Rémoras de Roma

Mercenarios del Imperio

La creación del personaje MCM (María Corina Machado) no es muy diferente al resto de los líderes promovidos por Washington y la CIA por generaciones. No es muy diferente a los personajes creados con el mismo propósito solo en Venezuela, desde Pérez Jiménez hasta Juan Guaidó, por años referido por los países imperiales como “el presidente de Venezuela”, exactamente como es anunciada Machado ahora. El perfil clásico es: un mártir de la libertad siendo perseguido por un dictador desobediente en un país con importantes recursos naturales.

Luego de apoyar el golpe de Estado de 2002 contra un presidente democráticamente electo, luego de promover y solicitar por décadas intervenciones extranjeras de todo tipo en su país… ¿cuántos días estuvo presa la pobre Corina Machado? Menos que el mismo presidente Chávez en 2002. Ni un día, de hecho. Por menos de eso, en Estados Unidos habría sido detenida por los enmascarados o por algún agente federal y le habrían puesto una rodilla en la cabeza contra el suelo. Todo en nombre de la libertad y de la seguridad nacional.

Pero Corina Machado ha estado tan vigilada por el régimen, que pudo dar entrevistas y participar de conferencias internacionales en Miami llamando a una invasión a su país. ¿El régimen no interceptaba sus comunicaciones? En las dictaduras fascistas, planeadas por la CIA y sostenidas por los miles de millones de Washington hasta no hace mucho, por el solo hecho de tener un libro prohibido en su cocina, a Machado la hubiesen secuestrado, violado y torturado según las técnicas de la School of the Americas. Luego hubiese terminado en el fondo del mar o diluida en cal viva. Esas mismas dictaduras fascistas que ahora despiertan la nostalgia de los seguidores latinoamericanos de su klan, el Conservative Political Action Conference, CPAC. Por no recordar el centro de tortura en Guantánamo, las decenas de cárceles secretas de la CIA alrededor del mundo o las violaciones en las cárceles israelíes de miles de palestinos, muchos de ellos menores, que la Nobel de la Paz venera.

Como buena empresaria de elite, sus amigos van desde billonarios hasta los políticos más poderosos. El 17 de octubre de 2025, Reuters tituló: “Israel afirma que la presidenta venezolana, Machado, expresó su apoyo a Netanyahu”. El mismo día, desde Twitter, Machado le agradeció a Netanyahu por su “lucha por la libertad” en medio del peor genocidio en lo que va del siglo. La Oficina del primer ministro precisó: “María Corina Machado llamó al primer ministro Benjamín Netanyahu” con motivo de la obtención del Premio Nobel de la Paz. No la llamó él para felicitarla. Lo llamó ella para agradecerle.

Para la ceremonia de entrega del premio en Oslo, tenía que llegar un día tarde y saltar una barrera metálica para las fotos. El New York Times (el mismo que apoyó la invasión a Irak y luego el golpe de Estado contra Chávez, 21 días después), anunciaron la espectacular huida de la galardonada, quien “lucha contra la dictadura de su país desde hace 25 años”.

El récord de injerencias es prolífico. En 2024, la Associated Press reportó sobre un memorando interno de la DEA, filtrado accidentalmente por fiscales federales. El documento, de 2018, estuvo unas horas accesible en internet y detallaba una operación encubierta de la DEA en Venezuela iniciada en 2013, con agentes secretos que espiaban a altos funcionarios venezolanos con el propósito de reunir cualquier hecho que los vinculase con el narcotráfico. El grupo cibernético israelí Team Jorge, que se jactó de haber manipulado 33 elecciones alrededor del mundo, también intervino en las elecciones de Venezuela en 2012. Por entonces, se acusó al gobierno de “elecciones oscuras”, pese a la opinión del expresidente estadounidense Jimmy Carter de que “Venezuela cuenta con el mejor sistema electoral en el mundo” y pese a que Team Jorge intervino de forma más que oscura para favorecer a la oposición.

Todos saben que Venezuela posee la mayor reserva mundial de petróleo del mundo. Es menos conocido que Estados Unidos (el mayor consumidor y productor del mundo debido al fracking) ha llegado a su techo de producción y se prevé un inevitable declive a partir de 2027.

Desde hace más de una década, el bloqueo económico y financiero a Venezuela ha sido criminal (sobre todo en pandemia), pero no ha tenido el efecto deseado de remover al chavismo del gobierno. Como la excusa de la democracia (eso que brilla por su ausencia en Estados Unidos) no fue suficiente, se pasó a la lucha contra el narcotráfico y a las ejecuciones sumarias de un centenar de personas en el Caribe, cerca de las costas de Venezuela, con el propósito de provocar una reacción militar (el clásico “fuimos atacados primero”, “nunca lo olvidaremos” que se remonta a la época del despojo de los nativos), tampoco funcionó. Así que se pasó al secuestro de un petrolero con un millón de barriles de petróleo que serán decomisados por violar el bloqueo impuesto por Estados Unidos.

Algunos senadores, como Chris Van Hollen, han acusado a Trump de fabricar excusas para una guerra, lo que recuerda al congresista Abraham Lincoln contra la guerra en México. Trump, como su odiado George Bush, intenta saltearse cualquier voto en el congreso para lanzar un operativo militar más directo sobre Venezuela, lo que provocaría una guerra civil. El discurso del gobierno de Bush para invadir Irak y el de Trump para invadir Venezuela (con el mismo objetivo, el petróleo) resultan burdas copias. Siempre confían en la desmemoria popular―y en el entreguismo.

Según la encuesta de CBS y YouGov, el 70 por ciento de la población de Estados Unidos está en contra de cualquier intervención en Venezuela, pero la opinión en América Latina está dividida… O peor. Según el medio financiado por el Gobierno de Estados Unidos, Voz de América, solo el 34 por ciento de los latinoamericanos se opone a una invasión. Aunque parece el mundo del revés, la historia del cipayismo y la manipulación de la propaganda colonial siempre fue más efectiva en las repúblicas bananeras que en los mismos centros imperiales. Desde Madrid, el opositor venezolano Leopoldo López reconoció que presionaron y negociaron con Estados Unidos un despliegue militar en Venezuela.

¿Qué gobierno podría legitimarse, con o sin elecciones, de esta forma? Yo sugiero una solución más heroica: que López, Guaidó y Machado se alquilen un Granma y desembarquen en secreto en el Orinoco. Desde ahí pueden convencer al pueblo para derrocar a la dictadura.

Fue lo que hicieron Fidel Castro, el Che Guevara y diez más que sobrevivieron al llegar a la costa. Los doce enfrentaron, sin ayuda de ningún imperio, a un poderoso ejército armado y apoyado por Estados Unidos y responsable de la matanza de decenas de miles de cubanos, según la misma CIA, y aun así lo derrotaron.

No estoy a favor de la violencia, pero ya que promueven el bombardeo de su propio país por parte de una superpotencia extranjera, al menos pónganles el pecho a las balas. ¿O no les importa que corra sangre por las calles de Caracas? No se escondan detrás de las superpotencias imperiales.

Jorge Majfud, diciembre 2025

PDF para descargar. Clase de Histroia.

Bomb, baby, bomb

El sionista billonario de Palantir e inventor del Vicepresidente JD Vance, el mismo que justificó a las risas el genocidio en Gaza, ahora hablando del derecho a bombardear América del Sur en nombre de la clase trabajadora.
Nada extraordinario.
Hace décadas que insisto en mis clases en EEUU y en los medios: ¿Quieren detener o reducir el narco? Primero cierren la CIA. Otra forma muy efectiva es dejar de consumir. Pero ni una cosa ni la otra son deseables por quienes se benefician de un negocio de 500 billones de dólares anuales.

jorge majfud, noviembre 8, 2025.

La verdadera función de los ejércitos latinoamericanos

Capítulo del libro La frontera salvaje: 200 años de fanatismo anglosajón en América latina (2021)

Washington DC. 11 de abril de 1962—A las 5: 40 de la tarde, el embajador venezolano José Antonio Mayobre se encuentra sentado en la Casa Blanca. Frente a él, el carismático presidente John Kennedy, el líder del mundo libre, mesurado y amable, el joven inexperiente de las frases históricas (muchas robadas, como suelen hacer los políticos) lo mira con su cara de eterna sonrisa. El embajador se anima y va al grano. Le informa sobre la gran preocupación de algunos países del sur sobre la posible influencia golpista que tendría en los militares latinoamericanos que son educados por Estados Unidos. Kennedy intenta tranquilizar al embajador asegurándole que el efecto será el contrario. Es más, diferente a la anterior diplomacia de Washington de apoyar las dictaduras militares en la región, el presidente le asegura su total respaldo a la democracia en el continente.

Treinta años antes, sumergido en la mayor crisis económica de la historia de Estados Unidos, Franklin Roosevelt había decidido retirar los marines de su patio trasero y hacer realidad la idea utópica del “Buen vecino”, al menos por un tiempo y mientras los nuevos dictadores amigos no necesitasen más que dólares. Sin embargo, luego de que los aliados, con la participación central de la Unión Soviética y su dictador Joseph Stalin derrotaran a los alemanes amigos del KKK y de una larga lista de pro nazis en Estados Unidos, el nuevo gobierno de Harry Truman había vuelto a las raíces de la política internacional y había promovido el militarismo en América latina como forma de decidir las políticas del continente habitado por las razas híbridas y las culturas que no entienden la democracia, pero que son de interés principal para la proyección de Estados Unidos al resto del mundo.

Para 1946, de veinte países latinoamericanos, quince habían logrado derribar dictaduras proto capitalistas o amigas de Washington para organizar gobiernos democráticos. Solo de 1944 a 1946, once dictaduras habían dejado lugar a democracias liberales. Los principios de No intervención reivindicado por los Estados latinoamericanos desde la Convención de Montevideo de 1933, como las nuevas ideas sobre los Derechos Humanos (que habían reemplazado ideas más antiguas, pero similares, sobre el Derecho Natural), se habían convertido en una bandera de la diplomacia de esos países del sur, no por casualidad protagonistas decisivos en la misma creación de las Naciones Unidas.

Este cambio dramático se debió, en parte, a la distracción de Washington con la Gran Depresión, primero, y con la Segunda Guerra Mundial, después. El cuatro veces presidente Franklin Roosevelt necesitaba consolidar los mercados de América latina para salir de la depresión y conquistar aliados con un discurso más o menos coherente en contra de los fascismos europeos. No es menos cierto el otro factor, olvidado por los historiadores del norte: por entonces, la clase media y trabajadora latinoamericana había alcanzado un número y una conciencia crítica que no existía en Estados Unidos y había logrado una mayor democratización, no gracias sino a pesar de una larga tradición de caudillos militares primero y de una tradición militarista y golpista apoyada y financiada por Washington después, desde mucho antes de Roosevelt.[1] A pesar de que fueron los países latinoamericanos los que lideraron la creación de las Naciones Unidas y el establecimiento de la Declaración Universal de los Derechos Humanos desde sus inicios en San Francisco, el coronel Truman (considerado un izquierdista de Franklin y enemigo personal del general Eisenhower) había sido el primero en revertir la política del Buen vecino hacia esos mismos países que se creyeron el cuento del derecho, la libertad y la democracia más allá de un límite razonable a sus posibilidades. En 1953, su sucesor, el general Eisenhower, había ordenado descolgar de las paredes de la Casa Blanca los retratos de los héroes de las independencias de los países latinoamericanos colgados por Franklin Roosevelt. Luego del general Eisenhower, Kennedy, Johnson, Nixon y Ford radicalizarán esta tendencia militarista e intervencionista, el viejo control ajeno en nombre de la “defensa de nuestras libertades” y de nuestro way of life. A finales de los 70, Jimmy Carter logrará un tímido cambio, pero pocos años después Ronald Reagan y el nuevo lobby belicista de Washington llevarán esta política militarista al extremo.

Una vez ganada la Segunda guerra mundial contra los fascismos de extrema derecha, la lucha por la democracia pasó a ser algo relativo para Washington, desde la Casa Blanca hasta el Congreso. Destruida Europa y eliminado Japón como posibles adversarios imperiales, ahora la segunda nueva potencia mundial se había convertido en el único enemigo y en la primera obsesión, lo que degeneró en una paranoia macartista donde ni siquiera los comunistas tenían alguna chance de obtener un representante en el congreso de sus países. Pero era el enemigo perfecto para prevenir reformas democráticas en los países del sur que, inevitablemente y como ya lo había demostrado la historia, siempre tendían a desafiar la tradicional influencia de Washington y de las corporaciones estadounidenses.

Desde antes de la Segunda guerra mundial se había abandonado por un tiempo la costumbre de enviar marines a las repúblicas bananeras para cambiar sus gobiernos o para gobernar directamente. Ahora la estrategia es usar los ejércitos nacionales con el mismo propósito, incluso en países con gobiernos democráticos. Las dictaduras continuarán imponiéndose bajo nuevos métodos y nuevas excusas, como la lucha contra el comunismo, que abarca todo tipo de protesta y reclamo social.

En 1949, desde el recién construido edificio del Pentágono salió la asistencia para la creación de la Escola Superior de Guerra de Brasil que, bajo la bandera de la neutralidad política y el patriotismo puro, graduó a miles de civiles y militares en las doctrinas mesiánicas y salvadoras de la tradicional extrema derecha. A partir de 1952 Washington ya había aprobado una ayuda de 90 millones de dólares para los ejércitos del sur. En gran parte, debido a este cambio de política en Washington, para 1955, la mayoría de los gobiernos de América Latina habían retornado a dictaduras tradicionales, fenómeno que coincide directamente con las masivas inversiones de Washington en los ejércitos latinoamericanos, las que se incrementarán durante las décadas por venir. La nueva política pasó al siguiente presidente, el general Dwight Eisenhower. Para 1959, su administración había aportado 8.000 militares estadounidenses a América latina y al menos 400 millones de dólares (4,6 mil millones al valor 2020) para sus ejércitos. Un año después, se reunieron en Fort Amador, Panamá, los comandantes de 17 países latinoamericanos para coordinar estrategias políticas que dieran algún sentido a esta avalancha de dólares.[2]

Naturalmente, tenía sentido. Todas estas inversiones comenzaron a mostrar resultados concretos a corto plazo, por ejemplo, con el golpe de Estado de 1964 en Brasil. Ese mismo año, la CIA no sólo apoyará con diez millones de dólares la campaña presidencial de Eduardo Frei contra Salvador Allende, sino que Washington agregará otros 91 millones (770 millones a valor de 2020) para el ejército chileno, a pesar de que para entonces Chile no se encontrará en guerra con ningún otro país, sino más bien lo contrario.

Luego de las protestas y escupitajos que habían recibido al vicepresidente Richard Nixon y a su esposa en Venezuela cuatro años atrás, en 1958, meses después del derrocamiento de otra dictadura amiga de Washington en ese país, el gobierno de Eisenhower había confirmado la conocida idea de que la democracia no les hace bien a todos y que los países del sur no están preparados para algo tan complejo. Algunos congresistas habían reconocido que el problema no era, como decía la Casa Blanca y lo repetía la prensa, que había comunistas infiltrados entre los organizadores de las asquerosas protestas de Caracas, sino las mismas ayudas de Washington a las dictaduras del Sur, como la de Pérez Jiménez en ese mismo país. Otros congresistas, dolidos por la ofensa nacional, habían propuesto recortar la asistencia a los ejércitos de esos países malagradecidos. Entre ellos, y por otras razones, el senador Wayne Morse, quien años antes había abandonado el partido Republicano y se había sentado solo en la cámara.[3] En total desacuerdo con algún tipo de recorte presupuestal, el por entonces senador John F. Kennedy, en la sesión del miércoles 10 de junio de 1959, explicó por qué esas propuestas eran una mala idea: “La ayuda que le damos a los países latinoamericanos no es para prepararlos para resistir una invasión de la Unión Soviética. Los ejércitos son las instituciones más importantes en esos países, por lo que es necesario mantener lazos con ellos. Los 87 millones de dólares que les enviamos es dinero tirado por el caño en un sentido estrictamente militar, pero es dinero invertido en un sentido político”.[4] Once años más tarde, en una reunión del Consejo de Seguridad Nacional del 6 de noviembre de 1970, sentado al lado del intocable Henry Kissinger, el presidente Richard Nixon lo confirmará: “Nunca estaré de acuerdo con la política de restarle poder a los militares en América Latina. Ellos son centros de poder sujetos a nuestra influencia. Los otros, los intelectuales, no están sujetos a nuestra influencia”.

Un mes antes de su reunión con el embajador venezolano, el 13 de marzo de 1962, en una recepción en la Casa Blanca el presidente Kennedy había declamado: “Aquellos que hacen imposible una revolución pacífica, harán inevitable una revolución violenta”. La frase se la había robado al historiador Arthur M. Schlesinger quien le había enviado una carta advirtiendo de los cambios sociales en el sur. Con mayor realismo y con el mismo oculto temor por los de abajo, Schlesinger le escribió: “Si las clases dominantes en América latina hacen imposible cualquier revolución de la clase media, harán inevitable una revolución de trabajadores y campesinos”. Como buen político, Kennedy es un escritor de best sellers con frases musicales y fáciles de repetir. Su versión de la advertencia de Schlesinger es más simple y, además, se vende mejor. Pero no es para poner en práctica. Como presidente, Kennedy prefirió siempre la vía del control por la fuerza en nombre del diálogo y la negociación, una especie actualizada de la política del Garrote de Theodore Roosevelt. Para entonces, Kennedy acaba de aprobar un incremento en el presupuesto para los ejércitos latinoamericanos, aparte de la creación de grupos paramilitares en la región (a sugerencia del general William Yarborough), etiquetada como “Ayuda para la Seguridad Interna”. De esta forma, en América Central y en varios países de América del Sur, el discurso del poder llamará autodefensas a los poderosos grupos paramilitares (financiados y entrenados por Washington y las grandes empresas y responsables del 90 por ciento de las masacres), mientras que las guerrillas, las autodefensas de los campesinos desplazados y masacrados por el terrorismo paramilitar serán calificados de grupos terroristas, subversivos, antipatriotas, vendepatrias al servicio de intereses extranjeros.

Considerando que el centro de la preocupación de Washington ahora son las crecientes protestas sociales contra las clases dominantes y las organizaciones populares que reclaman por una democracia participativa, los ejércitos latinoamericanos abandonan el rol principal de cualquier ejército (la protección nacional contra posibles ataques de otros ejércitos) y pasan a especializarse en la represión interna. De las acciones internacionales se encarga el Pentágono y la NSA.[5] Se traducen manuales de técnicas, tácticas y operaciones al español y al portugués, donde se explican (como en el caso del manual Combat Intelligence, parte del “Project X”) las técnicas de represión y de identificación de grupos sospechosos, por ejemplo, a través del seguimiento de niños que en sus escuelas no muestran mucho entusiasmo por los símbolos del ejército estadounidense o los del ejército nacional, así como expresiones de reservas o ausencias en la participación en eventos nacionales y religiosos. La compleja realidad latinoamericana queda simplificada a un caramelo: si el niño no es patriota, su familia es comunista, terrorista o anti americana, por lo que se recomienda una investigación y seguimiento cuidadoso del entorno.[6] El manual también enseña cómo manipular el entorno de los locales usados para interrogación y cómo llevar hasta la inconsciencia a un detenido usando el confinamiento, la privación del sueño, la hipnosis o, directamente, las drogas. Una vez obtenida la información, reconocen los patriotas graduados de la School of the Americas, por obvias razones se debía eliminar la fuente, es decir, la víctima.

En línea con la misma lógica, así como las militares latinoamericanos se especializan en asuntos de control interno, la policía se militariza bajo la excusa de una intervención exterior. El gobierno de Kennedy destina otra partida presupuestaria para la militarización de la policía latinoamericana, la que se entrena en tácticas de guerra sin cambiar el uniforme de sus oficiales. Las embajadas son instruidas para acoger y colaborar con las nuevas “misiones militares” (MAAGs) para proveer entrenamiento, equipos y asistencia financiera a las “fuerzas del orden” en cada país. El 7 de agosto de 1962, el comunicado NSAM 177 lo establece de forma explícita: “Estados Unidos debe asistir a la policía en los países subdesarrollados para la lucha contra la subversión y la insurgencia”. Por supuesto que estos dos últimos sustantivos serán sujetos a libre interpretación por parte de la policía, los ejércitos y su clase dominante. Cuando no haya una amenaza real, se la inventará y Washington abrirá más el grifo de la Reserva Federal.

Desde los años cuarenta, la asistencia de Washington a los ejércitos latinoamericanos se ha ido ampliado desde la transferencia de millones de dólares y equipamiento hasta la instrucción directa del personal policial y militar en las sedes académicas de Washington y del Canal de Panamá, entre otros centros. En 1960, en Fort Bragg de Carolina del Norte, habían comenzado a dictarse cursos de “contrainsurgencia y guerra psicológica”. En el NSAM 88, bajo el título de “Training for Latin American Armed Forces” el presidente Kennedy había solicitado “una mayor intimidad entre nuestro ejército y el de los países latinoamericanos”. En un memorándum fechado exactamente un mes después, el 7 octubre de 1961, el general Maxwell Taylor, nombrado por el presidente, había informado de la asistencia regular a cursos de 600 militares latinoamericanos en la sede de Panamá y había confirmado el objetivo del plan: “lograr un acceso directo a los ejércitos latinoamericanos, las instituciones que mayor influencia tienen en sus gobiernos”.

En 1961, Kennedy había aprobado una partida extra de 34,9 millones de dólares (más de 300 millones al valor de 2020) para los ejércitos latinoamericanos. Nada nuevo, si no fuera por el propósito explícito de la inversión en política interna de, al menos, la mitad de esos países. Ahora los ejércitos ya no son para la defensa de la nación contra otros países sino contra sus propios ciudadanos que no están de acuerdo con Washington o con alguno de los gobiernos criollos. La nueva narrativa se centra en el tema de la “Seguridad nacional” y la “prevención de la insurgencia popular”.

