los prisioneros menores pueden ser otra cosa que secuestrados.

También la CIA tiene decenas de prisiones secretas alrededor del mundo, a las cuales no se le aplica ninguna ley del derecho estadounidense o internacional. Menos secreta pero igual de impune, ha sido y es Guantánamo, el lugar donde se violan todos los derechos humanos en Cuba sin que La Habana o cualquier otro gobierno del mundo puedan incluir a Washington en la lista de “Estados que promueven el terrorismo”.

Stein concluye su carta con algo que no estoy seguro pueda ser una obviedad, pero sin dudas es un elemento central en el conflicto: “Biden podría terminar con TODO esto ahora mismo con una sola llamada telefónica. En cambio, nuestro gobierno continúa canalizando armas y dinero en efectivo a Israel”.

III

La Carta de Jill Stein

Es un horror sobre otro horror. Incluso cuando la puerta de Rafah en la frontera egipcia está bloqueada por tanques israelíes y el cerco se aprieta aún más sobre Gaza, hoy salió a la luz un nuevo y repugnante informe de CNN que expone una prisión secreta en el desierto donde las Fuerzas de Ocupación Israelíes están torturando a detenidos palestinos.

Un gráfico con un titular publicado el viernes 10 de mayo de 2024 dice: “Atados, con los ojos vendados, en pañales: denunciantes israelíes detallan el abuso de Palestinos en un oscuro centro de detención”.

Esto es lo que sabemos: tres denunciantes israelíes han presentado detalles y evidencia fotográfica de tortura psicológica y física, incluida humillación ritual y deshumanización, de ciudadanos palestinos encarcelados ilegalmente en el desierto de Negev en Israel.

Los denunciantes describieron la amputación de extremidades de los prisioneros debido a las lesiones causadas por estar esposados constantemente y procedimientos médicos realizados por personal no calificado, mencionando que esta prisión es conocida como “el paraíso del infierno”.

Las imágenes compartidas por los denunciantes son demasiado inquietantes para compartirlas aquí. Es un retroceso impactante similar al sufrido por los iraquíes inocentes detenidos en la prisión de Abu Ghraib y torturados a manos de las fuerzas y contratistas estadounidenses, una tortura que quedó expuesta al mundo hace exactamente 20 años y 12 días.

No sabemos el número total de palestinos que han sido recluidos en campos de detención como Sde Teiman. Lo que sí sabemos es que son miles (si no decenas de miles) y que fueron detenidos por el ejército israelí tanto Gaza como en Cisjordania. No sabemos cuántas prisiones secretas más existen y podemos estar seguros de que aún no hemos oído lo peor de los abusos.

Vale la pena repetir que Biden podría terminar con TODO esto ahora mismo con una sola llamada telefónica. En cambio, nuestro gobierno continúa canalizando armas y dinero en efectivo a Israel de manera indiscriminada.

La cobertura diplomática continua e incondicional de nuestro gobierno para estos horrores convierte a nuestro país en cómplice de los crímenes de guerra de Israel.

Paremos las armas y la ayuda para la guerra. Impongamos un embargo a este monstruo. El mundo debe actuar ahora.

En solidaridad, Jill Stein

JM, mayo 2024

Violencia que no se exporta se consume en el mercado interno

Violencia que no se exporta se consume en el mercado interno

El 24 de marzo de 1983, en un acto en la Biblioteca del Congreso, el presidente Ronald Reagan repitió las palabras del historiador Henry Commager: “la creación de los mitos nacionales nunca estuvo libre de conflictos; los estadounidenses no creían del Oeste lo que era verdad sino lo que para ellos debía ser verdad”.

