Teología del dinero IV

El secuestro de la moral

 

 

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 1.    La violencia de las simplificaciones

Durante años he leído y estudiado diferentes tesis que intentan probar, como un teólogo prueba lo que nunca intentó cuestionar, cápsulas del tipo “la propiedad es el robo”. Esta afirmación resulta tan verdadera como falsa, dependiendo de dónde se aplique; no obstante, el espiritu de partido necesita simplificar para tomar posición combativa.

Como es la regla, una vez que un ideoléxico está consolidado se ponen cosas diferentes dentro de una misma bolsa. Por ejemplo, dentro de “propiedad privada” o de “éxito” cabe una diversidad de ideas y cosas con valores frecuentemente opuestos. “Éxito” significa muchas cosas, pero dentro de un mundo creado por la narrativa conservadora norteamericana, significa acumulación ilimitada de capitales financieros y de poder político y religioso.

Pero “éxito”, aún dentro de un estrecho marco capitalista, también puede referirse a un inventor que se hace rico al mismo tiempo que beneficia a millones de personas con el resultado de sus ideas. ¿Qué tiene que ver el éxito económico y social de un innovador con el éxito de un especulador de bolsa que se hace millonario arruinando a vida de miles sino de millones de personas? ¿Qué tiene que ver aquel “mercado” que historicamente ha expandido la cultura y el bienestar material de los pueblos con aquel otro “mercado” que ha esclavizado continentes cuando no ha destruido y prostituido culturas enteras?

Por otro lado, el modesto éxito de un pequeño empresario o artesano es normalmente despreciado por aquellos otros que, por ejemplo, se consideran creadores sólo porque escriben poesía o novelas, pintan cuadros o hacen alguna forma de música. Sin embargo, un creador puede ejercer su genio en cualquier actividad, con un lápiz, sobre un teclado, en un taller de bicicletas o revolucionando la forma en que la gente usa una cerradura o un simple jabón. Un poema, si realmente tiene valor, puede expandir la experiencia existencial de un individuo, de una sociedad, levantándola de la miseria de los actos meramente animales, como comer y reproducirse. Pero también un simple proceso de purificación de agua puede sacar de la miseria material a pueblos enteros. Las dos son creaciones humanas, aunque se refieren a diferentes aspectos vitales de la existencia.

Entonces, en un mundo diverso, en lo personal no me preocuparía que alguien invierta toda su creatividad para convertirse en un millonario exitoso. Como escritor, por ejemplo, no me interesa en lo más mínimo hacer fortuna ni mido el éxito de mi trabajo por la venta de mis libros. Sí me interesa que quienes aman el lujo y el dinero no lo obtengan explotando a los demás. Algo que es muy difícil, argumentará alguien. Pero no imposible, y así como no creo que debamos imponer a todos mi desprecio por el lujo y las joyas, tampoco sería justo que quienes aman el dinero y consideran fracasados a quienes no pertenecen a esa religión, impongan sus reglas de juego a una sociedad por la simple virtud del poder excesivo que emana de sus cuentas bancarias y sus influyentes amigos.

Veamos cómo la pasión de unos se puede traducir en el martirio de otros.

 

 

2. Robo para la corona

Ahora, dentro de esta relatividad de un mundo vasto, complejo y diverso, podemos observar ciertos patrones históricos que nos aportan pistas para comprender la “normalidad” de nuestro presente. El poder, que puede llegar a ser un agente constructivo, con más frecuencia ha sido opresivo y destructor. En Estados Unidos, por ejemplo, los grupos más conservadores son los grupos más religiosos, que son los grupos más ricos o aquellos grupos que trabajan y repiten con pasión un discurso en defensa de las clases altas, conservadoras y religiosas. Cuando un pobre defiende con tanta pasión el derecho a la acumulación ilimitada de capitales, lo hace como si fuese condición y consecuencia del “éxito del capitalismo”. Generalmente este pobre es republicano, religioso y conservador, ya que no rico.

Naturalmente, los partidarios del egoísmo como virtud del capitalismo ortodoxo deben recurrir a un had hoc que pueda unir este impulso individualista con el altruismo religioso y humanista del que presumen ser los campeones: la compasión, una especie de impuesto moral que no se paga por obligación al Estado laico sino personalmente o a través de una iglesia, de forma voluntaria y cuando sobra. De esa forma se puede ver la mano que arroja las limosnas en la puerta de la iglesia mientras los pobres repiten “que Dios se lo pague”. Un negocio redondo por donde se lo mire.

Entonces, se da la paradoja de que los partidarios del egoísmo como virtud del éxito económico y divino son también los más fanáticos practicantes de una religión como la crisitiana, que desde su fundación y de forma explícita en sus Escrituras opta por los pobres y condena el mercado y la riqueza. El humanismo renacentista había revindicado el comercio como una legítima actividad humana, rescatándola de la maldicion católica (que no se aplicaba de obispos para arriba); pero más tarde el calvinismo logró que Dios reconociera la riqueza como signo de virtud moral y metafísica y condenara a los pobres por sus vicios o por no haber sido elegidos antes de nacer.

El patrón histórico ha sido siempre el mismo: cada vez que una revolución religiosa es hecha por los de abajo, por los marginados que en cierto momento se convierten en mayoría y su conciencia rebelde madura y triunfa en el discurso social, dicha revolución es secuestrada por los ricos y poderosos. No otra cosa ocurrió con la rebelión de los pobres y marginados iniciada por Jesús contra el establishment de los poderosos fariseos, colaboracionistas de un imperio ocupante como lo era el imperio romano de la época. No otra cosa ocurrió tres siglos después cuando los perseguidos cristianos se convirtieron en mayoría y de ahí en religión oficial del Imperio, legalizada estratégicamente por un emperador brutal como Constantino e institucionalizada luego de una forma aún más brutal por siglos de violencia física y moral, administrada por una policía dogmática que tuvo sus peores tiempos en la Inquisición, persiguiendo a su vez a todo lo que no se parecía a sí mismo o amenazaba los privilegios de reyes, príncipes, duques, abismos, cardenales, papas y otros administradores del poder y la riqueza social del momento. No otra cosa ocurrió con la rebelión de Lutero cuando reivindicó los derechos del individuo sobre el poder arbitrario y concentrado de los papas. No otra cosa ocurrió cuando los perseguidos peregrinos trajeron a América sus nuevas sectas y sus formas menos aristocráticas de organización social y unos siglos después terminaron convirtiéndose en las doctrinas dominante de los políticos y de los empresarios en el poder.

No otra fue la historia de los Estados modernos, que surgieron como revoluciones de los de abajo o a favor de los de abajo contra el abuso arbitrario de los de arriba. Sin embargo, ahora cuando vemos que la mayoría de los “representantes” pertenecen a la minúscula minoría más rica del país (bajo la excusa del ser “exitosos”), vemos que los Estados modernos están dirigidos por aquellos por los cuales surgieron los Estados modernos en defensa del resto más numeroso y menos poderoso de la sociedad.

Entonces, de forma casi invariable la historia nos muestra que los ricos son especialistas en secuestrar Estados, religiones y narrativas sociales. En consecuencia, no es extraño que algunos desconfíen de los hermosos discursos que elogian el “éxito” de los ricos que están en el poder mientras se presentan como los salvadores de la moral, la religión, y además, como beneficiarios de los pobres que no saben cuidarse a sí mismos.

 

Jorge Majfud

Jacksonville Univeristy

majfud.org

Milenio (Mexico)

La Republica (Uruguay)

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Brasil é o 4º país mais desigual da América Latina, mostra estudo da ONU – Jornal O Globo

Brasil é o 4º país mais desigual da América Latina, mostra estudo da ONU – Jornal O Globo.

 

RIO DE JANEIRO — O Brasil é o quarto país mais desigual da América Latina, atrás somente da Guatemala, Honduras e Colômbia, informa o site G1, com base em relatório sobre as cidades latino-americanas feito pelo Programa das Nações Unidas para os Assentamentos Humanos (ONU-Habitat). Entretanto o país avançou no combate à desigualdade, já que em 1990 era o líder do ranking das nações com pior distribuição de renda.

O estudo também mostra que em 2020, 90% da população brasileira estarão vivendo nas cidades, assim como seus vizinhos do Cone Sul (Argentina, Chile, Paraguai e Uruguai). Embora seja a menos povoada em relação ao seu território, a região da América Latina e do Caribe é a mais urbanizada do mundo e quase 80% de suas populações vivem hoje nas cidades. Apesar desse panorama, após décadas de êxodo rural, o estudo demonstra que a explosão urbana é coisa do passado e que desde 2000 o crescimento médio anual da população na região tem sido inferior a 2%, crescimento considerado normal, segundo o relatório.

O estudo aponta ainda que a desaceleração populacional na região, iniciada há cerca de 20 anos, deve continuar e que até 2030 o número de habitantes na maioria dos países latino-americanos e caribenhos crescerá menos de 1% ao ano. A atual estabilidade demográfica é muito vantajosa para várias dessas nações, onde a população ativa supera em muito a de crianças e velhos.

