En Miami, la iglesia católica organizó vigilias y oraciones por la liberación del cubano Orlando Bosch. El gobierno venezolano le ofreció dos veces a la embajada de Estados Unidos su extradición, pero Washington rechazó la oferta. Bosch admitió ante los investigadores venezolanos que él había participado en el atentado contra el avión de Cubana 455, pero el gobierno trasladó su juicio a un tribunal militar y Bosch fue declarado inocente, excepto de falsificar documentos de identidad.
Bosch estuvo recluido en una celda sin ventanas en el antiguo edificio del cuartel de San Carlos. El monstruo, como era conocido por los otros reclusos, presumía de ocupar la misma celda que alguna vez ocupó el dictador Marcos Pérez Jiménez.[i] Allí se dedicó a pintar paisajes de Cuba, una afición artística que compartía con Posada Carriles. Las pinturas eran vendidas en Miami con cierto éxito, convirtiéndose en una fuente extra de ingresos.
El 30 de octubre, un miembro del Coru viajó a Madrid, donde detonó dos bombas para enviar un mensaje claro: el encarcelamiento de Orlando Bosch no significaba que el Coru se iba a quedar con los brazos cruzados. No, señor. El 6 de noviembre de 1976 explotó una bomba en las oficinas de Cubana de aviación y al día siguiente explotó otra en una librería con literatura de izquierda.
El tribunal militar absolvió a Posada Carriles, dictaminando que la mayoría de las pruebas en su contra estaban viciadas de nulidad porque habían sido reunidas fuera de Venezuela. Un año después del atentado contra Cubana, una corte civil de Venezuela dictaminó que la corte militar no tenía jurisdicción en el asunto.
Durante el proceso, en 1977, con la ayuda de la Disip, Posada Carriles sobornó a los guardias de la prisión de San Carlos y escapó junto con Freddie Lugo. Luego atravesaron media Caracas hasta la embajada de Chile.
Unos años después, Posada Carriles se fugó de la cárcel de San Juan de los Morros de Caracas, gracias a múltiples ayudas desde Miami. Alcanzó a aterrizar en Santiago de Chile, buscando la protección por su aporte en el asesinato de Letelier (participación que se acreditó tantas veces como las negó), pero el régimen de Pinochet estaba demasiado complicado con el FBI, por lo que decidió devolverlo a Venezuela. En Santiago, el dictador y el nuevo gobierno de Jimmy Carter mantenían una guerra fría de signo inverso que terminaría con la derrota del presidente estadounidense. El congreso más progresista de la historia de Estados Unidos y un presidente con ciertos atisbos de idealismo moral, habían puesto contra las cuerdas al gobierno chileno, acusado de participar en el atentado terrorista contra Letelier y a su asistente Ronni Moffitt.
Lugo y Posada Carriles fueron devueltos a las autoridades venezolanas, para sorpresa e indignación de los exiliados de Miami. Se trataba de un acto de traición imperdonable, sobre todo porque no había sido cometido por ellos mismos. Posada Carriles no le guardó rencor al dictador chileno.
―Pinochet fue el mejor, el más grande dictador que tuvo América latina ―le confesó Posada Carriles a la periodista cubana Ann Louise Bardach.[ii]
Debió esperar unos años más en prisión hasta que, finalmente pudo escapar de la cárcel vestido de sacerdote y con la ayuda de Jorge Mas Canosa, millonario empresario cubano y agente de la CIA, participante de la invasión fallida de Playa Girón, presidente de la Fundación Nacional Cubano Americana de Miami y fundador de TV Martí, ambas financiadas en parte por la NED y el gobierno de Estados Unidos. Posada Carriles era un viejo conocido de Mas Canosa. Los archivos de la CIA registran que en julio de 1965 Mas Canosa le había pagado 5.000 dólares para hacer explotar un barco en Veracruz, México, y cualquier otro país latinoamericano. Aunque un cubano de apellido Carballo se ofreció para hacer el trabajo por solo 3.000 dólares, no era el dinero lo que importaba sino el éxito de la operación, y Mas Canosa confió el atentado a otro camarada de la CIA, Luis Posada Carriles. El 28 de julio de 1965, compró 125 libras de Pentolite por solo 375 dólares. El 25 de junio, mientras tramitaba una visa para México con papeles falsos de Puerto Rico, Posada Carriles le había informado a Mas Canosa en Texas que ya tenía 100 libras de C4. Como era costumbre, la mayoría de estos planes de voladura de barcos, aviones, embajadas, hoteles y asesinato de presidentes, fracasó. Pero la notable ineficiencia de los freedom fighters, a pesar de los ilimitados recursos, no desalentó a los combatientes.
Una vez más, Jorge Mas Canosa lo rescató, facilitándole un avión privado para viajar a Costa Rica. El periplo se extendió a las dictaduras amigas de El Salvador y Honduras. Canosa y la CIA corrieron a cargo de los gastos, que más bien eran inversiones. En El Salvador, el ministerio del interior le otorgó documentación falsa a nombre de Franco Rodríguez Mena. Otro activo de la CIA que lo ayudó fue el cubano Otto Reich, encargado de supervisar a los empleados de la CIA y del Pentágono y de la propaganda contra el gobierno de Nicaragua, la que era plantada en los medios de prensa como si fuesen información objetiva, testimonios de las víctimas de aquel gobierno o escritos de los mismos combatientes de los Contras. Disponiendo de decenas de millones de dólares canalizados por la Agencia, el objetivo era, sobre todo, convencer a la población estadounidense del peligro del gobierno sandinista, ya que las encuestas indicaban que la gran mayoría de los estadounidenses se oponía a intervenir una vez más en Nicaragua.
―El Salvador está más cerca de Texas que Texas de Massachusetts ―dijo Ronald Reagan en una cadena de televisión, buscando la aprobación de los ciudadanos a las dictaduras amigas y el dinero del Congreso para los Contras, poco antes de que se destapase el escándalo de la venta ilegal de armas a Irán para complementar el dinero del narcotráfico en la lucha contra el socialismo en América Latina.
Gran parte de esta propaganda vendida como periodismo estaba a cargo de la Office of Public Diplomacy for Latin America and the Caribbean, fundada por el cubano Otto Reich, hasta que debió cerrarla en 1989 por malversación de fondos del Pentágono y por denuncias de noticias falsas. Reich, luego de ser embajador en Venezuela y lobista profesional, reaparecerá en la campaña de desestabilización en Venezuela y en el consiguiente golpe de Estado contra Hugo Chávez en 2002.
―Si no fuera por mis amigos, como Jorge Mas Canossa, yo todavía estaría preso ―le confesó Luis Posada Carriles a la periodista Ann Louis Bardach.[iii]
Según el marine estadounidense Eugene Hasenfus, en América Central, Posada Carriles se dedicó a planear otras formas de terror, desde explosiones de aviones comerciales hasta bombas en hoteles y lugares turísticos del Caribe o de cualquier país que pudiese tener alguna relación con Cuba o con Nicaragua. Sólo del empresario Mas Canosa recibió 200.000 dólares como adelanto de sus sabotajes.
―Los cubanos fuimos traicionados por los venezolanos también ―dijo Bosch en una entrevista, un año después―. Cuando los periodistas me preguntaron si yo tenía una identificación de la Disip, contundentemente dije que no… Pero un día voy a empezar a hablar.
Bosch hablará en muchas oportunidades. Él se movía libremente por Venezuela con una identificación de la Disip. El último atentado contra el vuelo de Cubana 455 sorprendió a muchos colaboradores del gobierno de Andrés Pérez, pero Bosch afirmó que tenía una reunión pendiente con él, agendada para el 10 de octubre. El incidente del avión cubano trastocó todo y la reunión se canceló.
―El presidente Andrés Pérez es un traidor a la democracia ―le dijo Bosch a Fleetwood, desde la cárcel de Carcas―, un traidor a los cubanos y también un traidor a la causa estadounidense. Algunos amigos me han dicho que los venezolanos me trajeron sólo para traicionarme. No lo sé. Puede ser… Voy a declararle la guerra al gobierno venezolano en nombre de la causa cubana. Y si quieren enviarme a juicio, tendrán que llamar a los jefes de la Disip, porque voy a hablar… ¿Has visto cómo las oficinas de la aerolínea venezolana ayer volaron por el aire en Puerto Rico? Mis cubanitos lo hicieron, aunque ninguno se va a atribuir el atentado.
Bosch tampoco lo hizo.
En 1982, en la inmunidad de Miami, poco antes de ser ajusticiado en un lujoso bar, El Mono Morales Navarrete confesará frente a las cámaras de televisión:
―Yo lo hice ―dijo, acomodándose en su asiento como forma de acentuar sus palabras. Yo junto con otros. Bosch no.[iv]
Bosch, decía Posada Carriles y todos quienes lo conocían, tenía una fijación con atribuirse todos los grandes atentados. Cuando negaba algo era porque la ley estaba detrás de él, pero, como Posada Carriles, lo hacía con la suficiente ambigüedad como para no matar el mito, como un guiño de guerra a sus camaradas y, sobre todo, a sus donantes, que él llamaba “los amigos de la causa cubana”.
La congresista María Elvira Salazar, vieja conocida de la mafia de Miami y ahora aliada de Maria Corina Machado por las mismas treinta monedas, le “explica a los estadounidenses que no quieren una intervención en Venezuela”.
El viejo terrorismo de Miami, ahora convertido en terrorismo político, sediento de dinero, sangre y petróleo ajeno, te lo cuenta sin maquillaje, con el descaro de los imperialistas asesinos y genocidas que hoy están aquí y mañana allá, hoy en Palestina y mañana en Venezuela. La sonrisa de la maldad explicando cuánto vale la sangre de no-personas allá lejos. Todo a parir de una simple proyección del terrorismo propio en alguien a quién se quiere remover del poder de un país lejano. La maldad hecha carne y podredumbre, pero con mucho maquillaje.
La mayoría de los estadounidenses que conozco, de distintas profesiones (desde académicos, empleados de tiendas, dueños de pequeños negocios, soldados veteranos de guerras perdidas), ya no quieren seguir con ese maldito juego imperialista de las invasiones y de los cambios de régimen de gobiernos ajenos bajo excusas hipócritas.
Pero nunca faltan (de hecho, sobran) los cipayos latinos y de las mafias patriotas de los «inmigrantes que llegan buscando la libertad» que desean desesperadamente el sufrimiento de sus hermanos allá en el sur. Como decían los más célebres terroristas tirabombas de Miami, “que sufran, cuánto más sufran mejor”.
Por estos lobbies (el lobby cubano en Washington fue creado en los 80s a imagen y semejanza del lobby israelí, ver «1976. El exilio del terror») América latina y el mundo continúan desangrándose sin pausa―Pero es más fácil echarle la culpa a un régimen desalineado aquí o allá.
La historia les tiene reservado un rincón cloacal.
Jorge Majfud, noviembre 2025.
La congresista María Elvira Salazar, vieja conocida de la mafia de Miami y ahora aliada de Maria Corina Machado por las mismas treinta monedas, le "explica a los estadounidenses que no quieren una intervención en Venezuela". El viejo terrorismo de Miami, ahora convertido en… pic.twitter.com/4lwQfMdabw
Santo Trafficante Jr. y Meyer Lansky (Maier Suchowljansky) fueron dos de los más notables criminales en Cuba y Estados Unidos durante medio siglo, hasta que la Revolución cubana les arruinó el negocio de los casinos, los prostíbulos y el mayor tráfico de drogas del hemisferio. Los historiadores los conocen como los jefes de la Cosa Nostra y de la Mafia Kosher. Luego de la Revolución, continuaron sus negocios ilícitos en Estados Unidos, donde prosperaron desde Miami hasta Las Vegas. Muchos testimonios vinculan a estas mafias y al exilio cubano en Florida con el asesinato de F. Kennedy. Otro poderoso narcotraficante fue el cubano Rolando Masferrer, poderoso empresario y senador antes de la Revolución. Otros eran mandaderos, pero con las mismas aspiraciones de convertirse en millonarios.
Fue el caso de José Miguel Battle. Había sido un policía de Fulgencio Batista, ascendido a la policía secreta, la SIM, que se dedicaba a perseguir y asesinar disidentes. Al mismo tiempo, fue empleado y testaferro para los sobornos de Meyer Lansky. La Revolución no sólo arruinó el negocio de los casinos, la prostitución y el narcotráfico, sino también los sueños de sus empleados más modestos, como Battle, de convertirse en ricos y respetados de la noche a la mañana. Como Martín Fox, un modesto emprendedor en el rubro de juegos La bolita en Matanzas que, en pocos años, terminó convirtiéndose en el propietario del famoso club nocturno Tropicana de La Habana.
En Miami, Battle fue rápidamente reclutado por la CIA y promovido a subteniente en el ejército de Estados Unidos. Meses después se le encomendó uno de los grupos que invadieron por aire Bahía Cochinos. Luego del fracaso y de haberse convertido en un prisionero de guerra en Cuba por más de un año (junto con otros mil camaradas, todos héroes y presos políticos del régimen comunista, para el exilio de Miami) fue liberado. En Union City, New Jersey, el modesto policía cubano convertido en militar y agente de la CIA, fundó el grupo mafioso La Corporación.
En 1977 fue condenado a treinta años por juego ilegal, narcotráfico y asesinato en Estados Unidos, negocios que le proveían de 45 millones de dólares por año. Se declaró culpable de asesinato y, como era de prever, fue perdonado dos años después. En Miami, El Padrino se convirtió en el hombre más rico de Florida y uno de los principales donantes de campañas políticas. En 2004 fue acusado otra vez de asesinato y narcotráfico, negocio que le dejó al modesto policía más de 1.500.000 millones de dólares.
Otro personaje célebre de la larga lista de narcos y terroristas protegidos por Washington, El Mono Ricardo Morales Navarrete, había sido un agente secreto de la G-2 en Cuba hasta 1960 y miembro de “Commandos L” de Miami en 1963. Fue reclutado un año después por la CIA “para actividades paramilitares” en Florida. El Mono se convertirá en una figura central del exilio cubano. Será agente de la CIA en las masacres aéreas del Congo y Angola (a 350 dólares por mes); luego será uno de los jefes de la policía secreta de Venezuela en los 70s; informante protegido del FBI contra sus propios camaradas (a 700 dólares por mes), todo pese a haber admitido en 1972 un asesinato en Florida. Finalmente, se dedicará al narcotráfico, hasta su ejecución, en un bar de Miami, en 1982.
Una serie de documentos desclasificados del FBI (con la aprobación de la CIA) registran múltiples actividades ilegales de dos de los cubanos más admirados en Miami: el empresario gastronómico Mas Canosa (el equipo de fútbol Inter de Miami de Lionel Messi fue fundado por sus herederos) y el terrorista Luis Posada Carriles. Los documentos registran desde una intensa actividad de narcotráfico internacional hasta la creación de campos de entrenamiento paramilitares en Florida; el tráfico continuado de armas desde Venezuela; la colocación de bombas en México y en América Central, y (según otro informe secreto de la CIA del 26 de julio de 1965) el intento de derrocamiento de otro presidente de Guatemala, esta vez el coronel Alfredo Peralta Azurdia, a pedido de otro residente de Miami Beach, el millonario empresario Roberto Alejos Arzú.
Posada Carriles había logrado ascender en los escalafones de la policía secreta de Venezuela al tiempo que complementaba sus ingresos con el tráfico de cocaína colombiana para Miami. Desde hacía muchos años, era un policía destacado y temido en la inteligencia de Caracas.
El rol de Posada Carriles en Venezuela fue similar al de Dan Mitrione en otros países del continente, como Uruguay. En junio de 1967, la CIA terminó su relación laboral con él, aduciendo problemas impositivos y actividades independientes, no reportadas a la Central. En agosto ya estaba trabajando para la Digepol, en Caracas.Mientras fue jefe de la policía secreta de Venezuela, fue conocido como el Comisario Basilio. No sólo se dedicó a supervisar la tortura y desaparición de disidentes venezolanos sometidos a técnicas especiales de interrogación, sino que también facilitó el tráfico de drogas desde Colombia con destino a Miami, como consta en memorándums del FBI de marzo de 1973. Un mes más tarde, la CIA confirmó la conexión de Posada Carriles con el narcotráfico, siendo reportado en compañía de “poderosos jefes del narco”. Los investigadores federales prefirieron no formalizar acusaciones, para mantenerlo como fuente de información. En mayo de 1973, se lo encontró “culpable solo de tener amigos equivocados”. Para marzo de 1976, la DEA continuaba detrás de su esposa, Nieves Elina González, sospechosa de participar en el tráfico de droga de Colombia a Miami a través de Venezuela.
Por décadas, lo que el FBI llamaba “La capital del terrorismo” (Miami) fue el perfecto caos que nadie lograba controlar y menos entender, pero siempre estaban Washington y la CIA detrás. En 1976, el fiscal Jerry Sanford se excusó ante el agente Robert Propper por andar armado.
“Es el primer fiscal que veo armado”, dijo Propper.
“Es que soy el único abogado de la Fiscalía que trabaja en terrorismo cubano” explicó Sanford. “Sólo en los últimos dos años y medio, una docena de importantes líderes cubanos han sido asesinados. Los asesinatos relacionados con el narco suman entre dos y tres muertos por día. No pocas veces son acribillados con metralletas. Unos se han apropiado del tráfico de cocaína y otros se han rebelado contra la CIA y contra cualquier otro exiliado cubano que ellos consideren “anticomunistas demasiado moderados”. El caos es tal que es casi imposible distinguir un asesinato por causas políticas o por un mero ajuste de cuentas relacionado al narco. Es algo muy difícil de resolver cada uno de estos casos…”
“¿Por qué?”
“Los terroristas tienen un gran apoyo de la comunidad” explicó Sanford, “aparte de una gran disposición de dinero que procede del narco y de sus conexiones con grandes negocios. Montañas de dólares van a parar a sus abogados o para corromper a la policía y, probablemente, a algunos jueces también. No es diferente a la mafia de Al Capone en Chicago. ¿Entiende ahora por qué ando armado?”
Los federales no solo habían identificado la ola de atentados terroristas de los exiliados cubanos, sino sus fuentes de financiación, que iban de las donaciones de las grandes (exitosas) empresas hasta el narcotráfico, sobre todo durante el auge de los contrarrevolucionarios somocistas de Nicaragua, reagrupados bajo el nombre de Contras, y el renovado apoyo de la CIA y de la Casa Blanca. En 1981, el investigador T.D. Alleman reportó que la policía federal estimó que el 70 por ciento de toda la cocaína que entraba a Estados Unidos lo hacía por Miami.
“La morgue de Miami” dijo Alleman, “está tan llena de cadáveres del narco, que los municipales deben almacenar cuerpos en camiones con refrigeradoras.
Años después, un memorándum de la CIA registraba que el 6 de septiembre de 1973 la DEA había solicitado información sobre uno de sus colaboradores, Orlando García Vásquez, y otros cuatro cubanos, debido a su participación en el narcotráfico desde Venezuela. García era identificado como amigo cercano de los mayores jefes del narco de la región. La vinculación de la DEA (el departamento de lucha contra el narcotráfico de Washington) y el narcotráfico son históricas por muchas razones. No es solo el dinero, sino sus excusas también.