Como en todos los grandes temas a los que se enfrenta la sociedad estadounidense, la actitud de una parte significativa ha sido siempre la de negar la realidad a través de narrativas y en base a sus mitos fundadores: la libertad propia como producto de las armas, la libertad ajena como producto de nuestro sacrificio, la promoción de la democracia en países bárbaros, la riqueza como mérito individual de unos pocos, la superioridad racial primero (“la raza libre”) y la superioridad nacional después (“el pueblo libre”), el éxito económico como prueba de ser los elegidos de Dios, la acusación a los demás de nuestros propios defectos (los fanáticos pertenecen a otras religiones)… 

El fanático religioso, que cree y siente que la realidad depende de sus oraciones y Dios está obligado a escuchar sus deseos, no se representa como tal. Esta negación de la realidad ha tenido resultados diversos, aunque casi siempre fue la realidad la que debió ceder. Pero cuando esa misma sociedad debe enfrentarse a un enemigo que no escucha ni se puede ver, un enemigo al que no se puede amenazar con un rifle AR 15 ni se puede bombardear, la negación de la realidad no funciona como se espera y la frustración explota por las viejas heridas.

En el caso del Covid 19, el país más rico y poderoso del mundo ha demostrado que no sabe organizarse como colectivo ni sus instituciones (como el sistema de salud) están hechas para actuar de esta forma civilizada a la altura de sus posibilidades materiales. Todavía algunas cosas se pueden aliviar a fuerza de montañas de dólares, pero la conducta racional de su sociedad y de sus líderes es un déficit que explica los millones de infectados y los ya casi doscientos mil muertos.

Con la excepción de las redes científicas y universitarias, con la excepción de un sector de la población que no alcanza a decidir las políticas de Estado, los políticos y la sociedad estadounidense tampoco saben relacionarse con las otras naciones para enfrentar el problema, como no ha sabido hacerlo para enfrentar un problema mayor, el ecológico. Si se relaciona, es a través del conflicto.

Como consecuencia de este enemigo interior e invisible, los antiguos problemas sociales y raciales (nunca resueltos por la misma afición a negar la realidad) se han exacerbado hasta empujar al país a un estado de tensión social y hasta niveles de violencia armada en las calles que no se veía desde hacía muchas décadas, cuando el país se dedicaba a exportar su violencia fundacional a otros países. Esta exportación de violencia no solo era estimulante para los negocios de la guerra, para la industria militar y las megacorporaciones, sino que, además, producía un poderoso efecto de distracción de los problemas propios y, por ende, de unión ante un enemigo exterior. 

Con la identificación de los inmigrantes como el nuevo “enemigo exterior”, el problema comenzó a filtrarse hacia el interior y se encontró con viejos monstruos, como la discriminación racial, el desprecio por los pobres (los perdedores), el fanatismo de las armas como solución a todos los problemas, y el patriotismo de banderas hasta en los calzones que cubre todas las viejas heridas que nunca cicatrizan, esas mismas que convierten los traumas históricos e individuales en motivos de orgullo.

Ahora, por primera vez en mucho tiempo, y mal gracias a la pandemia, algunos estadounidenses comienzan a sospechar que para ser llamado héroe no hay que vestir un uniforme militar e invadir otros países en nombre de la defensa propia y de la libertad ajena, sino que tal vez le debemos algo a los médicos, a las enfermeras, a los maestros y a tantos otros trabajadores que cada día construyen lo mejor y más necesario de nuestras sociedades. 

El triunfo del candidato opositor Joe Biden en la elección presidencial que se realizará en dos meses aliviará por un momento esta tensión social, pero a largo plazo tendrá un efecto contrario. Los perdedores no aceptarán la derrota ni aceptarán ceder un centímetro en la hegemonía de su propio país, como no la aceptan ahora que, tal vez inconscientemente, perciben la progresiva pérdida de sus privilegios domésticos e internacionales. Pero, a largo plazo también, la futura minoría en el recambio político y demográfico tendrá que conformarse con ver la reducción de sus mitos fundadores a fetiches y amuletos, no en sus cabezas sino en las nuevas generaciones que, además, deberán convivir con un mundo mucho menos dócil. 

Entonces, rezar ya no será suficiente, porque Dios estará ocupado escuchando a otros. 

JM, agosto 2020

https://www.huffingtonpost.es/entry/violencia-que-no-se-exporta-se-consume-en-el-mercado-interno_es_5f556854c5b62b3add426dd2.html

Javier Mireles