A situação privilegiada, porém, não durará mais que 30 anos e as nações devem aproveitá-la para se preparar para um futuro sustentável, com boa estrutura para os idosos que serão maioria em algumas décadas. Para aproveitar esse momento, o estudo sugere uma série de medidas e novo modelo de crescimento diferentes dos atuais, que impulsionem a expansão das periferias, de rodovias, condomínios fechados e veículos individuais.

A proporção de pessoas vivendo em favelas diminuiu nas últimas duas décadas, mas o relatório mostra que cerca de 111 milhões de pessoas ainda vivem nesses espaços, a maioria segregada socialmente e espacialmente, com poucos locais de lazer, pouco transporte público, serviços básicos precários e poucos equipamentos sociais e estruturas produtivas. Atualmente, 124 milhões de habitantes nas cidades vivem em situação de pobreza, uma em cada quatro pessoas nas áreas urbanas.

A elaboração do relatório foi apoiada pela Comissão Econômica para a América Latina e o Caribe (Cepal), a Federação Latino-Americana de Cidades, Municípios e Associações de Governos Locais (Flacma), pelos Ministros e Autoridades Máximas de Habitação e Desenvolvimento Urbano da América Latina e do Caribe (Minurv) e pela Aliança para as Cidades e o Banco de Desenvolvimento na América Latina (CAF).

Leia mais sobre esse assunto em http://oglobo.globo.com/mundo/brasil-o-4-pais-mais-desigual-da-america-latina-mostra-estudo-da-onu-5851772#ixzz24CaWhs80
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Eduardo Galeano

Eduardo Galeano

“The Hoariest of Latin American Conspiracy Theorists”

 

Although I would say that the article “The Land of Too Many Summits” by Christopher Sabatini (Foreign Affairs, April 12, 2012) is right on some points, it nonetheless fails to give little more than unproved opinions on other matters — or as Karl Popper would say, certain statements lack the “refutability” condition of any scientific statement — and is inaccurate in terms of its overall meaning.

For years I have argued that Latin American victimhood and the habit of blaming “the Empire” for everything that is wrong is a way to avoid taking responsibility for one’s own destiny. Mr. Sabatini is probably right in the central point of his article: “If the number of summits were a measure of the quality of diplomacy, Latin America would be a utopia of harmony, cooperation, and understanding.” However, Latin American leaders continue to practice antiquated traditions founded upon an opposing ideology: a certain cult of personality, the love for perpetual leadership positions, the abuse of grandiloquent words and promises, and the sluggishness of concrete and pragmatic actions and reforms, all of which are highly ironic features of governments that consider themselves “progressive.» Regardless, not all that long ago, when conservative dictatorships or marionette governments in some banana republic or another manifested such regressive characteristics, it didn’t seem to bother the leaders of the world’s wealthiest populations all that much.  

On some other basic points, Sabatini demonstrates factual inaccuracies. For example, when he states that Eduardo Galeano “wrote the classic screed against the developed world’s exploitation and the region’s victimhood, Open Veins of Latin America, read by every undergraduate student of Latin America in the 1970s and 1980s,” he forgets — I cannot assume any kind of intellectual dishonesty since I don’t know much about him, but neither can I accuse him of ignorance, since he has followed “Latin American politics for a living” — that at that time Latin America was not the magic-realist land of colorful communist dictators (with the exception of Cuba) as many Anglo readers frequently assume, but rather the land of brutal, conservative, right-wing military dictatorships with a very long history.

Therefore — anyone can logically infer the true facts — that famous book was broadly forbidden in that continent at that time. Of course, in and of itself, the widespread prohibition against it made the publication even more popular year after year. But such popularity did not primarily stem from the book’s portrayal of the self-victimization of an entire continent — which I am not going to totally deny — but was more in response to Galeano’s frank representation of another reality, not the false imaginings of certain horrible conspiracy theorists, but rather the reality created throughout Latin American history by other hallucinating people, some of whom became intoxicated by their access to power, although they themselves did not actually wield it in the formal sense.

Therefore, if Eduardo Galeano — a writer, not a powerful CEO, a commander in chief of some army, another drunken president, nor the leader of some obscure sect or lobby — is “the hoariest of Latin American conspiracy theorists,” then who or what is and was the de facto hoariest of Latin American conspirators? Forget the fact that Galeano is completely bald and try to answer that question.

Regrettably, it has become commonplace for the mass media and other supporters of the status-quo to ridicule one of the most courageous and skillful writers in postmodern history, and to even label him an idiot. However, if Eduardo Galeano was wrong in his arguments — no one can say he was wrong in his means, because his means have always been words, not weapons or money — at least he was wrong on behalf of the right side, since he chose to side with the weak, the voiceless and the nobodies, those who never profit from power, and consequently, we may argue, always suffer at its hands.

He did not pick white or black pieces from the chessboard, but instead chose to side with the pawns, which historically fought in wars organized by the aristocracy from the rearguard (kings, queens, knights, and bishops). Upon the conclusion of battle, that same aristocracy always received the honors and conquered lands, while the pawns were forever the first to die.

Thus has it been in modern wars. With the ridiculous but traditional exception of some prince playing at war, real soldiers are mostly from middle and lower classes. Although a few people have real money and everyone has real blood, as a general rule, only poor people contribute to wars with their blood, whereas only rich people contribute to wars with their money — not so hard to do when one always has abundant material means, and even less difficult when such a monetary contribution is always an interest-bearing investment, whether in terms of actual financial gain or perceived moral rectitude, both of which may well be considered as two sides of the same coin.

Is it mere coincidence that the economically powerful, the politicians in office, the big media owners and a variety of seemingly official self-appointed spokespersons for the status quo are the ones who continuously repeat the same tired litany about the glory of heroism and patriotism? It can hardly be a matter of chance, considering that such individuals have a clear need to maintain high morale among those who are actually going to spill their own blood upon the sacrificial altar of war, and have an equally evident motive for demoralizing to the greatest extent possible those skeptics or critics such as Eduardo Galeano who cross the line, and who never buy those jewels of the Crown.

 

Jorge Majfud

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Quevedo: Política de Dios, Govierno de Christo.

 

 

El Siglo del Loro

 

 

Spanish writer Francisco de Quevedo (1580–1645...

Si no fuera por el genio inigualable de Cervantes, de Lope de Vega y de Calderón de la Barca, si no fuera por el genio anónimo del realismo español (como el de Lazarillo de Tormes) y el histórico flujo de metales preciosos de América hacia España, lo que la crítica ha llamado “Siglo de Oro” debería llamarse “Siglo del Oro” o “Siglo del Loro”, debido a la inundación verborragica del palabrerío sin sustento y sin sustancia de un gran número de otras figuras menores, reverenciadas más por la superficialidad del ingenio barroco que por la profundidad del genio español. Más genios y en menos tiempo tuvo la llamada Edad de plata: Gaudí, Picasso, Dalí, Lorca, Machado, Hernández, Alberti, Ortega y Gasset, Falla…

Baltasar Gracián, por ejemplo, que se hizo célebre por su máxima sobre el valor de lo mínimo —“lo bueno, si breve, dos veces bueno”— prefirió el juego a la brevedad lingüística. Pero los hubo peores: Góngora, Juan de Zabaleta, Saavedra Fajardo…

Si echamos una mirada a las ideas y convicciones de Quevedo, uno de los escritores más afamados de su época y de las épocas posteriores, veremos que, aunque contemporáneos, el mismo Don Quijote se le adelantaba varios siglos. El pensamiento de Quevedo no sólo es medieval; además es lento. Como en muchos otros de sus contemporáneos, sus palabras iban más rápido que sus ideas.

Increíblemente, la crítica conservadora ha valorado la profundidad de su contenido moral, quizás porque sus raíces se encuentran en los tiempos romanos.

Por esta época, el Mayflower acababa de llegar a Massachusetts y en Inglaterra, un país menor y más bien marginal a pesar de Shakespeare, ya comenzaban los primeros chispazos de la rebelión de los innobles y el cuestionamiento a las formas de gobierno tradicional. Pero España, a las puertas de una crisis económica y un dramático descenso de su población, todavía estaba en el apogeo de su autosatisfacción y su orgullo nacionalista que, como en los cuentos de hadas, se reproducía a través de un discurso dulce, desde arriba hacia abajo.

Seguramente porque en aquellos tiempos (de pobreza rampante en la mayor parte de su población pero todavía con un fuerte sentido aristocrático) las discusiones políticas y sociales eran mínimas o intrascendentes, los intelectuales con alguna inquietud social se dedicaban a dar consejos a los reyes. En Política de Dios, gobierno de Cristo, tiranía de Satanás (1626), Quevedo formula y detalla el ideal del gobernante, apoyado, con frecuencia, en los Evangelios.[1] En gran medida, este libro se demora en largas arengas teológicas con comentarios bíblicos sazonados con citas latinas, que es lo único que quedó el humanismo anterior. Su discurso es oscuro y retorcido, como Francisco Cascales advirtiese con respecto a Góngora más o menos por la misma época. Quizás porque los Evangelios prescriben no mencionar el nombre de Dios en vano, Quevedo lo menciona una decena de veces en una sola página, en la 49.