Para eso es necesario enviar a los futuros oficiales de los ejércitos satélites a ser entrenados, ideológica y técnicamente en las escuelas militares de Estados Unidos. Washington también financia y provee de ayuda a los cuerpos de las policías del subcontinente en su objetivo de conquistar “mentes y corazones”. En 1962, el mismo Kennedy emite la orden de apoyar a la policía latinoamericana contra la insurgencia, también llamada subversión (NSAM 177) y luego se crea la Inter American Police Academy en el siempre estratégico canal de Panamá, cuya sede estará más tarde en Washington y cuyos principios destacan “las técnicas de interrogación y control de protestas populares”. Según una investigación de 2015 del profesor de la Naval War College, Jonathan Caverley, existirá una directa proporción entre la cantidad de tropas extranjeras entrenadas por Washington y las probabilidades de un golpe de Estado en el país de origen.

Naturalmente, estos objetivos siempre enfrentan, aquí y allá, opositores idealistas y románticos. Como respuesta, el general Taylor aclara que “la indoctrinación es poca” y que, en los cursos y en sus visitas a las academias del norte, los militares latinoamericanos más bien “absorben” los valores estadounidenses. Al mes siguiente, el 20 de noviembre, un análisis de lectura ambigua por parte de la agencia de inteligencia Bureau of Intelligence and Research había concluido que la asistencia e influencia de Washington en los ejércitos latinoamericanos “podría crear las condiciones y la justificación para algún golpe militar… los oficiales entrenados podrían entender que deseamos que ellos se hagan cargo de sus gobiernos e impongan reformas sociales y económicas; los cursos y entrenamientos sobre represión anti insurgente podrían hacerles creer que estamos en favor de regímenes totalitarios… lo cual generalmente no es nuestra intención”. El secretario de Estado, Robert McNamara, no está de acuerdo y declara que la exposición de los militares latinoamericanos a los valores estadounidenses los hará apreciar una forma de pensamiento democrático.[7]

Pero los oficiales que vuelven de la Superpotencia a sus países, como lo teme el embajador de Venezuela José Antonio Mayobre, vuelven no sólo adoctrinados y con nuevos conocimientos sobre “control de masas” sino, sobre todo, con un fuerte sentimiento de superioridad moral e intelectual. Como sea, el plan sigue adelante. Según otro memorando secreto del Departamento de Estado al presidente, fechado el 29 de junio de 1962, los oficiales de policía de Argentina seleccionados serán instruidos en “técnicas de vigilancia, de recolección de información, de interrogación, de manejo de redadas, razias, protestas y de control de masas”. Continuando con la idea de Kennedy de prevenir cualquier “revolución inevitable” de la clase media y de la clase trabajadora, la Escuela de las Américas se establece como centro para la preparación de miles de oficiales latinoamericanos en técnicas de represión de protestas y de movimientos populares contrainsurgentes.[8]

En apenas un año, Washington reconocerá de forma casi automática tres nuevas dictaduras, producto de cuatro nuevos golpes de Estado en Argentina y Perú en 1962, y en Guatemala, Ecuador y Honduras en 1963, aparte de lanzar una operación encubierta contra el primer ministro electo de Guyana, Cheddi Jagan, graduado en Estados Unidos pero demasiado progresista para el gusto de Washington. En Honduras, los militares golpistas portarán rifles “Made in USA” y serán acompañados por militares con el uniforme de Estados Unidos, al tiempo que su embajador negará cualquier responsabilidad política, excusándose en el argumento de que de todas formas el golpe se hubiese realizado con o sin participación de militares estadounidenses.

Para finales de esta década, Washington habrá apoyado 16 golpes de Estado liderados por oficiales graduados de sus academias militares. Aparte de los cientos de misiones militares enviadas a América latina para educar a los ejércitos nacionales, medio millar de oficiales latinoamericanos serán preparados en Fort Gulik, Panamá. En 1966, los investigadores Willard Barber y Neale Ronning observarán que en estos cursos se cubren “todos los aspectos de la contrainsurgencia: técnicas militares, paramilitares, políticas, sociológicas y psicológicas”.

Para 1967, con este objetivo de entrenamiento y educación política, Washington tenía casi diez mil oficiales y agentes, civiles y militares, distribuidos por toda América latina con la excepción de México y Haití. Un año después, el Departamento de Defensa enviará otro memorándum al presidente: “El hecho de que hoy por hoy en América latina no hay ninguna misión militar relevante aparte de la nuestra, es una prueba del éxito de Estados Unidos para establecerse como la influencia predominante en esa región… El hecho de que las fuerzas armadas latinoamericanas son las instituciones menos antiamericanas del continente es otro indicio de nuestra influencia… La adopción de la doctrina estadounidense, las tácticas, los métodos de entrenamiento, su organización y las armas que usan son el resultado directo de la presencia, el predominio y la influencia Estados Unidos”.

Como lo informará el New York Times del 22 de diciembre de 1968, desde 1950 Estados Unidos ha entrenado a 21.000 oficiales latinoamericanos en territorio estadounidense y 25.000 más en el Canal de Panamá. En una abrumadora proporción, los graduados de esa escuela, conocida como “La escuela de los dictadores”, participarán en una docena de regímenes de corte fascista y alineados a la voluntad de Washington. Sólo en dos casos, más bien excepcionales, como en Perú con el general Juan Velasco Alvarado y en Panamá con el general Omar Torrijos, los golpistas tomarán caminos no alineados e impulsarán políticas de nacionalización de recursos o de reformas sociales consideradas progresistas o de izquierda. Para cuando se consuma el largamente planeado golpe de Estado contra Allende en Chile y la imposición del experimento neoliberal, casi doscientos oficiales graduados en la Escuela de las Américas ocuparán cargos de relevancia en el gobierno, al igual que en otras dictaduras del continente.

En los años setenta, el presupuesto de Washington para el entrenamiento técnico e ideológico de los militares latinoamericanos ascenderá a 500 millones (3.000 millones al valor de 2020).[9] En estas academias no solo aprenderán a manejar armas, estrategias y técnicas de tortura y represión sino algo mil veces más letal y efectivo: aprenderán literatura política (ficción realista, por género), de la misma forma que los medios de prensa dominantes en el continente repetirán versos y cuentos plantados por la CIA y por las Embajadas, las que luego el pueblo y sus políticos consumirán como folklore propio. No habrá Plan Marshall para América latina porque un pueblo inmaduro no debe recibir asistencia pública sino privada, para que aprenda las reglas. Cuando se aprueben fondos para el desarrollo, serán para infraestructura que, como en el siglo anterior se trazaron los hermosos bulevares de París para introducir fuerzas armadas contra las revueltas, en las repúblicas infantiles del sur será para aplastar las revoluciones armadas y las protestas pacíficas con más facilidad.

Cuando en 2004 el presidente de Haití, el cura Jean-Bertrand Aristide (sospechoso de ser demasiado amable con los pobres y derrocado en un golpe de Estado organizado por la CIA en 1991) decida desmantelar el ejército haitiano, como lo hiciera Costa Rica en 1948 y Bolivia en 1952, será derrocado por un nuevo golpe de Estado—organizado y apoyado por Washington, está de más decir.


[1] Aparte de una clase media y trabajadora mucho más culta y educada en América latina que en Estados Unidos, otro de los frentes de la democratización de las sociedades latinoamericanas estuvo y continúa estando en sus universidades. Las universidades de Estados Unidos, por su sistema y funcionamiento se asemejan a la estructura de El Vaticano; no pueden competir en el alto grado de democracia alcanzado por sus pares del sur.

[2] No por casualidad, la diversidad ideológica del ejército estadounidense es mucho mayor que la de los ejércitos latinoamericanos. Entre los más feroces críticos y activistas opositores a las guerras de Washington se suelen encontrar veteranos de las mismas guerras imperialistas en las que participaron. En las elecciones de 2016, los militares donarán más al candidato Donald Trump que a Hilary Clinton. En las elecciones de 2020, el candidato socialista Bernie Sanders recibirá más donaciones de los soldados que el presidente Trump y el doble que el candidato demócrata Joe Biden. Con escasas excepciones, un militar latinoamericano está uniformado por dentro y por fuera.

[3] Morse también luchará contra el macartismo, por los Derechos Civiles en los 60 y se opondrá a la Guerra de Vietnam, por lo que será conocido como El Enojado o El Tigre del Congreso.

[4] Casi 600 millones de dólares anuales en valor de 2020. La cifra real continuará creciendo, sin contar la destinada a las operaciones secretas, como las de la CIA ni los recursos empleados para la educación de oficiales y expertos en represión en distintas instituciones militares estadounidenses.

[5] Entre 1789 y 1947, antes de la creación del Pentágono y su nuevo bautismo como “Departamento de Defensa”, el mismo organismo se llamaba “Departamento de Guerra”. Luego dicen que las palabras sólo les importa a los inútiles poetas.

[6] Estos manuales proceden de los años 50 y son permanentemente actualizados en detalles técnicos, pero sin cambiar la filosofía que los motiva: la manipulación de nuestros aliados para el control de los otros (los pueblos rebeldes) que no nos sirven.

[7] McNamara se ocupa de varios frentes. En Vietnam multiplica por cien los efectivos estadounidenses para el entrenamiento de los soldados locales, los que aumentará hasta medio millón en 1968. Más millones, de dólares y de muertos, no resultarán en una victoria, excepto en las películas de Hollywood y en la imaginación popular. De 1968 a 1981 será el presidente del Banco Mundial, desde donde distribuirá créditos a los países pobres que controlen el crecimiento de su población.

[8] Esta academia militar para países extranjeros había sido fundada en 1942 como “Centro de Entrenamiento Latino Americano”, renombrada en 1946 como U.S. Army Caribbean School, en 1963 como School of the Americas y en 2002 como Western Hemisphere Institute for Security Cooperation. Tantos escándalos y cambios de nombres no pudieron ocultar el hecho de que fue una universidad del terror, de cuyas aulas salieron múltiples dictadores, represores, genocidas de alto rango y hasta narcotraficantes.

[9] Según la investigación del profesor Edwin Lieuwen de la Universidad de Nuevo México, para los años setenta, Washington proveerá más del 50 por ciento del presupuesto de los ejércitos latinoamericanos. En los casos de pequeños países, más del 90 por ciento.

jorge majfud, La frontera salvaje: 200 años de fanatismo anglosajón en América latina (2021) https://www.amazon.com/frontera-salvaje-fanatismo-anglosaj%C3%B3n-Am%C3%A9rica/dp/1737171031/ref=tmm_pap_swatch_0

El mismo fuego (libro)

Nueva reedición de la novela El mismo fuego, publciada por Cuatro Lunas de Madrid. Estaremos a finales del próximo mes presentando esa en Madrid y otro libro en Valencia, publicado por la editorial PUV de la Universidad de Valencia.

https://editorialcuatrolunas.com/libros/narrativa/el-mismo-fuego/?add-to-cart=3377

Educación para una esclavitud más eficiente

Mi abuelo era un granjero que no leía libros, pero (como la mayoría de su generación) estimaba la educación como el principal instrumento de liberación. Igual, la generación que lo siguió. Mis padres, aparte de comerciantes y obreros, eran docentes de secundaria y de la Escuela Industrial. Entre sus trofeos contaban haber tenido de alumnos a artistas ahora clásicos en Uruguay, como Eduardo Darnauchans y Eduardo Larbanois.

Mi padre y su suegro mantuvieron un diálogo intenso, sobre todo por teléfono, ya que vivían en extremos opuestos del Uruguay, aún dos décadas después de la muerte de mi madre y hasta la muerte de mi abuelo. Más allá de sus diferencias ideológicas (mi abuelo socialista, mi padre capitalista), ambos coincidían en ciertos valores básicos. Rasgo de tolerancia que es más pronunciado en Uruguay que en otros países del hemisferio y que, en gran medida, procede de la cultura de la Ilustración promovida desde el siglo XIX por la educación gratuita de J.P. Varela y J. Batlle y Ordóñez.

Ambos eran consumidores de noticias de la prensa, pero casi nunca leían libros. Aun así, el respeto por la educación ilustrada era incuestionable. Mi padre, como carpintero, cambiaba deudas por libros.

―¿Por qué libros ―le decía yo de niño― si nunca los lees?

―No importa ―decía él―. Los libros no le hacen mal a nadie y, tarde o temprano, le servirán a alguien.

En su pequeña biblioteca dominaban Shakespeare, las enciclopedias y los libros técnicos, algunos de los cuales eran soviéticos traducidos al español. Cuando los soldados rompieron el cielorraso de mi habitación buscando “material subversivo” de mi abuelo, no se les ocurrió tomarse la molestia de abrir un libro de la biblioteca.

Las dictaduras fascistas del continente impusieron la idea de que los libros podían ser peligrosos. No sólo los quemaban, sino que desaparecían a sus lectores. Esta idea, en realidad había sido inoculada por la CIA (entre las operaciones más conocidas estuvo Mockingbird), aplicando las teorías del marxista Antonio Gramsci, mientras se culpaba a los gramscianos de “lavar el cerebro” de la gente culta. Gramsci había hecho un diagnóstico de la realidad, de la misma forma que la lucha de clases era, antes que una prescripción, un diagnóstico histórico y social de Marx. De hecho, hay que ser ciego para no verlo en la actualidad.

Se le atribuye al nazi Göring la fase: “cuando oigo la palabra cultura, saco mi revolver”. A principios de los 60, recuerda el premio Nobel Cesar Milstein, un ministro del gobierno militar decía que en la Argentina las cosas no se iban a arreglar hasta que no se expulsaran a dos millones de intelectuales. Cuando, en la década de los sesenta se expulsó a Milstein y a todo un grupo de intelectuales, la Argentina se encontraba a la par de Australia y Canadá. El fascismo, siempre tan torpe con las ideas, atribuyó el subdesarrollo de América latina al hecho de que los pobres leían Las venas abiertas de América latina de Galeano. Galeano dedicó su vida a criticar a los poderosos; los poderosos nunca se defendieron, porque otros dedicaron sus vidas a criticar a Galeano.

El neofascismo actual es una simple expresión del orden neofeudal de la economía mundial y de las frustraciones de los imperios en decadencia, como hace cien años. Pero sus estrategias se han actualizado: ya no se queman libros ni se secuestran escritores, como durante la Alemania nazi o el Chile de Pinochet. Ahora se los presenta como inútiles o irrelevantes―cuando no se los prohíbe por ley, como en Estados Unidos.

Los influencers han multiplicado la ilusión de la libertad atomizada de los entrepreneurs que, por cien o por mil dólares (sin aporte a la jubilación, sin derecho a vacaciones, salud o educación) humillan a un mendigo por unos cientos de likes.

El otro látigo golpea contra las universidades y las escuelas públicas, que la familia Bush comenzó a privatizar en los 80s con su modelo de escuelas charter. Como siempre, la genialidad fue vampirizar dinero de los odiados Estados para desfinanciar la educación pública y presentar a la privada como solución.

Desde entonces, el odio y el desprecio por las universidades, paradójicamente surgido contra el sistema universitario más prestigioso del mundo, agregó una nueva estrategia. Escritores como Andrés Oppenheimer la resumieron en el cliché “Necesitamos más ingenieros y menso filósofos”. ¿Por qué no “necesitamos más ingenieros y menos exitosos hombres de negocios, lobbies y sectas financieras”?

Mi primer título universitario fue el de arquitecto. Por el sistema de educación de Uruguay, pude dedicarme varios años al cálculo de estructuras de hormigón armado y un tiempo menor a ser profesor de matemáticas de bachillerato. Podemos estar de acuerdo en que Estados Unidos, Europa o América Latina necesitan más ingenieros, pero ¿desde cuándo la ingeniería y la filosofía son incompatibles? ¿Por qué un ingeniero no puede ser un filósofo y viceversa?

El centro del problema se llama educación, no entrenamiento secuestrado por los intereses ideológicos de los dueños del mundo. El ataque a las humanidades, a la filosofía, a las artes no procede ni de los científicos ni de los ingenieros con una cultura amplia; procede de los “exitosos hombres de negocios” que son siempre hombres y siempre exitosos porque logran secuestrar a los Estados que odian.

Esta ideología utilitaria tiene, como objetivo no declarado, confirmar y controlar esclavos asalariados. Exactamente lo mismo sermoneaban y practicaban los esclavistas del siglo XIX en nombre de la libertad: los esclavos debían especializarse en una actividad única, productiva, útil, que agradase a Dios, por su propio bien y por el bien de su país. Cada vez que un esclavo aprendía a leer, se lo castigaba. Si escribía sus memorias, como fue el caso de Juan Manzano, eran torturados. Si el esclavo prosperaba se lo aplaudía. Si dedicaba su tiempo libre a alguna forma de educación inútil, liberadora, humanista, se lo demonizaba. Por eso, muchos esclavos eran firmes defensores del sistema esclavista y perseguían a aquellos hombres libres que se atrevían a cuestionar los significados de libertad que procedía de todo un sistema. Los amos ni siquiera se molestaban en moralizar, porque siempre tenían adulones profesionales que lo hacían mejor.

Hemos vuelto a ese momento. En Uruguay, el ataque a la educación ilustrada y liberadora tiene sus promotores. También sus defensores, como mi amigo Pablo Romero García, uno de los expertos más informados sobre educación, pero con el pecado de ser profesor de filosofía. Encomenderos como el presidente Milei en Argentina y su horda de bárbaros antiilustrados han atacado las universidades públicas (independientes del capital nobiliario) desde el primer día. Como no tienen ideas, se dedican a copiar lo que en Estados Unidos ya comienza a ser viejo y a crear demonios para presentarse como santos salvadores―como en la Edad Media.

Mientras, en Estados Unidos, los capitalistas libertarios continúan culpando de todos sus males al socialismo (surgido de las universidades) y promueven la anti-Ilustración, el utilitarismo esclavista como solución final. La solución de la barbarie y la esclavitud―siempre en nombre de la libertad, claro.

Jorge Majfud, 11 de enero 2025.

https://www.pagina12.com.ar/796418-educacion-para-una-esclavitud-mas-eficiente

https://www.amazon.com/s?i=stripbooks&rh=p_27%3AJorge%2BMajfud&s=relevancerank&text=Jorge+Majfud&ref=dp_byline_sr_book_2

https://actualidad.rt.com/programas/zoom_plus/523007-elon-musk-enigma-descubierto

https://archive.org/details/rt-majfud-elon-musk

El Cuarto y Quinto poder del Poder

A pocas millas de donde pierdo mi vida tratando de entender el absurdo de nuestra especie humana, Donald Trump ha vuelto a acusar a México de abusar de “la bondad de Estados Unidos” y a China de “abusar del canal de Panamá”. Como en el siglo XIX, el presidente también quiere Canadá como un estado, pero de forma más amable. Al fin y al cabo, sus habitantes pertenecen a una raza superior.

El abuso de China sobre el Canal de Panamá se refiere a que está haciendo demasiados negocios con Occidente y, peor aún, con América Latina, nuestro Patio trasero, nuestras repúblicas bananeras donde la gente habla “el idioma de las limpiadoras”. Como dijo el presidente Ulysses Grant en 1873 y lo practicaron siempre los británicos, “cuando hayamos obtenido todo lo que puede ofrecer del proteccionismo, también adoptaremos el libre comercio”―solo que ahora a la inversa.

Claro que más importante que la flexibilidad ideológica del capitalismo es su flexibilidad moral. Los imperios siempre se presentaron como víctimas o con algún derecho divino. Cuando en 1832 Andrew Jackson, en su discurso en el Congreso, justificó la remoción de los pueblos nativos de sus propias tierras, proclamó: “nos agredieron sin que nosotros los provocásemos”. Tuvimos que defendernos. Desde 1763 hasta hoy, la tradición ha sido forzar a los nativos a firmar tratados que luego serían violados por los dueños del cañón cada vez que los tratados limitaban las oportunidades de hacer buenos negocios despojando a “las razas inferiores”. Lo mismo ocurrió con el Tratado de Guadalupe de 1848, el que obligó a ceder la mitad de México a Estados Unidos por una limosna y nunca se cumplió en los acuerdos que protegían los derechos de los mexicanos que quedaron de este lado de la nueva frontera. Como el lamento de “La pesada carga del hombre blanco” acuñado por el poeta británico Rudyard Kipling y difundido por Teo Roosevelt sobre la humanidad de los invasores a tierras de “negros pacíficos”. Esa “perfecta raza estúpida”, según el mismo Roosevelt.

Ahora, ¿cuál es y ha sido siempre el rol de la gran prensa?

El 9 de enero de 2025, días después de rechazar un anuncio pago denunciando el genocidio en Gaza por usar la palabra “genocidio”, el New York Times publicó el artículo de opinión titulado: “Los historiadores condenan el “escolasticidio” de Israel. La pregunta es por qué.” La AHA, asociación de historiadores, había votado por mayoría abrumadora la condena del bombardeo y total erradicación de escuelas y universidades en Gaza, aparte del asesinato de sus profesores y estudiantes bajo toneladas de bombas, y el artículo destacado cuestionó las razones de la condena. Es más, acusó a los historiadores y a las universidades en general de estar politizadas. La desvergüenza moral e histórica se comenta sola.

Días antes, CNN, la cadena supuestamente anti-Trump, reflexionó sobre sus propuestas expansionistas: “Trump, a su manera, está lidiando con cuestiones de seguridad nacional que Estados Unidos debe afrontar en un mundo nuevo moldeado por el ascenso de China (…) Las reflexiones de Trump sobre la terminación del Tratado del Canal de Panamá muestran la preocupación por la invasión de potencias extranjeras en el hemisferio occidental. No se trata de una preocupación nueva: ha sido un tema constante en la historia, desde la Doctrina Monroe de 1823, cuando los colonialistas europeos eran la amenaza. El problema perduró durante los temores comunistas de la Guerra Fría. Los usurpadores de hoy son China, Rusia e Irán…

Invasión, amenaza, usurpadores… O se trata de una profunda ignorancia histórica o, más probablemente, del mismo periodismo hipócrita de siempre; funcional a la barbarie genocida y cleptómana del poder.