Las conexiones de Washington con el narco internacional van más allá de la imaginación. Por ejemplo, el agente cubano de la CIA que se atribuye el asesinato de El Che Guevara en Bolivia, Félix Rodríguez, años después fue socio de Luis Posada Carriles en el apoyo que la CIA otorgó a los Contras de Nicaragua, en el financiamiento a través de armas vendidas en secreto a Irán, en los negocios con el narcotráfico de Pablo Escobar en Colombia y, luego, con el Cartel de Guadalajara en México.
Aparte de participar en vendettas internas que terminaron con el asesinato del agente de la DEA Enrique Camarena Salazar (quien había descubierto los vínculos de la CIA con el narcotráfico del Patio Trasero) Félix Rodríguez se convertirá en 2005 en presidente de la junta directiva del Museo de Bahía de Cochinos en La Pequeña Habana de Miami.
Uno de las múltiples marionetas psicópatas de Washington, Manuel Noriega, era un fiel colaborador a sueldo de la CIA desde los años 50, cuando fue reclutado en la Escuela Militar de Chorrillos de Perú. El joven bajito y de la cara picada tenía el perfil apetecido por la CIA: ambicioso, sin escrúpulos, con problemas psicológicos pero consistentes y predecibles, es decir, con una baja probabilidad de traicionar a sus altos mandos. Por entonces, Noriega tenía un salario registrado en la CIA de más de cien mil dólares anuales, los que complementaba con el narcotráfico, sabido y aprobado por la CIA. Tampoco era un empleado desconocido para el director de la Agencia en 1976, George H. Bush, quien se reunió con Noriega en Washington en 1976 y en 1989, como presidente de Estados Unidos, lo secuestró de Panamá, dejando cientos de muertos en una invasión llamada Causa Justa. Durante los debates presidenciales de 1988 contra Michael Dukakis, el vicepresidente y candidato a la presidencia negará varias veces conocer a su amigo y colaborador de la cara picada y las mujeres bonitas. Es más, lo acusará ante el pueblo estadounidense de ser un narcotraficante. Latino y narco.
En 2018, luego de que el presidente Maduro de Venezuela fuese reelegido, la Agencia Antidrogas de Estados Unidos (DEA), envió a agentes encubiertos a Venezuela inventar casos contra el gobierno de Nicolás Maduro por narcotráfico. Según el memorándum filtrado en 2023, para la operación, la oficina de la DEA de Miami reclutó a un mafioso internacional acusado de estafar 800 millones de dólares del sistema cambiario de Venezuela.
Tres años después de ser secuestrado en el golpe de Estado de 2002, Hugo Chávez expulsó a la DEA de Venezuela, bajo la acusación de espionaje.
Más que espionaje, siempre fue sabotaje. Sabotaje internacional y sabotaje de la opinión mundial.
Este video me lo envía Gustavo Rodríguez, uruguayo obrero y activista social en España. Lo conocí el mes pasado en Madrid, en una charla con varios latinoamericanos. La anécdota que cuenta Silvio Rodríguez se la contó Lezama Lima, sobre su abuelo, de paso por Tampa. Me recuerda a los tiempos en que Martí iba a las fábricas de Tampa a leerle a los obreros mientras trabajaban. Les leía los diarios, sus propios escritos que luego publicaba en Buenos Aires y Nueva York, y los obreros siempre le pedían más. Da nostalgia ajena. Abajo pego unas páginas de «La frontera salvaje» sobre algo de José Martí durante esos años:
Tampa, Florida. 26 de noviembre de 1891—Llegado de Nueva York por una invitación de un amigo, José Martí visita por primera vez la fábrica de cigarros Ybor de Tampa y descubre el oficio de lector. Poco antes, el 10 de enero, había publicado en La Revista Ilustrada de Nueva York algo que por entonces no era tan obvio sino más bien subversivo: “No hay odio de razas, porque no hay razas… El alma emana, igual y eterna, de los cuerpos diversos en forma y en color”.
La generación anterior de cubanos de Nueva York y Florida había soñado con la anexión de Cuba a Estados Unidos. Poco a poco, como consecuencia de las leyes Jim Crow que siguieron a la Guerra civil, los cubanos del exilio fueron cambiando sus primeros sueños por el sueño de la independencia. El 7 de diciembre de 1875, el presidente Ulysses Grant los despertó de un porrazo: los cubanos no podían gobernarse por sí solos. Esta idea se consolidará en la prensa por las décadas por venir, en el Congreso y en la Casa Blanca, no por la fuerza de la evidencia sino por su conveniencia. Los conservadores no quieren un nuevo estado lleno de negros en la Unión, pero tampoco quieren una nueva Haití, una república de negros libres a 90 millas de sus costas. “Cualquier idea de independencia es insostenible”, dijo Grant. En consecuencia, el presidente le había hecho una oferta a España por la isla, sin mucho éxito, lo que exacerbó a los patriotas en Estados Unidos.
El lunes 9 de marzo de 1896, The Journal de New York publicará un editorial bajo el título “Un verdadero americano” elogiando el americanismo del senador John T. Morgan de Alabama, el cual “no solo es atractivo sino cautivante”porque “tiene la virtud de atrapar la atención mientras convence la mente de sus espectadores con el uso de la lógica y la didáctica… El senador Morgan sabe de los horrores de la guerra, pero es un patriota, no un cobarde. Sabe que la guerra se podría evitar, pero aún sería dejar que una potencia europea meta sus narices en el hemisferio. El vigor, la sensatez, la justicia y el patriotismo que el senador Morgan ha puesto en favor del americanismo, es decir, en la anexión, es admirable porque es el americanismo del Destino manifiesto. Es el americanismo la gloria de todo patriota. Es el americanismo de Estados Unidos contra el resto del mundo. Este americanismo gracias al cual, con o sin guerra, nos traerá la paz. Es un aviso a las naciones del mundo para el resto de los tiempos de que la influencia de Estados Unidos en el hemisferio no tiene competencia, porque es justa, desinteresada y noble. Porque es una promesa de civilización y libertad”.
Pero los sueños que mueren siguen viviendo. El exilio cubano se traslada de Nueva York a las fábricas de habanos en Tampa, Florida. Antes que Tampa se llame Tampa se llamaba Pino City. Los hermanos Pino, Manuel y Fernando, habían abierto su fábrica de cigarros en esa bahía un año atrás. En la fábrica, los cubanos arman habanos mientras escuchan al joven que lee para ellos las noticias del mundo. Viene de Nueva York y dicen que es poeta y muy leído. Dicen que se llama José Martí y que no encaja ni aquí ni allá. Odia las armas, pero lee muy bien, desde novelas hasta ensayos filosóficos y noticias políticas. Vale la pena pagarle unas monedas por el servicio mientras los demás se dedican a algo más productivo. La tradición del lector de fábricas en Florida continuará hasta décadas después de la muerte de Martí en un campo de batalla de Cuba. En 1921, el editor de El Internacional asegurará que los trabajadores de Tampa son “culpables del imperdonable crimen de ser trabajadores con conciencia de sus derechos”. Un miembro del directorio del Tampa Cigar Manufacturers no estará de acuerdo: no es ninguna conciencia de sus derechos; “los trabajadores del cigarro son agitadores, partidarios de la lucha de clases”.
Como sea, José Martí es un independentista, como lo son los humanistas y los románticos de estos tiempos. Desde el millonario Eduardo Hidalgo Gato hasta los socialistas Benjamín Guerra, Diego Vicente Tejera y Carlos Baliño apoyan la causa del célebre poeta. Mientras, 15.000 cubanos emigran a Tampa en busca de más trabajo en las florecientes fábricas de tabaco. Sueldos, excelentes. País que no es una isla. País continente. País potencia mundial. Como todo inmigrante a un país poderoso, los nuevos exageran sus virtudes e intentan convencerse, convertirse, justificarse en base a los hechos, más allá de los hechos y a pesar de los hechos.
Cuando el cubano Vicente Martinez-Ybor fundó Ybor City, el negocio del tabaco cubano había comenzado a prosperar y el nuevo barrio se había transformado de una villa de apenas mil habitantes a una ciudad próspera con nombre en los mapas. Ybor City, además, hasta ayer tenía una particularidad: era diversa. Cubanos negros y blancos, hombres, mujeres, españoles, italianos trabajaban, descansaban y se divertían hombro a hombro. Sin embargo, algunas cosas no funcionan tan bien como las oportunidades de trabajo. Como era de prever, Ybor City llamará la atención de las autoridades y los obligarán a terminar con la escandalosa práctica de la indiscriminación racial. Los negros, hablen inglés o español, deben formar sus propios distritos y son obligados a desvincularse del Club Nacional Cubano, que por entonces provee de asistencia médica. Uno de sus fundadores, el afrocubano José Ramón Sanféliz, reconoce: “Los negros en Cuba son como los blancos, por lo que muchos que llegan a Florida se molestan con su nuevo estatus social”. José Rivero Muñiz confirma: “todos los cubanos, sin distinción de color de piel, son igualmente admitidos en la causa revolucionaria”. Otro afrocubano, Juan Mallea, recordará los viejos tiempos: “en nuestro club de cubanos y en nuestro trabajo no había distinción entre negros y blancos. La única discriminación la encontrábamos cuando salíamos de Ybor City”. Las leyes Jim Crow obligan a los cubanos negros y mulatos a abandonar el Club Nacional Cubano de Tampa, por lo que fundan la Unión Martí-Maceo en la 1226 East Seventh Avenue, de Ybor City. El Ku Klux Klan intimida a los miembros del club Martí-Maceo por décadas y a los clubes de cubanos blancos que se solidarizan con los negros.
Como si fuese una tímida señal de progreso, en 1896 en Nueva Orleans, la Suprema Corte fallará en favor de Homer Plessy, un quarteron (individuo con un cuarto de sangre africana y el resto europea), acusado de no reconocer su lugar en la sociedad según la ley de Separación de 1890. En realidad, Plessy es, según crónicas de la época, un octavo negro, pero en Luisiana se había sentado en un tren para blancos, blancos puros como la leche y el merengue. Los cubanos, hasta los llegados de las clases altas y esclavistas, caen todos dentro de esta categoría y poco a poco se acostumbran a vivir en los barrios de negros. Los pocos que pasan el test de color son catalogados como extranjeros, como los italianos del norte o los franceses del sur.
Como una forma de progreso social, el juez determinará que Homer Plessy, por tener un veinte por ciento de sangre mulata, tiene los mismos derechos que un blanco… Pero en el próximo tren deberá sentarse, como todos los demás de su condición, en un lugar reservado para los no blancos. La consigna de “iguales pero separados” se hace ley no escrita por un siglo más. La enmienda 14 de la Constitución que pasó Lincoln años atrás establecía la igualdad de razas, pero no decía nada sobre la separación de unas y otras ni la importancia de cada una. Poco después, en 1899, en el Círculo Cubano los negros ya no serán admitidos, por lo que Juan Mallea y otros negros cubanos deben irse y fundar otro club. Es la ley del país que acaba de abolir la esclavitud.
José Martí lee para los trabajadores que no pueden leer y recoge estas indignaciones contra el racismo en sus artículos que publica en los diarios de Buenos Aires y Nueva York.
“Well, you have to understand the moment,” Hunter said. “We are talking about the Cold War. The United States could not allow a Soviet stronghold in its hemisphere.”
“Its hemisphere?” I asked.
“Well, I understand that the Monroe Doctrine It’s not very nice, but…”
“Superman fighting for justice against the villains who want to take over the world. Don’t the villains realize that the world already has an owner? Or they do not respect private property. Even so, at that time Cuba was not even a Soviet stronghold. Just a dangerous and arrogant attempt to be independent. How do these blacks and those white islanders think of doing without us? Is it that they didn’t learn anything with Guatemala? That was the problem. They learned too much from Guatemala.”
“Shyness was never a very effective strategy.”
Exactly. But, beyond the nationalizations and the claims of autonomy of the New Cuba, the Revolution did not have in mind to cut relations with its largest trading partner. Moreover, when Fidel Castro visited the United States on April 7, 1959, hired a U.S. agency specializing in public relations, Bernard Relin & Associates Inc. According to the magazine Time on July 8 of that year, the firm charged the Cuban government $72,000, an insignificant figure, considering Fulgencio Batista’s personal business dealings with U.S. companies, which amounted to almost 46 million dollars.[i] Apart from some interesting facts revealed by the Bernard Relin company, Castro did not take very seriously its recommendations, such as shaving his beard and changing his olive green uniform for a businessman’s suit.[ii] On the contrary, he gave his own instructions to the delegation: he forbade them to talk about money. Not even by accident.
Secretary of State Christian Herter, met with the young revolutionary in Washington. Herter reported to Eisenhower: “It’s a pity that you didn’t meet with Fidel Castro. He is a more than interesting character… In many ways, it’s like a child.”[iv]
At lunch, he was introduced to William Wieland.
“Who is the lord?”
“Mr. Wieland,” Wieland’s assistant said, “is the director of the Bureau of Mexican and Caribbean Affairs and currently the official State Department official for Cuban Affairs.”
“Gee,” Castro said, “I thought that the person in charge of Cuban affairs was me.[v]
After a long conversation in a New York hotel, the CIA agent Gerry Droller (by then Frank Bender) concluded:
“Castro is not only not a communist, but he is a convinced anti-communist.
Vice President Richard Nixon reached the same conclusion, when he met for two and a half hours in his office on Capitol Hill with the Cuban, twelve days later.
None of these diagnoses stopped the plan to invade the island, on the desks of the CIA weeks before that first visit of the new revolutionary leader. The original sin was not to be or not to be, but to dispute Washington, the sugar companies and the casino mafia for control of the Pearl of the Caribbean. And, but that, setting a terrible precedent. Once again, as in 1898, the problem was the independentists, the unacceptable bad example of a Republic of free blacks, no longer cutting off the heads of their masters, as in Haiti, but by nationalizing lands and businesses, as President Árbenz tried to do in Guatemala.
Months before leaving the government, Eisenhower decided to postpone the invasion to leave it to the new, John Kennedy. By the end of 1960, Havana had already discovered CIA training camps in Guatemala. The CIA must have circulated the rumor in the press that it was a group of communist guerrillas and, to preserve the surprise factor, changed the landing in Trinidad to Bay of Pigs, an area closer to Havana, but less populated.
In the midst of the Cold War, letting a friendly dictator fall without Washington’s permission and, to make matters worse, dare to speak of national sovereignty in the face of the companies that lead the freedom of the Developed World could establish a terrible precedent in the banana republics of the South. For the CIA and for the White House, the quickest and cheapest solution was the same one that solved the problem in Guatemala: media war, invasion and regime change in the name of the fight against communism. Piece of cake.
“Pigs?” David Atlee Phillips, the CIA agent who was fluent in Spanish due to his sabotage work in Chile since the end of World War II, protested. “How do you think Cubans are going to support an invasion with that name?”
Perhaps for the same reason, Ernesto Che Guevara preferred to call Playa Girón to the most important defeat of US imperialism so far this century. Of course, it wasn’t just a matter of names. At that time, the polls showed that the Revolution had the support of ninety percent of the population. The revelation of clandestine cemeteries all over the island, full of Batista’s disappeared, only increased the repudiation of U.S. support and the Cuban mafia, now exiled in Miami.
“It is very difficult to find a Cuban who does not have a family member murdered by the Batista regime” said Ruby Hart Phillips, the journalist of the New York Times based in Cuba.[vi]
On August 17, 1961, a few months after the Bay of Pigs fiasco and seven thousand kilometers to the south, Che gave a speech in the auditorium of the University of the Republic of Uruguay. That afternoon, at his side, the senator and former candidate for the presidency of Chile listened attentively, Salvador Allende. At the exit of the crowd, someone shot and killed history teacher Arbelio Ramírez. Apparently, the bullet was destined for El Che. It was the first unsolved murder of the Cold War in that country, as befits cases planned by secret agencies that play in the First League. In his speech, El Che had observed that Uruguay did not need any revolution, because its democratic system worked. He didn’t know that, at the time, the powerful Howard Hunt was stationed in Montevideo, the same one that had successfully promoted its candidate for the presidency of that country, Benito Nardone. The same one who had hijacked the means to destroy democracy in Guatemala, had used them again to place his candidate in the presidency, this time without so much scandal. Democracy continued to work very well, for some, for the same as always. But, as was tradition, inconvenient influences had to be removed, as far as possible without violating freedom of expression. The example of Cuba’s independence, the anti-imperialist discourse of Che, fell into that category of undesirables.
Surely not by chance, the Cuban CIA agent Orlando Bosch was in the crowd that afternoon in Montevideo, when Professor Arbelio Ramírez was killed. Surely, he had not gone there to listen to Che’s speech.
Plans to assassinate Castro and reinstall a less arrogant dictator in Havana had begun the same night Batista fled to the Dominican Republic on a plane loaded with several suitcases of money. Washington, the CIA and the casino mafia did not hesitate for a moment. Fidel Castro knew this, but he needed the US market and believed that a new agreement with the northern giant would be possible. So, on September 18, 1960, he landed again on Long Island, this time to participate in the annual United Nations Assembly, four days later.
The arrival of the delegation was hailed by the American left and received with threats from The White Rose, a pro-Batista group that later, due to the discrediting of El General Mulato, would operate alongside other Miami groups as anti-Castro exiles.
This time, the Cuban plane that carried Fidel Castro to New York was forced to return to Cuba, as the delegation was driven to the Shelburne Hotel, located at Lexington Avenue and 37th Street. The hotel demanded an exorbitant deposit of twenty thousand dollars. The State Department decreed that the delegation could not leave Manhattan, but no other hotel in the area dared to receive them. Castro quipped that if New York was unable to provide accommodation for a diplomatic delegation from another country, then the UN should be moved to another city, such as Havana.
It was a rainy day, and the Cuban delegation piled their suitcases at the main door without having a confirmed hotel. Minutes later, a man entered the lobby of the Shelburne and asked to speak with the Cuban prime minister. When the bearded man appeared, the stranger said to him:
“Mr. Malcolm X has booked a hotel for his delegation.”
“That’s great, chico. Where is it?”
“It’s the Theresa Hotel. It’s an hour from here in Harlem.”
Castro didn’t know it, but the Hotel Theresa, by far less expensive than the Shelburne, had received black celebrities who were not accepted in midtown Manhattan, such as Duke Ellington, Louis Armstrong and Nat King Cole.
“Right there we go,” Castro said.
The Harlem newspaper, the New York Citizen-Call, noting that the official delegation of Cuba was composed of whites and blacks, published:
“Some 2,000 brown New Yorkers stood in the rain Monday night waiting for Cuba’s Premier Fidel Castro to arrive at Harlem’s famous old Hotel Theresa. From the conversations among this rain-soaked mass of humanity, the idea began to build that Castro would come here to stay because he had found out, as most Negroes found out, the nasty ways the underdog was treated downtown. To Harlem’s oppressed ghetto dwellers, Castro was that bearded revolutionary who had thrown the nation’s rascals out and who had told white America to go to hell.”[vii]
A smaller group of Cuban Batista supporters also came to protest the Revolution.
On September 21, The New York Times headlined: “Castro Is Seeking Negroes’ Support.” In his column, journalist Wyne Phillips highlighted Dr. Castro’s strategy: pretending there is no racial segrega-tion in Cuba, when a year earlier he had forcibly removed a Cuban leader, Fulgencio Batista, who was half-Black. Despite all this, Phillips himself must admit that various testimonies from Black Americans visiting Havana acknowledged feeling like human beings, just like any white person walking the streets.