Desde el primer capítulo, Quevedo se despacha con pensamientos como “El entendimiento bien informado guía la voluntad, si le sigue” (41). Luego de detenerse en la historia de Caín (44) y en el pecado de la enviada, advierte que “grandes son los peligros del reinar” (45). Como ha sido parte de una larga tradición de cientos y miles de años, siempre se exonera a los reyes y se culpa a los mandos medios o se excusa a aquellos por las malas influencias de los consejeros, lo cual recuerda la figura del príncipe de las tinieblas, el eterno consejero.

Nada diferente al resto de los escritores dorados de este siglo, el misoginismo no podía faltar en ningún análisis políticamente correcto: “en dexandole Dios consigo [Eva a Adán] sirvió a la muger con la sujeción y obediencia” (49). La sujeción y la obediencia al hombre eran claras virtudes que Dios habría dado a las mujeres. Por supuesto, medio siglo antes Santa Teresa estaba totalmente de acuerdo.

Según Quevedo, los reyes deben saber quiénes los están robando (57-58), ya que Jesús hizo lo mismo cuando una mujer lo tocó y “sintió salir virtud de Él” (56).

En el Capítulo V, Quevedo lo hace más explícito y se apoya en la justificación que hace Jesús ante Judas, quien le había preguntado por qué dejaba que una mujer le echara un perfume caro a los pies y no se lo vendía para darles a los pobres, como era su prédica. Quevedo lo traduce a su gusto o al gusto de su rey: “Ni para los pobres se ha de quitar del Rey. Ioan 12” (59).

Claro que hay distintas especies de ladrones. Cuando se refiere a los ministros y otros personajes infiltrados en el gobierno, nos recuerda a nuestro propio tiempo y, sobre todo, a los lobbies que contribuyen con los gobiernos de formas tan generosas: “el mayor ladrón no es el que hurta porque no tiene; sino el que teniendo da mucho por hurtar más” (118).

La tarea del rey no es fácil, ni siquiera hoy: “Vna cosa es entre los soldados obedecer órdenes; otra es seguir el exemplo” (63), por lo cual el rey debe cuidar “de que los suyos no pierdan la fe” (63).

De igual forma que Jesús trató con indiferencia a su propia familia, el rey debe hacer lo mismo con la suya. El Capítulo IX, incluso, aconseja que el rey debe castigar a los ministros en público para dar ejemplo, a imitación de Cristo; consentirlos es dar escándalo, a imitación de Satanás (72).

Recién en el capítulo XVIII descubrimos el verdadero propósito de los reyes. “Los Reyes nacieron para los solos y desamparados” (109). “Los necesitados no han de buscar al rey y a los ministros. Igual que Jesús, cuando expulsó a los mercaderes del tempo, demostrando por única vez verdadero enojo, igual debía hacer el rey con aquellos que “con pretexto de Religión hacen hazienda” (112).

Quevedo inicia cada capítulo con una cita y luego se extiende comentándola según las necesidades y los intereses del momento, según la actual práctica de los conservadores de todo el mundo. En el capitulo catorce, un lapsus: “Es tan fecunda la sagrada Escritura, que sin demasía, ni proligidad, sobre vna cláusula se puede hazer vn libro, no dos capítulos” (92).

En todo el libro se asume que el Rey debe ser la imagen de Cristo, ya que el Poder procede de arriba hacia abajo. Esta estratégica confusión entre la cosa divina y la cosa política es una tradición de miles de años y va desde los faraones egipcios hasta algún que otro presidente norteamericano, pasando por los incas y los reyes absolutistas de Europa.

La misma idea tenía el general Francisco Franco, cuando mandó acuñar en las monedas de su tiempo su imagen rodeada de la leyenda “Caudillo de España por la Gracia de Dios”. Igual gritaban los romanos antes de entrar en batalla (“Nobiscum Deus”) y grabaron los nazis en sus insignias (“Gott mit uns”): Dios está con nosotros; confiamos en Dios.

Porque nada sucede sin el consentimiento del Creador. Nada, incluso lo bueno, que parece malo.

 

Jorge Majfud

Jacksonville University

 majfud.org

Milenio (Mexico)

Panama America (Panama)

 


[1] 

. Política de Dios, Govierno de Christo. [1626] Valencia: University of Illinois Press y Editorial Castalia, 1966.

 

Democracia Directa

Netting

Netting (Photo credit: Oberazzi)

 

Hacia una Democracia Directa

 

A finales del siglo XX observábamos la inminencia de un quiebre del sistema socioeconómico del mundo desarrollado y el levantamiento de masas sin líderes definidos, una nueva forma de procesar la información y una desmilitarización de la moral y del pensamiento.

También sugerimos dos alternativas a esta gran crisis: (a) una mayor represión, producto de la reacción del antiguo orden, o (b) un avance hacia la democracia directa.

En los años 90 estábamos convencidos que Internet iba a ser ese gran instrumento de liberación de las masas y los pueblos. Veinte años más tarde ese optimismo ha sido defraudado en parte por una cultura que no ha acompañado estos cambios técnicos. Las redes sociales, por ejemplo, todavía son juguetes antes que herramientas para una democracia directa. Obviamente, cada uno hace con su vida lo que quiera, pero aquí estamos hablando desde un punto de vista histórico.

En una próxima etapa deberíamos tener en funcionamiento las Asambleas Ciudadanas, redes capaces de habilitar a los individuos no sólo a dar una opinión intrascendente y catártica sino a tomar decisiones, de la misma forma que un individuo toma una decisión cuando usa su tarjeta de crédito para pagar una cuenta, para comprar un artículo, un servicio o donar algo para las víctimas de una catástrofe.

En dos palabras, el objetivo sigue siendo el mismo: la democracia directa, que es una variación de un sistema anárquico. Esta Sociedad Desobediente, Democracia Directa o Anarquía Organizada no implica la inexistencia de jerarquías sino la potencialización de la “igual-libertad”, en oposición de la igualación de los regímenes absolutistas o de la tiranía de la libertad de los más fuertes de un sistema basado en el libre mercado (de dudosa existencia en cuanto a su adjetivo), tal como lo conocemos hoy.

Si hacemos un rápido e incompleto resumen de esas ideas ya adelantadas hace años, éstas podrían ser:

1. Democracia directa. Las democracias representativas, que fueron un gran progreso de la historia a partir principalmente de la Revolución americana, están ahora obsoletas y más bien son el principal obstáculo reaccionario para el avance de una democracia directa. Los representantes no representan y los representados no deciden sobre problemas concretos aparte de decidirse por un candidato o por un partido político.

2. Sistema de asambleas y voto electrónico. La experiencia de decisión y consecuencia produce individuos y sociedades más libres y responsables. Pero la frecuencia de votación cada dos o cuatro años, establecida por la realidad del siglo XVIII, en nuestro tiempo no tiene más fundamentos que excusas.

3. Atomización del poder. Sin poder no hay libertad, por lo que la garantía de una libertad igualitaria implica un equilibrio en la cuota de poder que cada individuo posee en una sociedad. Por el contrario, la diferencia relativa de poder produce amos y esclavos, gobernantes y gobernados, acreedores y deudores vitalicios. También facilita la violencia civil y militar de dos formas: a) el poder concentrado de los gobiernos, de las corporaciones y de las mafias privadas debe luchar por conservar y aumentar el poder que posee; 2) es más probable y tiene consecuencias más graves el ataque a un poder central, como a un gobierno o a una institución, que el ataque a un poder que no posee una cabeza ni está concentrado en el espacio.

4. Liberación de fidelidades preestablecidas. El sentimiento de pertenecia a un grupo es natural pero también ha sido un instrumento para limitar el pensamiento y secuestrar el compromiso de los individuos. El sentido exacerbado de clan, de secta, de partido o de nacionalidad refuerza la necesidad de conflicto permanente para evitar que los adversarios tomen el poder. Se puede argumentar que una mayor liberalización de la vida social lleva al fortalecimiento de elites, pero la historia de los últimos siglos muestra, no sin dolor y excepciones, que a mayor libertad individual ha aumentado la igualdad de oportunidades y derechos. Las crisis se dan por ciertas diferencias sociales que en cierto momento se vuelven intolerables para la mayoría.

5. Impuesto selectivo. Una forma práctica de acelerar los cambios hacia una democracia directa es introducir una reforma en los sistemas de impuestos, según la cual un porcentaje pueda ser destinado a diferentes causas, instituciones, políticas o programas sociales. Así, cada año el contribuyente podrá decidir a quién quita apoyo y a quién se lo da según su propio criterio y no según la imposición de un partido político o de un aparato burocrático. De esta forma cada ciudadano podría ejercer a una escala minúscula pero acumulada el mismo hábito que actualmente las corporaciones realizan cuando deciden sus donaciones.  