Para América Latina, los usurpadores, no en la retórica sino en la práctica, fueron siempre los Estados Unidos. Fue un periodista, John O’Sullivan, quien creó el mito del Destino Manifiesto para justificar el despojo y masacre de todos los pueblos al Oeste y al Sur, como siempre basados en el amor de Dios por una etnia humana en particular―por la etnia más violenta y genocida que conoce la historia moderna. En 1852, O’Sullivan escribió: “Este continente y sus islas adyacentes les pertenece a los blancos; los negros deben permanecer esclavos…”

Si salteamos tres mil intervenciones de Washington en los siguientes cincuenta años, podemos recordar que, según la lógica capitalista, el Canal de Panamá nunca fue de Estados Unidos como el Hudson Yards de Manhattan no le pertenece a Catar, ni el One World Trade Center ni el nuevo Waldorf Astoria en Nueva York o las mega urbanizaciones de Chicago y Los Angeles les pertenecen a China, por nombrar solo unos pocos ejemplos recientes.

Ahora, desde un punto moral y desde la ley Internacional, podríamos recordar que Theodore Roosevelt le robó Panamá a Colombia con una revolución financiada por Washington. El canal, comenzado por los franceses y terminado por Washington fue, de hecho, construido con la sangre de cientos de panameños que el histórico racismo olvidó, como olvidó la construcción de las vías de ferrocarriles por parte de inmigrantes chinos en la costa Oeste o de irlandeses en la costa Este, grupos que sufrieron la persecución y la muerte por pertenecer a “razas inferiores”.

Si Washington pagase una mínima compensación por todas sus invasiones a los países latinoamericanos desde el siglo XIX, por todas sus democracias destruidas, por todas las sangrientas dictaduras impuestas a fuerza de cañón, por la “política del dólar” o por los sabotajes de la CIA durante la Guerra Fría y más acá, no nos darían las reservas de oro del Tesoro para cubrir un porcentaje mínimo. Por no hablar de los crímenes imperiales, muchas veces en colaboración con los imperios europeos (los supuestos enemigos de la Doctrina Monroe) en Asia y África que no solo asesinaron a sus lideres independentistas como Patrice Lumumba sino que dejaron mares de muerte y destrucción, todo en nombre de una democracia y una libertad que nunca llegaron y que nunca les importaron a los señores imperiales del poder.

El sistema esclavista que le arrebató Texas, New Mexico, Colorado, Arizona, Nevada y California a México no desapareció con la Guerra Civil. Simplemente cambió de nombre (a veces, ni siquiera eso) para continuar haciendo lo mismo, como los bancos y las corporaciones esclavistas JP Morgan, Wells Fargo, Bank of America, Aetna, CSX Corporation, entre otros. En 1865 los esclavos de grilletes se convirtieron en esclavos asalariados (en muchos casos ni eso, ya que trabajaban por propinas, como lo siguen haciendo hoy las meseras). De la misma forma que durante la esclavitud, al sistema se lo siguió llamando democracia, mientras que sus constituciones (la de 1789 y la confederada de 1861) protegían la “libertad de expresión”.

Ahora, como lo formulamos en P = d.t, Occidente radicalizará la censura a los críticos por la simple razón de que su poder declina y su tolerancia también: desde la Grecia clásica, la libertad de expresión ha sido un lujo de los imperios que no se sienten amenazados por ninguna crítica, sino todo lo contrario: resulta una decoración a sus pretensiones de liberad y democracia.

Los medios dominantes tienen un pésimo récord de complicidad, siempre en nombre de la libertad. Cuando James Polk logró una excusa para invadir México y robarle más de la mitad de su territorio, lo hizo provocando un ataque de falsa bandera. “Es hora de expandir la libertad a otros territorios”, dijo Polk, refiriéndose al restablecimiento de esclavitud en un país que la había ilegalizado. Sus mismos soldados y generales en campaña, Ulyses Grant, Zachary Tylor y Winfield Scott reconocieron por escrito que no tenían ningún derecho a estar en territorio mexicano. El general Ethan Allen Hitchcock escribió en su diario: “A decir verdad, no tenemos ningún derecho de estar aquí. Más bien parece que el gobierno nos ha enviado con tan pocos hombres para provocar a los mexicanos y de esa forma tener un pretexto para una guerra que nos permita tomar California”.

La nueva prensa masiva de entonces, gracias al invento de la rotativa, fue el principal instrumento de propaganda y de fakes news que lanzó desde la borrachera de la cantinas a miles de voluntarios a invadir México y, como lo reportaron los generales estadounidenses, a matar, robar y “violar a las mujeres delante de sus propios hijos y esposos”. Al parecer, Estados Unidos no estaba enviando sus mejores hombres. Como buen representante de la paranoia imperial anglosajona, Trump fue celebrado cuando, al iniciar su campaña presidencial el 16 de junio de 2015, afirmó, contradiciendo todas las estadísticas del momento: “México no está enviando a los mejores. Está enviando gente que tiene muchos problemas… Son violadores sexuales”.

Cuando en 1846 Polk supo de un incidente menor en territorio mexicano, corrió al Congreso e informó: el invasor “ha derramado sangre estadounidense en territorio estadounidense”. John Quincy Adams lo acusó de haber provocado una excusa para la guerra contra un país que no estaba en condiciones materiales de defenderse. También Abraham Lincoln se opuso a esta guerra (que luego Ulysses Grant llamaría “la guerra perversa”) y tuvo que retirarse de la política por años, ya que nada más efectivo para silenciar la crítica y una falta moral que el patriotismo ciego.

Exactamente lo mismo ocurrió por los siguientes 150 años, como, por ejemplo, el mito inventado de El Maine de 1898 por parte de la prensa amarillista de Nueva York, dirigida por Joseph Pulitzer y por William Hearst, uno de los mogules de los medios y del cine del siglo XX. Hearst defendió a Hitler al tiempo que acusaba a F.D. Roosevelt de comunista. Por entonces, la prensa hegemónica presentó a Hitler como un patriota, como ahora presenta a Netanyahu como un enviado del Dios.

Lo mismo ocurrió con el general estadounidense más condecorado de su generación, Smedley Butler, cuando en 1933 se atrevió a publicar: “La bandera sigue al dólar y los soldados siguen a la bandera. Yo no volvería a la guerra para proteger las inversiones de los banqueros… Nuestras guerras han sido planeadas muy bien por el capitalismo nacionalista. He servido en la Marina por 33 años y, durante todo ese período, he pasado la mayor parte de mi tiempo siendo el músculo de Wall Street y de los grandes negocios… En pocas palabras, he sido un mafioso del capitalismo…

Cuando Butler comenzó a decir lo que pensaba, no se lo puso preso por delito de opinión, como fue el caso del candidato socialista Eugene Debs por oponerse a la Primera Guerra, sino que se echó mano a un recurso más común: se desacreditó al héroe militar como alguien con problemas psicológicos.

Lo mismo continuó ocurriendo por generaciones. Las bombas atómicas sobre Japón, el masivo bombardeo aéreo de Corea, la destrucción de democracias independentistas en África y América latina… Lyndon Johnson y Henry Kissinger invirtieron millones de dólares en la prensa para apoyar la guerra genocida de Vietnam con bombardeos masivos y armas químicas sobre la población civil. Para entonces, la Operación Mockingbird de la CIA ya había inoculado a todos los mayores diarios de América Latina con fake news y editoriales escritas en Miami y Nueva York. Lo mismo hizo con los grandes medios de Estados Unidos, con libros, películas, etc. La policía ideológica (la CIA, la NSA, el FBI) benefició a las grandes compañías, mientras dejaban cientos de miles de masacrados sólo en América Central, todo en nombre de la “seguridad nacional” que produjo una estratégica inseguridad.

Antes de lanzarse la masiva invasión a Irak de 2003, la que dejó un millón de muertos, millones de desplazados y casi todo Medio Oriente en caos, publicamos en los diarios de países marginales sobre la ilógica de la narrativa que la justificaba. Pero la gran prensa hegemónica logró convencer a los estadounidenses de que los tambores de guerra decían la verdad. El New York Times tomó posición a favor de la invasión como un acto patriótico y de “seguridad nacional”. En nombre del patriotismo, se censuró, por ley (Patriot Act) y por acoso social a todos los críticos. Los medios ni siquiera podían mostrar las imágenes de los soldados retornando en ataúdes. Mucho menos los cientos de miles de civiles iraquíes masacrados que nunca importaron en esta cobardía colectiva que solo dejó ganancias a los mismos superricos mercaderes de la muerte de siempre.

Años después, incluso cuando George W. Bush y su marioneta, el presidente español José María Aznar reconocieron que las razones para la invasión eran falsas, que Sadam Hussein no tenía armas de destrucción masiva, aportadas por Alemania y Estados Unidos en los 80s para atacar Irán, ni vínculos con Al Qaeda (como los talibán, hijos independizados de la CIA), la mayoría de los consumidores de Fox News continuaban creyendo en la mentira desmentida por sus propios perpetuadores. Al fin y al cabo, desde niños fueron entrenados para creer contra toda evidencia como si fuese un mérito divino.

En política, narrativa y realidad están más divorciados que en una novela de J. K. Rowling. Al mismo tiempo que los grandes medios se venden a sí mismos como independientes y salvaguardas de la democracia, ni son independientes ni son democráticos. Dependen no solo de un puñado de millonarios anunciantes; los miles de millones de dólares que las corporaciones y lunáticos como Elon Musk donan a los partidos políticos son el negocio perfecto: con cada dólar que arrojan a la masa, se compran, a un mismo tiempo, a los políticos en campaña y a los medios que los promueven. Los medios son parte de esa dictadura plutocrática y su trabajo (que no es diferente al de los sacerdotes que daban sermones en las iglesias y catedrales financiadas por los nobles) consiste en inventar una realidad contraria a los hechos, cómplice con el gran poder del dinero, del imperialismo y del racismo. Todo en nombre de la democracia, de la Ley internacional y de la diversidad.

Ahora, una pregunta por demás simple: ¿Piensan que este país necesita más adulones, o más críticos? Claro, todos responderán en favor de los críticos, pero en los hechos mudos la mayoría apoya lo contrario, sobre todo a través del descredito y de la demonización de los verdaderos críticos del poder―aquellos que no sólo en la academia sino hasta en la misma Biblia se apreciaba como profetas, no por anunciar el futuro sino por tener el coraje de decir lo que el pueblo no quería escuchar. Todos saben que si alguien quiere progresar en la escalera del éxito y del poder, por lejos paga mucho más la adulonería, por barata que sea, como es el caso del rabioso patriotismo de algunos inmigrantes al imperio de turno. No solo inmigrantes pobres, sino también orgullosos académicos serviles que acusan a los críticos de estar politizados o de victimizar a las víctimas del imperialismo.

Estamos en la misma situación del siglo XIX: expansión geopolítica y arrogancia racista. La diferencia es que, por entonces, Estados Unidos era un imperio en acenso y hoy está en descenso. Como lo demuestran los ejemplos europeos desde el español, el británico o el francés, a la larga, y pese a toda la muerte y el despojo ajeno, los imperios siempre han sido muy caros para sus ciudadanos, ya que no existen sin guerras permanentes. En sus apogeos siempre dejaron ganancias económicas, sobre todo para los de arriba. El problema es cuando se trata de un imperio en decadencia. Entonces, la arrogancia es una reacción natural, pero resulta carísima y solo puede acelerar su decadencia, miseria y conflictos, tanto dentro como fuera de sus fronteras.

Saber negociar en un mundo que no nos pertenece, hacer amigos en lugar de enemigos, es la estrategia más económica, más efectiva, más justa y más razonable. El problema es que liderar en paz siempre ha sido más difícil que liderar en una guerra, ese recurso de los mediocres que nunca falla, incluso cuando se arrastra a su propio país a la destrucción.

Cada año que pasa vamos confirmando la historia hacia el fascismo de los imperios decadentes de hace un siglo. Los primeros en caer (por la censura, el silencio, la prisión o la muerte) seremos los críticos. Cuando las cenizas no sean cosas de algún pobre e indefenso país en el otro lado del mundo, sino del corazón mismo del imperio, los sobrevivientes negarán tres veces haber sido partícipes de tanta arrogancia cobarde.

Como siempre, será demasiado tarde, porque si la Humanidad ha tenido la verdad y la justicia como valore supremos, rara vez los ha practicado como un compromiso inquebrantable. Lo normal ha sido lo contrario.

Jorge Majfud, 8 de enero 2025.

La izquiereda latinoamericana

La izquierda latinoamericana siempre fue más diversa que la derecha y se caracterizó en gran medida por si falta de unión. Tal vez esto se deba a que la derecha es el partido de los negocios y la acumulación de capitales y no se necesitan muchas ideas para algo tan simple. Recientemente el apoyo del PCV a las fuerzas de la derecha me recordó a una página de mi último libro que aún duerme en una editorial mexicana (esa tradicional siesta para la cual no tengo paciencia). Uno de los grupos más radicales de la izquierda armada en sus orígenes, “Bandera Roja” tiene un pasado muy curioso, pero consistente con lo que decía antes. Por supuesto que la CIA siempre realizó un intenso y persistente trabajo. Pego media página del libro referido, a publicarse este año:

Jorge majfud, julio 2024

Libertos, la universidad no es un supermercado

En 2024, gran parte de América Latina se encuentra en un escenario sociopolítico (no económico y menos militar) similar al que describimos sobre Estados Unidos en 2004. Nada extraño, si consideramos (1) su condición de neocolonia, asegurada por (2) su tradicional clase oligárquica, por (3) sus no menos tradicionales medios, con sus periodistas y sus intelectuales orgánicos; y (4) por el fanatismo de una parte significativa de su juventud, brutalizada por los medios fragmentadores de las redes sociales, todas plataformas en manos de los multibillonarios del Norte.

En Argentina y en otros países del Sur, las universidades públicas (y su autonomía) están bajo ataque, como otros servicios públicos, objeto de deseo del privatizador. El presidente Milei publicó que “La educación pública ha hecho muchísimo daño lavando el cerebro de la gente” y su vicepresidenta lo confirmó con una pregunta adulatoria: “¿Coincidís con las palabras del presidente Milei sobre el adoctrinamiento que se hace desde la educación pública?” Con complejo de hacendado citadino, el youtuber, ex peronistay diputado liberto Ramiro Marra llama vagos a los trabajadores que protestan en las calles, el mismo que meses antes recomendó vivir de los padres, porque nuestra existencia se debe a que ellos “estaban aburridos” y deben pagarlo con “financiamiento gratis”. La diputada Lilian Lemoine, luego de dedicarse al photoshop y a los videos pornos donde un hombre la obliga con una pistola a chuparse un control de videojuegos (“Siento el sabor de Mario en mi boca”) poco después le da lecciones sobre pedagogía a quienes llevan años enseñando, al tiempo que cuestiona si se les debe pagar a los docentes por “no hacer su trabajo”. Es la dictadura del lumpenado.

Ahora, envalentonados por la nueva inquisición, algunos jóvenes y adultos que no tuvieron suerte en el sistema académico han salido a acusar a la educación media y superior de adoctrinación, exigiendo un “equilibrio ideológico”, ese mismo equilibrio que no le exigen a las corporaciones que monopolizan el poder financiero, político, mediático y hasta teológico.

Desde hace generaciones, las estadísticas muestran que en Estados Unidos (como en casi todo el mundo), los profesores tienen ideas más de izquierda que el resto de la sociedad. Basta con mirar un mapa electoral para ver que esas islas de izquierdistas coinciden con los campus universitarios, rodeadas de mares de derechistas―cuando no neofascistas y miembros del KKK, como me tocó en Pensilvania.

Esta excepcionalidad siempre crispó el ánimo de los conservadores en el poder, quienes, derrotados por siglos en el mundo de las ideas, han reclamado siempre legislar para eliminar la libertad de cátedra. En 2004 escribíamos sobre las pretensiones de algunos legisladores de “equilibrar el currículum” de las universidades obligando a los profesores a enseñar la Teoría Creacionista junto con la Teoría de la Evolución. El poder hegemónico promueve la libertad de mercado porque nadie puede competir libremente con su poder financiero, pero como han sido desde siempre un fracaso académico e intelectual, se sienten mal con la libertad de cátedra. No aceptan la regulación del mercado, pero exigen la regulación de cátedra―y de la cultura en general. El argumento es que los profesores adoctrinan a la juventud, a una minoría de la juventud que ya tiene edad para beber alcohol, mirar pornografía y ser enviada a la guerra a matar y morir. Nada se dice de la adoctrinación de niños en edad preescolar enviados a los templos religiosos y a los templos mediáticos para una verdadera adoctrinación.

Los libertos ganan elecciones gritando libertad y gobiernan prohibiendo. En el siglo XIX, los esclavistas reconocían el derecho a la libertad de expresión, hasta que algunos comenzaron a escribir contra la esclavitud. A partir de entonces, comenzaron a prohibir libros, luego autores y, más tarde, los metieron en las cárceles de la democracia. Lo mismo comenzamos a vivir en Florida, Texas y otros estados hace unos años bajo gobiernos libertarios. Muy orgullosos de la libertad de expresión, hasta que los autores y las ideas inconvenientes comenzaron a ganar terreno en la población. Entonces las llaman adoctrinamiento.

Esta obscena asociación Jesús-Mamón y la doctrina de “los profesores adoctrinan a los estudiantes” se ha revitalizado en las colonias estratégicamente endeudadas. La comercialización de la vida concluye que un pensador es bueno si aumenta el ingreso monetario del lector. Si no, son empobrecedores. Pobreza y riqueza sólo se refieren a su valor de cambio. Este fanatismo y su necesaria infantilización de la sociedad están llegando a las universidades, uno de los últimos reductos donde el poder mercantilista no tenía el monopolio. Todo en nombre de la diversidad ideológica y del derecho de los estudiantes a afirmar que la Tierra es plana.

Cada vez más se confunde una universidad con un supermercado, donde el poder terraplanista del lumpenado no entra para ser desafiado en sus convicciones, sino para comprar lo que quiere y exigir satisfacción por su dinero. Así han convertido a los ciudadanos en consumidores y a los estudiantes en clientes. De ahí la necesidad de privatizar la educación para convertirla en reductos de libertad―del poder para adoctrinar más esclavos. Esta es una tradición que se remonta hasta Sócrates, quien fue ejecutado por la democracia ateniense acusado ser ateo, antidemocrático, y de lavar el cerebro de los jóvenes enseñándoles a cuestionar las verdades establecidas.

Por su parte, la izquierda, que siempre fue combativa desde sus pocas trincheras disponibles, se ha vuelto políticamente correcta, insoportablemente tímida, virginal, invirtiendo toda su sensibilidad en la micropolítica de las identidades. Mientras, los más viscerales fanáticos de derecha (recursos del incontestable poder financiero del Norte) continúan ganando elecciones.  Los pueblos han sido desmovilizados y convertidos en consumidores. Han sido fragmentados para que consuman más. Las familias extendidas sólo compraban un televisor, no tres o cuatro (y hablan entre ellos), por lo que la fragmentación y la alienación de las relaciones sociales fue un recurso conveniente del capitalismo consumista. Divide, gobernarás y ellos consumirán más.

El orgullo de la elocuencia vacía acaparó los medios, luego la política, y ahora van por las universidades. Tienen muchas posibilidades de destruirlas, como los godos y vándalos destruyeron civilizaciones mucho más avanzadas. Lo peor que podemos hacer, como académicos, como activistas o como políticos es responderles con timidez; confundir la lucha de clases de la izquierda con el odio de clases de la derecha.

Desde hace siglos, los conservadores (hoy libertos) se quejan de que no están bien representados en las universidades. Se insultan y no lo ven. La solución es simple: pónganse a estudiar, carajo. Pero no; están demasiado ocupados pensando cómo van a hacer mucho dinero para convertirse en jefes y luego quejarse de que las universidades están infiltradas y no los representan. Claro que si alguien ama el dinero no va a ser tan tonto como para dedicar una vida a estudiar y hacer investigaciones por las cuales recibirá poco o ningún dinero. Es más fácil convertirse en un entrepreneur y expropiar los pocos éxitos de esos largos años de investigación gratuita, llena de fracasos, realizadas por “fracasados con el cerebro lavado”.

jorge majfud, marzo 2024

Día del trabajador

En Estados Unidos se inventó el impersonal Labor Day (Día del Trabajo) como forma de olvidar el 1 de mayo de Chicago, el cual es recordado en el resto del mundo como el Día de los Trabajadores.

En los últimos tiempos, no pocos grupos conservadores en América Latina comenzaron a saludar el 1 de mayo como el “Día del trabajador”. Este detalle ha pasado inadvertido, pero no es un detalle mínimo y mucho menos inocente.

El singular desmoviliza, aleja el peligro de la palabra trabajadores en plural, que suena tan temeraria, tan roja.

Este peligro fue resuelto a partir de la Gran Depresión por Hollywood, Disney y el resto de la Industria cultural con una cuidadosa limpieza semiótica al extremo de que en las inocentes historietas para niños, en las aventuras para jóvenes y hasta en las películas para adultos casi no quedó alguno de esos seres indeseables sino confiables ricos y famosos. Aparte de los pobres buenos de siempre que consideran orgía cualquier cosa que sea dicha en plural.

jorge majfud, mayo 2023

Índice de La frontera salvaje: 200 años de fanatismo anglosajón en América latina

La frontera salvaje. 200 años de fanatismo anglosajón en América latina

«La frontera salvaje es un libro monumental». Frederico Füllgraf
«Simplemente, poderoso». Noam Chosmky
«La frontera salvaje es un libro escrito con coraje y deslumbrante lucidez. De lo mejor que he leído en mi vida«. Víctor Hugo Morales
«A los cincuenta años de la publicación de Para leer al Pato Donald, me alegra leer un libro como La frontera salvaje que explora detalladamente las formas menos sutiles en que Estados Unidos, durante doscientos años, ha buscado influir y torcer el destino de nuestra América Latina«. Ariel Dorfman

The book La frontera salvaje by Jorge Majfud explores the history of the expansion of the Thirteen Colonies over indigenous nations and Latin America, shedding light on the imperialism of the United States over the past two hundred years. The author delves into the deep-seated issues of racism, religious fanaticism, and economic interests that have shaped US interventionism in the region and beyond. By tracing the roots of these actions, the book not only explains the past but also predicts the future actions of the world’s most powerful economic and military force. Through a critical analysis of historical events and contemporary narratives, the book reveals the underlying logic behind US wars, expansionism, and interventionist practices. It serves as a powerful critique of US imperialism and sheds light on the ongoing impact of past actions on present and future global relations.