With the ink still fresh from the newspapers the day after his expulsion from the Shelburne Hotel and his impromptu entrance at the Harlem hotel, the most luxurious hotels in Manhattan offered the Cuban delegation free accommodation. But Castro decided to turn the initial humiliation into another moral blow to the giant’s arrogance. He turned down the offers and the delegation stayed in Harlem.
The History of the Theresa Hotel became a headache for Washington and an offense to a country that was suffering from a strong segregationist backlash, where the most moderate racists supported the solution of the interpretive law of the constitution, known as Equal, but separate. To add insult to injury, the Cuban delegation received a visit from the president of Egypt, Gamal Abdel Nasser, right there, part of the soviet premier Nikita Khrushchev by the Prime Minister of India, Minister Jawaharlal Nehru and renowned intellectuals such as Langston Hughes, Allen Ginsberg and the professor at Columbia University Wright Mills, author of The Power Elite, a book where he exposed the existing conflict of interest between the military corporate power and politicians. Several researchers will recognize this book as the inspiration, unacknowledged, of President Eisenhower’s famous farewell speech on the dangers of the power of the Military Industrial Complex, for which he will be accused of being a communist.
Malcolm X visited Castro in his room. On the way out, questioned by journalists about his sympathies with Castro and Che Guevara, he proclaimed:
“Please don’t tell us who should be our friends, and who should be our enemies.”[viii]
Sidney Gottlieb, the chemical genius in charge of Project MK-Ultra of the CIA, proposed to make a fool of the dangerous leader in front of the eyes of the whole world. For the CBS interview, which for the purpose had to reach the largest number of people in the world, he proposed contaminating Castro’s shoes with thallium. This would cause him to over-secrete salivary while talking. At the same time, he would expose him to LSD to make him look drunk. It was not a new idea of propaganda sabotage (Howard Hunt had used similar resources in Mexico, against the painter Diego Rivera), but that time it did not work with the interviewee.
President Eisenhower and Vice President Nixon did not hide their frustration. The FBI took note. One of its agents managed to enter the Hotel Theresa and spy on a meeting between Castro and Malcolm X. The CIA, lacking territorial jurisdiction, employed the mercenary firm founded by one of its former agents, Robert Maheu, to plan the first of 600 attempts to assassinate Castro. The private agency, Maheu, was the same one that, in the service of dictator Rafael Trujillo, had caused the disappearance of Professor Jesús Galíndez in New York four years earlier. The same one that served as the basis for one of the most popular series in the history of television: Mission: Impossible. The same series that several of the Batisteros fans of the failed Bay of Pigs invasion, like Orlando Bosch, were fans of.
At the Plaza Hotel, Bob Maheu met with the CIA agent Jim O’Connell and with John Roselli, one of the leaders of the Italian-American mafia, owner of cabarets, brothels, and casinos in Cuba, protected by Batista and longed for by generations of Cubans nostalgic in the United States as The golden age in which all the Cuban people lived dancing salsa, drinking rum and making a lot of money from legal corruption.
These mafias had been displaced by the 1959 Revolution, so the CIA understood that it shared the same objective with them. To assassinate the bad dictator, who had been in power for a few months, Mr. Roselli put Maheu in contact with other mobsters in Tampa, Florida. Two of them were Sam Giancana and Santo Trafficante Jr., both donors to Kennedy’s presidential campaign and then collaborators in the conspiracy for his assassination. Although, for some very good reason, the documents that end up proving this last information have not been declassified by Washington, the indications and testimonies that insist on pointing to the participation of the CIA and the Cuban mafia have been accumulating over the years as fertilizer in chicken coops.
Giancana was assassinated in Chicago in 1975, just before he testified before the Church Commission of the U.S. Senate, which investigated the CIA’s systematic assassination plans. Predictably, CIA Director William Colby, said: “We had nothing to do with it.”[ix]
Fidel Castro would have been an easy target in a black hotel that couldn’t even control the hot water in the bathrooms. But Maheu and the CIA knew that the assassination of a foreign leader on US soil would only worsen Washington’s reputation, so they decided to take the big moment to Havana. Upon his return, Castro gave a predictable speech from the balcony of Government House, which was interrupted by a bomb. A few minutes later, a second one exploded, and a few hours later, a third. It would have been a piece of cake to claim that the assassination was the work of the heroic Cuban dissidents and that “we had nothing to do with it.” That was one of 638 failed attempts to assassinate the only dictator that Washington, the CIA, and the mainstream media could see in the Caribbean, Latin America, and the rest of the world.
Other poisoning attempts followed, which several Cuban mercenaries, such as Juan Orta and other infiltrators made large amounts in dollars, but none achieved their objective. Nor did the plans for gas in interviews or weapons hidden in press microphones, such as the one organized from Bolivia, work, with the support of Cuban Antonio Veciana, when Castro visited Chile in 1971.
In his speech at the UN on Thursday 22, Castro responded to accusations from the mainstream press that Cubans had chosen a brothel to stay in:
“For some gentlemen” Castro said, “a humble hotel in the Harlem neighborhood, a black neighborhood of the United States, must be a brothel.”[x]
Years later, in the face of the provocation of a journalist, Malcolm X answered:
“The only white I liked was Fidel Castro.”
The CIA failed to assassinate the bearded Caribbean man, but the FBI managed to get Malcolm X assassinated in 1965, as always, as if it were someone else’s thing, lone wolves. The same strategy of indirect solutions had been practiced with Martin Luther King. The FBI pursued him for years to document his weakness for women. They knew he was suffering from depression and, as a young man, had attempted suicide. The idea was to expose any possible infidelity, destroy his marriage and push him to suicide. When this did not work, a murder at the hands of a lonely patient was facilitated, which came in 1968, at the Lorraine Motel, when the black leader was preparing to support a strike by health workers in Tennessee. In the collective memory only these two murders, attributed to lone wolves, will remain, not the FBI’s plan fine-tuned and executed for two decades, later known as Cointelpro (Counter Intelligence Program) with which the FBI infiltrated the black and Latino communities; they infiltrated unions, feminist and anti-imperial war groups to monitor and discredit them with provocateurs; to demoralize them and demobilize their resistance organizations. An FBI memorandum sealed on March 3, 1968, reported that “Martin Luther King, Jr. was attacked because (among other things) he might abandon his supposed obedience to white liberal doctrines (of nonviolence) and embrace black nationalism.” Eight years later, in April 1976, a Senate inquiry headed by Senator Frank Church concluded that this psychological warfare led to moral harassment under false reports and rumors planted in the media. “Many of the techniques used would be intolerable in a democratic society, even if all the targets had been involved in violent activities, but Conteilpro went much further. The main unstated premise of the programs was that a law enforcement agency has a duty to do whatever is necessary to combat perceived threats to the existing social and political order.”[xi]
In 1967, the CIA had more success with its plan to assassinate Che Guevara in Bolivia. Che Guevara, accused for decades by the Miami media of being a cruel murderer, had returned to his habit of going to the front lines of his battles, a habit that the heroes of Batistero’s exile, such as Orlando Bosch and Luis Posada Carriles, were not very fond of. Nor was it a characteristic of the many mercenaries who, according to the FBI, turned Miami into “The Terrorist Capital of the United States.”.[xii] Also The Monkey Morales Navarrete, José Dionisio Suárez, Virgilio Paz and the Novo brothers Sampol were more fond of dynamite and C4 plastic explosives of the CIA, always at a distance, than to smuggled cigars.
Weeks after the Theresa Hotel scandal, on October 12, 1960, the young Senator John F. Kennedy planted his stall in front of the hotel and gave a speech against racial discrimination and against the socialist ideas of the Cuban Revolution. Nothing better than hijacking the struggle of those from below and, at once, limit it to a specific area, the national one, just as firefighters burn a forest border to stop a larger fire. A couple of years earlier, in Congress, Senator Kennedy had recommended continuing to fund Latin American armies to keep Washington’s political influence in those countries.
“I don’t think giving this aid to South America is to strengthen them against the Soviet Union,” the young senator had said in 1958. “The armies are the most important units, and it is important for us to have a liaison in the number of countries involved, it is worth 67 million, which is down the drain in a military sense, but in the political sense we hope they make effective use of it.”
[i] “Cuba: Red Setback.” Time, 8 de junio de 1959.
[ii] LeoGrande, William M., and Kornbluh, Peter. Back Channel to Cuba: The Hidden History of Negotiations Between Washington and Havana. United States, University of North Carolina Press, 2015, p. 15.
[vii] Ralph Matthews, “Going Upstairs. Malcolm X Greets Fidel,” New York Citizen-Call, September 24, 1960, p. 48-49.
[viii] Markle, Seth M. “Brother Malcolm, Comrade Babu: Black Internationalism and the Politics of Friendship.” Biography, vol. 36, no. 3, 2013, pp. 540-67. JStor. http://www.jstor.org/stable/24570209.
[ix] “The mafia: The Demise of a Don”. Time Magazine, 30 de junio de 1975. content.time.com/time/subscriber/article/0,33009,917569,00.html
[xii] Montes, Rafael Miguel. Generational Traumas in Contemporary Cuban-American Literature: Making Places. United States, Edwin Mellen Press, 2006., p. 115.
El 6 de abril de 2007, el cubano Luis Posada Carriles fue perdonado de todo cargo por una jueza federal de Texas. Dos años atrás, Posada Carriles había sido detenido por entrar al país de forma ilegal a través de la frontera con México, luego de que la presidenta Mireyas Moscoso de Panamá lo indultara en 2000 por mediación del presidente Bill Clinton. Un agente de la CIA asignado al caso, había reconocido en un artículo del New York Times del 13 de julio de 1998 que, desde el principio de la investigación, “Bosch y Posada eran los principales sospechosos; no había ningún otro”. Ni lo hubo nunca.
Exactamente veinte años antes, el cubano Orlando Bosch también había sido arrestado por entrar ilegalmente a Estados Unidos. Ninguno de los dos se había arriesgado a lanzarse en una balsa desde Cuba para ampararse a la vieja y atractiva ley de Pies mojados, pies secos. Sin Embargo, el entonces secretario de comercio de Florida, Jeb Bush, intercedió y su padre, el presidente de Estados Unidos y ex director de la CIA, George H. Bush, perdonó a Orlando Bosch quien, según la CIA y el FBI, era el autor de al menos treinta actos terroristas en suelo estadounidense y en otros países, como el auto bomba que, en 1976 le costara la vida en Washington a Ronni Moffitt y al ex ministro de Salvador Allende, Orlando Letelier. Este atentado terrorista fue ordenado por Pinochet y ejecutado por Michael Townley y sus amigos cubanos de Miami y Unión City. Creo haber explicado de forma extensa y bastante clara este rompecabezas imposible en el libro 1976. El Exilio del terror.
Durante los años 70, los ataques terroristas por la libertad, la mayoría planeados en Florida y Nueva Jersey, continuaron con aún más virulencia desde su creación en 1959. Los mismos grupos de cubanos exiliados con base en Miami realizaron 16 atentados en Cuba (entre bombardeos y la introducción de agentes patógenos) y 279 en Estados Unidos. Solo entre 1974 y 1976, Washington reconoció 113 atentados en el país y 202 en otros 23 países. En Miami, en solo dos años, lograron explotar 200 bombas, algunas de ellas en la Oficina del Fiscal, en las oficinas del FBI y en el Departamento de Policía. Cinco exiliados cubanos fueron asesinados por sus propios camaradas. Uno de los conocidos líderes del exilio e informantes del FBI, El Mono Ricardo Morales, no se presentó el día del juicio contra uno de sus camaradas.
Entre otras líneas de su currículum, Posada Carriles (como más de otros mil “combatientes”) había participado de la fallida invasión de Cuba en Bahía Cochinos, en diversos atentados terroristas contra la isla hasta entrado el siglo XXI y en el acoso a Nicaragua en los ochenta desde la base aérea estadounidense de Ilopango junto con decenas de otros operadores secretos, a las órdenes del coronel Oliver North. Según el New York Times del 15 de octubre de 1986, por entonces la base salvadoreña, centro de operaciones de la CIA, contaba con “más de 60 helicópteros comunes, 12 helicópteros de combate y por lo menos cinco AC’47 y 10 aviones de combate”.
En los ochenta y en los noventa, los atentados con bomba no se detuvieron con el ingreso a la política de los principales empresarios que los apoyaban, como Jorge Mas Canosa. Solo en 1989 se registrarán 18 atentados con bombas. Casi todos impunes. Casi todos sus autores olvidados por la prensa, a excepción de unos pocos, como Luis Posada Carriles, Orlando Bosch y El Mono Morales.
Enterados de la aparición del agente Posada Carriles en 2000, los gobiernos de Cuba y de Venezuela solicitaron su extradición para ser juzgado por actos de terrorismo. La CIA sabía y el FBI informó que, entre varios actos de terrorismo, Posada Carriles era el principal sospechoso de la bomba que mató a 73 personas del vuelo 455 de Cubana de Aviación en 1976. Su amigo Orlando Bosch (ambos agentes secretos de la policía de Venezuela) había definido el acto como un “acto legítimo de guerra”. Pese a que el mismo Posada Carriles reconoció haber sido el autor de otros actos de terrorismo, como explosiones de bombas en lugares públicos, la jueza federal de El Paso, Texas, Kathleen Cardone, estableció una fianza de 250,000 dólares para su liberación y obligó al condenado a residir en una casa de Miami con su esposa. Su extradición fue desestimada bajo el argumento de que en países como Cuba o Venezuela el acusado podría ser sometido a prácticas de tortura. A pesar de que el FBI lo definió como “un terrorista peligroso”, Posada Carriles no será enviado al centro de tortura que la CIA y el gobierno de Estados Unidos mantienen en territorio extranjero, en Guantánamo, sino a Miami, donde vivirá sus últimos once años de vida en libertad, caminando por la Calle 8 y disfrutando de las interminables playas de Florida.
Según el fiscal general de Estados Unidos, Dick Thornburgh, Bosch era “un terrorista que nunca se arrepintió”. Para el fiscal Joe Whitley, siempre fue “una amenaza a la Seguridad Nacional”. Nada de lo cual les impidió a él y a otros terroristas como Posada Carriles jubilarse y vivir protegidos en Miami. Para entonces, un centenar de asesinos y genocidas de esos países horribles del sur vivían libremente en Florida como si fuesen respetables hombres de negocios de traje y corbata. Los generales Carlos Eugenio Vides Casanova y José Guillermo García, responsables de violaciones y matanzas en la dictadura proxy de El Salvador, serán sólo tres de los casos más conocidos en Florida.
Según el Center for Justice and Accountability (CJA) con sede en San Francisco, cientos de terroristas y genocidas de todo el mundo que alegan haber luchado por la libertad asesinando a todo el que pensara diferente viven en Estados Unidos, algunos con otros nombres. Algunos no tuvieron tanta suerte, como el general Inocencio Montano, responsable de las matanzas en El Salvador durante los años 80 y 90. Montano fue descubierto en Florida, llevando una vida de honorable abuelo de familia, y fue extraditado a España en 2016. Su pecado no consistirá en haber matado a miles de salvadoreños sino a ciudadanos españoles en la masacre de jesuitas de la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas, en 1989.
En 2005, el cubano y especialista en inmigración radicado en Washington José Pertierra lo resumirá de forma clara: “Si Posada Carriles fuera miembro de la Unión Nacional de Escritores y Artistas Cubanos en vez de terrorista, la cosa sería diferente. No pudiera aspirar a entrar a Estados Unidos. El Departamento de Seguridad Nacional les niega las visas a los poetas y artistas cubanos, pero le concede libre entrada al país a los terroristas. Cuba es uno de los siete países que Estados Unidos considera terroristas, y con ese pretexto el gobierno de George W. Bush les niega la entrada a los músicos, poetas, periodistas, escritores, y académicos cubanos por el simple hecho de que, como viven y trabajan en Cuba, son empleados del gobierno…”
jorge majfud, marzo 2025
Documento de la CIA desclasificado en marzo de 2025
Más detalles en el libro publicado en 2024, 1976 y La frontera salvaje.
Documeto de la CIA desclasificado en marzo de 2025: Howard Hunt (identificado como Hardway Hunt peero inconfundible por su record descrito en páginas anteriores, aparece confirmado en Montevideo (1957) y como asistente de la OTAN en 1966.
1976 could be defined as a “non-fiction novel” that documents and reconstructs the central events of that year with its epicenter in what the FBI called “The capital of terrorism,” Miami. Organized by months, 1976 begins with the background that explains that year: the Cuban mafia of the 1950s, and then focuses on the Miami-Caracas-Santiago axis, which made possible the car bomb attack that ended the lives of Salvador Allende’s minister, Orlando Letelier, and Ronni Moffitt in Washington, a few blocks from the White House, and the attack that brought down Cubana de Aviación plane 455 in Barbados, killing 73 people, most of them young athletes. 1976 details the stories forgotten by the American imagination about the role of the CIA in the harassment of the Cuban Revolution and Latin American dissidents, from the failed invasion of the Bay of Pigs to the successive blockades, sabotage, incendiary flights and the spreading of biological agents over the island. It also exposes the modus operandi of the paramilitary groups in Florida and New Jersey that planted hundreds of bombs in the United States, from Miami to New York, the execution of Cuban exiles accused of moderation, the censorship of their critics, and the role played by the governments of Carlos Andrés Pérez in Venezuela and Augusto Pinochet in Chile in protecting and employing the same Cuban terrorists wanted by the American justice system, such as Orlando Bosch, Luis Posada Carriles, Ricardo Morales, the American Michael Townley among others, today considered heroes of freedom in Miami.
A once minutos de despegar, explotó la primera bomba debajo del asiento de una niña de nueve años.
―We have an explosion aboard… ―informó el capitán―. We have fire on board!
Pérez Pérez logró controlar la nave que comenzaba a perder presión. Con un solo motor, la dirigió de vuelta al aeropuerto de Barbados, mientras la cabina se llenaba de humo. Los pasajeros, en pánico, no lo supieron, pero el capitán estuvo a minutos de resolver el problema.
Una segunda bomba explotó en un baño arrancándole la cola al avión. La nave apuntó hacia el cielo y ascendió de forma vertical. La torre de control le gritó al piloto que eso era una mala idea, sin saber que el piloto ya había perdido el control. Algunos pasajeros cayeron al mar. Luego la nave se precipitó como una flecha.
En Cuba, el padre de una de las atletas, apenas supo de la noticia se fue a la montaña y allí pasó toda la noche. Otro permaneció en el aeropuerto de La Habana por una semana, convencido de que en cualquier momento iba a aparecer su hijo. La novia de uno de los campeones subió a su cuarto y no volvió a bajar por diez años. En Guyana, el padre de uno de los jóvenes que iban a estudiar medicina en Cuba, se recluyó en su biblioteca y no salió por una semana.
Minutos después de las explosiones, Freddy Lugo llamó a Orlando Bosch para reportar sobe el éxito de la operación:
―Se cayó la buseta con todos los perros adentro ―dijo.
La policía de Trinidad arrestó a Herman Ricardo y Freddy Lugo.
―Hablaban de algo importante y se reían con ganas ―recordó el taxista que pudo ver sus rostros en el espejo retrovisor.
Ricardo, empleado de la agencia de seguridad de Posada en Venezuela, admitió que él y Lugo habían colocado las dos bombas en el avión. También reconoció que Luis Posada y Orlando Bosch habían planeado el atentado.
