Pobre suerte la del pobre

Quién sabe si hubiese sobrevivido a las calles de la villa donde la llevé para salvarla del alcoholismo del viejo. Quién sabe si hubiese tenido mejor vida entre los metros de Nueva York. Quién sabe si se hubiese venido de no ser porque yo mismo le pinté el oro y el moro del otro lado. No sufras más, Lupita, no se puede vivir así entre medias lágrimas. Yo me largo para yanquilandia y que sea lo que Dios quiera. Total, ¿quién va a saber que tenemos una foto del Che en la cocina? La sacamos mañana mismo y a poner la mejor sonrisa en la embajada.

–No le van a dar una visa a dos pobretones como nosotros, Nacho. No tenemos ni qué comer.

–Eso no lo sabe nadie, ni tu padre ni tu hermana. Menos mi pobre vieja, que está medio ciega.

–No voy a aguantar que te vayas–, me decía, y yo que no íbamos a estar separados por mucho tiempo.

–Cuánto tiempo no es mucho tiempo? ¿Un año? ¿Dos años?

–No, ni tanto. Serán unos meses. Apenas pueda juntar para tu pasaje te vienes.

¿Cómo se vino a enganchar conmigo, la pobre? El corazón es ciego, me decía ella. De otra forma los ojos no estarían en la cabeza; estarían en el pecho.

Pero al amor de amor se muere. Hay que alimentarlo con otras cosas. Yo lo sabía muy bien y por eso me la pasaba pensando, calculando, imaginando, fantaseando al cuete.

Hasta que en febrero del año pasado la quinta juvenil del club hizo la tan esperada gira por Los Ángeles y una noche allá después del partido que empatamos dos a dos y con una pésima actuación por mi punta izquierda me hice humo. Dejé el pozo, como decían los chicos del cole. Dicen que el técnico me anduvo buscando pero que ni se calentó conmigo. Además sabía que yo era un patadura y no tenía futuro en el club. Ni en ese ni en cualquier otro. Y como tampoco era cubano nadie se enteró. Después me quedé manso cuando un mexicano me dio una changa en su restaurante de Santa Mónica.

Dos días me llevó conseguir trabajo y Lupita me escribía diciendo qué maravilla, qué maravilla Nacho ahí sí que vamos a poder hacer nuestras vidas en paz.

Para mí al principio eso fue el paraíso. Leer los e-mail de Lupita tan contenta a pesar de que no dormía de noche por el miedo de la villa. Pero ella tenía tantas esperanzas y le daba con eso del hijo que por el momento no había que ponerse negativos, así las cosas funcionaban mejor. Entonces yo exageraba todo lo bueno de aquí o no contaba que un día me había cruzado con una mara, una patota como le dicen allá, y había tenido que entregar toda la plata de la semana. No abras la boca, me decía un panameño amigo. Te confunden con un americano por el pelo y los ojos, pero apenas dices algo y ya te adivinan que eres ilegal y que cobras cash y te siguen y te dejan sin un dólar, en el mejor de los casos.

Pero de a poco todo fue cambiando. En dos meses había juntado para el pasaje de Lupita, pero luego vino la crisis y el primero en volar antes de que el restaurante cerrara fui yo, porque era el nuevo, me decían. Igual mandé la plata para Lupita para que se viniera, porque ya no aguantábamos más. No pensé que después iba a ser tan difícil conseguir chamba.

Con Lupita anduvimos buscando en Los Ángeles y después en Las Vegas y después en toda Arizona hasta que terminamos en San Antonio, con la promesa de un boricua que tenía una empresa de limpieza. La verdad que no era tan fácil limpiar hoteles y oficinas como parecía al principio. El patrón siempre estaba desconforme con nuestro trabajo. Cuando no era muy lento era muy descuidado. Llegué a pensar que nos tomaba el pelo, o nosotros no entendíamos qué era lo que quería, y dos semanas después quedamos en la calle de nuevo.