Índice

Justificación. 15

Introducción. 17

Por tierra

1820-1880

1822. El sueño americano. 45

1823. Carta de Alabama, Señor 48

1824. Con sus negros y otras propiedades. 49

1825. Los esclavistas se preocupan por la libertad de conciencia. 50

1826. Todos los hombres nacen iguales. 52

1826. ¿Dónde está el derecho, la ley y el orden?. 53

1826. La libertad de unos para esclavizar a otros. 55

1827. La esclavitud, una razón humanitaria. 56

1830. Pobres doncellas, blancas e indefensas. 57

1835. Nos atacaron primero. 58

1836. Al fin, libres del yugo mexicano. 60

1837. En realidad, fuimos atacados primero. 62

1837. Si no estás de acuerdo, vete a otro país. 65

1844. La esclavitud es la base de la paz y el progreso. 67

1844. Fundación del partido xenófobo No sé nada. 70

1844. Cambia el lenguaje y cambiarás el mundo. 71

1845. Conflicto de hombres, la misma historia. 74

1845. Que nuestra diplomacia fracase de la mejor forma posible. 75

1845. Siempre habrá patriotas dispuestos a repeler a los invadidos. 77

1845. Destino manifiesto. 79

1845. No es por avaricia sino por la felicidad de otras naciones. 80

1846. Por fin fuimos atacados. 83

1846. Dios nos ha dado esta tierra. 85

1846. La guerra política y la guerra cultural 88

1846. Los que llegan son criminales, son violadores. 92

1847. Nuestro país siempre tiene razón. 94

1847. El sueño de un revólver super potente. 96

1847. Pobres mexicanos, no quieren saber nada de la guerra. 97

1847. Como contra los indios, esta también es una guerra justa. 99

1848. Washington, descubrimos oro en California. 100

1848. ¿Por qué no tomar todo México?. 104

1848. El nuestro es el gobierno de la raza blanca y libre. 106

1852. El principio de la nueva política internacional 112

1853. Mil Murietas, un solo Zorro. 114

1854. Dios depositó nuestros recursos naturales en otros países. 117

1854. Fuimos ofendidos por un pescador 119

1855. William Walker se nombra presidente de Nicaragua. 121

1858. Quiero expandir la bendición de la esclavitud al mundo. 124

1861. Las excepciones justifican la regla. 125

1862. Cinco de mayo. 127

1862. La primera frontera continúa molestando. 129

1876. La invasión pacífica. 131

1877. El gobierno de las corporaciones y para las corporaciones. 135

1886. Los trabajadores son peligrosos para la libertad. 136

Por mar

1880-1950

1883. Quien domine los mares dominará el mundo. 139

1890. Una masacre con mucha consideración y justicia. 141

1891. Curso acelerado de racismo. 145

1893. La democracia, instrumento de dominio de la raza blanca. 148

1895. La prensa carroña es bautizada Amarilla. 151

1898. Nos atacan otra vez. Nunca olvidaremos al Maine. 153

1898. Los liberados no participan en los tratados de liberación. 158

1898. Los incapaces de gobierno no se dejan gobernar 162

1898. Militarismo y darwinismo de Dios. 164

1899. La pesada carga del Hombre blanco. 165

1899. Fuimos atacados, esta vez por negros pacíficos. 167

1899. Quema esas cartas. 169

1899. Las razas inferiores mueren más fácilmente. 170

1900. Dios nos ha elegido para regenerar el mundo. 171

1900. No más negros, please. 173

1900. Incapaces de entender la libertad anglosajona. 177

1901. El imperialismo es cosa de machos. 180

1901. La constitución no sigue a la bandera. 181

1902. La frontera con México desaparece. 184

1902. No, hasta que la raza mejore. 184

1903. Aunque no es lo que queremos, debemos intervenir 188

1903. Dadme los pobres (blancos) del mundo. 192

1909. Todo será nuestro porque nuestra raza es superior 194

1909. Elimina ese capitalista independiente. 195

1911. La revolución de Sam Banana. 197

1912. Los Angeles Mining Company. 201

1914. Sí, hemos sido ofendidos otra vez. 201

1914. Les voy a enseñar a elegir gobiernos decentes. 206

1915. El derecho al linchamiento. 207

1915. Rebeldes crucificados, héroes condecorados. 210

1916. Se suponía que estábamos luchando por la democracia. 213

1916. Hitler no tenía ideas radicales. 216

1921. Ensayo de bombardeo contra una raza inferior 219

1921. Corrupción latina. 221

1924. Make America Great Again. 223

1926. El rey blanco de los zombis negros. 224

1927. El primer bombardeo aéreo de la historia militar 227

1928. Otro Ejército Patriota and Company. 231

1931. Deportados de su propio país, otra vez. 232

1932. Otra matanza de radicales. 235

1933. El buen vecino del patio de atrás. 237

1933. Otro servidor se jubila en Miami 241

1933. La bandera sigue al dólar y los soldados siguen a la bandera. 243

1937. Cuando los de abajo se odian. 246

1942. Trabajadores, esos seres tan horribles. 248

1943. La vieja ofensa de vestirse diferente. 250

1945. Nuevos valores, los mismos intereses. 251

1945. Dios envía al embajador Braden a la Argentina. 255

1945. El color de los huesos. 259

1948. Sífilis y gonorrea gratis. 261

1948. No más ejércitos, no más dictaduras. 263

Por aire

1950-2020

1949. El diablo en los detalles. 267

1950. La homosexualidad es comunismo. 269

1953. La opinión pública es un producto de consumo. 271

1954. Quien no sabe engañar no sabe gobernar 281

1954. Nuestra principal arma no escupe balas sino palabras. 285

1956. El largo brazo de los generalísimos. 290

1957. Redistribución de la riqueza en Haití 291

1957. Bombardear ciudades no es un crimen. 293

1958. La democracia no les hace bien a los pueblos inmaduros. 295

1959. El agente de la CIA que admiraba al Che Guevara. 302

1959. Fidel Castro visita la Casa Blanca. 303

1959. El camarada yanqui 306

1959. La integración racial es comunismo. 307

1960. El sueño de controlar la mente (ajena) 310

1960. Peter Pan: otro rumor casi perfecto. 315

1960. Terroristas amigos. 317

1961. Cuba no será otra Guatemala. 322

1963. A presidente arrepentido, presidente depuesto. 326

1962. La verdadera función de los ejércitos latinoamericanos. 330

1963. Las inversiones continúan dando resultados. 339

1964. Negros, indios y pobres no deben portar armas. 341

1964. Num país tropical 345

1964. Si el golpe blando funciona, mucho mejor 351

1964. OEA, todos para uno y uno para todos. 354

1965. El marine rebelde. 357

1965. Cambio de estrategia. 358

1965. La academia infiltrada. 362

1966. Mentes cortas, bastones largos. 366

1967. Apunta bien; solo vas a matar un hombre. 373

1968. Pero no podrás matar el mito. 375

1969. No se permiten rubios aquí 377

1970. Nixon decide que los chilenos votaron mal 378

1971. El peligro de una Asamblea popular en Bolivia. 385

1971. 638 intentos de asesinar a un desalineado. 388

1971. Vas a encontrar más comunistas en Texas. 389

1972. Machetes y motosierras por la libertad. 396

1973. Papá, ¿por qué los grandes medios son de derecha?. 399

1973. Si no es por las buenas, será por las malas. 403

1973. Los yanquis también desaparecen. 409

1975. La ideología sin ideología. 412

1976: Escritores, libros, editoriales, reseñas mercenarias. 417

1976. Los cubanos de Miami llevan el plan Cóndor a Washington. 424

1976. Un par de borrachos charlatanes. 427

1977. Dios está ocupado con otros asuntos. 429

1977. Los Derechos Humanos descubren a Jimmy Carter 434

1977. Bulbocapnina, pentathol, desoxyn y la libertad. 438

1979. Mentir es nuestra profesión. 440

1980. Los arios de Bolivia. 442

1980. Ecuador es integrado al terrorismo del Plan Condor 445

1981. El enemigo es numeroso y está armado con niños y mujeres. 447

1982. Si no puedes pescar el pez, seca el mar 451

1983. El heroico Día D en Granada. 459

1985. Contras, el equivalente moral de los Padres fundadores. 463

1985. ¿Qué hace uno con un perro rabioso?. 468

1986. No son comunistas, pero son negros. 471

1987. Las maras vienen del norte. 475

1989. El Caracazo, otra masacre irrelevante. 478

1989. La guerra contra las drogas. 482

1989. Señor Noriega, está usted despedido. 486

1989. Se tomaron demasiado en serio eso de Jesús. 490

1990. Las elecciones son legítimas cuando ganamos nosotros. 492

1992. ¿Noriega? No lo conozco. 494

1994. NAFTA y el Efecto Tequila. 496

1995. Castra más mujeres pobres y reducirás la pobreza. 501

1996. Pies secos, pies mojados. 503

1998. Matar es una obligación para cualquier cristiano. 508

1998. Los ganadores se sienten inseguros. 512

2002. La mitad de las riquezas del país están en esta sala. 515

2002. El golpe de un respetado hombre de negocios. 517

2004. Again, los negros no saben gobernarse. 523

2007. Terroristas por la libertad. 531

2007. Chiquita bananas, grandota injusticia. 533

2007. Un debate para la arqueología política. 537

2009. En Cuba se tortura y se violan los Derechos Humanos. 541

2009. Señor presidente ¿por qué no obedece usted las órdenes?. 544

2010. Nuestras leyes no te protegen de nosotros. 551

2010. Washington se preocupa por los indígenas. 554

2011. Fútbol rebelde. 556

2014. Dejen que los niños vengan a mí 557

2015. El imperialismo y la opresión nunca existieron. 565

2016. La creatividad de los golpistas. 566

2017. Narcoestado, el de los otros. 570

2018. Corruptos contra la corrupción. 578

2018. Los pobres nos quieren invadir de nuevo. 581

2019. Otra fortaleza sitiada. 584

2019. Nicaragua, otro desalineado. 595

2019. Nosotros mentimos, engañamos y robamos. 599

2019. Invasores de esos países de mierda. 601

2020. Nota final: No son servicios de espionaje, son gobiernos paralelos. 617

2019. Fuera indios de Bolivia. 606

Fuentes. 621

Índice temático. 629

https://www.barnesandnoble.com/w/la-frontera-salvaje-jorge-majfud/1139378646?ean=9781737171003

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Think-Lab: www.youtube.com/@think-lab

https://750.am/2021/07/22/las-ideas-de-rutherford-hayes-sobre-la-desigualdad-el-editorial-de-victor-hugo-morales/

No son servicios de espionaje, son gobiernos paralelos*

Los documentos clasificados que registran las acciones secretas y los crímenes no tan secretos de cada gobierno suelen ser desclasificados luego de muchos años, cuando la verdad ya no es peligrosa y sólo les importa a los historiadores. En Estados Unidos los investigadores suelen usar la ley FOIA para exigir la desclasificación de algunos documentos que, se entiende, son relevantes para la verdad histórica. Sin embargo, es necesaria una fuerte dosis de ingenuidad para creer que toda la verdad de los servicios secretos de las grandes potencias y que todos los registros de sus acciones algún día saldrán a la luz.

Ejemplos para el pesimismo sobran. Bastaría recordar un par de casos mencionados en este libro, como el proyecto Mk-Ultra de la CIA que, con el objetivo de controlar la mente humana de forma más inmediata, se experimentó con potentes drogas sin autorización de las víctimas. Cuando esta operación fue descubierta en los años 70, el presidente Nixon y el director de la CIA, Richard Helms, acordaron destruir todos los archivos que mencionaban al diabólico proyecto. Lo que sabemos del proyecto Mk-Ultra se debe a la milagrosa supervivencia de algunos documentos que desencadenaron un breve escándalo y un largo olvido.

También, entre una lista de cientos de casos, se podría mencionar las manipulaciones financieras del gobierno de Ronald Reagan para financiar a los Contra en Nicaragua con dinero procedente de la venta ilegal de armas al enemigo Irán y contra el propio bloqueo del Congreso en Washington. Por entonces, la secretaria del coronel Oliver North, antes de testificar ante el Congreso, dedicó horas y días a picar documentos secretos que nunca leyó. Hoy existen escáneres avanzados para reconstruir documentos picados en mil pedazos, por lo cual se prefiere quemar aquellos que dicen demasiado. Así, cada día son eliminados documentos secretos que podrían echar mucha luz sobre la verdad de las operaciones de las potencias mundiales, sobre todo de la potencia hegemónica de turno. Las bolsas de papel reciclado donde se depositan estos papelitos comprometedores (similares a las que usa la cadena de supermercado Publix o las licorerías, para que sus clientes oculten el comprometedor licor), se llaman “Burn Bags” (Bolsas para quemar) y se identifican con líneas rojas y blancas que solo los entendidos reconocen. Cada tanto se ven estas bolsitas en alguna fotografía que se escapa a la prensa, pero sin ser advertidas por el público. Gracias a esta práctica de casi perfecto hermetismo, los historiadores deben luchar cada día con el ruido de las teorías conspirativas que probablemente las mismas agencias secretas hacen circular (distracciones semejantes a la práctica de Eyewash reconocida por la misma CIA en 2016 contra sus propios empleados) y con las conspiraciones reales.

Las prácticas de Washington a través de sus agencias secretas como la CIA (asesinatos selectivos, manipulación de la opinión pública, inversión en la prensa, desestabilización de países y promoción de golpes de Estado) no se han detenido luego de las investigaciones de estos mismos crímenes en los años 70 por parte del Senado de Estados Unidos. Solo se han vuelto más cuidadosas y más secretas. Bastaría con considerar que el presupuesto anual de todas las agencias secretas financiadas por Washington suman aproximadamente 75 mil millones, lo cual equivale al PIB de decenas de países como Uruguay, Venezuela o Guatemala y cientos de veces más de lo que invirtieron en los últimos setenta años las mismas agencias que derrocaron gobiernos independentistas e instalaron decenas de dictaduras militares sólo en América latina.

Aunque todas estas agencias son organismos públicos, sus presupuestos son secretos hasta para los congresistas de Estados Unidos, con la probable excepción de los senadores que integran la Comisión Selecta del Senado sobre Inteligencia, presidida por el senador de Florida Marco Rubio. Este comité, creado por el senador Frank Church en 1976 para controlar el abuso de la CIA y otras agencias secretas, poco después fue colonizado por los conservadores que más que controlar protegían esas mismas prácticas secretas. No por mera casualidad, en 2013 el senador Marco Rubio votó en contra de la desclasificación de documentos sobre las torturas de detenidos sin juicio en Guantánamo, la abrumadora mayoría inocentes sin derecho a compensaciones, según las mismas autoridades de Washington. En 2015, los senadores Marco Rubio y Ted Cruz (ambos hijos de cubanos inmigrados durante la dictadura de Fulgencio Batista, quienes luego pasaron como víctimas de la Revolución de 1959) apoyaron la práctica de la tortura en territorio cubano como método legítimo “para saber la verdad”. Sí, en Cuba se tortura y se violan los derechos humanos y la cárcel está en Guantánamo. 

Las estimaciones realizadas por especialistas externos se basan en datos parciales, como la filtración de datos de la misma NSA ocurrida en 1996. Lo que sí es público es el presupuesto nacional dedicado a “defensa” aprobado cada año. En 2019 alcanzó la cifra récord de 1,25 billones de dólares (1.25 trillones, en inglés, equivalente al PIB de México o Australia) de los cuales el Pentágono se lleva la mitad. El resto es cambio invertido a discreción por un ejército inestimable de agentes secretos, funcionarios públicos, propagandistas y subcontratistas privados—aparte de un ejército más numeroso de colaboradores honorarios que cada día trabajan con fanático fervor sin recibir un solo dólar.

Como en el pasado, la avalancha de dólares es canalizada a través de diferentes fundaciones fachada, algunas culturales, otras con un declarado objetivo humanitario como la NED o la USAID, la cual, en su desesperada decisión de lavar su imagen luego de participar en golpes de Estado como en Venezuela, trabaja con organizaciones sociales con históricas y legítimas reivindicaciones, como pueden ser las organizaciones indígenas, muchas veces organizando protestas contra presidentes desobedientes, como en Bolivia o en Ecuador, hasta que los presidentes desobediente son removidos y los “pobres indios” son abandonados para que se hagan cargo de sus vidas, como debe ser. En los últimos años, el presupuesto anual de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID) para América Latina ha ascendido a casi mil millones de dólares con otros dos mil millones canalizados y usados de forma secreta y a discreción por la CIA, seguramente no para apoyar a los artesanos de Cuzco.

A finales de 1980 la CIA le había encargado al artista Jim Sanborn una escultura emblemática para sus oficinas centrales de Langley, Virginia, a una pedrada de la Casa Blanca. Luego de años de estudio y consultas con el ex jefe de criptografía de la CIA Edward Scheidt, la obra fue inaugurada el 3 de noviembre de 1990. La escultura, una muralla ondulante de cobre, se tituló Kryptos, porque está grabada con casi dos mil letras en un orden casi imposible de descifrar. Con un nombre que suena a tumba egipcia o isla griega, es vista por cientos de expertos en códigos que cada día entran al edificio. Aunque la apuesta era que en poco tiempo el mensaje oculto sería decodificado en poco tiempo, no ocurrió así. Incluso se creó una comisión que en su tiempo libre tuvo como tarea aclarar un acertijo que parece inventado por el Joker.

Luego de años, se pudo descifrar el primer mensaje de los cuatro que forman el enigma:

 “Entre la penumbra y la oscuridad, yace la ilusión”

Una línea digna de un poema de Jorge Luis Borges, pero con un significado del todo trágico. No sólo el mensaje literario revela una profunda verdad de la manipulación de los pueblos, sino que la expresión plástica del conjunto recuerda (por lo menos a quien entreteje estos signos más modestos) los memoriales de las víctimas de los desaparecidos bajo las múltiples excusas de la inteligencia del poder y de la ignorancia de sus servidores.

 *Fragmento del libro de próxima publicación La frontera salvaje. 200 años de fanatismo anglosajón en América Latina.

Inés Lopez Volpe
https://www.youtube.com/watch?v=rC5npz3DgXI

La paradoja del patriotismo militarista latinoamericano

En una reciente entrevista*, hice referencia a la función complementaria que la mayoría de los ejércitos latinoamericanos han cumplido desde el siglo XIX en la dinámica global administrada por las grandes potencias. Como siempre, narrativa y realidad estuvieron divorciadas hasta que la primera se inoculó en la segunda y luego se fosilizó en el subconsciente popular de un sector de la población. La idea medieval del “honor” (XIII), las más modernas de “la reserva moral de la Nación” (Chile, 1924) y de la doctrina de la “Seguridad nacional” para América Latina (Washington, 1962), resultaron ser sus estrictos opuestos: gracias a estos ejércitos, las superpotencias mundiales fueron capaces de intervenir, dominar y dictar las políticas de sus patios traseros (África y América latina).

Inmediatamente me llegaron los clásicos insultos acusando de “vendepatrias”, “infiltrados” y “traidores” a los críticos de la Santa Institución, de la política del Palo largo y de la ideología militarista que seduce tanto a quienes se les acalambra el brazo, la mano y los dedos.

La lista de evidencias es ilimitada, pero mencionemos unos pocos ejemplos, los menos conocidos. Cuando en 1928 los campesinos colombianos de Ciénaga se dieron cuenta que ninguno de ellos llegaba a viejo, iniciaron una huelga contra la poderosa United Fruit Company exigiendo, no una revolución comunista ni de ningún otro tipo sino algunas mejoras como la construcción de una clínica y la contratación de médicos para los miles de trabajadores que cortaban bananas para la felicidad de la compañía y de los consumidores civilizados. La Compañía no aceptó los reclamos y se negó a pagar los beneficios establecidos por la ley colombiana de 1915, alegando que sus trabajadores no eran sus trabajadores sino de un subcontratista colombiano. Cinco mil trabajadores fueron a la huelga y el gobierno de Estados Unidos, presionado por la compañía bananera, amenazó a Colombia con enviar, como era su costumbre, los marines. Al fin y al cabo, los marines se encontraban ocupando o supervisando varios países cercanos en América Central y en el Caribe, países incapaces de gobernarse a sí mismos por defecto de sus razas inferiores, como lo reconocía la prensa estadounidense del momento. El presidente colombiano, Miguel Abadía Méndez, temiendo otra intervención que le recordara el desgarro de parte de su territorio, Panamá, veinticinco años atrás, envió su propio ejército a Ciénaga. Según un cable del consulado estadounidense, no todos los soldados estaban dispuestos a cumplir con su deber, pero en la noche del cinco de diciembre, los soldados colombianos, casi tan pobres (el “casi” es relevante) como los campesinos a quienes fueron a reprimir, encontraron a cinco mil trabajadores durmiendo en las calles del pueblo a la espera del gerente de la compañía todopoderosa. Los soldados les leyeron el comunicado de toque de queda que prohibía reuniones de más de tres personas. Como casi nadie pudo escuchar lo que decían, nadie obedeció. Cientos fueron masacrados en pocas horas y cargados por la madrugada en tren con rumbo desconocido. Cuando salió el sol, quedaban siete cadáveres sin recoger, lo que explicaba el tiroteo. La brutalidad militar y paramilitar se repetirán por mil por las próximas generaciones, pero bajo otras excusas.