El 15 de octubre, un millón de personas llenaron la Plaza de la Revolución en La Habana. En su discurso, Fidel Castro recordó que, desde 1959, 51 vuelos de Cubana habían sido saboteados o secuestrados.
―No podemos decir que el dolor se comparte ―dijo―. El dolor se multiplica.
―El terrorista es él ―dijo Posada Carriles, mirando las imágenes que llegaban de La Habana.
Orlando García, jefe de seguridad del presidente Andrés Pérez, y Ricardo Morales (ambos exiliados cubanos), habían asistido al coctel de bienvenida de Bosch a Caracas. Según recogió un documento de la CIA, tanto García como Morles mencionaron que, en la cena de recaudación, Orlando Bosch se había atribuido el atentado de Washington contra Letelier, algo de lo cual no se cansaría de negar en público.
―Fue un acto heroico ―declaró Bosch ante un tribunal de Caracas, sobre el derribo del avión.
―Los combatientes cubanos hicieron un acto revolucionario ―declaró Ricardo Lozano frente a las cámaras de televisión.
―Fue una acción heroica ―insistió Bosch, sacudiendo su índice derecho con ansiedad, rodeado de periodistas―. Como usted sabe, la guerra es una competencia de crueldades.
Bosch se negará cada vez que sea interrogado sobre el incidente, “porque eso es ilegal en Estados Unidos” y lo justificará siempre, por tratarse de “una acción contra combatientes, porque todos son combatientes”.
―Guillermo e Ignacio Novo lo hicieron― dirá en la entrevista con el periodista Blake Fleetwood en la cárcel de Caracas― Todo fue planeado por la DINA de Chile.
Fleetwood llamó desde Caracas al fiscal Eugene Propper, a cargo de la investigación del FBI. Propper no era muy optimista. Rara vez un atentado con bomba se resolvía. Luego de unas horas, llamó al periodista de nuevo:
―La CIA ya le había informado de todo a la policía secreta de Venezuela… Creo que están detrás de ti. Estás en peligro.
―Entonces, ¿qué hago? ―preguntó Fleetwood, con seis horas de grabaciones con Bosch y Posada Carriles en la mano―. ¿Debo ir a la embajada de Estados Unidos…?
―No, al contrario ―dijo el agente del FBI―. Tendrás que resolverte solo y ver una forma de salir de ahí.
A la policía venezolana no le costó mucho localizar a Bosch y Posada Carriles. Lo difícil era arrestarlos, pero desde la entrega de su camarada Bosch en febrero, Posada Carriles no había recuperado su puesto en la CIA. Lo había intentado una vez más el mes anterior, informando a la misma agencia de un inminente atentado contra un vuelo de Cubana por parte de un grupo de exiliados cubanos, pero tampoco lo había logrado. La CIA no actuó con la celeridad necesaria, sino con calculada torpeza, como suele hacer.
Sin la invaluable protección de la CIA, Bosch y Posada Carriles recurrieron a la red de servicios secretos de Chile y Venezuela, pero esta complicidad tenía grietas. El jueves 14, la policía venezolana los arrestó a los dos.
El viernes, interrogaron a Posada Carriles:
―Yo no tuve nada que ver, chico ―dijo.
―¿Usted condena el atentado?
―Yo no condeno nada.
―¿Aunque mueran inocentes?
―A veces pagan inocentes por estar en el lugar equivocado.
Orlando Bosch repitió casi las mismas palabras.
―Soy inocente, pero no condeno nada que conduzca a la caída del régimen de Cuba. Los terroristas son ellos.
―Usted no se considera un terrorista…
―De ninguna manera, chico. Soy un combatiente.
―Los combatientes se enfrentan a otros combatientes…
―En una guerra total, no hay civiles.
―¿Considera a los pasajeros del vuelo 455 combatientes?
―Todos son combatientes.
Cuando el presidente Andrés Pérez se enteró de la temeraria entrevista de Fleetwood en la cárcel de Caracas, ordenó su detención, pero la DISIP no alcanzó a impedir que tomase el próximo vuelo a Estados Unidos. Lo estaba esperando el fiscal Propper, quien le pidió una copia de sus grabaciones. El presidente Pérez acusó a Fleetwood de ser un agente de la CIA.
En Miami, la iglesia católica organizó vigilias y oraciones por la liberación de Orlando Bosch. Bosch admitió ante los investigadores venezolanos que él había participado en el atentado contra el avión cubano, pero el gobierno trasladó su juicio a un tribunal militar y fue declarado inocente, excepto de falsificar pasaportes.
El vuelo de Cubana 455 fue el primero de la historia de la aviación civil derribado por un atentado terrorista y el que más vidas costó en el hemisferio, hasta el 2001.
En Miami, el propietario del semanario Réplica, el cubano Max Lesnik, fue uno de los pocos que se atrevió a denunciar el acto terrorista contra el vuelo Cubana 455.
―Posada Carriles y Bosch lo planearon todo ―dijo Lesnik―. Denuncié este acto terrorista mientras la extrema derecha de Miami lo aplaudía.
El semanario Réplica sufrió siete atentados con bomba hasta que fue obligado a cerrar definitivamente en 2005. Nadie fue detenido por estos actos a pesar de que un agente del FBI reportó que, sin que Lesnik lo supiera, lo había rescatado muchas veces de ser asesinado.
Todo en nombre de la libertad de prensa que no existe en Cuba.
Cubana 455, 48 years of the major terrorist attack in the hemisphere
Eleven minutes into takeoff, the first bomb exploded under the seat of a nine-year-old girl.
“We have an explosion aboard…” the captain reported. “We have fire on board!”
Pérez Pérez managed to control the plane that was beginning to lose pressure. He directed it back to the Barbados airport with only one engine, while the cabin filled with smoke. The panicked passengers did not know, but the captain was minutes away from solving the problem.
A second bomb exploded in a bathroom, tearing off the tail of the plane. The plane pointed toward the sky and ascended vertically. The control tower shouted to the pilot that it was a bad idea, not knowing that the pilot had already lost control. Some passengers fell into the sea. Then, the plane plummeted like an arrow.
In Cuba, the father of one of the athletes went to the mountains and spent the whole night there as soon as he heard the news. Another remained in the Havana airport for a week, convinced that his son would appear at any moment. The girlfriend of one of the champions went up to her room and did not come down for ten years. In Guyana, the father of one of the young men who was going to study medicine in Cuba locked himself in his library and did not come out for a week.
Minutes after the explosions, Freddy Lugo called Orlando Bosch to report on the success of the operation:
“The bus fell with all the dogs inside,” he said.
The Trinidad police arrested Herman Ricardo and Freddy Lugo.
“They were talking about something important and laughing heartily,” recalled the taxi driver, who could see their faces in the rearview mirror.
Ricardo, an employee of Posada’s security agency in Venezuela, admitted that he and Lugo had placed the two bombs on the plane. He also acknowledged that Luis Posada and Orlando Bosch had planned the attack.
On October 15, 1976, a million people filled Havana’s Plaza de la Revolución. In his speech, Fidel Castro recalled that since 1959, 51 Cubana flights had been sabotaged or hijacked.
“We cannot say that the pain is shared,” he said. “The pain is multiplied.”
“He is the terrorist,” said Posada Carriles, watching the images from Havana.
Orlando García, head of security for Venezuela’s President Andrés Pérez, and Ricardo Morales (both Cuban exiles) had attended Bosch’s welcome cocktail in Caracas. According to a CIA document, both García and Morles mentioned that, at the fundraising dinner, Orlando Bosch had claimed responsibility for Washington’s bomb attack on Orlando Letelier, something he would never tire of denying in public.
“It was a heroic act,” Bosch declared before a Caracas court about the downing of the plane.
“The Cuban fighters carried out a revolutionary act,” declared Ricardo Lozano in front of the television cameras.
“It was a heroic action,” Bosch insisted, shaking his right index finger anxiously, surrounded by journalists. “As you know, war is a competition of cruelties.”
Bosch will refuse every time he is questioned about the incident “because that is illegal in the United States” and will always justify it because it was “an action against combatants because they are all combatants.”
“Guillermo and Ignacio Novo did it,” he will say in the interview with journalist Blake Fleetwood in the Caracas jail. “It was all planned by the DINA of Chile.”
Fleetwood called from Caracas to the prosecutor Eugene Propper, who was in charge of the FBI investigation. Propper was not very optimistic. Bomb attacks were rarely solved. After a few hours, he called the journalist again:
“The CIA had already informed the Venezuelan secret police of everything… I think they are after you. You are in danger.”
“So, what do I do?” asked Fleetwood, with six hours of recordings with Bosch and Posada Carriles in hand. “Should I go to the US embassy?”
“No, on the contrary,” said the FBI agent. “You must figure it out yourself and find a way out of there.”
It was not difficult for the Venezuelan police to locate Bosch and Posada Carriles. The problematic part was arresting them, but since the surrender of his comrade Bosch in February, Posada Carriles had not regained his position in the CIA. He had tried once more the previous month, informing the same agency of an imminent attack against a Cubana flight by a group of Cuban exiles, but he had not succeeded either. The CIA did not act with the necessary speed but with calculated clumsiness, as it usually does.
Without the invaluable protection of the CIA, Bosch, and Posada Carriles resorted to the network of secret services in Chile and Venezuela, but this complicity had cracks. On Thursday, the 14th, the Venezuelan police arrested them both.
On Friday, they interrogated Posada Carriles:
“I had nothing to do with it, chico,” he said.
“Do you condemn the attack?
“I don’t condemn anything.”
“Even if innocent people die?”
“Sometimes innocent people pay for being in the wrong place.”
Orlando Bosch repeated almost the exact words.
“I am innocent, but I do not condemn anything that leads to the fall of the Cuban regime. They are the terrorists.”
“So, you do not consider yourself a terrorist…”
“Not at all, chico. I am a combatant.”
“Combatants face other combatants…”
“In a total war, there are no civilians.”
“Do you consider the passengers of flight 455 combatants?”
“Sure, they are all combatants.”
When President Andrés Pérez learned of Fleetwood’s reckless interview in the Caracas jail, he ordered his arrest. Still, the DISIP (Venezuelan’s Secret Police) could not prevent him from taking the next flight to the United States. Prosecutor Propper was waiting for him and asked him for a copy of his recordings. President Andrés Pérez accused Fleetwood of being a CIA agent.
In Miami, the Catholic Church organized vigils and prayers for the release of Orlando Bosch. Bosch admitted to Venezuelan investigators that he had participated in the attack on the Cuban plane. Still, the government moved his trial to a military court, and he was declared innocent, except for falsifying passports.
Cubana Flight 455 was the first in the history of civil aviation to be shot down by a terrorist attack and the one that cost the most lives in the hemisphere until 2001.
In Miami, the owner of the weekly magazine Réplica, Cuban Max Lesnik, was one of the few who dared to denounce the terrorist act against Cubana Flight 455.
“Posada Carriles and Bosch planned it all,” said Lesnik. “I denounced this terrorist act while the extreme right in Miami applauded it.”
The magazine Réplica suffered seven bomb attacks until it was forced to close permanently in 2005. No one was arrested for these acts even though an FBI agent reported that unbeknownst to Lesnik, he had rescued him from being killed many times.
All in the name of freedom of the press, which does not exist in Cuba.
Cubana 455, 48 anos do maior atentado terrorista do hemisfério
O capítulo de 1976 em português
Onze minutos após a decolagem, a primeira bomba explodiu sob o assento de uma menina de nove anos.
—We have an explosion aboard… informou o capitão. ? We have fire on board!
Pérez Pérez conseguiu controlar a aeronave, que estava começando a perder pressão. Com um único motor, ele a conduziu de volta ao aeroporto de Barbados, enquanto a cabine se enchia de fumaça. Os passageiros em pânico não sabiam, mas o capitão estava a minutos de resolver o problems.
Uma segunda bomba explodiu em um banheiro, arrancando a cauda do avião. A aeronave apontou para o céu e subiu verticalmente. A torre de controle gritou para o piloto que isso era uma má ideia, sem saber que o piloto já havia perdido o controle. Alguns passageiros caíram no mar. Em seguida, a aeronave mergulhou como uma flecha.
Em Cuba, o pai de um dos atletas, assim que soube da notícia, foi para as montanhas e passou a noite lá. Outro ficou no aeroporto de Havana por uma semana, convencido de que seu filho apareceria a qualquer momento. A namorada de um dos campeões subiu para o quarto dele e não desceu por dez anos. Na Guiana, o pai de um dos jovens que ia estudar medicina em Cuba se trancou em sua biblioteca e não saiu por uma semana.
Minutos após as explosões, Freddy Lugo ligou para Orlando Bosch para informar sobre o sucesso da operação:
— O ônibus tombou com todos os cães dentro? disse ele.
A polícia de Trinidad prendeu Herman Ricardo e Freddy Lugo.
— Eles conversavam sobre algo importante e rindo muito, lembrou o motorista de táxi que podia ver seus rostos pelo espelho retrovisor.
Ricardo, funcionário da agência de segurança de Posada na Venezuela, admitiu que ele e Lugo haviam colocado as duas bombas no avião. Ele também admitiu que Luis Posada e Orlando Bosch haviam planejado o atentado.
Em 15 de outubro, um milhão de pessoas lotaram a Plaza de la Revolución, em Havana. Em seu discurso, Fidel Castro lembrou que, desde 1959, 51 voos da Cubana haviam sido sabotados ou sequestrados.
— Não podemos dizer que a dor é compartilhada, disse ele. A dor é multiplicada.
— Ele é o terrorista? disse Posada Carriles, olhando para as imagens que vinham de Havana.
Orlando García, chefe de segurança do presidente Andrés Pérez, e Ricardo Morales (ambos exilados cubanos), compareceram ao coquetel de boas-vindas de Bosch em Caracas. Conforme um documento da CIA, tanto García quanto Morales mencionaram que, no jantar de arrecadação de fundos, Orlando Bosch havia assumido o crédito pelo atentado contra Letelier em Washington, algo que ele não se cansava de negar em público.
— Foi um ato heroico? disse Bosch em um tribunal de Caracas sobre a queda do avião.
— Os combatentes cubanos fizeram um ato revolucionário? declarou Ricardo Lozano diante das câmeras de televisão.
— Foi um ato heroico? insistiu Bosch, sacudindo ansiosamente o dedo indicador direito, cercado de jornalistas. Como você sabe, a guerra é uma competição de crueldades.
Bosch se recusará toda vez que for questionado sobre o incidente, “porque é ilegal nos Estados Unidos” e sempre o justificará como “uma ação contra combatentes, porque todos eles são combatentes”.
— Foram o Guillermo e o Ignacio Novo que fizeram isso? dirá ele na entrevista com o jornalista Blake Fleetwood na prisão de Caracas. ? Tudo foi planejado pela DINA chilena.
Fleetwood ligou de Caracas para o promotor Eugene Propper, encarregado da investigação do FBI. Propper não estava muito otimista. Raramente um atentado a bomba era solucionado. Depois de algumas horas, ele ligou de volta para o jornalista:
— A CIA já havia relatado tudo à polícia secreta venezuelana… Acho que eles estão atrás de você. Você está em perigo.
— Então, o que devo fazer?? perguntou Fleetwood, com seis horas de fitas com Bosch e Posada Carriles nas mãos. ? Devo ir à embaixada dos EUA…?
— Não, pelo contrário”, disse o agente do FBI. Você terá que resolver isso por conta própria e encontrar uma maneira de sair de lá.
A polícia venezuelana não teve muita dificuldade em localizar Bosch e Posada Carriles. A parte difícil foi prendê-los, mas desde a rendição de seu companheiro Bosch em fevereiro, Posada Carriles não havia recuperado seu posto na CIA. Ele havia tentado novamente no mês anterior, informando a mesma agência sobre um ataque iminente a um voo da Cubana por um grupo de exilados cubanos, mas também não teve sucesso. A CIA não agiu com a celeridade necessária, mas sim com uma imperícia calculada, como geralmente faz.
Sem a inestimável proteção da CIA, Bosch e Posada Carriles recorreram à rede de serviços secretos do Chile e da Venezuela, mas essa cumplicidade tinha rachaduras. Na quinta-feira, 14, a polícia venezuelana prendeu os dois.
Na sexta-feira, Posada Carriles foi interrogado:
— Não tive nada a ver com isso, meu rapaz? disse ele.
— O senhor condena o ataque?
— Não condeno nada.
— Mesmo que morram pessoas inocentes?
— Às vezes, pessoas inocentes pagam por estarem no lugar errado.
Orlando Bosch repetiu quase as mesmas palavras.
— Sou inocente, mas não condeno nada que possa levar à queda do regime em Cuba. Eles são os terroristas.
— Você não se considera um terrorista?
— De jeito nenhum, garoto. Sou um combatente.
— Combatentes lutam contra outros combatentes…
— Em uma guerra total, não há civis.
— Você considera os passageiros do voo 455 como combatentes? Todos eles são combatentes?
— Todos eles são combatentes.
Quando o presidente Andrés Pérez soube da entrevista imprudente de Fleetwood na prisão de Caracas, ele ordenou sua prisão, mas a DISIP não conseguiu impedi-lo de pegar o próximo voo para os Estados Unidos. Esperando por ele estava o promotor Propper, que lhe pediu uma cópia de suas gravações. O presidente Pérez acusou Fleetwood de ser um agente da CIA.
Em Miami, a Igreja católica organizou vigílias e orações para a libertação de Orlando Bosch. Bosch admitiu aos investigadores venezuelanos que havia participado do bombardeio do avião cubano, mas o governo transferiu seu julgamento para um tribunal militar e ele foi considerado inocente, exceto pela falsificação de passaportes.
O voo 455 da Cubana foi o primeiro na história da aviação civil a ser derrubado por um ataque terrorista e o que custou mais vidas no hemisfério, até 2001.
Em Miami, o proprietário do semanário Réplica, o cubano Max Lesnik, foi um dos poucos que se atreveu a denunciar o ato terrorista contra o voo 455 da Cubana.
— Posada Carriles e Bosch planejaram tudo? disse Lesnik. Eu denunciei esse ato terrorista enquanto a extrema-direita de Miami o aplaudia.
O semanário Réplica sofreu sete atentados a bomba até ser forçado a fechar definitivamente em 2005. Ninguém jamais foi preso por esses atos, embora um agente do FBI tenha relatado que, sem o conhecimento de Lesnik, ele o salvou várias vezes de um assassinato.
Tudo em nome da liberdade de imprensa, que não existe em Cuba.
Do livro 1976. O Exílio do Terror (2024) na Página 12.
Eleven minutes into takeoff, the first bomb exploded under the seat of a nine-year-old girl.
“We have an explosion aboard…” the captain reported. “We have fire on board!”
Pérez Pérez managed to control the plane that was beginning to lose pressure. He directed it back to the Barbados airport with only one engine, while the cabin filled with smoke. The panicked passengers did not know, but the captain was minutes away from solving the problem.
A second bomb exploded in a bathroom, tearing off the tail of the plane. The plane pointed toward the sky and ascended vertically. The control tower shouted to the pilot that it was a bad idea, not knowing that the pilot had already lost control. Some passengers fell into the sea. Then, the plane plummeted like an arrow.
In Cuba, the father of one of the athletes went to the mountains and spent the whole night there as soon as he heard the news. Another remained in the Havana airport for a week, convinced that his son would appear at any moment. The girlfriend of one of the champions went up to her room and did not come down for ten years. In Guyana, the father of one of the young men who was going to study medicine in Cuba locked himself in his library and did not come out for a week.