6. Promoción de un Índice de Desarrollo Social en reemplazo del PIB. Es cierto que con una caída del PIB de un país se destruyen empleos. Esto genera tensión social y la primera solución es lograr que el PIB vuelva a crecer. Pero podemos juzgar el éxito de este paradigma dominante por sus resultados a largo plazo. La idea nunca cuestionada de que para que haya empleos y estabilidad social el PIB debe crecer ilimitadamente ha sido una ilusión y una adicción sostenida a duras penas y no ha evitado crisis de todo tipo, como las crisis económicas, crisis laborales, sociales y ecológicas. El problema no radica en la mera generación de riqueza sino en una distribución más democrática (no por parte de un Estado burocrático, con tendencia a la corrupción, sino por individuos más independientes). La ambición ilimitada produce tanta riqueza para los fuertes como pobreza para los débiles y estas diferencias generan más violencia física, económica y moral.

7. Cambio de valoración social. A una distribución más democrática del poder social (político y económico) debería acompañar un cambio de cultura que se aleje de la ansiedad del consumismo como signo de éxito, promovido por la publicidad capitalista.

8. Mayor conciencia holística, ecologista y existencialista. ¿A dónde vamos tan apurados?

9. Disminución del poder de la economía en la vida de los individuos. Este cambio individual no está desconectado de un cambio cultural. Un individuo que toma la decisión de combatir su visión exitista del mundo seguramente hará un gran cambio en su vida, pero no evitará que los exitistas que lo rodean terminen por afectarlo de forma directa, como a través de la pérdida de su empleo por “falta de ambiciones” o la destrucción del medio ambiente.

Ningún individuo, ningún país podría cambiar esta realidad por sí solo. Ignorar las reglas que rigen la realidad que rodea a un individuo o a un país es simplemente exponerse al exterminio propio. Por lo tanto, cualquier cambio deberá ser gradual y simultáneo. El objetivo es una democracia directa y los caminos son múltiples, recorriendo desde la economía y la cultura de las sociedades globales hasta las sensibilidades individuales.

 

Jorge Majfud

Jacksonville University

Julio 2012

majfud.org

Milenio (Mexico)

 

 

 

La violencia moral en «La reina de América» (Laurine Duneau)

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La reina de America

La violencia moral en «La reina de América» de Jorge Majfud

Laurine Duneau, Université d’Orléans

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La reina de América fue escrita entre 1999 y 2000 y publicada en 2002 en Tenerife, España. En una primera lectura, esta novela trata de una joven española que a principio de los años sesenta es forzada por su padre a emigrar a América del Sur por razones económicas, pero como consecuencia de un amor frustrado en el barco que la llevaba a Buenos Aires y por la muerte abrupta de su padre poco antes de arribar a Buenos Aires, termina siendo arrastrada a la prostitución en Montevideo.

Coincidentemente, los años sesenta significaron cierta recuperación económica de España, debido a una mayor apertura del régimen militar de la época, mientras, de forma simultánea comenzaban a marcar un fuerte declive económico del Cono Sur. Pero, por entonces, la dirección de los emigrantes era todavía hacia el sur.

Aunque los temas pueden considerarse universales (los conflictos sociales e individuales que se derivan de la inmigración, el predominio del poder masculino en distintas esferas sociales, la brutalidad política y la búsqueda de justicia), la novela en sí los aborda desde dramas concretos, individuales y desde múltiples puntos de vista. Para enfatizar este aspecto, el autor no recurre sólo a la narración de múltiples voces sino que, con frecuencia, las mezcla en la misma página con las narraciones de los medios de prensa, orales y escritos, desde los cuales se filtra la voz oficial del poder político o de la cultura popular.

Uno de estos temas centrales es la violencia en sus diversas formas; la violencia que se produce en una sociedad y se materializa en sus individuos. La novela pone especial atención en la violencia moral.

Para el análisis de La reina…, vamos a seguir algunos ejes que me parece importante poner en evidencia. Primero, vamos a analizar el peritexto (títulos, subtítulos, prefacio, dedicatoria, notas). Después, seguiremos con la representación del extranjero; en esta parte cabe subrayar las referencias a Uruguay (país omnipresente en la obra) y a Argentina (donde vive otro de los protagonistas, Jacobsen, y desde donde se inicia la narración de Consuelo, la hija de la prostituta, como una especie de confesión con múltiples flash-backs). Ambos países son uno solo en términos culturales pero también fueron uno solo para las dictaduras que en los años setenta actuaron en complicidad. En una tercera parte, veremos más bien las nociones de «violencia» que están presentes a lo largo de la historia. Y, por fin, tendremos una suerte de entrevista con el autor, ya que tuve la suerte hablar con él a lo largo de mi lectura.

I) Análisis del peritexto

La reina de América tiene riqueza en cuanto al peritexto ya que los títulos, capítulos y subcapítulos son importantes de la narración. También tiene al principio una cita que analizaremos, sin olvidar poner el acento sobre el incipit, es decir, aquella primera palabra o frase que desde el comienzo representa el resto del texto y que por lo general nos adelanten el espíritu del texto.

A) El título de la novela

El título de esta novela es paradójico. Una paradoja es una figura lógica que consiste en afirmar algo en apariencia absurdo por chocar contra las ideas corrientes, adscritas al buen sentido, o a veces opuestas al propio enunciado en que se inscriben. Según la definición del propio autor, «toda paradoja, es apenas una contradicción aparente con una lógica interna»1. Efectivamente, no hay reinas en América (si no consideramos Canadá con su reina en Inglaterra). Este título es una manera de anunciar el viejo sueño de «hacerse la América», propia de los inmigrantes europeos de los últimos siglos, que en muchos casos simplemente fue una cruel pesadilla. En uno de los pasajes más crueles de la obra, se desarrolla un matrimonio entre Mabel, la prostituta, la protagonista aludida por el título, y un imaginario Jacobsen, el joven de origen danés que Mabel había conocido en el barco y que la resistencia primero y luego la muerte inesperada del padre de ella, en Montevideo, convertiría en una ausencia obsesiva. El «príncipe de Dinamarca» es, irónicamente, un anarquista, y la «princesa Mabel», futura reina de América, una prostituta. Esta boda es real en la obra pero es una farsa, una mise-en-scène en un hospital psiquiátrico con el propósito de consolar a Mabel, que entonces ya había caído en la demencia. Todas las amigas de Mabel están presentes pero el novio es imaginario.

Tanto el matrimonio como el título son fraudulentos, como las esperanzas de Mabel y como su aventura americana. En realidad, la reina no es más que una prostituta demente, una pobre mujer humillada por todas las formas posibles, lo que se aprecia a lo largo de casi toda la obra.

B) Análisis de la cita

Si seguimos el orden cronológico en el cual aparecen los elementos del peritexto, entraremos en el análisis de la cita antes de que comience la historia. La cita es la siguiente: «Pero yo creo que en un mundo doloroso el placer no es un lujo sino una necesidad» (129). Esta frase es una reflexión de Consuelo, al promediar el libro, pero el autor la elige para encabezar la novela. El significado nos aporta una clave: en un mundo lleno de dolor, físico y moral, el placer, intelectual o físico, como el sexo (de los enamorados o el sexo comercial del prostíbulo de Mabel) son necesarios para sobrevivir o, al menos, es comprensible. De la misma forma, son comprensibles los vicios de aquellos que han caído en desgracia doble, ya que no es suficiente el dolor de caer al margen de una sociedad que además los juzga y condena, como será también el caso del mendigo que se baña en la fuente del obelisco de Montevideo ante el escándalo y el desprecio de quienes pasan por allí.

C) Los capítulos

Como vimos antes, esta obra se divide en capítulos.

Los capítulos: I AtardecerII NocheIII MadrugadaIV Amanecer son las diferentes etapas de la noche hasta la salida del sol el día después. Al principio el lector puede pensar que estas etapas de la noche tienen relación con Mabel y su trabajo nocturno, pero viendo la estructura misma de la narración de Consuelo, vemos que también se refieren a esas horas de continuas confesiones que hace la hija de Mabel ante el anciano y casi paralítico Jacobsen, que aparentemente se limita a escuchar. Aunque el autor no es la «palabra oficial» de su propia obra, creo que resulta interesante conocer su propia opinión sobre este punto. En el transcurso de mi investigación, me confesó que para él estos títulos son, de hecho,

el ciclo de un día que se reproduce en varios años de los protagonistas, es decir, es el ciclo vital, psicológico y espiritual de luz y sombra, de razón y locura, se vigilia y sueño. También marca el drama de un proceso de progresiva locura (de Mabel y de Consuelo) sometidas a un mundo irracional, autoritario, doloroso (el ciclo, el proceso político de una dictadura que nace y luego muere pero de la que quedan sus consecuencias en la sociedad), con mucha violencia moral, más que física, violencia que en gran medida procede de los valores del patriarcado.

No es casualidad que bajo cada capítulo hay un título que caben analizar.

D) Los títulos de los capítulos

Los títulos le dan unidad a la aparente diversidad de escenas.