En la calle literalmente, porque teníamos que esperar en una esquina de madrugada porque allí levantaban trabajadores sin papeles. Y yo y la Lupita allí en medio de puros hombres que por suerte no se portaban mal con nosotros, sino todo lo contrario, pero la verdad que yo siempre andaba con el Jesús en la boca y mirando para todos lados a ver quién iba a meterse con la Lupita. Tanto que en este trabajo no ponía atención en las camionetas que pasaban y levantaban trabajadores. Los mexicanos eran los más hábiles en esto y tuve que mirar y aprender de ellos. A veces Lupita me decía por qué no me había acercado al de la camioneta blanca, al del auto negro, que parecía con buen trabajo, pero la verdad es que no quería dejarla allí sola, esperando, antes que amaneciera del todo y entonces me hacía el distraído o que no nos convenía ese por esto o por aquello.

Hasta que pasó una SUV negra y le hizo seña a uno y éste me vino a decir que quería a la muchacha. Yo me fui hasta la camioneta y el tipo de lentes oscuros a esa hora del día no me inspiró mucha confianza. Tenía chamba para domésticas en casa de familia con plata, decía, pero atrás yo no veía a ninguna otra mujer. Lupita, más pálida que de costumbre y con los labios temblando me dijo que no podíamos dejar escapar otra porque no íbamos a tener para comer.

Yo no dije nada pero ella terminó subiendo atrás seguro que contra su propia voluntad. Y cuando arrancó la camioneta ella me hizo así con su manito y me tiró un beso triste. Yo sabía que iba llorando porque la conozco. Yo sabía que eso no iba a funcionar ni esta puta vida iba a funcionar.

Jorge Majfud

Milenio (Nac.), II (Mexico)

Anuncio publicitario

El presidente no estaba preparado para la guerra

 

Tony González miraba ABC News y se acariciaba el muslo derecho. El presidente daba una de sus últimas entrevistas como presidente. Desde que Tony volvió de la guerra está así, no sé si diría pensativo o es que no quiere pensar en lo que pasó ni quiere hablar de eso. Pero se siente orgulloso de haber servido a la patria y yo hago lo que puedo para que no cambie de idea. El mismo General Patrik Gonsáles, que vaya casualidad casi lleva su mismo apellido pero con dos s, le colgó la estrella de plata al valor.

Estaba muy orgulloso de esa condecoración, ganada con justo mérito, pero se enojó un día que me escuchó decirle a María José que no entendía por qué no le habían dado la de oro, siendo que arriesgando su vida salvó a cinco compañeros de armas de una muerte segura. La loca de María José, que es una liberal amarga, según Tony, había dicho o había sugerido, ya ni me acuerdo, que de no ser latino hubiese recibido la de oro.

Anoche tuve que llamar a María José para decirle que no vuelva más. La loca me salió con no sé qué discurso de esos que tienen siempre los irresponsables de San Francisco y le colgué. Total que una amiga menos.

Tony se había arrojado sobre una granada mal hecha para proteger a sus compañeros. El comando resolvió darle la de plata y Tony agradeció con lágrimas porque entonces no le salieron las palabras.

Mientras miraba la televisión, esperaba que el presidente se acordara del sacrificio que había hecho para salvar a su país.

“I think I was unprepared for war” —dice el presidente.

Tony mira ese rostro que un compañero de armas tenía pegado en una pared. El rostro dice que no estaba preparado para la guerra. El rostro se sonríe, se arruga, se pone rojo, se vuelve a sonreír con obviedad:

“The biggest regret of all the presidency has to have been the intelligence failure in Iraq” —dice el presidente George Bush, sonriendo con la mitad derecha de su boca.

Fue un gran presidente, sólo que tuvo poca suerte, piensa Tony. La guerra, la crisis económica que dejó a Tony sin perspectivas de trabajo. Menos aún en su condición, decía María José, menos aún así como está, triste todo el día, esperando que le digan otra vez que arriesgó su vida por la patria y por la libertad del mundo.