Minutes after the explosions, Freddy Lugo called Orlando Bosch to report on the success of the operation:
“The bus fell with all the dogs inside,” he said.
The Trinidad police arrested Herman Ricardo and Freddy Lugo.
“They were talking about something important and laughing heartily,” recalled the taxi driver, who could see their faces in the rearview mirror.
Ricardo, an employee of Posada’s security agency in Venezuela, admitted that he and Lugo had placed the two bombs on the plane. He also acknowledged that Luis Posada and Orlando Bosch had planned the attack.
On October 15, 1976, a million people filled Havana’s Plaza de la Revolución. In his speech, Fidel Castro recalled that since 1959, 51 Cubana flights had been sabotaged or hijacked.
“We cannot say that the pain is shared,” he said. “The pain is multiplied.”
“He is the terrorist,” said Posada Carriles, watching the images from Havana.
Orlando García, head of security for Venezuela’s President Andrés Pérez, and Ricardo Morales (both Cuban exiles) had attended Bosch’s welcome cocktail in Caracas. According to a CIA document, both García and Morles mentioned that, at the fundraising dinner, Orlando Bosch had claimed responsibility for Washington’s bomb attack on Orlando Letelier, something he would never tire of denying in public.
“It was a heroic act,” Bosch declared before a Caracas court about the downing of the plane.
“The Cuban fighters carried out a revolutionary act,” declared Ricardo Lozano in front of the television cameras.
“It was a heroic action,” Bosch insisted, shaking his right index finger anxiously, surrounded by journalists. “As you know, war is a competition of cruelties.”
Bosch will refuse every time he is questioned about the incident “because that is illegal in the United States” and will always justify it because it was “an action against combatants because they are all combatants.”
“Guillermo and Ignacio Novo did it,” he will say in the interview with journalist Blake Fleetwood in the Caracas jail. “It was all planned by the DINA of Chile.”
Fleetwood called from Caracas to the prosecutor Eugene Propper, who was in charge of the FBI investigation. Propper was not very optimistic. Bomb attacks were rarely solved. After a few hours, he called the journalist again:
“The CIA had already informed the Venezuelan secret police of everything… I think they are after you. You are in danger.”
“So, what do I do?” asked Fleetwood, with six hours of recordings with Bosch and Posada Carriles in hand. “Should I go to the US embassy?”
“No, on the contrary,” said the FBI agent. “You must figure it out yourself and find a way out of there.”
It was not difficult for the Venezuelan police to locate Bosch and Posada Carriles. The problematic part was arresting them, but since the surrender of his comrade Bosch in February, Posada Carriles had not regained his position in the CIA. He had tried once more the previous month, informing the same agency of an imminent attack against a Cubana flight by a group of Cuban exiles, but he had not succeeded either. The CIA did not act with the necessary speed but with calculated clumsiness, as it usually does.
Without the invaluable protection of the CIA, Bosch, and Posada Carriles resorted to the network of secret services in Chile and Venezuela, but this complicity had cracks. On Thursday, the 14th, the Venezuelan police arrested them both.
On Friday, they interrogated Posada Carriles:
“I had nothing to do with it, chico,” he said.
“Do you condemn the attack?
“I don’t condemn anything.”
“Even if innocent people die?”
“Sometimes innocent people pay for being in the wrong place.”
Orlando Bosch repeated almost the exact words.
“I am innocent, but I do not condemn anything that leads to the fall of the Cuban regime. They are the terrorists.”
“So, you do not consider yourself a terrorist…”
“Not at all, chico. I am a combatant.”
“Combatants face other combatants…”
“In a total war, there are no civilians.”
“Do you consider the passengers of flight 455 combatants?”
“Sure, they are all combatants.”
When President Andrés Pérez learned of Fleetwood’s reckless interview in the Caracas jail, he ordered his arrest. Still, the DISIP (Venezuelan’s Secret Police) could not prevent him from taking the next flight to the United States. Prosecutor Propper was waiting for him and asked him for a copy of his recordings. President Andrés Pérez accused Fleetwood of being a CIA agent.
In Miami, the Catholic Church organized vigils and prayers for the release of Orlando Bosch. Bosch admitted to Venezuelan investigators that he had participated in the attack on the Cuban plane. Still, the government moved his trial to a military court, and he was declared innocent, except for falsifying passports.
Cubana Flight 455 was the first in the history of civil aviation to be shot down by a terrorist attack and the one that cost the most lives in the hemisphere until 2001.
In Miami, the owner of the weekly magazine Réplica, Cuban Max Lesnik, was one of the few who dared to denounce the terrorist act against Cubana Flight 455.
“Posada Carriles and Bosch planned it all,” said Lesnik. “I denounced this terrorist act while the extreme right in Miami applauded it.”
The magazine Réplica suffered seven bomb attacks until it was forced to close permanently in 2005. No one was arrested for these acts even though an FBI agent reported that unbeknownst to Lesnik, he had rescued him from being killed many times.
All in the name of freedom of the press, which does not exist in Cuba.
Cubana 455, 48 anos do maior atentado terrorista do hemisfério
O capítulo de 1976 em português
Onze minutos após a decolagem, a primeira bomba explodiu sob o assento de uma menina de nove anos.
—We have an explosion aboard… informou o capitão. ? We have fire on board!
Pérez Pérez conseguiu controlar a aeronave, que estava começando a perder pressão. Com um único motor, ele a conduziu de volta ao aeroporto de Barbados, enquanto a cabine se enchia de fumaça. Os passageiros em pânico não sabiam, mas o capitão estava a minutos de resolver o problems.
Uma segunda bomba explodiu em um banheiro, arrancando a cauda do avião. A aeronave apontou para o céu e subiu verticalmente. A torre de controle gritou para o piloto que isso era uma má ideia, sem saber que o piloto já havia perdido o controle. Alguns passageiros caíram no mar. Em seguida, a aeronave mergulhou como uma flecha.
Em Cuba, o pai de um dos atletas, assim que soube da notícia, foi para as montanhas e passou a noite lá. Outro ficou no aeroporto de Havana por uma semana, convencido de que seu filho apareceria a qualquer momento. A namorada de um dos campeões subiu para o quarto dele e não desceu por dez anos. Na Guiana, o pai de um dos jovens que ia estudar medicina em Cuba se trancou em sua biblioteca e não saiu por uma semana.
Minutos após as explosões, Freddy Lugo ligou para Orlando Bosch para informar sobre o sucesso da operação:
— O ônibus tombou com todos os cães dentro? disse ele.
A polícia de Trinidad prendeu Herman Ricardo e Freddy Lugo.
— Eles conversavam sobre algo importante e rindo muito, lembrou o motorista de táxi que podia ver seus rostos pelo espelho retrovisor.
Ricardo, funcionário da agência de segurança de Posada na Venezuela, admitiu que ele e Lugo haviam colocado as duas bombas no avião. Ele também admitiu que Luis Posada e Orlando Bosch haviam planejado o atentado.
Em 15 de outubro, um milhão de pessoas lotaram a Plaza de la Revolución, em Havana. Em seu discurso, Fidel Castro lembrou que, desde 1959, 51 voos da Cubana haviam sido sabotados ou sequestrados.
— Não podemos dizer que a dor é compartilhada, disse ele. A dor é multiplicada.
— Ele é o terrorista? disse Posada Carriles, olhando para as imagens que vinham de Havana.
Orlando García, chefe de segurança do presidente Andrés Pérez, e Ricardo Morales (ambos exilados cubanos), compareceram ao coquetel de boas-vindas de Bosch em Caracas. Conforme um documento da CIA, tanto García quanto Morales mencionaram que, no jantar de arrecadação de fundos, Orlando Bosch havia assumido o crédito pelo atentado contra Letelier em Washington, algo que ele não se cansava de negar em público.
— Foi um ato heroico? disse Bosch em um tribunal de Caracas sobre a queda do avião.
— Os combatentes cubanos fizeram um ato revolucionário? declarou Ricardo Lozano diante das câmeras de televisão.
— Foi um ato heroico? insistiu Bosch, sacudindo ansiosamente o dedo indicador direito, cercado de jornalistas. Como você sabe, a guerra é uma competição de crueldades.
Bosch se recusará toda vez que for questionado sobre o incidente, “porque é ilegal nos Estados Unidos” e sempre o justificará como “uma ação contra combatentes, porque todos eles são combatentes”.
— Foram o Guillermo e o Ignacio Novo que fizeram isso? dirá ele na entrevista com o jornalista Blake Fleetwood na prisão de Caracas. ? Tudo foi planejado pela DINA chilena.
Fleetwood ligou de Caracas para o promotor Eugene Propper, encarregado da investigação do FBI. Propper não estava muito otimista. Raramente um atentado a bomba era solucionado. Depois de algumas horas, ele ligou de volta para o jornalista:
— A CIA já havia relatado tudo à polícia secreta venezuelana… Acho que eles estão atrás de você. Você está em perigo.
— Então, o que devo fazer?? perguntou Fleetwood, com seis horas de fitas com Bosch e Posada Carriles nas mãos. ? Devo ir à embaixada dos EUA…?
— Não, pelo contrário”, disse o agente do FBI. Você terá que resolver isso por conta própria e encontrar uma maneira de sair de lá.
A polícia venezuelana não teve muita dificuldade em localizar Bosch e Posada Carriles. A parte difícil foi prendê-los, mas desde a rendição de seu companheiro Bosch em fevereiro, Posada Carriles não havia recuperado seu posto na CIA. Ele havia tentado novamente no mês anterior, informando a mesma agência sobre um ataque iminente a um voo da Cubana por um grupo de exilados cubanos, mas também não teve sucesso. A CIA não agiu com a celeridade necessária, mas sim com uma imperícia calculada, como geralmente faz.
Sem a inestimável proteção da CIA, Bosch e Posada Carriles recorreram à rede de serviços secretos do Chile e da Venezuela, mas essa cumplicidade tinha rachaduras. Na quinta-feira, 14, a polícia venezuelana prendeu os dois.
Na sexta-feira, Posada Carriles foi interrogado:
— Não tive nada a ver com isso, meu rapaz? disse ele.
— O senhor condena o ataque?
— Não condeno nada.
— Mesmo que morram pessoas inocentes?
— Às vezes, pessoas inocentes pagam por estarem no lugar errado.
Orlando Bosch repetiu quase as mesmas palavras.
— Sou inocente, mas não condeno nada que possa levar à queda do regime em Cuba. Eles são os terroristas.
— Você não se considera um terrorista?
— De jeito nenhum, garoto. Sou um combatente.
— Combatentes lutam contra outros combatentes…
— Em uma guerra total, não há civis.
— Você considera os passageiros do voo 455 como combatentes? Todos eles são combatentes?
— Todos eles são combatentes.
Quando o presidente Andrés Pérez soube da entrevista imprudente de Fleetwood na prisão de Caracas, ele ordenou sua prisão, mas a DISIP não conseguiu impedi-lo de pegar o próximo voo para os Estados Unidos. Esperando por ele estava o promotor Propper, que lhe pediu uma cópia de suas gravações. O presidente Pérez acusou Fleetwood de ser um agente da CIA.
Em Miami, a Igreja católica organizou vigílias e orações para a libertação de Orlando Bosch. Bosch admitiu aos investigadores venezuelanos que havia participado do bombardeio do avião cubano, mas o governo transferiu seu julgamento para um tribunal militar e ele foi considerado inocente, exceto pela falsificação de passaportes.
O voo 455 da Cubana foi o primeiro na história da aviação civil a ser derrubado por um ataque terrorista e o que custou mais vidas no hemisfério, até 2001.
Em Miami, o proprietário do semanário Réplica, o cubano Max Lesnik, foi um dos poucos que se atreveu a denunciar o ato terrorista contra o voo 455 da Cubana.
— Posada Carriles e Bosch planejaram tudo? disse Lesnik. Eu denunciei esse ato terrorista enquanto a extrema-direita de Miami o aplaudia.
O semanário Réplica sofreu sete atentados a bomba até ser forçado a fechar definitivamente em 2005. Ninguém jamais foi preso por esses atos, embora um agente do FBI tenha relatado que, sem o conhecimento de Lesnik, ele o salvou várias vezes de um assassinato.
Tudo em nome da liberdade de imprensa, que não existe em Cuba.
Do livro 1976. O Exílio do Terror (2024) na Página 12.
En 1981, el agente del FBI Robert Scherrer escribió que su colega Carter Cornick se encontraba trabajando en Miami, “ya que es allí donde viven los expertos en bombas, junto con narcos y exdictadores latinoamericanos; el legendario mafioso y exsenador cubano, Rolando ‘El Tigre’ Masferrer fue ejecutado allí mismo en 1975… Orlando Bosch todavía continúa recabando fondos en Miami”.[i] Ambos agentes habían sido asignados al caso del carrobomba que mató a Orlando Letelier y Ronni Moffitt y, como otros federales, conocían a Miami como “la capital del terrorismo en Estados Unidos”.
La ola de atentados terroristas en Florida, Nueva Jersey y Nueva York era el resultado natural de un desarrollo histórico que había comenzado con las organizaciones mafiosas que dominaban la economía cubana aún antes del gobierno de Fulgencio Batista. Más tarde, fue un efecto colateral de los planes de la CIA a partir del golpe de Estado de Guatemala en 1954 y, sobre todo, a partir de la Revolución cubana de 1959.
En 1961, al sur del campus de la Universidad de Miami, la CIA instaló su mayor estación de operaciones del mundo, con un presupuesto de 50 millones de dólares (equivalente a 500 millones, medio siglo más tarde), lo que se tradujo en una milagrosa bonanza de los pequeños negocios del área, al tiempo que demostraba las virtudes del capitalismo, del libre mercado y de la libertad libre de la tiranía de los gobiernos. Allí comenzaron a trabajar 300 empleados estadounidenses y 6.000 cubanos del exilio, reclutados como colaboradores. Todos, según los registros, ingresaron antes o después en las nóminas de pagos de la CIA. El proyecto fue cerrado en 1968 debido a los persistentes fracasos, entre ellos el más importante, que consistía en el asesinato de Fidel Castro y los más persistentes sabotajes y bombardeos de la isla lo que, lejos de menguar el poder del nuevo régimen, terminó por fortalecerlo.[ii]
Entre los colaboradores directos estuvieron figuras que más tarde tendrían un gran poder en la política y en los negocios, como el empresario gastronómico y de los medios Jorge Mas Canosa. En la invasión de 1961 a Cuba, Mas Canosa dirigió el grupo Niño Díaz. También fue locutor de Radio Swan y Radio Américas, la am pirata que la CIA instaló en la isla propiedad de la CIA, frente a Honduras, para preparar la invasión de Cuba con su manual de guerra psicológica. La radio fue una copia de la radio de Radio Liberación, la onda corta inventada en 1954 para desestabilizar la democracia de Guatemala, presidida por Jacobo Árbenz, y que por entonces resultó un éxito absoluto. Por entonces se encontraba en Guatemala un joven médico llamado Ernesto Guevara, quien llevará su experiencia a Cuba y será parte de la resistencia al plan de la CIA para convertir a Cuba “en otra Guatemala”.
En abril de 1965, esta estación de la CIA en Miami incorporó a Luis Posada Carriles. En junio de 1967, Posada fue enviado a Caracas para hacer carrera en la policía secreta de Venezuela (donde se destacó por sus violentas técnicas de interrogación) y abrir el camino a una decena de otros cubanos de Miami, quienes no trabajarían como agentes de segunda ni como sargentos, sino en los altos puestos en la Disip apenas arribados al aeropuerto de Maiquetía. Uno de ellos será el cubano Ricardo Morales Navarrete, incorporado ese mismo año a la estación de la CIA de Miami.
Conocido como El Mono, Morales había sido un agente secreto de la G-2 en Cuba hasta 1960 y miembro de “Commandos L” de Miami en 1963. Fue reclutado un año después por la CIA “para actividades paramilitares” en Florida. El Mono se convertirá en una figura central del exilio cubano. Será agente de la CIA en las masacres del Congo y Angola (a 350 dólares por mes); uno de los jefes de la policía secreta de Venezuela en los 70; informante protegido del FBI (a 700 dólares por mes) contra sus propios camaradas y pese a haber admitido en 1972 un asesinato en Florida.[iii] Finalmente, se dedicará al narcotráfico, hasta su ejecución, en un bar de Miami, en 1982.
Debido al célebre fracaso de Bahía Cochinos, el futuro empresario y poderoso financiero de varias operaciones paramilitares desde Miami, Jorge Mas Canosa, fue premiado con un grado de alférez, apenas se enlistó en el ejército de Estados Unidos para dejar de ser un paramilitar. En Fort Benning, estuvo encargado del entrenamiento de cubanos en propaganda y operaciones clandestinas.[iv]
Fort Benning, en Georgia, se llamó así en honor Henry Lewis Benning, general de las fuerzas proesclavistas de la Confederación, exactamente un siglo antes y, por entonces, sede de la School of the Americas ―la Escuela de Asesinos, según la traducción de Robert Richter. Allí, Mas Canosa conoció y se hizo amigo incondicional de Félix Rodríguez, Luis Posada Carriles y Oliver North. A Oliver North volvió a encontrarlo en la Casa Blanca durante los años de Ronald Reagan. A pesar de insistir que él no era el Jorge Mas Canosa que había mencionado el teniente North durante el escándalo Irán-Contras, las investigaciones posteriores revelarán que las donaciones a North para financiar a los Contras eran del único Mas Canosa conocido en Miami―y usuario de los mismos números telefónicos investigados. El coronel Oliver North hará una carrera entrenando a los Contras en Honduras y Nicaragua. Será condenado por mentirle al Congreso de Estados Unidos sobre el caso Irán-Contras y, poco después, liberado por la Casa Blanca. También será reconocido por otras masacres impunes, como en Afganistán, décadas después.
Con alguna imprecisión, Rodríguez se atribuyó la ejecución del prisionero Ernesto Che Guevara en la Bolivia de la Standard Oil Company y de nazis enviados por la CIA, como el criminal de guerra Klaus Barbie.
Posada Carriles fracasó en todos sus intentos de matar a Fidel Castro, pero Mas Canosa lo ayudará varias veces a mantenerse en distintos países y a escapar de situaciones incómodas, como la cárcel de Caracas, luego de ser condenado por volar el avión de Cubana, con 73 pasajeros.
El más listo de todos parece haber sido Mas Canosa. Para finales de los años 60 ya manejaba negocios de un millón de dólares en Miami y, en su tiempo libre, financiaba grupos paramilitares como Comandos L. Si Orlando Bosch había fracasado en su intento de convertirse en el Che Guevara del capitalismo (la referencia fue explícita en una carta que envió desde Chile), Mas Canosa había fracasado en su obsesión por reproducir el éxito del Granma, cuando en 1956 unos pocos rebeldes sobrevivientes desembarcaron en Cuba y, en tres años, lograron derrocar la dictadura de Fulgencio Batista, una dictadura aún mejor armada que la de Castro y con el apoyo incondicional del gobierno de Estados Unidos y de la poderosa mafia de los casinos y prostíbulos de La Habana. Sus intentos de desembarcar en Cuba en sofisticados yates para derrocar a Fidel Castro fracasaron una y otra vez. Por alguna razón, nada funcionaba, ni por lejos. Por alguna razón, ni Dios confiaba en nosotros, a pesar de que nosotros confiábamos tanto en Dios. Nada funcionará nunca, frustración que fue incrementando el nivel de violencia endogámica.