En el primero, Atardecer, tenemos el subtítulo «El pecado original». Aunque se refiere al origen de un acto, es un juicio religioso que puede ser ambiguo. En una primera lectura se puede pensar que este título hace referencia a Mabel, a su profesión. En efecto, desde un tradicional punto de vista religioso, el sexo es un pecado y la prostitución mucho más. Por otra parte, la historia se inicia y se desencadena con la huida de España del padre de Mabel, arruinado por los malos negocios. En su huida, el padre arrastra a su joven hija al exilio, la que se enamora en el barco que la lleva a Buenos Aires. Este amor no sólo enfurece al padre, sino que aparentemente provoca su muerte en el puerto de Montevideo, como consecuencia de un ataque al corazón. A partir de entonces, la joven nunca olvidará su amor frustrado y su culpa por la muerte de su padre, y su vida será una verdadera caída en el infierno. También podemos entender que este «pecado original», desde un punto de vista secular, puede entenderse como más violencia, ya que el juicio popular y tradicionalista criminaliza a la víctima. Entonces, el pecado original también puede ser entendido como el pecado que la sociedad comete contra «la pecadora».

El segundo capítulo, Noche, se subtitula «El Anticristo» el que, obviamente, también hace referencia a la religión y sobre todo al «anticristo» que lleva Consuelo en su vientre y del cual lucha por abortar. Ella siente que lleva «la culpa» dentro de su cuerpo y lo expresa de esta forma: «A mí me había tocado cargar con el semen fértil del Diablo y por días enteros estuve obsesionada con liberarme del Anticristo».

Pero, en realidad ¿quién es el Anticristo? ¿Ese inocente que finalmente es abortado (bajo la presión de su padre, el violador, para no hacerse responsable del «producto»? ¿Es el violador o es la sociedad con su cultura machista que produce esos monstruos? Bajo esta lectura crítica, el padre, que en las tradiciones religiosas y psicológicas son la representación de la autoridad, de la ley y representante o sustituto de lo divino, sería todo lo contrario: el padre es el Anticristo, el representante del mal, el instrumento del dolor y de la injusticia.

El tercer título, Madrugada, se subtitula «El eclipse de la razón» y ya no tiene relación con la caída moral, que comienza casi simultáneamente con la novela, sino con el colapso psicológico, con la caída en la locura de Mabel y posteriormente de su hija, Consuelo. Ambos derrumbes psicológicos pertenecen a tiempos diferentes pero coinciden en el mismo espacio literario; la locura de Mabel, la madre, como experiencia narrada, y la locura de Consuelo, la hija, como parte de la misma narración del colapso de su madre. Según el diccionario de la real Academia Española, un eclipse es una «ocultación transitoria total o parcial de un astro por interposición de otro cuerpo celeste» o, en su segunda acepción, es la «ausencia, evasión, desaparición de alguien o algo». Las dos acepciones de la palabra corresponden bien a la psicología de los personajes en ese momento de la novela.

Poco antes de este eclipse o colapso de ambas mujeres, Mabel le entrega la custodia de su hija a Vicente, su primo (quien emigró tiempo después de Mabel pero logró hacer fortuna en una empresa de demoliciones). A partir de entonces, Mabel ya no va a ver a su madre y Consuelo lo resume de esta forma:

Las pocas veces que intenté visitarla al apartamento de la Aguada no la encontré, y me quedé más bien con ganas de no volver más por aquellos barrios que me recordaban la infancia y la humillación, la escuela, el liceo y la miseria. La mentira.
(166)                

Consuelo ya no verá a su madre sino para negarla. Cuando finalmente encuentra a su madre una noche, mientras caminaba con sus compañeros de estudio, el encuentro es el más perfecto y dramático desencuentro:

Hubo un tiempo en que me olvidé de ella y no volví a buscarla. Y pensé que ella tampoco lo hacía. Hasta llegué a pensar que había enganchado algún tipo y que había tenido otros hijos. Pero me equivocaba. Un día la vi en una esquina oscura, cerca de facultad. Yo iba con unos amigos que se rieron de ella porque tenía pintura de labios hasta las orejas y una enorme peluca rubia.Ella debió reconocerme, porque se quedó mirándome un momento. Reconocí sus ojos grandes y asustados que me miraban. La vi más gorda y más vieja, con menos clientes quizá, o con clientes más baratos, con una minifalda roja, espantosa, que le dejaba ver la punta de la bombacha. Pero yo comprendí, después, que ese maquillaje excesivo y de mal gusto no era otra cosa que un disfraz para que yo no la reconociera. Había ido a verme salir de facultad y parecía que tenía frío, aunque no hacía frío.
(167)                

A partir de entonces, Consuelo ya no tiene a nadie con qué contar, está completamente perdida. Además, sale con un muchacho, Abayubá, a quien por alguna razón que no alcanza a comprender admira, pero definitivamente no lo quiere.

Yo sufría porque no lo quería y él sufría por quererme igual. Me daba lástima, pero no amor. Pensé que era algo que podía llegar a aprender con el tiempo, pero me equivoqué: sólo aprendí a complacer, a mentir.
(141)                

Consuelo se encuentra perdida, sufriendo a una aparente incapacidad para querer. Por algún tiempo se aferra a Abayubá, quien a su vez tuvo que sufrir los cambios imprevistos de Consuelo, que por momentos lo enamoraba y por momentos lo castigaba con el silencio y con una indiferencia sin respuestas. Por su parte, Abayubá era más consciente de los problemas sociales que lo afectan que de las complejidades psicológicas de los individuos, según dejó escrito en una carta, antes de suicidarse: «mi tristeza no era una tristeza de mujer. Yo no necesitaba un psicólogo; necesitaba un fusil».

En la oscuridad de este eclipse, Consuelo explora o navega como un barco sin timón en búsqueda de su identidad.

Llegué a pensar que era media rarita; lesbiana, en una palabra. Y me dejé atormentar un largo tiempo por esa idea, hasta que realmente tuve la oportunidad de tener algo con una compañera del colegio y tampoco me gustó nada.
(142)                

Tal vez esta sea una de las constantes psicológicas en Consuelo, que nunca alcanzará a saber qué es lo qué quiere.

En cuanto a Mabel, está perdiendo la razón, está hundiéndose en un círculo infernal de las formas de prostitución más peligrosa, aquellas que le permiten su pobreza, su edad y su nula autoestima. Es, sin duda, el personaje que más sufre la crueldad en sus formas más diversas.

Finalmente, el último capítulo, Amanecer, lleva otro título paradójico, ya que está desprovisto de todas las implicaciones positivas que comúnmente se le atribuyen a esta apalabra. El subtítulo es «El juicio final» y es, en realidad, una falta de juicio: es el final para Mabel y para Consuelo quienes, definitivamente «pierden el juicio», es decir que pierden la razón.

Mabel muere y su lápida continúa el engaño, el absurdo, quizás como en cualquier caso:

Reina de AméricaMadrid – 2 de julio de 1942Montevideo – 21 de octubre de 1983.
(210)                

En su paso por Buenos Aires hacia Estados Unidos, Consuelo encuentra a Jacobsen y comienza la narración de La reina de América. Al terminar la novela, Consuelo reconoce: «ahora voy a emigrar, como lo hizo el abuelo Rodrigo, que también se había venido de lejos para escapar de tanta locura» (138).

Pero, como la anterior, como todas, la fuga es ilusoria. La historia sugiere que Consuelo ya ha caído en la locura y no saldrá de ella. Sólo repetirá la historia de su abuelo, de su madre, incluso sus mismas esperanzas de no repetir antiguos fracasos.

En el breve párrafo final, se mezclan dos espacios, el gato que consuelo ahoga en una fuente de la casa de Jacobsen en Buenos Aires, lo cual refleja su locura casi infantil, y un basurero en Montevideo, donde una rata come parte de la cata que Mabel había escrito para Jacobsen, la cual nunca llegó al destinatario:

El gato asoma un poco a la superficie rompiendo, lentamente, el espejo de agua oscura que no se aclara con las primeras luces de la mañana, y ahí se quedará, casi como un pequeño bulto de hojas de roble, hasta que alguien decida limpiar la fuente. Por su parte, la rata da vuelta sobre su cuerpo y comienza a roer el papel por el lado donde dice ¿O es que la Eternidad se… mientras caen unas gotas del cielo. Pero la lluvia no es lo suficientemente fuerte y la rata continúa comiendo: Eternid…»
(248)                
E) El incipit

El incipit, la primera frase con la que comienza la novela, dice:

Mi madre era una prostituta hermosa -terminó por decir Consuelo, peinando con fuerza los pelos de camello de un pequeño mamut, mientras él miraba la acacia gigante y movía la cabeza sin querer-, hermosa como yo, según decía un novio que tuve, un imbécil que se había acostado primero con ella hasta que se aburrió y no le pareció mal reclamar a la hija y un día se metió en mi cuarto y en mi cama cuando yo ni siquiera sabía su nombre y todavía creía en las historias románticas que leía en las novelas de Corín Tellado.
(9)                

En este incipit encontramos la primera persona del singular. La hija, Consuelo, está hablando de su madre y de sí misma, a quien se define como ingenua. Elincipit tiene una función de resumen y plantea la situación y el tono de la narración: una hija y su madre prostituta. Además sabemos que existe otro personaje; un «imbécil» que se ha acostado con las dos. ¿Violó a la hija? Este primer párrafo ya anuncia la violencia moral que va a ser el núcleo de la novela. Inmediatamente da información sobre el papel de la mujer. Pero, pueden surgir preguntas como ¿quién es el «él» en la frase «mientras él miraba la acacia gigante» (9)? ¿Por qué movía la cabeza sin querer? Y ella, ¿por qué está peinando un mamut? En este inicio de la obra, Consuelo le habla a un hombre (que no conocemos por el momento) en primera persona. Apenas podemos pensar que este hombre es viejo o enfermo por su manera de mover la cabeza sin querer. No podremos saber que Consuelo, la voz narradora al inicio, está en Buenos Aires, hablándole a Jacobsen, el amor idealizado de Mabel, hasta muy avanzada la novela.