“Mucha gente —dice el presidente— puso en juego su reputación y dijo que las armas de destrucción masiva era una razón para remover a Saddam Hussein de su cargo. No fue solo gente de mi gobierno. Muchas miembros del congreso, antes de mi llegada a Washington, durante el debate sobre Irak, muchos otros líderes de otras naciones estaban considerando los mismos datos de inteligencia…”.

Con un dedo se aprieta la sien, como si buscase allí alguna explicación a su inexplicable tristeza.

“Bueno, usted sabe, no es un asunto terminado, pero creo que yo hubiera preferido que el trabajo de inteligencia hubiese sido otro”

La nación lo honra, pero Tony está triste. En una pared está Tony en una cama y el presidente que lo fue a visitar dos años atrás. Le había dicho, el presidente le había dicho que nunca iba a olvidar el sacrificio de Tony. Y David le había dicho que el presidente era hombre de palabra. Pero Tony había esperado horas, días, meses esa entrevista del presidente y estaba seguro que se acordaría de él otra vez. Sólo que el periodista insistía con otras cosas.

“I think I was unprepared for war”.

Tony I wish se acariciaba el muñón the intelligence derecho. Por alguna razón had been different todavía sentía su pierna ahí, I guessmoviéndose como un fantasma. I think También I was le faltaba la otra pierna, pero unprepared no la sentía ahí, era como si estuviese dormidafor war.

Jorge Majfud

 

 

Milenio Nac., II (Mexico)

 

What good is culture?

What Good Is Culture, Anyway?

Spanish: «¿Para qué sirve la cultura?»

It is understandable that in times of crisis, all sectors of a society suffer budget cuts and reduced profits. It is not totally comprehensible, but it is easy to understand that the first casualty of these cuts is culture. We accept that if we do not read a book, or if we deprive ourselves of a classic film, we will not be as bad off as if we stopped eating or dressing. While in the short term this is true, in the long term it is a very dangerous trap. 
In what sense? Take for example the practice of “sunset” rules.  These were known to the legislators of ancient Rome and preferred by the great political strategists, the parasites of democratic systems: establish a law or a rule, such as tax cuts for investors with specific expiration date, which makes it appear temporary. Usually that date falls in an election year, which means that no one will propose a tax increase and the law will likely be extended again. However now it has the advantage of being consolidated within the political discourse and the social narrative.

The problem of what is superfluous and what is not becomes multiplied when we pass from individual to public life; from a time measured in days or weeks to a social time measured in years; or to an historical time measured in decades. 
The men and women who access governments all around the world always use the dreams and hopes of their voters, then justify their unpopular government decisions not as dreamers but indeed the opposite: they repeat, they have real responsibilities (but with whom?); they are pragmatic people and those who disagree are dreamers; delusional, irresponsible street protesters that have nothing productive to do.

Therefore, the weapons of these pragmatic people is to point at the weakest flank of any government: first culture, then education. Actually, there are countless more useless items than culture and education, such as large sections of the administration itself. Nevertheless, we obviously need a strong administration when we do not have enough education or we have a precarious and primitive culture. This is true both in the so-called developed world and in the never-named underworld as well. 
It is natural that in times of economic crisis, culture is the first victim of these snipers, since it usually is even in good times: for example, to strip or strangle public programs such as state television channels, radio, symphony orchestras, stimulus to the various arts, to thought, to the humanities in general, and science in particular.

Why? It is argued and easily accepted that it is not fair, for example, that a private TV program on the sexual weaknesses of some entertainment producer or the entire industry of popular entertainment  must cope on its own, while other programs that have a small audience, like a series about the First World War or about Hemingway novels, unfairly receive government support. That is money from the rest of the population that does not look or is interested these cultural programs . It’s not fair, they argue, that a government could favor Don Quixote to Harry Potter, Leonard Cohen to Lady Gaga, or Tennessee Williams to Big Brother, and so on and so forth.