Veinte años después, en 1948, Costa Rica, harta de manipulaciones, elimina su ejército y hasta resiste las invasiones de regímenes militaristas de la región. Desde entonces, pese a su contexto adverso y en medio del Patio trasero plagado de dictaturas títeres, nunca más supo de dictaduras militares.

Veamos el caso de la revolución boliviana de 1952. Fue la única revolución popular en América Latina aceptada por Estados Unidos. ¿Cómo se entiende esta excepción a la regla? Cuando un hecho contradice el patrón histórico, basta con bucear en los documentos originales para encontrar la respuesta. Uno de ellos es un informe enviado al presidente Truman el 22 de mayo de 1952 por su Secretario de Estado, Dean Acheson, quien le advierte a Washington que si Estados Unidos no reconoce la nueva revolución popular encabezada por Siles Zuazo y Juan Lechín (Víctor Paz Estensoro se sumó desde el exilio), Bolivia se iba a radicalizar contra la presencia de las compañías estadounidenses. (Algo que la soberbia de Eisenhower y Nixon no comprendió cuando Fidel Castro los visitó en Washington apenas llegado al poder de la isla; creyeron que iban a resolver el problema de Cuba tan fácil como lo habían hecho con Guatemala e Irán seis años antes, pero la derrota militar en Bahía Cochinos les demostró lo contrario.) Truman concedió, siguió la sugerencia de Acheson, y los cambios en Bolivia empezaron a tomar forma. Aunque de forma muy marginal, los indios y los mineros comenzaron a existir como seres humanos.

El siguiente paso era obvio: Washington comenzó a exigirle al gobierno boliviano que desarme las milicias que hicieron posible la revolución del 52 (una contradicción ideológica para los fundadores de Estados Unidos) y en su lugar consolide un ejército tradicional.

Una de las figuras de la revolución, el presidente Paz Estensoro, comenzó a alinearse con las directivas del Norte. Consolidó un ejército fuerte en Bolivia hasta que él mismo fue desplazado por una nueva dictadura en su segundo mandato, orquestada por la CIA. Bolivia sufrirá otras dictaduras oligárquicas con la ayuda de algunos criminales nazis (como el carnicero de Lyon, Klaus Barbie) contratados por la CIA para ayudar a reprimir los movimientos populares que eran estratégicamente calificados como “comunistas”, como si sólo los comunistas fuesen capaces de luchar por la justicia social, la libertad individual y los derechos humanos de los pueblos. 

Podríamos continuar, pero acabo de transgredir el límite intimidatorio de las mil palabras. Resumamos el patrón histórico que se induce de toda esta historia trágica. Después de analizar miles de documentos desclasificados creo que, además de probar la pasada función servil de la mayoría de los ejércitos latinoamericanos, podemos inducir y deducir que las superpotencias imperialistas sólo tuvieron éxito cuando las rebeliones populares llegaron al poder por elecciones (Venezuela 1948, Guatemala 1954, Brasil 1964, Chile 1973, Haití, 2004, etc.) y fracasaron estrepitosamente cuando éstas llegaron por una acción armada, no por sus ejércitos sino por sus milicias rebeldes (México 1920, Bolivia 1952, Cuba 1959, Nicaragua 1979). No estoy diciendo que esa sea la solución hoy, sino que esa fue la realidad a lo largo de más de un siglo y esa es la cultura fosilizada en un margen significativo de su población.

La función tradicional de los ejércitos latinoamericanos no fue luchar ninguna guerra contra ningún invasor (la guerra de Malvinas fue un recurso desesperado para salvar otra dictadura) sino reprimir a sus propios pueblos cuando éstos se revelaron contra la explotación de poderosos intereses criollos y extranjeros, protegidos por dictadores puestos y alimentados por las grandes potencias imperiales.

La marca en el subconsciente colectivo es tan poderosa que cualquiera que hoy se atreva a señalar estos simples hechos será estigmatizado como “agente peligroso”. El odio a los de abajo no ha desaparecido, incluso en países donde el brazo imperial se ha retirado. Queda el trauma, la tara, pero con nombres más elegantes. ¿Cuántos en Estados Unidos tolerarían a su ejército desplegado en las calles de su propio país? En América latina es una vieja costumbre.

Para no hablar de lo que Malcolm X llamaba “los negros de la casa”, que cuando escuchan a alguien hablando de la oligarquía y los de abajo, se persignan y acusan al mensajero de crear grietas y divisiones en la sociedad.

 

JM, noviembre 3, 2019

https://www.alainet.org/es/articulo/203030?language=en

 

 

 

Il paradosso del patriottismo militarista latinoamericano

Translated by  Alba Canelli

In una recente intervista, ho fatto riferimento al ruolo complementare che la maggior parte degli eserciti latinoamericani hanno svolto dall’Ottocento nelle dinamiche globali amministrate dalle grandi potenze. Come sempre, la storia e la realtà divorziarono fino a quando la prima fu inoculata nella seconda e poi fossilizzata nel subconscio popolare di una parte della popolazione. L’idea medievale di «onore» (XIII), la più moderna di «riserva morale della Nazione» (Cile, 1924) e la dottrina della «sicurezza nazionale» per l’America Latina (Washington, 1962), si sono rivelate il loro stretto contrario: grazie a questi eserciti, le grandi potenze mondiali poterono intervenire, dominare e dettare le politiche dei loro cortili (Africa e America Latina).

Immediatamente ho ricevuto i classici insulti che chiamano «vendepatria», «infiltrato» e «traditore» chi critica la Sacra Istituzione, della politica del Big Stick (grosso bastone) e dell’ideologia militarista che seduce coloro che hanno crampi alle braccio, alle mani e alle dita.

Il presidente colombiano Miguel Abadía Méndez, temendo un altro intervento che gli ricordasse lo sradicamento di parte del suo territorio, Panama, venticinque anni prima, aveva inviato il proprio esercito a Ciénaga. Secondo un telegramma del consolato usamericano, non tutti i soldati erano pronti a fare il loro dovere, ma la notte del 5 dicembre i soldati colombiani, quasi poveri (il «quasi» è rilevante) quanto i contadini che andavano a reprimere, trovarono cinquemila operai che dormivano per le strade della città in attesa del direttore dell’onnipotente compagnia. I soldati lessero loro il comunicato di coprifuoco che vietava le riunioni di più di tre persone. Poiché quasi nessuno riusciva a sentire quello che dicevano, nessuno obbedì. Centinaia di persone furono massacrate in poche ore e caricate sul treno del mattino per un percorso sconosciuto. Quando il sole sorse, c’erano sette corpi non raccolti, che dimostravano la sparatoria. La brutalità militare e paramilitare si ripeterà mille volte nelle generazioni successive, ma con altri pretesti.

Vent’anni dopo, nel 1948, la Costa Rica, stanca delle manipolazioni, eliminò il suo esercito e resistette persino alle invasioni dei regimi militaristi della regione. Da allora, nonostante il contesto sfavorevole e in mezzo al cortile di casa tormentato dalle dittature dei burattini, non ha mai più sentito parlare di dittature militari.

Prendiamo il caso della rivoluzione boliviana del 1952. È l’unica rivoluzione popolare in America Latina accettata dagli Stati Uniti. Come possiamo capire questa eccezione alla regola? Quando un fatto contraddice il modello storico, basta esaminare i documenti originali per trovare la risposta. Uno di questi è un rapporto inviato al presidente Truman il 22 maggio 1952 dal suo ambasciatore in Bolivia, Dean Acheson, che avvertiva Washington che se gli Stati Uniti non avessero riconosciuto la nuova rivoluzione popolare guidata da Siles Zuazo e Juan Lechín (Victor Paz Estensoro si unì a loro dall’esilio), la Bolivia sarebbe diventata più radicale contro la presenza di compagnie usamericane. (Qualcosa che Eisenhower e l’arroganza di Nixon non permetteva loro di capire quando Fidel Castro li visitò a Washington non appena arrivato al potere sull’isola: credevano che avrebbero risolto il problema cubano con la stessa facilità con cui avevano affrontato Guatemala e Iran sei anni prima, ma la sconfitta militare a Baia dei Porci dimostrò loro il contrario). Truman diede il suo OK, seguì il suggerimento di Acheson, e i cambiamenti in Bolivia cominciarono a prendere forma. Anche se molto marginalmente, indiani e minatori cominciarono ad esistere come esseri umani.

Il passo successivo era ovvio: Washington cominciò a chiedere al governo boliviano di disarmare le milizie che avevano reso possibile la rivoluzione del 1952 (una contraddizione ideologica per i fondatori degli Stati Uniti) e di consolidare invece un esercito tradizionale.

Una delle figure della rivoluzione, il presidente Paz Estensoro, ha iniziato ad allinearsi alle direttive del Nord. Ha consolidato un forte esercito in Bolivia fino a quando, durante il suo secondo mandato, è stato rovesciato da una nuova dittatura, orchestrata dalla CIA. La Bolivia subirà altre dittature oligarchiche con l’aiuto di alcuni criminali nazisti (come il macellaio di Lione, Klaus Barbie) assunti dalla CIA per sopprimere i movimenti popolari strategicamente definiti «comunisti», come se solo i comunisti fossero in grado di lottare per la giustizia sociale, la libertà individuale e i diritti umani dei popoli.

Potremmo continuare, ma ho appena oltrepassato il limite intimidatorio delle mille parole. Riassumiamo lo schema storico indotto da tutta questa storia tragica. Dopo aver analizzato migliaia di documenti declassificati, credo che, oltre a dimostrare la passata funzione servile della maggior parte degli eserciti latinoamericani, possiamo indurre e dedurre che le superpotenze imperialiste hanno avuto successo solo quando le rivolte popolari sono arrivate al potere attraverso le elezioni (Venezuela 1948, Guatemala 1954, Brasile 1964, Cile 1973, Haiti, 2004, etc.) e fallito miseramente quando trionfarono con l’azione armata, non dai loro eserciti ma dalle loro milizie ribelli (Messico 1910, Bolivia 1952, Cuba 1959, Nicaragua 1979). Non sto dicendo che questa è la soluzione oggi, ma che è stata la realtà per più di un secolo ed è la cultura fossilizzata in una parte significativa della sua popolazione.

La funzione tradizionale degli eserciti latinoamericani non era quella di condurre alcuna guerra contro un invasore (la guerra delle Malvine fu un tentativo disperato di salvare un’altra dittatura), ma di reprimere i propri popoli quando si ribellavano contro lo sfruttamento dei potenti interessi creoli e stranieri, protetti da dittatori istituiti e nutriti dalle grandi potenze imperiali.

Il marchio sul subconscio collettivo è così potente che chiunque osi ora ricordare questi semplici fatti sarà stigmatizzato come «agente pericoloso». L’odio per chi sta sotto non è scomparso, anche nei paesi in cui il braccio imperiale si è ritirato. C’è ancora il trauma, l’avvizzimento, ma con nomi più eleganti. Quante persone negli Stati Uniti tollererebbero che il loro esercito fosse dispiegato per le strade del proprio paese [li si dispiega la Guardia Nazionale, una forza militare che fa da polizia in caso di «disordini sociali», modello che Fratelli d’Italia ha proposta di imitare nel 2013, NdlT]? In America Latina, questa è una vecchia usanza.

Per non parlare di quelli che Malcolm X chiamava «i negri di casa», che quando sentono qualcuno parlare dell’oligarchia e di quelli di sotto, fanno il segno della croce e accusano il messaggero di creare crepe e divisioni nella società.

JM.

Corrupción ilegal vs. corrupción legalizada

Ilegal: corrupto

Luego de las conocidas mega crisis de la última etapa del ciclo neoliberal latinoamericano de los 90s, entre 2003 y 2014 el PIB de Brasil pasó de 558 mil millones a casi 2,5 billones de dólares, por encima del Reino Unido. Durante este boom de la economía brasileña y de una notoria mejoría en los estándares sociales de las clases más bajas, advertimos varias veces que su talón de Aquiles sería la corrupción, la cual es una tradición no solo en Brasil sino en todo país que no se ha desligado completamente de la mentalidad colonial, que es la que más generó corrupción en los países pobres de África y de América latina, enseñando a los de arriba a corromperse por ambición patológica y a los de abajo por necesidad ante un sistema de leyes que, como decía un caporal, se respetaban pero nunca se cumplían.

En 2016, la presidenta Dilma Rousseff fue condenada por corrupción por un congreso repleto de corruptos y debió abandonar su puesto de presidenta, acusada de maquillar los números presupuestales. Hasta el momento no se han aportado prueba alguna de su implicación en la corrupción de Petrobras, que fue la razón que inició la súbita fiebre anticorrupción, amplificada desde el 2011 por las redes sociales y el tradicional odio oligárquico (racista, sexista y clasista) inoculado hasta en el más pobre.

Más recientemente, el expresidente Lula (odiado por haber sacado a treinta millones de brasileños de la pobreza, siendo que no tenía otro título que el de trabajador metalúrgico) fue condenado por aceptar, a cambio de favores empresariales, reparaciones gratis en un costoso apartamento de su propiedad a nueve años de prisión (más que cualquier genocida latinoamericano) y por lavado de dinero a 12 años.

Cuando Lula fue enviado a prisión era el candidato a la presidencia favorito en las encuestas. El juez que lo condenó, Sergio Moro, nuevo héroe de la ética y la “lucha contra la corrupción”, aceptó el Ministerio de Justicia (cargo político) ofrecido por el recientemente electo presidente Jair Bolsonaro, principal adversario y enemigo de Lula. Siendo senador, Bolsonaro votó por el impeachment de la presidenta Rousseff al tiempo que daba vivas a la pasada dictadura militar.

Este tipo clásico de corrupción latinoamericana, tragicómica, carnavalesca, es de una alta ingenuidad. Siempre existió y en períodos de dictadura militar se multiplicó bajo el silencio de la censura, lo que le confería esa ilusión de paz, honor y rectitud que las oligarquías suelen repetir para justificar sus crímenes y abusos históricos.

Este tipo de corrupción es condenable porque es ilegal. Razón por la cual desde Europa y desde Estados Unidos se considera siempre que esos países nunca se desarrollan porque son demasiado corruptos. “América latina, droga y corrupción”, es la representación que tienen de nosotros. Por supuesto que del masivo consumo de drogas en el Primer Mundo que hace posible la alta criminalidad en los países del Sur, no se habla. Colombia ha sido, por generaciones, el país sudamericano con más bases militares de Estados Unidos y sigue siendo, por lejos, el mayor productor de cocaína del mundo (por casualidad, Estados Unidos es el mayor consumidor). Pero los narcoestados son los otros. La criminalidad en México se disparó en la primera década de este siglo como consecuencia de la llamada Guerra contra las drogas, lo que demuestra la persistencia de la ingenuidad de pretender que la militarización de las sociedades es la respuesta a la violencia creada por la brutal desigualdad económica y la ilegalidad de las drogas.

De la corrupción de los negocios del actual presidente de Estados Unidos se podrían escribir libros. Bastaría con recordar la insistencia de negarse a mostrar sus declaraciones de impuesto.

It’s legal, dude

Pero vayamos a la madre de todas las corrupciones: la corrupción legal. Podríamos empezar por cualquier parte, por ejemplo por la genocida corrupción belga en el Congo, que dejo millones de asesinados a total impunidad. Antes de la dictadura del títere Mobutu, que siguió al magnicidio de Lumumba y otros frustrados presidentes, el país fue por un siglo una empresa privada y casi todos los abusos cometidos allí eran legales, precisamente porque los criminales y corruptos hacían las leyes. Podríamos continuar por horas y días analizando casos similares.

En noviembre de 2018, Miriam Adelson, una mega donante del entonces candidato Donald Trump, esposa del billonario de los casinos Sheldon Adelson, recibió la Medalla de la Libertad de manos del presidente Donald Trump. Cuando se lo comenté a Noam Chomsky en relación a la “corrupción latinoamericana”, dijo: “comparada con la corrupción aquí en Estados Unidos, la latinoamericana es un juego de amateurs”. Imposible resumirlo mejor.

El 13 de abril de 2019, el USA Today (un diario al que no se puede sospechar de comunista, de subversivo o de alguna de esos versos aprendidos de memoria por los reaccionarios latinoamericanos), junto con el The Arizona Republic and the Center for Public Integrity, publicaron una investigación confirmando lo que habíamos escrito desde hace muchos años. El título lleva toda la ironía que merece: “Copy, paste, legislate”.

Según esta investigación, en los últimos ocho años en los 50 Estados de la Unión se aprobaron leyes para beneficiar “intereses especiales” de grandes compañías. Según el informe, cada vez que los legisladores escriben una ley, tanto las grandes corporaciones como los lobbies llenan los espacios vacíos que son necesarios para beneficiarlos.

En solo este periodo analizado, 10.163 proyectos de ley fueron propuestos en los congresos estatales, todos copias de los modelos escritos directamente por grupos de intereses especiales. Si los legisladores usaran los software que se usan en las universidades estadounidenses para detectar plagio, sus autores hubiesen sido expulsados de sus puestos a la primera de cambio, como son expulsados, muchas veces sin piedad, jóvenes estudiantes de 22 o 25 años por plagiar un párrafo en un modesto paper.

Aunque las grandes empresas ya usan inteligencia artificial para detectar lo que no detectan los análisis de palabras, esta investigación no incluyó aquellas leyes que fueron reescritas de cero y que pudieron incluir las mismas ideas y propósitos. Estos miles de casos analizados eran los más obvios de “copia y pega”.

2.100 de esos proyectos se convirtieron en leyes. La gran mayoría de estas leyes beneficiaron a las grandes industrias y a las ideologías conservadoras. Irónicamente, todos estos modelos comienzan con las palabras “libertad” y “derecho”, y mencionan los principios y las leyes anteriores en las cuales se ampara y justifica el nuevo proyecto de ley.

Esta investigación confirma los resultados de otra más antigua realizada por Princeton University que afirmaba que las chances de que un proyecto de ley con la aprobación de la población tenía un 30 por ciento de probabilidades de ser aprobado, mientras que aquellos proyectos ampliamente impopulares tenían, también, un 30 por ciento de probabilidades de ser aprobados.

En otras palabras, la opinión del pueblo no vale una hamburguesa de McDonald’s. Tal vez sí una Cajita Feliz.

Es esta la madre de todas las corrupciones que no se llama corrupción.

JM, 13 de abril de 2019

https://www.huffingtonpost.es/entry/corrupcion-ilegal-vs-corrupcion-legalizada_es_5cb67468e4b0ffefe3b8b059

El viejo cuento de la corrupción

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La narrativa política que justifica cualquier opción como forma de acabar con la corrupción es tan antigua como la política y como la narrativa. En América Latina es un género clásico y sólo gracias a la poca memoria de los pueblos es posible repetirla, generación tras generación, como si se tratase de una novedad.

Pero esta narrativa, que sólo sirve a la consolidación o a la restauración de una determinada clase en el poder, se centra exclusivamente en la corrupción menor: un político, un senador, un presidente recibe diez mil o medio millón de dólares para favorecer a una gran empresa. Rara vez un pobre ofrece medio millón de dólares a un político para que le otorgue una pensión de quinientos dólares mensuales.

Es corrupto quien le paga un millón de dólares a un político para ampliar los beneficios de sus empresas y es corrupto el pobre diablo que vota por un candidato que le ha comprado las chapas para el techo de su casita en la villa miseria.

Pero es aún más corrupto aquel que no distingue entre la corrupción de la ambición y la corrupción de quien busca, desesperadamente, sobrevivir. Como decía la mexicana Sor Juana Inés de la Cruz a finales del siglo XVII, antes que el poder del momento la aplastara por insumisa:

¿O cuál es más de culpar,

aunque cualquiera mal haga:

la que peca por la paga

o el que paga por pecar?

Rara vez las acusaciones de corrupción se refieren a la corrupción legal. Ni importa si, gracias a una democracia orgullosa de respetar las reglas de juego, diez millones de votantes aportan cien millones de dólares a la campaña de un político y dos millonarios aportan sólo diez millones, una propina, al mismo candidato. Cuando ese político gane las elecciones cenará con uno de los dos grupos, y no es necesario ser un genio para adivinar cuál.

No importa si luego esos señores logran que el congreso de sus países apruebe leyes que benefician sus negocios (recortes de impuestos, desregulación de los salarios y de las inversiones, etc.), porque ellos no necesitarán violar ninguna ley, la ley que ellos mismos escribieron, como un maldito ladrón que no le roba a diez millones de honestos e inocentes ciudadanos sino a dos o tres pobres trabajadores que sólo sentirán la ira, la rabia y la humillación por el despojo que ven y no por el que no ven.

Pese a todo, aún podemos observar una corrupción aún mayor, mayor a la corrupción ilegal y mayor a la corrupción legal. Es esa corrupción que vive en el inconsciente del pueblo y que no procede de otro origen sino de la persistente corrupción del poder social que, como una gota, cava la roca a lo largo de los años, de los siglos.

Es la corrupción que vive en el mismo pueblo que la sufre, en ese hombre cansando, de manos curtidas o de títulos universitarios, en esa mujer sufrida, con ojeras, o en esa otra de naricita levantada. Es esa corrupción que se va a la cama y se levanta con cada uno de ellos, cada día, para reproducirse en el resto de su familia, de sus amigos, como la gripe, como el ébola.

No es simplemente la corrupción de unos pocos individuos que aceptan dinero fácil por los misteriosos atajos de la ley.

No, no es la corrupción de quienes están en el poder, sino esa corrupción invisible que vive como un virus de la frustración de quienes buscan acabar con la corrupción con viejos métodos probadamente corruptos.

Porque corrupción no es solo cuando alguien da o recibe dinero ilícito, sino también cuando alguien odia a los pobres porque reciben una limosna del Estado.

Porque la corrupción no es sólo cuando un político le da una canasta de comida a un pobre a cambio de su voto, sino cuando quienes no pasan hambre acusan a esos pobres de corruptos y holgazanes, como si no existieran los holgazanes en las clases privilegiadas.