Después de haber analizado el peritexto, vamos a ver las representaciones del extranjero en la obra. Como ya hemos dicho, en la obra, los dos países presentes son Argentina y Uruguay.

II) Representación del «extranjero»

Podemos ver al extranjero a través de las alusiones a sus dictaduras.

En este libro construido con diferentes voces, aparecen voces en cursivas que representan las narraciones de los medios de comunicación más omnipresentes como la radio y la televisión. La radio difunde las novedades en cuanto al fútbol y la televisión se hace presente fundamentalmente por la publicidad.

En Argentina y en Uruguay en esa época se usó el fútbol para disimular los problemas políticos de las dictaduras (como en el Mundial de Fútbol de Argentina 78).

Por otra parte, las dictaduras de ambos países actuaron en complicidad al igual que lo hicieron algunos medios de comunicación. Estas voces oficiales o dominantes en la sociedad de la época, se van filtrando entre el drama personal de cada personaje, como si en principio no estuviesen relacionados.

En la celda de al lado a la de Jacobsen [encarcelado por segunda vez, esta vez por un delito real], el Pelado chista y pide silencio, pero Saporitti [un locutor de radio] recuerda que el año próximo se realizará el Campeonato Mundial de Fútbol en la Argentina, por primera vez, y debemos estar preparados para mostrar una buena imagen al mundo… A lo que casi todo el piso Segundo de la cárcel responde, sin hacer caso del Pelado:¡Argentina va’ salir Campeóóón!¡Argentina va’ salir Campeóóón!

Se lo dedicamo’ a todos

¡La puta madre que los-pa-rió!

(172)                

Las alusiones a equipos de fútbol de un lado y del otro, el anuncio de las tormentas, los comentarios periodísticos sobre las actividades de la moda en los balnearios más conocidos de ambos países, ayudan a establecer esta fuerte y trágica relación cultural y política entre Argentina y Uruguay, entre sus capitales, Buenos Aires y Montevideo, separados y unidos por un ancho río.

Los problemas políticos en relación con las dictaduras en la época eran numerosos y no vamos a enumerarlos aquí. Pero podemos ver brevemente algunos ejemplos.

La primera vez Jacobsen es detenido por razones políticas, acusado de anarquista pero sin haberle probado alguna actividad organizada. Es detenido en Buenos Aires, después de su viaje a Montevideo en búsqueda de Mabel. Durante su último viaje a Montevideo, logra su objetivo de encontrar a Mabel, a quién descubre en un restaurante con otro hombre (en realidad con un cliente). A su regreso a Buenos Aires, los servicios de inteligencia del ejército argentino lo detienen. En su interrogatorio reconoce haber ido en búsqueda de una mujer, pero la explicación suena cursi y difícil de creer para los oídos de los militares quienes deciden comprobar la existencia de Mabel. Cuando logran localizarla, la obligan a fotografiarse teniendo relaciones sexuales con los militares de menor rango. En una sesión de interrogatorio en Buenos Aires, el coronel libera a Jacobsen porque, le informa, ha descubierto que su declaración anterior era inverosímil pero verdadera. Como venganza, el coronel obliga a Jacobsen a reconocer a la prostituta de la fotografía, lo que para Jacobsen es un doloroso descubrimiento.

Finalmente Jacobsen, después de descubrir el Ford Falcón del coronel estacionado cerca de un restaurante, toma venganza y mata al coronel en un parque de Buenos Aires y es encarcelado por última vez. En la cárcel, el mundo exterior se filtra a través de una radio que, al mismo tiempo, es escuchada del otro lado del Río de la Plata, en Montevideo.

Siempre relacionado con la dictadura y los problemas de la época, también se ve Argentina a través de su famoso coche Ford Falcón presente en el libro. Los Ford Falcón fueron célebres en los años setenta porque eran usados por el ejército para secuestrar disidentes o sospechosos de serlo2. En La reina de América, antes de la intervención de los militares, Jacobsen había descubierto a Mabel bajando de un Ford Falcón rojo, con un cliente.

Hay también un secuestro pero esta vez no por razones políticas (al menos no de una forma explícita). El hombre, el contador Soto Lorenzo, dueño de una radio funcional a la dictadura uruguaya. A esa altura del relato, Mabel se encuentra en clara decadencia física y psicológica y sube al auto del contador pidiendo ayuda:

Un árbol la sostiene un momento hasta que parece recuperarse y continúa caminando. Cruza una luz roja y, al llegar a la placita triangular de Blanes, un Ford Falcon rojo o verde se detiene y un hombre calvo le hace señales desde adentro. Mabel duda, siente frío otra vez y finalmente entra.Lléveme a mi casa, por favor señor -dice Mabel, mirando hacia delante, y la voz se le quiebra. Adentro siente un calor que no la alivia: el aire está espeso, la radio dice muy fuerte que los estudiantes universitarios, todavía dominados por ideologías extranjeras, se niegan a concurrir a sus clases.Esto le hace muy mal al país, pero sobre todo a ellos mismos, que no comprenden ciertas cosas porque no alcanzaron a vivirlas…

Ya veremos adónde -dice el hombre, sonriéndole y mirando con atención por el espejo, para dejar pasar un auto que le venía haciendo señales con las luces.

Lo siento, señor, no estoy trabajando hoy.

¿A sí? ¿Y la ropa adónde está?

Teniente General Bonino Pérez, muchas gracias por sus declaraciones para radio Libertad.

No, no, por nada. El agradecido soy yo.

Buenas noches.

Ahora el estado del tiempo: inestable, desmejorando por el norte. Se prevén tormentas eléctricas… Hay restos de humo o aliento de cigarrillos y alcohol, y no olvide: Coca-Cola, la chispa de la vida.

(170)                

Pero el contador Soto Lorenzo la lleva a una zona de pinares sobre una playa periférica y la obliga a tener sexo, diciendo que ella es una prostituta. Mabel saca la pequeña pistola que siempre lleva consigo y lo mata. La radio presentará este hecho de una forma que enaltece la figura de la aparente víctima.

SANGUINETTI .-   (Con voz afectada, firme y pareja.) Ampliando la información ya adelantada por nuestro Informativo Central de las nueve horas, estamos en condiciones de informarles que el contador Soto Lorenzo fue cobardemente asesinado de tres balazos a sangre fría.
LARREA.-  El contador Soto Lorenzo, que se había desempeñado hasta el momento como director de esta radio y como Consejero de Estado, fue ultimado de tres balazos a quemarropa en una zona próxima a Lomas de Solymar.
SANGUINETTI .-  Las autoridades arrestaron en las últimas horas a una mujer de iniciales M. M. Z, sobre la cual caen las principales sospechas. La mencionada mujer, estaría vinculada a movimientos subversivos que operaron hasta hace pocos años en ambas márgenes del Plata.
LARREA.-  M. M. Z., de nacionalidad española, había sido vinculada por los Servicios de Inteligencia de Argentina con el grupo maoísta ERRP, que operaba desde la ciudad porteña de Buenos Aires, más precisamente en el barrio de la Floresta. Fuentes no oficiales, dan cuenta de una posible relación de la misma mujer, M. M. Z., con el asesinato en la ciudad de Buenos Aires del coronel Máximo Otegui, consumado hace siete años, en 1972.
(188)                

Estas dictaduras llevaron a violencias de todo tipo. Y en La reina de América, sentimos las tensiones en tiempos de dictaduras y somos lectores y testigos de la violencia moral, omnipresente en toda la obra.

III) La violencia moral

Como vimos, uno de los temas centrales de la novela consiste en este tipo de violencia y su relación con la violencia física. Apenas en el incipit nos informamos que la narradora es violada por un cliente de su madre. La violación o la agresión sexual inician el primer capítulo y es una de las traducciones de esta violencia moral que subyace en toda la novela. Es el ejemplo de una violencia tanto física como moral ya que abre una herida difícil de curar. Según el mismo autor, la violencia física engendra heridas que un día llegan a desaparecer gracias a la cicatrización pero las consecuencias de la violencia moral son mucho más perdurables y más difíciles de visualizar.

Mabel también ha sido violada por un hombre que se creyó en el derecho de desconocer su dolor por ser prostituta. En este caso el abuso de poder es físico (la fuerza del hombre sobre la mujer enferma), social (ella es una prostituta callejera y él un contador reconocido) y moral (la autoestima se ha reducido al mínimo, hasta ser identificada con un objeto sin derecho a la piedad).

Al comienzo de la narración, Consuelo aparece peinando con fuerza un mamut de una forma que revela cierta perturbación o neurosis. El principio y el final de la novela coinciden en el tiempo y en el espacio, y la protagonista (y una de las narradoras principales) confirma esta inestabilidad psíquica cuando ahoga a Voltaire, el gato de Jacobsen, el que pocos años antes había sido rescatado de las aguas en una bolsa de nylon.