A partir de los años 70, como fue el caso de otros exiliados y de la misma CIA a mayor escala, Mas Canosa se relacionó con diferentes narcotraficantes, como Rafael de Arce y Antonio Canaves.[v]
―Esta gente visitaba a Jorge una o dos veces por semana ―declaró bajo juramento y ante un juez su hermano, Ricardo Mas Canosa―, hasta que se metieron en líos con la ley, debido a sus negocios con los narcos. Los recuerdo muy bien, porque aparecían en las oficinas en sus lujosos Cadillacs, fumando enormes habanos. Apenas entraban a la oficina de Jorge, cerraban la puerta y me dejaban afuera.[vi]
Una serie de documentos desclasificados del FBI (con la aprobación de la CIA, que por entonces ya no consideraba importante a estos colaboradores) registran múltiples actividades ilegales de Mas Canosa y Posada Carriles, desde el narcotráfico internacional hasta la creación de campos de entrenamiento paramilitares en Florida; el tráfico continuado de armas desde Venezuela; la colocación de bombas en México y en América Central, y (según otro informe secreto de la CIA del 26 de julio de 1965) el intento de derrocamiento de otro presidente de Guatemala, esta vez el coronel Alfredo Peralta Azurdia, a pedido de otro residente de Miami Beach, el millonario empresario Roberto Alejos Arzú.[vii]
Según un documento clasificado once años después, con fecha del 26 de noviembre de 1976, Posada Carriles, “experto en demoliciones”, también trabajó con Alejos Arzú en su plan de golpe de Estado en Guatemala.[viii] El plan, cargado de armas y bombonas contra Peralta Azurdia, otro dictador protector de corporaciones bananeras y con algunos amigos de alcobas, fue frustrado por Washington en México. Años después, el coronel y dictador Peralta Azurdia, en cuyo gobierno reinaron los Escuadrones de la muerte, al igual que sus enemigos personales también se jubiló en Miami.
El rol de Posada Carriles en Venezuela fue muy similar al de Dan Mitrione en otros países del continente, como Uruguay. En junio de 1967, la CIA terminó su relación laboral con Posada Carriles, aduciendo problemas impositivos, actividades independientes, no reportadas a la Central. En agosto ya estaba trabajando para la Digepol, en Caracas.[ix] Mientras fue jefe de la policía secreta de Venezuela, fue conocido como el Comisario Basilio. No sólo se dedicó a supervisar la tortura y desaparición de disidentes venezolanos sometidos a técnicas especiales de interrogación, sino que también facilitó el tráfico de drogas desde Colombia con destino a Miami, como consta en memorándums del FBI de marzo de 1973. Un mes más tarde, la CIA confirmó la conexión de Posada Carriles con el narcotráfico, siendo reportado en compañía de “poderosos jefes del narco”. Los investigadores federales prefirieron no formalizar acusaciones, para mantenerlo como fuente de información. En mayo de 1973, se lo encontró “culpable solo de tener amigos equivocados”. No solo amigos. Para marzo de 1976, la DEA continuaba detrás de su esposa, Nieves Elina González, sospechosa de participar en el tráfico de droga de Colombia a Miami a través de Venezuela.
Tres meses después, Posada Carriles solicitaba a la CIA una visa especial para pasar sus vacaciones en Estados Unidos.[x]
[ii] Alan McPherson. Ghosts of Sheridan Circle. How a Washington Assassination Brought Pinochet‘s Terror State to Justice. University of North Carolina Press, 2018, p. 77.
“Milei insta a Maduro a realizar elecciones libres en Venezuela” rezan los titulares del continente. Para redondear el efecto propagandístico, les ofreció refugio a los opositores, como si sus vidas corriesen peligro, como sí era el caso de sus admiradas dictaduras liberales, como la de Pinochet, admirada por sus admirados Milton Friedman y Friedrich von Hayek quien, en Chile, 1981, lo dejó más que claro: “Prefiero una dictadura liberal a una democracia que no respete el liberalismo”.
No voy a defender aquí la proscripción de políticos a las elecciones de ningún país, pero recordemos que la empresaria María Corina Machado, por su conocido historial golpista y entreguista, también hubiese sido proscrita de las elecciones en muchos países como en Estados Unidos. Vayamos más allá de la adoctrinación histórica y sistemática de los medios hegemónicos y del discurso cristalizado por siglos de tradición imperial (Entre los ideoléxicos secuestrados y de mayor efectividad están “libertad” y “adoctrinación” y que urge rescatar sin timideces).
Observemos que tampoco las elecciones son libres cuando las corporaciones compran políticos con miles de millones de dólares en donaciones, les escriben las leyes, llevan de vacaciones a los jueces de la Suprema Corte, dominan los medios creadores de realidades paralelas y son los primeros en contratar mercenarios tipo Team Jorge que manipulan a los electores al mejor postor―que, no por casualidad, suelen compartir la misma ideología de los grandes negocios, todo en nombre de “freedom, freedom” (“la libertad, carajo”) y contra la “adoctrinación de niños inocentes”.
La hipócrita invocación a “nosotros somos una democracia” ha servido desde el siglo XIX para que los imperios occidentales impongan su brutalidad genocida en las colonias a las que vampirizaban y exterminaban, con un récord de cientos de millones de muertos. Historia que continúa hoy con los niños esclavos en África y en gran parte de las naciones estratégicamente endeudadas, fanatizadas y adoctrinadas del Sur Global. El mismo argumento que usa el Estado de Israel y los cristianos sionistas para justificar las históricas violaciones a los derechos humanos de los palestinos desde hace un siglo. Les cuesta entender la confusión estratégica creada por la maquinaria propagandística imperial. Algo tan simple como el hecho de que yo pueda poner un maldito voto en mi país no me legitima para imponer mi voluntad a otros países, sean o no democracias liberales. Mucho menos a bombardearlos y masacrarlos en nombre de la democracia y la libertad.
Al menos en algo estoy de acuerdo con Vargas Llosa, quien aseguró que todas las dictaduras son malas. Claro, así, en abstracto. Pero no todas las dictaduras son iguales. No estoy de acuerdo en decir que la dictadura de Pinochet o de Castro fueron la misma cosa. Hay diferencias radicales y no se trata de “la prosperidad”, porque una fue creada y financiada por El imperio del momento; la otra fue acosada, invadida, bloqueada, demonizada, hambreada y saboteada por décadas con bombas, armas biológicas y atentados terroristas de todo tipo―ampliaré en mi próximo libro a publicarse este año, aunque me han dicho que no alcanzaré a verlo.
Las múltiples dictaduras del Sur desde el siglo XIX fueron dictaduras coloniales y bananeras, apoyadas por los imperios del Atlántico Norte. En América Latina, todas fueron hijas de Washington y sus jefes, las transnacionales. Como ya explicamos varias veces, la Revolución cubana no sólo fue una revolución independentista contra la dictadura pro-mafia y pro-Washington de Batista, sino también contra un historial de humillantes intervenciones, apropiaciones y privatizaciones de la isla. Como bien lo advirtió Ernesto Che Guevara, si permitían una democracia abierta iban a ser destruidos como lo fue la democracia de Árbenz en Guatemala, por lo que la solución era prevenir la manipulación de los medios por parte de los “campeones de la libertad”. El fiasco de Bahía Cochinos le dio la razón, invasión y bloqueo que derivó en la asociación con la Unión Soviética.
La misma historia del golpe de Estado contra Hugo Chávez en 2002, del cual participaron empresarios como Corina Machado y fueron apoyados por la prensa nacional e internacional, como el New York Times, razón por la cual Chávez fue contra estos lobbies y conglomerados cleptofascistas que evangelizan todos los días en nombre de la libertad, paradoja similar a los terroristas como los Contra o los del Batallón Atlácatl que eran definidos por Reagan como “freedom fighters”.
Como ya dijimos, las peores dictaduras racistas, genocidas e imperialistas fueron orgullosas democracias. ¿Estoy contra las democracias? Por el contrario, estoy a favor de la democratización de las democracias, en contra de ese discurso y ritual vacío creado por sus medios hegemónicos.
Hace pocos días, un carguero derrumbó el puente sobre la bahía de Baltimore matando a seis personas. A la prensa le tomó varios días decir que todos eran trabajadores que estaban reparando el puente durante la noche. Le costó más tiempo decir que eran de Guatemala, El Salvador, Honduras y México. Nunca mencionó que algunos de ellos eran indocumentados. Pero basta con que un solo indocumentado en algún lugar del país cometa un crimen para aparecer en todos los medios. Luego las masas repiten el evangelio según el capitalismo que criminaliza sus propios Desechos Humanos (los trabajadores), sobre todo los más pobres que ni pueden votar.
Ayer, una amiga venezolana había ido a un gimnasio y escuchó que dos hombres hacían músculos mientras miraban Fox News. Uno dijo:
―Los venezolanos que vienen están todos en la lista del FBI.
Obviamente, si ese fuese el caso, no iban a ser tan tontos de venir aquí. Excepto si, como fue por décadas el caso de la mafia cubana (Bosch, Posada Carriles, Ricardo Morales y cientos más) trabajaron para la CIA.
Otros explican que “los venezolanos vienen huyendo de la dictadura de Maduro”. No dicen que Washington promovió esa inmigración cortando la década de crecimiento económico y reducción de la pobreza de Hugo Chávez con sucesivos bloqueos comerciales, restricción de créditos que hicieron explotar la inflación y se cobraron la vida de decenas de miles durante la pandemia debido a la prohibición de Washington de permitirle a Venezuela el retiro de treinta toneladas de su propio oro de los bancos de Londres.
Similar historia de la ley “Pies secos, pies descalzos” que garantizaba que los cubanos no fuesen a tramitar visas legales al consulado estadounidense en La Habana, sino que arriesgaran sus vidas en el mar emigrando de forma ilegal, porque al llegar a Florida tenían residencia automática y Miami tenía propaganda segura.
“Los socialistas tienen una doble vara”, remató el presidente argentino. “Si los dictadores son de ellos está todo bien”. Al presidente se le cayó su propia doble vara. Podría recordar la máxima de Jesús, aquello de la paja en el ojo ajeno, pero tal vez no la recuerda. Milei no se cansa de mencionar a Moisés (a pesar de que no era un liberal, sino un dictador que distribuyó a dedo tierra ajena, jamás en régimen de propiedad privada), pero no cita a Jesús porque es demasiado comunista para su gusto.
Hace un par de semanas tuve la mala idea de contestar algunos argumentos de un señor que decía vivir en Estados Unidos porque este es un país libre. Curiosamente, o no, defendía la dictadura de Pinochet como la única forma de salvar a su país del comunismo. Una dictadura que rescató a Chile de la debacle económica en la que lo había hundido Salvador Allende, y que reorganizó el país y su economía para el modelo exitoso del que goza el país hoy en día, a pesar de algunos brotes socialistas que nunca mueren.
Está de más decir que este tipo de argumentos prefabricados ha sido por lo menos exitoso: se atribuye al equipo económico de la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990) el mérito de una sociedad y de una economía desarrollada en América Latina. La idea de que una dictadura que destruyó un gobierno democrático, persiguió, torturó y asesinó a miles de ciudadanos para proteger a un país de una posible dictadura sería irrisorio sino fuese criminal.
Por otro lado, el supuesto mérito económico de la dictadura (o “dictablanda” como le gustaba definirla el mismo dictador) también es muy cuestionable.
Más abajo he diseñado un gráfico de la evolución del PIB chileno desde 1960 hasta 2010. De estos números se desprenden algunas observaciones:
1) Contrariamente a lo que se suele repetir, el breve gobierno de Salvador Allende no significó ninguna catástrofe económica, pese al complot (económico, diplomático y militar) del gobierno norteamericano de la época, ampliamente documentado. Por el contrario, se observa un incremento del PIB.
2) Durante el período del “milagro económico” y de la estabilidad financiera de la dictadura chilena se observan varios altibajos más o menos dramáticos. Si comparamos el desarrollo del PIB de Cuba en el mismo periodo, lejos de ser considerado un ejemplo de éxito económico, vemos que en ambos países el crecimiento fue muy similar. De hecho en 1973, el PIB de Cuba era 9.9876 mil millones y el de Chile 16.3875 mil millones. En 1990, el de Cuba era de 28.6451mil millones y el de Chile 31.5589 mil millones. Es decir que en el gobierno socialista de Allende, la economía cubana era el 61 % de la chilena, mientras que al finalizar el gobierno de AugustoPinochet, la de Cuba era el 91% de la de Chile. En términos globales, la economía cubana creció más que la chilena durante el “milagro chileno” de los Chicago Boys. Obviamente que los factores son múltiples (ayuda soviética y bloqueo estadounidense a Cuba, etc.) Pero los números chilenos no muestran nada impresionante en ningún caso.
3) El gran despegue de la economía chilena (al menos en términos de Producto Bruto Interno) se observa precisamente en el periodo pos dictatorial hasta el presente. La mayor parte de este periodo de 25 años (1990-2015) estuvo presidido por gobiernos de centroizquierda. En dos oportunidades, por gobiernos socialistas, con todos los matices que tiene ese término a lo largo de la historia, como también es el caso de los diferentes capitalismos que existieron y existen hoy en día. Más allá de una discusión ideoléxica (semántica e ideológica), lo que parece claro es que adjudicarle a la dictadura chilena de los 70s y 80s el mérito del presente chileno es por lo menos cuestionable. Un argumento común es que sin Pinochet Chile se hubiese convertido en otra Cuba. Bueno, también se podría decir que sin Pinochet Chile se podría haber convertido en Suecia o en Singapur y si mi abuelita tuviese cuatro ruedas sería un carrito.
Pero cuando se analiza la historia, antes que estas especulaciones complacientes para determinados grupos hay que analizar lo que de hecho ocurrió: (a) una dictadura que destruyó una democracia estratégicamente acosada y acusada de comunismo por la ingeniería publicitaria, como antes había ocurrido con el gobierno de Guatemala en 1954 gracias a otra conspiración (en aquel caso de la United Fruit Company, gracias a la cual ese país, como tantos otros, pagaron con generaciones de dictaduras y cientos de miles de muertos, pero gracias a Dios se salvaron del horror del socialismo que nunca fue); (b) el desempeño bastante mediocre en economía, tan mediocre como el cubano, aunque bastante mejor que otras dictaduras militares de la época, y (c) el mérito evidente de la generación posterior que, por alguna razón, no se identifica con la rabiosa oligarquía chilena que ante las fotos de los desaparecidos respondían con carteles: “por suerte ya no están”.
Porque para la mentalidad colonial, los países tienen dueños; cuando los disidentes expresan desacuerdo, amablemente son invitados a abandonar el país, en el mejor de los casos. Lo cual ha funcionado desde siempre, sean fascismos de izquierda o de derecha, supuestas democracias o dictaduras tradicionales. No pocas veces he escuchado la recomendación (sobre todo de latinoamericanos que dicen huir de dictaduras latinoamericanas) de que si alguien critica las acciones del gobierno estadounidense debería irse de Estados Unidos. Vienen escapando de dictaduras y traen toda esa mentalidad dictatorial mientras repiten sin pudor palabras como libertad y democracia. Lo cual significa que, si fuese por ellos, al menos sesenta o ciento veinte millones de norteamericanos deberían abandonar su propio país por no ser “americanos auténticos”. No pocas veces he escuchado más de lo mismo desde Cuba, por citar un ejemplo igual y contrario: “este país es nuestro; el que no está de acuerdo, que se vaya a Miami”.
Para terminar la discusión con Augustito (que más bien fue un monólogo de su parte) tuve que darle la razón. Se me hacía tarde. Le recomendé una película muy impactante, Missing(1982) con la actuación insuperable de Jack Lemmon sobre el caso de un periodista de Nueva York, desaparecido en Chile pocos días después de aquel glorioso once de setiembre. Se quedó satisfecho. Dijo que la iba a comprar en Amazon. Probablemente a esta altura ya la haya visto. Seguramente me estará puteando y llamando comunista. No soy comunista, pero considero que esta acusación ya no es mortal como solía serlo en América Latina. Mucho menos aquí, en Estados Unidos, cuyo presidente, como todos saben, es comunista y musulmán.
“The Hoariest of Latin American Conspiracy Theorists”
Although I would say that the article “The Land of Too Many Summits” by Christopher Sabatini (Foreign Affairs, April 12, 2012) is right on some points, it nonetheless fails to give little more than unproved opinions on other matters — or as Karl Popper would say, certain statements lack the “refutability” condition of any scientific statement — and is inaccurate in terms of its overall meaning.
For years I have argued that Latin American victimhood and the habit of blaming “the Empire” for everything that is wrong is a way to avoid taking responsibility for one’s own destiny. Mr. Sabatini is probably right in the central point of his article: “If the number of summits were a measure of the quality of diplomacy, Latin America would be a utopia of harmony, cooperation, and understanding.” However, Latin American leaders continue to practice antiquated traditions founded upon an opposing ideology: a certain cult of personality, the love for perpetual leadership positions, the abuse of grandiloquent words and promises, and the sluggishness of concrete and pragmatic actions and reforms, all of which are highly ironic features of governments that consider themselves “progressive.» Regardless, not all that long ago, when conservative dictatorships or marionette governments in some banana republic or another manifested such regressive characteristics, it didn’t seem to bother the leaders of the world’s wealthiest populations all that much.
On some other basic points, Sabatini demonstrates factual inaccuracies. For example, when he states that Eduardo Galeano “wrote the classic screed against the developed world’s exploitation and the region’s victimhood, Open Veins of Latin America, read by every undergraduate student of Latin America in the 1970s and 1980s,” he forgets — I cannot assume any kind of intellectual dishonesty since I don’t know much about him, but neither can I accuse him of ignorance, since he has followed “Latin American politics for a living” — that at that time Latin America was not the magic-realist land of colorful communist dictators (with the exception of Cuba) as many Anglo readers frequently assume, but rather the land of brutal, conservative, right-wing military dictatorships with a very long history.
Therefore — anyone can logically infer the true facts — that famous book was broadly forbidden in that continent at that time. Of course, in and of itself, the widespread prohibition against it made the publication even more popular year after year. But such popularity did not primarily stem from the book’s portrayal of the self-victimization of an entire continent — which I am not going to totally deny — but was more in response to Galeano’s frank representation of another reality, not the false imaginings of certain horrible conspiracy theorists, but rather the reality created throughout Latin American history by other hallucinating people, some of whom became intoxicated by their access to power, although they themselves did not actually wield it in the formal sense.
Therefore, if Eduardo Galeano — a writer, not a powerful CEO, a commander in chief of some army, another drunken president, nor the leader of some obscure sect or lobby — is “the hoariest of Latin American conspiracy theorists,” then who or what is and was the de facto hoariest of Latin American conspirators? Forget the fact that Galeano is completely bald and try to answer that question.
Regrettably, it has become commonplace for the mass media and other supporters of the status-quo to ridicule one of the most courageous and skillful writers in postmodern history, and to even label him an idiot. However, if Eduardo Galeano was wrong in his arguments — no one can say he was wrong in his means, because his means have always been words, not weapons or money — at least he was wrong on behalf of the right side, since he chose to side with the weak, the voiceless and the nobodies, those who never profit from power, and consequently, we may argue, always suffer at its hands.