Porque la corrupción no es sólo cuando un pobre holgazán logra que un político o el Estado le den una limosna para dedicarse a sus miserables vicios (vino barato en lugar de Jameson Irish whiskey), sino también cuando quienes están en el poder se convencen y convencen a los demás que sus privilegios lo ganaron ellos solos y en la más pura, destilada, justa ley, mientras que los pobres (esos que lavan sus baños y compran sus espejitos) viven del intolerable sacrificio de los ricos, algo que sólo un general o un Hombre de Negocios con mano dura puede poner fin.

Porque corrupción es cuando un pobre diablo apoya a un candidato que promete castigar a otros pobres diablos, que son los únicos diablos que el pobre diablo resentido conoce, porque se ha cruzado con ellos en la calle, en los bares, en el trabajo.

Porque corrupción es cuando un mulato como Domingo Sarmiento o Antonio Hamilton Martins Mourão siente vergüenza de los negros de su familia y odio infinito por los negros ajenos.

Porque corrupción es cuando un elegido de Dios, alguien que confunde la interpretación fanática de su pastor con los múltiples textos de una Biblia, alguien que va todos los domingos a la iglesia a rezarle al Dios del Amor y al salir tira unas monedas a los pobres y al día siguiente marcha contra el derecho a los mismos derechos de gente diferente, como los gays, las lesbianas, los trans, y lo hace en nombre de la moral y del hijo de Dios, Jesús, sí, ese mismo que tuvo mil oportunidades de condenar a esa misma gente diferente, inmoral, y nunca lo hizo, sino lo todo contrario.

Porque corrupción es apoyar a candidatos que prometen la violencia como forma de eliminar la violencia.  

Porque corrupción es creer y repetir con fanatismo que las dictaduras militares que asolaron América Latina desde el siglo XIX, esas que practicaron todas las variaciones posibles de corrupción, pueden alguna vez ser capaces de terminar con la corrupción.

Porque corrupción es odiar y, al mismo tiempo, acusar al resto de sufrir de odio.

Porque la corrupción está en la cultura y hasta en el corazón de los individuos más honestos de una sociedad.

Porque la peor de las corrupciones no es la que se lleva un millón de dólares, sino aquella otra que no deja ver ni escucha los alaridos de la historia, ni se escucha ni deja que se vea hasta que es demasiado tarde.

 

JM, octubre 2018

 

 

La paradoja de las clases sociales

Aunque las sociedades están compuestas de una gran diversidad de grupos y de intereses, todavía podemos abstraer su estructura en su clásica pirámide tripartita. De la historia observamos algunas persistencias críticas que podemos formular así para entender el presente y reflexionar sobre el futuro:

Postulado 1: Mientras las clases alta y baja tienden a ser conservadoras, la clase media es más liberal o progresista.

Postulado 2: La clase media le teme más a la clase baja que a la clase alta.

Corolario: La clase media es más propensa a renunciar en cuotas a sus derechos y beneficios durante un largo período que a arriesgar a perder sus privilegios remanentes en una revuelta abrupta.

Ad Hoc: La motivación de un hecho sociopolítico, intencional o no, debe ser atribuible al grupo que se beneficia de él.

 

Postulado 1.

Este principio ha sido aún más claro durante los últimos siglos de la Era Moderna. Con abrumadora frecuencia, los esclavos, los desposeídos de la tierra, los campesinos y obreros deshumanizados por su pobreza, por su etnia o por su lenguaje, tardaron décadas y generaciones (apenas interrumpidas por algunas revueltas) hasta que fueron mal o bien conducidos por individuos de la clase media, generalmente gente culta o educada (Gandhi, Guevara, Lumumba, Martin Luther King), a romper con un determinado orden. En la era contemporánea, en la Era de las Post revoluciones, sus votantes se inclinaron, con más frecuencia, por los políticos conservadores que por los progresistas o reformadores. Por otra parte, el recurrente “cambio” propuesto por la clase dominante siempre significó status quo o vuelta atrás.

Postulado 2.

Entre otros periodos y regiones, este fenómeno se observó durante las dictaduras latinoamericanas a lo largo de más de un siglo. Los pequeños comerciantes, empleados y burócratas toleraron y hasta apoyaron de forma activa o pasiva los regímenes militares hasta el extremo de justificar la violencia estatal como respuesta necesaria a la rebelión o subversión de grupos “radicales”. Quienes no lo hicieron de forma voluntaria fueron suprimidos por el aparato represor. En la Era contemporánea, este factor se expresa en la forma de votar a grupos políticos que le ofrecen a la clase media sacrificio a cambio de estabilidad, beneficios inmediatos para las clases altas a cambio de una promesa de prosperidad general a (muy) largo plazo, generalmente bautizada con los ideoléxicos “responsabilidad” y “seguridad”.

 

Corolario

La traducción política de esta dinámica es similar a la psicología de los seguros. Los conductores más responsables pagan por los menos responsables; los no fumadores por los costos médicos de los fumadores; los países austeros (pobres) pagan por los excesos del consumismo del primer mundo. Si no existieran los segundos, los primeros pagarían mucho menos en cada póliza, porque los costos de las aseguradoras serían menores.

Hay una diferencia. En el caso político, el miedo de quien compra un antivirus es el negocio de quien lo produce, por lo cual, aplicando el ad hoc mencionado arriba, podemos sospechar que policías y ladrones mantienen una relación simbiótica de “antagónico necesario”.

En otras palabras. La brecha económica y social que separa el uno por ciento del restante 99 por ciento siempre tiende a crecer. Un motivo es la dinámica política y económica: cuanto más capital un grupo tiene, más posibilidades tiene de dominar las narrativas sociales a través de los principales medios de prensa. Cuanto más dominio de la narrativa y poder de donación o financiación de campañas políticas, más acceso tiene al congreso, al gobierno y a otros poderes del Estado de su país. Cuanto más poder político en el congreso y en el gobierno, más leyes que protejan sus propios intereses pueden pasar. Hoy en día, el 66 por ciento de los representantes en el Congreso de Estados Unido son millonarios. Es decir, una minoría con dinero representa los intereses de una mayoría sin dinero. La excusa de que esa minoría debe gobernar porque es exitosa reduce no solo el concepto de éxito a la mera acumulación de dinero, sino que no deja posibilidades de igual poder político a aquellos otros que no están interesados en ser millonarios, pero tampoco en ceder derechos democráticos a una plutocracia.

 

Ad hoc analítico

En 2017 el gobierno de Estados Unidos acusó al gobierno cubano por un extraño ruido que estaba causando problemas de salud en los funcionarios de la embajada estadounidense en La Habana. Todavía no conocemos las razones del fenómeno, pero la primera pregunta de análisis debe ser: ¿a quién beneficia el incidente? Asumimos que el gobierno de Cuba está interesado en avanzar con los acuerdos realizados con el gobierno estadounidense anterior, para recuperar un poderoso mercado, bloqueado desde los años 60. El nuevo presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha insistido en su intención de revertir también este “logro” de su predecesor. La pregunta crítica nos deja mirando hacia un solo lado.

Lo mismo debe considerarse en cualquier acción de “bandera falsa” y con respecto a grandes procesos. Cuando cada vez menos familias (ahora son 60) poseen lo mismo que la mitad más pobre del mundo, cuando en las sociedades observamos que las diferencias económicas van aumentando desde hace décadas, debemos hacer la pregunta inicial: ¿a quién beneficia el sistema económico mundial? ¿A quién benefician las leyes? ¿A quién benefician las nuevas tecnologías? Una respuesta funcional (según la premisa del Postulado 2 y el Corolario) salta automáticamente: “si el mundo fuse de otra forma nos hundiríamos en la catástrofe”. “De otra forma, el 99 por ciento no disfrutaría de los beneficios del progreso que disfruta hoy”. Etc.

Pero veamos que el progreso no se debe al uno por ciento sino al 99 por ciento. En todo caso, “de otra forma” el uno por ciento no disfrutaría de ser los dueños del mundo.

Por otra parte, la aparente estabilidad (olvidémonos de quienes en este mundo feliz pasan hambre, de los que no tienen trabajo y de quienes sí lo tienen y trabajan como esclavos para sobrevivir) es una estabilidad inestable. Excepto las crisis económicas controlables (esas que sirven para que quienes tienen grandes capitales lo multiplican comprando por nada las propiedades y valores de quienes apenas trabajan para sobrevivir) la lógica que sostiene la Paradoja tarde o temprano se rompe en una crisis mayor que no beneficia ni al uno ni al restante 99 por ciento.

Si en ciencias esto se llama, como lo definió T.S. Kuhn, un “Cambio de paradigma”, en términos de sociedad y civilización se llama suicidio colectivo.

JM

 

14 de noviembre de 2017

https://www.alainet.org/es/articulo/189851

https://www.pagina12.com.ar/89887-la-paradoja-de-las-clases-sociales

 

 

 

Un laberinto llamado América Latina

Por Carlos Manuel Salomón, PhD, University of California

 

En 2017 la editorial británica Routledge, especializada en temas académicos, publicará el libro The Routledge History of Latin American Culture editado por el activista y profesor latinoamericanista de la Universidad Estatal de California Dr. Carlos Salomón.

El libro cubre temas fundamentales en la exploración de un conocimiento profundo de la realidad latinoamericana que van desde los lejanos momentos en que dos formas de ver y entender el mundo se encuentran y colapsan a principios del siglo XVI hasta la problemática de las últimas olas migratorias y sus consecuentes reacciones pasando por la formación de las clases sociales en la colonia, los conflictos raciales, de género, sus expresiones artísticas, culturales y políticas. Diversos especialistas de diferentes procedencias analizan y reflexionan sobre una de las realidades más heterogéneas, complejas y contradictorias del mundo: América Latina a través de su historia, de su conciencia y de su inconsciente colectivo, a través de las diferentes regiones geográficas y simbólicas, en relación con el otro y consigo misma.   

Como forma de reflexiones finales, el profesor Salomón conversa con uno de sus autores, Jorge Majfud, acerca de las percepciones y problemáticas de la identidad latinoamericana en las Américas.

 

CS: Emigrar, aprender otras costumbres y otra lengua, cambia muchas cosas. ¿Ha cambiado su comprensión de América Latina desde su traslado a los Estados Unidos?

JM: Para comenzar habría que considerar una dimensión existencial que normalmente omitimos al responder este tipo de preguntas: yo ya no soy exactamente el mismo, soy doce años más viejo y casi todo se ve distinto desde esta altura de los cuarenta y siete. También eso que imprecisamente llamamos América Latina ha cambiado, casi tanto como el resto del mundo.

Luego sí podemos reflexionar sobre la dinámica cultural. Ver la cultura propia desde la inmersión de otra ajena es siempre revelador. Uno tiene con qué comparar y contrastar la visión interior y la exterior. Lo mismo ocurre con el lenguaje: a medida que aprendemos una segunda lengua nos volvemos más conscientes de la naturaleza de la primera.

América Latina es una región vasta y extremadamente diversa, por lo cual hablar de “nuestra cultura” es producto de otra trampa del lenguaje: probablemente un mexicano de Chihuahua y otro de Arizona o de California tienen más en común que cualquiera de esos dos grupos y un argentino, por ejemplo. Pero a las culturas latinoamericanas nos une el idioma, la conciencia de la existencia del otro y la forma cómo el Gran Hermano del norte nos ha tratado en más de un siglo. Es su mirada y, a veces, es la intimidación de su musculatura lo que ha formado parte de nuestra identidad común. Por ejemplo, la idea del otro, la negación de la hispanidad dentro de las propias fronteras de Estados Unidos y la clasificación étnica, típica de este país, que todavía define odios y elecciones.

Cuando venía en el avión en el año 2003 me dieron un formulario donde, entre otros datos, se debía marcar “raza”. Me pareció algo muy exótico y escribí arriba: “no race”. Nunca me sentí ni latino ni hispano hasta vivir unos años aquí. Esa clasificación, de hecho, es un invento estadounidense, el cual ahora se ha transformado en una bandera de reivindicación, porque nosotros (los otros) hemos entrado en un juego que no inventamos y hemos aprendido a jugar para no sufrir las consecuencias de la derrota absoluta.

 

CS: Ha sido una historia compleja, marcada por conflictos reales y simbólicos.

JM: Si. Desde un punto de vista académico, es imposible profundizar en la historia de las relaciones entre Estados Unidos y América Latina sin encontrarse con una larga lista de crímenes presentados como salvaciones, de dictaduras en nombre de la libertad y la democracia. Tal vez esas cosas marcan tanto o más que una guerra, porque se trata de una lucha por el rescate de verdad secuestrada, más allá del mero triunfo de la fuerza bruta. Afortunadamente la arrogancia y desdén con la que se ha mirado a América Latina desde el norte (basada en la ignorancia de los crímenes propios como intervenciones, complots, imposición de sangrientas dictaduras a lo largo del subcontinente, etc.) ha sido limitada y mitigada por los mejores estadounidenses, que tampoco han sido pocos, gente con un gran coraje intelectual que no se ha dejado amedrentar por la propaganda ni las reacciones tribales de sus propios pueblos. Por supuesto que nuestros pueblos también tienen muchos pecados que confesar. Nuestros pecados han sido siempre fratricidas, abusos ilimitados de las tradicionales clases gobernantes, de los propietarios de esos países, sobre millones de despojados o marginados, sin tierra, sin capitales, sin educación y sin derechos. Las dictaduras (el terno Plan B de las democracias oligárquicas) violaron, torturaron y asesinaron en masa a sus propios pueblos. Ninguno de esos pecados consistió en invadir con tanques, barcos de guerra, propaganda para destruir gobiernos e imponer otros en Estados Unidos o en algún país Europeo, africano, asiático o lo que sea.

 

CS: ¿Qué ha cambiado de todo eso?

JM: Hoy América Latina no es aquella región del realismo mágico poblada de dictadores guardianes del sistema de monocultivos. Pero todavía vive sus propios conflictos, como la vieja tendencia de sus gobernantes a perpetuarse en el poder. La corrupción latinoamericana sirvió a todos, en diferentes proporciones: sirvió a las potencias mundiales para explotar sus recursos con mano de obra barata; sirvió a las oligarquías criollas para enriquecerse con la sangre de la chusma y del indiaje; y sirvió a los más pobres para sobrevivir. Todavía existe mucho de eso, sobre todo en grandes países como Argentina, México y Brasil y unos cuantos pequeños como en América Central.

 

CS: ¿Es la corrupción un problema típicamente latinoamericano?

JM: En su forma sí. En Estados Unidos la corrupción es diferente. Normalmente es legal, como cuando poderosos lobbies presionan a sus representantes en el congreso (más de la mitad son millonarios y proceden el uno por ciento de la población) para aprobar leyes que los beneficia. Luego esos grupos son los menos interesados en violar sus propias leyes, obviamente.

 

CS: Es curioso cómo se comenzó a sentir latinoamericano cuando vino a los Estados Unidos. A mí me sucedió lo contrario. Fue cuando viajé y estudié en México e, irónicamente, cuando leí la obra de su amigo y compatriota, Eduardo Galeano. Esto podría tener algo que ver con la forma en que los latinos se asimilan en las escuelas públicas. Para mí, estudiar, vivir y aprender en América Latina fue una revelación. El trabajo de Galeano realmente me dio un sentido de lucha contra el colonialismo en América Latina. 

JM: Ahí es necesaria una precisión. Debemos diferenciar la identidad latinoamericana de la hispana. La primera fue una invención de los franceses en el siglo XIX para incluirse en el proceso de las nuevas repúblicas; la segunda fue resultado de los gobiernos estadounidense, sobre todo en los años ochenta. Es lo que terminó por oficializar la clasificación del hispano como “el otro” por parte de la cultura angloamericana que se siente orgullosa de su “melting pot” (that never melts), que más bien es un archipiélago que se agrupa conflictivamente en casilleros étnicos y raciales que, en el mejor de los casos, se tolera. Luego, estas fracturas sociales deben ser resueltas con un fuerte discurso patriótico, con la insistente idea de unión. Cuando uno ve que los discursos oficiales y populares insisten en algo es porque la realidad es precisamente la contraria. La primera identidad, la latinoamericana, fue y todavía es básicamente regional y cultural, cuando no regional y política; la segunda, la idea, la percepción y la identidad de ser “hispano” es, como es propio de la historia y la cultura estadounidense, un fenómeno étnico, a pesar de la enorme diversidad étnica del grupo aludido. 

 

CS: Con diferencias que van desde México hasta Argentina y que incluyen herencias tan dispares como la indígena, la africana y la europea.

JM: Así es. Históricamente el Cono Sur, sobre todo Argentina y Uruguay, se consideraban los “europeos del sur”, aquellos que no descendían de ninguna tribu ni civilización prehispánica sino de los barcos. Fue a mediados del siglo XX que comenzamos a dejar de mirar tanto a Francia con admiración, a Italia con nostalgia y a España con dolor para mirar a nuestros hermanos del continente. Es exactamente lo que le ocurre al joven argentino Ernesto Guevara cuando recorre el continente: descubre la América latina (o, mejor dicho, la América indígena) y se descubre como latinoamericano. Los intelectuales ya lo habían intentado mucho antes, de una forma algo forzada (José Martí, José Rodó, Rubén Darío, José Vasconcelos, etc.), pero será la conciencia política del siglo XX lo que la convertirá en una realidad, es decir, en un sentimiento más que una idea. La Revolución cubana fue un punto de inflexión en ese sentido. Los rioplatenses, los que éramos civilizados porque habíamos matado a todos los salvajes, los que teníamos los mejores sistemas de educación, las mejores economías, el más alto desarrollo del continente, con un alto ingreso per cápita y con avanzados programas sociales que habían equilibrado bastante las clases sociales, nos encontramos de repente con nuestro propio declive y luego con nuestro sentimiento de culpa por no haber pertenecido del todo a América latina. Especialmente escritores como Neruda, Benedetti y Galeano crearon o consolidaron esa conciencia continental por la cual comenzamos a sentirnos latinoamericanos.

Sin embargo, sentirse “hispano” o “latino” no es exactamente lo mismo y hay que vivir en Estados Unidos para apreciar la diferencia, porque es una identidad básicamente norteamericana.

 

CS: ¿De qué forma te sientes conectado con las historias de los aztecas, de los incas y del mestizaje espiritual? ¿Hay algo en ellos que define el espíritu de América Latina?

JM: Intenté responder a esa pregunta en el libro El eterno retorno de Quetzalcóatl y en algún que otro artículo. Por ejemplo: la misma idea del Cono Sur como una región cultural construida por europeos y criollos blancos en la casi ausencia de la herencia indígena sobrevive hoy, al extremo de que el ex-presidente de Uruguay, Julio María Sanguinetti escribió que no recibimos nada de los charrúas, ni una palabra. Claro, los robamos y los matamos porque eran tan salvajes que no aceptaban nuestra cultura a cambio de sus tierras y su libertad. Pero a mí siempre me sorprendió descubrir como en el lenguaje castellano sobrevivían expresiones, ideas de pueblos tan lejanos como los guaraníes, los incas e, incluso, los mayas. El lenguaje callejero de mis amigos de la primera adolescencia estaba lleno de indigenismos que nadie advertía como tal. ¿Qué se puede esperar, entonces, de países con una fuerte tradición indígena como Bolivia, Perú, Guatemala o México? No me refiero a lo más visible, como las formas de vestir, de cocinar o de organizar sus fiestas. De ahí surge la pregunta de si es posible borrar completamente una cultura en un  proceso de colonización violenta. Mi hipótesis de partida fue simplemente no: la represión de una memoria no significa eliminación sino todo lo contrario: el elemento reprimido se transmuta, se trasviste para sobrevivir en las sombras, igual que en la psicología individual. Entonces hay que rastrearlo, sobre todo en un formato que le fue ajeno: el formato escrito, los documentos del colonizador, los libros de los ilustrados europeístas donde se podría detectar la tradición oral, reprimida por la ley y la vergüenza de lo propio, tan típica del colonizado, etc.

 

CS: ¿Dónde podríamos sospechar esa herencia profunda?

JM: Por ejemplo, en la misma evolución histórica y luego mitológica de un argentino como Ernesto Che Guevara. El Che tiene mucho de un dios mexicano como Quetzalcóatl y mucho de la forma indígena (ya no solo prehispánica) de ver el mundo, como la relación sangre/oro, vida/muerte. Lo mismo las utopías de los intelectuales de izquierda. La utopía en Eduardo Galeano, un uruguayo marcado por la sensibilidad indígena o, al menos, antimaterialista de Noroccidente, no tenía nada de marxista, ni era materialista ni estaba en el futuro (el progreso industrial) sino en el paradigma cósmico/ecologista de la mentalidad indígena, de la vuelta al origen, del pasado perdido como aquello que está hacia delante, más allá del futuro.

 

Febrero 2017

La culpa es de Galeano

​​

Las cenizas de Eduardo Galeano no se habían enfriado todavía cuando un ejército de sabios desenvainó sus viejas plumas para mantener viva la heroica tradición de denuncia contra los “teóricos de la conspiración”. Sus generales olvidan o minimizan el rol de los conspiradores, aquellos que no manejaban teorías ni palabras hermosas sino estrategias y acciones precisas, aquellos que no escribían libros sino abultados cheques y decretos lapidaros.

Es interesante leer cómo se califica a intelectuales y escritores como Galeano de radicales extremistas: hace más de cuarenta años Galeano quiso, entre muchas otras cosas, explicar el subdesarrollo de América Latina como consecuencia del desarrollo ajeno que, solo por coincidencia, era el desarrollo de aquellos países que practicaron a escala global la brutalidad imperialista cuando no colonizadora, la esclavitud gratuita cuando no la asalariada, las opresiones de aquellos que pueden oprimir. Desde entonces, sus enemigos no han dejado de explicar ese mismo subdesarrollo como consecuencia de que los latinoamericanos leían a Galeano. El imperialismo, los golpes de Estado, las guerras civiles inducidas, los complots vastamente documentados por sus propios autores, nunca existieron o solo fueron un detalle.