Toda la historia que Consuelo narra a Jacobsen es una regresión a un pasado lleno de violencia en el que, como su madre, ha sido sexualmente abusada. Pero Consuelo logra vengarse del Tito (su violador), el que a su vez es violado por un sicario que ella había contratado3. Aquí, la violencia no está en la penetración física del hombre sino en su humillación delante de ella. La humillación, por supuesto, violencia moral y en este caso sirve al propósito de la venganza de la víctima.

IV) Extracto de una entrevista con el autor

Me puede decir ¿cuál fue el contexto en el que escribió el libro? ¿Y si tuvo impacto en la escritura de su libro?

Mi contexto como autor en el momento de escribir la novela fue a fines de los ’90, sin ninguna violencia particular. Una vida normal. Pero yo creo que la «herida» viene de mi infancia, ya que tuve que vivir la violencia moral de la dictadura (y la violencia física también). Eso está resumido en «Tecnología de la Barbarie».

En su libro se mezclan muchas voces con una tercera persona dominante, ¿cómo lo explica?

Sí, correcto. La tercera persona es dominante y luego aparecen muchas otras voces narrativas cuando aparecen diferentes personajes. Incluso algunos medios como la radio se entremezclan (como un juego de cartas) en un contrapunto. En el caso de la radio o la TV, sus voces se distinguen porque están en «italics» (o cursivas).

Yo sospecho que en esa técnica puede haber algo de Los caminos de la libertad, de Sartre. Recuerdo que cuando era muy joven me impresiono mucho «El aplazamiento» (lo leí en español). Sartre combinaba magistralmente varios espacios de forma simultánea en un solo párrafo.

Cuando en su libro se habla de Abayubá, a este chico le gusta mucho Sartre también. ¿Tiene algo que ver con usted?

Tenés razón. Tiene algo de mí pero también de algunos muchachos como yo, que conocí en Montevideo en 1988, 1989. Ellos no iban al liceo (secundaria) ni a la universidad, pero eran bohemios, lectores empedernidos de Jean-Paul Sartre. Cada personaje tiene algo del autor y de muchas otras personas, en diferentes proporciones.

¿Entonces tienen todos sus personajes algo de usted?

No sé si mi «yo» está desparramado entre personajes como Mabel y Consuelo. Puede que haya algo del autor en cada una, pero sospecho que muy poco, desde un punto de vista concreto, como lo es ser mujeres abusadas sexualmente. Nunca he sido mujer ni he sido abusado sexualmente. Pero ellas encarnan todas mis frustraciones sobre la violencia y la injusticia social. Pocas cosas hay más dolorosas, para mí, que el sufrimiento de un niño o de una mujer por razones de violencia moral como lo es la humillación. Tal vez uno soporta más fácilmente la humillación de un verdugo, pero nunca la de alguien inocente, alguien que de principio es más débil, en una familia o en una sociedad…

Como los sueños (al menos es lo que comúnmente asumimos en nuestra civilización occidental), el autor origina cada personaje y cada situación de forma inconsciente o, al menos, con un diálogo intuitivo con su propia conciencia, según una realidad concreta y según una naturaleza general, que es común a todos los seres humanos. Todos tenemos esperanzas y temores, todos tenemos cierto sentimiento de justicia y de venganza, todos amamos y odiamos (aunque en proporciones diferentes; en lo personal he tratado siempre de controlar algún sentimiento tan horrible como es el odio, pero creo nadie puede decir que está libre de haberlo experimentado), etc.

Cuando menciona en un momento de La reina de América «el uruguayo», «es culpa del uruguayo». ¿Quién es? ¿Es un hombre tipo que vive en Uruguay?

En Uruguay siempre se habla de «el uruguayo», que es una especie de personaje inexistente, invisible, que aparentemente contiene todas las características típicas de «un uruguayo». Tradicionalmente se le echa la culpa de todos los defectos, algo así como «chivo expiatorio» (o «cabeza de turco»).

¿Por qué haber elegido un nombre indígena para Abayubá?

En los 60, Uruguay y Argentina «descubren» América Latina (que en realidad se refiere a la «América indígena») y su sentimiento de culpa por su «europeísmo» anterior. Especialmente entre los grupos de izquierda (y tal vez como consecuencia de la Revolución Cubana) todo lo indígena comenzó a ser reivindicado y pasó a ser símbolo de resistencia y de legitimidad. No por casualidad el anterior presidente de Uruguay se llamaba Tabaré Vázquez. Pero al mismo tiempo sigue siendo un valor ambiguo, ya que lo indígena nunca ha dejado de ser étnica y culturalmente marginal. En Uruguay, además, tenemos la triste conciencia de que los indios charrúas fueron exterminados, por lo cual es una ironía que se hable de «garra charrúa» para referirse a los jugadores de fútbol que representan a nuestro país.

Para terminar, ¿por qué usted eligió siempre hablar de fútbol por la radio y de una probable tormenta (meteorología) que está a punto de llegar?

Primero, porque en Argentina y en Uruguay por esa época se usó el fútbol para disimular los problemas políticos de las dictaduras (como en el Mundial de Fútbol de Argentina 78). Segundo, supongo que fue porque expresaba (igual que cuando se habla de moda) un contraste dramático entre la frivolidad de «lo que estaba ocurriendo» en los medios y la tragedia de los individuos como Mabel. Es un contraste, un contrapunto que evidencia la crueldad social, la indiferencia hacia las tragedias que muchas veces los pueblos no ven o no quieren ver. En el caso de los reportes meteorológicos, es por una razón opuesta a la del Romanticismo del siglo XIX. Para aquella corriente literaria, la naturaleza se conmovía junto con las emociones de los individuos. Como La reina de América es una novela más bien cruel, el tiempo, el clima es más bien indiferente a los sufrimientos humanos. Esa indiferencia con que se da el reporte del clima, las tendencias de la moda y los resultados del fútbol representan la indiferencia del contexto con los personajes que sufren.

Bibliografía
  • Diario El País de Madrid, 23 de abril de 1985.
  • Diario La República de Montevideo, 3 de agosto de 2011.
  • Majfud, Jorge, La reina de América, Tenerife, Baile del Sol, 2002.

Notas

 1. Diario La República de Montevideo, 3 de agosto de 2011.

 

2.«Una numerosa partida de Ford Falcon de color verde destinada a la Policía Federal fue requisada por los grupos de tareas destinados al chupamiento callejero de personas (chupar: secuestrar); el Falcon, un coche grande, robusto, vulgar, verde, sin matrículas, con dos antenas y tres tipos dentro sembró el terror en las áreas urbanas. Familias enteras desaparecieron en los chupaderos: los hijos, los padres, los abuelos, los hijos de los hijos… La desaparición de niños secuestrados junto con sus padres, o nacidos en prisión, es otro de los dramas añadidos de las posguerras argentinas» («En el corazón de las tinieblas», Diaro El País de Madrid, 23 de abril de 1985).

3. Según el autor hay un límite entre venganza y justicia; aunque sus métodos y convivencias sociales de uno y del otro son distintos, ambos perciben objetivos casi idénticos.

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La reina de America

 

Una entrevista

Jorge Majfud: «Un novelista no puede tener pudor ni carecer de principios morales»

Cultura y Espectáculos Diario de Avisos,  Santa Cruz de Tenerife, 17 de enero de 2003

 

Jorge Majfud (Tacuarembó, Uruguay, 1969) movió los cimientos de la literatura uruguaya con una primera novela, Hacia qué patrias del silencio (memorias de un desaparecido), donde hablaba sin tapujos de la represión en su país, de los desaparecidos y la dictadura.

Texto: Mª Luisa Pedrós
Foto: Javier Ganivet
 

Después de ese libro, este arquitecto apasionado por el conocimiento, emprendió la tarea de redefinir los límites de la moral en Crítica de la pasión pura, un ensayo de 1998 inédito aún en España. Su segunda novela, La reina de América, abandona el tono filosófico de sus trabajos anteriores para narrar una historia descarnada: la de una joven española que emigra en los sesenta a la América de la bonanza y que a su llegada al continente ve cómo la vida le juega una mala pasada que solo le deja el recurso de la prostitución. 
Por esos extraños juegos de relaciones, Baile del Sol, una pequeña y modesta editorial tinerfeña, puso los ojos sobre la obra de Majfud y en 2001 publicó Hacia qué patrias del silencio y ahora edita La reina de América. Estos días, Majfud visita Tenerife para promocionar la obra. Ayer, en una apretada jornada, dio una rueda de prensa, concedió entrevistas y participó en el ciclo Diálogos en vivo, donde habló frente al periodista Fernando Delgado sobre el arte de fabular. 
Majfud es un hombre de gestos sosegados, casi suspendidos en el aire. Le gusta hablar. Dice que esa es una de sus grandes pasiones: hablar, y pensar. Escuchándolo se tiene la sensación de que no es la misma persona que escribe La reina de América, un libro duro, de lenguaje directo y descarnado. «En mi vida privada soy puritano, pero en la ficción no puedo permitírmelo». 