That is what is eloquently called free competition, which is nothing more than the tyranny of the market forces on the rest of human life. In fact, the central argument, explicit or sweetened, is that culture must also submit to the same rules to which we all are subjected, we all who that are dedicated to “more productive” activities (as if the productivity activities in consumer societies were not, in fact, a tiny minority.) If we do a study to identify those items actually “productive” or essential to human life, we probably will not reach ten percent of all the economic activity revolving around us.

Now, I understand that leaving culture in the hands of the market forces would be like leaving agriculture in the hands of the laws of meteorology and microbiology. Nobody can say that excessive rains, drought, locust invasions, worms, pests, and parasites are less natural phenomena than the always elusive and suspicious “invisible hand” of the market. If we were to abandon agriculture to its own fate, we would perish of hunger. Just like this, we need to understand that if we abandon culture to the hands of the market forces, we would perish from barbarism.

Jorge Majfud

Jacksonville University

Harlem Shake y el espíritu de nuestro tiempo

 Jorge Majfud’s books at Amazon>>

Entrevista con Jorge Majfud

Por Paul Fremont, Paris

 

EF: Unos años atrás, en un artículo sobre el breakdance, usted señalaba que la soledad era la característica esencial de ese baile.

 

JM: Sí, algo que se puede contrastar con el tango y con muchos otros tipos de bailes que no necesariamente tienen contacto interpersonal…

 

EF: Mi pregunta es sobre los nuevos fenómenos de Gangnam Style y Harlem Shake. Este último ha surgido hace unos pocos meses y ya tiene millones de visitas en YouTube y miles de versiones. ¿Cómo explicaría usted estos nuevos fenómenos que años antes hubiesen sido inimaginables?

 

JM: Existe una clara conexión entre el “inocente” fenómeno del “zombi” y la cultura del consumo. El consumidor es, al menos en su condición de consumidor, un zombi que consume y es consumido. Su sangre ha dejado de ser sagrada desde un punto de vista religioso, humanístico y político, como fue considerado alguna vez en el caso del revolucionario latinoamericano, y ha pasado a ser un producto más de consumo. En el breakdance que se practica en los gimnasios y en los espacios públicos, el individuo espera su turno para ejercitar sus admirables piruetas, que más que emociones expresan habilidades gimnásticas, y luego se retira a revisar su teléfono celular mientras otro ocupa su espacio para ejercitar lo mismo con algunas variaciones por un tiempo similar. Es un claro ejercicio de autismo social. Ahora, ese autismo no se diferencia mucho del narcisovouyerismo de las redes sociales. Aunque no se le puede negar a nadie que su actividad en Facebook, por ejemplo, es para comunicarse con sus amigos, tampoco nadie puede negar una generalidad: con vasta frecuencia, los “amigos” acuden a esos espacios virtuales con una necesidad de exponer sus intimidades o sus banalidades diarias, mientras “expían” las intimidades y las banalidades ajenas. Hay varios estudios al respecto, donde se constata una tendencia a la depresión de los usuarios, sobre todo ante el aparente éxito de sus “amigos”.

 

EF: ¿El éxito de los amigos produce depresión?

 

JM: Al parecer, en una sociedad competitiva, sí. Claro que esos estudios no diferencian amigos de “amigos” (póngalo así, entre comillas). Pero el punto es otro: no son los amigos sino las nuevas sensibilidades que se expresan y son creadas en las “redes sociales” que, como cualquiera sabe, son lo más antisocial que ha creado la historia de la humanidad.

 

EF: Pero volvamos al fenómeno de Harlem Shake …

 

JM: Creo que podemos tener una muestra de toda una civilización, del espíritu de un tiempo (si asumimos que los zombis tienen espíritu) a través del análisis de un fenómeno que lo más que provocan son risas o gente golpeándose la cabeza ante un aparente absurdo. Incluso, en Estados Unidos la gente que ha hecho versiones sobre el mismo no tenía ni tiene la menor idea de qué decía la única frase que se escucha (“Con los terroristas”) porque está en español. Supongo que aquí en Francia es igual.