Ahora, si un intelectual no es radical (en el sentido de “ir a la raíz”) no sirve para nada o simplemente es un difusor de propaganda y de lugares comunes. Lo cual no quiere decir que la acción que siga a un pensamiento radical debe ser radical. A mi modesto entender, la mejor formula es piensa radical, actúa moderado, porque uno nunca sabe en qué punto las ideas y los razonamientos toman un mal camino, ya que, a diferencia del corazón, el cerebro es un órgano programado para equivocarse. Pero no es mala idea usarlo de vez en cuando.

No deja de ser significativo por demás el hecho de que aquellos que usan las palabras son extremistas, mientras los que se valen de toda la fuerza de las armas y de los capitales más poderosos del mundo son invariablemente moderados. Lo que de paso prueba de qué lado están los creadores de opinión.

Eso queda claro cuando un presidente lanza a todo un país a una guerra equivocada (o basada en “errores de información”, o en “falta de inteligencia”, como luego reconocieron primero Bush y luego Aznar, dos máximos teóricos y prácticos de la conspiración), deja un tendal interminable de cadáveres por todo el mundo y luego de unos años se retira a un rancho a pintar sospechosos autorretratos al mejor estilo Van Gogh: le hubiese bastado una sola palabra políticamente incorrecta para perder su trabajo y su honor. Una palabra, nada que no haya podido decir en el sagrado seno de su hogar, por ejemplo “negro”, “marica” o algo por el estilo deslizadas sin querer sobre un micrófono en una cena de mandatarios o en un almuerzo de beneficencia, alguna palabra sincera que luego llamandesafortunada y que le hubiese ahorrado a la Humanidad medio millón de muertos y un continente entero sumido en el caos.

Claro, aunque quienes usan palabras desde el margen son peligrosos extremistas, luego resulta que sus libros solo están llenos de palabras bonitas. Como si los poetas cortesanos que tanto abundan en nuestro tiempo con otros nombres no usaran palabras para justificar al poder de turno.

Los moderados del centro no critican la realidad; la manipulan a su antojo. O casi, porque también existe desde siempre la dignidad de la resistencia que, paradójicamente, ha sido la que ha probado ser la fuerza mas democrática y progresiva de la historia. Basta con echar una mirada al siglo XX para hacer una lista innumerable de antiguos demonios que ahora son venerados como dioses de la democracia y los derechos humanos.

Claro, los poderosos, no los hombres de letras sino los de armas y dinero, son los realistas, los que han alcanzado la madurez de la experiencia, la sabiduría de cómo funciona el mundo. La realidad es la que ellos han organizado en su beneficio y para que otros poetas cortesanos canten loas al emperador de turno. Casi todo el progreso ético, científico y tecnológico de la historia se produjo en etapas de la historia previas al capitalismo o sus autores, creadores, inventores mas recientes (Galileo, Newton, Einstein, Turing, casi todos los cerebros que desarrollaron Internet en Estados Unidos, etc.) fueron cualquier cosa menos capitalistas. Pero resulta que a la magia del capitalismo y sus pastores, los mega gerentes e inversores, les debemos la invención del cero y la llegada a la Luna, la conquista de los Derechos Humanos, la democracia y la libertad, como si no hubiese abundante ejemplos de dictaduras tradicionales donde el capitalismo ha florecido, desde la vieja América Latina hasta la más moderna China, pasando por plutocracias como la de Estados Unidos.

Se le atribuye a Göring la fase: “cuando oigo la palabra cultura, saco mi revolver”. Sea suya la expresión o no, lo cierto es que esa fue la practica nazi. A principios de los 60, recuerda el premio Nobel Cesar Milstein que un ministro del gobierno militar decía que en la Argentina las cosas no se iban a arreglar hasta que no se expulsaran a dos millones de intelectuales. Cuando efectivamente, en la década de los sesenta, se expulsó a Milstein y a todo un grupo de inminentes científicos y escritores, la Argentina se encontraba a la par intelectual de Australia y Canadá. El resto es historia conocida: la culpa es de Eduardo Galeano y su libro Las venas abiertas de América Latina, y por eso el libro fue prohibido en el continente y su autor debió exiliarse en Europa.

Galeano dedicó su vida a criticar a los poderosos; los poderosos nunca se defendieron, porque otros dedicaron sus vidas a criticar a Galeano.

La Gazeta

La Republica

La Jornada

Relacionado: Radio Uruguay, «La máquina de pensar»  

 

Past, Present, and Future: Interview with Eduardo Galeano

 

https://www.washingtontimes.com/news/2009/apr/28/obama-fields-press-gifts-in-first-100-days/

Religión en América Latina / Religion in Latin America

PEW Research Center
Widespread Change in a Historically Catholic Region

Religión en Uruguay
En muchas preguntas de la encuesta, Uruguay es un caso atípico y es por mucho el país más secular de América Latina. Un total del 37% de los uruguayos dicen no tener una religión en particular o que son ateos o agnósticos. En ningún otro país latinoamericano encuestado la cantidad de personas sin afiliación religiosa asciende ni siquiera al 20% de la población.
La laicidad, o separación entre la religión y el estado, tiene una larga historia en Uruguay. En 1861, el gobierno nacionalizó los cementerios de todo el país y rompió su afiliación con las iglesias. Poco después, el gobierno prohibió que las iglesias tuvieran un rol en la educación pública y que emitieran certificados de matrimonio1. La secularización continuó en el siglo XX: Una nueva constitución consagró la separación entre la religión y la vida pública, se quitaron las referencias a Dios del juramento parlamentario y se quitaron las referencias religiosas de los nombres de las ciudades y los pueblos2.
En la actualidad, Uruguay tiene por mucho los niveles más bajos de compromiso religioso entre los países encuestados. Menos de un tercio de los uruguayos (28%) dicen que la religión es muy importante en sus vidas; en ningún otro país encuestado hay menos de cuatro de cada diez personas que digan esto.
Relativamente pocos uruguayos dicen que rezan diariamente (29%) o que asisten a servicios religiosos semanalmente (13%). En contraste, en su vecino Brasil, el 61% de los adultos dicen que rezan a diario y el 45% informan asistir a los servicios al menos una vez a la semana.
En cuanto a las opiniones y actitudes sociales frente a la moralidad, Uruguay se destaca constantemente por su liberalismo. Es el único país encuestado donde una mayoría del público está a favor de permitir que las parejas del mismo sexo se casen legalmente (62%) y donde la mitad de los adultos (54%) dicen que el aborto debería ser legal en todos los casos o en la mayoría. Además, es el único país de la región donde la mayoría (57%) dice que los líderes religiosos no deberían tener “ninguna influencia en absoluto” en asuntos políticos.

—————————-
1 Da Costa, Nestor. 2014. “The religious sphere in Uruguay: An atypical country in Latin America”. Presentación ofrecida en Pew
Research Center, Washington, D.C.
2 Alanis, Walter y Santiago Altieri. 2011. “Family law in Uruguay”. Kluwer Law International, página 96.

Religion in Latin America

Widespread Change in a Historically Catholic Region

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Cover image by Cristian Dulan (cross) and ©iStock.com/Samdebby (background); photo illustration by Pew Research Center.

Latin America is home to more than 425 million Catholics – nearly 40% of the world’s total Catholic population – and the Roman Catholic Church now has a Latin American pope for the first time in its history. Yet identification with Catholicism has declined throughout the region, according to a major new Pew Research Center survey that examines religious affiliations, beliefs and practices in 18 countries and one U.S. territory (Puerto Rico) across Latin America and the Caribbean.

PR_14.11.13_latinAmerica-overview_revised2-05Historical data suggest that for most of the 20th century, from 1900 through the 1960s, at least 90% of Latin America’s population was Catholic (See History of Religious Change). Today, the Pew Research survey shows, 69% of adults across the region identify as Catholic. In nearly every country surveyed, the Catholic Church has experienced net losses from religious switching, as many Latin Americans have joined evangelical Protestant churches or rejected organized religion altogether. For example, roughly one-in-four Nicaraguans, one-in-five Brazilians and one-in-seven Venezuelans are former Catholics.

Overall, 84% of Latin American adults report that they were raised Catholic, 15 percentage points more than currently identify as Catholic. The pattern is reversed among Protestants and people who do not identify with any religion: While the Catholic Church has lost adherents through religious switching, both Protestant churches and the religiously unaffiliated population in the region have gained members. Just one-in-ten Latin Americans (9%) were raised in Protestant churches, but nearly one-in-five (19%) now describe themselves as Protestants. And while only 4% of Latin Americans were raised without a religious affiliation, twice as many (8%) are unaffiliated today.

Many Protestants Were Raised as CatholicsMuch of the movement away from Catholicism and toward Protestantism in Latin America has occurred in the span of a single lifetime. Indeed, in most of the countries surveyed, at least a third of current Protestants were raised in the Catholic Church, and half or more say they were baptized as Catholics. For example, nearly three-quarters of current Protestants in Colombia were raised Catholic, and 84% say they were baptized as Catholics.

The survey asked former Catholics who have converted to Protestantism about the reasons they did so. Of the eight possible explanations offered on the survey, the most frequently cited was that they were seeking a more personal connection with God. Many former Catholics also said they became Protestants because they wanted a different style of worship or a church that helps its members more.

Smaller percentages of converts to Protestantism also cite other factors – such as health or family problems (a regional median of 20%) or marriage to a non-Catholic (median of 9%) – as important reasons why they are no longer Catholic.

What is a Median?

Latin Americans’ Reasons for Leaving the Catholic Church In addition, evangelization efforts by Protestant churches seem to be having an impact: Across Latin America, more than half of those who have switched from the Catholic Church to Protestantism say their new church reached out to them (median of 58%). And the survey finds that Protestants in the region are much more likely than Catholics to report sharing their faith with people outside their own religious group.

Protestants More Likely to Share FaithWhile the movement from Catholicism to Protestantism has occurred among people of all ages and socio-economic levels, the survey reveals some broad demographic patterns among converts. In most countries surveyed, pluralities of Catholic-to-Protestant converts say they left Catholicism before the age of 25. Geographic mobility may also be associated with conversion. In a few countries – Brazil, the Dominican Republic and Nicaragua – Catholic-to-Protestant converts are significantly more likely than current Catholics to have changed their place of residence, rather than to have always lived in one place.1 And in a few other countries – Argentina, Bolivia and Costa Rica – converts to Protestantism are less likely than Catholics to have a secondary education, though in most places, there are no statistically significant differences between the education levels of current Catholics and those who have converted.

A “Francis Effect”?

The Catholic Church’s status in Latin America has drawn more attention since Cardinal Jorge Mario Bergoglio of Argentina was elected pope in March 2013, taking the name Francis. While it is too soon to know whether Francis can stop or reverse the church’s losses in the region, the new survey finds that people who are currently Catholic overwhelmingly view Francis favorably and consider his papacy a major change for the church.

But former Catholics are more skeptical about Pope Francis. Only in Argentina and Uruguay do majorities of ex-Catholics express a favorable view of the pope. In every other country in the survey, no more than roughly half of ex-Catholics view Francis favorably, and relatively few see his papacy as a major change for the Catholic Church. Many say it is too soon to have an opinion about the pope. (For details, see Chapter 9.)

Protestant Identity in Latin America

Religious Observance

The new survey finds that Protestants in Latin America tend to be more religiously observant than Catholics. In nearly every country surveyed, Protestants say they go to church more frequently and pray more often than do Catholics; a regional median of 83% of Protestants report attending church at least once a month, compared with a median of 62% of Catholics. Protestants also are more likely than Catholics to read scripture outside of religious services, to approach the Bible literally and to believe that Jesus will return during their lifetime. (For more details, see Chapter 2.)

Appeal of Pentecostalism and Afro-Caribbean Religions

Pentecostal Identity“Evangélicos” – as Protestants in the region often are called – include many Christians who belong to Pentecostal churches. While practices vary, Pentecostal worship services often involve experiences that believers consider “gifts of the Holy Spirit,” such as divine healing, speaking in tongues and receiving direct revelations from God. Across all 18 countries and Puerto Rico, a median of nearly two-thirds of Protestants (65%) identify as Pentecostal Christians,either because they belong to a Pentecostal denomination (median of 47%) or because they personally identify as Pentecostal regardless of their denomination (median of 52%). Some Protestants identify as Pentecostal in both ways.

Although many Catholics in Latin America also say they have witnessed divine healing or other gifts of the Holy Spirit, these experiences are much less common in Catholic churches than in Protestant congregations. (For more details, see Chapter 4.)

Many Latin Americans – including substantial percentages of both Catholics and Protestants – say they subscribe to beliefs and practices often associated with Afro-Caribbean, Afro-Brazilian or indigenous religions. For example, at least a third of adults in every country surveyed believe in the “evil eye,” the idea that certain people can cast curses or spells that cause harm. Beliefs in witchcraft and reincarnation also are widespread, held by 20% or more of the population in most countries. Other beliefs and practices vary widely from country to country. For instance, a majority of Mexicans (60%) and more than a third of Bolivians (39%) say they make offerings of food, drinks, candles or flowers to spirits, but just one-in-ten Uruguayans (9%) do so. Overall, the survey finds the highest levels of indigenous or Afro-Caribbean religious practice in Panama, where most people (58%) – including 66% of Panamanian Catholics and 46% of Protestants – engage in at least three out of the eight indigenous beliefs and practices mentioned in the survey.

Differing Views on Social Issues and Helping the Poor

Even though the Catholic Church opposes abortion and same-sex marriage, Catholics in Latin America tend to be less conservative than Protestants on these kinds of social issues. On average, Catholics are less morally opposed to abortion, homosexuality, artificial means of birth control, sex outside of marriage, divorce and drinking alcohol than are Protestants.

The differences between Catholics and Protestants on most of these issues hold true even when accounting for levels of religious observance. For example, Protestants who participate in religious services at least once a week are somewhat more likely to oppose abortion and divorce – and considerably more likely to oppose homosexuality, sex outside of marriage and drinking alcohol – than are Catholics who attend Mass at least weekly.2 These differing views on social issues may help explain why many former Catholics who have become Protestants say they were looking for a church that “places greater importance on living a moral life” (a median of 60%).

Most Important Way Christians Can Help the PoorAcross the region, both Catholics and Protestants generally say it is incumbent on Christians to help the poor in their societies, but they give somewhat different answers on how best to achieve this goal. When asked what is the most important way Christians can help the poor and needy, Protestants are more likely than Catholics to point toward bringing the poor to Christ, while Catholics are more inclined to say that performing charity work for the poor is most important.

Yet across the countries surveyed, a considerably higher share of Protestants than Catholics say that they themselves or the church they attend engage in charity work – helping people find jobs, providing food and clothing for those in need or organizing other community initiatives to help the poor. (For more details, see Chapter 6.)


These are among the key findings of more than 30,000 face-to-face interviews conducted across 18 countries and Puerto Rico by the Pew Research Center between October 2013 and February 2014. The survey encompasses nearly all Spanish- and Portuguese-speaking countries and territories stretching from Mexico through Central America to the southern tip of South America. Due to fieldwork constraints and sensitivities related to polling about religion, Cuba could not be included; it is the only Spanish-speaking country in Latin America that was not polled.

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The survey of Latin America is part of a larger effort, the Pew-Templeton Global Religious Futures project, which analyzes religious change and its impact on societies around the world. The Global Religious Futures project is funded by The Pew Charitable Trusts and the John Templeton Foundation.

The remainder of this Overview explains the major findings in greater detail and provides additional context, beginning with some comparisons with Hispanics living in the United States.

Comparisons with U.S. Hispanics

PR_14.11.13_latinAmerica-overview_revised2-06Many of the major patterns revealed by this survey mirror trends found among U.S. Hispanics, according to a 2013 Pew Research poll. The U.S. Hispanic population (now approximately 54.1 million people) is larger than the total population in all but two Latin American countries – Brazil (195 million) and Mexico (113 million).

Nearly a quarter of Hispanic adults in the United States were raised Catholic but have since left the faith (24%), while just 2% of U.S. Hispanics have converted to Catholicism after being raised in another religious tradition or with no affiliation – a net drop of 22 percentage points. The scale of this exodus is roughly on par with several Latin American countries that also have experienced steep declines in the share of adults who identify as Catholic, including Nicaragua (minus 25 percentage points), Uruguay (minus 22 points), Brazil (minus 20) and El Salvador (minus 19).

Like their counterparts in Latin America, many U.S. Hispanics have left Catholicism for Protestant churches. Protestants now account for about one-in-five Hispanics in the United States (22%), roughly the same as in Latin America (19%). In addition, a substantial number of Hispanics in the United States (18%) describe their religion as atheist, agnostic or nothing in particular. This is more than double the percentage of Latin American adults (8%) who are religiously unaffiliated.

Religious Affiliations of Latin Americans and U.S. Hispanics

Although Catholicism’s historically dominant position has weakened in recent decades (see History of Religious Change), it remains the majority religion across much of Latin America. Catholics make up an overwhelming majority (more than two-thirds) of the adult population in nine of the countries surveyed, ranging from 89% in Paraguay to 70% in Panama. Even in these heavily Catholic countries, however, Protestants now are a significant minority, constituting nearly 10% or more of the population in each country.

Catholics make up between one-half and roughly two-thirds of the population in five of the places surveyed: Chile, Costa Rica, Brazil, the Dominican Republic and Puerto Rico. Similarly, 55% of U.S. Hispanics are Catholic.

In three Central American countries – El Salvador, Guatemala and Nicaragua – about half of the population is Catholic, while roughly four-in-ten adults describe themselves as Protestant.

Uruguay is the only country surveyed where the percentage of adults who say they are religiously unaffiliated (37%) rivals the share who identify as Catholic (42%). In addition, 15% of Uruguayans identify as Protestant. (See Religion in Uruguay.)

The Influence of Pentecostalism

Most Protestants in Latin America identify with Pentecostalism. Across 18 countries and Puerto Rico, a median of 65% of Protestants either say they belong to a church that is part of a Pentecostal denomination (median of 47%) or personally identify as a Pentecostal Christian regardless of their denomination (median of 52%), with some overlap between the categories. In the United States, fewer than half of Hispanic Protestants describe themselves as Pentecostal by church denomination (29%), self-identification (42%) or both (45%). In addition, 46% of Hispanic Catholics in the U.S. and a median of 40% of Catholics across Latin America say they are “charismatic” – a term used to describe Catholics who incorporate beliefs and practices associated with Pentecostalism into their worship.3

PR_14.11.13_latinAmerica-overview_revised2-01Significant percentages of Protestants across Latin America say that they engage in beliefs and practices associated with “gifts of the Holy Spirit,” such as divine healing and exorcism. In a majority of the countries surveyed, at least half of Protestants report that they have witnessed or experienced the divine healing of an illness or injury, and at least a third say they have experienced or witnessed the devil being driven out of a person.

Smaller but substantial shares of Catholics also report charismatic experiences. This is especially true in parts of Central America and the Caribbean, where roughly half of Catholics in El Salvador (53%), the Dominican Republic (50%), Nicaragua (49%) and Guatemala (46%) report that they have witnessed or experienced a divine healing. At least one-in-five Catholics in the Dominican Republic (36%), Honduras (26%), Guatemala (23%), Nicaragua (23%), Venezuela (22%), Panama (21%) and Colombia (21%) say they have been present for an exorcism.

The survey also asked respondents about “speaking in tongues” – a practice closely associated with Pentecostalism around the world. In a majority of the countries polled, at least one-in-five Protestants say they personally have spoken in tongues, including about four-in-ten in Panama (39%) and a third in Brazil (33%). By comparison, relatively few Catholics report speaking in tongues, ranging from 1% in Argentina, Chile and Panama to 12% in Guatemala.

Speaking in Tongues, Praying for a Miraculous Healing and Prophesying Are More Common in Protestant ChurchesThe survey also asked churchgoing respondents how often they see fellow worshipers speaking in tongues, praying for a miraculous healing or “prophesying” (spontaneously uttering a message or “word of knowledge” believed to come from the Holy Spirit). Most Latin American Protestants say that speaking in tongues, praying for a miraculous healing and prophesying are frequent occurrences in their religious services. Fewer Catholics say that such behaviors are on display during Catholic worship services, and majorities of Catholics in Uruguay (63%), Argentina (61%) and Puerto Rico (60%) report that speaking in tongues, praying for a miraculous healing and prophesying arenever part of their worship practices.

In several countries in Latin America, however, at least half of Catholics say they have witnessed these practices during Mass at least occasionally. For example, majorities of Catholics in the Dominican Republic (77%), Honduras (61%) and Paraguay (60%) say they have witnessed fellow worshipers speaking in tongues, praying for a miraculous healing or prophesying. (For definitions of terms, see the glossary.)

The Religiously Unaffiliated

Unaffiliated IdentityLatin America’s religious landscape is being reshaped not only by people who have switched from Catholic to Protestant churches but also by those who have given up any affiliation with organized religion. The unaffiliated category includes individuals who describe themselves as atheist, agnostic or having no particular religion.

Uruguay is home to the largest percentage of religiously unaffiliated adults in Latin America (37%), roughly double the share of unaffiliated people in any other country in the region. (See Religion in Uruguay.)

Across Latin America, as well as among Hispanics in the United States, most people who are unaffiliated say that they have no particular religion rather than describing themselves as atheist or agnostic. About one-in-ten or more adults in Uruguay (24%), the Dominican Republic (18%), El Salvador (12%) and Chile (11%) say they have no particular religion. In the United States, 15% of Hispanics fall into this category.

Religion in Uruguay

On many questions in the survey, Uruguay is an outlier, far and away Latin America’s most secular country. Fully 37% of Uruguayans say that they have no particular religion or are atheist or agnostic. In no other Latin American country surveyed do the religiously unaffiliated make up even 20% of the population.