He did not pick white or black pieces from the chessboard, but instead chose to side with the pawns, which historically fought in wars organized by the aristocracy from the rearguard (kings, queens, knights, and bishops). Upon the conclusion of battle, that same aristocracy always received the honors and conquered lands, while the pawns were forever the first to die.
Thus has it been in modern wars. With the ridiculous but traditional exception of some prince playing at war, real soldiers are mostly from middle and lower classes. Although a few people have real money and everyone has real blood, as a general rule, only poor people contribute to wars with their blood, whereas only rich people contribute to wars with their money — not so hard to do when one always has abundant material means, and even less difficult when such a monetary contribution is always an interest-bearing investment, whether in terms of actual financial gain or perceived moral rectitude, both of which may well be considered as two sides of the same coin.
Is it mere coincidence that the economically powerful, the politicians in office, the big media owners and a variety of seemingly official self-appointed spokespersons for the status quo are the ones who continuously repeat the same tired litany about the glory of heroism and patriotism? It can hardly be a matter of chance, considering that such individuals have a clear need to maintain high morale among those who are actually going to spill their own blood upon the sacrificial altar of war, and have an equally evident motive for demoralizing to the greatest extent possible those skeptics or critics such as Eduardo Galeano who cross the line, and who never buy those jewels of the Crown.
El reciente testimonio del captor de Ernesto Che Guevara está hecho desde una perspectiva muy ingenua o Guevara nunca dijo lo que pensaba.
Por ejemplo, cuando dice:
Gary Prado: ¿No supo usted que ya tuvimos una revolución aquí, que ya hicimos la reforma agraria?
Che: Sí, supe. Ya vine yo por aquí…estuve en el 53. Pero todavía hay mucho por hacer…
Gary Prado: Claro… pero déjenos hacer a nosotros… una cosa que no nos gusta es que nos vengan a decir de afuera lo que debemos hacer.
Che: Sí. Tal vez nos equivocamos…
La respuesta no sólo es obvia para un Guevara que se había pasado la vida respondiendo a esa pregunta, sino para cualquiera que tuviese un mínimo conocimiento de política internacional durante la Guerra Fría. Que uno de los militares de la operación de 1967 dijera «no nos gusta es que nos vengan a decir de afuera lo que debemos hacer» revela ingenuidad o cinismo. También la respuesta de Guevara es imposible o el militar nunca entendió la ironía.
Cuando el contexto es Cuba el texto está debajo de un lente político que nos reclama una definición del mismo género. Esta exigencia implícita es producto de una deformación que ha producido la historia maniqueísta de los últimos cincuenta años. Consecuentemente, las producciones cinematográficas han respondido a esta simplificación política tomando posición según los únicos lugares disponibles: de este lado o del otro. Cuando miramos una película cubana generalmente no podemos abstraernos de esta exigencia. Desde el comienzo nos interrogamos sobre la posición de su productor: ¿Desde qué punto de vista ideológico está narrando la película? Sabemos que este punto de vista será (1) a favor del régimen comunista, (2) en contra del régimen comunista o (3) de forma relativa, a favor y en contra de ambos. Esto, que parece una tautología, no lo es: en cualquier caso, el factor político permanece omnipresente y exige un juicio.
Entiendo que Balseros tiene un raro mérito: ¿cómo hacer una película sobre Cuba, sobre la problemática social y política de Cuba sin tomar partido? Pero aún más: ¿cómo hacer una película sobre el problema político de Cuba sin que el elemento político se transforme en el tema de fondo? Balseros parece haberlo logrado poniendo el drama humano en el centro, de tal forma que nos impida definir la posición política de sus realizadores. Si al comienzo los espectadores anticastrista se congratularon con las imágenes de la miseria comunista que justificaba la aventura del balsero y el aparente “sueño americano” realizado en la segunda mitad del film, todo eso entra rápidamente en cuestión y un fantasma inefable cruza muchas de las historias: el esfuerzo los ha llevado de la miseria comunista a la miseria consumista. El drama de la complejidad humana comienza a desplazar al drama político. Los exiliados no son representados tanto como gente obligada a abandonar el país por la fuerza sino gente que lo abandona para realizar sueños materiales que en ocasiones logran (con modestia) y en otras ocasiones no. Luego de varios años de penurias en Estados Unidos el «sueño americano» no se destruye, ya que nunca fue una simple esperanza sino un mito. Y los mitos no se destruyen con una realidad personal. Sin embargo se advierte la paradoja del nuevo sistema: para darle a la familia de Cuba todo lo que quieren (o necesitan) es necesario antes olvidarse de ellos. Como dice uno de los personajes consejeros, para ayudar a los demás antes tienes que estar bien tú. Pero ese “estar bien” nunca llega y la lucha por la sobrevivencia se transforma en un olvido del propósito declarado originalmente.[1] Por otra parte, la libertad tiene un precio; casi siempre pasa por los clérigos del capitalismo: los abogados, los cuales no son accesibles a los balseros y a los trabajadores de servicios insuficientemente remunerados.
La carencia de libertad de expresión aparece mencionada como un problema, pero en ningún momento se dramatiza como se hace con la pobreza.[2] Por el contrario, las fiestas públicas de la construcción de las balsas parecerían indicar un folklore promovido por algún ministerio de turismo. Lo cual en parte es lógico. La película está destinada a un público consumista para el cual la «libertad de expresión» no es central; lo central es el «poder adquisitivo». Ninguno de los balseros es un intelectual, alguno de esos escritores que andan escondiéndose en la isla, algún idealista rebelde o algún artista que ha sido liberado por alguna circunstancia. Los balseros de Balseros no son refugiados de conciencia sino refugiados capitalistas: todos quieren “progresar”, tener “una casa, un carro y una mujer” o “darle a la niña lo que me pida”. La frase pintada en un bote «en Dios confiamos» representa la promesa de prosperidad material de Estados Unidos; no a Dios, porque en cubano se lo llama de cualquier otra forma. También la letra de la rumba que lo acompaña: «que sea lo que Dios quiera» no refiere a Dios sino a la suerte, a la fortuna (americana) que estas personas-personajes tratarán de realizad en Miami, en el Bronx, Nueva York, en Grand Isle, Nebraska y en Albuquerque, Nuevo México. Kaminski cita a Coper: “If it’s about ambition, we were all born in the wrong country”.
Balseros pertenece al género documental; es testimonial y es “reality show”. Es decir, es la síntesis de una tradición y una novedad de la televisión de los años noventa. La voz en off narrando la historia que es expuesta en imágenes es una constante en otras películas cubanas. A veces esa voz es personal; otras veces es una forma de voz de la conciencia, un monólogo interior. Como en las películas anteriores, la intertextualidad de otros medios de comunicación (especialmente la televisión) contextualizar el texto y completan su narración. En Memorias del subdesarrollo aparecían Fidel Castro y Kennedy; en Balseros aparece Fidel Castro y Bill Clinton. En todas las demás aparece Fidel Castro. Otro elemento que subraya el estilo testimonial es la elección de cinco personas que narran su aventura en las balsas (Rafael Cano, Oscar del Valle, Mérycis, Míriam…) de tal forma que al comienzo nos hacen dudar si son actores profesionales o personas comunes que recrean sus propias vidas. Otro son las entrevistas, como el de aquellos a quienes les son denegadas las visas por parte de Estados Unidos [3], lo cual tiene una lectura real y directa: los balseros son producto de una política administrativa de ambos lados. Todo eso apoyado por la insistencia de fechas concretas, con día y hora marcadas en la pantalla como se marcan los hechos de una investigación sobre esa ficción colectiva que todos llamamos realidad. Todo lo cual está confirmado por el uso de rostros conocidos en la televisión hispana en Estados Unidos, de programas “reales” y de abogados que realmente son abogados.
Para terminar, una observación teórica: Kaminski expone una idea que Amarill Chanady ya había analizado en Latin American Identity and Constructions of Difference:
Because of the «impossible unity of the nations as a symbolic force», any constructions of coherent view of the nation, or sustained strategy of nation building, necessarily leads to homogenization. As Renan writes, «unity is always affected by means of brutality.» What that means is not only that the nonhegemonic sectors of society are «obligated to forget», and concomitantly obligated to adopt dominant cultural paradigms in several spheres, but that “forgetting” is the result of marginalization and silencing, if not annihilation (xix).
No obstante, no encuentro sólido el argumento de que la noción de nación está dada por el exilio, la diáspora. La recurrencia a ejemplos de Benedetti, de Peri Rossi, etc., son valiosos para describir una forma de definición de nacionalidad, de pertenencia, de subjetividad “nacionalista”, etc. Pero no son suficientes para una conceptualización más genral de los términos centrales que intenta definir (patria, matria, identidad, historia, mitos nacionales, etc.) Sí podría argumentar a favor de que la definición de nación (como la definición de identidad y de persona) está en estrecha relación con la definición y exclusión del “otro”. Eso cualquiera lo puede intuir sin haber leído nunca a J. Derrida. En este sentido, sí, el exilio juega un papel fundamental —pero no determinante.
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[1] Un cubano veterano aconseja e instruye al recién llegado en el arte de la sobrevivencia capitalista: “tú tienes que resolver tus problemas y no tienes tiempo para ocuparte de los demás. Y como tú siempre tienes problemas…” “Working, working, day and night”, lo que podrías es la letra de una canción es el slogan promovido para las clases servidoras, aquellas que sólo pueden aspirar a “trabajador ejemplar de la semana”, con su pequeña foto de los honores pegada en una pared de fast food. O lo que es igual: “la compañía prospera, nosotros prosperamos y todos felices” Aplausos.
[2] Es significativo el hecho de que una misma película, rodeada de connotaciones políticas, sea expuesta y premiada por Dios y por el Diablo: Balseros participó en el 24º Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano, La Habana, en el 2002, siendo premiada como le mejor “documental extranjero”. También en Miami, en el año siguiente, participa en el International Film Festival, y recibe el Audience Award
[3] Uno de los entrevistados dice, a la puerta de la embajada norteamericana y después de serle denegada la posibilidad de entrar legalmente en este país: “La opción que me queda es timarme al mar”.
Las masivas campañas de indignados en Europa han cruzado el Atlántico para convertirse en el movimiento de los Occupy Wall Street. En estos casos, los manifestantes no han ocupado por la fuerza ningún edificio publico o privado sino los centros simbólicos de las ciudades, desde Nueva York hasta Jacksonville. El conocido profesor de Princeton University, Cronel West, ha planteado cierta continuidad entre la primavera árabe y el otoño americano. No parecen tener, no obstante, mucha relación; sus orígenes y sus reivindicaciones son diferentes, aunque quizás el espíritu sea aquel que anunciamos diez años atrás: “Antes de la gran revolución civil habrá una profundización de la crisis de este orden obsoleto. Esta crisis será en casi todos los ámbitos, desde el orden político hasta el económico, pasando por el militar. La Superpotencia es actualmente muy frágil debido a su recurso militar, con el cual ha minado el arma más estratégica de la antigua diplomacia […] no podrá resistir un contexto crecientemente hostil porque su economía, base de su poderío militar, se debilitará en proporción inversa. Hoy está en condiciones de ganar cualquier guerra, con o sin aliados, pero los sucesivos triunfos no podrán salvarla de un progresivo desgaste. El resultado inmediato será una gran inseguridad mundial, aunque ésta se superará con la revolución civil. En este momento de quiebre, Occidente se debatirá entre un mayor control militar o en la desobediencia civil, la cual será silenciosa y anónima, sin líderes ni caudillos” (La Republica, 2003).
Políticamente, el movimiento no es estéril, pero no creo que todavía sea capaz de cambiar ningún sistema. El sistema capitalista entra en crisis en Occidente (no es la primera vez y tal vez no sea la última) y es exitosamente salvado en Oriente. Sin embargo, este movimiento de manifestantes es la necesaria respuesta al hegemónico discurso conservador que instauraron los años ochenta y cuyo fenómeno reciente más visible es el Tea Party, movimiento claramente reaccionario y conservador de una tradición inventada a su manera, que poco o nada tiene que ver con el pensamiento de los llamados “padres fundadores”.
Como reacción a la reacción de la izquierda norteamericana y a la manifestación organizada y espontánea de los occupy, no han faltado las voces que recomiendan a los manifestantes irse a Cuba (en muchos casos, sino en la mayoría, son expresiones de hispanos “conservadores”).
Estas voces, que se autodefinen como democráticas, ejercitan el más tradicional de los fascismos populares. Durante la dictadura brasileña de los setenta, el aparato de propaganda acuñó un eslogan que funcionaba perfectamente con la centenaria cultura semi feudal del continente: “Brasil, potência”, “Brasil, ámelo o déjelo». Igual en la España del franquismo: aquellos que no eran “españoles verdaderos” (como en tiempos de Fernando e Isabel) debían abandonar la bendita patria.
En Estados Unidos esa mentalidad no ha sido ajena. Como siempre, desde los grupos más conservadores se intenta definir qué es un individuo, una familia, un pueblo; todo lo que no se adecua, es un enemigo. Para algunos, si a alguien se le ocurre cambiar un país o criticarlo por su sistema económico, por su cultura o sólo por alguna de sus partes, aunque sea su propio país debería abandonarlo para no caer en contradicción. Esta idea, bastante común, pertenece a la tradición fascista más extendida y oculta en los pliegues de la conciencia popular. Significa que los países tienen dueños: si no te gusta el orden que tiene mi casa, ahí está la puerta. La casa es mía.
Así, un país le pertenece a quienes piensan de una forma X y actúan de una forma X y, por ende, son consecuentes Xs. Los otros deben aceptar el poder de los Xs o convertirse a Xs para no caer en mortal contradicción.
Esa es, en resumen, la idea subyacente en la mentalidad conservadora de los radicales del Tea Party: este país ha sido secuestrado por los “raros” (los bárbaros progresistas, los liberales sin moral) y debemos salvarlo. Si los raros no están de acuerdo con nosotros, son contradictorios, ya que nosotros somos la esencia de este país, etcétera. No es un problema dialéctico, de razón o de justicia, sino, como en una tribuna de fútbol, el “ser verdadero y autentico” en un sentido extendido más allá del grupo X, es aceptado simplemente por su lealtad al grupo X. Es decir, X es la verdadera letra del alfabeto.
No es sólo un problema estadounidense; es universal.
Si nadie (que no sea fascista) puede reducir ningún país del mudo a una ideología, una raza, una religión, un idioma y una única tradición, por pequeño que sea, mucho menos esta operación es posible en un país gigante y extremadamente diverso, heterogéneo y contradictorio como Estados Unidos. Pero no sólo los fascistas conservadores persisten en esta actitud. La misma es emulada por posturas antiamericanas que reducen esta diversidad a un único individuo: “el americano” o “el yanqui”. Generalmente el sustantivo “americano” va asociado a “ignorante”.
La etiqueta es contradictoria especialmente cuando procede de aquellas voces que simultáneamente acusan “al americano” de ser imperialista. Lo cual hoy en día es una operación rutinaria, cómoda y políticamente correcta, que no conlleva ningún coraje intelectual y con frecuencia mucha autocomplacencia que distrae y neutraliza una crítica productiva contra una realidad –el imperialismo– que no es única sino parte de una realidad mayor y más compleja.
El mismo Che Guevara, que no sin razón acusó a Estados Unidos de ser una potencia imperial, brutal como cualquier imperio, diferenció de forma explicita el gobierno del “pueblo americano”. Un amigo norteamericano que detestaba la guerra en Irak, una vez me dijo que no se puede separar una cosa de la otra y que lo que hace el gobierno es también responsabilidad del pueblo que lo elige.
Hasta aquí estoy de acuerdo. Nadie es totalmente inocente, ni aquí ni allá. Pero no se puede responsabilizar a decenas de millones de personas que abiertamente han estado en la oposición, de ser responsables de lo que hace su gobierno o el aparato que lo rodea. Si así fuera, todos los latinoamericanos seríamos igualmente responsables por lo que han hecho nuestros gobiernos, desde las dictaduras más criminales de la historia hasta las democracias con sus injusticias pendientes. También en América Latina exterminamos a nuestros indios, humillamos a nuestros negros (aunque el racismo norteamericano, especialmente el del sur, se lleva o se llevó todos los premios en la categoría). Nuestras barbaridades, nuestros crímenes no fueron mayores porque nuestros PIBs no llegaron a ser nunca aquellos de los imperios modernos y antiguos. Esto ya lo sabían los griegos cuando respondieron a los espartanos que reclamaban “justicia” ante el dominio comercial y, por ende, militar de Atenas. Tucídides, en Historia de la guerra del Peloponeso, reproduce los argumentos de los enviados de la “democratica y tolerante” Atenas: “y una vez que ya éramos odiados por la mayoría, y que algunos ya habían sido sometidos después de haberse sublevado, y que ustedes ya no eran nuestros amigos como antes, sino que se mostraban suspicaces y hostiles, no parecía seguro correr el riesgo de aflojar. […] Disponer bien de los propios intereses cuando uno se enfrenta a los mayores peligros no puede provocar el resentimiento de nadie […] Tampoco hemos sido los primeros en tomar una iniciativa semejante, sino que siempre ha prevalecido la ley de que el más débil sea oprimido por el más fuerte; creemos, además, que somos dignos de este imperio, y a ustedes mismos así les pareció hasta que ahora, calculando sus propios intereses, se ponen a invocar razones de justicia, razones que nunca ha puesto por delante nadie que pudiera conseguir algo por la fuerza para dejar de acrecentar sus posesiones. […] en todo caso, creemos que si otros ocuparan nuestro sitio, harían ver perfectamente lo moderado que somos. […] En el caso que ustedes nos vencieran y lograsen tomar la dirección del imperio, rápidamente perderían la simpatía que se han ganado de los demás gracias al miedo que nosotros inspiramos […] Cuando los hombres entran en guerra, comienzan por la acción lo que debería ser su último recurso, pero cuando se encuentran en la desgracia, entonces ya recurren a las palabras”.
Estas palabras, que tristemente son siempre actuales, fueron pronunciadas y escritas dos mil años antes de Macchiavello y Thomas Hobbes.
También los pueblos que han sufrido el azote de la Atenas contemporánea, como Esparta (releer el delicioso clásico de Bertrand Russell, A History of Western Philosophy), nos hemos considerado los campeones de la moral. Entonces, nos sentimos en el derecho de simplificar a un pueblo diverso como el norteamericano en un solo “yanqui imperialista e ignorante”.
El imperialismo, en sus diversas formas, es una realidad; ya nos hemos encargado de analizarlo y denunciarlo casi sin tregua. Pero la idea repetida que leemos y escuchamos siempre de que “los americanos son unos ignorantes” o “los americanos no tienen cerebro”, no deja de ser paradójica: gente sin cerebro tiene la abrumadora mayoría de las mejores cien universidades del mundo; gente sin cerebro ha cambiado, para bien y para mal, el mundo de la ciencia y la tecnología en el último siglo y sobre todo en los últimos cincuenta años; gente ignorante y sin cerebro ha extendido su brutal dominio en el comercio y en la geopolítica. Todo llevado a cabo sobre gente que, se presume, sí tiene verdadera cultura y verdadera inteligencia.
Sin duda, una cultura, un pueblo inteligente y educado puede ser victima cruel de una horda de bárbaros. Eso está demostrado en la historia. Pero ningún imperio se puede sostener mas allá de sus propias agresiones bélicas si los pueblos oprimidos no colaboran en su propia opresión. Pero esos pueblos están demasiado ocupados riéndose de la ignorancia y de la poca inteligencia de los habitantes del imperio. Tal vez la moral, la sabiduría y la inteligencia de quienes se burlan de las carencias del imperio que los oprime debería estar, por lo menos, entre comillas, sino entre signos de interrogación.