 

EF: Sí, pero no conozco a nadie que le haya dado importancia a la letra. Normalmente se piensa que es divertida y nada más.

 

JM: Pero sería un error pensar que un fenómeno mundial como Harlem Shake es sólo algo “divertido” o un mero producto de una casualidad inexplicable. Si se me cae azúcar fuera de esta taza, puedo atribuírselo a un mero accidente. Pero cuando el ochenta por ciento de las veces me ocurre lo mismo debo descartar semejante comodidad interpretativa.

 

EF: Entonces, ¿cómo explicaría usted este fenómeno?

 

JM: Lo haría en la misma línea que podemos trazar desde los zombis de los ochenta y cierto break dance de las últimas décadas. Si vemos de cerca el caso particular de Harlem Shake, podemos comenzar por preguntarnos en qué consisten todas las versiones. En total hay dos momentos: en el primero, una persona se mueve como si bailara. Claro, podríamos discutir sobre si esto es un baile o no, pero lo que es un hecho objetivo es que ese individuo se está moviendo solo, rodeado de un grupo de cinco o veinte personas que no lo hacen. Pero no sólo el resto de las personas no se mueven o sus movimientos no tienen nada que ver con el primer individuo, sino que cada una de esas personas está ocupada en algo que no son los otros. Muchos de ellos son jóvenes que están chequeando sus teléfonos celulares. Aquí tenemos una de las claves de esta sociedad de las “comunicaciones”: el autismo social en que vivimos. Por si fuera poco, el primer individuo casi siempre usa un casco de motocicleta, aun en espacios interiores, o alguna mascara que acentúa la idea de alienación y, sobre todo, de incomunicación. El individuo danza consigo mismo, lo cual es otro signo de narcisismo y alineación. Luego se pasa al segundo momento. El narcisismo de uno ha triunfado y el resto de alienados ha repetido el acto mecánico. No es casualidad que la explosión de popularidad de estos videos se llama “viral”, y el fenómeno que lleva de la sorpresa y el primer desagrado por el absurdo a la repetición placentera se llama “inoculación”. En el segundo momento la masa de zombis, de teléfonos celulares con personas, ha sido inoculada por la banalidad de uno de los narcisos. Como consumidor, el narciso es parte de la masa pero necesita sentirse diferente logrando sus quince minutos de fama gracias a un acto intrascendente pero mórbido. Si vemos el resultado final del segundo acto veremos el triunfo de uno de los autistas pero no la superación del autismo. Al final, todos han sido contagiados, el sueño de cada uno de los narcisovuyeristas se ha realizado en el triunfo del primero “diferente”, pero la situación es la misma que al comienzo: cada uno de los participantes, luego de un gran esfuerzo por ser original, ha elegido una variación de lo mismo y, sobre todo, ha terminado danzando consigo mismo. En algunos pocos casos dos participantes interactúan, pero es una interacción donde se realiza simbólicamente un acto sexual marcado por la repetición donde el deseo de ridículo sustituye cualquier posibilidad a la emoción amorosa, por ejemplo. Entonces, en cualquier caso vamos del autismo al autismo. En cualquier caso, es la más pura expresión de nuestro tiempo de las incomunicaciones electrónicas. Es un acto de masturbación colectiva. No muy diferente es nuestra cultura global hoy en día. Por la misma razón, y como expresión y como producto de una civilización del consumo, tanto Gangnam Style como Harlem Shake no pueden durar mucho. 

 

EF: ¿Habría participado en alguna de estas versiones?

 

JM: Tal vez sí. ¿Por qué no? No soy ortodoxo ni purista. Como acto en sí, es un absurdo divertido y no agrega ni quita nada al mundo. Pero, independientemente de esto, el fenómeno es inmensamente significativo para comprender el estado actual de nuestra civilización. Yo no lo subestimaría, al menos no como signo.

La Republica (Uruguay)

Milenio (Mexico) , Nac.

La Jornada (Mexico)

Jorge Majfud’s books at Amazon>>