Laicidad, or the separation of religion and the state, has a long history in Uruguay. In 1861, the government nationalized cemeteries across the country, breaking their affiliations with churches. Soon after, the government prohibited churches from having a role in public education or issuing marriage certificates.4 Secularization continued in the 20th century: A new constitution enshrined the separation of religion from public life, references to God were removed from the parliamentary oath and religious references were dropped from the names of cities and villages.5

Today, Uruguay has by far the lowest levels of religious commitment among the countries polled. Fewer than a third of Uruguayans (28%) say that religion is very important in their lives; in no other country surveyed do fewer than four-in-ten people say this. Relatively few Uruguayans say they pray daily (29%) or attend religious services weekly (13%). In neighboring Brazil, by contrast, 61% of adults say they pray daily, and 45% report attending services at least once a week.

When it comes to social views and attitudes toward morality, Uruguay consistently stands out for its liberalism. It is the only country surveyed where a majority of the public favors allowing same-sex couples to legally marry (62%), and where as many as half of adults (54%) say that abortion should be legal in all or most cases. And it is the only country in the region where a majority (57%) says that religious leaders should have “no influence at all” in political matters.

Religious Commitment

The Commitment GapCatholics and Protestants in Latin America differ in their levels of religious observance. In every country surveyed, Protestants are more likely than Catholics to exhibit high levels of religious commitment – that is, to say they pray daily, attend worship services at least once a week and consider religion very important in their lives. Some of the widest gaps are found in Venezuela, Brazil, Bolivia, Argentina, Peru and Uruguay, where the share of adults who demonstrate high religious commitment is at least 30 percentage points higher among Protestants than among Catholics. The gaps between Protestants and Catholics on these standard measures of religious commitment are smallest, but still statistically significant, in the Central American countries of Guatemala (17 points), Costa Rica (15) and Honduras (8). (See Chapter 2 for an analysis of each component of the religious commitment index.)

Relatively few Latin Americans who are religiously unaffiliated say they attend worship services on a weekly basis. In Puerto Rico, for example, roughly a third of religiously unaffiliated adults (32%) say religion is very important in their lives, but only 3% attend religious services once a week or more.

Age and Gender Differences in Religious Commitment

Young Protestants More Religious Than Young CatholicsIn many countries across the region, women demonstrate higher levels of religious commitment than do men, and people ages 35 and older tend to be more committed than those between the ages of 18 and 34.

Protestants generally display higher levels of religious commitment than Catholics in comparable demographic categories. For example, Protestant men report attending church more frequently than do Catholic men, and young Protestants report attending religious services more frequently than do young Catholics. These patterns prevail in nearly every country where the survey’s sample sizes are large enough to permit such comparisons.

Morality and Social Views

Religious Groups’ Views  on Same-Sex MarriageCompared with U.S. Hispanics, Latin Americans are generally more conservative when it comes to social and sexual mores. For example, in recent Pew Research polling in the United States, 46% of Hispanics support gay marriage, while 34% are opposed. In most Latin American countries, by contrast, solid majorities oppose allowing gays and lesbians to legally marry. Only in a handful of countries, such as Uruguay (62%), Argentina (52%) and Mexico (49%), do roughly half or more people favor legalizing same-sex marriage. (Same-sex marriage is currently legal inArgentina, Brazil, Uruguay and parts of Mexico, but nowhere else in Latin America.)

In most Latin American countries, opposition to same-sex marriage is more pronounced among Protestants than among Catholics. And in countries where there are adequate sample sizes to permit separate analysis of the views of religiously unaffiliated people, this group tends to be more supportive of granting marriage rights to gays and lesbians. Indeed, about two-thirds or more of the unaffiliated in Uruguay (77%), Argentina (75%), Chile (67%) and Mexico (65%) favor gay marriage.

Differences among Catholics, Protestants and the religiously unaffiliated also are apparent on other social issues. Across Latin America, Protestants generally are more likely than Catholics and the unaffiliated to say that abortion should be illegal in all or most cases, that sex outside marriage and divorce are morally wrong and that a wife is always obligated to obey her husband.

Addressing Poverty

Protestants More Likely To Participate in Charity WorkWhen asked what they think is the most important way for Christians to help the poor, Catholics in nearly every Latin American country point most often to charity work. By contrast, pluralities of Protestants in many countries say that “bringing the poor and needy to Christ” is the most important way to help. Overall, fewer members of either religious group say that “persuading government officials to protect the rights of the poor” is most important, though Catholics are somewhat more inclined than Protestants to take this position.

Even though Catholics are more likely than Protestants to say charity work is most important, higher percentages of Protestants report that they, personally, have joined with members of their church or others in their community to help the poor and needy. In most countries surveyed, solid majorities of Protestants say they have participated in charity work in the past 12 months. Among Catholics, roughly half or fewer report that they have done so.

In addition, among those who attend church, higher percentages of Protestants than Catholics say their house of worship helps people find jobs or provides food and clothing for those in need. (For more details, see Chapter 6.)

Pope Francis, the Catholic Church and Change

Pope Francis Popular Among CatholicsLatin Americans have widely embraced Pope Francis, the Argentine-born Jesuit bishop elected to lead the Catholic Church after Pope Benedict XVI resigned in 2013. Favorable views of the new pontiff prevail across the region, with two-thirds or more of the population in most countries expressing a positive opinion of Pope Francis when the survey was conducted in late 2013 and early 2014.

Latin American Catholics are particularly enthusiastic about Pope Francis, with clear majorities across the region rating him favorably. Indeed, in 14 of the countries surveyed, at least half of Catholics say they have a very favorable opinion of Francis.

Former Catholics, by comparison, are ambivalent about the new pope. Explicitly negative views of Pope Francis are relatively rare among this group, but so are overwhelmingly positive reactions, except in Francis’ home country of Argentina. For many former Catholics, the jury is still out. In most places surveyed, a third or more of ex-Catholics either offer no opinion on Francis or volunteer that it is too soon to assess him.

The survey also asked whether the election of Pope Francis signals a major change, a minor change or no change at all for the Catholic Church. Half or more of Catholics in 16 of the countries polled view the selection of the former Argentine bishop as a major change. Former Catholics are less certain; only in Argentina do as many as half (53%) see the new pope as representing a major change. As with the pope’s overall favorability, substantial percentages of former Catholics say it is too soon to tell whether Francis represents much change.

Catholics’ Views on Birth Control and Divorce

Regardless of their assessments of whether change is occurring, many Catholics think some of their church’s teachings should be revised. For instance, across Latin America, a median of 66% of Catholics say the church should allow Catholics to use artificial means of birth control, and in Chile, Venezuela, Argentina and Uruguay, roughly eight-in-ten Catholics favor a change in church teaching on contraception. In the U.S., 72% of Hispanic Catholics think the Catholic Church should permit the use of contraceptives.

There also is substantial support among Latin American Catholics (a regional median of 60%) for ending the church’s prohibition on divorce. Again, Catholics in Chile (82%), Uruguay (78%) and Argentina (77%) are among the most likely to voice support for change.

Catholics in Latin America are more divided when it comes to changes in the priesthood. Across the countries polled, a median of 48% of Catholics think priests should be allowed to marry. A similar share (regional median of 42%) say the church should permit women to be ordained as priests. On each issue, most Hispanic Catholics in the U.S. favor altering the Catholic Church’s traditional positions: 59% say priests should be allowed to marry, and 55% think women should be eligible to serve in the priesthood.

Catholics’ Views on Changes to the Priesthood

History of Religious Change

Share of Catholics Decreasing in Latin America;                                        Protestants and Religiously Unaffiliated IncreasingIn 1910, an estimated 94% of Latin Americans were Catholic, and only about 1% were Protestant. But Catholics began declining as a share of the region’s population in the 1970s, according to Brazilian and Mexican census data and historical estimates from the World Religion Database.

As of 2014, the new Pew Research Center survey finds that 69% of Latin Americans identify as Catholic, while 19% belong to Protestant churches and 8% are religiously unaffiliated (atheist, agnostic or no particular religion). The remaining 4% include Jehovah’s Witnesses, Mormons, Muslims, Hindus, Jews, Spiritists and adherents of Afro-Caribbean, Afro-Brazilian or indigenous religions, such as Umbanda and Candomble. (See the glossary.)

Scholars of religion in Latin America offer several possible sociological explanations for the rise of Protestantism, and especially its Pentecostal variant. One theory posits that Pentecostalism’s compatibility with indigenous religions enhanced its appeal among Latin Americans. By emphasizing personal contact with the divine through faith healing, speaking in tongues and prophesying, Pentecostalism attracts those who share an affinity with indigenous religions that traditionally incorporate beliefs and practices associated with direct communication with the “spirit world.”

Catholic Affiliation in Latin AmericaAnother potential explanation highlights the practical reasons why Pentecostalism may have gained a following in the region. Pentecostals often emphasize upward social and economic mobility and thrift. Consequently, followers of Pentecostalism may see the religion as more conducive to economic prosperity.6 Historical estimates for individual Latin American countries underscore that the shift away from Catholicism is a relatively recent phenomenon in most locations. The estimates reveal only two places that experienced double-digit declines in Catholic identity between 1910 and 1970: Chile (a decline of 20 percentage points) and Puerto Rico (a 13-point decline). In Colombia, the percentage of people who identified as Catholic actually increased by 15 percentage points between 1910 and 1970.

By comparison, the period between 1970 and 2014 is marked by significant declines in the percentages of Catholics in nearly all of the countries surveyed – ranging from a 47-point drop in Honduras to a 5-point decrease in Paraguay.

The Pew Research Center previously noted post-1970 declines in Catholic identity in Brazil and Chile. (See the 2006 Pew Research report “Spirit and Power: A 10-Country Survey of Pentecostals” and the 2013 report “Brazil’s Changing Religious Landscape.”)

About the Survey

This report is based on findings from a Pew Research Center survey conducted with generous funding from The Pew Charitable Trusts and the John Templeton Foundation. The survey took place October 2013 to February 2014 among nationally representative samples in 18 countries and the U.S. territory of Puerto Rico. Together, these countries and Puerto Rico account for more than 95% of the total population of Latin America. The survey was conducted through face-to-face interviews in Spanish, Portuguese and Guarani. Sample sizes and margins of error by country are available below. For more details, see the survey methodology.

Many Pew Research staff members contributed to the development of this survey and accompanying report. James Bell and Neha Sahgal were the principal researchers and the lead authors of the report. Alan Cooperman was the lead editor. Steve Schwarzer, Fatima Ghani and Michael Robbins helped design sampling plans, monitor field work and evaluate data quality. Ghani drafted Chapter 9 (Views of Pope Francis and the Catholic Church) and Juan Carlos Donoso drafted Chapter 8 (Religion and Science). Phillip Connor drafted the sections on the history of religious change in the region. Cary Funk, Jessica Martinez, Juan Carlos Esparza Ochoa and Ana Gonzalez-Barrera assisted in questionnaire development; Martinez, Jill Carle, Kat Devlin, Elizabeth Sciupac, Claire Gecewicz, Besheer Mohamed and Angelina Theodorou assisted with number checking. Sandra Stencel, Michael Lipka and Aleksandra Sandstrom provided editorial review and copy editing. Stacy Rosenberg, Bill Webster, Adam Nekola, Ben Wormald and Diana Yoo designed the graphics and online interactive presentation. Others at the Pew Research Center who contributed to the report include Conrad Hackett, Mark Lopez, Claudia Deane, Michael Dimock, Anne Shi, Katie Simmons and Jessica Schillinger. Luis Lugo, former director of the center’s Religion & Public Life Project, was instrumental in conceiving the survey and provided guidance throughout its execution.

Fieldwork for this study was carried out by Princeton Survey Research Associates under the direction of Mary McIntosh and by Ipsos Public Affairs under the direction of Clifford Young. The questionnaire benefited greatly from guidance provided by experts on religion and public opinion in Latin America, including Matias Bargsted, Pontificia Universidad Catolica de Chile; Andrew Chesnut of Virginia Commonwealth University; Nestor Da Costa of Instituto Universitario CLAEH and Universidad Catolica del Uruguay, Uruguay; Juan Cruz Esquivel of CONICET – Universidad de Buenos Aires, Argentina; Silvia Fernandes of Universidade Federal Rural do Rio de Janeiro, Brazil; Frances Hagopian of Harvard University’s Department of Government; Fortunato Mallimaci of CONICET – Universidad de Buenos Aires, Argentina; Catalina Romero, Pontificia Universidad Catolica de Peru; and Mitchell Seligson of Vanderbilt University.

  1. The finding that converts to Protestantism are more likely than Catholics to have relocated within their country is consistent with some scholars’ hypothesis that religious change in Latin America might be linked to modernization in the region, including urbanization. See, for example, Chesnut, Andrew. 1997. “Born Again in Brazil: The Pentecostal Boom and the Pathogens of Poverty.” Rutgers University Press. A full analysis of demographic differences between current Catholics and former Catholics who are now Protestants, including rates of relocation and education, can be found inChapter 1 of this report.
  2. See Chapter 2 for a comparison of Catholics who attend Mass weekly with Protestants who attend church services at least once a week, focusing on attitudes toward social issues and gender roles.
  3. For more information on global Pentecostalism, see the Pew Research Center’s 2006 report “Spirit and Power – A 10-Country Survey of Pentecostals.”
  4. Da Costa, Nestor. 2014. “The religious sphere in Uruguay: An atypical country in Latin America.” Presentation delivered at Pew Research Center, Washington, D.C.
  5. Alanis, Walter and Santiago Altieri. 2011. “Family Law in Uruguay.” Kluwer Law International, page 96.
  6. See Chesnut, Andrew. 2007. “Competitive Spirits: Latin America’s New Religious Economy.” Oxford University Press; Martin, David. 1990. “Tongues of Fire: The Explosion of Protestantism in Latin America.” Blackwell; and Stoll, David. 1990. “Is Latin America Turning Protestant? The Politics of Evangelical Growth.” University of California Press.

source http://www.pewforum.org/2014/11/13/religion-in-latin-america/

Eco Latino int

http://www.ecolatino.com/en/news/local-stories/2014-11-05/story/jorge-majfud 

Jorge MaJfud

  1. Jorge MaJfud
  2. by Mario Bahamón Dussán

    Who is Who?, seeks to highlight and make known the work of the hispanic residents in north Florida outstanding in activities useful to our society

    In this edition, Eco Latino wants to highlight the Uruguayan writer and educator Jorge Majfud resident of Jacksonville. Author of the novels: La reina de América (2001), La ciudad de la Luna (2009) y Crisis (2012).

    Doctor Majfud was honored with the Excellence in Research Award in Humanities and Letters. Was a finalist in the contest Casa de America and Juan Rulfo. He is one of the most important Latin American Writers from the new generation.

    Ecolatino: How did you get to the United States?

    Jorge Majfud: A professor of the University of Georgia, that had read my books, invited me to apply for a scholarship at his university. After the GRE and TOEFL, I started a graduate degree where I worked as a teaching assistant. It was an opportunity to devote completely to my first vocation.

    EL: What do you miss most about Uruguay?

    JM: My parents, my people, the value given to time as a human experience and not as financial resource, all of that doesn’t exist anymore and I can only visit it from time to time in my memory.

    How did you get involved with Jacksonville University?

    JM: After UGA, I taught for two years at Lincoln University, but my family and I aren’t made for cold weather, snow and shadows. I looked for a city in frontof the ocean and coincidentally there was a request for a Spanish and literature professor at JU. After the process of interviews, I got the offer to come here. JU has one of the most beautiful campus in the country, a team of very professional teachers and students with merits and respectful, in a city with a river, an ocean and a nature that allows outdoor life the whole year.

    What message would you give to the Hispanics that want to succeed in the United States?

    JM: I always tell my students not to believe me, I tell them to investigate by themselves. But if you ask me, I’d tell them to first reconsider what succeeding means. If it’s about a project that helps the passion for life, it’s welcome. If it’s about being rich and famous, it’s very probable that they’ll turn into poor and unknown. And if any of them gets rich and famous, perhaps he or she will end up like many of the rich and famous we know, which is very discouraging. Isn’t? In the United States there are many possibilities, a lot of good people, almost as much as the other ones. If we consider the terrible initial conditions of many immigrants, the fact that they can support their families, it’s already a bigger success than the one of any new rich. There are very few groups as hardworking and sacrificed as immigrants. Many illegal immigrants don’t even speak English, they don’t have documents, they don’t know the law and they don’t get many of the state benefits and despite all this, they find a job while others who prefer to stay home and benefit from the help of the same state complain that immigrants are taking their jobs. They are shameless. Then, the invisible immigrants expelled from their countries arrive here and are blamed for all the bad things. But the world has always been unfair, so until something is done to improve it, there is a lot that can be done to live the life that we have with as much joy as possible. That’s succeeding, according to me. In any case, the formula is very simple: acquire the sense of responsibility, sacrifice and joy of children. Without that, the rest of the skills are not as useful or are useless on the long run.

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Carácter nacional

 El presidente que decía la verdad

En El laberinto de la soledad (1950) Octavio Paz observó que a los estadounidenses no les interesa entender la realidad sino utilizarla. Probablemente la actitud latinoamericana ha sido la contraria y alcanza su expresión paradójica en un presidente, el presidente de Uruguay, José Mujica. Su sinceridad continúa causando sensación mundial: su última frase viral la repitió en una gira por Estados Unidos y luego en una entrevista para un canal europeo: “Yo tengo una casa presidencial con 42 funcionarios que cobran un sueldo y yo no vivo ahí, no puedo cerrarla porque si lo intento me matan” (en un país como Uruguay esto es más bien una metáfora), al tiempo que criticó la tradición del funcionario estatal, inamovible en sus puestos y en sus sillas.

No conozco a ninguno de esos 42 funcionarios ni sé lo que hacen allí, así que no diré palabra alguna sobre ellos. Pero como cualquier ciudadano de ese país que ha rechazado sistemáticamente ofrecimientos políticos y que ha trabajado en muchos otros países, creo que puedo decir que esa es una vieja tradición uruguaya y latinoamericana con una explicación lógica:demasiados pocos trabajan demasiado para mantener demasiados que trabajan demasiado poco. Cuando trabajan. 

Mujica es un es presidente sincero y liberado de las formas del poder (y probablemente de sus hipocresías también) lo cual en un presidente ya es una rareza mundial. De ahí su celebridad, sobre todo fuera de fronteras; porque uno admira y celebra aquello de lo que carece.

Pero como presidente debería hacer algo más para cambiar cosas que él mismo considera injustas, como la existencia (por no decir abundancia) de funcionarios públicos que todos alguna vez, muchas, innumerables veces sufrimos por su inamovible pereza. Claro que no se puede simplemente despedirlos a sangre fría, sin considerar sus vidas y sus familias. Pero tampoco la solución es conformarse o echarle la culpa a alguien más. Pueden ser reasignados, se les puede dar cierto plazo para que se busquen la vida como cualquier otro ciudadano que debe reforzar su esfuerzo y su creatividad para sobrevivir y pagar impuestos para mantener a otros que no hacen el mismo esfuerzo ni se enferman de los nervios cada día buscándose la vida. Recuerdo el caso de un señor que se jubiló de tropero y él mismo divertía a sus amigos diciendo que los únicos caballos que había conocido en su vida eran los de los naipes. La anécdota, tal vez anacrónica, ilustra un estilo de vida, la “viveza criolla” que algunos festejan como patrimonio nacional.

De esta tradición se derivan otras realidades. Por ejemplo, Uruguay es el país latinoamericano con menores desequilibrios sociales. Sin embargo, no es una isla. Aunque hubo algunos progresos en la última década, América Latina sigue destacándose a nivel mundial por sus grandes desigualdades. El presidente Mujica ha dicho en Estados Unidos que este continente es el que peor reparte. Lo es en todo sentido. Como en siglos anteriores, las clases dominantes se llevan casi todos los beneficios de las exportaciones mientras los trabajadores ponen el hombro por los de arriba que ponen la plata y por los de abajo que reciben algunas magras pensiones o beneficios del Estado sin trabajar demasiado o fingiendo que trabajan, cumpliendo horarios para matar el tiempo complicándole la vida a alguien que de vez en cuando necesita resolver algún problema burocrático. Una pintura que hunde sus raíces en la España de aristócratas pobres de siglos anteriores y que quedó retratada por observadores como Mariano José de Larra en “Vuelva usted mañana” (1833).

El presidente Mujica ha dicho que “los uruguayos no nos matamos trabajando” y enseguida aclaró que esto no es un defecto, lo cual, en un mundo alienado en muchos aspectos, es una observación filosóficamente superior y, con frecuencia, de dudosa moral. Porque ¿cuáles uruguayos no se matan trabajando? El estereotipo de un rioplatense tomando mate, con el aparente efecto inverso de la cafeína que contiene, reflexionando sobre el sentido de la vida mientras se le cae el techo del rancho, se parece al del mexicano perezoso durmiendo la siesta debajo de un gran sombrero: en realidad, la imagen se ajusta a algún grupo de nacionales mientras otros millones trabajan como bestias a ambos lados de la frontera norte, incluso los domingos mientras los estadounidenses están salvando sus almas en las iglesias. Algunos estadounidenses, digamos, ya que el mal común es ver estereotipos por encima de la inevitable diversidad que forma eso que uno engañosamente llama nación o país, como si se tratase de un individuo y no de una familia. De la misma forma, los uruguayos que trabajan, trabajan por el resto, trabajan más y más duro que europeos y estadounidenses. El problema es el del principio: demasiados pocos trabajan demasiado para mantener demasiados que trabajan demasiado poco.

Entonces, cuando hablamos de tradiciones nacionales y de justicia social es crítico considerar esta realidad. Porque ¿basta con repartir para hacer justicia social? ¿Es justo que los trabajadores (en su sentido amplio y real) mantengan otro tipo de gente, sean ricos o pobres? ¿Es eso justicia social, sacárselo al que se esfuerza con las manos o con el cerebro para dárselos a aquellos que sólo cuidan de su propia salud? 

El mismo Octavio Paz, con reminiscencia del pensamiento marxista y de la práctica capitalista, contradiciendo la tradición del pensamiento griego y eclesiástico, observaba: “En lugar de interrogarnos a nosotros mismos, ¿no sería mejor crear, obrar sobre una realidad que no se entrega al que la contempla, sino al que es capaz de sumergirse en ella?”

 

 

Jorge Majfud