– Dicen de usted que que tiene vocación de filosofar. Un comentario así habría acabado con su carrera literaria en España. 
«Sí, parece que hoy en día es peligroso pensar. Se nos está imponiendo una cultura de la chatarra donde lo único que le queda al individuo es la capacidad de reflexionar, de preguntarse, de filosofar, en definitiva. La actitud de reflexión es única y siempre es valiosa. Solamente en las culturas donde hay dogmas de pensamiento, económicos o militares, es una actividad desprestigiada. Me cuesta creer que Occidente haya renunciado a una de las características que lo han definido: la valentía individual de cuestionar las cosas. Sinceramente, si para que mis libros se vendieran tuviera que renunciar a eso, no lo haría. Frente a esa mercantilización de la cultura, a esa banalización de la literatura, hay un grupo de escritores que practicamos la resistencia. No nos oponemos a que se publique Corín Tellado, pero nos negamos a que eso se venda a la altura de Saramago, por citar el nombre de un resistente». 

– Un periodista le preguntó a raíz de la salida de Hacia qué patrias de silencio si se sentía un outsider por sus temas y la postura que adopta ante ellos, y usted contestó que no lo sabía. Con La reina de América en la calle, ¿ya tiene hecha esa reflexión? 
«Creo que estuvo en lo cierto, pero aún siendo un outsider pongo el acento en el tiempo que me ha tocado vivir. En el Cono Sur, sobre todo en la década de los 90, ha habido una predilección especial por la historia de siglos pasados, como para evitar analizar esta. Ya lo dijo Francis Fukuyama: «Ha llegado el fin de la historia». No estoy de acuerdo, queda historia para rato porque queda mucho por construir, pero también por destruir. No estoy de acuerdo con la evasión, quiero vivir este tiempo trágico que nos ha tocado y aceptarlo como un desafío». 
– Hábleme de esta frase suya:»Un intelectual útil al partido no es un intelectual, es un payaso entrenado para ganar». 
«En Uruguay la presión para que el intelectual se ponga al servicio del poder es inmensa. Para que cualquier arquitecto, profesor o escritor viva desahogadamente, tiene que pactar con el poder. Muchas veces se me han acercado para pedirme que participe en esto o en aquello y me he dado cuenta que son concesiones, no puedo hacerlo porque no sólo estoy traicionando la confianza de mucha gente, sino la mía propia. Nosotros tenemos dos grandes resistentes que se han negado a dar ese paso: Eduardo Galeano y Mario Benedetti. La gente cree que para los dos ha sido fácil; nadie sabe por lo que han pasado. Nadie recuerda que Benedetti pagó sus primeros ocho libros de su bolsillo». 

– La Reina de América rompe cierta idea romántica sobre la emigración española al continente. 
«Existe el mito del europeo que viajaba a hacer las Américas, a triunfar. Muchos lo lograron, pero otros tantos fracasaron y encontraron una realidad aún peor que la que abandonaban. Eso le pasa a Mabel. Sola y obligada a prostituirse y sometida a un sistema represor del que no escapa porque es violada por un poderoso. Fue duro escribir sobre eso, porque requiere ser muy directo, y yo en mi vida privada soy pudoroso, pero no puedo ser pudoroso cuando en la ficción trato un tema en profundidad. Un novelista no puede tener pudor». 

– En la trama, los años de represión en Uruguay se filtran como un rumor ¿Su sociedad ha superado ya las consecuencias de la dictadura? 
«El miedo persiste, a pesar de que creo improbable una vuelta a la dictadura militar porque no hay interés internacional para eso; sin embargo, la sociedad uruguaya mantiene el miedo. No sabemos dónde están nuestros desaparecidos, ni cómo desaparecieron. Las respuestas se han silenciado y ese silencio es malo porque esa es una deuda moral de nuestra sociedad». 

– Una de las características de la obra es la experimentación técnica:salto de un hecho a otro sin avisos, diálogos sin los guiones tradicionales… ¿Fue deliberada? 
«La técnica sale espontáneamente como necesidad del momento creativo, pero más tarde me sucedió que tomé conciencia de lo que estaba haciendo y seguí empleando la técnica de una manera más consciente». 

– La literatura que llega a España desde América lo hace principalmente de Cuba y Méjico, ¿son esos países los que actualmente generan literatura en el continente o es política editorial? 
«A lo largo de los viajes que he hecho por Hispanoamérica me ha sorprendido descubrir que en literatura existen islas. Los escritores que son reconocidos en el Cono Sur no son conocidos en absoluto en España y a la inversa. En el Río de la Plata no conocemos esos escritores cubanos ni mejicanos. Es una literatura fragmentada en su propio conocimiento».

 

Información complementaria

 

«Los sudamericanos somos europeos en el exilio»

 

Majfud parafrasea a Borges al hablar de la política española con los emigrantes americanos: «Los sudamericanos somos europeos en el exilio».

 

  «El Río de la Plata fue muy receptivo con la emigración española cuando España estaba muy mal y nosotros estábamos muy bien»

 

«Creo que más tarde o más temprano, Europa tendrá que admitir que nos necesita. Hasta ahora, este fenómeno se trata de una manera maniquea, en blancos o negros. El Río de la Plata fue muy receptivo con la emigración española cuando España estaba muy mal y nosotros estábamos muy bien. Nunca nadie les pidió un solo papel. Sé que las cosas han cambiado, y que el orden mundial es otro, pero desde el punto de vista humanitario sería lógico que los españoles fueran condescendientes y ayudaran a esos hijos de España».

Recuerda cómo los que llegaron a Uruguay fueron «acogidos» hasta que se integraron en una sociedad donde «aún casi todos sus dirigentes hablan con acento español». «Para nosotros no hubo diferencias, y quizá porque no teníamos una cultura ancestral, formamos una sociedad plural y mixta»; pero frente a esto, el escritor está convencido de que España no debería temer nada. «Ustedes tienen una cultura lo suficientemente arraigada como para que nosotros desequilibremos esa identidad».

Desde que llegó a Tenerife ha recopilado todas las informaciones publicadas sobre emigración. «Se trata como un tema económico o humanitario, pero no hay un discurso desprejuiciado».

«Hablan de nosotros como prostitutos, delincuentes y corruptos y olvidan que toda la dirigencia de nuestros países son hijos de españoles o de italianos, no pertenecen a ninguna otra cultura muy distinta; somos, como decía Borges, europeos en el exilio. No somos una raza aparte, somos consecuencia de algo». Entre los recortes guarda uno durísimo que habla de los latinoamericanos que podrán optar a la nacionalidad española dejando atrás «latrocinio, machismo, narcotráfico, corrupción, vagancia, irresponsabilidad, prostitución»… No puede seguir leyendo: «No tenemos un gen destructivo, somos náufragos».                             

 

 

 

Paulo Coelho: James Joyce’s Ulysses is ‘harmful’ to literature

Pathetic Coelho:

«One of the books that caused great harm was James Joyce’s Ulysses, which is pure style. There is nothing there. Stripped down, Ulysses is a twit.»

Brazilian writer dismisses modernist classic about a day in the life of Leopold Bloom as ‘pure style’

Paulo Coelho has dismissed James Joyce's Ulysses

‘There is nothing there’ … Paulo Coelho rubbishes James Joyce’s Ulysses. Photograph: Frank Baron for the Guardian

James Joyce‘s Ulysses has topped poll after poll to be named the greatest novel of the 20th century, but according to Paulo Coelho, the book is «a twit».

Speaking to Brazilian newspaper Folha de S Paulo, Coelho said the reason for his own popularity was that he is «a modern writer, despite what the critics say». This doesn’t mean his books are experimental, he added – rather, «I’m modern because I make the difficult seem easy, and so I can communicate with the whole world.»

Writers go wrong, according to Coelho, when they focus on form, not content. «Today writers want to impress other writers,» he told the paper. «One of the books that caused great harm was James Joyce’s Ulysses, which is pure style. There is nothing there. Stripped down, Ulysses is a twit.»

Coelho’s spiritual novels and books – his latest, Manuscrito encontrado em Accra, is set in 1099 Jerusalem as the Crusaders prepare to attack – have sold more than 115m copies in more than 160 countries. Ulysses, Joyce’s 265,000-word modernist novel about a day in the life of Leopold Bloom in Dublin, was first published with a print run of 1,000 copies in 1922. Those first editions now sell for up to £100,000, and the novel is celebrated every year on 16 June around the world, the day Bloom wandered through Dublin.

Although Ulysses frequently tops best novel lists, Coelho is not the first to criticise Joyce’s masterpiece. Roddy Doyle said in 2004 that the novel«could have done with a good editor», and doubted that people putting it in the top 10 books ever written «were really moved by it».

The Candidate

Los lobbies políticos no son tan estúpidos como parecen. Ponen los candidatos adecuados que sean capaces de recoger el dinero de la gente inteligente y los votos de gente que carece de ambas cosas.

 

Political lobbies are not as stupid as they seem. They put the right candidates who will be able to collect money from intelligent people and the votes of people who lack both.