Tal vez la ignorancia es más concreta y se reproduce no en los pueblos sino en individuos concretos. Los ignorantes americanos confunden a los mexicanos con Pancho Villa y a los italianos con Silvio Berlusconi. Los ignorantes mexicanos y los ignorantes italianos confunden a los norteamericanos con Lady Gaga y Chuck Norris. Aparte de la ignorancia, los une la misma tradición: el chauvinismo, con frecuencia disfrazado de nacionalismo y de conmovedores patriotismos.
Sospecho que para construir un mundo más justo y democrático del que tenemos y hemos tenido siempre, hace falta terminar con esta estéril tradición. Entre otras cosas, claro.
Documentos básicos e incompletos sobre la Revolución cubana
Interviewed Fidel Castro in the Sierra Maestra
Entrevista al Che Guevara en Sierra Maestra
Brevísima cronología de la Revolución cubana.
1 DE ENERO DE 1959
Ante el avance de las columnas guerrilleras de Fidel Castro, el dictador Fulgencio Batista huye de Cuba. La revolución triunfa en el país
6 DE AGOSTO DE 1960
Fidel Castro anuncia la nacionalización de las refinerías de petróleo, centrales azucareras y compañías de teléfonos y electricidad de EE.UU.
11 DE ENERO DE 1961
Cuba inicia la campaña nacional de alfabetización
17 DE ABRIL DE 1961
Unos 1500 batistianos adiestrados por la CIA desembarcan en Playa Girón, en la Bahía de Cochinos. En 72 horas, el ejército rebelde desbarata la invasión
3 DE FEBRERO DE 1962
El presidente J. F. Kennedy ordena el embargo económico y financiero contra la isla, que se prolonga hasta hoy
22 DE OCTUBRE DE 1962
Comienza la crisis de octubre por la instalación de misiles nucleares soviéticos en la isla, que serán retirados más tarde ante la inminencia de una guerra nuclear entre la URSS y EE.UU.
9 DE OCTUBRE DE 1967
El Che Guevara es capturado y asesinado en Bolivia
MARZO DE 1968
El gobierno cubano expropia todos los negocios privados de la isla a excepción de las pequeñas propiedades agrícolas. Es la gran ofensiva revolucionaria
ABRIL DE 1980
Crisis migratoria con EE.UU. Unos 130.000 cubanos abandonan la isla desde el puerto de Mariel rumbo a Florida
13 DE JULIO DE 1989
El General Arnaldo Ochoa y otros tres oficiales son fusilados por el régimen tras haber sido juzgados por su implicación en tráfico de drogas
DICIEMBRE DE 1991
Fin de las relaciones con Moscú tras el derrumbe de la URSS. La producción económica de Cuba se reduce un 35 por ciento en los tres años posteriores. Comienza el denominado «período especial en tiempos de paz»
27 DE JULIO DE 1993
Ante la magnitud de la crisis el régimen autoriza los mercados campesinos, el trabajo por cuenta propia, los pequeños negocios de forma restringida, el uso del dólar y el envío de remesas desde el extranjero. Se fomenta la industria turística
5 DE AGOSTO DE 1994
Primera manifestación contra el régimen en el malecón de La Habana. Es el anticipo de la crisis de los balseros. Unas 30.000 personas huyen de la isla
21-25 DE ENERO DE 1998
Histórica visita del Papa Juan Pablo II a Cuba
25 NOVIEMBRE DE 1999
El balserito Elián González es rescatado en las costas de la Florida. La lucha por su custodia da pie al surgimiento de «la batalla de las ideas», la última vuelta de tuerca ideológica de Castro, que inicia una recentralización económica del país
MARZO-ABRIL DE 2003
El régimen lleva a cabo la mayor campaña represiva en muchos años. 75 disidentes son condenados a penas de hasta 28 años de prisión. Tres secuestradores de una lancha de pasajeros son fusilados tras un juicio sumarísimo
20 DE OCTUBRE DE 2004
Caída estrepitosa de Fidel Castro tras pronunciar un discurso en Santa Clara. se fractura la rodilla izquierda y el brazo derecho. Es el inicio de su declive físico
17 NOVIEMBRE DE 2005
En un trascendental discurso, Castro reconoce que la revolución puede autodestruirse debido a la corrupción generalizada en el país
31 DE JULIO DE 2006
Proclama al pueblo de Cuba en la que Fidel Castro anuncia que sufre una grave enfermedad intestinal y que cede el poder de forma provisional a su hermano Raúl
24 DE FEBRERO DE 2008
Raúl Castro asume como presidente de los consejos de estado y de ministros y como comandante en jefe, tras la renuncia definitiva de Fidel unos días antes .
(Resumen realizado por La Nación de Buenos Aires, el 28 de diciembre de 2008).
Ernesto Che Guevara
Biografía según ICAIC
Che talking about the Bay of Pigs Invasion.
Carta de despedida del Che a Fidel
Ernesto Che Guevara
«Año de la Agricultura» Habana
Fidel:
Me recuerdo en esta hora de muchas cosas, de cuando te conocí en casa de María Antonia, de cuando me propusiste venir, de toda la tensión de los preparativos.
Un día pasaron preguntando a quién se debía avisar en caso de muerte y la posibilidad real del hecho nos golpeó a todos. Después supimos que era cierto, que en una revolución se triunfa o se muere (si es verdadera). Muchos compañeros quedaron a lo largo del camino hacia la victoria.
Hoy todo tiene un tono menos dramático porque somos más maduros, pero el hecho se repite. Siento que he cumplido la parte de mi deber que me ataba a la revolución cubana en su territorio y me despido de ti, de los compañeros, de tu pueblo, que ya es mío.
Hago formal renuncia de mis cargos en la dirección del partido, de mi puesto de ministro, de mi grado de comandante, de mi condición de cubano. Nada legal me ata a Cuba, sólo lazos de otra clase que no se pueden romper como los nombramientos.
Haciendo un recuento de mi vida pasada creo haber trabajado con suficiente honradez y dedicación para consolidar el triunfo revolucionario. Mi única falta de alguna gravedad es no haber confiado más en ti desde los primeros momentos de la Sierra Maestra y no haber comprendido con suficiente celeridad tus cualidades de conductor y de revolucionario. He vivido días magníficos y sentí a tu lado el orgullo de pertenecer a nuestro pueblo en los días luminosos y tristes de la crisis del Caribe. Pocas veces brilló más alto un estadista que en esos días, me enorgullezco también de haberte seguido sin vacilaciones, identificado con tu manera de pensar y de ver y apreciar los peligros y los principios. Otras tierras del mundo reclaman el concurso de mis modestos esfuerzos. Yo puedo hacer lo que te está negado por tu responsabilidad al frente de Cuba y llegó la hora de separarnos.
Sépase que lo hago con una mezcla de alegría y dolor; aquí dejo lo más puro de mis esperanzas de constructor y lo más querido entre mis seres queridos… y dejo un pueblo que me admitió como su hijo: eso lacera una parte de mi espíritu. En los nuevos campos de batalla llevaré la fe que me inculcaste, el espíritu revolucionario de mi pueblo, la sensación de cumplir con el más sagrado de los deberes: luchar contra el imperialismo dondequiera que esté; esto reconforta y cura con creces cualquier desgarradura.
Digo una vez más que libero a Cuba de cualquier responsabilidad, salvo la que emane de su ejemplo. Que si me llega la hora definitiva bajo otros cielos, mi último pensamiento, será para este pueblo y especialmente para ti. Que te doy las gracias por tus enseñanzas y tu ejemplo y que trataré de ser fiel hasta las últimas consecuencias de mis actos. Que he estado identificado siempre con la política exterior de nuestra revolución y lo sigo estando. Que en dondequiera que me pare sentiré la responsabilidad de ser revolucionario cubano y como tal actuaré. Que no dejo a mis hijos y mi mujer nada material y no me apena; me alegro que así sea. Que no pido nada para ellos, pues el Estado les dará lo suficiente para vivir y educarse.
Tendría muchas cosas que decirte a ti y a nuestro pueblo pero siento que son innecesarias, las palabras no pueden expresar lo que yo quisiera, y no vale la pena emborronar cuartillas.
Hasta la victoria siempre, ¡Patria o Muerte!
Te abraza con todo fervor revolucionario
Che
Carta leíoda por Fidel Castro el 3 de octubre de 1965, en La Habana, Cuba.
«Hasta siempre Comandante» (Puebla)
Letra de Carlos Puebla
« Hasta Siempre Comandante «
Aprendimos a quererte
Desde la histórica altura
Donde el sol de tu bravura
Le puso un cerco a la muerte.
Aquí se queda la clara,
La entrañable transparencia,
De tu querida presencia
Comandante che guevara.
Tu mano gloriosa y fuerte
Sobre la historia dispara
Cuando todo santa clara
Se despierta para verte.
Aquí se queda la clara,
La entrañable transparencia,
De tu querida presencia
Comandante che guevara.
Vienes quemando la brisa
Con soles de primavera
Para plantar la bandera
Con la luz de tu sonrisa.
Aquí se queda la clara,
La entrañable transparencia,
De tu querida presencia
Comandante che guevara.
Tu amor revolucionario
Te conduce a nueva empresa
Donde esperan la firmeza
De tu brazo libertario.
Aquí se queda la clara,
La entrañable transparencia,
De tu querida presencia
Comandante che guevara.
Seguiremos adelante
Como junto a ti seguimos
Y con fidel te decimos:
Hasta siempre comandante.
Aquí se queda la clara,
La entrañable transparencia,
De tu querida presencia
Comandante che guevara.
Alberto Korda tomándole una foto a Che Guevara. Image via Wikipedia
‘Diario de un combatiente’ recoge las libretas originales que el guerrillero utilizó para escribir su famoso diario ‘Pasajes de la guerra revolucionaria’
MAURICIO VICENT | La Habana
El Centro de Estudios Che Guevara, que desde su fundación dirige la viuda del guerrillero cubano-argentino, Aleida March, ha decidido finalmente publicar los diarios originales que escribió Ernesto Guevara en pequeñas libretas de notas durante la lucha de la Sierra Maestra. Dichas libretas fueron la materia prima que utilizó para elaborar su mundialmente famoso Pasajes de la guerra revolucionaria, su gran testimonio, mezcla de memoria y ensayo, de aquellos episodios que empezaron en la playa de Las Coloradas con el desembarcó del yate Granma, el 2 de diciembre de 1956, y terminaron el 1 de enero de 1959 con la huida del dictador Fulgencio Batista.
El libro, que será presentado este martes en La Habana, coincidiendo con la fecha en que el Che cumpliría 83 años, es publicado por la editorial australiana Ocean Press/Ocean Sur y lleva el título de Diario de un combatiente. Ha sido preparado por el Centro de Estudios Che Guevara, encargado de salvaguardar la obra y legado del legendario guerrillero bajo la supervisión de Aleida March, pero no deben esperarse de él grandes sorpresas ni revelaciones extraordinarias
Según admite en una nota introductoria de la editorial, buena parte de los textos ya han visto la luz, aunque fragmentariamente, y además falta un grupo importante de libretas de notas (que abarcan varios meses de la lucha) que nunca han estado en manos de los archivos del Centro de Estudios Che Guevara, y cuyo paradero se desconoce.
La mayor parte de las anotaciones de Guevara en estas libretas son observaciones y comentarios breves sobre sucesos, combates, escaramuzas y hechos que sirvieron ya de materia prima a Pasajes de la guerra revolucionaria. Sin embargo, aun así tienen el interés de que ponen de manifiesto cuáles fueron las primeras vivencias del Che al entrar en contacto con la realidad cubana -hasta ese momento solo conocía la isla y su situación a través de los ojos de Fidel Castro, su hermano Raúl y el resto de los revolucionarios cubanos en México-, y cómo su pensamiento y sus percepciones se fueron transformando.
La propia editorial advierte de que se trata de «notas muy escuetas», elaboradas «para su uso personal al no tener tiempo en aquellos momentos para desarrollarlas», e incluso admite que se puede «estar o no de acuerdo con algunas observaciones o afirmaciones» del Che.
También señalan los editores que en las libretas del Che hay errores ortográficos e imprecisiones, debido a su inicial desconocimiento de la geografía cubana y de las «zonas en que se desenvolvieron los acontecimientos que se narran», al igual que también «existen fallas» en los «nombres de combatientes y fechas»; ahora, después de una «revisión exhaustiva», muchas de ellas han sido rectificadas.
Todo ello, unido a la falta de páginas importantes de los diarios, había determinado hasta ahora que los manuscritos del Che no hubieran visto la luz como «una totalidad». La decisión de publicarlas en estos momentos, acompañadas de «notas y documentos históricos» explicativos, se justifica, según el Centro de Estudios Che Guevara, en la pretensión de que sirva de «guía instrumental y de motivación para todo el que, desde una visión contemporánea, desee acercarse al significado real» de aquella experiencia del Che.
Desde Caracas, desde Lima, desde Tegucigalpa me reprochan que hablar de clases sociales para analizar el golpe en Honduras es un cliché pasado de moda.
Sí, es un cliché pasado de moda. Y una realidad actual, también. La posmodernidad emprendió una larga campaña cultural e ideológica en el último tercio del siglo XX para derogar conceptos binarios y dicotómicos como opresor/oprimido, rico/pobre, blanco/negro, hombre/mujer, etc. Al eliminar el primer par desaparecía de forma automática cualquier idea de imperialismo, de colonialismo y de machismo. Así, toda realidad era una isla que poco tenía que ver con el resto, diferente a lo que afirmaban los anticuados estructuralistas. El pobre no tenía nada que ver ni que reclamarle al rico ni viceversa; una colonia no era el resultado de la existencia del colonizador ni la «mujer femenina» era el resultado del hombre masculino. Lo mismo los países, las culturas, las historias. Islas, átomos, universos independientes, sociedades autistas. Libres como un pájaro (que está condenado a volar y a emigrar). También en este sentido el posmodernismo fue anti-humanista.
Pero las clases sociales todavía existen. Han existido desde hace algunos milenios y su lógica ha funcionado con mucha claridad hasta en las sociedades de gorilas y de chimpancés. Para los conservadores, esta observación sería un argumento a favor de las clases sociales. «Así es desde que el mundo es mundo», es el lema reaccionario. Para los humanistas progresistas es un argumento en contra, ya que muchos defendemos la teoría de la evolución. Como hemos problematizado en muchos otros ensayos, el progresivo incremento de las libertades individuales desde el fin de la Edad Media no ha sido en detrimento de la igualdad sino a su favor. Y viceversa.
En América Latina, la clase dominante solía ser un pequeño grupo de criollos blancos, educados, actores principales en la política, el gobierno y los negocios. La mayoría de la población estaba casi resignada a seguir los pasos de su clase social. Si alguno se desclasaba, esta excepción era publicitada pero no abolía la regla. Con suerte, un campesino hondureño es libre de gritar en la plaza del pueblo para que lo escuchen cien personas. ¿No es suficiente? Entonces, según esta ideología hegemónica, el inculto es un maldito revoltoso que quiere eliminar la libertad de expresión, romper el orden democrático y secuestrar a los niños para adoctrinarlos.
Hasta entrado el siglo XX los indios en América Latina recibían terribles palizas por desobedecer a sus patrones. Pero lo agradecían. El sistema de «indios pongo» los obligaba moralmente a trabajar gratis. Los indios llevaban los rebaños de una estancia a la otra sin la tentación de robar de vez en cuando una oveja. Razón por la cual, en países como Bolivia y Perú, el desarrollo ferroviario fue raquítico, en comparación a otros países de la región. En premio, el discurso dominante los describía como corruptos, holgazanes e inmorales. Porque eran pobres y sus placeres eran tan baratos como el aguardiente. Cuando un ejército patriótico y hambreado pasaba por su miserable choza, impunemente violaba a su mujer y robaba sus pocas ovejas. Cuanto menos autoestima, mejor. También los esclavos africanos azotaban a otros esclavos inferiores en la escala para sostener el sistema de privilegios. Los azotados lo agradecían porque las palizas, como exorcismo moral, los ayudaban a no ser «malos negros» que olvidaban su condición natural de animales inferiores.
Es decir que la opresión de un grupo por otro (una clase sobre otra, una raza sobre otra, un género, un sexo sobre otro, un grupo financiero sobre otro, etc.) sólo es posible por esa colonización moral, por esa moral del oprimido. Y para eso había que poseer la mayoría de los medios de prensa «más prestigiosos e influyentes».
La estructura social de Honduras hoy es casi la misma de hace décadas.
No es difícil identificar su clase dominante con cierta educación, la mínima necesaria para ser los señores neofeudales de la «república». Los reconocerás por sus nombres, por sus métodos, por sus ostentosas propiedades, por sus viejos y conocidos discursos que, como en la época de Franco en España, de Pinochet en Chile, de Bush y tantos otros en los Estados Unidos, apelan al patriotismo, a la tradición, a la religión y a la libertad para justificar su poder político, ideológico y financiero. Y en las últimas décadas Cuba también. Con la excepción del adoctrinamiento religioso, Cuba se ha vuelto otro tipo de sistema conservador y cerrado. El proyecto humanista, joven y utópico de los inicios de la revolución cada vez es un recuerdo más lejano.
Por otro lado, Honduras, uno de los países más pobres del continente, se compone de una extensa y mayoritaria clase de campesinos, obreros y pequeños comerciantes que nunca han accedido a una educación secundaria y menos a una universidad. No para que todos seamos doctores, sino para que cualquier obrero sea un productor capacitado, intelectualmente creativo y con el goce de tiempo libre para construirse como ser humano.
Si todo esto no es opresión de clase, llámelo como quiera. Pero esta realidad seguirá estando ahí aunque se la maquille y se la trasvista.
Claro, todos debemos hacernos responsables de nuestro destino. En gran medida lo somos. No merece lo mismo alguien que se sienta a esperar que caiga un fruto sobre su boca que aquel otro que trabaja todo el día para que el milagro se produzca. Pero nadie tiene una libertad absoluta y unos son más libres (socialmente) que otros. Miremos a nuestro alrededor y preguntémonos si todos somos igualmente libres.
El poder existe. Existe el poder muscular, el poder económico, el poder político, etc. Cuando un grupo cualquiera impone sus intereses sobre otros, cuando puede obtener más beneficios inmediatos que recurriendo a la colaboración, a eso llamo tener el poder. Este poder posee, además de fuerza muscular, una voz seductora, cuando no intimidatoria, fácil de producir ecos en todos los rincones. Las mentiras del poder no son eternas, pero pueden sobrevivir generaciones o lo necesario para confirmar que la justicia que tarda no llega.
Nuestra visión humanista entiende que, a largo plazo, la colaboración es más beneficiosa para el desarrollo y progreso (perdón por la mala palabra) de todos. Pero los conservadores no están interesados en esperar tanto. Ellos lo ven todo como un archipiélago de islas rodeadas de murallas, una de las cuales es la elegida de Dios, bajo la pax romana, la paz de los cementerios o combatiéndose unas a otras al tiempo que acusan a los progresistas de alimentar el odio de clases. Si de eso no se habla, eso no existe.
Es el antiguo recurso de arrancarle los ojos a un pájaro enjaulado para que cante más y mejor.
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